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Este libro conecta la narrativa bíblica de Génesis con el desafío contemporáneo de la crisis ecológica, resaltando la misión de la iglesia como guardiana de la creación. A través de un análisis riguroso que combina teología, historia y ciencia, se presenta una visión esperanzadora de la redención del cosmos a la luz de la muerte y resurrección de Cristo. Con una escritura clara y profundamente pastoral, esta obra invita a redescubrir el propósito de Dios para la creación y a actuar como agentes de transformación en un mundo marcado por la crisis climática y la injusticia. Una lectura esencial para quienes buscan unir la fe y la acción en la misión del Reino de Dios.
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Seitenzahl: 357
Veröffentlichungsjahr: 2025
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RESURRECIÓN
ESPERANZA DE LA CREACIÓN EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA
FEDERICO MELENDEZ
EDITORIAL CLIE
C/ Ferrocarril, 8
08232 VILADECAVALLS
(Barcelona) ESPAÑA
E-mail: [email protected]
http://www.clie.es
Copyright © 2025 por Federico A. Melendez G.
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© 2025 por Editorial CLIE. Todos los derechos reservados.
RESURRECCIÓN: ESPERANZA DE LA CREACIÓN EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA
eISBN: 9791387625078
Vida cristiana - Problemas sociales
REL106000
Federico Melendez completó su bachillerato en Artes en la Universidad Nazarena de Point Loma, San Diego, California, durante los años ochenta. Posteriormente, obtuvo un máster en Divinidades en Fuller Theological Seminary, Pasadena, California, y más tarde alcanzó un doctorado en Teología Práctica en el Seminario Internacional de Kansas City, Missouri.
Ha sido director del Seminario Regional del Nazareno en Guatemala durante 12 años y docente en la Universidad Mariano Gálvez (UMG) durante 20 años. Además, cuenta con tres publicaciones, incluyendo este libro. Recientemente, realizó estudios especializados en Ciencia y Fe en la Universidad de Oxford durante el período 2015–2016.
Acerca del autor
Nota de agradecimiento y dedicatoria
Prólogo
Introducción
I. La creación en el Génesis y el reino de Dios
1. La creación como templo y la humanidad como imagen de Dios: la unidad del cielo y la tierra
Preliminares: la autoridad bíblica
Cosmología antigua de la creación: la creación como el templo cósmico de Dios
La administración del templo cósmicoy la imagen de Dios
2. El cielo y la tierra separados: el pecado de autonomía y la mortalidad humana «Porque polvo eres y al polvo volverás» (Génesis 3:19)
El árbol del conocimiento y el pecado de autonomía
3. Jesús, el reino de Dios y la renovación de la creación
II. Resurrección y esperanza final de la creación: el cielo y la tierra unificados
4. La escatología de Moltmann: la muerte y resurrección de Jesús como la esperanza de la salvación de la creación
5. Resurrección de Jesús: el testimonio de los Evangelios
6. Pablo y la resurrección de Jesús: la redención de la creación
7. El debate sobre el cielo y la tierra unificados en la ascensión y parusía de Jesús
8. La resurrección y el juicio final
III. Resurrección y salvación de la creación en la misión de la iglesia
9. La salvación de la creación en la crisis ecológica de 150 años de capitalismo regional fracasado en el contexto de Centroamérica
La distorsión de la creación en la misión de la iglesia y la teología de la prosperidad en el capitalismo rentista transnacional de Centroamérica
10. Hacia una propuesta de teología de la creación y resurrección para la misión de la iglesia contemporánea
Epílogo. Salvación de la creación y misión de la iglesia ante el cambio climático: el reto de la sostenibilidad y la democracia
Bibliografía
Cubierta
Portada
Créditos
Índice
Nota de agradecimiento y dedicatoria
Comenzar a leer
Bibliografía
A lo largo de estos últimos veinte años al frente de la Decanatura de la Facultad de Teología de la Universidad Mariano Gálvez de Guatemala, he visto con mucha satisfacción la transformación que la educación teológica ha provisto a una gran variedad de estudiantes que han cursado sus estudios en las aulas universitarias de nuestra Facultad. A ellos particularmente dedico este nuevo libro, con la convicción de que la reflexión teológica que contiene, coadyuve en su formación para equiparse en el servicio al cuerpo de Cristo y de nuestra sociedad, urgida de orientación ante los grandes retos contemporáneos de nuestro tiempo. Al docente Mario Salvatierra, mi gratitud por la revisión editorial del libro y su apoyo en su publicación, y a todo el equipo de docentes que ha hecho posible la formación de nuestros estudiantes a lo largo de todos estos años. Al Dr. Walton por inspirarme en la lectura de sus libros y al Dr. Carlos Sosa por sus palabras en el prólogo del libro. Muchas gracias a todos.
