San Luis Potosí - María Isabel Monroy Castillo - E-Book

San Luis Potosí E-Book

María Isabel Monroy Castillo

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Beschreibung

Obra que a pesar de su brevedad nos deja con un vasto conocimiento de la historia de San Luis Potosí. Desde los asentamientos que en la región realizaron hombres nómadas hasta el San Luis Potosí que hoy se conoce, dividido entre una tradición católica y una liberal. Con una prosa fluida y muy accesible, entramos en contacto con la historia de uno de los estados más singulares de la república mexicana.

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MARÍA ISABEL MONROY CASTILLO. Doctora en ciencias sociales con especialidad en historia, miembro del Sistema Nacional de Investigadores, directora del Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí entre 1982 y 1995, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, cronista del municipio de San Luis Potosí y actualmente presidenta de El Colegio de San Luis, centro de investigación adscrito al Sistema de Centros Públicos de Investigación Conacyt. Es autora de numerosas publicaciones, entre las que se encuentran San Luis Potosí. Patrimonio natural y cultural, en coautoría con Luz Carregha Lamadrid (2006), Ponciano Arriaga. La formación de un liberal, 1811-1847, en coautoría con Sergio Cañedo Gamboa (2008), e Independencia y Revolución. Una mirada a San Luis Potosí (2010).

TOMÁS CALVILLO UNNA. Doctor en ciencias sociales por el CIESAS-Occidente, con estudios de maestría en historia por la Universidad Iberoamericana. Actualmente realiza un proyecto sobre la inversión estadunidense en San Luis Potosí durante la conformación del poder político regional en la década de 1920. Entre sus publicaciones se encuentra Historia regional de San Luis Potosí. Perfil socioeconómico, en coautoría con María Isabel Monroy Castillo (2000); participó además en la obra coordinada por Jorge Regalado Santillán, Política y acciones colectivas en el Occidente de México (2000), con el ensayo “Fuerza y debilidad de un movimiento político: el navismo en San Luis Potosí”.

SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA

Fideicomiso Historia de las Américas

Serie HISTORIAS BREVES

Dirección académica editorial: ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

Coordinación editorial: YOVANA CELAYA NÁNDEZ

SAN LUIS POTOSÍ

MARÍA ISABEL MONROY CASTILLO TOMÁS CALVILLO UNNA  

San Luis Potosí

HISTORIA BREVE

EL COLEGIO DE MÉXICO FIDEICOMISO HISTORIA DE LAS AMÉRICAS FONDO  DE  CULTURA  ECONÓMICA

Primera edición, 2010 Segunda edición, 2011 Tercera edición, 2015 Primera edición electrónica, 2016

Diseño de portada: Laura Esponda Aguilar

D. R. © 2010, Fideicomiso Historia de las Américas D. R. © 2010, El Colegio de México Camino al Ajusco, 20; 10740 Ciudad de México

D. R. © 2010, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

Comentarios:[email protected] Tel. (55) 5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-4068-0 (ePub)

Hecho en México - Made in Mexico

PREÁMBULO

LAS HISTORIAS BREVES de la República Mexicana representan un esfuerzo colectivo de colegas y amigos. Hace unos años nos propusimos exponer, por orden temático y cronológico, los grandes momentos de la historia de cada entidad; explicar su geografía y su historia: el mundo prehispánico, el colonial, los siglos XIX y XX y aun el primer decenio del siglo XXI. Se realizó una investigación iconográfica amplia —que acompaña cada libro— y se hizo hincapié en destacar los rasgos que identifican a los distintos territorios que componen la actual República. Pero ¿cómo explicar el hecho de que a través del tiempo se mantuviera unido lo que fue Mesoamérica, el reino de la Nueva España y el actual México como república soberana?

El elemento esencial que caracteriza a las 31 entidades federativas es el cimiento mesoamericano, una trama en la que destacan ciertos elementos, por ejemplo, una particular capacidad para ordenar los territorios y las sociedades, o el papel de las ciudades como goznes del mundo mesoamericano. Teotihuacan fue sin duda el centro gravitacional, sin que esto signifique que restemos importancia al papel y a la autonomía de ciudades tan extremas como Paquimé, al norte; Tikal y Calakmul, al sureste; Cacaxtla y Tajín, en el oriente, y el reino purépecha michoacano en el occidente: ciudades extremas que se interconectan con otras intermedias igualmente importantes. Ciencia, religión, conocimientos, bienes de intercambio fluyeron a lo largo y ancho de Mesoamérica mediante redes de ciudades.

Cuando los conquistadores españoles llegaron, la trama social y política india era vigorosa; sólo así se explica el establecimiento de alianzas entre algunos señores indios y los invasores. Estas alianzas y los derechos que esos señoríos indios obtuvieron de la Corona española dieron vida a una de las experiencias históricas más complejas: un Nuevo Mundo, ni español ni indio, sino propiamente mexicano. El matrimonio entre indios, españoles, criollos y africanos generó un México con modulaciones interétnicas regionales, que perduran hasta hoy y que se fortalecen y expanden de México a Estados Unidos y aun hasta Alaska.

Usos y costumbres indios se entreveran con tres siglos de Colonia, diferenciados según los territorios; todo ello le da características específicas a cada región mexicana. Hasta el día de hoy pervive una cultura mestiza compuesta por ritos, cultura, alimentos, santoral, música, instrumentos, vestimenta, habitación, concepciones y modos de ser que son el resultado de la mezcla de dos culturas totalmente diferentes. Las modalidades de lo mexicano, sus variantes, ocurren en buena medida por las distancias y formas sociales que se adecuan y adaptan a las condiciones y necesidades de cada región.

Las ciudades, tanto en el periodo prehispánico y colonial como en el presente mexicano, son los nodos organizadores de la vida social, y entre ellas destaca de manera primordial, por haber desempeñado siempre una centralidad particular nunca cedida, la primigenia Tenochtitlan, la noble y soberana Ciudad de México, cabeza de ciudades. Esta centralidad explica en gran parte el que fuera reconocida por todas las cabeceras regionales como la capital del naciente Estado soberano en 1821. Conocer cómo se desenvolvieron las provincias es fundamental para comprender cómo se superaron retos y desafíos y convergieron 31 entidades para conformar el Estado federal de 1824.

El éxito de mantener unidas las antiguas provincias de la Nueva España fue un logro mayor, y se obtuvo gracias a que la representación política de cada territorio aceptó y respetó la diversidad regional al unirse bajo una forma nueva de organización: la federal, que exigió ajustes y reformas hasta su triunfo durante la República Restaurada, en 1867.

La segunda mitad del siglo XIX marca la nueva relación entre la federación y los estados, que se afirma mediante la Constitución de 1857 y políticas manifiestas en una gran obra pública y social, con una especial atención a la educación y a la extensión de la justicia federal a lo largo del territorio nacional. Durante los siglos XIX y XX se da una gran interacción entre los estados y la federación; se interiorizan las experiencias vividas, la idea de nación mexicana, de defensa de su soberanía, de la universalidad de los derechos políticos y, con la Constitución de 1917, la extensión de los derechos sociales a todos los habitantes de la República.

En el curso de estos dos últimos siglos nos hemos sentido mexicanos, y hemos preservado igualmente nuestra identidad estatal; ésta nos ha permitido defendernos y moderar las arbitrariedades del excesivo poder que eventualmente pudiera ejercer el gobierno federal.

