Resistir al mal - Franz Jägerstätter - E-Book

Resistir al mal E-Book

Franz Jägerstätter

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Beschreibung

Franz Jägerstätter, campesino austriaco, casado, padre de tres niñas y ferviente católico, fue ejecutado en 1943 por negarse a servir en el ejército nazi. Atendiendo a los dictados de su conciencia —de los que no quiso sustraerse aun contraviniendo las recomendaciones de las autoridades eclesiásticas—, se negó a participar en una guerra que consideraba a todas luces injusta. Su valentía y su coherente actuación como cristiano llevaron al papa Benedicto XVI a beatificarlo en octubre de 2007. Se publican aquí por primera vez en castellano todos los escritos de Jägerstätter tanto durante el periodo de instrucción militar en la Wehrmacht como desde su posterior arresto hasta el día de su ejecución. La primera parte del libro recoge la conmovedora correspondencia mantenida con su esposa Franziska —a través de la cual Franz había sido conducido a un intenso camino espiritual—, mientras que la segunda está formada por diversas reflexiones sobre la vida cristiana escritas en prisión. Se incluye además un texto inédito encontrado recientemente en Sankt Radegund, escrito probablemente unos días antes de su arresto. «Me gustaría invitaros a conocer la extraordinaria figura de un joven objetor, un joven europeo de 'ojos grandes', que luchó contra el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial» (Mensaje del papa Francisco a los participantes en la conferencia europea de jóvenes).

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Franz Jägerstätter

Resistir al mal

Cartas y escritos de la prisión

Traducción y edición española a cargo de Carmen Pulín Ferrer e Israel Castillo Vidal

Prólogo de Miguel García Baró

Título en idioma original:

Der gesamte Briefwechsel mit Franziska. Aufzeichnungen 1941-1943

Edición a cargo de Erna Putz

© De la edición original e imágenes del pliego:

Erna Putz, Literary Executor of the Estate of Franz Jägerstätter, 2021

© Ediciones Encuentro S. A., Madrid 2022

Traducción y edición de Carmen Pulín Ferrer e Israel Castillo Vidal

Prólogo a la edición en castellano de Miguel García Baró

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

Colección 100XUNO, nº 102

Fotocomposición: Encuentro-Madrid

ISBN: 978-84-1339-119-9

ISBN EPUB: 978-84-1339-452-7

Depósito Legal: M-24346-2022

Printed in Spain

Para cualquier información sobre las obras publicadas o en programa y para propuestas de nuevas publicaciones, dirigirse a:

Redacción de Ediciones Encuentro

Conde de Aranda 20, bajo B - 28001 Madrid - Tel. 915322607

www.edicionesencuentro.com

Índice

Prólogo a la edición en castellano

Presentación. De la influencia de una mujer sobre su marido…

Retrato biográfico de Franz Jägerstätter

Primera PARTE. Correspondencia con su esposa Franziska

I. Cartas escritas durante la instrucción militar

III. Cartas escritas durante la instrucción militar

IV. Cartas desde la cárcel de Linz

V. Cartas desde la cárcel de Berlín-Tegel

Segunda PARTE. Escritos desde la prisión y otros

Apuntes de la época posterior a la condena a muerte

Dos poemas del año 1932 y carta a Franz Huber

Cuaderno 1

Sobre la fe

Sobre la humildad

Sobre la oración

Sobre el pecado

Sobre los cuatro novísimos

En el sufrimiento es donde se conoce a la persona

Sobre el temor a los hombres

Sobre el Santísimo Sacramento del Altar

En la fiesta de la Sagrada Familia

Ante Dios, seamos siempre como niños

Sobre el amor

Sobre la lectura

Algunas breves reflexiones adicionales sobre la época actual

Cuaderno 2

Sobre el tema del momento: católico o nacionalsocialista

Breves reflexiones sobre nuestro pasado, presente y futuro

¿Bolchevismo o nacionalsocialismo?

El juego del engaño

Sobre la pérdida de responsabilidad

¿Aún se puede hacer algo?

¿Sigue habiendo un Dios?

Guerra o revolución

Sobre las armas peligrosas

Hojas sueltas

Derramad, cielos, el rocío sobre el justo; lloved, nubes, sobre él desde lo alto

Sobre la pertenencia al partido y las aportaciones al mismo

¿Guerra justa o injusta? (24-5-1942)

Deberíamos ser apóstoles laicos

Rezamos por la paz, pero luchamos, contribuimos y trabajamos por la victoria nacionalsocialista

No juzgar a los demás

…tras esta guerra

Algunas palabras que nos conciernen a todos respecto a la lectura de publicaciones y libros edificantes cristianos

Sobre la muerte

Para la contemplación espiritual

Contemplación del amor de Dios por nosotros los hombres

10 [11] preguntas

Cuaderno 3

7 preguntas

Cuaderno 4

Lo que todo cristiano debe saber

De la carta del apóstol Santiago

De las Cartas del apóstol san Pedro

De las Cartas del apóstol san Pablo

Del Evangelio según san Mateo

Del Evangelio según san Lucas

Del Evangelio según san Mateo

ANEXO. Documento L2-18

Reflexiones de Erna Putz sobre el texto de Franz Jägerstätter recientemente hallado

Epílogo. Palabras del cardenal arzobispo de Viena, Cristoph Schönborn, sobre Franziska Jägerstätter

Notas editoriales

Bibliografía

Cronología de la vida de Franz Jägerstätter y del Tercer Reich

Prólogo a la edición en castellano

La resistencia al mal es la forma de heroísmo que antes se exige de todos. Es además doblemente heroica, precisamente porque no suele hacer ruido alguno y pasa desapercibida. El héroe moral solo es posible sin focos que saquen al primer plano la entraña de su acto fortísimo de simple no participación en el mal. Su sacrificio, como el de Jesús, no tiene más testigos que la familia, un par de gentes que casualmente estaban allí mismo y unos cuantos mercenarios sin alma.

Al iniciarnos en la vida y despertarnos a la responsabilidad, posiblemente todos los seres humanos queremos proyectar planes audaces que creemos que sin duda podremos realizar. Tememos la debilidad de nuestra imaginación, no la de nuestro coraje. La verdad es que no hay que salir a buscar las aventuras. Eso lo hacen solamente los quijotes cuando han enloquecido. Basta con esperar a pie quieto, en la resolución perfecta de no abandonar, de no retroceder ni un palmo, en el puesto en que se nos ha situado: es una batalla y el mal vendrá como el ladrón bien informado. Así lo dijo ya Sócrates el día de su muerte, según Platón —que no pudo soportar asistir a ella, como no pudo Pedro evitar negar a su señor—: una jerarquía a la que nos debemos nos ha colocado en cierta avanzadilla y nos ha dado la orden de conservarla a costa, si es preciso, de la vida.

Claro que para reconocer que así son en lo esencial las cosas es preciso antes amar la existencia. No la nuestra, sino el conjunto de la existencia humana, o sea, al prójimo, siempre mi hermano, mi contemporáneo, esté donde esté, viva cuando viva. Y el amor real a la humanidad tiene una puerta ineludible: el amor real a una persona concretísima de ahora y de aquí. Un amor que puede empezar creyéndose egoísta, pero que, si crece de verdad, enseguida se habrá convertido en una preferencia absoluta por el bien de ese otro respecto de mi propio bien. Si esa persona me falta, entenderé, como Agustín, que yo no era apenas más que otro él. Mi soberbia habrá quedado derrotada sin alharacas por el desarrollo mismo del amor. Yo habré dejado de ser mi dios y reconoceré en la persona amada lo santo, mejor dicho, al santo; será ella para mí su testimonio, su huella, su hija predilecta. Quien ama realmente a una persona está a la espera de Dios y ha empezado, sin conciencia de ello, a amar a la humanidad.