Los grandes y complejos desafíos que la época contemporánea presenta a la sociedad requieren respuestas lúcidas y propuestas integrales. La iglesia, en particular, tiene la tarea de hacer escuchar su voz distintiva desde las Sagradas Escrituras para invitar a una humanidad que agoniza ante los grandes problemas globales a escuchar la voz del Dios Creador que se revela en la persona y obra de nuestro Señor Jesucristo.
El Dr. Federico Arturo Melendez González se encuentra en una posición envidiable para responder a tales desafíos. Es un distinguido hombre de universidad, pero con una amplia trayectoria de servicio en seminarios e institutos bíblicos. Es un lector ávido y perspicaz de los datos científicos en cuanto al cambio climático, pero es a la vez un exégeta de las fuentes de revelación del cristianismo. Su mente está interesada en los grandes debates académicos que conciernen al futuro de nuestro planeta, pero su corazón está profundamente comprometido con la iglesia local. Conoce la realidad latinoamericana como la palma de su mano, pero participa del debate teológico que se desarrolla en otras latitudes, especialmente en Europa y los Estados Unidos. Posee una vasta experiencia que le permite ver al pasado con la serenidad que solamente los años pueden otorgar, pero ha adquirido la autoridad profética necesaria para dictar el futuro de la misión y servicio de la iglesia. Está consciente de que los intrincados problemas globales necesitan soluciones a nivel macropolítico, pero a la vez confía plenamente en que las pequeñas acciones cotidianas de cada cristiano y cristiana a nivel personal y a través de sus iglesias locales darán fruto al ciento por uno. Mientras reflexiona sobre los desastres ecológicos a escala mundial, camina diariamente por las calles y avenidas de Guatemala, desde donde escribe y desde donde percibe de primera mano las consecuencias inmediatas del cambio climático.
El presente libro se puede considerar como una secuela de su escrito anterior, Ciencia y ética en la creación de Dios: Diálogo universitario entre la ciencia y la fe (2020). El último capítulo de aquel trabajo incluía una descripción de la centralidad de la resurrección de Cristo como clave de interpretación escatológica que contribuye a nuestro entendimiento de la relación entre la ciencia y la fe. Ahora, en este nuevo y desafiante escrito encontramos una propuesta más bíblica y teológica acerca de la misión de la iglesia a la luz de los temas de creación y resurrección. Esta propuesta sale de la pluma de alguien que a pesar de las varias limitaciones impuestas por sus múltiples tareas docentes y demandantes responsabilidades administrativas ha logrado forjar su pensamiento al calor del amplio debate académico contemporáneo.
Cuando realicé mis primeros estudios teológicos hace ya más de dos décadas, mis mentores lamentaban la falta de una teología propiamente latinoamericana, la escasez de trabajos exegéticos producidos originalmente en español y la ausencia de escritos de contextualización que alimentaran y transformaran el ser y quehacer de la iglesia. Al leer Resurrección: Esperanza de la creación en la misión de la iglesia no puedo dejar de imaginar a tan venerables colegas regocijándose en el cielo por lo que significa este nuevo aporte a la teología latinoamericana.
El libro tiene varias virtudes. El autor nos conduce a un entendimiento más completo de la verdad. Por un lado, insiste en que la visión bíblica del planeta como el hogar de Dios, de la humanidad como imagen del Creador y de la resurrección de Jesús como fuente de esperanza y redención proveen una alternativa a modelos contemporáneos que ven la tierra como una fuente de recursos que se deben explotar y comercializar ad infinitum y que ven a los seres humanos simplemente como instrumentos de producción. Por otro lado, provee fundamentación teológica a aquellos esfuerzos y proyectos que buscan el rescate de la creación a través de iniciativas ecológicas. Confío en que quienes lean este libro puedan experimentar la libertad que solamente puede otorgar el encuentro con la verdad revelada en la persona y obra de nuestro Señor Jesucristo.
La propuesta del autor está cargada de esperanza. Es casi inevitable leer con pesimismo y frustración las noticias diarias acerca de grandes incendios forestales, sequías, inundaciones, contaminación ambiental y falta de voluntad política de líderes y naciones económicamente poderosas. Es igualmente desmoralizador ver cómo las naciones menos desarrolladas tecnológicamente, las comunidades más olvidadas políticamente y los individuos que sufren mayor pobreza económica reciben el impacto más despiadado de la presente crisis ecológica. No faltan voces seculares que utilizan lenguaje bíblico para señalar que este o aquel desastre natural fue de “dimensiones apocalípticas”. El libro, sin embargo, nos hace ver que la esperanza de nuestro planeta es también de “dimensiones apocalípticas”, porque es en el último libro de la Biblia en donde se percibe de forma diáfana que Dios ha creado por amor, que el Cordero ha dado su vida para salvar lo que ha sido suyo desde el principio y que nos visitará por segunda vez para completar la redención alcanzada a través de su sacrificio y sufrimiento en una cruz romana hace ya más de dos mil años. El libro no nos dejará caer en la desesperación; antes bien nos llenará de esperanza.
