Segunda Guerra Mundial. Voces de sus protagonistas - Marcelo Gustavo Rio - E-Book

Segunda Guerra Mundial. Voces de sus protagonistas E-Book

Marcelo Gustavo Rio

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Beschreibung

Descubre "Segunda Guerra Mundial", un libro escrito por Marcelo Gustavo Rio y publicado por la editorial Autores de Argentina en 2015. Con tapa blanda y en español, este libro te sumergirá en uno de los eventos más importantes de la historia. Con un índice completo, podrás explorar cada aspecto de este conflicto global. Ya sea que seas un apasionado de la historia o simplemente quieras aprender más sobre este período, este libro es una lectura imprescindible. No pierdas la oportunidad de adquirir este ejemplar nuevo y en perfectas condiciones.

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Seitenzahl: 1088

Veröffentlichungsjahr: 2023

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Marcelo Gustavo Rio

Segunda Guerra Mundial. Voces de sus protagonistas

Rio, Marcelo GustavoSegunda Guerra Mundial : voces de sus protagonistas / Marcelo Gustavo Rio. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-4259-5

1. Ensayo Histórico. I. Título.CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Índice

PRÓLOGO

CAPÍTULO I

EL PUTSCH DE LA CERVECERÍA DE 1923

CAPÍTULO II

EL JUICIO DE HITLER

CAPÍTULO III

HITLER Y SU ASCENSO AL PODER

CAPÍTULO IV

LAS JUVENTUDES HITLERIANAS

O “HITLER JUGEND”

CAPÍTULO V

A) LA PROPAGANDA NAZI

B) LA VICTORIA DE LA FE

C) EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD

CAPÍTULO VI

ERNST RÖHM Y LAS SA. LA NOCHE DE LOS CUCHILLOS LARGOS

CAPÍTULO VII

LA REMILITARIZACIÓN DE RENANIA

A) EL TRATADO DE VERSALLES

B) ¿IGUALDAD DE DERECHOSPARA ALEMANIA?

C) DEVOLUCION DEL SARRE SERVICIO MILITAR - ACUERDO NAVAL

D) LA REMILITARIZACION DE RENANIA

CAPÍTULO VIII

LAS OLIMPIADAS DE 1936 EN BERLIN

A) EL MITO DE JESSE OWENS Y ADOLF HITLER

B) LA PELICULA DE RIEFENSTAHL SOBRE LOS JUEGOS OLIMPICOS.

CAPÍTULO IX

EL “ANSCHLUSS” LA ANEXION DE AUSTRIA

CAPÍTULO X

LOS SUDETES Y EL PACTO DE MUNICH

CAPÍTULO XI

¡HACIA LA GUERRA!

A) PRAGA

B) OPERACIÓN BLANCO

CAPÍTULO XII

EL ACORAZADO DE BOLSILLO ADMIRAL GRAF SPEE

CAPÍTULO XIII

LA BLITZKRIEG O GUERRA RELÁMPAGO

A) POLONIA

B) ATENTADO CONTRA HITLER

C) NORUEGA Y DINAMARCA

D) HOLANDA Y BELGICA

CAPÍTULO XIV

A) EL MISTERIO DE DUNKERQUE

B) LOS ALEMANES EN PARÍS

CAPÍTULO XV

A) BATALLA DE INGLATERRA

B) EL BOMBARDEO DE COVENTRY

CAPÍTULO XVI

OPERACIÓN BARBARROJA

CAPÍTULO XVII

PEARL HARBOR

CAPÍTULO XVIII

LENINGRADO, MOSCU, STALINGRADO:TRAMPA MORTAL

CAPÍTULO XIX

OTTO SKORZENY Y EL RESCATE DE MUSSOLINI

CAPÍTULO XX

OPERACIÓN VALQUIRIA

CAPÍTULO XXI

KAMIKAZES

LA CAZA DE ASALTO ALEMANA

CAPÍTULO XXII

NORMANDIA Y LA LIBERACION DE PARÍS

A) EL DESEMBARCO DE NORMANDIA

B) LA ENTRADA EN PARÍS

C) OTTO SKORZENY: “OPERACIÓN MICKY MOUSE”Y “OPERACIÓN PANZERFAUST”

CAPÍTULO XXIII

EL BOMBARDEO DE DRESDE

CAPÍTULO XXIV

ULTIMOS DIAS DE ADOLF HITLER

CAPÍTULO XXV

LA CONFERENCIA DE POTSDAM

LA BOMBA ATOMICA

INDICE ILUSTRACIONES

NOTAS

BIBLIOGRAFIA

PRÓLOGO

Este libro analiza los orígenes de la Segunda Guerra Mundial y otros acontecimientos que tuvieron lugar durante su desarrollo.

Decidí basarlo en las palabras y discursos de los protagonistas del conflicto, teniendo en cuenta, a su vez, el entorno político y social de la época.

Estoy convencido, que, para entender los hechos históricos, debemos hacer el esfuerzo de situarnos en el momento en que estos sucedieron y estudiar las circunstancias que los originaron.

Nada mejor entonces que regresar a la Alemania de 1923, para entender que significó el Putsch de Múnich de 1923, verdadero punto de partida a la fama de uno de los principales protagonistas de la Segunda Guerra: Adolf Hitler.

Era un momento en el que la violencia, la inestabilidad política, predominaban en Alemania y la desocupación y la inflación causaban estragos, gracias al ignominioso tratado de Versalles.

A raíz de ese intento de golpe fallido, Hitler se vería sometido a juicio por alta traición.

Sin embargo, tal como lo reconocería la prensa de la época, Hitler dirigió todo el juicio como si fuera una obra de teatro.

Era la mejor tribuna que Hitler hubiera podido desear en años y que pronto lo catapultaría hacia el poder.

Lo cierto es que el nazismo, no surgió de la nada, sino de un sentimiento nacionalsocialista que se remontaba a la primera guerra mundial. El poder de atracción del nazismo se basaba en su ideología antielitista, en la pluralidad de sus componentes, en sus manifestaciones populares y en un antisemitismo que parecía no desagradar a muchos de los alemanes de esa época.

Entendido de esta manera, podemos concluir que quienes fueron a las urnas para votar a Adolf Hitler, lo hicieron más por una cuestión ideológica, que por un tema económico.

Dentro de este engranaje nazi existían dos puntos de gran importancia: Las Juventudes Hitlerianas y la propaganda nazi, conducida por su ministro de propaganda Goebbels.

Así fue como en Potsdam en 1932, Hitler, gracias a Baldur von Schirach, entendería el papel primordial de la juventud alemana en el futuro de una Alemania Socialista.

A partir de allí, se les ofrecería un espacio común con un ideal nacionalista, campamentos, marchas y desfiles que los harían sentir protagonistas claves de la nueva Alemania.

Allí no había distinción de clases. El intelectual, el aristócrata, el campesino y el obrero trabajaban para un fin común.

El clásico tambor, las banderas y los símbolos de las juventudes Hitlerianas se mostrarían con orgullo en las filmaciones de propaganda, induciendo a los jóvenes a sumarse a las HJ.

La propaganda jugó un papel de gran importancia en el partido Nacionalsocialista.

Sería el mismo Hitler, quien le encargaría a Leni Riefenstahl la realización de la película de propaganda “VICTORIA DE LA FE” en 1933 relacionada con el 5to congreso del partido NSDAP; y posteriormente la película “EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD” sobre el sexto congreso del Partido celebrado rodada en Núremberg en septiembre de 1934.

Alcanzado el poder, sobrevendrá la misteriosa noche de los cuchillos largos donde serán fusilados casi todos los miembros de la cúpula de las tropas de asalto de Hitler: las SA.

No hay duda que las SA molestaban mucho al ejército y al propio presidente Hinderburg, pero la verdad sobre “la segunda revolución” pretendida por Röhm y su conspiración quedará para la historia, como un misterio sin resolver.

La obra trata también acerca del vergonzoso Tratado de Versalles, suscripto en 1919; el retiro de Alemania, en 1933 de la Conferencia Internacional de desarme de Ginebra y de la Sociedad de las Naciones; la devolución del Sarre, el rearme alemán y la ocupación de Renania.

Después nos ocuparemos de las famosas Olimpiadas de 1936 desarrolladas en Berlín y el mito histórico respecto al saludo de Hitler y el atleta negro estadounidense Jesse Owens, ganador de cuatro medallas de oro.