Alguien como el autor de las cartas que inmediatamente leerás no puede sino considerar una impostura respecto de la humanidad la maldad que es evidente que brilla detrás de los actos de muchos. Su propia parte de maldad le parecerá digna de ser amputada de su persona, mientras que dudará siempre de que haya destrozado del todo el corazón del hombre cruel. Quizá ahí tiene una de sus raíces la capacidad de resistir sin límites al mal y preservar siempre el puesto que nuestro Señor nos adjudicó en el combate: si yo no me rindo, acorazado en el amor, además de cumplir al pie de la letra con la orden recibida, quizá abrase la maldad en los espíritus de quienes se han corrompido. No es mi objetivo principal, pero daré prueba ante cualquiera, si es que hay alguien que vea lo que hago, de que la realidad auténtica del ser personal es la que se alcanza en el amor, y que la crueldad homicida es frente al amor una inmensa mentira sobre el fondo de nuestro ser.

En los últimos años, el conocimiento de Franz Jägerstätter, que solo me llegó mediado por la maravillosa obra de arte de Terrence Malick, A hidden life, me ha conmovido como ninguna otra noticia de santidad en la vida contemporánea. Este pobre hombre sacude la acomodación relativista y las justificaciones pragmáticas de la sociedad entera. Nadie expone con una claridad parecida —en sus actos, desde luego, pero también a veces en sus cartas más íntimas— la amarga verdad de que apenas hay alguien en el mundo que no entre en pactos con la crueldad y lo falso —pactos que siempre tendrán una elocuentísima defensa que los respalde, si alguien pregunta por ellos—. Jägerstätter sabía, como los mayores sabios antiguos y todos los hombres que son seriamente religiosos, que la bondad nos protege absolutamente del mal, aunque todos proclamen constantemente lo contrario. El amor de este hombre alcanzó un grado de limpieza que nos desafía a todos sin remedio y sin tregua. Es verdad que él se enfrentaba a una explosión pública de mal como no se había conocido antes; pero tanto más quedamos nosotros retados, nosotros que tenemos que vérnoslas con pequeños tiranos, con ridículos torturadores.

¿Cuántos milagros habrá hecho ya, en el perfecto secreto de su trayecto por este mundo, Franz Jägerstätter, sin que nadie sepa atribuírselos?

Miguel García Baró

Presentación. De la influencia de una mujer sobre su marido…

En el año 1935 Franz Jägerstätter conoció a Franziska Schwaninger. Se casaron el jueves santo del año 1936. El matrimonio con Franziska fue el momento decisivo de la vida de Franz Jägerstätter. Desde ese momento, decían los vecinos del pueblo, «se convirtió en otra persona». El camino de Franz no habría sido posible sin su mujer. En realidad, Franz Jägerstätter se lo debemos a su mujer. Desde luego, el punto de partida de ese camino lo encontramos en la soledad de la decisión de su conciencia. No obstante, la voluntad de Dios había sido mediada para él a través de Franziska; a través de ella, Franz había sido conducido a un intenso camino espiritual. El propio Franz escribe: «De la influencia de una mujer sobre su marido espera el Apóstol más que de la predicación de un misionero». Y Franziska: «Si yo no lo hubiera apoyado, no habría tenido a nadie».

El 9 de abril de 1943, desde la prisión de investigación del Ejército (un antiguo convento de ursulinas), Franz escribe a su mujer felicitándola por su aniversario de bodas: «Queridísima esposa, hoy hace siete años que nos prometimos amor y fidelidad delante de Dios y de un sacerdote. Creo que hemos cumplido esa promesa hasta el día de hoy y creo igualmente que Dios nos concederá seguir manteniéndonos fieles en adelante incluso si, como ahora, tenemos que vivir separados. Si miro hacia atrás y contemplo toda la felicidad y las múltiples gracias que se nos han concedido durante estos siete años, algunas de las cuales son casi un milagro, y alguien me dijera que no hay Dios o que Dios no nos ama y yo lo creyese, creo que no comprendería lo que me está sucediendo. Queridísima esposa, si en el futuro nos vienen tribulaciones no debemos olvidar que Aquel que hasta ahora nos ha mantenido y nos ha hecho felices, no nos abandonará nunca, si nosotros tan solo no nos olvidamos de dar las gracias y nuestro anhelo de llegar al cielo no viene a menos. Allí nuestra alegría durará por toda la eternidad». Esta carta encierra una conmovedora teología del sacramento del matrimonio: el matrimonio es vivido como una prueba del amor de Dios y es una prueba en favor de la existencia de Dios. Ambos cónyuges se fortalecen recíprocamente en la fe.

Pero, ¿no traicionó Franz a su mujer y abandonó a sus hijas a su suerte? ¿Acaso no cometió Franz un pecado contra el cuarto mandamiento, «honrarás a tu padre y a tu madre»? A las puertas de su muerte, Franz tuvo que enfrentarse a estas preguntas. Y todavía hoy estos reproches son un obstáculo para algunos en el camino hacia el testimonio vital y de fe de Franz Jägerstätter. Él mismo escribe el 8 de agosto de 1943, un día antes de su ejecución: «Quisiera poder ahorraros todo el sufrimiento que estáis padeciendo por mi culpa. No obstante, conocéis las palabras de Cristo, quien dijo: ‘El que ama a su padre o a su madre, a su esposa o a sus hijos más que a mí, no es digno de mí’». En sus cuadernos de prisión (Berlín, 1943, cuaderno 4), Franz combate con la tensión entre el conocimiento de su conciencia, por un lado, y su familia, por otro: «Jesús exige a sus discípulos que pongan la paz con Dios y con la Iglesia por encima de la paz con los parientes, su seguimiento por encima del temor al dolor y a la muerte, y la vida del alma por encima de la del cuerpo. Él no quiere traer a la familia discordia alguna procedente de la falta de amor y del egoísmo, pero tampoco quiere una paz barata que implique violar aquello a lo que nuestra conciencia nos obliga. (cf. Mt 10,34-39)». Y no quiere prolongar su vida gracias a una mentira. Fueron el coraje por la verdad y la justicia los que llevaron a Franz a la muerte. Es un sí rotundo a la vida y al amor lo que lo ha convertido en un mártir. Él está completamente seguro de su deber de preferir el reino de Dios y su voluntad a todo lo demás, incluso a su propia familia porque vive de la confianza en que «Ni prisiones, ni grilletes, ni siquiera la muerte, son capaces de apartar a alguien del amor de Dios, o de arrebatarle su fe o su libre albedrío».

Franz compara su destino y el de su mujer con aquel dolor que Jesús tuvo que infligir a su madre cuando asumió sobre sí la pasión. Por eso la muerte no separó el matrimonio entre Franz y Franziska ni disolvió el amor entre ambos. Dios condujo ese amor a través de la cruz hasta la consumación.

En sus cartas ambos nos hacen partícipes, con discreción y cautela, de su relación. Las cartas fueron para los dos una forma importante de comunicación. Las cartas son expresión del amor, del cuidado, de la confianza y de la fidelidad. En las cartas, Franz lo escribe todo desde el alma. Las cartas nos comparten la vida cotidiana, el trabajo y el entorno vital, la piedad y el año litúrgico, las relaciones con los vecinos y los parientes. Estas cartas son asimismo un testimonio de comunión de fe y oración entre ambos. Ellas testimonian a Franz Jägerstätter, quien como Juan el bautista, dio la cara por la verdad y la justicia; ellas dan testimonio de Franziska, quien estuvo junto a él (stabat mater). Son signo de un matrimonio feliz: «Puedo asegurarle que nuestro matrimonio fue uno de los más felices de nuestro pueblo. Muchos nos envidiaban. Pero el Señor lo ha pensado todo de otro modo y ha soltado el bello lazo. Me alegro de que nos podamos encontrar en el cielo, donde ninguna guerra podrá ya separarnos», escribe Franziska el 5 de septiembre de 1943 al sacerdote Heinrich Kreutzberg en Berlín. Por eso, la beatificación en Linz de Franz Jägerstätter el 26 de octubre de 2007 es también un reconocimiento al matrimonio como ecclesiola (pequeña iglesia), tal y como el concilio Vaticano II designa a este sacramento, una verdadera iglesia en pequeño.

