Rocío Dúrcal. Acompáñame - José Aguilar - E-Book

Rocío Dúrcal. Acompáñame E-Book

José Aguilar

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Beschreibung

El último libro de José AguilarRocío Dúrcal. Acompáñame, no hace sino evocar un deseo compartido por muchos. Numerosas voces de artistas y profesionales se reúnen aquí para recordar y compartir experiencias. Son los invitados, que no los ingredientes, con los que este escritor gallego realiza este repaso, elegante y emotivo, por la vida y el arte de una de las más grandes de este país: Rocío Dúrcal. Rodrigo Sáenz de Heredia

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Cubierta y diseño editorial: Éride, Diseño Gráfico Dirección editorial: Ángel Jiménez

Edición eBook: octubre, 2023

Rocío Dúrcal. Acompáñame

© José Aguilar

© Éride ediciones, 2021

Éride ediciones Espronceda, 5 28003 Madrid

ISBN: 978-84-19485-94-6

Diseño y preimpresión: Éride, Diseño Gráfico

eBook producido por Vintalis

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Solo tu mirada Marieta. Solo tu recuerdo Rocío. Entre los árboles, Aquella soledad Siempre estuvo presente.

José Aguilar

A J.I.G. Larragán, porque como siempre, sin su apoyo incondicional y ayuda, nada sería posible.

Gracias por estar siempre y por hacer que el camino sea más fácil.

Agradecimientos

A Rodrigo Sáenz de Heredia, por ayudarme día a día a creer en este proyecto ilusionante con el que hemos disfrutadotanto. Sin él, este libro no hubiera sido una realidad en aquellos días. Gracias por tener talento y por ser un amigoinolvidable…

Pasan los años y ahora, quince años después de aquella primera edición, tras haber pasado por muchos momentosmuy duros en nuestras vidas seguimos riéndonos como si fuésemos aquellos adolescentes que soñaban con historiasmalva. Me enveneno con los recuerdos dorados.

A todos los artistas y personas particulares, que con su testimonio han contribuido a dar una visión más certera de loque significa Rocío en todas sus dimensiones, como persona y como estrella. Gracias por hacerme regalado vuestrotiempo y por compartir conmigo aquellas anécdotas que permanecían guardadas en el recuerdo.

Gracias Andrea Bronston, por tu acercamiento y tu amistad. Hace mucho que no te veo, pero no olvido tu sensibilidadsiempre presente.

A Luis Sanz… porque sin ti nada hubiese sido lo mismo ni en su vida ni en la mía. Gracias por enseñarme tantascosas.

A todos y para siempre, gracias.

Prólogo

«Más bonita que ninguna dicen todos al mirarme, Yo no se porque será, Ni porque vendrán detrás, Porque solamente soy una buena chica, Una chica más. Yo no valgo casi nadaLos espejos me lo dicenSé que tengo corazónSé lo bien que puedo amar».

(«Más bonita que ninguna»)

El extracto de esta canción podría sintetizar en pocas líneas la esencia de Rocío Dúrcal que simbolizó durante las décadas de los sesenta - setenta el sueño de todas las familias españolas que veían reflejada en ella lo que sus propias hijas podrían haber sido, mientras que los jóvenes se enamoraban locamente de aquella chica con desparpajo y gracia innata. Su mirada de ángel y esa chispa juvenil consiguieron que el mismísimo José Bono, por aquel entonces ministro de defensa, confesase públicamente y delante de su mujer, Ana Rodríguez, durante la entrega de los premios «Naranja y Limón» 2004, que «Mi ilusión ha sido conocer personalmente a Rocío ya que me enamoré de ella cuando la vi en una película siendo yo chaval».

Pocas niñas prodigio consiguieron superar la fama infantil y traspasar la delgada línea entre infancia, adolescencia y madurez, de la forma que lo hizo María de los Ángeles de las Heras, creando arte, construyendo sueños y traspasando fronteras.

A pesar de las primeras reticencias de Don Tomás de las Heras y Doña María Ortiz, a firmar su consentimiento para «entregar» a su hija a Luis Sanz, ese mismo día nació una estrella, cuya luz brilla en los ojos de sus hijas Carmen y Shaila Morales en quienes se han reencarnado las dos facetas artísticas de su madre.

El resultado final de estas líneas esconde el trabajo, y el esfuerzo, de una mujer, una madre y, sobre todo, una artista. No espere el amigo lector encontrar ni escándalos, ni sufrimientos, ni verdades a medias, ya que estas páginas encierran un profundo respeto y admiración de su escritor, mi queridísimo José Aguilar, hacia la persona.

Mónika Vergara

Capítulo I. Abriendo los ojos

No es fácil abordar la carrera de una estrella como Rocío Dúrcal. Sin embargo, el enorme respeto y admiración que le tengo, unido a la profunda curiosidad que desde adolescente ha despertado en mí su figura, han hecho que afronte este libro con la mayor ilusión, deseando contribuir, en la medida de lo posible, a su recuerdo.

Yo debía de tener doce años cuando vi por vez primera una película de Rocío Dúrcal, en televisión, claro. Coincidió con un periodo de reposo en el que tuve que permanecer cinco semanas en la cama.

