Cartas y discursos de patriotas - Marcelo Gustavo Rio - E-Book

Cartas y discursos de patriotas E-Book

Marcelo Gustavo Rio

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Beschreibung

¿Sirvió San Martín en el ejército español? ¿Combatió contra las tropas de Napoleón? ¿Por qué fue fusilado Santiago de Liniers, héroe de las invasiones inglesas? Mariano Moreno… ¿Fue asesinado o murió de muerte natural? y en su caso… ¿Quién fue el responsable de su muerte? ¿Por qué Belgrano liberó a casi 3.000 prisioneros luego de la batalla de Salta, creyendo en su promesa de no retomar las armas? ¿Quién fue al autor ideológico del fusilamiento de Manuel Dorrego? ¿Quién mató a Facundo en Barranca Yaco? ¿Cuál fue la responsabilidad de Juan Manuel de Rosas en estos hechos? ¿Por qué ordenó Rosas el fusilamiento de Camila O'Gorman y el cura Ladislao Gutiérrez? ¿Por qué el Libertador San Martín legó su sable a Juan Manuel de Rosas? ¿Quién asesino a Urquiza? ¿Qué ocurrió en Pavón? ¿Urquiza ayudó a Rosas en el exilio? ¿Quién era Calfucurá, el "Napoleón de las Pampas"? ¿Cuál fue su relación con Rosas, Urquiza y Bartolomé Mitre? ¿Quién fue Manuel Namuncurá? ¿Existieron los malones de indios que robaban ganado y tomaban cautivos a mujeres y niños? ¿Qué fue la zanja de Alsina? ¿Por qué la criticó Julio A. Roca? ¿Cómo se gestó el día de la lealtad peronista del 17 de octubre de 1945? ¿Qué dijo "Evita" en el Cabildo abierto del justicialismo del 22 de agosto de 1951, y porque renunció a la candidatura a la Vicepresidencia de la Nación? ¿Quién asesinó a Rucci? ¿Cuál fue la relación de Perón con los montoneros? ¿Qué ocurrió realmente el el 1° de mayo de 1974 en la plaza de mayo? Todos estos interrogantes intentarán ser descifrados en este libro, a través de las cartas y discursos de los protagonistas, sin olvidarnos, que, para ser justos, deberemos situarnos en el contexto histórico en el que sucedieron los hechos.

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Seitenzahl: 684

Veröffentlichungsjahr: 2023

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Marcelo Gustavo Rio

Cartas y discursos de patriotas

Rio, Marcelo GustavoCartas y discursos de patriotas / Marcelo Gustavo Rio. - 2a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-4351-6

1. Ensayo. I. Título.CDD A866

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Índice de contenido

PREFACIO

CAPITULO I

SAN MARTÍN EN ESPAÑA.

LA VICTORIA DE BAILÉN.

CAPÍTULO II

SANTIAGO DE LINIERS, LA EJECUCIÓN. CORNELIO SAAVEDRA Y MARIANO MORENO.

LA EJECUCIÓN.

EL VERDADERO LINIERS.

SAAVEDRA Y LA MUERTE DE MARIANO MORENO.

CAPÍTULO III

MANUEL JOSÉ JOAQUÍN DEL CORAZÓN DE JESÚS BELGRANO.

LA CAPITULACIÓN DE SALTA.

EL EXODO JUJEÑO Y LA BATALLA DE TUCUMAN.

CAPITULO IV

MARTIN MIGUEL DE GÜEMES.

LAS INTIMIDACIONES DE OLAÑETA Y MARQUIEGUI. LOS GAUCHOS DE GUEMES.

LA PERSONALIDAD DE GÜEMES.

CAPITULO V

RELATO TRÁGICO DE LAMADRID SOBRE EL FUSILAMIENTO DE DORREGO.

EL GOBERNADOR MANUEL DORREGO.

DORREGO Y ROSAS.

LA TRAICIÓN.

EL FUSILAMIENTO.

EL ARREPENTIMIENTO DE LAVALLE.

CAPÍTULO VI

¿QUIÉN MATÓ A FACUNDO QUIROGA?

ASESINATO DE FACUNDO QUIROGA.

CAMINO A BARRANCA YACO.

ROSAS Y QUIROGA.

¿QUIÉN MATÓ A FACUNDO?

QUIROGA Y LOS MITOS.

DESAVENENCIAS ENTRE QUIROGA Y LAMADRID.

CAPITULO VII

CAMILA O’GORMAN EL PEOR ERROR DE ROSAS.

EL RELATO OFICIAL.

¿ESTABA EMBARAZADA CAMILA? LA INSTIGACION UNITARIA.

INFLUENCIA DE LA IGLESIA.

UNA DECISION EQUIVOCADA.

CAPÍTULO VIII

JOSE DE SAN MARTÍN Y JUAN MANUEL DE ROSAS.

SAN MARTÍN Y EL BLOQUEO ANGLO-FRANCÉS.

MAS CARTAS ENTRE SAN MARTIN Y ROSAS.

ULTIMOS MOMENTOS DE SAN MARTÍN. EL SABLE Y ROSAS.

CAPITULO IX

EL ASESINATO DEL GENERAL URQUIZA.

MUERTE EN EL PALACIO SAN JOSE.

URQUIZA, PAVÓN, SARMIENTO Y MITRE.

URQUIZA AYUDA A ROSAS EN EL EXILIO.

SOBRE EL ASESINATO DE URQUIZA.

CAPÍTULO X

CALFUCURÁ. “EL NAPOLEON DE LAS PAMPAS”.

DIPLOMATICO POR EXCELENCIA. RELACIONES CON MITRE, URQUIZA Y ROSAS.

CAPÍTULO XI

LA CONQUISTA DEL DESIERTO.

¿LA ZANJA DE ALSINA O LA OFENSIVA DE ROCA?

LOS MALONES Y EL PROBLEMA CHILENO.

LAS CRITICAS DE JULIO A. ROCA Y EL CORONEL BARROS.

CONCLUSIONES.

CAPÍTULO XII

17 DE OCTUBRE DE 1945.

DISCURSO DE DESPEDIDA DE LA SECRETARIA DE TRABAJO Y PREVISION.

EL HISTÓRICO 17 DE OCTUBRE DE 1945.

CAPÍTULO XIII

EL CABILDO ABIERTO DEL 22 DE AGOSTO DE 1951.

LA RENUNCIA DE EVITA.

CAPITULO XIV

PERON Y LOS MONTONEROS.

PLAZA DE MAYO: 1° MAYO DE 1974.

EL ASESINATO DE RUCCI.

PERON CONFRONTA CON LOS DIPUTADOS.

NOTAS

BIBLIOGRAFÍA

A la memoria de mis padres,

a mis dos hijas y a mi mujer.

Un agradecimiento especial a los integrantes del Archivo General de la Nación Dpto. Doc. Fotográficos. Buenos Aires. Argentina, por la ayuda y la información que me brindaron.A Sergio Marcuzzo, porque sin su enorme colaboración no podría haber editado este libro.

A Juan Figuerola, por las fotos que me brindó.

A mi mujer, que siempre me acompaña a los diferentes lugares históricos, archivos y museos que le sugiero para conseguir material e información para mis libros.

A mis dos hijas, que con su sola presencia me hacen feliz y colaboran conmigo para que pueda escribir.

A mi madre, que me compró mis primeros libros de historia argentina cuando era muy joven.

PREFACIO

Si pretendemos comprender las decisiones tomadas por nuestros patriotas, debemos situarnos en el escenario y en el tiempo en que los acontecimientos tuvieron lugar.

A su vez, para poder interpretar mejor esos hechos históricos, tenemos que leer sus cartas, sus memorias, sus proclamas; y de ser posible, escuchar sus discursos.

Comenzaremos en España, en el año 1808, cuando San Martín servía en el ejército español, y se distinguía por su valentía en Arjonilla y en la batalla de Bailén, contra las tropas de Napoleón.

Entenderemos mejor, el porqué del fusilamiento de Liniers que, hasta no hacía mucho tiempo, era considerado un héroe nacional, y la indignación de Saavedra por las actitudes de Mariano Moreno.

A través de las memorias de Moreno, nos embarcaremos en la “La Fama” y cruzaremos el océano para teorizar sobre su muerte. ¿Fue asesinado o murió de muerte natural? y en su caso… ¿Quién fue el responsable de su muerte?