Esta obra también nos llevará al arrepentimiento y a la acción. Al leer las exposiciones exegéticas de los primeros capítulos del libro de Génesis, al considerar detenidamente las enseñanzas de Jesús en cuanto al reino de Dios, al explorar la teología paulina de la redención de la creación o al estudiar las enseñanzas bíblicas de la parusía de nuestro Señor caeremos en la cuenta de lo mucho que la iglesia dista de ser un modelo y señal del ideal bíblico del cuerpo de Cristo en esta tierra. Incluso quienes creemos que cielo y tierra están llenos de la gloria de Dios, y que adoramos a aquel que ha enviado a su Espíritu sobre la faz de la tierra para infundir luz y vida en toda la creación, y que aguardamos la venida de un redentor cósmico hemos participado en prácticas que han contribuido al deterioro sistemático de la creación divina. Pero dicho arrepentimiento nos llevará a la acción. El libro nos recuerda que la iglesia debe responder a su entorno particular porque ella es la «depositaria del cuidado de la creación que Dios le ha confiado mediante la obra redentora de Cristo». Por lo tanto, la misión de la iglesia también es una misión eminentemente ecológica.
Las virtudes mencionadas de esta obra pueden ser apreciadas por audiencias variopintas. Quienes se dedican al estudio formal de la teología podrán ver en este libro un modelo de articulación teológica y contextualización. El diálogo respetuoso con pensadores como John Walton, Jürgen Moltmann, Christiana Figueres o Alexander Segovia y el amplio uso de citas textuales de sus obras nos recuerdan que la teología no es un trabajo que se desarrolla en soledad. Quienes forman parte de las aulas universitarias, pero aún no han tomado cursos de teología, verán en este libro un ejemplo de los beneficios de los estudios interdisciplinarios. Por ejemplo, estudiantes de arquitectura, administración y economía, comunicación, derecho, incluso estudiantes de ingeniería y psicología y, cuánto más, estudiantes de ciencias médicas, biología y química se percatarán de que los estudios científicos tienen profundas implicaciones teológicas y caerán en la cuenta de que su desarrollo profesional adquiere mayor plenitud dentro de un marco bíblico. También aquellas audiencias cuyos intereses son más eclesiásticos tendrán material suficiente aquí para reflexionar sobre la vida y misión de la iglesia en la sociedad guatemalteca. Incluso me atrevería a decir que las virtudes que hemos señalado de este opúsculo tienen profunda relevancia para quienes están a cargo de las grandes decisiones administrativas en las casas de estudio de nivel superior. A través de políticas académicas, las universidades pueden llegar a ser ejemplos palpables de realidades alternativas que influyan de forma positiva en la transformación de la sociedad a la que están llamadas a servir.
Extiendo mis más sinceras palabras de felicitación al Dr. Melendez por esta nueva obra. Espero, además, que su libro tenga una amplia difusión y que sea la base de debates y conferencias en iglesias locales, seminarios de entrenamiento bíblico y círculos universitarios.
Dr. Carlos Raúl Sosa Siliezar
Profesor de Nuevo Testamento en Wheaton College
Autor de Creation Imagery in the Gospel of John
La creación de Dios descrita en el Génesis, tal y como fue comprendida por su audiencia original, es muy diferente de la forma como nosotros la concebimos en nuestro tiempo y cultura. El antiguo lector de Génesis comprendía la creación como el hogar que Dios había establecido para habitar con y entre nosotros. La creación era entendida como el fruto del amor de Dios, por cuanto todo lo que existía es bueno y Dios la había establecido para que fuera su hogar para habitar con los seres humanos. El cielo y la tierra en su conjunto eran un todo integrado y ordenado por Dios para convivir con los seres humanos y el universo era entonces entendido como un templo donde la imagen de Dios estaba representada por la imagen de toda la humanidad en la figura de Adán y Eva. El templo en las culturas antiguas era el espacio sagrado desde donde Dios reinaba y había establecido su gobierno a partir del descanso del séptimo día, que señalaba que Dios era quien gobernaba y reinaba en toda su creación, y que había seleccionado a la humanidad para representarla como su imagen. La creación dependía entonces de su Creador y el cielo y la tierra estaban unidos e integrados.
Este es el mensaje que recogemos de la narrativa que encontramos en este primer libro de la Biblia hebrea, que describe la creación en términos de los siete días donde Dios determinaba las funciones por la que cada cosa creada llegaba a existir. Para comprender esta narrativa antigua, necesitamos en primer lugar situarnos en el contexto histórico y literario del libro de Génesis, que describe la creación en términos de las funciones que cada cosa creada desempeñaba en el orden creado por Dios. En segundo lugar, es necesario comprender que estas historias de funciones pertenecían a las cosmologías antiguas del Oriente Medio, desde donde el pueblo de Israel entendía la creación en esos términos, y desde donde Dios desempeñaba su papel de creador. Fue a partir de este contexto desde donde la Biblia y sus tradiciones fueron formadas y escritas a lo largo de los siglos.