Durante aquellas semanas programaron un ciclo de sus películas en la segunda cadena de Televisión Española. Devoré todas con gran expectación, y desde aquel entonces me conquistó para siempre. Sin embargo, en aquella época no existían todavía los vídeos caseros, y lo único que pude hacer fue grabar con un radiocasette las películas. Es por esto que siempre he mantenido una relación especial con Rocío, porque de una manera o de otra formó parte de mi vida desde el despertar de mi adolescencia. Cuando muchos años después coincidí con ella para entrevistarla en varios medios de comunicación por motivos de trabajo, no me decepcionó, ya que siempre fue muy generosa y cálida conmigo, agradeciéndome y valorando todos y cada uno de mis trabajos. El día que se fue, también se marchó algo muy importante para mí, pero vamos a volver a su figura porque eso es lo realmente importante.

Rocío Dúrcal abre los ojos un cuatro de octubre de 1944, en Madrid, aunque existen numerosos documentos gráficos que señalan la fecha de 1945 como su año de nacimiento, apareciendo incluso en revistas de los años 60, «Garbo» entre otras, el año de 1946 como el de su fecha de nacimiento real.

Desconocemos los motivos de estos errores. Quizá sea por el empeño de las discográficas de la época de prolongar su imagen de adolescente prodigio, que se había convertido en un fenómeno cinematográfico-musical como pocos hasta aquellos momentos, en una España que pretendía, como fuera, alejarse del polvoriento y grisáceo ambiente de la posguerra española que tanto nos costaba abandonar. Queda, pues, clarificado, que es el año 1944 el que debemos apuntar como referencia correcta. Su verdadero nombre era Mª de los Ángeles de las Heras Ortiz, puesto que Rocío Dúrcal fue una invención de su descubridor, Luis Sanz, del que hablaremos más tarde, y que sin duda, no se equivocó al pensar que aquella adolescente podría calar de una manera muy honda en el público, convirtiéndose muy pronto en «la novia de España» y en la hija que todos deseaban.

Mª de los Ángeles, Marieta, como le llamaban familiarmente y en su círculo de amigos más íntimos, procedía de una familia humilde sin demasiados recursos económicos. Su padre, Tomás de las Heras, vivía de un modesto sueldo, primero de camionero y después de taxista, que apenas llegaba para mantener a la familia numerosa que había formado. Posteriormente, el padre de Rocío consiguió mejorar un poco su situación económica convirtiéndose en probador de coches de la «SEAT», pero como ha contado Rocío en numerosas entrevistas, «nunca sobraba nada». En alguna ocasión recuerdo haberle preguntado si habían pasado hambre, a lo que siempre me respondió que no: «Una cosa era tener de sobra para fuegos artificiales, y otra muy distinta pasar hambre. Éramos una familia como tantas otras».

De cualquier forma, ser una niña de posguerra no fue fácil en absoluto, puesto que en España había carencias de todo tipo que intentaban soslayarse con el ingenio y las ganas de salir hacia delante para alejarse de aquella situación oscurantista como fuese. Debemos detenernos, aunque sea con brevedad, en la figura materna de Marieta, María Ortiz, que comparándola fotográficamente con su hija poseía un físico que nos recuerda sin ninguna duda a nuestra protagonista. Los que la conocieron afirman que poseía un carácter delicado y tenaz, y son muchos los que la siguen recordando con un enorme cariño, realizando numerosos comentarios acerca de su bondad natural. María Ortiz siempre estuvo muy pendiente de sus hijos y manifestó en numerosas ocasiones su miedo a que Marieta formara parte del mundo artístico, un ambiente tan ajeno a sus vidas y lleno, según sus palabras, «de incertidumbre y de preguntas sin contestar».

De cualquier forma, siempre apoyó a su hija en su intensa carrera, independientemente de sus pensamientos.

Los que conocieron a Marieta durante los primeros años de su infancia, en el barrio madrileño de Cuatro Caminos, comentan que era una niña muy tranquila…en apariencia, con un ángel especial. Era una niña que en un principio podía pasar desapercibida, pero que si te fijabas un poco en seguida podías darte cuenta que tenía algo que la diferenciaba de las demás. En algunas declaraciones de sus padres, en los primeros años sesenta y cuando Marieta ya era Rocío Dúrcal, afirmaban que desde pequeña siempre fue una niña muy tenaz y voluntariosa. Una niña que le gustaba siempre salirse con la suya, de la manera que fuera, y de la que también recordaban, entre risas, algunos de los alborotos que formaba cuando veía que sus deseos no estaban satisfechos. A su vez manifestaba, desde muy pequeña, sus enormes deseos de reivindicar sus opiniones y establecer muy claramente con lo que estaba o no estaba de acuerdo. El temperamento artístico salía a la luz con un ímpetu inusitado para clarificar cualquier tipo de cosa que ella considerara importante. De todos modos, nadie en aquellos años podía siquiera imaginar que, con el tiempo, aquella niña graciosa se convertiría con en una gran estrella con miles de seguidores en el mundo entero y con millones de discos vendidos.

La llegada de sus hermanos pequeños no supuso para Rocío ningún trauma, sino más bien todo lo contrario. Su hermano Jacinto, menor que ella algunos años, supuso para Marieta una ilusión enorme y fue prácticamente desde ese mismo instante cuando Rocío empezó, desde muy pequeña, a convertirse en una especie de segunda madre para cada uno de sus hermanos. Esto no impedía que en numerosas ocasiones, como niña que era, no se diese cuenta de los muchos errores que cometía al querer entretenerse con sus hermanos sin reparar en las consecuencias. Cuenta su madre, María Ortiz, que un día se encontró a Marieta haciendo piruetas con su hermano pequeño, Jacinto, sin tener el más mínimo reparo en pensar lo que podría suceder en un descuido. Sin embargo, y en palabras de su madre, «siempre reaccionaba bien, se daba cuenta en seguida de que había hecho algo que no era lo correcto. Así que siempre estaba dispuesta a rectificar sin problemas».