Mi agradecimiento a la Secretaría de Educación Pública, por el apoyo recibido para la realización de esta obra. A Joaquín Díez-Canedo, Consuelo Sáizar, Miguel de la Madrid y a todo el equipo de esa gran editorial que es el Fondo de Cultura Económica. Quiero agradecer y reconocer también la valiosa ayuda en materia iconográfica de Rosa Casanova y, en particular, el incesante y entusiasta apoyo de Yovana Celaya, Laura Villanueva, Miriam Teodoro González y Alejandra García. Mi institución, El Colegio de México, y su presidente, Javier Garciadiego, han sido soportes fundamentales.

Sólo falta la aceptación del público lector, en quien espero infundir una mayor comprensión del México que hoy vivimos, para que pueda apreciar los logros alcanzados en más de cinco siglos de historia.

ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ

Presidenta y fundadora delFideicomiso Historia de las Américas

 

I. SAN LUIS POTOSÍ: TRAZOS DE SU TERRITORIO

RASGOS GENERALES

LOS TRAZOS DE LA GEOGRAFÍA POTOSINA no sólo están presentes en la vida cotidiana de sus habitantes, en su historia, sus costumbres, sus formas de trabajo, sus organizaciones económicas, sociales, culturales y políticas; también nos permiten descubrir la trama que ha sido inherente y, hasta cierto punto, determinante en la conformación del carácter de un pueblo.

Por su ubicación, la región que actualmente llamamos San Luis Potosí ha sido y sigue siendo el centro de múltiples enlaces entre el sur y el norte del país, así como un paso obligado del Golfo de México hacia el interior. Se localiza en la parte centro-oriente del territorio de la República Mexicana; sus coordenadas geográficas son: 24° 32’ de latitud norte en su extremo septentrional y 21° l0’, al sur; en su extremo oriental, 98° 20’, y al oeste 102° 18’, de longitud oeste. San Luis Potosí es la entidad de la República que colinda con más estados: al norte, con los de Nuevo León y Coahuila; al noreste, con Tamaulipas; al sureste, con Veracruz; al sur, con Hidalgo, Querétaro y Guanajuato; al suroeste con Jalisco, y al oeste con Zacatecas.

En el mapa, su forma irregular semeja una “ele” mayúscula. En cuanto a su relieve geográfico, Octaviano Cabrera Ipiña ha descrito el territorio de San Luis Potosí como “una ancha y enorme escalera que, arrancando desde la planicie cálida y boscosa del Golfo de México, subiera hasta la fresca y calva cumbre del Altiplano”. La totalidad de su territorio suma 60 983 km2, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en su Marco Geoestadístico Municipal, II Conteo de Población y Vivienda de los Estados Unidos Mexicanos, 2005, y representa 3.2% de la superficie del país.

San Luis Potosí se conforma por tres regiones naturales, cada una con elementos distintivos: las llamamos Región del Altiplano, Región Media y Región Huasteca. La más grande es la Región del Altiplano; por esta razón, para facilitar su estudio y administración, recientemente se dividió en dos regiones: la del Altiplano y la de San Luis.

Existen en la actualidad 58 municipios en el estado. En la Región del Altiplano se localizan 26; en la Región Media hay 13, y los 19 restantes corresponden a la Región Huasteca.

La población total del estado, de acuerdo con el Conteo de Población y Vivienda 2005, es de 2’410 000 habitantes. Más de 50% se concentra en la zona urbana de la Región de San Luis, en la capital del estado. Se calcula una población hablante de lenguas indígenas de 12%, que se distribuye con mayor o menor concentración en la Huasteca y en la Región Media.

Entre la selva y el desierto hay una diferencia de altitud de cerca de 2 000 metros. En esta pendiente escalonada que los separa se expresan, no sólo climas y horizontes distintos, sino también rasgos ecológicos y culturales bien diferenciados.

OROGRAFÍA

El Altiplano

Las Llanuras del Salado caracterizan a una región de la parte norte de la altiplanicie mexicana que ocupa un área de 101 880 km2 y abarca parte de los estados de Zacatecas, Coahuila y San Luis Potosí. En nuestro estado se localizan algunos de los sistemas orográficos de esa amplia región: al norte, las sierras de Charcas, de Catorce, de Guadalcázar, del Coro o Ypoa y de San Pedro Naola; en el sur, las sierras del Peñón Blanco, de Ahualulco y de San Miguelito. En la parte occidental están las sierras del Sabino y de la Ballena, esta última en los límites con Zacatecas.

Los sistemas orográficos del Altiplano y sus colindancias con la Región Media, por su origen geológico y su estructura predominante, forman una provincia fisiográfica. Representan el grupo orográfico más importante del estado, después de la Sierra Madre Oriental.

MAPA I.1. Orografía de San Luis Potosí

FUENTE: CGSNEGI Carta topográfica 1: 1’000 000.

Carta topográfica 1: 50 000.

Tienen como base, en el sur, las estructuras ígneas derivadas del sistema llamado Sierra Gorda, en donde destacan las serranías de Santa María del Río y de Zaragoza, y las del sur, sureste y suroeste de la cuenca del Río Verde.

También en el sur, de estructura ígnea, sobresale el sistema Sierra de San Luis, que se inicia en Villa de Reyes y toma diferentes denominaciones locales, como sierras de Xale, de Bernal y de San Miguelito, y rumbo al norte, las sierras de Escalerillas —hasta Mexquitic—, de Ahualulco, de Moctezuma, de Venado y de Charcas. La Sierra de Ahualulco forma un pliegue que se separa del anterior y se localiza entre los pueblos de Ahualulco, Bocas, Moctezuma y Santa Gertrudis. Lo mismo sucede con las sierras del Salteador, de Venado y de Charcas.

La Sierra de Álvarez y las serranías que le suceden hacia el norte forman el macizo montañoso que separa al Altiplano propiamente dicho —que comprende en su mayor parte El Salado, con una altura media de 2 000 metros sobre el nivel del mar (msnm)— de las llanuras que forman la cuenca del Río Verde, en la Región Media, cuya altitud es de 900 a 1000 msnm. La Sierra de Catorce es la que cuenta con los picos más altos de San Luis Potosí, que sobrepasan los 3 000 msnm.

La Región Media

Las llanuras de la cuenca del Río Verde están limitadas por numerosas serranías: al oeste, por las sierras de Álvarez y de Huaxcamá; al noroeste; por las estribaciones de la Sierra de Guadalcázar; al norte por el Cerro Veteado; al este, por las estribaciones de la Sierra Madre Oriental, y al sureste, sur y suroeste, por las derivaciones de la Sierra Gorda. La cuenca tiene una extensión aproximada de 2 000 km2 y es de origen lacustre. Estas llanuras son atravesadas por el cauce principal del Río Verde.

 

MAPA I.2. Corrientes y cuerpos de agua de San Luis Potosí

FUENTE: CGSNEGI Carta hidrológica aguas superficiales, 1: 1’000 000.

Carta topográfica 1: 250 000.

La Huasteca

La Sierra Madre Oriental, que influye en el clima de gran parte del territorio potosino, atraviesa el estado en la porción oriental con dirección sureste-noroeste, sobre los municipios de Tamazunchale, Matlapa, Xilitla, Aquismón, Santa Catarina, Lagunillas, Tamasopo, Ciudad Valles, Rayón, Cárdenas y Ciudad del Maíz. Sus mayores alturas las alcanza en las serranías de Xilitla, con cerca de 3 000 msnm; su anchura varía entre 60 y 80 km. En muchos casos, su desnivel hacia el oeste no llega a los 500 m. De su parte oriental se desprenden, a su vez, otros tres pliegues que forman los valles de El Naranjo, del Río Mesillas y de Oxitipa. En las estribaciones de esta sierra, cerca de Aquismón, se localiza una de las fallas más profundas del mundo, conocida como el Sótano de las Golondrinas.