Para una audiencia tan diferente como la nuestra, y tan profundamente influenciada por la cultura de la ciencia y el libre mercado que todo lo comercializa, la creación de Dios que hoy concebimos es completamente diferente. La cultura contemporánea secular entiende el mundo de la creación y de la tierra en particular, no como un hogar para vivir, sino como un inmenso edificio listo para la compraventa. Dios nombró a los seres humanos como los administradores y guardianes de su creación para cuidarla y protegerla en su nombre. Tanto la ciencia como el mercado transformaron esta visión de protección y cuidado de la creación, como lugares de experimentación y de oferta y demanda, muy en contraste con la visión original de la creación como la obra del amor de Dios. La creación, y la tierra en particular, fue transformada: ya no un hogar para vivir, sino un inmenso edificio vacío impersonal y sin sentido.
Afortunadamente, Dios transformó esta visión del mundo secular con la interpretación de la fe cristiana, mediante la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Por la fe cristiana, la creación nuevamente puede ser interpretada como el hogar de Dios para vivir entre los seres humanos. Esta visión del cosmos como el hogar donde Dios quiere vivir entre nosotros fue afectada por el pecado humano; la muerte espiritual se introdujo cuando usurpamos y sustituimos al Dios creador por nosotros mismos. La creación, con la muerte y resurrección de Cristo, nuevamente se transformó en un lugar de paz y armonía. Cristo es ahora el nuevo rostro de la nueva humanidad que fue restaurada con su muerte de cruz y su resurrección de entre los muertos. La creación como el templo cósmico, como la concebían los antiguos hebreos, está ahora representada en la persona y la obra del Espíritu Santo que mora tanto en el universo como en su templo, ahora transformado en el cuerpo de cada creyente. Esta es la respuesta cristiana al problema del mal en el mundo y desde donde Dios mismo se enfrentó a todos los poderes del mal que lo llevaron a la muerte, y donde la misma muerte fue vencida por el poder de su resurrección. Dios mismo ha iniciado una nueva creación con la resurrección de su Hijo de la muerte de cruz. Creación y resurrección son entonces las dos caras de la misma moneda, por cuanto Dios mismo es quien también ahora salva de la muerte a toda su creación, y lo hace tanto en el presente de su resurrección como en el futuro de la resurrección de todos los muertos. En el presente, la comunidad cristiana debe velar por la creación como la obra de Dios con amor y cuidado, y en el futuro, la humanidad espera el triunfo de la resurrección final y el aparecimiento de su Mesías para establecer finalmente su reino eterno en la tierra.
El mensaje de Génesis es mostrar, entre otras cosas, cómo el pecado humano transformó los planes de Dios en sus propios planes y como la misma creación fue trastornada por el pecado cuando está creación perdió el objetivo de ser administrada por humanos obedientes. Adán es el arquetipo de toda la humanidad pecadora y Génesis nos muestra cómo después de una larga historia de desencuentros entre el pueblo de Israel y su Dios, Dios mismo interviene en la historia de su pueblo pecador habitando y sufriendo entre ellos desde el Éxodo hasta el exilio. El Nuevo Testamento es la historia del mismo Dios que experimenta la muerte de cruz por amar y salvar a su creación del pecado humano que había introducido la muerte a toda su creación. Cristo experimentó la muerte en obediencia final al designio de su Padre Dios, por redimir su creación del pecado y la muerte. Si bien es cierto, el horror de la muerte impera, la esperanza de la resurrección aguarda para toda la creación cuando nuevamente Jesús resucitado establezca su reino final aquí en la tierra a través de la resurrección de todos los muertos, cuyo fin será nuevamente unir el cielo y la tierra.
Necesitamos entonces redescubrir la intención específica del libro de Génesis para comprender todo su contenido, a la luz de la muerte y resurrección de Jesucristo como Señor de la creación y de la historia. Si parte de la intención de Génesis es mostrar que todo lo que Dios ha creado tiene como objetivo compartir su creación con nosotros a pesar de nuestro fracaso, Dios nuevamente ha logrado rescatar su creación por Jesucristo el Señor. Esta es la narrativa de un Padre creador amoroso que prepara su casa para vivir con nosotros en un templo, pero ahora encarnado en Jesucristo como el templo para hacer su hogar en cada cristiano como morada del Espíritu Santo.