Este evento fue muy esperado por Hitler quien le encargaría la realización de una nueva película a Leni Riefenstahl.

Con la música de Strauss, el izado de banderas, el estruendoso sonido de la enorme campana de quince toneladas que tenía grabado el emblema de los cinco aros, y la suelta de miles de palomas se inauguró el evento deportivo que tanto esperaba el gobierno de Hitler, para mostrar al mundo una Alemania unida y con anhelos de paz mundial.

Era el evento propagandístico anhelado por Hitler y sus seguidores. Más de cien mil alemanes no paraban de gritar ¡Heil Hitler! ¡Heil Hitler!

En verdad que más que una ceremonia a favor del deporte y de la paz parecía la celebración del Congreso Nazi más grande de la historia.

En las calles desfilan las SA, las SS y las juventudes Hitlerianas, demostrando organización militar y poder, siempre en un clima de paz, pero mostrando al mundo el poderío alemán.

Los agasajos a participantes y representantes diplomáticos de los países invitados al juego fueron tal, que muchos embajadores se retirarían con una excelente opinión de Alemania y del mismo Hitler.

Tal como expresaría el “Olympia-Zeitung”, diario oficial de las Olimpiadas de Berlín: “Acaso tenemos que indicar que el gran vencedor en los Juegos Olímpicos es Adolfo Hitler”

También se tratará el “Anschluss” o la anexión de Austria que ocurrirá sin disparar un solo tiro y que será reafirmado mediante un plebiscito posterior por austríacos y alemanes.

Se estudiarán los entretelones y la entrada triunfal de Hitler y sus tropas en Austria, ante la algarabía de los pobladores y la pasividad del resto de los países de Europa.

Luego tendrá lugar la supuesta opresión de las minorías alemanas en la región de los Sudetes en Checoslovaquia. Las potencias terminaran presionando a Checoslovaquia, para que aceptase las pretensiones de Hitler, creyendo que con el Pacto de Múnich evitarían definitivamente la segunda guerra mundial.

La entrada en Praga será el próximo paso de Hitler, pero esta vez no será recibido como en Austria o los Sudetes sino con el silencio de la población.

Chamberlain se sentirá burlado por Hitler quien con la invasión a Praga había violado el acuerdo de Múnich. Pero surgirá la voz de Winston Churchill, diciendo que Francia y la Gran Bretaña debían completar de forma urgente, las medidas necesarias para su defensa.

Polonia sería el final de las conquistas pacíficas de Hitler, que hacía mucho tiempo venía reclamando llegar a un acuerdo sobre Danzig y el Corredor. Estos territorios le fueron cedidos a Polonia por el tratado de Versalles, proporcionándoles una salida al mar.

A pesar de la firma de la existencia de un acuerdo ruso-alemán, ni Francia ni Inglaterra dudaron esta vez en declararle la guerra a Alemania.

También conoceremos la apasionante historia del acorazado de Bolsillo Graf Spee y el atentado contra Hitler llevado a cabo en la “Bürgerbräukeller” de Múnich, por un carpintero.

Hablaremos sobre la fulminante “Blitzkrieg” o guerra relámpago alemana que arrasaría Polonia, Noruega y Dinamarca, Holanda y Bélgica. Y de como los alemanes burlaron la indestructible “Línea Maginot” de los franceses.

Abordaremos uno de los temas más controvertidos de la Segunda Guerra Mundial: El misterio de Dunkerque y la “Operación Dinamo”. ¿Por qué Hitler impidió que el ejército y la división acorazada tomaran Dunkerque, dejando todo en manos de la Luftwaffe?

El 14 de junio de 1940, los ejércitos alemanes penetraran pacíficamente en la tradicional y culta Paris. Tras desfilar por el arco del triunfo, marcharan por los campos elíseos y finalizaran en la plaza de la Concordia.

El armisticio se firmará en el mismo bosque de Compiégne y en el mismo vagón de ferrocarril en el que Alemania fue humillada y firmó el acta de rendición el 11 de noviembre de 1918.

Sin lugar a dudas, lo que más le interesaba al Führer, como el mismo lo reconocería, era “lavar el ultraje y la vergüenza de Versalles”.

Charles De Gaulle, huirá a Londres y desde allí el 18 de junio de 1940 dirigirá al pueblo francés a través de la BBC, la radio gubernamental británica su más famoso discurso.

Luego será el momento de encargarnos de la histórica batalla de Inglaterra y de los bombardeos de Londres y Berlín. Allí reviviremos el duelo a muerte entre la RAF (Royal Air Force) y la temible Luftwaffe a través de las palabras de sus pilotos.

El RDF, Descubrimiento de Detección por Radio, finalmente llamado radar y la labor de la RAF, fueron determinantes en la batalla de Inglaterra.

La labor de la RAF fue clave en la defensa de la isla como el mismo Churchill lo reconocería en una de sus frases más conocidas: “Nunca en el ámbito del conflicto humano tantos debieron tanto a tan pocos”.

Un bombardeo terrible fue el que hicieron los alemanes en Coventry, que destruyó varias fábricas de armamento inglesas y también la antigua y emblemática catedral de Coventry.

Coventry sufrió enormes incendios y según Galland habla de 800 aviones atacantes que arrojaron más de 1000 toneladas de bombas en un ataque nocturno concentrado.

También nos ocuparemos del ataque japonés a la base estadounidense de Pearl Harbor que marcaría la entrada en guerra de los americanos.

El día 22 de junio de 1941 daría comienzo la “Operación Barbarroja”.

En la primera etapa de la invasión a la Unión Soviética, muchos de los Generales Alemanes del Alto Mando del Ejército y el mismo Adolf Hitler estaban muy enfervorizados con los resultados obtenidos. El mismo Hitler el 4 de julio de 1941 diría sobre Rusia: “… En la práctica, ya ha perdido esta guerra. Es bueno que hayamos derrotado al comienzo a los tanques y a la fuerza aérea soviética. Los rusos ya no pueden reemplazarlos”

El 8 de septiembre de 1941 quedó aislada Leningrado con el resto de la Unión Soviética, al cortar casi todo tipo de comunicaciones por vía ferroviaria y de carretera.

El asedio que se inició el 8 de septiembre de 1941, se levantaría recién el 27 de enero de 1944, fueron 872 días que dejaron un tendal de muertos por inanición en el camino.

El primer bombardeo sobre la ciudad de Moscú fue realizado el 22 de julio de 1941.

Alrededor de doscientos aviones arrojaron sobre Moscú más de 100 bombas explosivas y más de 40.000 bombas incendiarias. La batalla de Moscú fue quizás la más grande de la historia. Participaron alrededor de siete millones de combatientes de ambos bandos. Murieron cerca de un millón de rusos.

Desde principios de octubre las lluvias entorpecieron el avance los alemanes cuyos vehículos se atascaban en el barro. El enemigo no daba tregua ni se rendía y las tropas alemanas no estaban provistas de la indumentaria adecuada para el invierno ruso.

Los alemanes carecían de botas adecuadas, sufrían la falta de tanques y de combustible, consecuencia de las bajas temperaturas. La Luftwaffe además nunca logró obtener la supremacía aérea total y la anulación del poder aéreo soviético. Esto sumado a los contragolpes rusos pondría en jaque a los alemanes.

Los alemanes creyeron que Rusia sería presa de la Blitzkrieg porque no tenía armamentos, ni aviones, ni los hombres suficientes para resistir. No le dieron el valor justo al ejército ruso y a las consecuencias del invierno y lo pagaron caro.

La retirada de las tropas de Moscú – a pesar de Hitler- fue un verdadero calvario para los alemanes, muchas veces hostigados por los refuerzos siberianos que desconocían la palabra piedad.

El 17 de agosto de 1942, el 6to ejército al mando del general Paulus cruza el Don e inicia una fuerte ofensiva contra la ciudad de Stalingrado.

Poco a poco, más tropas alemanas penetran y combaten en las inmediaciones de la ciudad de Stalin.

El domingo 23 de agosto de 1942 fue letal para la población civil de Stalingrado.

La Luftwaffe dejó en llamas a gran parte de Stalingrado con un furibundo ataque de dos días de duración. Una multitud de Stukas sobrevolaría amenazante la ciudad de Stalingrado y descargaría sus bombas sin piedad alguna. Entretanto las tropas alemanas avanzaban sobre las ruinas de la ciudad.