A su hermano Jacinto le siguieron otros cuatro hermanos más: Carlos, Mª Antonia (Cuca), Arturo y Susana, con los que Rocío mantendría una estrecha relación a lo largo de toda su vida. Posteriormente algunos de ellos también le acompañarían a lo largo de su vida profesional, desempeñando diferentes roles dependiendo de las etapas artísticas de Rocío. Su hermana Susana, por ejemplo, le acompañaría hasta los últimos conciertos como integrante de sus coros. A lo largo de toda su vida Rocío Dúrcal ha manifestado públicamente la importancia que siempre tuvieron sus hermanos desde que era muy pequeña, y que si había algo que nunca cambiaría por nada del mundo, eran los buenos momentos que había vivido junto a todos ellos a lo largo de su existencia. Estaban siempre juntos y unidos.

Recuerda Rocío que su infancia, con sus hermanos, fue muy alegre y distendida, que cualquier cosa era motivo de fiesta y que disfrutaban con lo mínimo. Poco importaba que tuviese que compartir un colchón incómodo con alguna de sus hermanas, ya que el cariño y los afectos eran tan grandes que todo lo demás pasaba a un segundo plano: «En la intimidad del hogar siempre existía entre nosotros una complicidad increíble, y aunque a veces nos enfadábamos y nos peleábamos, supongo que como todos los hermanos, siempre acabábamos solucionando las cosas de la manera que fuese porque nunca podíamos estar tranquilos si estábamos enfadados». En unas declaraciones a la revista «Hola» afirmaba: «Hemos estado unidos desde el principio, para lo bueno y para lo malo, y lo mejor es que nos hemos divertido con cosas que para otras personas no supondrían nada de particular».

Pasear por el barrio, ir al cine o disfrutar con un buen cocido eran las actividades cotidianas que Marieta compartía con su familia, y que compaginaba con el colegio, al que curiosamente y desde pequeña, le encantaba asistir. Así es que estamos ante una familia trabajadora, que siempre vivió de puertas para adentro sin preocuparse de su imagen externa. Es necesario señalar que en el mismo barrio vivía prácticamente la totalidad de su familia, es decir, sus abuelos, su tía… que organizaban su vida estrechamente vinculados al núcleo familiar de Marieta. «Nos ayudábamos en todo, y cuando a alguien le pasaba algo positivo disfrutábamos como si nos hubiera pasado a nosotros mismos. Con el paso del tiempo me he dado cuenta de que no hay muchas familias así, y es una pena, porque cuando se comparten las cosas de la vida, buenas o malas, todo se lleva mucho mejor y tu existencia cobra otro sentido».

El abuelo paterno de Rocío, don Tomás, trabajaba en la institución sindical de «La Paloma» como conserje, y la familia vivió allí durante algún tiempo. Poco después se trasladaron a Valencia, cerca de Nazaret. Rocío guarda unos recuerdos imborrables de sus primeros años, en los que ya le tocó hacer de todo: «Ayudaba muchísimo en las labores del hogar. Sabía hacer de todo desde muy pequeña, y el sentido de la responsabilidad siempre lo tuve muy desarrollado. Era como la otra madre de mis hermanos, porque mamá no podía con todos nosotros». Todo esto impedía que Rocío asistiese con regularidad a las clases, puesto que no siempre se podían compaginar las cosas de una manera adecuada. Esta forma de desenvolver su vida en los primeros años hizo que su carácter se fuera formando fuerte y emprendedor, volviéndose una persona muy resolutiva y con capacidad para decidir. A todo esto había que sumar el apoyo que le daban sus padres, que se habían preocupado de inculcarle los principios básicos de conducta desde que tenía uso de razón.

Marieta era una niña inusualmente responsable y capaz de afrontar cualquier tipo de problema.

Solamente había algo que provocaba en ella un miedo irracional en sus años de infancia: el miedo a las tormentas. Era algo que no podía controlar hasta que pasaron muchos años y, según sus palabras, «era superior a mis fuerzas, y aunque sabía que no iba a pasar nada, mi miedo era atroz. Era algo irracional».

Rocío fue matriculada en el colegio del Sagrado Corazón de Jesús, una pequeña escuela que dependía de una comunidad religiosa de monjas y que tenía fama de ser bastante estricta. Al principio de su escolarización sus padres creyeron que la niña les originaría muchos problemas, puesto que Marieta estaba demasiado apegada a la vida familiar, y creían, por tanto, que tendría numerosas dificultades para integrarse normalmente en un colegio con un montón de niñas que desconocía.

A pesar de estos temores, la realidad fue bien distinta. Marieta demostró una gran ilusión por empezar en el colegio y, desde el primer día, llevó sus clases con un entusiasmo especial, propio de sus inmensas ganas por asimilar nuevos conocimientos y de descubrir las diferentes materias que tenía que estudiar.

Recuerdan sus padres, en diferentes declaraciones, que la noche anterior al primer día de colegio no pudo apenas dormir y que, por mucho que le pidieron que durmiera y que descansase tranquila, tuvo en pie a toda la casa desde las cuatro de la mañana. La emoción le impedía parar ni un solo instante quieta. Su madre recuerda: «Aquella noche fue una locura. La niña no paraba de moverse y de preguntar cosas, estaba emocionada pensando en su primer día de clase».