Descubriremos los pensamientos patrióticos de Martín Güemes, lo que sentía el General Belgrano en los instantes previos a la batalla de Salta, y las razones por las que liberó a casi tres mil enemigos, creyendo en su palabra de no retomar las armas.

Uno de los momentos más conmovedores, surgirá al leer el trágico relato del General Lamadrid, en los momentos previos al fusilamiento de Manuel Dorrego, que culminará con el arrepentimiento del General Lavalle.

Escucharemos también a Facundo Quiroga, al caudillo santafecino Estanislao López y al propio Juan Manuel de Rosas; y sabremos sobre sus desacuerdos, para comprender mejor lo sucedido en Barranca yaco. Echaremos mano, a las memorias del General Paz, para fantasear un poco con los mitos que se escuchaban por aquel entonces, sobre el invencible Tigre de los llanos.

Una historia de amor, de desenlace funesto, como la de Camila O’Gorman y el cura Ladislao Gutiérrez, lastimará nuestros corazones, al punto de sentirnos obligados a resolver: porqué Juan Manuel de Rosas, tomó esa desafortunada decisión.

Conoceremos una nueva faceta, de Don José de San Martín, quien cambiará la espada por la pluma, y aportará su gigantesco grano de arena, para solucionar el conflicto del bloqueo anglo francés.

Allí entenderemos porque el Libertador legó su sable a Juan Manuel de Rosas, le pese a quien le pese.

Nos estremeceremos con lo escrito sobre la muerte de Urquiza, por Lucrecia Campos Urquiza y Trevers, nieta del general, según se lo contara su madre Justa Urquiza de Campos - hija de Don Justo -.

Intentaremos averiguar qué pasó realmente en Pavón, tendremos acceso a algunas expresiones poco conocidas de Sarmiento; y nos enteraremos como se comportó Urquiza con el Restaurador durante su exilio.

Nos situaremos frente al poderoso Calfucurá, llamado el “Napoleón de las Pampas” y nos sorprenderemos de sus dotes de gran diplomático, para negociar con los cristianos, como lo hizo con el mismo Bartolomé Mitre.

Seremos testigos, de las diferencias de criterio, para solucionar los problemas de las fronteras, entre Adolfo Alsina, mentor de la famosa zanja, y julio A. Roca, líder de la campaña del desierto. Conoceremos los malones que pugnarán por el robo del ganado para trasladarlo a Chile y por hacerse también de mujeres y niños como cautivos.

Escucharemos el discurso de Juan Domingo Perón que desembocó en el célebre “Dia de la lealtad peronista” del 17 de octubre de 1945, y acudiré- mos al Cabildo Abierto del justicialismo de 1951, a fin de oír el discurso de “Evita” que servirá para analizar las causales de su renuncia a la candidatura a la Vicepresidencia de la Nación.

Finalmente indagaremos sobre el asesinato de José Ignacio Rucci, la relación de Perón con los Montoneros, la juventud peronista y lo acontecido el 1° de mayo de 1974.

Para todo ello, tendremos que hacer el esfuerzo de trasladarnos al momento que sucedieron los hechos e intentar comprenderlos con el pensamiento de esa época.

De no ser así corremos el riesgo de juzgar a nuestros próceres de un modo erróneo, o al menos de no entender la razón, que los impulsó a tomar muchas de sus decisiones históricas.

CAPITULO I

SAN MARTÍN EN ESPAÑA.

LA VICTORIA DE BAILÉN.

“…En el caso de nombrar quien deba reemplazar a Rondeau, yo me decido por Belgrano, éste es el más metódico de los que conozco en nuestra América, lleno de integridad, y talento natural. No tendrá los conocimientos de un Moreau o Bonaparte en punto a milicia, pero créame Ud. que es lo mejor que tenemos en la América del Sur.” (205)

San Martín, admiraba a Napoleón Bonaparte, como militar y estratega.

La carta que remitió el 12 de marzo de 1816 a Tomas Godoy Cruz, mencionando a Belgrano como el más adecuado para ser el jefe del ejército del Norte, lo confirma.

San Martín, habría conocido a Napoleón, en Tolón, en mayo de 1798.

Nuestro prócer, estaba embarcado en la “Santa Dorotea”, que entró al puerto de Tolón, para comprar pólvora, donde se encontraba una escuadra francesa, al mando de Napoleón, a punto de partir hacia Egipto.

Bonaparte, organizó una recepción para los oficiales españoles, pues, en ese momento, Francia y España eran aliadas contra Inglaterra, y allí conoció a San Martín.

El Libertador, formó parte, el 19 de julio de 1808, de la grandiosa victoria española en Bailén, contra las tropas de Napoleón. Antes, San Martín fue distinguido en la acción de Arjonilla, por La Junta de Sevilla el 6/7/1808:

“...Atendiendo a los servicios y méritos de vos Dn. José de San Martín Capitan del Rejimiento de Voluntarios Infantería lijera del Campo Mayor, y del distinguido mérito que habéis contraído en la acz.n de Arjonilla, he venido en nombraros Capitan Agregado á él Rejimiento de Cavallería de Borbón con el sueldo de vivo...” (221)

La victoria de los españoles de Bailén, demostró al mundo que los franceses no eran invencibles, y fue proclamada a los cuatro vientos, por todo el país.

Placa recordatoria de José de San Martín en Bruselas, Bélgica. Foto del autor.

Esta publicación, del 23 de julio de 1808, de la Gaceta Ministerial de Sevilla, así lo confirma:

“Valientes andaluces: la centella del patriotismo prendió vuestros pechos y en pocos días levantó el incendio que ha consumido a los opresores de la nación… Esas legiones de vándalos, que sorprendieron por un momento algunas de nuestras ciudades y las entregaron al saqueo… enorgullecidos con las victorias que han alcanzado sobre naciones mal unidas y que marchan cargados de los despojos de la Europa… han probado ya las fuerzas de la lealtad y del amor a la patria y la religión. Valientes andaluces: vuestra es la gloria de Marengo, de Jena y de Austerlitz. ¡Los laureles que ceñían la frente de esos vencedores ya están a vuestros pies! ¡Gloria inmortal al héroe que ha renovado en Sierra Morena las hazañas de Fabio Máximo! Nuestros hijos dirán: Castaños triunfó de los franceses y su gloria no llenó de luto las casas de nuestros padres…” (206)

La Junta de Sevilla, le declara la guerra a Francia, en nombre de Fernando VII, y Savary envía a Dupont a Andalucía, más allá de Sierra Morena, sin refuerzos suficientes. Allí los españoles tienen ejércitos organizados, y buenos jefes como Castaños, el suizo Réding y La peña.

El objetivo de Napoleón era el puerto de Cádiz, punto estratégico, para tener un buen dominio de áfrica y las colonias.

Dupont, tomará la ciudad de Córdoba y autorizará el saqueo; más tarde, marchará hacia el norte.

En vez de refugiarse en los puertos de Sierra Morena, Dupont, comete el error de afincarse al pie de Sierra Morena, en la llanura de Andujar, a orillas del Guadalquivir. El calor era insoportable y seguramente quiso darle un respiro a las tropas, que terminaría pagando carísimo.

Castaño, aprovechará la demora de Dupont, para que una parte de sus tropas se instale en la orilla opuesta, a fin de envolver al ejército francés. Castaños, se ha reforzado, con voluntarios de la población civil, a quienes instruyó militarmente en muy poco tiempo.

Cuando, Dupont, recibe informes que las tropas enemigas controlaban la carretera que atravesaba Sierra Morena, no tiene mejor idea, que enviar a Vedel con 10.000 hombres, para atacarlos. Entre el ejército de Dupont y el de Vedel, quedaría entonces una distancia de 50 kilómetros.

El general suizo Réding, gobernador militar de Málaga y presidente de la Junta de Málaga; y el marqués de Coupigny se posicionaron en Bailén. Castaños atacó la vanguardia francesa en Andujar.

La batalla del 19 de julio de 1808, en Bailén, durará nueves horas, con un calor agobiante y falta de agua. Las mujeres españolas, verdaderas heroínas de esta epopeya, arriesgarán sus vidas llevando agua a los combatientes.