Mons. Manfred Scheuer

Obispo de Innsbruck, postulador diocesano de la causa de beatificación de Franz Jägerstätter

Retrato biográfico de Franz Jägerstätter

El 20 de mayo de 1907 nació en Sankt Radegund (Alta Austria) Franz Jägerstätter, hijo de padres no casados, ambos ayudantes de granja: Rosalia Huber, del mismo Sankt Radegund, y Franz Bachmeier, oriundo de Tarsdorf (provincia de Salzburgo). No llegaron a casarse debido, quizás, a que eran demasiado pobres para poder sacar adelante una familia. Años más tarde cada uno de ellos logró casarse y formar una familia debido a que emparentaron con personas de más recursos económicos que ellos. Por este motivo, Franz fue educado por su abuela materna, la madre de Rosalia, una mujer creyente y muy cariñosa. Durante el desarrollo de la Primera Guerra Mundial hubo en la Alta Austria una gran hambruna. El pequeño Franz tuvo que sufrir no solo el hambre sino que también su ritmo escolar fue perjudicado e interrumpido debido a que no disponía de alimentos para llevarle al personal docente de la escuela. Ya siendo adulto, Franz llegó a escribir que siempre le dolió más la injusticia que el hambre.

En 1917 su madre Rosalia se casó con el granjero Heinrich Jägerstätter y pudo llevarse consigo al pequeño de 10 años. El nuevo hogar, la granja de Leherbauer, supuso para el muchacho un nuevo ámbito de experiencia. El padre de Heinrich, «abuelastro» de Franz, tenía una biblioteca y estaba abonado a un periódico. Franz se fue convirtiendo poco a poco en un lector voraz. La cercanía a la lectura supuso para él la posibilidad de informarse y tener una cierta formación, así como de recibir algunos de aquellos talentos en sentido bíblico por los que uno tendrá que dar cuenta en la eternidad. Todavía en el año 1938 Franz le escribía en una carta a su ahijado: «…un hombre que no lee nada nunca podrá caminar sobre suelo firme, se convertirá casi siempre en un juguete en manos de cualquiera».

Franz asistió durante siete años a la escuela de Sankt Radegund, que contaba con una única aula para todos los alumnos. Un maestro enseñaba en una sala a unos 70 niños en edad de 6 a 13 años. El pueblo era homogéneamente católico, los párrocos eran la mayoría de las veces cuerpos extraños en el pueblo y cambiaban a menudo. Con 20 años Franz se marchó del pueblo y trabajó durante tres años en una mina de hierro en Eisenerz. Viviendo en un ambiente socialdemócrata, Franz pasó por una profunda crisis de fe. En el año 1930 Franz vuelve a su pueblo subido a una motocicleta y mal mirado por la moral establecida en el lugar.

Desde finales del siglo XIX tenían lugar en el pueblo grandes representaciones de la Pasión de Cristo. La última función que tuvo lugar en el año 1933 supuso grandes pérdidas económicas para el pueblo debido a que los nacionalsocialistas, recién llegados al poder en Alemania, no permitían a los visitantes alemanes el paso de la frontera austriaca. En Sankt Radegund no entraron los nazis hasta el año 1938, y poco después de su entrada en Austria de repente nadie en Sankt Radegund quería ser el alcalde. Este cargo también se le propuso a Franz. Solo cuando llegaron amenazas por parte del poder de poner en el cargo a un comisario extranjero tuvo que asumir la tarea una persona del pueblo. Estas tempranas desavenencias del pueblo con el régimen nazi pudieron ser una de las causas de que Sankt Radegund permaneciera siempre casi totalmente inmune a la concepción nazi del mundo. Este hecho se puede constatar en el verano de 1940 con ocasión del encarcelamiento del párroco del lugar, Josef Karobath, a causa de una homilía que fue considerada «provocativa» por parte de los nazis. En el pueblo se buscaba quién podía haber sido la persona que denunció al párroco. Se descubrió a un granjero que en una ocasión había hablado bien públicamente de los nazis, concretamente, sobre una ayuda familiar que estos habían establecido. Por motivo de la sospecha de haber traicionado al párroco del pueblo, toda la población del lugar boicoteó tanto al granjero como a toda su familia. En comunidades vecinas en las que ya antes del Anschluss existían rivalidades entre grupos o facciones de vecinos los nazis pudieron aprovecharse de esa circunstancia para sembrar la división. Un ejemplo fue lo ocurrido en la población vecina de St. Pantaleon donde los nazis establecieron un auténtico régimen de terror.

El clima de resistencia vivido en Sankt Radegund permitió a Franz durante años manifestarse abiertamente en contra del sistema así como rechazar la colaboración y las contribuciones al mismo. La exención del servicio militar que se le concedió a Franz entre 1941 y 1943 fue gracias a la colaboración del municipio de Sankt Radegund a su favor. En el año 1938 Franz poseía ya una madura y reflexiva actitud vital y de fe.

Con veinte años Franz Jägerstätter atravesó una fuerte crisis de fe. Una parte de sus parientes pertenecían a los Testigos de Jehová y por esta razón había muchas discusiones sobre temas religiosos en la familia. Tuvo amigos sacerdotes. Libros y periódicos fueron para él una importante ayuda a la hora de orientarse en la vida. La concepción del mundo del joven campesino quedó tras el matrimonio con Franziska Schwanninger decisivamente marcada y a través de ello la fue profundizando. Su mujer le transmitió nuevas formas de expresión religiosa y, junto a una relación que fue siempre muy intensa emocionalmente, fue creciendo a la vez un sólido vínculo espiritual entre los esposos.

Jägerstätter se opuso al nacionalsocialismo principalmente porque este partido persiguió a la Iglesia —en el arciprestazgo de Ostermiething hubo ocho encarcelamientos entre un total de 10 sacerdotes—, y por este motivo no quiso combatir por la victoria del nazismo. El joven campesino iba recolectando la energía para la resistencia de las propuestas religiosas que provenían de su iglesia, sobre todo de una asidua lectura de la Biblia. Su apoyo y refugio fue siempre la relación con su esposa Franziska. Ella permaneció junto a él cuando todos sus parientes intentaban convencerlo para que se alistara. Ella pudo devolverle la paz cuando el sacerdote Ferdinand Füthauer le echó en cara que con su decisión de no volver a alistarse se convertía en un «suicida». El recuerdo de la dicha vivida junto a Franziska lo sostuvo en la gran crisis al comienzo del tiempo de prisión en Linz.

El campesino Jägerstätter, con su actitud, puso en cuestión la postura de algunos que más tarde afirmaron «no saber nada». Este hombre tan solo visitó una escuela de aula única. Pero para él aprender a leer era una verdadera obligación. Las cartas pastorales del año 1938 en relación con la situación política las leyó con interés y se acogió a su contenido cuando más tarde los obispos no volvieron a tratar el asunto con palabras claras. Jägerstätter siempre entendió la promoción del apostolado de los laicos y los grupos de lectura de la Biblia como una preparación para el tiempo de persecución, «en el que los pastores de las almas callan» y no dan directrices para el camino.

El pueblo de St. Radegund, con su actitud antinazi, ofreció a Franz una importante protección. En los pueblos vecinos habría sido sencillamente condenado a muerte sin siquiera llegar a negarse a prestar el servicio militar. Lo habrían matado antes. Como granjero, Franz Jägerstätter era laboralmente independiente. Tenía que pagar las cuotas correspondientes a sus remesas pero podía ejercer su profesión sin pertenecer al partido. También le fue posible, desde 1943, evitar cualquier donación o contribución al partido.