Las monjas de su colegio manifestaban que Marieta era una niña despierta, con disposición para las actividades artísticas y con un liderazgo que sobresalía entre sus compañeras, al tiempo que señalaban su carácter disciplinado y sus buenas aptitudes para la convivencia: «Era una niña que no creaba ningún tipo de problema, pero que ya apuntaba a que su destino no podía ser como el de cualquier otra compañera. Era una niña especial».

Fue en esos años cuando en el foro interno de Marieta se empiezan a formar y desarrollar sus inquietudes artísticas. Rocío ha confesado que ya en esos primeros años de colegio existía una vocación por llegar a ser actriz. Sin embargo, estos deseos los guardaba para sí misma, puesto que los veía absolutamente irrealizables. Su timidez, además, le impedía manifestar públicamente cuáles eran sus deseos reales para el futuro, que poco o nada tenían que ver con el de sus compañeras. A pesar de esto, sus inquietudes fueron poco a poco haciéndose más visibles y, en poco tiempo, Marieta mostró sus inclinaciones por el canto, que fueron siempre aplaudidas en el colegio y, como no, por parte de su abuelo don Tomás, que desde el principio creyó a ciegas en las posibilidades de su nieta y se convirtió en su primer seguidor.

Este comportamiento hizo que Marieta fuera muy popular entre sus compañeras, que le pedían incansablemente que les cantase canciones a la hora del recreo y cuando surgía cualquier posibilidad de poder hacerlo. A Marieta le encantaba todo lo que estaba viviendo y disfrutaba haciendo reír a sus compañeras con sus dotes interpretativas y las canciones que les cantaba, casi todas del repertorio de Lola Flores o Marifé de Triana. Esto no significa que, desde un principio, no fuera una niña envidiada por otras compañeras de carácter menos generoso y que, por injustificadas razones, no podían soportar su protagonismo. Así que ya entonces existían enfrentamientos, por supuesto, de carácter más o menos lúdico y que en muchas ocasiones terminaban en el despacho de las monjas.

De cualquier forma, las religiosas no podían dejar a un lado la simpatía que tenían por Marieta, que muy pronto se convertiría en la protagonista de las numerosas fiestas escolares que se celebraban con motivo de diferentes acontecimientos de la vida estudiantil. Sus padres estaban encantados con las dotes artísticas de su hija, y les hacían gracia los avances de la niña en las diferentes canciones que interpretaba en los espectáculos, pero en ningún momento se plantearon lanzarla de una manera seria al mundo artístico a pesar de los numerosos comentarios que existían a su alrededor.

Su abuelo, por el contrario, confiaba en el talento de su nieta, a la que veía pasarse las horas junto a la radio para aprenderse las canciones que entonces estaban de moda. Don Tomás se negaba a que ese arte que manifestaba Marieta no traspasase las cuatro paredes de la sala de estar. Rocío Dúrcal ha dicho siempre que sin la colaboración de su abuelo todo habría sido imposible. Decía que don Tomás había sido su primer admirador y que había creído en ella por encima de todos y de todo. En una de las últimas entrevistas concedidas por Rocío a la cadena COPE, en el año 2005, recordaba como de pequeña iba a buscarle al bar, donde solía jugar a las cartas, y su abuelo no dejaba de presumir de ella haciéndole subir, en múltiples ocasiones, a una mesa para cantar algunas canciones para sus compañeros de partida. Posteriormente, cuando don Tomás desapareció, Rocío lo recordó con emocionadas palabras en las que aludía a la pérdida irreparable que suponía la desaparición de su abuelo, afirmando una vez más, que lo había sido todo en su carrera y en su vida: «Nada hubiera sido igual sin él. Estoy muy triste».

En alguna ocasión su hija Carmen Morales la entrevistó para diferentes medios de comunicación, preguntándole reiteradamente por su época de infancia. En una de esas entrevistas se refería concretamente a la felicidad de aquellos años: «A menudo pienso que tuve una infancia feliz, porque yo siempre fui una niña alegre que disfrutaba con todo. De todas maneras, también existían momentos tristes, porque eso es lo normal. Las alegrías y las tristezas nos acompañan mientras vivimos. Sería absurdo querer pensar que hay etapas de felicidad plena. Es más, creo que el hombre, por su propia naturaleza, no puede ser plenamente feliz en un momento concreto, porque nada en la vida es perfecto. Ser feliz a todas horas, durante todos los días de tu vida, debe ser una lata ¿no?». Su hija Carmen sonreía mientras su madre se sinceraba sobre lo que ella pensaba que había sido su infancia.

JOSELITO Y MARISOL YA TRIUNFABAN

Corrían los años cincuenta y Marieta ya era testigo del triunfo de otros niños prodigio, que ya por aquel entonces habían saltado a la fama. Joselito triunfaba en la gran pantalla desde mediados de los cincuenta con títulos como «El pequeño ruiseñor», «Saeta del ruiseñor», «El ruiseñor de las cumbres» o «Escucha mi canción», que le habían catapultado al estrellato decía que con apenas ocho años… Rocío afirmó haber sido testigo de esos éxitos y de haber visto cada película que se estrenaba en los diferentes cines madrileños. Lo que no podía imaginarse es que pronto pasaría a ser competidora de Joselito con sus propias películas. José Jiménez, convertido en una gran estrella internacional, procedía también de una familia muy humilde, incluso mucho más que la de Rocío, y tuvo que sacar desde muy pequeño, y gracias a su arte, a todos los suyos adelante. En su caso, el paso de la niñez a la adolescencia y especialmente a la juventud, con el lógico cambio de voz, no fue acogido demasiado bien por el público y sus películas se fueron distanciando en el tiempo, lo mismo que sus actuaciones, aunque siempre ha sido un mito.