Dupont, a quien ya se le estaban terminando los víveres, solicitó una tregua y comenzaron las negociaciones. Entretanto al final del día 19, reaparece Vedel, porque Dupont le había pedido, que regresara en su ayuda. Vedel, ataca la retaguardia española con éxito.

Un enviado español le explica que se está negociando un armisticio con Dupont. Vedel no acata y continúa el combate, pero Dupont da orden de cesar el fuego.

Vedel estuvo a punto de huir a Sierra Morena, pero volvió a Bailén. Debería haberlo hecho, por el bien de sus pobres tropas, como ya veremos…

El 22 de Julio, se firma la capitulación de Bailén, en la que 18.000 hombres depusieron las armas, la mayoría jóvenes conscriptos.

Veamos lo que nos cuenta el General Barón de Marbot, en sus memorias, sobre esto:

“…Dupont estaba decidido a capitular, y… había comprendido en esta capitulación a las tropas del general Vedel, a las que dio orden de volver a Bailén… fue por parte del general Dupont un acto muy criticable; pero ¿qué pensar del general Vedel que entregó toda su división de cerca de 10.000 hombres? Dupont llevó su extravío hasta comprender en su tratado a todas las tropas… incluso a las que no habían pasado Sierra Morena. El general Castaños exigió que estos destacamentos hiciesen 25 leguas para venir a rendir las armas…Uno solo, el… jefe de batallón Saint – Eglise, respondió que no tenía ninguna orden que recibir de un general prisionero de guerra…y… logró reunirse con las avanzadas del campo francés que ocupaban Madrid… El Emperador dio el grado de coronel a… este… oficial… todo el ejército del general Dupont… se encontró así desarmado. Entonces, los españoles, no teniendo ya nada que temer, se rehusaron a respetar los artículos de la capitulación que estipulaban el retorno de las tropas francesas a su patria, y no solo los declararon prisioneros de guerra, sino que... dejaron degollar a varios miles de soldados por los paisanos… Dupont, Vedel y algunos generales obtuvieron permiso para volver a Francia. Los oficiales y los soldados fueron hacinados en buques viejos amarrados en la rada de Cádiz; pero una fiebre epidémica hizo tales estragos entre ellos, que… confinaron a los sobrevivientes en la isla desierta de Cabrera, que no tiene agua ni casas…desdichados franceses… vivieron casi como salvajes… hasta la paz de 1814, y casi todos los prisioneros murieron …” (207)

Los españoles borraron con el codo, lo que escribieron con la mano, una vez que tuvieron el poder, y a los franceses desarmados. Fue una aberrante traición, con la que Napoleón, se mostró muy indignado.

La capitulación de Bailén tuvo un terrible afecto anímico en toda España que había derrotado al mejor ejército de Europa.

La Rendición de Bailén José Casado del Alisal. Museo del Prado. Madrid, España. Wikimedia.

Cuando Napoleón se enteró de la rendición se puso furioso, al punto de querer fusilar a Dupont. Cuando se tranquilizó, decidió someterlo a una corte marcial y encarcelarlo:

“De entre los generales destinados en España deberíamos haber seleccionado a unos cuantos y haberlos enviado al patíbulo. Dupont nos hizo perder la península por guardarse su botín” “Parecía haberlo hecho muy bien al frente de una división, pero como jefe ha sido espantoso” (208)

Bonaparte, se refiere a la devastación que efectuaron las tropas de Dupont, en la ciudad de Córdoba. Napoleón entendía que el viajar cargados del botín, entorpeció la marcha de sus tropas, y permitió sacar ventaja a los españoles. Posiblemente, tenga razón, si a eso le sumamos el terrible calor que rondaba los 40 grados, y la escasez de agua.

¿Cuánto hubiera dado Napoleón, por tener al frente de sus tropas al Padre de la Patria?

Excelente estratega, valiente militar, hábil diplomático, hacedor de las hazañas más grandes de la historia, experto en la guerra de zapa y sobre todo muy reservado...

Tal es así, que previo a llevar la guerra a Chile, para afianzar la emancipación política de la Provincias Unidas del Río de la Plata, una tarde que se encontraba en el patio de la casa, disfrutando el aire fresco de las montañas, se le acercó el jefe del parque y maestranza y previos saludos de estilo, encarándose, le dijo:

“Señor General: ¿por dónde va a pasar a Chile?”

San Martín, clavándole la vista con aquellos ojos que no olvidaron jamás sus veteranos, contestó:

“Señor coronel, si mi almohada lo supiese, a mi almohada la quemaba” (209)

En la batalla de Bailén, como hemos referenciado, tomó parte: Don José de San Martín, quien por su valentía sería ascendido a teniente coronel, conforme los apuntes autógrafos, que acreditan sus servicios en España: “Sevilla. Agosto 11 de 1808. Grado de teniente coronel de caballería al capitán del regimiento de Borbón don José de San Martín” (210)

Una prueba oficial más, de que San Martín peleó en Bailén en el regimiento de caballería de Borbón, que formaba parte de la segunda división, es el parte de la batalla, que el general Réding eleva al general Castaños el 22 de julio de 1808, cuando dice: “... El marqués de Coupigní recomienda también al...; D. Josef de Sanmartín, capitán agregado a Borbón; ...” (217)

Poco después, el marqués de Coupigny le enviaría una misiva a San Martín felicitándole por el ascenso y la medalla honrosamente ganada, que también describe en sus notas autógrafas: “Madrid, Septiembre 29 de 1808. El marqués de Coupigní le felicita por el grado de teniente coronel y por la medalla de Bailén que se le ha concedido” (212)

La carta de felicitación de Antoine Malet, Marqués de Coupigny, demuestra un importante afecto entre ambos militares:

“Tengo la satisfacción de felicitarlo a usted por el grado de teniente coronel con que la Junta de Sevilla se ha servido distinguirlo. Incluyo a usted la certificación que me pide y es regular se sepa en esa y usen los que (es)tuvieron en Bailén la medalla que se nos ha concedido” (213)

La medalla otorgada a San Martín por la Batalla de Bailén, se encuentra en el Museo Histórico Nacional y en el libro “San Martín”, de Adolfo carranza, se puede apreciar una foto y su descripción: “Esmalte Blanco- En el centro dos sables grabados en cruz, que liga cinta roja, de la que pende un águila volcada. Sobre este grupo una corona de laurel. En la orla de fondo azul, letras de oro que dicen: “Bailén, 19 de julio de 1808”. El reverso de la medalla es de oro liso y en la parte superior de ella lleva una corona real, de la que pende una argollita, ambas del mismo metal, para la cinta, con los colores españoles, destinada a fijarla sobre el pecho” (214)

San Martín, fue ayudante de campo del marqués de Coupigny, participando en el combate de Villanueva de la Reina, y en la batalla de Bailén. En Villanueva de la Reina, unos días antes de Bailén, los españoles obtuvieron su primera victoria sobre los franceses.

Antes de la batalla de Bailén, y del enfrentamiento de Villanueva de la Reina, tendrá lugar una acción militar destacada de San Martín en Arjonilla, el 23 de junio de 1808, recogida luego por la Gaceta Ministerial de Sevilla.

Es un acto heroico, digno de nuestro prócer, que vale la pena mencionar.

La vanguardia de las tropas comandadas por el marqués de Coupigny, estaban bajo las órdenes del teniente coronel Murgeón. San Martín que formaba parte de aquellas, se topa con una partida enemiga, en la casa de Postas, en Santa Cecilia.

San Martín, tenía tan solo 21 hombres y los franceses, eran muy superiores en número. Nada de esto, lo amedranta y arremete a todo galope contra los franceses.

Así reflejaba la Gaceta Ministerial de Sevilla, el 29 de junio de 1808, el parte del teniente coronel: Juan de la Cruz Murgeón:

“...al llegar... vio que los enemigos estaban formados en batalla, creyendo que San Martín con tan corto número no se atrevería a atacarlos; pero este valeroso oficial... puso su tropa en batalla y atacó con tanta intrepidez que logró desbaratarlos completamente, dejando en el campo 17 dragones muertos y 4 prisioneros que, aunque heridos los hizo conducir sobre sus mismos caballos, habiendo emprendido la fuga el oficial y los restantes soldados con tanto espanto que hasta los mismos morrones arrojaban de temor... Mucho sintió San Martín y su valerosa tropa se les escapase el oficial y demás soldados enemigos; pero oyendo tocar la retirada hubo de reprimir su ambición de gloria...” “Los que huyen de esta manera son los vencedores de Jena y Austerlitz” (215)

San Martín, demostró en Arjonilla, su capacidad de liderazgo y valentía, ante una situación adversa e inesperada. Tuvo un sólo soldado herido, frente a un enemigo que lo doblaba en número.