Stalingrado, era un importantísimo centro industrial soviético. Los depósitos de petróleo ardían y dificultaban la visión de los propios aviadores alemanes. Se arrojaron mil toneladas de bombas convencionales e incendiarias.

Pero la tenacidad de los rusos sería implacable. Lucharían desde los techos de las casas, pertrechados en las ruinas y en las calles sin pausa.

Se crearon patrullas de combate armadas con ametralladoras, granadas, cuchillos etc, que surgían de los sótanos y alcantarillas y atacaban por sorpresa.

Hubo muchos francotiradores rusos en Stalingrado, pero sin dudas el más conocido fue Vasili Záitsev, quien reconocería haber matado a 242 alemanes, incluidos más de 10 francotiradores enemigos.

El 23 de noviembre de 1942, los rusos realizarán maniobras de envolvimiento en el oeste de Stalingrado cercando y cortando el paso al sexto ejército alemán.

Cuando Paulus quiso reaccionar era demasiado tarde y sus tropas y formaciones acorazadas quedaron acorraladas en la ciudad de Stalingrado, entre el Volga y el Don.

En los últimos días de enero de 1943, el comandante von Zitzewitz, evacuado en avión para informar personalmente la situación del sexto ejército en Stalingrado a Hitler, dijo sin tapujos:

“Mi Führer, no se puede ordenar ya a los soldados en Stalingrado que luchen hasta el último cartucho, primero porque físicamente no están ya en condiciones de hacerlo, y, en segundo lugar, porque tampoco tienen el último cartucho.”

Finalmente, el 31 de enero de 1943, Paulus y su ejército se rindieron. Stalingrado fue una batalla decisiva para el futuro de la segunda guerra mundial.

Después nos asombraremos con el rescate de Mussolini en el hotel de montaña situado al pie de la cumbre del Gran Sasso, encomendado al comando Otto Skorzeny por el mismo Hitler

Nos sumergiremos en la conspiración encabezada por Claus Schenk Graf von Stauffenberg, para asesinar a Hitler el 20 de julio de 1944, mediante la colocación de un artefacto explosivo en la Guarida del Lobo.

Pero la denominada “Operación Valquiria” terminaría con el fusilamiento de von Stauffenberg y todos los conspiradores, salvo los que optaron por suicidarse, como el caso de Rommel.

Hablaremos de la creación del temido Cuerpo Especial de ataque Kamikaze japonés que causara estragos en las fuerzas navales británicas y estadounidenses.

Los destructores o buques americanos, no tenían modo alguno para adivinar con certeza cuál sería la última maniobra del Kamikaze. Se trataba de una bomba humana pensante que podía cambiar de idea, dirección u objetivo en el último instante.

Estaremos presentes en el desembarco de las tropas aliadas en Normandía el 6 de junio de 1944 y reviviremos la tensión de los momentos previos.

El 26 de agosto, por la tarde De Gaulle hará su entrada formal bajando a pie por los Campos Elíseos y se dirigirá hasta la plaza de la Concordia.

Escucharemos la orden de Hitler pidiendo la destrucción y demolición de la bella Capital de Francia. Al poco tiempo preguntará: ¿Arde París? ¿París está a punto de arder? ¿Sí o no?

Será imposible no entristecerse con el bombardeo de Dresde efectuado por los aliados la noche del 13 al 14 de febrero y el día 15 de febrero.

Después del primer ataque que durará alrededor de 20 minutos, la calle se llenará de bomberos, médicos, civiles aturdidos, curiosos y unidades militares que trágicamente serán un nuevo blanco de las bombas incendiarias que lanzara la RAF.

Pronto parecerá explotar la ciudad completa y convertirse en una tormenta de fuego imparable.

La segunda oleada, más numerosa, causó estragos a la ciudad y a sus indefensos pobladores civiles. Se destruyeron hospitales, escuelas, casas que se hundían, edificios, murieron muchas personas.

La “Florencia del Elba” fue devastada por los aliados. La cifra real de muertos, nunca se sabrá con exactitud, pero se estima que murieron en esos grandes incendios, entre 25.000 y 35.000 personas.

Nos internaremos en el Bunker de Hitler el 20 de abril de 1945, en el que sería su último cumpleaños, cuando los soviéticos comenzaron su ataque a Berlín.

Los más allegados al Führer le piden que se retire de Berlín y acuden por ayuda para convencerlo a Eva Braun cuya respuesta siempre será la misma: “Él tiene que decidir solo. Si el considera correcto quedarse en Berlín, yo me quedaré con él. Si él se marcha yo también me iré”

El día 22 Hitler confirma que permanecerá en Berlín. No obstante, ordena a sus secretarias Christian y Traudl Junge que se vayan, pero estas se niegan. A continuación, Hitler responderá: “Ojalá mis generales fueran tan valientes como ustedes”

A esta locura se sumará “Magda” Goebbels y sus seis hijos que vendrán a alojarse en el Búnker del “tío” Hitler.

Al otro día, Hitler recibirá el telegrama de Göring en el que le anuncia que de no recibir una respuesta lo considerará privado de libertad y asumiría el pleno gobierno del Reich, con entera libertad de actuación en el interior y en el exterior. Hitler se enfurece y destituye de todos sus cargos a Göring además de expulsarlo del partido y lo manda a arrestar.

Hanna Reitsch, y el teniente general von Greim herido en un pie arribaron al Bunker arriesgando sus vidas. Hitler nombra a Greim sucesor de Göring. El 28 abandonan el Bunker.

Poco después, Hitler se entera que Himmler ha establecido contacto con el Conde Bernadotte a fin de negociar una paz separada con las potencias occidentales sin su autorización. Hitler se siente traicionado y lo destituye también de todos sus cargos.

Entre la noche del 28 de abril y el comienzo del día 29 de abril, Eva Braun contraería enlace con Adolf Hitler. Luego Hitler le dictará sus testamentos a Traudl Junge, uno público y otro privado.

El 30 de abril Hitler y Eva Braun se suicidarán y sus cuerpos serán rociados con combustible y quemados por Erich Kempka y otros más. Posteriormente Magda Goebbels envenenará a sus propios hijos y luego se suicidarán con su marido.

Finalmente, Eisenhower firmó un Acta de Rendición Militar con Jodl en Reims, el 7 de mayo, que entraría en vigor después de la medianoche del 9 de mayo.

El 9 de mayo, para resguardar el ego de Stalin, después de la medianoche en Karlshorst, en las afueras de Berlín, en el cuartel General de Zhukov se firmará otro documento de capitulación incondicional, fechándose el documento el 8 de mayo. Keitel, lo suscribió en representación de Alemania.

La conferencia de Potsdam tuvo lugar en el Palacio Cecilienhof, en Potsdam, Alemania, desde el 17 de julio al 2 de agosto de 1945.

Inglaterra, Estados Unidos y la Unión Soviética se reunirían para encauzar un poco más la posguerra y con el objetivo de establecer a través de las Naciones Unidas una paz duradera en el mundo. Sin embargo, muchas cuestiones, quedaron sobre la mesa, sin resolverse.

El principal factor de unión entre las potencias era vencer a los alemanes y esto ya había finalizado.

Ahora todo había cambiado y los rusos veían a los americanos como su principal enemigo del futuro. La creación de la bomba atómica terminó por enfriar las relaciones de los ingleses y americanos con los soviéticos, ya que ahora no precisarían de ellos para la guerra con Japón.

La continuidad de la guerra por los japoneses y sus ataques Kamikazes, sería la gran excusa que utilizaría Harry S. Truman para el lanzamiento de las bombas atómicas sobre el Japón.

Japón hizo caso omiso de la Declaración de Potsdam relacionada con la rendición incondicional y por ende se produjo el lanzamiento de la primera bomba atómica sobre Hiroshima el 6 de agosto.

A esta le siguió el 9 de agosto el lanzamiento de otra bomba atómica en la ciudad de Nagasaki.

El 15 de agosto de 1945, el emperador japonés Hirohito anunciaba por radio la capitulación del Japón.

Churchill fue invitado a hablar en el Westmister College de Fulton, en Misuri, en marzo de 1946.Allí tuvo lugar el famoso discurso del “Telón de Acero”:

“Desde Stettin, en el Báltico, hasta Trieste, en el Adriático, ha caído sobre el continente un telón de acero. Detrás de esa línea se encuentran todas las capitales de los antiguos Estados de la Europa Central y del este. Varsovia, Berlín, Praga, Viena, Budapest, Belgrado, Bucarest, Sofía, todas… quedan dentro de la esfera soviética…Han alentado al gobierno polaco…para que haga… injustos avances en Alemania… esta no es la Europa liberada que hemos luchado por construir…” (504)

La segunda guerra mundial había concluido, pero la nueva guerra fría estaba en su apogeo y perduraría por varias décadas más.