Su final artístico fue muy distinto al de Rocío, ya que nunca consiguió remontar su carrera. En numerosas ocasiones, cuando ha asistido a promocionar sus películas infantiles, ha afirmado que siempre admiró a Rocío Dúrcal por lo bien que había asimilado el éxito y el talento con el que había sabido llevar su carrera durante más de cuarenta años. Y es que Marieta, a diferencia de otros niños y adolescentes prodigio, supo reconducir su carrera y aprovechar lo mejor de sí misma en cada etapa. Era como una especie de Ave Fénix que se reinventaba a sí misma, siempre en las mejores condiciones y sabiendo adaptarse a lo que el público demandaba en cada momento sin ningún tipo de estridencias ni mutilaciones.

Lo más curioso de todo esto es que Rocío siempre disfrutó con cada uno de sus trabajos y de forma constante manifestó su deseo de emprender nuevas etapas, afrontar nuevos retos, ya que afirmaba que lo que de ninguna manera le gustaba era realizar siempre el mismo tipo de trabajo. Había que reinventarse a sí misma por encima de todo, sin perder, por otro lado, su esencia ni su sello.

A diferencia de otros niños prodigio como Conchita Goyanes, que en los últimos meses ha sido noticia por sus declaraciones acerca de los malos momentos vividos en su infancia, debido a los abusos y malos tratos que recibió cuando era una niña y trabajaba en televisión, Rocío nunca manifestó haberse sentido utilizada ni explotada por su descubridor, Luis Sanz, ni por las diferentes personas de las que dependió su carrera en sus primeros tiempos. Todo lo contrario, Marieta siempre se sintió querida y cuidada.

Marisol también fue otra niña prodigio que triunfó en medio mundo. Descubierta por la familia Goyanes a finales de los años cincuenta, rodó su primera película, «Un rayo de luz»,dirigida por Luis Lucia, en 1960. Es curioso que algunos de los hermanos de Marieta consideraran a Marisol como su ídolo infantil, sin pensar en ningún momento que su hermana, muy pronto, tendría una larga lista de admiradores que harían cualquier cosa por obtener un autógrafo suyo.

Marisol se convirtió en seguida en un ídolo infantil y juvenil, casi podríamos decir que en un icono.

Existía un mundo de objetos y publicaciones vinculados a su imagen. Al descubrir el filón que suponía explotar su imagen no dudaron en hacer todo tipo de álbumes, cromos, cuentos, tebeos, banderines, muñecas… En torno a ella se organizaron multitud de clubs de fans y publicaciones en las cuales se establecía un contacto directo con la artista, creando así una relación con el público sin precedentes hasta entonces. Todas las madres de España querían tener una hija rubia y con los ojos azules… como Marisol.

Mientras, ella permanecía alejada de la calle y de la vida de las niñas normales con las que soñaba jugar.

A diferencia de Joselito, Marisol sí consiguió traspasar la barrera de la adolescencia con éxito, embarcándose en nuevos proyectos cinematográficos, como «Marisol rumbo a Río», «La nueva Cenicienta»,

«Cabriola» o «Las cuatro bodas de Marisol», que la convirtieron en una atractiva adolescente a la que todas sus admiradoras querían imitar, creando un estilo que por su personalidad resultaba innovador para la época. Más adelante sus productores intentarían una proyección más internacional con otros títulos que, por otra parte, explotaban su imagen más sensual. Los resultados no fueron los esperados y su carrera dio un giro hacia la canción, interpretando otro tipo de películas que poco o nada tenían que ver con las que le habían convertido en un mito. Sin embargo, esto no significa que no interpretara importantes personajes en series de televisión como «Mariana Pineda», o en películas como «Los días del pasado »de Mario Camus o «Caso cerrado».

A pesar de todo esto, a los treinta y siete años, Marisol, ya convertida en Pepa Flores, quiso apartarse voluntariamente del mundo del espectáculo. A partir de entonces se ha mantenido prácticamente al margen de todo lo que había sido su carrera, declinando todas las propuestas multimillonarias para un posible regreso al cine o a la canción. Solamente la amistad, en estos últimos años, la ha llevado a grabar una canción con su íntima amiga Aurora Guirado como colaboración especial con ella por una promesa que le había hecho de niña. Sus salidas públicas han sido también muy escasas por ese deseo incesante de permanecer en el anonimato. Hemos podido verla, en alguna ocasión, acompañada por su amigo el pintor malagueño Antonio Montiel, en la presentación de alguna de las exposiciones dedicadas a ella. También, cuando se le concedió el galardón de «Malagueña del siglo XXI», que finalmente recibió en su ciudad natal.

Tal fue la repercusión que tuvo la figura de esta artista que, después de 35 años alejada de la pantalla y de la canción, su mito sigue vigente incluso para las nuevas generaciones que siguen conociendo sus películas y que forman parte activa de sus numerosas páginas en internet. El año pasado se le concedió El Goya de honor por toda su carrera cinematográfica que nunca fue a recoger.

Rocío Dúrcal entablaría, en sus primeros años de carrera, una buena amistad con Marisol y, aunque después no se verían mucho por los numerosos compromisos profesionales de ambas, siempre han confesado que se telefoneaban continuamente para estar al tanto de sus cosas. En diferentes revistas de la época aparecen fotografiadas juntas en diversas fiestas y actos sociales, poniendo de manifiesto la buena relación que ambas se profesaban a pesar de los deseos que muchos tenían de enfrentarlas.