La planicie costera se inicia después de una faja de transición entre la Sierra Madre Oriental y la vertiente del Golfo de México. Es una franja irregular —angosta en el sur y más ancha hacia el norte— que se extiende desde el norte de San Martín hasta el municipio de Tamuín. Abarca también parte de los municipios de Tanquián, Tanlajás, Ciudad Valles, El Ébano, Tampamolón, San Antonio, Tampacán y San Vicente Tancuayalab. Tras la Sierra del Abra de Tanchipa se extiende la llanura de la costa con algunas pequeñas elevaciones.

HIDROGRAFÍA

La hidrografía en la Región del Altiplano está formada por un conjunto de cuencas cerradas. Corrientes de temporal, mantos subterráneos y algunos manantiales constituyen la cuenca cerrada de El Salado. En la Región Media se encuentran manantiales, cuencas cerradas y, de mayor importancia, los sistemas hidrológicos de las cuencas del Río Verde y del Río Alaquines. En la Huasteca se localizan los recursos hidráulicos más abundantes del estado: arroyos de caudal permanente, gran cantidad de manantiales, lagunas y la cuenca del Río Pánuco, una de las más importantes del país.

CLIMA

En el estado de San Luis Potosí existen tres zonas generales de climas: seco, tropical lluvioso y templado. La zona de clima seco comprende toda la altiplanicie, las llanuras de la cuenca del Río Verde y el corredor eólico de la Sierra Madre Oriental; el clima tropical lluvioso se encuentra en el declive este de la Sierra Madre Oriental y en la planicie costera, en territorio de los municipios de Ciudad Valles, San Vicente Tancuayalab, Tamuín y El Ébano, y el clima templado, en la Sierra Madre Oriental, en los municipios de Ciudad del Maíz y Lagunillas y en la Sierra de Álvarez. Tienen también clima templado los municipios de San Ciro de Acosta, Tamasopo y Xilitla, algunos sitios de la Sierra de Guadalcázar y de las serranías de Zaragoza y Santa María del Río, el sur de la Sierra de Catorce y la parte media de la Sierra de San Miguelito.

FLORA Y FAUNA

Así como los climas, la flora y la fauna del estado se encuentran determinadas por los suelos, la altitud y los recursos acuíferos. De acuerdo con los análisis realizados por Jerzy Rzedowski, la flora de San Luis Potosí puede estudiarse bajo las siguientes categorías:

1) Bosque tropical perennifolio. Siempre cubierto de follaje, se localiza en el este y extremo sureste del estado, en el lado de barlovento de la Sierra Madre Oriental, a una altura de entre 500 y 800 metros sobre el nivel del mar.

2) Bosque tropical deciduo. Este bosque es el que en alguna estación del año deja caer su follaje. Se le halla en los declives orientales inferiores de la Sierra Madre Oriental, entre San Martín Chalchicuautla y Ciudad Valles, Tamasopo y El Naranjo, y se sitúa en alturas que oscilan entre 50 y 500 msnm.

3) Bosque espinoso. Ocupa la región correspondiente a la llanura costera. Se encuentra a una altura de entre 20 y 150 msnm. Este bosque se conserva mejor en los municipios de Tamuín y San Vicente Tancuayalab.

 

MAPA 1.3. Climas de San Luis Potosí

FUENTE: CGSNEGI Carta de climas, 1: 1’000 000.

4) Bosque deciduo templado. Se localiza en la vertiente este de la Sierra Madre Oriental, a una altura de entre 600 y 1 500 msnm, en los municipios de Tamazunchale, Xilitla y Aquismón.

En estas zonas, pertenecientes a la Huasteca, hay una gran cantidad de especies animales originarias del lugar, algunas de ellas en peligro de extinción: aves como perdiz canela, pichicht o pato maizal, pato real, pato de collar, hocofaisán, cojolite o faisán, chachalaca, gallina de monte o codorniz, chivizcoyo, paloma morada o torcaza, paloma de ala blanca, paloma suelera, paloma codorniz y loro de cabeza amarilla, y mamíferos como mono araña, hormiguero de collar u oso hormiguero, armadillo, conejo del este, conejo de bosque tropical, ardilla gris, ardilla moto, puercoespín, tepezcuintle o tuza real, zorra gris, comixtle, mapache, tejón, comadreja, martucha o marta, tayra, grisón, zorrillo listado, zorrillo de espalda blanca, jaguar, leoncillo u onza, jabalí de collar y temazate. Existen asimismo tortugas, iguanas, lagartijas, culebras y serpientes venenosas; entre estas últimas, la de cascabel o crótalo, coralillos y nauyaca o cuatro narices, que habita principalmente en bosques tropicales. También se hallan serpientes no venenosas, como alicantes, chirrioneras y boas.

5) Matorral submontano. Vegetación caracterizada por la presencia de arbustos altos o árboles bajos, generalmente deciduos por un periodo breve. Se localiza en el lado de sotavento de la Sierra Madre Oriental y en las serranías localizadas al oriente de la Sierra de Álvarez, en alturas que varían desde los 800 a los 1 700 msnm.

6) Mezquital extradesértico. Se desarrolla en condiciones climáticas similares a las del matorral submontano; es característico de terrenos planos o de un declive lento con suelos profundos. Se localiza en las llanuras del Río Verde y al occidente de las serranías que atraviesan algunos municipios del Altiplano, como Armadillo y San Nicolás.

En estas zonas, pertenecientes en su mayoría a la Región Media, encontramos las siguientes especies animales: codorniz, guajolote silvestre o cócono, tlacuache, comadreja, tlalcoyote, gato montés y venado cola blanca.

7) Encinar y pinar. Se localizan en la vertiente este de la Sierra Madre Oriental, en alturas superiores a 600 msnm; en las serranías del extremo sur del estado, en altitudes superiores a 1 300 msnm, entre los municipios de Santa Catarina y Santa María del Río, principalmente al sur y suroeste de las llanuras de la cuenca del Río Verde y en la Sierra de Álvarez; en alturas superiores a 1 600 msnm de la porción sureste de la Sierra de Catorce y en algunas sierras y cerros aislados, y en extensiones pequeñas de los municipios de Guadalcázar, Cerritos, Villa Juárez, Villa Hidalgo y Charcas.

Las especies animales de estas zonas son codorniz pinta, paloma de collar, pájaro carpintero, conejo del este, ardilla rojiza, tlalcoyote, puma y venado cola blanca.

8) Matorral desértico micrófilo. Esta vegetación es la más extendida; en ella predominan los arbustos de hoja pequeña, y es característica de los terrenos planos y partes inferiores de los cerros. Se sitúa principalmente en el Altiplano, a una altura de entre 1 000 y 2 300 msnm. Las especies características son arbustivas y en su paisaje sobresale la yuca.

9) Matorral desértico rosetófilo. Está formado por especies arbustivas y subarbustivas de hojas alargadas y estrechas agrupadas a manera de roseta. Se distinguen dos clases: las que poseen un tallo alargado, como la yuca, y las que carecen de tallo visible cuyas hojas salen de la base de la planta; se les conoce comúnmente como “agaves”. Es notable también la presencia de plantas herbáceas, entre las que destaca la gobernadora.

10) Matorral crasicaule. En éste predominan las grandes cactáceas, como nopales y garambullos. Se localiza en altitudes que varían de 1 000 a 2 000 msnm en el Altiplano.

11) Zacatal. Vegetación formada por herbáceas y gramíneas, particularmente las conocidas como “zacate”. Se encuentra en terrenos con altitud de entre 1 800 y 3 000 msnm.