CAPÍTULO I

EL PUTSCH DE LA CERVECERÍA DE 1923

“La revolución nacional ha estallado… seiscientos hombres armados hasta los dientes rodean esta sala. Somos los dueños absolutos de Múnich. El ejército se nos ha unido. Dentro de unos minutos estará aquí con nuestra SA” (35)

Pasadas las 8 p.m. del día 8 de noviembre de 1923, Hitler cruzó la puerta de la cervecería Bürgerbräukeller de Múnich acompañado por algunos hombres armados.

Como el salón principal estaba atestado de gente, permaneció en la antesala bebiendo una cerveza, que le alcanzó Ernst Hanfstaengl. Su colaborador, Rudolf Hess también estaba dentro de la cervecería Bürgerbräukeller.

161) Reunión NSDAP, 1923 Versammlung der NSDAP im Bürgerbräukeller, München 1923

A las 8,30 p.m. llegan el capitán Göring y sus tropas de asalto con pistolas y ametralladoras en varios camiones y rodean la cervecería.

La policía municipal superada en número por los miembros de las SA, que se colocan a la entrada del edificio, no interviene.

Göring irrumpe en la Bürgerbräukeller con algunos efectivos, que colocan una ametralladora en la entrada de la sala apuntando al público.

En ese momento, Hitler dejó su cerveza, desenfundó su pistola Browning y cuando las tropas de los camisas pardas gritaron “¡Heil Hitler!” entró al salón principal.

Lo acompañaban, entre otros: Hanfstaengl, Rudolf Hess, Hermann Göring, Alfred Rosenberg, Ulrich Graf y Scheubner-Richter. Con sus armas desenfundadas, marcharon en dirección a la tribuna.

Se encontraba allí el comisario general de estado, Gustav von Kahr, dando su discurso desde hacía más de veinte minutos, ante aproximadamente tres mil personas.

Entre sus asistentes, se encontraban comerciantes importantes, ministros y economistas, además del comandante del Ejército de Baviera, el general Hermann von Lossow y el jefe de policía Hans Ritter von Seisser.

Al mismo tiempo que se caen varias mesas y se vuelcan las cervezas, las SA bloquean la salida del local.

Hitler pidió silencio, pero como la gente no se calló, se subió a una silla y disparó hacia el techo para que lo escucharan. Estaba decidido a todo.

Rápidamente, anuncia que el gobierno bávaro quedaba depuesto y que el local está cercado por las SA. Tras cartón, Hitler les ordena a Kahr, Lossow y Seisser que pasen a una habitación contigua. Lossow murmura a sus compañeros que le sigan la corriente.

Hitler, les anoticia sobre la creación de un nuevo gobierno del Reich presidido por el mismo. En ese mismo momento, les ofrece cargos de poder a los tres, para que apoyen el golpe.

No obstante, les dice con una sonrisa sarcástica:

“Tengo cuatro balas si el asunto fracasa, tres son para ustedes y una para mí” (52)

Ante el estupor de sus oyentes, le ofrece al general Ludendorff el mando del Ejército nacional y Gustav von Kahr el cargo de regente de Baviera. A Lossow dice que le nombrará ministro del Reich y a Hans Ritter von Seisser le promete que será el jefe de Policía.

Kahr, Lossow y Seisser, se miran entre sí y no atinan a decidir qué hacer. Temen tanto plegarse a él, como rechazarlo. La realidad era que todos concordaban con abolir el régimen de la República.

A la par de todo esto, Göring se esfuerza por contener al público, con algunas canciones populares, arengas patrióticas, e indicándole que disfruten sus cervezas y tengan paciencia.

Explicó también, para calmar a los presentes que Kahr y el resto no corrían ningún tipo de peligro y pronto todo quedaría aclarado.

Poco tiempo después, Hitler regresó al salón, subió a la tribuna y dirigiéndose a la multitud aclaró que sus maniobras no iban dirigidas contra la policía ni el ejército, sino contra “los criminales de noviembre de 1918”.

También les comunicó que el general Ludendorff apoyaba este golpe y que lideraría las fuerzas del ejército de su futuro gobierno.

Y continuando con la puesta en escena, agregó:

“Ahora voy a realizar el juramento que me hice a mí mismo, hace cinco años, cuando me encontraba acostado ciego y tullido en una cama del hospital militar: No conoceré tregua ni reposo, mientras que la desventurada Alemania de hoy no se convierta en una Alemania nueva, poderosa y libre.” (36)

Gracias a su facilidad discursiva, Hitler había conseguido colocar a todos los concurrentes a su favor. Los que antes lo abucheaban ahora lo aclamaban.

Era un verdadero maestro de la oratoria. Sus movimientos del cuerpo, las expresiones de su rostro y hasta las variaciones del timbre de voz, parecían estar calculadas.

El profesor e historiador Alexander von Müller, que estaba en la cervecería y fue testigo de todos los acontecimientos, reconoció las cualidades retóricas de Adolf Hitler: “Dio por completo la vuelta a la actitud de la enorme concurrencia con la misma facilidad que si se tratase de un guante.”

El mismo Putzi Hafstaengl periodista, editor y músico, que tuvo mucho que ver con la subida de Hitler, apoyándolo como editor y económicamente, dijo algo similar.

Aprovechando el favoritismo de la multitud, les preguntó si pensaban respaldarlos a él, a Kahr, Lossow y Seisser, que estaban deliberando afuera.

La concurrencia respondió afirmativamente y Adolf Hitler aseguró muy convencido:

“Puedo deciros esto: ¡o la revolución alemana comienza esta noche o estaremos todos muertos al amanecer!” (37)

Ante esas emotivas palabras, otra vez los presentes aclamaron a Hitler. La revolución avanzaba a paso firme.

Al poco tiempo, arribó Ludendorff al local, vestido con el uniforme completo del ejército imperial.

No obstante, verse sorprendido por la rapidez de los acontecimientos y sentirse molesto porque no se lo había puesto sobre aviso antes, fue hacia donde estaban los otros para solicitarles que se sumaron al putsch de Hitler.

El general trató de hacerles entender que, a esta altura de los acontecimientos, no cabía dar marcha atrás.

Sin embargo, no por ello, dejaría de mostrarse estupefacto y disgustado por las formas empleadas:

“¡Créanme, caballeros! ¡Estoy tan sorprendido como ustedes!” (132)

Esto no era ficticio. Ludendorff, estaba visiblemente molesto porque Hitler no le había avisado que realizaría el putsch ese día.

Momentos más tarde, Ludendorff, Hitler y el resto regresaban a la tribuna, aclamados por la multitud presente.

(56) Bundesarchiv Bild 119-1486, Hitler-Putsch, München, Marienplatz.

Seguramente, Adolf Hitler tendría sus serias dudas sobre la fidelidad de Kahr, Lossow y Seisser, pero por el momento le bastaba con tenerlos bajo control o al menos eso era lo que pensaba...

Todos juraron lealtad a Hitler, aceptaron los cargos prometidos, y tras decir que apoyaban el golpe, estrecharon su mano como una muestra de reconciliación absoluta, mientras la cervecería entera estallaba en aplausos.

Hess, se encargó de tomar algunas personas no confiables como rehenes, entre los que se encontraba el ministro de Justicia, que serían llevados a una casa situada en el sur de Múnich.

La idea de Adolf Hitler era que los acontecimientos de la ciudad de Múnich, se hicieran sentir de tal manera, que dieran lugar a una marcha nacional hacia Berlín.

Era un momento difícil, para Alemania de los años veinte, donde la violencia, la inestabilidad política, la desocupación y la hiperinflación causaban serios estragos en la población alemana.

Solamente, los especuladores con dinero, se favorecían, adquiriendo desde unas simples sillas hasta importantes propiedades a precios irrisorios.

La confianza en las autoridades estatales estaba por el suelo. Nadie quería conservar dinero.

Los billetes eran remarcados con un sello del banco. Así un billete original de 1000 marcos tenía un sello con la leyenda de un billón de marcos. Incluso se llegaría a destruir papel moneda.