En enero de 1938 Franz tuvo un sueño que lo volvió muy sensible a los temas políticos del momento. Él vio un tren muy bello que circulaba alrededor de una montaña hacia la cual todo confluía. Él sabía que ese tren conducía a la perdición. Por ello, cuanto más cercana veía él la realidad del nacionalsocialismo más claro se le iba haciendo que el tren simbolizaba al partido nazi y a toda su organización. El día 10 de abril de 1938 Jägerstätter votó en contra de la anexión de Austria al Reich alemán. Cuando los bomberos en St. Radegund tenían que recoger votos para el partido, Franz abandonó la asociación de bomberos. Jägerstätter siempre lamentó que la Iglesia guardara silencio en relación con esos acontecimientos y con la guerra. El campesino de St. Radegund condenó la llamada a las urnas de los obispos austriacos el 10 de abril como un «dejarse apresar» de la Iglesia, la cual desde ese momento estaba encadenada y con su silencio casi había renunciado a la justificación de su existencia.

«Estoy a vuestro favor porque vais en contra de mi enemigo», según este lema distintas agrupaciones sociales en Alemania durante la toma de poder del nazismo simpatizaron con las prácticas de los miembros de este partido o al menos permanecieron en silencio hasta que ellos mismos fueron amordazados. El ir a luchar a la guerra se hacía más fácil por el hecho de significar una oportunidad de combatir el bolchevismo. A través de su distancia y su estado de alerta desde el principio Franz había preservado un espacio de libertad de maniobra y pensamiento tan grande que las palabras «liberación del pueblo ruso y del bolchevismo» las pudo rechazar como lo que eran: propaganda mentirosa que debía encubrir el interés alemán en las materias primas rusas.

Para el campesino Jägerstätter la guerra comenzada por Alemania era injusta. Y contribuir a la lucha armada matando hombres para que los nazis dominaran el mundo entero siempre lo vio como algo por lo que debía sentirse personalmente culpable. Para él como persona individual solo contempló la posibilidad de oponerse a cualquier donación, aprobación y apoyo a ese sistema, incluido, por supuesto, el servicio militar.

Franz Jägerstätter fue desde el mes de octubre de 1940 hasta abril de 1941 soldado del ejército alemán; fue aquel el invierno en que se planificó el asalto a Rusia por parte de Alemania. En ese tiempo el joven campesino Jägerstätter recibió tan solo formación e instrucción militar. En muchas cartas hace partícipe a su mujer de sus experiencias. Él llegó a experimentar en carne propia cómo puede sentirse un hombre psíquicamente enfermo, pues realmente sufrió mucho espiritualmente durante este período. Después de su vuelta del ejército declaró que no volvería a acudir si se volvía a producir un nuevo llamamiento a filas. Adujo que no podía contribuir, matando a otros hombres, a que Hitler dominara el mundo entero.

Tanto a él mismo como a su mujer y a su familia les quedó claro el alto precio que había que pagar por esa decisión. Familia, amigos, incluso algunos sacerdotes intentaron hacerle cambiar de opinión. Él rezaba y ayunaba. La pregunta central para él era la siguiente: «¿Quién asume la responsabilidad por lo que yo hago como soldado?» Preguntó acerca de ello a sacerdotes amigos, incluso al obispo de Linz, J. C. Fliesser, que estuvo en esa sede desde 1941 hasta 1955. Este le dijo a Franz que, como padre de familia, a él no le correspondía juzgar si esa guerra era o no justa. Sin embargo, Franz sintió que la responsabilidad por lo que él hacía solo él mismo podía asumirla.

La eucaristía, la oración y la lectura bíblica son las fuentes de su fortaleza. Plasmó por escrito sus pensamientos para en el futuro poder hacer comprensible su decisión a sus hijas, que en aquel entonces eran todavía muy pequeñas. Su conocimiento y su fe nunca fueron para él una carga sino una gracia. La conciencia no es algo arbitrario, tampoco refleja el interés propio. La conciencia es, para Franz Jägerstätter, el lugar del encuentro con Dios, quien exige obediencia, es el lugar del seguimiento de Cristo.

Para recibir fortaleza y clarividencia acudía diariamente a la eucaristía en la iglesia parroquial de St. Radegund. Cuando murió el sacristán de la parroquia, el vicario parroquial Ferdinand Fürthauer, que sucedió al anterior párroco, Josef Karobath, perseguido y expulsado del lugar por los nazis, preguntó a Franz si quería asumir la tarea de sacristán en la parroquia, dado que acudía diariamente a la eucaristía. Franz dijo que sí, habiendo preguntado previamente a la hija del anterior sacristán si estaba de acuerdo con esa decisión.

La decisión de convertirse en sacristán es un signo. Él quiere servir a Jesús y a su Iglesia, no a Hitler, ni al partido ni al ejército alemán.

El vicario parroquial se sorprendió de lo rápido que Franz aprendió de memoria las respuestas en latín de la misa. El nuevo sacristán velaba siempre por el buen comportamiento de los monaguillos en la eucaristía y cuidaba con celo de todo en la sacristía. Después del encarcelamiento de Franz en marzo de 1943 Franziska asumió la tarea de sacristana en sustitución de su marido.

Franz Jägerstätter pasó dos meses encarcelado en la prisión militar de investigación de Linz, antiguo convento de ursulinas. Allí descubre por primera vez que también otros hombres oponían resistencia a los nazis. A comienzos de mayo será trasladado a la cárcel de Berlín-Tegel. Varias veces pidió ser admitido en el servicio sanitario. El 6 de julio de 1943 será condenado a muerte por «desestabilización del esfuerzo de guerra» (Wehrkraftzersetzung).

Las fiestas del año litúrgico son para Franz un importante apoyo en su solitaria celda. Él mismo hizo su propio calendario litúrgico. Tanto Franz como Franziska se sienten especialmente unidos a Jesús sufriente y se recuerdan mutuamente los difíciles momentos de Jesús en el Huerto de los Olivos. Franz escribirá estando en la cárcel: «Cristo no es solo la figura de siervo del Viernes Santo sino también el vencedor de la muerte en la mañana de Pascua». Su pequeño altar en la celda estará formado por una postal con una imagen de María y una pequeña violeta que le había enviado su hija Rosa. Ante este altar rezó durante todo el mes de mayo una oración a la Virgen. Tanto el Domingo de Ramos como el día del Corpus Christi de ese mismo año se sintió muy unido a sus hijas, quienes acudieron con su madre a ambas celebraciones litúrgicas.

Durante este tiempo le resultó durísimo no poder celebrar la eucaristía. Escribe desde la prisión que estaría dispuesto a caminar 100 kilómetros a pie si le dejaran asistir a la eucaristía. Ofrece su vida a Dios como víctima expiatoria, no solamente por sus propios pecados sino también por los pecados de otros. En su carta de despedida le escribe a Franziska: «Saluda de corazón a mis queridas hijas, le pediré al buen Dios, si se me permite llegar pronto al cielo, que guarde un pequeño lugar allí para vosotras. En la última semana he pedido a menudo a la Madre de Dios que, si era su voluntad pudiera morir pronto para poder celebrar ya en el cielo la fiesta de la Ascensión de la Virgen».

En la mañana del 9 de agosto de 1943 Franz es conducido desde Berlín a Brandenburgo. A mediodía le comunican que la condena a muerte ha sido confirmada y que será ejecutada a las cuatro de la tarde. El sacerdote Albert Jochmann lo acompaña durante las últimas horas y quiere ofrecerle a Franz algo para leer hasta el momento de la ejecución. Pero Franz declina la propuesta, está tranquilo y sereno y parece que incluso la lectura de la Biblia le habría distraído. La tarde de ese mismo día este sacerdote dijo a unas religiosas austríacas que trabajaban en Brandenburgo que en Franz Jägerstätter había encontrado al único santo en su vida. Puesto que era un compatriota suyo, el sacerdote les dio las gracias a las religiosas.