Esta es la versión teológica sobre los orígenes, que contrasta con la versión contemporánea de la ciencia que tiene sus propios méritos y es igualmente valedera e importante para la cultura científica de nuestro tiempo, pero que no es la intención de Génesis. La versión científica de la creación nos muestra que todo cuanto existe tiene una explicación física material y biológica; en ese sentido, las versiones de la fe y la ciencia aparecen como dos campos contrapuestos del conocimiento, pero ambas son en realidad necesarias y complementarias. La ciencia es un fenómeno moderno que nos describe y explica las causas y los fenómenos físicos y cosmológicos en la formación de la creación, y cómo a lo largo de millones de años llegó hasta formar la vida tal como ahora la conocemos. Esta sin embargo no es la intención del libro de Génesis. El Génesis no es una versión científica de los hechos, sino la explicación teológica del propósito y las funciones que Dios ha establecido para toda su creación. Los antiguos hebreos no disponían del marco científico con el que ahora pretendemos leer el Génesis. Simplemente entendían que todo lo que Dios había creado era para su beneficio, y que toda la creación simbolizaba el hogar de la presencia de Dios entre los suyos. La mejor forma de describir la creación física (científica) y teológica (bíblica) del universo es compararla con la construcción de una casa que todavía no está habitada para vivir. La casa física tiene todos los elementos necesarios para ser una vivienda digna para vivir, pero esta casa está vacía, pues todavía no está habitada por ninguna persona ni familia. Se necesita que alguien viva y habite allí para que esta casa sea el hogar de una familia, pues aún con toda su belleza y magnitud, la casa física no tiene sentido si alguien no vive en ella. Esta es exactamente la diferencia entre la versión científica de la creación y la versión teológica. El universo físico es impersonal como una casa lista para ser habitada, pero necesita de Dios y de la humanidad para transformarse en hogar. En ese sentido, la versión bíblica de la creación es la que tiene sentido, pues sirve y funciona a los intereses de Dios para que sea su hogar y el hogar de los seres humanos. Ese es el sentido de entender el mundo como nuestra casa común.
Si partimos del hecho de la revelación de Dios en las Sagradas Escrituras, y en particular del libro de Génesis, allí se nos muestra que la humanidad fue creada a «imagen y semejanza» de Dios, y en ese sentido la expresión ha ocupado a filósofos, teólogos, historiadores y eruditos bíblicos para tratar de comprender la naturaleza humana a partir de esta imagen y su lugar en el destino en este mundo y la creación entera. Descubrir el sentido y la razón de ser como seres humanos y nuestro lugar en la creación de Dios es el objetivo central que se nos presenta en el libro de Génesis. Explicar cuál es el sentido y la razón de ser de la humanidad dentro de esta creación es parte de la historia del pueblo judío y de su Dios. Aquí el sentido de la creación como hogar es el objetivo central del libro de Génesis y de toda la historia que nos relata la Biblia, hasta llegar a la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. La muerte y resurrección de Jesús es la pieza clave para interpretar la creación y la misión de la iglesia en el mundo.
El objetivo del presente trabajo es profundizar el tema de la creación e interpretarla a la luz de la muerte y resurrección de Jesús, y cómo esta resurrección se ancla en la comprensión del pecado y de la muerte a la luz del tema de la creación de acuerdo con el pueblo judío, y del pueblo judío, a toda la humanidad. La fe cristiana no es una fe abstracta y filosófica dualista de cuerpo y alma, sino una visión integrada del ser humano con toda la creación; describe cómo Dios se ha propuesto recrear esta buena creación mediante la vida y la obra de nuestro Señor Jesucristo. El objetivo es mostrar el plan de Dios para renovar su creación a través de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, y cómo esta esperanza constituye el fundamento de nuestra fe. Este fundamento de la muerte y resurrección del Cristo crucificado es la respuesta de Dios al grave problema del mal en el mundo, incluyendo la crisis ecológica contemporánea. La crisis ecológica es la mejor expresión de la distorsión de la buena creación de Dios, unida a un mundo lleno de maldad, de injusticias, y de la crueldad humana de todos los tiempos, en todas las partes y en todas las sociedades del mundo.
El trabajo está dividido en tres unidades con sus respectivos capítulos y subtítulos. En la primera unidad (capítulos 1 al 3) se presentan los temas de la creación y el reino de Dios, y cómo ambos están integrados. En esta unidad se describe cómo Dios crea por amor todo cuanto existe, y permite a la humanidad administrar su creación; y como buen padre Creador, le pide a la humanidad que permanezca fiel a su llamado de administrar su creación, y que aprenda junto a Él, a cómo cuidarla y amarla. Esta es la visión original del cielo como el espacio de Dios, unido y relacionado con la tierra, el espacio de la humanidad. Aquí cielo y tierra se conjugan en armonía en el templo cósmico de Dios, que encontramos en los primeros capítulos del Génesis. La humanidad, no obstante, decide valerse por sí misma y erigirse y separarse de Dios como gobernante de la creación, ahora separada de Dios. El resultado, además de la muerte espiritual y la separación de Dios, fue la introducción al caos y al desorden de la creación, con la consiguiente destrucción de la buena relación con Dios derivada de la acción humana. Por todas estas razones, Dios interviene en la historia del pueblo judío y lo elige como pueblo del pacto para, a través de ese pueblo, buscar nuevamente la manera de restablecer la comunión perdida con la humanidad, a través del reino de Dios.