Los principales perjudicados eran los jubilados y los trabajadores cuyo salario perdía valor en cuestión de minutos. Los alimentos básicos escaseaban cada vez más.

La República de Weimar, se hallaba muy desprestigiada y los muniqueses de casi todas las clases sociales, pedían gritos la vuelta del orden y la paz social.

Se llegó a decir, que una persona dejó un cesto lleno de dinero en la calle y al regresar encontró el dinero tirado en la calle, pero no el cesto. Nadie quería dinero, que perdía su valor a cada segundo.

El que tomaba un café en un bar podía llegar a pagarlo más caro si tardaba mucho en saldar su cuenta.

Los alemanes relacionaban todo esto con la firma del denigrante Tratado de Versalles.

Este tratado, los condenaba a la pérdida de territorios, el desarme, la casi desaparición del ejército y el pago de cuantiosas reparaciones, inspirando un sentimiento nacionalista que compartían todos los alemanes.

Lo cierto es que los aliados presentaron sus condiciones y los alemanes nada pudieron hacer pese a sus protestas. Perdieron territorios en el este y el oeste, como Alsacia- Lorena entre otros y se le quitaron todas sus colonias.

Se conminó a los alemanes a depositar todo el armamento de guerra bajo custodia de los vencedores y además se les prohibía tener una fuerza aérea propia.

Tampoco se les permitió al principio formar parte de la Sociedad de las Naciones.

Se les obligó a firmar una cláusula aberrante, en la que asumían toda la responsabilidad con relación al inicio de las hostilidades.

Este reconocimiento de culpabilidad, era el argumento jurídico que necesitaban los aliados, para reclamar las reparaciones de guerra, que desangrarían lentamente a Alemania.

Así fue como, a principios de 1919, el Ejército alemán, fue reducido, aunque muchos soldados se resistieron a entregar sus armas. Las fábricas de armamentos fueron cerradas y muchos ex combatientes se quedaron sin trabajo.

Estos soldados sin trabajo, fueron acercándose a la política y empezaron a formar parte de los diferentes mítines políticos. Un montón de soldados desocupados, estaban a la espera de un líder que los guiara.

La marcha de Roma de Mussolini de 1922, pasó a ser un modelo deseado por muchos disconformes.

Las huelgas obreras fueron en aumento en Alemania, al compás de los reclamos salariales.

De esta forma, el pensamiento de la “puñalada por la espalda” traición que había derivado en la derrota de la gran guerra, alimentado por la derecha nacionalista, fue instalándose en el imaginario del pueblo.

En los primeros años de la República, miles de soldados trataron de hallar su lugar en las fuerzas paramilitares de la derecha llamadas Freikorps, que, en sus inicios, formaban parte del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, NSDAP.

La Reichswehr, mantenía lazos estrechos con las formaciones paramilitares de derecha, en la Alemania de la Weimar.

Muchas de este tipo de organizaciones, cuyos nombres fueron cambiando con el tiempo, estaban presididas por ex ofíciales del ejército que debieron salirse del mismo por el Tratado de Versalles.

En 1923 el ministro del Reichswehr, un poco por la presión de los aliados y otro tanto por la situación social que se vivía ordenó a a los militares que dejaran de apoyar a este tipo de organizaciones, aunque esto nunca se llevó a cabo totalmente.

Fue precisamente, en 1923, que Gustav von Kahr el jefe del Gobierno bávaro y Otto Von Lossow comandante regional del Reichswehr en Baviera, se distanciaron de Berlín.

Pronto, empezaron a circular versiones de que Kahr propondría la emancipación de Bavaria y marcharía con su gente hacia Berlín.

Cierto es, para ser justos, que Gustav von Kahr, no había querido arrestar a ningún dirigente nazi en Múnich, como le ordenaron desde Berlín.

A su vez desobedeció las órdenes de cerrar el diario nazi Völkischer Beobachter, que embestía a diario contra el gobierno de Berlín.

Esto ocurrió debido a que un sector importante de Baviera era nacionalista y si bien no aprobaban los métodos y muchas ideas de Hitler, coincidían en desear una Alemania fuerte y respetada.

Por ello, cabe afirmar sin temor a errar, que la idea de marchar a Berlín y deponer a las autoridades del gobierno, provenía de los propios integrantes del gobierno bávaro.

O sea que las intenciones de marchar a Berlín no eran exclusivas de Adolf Hitler.

El 1 y 2 de setiembre se realizarían las celebraciones denominadas “Días alemanes” en Núremberg, a la que asistieron más de 100.000 personas, en una clara muestra de descontento y patriotismo.

Desfilaron los veteranos de guerra y oficiales por las calles de la ciudad, visiblemente adornadas con banderas imperiales y los estandartes del ejército.

Ese día Hitler daría un discurso y se mostraría con los jefes de otras agrupaciones de derecha y el ex héroe de guerra Ludendorff y el intendente de la ciudad. El crecimiento de Hitler era innegable.

Para colmo, en 1923, las tropas francesas y belgas penetraron en Alemania y ocuparon la cuenca del Rhur, ocasionando un enorme impacto económico. Téngase en cuenta, que en esa zona, se encontraba el corazón de la industria, las minas de carbón y las acerías.

El Gobierno alemán instauró un sistema de resistencia pasiva, por el que los trabajadores de cualquier fábrica, que fuera tomada por los invasores, debían dejar las herramientas de trabajo, o las oficinas e irse a sus domicilios.

Esto convulsionó a la economía alemana que comenzó a emitir billetes para salir del paso generando una terrible hiperinflación, que empobreció a los alemanes, como nunca antes había sucedido. Los precios de los artículos llegaban a cambiar entre dos y tres veces por día. Todo parecía caerse a pedazos.

Abrumado por las circunstancias, Berlín declaró el 26 de septiembre de1923, el final de la resistencia pasiva en Renania y el Ruhr relacionado a la ocupación de franceses y belgas en esa región alemana.

Se había tornado costoso y poco efectivo. La orden fue el retorno de los alemanes al trabajo, a las fábricas y minas. Los grupos de izquierda y derecha atacaron al gobierno sin limitaciones.

El gobierno regional bávaro por su parte declaró un estado de emergencia y nombró comisario general del estado a Gustav Ritter von Kahr quien se arrogó poderes arbitrarios.

Con él estaban, el General Otto von Lossow que manejaba ejército y como jefe de policía Hans Ritter von Seisser.

Este grupo de tres fue el que arengó por la marcha de Berlín y no Hitler. Berlín a sabiendas que el enfrentamiento con el sur se tornaría inevitable, declaró el estado de sitio.

El triunvirato y Hitler tenían pensamientos afines como el de destituir la República. Para el dictador Gustav Ritter von Kahr, el Sr. Hitler servía para convocar y arengar a las masas pero no para ocupar un puesto importante como dirigente político.

Los militares de Bavaria, por su parte, reaccionaron jurando lealtad al gobierno bávaro y renunciando a la República de Weimar. Todo comienza a adquirir las características de un motín pacífico pero firme.

Lossow aprovechó para decir que lo mejor era separar a Baviera de Berlín, o marchar sobre Berlín para establecer un nuevo gobierno.

La iglesia también clamaba por el derecho de autodeterminación de Baviera, en la persona del popular cardenal Faulhaber, que acusaba a la República de Weimar de alta traición.

Por otra parte, Hitler tenía el apoyo de un periódico que subvencionaba Hanfstaengel , que no tuvo mejor idea que atacar al Seeckt Jefe Mayor del Estado alemán y al canciller Stresemann.

Desde Berlín se solicitó al General Otto von Lossow que cerrara ese diario. Más éste, tras consultar con Kahr se negó a ello. Esta insubordinación derivó en el despido del general Otto Von Lossow, que este se negó a aceptar.

El enfrentamiento entre Berlín y Baviera se hizo cada vez más fuerte. Baviera era un hervidero, de conspiraciones y traiciones, en la que circulaba la versión de un posible pustch a cargo de Kahr y sus colaboradores.

Pero el error que cometerían Kahr y sus colaboradores sería subestimar a Hitler y prohibirle la realización de los 14 mitines que éste tenía planeados con anterioridad.

Se hablaba de una separación inminente de Berlín y nadie quería perder protagonismo ni poder.

Más Hitler, al enterarse de las medidas del gobierno muniqués, enloqueció de rabia y comenzó a conspirar contra el triunvirato, planeando un golpe para el 11 de noviembre.