Franziska Jägerstätter sintió en torno a las 4 de la tarde de aquel día 9 de agosto de 1943, la hora de la muerte de Franz, un fuerte vínculo interior con su marido y tomó nota de la hora a la que le había ocurrido.

Erna Putz

Primera PARTE. Correspondencia con su esposa Franziska

I. Cartas escritas durante la instrucción militar

(18 de junio- 30 octubre de 1940)

El Tercer Reich ordenó a Franz Jägerstätter presentarse en Braunau am Inn el 17 de junio de 1940 para recibir instrucción como recluta. Seis semanas antes, vino al mundo Aloisia («Loisi»), tercera hija de Franz y Franziska, que se unía así a sus hermanas Rosalia («Rosi») y Maria («Maridl»). Con la marcha de Franz, recayó sobre Franziska la responsabilidad de cuidar de las tres niñas pequeñas y gestionar la granja familiar.

Tras su boda con Franz el 9 de abril de 1936, Franziska se había trasladado de la granja y hogar de su familia en Hochburg a la de los Jägerstätter, llamada Leherbauer, en Sankt Radegund. Allí vivió con Franz y la madre de este, Rosalia. Además de tener tres hijas en cuatro años, aprendió a administrar Leherbauer y estableció vínculos con las familias de las granjas vecinas.

De las 18 cartas de esta sección, doce fueron escritas por Franz y seis por Franziska. Aunque no fueron censuradas por las autoridades militares (como lo fueron las que el matrimonio se intercambió en 1943), ambos fueron precavidos en cuanto a lo que escribían, por si alguna carta acababa en manos indebidas.

Cinco días después de que Franz Jägerstätter ingresara en el Ejército, el Tercer Reich impuso el armisticio a una derrotada Francia. Durante el resto de 1940 y 1941, Alemania consolidó su control sobre Europa Occidental. Dada esa relativa calma, Franz y su suegro, Lorenz Schwaninger, especulaban en sus cartas con la posibilidad de que la guerra acabara pronto.

De Franz a Franziska

Braunau, 18 de junio de 1940

Querida esposa:

Llegamos bien ayer. Hoy hemos estado en el alistamiento y ahora ya llevamos chupa de soldado. Algunos han sido declarados inútiles pero aún no se ha prescindido de nadie. Por lo demás estoy muy bien. Te saluda cordialmente tu Franz. Saluda a tu madre, a las tres pequeñas1 y a los vecinos.

¡Hasta pronto!

De Franziska a Franz

St. Radegund, 20 de junio de 1940

Querido esposo:

Te hemos aguardado con ansia cada día, o al menos una carta tuya. Tu madre2 sigue aún enferma y en cama. Está en tratamiento con el doctor de Ostermiething pues no ha sido capaz de viajar más lejos para ver a otro. Las niñas siguen sin portarse bien, demandan mi atención a cada minuto. Lo que temía ha acabado ocurriendo pues hasta hoy no he recibido mano de obra, he estado completamente sola a excepción de la compañía de Mari3, quien ha realizado las tareas del establo. La he mandado a Spreiter4 a ver a mi madre5 y ha salido mi padre también. Habría sido estupendo si hubieras estado en casa al menos 14 días pues Strohhofer le ha dado la vuelta al heno en la pradera; Toni nos ha ayudado en la pradera de los Tiefenhaler, que hemos segado hoy. Pleikner también nos ha ayudado. No está bien depender tanto de los vecinos y tener que andar siempre pidiéndoles ayuda y dándoles las gracias. Hoy jueves he estado en el registro municipal para informarme; Huber me ha dicho que no saben nada. Me gustaría saber si ya has pagado el seguro contra incendios. Tuve que decir la suma que debíamos abonar. El cerdo ya lo he recogido, era terriblemente pesado, apenas pudieron meterlo en el coche, solo había un muchacho por allí; pesaba 148 kilos. Hoy ha habido una boda en St. Radegund, el padre Johann Pleikner6 ha casado a Fred, el fabricante de hornos, y a su esposa. Hoy he recibido tu postal y, de inmediato, por la tarde, me he puesto a escribirte. Ya son las once, los demás están durmiendo y yo tengo que terminar mi carta pues mis ojos empiezan a rendirse.

Muy cariñosos saludos de tu Fani, que piensa en ti a cada instante. También de tus suegros.

De Franz a Franziska

Braunau am Inn, 22 de junio de1940

Muy querida esposa:

Finalmente puedo sentarme a escribir, aún sigo completamente sano. Espero que vosotros también lo estéis. ¿Qué hacen las tres pequeñas? Seguro que ya habrán echado de menos a su padre. Espero un seguro reencuentro el domingo 30 de junio. Mañana todavía no tenemos salida, este domingo será un poco aburrido. De todos modos el descanso de hoy está muy bien, pues por la mañana hemos tenido una marcha de 15 kilómetros. A mí no me ha parecido demasiado dura. ¿Crees que tu padre habría aguantado una marcha semejante? Espero que esta semana os haya vuelto a hacer una visita. Yo y Hans Lang estamos en la misma barraca pero no juntos en la habitación. En los ejercicios tampoco estamos en la misma fila. Debajo de nosotros hay unos 170 nuevos hombres llamados a filas así como muchos padres de familia. Uno de ellos me ha contado que su mujer ha dado a luz hace solo 14 días. Se encontraba bastante cansada porque se había levantado muy temprano. Él fue al doctor a por un informe médico para su mujer, y el médico le dijo que aunque su mujer estuviese agonizando no le estaba permitido escribirle dicho informe. ¿Podrías decírselo a la partera, si ella quizás podría conseguirlo?

Ojalá que ya tengáis un sustituto para mí. Espero que en ocho semanas estemos listos con la instrucción. ¿Habrá terminado la guerra para entonces, de modo que pueda estar al menos un tiempo con los míos? De momento puedo estar con vosotros tan solo en espíritu.

Sin embargo, en el nombre de Dios incluso lo más difícil puede superarse.

Te saludo con cariño, también a mamá y a las tres pequeñas

Vuestro Franz.

Me alegro por el pronto reencuentro.

No me mandes nada de comer, pues no estoy pasando nada de hambre. La comida está muy bien. Saluda a tu padre y a los vecinos.

De Franz a Franziska

Braunau, 23 de junio de 1940

Queridísima esposa:

Hoy he recibido tu carta, que aguardaba con gran deseo. La he abierto con el corazón gozoso, si bien he acabado de leerla con el corazón dolorido. Es duro ver a alguien sufrir y no poder ayudarle, muy especialmente si se trata de tu adorable esposa. Te pido, querida Fanj, en la medida en que te sea posible, que me escribas bastante a menudo. Los sufrimientos del alma son frecuentemente más duros que los corporales y si uno puede desahogarse un poco y contarlos entonces todo se vuelve más llevadero en el propio corazón. Hemos compartido las alegrías y así queremos también sostenernos en el sufrimiento. Querida Fanj, comprendo tu dolor, pues sé cómo se siente uno al ser abandonado por todos. Por eso, desahógate conmigo ya que nadie salvo Dios y su Madre del Cielo puede comprender mejor tu sufrimiento que tu amado esposo.

Perdóname si tengo que seguir escribiendo con el lápiz pues se me ha acabado la tinta.