Marisol y Rocío Dúrcal nunca fueron rivales, porque aunque es cierto que compartían registros similares, también lo es que sus estilos eran radicalmente opuestos. Podríamos decir que Marisol había sido concebida por sus descubridores como la réplica de Joselito en femenino, bajo los parámetros de la estrella infantil norteamericana Shirley Temple. Rocío Dúrcal, descubierta en su adolescencia, seguiría más una línea iniciada en los años 30 por la estrella cinematográfica Deanna Durbin, que convulsionó a toda la sociedad americana con sus dotes interpretativas y sus aptitudes para el canto. Después analizaremos el paralelismo entre algunas de sus películas, evidenciando que existen muchas semejanzas con la imagen y las películas de Rocío. Así pues, podemos concluir que Rocío Dúrcal y Marisol siguieron trayectorias distintas en lo que se refiere a sus carreras profesionales, aunque sí es cierto que su proyección social fue, en ambos casos, más o menos similar.

UNA ESPAÑA QUE RENACE

Después de los difíciles años de posguerra que se prolongaron durante los años 40 hasta bien entrados los 50, España empieza a experimentar un giro económico y social que se puede percibir en todos los ámbitos de la sociedad del momento. El régimen del general Franco comienza a abrir la mano y a realizar algunas concesiones, lo que hace que la convivencia entre las dos españas, que todavía mantienen unos intereses y perfiles antagónicos y que son reiteradamente ignorados por el régimen, se relaje. Las diferentes manifestaciones artísticas y el cine reciben numerosos apoyos del estado, lo que repercute de manera muy positiva en la industria. Directores como José Luis Sáenz de Heredia asumen un importante protagonismo firmando muchas de las producciones que se realizaban en aquellos años. También había espacio para otros directores más aperturistas como Bardem o Berlanga. Podemos decir que en España se vive un renacer cultural que tiene una proyección muy positiva en la sociedad del momento.

Es evidente que la censura jugaba un importante papel en aquellos años. Sin embargo, y a pesar de que, evidentemente, es cierto que ponía muchas limitaciones a la creación, también lo es que agudizaba el ingenio y contribuía a que existiera una doble lectura de los textos y mensajes que se utilizaban a nivel cinematográfico. Tampoco podemos negar, a su vez, la existencia de multitud de «novelitas rosas edulcoradas» absolutamente intrascendentes y carentes de toda sustancia y arte pero que distraían a algunos de sus vidas mediocres y taciturnas.

De cualquier forma, la sociedad española tiene ganas de divertirse y de olvidar el pasado, quiere establecer una manera de relacionarse cordial y despreocupada, comenzando a vivir un nuevo «carpe diem». La iglesia continúa jugando un importante papel, pero su influencia es cada vez menor en las nuevas generaciones. Los velos ya no se utilizan en misa, aparece la mini-falda, la televisión irrumpe en casa de los españoles… Se abre una enorme ventana al mundo y las perspectivas que se establecen son muy distintas. Entramos en una renovada etapa de la información en la que se establecen nuevos criterios y cuyos reflejos se perciben en las nuevas conductas que, poco a poco, van calando en la sociedad.

Así pues, el candor, la juventud, el desenfado y la alegría que transmitían figuras como Rocío Dúrcal, son bien recibidas por aquella sociedad esperanzada. Una sociedad que aprovechaba cualquier oportunidad para coger el tranvía de un entretenimiento más despreocupado.

Capítulo II. Nace una estrella (JOSÉ LUIS URIBARRI)

Poco a poco Marieta se fue convirtiendo en una preciosa adolescente de trece o catorce años que tenía hipnotizados a muchos de los que la conocían. Hemos podido contactar con una de las chicas que la conoció en su barrio madrileño por aquellos años, Maite González, que nos ha hablado del dulce carácter del que hacía gala Rocío, destacando su estilo personal y la amabilidad que tenía con todos los que la rodeaban. Era según sus palabras una adolescente que tenía un sello propio.

Sus dotes artísticas, cada día, eran también mayores, y su abuelo, don Tomás, intentaba promocionarla todo lo que podía. Todo esto bajo la atenta mirada de sus padres, que no veían con demasiados buenos ojos que aquellas inclinaciones artísticas se llevasen adelante. En definitiva, Marieta continuaba con sus ilusiones y la complicidad con su abuelo iba en aumento.

Sin embargo, fue en aquel momento cuando Marieta comenzó a trabajar como auxiliar de peluquería en el barrio, puesto que la economía familiar continuaba siendo precaria y cualquier inyección económica era absolutamente necesaria. A medida que sus hermanos crecían los gastos eran mayores y había que contribuir como fuese para poder salir adelante en la economía familiar. En el trabajo, su carácter abierto y alegre la hizo congeniar con sus compañeras y con muchas de las clientas a las que atendía. Y es que este ha sido otro de los dones que Rocío poseía, saber llegar a la gente, establecer unos lazos afectivos que después supo llevar a los escenarios pasando batería.