La Junta de Sevilla, le otorgaría un ascenso, por el mérito contraído en la acción de Arjonilla, nombrándolo Capitán agregado al regimiento de caballería de Borbón.

Además, tendrá la satisfacción de ver un pedido suyo satisfecho. San Martín, había solicitado un escudo de distinción, para todos los que participaron del glorioso 23 de junio. Un oficio de Coupigny a San Martín lo confirma, para que se notifique a los interesados.

Busto de la fábrica imperial de Sévres Francia, alrededor de 1810. Royal Museum of the Armed Forces and of Military History. Bruselas. Bélgica.

Los apuntes autógrafos del General San Martín, de sus servicios militares en Europa y América, publicado por el Senado de la Nación Biblioteca de Mayo Colección de Obras y Documentos para la Historia Argentina T II Autobiografías, indican:

“Alcázar de Sevilla. Julio 6 de 1808. Nombramiento de Capitán agregado al regimiento de caballería de Borbón.”

“Córdoba. Julio 6 de 1808. El marqués de Coupigní participa que el general en jefe ha concedido un escudo de distinción a todos los sargentos, cabos y soldados de la partida que batió al enemigo el 23 de junio, según propuso el Capitán San Martín” (216)

El jefe español: Pedro Agustín Girón “el marqués de las Amarillas” menciona también a San Martín, aunque lo considerara un traidor:

“Pero recordaré no obstante que uno de éstos, a las órdenes del célebre peruano don José de San Martín, capitán de caballería, se distinguió en la llamada cuesta del Madero, inmediata a la aldea del río, batiendo un destacamento de caballería enemiga del que hizo algunos prisioneros, después de muertos varios dragones a la carga. Más hubiera valido que recibiese allí una muerte gloriosa: no hubiera este ingrato... oficial vertido tanta sangre de españoles en Chile y el Perú...” (211)

Para responder a la última parte del comentario desafortunado, de este señor, nada mejor que las propias palabras de Don José de San Martín:

“Yo servía en el ejército español en 1811, veinte años de honrados servicios me habían atraído alguna consideración, sin embargo, de ser americano: supe la revolución de mi país, y al abandonar mi fortuna y mis esperanzas, solo sentía no tener más que sacrificar al deseo de contribuir a la libertad de mi patria; llegué a Buenos Aires a principios de 1812 y desde entonces me consagré a la causa de América: sus enemigos podrán decir, si mis servicios han sido útiles.” (218)

El General San Martín, ofreció su vida siempre que le tocó combatir por España, como su mismo detractor lo reconoce. Así que, nada debe achacársele, sino por el contrario, solamente agradecerle sus servicios.

Luego ocurre la revolución, y tal como lo indica en la interesante Proclama dirigida a las Provincias del Río de la Plata, emitida en el Cuartel General en Valparaíso, 22 de julio de 1820, en las postrimerías de los preparativos de la expedición al Perú, San Martín decidió consagrarse por completo a la causa de América.

Tras la batalla de Bailén y a los pocos días de haber llegado a Madrid, José Bonaparte, que reinaba en España, abandona la Metrópoli hacia la línea defensiva del Ebro.

Napoleón se molesta mucho, pero su hermano le refriega que no conoce bien a ese pueblo, que se necesitarán doscientos mil franceses para conquistar España, en la que cada casa será convertida en una fortaleza.

La derrota de Bailén, la huida de José Bonaparte a Miranda de Ebro, y la obligada retirada de Junot de las tierras portuguesas, hizo reaccionar al Emperador, que comenzó a delinear, una segunda incursión francesa, a la península.

Esta vez Napoleón, pondrá en práctica, uno de sus más conocidos axiomas: “Sólo está bien hecho lo que hace uno mismo” y marchará al frente de sus tropas en dirección a Madrid.

Para finalizar, cabe destacar, otra apreciable similitud entre “El Libertador” y “Le Petit Caporal”

El 8 de octubre de 1821, siendo San Martín “Protector del Perú”, creó la “Orden del Sol”, que se asemejaba a la “Legión de honor” instituida por Napoleón, en mayo de 1802.

La “Orden del Sol”, premiaba con ciertas prerrogativas a aquellos que sirvieron a la independencia del Perú. Se trataba de una nueva nobleza, basada en el mérito personal y el patriotismo, que usaría, además, los símbolos y los nombres del Perú.

El capitán Basilio Hall, fue testigo de la ceremonia fundacional:

“Domingo 16 de diciembre. La ceremonia de fundar la Orden del Sol se verificó este día en palacio. San Martín congregó los oficiales y civiles que iban a ser recibidos en la Orden, en uno de los salones más antiguos del palacio… San Martín se sentaba en la cabecera del salón, ante un inmenso espejo, con sus ministros a ambos lados. El presidente del Consejo, en el otro extremo del salón, entregó a varios caballeros las cintas y condecoraciones; pero el Protector en persona les impuso la obligación, bajo palabra de honor, de mantener la dignidad de la Orden y la independencia del país.” (222)

CAPÍTULO II

SANTIAGO DE LINIERS, LA EJECUCIÓN. CORNELIO SAAVEDRA Y MARIANO MORENO.

LA EJECUCIÓN.

“¡Quita! ¡Nunca he temido a la muerte y mucho menos cuando muero por mi fidelidad a la Nación y al Rey! (21)

Estas fueron las palabras del héroe de la reconquista, según el anónimo “Relación de los últimos hechos del General don Santiago de Liniers” fechado el 15 enero de 1812, momentos antes de ser fusilado, cuando pretendieron vendarle los ojos en Cabeza de Tigre.

Liniers imploró de rodillas a María Santísima y mirando fijo a los soldados que lo apuntaban les indicó que estaba listo. Balcarce dio la señal y los soldados efectuaron una descarga de seis tiros, que no terminó con su vida. Después le dispararon dos tiros más, pero tampoco murió. Fue el mismo French, quien le dio el tiro de gracia disparándole en el frente.

Era el día 26 de agosto de 1810.

¿Cómo pudo ser que los mismos que lo aclamaron unos años antes, ahora ordenaban su ejecución?

Veamos que sucedió….

Desde que se produjeron los acontecimientos del 22 de mayo de 1810, Cisneros estuvo en comunicación permanente con el Gobernador Gutiérrez de la Concha y su entorno, dentro de los que estaba Liniers

Los sucesos del 25 de mayo, determinaron la creación de la Junta de Gobierno Patrio y la destitución del Virrey Cisneros, quién le escribió una carta a Santiago de Liniers, pidiendo su ayuda.

El joven Lavín, ex alumno de Funes en el Colegio Monserrat, fue el encargado de llevar la carta de Cisneros a la Ciudad de Córdoba del Tucumán.

Apenas llegó a Córdoba, Lavín fue a la casa de Gregorio Funes, luego marcharon a la casa del obispo Rodrigo de Orellana y finalmente se dirigieron a la residencia del gobernador Juan Gutiérrez de la Concha. Ahí también estaba, Santiago de Liniers, quien junto a todos los presentes ofreció su apoyo a Cisneros.

Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810. Cuadro de Pedro Blanqué. Archivo General de la Nación Dpto. Doc. Fotográficos. Buenos Aires. Argentina.

Por otra parte, el 4 de junio arribó el correo oficial de Buenos Aires, con los oficios de la Junta que reclamaba el reconocimiento y la adhesión de las Provincias.

Tres días más tarde, el Gobernador de la Concha se reunió con Liniers, Gregorio Funes, el obispo Orellana, Moscoso, Zamalloa y otros, resolviendo finalmente defender la causa de España y de su monarca Fernando VII.

La única excepción fue el Dean Funes, quien tras emitir una opinión favorable a la revolución se retiró del lugar.