Querida Fanj, no te desanimes, incluso aunque a veces parezca que el Señor nos haya abandonado. Desde luego, no es así, dado que Él solo quiere probar en nosotros si también en medio del sufrimiento confesamos perseverantes nuestra fe, pues se suele decir que solo en el sufrimiento se conoce al hombre. Ni siquiera a su Hijo más amado Dios lo dispensó de este ser abandonado, cuánto menos nos lo ahorrará a nosotros. Emprendamos con ánimo el camino del Calvario, cuandoquiera que aparezca ante nosotros, más tarde o más temprano. Aunque hoy en día se construyan tantas calles bonitas, sin embargo en el camino hacia el cielo no podrán cambiar nada, él permanecerá siempre pedregoso y abrupto.

Querida Fanj, no te enfades porque no me haya tomado los 14 días de prórroga que podría haberme tomado. Hasta ahora no me he arrepentido de haberme mantenido firme en mi decisión, ya que no podemos ser condescendientes hasta el punto de convertirnos en el juguete del dirigente político de turno. Creo que vamos a necesitar muy a menudo apoyarnos en una firme voluntad. Perdóname por haber sido tan descuidado y haber pospuesto varias veces el pago de la prima para el seguro de incendios. Si el dinero no te hace falta, hazme el favor y págalo, son 18 marcos.

Ahora tengo que acabar mi carta, pues el domingo va tocando poco a poco a su fin. Tampoco hoy hemos podido salir, ha sido un poco aburrido. Mantén, sin embargo, un gran consuelo, pues en tan solo una semana tendrá lugar el alegre reencuentro. Te volveré a escribir esta semana, aunque creo que próximamente habrá poco tiempo libre. Seguimos teniendo que levantarnos a las cinco de la mañana cada día.

Ánimo, pues, querida Fanj, y no te sumerjas demasiado en el trabajo y las preocupaciones del mundo, renuncia simplemente a todo lo gravoso, ya que tu primera preocupación deben ser las niñas, y ambas cosas, las niñas y la economía, a largo plazo, no vas a poder sacarlas adelante a la vez. Por eso, da prioridad a las niñas y a mi madre7, dado que ellas son más importantes para nosotros que la economía.

Te saluda y te manda un beso cordial, a ti y a las pequeñas, tu marido Franz, que se preocupa por ti.

Muchos saludos a mi madre, te deseo todo lo que Dios tenga a bien concederte. Saluda a los suegros y a los vecinos.

Que vaya bien hasta el reencuentro del domingo.

¡No dejes de escribirme pronto!

De Franz a Franziska

Enns, 5 de octubre de 1940

Postal desde Enns, Alto Danubio, Cuartel de conductores

He llegado bien hoy y os mando muchos saludos. Vuestro Franz.

Remitente. Franz Jägerstätter, conductor 2/K E 17, Enns, Cuartel de cazadores alpinos, sección 4, habitación 106.

De Franz a Franziska

Enns, 6 de octubre de 1940

Queridísima esposa y madre:

Recibid mi saludo cordial, hoy tengo tiempo de compartir con vosotros algunas líneas, pues volvemos a tener día de arresto. El viernes pudimos llegar hasta Ried. En la hospedería de la Estrella Dorada nos ofrecieron un lugar para dormir, que no era precisamente de oro. En una sala grande había un poco de paja usada, que probablemente había sido utilizada varios días antes con el mismo fin. Esto resultó ser poco relevante en comparación con los 80 muchachos que había durmiendo con nosotros en aquella sala, que en toda la noche no fueron capaces de hacer un segundo de silencio. Al día siguiente nos marchamos al cuartel, donde estaba nuestro lugar de reunión. Allí los mayores fueron separados de los más jóvenes. Los jóvenes, como Toni Staiger, van a Linz, a la infantería, y nosotros los mayores a Enns, donde probablemente tendremos que esperar varias semanas o incluso meses. Lo único bueno es que ninguno de nosotros sabe cuánto tiempo dura esto todavía y qué destino nos espera. Así pues, la mayoría alberga la esperanza de que, tras el período de instrucción, podamos estar de nuevo en casa con los nuestros. El cuartel sería muy bonito, en caso, claro está, de que se lo visitara tan solo por motivos de ocio.

Braunau habría sido más cómodo, aquí, en cambio, hay habitaciones bastante grandes en las que duermen de 70 a 80 hombres. En la mía somos 76, casi todos padres de familia. Los adultos están juntos, casi todos son de la región de Innviertel, la mayoría de las promociones de 1904-1905; de 1907 ya no somos muchos. Hoy nos han entregado los uniformes y mañana vuelve a empezar el baile. Como nos dicen los mayores, que ya llevan aquí más tiempo, la comida de aquí es bastante buena. Hoy no ha estado nada mal. Espero que en el futuro no empeore, así que de momento puedo considerarme afortunado.

Y tú, queridísima Fanj, ¿qué tal estás? Espero que mejor que aquella vez en verano. ¿Qué hacen las tres pequeñas? Escríbeme pronto y con frecuencia, ahora tengo que terminar mi carta, pues está oscureciendo y de nuevo un triste domingo toca a su fin.

Rezad por todos nosotros, para que llegue pronto la paz. Te saludo y te mando un beso, a ti, a las pequeñas y a mi madre.

Hasta pronto, buenas noches. Vuestro Franz.

De Franziska y Lorenz Schwaninger a Franz

St. Radegund, 9 de octubre de 1940

Querido esposo:

Hoy miércoles he recibido tu postal y tu carta, por lo que te doy las gracias de corazón. Me he puesto a escribir ahora, a las 8 de la tarde, ya que tú también querías saber cómo van las cosas en casa. El sábado me enteré por Josef de que en Hochburg muchos de los hombres que ya no eran necesarios pudieron volver a casa de nuevo. Por ello tenía la esperanza de verte el domingo por la noche, si hubieras hecho una escapada a casa del padre Karobath8, como habías comentado en alguna ocasión. Pero desgraciadamente mi marido no vino a casa.

Ahora tengo a la hija de Strohhofer como ayudante doméstica. Se lo he pedido a su familia porque Maria Eckinger tenía que ir al carpintero constantemente y, aparte de ella, no se me ocurría nadie más. Quizás podrías darles las gracias por escrito por habérmela cedido para el trabajo. Después de ir a trabajar a casa de los Lichmess pasa por la de los Gabelmacher. Trabaja con mucha diligencia; supongo que en casa la habrán enseñado a trabajar con rapidez. Ya he terminado de arar el campo de avena. Cuando he empezado a arrancar las patatas de la tierra me ha costado muchísimo al principio y he acabado muerta de cansancio. Ha sido realmente espantoso. He ido a llamar a Lang y él me ha ayudado bastante y ha solucionado las dificultades. Hoy me han dado relevo en el arado pues ha venido mi padre a ayudarme. Ya no tengo que chillar tanto a las vacas, no así con las niñas y la labradora, ya que esta última oye terriblemente mal. Papá me ha contado que Hias Erber está de nuevo en casa porque tenía una solicitud pendiente para ser dispensado del servicio militar. Igualmente, los demás que tenían solicitudes de exención también han podido volver a casa. Se me entristeció el corazón al escucharlo pues si tú hubieras tenido una quizás estarías ahora en casa. Le pido a Dios y espero que no permanezcas mucho más tiempo fuera de casa.

En cuanto a mí, no estoy mal, tan solo algo apenada por ti. Tu hija Rosa siempre pregunta por ti cuando nos vamos a dormir: «¡Que no encierren a papá!», «¡Guárdale algo a papá!», «¡Papá no está en casa!», y también lo hace cuando la cojo por la noche. A veces empieza a llorar «porque papá no viene», o la pequeña Maria pide que papá «traiga salchichas»… Las niñas trabajan diligentemente cuidando a los terneros con Lang. Termino ya mi carta.

[Continuación, sin firma, de una postal]

…pues ya son las diez. No he podido empezar aún porque los Auer han recogido las manzanas por la noche. He dejado 100 kg para el tractor. Te adjunto también la factura [para que veas lo que hemos producido juntos]. El número exacto no lo sé. Hemos recogido las manzanas de Semoni Spitz y también las de Rosmarin, y a continuación ellos las han cargado.