12) Encinar arbustivo (chaparral). Se desarrolla en altitudes superiores a los 1 500 msnm y casi exclusivamente en la zona del Altiplano, sobre todo en las laderas de los cerros.

13) Piñonar. Se encuentra generalmente en altitudes de entre 2 300 y 2 800 msnm.

Las especies animales características en estos parajes, pertenecientes a la Región del Altiplano, son cuervos, aguilillas, búhos, lechuzas, gavilanes, halcones, águilas, correcaminos, liebre cola negra, conejo audobón, lobos, zorra norteña, coyote, cacomixtle norteño, bura, venado cola blanca y una gran variedad de reptiles, como el camaleón, la tortuga de desierto y diversas serpientes.

II. LOS PERFILES DEL MUNDO PREHISPÁNICO

AL ABORDAR EL ESTUDIO DE LAS CULTURAS indígenas prehispánicas que habitaron el territorio que ahora ocupa San Luis Potosí, es necesario pensarlas en un espacio geográfico, político, económico, social y cultural completamente distinto al que conocemos en la actualidad. Las herramientas de trabajo son variadas y cada una tiene sus limitaciones: por un lado, contamos con la documentación virreinal, cuya información es directa aunque tardía; por el otro, tenemos el análisis de la evidencia arqueológica, casi todo realizado a lo largo del siglo XX y en curso actualmente. Contamos también con las tradiciones orales y las diversas lenguas de los actuales pueblos indígenas, así como con las teorías antropológicas y arqueológicas generales. Estas últimas han establecido para el estudio de los pueblos indígenas de la América prehispánica dos grandes áreas culturales con rasgos diferenciados: Mesoamérica y Aridoamérica. Dado que el actual estado de San Luis Potosí está en la frontera de estas dos demarcaciones, resulta necesario analizar sus características más importantes.

En San Luis Potosí, en el área denominada Aridoamérica, habitaron los grupos indígenas que recibieron el nombre genérico de chichimecas y cuya extinción en la región se registra hacia la primera mitad del siglo XVIII. La región que ahora llamamos Huasteca se encuentra dentro del área de Mesoamérica; en esta parte habitaron y habitan los grupos indígenas huasteco —o tének— y nahua.

Desde los tiempos prehispánicos vivieron en la región grupos indígenas fronterizos, tanto por su desarrollo cultural como por la localización de sus asentamientos; destacan el de los pames —o xi’oiky—, considerados por la mayoría de los investigadores como grupo chichimeca. En la actualidad, los pames habitan la Región Media.

ARIDOAMÉRICA Y MESOAMÉRICA

Las diferencias entre las dos áreas no son sólo culturales; una muy importante reside en el ambiente y, por tanto, en las relaciones ecológicas. Mesoamérica goza de multitud de climas, lo que implica para sus pobladores la posibilidad de contar con plantas y animales diferentes. De la variedad y, en muchos casos, la abundancia de los recursos se originó un intenso intercambio entre las distintas zonas, así como también agudas luchas por dominar los territorios más ricos y, una vez conquistados, asegurar la presencia de los vencedores mediante la fundación de asentamientos permanentes y sistemas productivos de importancia.

En cambio, los pobladores de Aridoamérica ocuparon un territorio menos variado y poco exuberante. La falta de lluvia y de grandes corrientes fluviales no propiciaba la agricultura, salvo la de temporal o de subsistencia.

Dedicaban una parte de su tiempo a estas formas de agricultura menor, pero su mayor actividad era la cacería y la recolección de plantas y frutos silvestres.

No desarrollaron grandes centros de población, como en el caso de Mesoamérica, ya que conseguían su sustento tras largas travesías y, al hacer pocos intercambios con otras tribus, se veían obligados a mudarse constantemente en busca de mejores alimentos y vivienda.

Así como las formas de vida en Mesoamérica expresan una evolución y un desarrollo, la aparición de oficios y funciones especializados en un orden social complejo y minuciosamente jerarquizado, en Aridoamérica las estructuras mantuvieron sus núcleos tribales y una gran movilidad y versatilidad en las funciones de la vida cotidiana y religiosa.

Dadas estas características procederemos, pues, a describir con más detalle las diversas culturas indígenas que poblaron y, con las dramáticas variaciones de la aculturación y transculturación, aún pueblan el territorio que ocupa actualmente el estado de San Luis Potosí.

CHICHIMECAS

La denominación chichimecas se aplica a diversos pueblos indígenas a lo largo del tiempo y el espacio. La mención de los chichimecas como tales se puede rastrear hasta el ocaso de Teotihuacan, hacia el siglo IX, cuando la frontera norte de Mesoamérica quedó abierta a la irrupción de oleadas sucesivas de pueblos de distinto desarrollo considerados como bárbaros por las comunidades indígenas de la Meseta Central.

Los chichimecas, de acuerdo con las crónicas más antiguas, fueron los pobladores originarios que llegaron del norte y realizaron importantes fundaciones en el área central de Mesoamérica. En algún momento, la migración se detuvo e incluso fue rechazada por los pueblos ya establecidos, lo que dio origen a culturas de distinta orientación y aun antagónicas. De acuerdo con esta división, los chichimecas se mantuvieron fuera del área mesoamericana, en una extensa zona que se conoció con el nombre de la Gran Chichimeca, situada en la parte sur de Aridoamérica.

El término chichimeca fue usado desde la época prehispánica por los indios mesoamericanos para designar a los indios nómadas. Los chichimecas se dividían en muchas naciones y parcialidades que peleaban con frecuencia, no sólo con sus enemigos, sino entre ellos mismos. Algunas subdivisiones de las que se tiene noticia son: guachichiles, que ocupaban todo el Altiplano; negritos, que habitaban la región de Charcas y Matehuala; guamares, confederados con los copuces, guaxabanes y sanzas en Santa María y Tierranueva. En la cuenca del Río Verde habitaron los alaquines, machipaniquanes, leemagues, pames, mascorros, macolias, caisanes coyotes, guanchenis, guenacapiles, alpañales, pisones, cauicuiles, alacazauis, guazancores y samues.

Investigaciones arqueológicas recientes, sobre todo las realizadas por Beatriz Braniff, Dominique Michelet y François Rodriguez Loubet, han permitido determinar nuevos periodos para las culturas regionales prehispánicas en el área que comprende un círculo de 100 km de diámetro limitado por la ciudad de San Luis Potosí al oeste, Guadalcázar al norte, Rioverde al este y el estado de Guanajuato al sur. Los guachichiles habitaron la parte oeste de esta región y los pames el este.

Se han establecido tres periodos subdivididos en diferentes fases que abarcan de 1000 a.C. a 1800 d.C. En el periodo Venadito, que va del año 1000 al 200 a.C., aparecen por primera vez evidencias arqueológicas de la existencia del complejo cultural cazadorrecolector. Sus vestigios se encuentran en cuevas, abrigos rocosos y campamentos al aire libre.

Al parecer, los grupos que habitaron esta región vivían y buscaban su subsistencia bajo el patrón social de microbandas dedicadas a la caza de pequeñas especies animales y a la recolección de semillas, frutas silvestres y raíces. Este patrón social y económico se mantuvo durante largo tiempo hasta el advenimiento de los primeros contactos con grupos agrícolas exógenos. A este segundo periodo se le denomina Huerta, y va del año 200 a 1200 d.C. Este periodo muestra la coexistencia de grupos de cazadores-recolectores y comunidades más o menos estables de agricultores de subsistencia. Los sitios se multiplican y hacen su aparición algunas pequeñas aldeas en las orillas de ríos y arroyos. Se construyen montículos de habitación junto a las cuevas. Sin embargo, muchos sitios son abandonados antes de la culminación del periodo.