Liniers se ofendió con las argumentaciones del deán Funes y sentenció:

“Que todo aquel que adhiriese al partido de la junta revolucionaria de Buenos Aires, y aprobase la deposición del Virrey y demás que se había hecho, debía ser tenido por un traidor a los intereses de la nación que la conducta de los de Buenos Aires con la madre patria en la crítica situación en que se hallaba por la atroz usurpación de Napoleón era igual a la de un hijo que viendo a su padre enfermo, pero de un mal que probablemente se salvaría, le asesinaba en la cama para heredarlo” (22)

Funes se había quitado el disfraz de amotinado, y Liniers mostraba su corazón español, o al menos europeo, del que justamente habían dudado los propios españoles, cuando Napoleón derrocó al rey de España Fernando VII.

La nacionalidad originaria francesa de Liniers, le valió la salida de su cargo de Virrey por los sucesos de Europa, pero Liniers se sentía español, o al menos así lo parecía…

Si leemos las memorias del marqués de Sassenay, sumadas a las cartas escritas por Liniers a Napoleón, veremos las cosas de manera diferente.

A su favor, se puede decir que en Europa se vivía un momento histórico, que aconsejaba suma cautela al momento de definirse, y había que ser un hábil político para gobernar.

Liniers era un arduo defensor de la monarquía, por lo que pretender tildarlo de traidor, por colocarse frente a la Junta de mayo, es un tanto injusto.

Grandes Protagonistas de la Historia Argentina: Juan José Castelli. Autor Desconocido. Wikimedia Commons.

Así fue como, de acuerdo a lo manifestado por el Gobernador Concha, el 20 de junio, Córdoba desconoció a la Junta de Buenos Aires, y juró fidelidad al Consejo de Regencia de España.

Ante la vista de los acontecimientos, el deán Funes mandó comunicación a la Junta detallando lo sucedido en Córdoba.

Mariano Moreno en su mesa de trabajo. Museo Histórico Nacional, Fray Pedro Subercaseaux Errázuriz. Wikimedia Commons.

Concha dispuso que Liniers pusiese en conocimiento de los hechos al Virrey del Perú Abascal y a Goyeneche de Cuzco, los cuales apoyaron en su decisión a Córdoba.

A Lima y La Paz, se sumaron Salta del Tucumán, La Plata, y Potosí. Después se sumaría Mendoza, Santiago del Estero y otras.

Buenos Aires, se quedaba sola y debía mostrar coraje, porque Liniers, era “un enemigo popular” muy preocupante, para el éxito de la revolución de mayo.

La gente aún lo tenía como un héroe de la reconquista de Buenos Aires, por las invasiones inglesas de 1806 y 1807. Para colmo, a su lado estaba el no menos influyente: capitán de fragata: Gutiérrez de la Concha, mano derecha en la ofensiva emprendida para contrarrestar la de los ingleses.

Y todo esto, Moreno secretario de la Junta y gran visionario político, lo sabía perfectamente…

Liniers se había puesto al mando de las fuerzas contrarrevolucionarias. Había que obrar rápido, para que muchos no tuvieran tiempo de pensar y dudar, y por ende no fracasara el movimiento patriótico.

En el ínterin fue apresado en San Nicolás de los Arroyos por una partida de blandengues, el propio hijo de Liniers, dirigiéndose a Montevideo para buscar apoyo a su causa.

Dados los hechos ocurridos, la Junta través de Mariano Moreno envía a Córdoba un ejército auxiliador de 1.000 a 1.500 hombres, al mando de Francisco A, Ortiz de Ocampo. Lo acompañan el coronel Balcarce e Hipólito Vieytes.

Liniers cree que su prestigio, bastará para reunir y comandar las milicias que pretende, pero la realidad muestra otra cosa. De 1500 reclutados, desertarán alrededor de 1.100 y la desazón pronto empañará el entusiasmo de los opositores a la revolución de mayo.

Finalmente, Balcarce sorprenderá y apresará al ex virrey la noche del 6 de agosto. Horas más tarde caerán Gutiérrez de la Concha, el coronel Allende, Rodríguez; Moreno, algunos oficiales y el Obispo Orellana.

Juan Martin Pueyrredón sería el nuevo Gobernador de Córdoba.

Anoticiados de lo acontecido en Buenos Aires, la Junta votó en forma inmediata y unánime por el arcabuceo de los prisioneros.

Se disponía Ortiz de Ocampo a trasladar los presos a Buenos Aires, cuando fue puesto en conocimiento de la orden de toda la Junta - a excepción del presbítero Alberti, quien por su investidura evitó firmarla - que disponía el fusilamiento inmediato en el lugar.

La sentencia de muerte, tuvo entonces casi el acuerdo unánime contra Liniers y el resto, excepto el obispo Orelllana, pues el Sr. Matheu recordando o contestando al Dr. Castelli le dice:

“que el compromiso o la sentencia que entre los miembros de la junta se prestaron fue de eliminar a todas las cabezas que se le opusieran, porque el secreto de ellos era cortarles la cabeza si vencían o caían en sus manos y que si no lo hubieran hecho así ya estarían debajo de la tierra” de modo que no sé de dónde algunos han propalado que en la deliberación de dicha sentencia hubo dos votos por librarles la vida y expatriarlos (22.1.d)

Pero Córdoba se indignó cuando se enteró de la decisión de Buenos Aires, ocasión que fue aprovechada por el Deán Funes para interceder por los condenados ante Ortiz de Ocampo.

“…el Señor Funes se acercó al comisionado Vieytes y le expuso su temor. Éste que estaba en los secretos de Gobierno, le dijo entonces que se tranquilizase, pues la comisión tenía repetidas órdenes positivas para que inmediatamente después de su aprehensión fuesen todos sin exceptuar el obispo, pasados por las armas. El Señor Funes no pudo oír sin estremecerse una resolución tan cruel como impolítica, pues que a su juicio ella iba a dar a la revolución un carácter de atrocidad y de impiedad…” (22.1.d.1)

Funes hizo todo lo posible para lograr la suspensión de la ejecución, y la remisión de los prisioneros a la capital, pero la junta no iba a ceder en su decisión final. Castelli, Moreno y Vieytes estaban empeñados en afianzar el orden social a toda costa, y los sublevados lo habían quebrantado.

El final era altamente predecible.

Sin embargo, Ortiz de Ocampo conmovido por los planteos del Dean, e influenciado notoriamente por su misma reticencia a cumplimentar la orden de la junta, le mandó una carta que Moreno respondió, haciéndole ver que el primer deber y el mejor ejemplo para con sus tropas era cumplir las órdenes dadas.

Fue necesario entonces el envío de Castelli, para efectuar el fusilamiento de los prisioneros y quien sino Moreno, volvería a dar la nota con sus expresiones:

“Vaya V.M., dijo el doctor Moreno dirigiéndose al vocal Castelli, y espero que no incurrirá en la misma debilidad que vuestro general; si todavía no se cumpliese la determinación tomada, irá el vocal Larrea, a quien pienso no le faltará resolución, y por último iré yo mismo si fuese necesario” (22.1.d.2)

De esta manera, y con órdenes contundentes, partió Castelli hacia Córdoba, acompañado de Domingo French y su escolta. En este caso la decisión de la junta, y especialmente de Moreno, puede sentirse extrema, pero para ese momento, no cabían muchas más alternativas.

La junta determinó el fusilamiento en Córdoba, porque de traerlos a la capital, se corría el riesgo de pedidos de clemencia y manifestaciones populares, para quienes aún tenían un favoritismo popular entre la gente. Incluso se temía alguna posible sublevación posterior.

En efecto, la Junta debía consolidar los hechos de mayo, y los insurrectos habían alentado una sublevación, que alimentarían nuevamente para el caso de ser desterrados. Moreno los describía como abominables instigadores para que todos los pueblos proclamasen como reos de alta traición a los innovadores de Buenos Aires.

“Nuestra muerte o la de ellos era inevitable” explicaría en las memorias escritas por Manuel Moreno. Para mantener el orden era necesario el castigo de los delitos cometidos contra los pueblos, por los conspiradores, y opositores de la causa de la libertad que debían ser castigados sin dilaciones. Al menos eso pensaba Moreno.

Pasados unos días, Castelli, French y Balcarce se encontraron con los reos y la escolta y se dirigieron a un pequeño bosque denominado el monte de los papagayos, cercano a la posta Cabeza de tigre. Liniers se dio cuenta que el coche se apartaba del camino y le conminó a Balcarce el porqué, respondiendo éste, que él no sabía y que era otro el que mandaba.