En la segunda unidad (capítulos 4 al 8) me propongo estudiar cómo la resurrección de Jesús representa a la nueva humanidad, que es parte fundamental de la nueva creación escatológica que constituye la esperanza de la creación y que descansa en esta resurrección. Describo cómo los Evangelios fueron construidos a partir de la resurrección de Jesús, y cómo el testimonio del apóstol Pablo gira alrededor del tema del Cristo muerto y resucitado. Ambos testimonios reflejan la esperanza de la fe cristiana y de la renovación de toda la creación. La unidad cierra con la propuesta de la restauración y renovación final del cielo y la tierra, producto del pecado humano, y cómo con la parusía de Jesús se completa el plan de salvación de toda la creación a través del reino de Dios. Describo el tema de la salvación y del juicio final y la llegada de cielos y tierra nuevos como parte integral del plan de salvación de toda la creación. Se estudia el tema de la resurrección a la luz de la escatología como centro de la fe cristiana y del testimonio de los Evangelios y del apóstol Pablo. Se cierra con la parusía de Jesús, la resurrección final y la recreación de toda la creación. Este es el plan de Dios para todos los tiempos, donde el poder de la muerte es finalmente vencido. Esta es la representación final del drama cósmico del Apocalipsis, donde se nos muestra que el cielo y la tierra vuelven a estar unidos y la nueva creación es ahora una tierra totalmente transformada. Dios mismo será el templo y la morada final de su nueva creación. Dios desciende del cielo a la tierra para habitar de nuevo con toda su creación, y el cielo y la tierra vuelven a estar nuevamente integrados.
La tercera unidad (capítulos 9 al 11), lleva el título de resurrección y esperanza de la creación en la misión de la iglesia, y muestra cómo mediante la resurrección de Jesús, Dios se propuso crear una nueva humanidad para impulsar el cuidado y amor de su creación en este mundo de muerte. La esperanza de la iglesia y de la humanidad es que la muerte ha sido derrotada por la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, y que, como tal, Jesús es el primer fruto de la nueva creación. El reino de Dios ha llegado, está vivo y presente en la comunidad del pueblo de Dios. Este pueblo no desmaya porque su esperanza no está cifrada en los proyectos humanos ni en el esfuerzo de la ciencia; su esperanza radica más bien en la redención de toda la creación mediante la derrota final de la muerte, a través de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Por esta razón, el pueblo de Dios sabe y entiende, que, como la nueva humanidad que ha resucitado con Cristo en esta vida, su esfuerzo y su trabajo por la creación nunca es ni será en vano (1 Co 15:58).
El estudio cierra con un epílogo que explora cómo la nueva humanidad vive y se desarrolla entre este siglo de muerte y el siglo de la nueva vida en Cristo. La destrucción por el pecado que la humanidad ha traído a la creación y al planeta está ahora expresada en la grave crisis ecológica representada por el cambio climático, y la contaminación de sus ríos, lagos y mares. Al planeta lo hemos transformado en un inmenso basurero y cada día que lo destruimos es menos el hogar ideal que Dios ha querido para nosotros. La degradación ambiental se expresa, según la ciencia, por el calentamiento global, y muchos gobiernos del mundo y entidades como las Naciones Unidas (ONU) han decidido tomar acciones, a fin de garantizar nuestra sobrevivencia sobre el planeta. La iglesia también ha expresado su voz por la encíclica Laudato si’ del papa Francisco y anima a su pueblo a considerar la propuesta del reino de Dios para traer paz y justicia a la sociedad y a un planeta deteriorado y enfermo. Una sociedad sostenible y un cambio de paradigma de nuevos modelos socioeconómicos integrales de desarrollo sostenible de los pueblos en armonía con la naturaleza es parte de la invitación. La propuesta es recobrar la visión de la creación como la casa común creada por Dios para vivir entre nosotros mediante la obra de nuestro Señor Jesucristo. La misión de la iglesia contemporánea es responder a la grave crisis climática con una teología de la creación acorde a nuestros tiempos de crisis y formular nuevas propuestas de civilización que armonicen con la visión teológica de unir el cielo y la tierra.
La muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo es la clave de la esperanza para contribuir al desarrollo de una sociedad sostenible más justa y fraterna. Su misión no es proponer esfuerzos humanos, ni cuestiones ideológicas sociopolíticas en el desarrollo de la iglesia y su misión, pues como pueblo de Dios, su trabajo está encarnado en responder con la visión del reino a estas realidades sociales y humanas. De ahí la necesidad de responder a su entorno social, político y económico a la luz de una nueva teología contemporánea de la creación basada en la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Es a partir de este enfoque particular desde donde debe entender su misión, especialmente en el entorno socioeconómico y político de Centroamérica, y de Guatemala en particular. Situar su misión en este contexto y buscar la forma de responder a este entorno a la luz de la nueva creación por la muerte y resurrección de Cristo ante la grave crisis climática es el objetivo fundamental que me propongo presentar para contribuir a la vida de la iglesia y su misión en nuestro contexto.