Su sagacidad política le decía que Kahr y sus secuaces lo habían dejado de lado y planeaban dar su propio golpe en Berlìn, dejándolo de lado. Y a decir verdad parecía no estar muy equivocado con sus deducciones.

Más, cuando nada parecía preverlo, Kahr y Von Lossow convocaron a un mitin para el 8 de noviembre, en el que tanto Hitler como y las SA no fueron invitados a participar.

Hitler al enterarse, confirma la traición de sus ex – cómplices, que parecen querer apartarlo del proyecto revolucionario, pero a su vez entiende que es su gran oportunidad de pasar a la acción.

Hitler comprendió - con razón - que corría el riesgo de perder el protagonismo principal en el levantamiento y la posible marcha hacia Berlín. Algunos miembros de las SA, como el fiel y corpulento coronel de brigada Wilhelm Brückner, lo incitan a actuar con rapidez.

Su olfato político le decía que tenía que obrar sin pérdida de tiempo y en forma reservada. Y así lo hizo, sin ninguna duda.

Así es como, apurado por los acontecimientos, decidió adelantar el golpe que tenía planeado dar el 11 de noviembre, y debido a ello, muy pocos tuvieron conocimiento de lo que tramaba para la noche del 8 de noviembre de 1923.

Tal es así que en la redacción del diario nazi Völkischer Beobachter, Rosenberg se vio sobresaltado por la irrupción de un Hitler, presa de una gran excitación. Su anuncio fue clarísimo:

(149) Múnich - Adolf Hitler y el tesorero del NSDAP, Franz Xaver Schwarz y miembros principales del Partido nazi. 1930

“¿Dónde está el capitán Göring?... ¡Juren que no mencionarán esto a persona viviente!... ha llegado la hora. ¡Esta noche actuaremos!” (43)

Solamente Hermann Göring, Röhm, Alfred Rosenberg y Rudolf Hess y otros hombres de confianza que intervendrían en el golpe, supieron lo que tendría lugar esa noche.

Sin ir más lejos, Hitler había estado tomando el té en la tarde, con su amigo y fotógrafo Heinrich Hoffman, en un salón de Múnich y lo único que le mencionó fue que a la noche estaría muy ocupado, con un trabajo importantísimo.

Tal es así, que cuando Hoffman regresó a su casa por la noche y recibió un llamado de un pastelero conocido que le dijo que la revolución nacional había sido proclamada desde la cervecería por Hitler y Ludenddorf, quienes habían conformado un nuevo gobierno, descreyó de ello y refutó:

“Vamos, vamos, eso es imposible: he estado con Hitler no hace aún dos horas” (39)

Sin embargo, Hoffman empezó a recordar su encuentro con Hitler ese día, quien de pronto le pidió que lo acompañara a la casa de su amigo Esser, que estaba en reposo por un ataque de ictericia.

Tras una cortísima visita, fueron hasta el Voelkischer Beobachter.

Allí, Hitler se puso a hablar con Göring, comandante en jefe de los SA y Hoffman se retiró.

Tiempo más tarde el fotógrafo y amigo de Hitler se enteraría que éste había visitado a Esser, para que organizara una reunión en el Loewenbraeukeller para encubrir lo que ocurriría en la Buergerbraeukeller y la razón de su encuentro con Göring.

Todo había sido planeado con la mayor de las reservas.

El mismo Göring le dijo a su esposa que guardaba cama debido a una neumonía que a lo mejor llegaría tarde esa noche, sin brindarle mayores explicaciones.

En la fría mañana del día 8 de noviembre, todos los jefes de las SA fueron alertados que debían tener preparados a sus hombres, sin darles mayores explicaciones.

(101) Ayuntamiento nuevo (Neues Rathaus) de Múnich Alemania en la Marienplatz hoy. Foto del autor.

De esta manera, cerca de las 9 p.m. Röhm amigo de Hitler y comandante de las SA, que estaba en la cervecería Löwenbräukeller, recibe una llamada proveniente de la Buergerbraeukeller que dice: “¡Entregado felizmente!”

Inmediatamente sube a la tribuna, anunciando la deposición del gobierno bávaro y que la revolución de Hitler está en marcha. Los SA saltan y se abrazan entre sí, mientras la banda toca el himno nacional.

Röhm y sus hombres se dirigen primero a la Buergerbraeukeller, pero en el camino reciben una contraorden para que se dirijan y ocupen el cuartel general de Lossow.

Las SA era una organización paramilitar formada por voluntarios, que protegían a los líderes del partido NSDAP en los mítines políticos.

Las filas nacionalsocialistas marcharon por la ciudad Bávara de Múnich, cantando, con sus uniformes e insignias, acompañados de su música sin que se produjera ningún altercado.

Posteriormente Röhm y sus hombres, tras alguna pequeña resistencia verbal de los guardias, logran ocupar el cuartel de la Reichswehr, sede del ministerio de Defensa bávaro.

El joven Heinrich Himmler, está también entre los golpistas enarbolando una bandera.

Hitler contaba con el apoyo del ex jefe de policía Pöhner que pudo tomar el cuartel de policía pacíficamente, gracias a que Wilhelm Frick, de la policía de Múnich, aconsejó a sus colegas en servicio esperar y no intervenir. Fick era un incondicional seguidor de Hitler.

Al principio todo pareció marchar bien para Hitler y sus adeptos, pero poco a poco todos los triunfos parciales se fueron perdiendo, por falta de estrategia política y militar.

La bandera con la esvástica, flameaba desafiante en la clásica Torre de Rathaus, en la Marienplatz al mismo tiempo que un grupo de golpistas, agitaba a la multitud entusiasmada.

Sin embargo, los sediciosos, demostrando una absoluta falta de previsión, no se apoderaron de la central de teléfonos que le permitirá luego a Lossow pedir ayuda militar a otras ciudades.

Tampoco hicieron lo propio con otros medios de comunicación, telégrafos, radios, ferrocarriles ni siquiera con las carreteras.

Lo peor es que además de no controlar los medios de comunicación, se los permitieron usar al triunvirato, no solo para pedir ayuda, sino también para comunicarse con la población.

Cuando los nacionalsocialistas se percataron de ello ya era demasiado tarde.

Hitler no quería enfrentarse al ejército, porque pretendía obtener su apoyo voluntario sin ningún acto de violencia. Seguramente pensó que al tener el apoyo de Kahr y el resto, no valía la pena tomar tantos recaudos, pero su deducción fue errónea.

Lo cierto fue que Hitler, Ludenddorf, Kahr, Lossow y Seisser, todos aparentes confabuladores del golpe se quedaron charlando sobre la estrategia a seguir, cuando el grueso de la gente se marchó.

Pero ocurrió que Hitler al enterarse sobre ciertas dificultades para tomar el cuartel de ingenieros, decidió ir el mismo a resolver la situación, dejando a Ludendorff al mando en la Bürgerbräukeller de Múnich.

Este fue el peor error que cometió, debido a que Ludenddorf permitió a Kahr, Lossow y Seisser, que se retiraran de la cervecería como muchos de los presentes.

Le dieron su palabra de honor al general Ludenddorf, cuyo prestigio de la primera guerra mundial era enorme, que respetarían sus juramentos de fidelidad a Hitler y al golpe, y solicitaron retirarse a sus casas. Y el general creyó en sus palabras de honor.

Siempre subsistirá la duda, si el veterano general fue realmente engañado por ellos, que le dijeron que necesitaban dormir o si querían irse para trabajar para la revolución o si lo hizo por temor a las represalias que pudiera sufrir, si el levantamiento terminaba en un fiasco.

Lo cierto es que una vez que el triunvirato quedó libre se reunieron en un cuartel del 19 Regimiento de Infantería. Rápidamente, Lossow solicitó el envío de tropas leales al gobierno, a los pueblos vecinos, que serían trasladadas en ferrocarril.

Entretanto, la policía local cortaba todas las entradas a la ciudad de Múnich, con el objeto de que los golpistas no recibieran ningún tipo de ayuda de otros camaradas.

En la madrugada del día 9 de noviembre, anunciaron por la radio de Múnich, que condenaban el putsch de Múnich y que habían sido obligados a plegarse a éste a punta de pistola por Adolf Hitler.

Y este sería el mensaje del mismo von Lossow a la población muniquesa.