Hacia el final del periodo se da el máximo de intercambios entre los complejos cazador-recolector y horticultor. A orillas de los ríos, junto a las rancherías, aparecen vestigios de campamentos de cazadores-recolectores. Es muy probable que en el valle del Río Bagres o en sus cercanías haya existido una ruta que unía la cuenca del Río Verde con Mesoamérica Nuclear, a través de la Sierra Gorda de Querétaro, por donde transitaba la obsidiana. Los grupos de cazadores-recolectores del Río Bagres pudieron haber seguido esta ruta y adoptar paulatinamente y de manera duradera algunos rasgos mesoamericanos que influyeron en su economía —la cultura del maíz— y en sus ritos religiosos —la utilización y manufactura de ídolos—. No se debe dejar de lado que, para ese momento, las culturas mesoamericanas se encontraban en su mayor apogeo y en plena expansión de sus dominios políticos, comerciales y culturales.

Hacia el año 1200 los grupos del complejo cazador-recolector se volvieron predominantes y ocuparon por completo la región. A este último periodo se le denomina Tunal Grande, y abarca de 1200 a 1800. El momento anterior a la conquista española corresponde al máximo auge de los grupos de cazadores-recolectores. Sus vestigios cubren toda el área estudiada, lo que sugiere un aumento demográfico notable debido al propio desarrollo local y a la llegada de otras tribus norteñas con las que tenían, desde épocas lejanas, afinidades diversas.

Resalta aquí la misma dicotomía entre los pequeños grupos nómadas de la parte del Tunal Grande, que vivían de la caza y de la recolección: los guachichiles, y las pequeñas rancherías de la sierra, cuya economía dependía de la horticultura y de la caza y la recolección: pames, macolias y mascorros. Se ha dicho que entre estos pueblos la organización sociopolítica estaba en esencia relacionada con la guerra, pero no organizaron grandes ejércitos ni utilizaron armas sofisticadas. La imagen del guerrero fue una forma tutelar del líder de un grupo, a la vez cazador y guardián de su pequeña tribu.

El testimonio de la crónica

Resulta muy limitado atender exclusivamente el testimonio de la crónica, que, como se sabe, abarca las etapas más tardías y es el punto de vista de los colonizadores, conquistadores y evangelizadores europeos. La crónica parece puntual —y así lo confirma la evidencia arqueológica— en cuanto a la descripción de vivienda, hábitos alimenticios, organización tribal y características físicas de los chichimecas. Crónicas más tardías destacan tres elementos rituales recurrentes entre los chichimecas: el hueso humano, labrado para su ofrenda en los entierros así como para el suplicio de los prisioneros de guerra (el escarmiento de los enemigos fue una práctica frecuente entre los chichimecas, y para evaluar este fenómeno es indispensable tomar en cuenta los siguientes factores: por lo regular, las tribus se encontraban en desventaja numérica, estratégica y tecnológica respecto de sus enemigos, particularmente ante los españoles; el escarmiento era, pues, una estrategia, ciertamente ritualizada, para la guerra); el color rojo, utilizado en las pinturas corporales, obtenido del almagre y cuya explotación se encuentra generalizada en toda la zona, está asociado a la sangre y la fertilidad y se encuentra presente en las pinturas rupestres, petroglifos y entierros, y la piedra, labrada y trabajada en objetos rituales que se encuentran en los entierros.

De acuerdo con testimonios, tanto los hombres como las mujeres llevaban el cabello largo, hasta la cintura, y el de algunas tribus en trenza; los guachichiles y guamares se lo teñían o pintaban de rojo, como hacían con otras partes del cuerpo. Ocasionalmente usaban adornos, como collares y aretes. Para su habitación, la mayoría de los chichimecas dependía de cavernas, agujeros o primitivas chozas redondas de paja. Las chozas a veces estaban colocadas debajo de árboles o de las salientes de un cañón.

En casi toda la extensión de la Gran Chichimeca escaseaban los alimentos. En unos cuantos sitios los indios cultivaban maíz y algunos tipos de calabaza, pero habitualmente dependían de los cactos, mezquites, bellotas, ciertas semillas y raíces, así como de la caza y la pesca.

En toda la Gran Chichimeca se consumía la miel de abeja. El jugo del agave se utilizaba en lugar del agua cuando ésta no podía obtenerse. Los chichimecas más cercanos a los pueblos sedentarios utilizaron el pozol, masa de maíz disuelta en agua, como bebida.

En lugar de vasijas de barro o palo, usaban unas de hilo tejido y apretado; algunas eran grandes, como canastas.

Las principales diversiones, aun para los niños más pequeños, incluían el uso del arco y la flecha, importantísimos para desarrollar su formidable puntería. Su juego ritual de pelota, variante del llamado batey entre los mexicanos, era un deporte agotador cuya práctica podía durar muchas horas en un campo que podía tener kilómetros de longitud. La pelota estaba hecha de una resina muy correosa.

Los chichimecas creían que podían adquirir las cualidades deseables de ciertos hombres o animales si se los comían o si se pintaban su efigie sobre la piel. La sangre tenía cierto significado ritual: al nacer el primogénito, los parientes y amigos hacían incisiones en el cuerpo del padre con instrumentos agudos hasta que quedara cubierto de sangre; a veces, una ceremonia de paz intertribal incluía el pasar un hueso aguzado a través de un agujero practicado en la oreja de un hombre elegido para ello y pintarse el cuerpo con la sangre. Para defenderse de los malos espíritus y de las epidemias, rodeaban sus campamentos con estacadas y espinas o se refugiaban en lugares llenos de plantas espinosas. Temían mucho a los embrujos y tenían sumo cuidado de no dejar objetos, ni siquiera cáscaras de tuna, a su paso por un territorio enemigo. Sólo entre los pueblos del país cazcán y entre algunos de los pames había algún grado de prácticas religiosas formalizadas, con templos, centros o poblados sagrados, y los principios de una jerarquía religiosa, como entre los tarascos y los mexicas.

Grupos diferenciados: guachichiles, guamares, zacatecas y pames

La mayor parte de los grupos chichimecas que habitaron lo que hoy es San Luis Potosí no se encuentra suficientemente documentada como para establecer las particularidades que los caracterizaron. Con excepción de los pames, que sobreviven hasta nuestros días y que sólo son parcialmente chichimecas, las noticias más abundantes se refieren a los guachichiles, guamares y zacatecas.

Los guachichiles ocuparon todo el Altiplano, parte de Guanajuato, Jalisco y Zacatecas. Esta zona se extendía desde el sur, por el Río Lerma o Grande, en Michoacán y Guanajuato, hasta las sierras de Comanjá, y en los límites con la zona de Rioverde el lindero subía hacia el norte.

Quachíchil es vocablo mexicano que significa “gorrión”; de quaitl, “cabeza”, y chichiltic, “cosa colorada o bermeja”. Se les llamó así porque con frecuencia se pintaban la cabeza de colorado; había algunos que usaban unos bonetes puntiagudos de cuero colorado que les daban apariencia de gorrión.

No se conoce su origen y contamos con pocas noticias referentes a ellos. No usaban vestidos. Las mujeres se fajaban a la cintura un cuero de venado. Se pintaban el cuerpo con almagre y otros minerales, negros y amarillos, que obtenían de las minas. Se trasquilaban cuando estaban de luto. No enterraban a sus muertos, sino que los quemaban y guardaban las cenizas en unos costalitos que llevaban siempre consigo; en cambio, aventaban las cenizas de sus enemigos.