Pronto averiguaría el motivo al ver a los húsares del rey, todos extranjeros desertados de los ingleses, debidamente formados. Todos los prisioneros fueron amarrados y tras cartón Castelli les hizo leer la sentencia:

“La junta suprema gubernativa, de las provincias del Río de la Plata, ha determinado que dentro de tres horas sean arcabuceados sin escucharlos el general Liniers, el brigadier Concha, el coronel Allende, el asesor doctor Rodríguez y el tesorero Moreno” A dicho término agregó una hora más de su parte el sanguinario Castelli (22.1.d.3)

El Obispo Orellana se adelantó y de rodillas cuestionó porque se los condenaba a muerte sin escucharlos y se los privaba de los auxilios espirituales. Más fue interrumpido por French quién lo conminó a callarse, amenazándole que el mismo obispo aún no sabía cuál sería su destino.

En ese momento, Rodríguez lo inquirió a Castelli: “Doctor Castelli ¿es esto conforme a la jurisprudencia que usted ha estudiado?...

Castelli no respondió, pero si Liniers: “Todo es en vano, estamos en la mano de la fuerza; conformidad; mucho más merecen, nuestras culpas; más glorioso no es morir que suscribir a las miras de la junta; morimos por defender los derechos de nuestro Rey y de nuestra patria, y nuestro honor va ileso al sepulcro “Calló y pidió al señor obispo le sacase del bolsillo el rosario y paseándose lo rezó y continuó paseándose preparándose para la confesión…” (22.1.d.4)

Cuando pretendieron vendarle los ojos a Liniers este gritó: “¡quita nunca he temido a la muerte y mucho menos cuando muero por mi fidelidad a la Nación y al Rey” …imploró el auxilio de María Santísima…hincado de rodillas y con la vista fija en los soldados que estaban con las armas preparadas les dijo: “ya estoy muchachos” y haciendo a este tiempo la señal el oficial Juan Ramón Balcarce, se hizo la descarga con impericia o perturbación de los soldados, sin embargo de los seis tiros que le dirigieron, cayó en tierra con todas las señales de vida, le dispararon dos tiros más, y no murió hasta que French le disparó una pistola en la frente.”(22.1.d.5)

La misma suerte tendrían el resto de los sublevados, en Cabeza de Tigre, en las cercanías de Cruz Alta, Provincias Unidas del Río de la Plata, el 26 de agosto de 1810; salvo el obispo Orellana quien, según el Anónimo de la Relación de los últimos hechos del General Liniers, habría sido obligado a presenciar las ejecuciones.

La Junta había logrado su cometido y Moreno comenzaba a demostrar hasta donde estaba dispuesto a llegar para alcanzar sus objetivos revolucionarios.

EL VERDADERO LINIERS.

A Santiago de Liniers se lo ha mostrado siempre como un indiscutible héroe de la reconquista de Buenos Aires, en las invasiones inglesas. Se han minimizado sus errores y muy poco se nos enseñó sobre su desempeño como Virrey.

Santiago de Liniers fue nombrado Capitán General del Río de La Plata por la Real Audiencia, con derecho a ejercer de manera interina las funciones de Virrey, el 30 de junio de 1807.

Liniers acepta el cargo, no obstante que un día antes había manifestado en una carta al político español Manuel Godoy:

“Yo me hago justicia y conozco que no tengo cualidades ni el espíritu propio para los mandos políticos; en ellos tampoco podría acaso ser empleado en estos reinos, ejerciendo como ejerzo las funciones de Capitán General y Presidente de esta Real Audiencia a no ser deteniendo el Virreinato, a cuya alta dignidad estoy bien lejos de aspirar, ni tampoco podría desempeñar debidamente, en primer lugar por ser incompatible con mi carácter…Aquí es necesario un Jefe de Luces, integridad y prudencia, que reúna a estas cualidades mucha entereza para remediar los males indispensables en las críticas circunstancias en que se halla esta provincia, en que forzosamente los resortes de la legislación y de la subordinación se han relajado”(22.1)

Santiago de Liniers. Archivo General de la Nación. Dpto. Doc. Fotográficos. Buenos Aires. Argentina.

Pero unos meses después, ya no pensaba lo mismo, porque cuando se extendió su nombramiento de interino por la Real Audiencia, el 17 de mayo de 1808, se molestó por considerarse capaz para el cargo.

Quienes le conocían de cerca, como Álzaga y su apoderado Letamendi, afirman que era falto de carácter y decisión, lo que complicaba el ejercicio de su cargo como Virrey.

Más por otro lado, era un caballero en todas sus formas, incluso con los prisioneros de guerra, de lo que hay sobrados testimonios. Estaba dotado de una simpatía y una elocuencia natural, era un gran seductor, pero demasiado egocéntrico y muy condescendiente con sus amistades,

Capítulo aparte merece la relación con su amante Ana Perichon “La Perichona” mujer del militar irlandés Tomás O’Gorman, quefue muy criticada. Martín de Alzaga la detestaba, asegurando que su relación con el Virrey era “el escándalo del pueblo”, y que “la Madama” utilizaba carruajes y escoltas oficiales para desplazarse. El conde Lucar en su relación es terminante:

“Habiendo sido tantos los millones de contrabando la real hacienda nada consiguió de ellos, pero enriquecían los allegados de Liniers y de su facción… Al menos aquella ramera o prostituta que tuvo, la infame Perichona era la árbitra de los contrabandistas, y salió huyendo con muchos cientos de miles para el janeiro, fue, vino, y se volvió a ir por ser insufrible para el gobierno y el pueblo, Esta era la que gobernaba a Liniers con increíbles escándalos, y la que lo acabó de perder.” (22.1.c)

El Conde Lucar acusaba a Liniers, de desbaratar el erario, favorecer el contrabando y enriquecer a sus familiares, sobre todo a la Perichona.

Si tomamos lo que dicen las memorias de Mariano Moreno escritas por su hermano Manuel, respecto de Liniers, la opinión también será negativa. De todos modos, las palabras de Moreno deben tomarse con mucho cuidado porque era enemigo político de Liniers.

“…El crédito de este individuo debió su nacimiento a la memorable reconquista de aquella capital, en que por accidente se halló a la cabeza de las fuerzas que se reunieron a la empresa…sus vicios, su corrupción y su prodigalidad no podrán nunca libertar su memoria de la execración que le han merecido sus manejos públicos, aun cuando una necia intrepidez, le haya adquirido algún grado de celeridad pasajera. No solamente la disipación, el juego y la bajeza degradaban el carácter privado de este hombre. Su incapacidad, desórdenes e intrigas mancharon su vida militar y política en aquel reino…Cercado siempre de hombre venales, que elevaba de la obscuridad, su sistema era proteger el desorden, la corrupción y el vicio, sabía muy bien que solo de este modo podía contar amigos, y a este interés sacrificaba las consideraciones más sagradas...” (25.1)

Sin embargo, otras opiniones hablan de un Liniers honesto, pero demasiado blando para su investidura, lo que facilitó la corrupción en la Administración y el contrabando que beneficiaba a unos pocos pero que perjudicaba a los comerciantes decentes.

Sus decisiones fueron siempre muy políticas, aunque a veces no muy acertadas, como la de romper relaciones con Montevideo y enemistarse con el gobernador Elío.

Liniers tuvo serios enfrentamientos con el cabildo, que, ya había dicho que no se subordinaría al poder francés para el caso que Napoleón se adueñara de la Metrópoli.

La nacionalidad francesa de Liniers, le valió gran cantidad de cuestionamientos de los españoles y lo cierto es que la llegada del marqués de Sassenay, no lo ayudó mucho al Virrey.

Sassenay era conocido de Liniers, porque había vivido en Buenos Aires. Fue enviado especialmente por Napoleón, para que José, su hermano, fuera jurado en Buenos Aires.

Cuando arribó a Buenos Aires, Liniers no lo recibió solo y llamó a los miembros del Cabildo y la Audiencia, que eran sus opositores, para que lo acompañaran. El marqués le entregó una serie de documentación relacionada con los acontecimientos sucedidos en España, que Liniers rechazó en apariencia. Dispuso que Sassenay quedara relegado en la zumaca “Belén” perteneciente a Luis Liniers, hijo del virrey, sin dar a conocer las noticias.