Tu madre me está diciendo a todas horas que haga una solicitud, ¿qué te parece? Muy cariñosos saludos de tu esposa que te ama, así como de tus hijas y tu madre.

[Reverso]

De Lorenz, suegro de Franz, a Franz

Querido yerno:

Llegué el miércoles 9 a vuestra casa y esperaba encontrarte, pues Hias Erber ha sido eximido del servicio militar, porque también él lo había solicitado, como otros muchos, incluso Ledige. Quizás no te va mal del todo, como pude comprobar en tu carta. Seguro que en Enns hay iglesias bonitas, y en ellas puedes encontrar el mejor lugar para el reposo. Para mí la iglesia también es un lugar de reposo. Mi hermano, que era muy devoto, escribía a menudo: «Donde mejor estoy es en la iglesia». Estos horrores de la guerra terminarán, si Dios quiere, muy pronto. En vuestra casa estoy como en el cielo, el único pero es, quizás, ¡que vuestros ángeles a veces cantan demasiado fuerte! Ten paciencia, querido Franz. Espero que nos veamos muy pronto. Tu suegro Lorenz.

De Franz a Franziska

Enns, 13 de octubre de 1940

Queridísima esposa, y todos los míos:

Ayer recibí tu carta, por lo que te doy las gracias de corazón. Hoy tengo que escribirte de nuevo unas líneas dado que es ya el segundo domingo que estoy aquí y no puedo pasar unos días con mi familia, lo que deseo todos los días.

Querida Fanj, la última vez no me atreví a escribirte que en el punto de encuentro en Ried casi todos lo que tenían una solicitud pudieron irse a casa, precisamente porque había algunos que ya no eran necesarios. Habría estado muy bien si yo también hubiera podido volver con ellos. Tan solo se tenía que recibir un certificado de garantía de que se estaba seguro de no ser llamado a filas, al menos durante algunos meses.

Querida Fanj, no hagas ninguna solicitud de aplazamiento hasta que no acabe la instrucción. Primero nos toca instrucción en infantería y después debemos hacer la instrucción de automovilistas. Todo ello debería durar aproximadamente entre dos y tres meses, solo para ese momento me haría falta la solicitud, de modo que reciba permiso para volver a casa al menos una vez, en caso de que para ese momento la guerra aún no hubiese terminado. Si ahora tuvieses poca fortuna con la solicitud de aplazamiento, entonces tendría que empezar de nuevo la instrucción desde el principio. Si me vuelven a aplazar la solicitud no podría salir solo en dos o tres domingos y eso es muy duro. Para el próximo domingo tampoco hay esperanza alguna, probablemente podamos salir solo el domingo por la tarde.

Hoy he tenido mucha suerte y he podido asistir a dos misas de bendición con sus homilías correspondientes. Por supuesto, no he preguntado, sencillamente he saltado el muro, que era bastante alto, y me he encaminado hacia allí. Dos horas después he vuelto por el mismo camino y todo ha salido bien, he sido, una vez más, un chico con suerte. Aunque aquí algunas horas son amargas, no soy del todo infeliz, los entrenamientos no son tan duros para mí, pues me puedo contar entre los más sanos.

Mucho más duro es el hecho de imaginar que podría estar en casa con vosotros y sin embargo no lo estoy. En esos momentos tengo que desviar los pensamientos pues de lo contrario los demás se darían cuenta de que estoy distraído pensando en vosotros. A veces el Señor debe mandarnos cosas duras para que no nos peguemos demasiado a este mundo.

Querida Fanj, no estés mal, siempre nos queda la ilusión de un pronto reencuentro. Me asombra que hayáis recogido tantas manzanas, de nuevo puedo estar tranquilo, sabiendo que has recibido una mano de obra decente. Tu padre debe tener mucha paciencia con nuestras pequeñas y con las vacas.

Ya tengo que terminar mi carta, os mando cordiales saludos y muchos besos, a ti y a las tres pequeñas. Muchos saludos a mamá y al suegro.

Dime algo cuanto antes. Hasta pronto, buenas noches.

De Franziska a Franz

Lunes, 14 de octubre de 1940

Queridísimo esposo:

Te escribo de nuevo unas líneas, pues de tu parte no he recibido ninguna carta. ¿Es que no tienes tiempo o acaso estás escribiendo cartas demasiado largas? Hoy hemos estado de nuevo en el prado. De nuevo hay algunos caballos aquí, son un par de Lenzwastl, Spirner y Hohenhauer respectivamente; el panadero y W. tienen un par cada uno. W. me va a traer pienso. Me ha pedido cuatro marcos, tengo que dárselos en avena pues ya sabes que W. no quiere dinero. A una hija de los Mossimmer le han dado la unción de enfermos, parece que tiene difteria. El padre ha contado que en Burghausen un sargento ha tenido un accidente grave. Estaba muy ebrio, se tumbó en la cama, se dio con la repisa y después se cayó. Más tarde lo llevaron al hospital gravemente herido. Podría necesitarte urgentemente para lavar las vacas. Están muy contentas por la mañana temprano porque siempre tienen hojas de la remolacha azucarera para comer. Tengo que lavarlas yo misma ya que la muchacha solo les lava las ubres una vez terminadas de ordeñar. Matilde hace lo mismo9.

Hoy ya no sé qué más contarte. Mañana iré a la iglesia. El martes es el día de los ángeles custodios, a los que hay que honrar especialmente. Rezaré de corazón por ti y por las niñas, ya que están cada vez peor. Especialmente en las comidas la cosa acaba siendo realmente «divertida». La muchacha que me ayuda termina por romper a carcajadas todo el tiempo. Rosa ha ido hoy con Lang al molino. Lang también ha sacado la bicicleta para mí. Ayer Rosa dijo: «Papá no viene porque Maria no se porta bien y es muy pesada».

Muy cordiales saludos de tu Fani,

Escríbeme lo que tengo que mandarte para comer.

De Franz a Franziska

Enns, 17 de octubre de 194010

Queridísima esposa:

Ayer recibí dos cartas tuyas y hoy otras dos. Te doy las gracias de corazón por ello. Tenéis que perdonarme por no escribiros con demasiada frecuencia. En primer lugar, no debo ni me está permitido escribir todo lo que ocurre aquí; en segundo lugar, casi nada de ello te interesaría demasiado porque no conoces a nadie aquí excepto a mí. Querida Fanj, me alegro muchísimo de recibir con frecuencia cartas tuyas pues me interesa todo lo que me contáis de nuestra tierra. En cuanto terminamos el servicio vamos corriendo a comprobar si ya hay correo. Uno se siente mucho más en casa cuando recibe correo frecuente del hogar. También el tiempo pasa mucho más deprisa que cuando apenas se recibe algo. Me alegra ver vuestra foto. Seguro que Loisi se habrá avergonzado, por ser aún tan pequeña. Cuando llegue a casa seguro que me sorprenderé de lo que grande que está.

Me quedé de piedra cuando leí lo que Frau Huber está pasando. Apenas podía creerlo, aunque esas cosas ya han ocurrido con frecuencia, especialmente en la actualidad. Has hecho bien al no coger caballos.

Seguro que las vacas se habrían sentido ofendidas si tú repentinamente las hubieses jubilado. Preferiría ayudaros con la paja que hacer aquí los ejercicios militares.

Querida Fanj, me preguntas si me tienes que enviar comida o dinero. De ambos tengo suficiente, así que no hace falta que me mandes provisiones. De momento, no tengo peor pinta, y engordar aquí no es precisamente lo más necesario. Perdona mi mala letra. Estoy escribiendo desde la cama porque todas las mesas están ocupadas. Con 75 hombres en una habitación el espacio siempre escasea.

Termino ya mi carta, con muy cariñosos saludos. Tu marido Franz.