A sus prisioneros les quitaban la cabellera, que se colgaban a la espalda. Usaban los nervios para atar con ellos el pedernal a su flecha y los huesos de las canillas para mostrarlos como trofeo. Sólo perdonaban la vida a muchachos y mujeres jóvenes.

En su mayor parte, su organización social se basaba en la familia nuclear. En la parte sur vivían en pequeñas aldeas y hacia el norte prevalecía la forma tribal de asentamientos menos estables. En general, las tribus del norte eran más pequeñas que las del sur. La poligamia caracterizaba a las tribus del norte y la monogamia a las del sur. Entre los guamares y los guachichiles la esposa tenía mayor libertad que en otros grupos. Había matrimonios tanto intratribales como intertribales.

Entre los guamares había varias parcialidades —forma territorial y gubernativa—, todas de una lengua con algunas diferencias. Tuvieron su asiento principal en Villaseñor, Pénjamo y Caramo; de allí, por las sierras de Guanajuato y Comanjá, iban a dar a Los Órganos y Portezuelo, que fue el primer fuerte del camino de Zacatecas. Bajando a las sierras de Xale, Bernal y Valle de San Francisco, tomaban parte del Tunal y de las sierras de Santa María y Atotonilco; no llegaban a la raya de Pánuco porque los detenían los guachichiles. Estaban confederados con los copuces, quienes a su vez estaban confederados con guaxabanes y sanzas, de lengua guachichil. Se les consideraba como los más valientes, aguerridos, astutos y belicosos de entre todos los chichimecas.

Las tierras de los zacatecas coincidían en parte con las de los guachichiles del este y norte de Zacatecas. Se habían extendido hacia el oeste, hasta limitar con los tepehuanes cerca de Durango, y merodeaban por el norte hasta Cuencamé y Parras, donde estaban en contacto con los irritlas o tribus laguna. Los zacatecas eran principalmente nómadas, aunque había algunos grupos sedentarios. Sus principales baluartes y rancherías se hallaban en Malpaís, alrededor del Peñol Blanco y de La Bufa de Zacatecas, y algunas de sus rancherías llegaban hasta Pénjamo, Tlaltenango y Teocaltiche. Eran guerreros valientes y célebres tiradores, temidos por los pueblos contiguos, sobre todo los cazcanes, a quienes atacaban constantemente.

Se caracterizaron por una considerable homogeneidad de idioma y de modo de vida. Algunos grupos eran menos belicosos y más sedentarios que otros. La mayoría de los zacatecas podía distinguirse de las tribus de otras naciones por su costumbre de llevar medias calzas y vendas en la frente.

Los pames ocuparon parte de Querétaro, la Región Media del estado y parte de Tamaulipas. Por el poniente lindaban con guamares y guachichiles, por el oriente con huastecos y otomíes, por el sur llegaban hasta el Lerma y por el norte se internaban en Tamaulipas. Los pames se subdividían en varias parcialidades, entre las que destacaban los alaquines, mascorros, coyotes, guaxabanes y macolios.

Las mujeres pames vestían huipiles largos y blancos, fabricados por ellas mismas; sabían tejer muy buenas mantas, así como petates y objetos de palma. Su alimento era hecho generalmente de maíz tostado y frutos silvestres; construían sus casas de zacate o palma.

Sobre sus creencias religiosas conocemos muy poco: veneraban al sol, al maíz, a la deidad de las aguas y a la madre del sol. La danza formaba parte importante del ritual religioso. Fabricaban una bebida embriagante elaborada con agua y panocha o piloncillo. Celebraban con una fiesta especial la recolección de la cosecha de maíz y el nacimiento de los niños.

Los pames eran gobernados por caciques con derecho de herencia del cacicazgo, es decir, títulos y bienes, y en su estructura social el hechicero o chamán tenía un lugar predominante.

HUASTECOS

Sabemos que los antiguos huastecos, por su lenguaje, pertenecían al tronco mayense y tenían rasgos culturales similares a los de los grupos del centro de Veracruz. Es probable que entre los años 1500 y 1200 a.C. llegaran al área donde se desarrollaron y fundieron con otros grupos que ya habitaban el territorio y que tenían contacto con los habitantes de la Sierra de Tamaulipas. Sin embargo, los huastecos, como cultura claramente definida, comenzaron a tener importancia después de 800 d.C. y cobraron especial relevancia en el periodo Posclásico mesoamericano.

Sobre el origen de los huastecos, Sahagún refiere en su Historia general de las cosas de la Nueva España que su nombre se toma de la provincia que llaman Cuextlan, donde los que están poblados se llaman cuexteca, si son muchos, y si uno, cuextécatl. A los mismos llamaban panteca o panoteca, que quiere decir “hombres del lugar pasadero”, los cuales fueron así llamados porque vivían en la provincia de Pánuco, que propiamente se llama Pantlan o Panotlan, cuasi Panoayan, que quiere decir “lugar por donde pasan”, que es a orillas o riberas de la mar.

Esta relación probablemente se refiere a la llamada migración de Pánuco ocurrida a finales del periodo Clásico, que, de acuerdo con los relatos, llegó hasta Tamoanchán y después regresó al lugar de donde había salido. Algunos investigadores piensan que este grupo salió del área maya. Cabe hacer mención que se han localizado restos de esta cultura o portadores de la misma en la Huasteca, en Hidalgo, en Morelos, en el Valle de Toluca y en Tlaxcala. Además, es necesario destacar que desde ese momento la Huasteca llamó la atención de otros grupos mesoamericanos, al grado de que hasta ahí llegó la expansión tolteca en el periodo Posclásico Temprano y que, siglos después, los mexicanos conquistaron varios de los señoríos huastecos.

En términos geográficos actuales, los antiguos huastecos ocuparon el norte de Veracruz, el oriente de Hidalgo, el noreste de Puebla, el sureste de San Luis Potosí y una pequeña porción de Tamaulipas, hacia las fronteras de ese estado con Veracruz y San Luis Potosí. Los límites del territorio huasteco llegaban por la costa desde Tuxpan (Tabuco) hasta Pánuco (Tumilco). Al sur de esta zona se extendía sobre una faja costera que compartía con los totonacos.

Los restos materiales encontrados nos hablan de grupos con tradición costeña que al principio se asentaron en las partes norte de Veracruz y sur de Tamaulipas. Después se extendieron por la llanura costera, principalmente por la de San Luis Potosí, y en la Sierra de Tamaulipas. En el periodo Clásico mesoamericano, los huastecos continuaron su avance por la llanura costera de San Luis Potosí, hasta llegar al Altiplano potosino, y luego se extendieron hasta Querétaro, la Sierra de Hidalgo y el norte de Puebla. Los asentamientos huastecos en la sierra ocuparon los valles y las mesetas bajas como parte de una ruta comercial importante en la época prehispánica: Atlapexo, Atlatipa, Tehuatlán, Huejutla, Acuimantla.

Los poblados más antiguos de la Huasteca se encontraban diseminados en pequeñas aldeas dispersas, con algunas casas de barro y varas, algunas de ellas con una planta oval. Más tarde construyeron sus casas sobre pequeñas elevaciones o plataformas artificiales para protegerse de la humedad. Hacia los años 1 al 100 comenzaron a elaborar plataformas para sostener sus templos.

Aproximadamente a partir del 200 d.C. la cultura huasteca tomó perfiles particulares, entre los que sobresale su arquitectura. En el periodo comprendido entre 200 y 500 dominaron formas circulares, ovales o derivadas del círculo en sus templos y plataformas. Parece ser que las formas circulares de las grandes estructuras tuvieron su origen y desarrollo en la costa del Golfo. En otras áreas culturales que tuvieron distintos contactos con la Huasteca estas ideas arquitectónicas no aparecieron sino hasta épocas tardías.