Sin embargo, Liniers, optó por invitarlo a Sassenay a un almuerzo en su casa. Lo allí charlado saldría al a luz tiempo después en las memorias del marqués que serían lapidarias para Don Santiago de Liniers...

Sassenay en esas memorias explica:

“Él se excusó (creo sinceramente) de la manera como me había recibido, diciéndome que su posición lo exigía, que no tenía tropas regulares, que su autoridad no consistía sino en la opinión y que toda adhesión que se experimentaba por él caería en el momento en que se separara de lo que parecía el voto general. Lo que me convenció todavía más de esta aserción fue la dependencia en la que vi estaba del Cabildo o Cuerpo Municipal, para tener el dinero con que pagar sus tropas. Me aseguró que no deseaba más que ver cambiar un gobierno que no había tenido reconocimiento hacia él, por los servicios que había prestado, puesto que se lo había dejado virrey interinamente en lugar de que se lo confirmara en propiedad, pero que era necesario obrar con prudencia y esperar que las circunstancias le permitiesen pronunciarse; que hasta entonces él aguardaría mejor ocasión; que me procuraría los medios para volverme inmediatamente a fin de dar cuenta de su situación y hacer de manera que se le enviase algún socorro de hombres y armas que le faltaban, y que entonces podría tener éxito en lo que él deseaba; que su interés y la alta estima que tenía por el Emperador lo unía más a la nueva dinastía con la cual su suerte sería fijada, en lugar del estado de incertidumbre en el que vivía. Estoy pues persuadido de que, si hubiese tenido medios o tal vez más audacia y que yo hubiese podido regresar a Europa, los acontecimientos hubiesen tomado otro curso. La proclama que dio después de mi llegada en la que se instaba a los pueblos a la tranquilidad y a esperar como en la guerra de sucesión la serie de acontecimientos, prueba de una manera irrevocable que sus intenciones eran servir al Emperador, pero que ha estado impedido para ello por las circunstancias.” (22.2)

La verdad es que, si tomamos como ciertas las memorias del marqués de Sassenay, el doble discurso del Virrey Liniers es indiscutible. Y hasta podríamos decir que existe una importante propensión hacia su país de nacimiento, contenido por el rechazo de los habitantes de la ciudad.

Liniers manejará la cuestión con pies de plomo, aguardando la sucesión de acontecimientos, pero de todos modos no podrá evitar la sospecha de los españoles. Europa debe decidir por sí misma su destino y el solo observará de lejos para ver sobre que ola navegar.

Pero la admiración que siente por “El Gran Corso” le brota por sus poros franceses.

Ya con la reconquista de Buenos Aires, le envió una carta a Napoleón el 20 de julio de 1807, que no dejaba dudas de su respeto y admiración por Bonaparte. Se refería a la batalla de los corrales de Miserere, catalogada por los especialistas como una pésima maniobra militar, pero que Liniers se encargó de relatarlo como una gran hazaña.

“…que esta acción ha salvado a Buenos Aires, deteniendo a la columna que sin mi encuentro hubiera entrado derecho en la ciudad…Todo el ejército se juntó en la plaza y le dispuse a un género de guerra infinitamente ventajoso para nosotros…guarnecí de soldados todas las azoteas de las casas en las ocho calles... que rodeaban la plaza y los abastecí de granadas y municiones…Se construyeron grandes fosos en todas las calles que desembocan en la plaza... No debo omitir de deciros que todos los franceses que se hallaban en el Río de la Plata, sea a la reconquista hace un año, fuese en el ataque a Montevideo, en fin en el de Buenos Aires, han sido de los primeros en tomar las armas y distinguirse: en una palabra por todas partes han sido franceses…Yo no lo dudo, Señor y no me aplaudo tanto de los servicios que en esta ocasión he podido hacer a mi soberano, como me ensoberbece de pertenecer a la nación que vos gobernáis con una sabiduría y sucesos que solamente pueden igualar a vuestra gloria inmortal.” (22.3)

Si teníamos alguna duda sobre si Liniers era adicto a tergiversar la realidad de los hechos, con esta carta se disiparon todas. Además, de desfigurar la veracidad de lo ocurrido en los corrales de Miserere, se olvidó de la enorme tarea defensiva que hicieron los vecinos de la ciudad y de sus nombres.

No satisfecho con ello, mintió descaradamente sobre quien organizó a las apuradas la defensa de la ciudad por su falta de talento militar, y prefirió colgase en el cuello los laureles que le pertenecían a Álzaga.

En efecto, su decisión de ir a enfrentar al enemigo, en vez de permanecer sobre las alturas para tener una visión mejor, fue militarmente nefasta e incomprensible y así lo juzgaron el General Beverina y el General Mitre entre otros.

Pocos saben que cuando en la segunda invasión inglesa salió al encuentro de Whitelocke en el riachuelo, sus tropas fueron desbandadas por el enemigo y el resultado fue que la ciudad quedo desprotegida y sin saber nada de Liniers.

Y así lo manifestaría el mismo General Mitre:

“Alma de intermisiones heroicas, con sus ímpetus y sus desfallecimientos, era una cabeza hueca como general, y su plan no tiene explicación, sino en la circunstancia de que habiéndose puesto en comunicación con Napoleón quiso tal vez imitarle dando y ganando una batalla campal” (23)

La realidad es, que, de no haber estado Alzaga, para organizar la defensa de la ciudad y sobreponerse a la llamada noche triste, otra hubiera sido nuestra historia por la falta de previsión y estrategia militar de Liniers.

Álzaga, parece haberse basado en un proyecto de defensa del teniente coronel de ingenieros Doblas, para montar la defensa, que en su momento fue desechado por Liniers.

Para graficar mejor lo ocurrido apelaremos a las memorias curiosas de Juan Manuel Beruti, quién el 3 de enero de 1809, refiriéndose a la defensa de Buenos Aires, explicará:

“El señor don Martín de Álzaga; alcalde de primer voto. Sujeto de muy relevantes méritos, verdadero padre de la patria, y digno de que se le levantara una estatua que perpetuara su memoria, aunque en los anales de Buenos Aires permanecerá, pues a él se le debe en mucha parte la reconquista, pues con su dinero propendió a ella; y particularmente la defensa de esta gran capital, pues por ausencia del general que en la acción del día dos de julio de 1807 en los corrales de Miserere quedaron nuestras tropas dispersas, quedó igualmente nuestro general cortado, sin tropas, sin poder entrar en la ciudad y creído de que ésta se había perdido, por estar el resto de nuestro ejército fuera… este alcalde formándose un militar pone la plaza en defensa, haciendo abrir fosos en las calles y tomando en sus manos primero, que otro alguno la azada, principia a abrir la tierra para con ello dar ejemplo a los demás, hace venir el resto del ejército que quedó en Barracas, los reanima por encontrarse desfallecidos; coloca su artillería tras de los fosos…y realiza... un plan de defensa, que fue enteramente aprobado y seguido por el general después de su regreso a la capital, que fue el tres por la mañana por el bajo del río, luego que supo estaba la ciudad libre…” (24)

Cabe aclarar que Beruti habla generalmente bien de Liniers en sus memorias, por lo que este testimonio que da crédito a la acción de Álzaga, es totalmente objetivo y confiable.

Para corroborar su opinión general sobre Liniers, basta esta pequeña transcripción relacionada con el episodio de su muerte:

“Murió Liniers, murió este grande hombre desdichadamente a los cuatro años catorce días, que entró triunfante en Buenos Aires, pues el reconquistó a esta ciudad el 12 de agosto de 1806 del poder de los ingleses, y falleció el 26 del mismo mes de 1810 y a los tres años un mes y 21 días, que defendió esta gran capital del ejército británico que la atacó” (24.1)

Bernardo Velazco intendente de Paraguay ratificaría lo dicho por Beruti, con relación a la defensa de Buenos Aires, en una carta dirigida a un amigo llamado Buenaventura, que fuera secuestrada por una nave inglesa y dada al ministro de guerra Castlereagh.