“El Staatskommissar general von Kahr, el general von Lossow y el coronel von Seisser repudian el golpe de Hitler…Las opiniones expresadas en la reunión del Bürgerbräu nos fueron extraídas a punta de pistola y no son válidas. Permanezcan atentos a cualquier uso indebido de los citados nombres.” (41)

Poco después el mismo Kahr, efectuaría una proclama colocada en carteles del mismo tenor que inundaría la ciudad de Múnich.

Sin pensarlo dos veces, prohibieron la salida de los diarios de Múnich y anunciaron en otro comunicado, que los cuarteles y edificios claves estaban controlados en su mayoría por la policía y el ejército.

Para tranquilizar a los pobladores manifestaron que se acercaban los refuerzos y que la ciudad estaba bajo control de las autoridades locales.

A pesar de ello, Göring mandará a pegar varios carteles en diferentes barrios de la ciudad y no se podrá evitar la salida de los primeros periódicos del día, que anunciarán el éxito del Putsch de Hitler.

Los que estaban en la cervecería piensan que el putsch ha resultado exitoso, pues ignoran todo cuanto sucede en el resto de la ciudad.

En Berlín mientras tanto, el canciller Gustav Streseman, cuando recibe las noticias del Putsch de Múnich, mientras cenaba en el Hotel Intercontinental, dijo a su acompañante en tono sarcástico:

“…Esta noche ocurren en Múnich cómicos sucesos. Ya no soy el jefe supremo de las fuerzas armadas. Es Lossow. Hitler es el Canciller del Reich y Ludendorff ministro de Defensa. En Múnich ha estallado la revolución” (72)

El presidente Elbert, al confirmar que el ejército continuaba respondiendo al General Hans von Seeckt, le ordenó hacerse cargo de la situación en Baviera.

Seeckt inmediatamente le envió un telegrama a Lossow intimándolo a sofocar la rebelión bajo apercibimiento de hacerse cargo él mismo del tema.

Kahr intentó dar el golpe de gracia a los sublevados y comunicó por radio a la población que el partido Nacionalsocialista quedaba fuera de la ley, que confiscaban sus bienes, prohibían su diario y que los militares que apoyaran su causa terminarían juzgados por alta traición.

Hitler intentará también a través de un emisario suyo contactar con el príncipe Rupprecht para que interceda entre él y von Kahr con resultado infructuoso. Es más, Kahr recibirá un mensaje del Príncipe que le ordenará aplastar esa sublevación usando las tropas de ser necesario.

Hitler intentará también a través de un emisario suyo contactar con el príncipe Rupprecht para que interceda entre él y von Kahr con resultado infructuoso. Es más, Kahr recibirá un mensaje del Príncipe que le ordenará aplastar esa sublevación usando las tropas de ser necesario.

Todo se desarrolla en el medio de un gran desorden. Algunos golpistas cambian otra vez de bando por temor a ser castigados, pensando que el golpe ha fracasado.

La policía y el ejército mandados por Kahr, Lossow y Seisser, empezaron a hostigar a Röhm atrincherado en el ministerio de Defensa bávaro. Alrededor de cuatro batallones con morteros, ametralladoras y vehículos blindados rodean el edificio Varios emisarios pretenden hablar con Röhm para que se rinda. Röhm acepta, un alto del fuego por dos horas.

Röhm se reúne con Danner de las fuerzas oficialistas en los Barracones de la Landespolizei quien le ordena deponer sus armas. Röhm intentó convencer a Danner para que hablara con Ludendorff que apoyaba el golpe, pero todo fue en vano.

(57) “Bundesarchiv Bild 119-1426, Hitler-Putsch, München, Odeonsplatz”.

Entretanto, a pesar de haber acordado un alto el fuego en el Ministerio de defensa se producen unos pequeños enfrentamientos que terminara con dos golpistas muertos.

Himmler será unos de los que ayudará a retirar a los caídos para llevarlos al hospital donde confirmaran el deceso de ambos.

Al poco tiempo el ex jefe de policía Ernst Pöhner tradicional protector del Nacionalsocialismo y su colaborador Wilhelm Frick, fueron arrestados.

Algo comenzaba a quedar claro para Hitler y sus seguidores: Ni la policía estatal ni el ejército se plegaban al golpe de estado. Hitler estaba muy preocupado por lo que estaba sucediendo.

El fotógrafo de Hitler, Heinrich Hoffman, cuenta cómo vivió esa experiencia junto a Esser que lo estaba esperando en la puerta de su casa. Esser había marchado desde la Löwenbräukeller hasta la Bürgerbräukeller.

“Se acabó todo — gimió Esser —; el “putsch” ha fracasado: Hitler y Ludenddorf han dejado marcharse a Kahr, Lossow y Seiser: y en cuanto los tres se han visto libres, han dado todos los pasos necesarios para informar a la población de que se habían unido a Hitler coaccionados.

Unas alambradas de espinos han sido colocadas ya alrededor de los edificios del gobierno y la mayoría de las unidades de la Unión Oberland han sido cercadas en sus cuarteles por el ejército regular. Esser no podía más, hubiera llorado.” (47)

Cuando Hitler volvió a Bürgerbräukeller y se enteró de lo sucedido con el triunvirato casi enloqueció. No podía comprender como Ludenddorf había cometido esa locura.

A pesar de todo, a las cinco de la mañana Hitler manifestó su decisión irrevocable de luchar y morir por la causa, aunque ya no tenía confianza en que el golpe funcionara.

La confusión era la actriz principal del estallido revolucionario.

La aparición de carteles anunciando el éxito del Putsch contrastaba con la proclama de Kahr que denunciaba el golpe y disolvían el partido de Hitler.

Los carteles de uno y otro bando se pegaban y despegaban de las paredes, al punto de llegar a convivir uno al lado del otro.

Los diarios se contradecían entre sí, generando aún mayor confusión entre la gente. Todo era una gran locura y el pueblo alemán no sabía que ocurría en realidad.

Los diarios internacionales, generaban más incertidumbre que los locales, anunciando una supuesta marcha de Hitler con sus tropas hacia Berlín según el New York Times. Otros hablan de Ludendorff como el jefe del ejército sublevado que marchaba hacia Berlín.

En algunas partes los policías arrestaban a los golpistas y en otras sucedía exactamente al revés.

Sin embargo, la balanza comenzó a inclinarse hacia Lossow, con la llegada de las tropas oficialistas provenientes de las otras ciudades.

Hitler, temprano por la mañana mandó a los hombres de la SA a una imprenta para apoderarse de dinero recientemente impreso y así poder pagar a sus tropas de asalto.

Mientras tanto, Göring envió a un grupo a rescatar a Pöhner y Frick, pero aquellos no pudieron hacerlo y retornaron a la cervecería sin ellos.

Posteriormente, mandó a traer a socialistas del ayuntamiento que se habían negado a enarbolar la bandera nazi.

En la cervecería los cabecillas discuten la acción a tomar, barajándose incluso la posibilidad de refugiarse en Austria para tratar de sumar a otros revolucionarios de derecha.

Ludenddorf, - quien afirma que nunca más confiaría en la palabra de un oficial alemán - propone hacer una marcha al centro de Múnich para ganarse el apoyo popular.

Al parecer, el ex combatiente de la gran guerra comparte la misma indignación que Hitler y se resiste a aceptar el fracaso del putsch.

Mientras esto ocurre, van llegando a la ciudad de la revuelta cada vez mayor cantidad de tropas del ejército que comienzan a posicionarse junto a la policía en sitios claves para enfrentar a los insurrectos.

Finalmente, Hitler decide realizar la marcha al centro de la ciudad. Era una marcha de propaganda dirigida al despertar de los ciudadanos de Múnich.

Es un último intento también, para tratar que el ejército se pasase del lado del general Ludenddorf. Además, la lógica invita a movilizarse, para no ser rodeados y tomados por sorpresa.

Esto sería justamente lo que Adolf Hitler testificaría posteriormente en un juicio posterior.

“Marcharíamos a la ciudad para ganarnos al pueblo para nuestro lado, para ver como reaccionaba la opinión pública, y entonces para ver como reaccionaban Kahr, Lossow y Seisser a la opinión pública. Después de todo, aquellos caballeros difícilmente serían tan tontos como para usar ametralladoras contra un levantamiento general del pueblo. Así fue como se decidió marchar hacia la ciudad” (51)

Göring pretende llevar en la retaguardia a algunos funcionarios, por si las cosas se complican, indicando que la muerte del primer hombre implicaría la de los rehenes.