Para comprender el tema de la creación de acuerdo con el libro de Génesis, necesitamos entender primero que este es un documento literario de la antigua historia y cultura del pueblo judío. Por esta sencilla razón, este documento tiene que ser considerado a la luz de la historia y la cultura del antiguo pueblo hebreo bajo la premisa de que el libro de Génesis no fue escrito para nosotros sino para ellos, en un contexto cultural antiguo y en un idioma totalmente distinto al nuestro.
Sin embargo, aunque el relato de la creación fue escrito en primer lugar al antiguo pueblo judío, se reconoce que, como un libro inspirado por el Espíritu Santo de Dios, todo lo que allí se narra tiene también toda la validez y autoridad para darse a conocer a nosotros, que vivimos en otro tiempo y cultura, y en circunstancias muy distintas a las de ellos. Esta verdad descansa sobre la base de la inspiración y la convicción de que Dios se dio a conocer a este pueblo y que, por tanto, su contenido tiene toda la autoridad para declarar a Dios como su autor. Sobre esta base, reconocemos que Dios habla a través del libro de Génesis y de todos los libros del Antiguo y Nuevo Testamento que conforman lo que llamamos Biblia. Por tanto, estos textos tienen también la autoridad para enseñarnos todo cuanto respecta a los asuntos de fe y conducta.
Si partimos del concepto de autoridad bíblica del texto, que en este caso es el relato de la creación que nos cuentan los primeros tres capítulos de Génesis, observamos que Dios tiene un plan para su creación, y que ese plan es efectuado a través de seres humanos. Si partimos del hecho de que este relato fue escrito por un autor humano que desconocemos, y que ese autor dejó plasmado por escrito, en el antiguo idioma hebreo, las antiguas tradiciones de Israel que le fueron transmitidas oralmente a través de su cultura, nos damos cuenta de que necesitamos entender y conocer lo que este autor escribió en su tiempo, idioma y cultura. Esto se conoce como exégesis del texto, y es una especialidad dentro del campo de los idiomas y los estudios bíblicos.
La premisa donde descansa la autoridad del texto bíblico es tanto el tema de la revelación como el de la inspiración de los escritos bíblicos que consideramos sagrados como parte del canon bíblico. La revelación ha sido tradicionalmente entendida como el plan de Dios de darse a conocer a la humanidad a través de la historia del pueblo del pacto, que, en este caso, es el pueblo del antiguo Israel. Esta historia quedó registrada en escritos canónicos o sagrados, mediante los cuales se preservaron las antiguas tradiciones del pueblo judío. Estos libros sagrados son los que fueron preservados a lo largo de los siglos a través de los diferentes manuscritos y que aún se conservan en diferentes museos especializados del mundo. El proceso de traducción de los antiguos textos quedó plasmado en las diferentes versiones de la Biblia que actualmente conocemos.
Canon e inspiración de Dios en el texto bíblico son los dos temas concomitantes referidos a la misma naturaleza de lo que entendemos como libros sagrados. Los israelitas conservaron celosamente sus textos inspirados a lo largo de los siglos, y lo mismo hizo la iglesia del Nuevo Testamento. Canon e inspiración determinan la enseñanza fundamental de la teología de la iglesia sobre lo que siempre se ha creído acerca de la Biblia en cuanto Palabra inspirada por Dios a través de agentes humanos. La Biblia es tanto la Palabra inspirada de Dios como la palabra de autores humanos a los que Dios escogió para dicha tarea: «Los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo» (2 Pe 1:21).
Un erudito del Nuevo Testamento, quien fuera profesor de Nuevo Testamento y de exégesis del Fuller Seminary en Pasadena California, lo describe de la siguiente manera:
La Biblia es antes que nada un libro de historia. Registra la historia de los hebreos, la historia de Jesús de Nazaret y del surgimiento de la iglesia cristiana… Cuando Dios llamó a Moisés y lo comisionó para conducir al pueblo de Israel, el propósito no era solamente la liberación del pueblo de Dios; fue también una autorrevelación divina. Israel llegaría a saber que Yahveh es Dios, a causa de sus hechos poderosos para librarlos de la esclavitud (Éxodo 6:6). El acontecimiento de la revelación no fue un simple acontecimiento. Es decir, Dios no realizó la liberación y dejó que Israel asumiera que Dios era el actor. Los hechos de Dios no hablaban por sí solos; junto con el acontecimiento, Dios dio una palabra divina de interpretación. Dios actuó y Dios habló; y su palabra explicaba el acontecimiento… Aquí tenemos la manera bíblica de la revelación: los hechos de Dios en la historia, acompañados por la palabra de interpretación profética que explica la fuente y el carácter de los hechos divinos. Acciones-palabras; Dios actúa-Dios habla; y las palabras explican los hechos. Este modelo de acontecimiento de “hecho-palabra” no solo es ilustrado por el éxodo, sino que provee también la estructura básica de la realidad bíblica de la revelación. (Ladd, 1976, pp. 21-23)