Su abuelo entonces decidió promocionarla del todo y llevarla a algunos concursos radiofónicos, aquellos que por aquel entonces eran tan populares. Generalmente Marieta concursaba en el apartado de «canción española», quedando siempre finalista o ganando el primer premio. Su primer premio en la radio fue, curiosamente, un bote de Coca-cola y cien pesetas. En estos concursos llegó a coincidir con otro de los mitos musicales del panorama artístico español, Raphael, que siempre decía: «si viene Angelines lo vamos a tener difícil». Allí surgió la amistad entre ambos que posteriormente cultivarían a través de los años, hasta la desaparición de Rocío. En esos concursos para cantantes noveles, Marieta jugaba a ser artista y era muy feliz.

Sus padres seguían siendo reacios a todo aquello, por lo que en alguna ocasión Marieta y su abuelo asistieron a los concursos de manera secreta manteniendo al margen al resto de la familia de la niña. El padre de Rocío afirmaría, después de que hubiera triunfado, que le preocupaba meterle a su hija «tantos pájaros en la cabeza, porque de fantasías no se vive».

Los estudios de grabación de las emisoras y los diferentes escenarios, comenzaron a hacerse familiares para ella. Las pruebas comenzaban a ser un reto, sintiendo cada vez más deseos de acudir a otros concursos para poder demostrar su talento. Don Tomás avivaba el fuego y despejaba cualquier tipo de dudas que le pudieran surgir a Marieta. En algún momento Rocío afirmaría, posteriormente, que tenía muchas dudas sobre si todo aquello merecería la pena, pero solo eran unos instantes que en seguida pasaban al olvido.

José Luis Uribarri, al que he querido tanto, fue uno de los primeros profesionales que tuvo contacto con Marieta. Su talento artístico no pasó desapercibido para él.

José Aguilar.- ¿En qué momento conociste a Marieta?

José Luis Uribarri.- Conocí a Mª Ángeles de las Heras a finales de los años cincuenta, cuando era una niñita. Tengo que decir que era una auténtica monada, y que ya por aquel entonces tenía un gran talento. En aquellos años yo ya había trabajado en Radio Juventud de España y comenzaba a hacerlo para Radio Televisión Española. Por aquel entonces presentaba un programa de radio de tres horas los domingos, en la REM (Red de Emisoras de Movimiento) gracias a una empresa de publicidad que se llamaba «Hijos de Valeriano Pérez» y patrocinado por «flan chino, El Mandarín», y que se llamaba

«Lo mejor del barrio», para artistas noveles. Lo presentaba con un hombre de la época, que venía de Colombia, Francisco Garzón Garcés, al que recuerdo con mucho cariño, porque yo era un crío y él tenía mucha experiencia. Yo era el animador y él el presentador serio. Se retransmitía desde el cine «Salamanca», en Conde de Peñalver. Aquello, los domingos, era un hervidero… Te cuento todo esto porque allí conocí, con orquesta y cara al público, a Mª Ángeles de las Heras…

J.A.- ¿Iba acompañada en esos momentos de su abuelo?

J.L.- Sí, por supuesto. Su abuelo la acompañaba a todo, porque sus padres no estaban mucho por la labor, y su abuelito creía en ella «a pies juntillas». Decía «mi nieta es una maravilla y tenéis que escucharla».

Yo en aquella época ya me creía lo máximo, imagínate. Pero aquella niña no era una concursante como las demás y llamó mi atención. Recuerdo perfectamente que se presentó, que actuó, llegó a la final…eso sí, solo cantó dentro del apartado de «canción española». Tenía un timbre de voz angelical, una imagen preciosa con la cara redondita y por supuesto, era la más guapa de todas las que se habían visto por allí. Y en «canción española» rompió. Tanto fue así que tiempo después yo propuse a Televisión Española llevarla a concurso, porque realmente pensaba que tendría posibilidades y que probablemente tendría además una buena fotogenia para la cámara. Me acuerdo que el productor era Enrique Monix, yo le dije que tenía una niña en la radio que merecía estar en el programa, y que como de canción española estábamos flojos sería perfecta. También recuerdo que, como Rocío era menor y tenía quince años, tuvimos que falsearle la edad. En el programa la llamaban «la sobrina de Uribarri», porque yo la protegía mucho y estaba muy pendiente de ella. En aquel primer programa, no recuerdo bien si se llamaba «Salto a la fama» o «Primer aplauso», Marieta lo hizo fenomenal.

J.A.- ¿Fue entonces cuando te llamó Luis Sanz?

J.L.- No me llamó a mí directamente. Al tercer programa que llegaba a la final me dijo Enrique Monix que le había llamado un productor de cine llamado Luis Sanz, y que estaba muy interesado en la niña. He de confesarte que Mª de los Ángeles era deliciosa, monísima, un encanto… de hecho yo me enamoré de ella, porque era un cielo de criatura. Si yo no llego a tener ocho años más que ella en aquella época, yo te aseguro que no la dejaba escapar tan fácilmente. A mí me chiflaba, así que la ayudé, y no solo porque tuviera un gran talento, sino porque me encantaba estar con ella. Lo que más rabia me daba es que fuera tan cría, hasta el punto de tener remordimientos por el hecho de gustarme tanto.

Así que Enrique me dijo que Luis quería que protagonizara una película, si es que las pruebas de cámara salían bien. Como Rocío era «mi protegida», me puse en contacto con Luis Sanz y hablamos.

J.A.- ¿Fue todo así de fácil?