Hitler más racional que su camarada, es terminante al respecto y ordena que sean regresados a la cervecería diciendo que no desea ningún mártir.

Al mediodía dos mil personas partieron de la Bürgerbräukeller junto a Hitler, Ludendorff, Hess y Göring, ¡cantando “Alemania despierta! ¡Rompe tus cadenas!

A su paso, los manifestantesrecibieron el apoyo de mucha gente y no se toparon con ningún opositor en las calles. La cruz gamada continuaba enarbolada en el Nuevo Ayuntamiento y en otros lugares.

Ludenddorf al igual que Hitler, estaba seguro que ni el ejército ni la policía se atrevería a disparar sobre un héroe de la primera guerra mundial que encabezaría la marcha.

Hitler, Ludendorff y otros dirigentes del partido como Göring, el coronel Kriebel, Graf comandante de tropas de asalto y los portadores de los estandartes nazis, desafiando el peligro, conformaban la primera línea, de los manifestantes.

Detrás la unidad más veterana de las famosas tropas de asalto: la 6ta compañía de choque de las SA. Todos portaban fusiles, pistolas, carabinas etc.

Si bien Hitler ordenó la descarga de todas las armas para evitar un mal mayor, no todos acataron esa orden conforme lo sucedido con posterioridad.

El mismo Hitler reconocería que esa decisión de marchar a la ciudad “Fue la decisión más desesperadamente audaz de mi vida”

Hitler sabía que con el fracaso del golpe podía finalizar su carrera política e incluso su propia vida.

El primer obstáculo serio, fue un pequeño cordón policial que les salió al encuentro en el puente Ludwig, sobre el río Isar. Inmediatamente Ludendorff hizo detener a las tropas de las SA.

Aquí existen diferentes versiones sobre lo que sucedió en ese preciso momento.

Una de ellas, indica que Göring se adelantó hacia donde se encontraba el oficial al mando y le manifestó que tenía rehenes, entre los que se hallaba el ministro de Justicia y que si no lo permitían el paso pondrían en peligro sus vidas.

Los policías dudaron, pero la presencia del general Ludendorff inclinó la balanza hacia los golpistas. Acto seguido, las SA requisaron las armas de los policías y continuaron su marcha hacia el centro de la ciudad.

Otra versión nos cuenta que los policías -que eran muchos menos que los manifestantes- fueron obligados a correrse pistola en mano, por medio de amenazas e insultos.

Incluso se dice que Göring se abalanzó sobre el jefe y lo desarmó mientras otros miembros de las SA hacían lo propio con el resto de los efectivos policiales.

En otras se dice que los policías al verlo al general Ludendorff, héroe prestigioso de la primera guerra mundial, bajaron sus fusiles y permitieron el avance de la columna.

Lo cierto es que, de una manera u otra, los manifestantes continuaron caminando, cruzaron el río, entraron en la Zueibbrückenstrasse y fueron en dirección de la Marienplatz.

A pesar de este pequeño triunfo Hitler y sus seguidores estaban muy preocupados, al punto que uno de los golpistas, efectuó el célebre comentario, que eso era como un cortejo fúnebre.

La calle estaba repleta de personas que alzaban sus banderas con la cruz gamada y aclamaban a Hitler y sus partidarios. Algunos incluso se plegaron a la marcha y cantaban canciones patrióticas.

Los manifestantes entraron en la Marienplatz, que estaba repleta de gente, saludados por el Rathaus (Ayuntamiento) y la bandera nazi que flameaba al compás del viento golpista.

Cerca de allí, está el Ministerio de Guerra donde Röhm estaba atrincherado soportando el asedio del ejército y la policía. Ludendorff, decidió ir por él sin pensarlo siquiera, según confesara más tarde.

Ludendorff encabezaba la marcha hacia la céntrica Odeonplatz donde le aguardaba otro cordón policial más numeroso que el anterior, provisto de armas cargadas.

Los nazis cantando se dirigieron hacia el famoso monumento la Feldherrnhalle, (Pórtico de los Generales o logia del mariscal) construido entre los años 1841 y 1844 para honrar al ejército Bávaro.

Este imponente pórtico de columnas, situado en la Odeonplatz, posee estatuas de líderes militares y dos imponentes leones, en ambos lados de la escalinata principal, que parecen custodiar la escultural central añadida en 1882, después de la guerra Franco-prusiana.

Ludendorff, Hitler y sus acompañantes, en una decisión, quizás equivocada, tomaron por la angosta Residenzstrasse en dirección la Feldherrnhalle.

Esto le permitió al grupo de policías municipales atrincherarse e impedirles el paso a los rebeldes, facilitados por la estrechez de la calle.

Hitler, el general Ludenddorf, las SA y sus seguidores continuaron caminando por la reducida Residenzstrasse hacia la Odeonsplatz.

Sin embargo, pegados a un costado de la Feldherrnhalle les cerró el pasó la policía con sus carabinas y pistolas listas para disparar.

Los policías estatales comandados por el primer teniente Michael Freiherr von Godín, avanzaron empuñando sus armas, mientras los manifestantes aguardaban expectantes fusiles y pistolas en mano.

(58) La Feldherrnhalle situada en la Odeonsplatz. Múnich. Alemania. Foto del autor.

Godín tenía órdenes de detener la marcha del Putsch y este era el mejor lugar para hacerlo sin ninguna duda. Como bien diría después, él no podía saber si la tropa Hitleriana, que ostentaba bayonetas, fusiles y pistolas tenía sus armas descargadas.

Hitler se tomó del brazo de su colaborador Erwin von Scheubner-Richter… Göring estaba solo a unos pocos pasos de distancia de ellos.

En el medio de semejante tensión se escuchó el grito desesperado de uno de los manifestantes:

“¡No disparéis, el mariscal Ludendorff está aquí!” (42)

De pronto sonó un primer disparo que algunos adjudicaron a los policías y otros a los golpistas, a lo que siguió un violento fuego cruzado entre ambos bandos.

Sobre este punto las versiones siempre fueron contradictorias. A tal punto lo fueron, que el mismo Godín se contradijo.

En su primera versión expresó que sintió el zumbido de un primer disparo -echo por los golpistas- sobre su cabeza que mató a un sargento; y luego respondió la policía. Pero, más tarde, se retractó y tras dibujar un croquis, declaró que la policía fue la que disparó primero.

Algunos policías parapetados en la Feldherrnhalle dispararon sobre los insurgentes, quienes evidentemente no estaban todos desarmados y devolvieron los disparos como pudieron.

Lo cierto fue que uno de los primeros en caer fue Graf el guardaespaldas de Hitler, quien, al saltar delante de éste, recibió media docena de balas, todas destinadas al líder del movimiento nazi.

Otro desafortunado, que murió alcanzado por un disparo en el pulmón o el corazón, fue Erwin von Scheubner-Richter, que tenía a Hitler tomado del brazo izquierdo.

Al ser alcanzado por el proyectil, cayó pesadamente al suelo arrastrándolo a Hitler y dislocándole el brazo izquierdo. Podemos decir, casi con absoluta certeza que al tirarlo al suelo le salvó la vida.

Uno de los abanderados yacía en el suelo ensangrentado al igual que su bandera que pasaría a ser para los nazis la famosa “Blutfahne” La bandera de la sangre.

El abanderado llamado Bauriedl, fue alcanzado por un disparo en el estómago y se desplomó sobre el estandarte, manchando de sangre la insignia, transformándola a partir de allí en un símbolo sagrado para el nacionalsocialismo.

A partir del año 1926, Hitler entregaría la bandera a las SA, denominándola por primera vez “de la sangre”, siendo utilizada para tocar las nuevas banderas del partido y consagrarlas.

Posteriormente Hitler decidiría pasar esa bandera a la Primera Compañía de las SS.

De 1927 a 1939, Hitler presidiría las concentraciones del partido en Nuremberg, efectuando allí las ceremonias de las consagraciones de la Bandera de la Sangre.

El mariscal Ludendorrf no fue alcanzado por los disparos. Algunos dicen que continuó caminando, impávido hacia donde estaba la policía y tras atravesar sus filas, fue arrestado por un oficial de la policía, sin oponer resistencia. Otros afirman que se arrojó al piso para esquivar la balacera y luego se entregó a la policía.

Alfred Rosemberg, cayó al suelo y se refugió como pudo sobre el cuerpo de uno de los caídos.

Por su parte, Hitler lleno de sangre y con el brazo muy dolorido, pensó que había sido herido.