Los edificios de forma circular se han localizado principalmente en la costa y en la llanura costera potosina. Un buen ejemplo es la estructura descubierta en El Ébano, San Luis Potosí, donde se construyeron montículos sobre una plataforma natural rodeada de esteros.

En la Huasteca meridional los asentamientos fueron más numerosos; el comercio con el centro de Veracruz era constante y se percibe la influencia de grupos del área maya y del Altiplano Central.

Los rasgos culturales que la Huasteca llegó a compartir con otros grupos mesoamericanos próximos los adquirió paulatinamente y no antes de finales del periodo Clásico, cuando los huastecos adoptaron el tablero escalonado que limita el talud, rasgo que tal vez tomaron de la arquitectura de El Tajín. De ese periodo, hasta ahora tampoco se conocen estructuras escalonadas. Las características formas arquitectónicas de Mesoamérica se manifestaron hasta la última parte del periodo, con un sello muy propio de la cultura huasteca: las esquinas redondeadas.

Hacia las partes bajas de las laderas de la sierra, en sitios localizados en Amatlantépetl, Tancoco, Tantima y Tamalín, entre otros, el sistema de construcción varía notablemente con respecto del de la costa y se identifica más con el de la sierra: rellenos de canto rodado y lodo revestidos con lajas o con cantos rodados unidos con lodo. Por lo general, las formas son circulares, aunque las hay rectangulares, todas de pequeñas dimensiones.

Entre los sitios que hay en San Luis Potosí y que pertenecieron a esta cultura, cabe hacer mención del complejo Buenavista-Huaxcamá, ya muy cercano al Altiplano potosino, en donde hay construcciones de formas circulares y rectangulares. Aquí las estructuras están formadas con lajas calizas asentadas con barro; los edificios tienen escalinatas en las que la huella de los escalones es corta en relación con el peralte y carecen de alfardas.

Los sitios arqueológicos localizados en Tancanhuitz, Cuatlamayán y Tamposoque tienen construcciones que corresponden a este periodo y exhiben características semejantes a las de Buenavista en el sistema de construcción y en los elementos arquitectónicos. En todos los edificios el círculo es el elemento fundamental, aunque puede presentarse combinado con formas rectangulares, como en Tamposoque.

Para esta época existía ya un estrecho contacto con el centro de Veracruz; se han encontrado yugos y palmas en la costa y llanura costera, así como cerámica de El Tajín y el Altiplano Central.

La frontera entre huastecos y totonacas quedó claramente establecida en el siglo XV, después de las conquistas mexicanas. Quizá los mexicanos escogieron este punto por dos razones: la primera, porque de esa manera separaban a ambos grupos e impedían cualquier coalición que pusiera en peligro la expansión mexicana; la segunda, porque Tabuco-Tuxpan era el último centro de gran importancia económica y política por la costa sur de la Huasteca. Cazones, límite convencional entre la Huasteca y el Totonacapan, tuvo menor importancia en esos aspectos. Obviamente, desde Tabuco los mexicas podían ejercer un mayor control tanto al norte como al sur.

Es posible que los grupos huastecos que se asentaron en el Altiplano potosino quedaran aislados de los grupos de la llanura costera por la presencia de grupos hostiles; no obstante, buscaron relaciones comerciales con sus vecinos más accesibles.

Los huastecos practicaron la agricultura en una escala considerable; sin embargo, no hay prueba de que sus sistemas productivos hubieran tenido la magnitud que alcanzaron en otros lugares de Mesoamérica. Es muy posible que las formas de organización social, económica y política, basadas en pequeños señoríos, no requirieran de un sistema de explotación agrícola de grandes volúmenes. Al parecer, los intercambios comerciales con otras regiones se realizaron principalmente en el terreno de las manufacturas.

En el estudio de las culturas mesoamericanas el análisis de la cerámica ocupa un lugar relevante. Mediante él se pueden inferir épocas evolutivas, motivos estéticos y religiosos así como los recursos tecnológicos; también se pueden rastrear las rutas comerciales y los intercambios entre una cultura y otra.

La cerámica huasteca de los primeros periodos de la costa, en especial en lo que toca a Veracruz, ha sido relacionada y aun identificada con otras del Veracruz central, del área maya, e incluso con las primeras fases de Monte Albán.

Alrededor del año 300, en el periodo que los arqueólogos han definido como Pánuco III, aparecieron como cerámicas características las llamadas de pasta fina, cuya dureza y acabado son superiores a los de las cerámicas de los periodos anteriores. Estos tipos de cerámica no se encuentran en otras áreas de Mesoamérica y se cree que son originarios de la Huasteca.

En el periodo comprendido entre los años 700 y 900, llamado Pánuco IV, la cerámica huasteca adquirió una fisonomía propia. Las cerámicas pintadas de rojo en el exterior o en el interior muestran similitudes con las de El Tajín del periodo Clásico, lo que puede deberse a la existencia de un desarrollo cerámico común que incluye el norte de Veracruz y El Tajín.

La zona de Buenavista parece mostrar ciertas relaciones no sólo con la costa y el centro de Veracruz, sino también con el Altiplano Central, específicamente con las cerámicas de Mazapa.

En el periodo Posclásico, de 900 a 1100, la cerámica huasteca en general muestra influencia clara de otras expresiones. La cerámica más notable, denominada de Las Flores, muestra conexiones con el área maya y el centro de Veracruz. Asimismo, hay evidencias de otras cerámicas provenientes de diversas zonas: la cerámica denominada “anaranjado fino”, originaria del área maya; la cerámica “roja” parece ser intrusiva en la Huasteca, aunque presente características semejantes a otros tipos representativos que han sido considerados como locales. En Pánuco existen motivos semejantes a los de la cerámica Azteca I, como por ejemplo el signo del día. También en la última época de Tanquián se encuentran motivos de signos del Altiplano Central, entre ellos el del movimiento. Se aprecia también la relación de los tipos cerámicos con la cultura mixteca en lo que se refiere tanto a motivos como a colores. Igualmente, la decoración manifiesta relaciones con Tula y el área maya. En la sierra, de seguro por el estímulo del intercambio, se generaron tipos cerámicos de gran originalidad que muestran una policromía hasta entonces desconocida. Se han encontrado cerámicas huastecas de este periodo en concheros o en campamentos de la costa norte de Tamaulipas y el sureste de Estados Unidos.

La cerámica del último periodo de la Huasteca, el VI, un poco antes de la llegada de los españoles, aparece como producto del comercio, por el norte hasta el Río Bravo y por el sur hasta Nautla y Zempoala.

Por lo que respecta a las figurillas, existen desde el periodo Formativo. Muestran un claro estilo local hacia la costa y en ocasiones encontramos algún parecido con la cultura olmeca. Los rasgos burdos de las figurillas locales evolucionaron rápidamente y adquirieron un sello distintivo que las hace sobresalir por sus características. En el modelado de las figurillas los huastecos lograron plasmar un tipo físico determinado. El uso de moldes se identifica con las técnicas utilizadas en otras partes de Mesoamérica.

Los huastecos trabajaron con gran habilidad la concha y la piedra. En concha labraron multitud de implementos, como anzuelos, agujas, botones, cinceles, anillos, brazaletes, pulseras, orejeras, cuentas para collar, pendientes y pectorales lisos. Elaboraron también instrumentos musicales, como cascabeles y trompetas, pero tal vez lo más notable son las escenas míticas y religiosas de alta calidad plástica que grabaron en pectorales.