Si esto se aplica al concepto bíblico de revelación como hecho y palabra, entonces tenemos que reconocer que los registros de las palabras en el texto bíblico fueron escritos por Dios mismo a través de agentes humanos. Este es el concepto de inspiración que la teología usa para referirse a la autoridad del texto inspirado e infalible de la Biblia. El teólogo argentino Ismael Amaya, ya fallecido, lo expone muy claramente de la siguiente manera:
El término infalible (del latín fallere, engañar), tal como se aplica a la Biblia, simplemente significa que las Escrituras poseen una autoridad absoluta. Cuando decimos que la Biblia es infalible, queremos decir que la Biblia no miente ni engaña a sus lectores en asuntos de fe. En asuntos espirituales, la Biblia es digna de confianza. No enseña nada que sea erróneo o falso en materia de fe y conducta. La Biblia nunca puede fallar en sus juicios y declaraciones en relación con asuntos espirituales. El concepto de la infalibilidad se refiere al hecho de que las promesas y las advertencias de la Biblia se cumplirán al pie de la letra. Que sus enseñanzas son verdaderas. Es en este sentido que la Biblia es infalible. Su infalibilidad se limita al área de la fe, la práctica y la autoridad de sus enseñanzas. (Amaya, 1972, p. 103)
Este concepto de autoridad es absolutamente necesario para determinar lo que Dios quiso decir y expresar en los relatos de la creación del libro de Génesis. Su autoridad radica en que son relatos infalibles en cuanto a que Dios es el autor de la creación a través de su Palabra como creador, y que como humanidad también fuimos creados a su imagen y semejanza. Esta verdad la quiso expresar Dios a través de instrumentos humanos que la escribieron, y cuyas palabras fueron escritas y registradas en un tiempo, lugar y cultura específicos, y que, en este caso particular, corresponde al libro de Génesis. Incumbe entonces al exégeta y erudito bíblico introducirse al mundo y a la cultura del texto antiguo y escudriñar el pensamiento del autor, en su idioma original, a fin de determinar lo que el escritor quiso decir. En vista de que el antiguo pueblo de Israel pertenecía también a las culturas antiguas de la Mesopotamia, el exégeta requiere conocer también la literatura, la arqueología y la historia de estos pueblos.
El campo de la especialidad de estos eruditos es conocer exactamente cuál es la naturaleza del relato de la creación tal como está descrito en el libro de Génesis. Uno de los especialistas contemporáneos, con amplia investigación sobre temas del Antiguo Testamento y del Génesis en particular, es el Dr. John Walton, profesor e investigador del Wheaton College de la ciudad de Chicago, estado de Illinois, Estados Unidos. Ampliamente conocido por su erudición y compromiso con la autoridad e inspiración bíblicas, este erudito es el referente principal en la interpretación de los relatos de la creación que asumimos en la presente obra, y junto a otros eruditos mundialmente reconocidos, como el teólogo alemán Jürgen Moltmann y el británico N. T. Wright, interpretan las Escrituras a la luz de su canonicidad. Refiriéndose al mundo de la cultura del antiguo Israel y el relato de la creación del libro de Génesis, Walton escribió dos libros específicos sobre el tema, muy conocidos en el mundo de la investigación bíblica. Ambos libros fueron recientemente traducidos al español y son: El mundo perdido de Génesis 1, y El mundo perdido de Adán y Eva. En este último libro, Walton inicia su investigación con una declaración contundente:
La autoridad bíblica está inseparablemente ligada a la intención del autor. Dios otorgó su autoridad a un autor humano, así que debemos considerar lo que el autor humano pretendía comunicar si queremos entender el mensaje de Dios. Dos voces hablan, pero el autor humano es nuestra puerta de entrada a la habitación del significado y mensaje de Dios. Esto significa que cuando leemos Génesis, estamos leyendo un documento antiguo y deberíamos empezar por usar solo las suposiciones que serían apropiadas para el mundo antiguo. Debemos entender cómo pensaban los antiguos y qué ideas subyacen en su comunicación. (Walton, 2018, p. 11)
La tarea fundamental es considerar entonces cómo pensaban los antiguos hebreos al respecto de la creación.
La investigación realizada por Walton (2019) en cuanto al contenido y al mensaje del relato de la creación descrito en el libro de Génesis es que debemos tomar en cuenta que Génesis es un documento antiguo y que, como tal, refleja cómo pensaban los antiguos y qué es lo que pretendían comunicar a su audiencia original. La audiencia para la que se escribió un texto bíblico es el primer paso del estudio hermenéutico; de otra manera, hacemos hablar al texto lo que nunca quiso decir, y como tal, se malinterpreta su contenido y la autoridad de su mensaje. Si bien es cierto, la Biblia como tal es la máxima autoridad para comunicar el mensaje de Dios a la humanidad, se exige de quienes la interpretan el mayor cuidado posible tanto en el plano hermenéutico como el exegético. No podemos leer y estudiar la Biblia a la luz de la cultura y la visión del mundo del siglo XXI, porque la Biblia no fue escrita a nosotros en el sentido original, sino al pueblo de Israel, a lo largo de los siglos de su historia.