Muchos saludos a mamá y al suegro.

Escríbeme a menudo.

De Franz a Franziska

Enns, 19 de octubre de 1940

Muy querida esposa:

Ayer recibí con alegría tu carta. Te doy las gracias de corazón por ello. En Ried ya me temí que otra vez ocurriera algo como lo que me has escrito en tu carta. ¿De verdad la gente se compadece tanto de mí? Lo dudo, la verdad. ¿Os va tan mal desde que estoy fuera? Sé que ahora en algunos trabajos quizás os tenéis que esforzar más que cuando yo estaba en casa.

Queridísima Fanj, te creo de verdad cuando dices que a veces el corazón se te entristece al oír que nuestra hija Rosa no para de preguntar si papá todavía no llega. Dile que si es buena haciendo sus oraciones papá volverá. Sería justo y bueno que pudiera estar en casa y que me dejaran quedarme allí. Y, no obstante, hasta hoy no me he arrepentido de haber actuado de este modo. Solo me reprocho una cosa, que aquí estoy realmente bien, lo que no me imaginaba cuando llegué. En realidad, no me imaginaba que la alimentación sería tan estupenda. Tampoco sabemos si sería realmente bueno para nosotros que todo nos vaya a pedir de boca. De hecho, Cristo dijo «quien quiera ser discípulo mío, que tome su cruz sobre sí y me siga». Pienso a menudo si quizás habría sido mucho mejor que hubiese tenido un aplazamiento y hubiera vuelto a casa desde Ried, y quizás solo ahora hubiera tenido que marcharme. Solo los miedicas hacen solicitudes de aplazamiento. Me alegro por todos los que tienen permiso para quedarse en casa. Pero no hay que creer que los que lo están son tan felices, pues ellos están atemorizados todos los días y su buena suerte podría acabarse en cualquier momento.

Querida Fanj, aunque durante toda mi vida hubiese gozado de buena salud, hoy ya ese tiempo habría quedado atrás y se habría terminado. Sin embargo, haber pasado años tan felices y tranquilos en nuestro matrimonio, esa dicha será para mí inolvidable y me acompañará tanto en el tiempo como en la eternidad. Sabes también cómo me han alegrado las niñas. Por ello a veces me invade un sentimiento tal de felicidad que a menudo me caen lágrimas de los ojos cuando pienso en el reencuentro con mi familia. Querida Fanj, quizás te apetece venir a visitarme. Me alegraría muchísimo. Por supuesto, tendrías que avisármelo con bastante antelación para que pueda pedir el domingo libre.

Espero que todos estéis sanos. Yo, gracias a Dios, todavía lo estoy. Nos han vuelto a vacunar dos veces. No me han hecho demasiado daño.

Te saluda tu fiel marido, Franz.

Muchísimos saludos cordiales a mamá y a mi suegro y, por supuesto, a mis tres pequeñas.

Hasta pronto.

De Franziska a Franz

Domingo 20 de octubre de 1940

Queridísimo esposo:

Ayer recibí tu carta. Te doy las gracias por ello y me alegro muchísimo cada vez que recibo una carta tuya. Algunos de los nuestros vuelven a estar de permiso. Hans Speikmann tiene tres semanas, Poidl Grüngassler catorce días. La hijastra de Sterz contaba que cuando su padre va de camino al trabajo, bajando por el Braunauerwald (él trabaja en Ranshofen), llora constantemente. Siempre va dos semanas a casa y volver le cuesta muchísimo. ¡Qué difícil se le hará el día de mañana cuando no tenga hijos en casa! Toni Strohhofer siempre tiene un hambre atroz y no pueden mandarle alimento suficiente. Tengo la sensación de que, aunque no lo escribes, estás sufriendo mucho, lo he adivinado. ¿Te mando una cartilla de racionamiento de carne? En el mercado ya no la puedo canjear. Ayer recibí el dinero por la crema. 60 marcos me resultaron insuficientes, dado que cuando desmanteco tres litros me dan por lo menos un kilo, lo que supone 3,15 marcos. Así conseguiría juntar bastante en un mes entero. No tengo tiempo para hacer mantequilla, pues lleva demasiado tiempo. Ayer cargué una cuba de paja con mis dos vacas; es realmente muy poco, quizás mañana ya pueda colocar todo lo demás. Ya hemos recibido cuatro cubas. P. ha colocado muchas. Ahora me tengo que enfadar frecuentemente con las niñas pues dan guerra tan terriblemente que no puedo escribir en absoluto. Me sacan continuamente de mis casillas. Maria le pega a Rosa todo el tiempo. «Eres mala», ha dicho, «tú eres buena», dice Rosa: «Yo soy buena y tú mala», y así se pasan el rato peleando. Y ayudarles es no defenderlas; a veces la cosa se vuelve realmente delicada entre ambas. Justo ahora Maria acaba de arrancarle una pierna a la muñeca de Rosa. «Ahora puedo arrancarle también la otra», acaba de decir. Rosa estaba diciendo que tiene que ir al médico para que le vuelvan a poner la pierna a la muñeca. Ahora tengo que dejar de escribir pues no logro pensar nada sensato ya que estas dos me están sacando de mis casillas. Te envío una imagen del obispo11, ha costado tres peniques. Las han repartido en la iglesia. Ahora me debes tres peniques, ¡ni se te ocurra olvidarlo, querido Franz! Mañana recibirás una carta más sensata. El resto te lo escribiré mañana arriba en mi cuartito solitario ya que aquí abajo la cosa no termina de funcionar con las niñas.

Cordiales saludos de tu Fani.

De Franz a Franziska

21 de octubre de 1940

Postal desde St. Florian

Vuestro Padre Franz os envía muchos y cariñosos saludos desde St. Florian.

St. Florian, a 20 de octubre de 1940.

De Franz a Franziska

Enns, 24 de octubre de 1940

Querídisima esposa:

Recibe mis cordiales saludos desde la cama en la que te escribo. Ayer recibí tanto tu carta como la de tu madre, cosa que os agradezco muchísimo. Me ha sorprendido enormemente que ya hayáis terminado con la paja. Sospecho que te habrás matado a trabajar en la siega, seguro que no habríamos acabado tan rápido si yo hubiera estado en casa. Ya les he dado las gracias a los Pleikner. Entiendo perfectamente que te haya molestado lo de W., debes sacártelo ya de la cabeza. Por lo menos hay que pensar que no todo el mundo es así. Si durante un tiempo no te has atrevido a decir nada sobre la esparcidora, sí que podrías decir algo en el futuro a los Pleikner, pues me la ha ofrecido para trillar este año en caso de que la necesitemos. Lo mejor sería hablar con Lang acerca de llevarla a casa.

El domingo por la tarde hice una excursión muy bonita yo solo a St. Florian, obviamente a pie. Hice en total unos 17 kilómetros. Todo aquello era muy bonito e interesante. Seguro que pensaréis: «¡Qué tipo tan tonto, en vez de aprovechar el domingo para descansar!» El domingo tuvimos permiso por primera vez para salir mientras hiciera buen tiempo por lo que había que aprovecharlo y además me hace bien para no engordar demasiado, pues siempre tengo un hambre atroz, a veces más de lo que debería. Por supuesto, la mayoría no me creería, pero es la verdad. Aunque nos intenten liar todo el día no pueden amargarme la vida por mucho tiempo. Todavía no me he sentido enfermo ni una sola vez desde que estoy aquí. A pesar de la buena alimentación hay algunos aquí que dan realmente pena. Mi madre piensa que sería mejor que me obligaran a hacer la instrucción dos veces para no tener que irme tan pronto al frente. Yo no soy de esa opinión y creo que tampoco lo son algunos de los que están aquí. Uno no sabe lo que ocurrirá después de esto. Pero los seres humanos somos así, siempre tenemos la esperanza de que lo que está por venir será mejor.