La escultura en piedra es una manifestación de los periodos Clásico Tardío y Posclásico. En el último lapso, el dominio de la técnica del tallado o bajorrelieve alcanzó su máxima expresión. Uno de los más bellos ejemplos que se conservan es el denominado “Adolescente huasteco”.

La cultura huasteca permaneció en cierta medida aislada de Mesoamérica hasta ya muy entrado el periodo Clásico. Al parecer, al proceso de asimilación e intercambio con otras culturas siguió el siguiente proceso: contacto con el área maya, probablemente por vía marítima, así como con el centro de Veracruz; más tarde, con la cultura mixteca y con el Altiplano Central. De esas relaciones, los huastecos adquirieron nuevas concepciones religiosas, numerológicas y de calendario, conocimientos arquitectónicos, urbanísticos y sistemas de construcción más sofisticados. Durante el Posclásico, sin abandonar las formas arquitectónicas circulares, recurrieron a otras soluciones más elaboradas, como el rectángulo con esquinas redondeadas y la combinación de ambas formas, que son características de las construcciones del Clásico Tardío y del Posclásico. Nuevos elementos son introducidos: tablero escalonado que limita al talud, rasgo típico de El Tajín; pirámides escalonadas, y cierto arreglo en los centros que les dio un carácter más formal.

La influencia mesoamericana se dejó sentir de muchas maneras, como puede verse en Cuatlamayán, Tamposoque, Tamuín y Tamtok. Estos centros muestran planificación, uso de alfardas, estuco, grecas y aun pintura mural. En la sierra se levantaron edificios que son verdaderas fortalezas y cuya erección fue parte de la estrategia defensiva contra los ejércitos mexicas que hacia finales de esa época trataron de conquistar a los huastecos.

El juego de pelota, considerado un rasgo cultural importante de Mesoamérica, es muy raro en la Huasteca y se conoció en épocas tardías.

Costumbres, religión y sociedad

A causa de su organización política, los huastecos aparecen como grupos distintos, aunque culturalmente formaron uno solo.

En la Huasteca, los rituales estaban vinculados estrechamente con la luna y la lluvia, y en ellos Nahualpilli solamente era el “gran mago” o “principal hechicero”; al ser incorporado al panteón mexica, lo tomaron como un dios al que se describe vestido como “cuexteca”, con el cabello enmarañado, de cabeza como cayendo, con escudo de oro en la frente y con un zarcillo de oro y un báculo de pluma.

Sahagún habla de la existencia de magos hechiceros que a la vez eran una especie de prestidigitadores.

En la religión huasteca el culto a la fertilidad fue una de las manifestaciones principales. Tlazoltéotl probablemente fue diosa madre, creadora de la vida, la primera diosa sin forma animal ni humana; si los mexicas la tuvieron como diosa de la lujuria, de los placeres carnales y comedora de inmundicias, quizá se haya debido precisamente a que veían algunas de las costumbres huastecas como actos de escarnio, imagen que también tuvieron los cronistas españoles, que constantemente reaccionaron en sus escritos con expresiones de repudio hacia la conducta de los huastecos.

El sol y la luna fueron objeto de culto entre los huastecos y aún en el siglo XIX se les tenía por uno de los principales.

Ehécatl, dios del viento, también aparece en las fuentes como originario de la Huasteca e invariablemente ligado a Quetzalcóatl. Ehécatl era el viento del norte barredor de las nubes que traen la lluvia. Esta advocación se vincula a un fenómeno natural que periódicamente ocurre en la costa atlántica, cuya naturaleza húmeda o seca es benéfica o maléfica para las cosechas; por tanto, su numen, Ehécatl, fue de gran importancia entre los huastecos también como deidad de la fertilidad. Durante el Clásico se le representó como un caracol cortado en el centro, porque ahí se encontraba encerrado el viento. Más tarde, a finales del Clásico Tardío, tal vez fue sincretizado con Quetzalcóatl, al cual, para enfatizar su advocación como Ehécatl, se le representaba portando a manera de pectoral un joyel del viento. No fue sino hasta el Posclásico Tardío cuando se le concibió con una especie de pico de ave, como para reafirmar su carácter de gran soplador del viento, pero no necesariamente ligado con Quetzalcóatl. Ehécatl también fue el dios de la lluvia. En la Huasteca, antes de las conquistas mexicanas no hubo representaciones de Tláloc, Xipe o Xilonen, por lo que no es difícil suponer que fueron los mexicas quienes las introdujeron.

En la Huasteca había un número considerable de provincias internas; en cada una, un señor independiente gobernaba sin guardar, al parecer, ningún compromiso político o económico con las demás. A menudo las fuentes se refieren a las provincias de Tzicóac, Tamuín, Pánuco, Tampatal, Tuxpan, Huejutla y Tamapache, entre otras, que eran entidades políticamente independientes, y es de presumir que a causa de ello pudieron presentar poca o nula resistencia a las invasiones mexicanas. Las provincias eran gobernadas por caciques y los cacicazgos eran hereditarios. Si el cacique moría, el hijo ocupaba su lugar; pero si en ese momento no era adulto, se nombraba un tutor. Si el cacique no tenía descendencia, el puesto era ocupado por un principal, llamado “pascole” entre los huastecos, y aunque no era común, eventualmente la esposa o la hermana era nombrada cacica del lugar. Existía una especie de primer juez auxiliar —oklek—, al que ayudaban los mayules (mayores), que integraban una fracción de gobierno. Las provincias gobernadas en forma autónoma dan la impresión de no haber llegado a consolidarse en una organización política más compleja que rebasara la concepción de meros señoríos, probablemente por la baja densidad de la población, cuyo modelo de organización eran los pequeños poblados o villas. El caso de la Huasteca, en cierto sentido, podría equipararse al del occidente de México, donde, hasta cierto punto, las condiciones políticas parecen haber sido semejantes, tal vez también como resultado de su marcada marginalidad respecto de Mesoamérica. Parece ser que también hubo un consejo de ancianos encargado de impartir justicia, pero no sabemos nada sobre su antigüedad y estructura, y quizá haya surgido por influencia de otros grupos establecidos tardíamente en la Huasteca que modificaron las organizaciones originales. La estructura política de la Huasteca sobrevivió a las conquistas mexicanas y aun a la más devastadora conquista española.

Templo huasteco

Recientemente se han descubierto en el área cultural huasteca importantes vestigios arqueológicos, entre los que destaca un complejo urbano de grandes dimensiones, Tamtok, que aporta elementos valiosos para el conocimiento de dicha cultura. El complejo, cuya ubicación ya era conocida, presenta ahora —tras una más amplia y sistemática investigación y descripción arqueológicas— todas las modalidades de los grandes centros mesoamericanos.

El sitio fue ocupado en la época Clásica Temprana y hacia el año 482 de nuestra era todavía estaba activo, por lo que coincidió con el periodo en el que la gran metrópoli de Teotihuacan conservaba al máximo su poder e influencia. Tamtok fue abandonado poco después y así permaneció durante varios siglos, que corresponden a los periodos Clásico Tardío y Posclásico Temprano. A finales del siglo XIV o principios del XV Tamtok se repobló y volvió a ser un pueblo huasteco próspero; se construyeron varios edificios con fines sociales y ceremoniales, donde se practicó culto público con sacrificios humanos, ritos de degollamiento, prácticas de fecundidad y diversas celebraciones que señalan la preocupación de sus habitantes por el destino de las almas después de la muerte. Los especialistas señalan que Tamtok se despobló en el último cuarto del siglo XV, posiblemente por ataques chichimecas nómadas procedentes de la Sierra del Abra de Tanchipa, como sucedió con otros pueblos de la región.