J.L.- Sí, todo ocurrió de manera natural y como rodado. Ya sabes que en el mundo artístico todo es muy fácil o muy difícil. Y en este caso Marieta estaba tocada por la varita mágica. Recuerdo que le dije a Luis que la niña era una monada, y que al único que conocía de la familia era al abuelo, que era el que le acompañaba a los ensayos. Él me pidió los datos de la familia porque le interesaba ponerse en contacto rápidamente con ellos, ya que podía tener un proyecto inmediato para ella. Yo le dije que me hacía realmente «polvo», porque pensaba que podía ganar y tener un gran futuro en la canción española. De todas formas, le dije que si su proyecto era tan importante e iba a ser fundamental para ella, yo no tenía ningún problema en que lo hiciera. Hablé con los padres para decirles que les iba a llamar Luis Sanz, porque tenía un proyecto muy importante que podría protagonizarlo su hija. Ellos se mostraron bastante reacios a hablar con Luis, pero finalmente les convencí diciéndoles que había que arriesgarse en esta ocasión, que no todo lo malo estaba en el cine y que a lo mejor su futuro estaba delante de una cámara. Les tranquilicé diciéndoles que seguramente podrían acompañarla a los rodajes y estar pendiente de ella en todo momento. Al final vieron a Luis y este les convenció, primero porque tenía muy buenas intenciones, y segundo porque tenía las cosas muy claras y sabía lo que quería.

J.A.- Rocío rodó «Canción de juventud». ¿Recuerdas qué impacto tuvo?

J.L.- Aquello fue un gran «pelotazo», y el éxito de la cinta superó cualquier tipo de expectativa. Rocío, en muy poco tiempo, se convirtió en una auténtica estrella con muchos seguidores entre la juventud del momento. Confieso que me sorprendió que aquella niña pasara de «la nada» a ser una artista con tanta proyección, pero nuestro mundo es mágico, y esas cosas a veces ocurren. Luis Sanz se volcó en ella, y vio la cantidad de posibilidades que tenía la ya, por aquel entonces, Rocío Dúrcal. Además hizo también un poco de padre, estuvo al tanto de todo. Se preocupó que recibiera clases de todo tipo y fue un auténtico «Pigmalión» para ella. Él inventó a Rocío Dúrcal, partiendo de ese material maravilloso que era Marieta.

J.A.- Es decir, que Luis Sanz sabía lo que hacía cuando contrató en exclusiva a Marieta.

J.L.- Por supuesto. Luis Sanz siempre ha sido una persona muy inteligente y con mucha visión de las cosas, tú lo sabes mejor que nadie. Él sabía que Marieta era un caballo ganador, y aunque es cierto que apostó fuerte, el valor era seguro.

J.A.- ¿En aquellos años Rocío pasó a ser competencia directa de Marisol?

J.L.- No. Marisol era mucho más niña y encarnaba el prototipo de niña prodigio. Rocío era una adolescente prodigio con unas posibilidades diferentes a las de Marisol. Ten en cuenta que Luis Sanz le cambió un poco el estilo, y aunque siguió cantando canción española, también le hizo cantar otro tipo de canciones de registro muy diferente. Tampoco podemos olvidar que Augusto Algueró fue el compositor de las primeras bandas sonoras de sus películas, y que compuso para ella temas pop que tuvieron una gran repercusión entre la juventud del momento.

J.A.- A nivel musical, ¿crees que existía un paralelismo entre Rocío Dúrcal y Deanna Durbin?

J.L.- Probablemente sí. Desde luego las dos encarnaban el mismo prototipo de adolescente angelical que canta maravillosamente. Es probable que Luis Sanz siguiera esa línea, porque fuera conocedor de la trayectoria de Deanna y le gustase especialmente. Lo único que sucede es que Deanna triunfó en Hollywood en los años treinta, y Rocío lo hizo en España primero, tres décadas después.

J.A.- Esos sentimientos que antes me comentabas que sentías hacia ella, ¿eran correspondidos?

J.L.- Me atrevo a decir que sí. Yo le hice entender a Marieta que ella era demasiado niña, y que resultaba imposible establecer cualquier tipo de vínculo amoroso entre nosotros. Creo que le dejé las cosas muy claras, con todo el dolor de mi corazón. Ella ha llegado a decir, muchos años después, sentada en una butaca de maquillaje de televisión, que los dos habíamos estado enamorados cuando éramos unos críos.

J.A.- ¿Estuviste pendiente de ella? ¿Seguiste su trayectoria?

J.L.- Hombre, yo la seguí en la medida de lo posible. Puedo decirte que no me perdí ninguna de sus películas y que estaba al tanto de cualquier cosa que salía al mercado relacionada con ella. Pero en esos años dejamos de tener contacto porque ella pasó a tener muchos compromisos profesionales que le dejaban muy poco tiempo libre. Por otro lado, yo también tenía una intensa carrera con una agenda repleta. Yo siempre deseé lo mejor para ella. Cada triunfo suyo era, en cierta medida, como algo mío, porque había creído en ella desde el principio.

J.A.- En algunas de sus películas, como «Buenos días condesita», Rocío llegó a cantar ópera. ¿Crees que su vozse desaprovechó?

J.L.- No lo se. Pienso que no. Ella tenía un registro de voz que le permitía cantar cosas muy diferentes. No se si en Zarzuela podría haber llegado a hacer algo, pero la verdad es que no se puede tener una carrera más exitosa. Con Juan Gabriel consiguió un gran impacto internacional cantando rancheras, y las ventas de discos se dispararon hasta el infinito. Su extensión de voz era inaudita, y encima le acompañaba un físico magnífico.

J.A.- En esa época dorada, ¿asistía a tus programas musicales?

J.L.- Sí. Ella siempre vino a los programas en los que yo estaba, pero todo se hacía ya a través de Luis Sanz.