Carlos Roberts cita a Velazco quien dice: “…Que la victoria fue un favor del cielo. Que se opuso al plan de Liniers para ofrecer una batalla campal, pues si los ingleses la hubieran aceptado y atacado con todas sus fuerzas en Barracas al Sud, el ejército de Liniers habría sido arrojado sobre el riachuelo y destruido, pues todo el mundo es de su opinión que la tropa no hubiera esperado una segunda salva de los ingleses. Él le había recomendado a Liniers pelear solamente dentro de la ciudad. En cuanto a los ingleses manifiesta que fueron muy mal dirigidos, pues perdieron la oportunidad de destruir al enemigo en campo raso, para después tentar un ataque imposible por calles ya preparadas para recibirlos…Espera que los partes a España no exageren el coraje de la milicia de Buenos Aires y hagan creer al gobierno que…puede bastarse por sí sola, pues los ingleses en otra ocasión y con solo la mitad de la tropa que trajo Whitelocke, podrán tomar a Buenos Aires, pues en ella no hay ni verdaderos soldados ni verdaderos oficiales y los milagros no suceden todos los días…” (25)

Como vemos, todos coinciden en que las determinaciones militares de Whitelocke, fueron aún peores que las del mismo Liniers. Es inentendible que el inglés al llegar a Miserere, no continuara avanzando a Retiro-Recoleta, posibilitando la organización de la defensa de la ciudad.

Otro aspecto negativo de Liniers fue que, con el objeto de ganarse a las masas populares, incentivó la división existente entre criollos y españoles, ocasionando un malestar, que fue rápidamente advertido por su sucesor Cisneros.

En el ejército fomentó este mismo enfrentamiento, sabiéndose salvaguardado por el cuerpo de Patricios a quienes privilegió a cambio de protección. De esta forma se cubría de cualquier tipo de levantamiento militar.

Su mayor preocupación desde el comienzo de su gestión fue abonar los sueldos del ejército sin retrasos y oponerse a disminuir sus gastos. Se ha comentado que llegó incluso a destinar las donaciones a este fin.

Así será como, el Cabildo, escribirá a fines de 1808 una nota a la Junta Central informando sobre la existencia de exceso de oficiales con altos sueldos, en algunos cuerpos inactivos desde la reconquista, mientras que, en otros no se llegaba a conformar un grupo de cien soldados.

Previamente, ya lo ha tratado de déspota y corrupto, advirtiendo que se estaban dilapidando los caudales del erario público y que debían limitar las funciones de los virreyes.

Los capitulares hablan de corrupción en la Administración Pública, ministros incapaces, policía sin reglas, militares inexpertos no confiables y franceses en altos puestos.

El despacho de Liniers estaba siempre abarrotado de curiosos, que apenas tomaban en cuenta lo que decía el Virrey.

La mayoría de los que exponían estas ideas eran europeos y eso acrecentó la división con los criollos, que, si bien no adoraban a Liniers, lo veían como un aliado ocasional.

Baltasar Hidalgo de Cisneros. Archivo General de la Nación. Dpto. Doc. Fotográficos. Buenos Aires. Argentina.

Los poderosos comerciantes de las clases elitistas encabezados por Martín de Álzaga, se enfrentaban con los criollos. Liniers, no se daba cuenta, que, con este modo de actuar, estaba preparando el camino para la independencia de las colonias.

Pero aún las brevas no estaban maduras para actuar como bien lo explicaría Saavedra en los hechos ocurridos el 1° de enero de 1809, durante el motín liderado por Álzaga.

Saavedra explica en sus memorias, que el cuerpo de patricios estaba bien informado de la conspiración, que tejían el alcalde de 1er voto y sus seguidores. Si bien, Liniers fue informado del mismo, no creyó que lo llevarían a cabo.

De esta manera por la mañana del 1° de enero, luego del sonido de la campana del cabildo y al grito de la plebe “junta, junta de gobierno queremos” cuerpos militares fieles al Cabildo, se agruparon en la plaza.

Saavedra al tanto del complot movió su regimiento de patricios y ocupó rápidamente la fortaleza.

Llamado por el Obispo Lué que apoyaba a los complotados se le rogó que dispersara a los patricios, porque Liniers amaba a su pueblo y no quería derramamientos de sangre y que además todo estaba concluido.

Saavedra retrucó que los complotados eran los que asonaban la campana y querían despojar del mando a Liniers, adicionando que debían retirarse si no querían un enfrentamiento.

Finalmente acordaron con Lué, que Saavedra se retiraría con sus patricios al cuartel, y que allí permanecería en estado de alerta esperando las órdenes de S.E. para el caso que los cuerpos militares fieles al Cabildo, de gallegos, catalanes y vizcaínos, permanecieran en la plaza.

Mientras esto ocurría, los vecinos que fueron al Cabildo acordaron la designación de una junta –todos españoles, con excepción de los secretarios Mariano Moreno y Juan Leiva. Finalizado este acto se dirigieron hacia donde estaba Liniers y lo conminaron a renunciar y éste convino abdicar el mando.

Cuando Saavedra se enteró, convocó a Pardos, Morenos, arribeños y Húsares, entró rápidamente a la plaza y ocupó posiciones estratégicas de combate. Saavedra fue al salón donde estaban reunidos y tras oír del obispo Lué que se estaba extendiendo el acta de abdicación correspondiente, vociferó:

“Pero, señores ¿quién ha facultado a S.E. a dimitir un mando que legalmente tiene, y más cuando son supuestas y falsas las causales que le han propuesto para esta revolución?”

“Señor comandante por Dios, volvió a repetir el obispo, no quiera usted envolver este pueblo en sangre.”

“Señor ilustrísimo, le repliqué, ni yo ni mis compañeros hemos causado esta revolución, los autores de ella y sus cooperadores serán los que desean la efusión de sangre…”

Saavedra dirige la palabra al pueblo. Archivo General de la Nación Dpto. Doc. Fotográficos. Buenos Aires. Argentina.

“…venga el señor Liniers con nosotros, preséntese al pueblo, y si éste lo rechazase o dijese no querer su continuación en el mando, yo y mis compañeros suscribiremos el acta de su destitución”

Y así fue como al salir el Virrey Liniers a la plaza apoyado por jefe de los patricios el pueblo reunido empezó a vitorearlo a viva voz:

“Viva don Santiago de Liniers, no queremos, ni consentimos en que deje de mandar; ¡viva y viva!” (22.1.a)

Los sublevados arrojaron sus armas y los conspiradores continuaron sus ataques a Liniers de manera verbal, acusándolo de protección del contrabando, despilfarro de fondos públicos, concesión de empleos de favor y una vida privada licenciosa.

Según Saavedra, las debilidades y el mal gobierno que los conspiradores le atribuían a Liniers era solo una excusa, para satisfacer sus propósitos verdaderos.

Mariano Moreno, formó parte de aquellos que fueron a la plaza ese día, para pedir la cesación del Virrey Liniers en sus funciones.

Este sería seguramente el punto de partida para el futuro enfrentamiento entre morenistas, dirigentes civiles ilustrados y saavedristas, militares con apoyo popular, que se acentuaría con posterioridad a la creación de la Junta de mayo de 1810.

Pero el gran detonante tendría lugar en un banquete organizado por el cuerpo de patricios, cuyo invitado de honor fue el presidente de la junta Cornelio Saavedra y su esposa.

Moreno se apersonó en el lugar, pero los guardias le prohibieron la entrada, ya que no había sido invitado, lo que lo incomodó muchísimo.

Para colmo, el secretario de la Junta, fue informado que en dicha reunión el capitán Duarte le entregó una corona de azúcar a Saavedra, quién se la cedió a su esposa, con la intención de emular la coronación del emperador de América.

Este acto enloqueció a Moreno quien inmediatamente redactó un decreto eliminando los honores establecidos para el presidente de la Junta. En el texto se mencionaba que las esposas de los funcionarios no disfrutarían de los honores debidos a sus esposos, en clara alusión al hecho ocurrido con la mujer de Saavedra.

Se prohibió todo brindis que no fuera por la patria, se le desterraba a Duarte porque “Un habitante de Buenos Aires ni ebrio ni dormido debe tener expresiones contra la libertad de su país.”

Se aludía también a que ningún centinela podría impedir la entrada a cualquier función o concurrencia pública a los ciudadanos decentes entre otras cosas.

Beruti en sus memorias curiosas aporta su versión de los hechos, sobre el reglamento del 6 de diciembre de 1810, para jefes políticos, militares corporaciones y vecinos: