Sexualidad, exceso y representación - Rosine Jozef Perelberg - E-Book

Sexualidad, exceso y representación E-Book

Rosine Jozef Perelberg

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Beschreibung

Sexualidad, exceso y representación desarrolla una comprensión psicoanalítica de la bisexualidad psíquica y una manera de entenderla en la teoría y la práctica clínicas.  Rosine Jozef Perelberg articula una metapsicología freudiana con preocupaciones modernas acerca de la diferencia y las diferencias sexuales. Ella amplía las ideas presentadas en Psychic Bisexuality: A British-French Dialogue, un trabajo publicado anteriormente. El enfoque de la autora vuelve a poner de relieve la idea de Freud de que "no se nace ya hecho como hombre o mujer, sino que se constituye como tal en el proceso de desarrollo". Se examinan los escritos teóricos de Freud sobre la bisexualidad, devolviéndonos con firmeza a la sexualidad infantil y al complejo de Edipo, y al "repudio de la feminidad". Perelberg se basa en su formación anterior como antropóloga social para proponer y explorar la diferenciación entre sexo, género y sexualidad. Considera el trabajo académico sobre género y estudios de mujeres y teoría queer de posguerra, argumentando que el objeto del psicoanálisis no es el género sino la sexualidad, lo cual establece un vínculo entre lo sexual y lo inconsciente. Ella sugiere que el inconsciente desafía permanentemente nuestra aparente unidad como sujetos. Sexualidad, exceso y representación es un texto de gran interés para psicoanalistas y psicoterapeutas.

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Rosine Jozef Perelberg

SEXUALIDAD, EXCESO Y REPRESENTACIÓN

Una perspectiva desde la teoría y la clínica psicoanalíticas

PRIMERA EDICIÓN

Índice

CubiertaPortadaDedicatoriaNotas preliminaresAgradecimientosIntroducciónParte I. Un marco teórico hacia la comprensión de la psicosexualidadCapítulo 1. La comprensión psicoanalítica de la bisexualidad. Un marco teóricoConsideraciones inicialesBisexualidad psíquicaEl repudio de la feminidadSexo y género: antropología y estudios culturalesLos cyborgs y la era farmacopornográficaSexo, género y sexualidadAlgunos relatos clínicos sobre transexualesIstván/Steven/Stefánie [Stefi]Parte II. Exceso y representación Configuraciones clínicasCapítulo 2. Sobre el exceso, el trauma y la impotenciaRepeticiones y transformacionesPrimer ejemplo clínico: CristinaSegundo ejemplo clínico: BorisDiscusiónPulsiones y representacionesEl narcisismo: la investidura libidinal del yoEl exceso, el trauma y la impotenciaEl cuerpo extraño internoAprès-coup descriptivo y dinámicoConclusiónCapítulo 3. Alucinaciones negativas, sueños y alucinaciones. La estructura encuadrante y su representación en el setting analíticoLa estructura encuadranteViñeta clínica: “Carolina”Capítulo 4. Amor y melancolía en análisis de mujeres realizados por mujeresIntroducciónHipótesis: el conflicto central y los síntomas corporalesViñeta clínica: “Emma”El encuentro con lo femenino melancólico en el análisis de la mujerMelancolía y erotizaciónAprès-coupConclusiónCapítulo 5. El enigma de la angustia: entre lo familiar y lo no familiarIntroducciónTeorías de Freud sobre la angustiaViñeta clínica: “Khalish”Parte III. Lo ominoso y el tiempoCapítulo 6. Lo ominoso y los comienzos del tiempo en Cien años de soledadPermutaciones en el espacio y el tiempoRepetición (y soledad y muerte)El mito de los orígenesReferenciasSobre este libroSobre la autoraCréditos

A Sergio, mi compañero en este viaje

Notas preliminares

El presente libro contiene capítulos que han sido traducidos y publicados con anterioridad a la presente edición:

El capítulo 2, Sobre el exceso, el trauma y la impotencia, ha sido traducido al español por Paola Jarast; fue publicado en Int. J. Psycho-Anal. 96, 6, 1453-176 con el título “On excess, trauma and helplessness: Repetitions and Transformations”, y publicado en International Journal of Psychoanalysis. IJP en español, en 2015.

El capítulo 3, Alucinaciones negativas, sueños y alucinaciones. La estructura encuadrante y su representación en el setting analítico, ha sido publicado en Int. J. Psycho-Anal., 97(6):1575-1590, con el título Negative Hallucinations, Dreams and Hallucinations: The Framing Structure and Its Representation in the Analytic Setting. El mismo ha sido traducido al español por Stella M. Rizzo y publicado en The International Journal of Psychoanalysis (en español) 2(6):1605-1622.

El capítulo 5 ha sido traducido por Kamran Alipanahi del original en inglés, The riddle of anxiety: Between the familiar and the unfamiliar, publicado en Int. J. of Psychoanalysis (2018), 99:4, 810-827), y publicado en el Libro Anual de Psicoanálisis XXXIII, 2019, dirigido por Gustavo Jarast.

Agradecemos a todos los traductores por autorizarnos a usar sus versiones.

El resto de los capítulos ha sido traducido por Leonardo Francisco Simcic y ha sido supervisado atentamente por los editores.

Agradecimientos

El capítulo inicial de este libro, “Comprensión psicoanalítica de la bisexualidad: un marco teórico”, escrito por primera vez como una introducción de Psychic Bisexuality: A British-French Dialogue (2018), se deriva de los seminarios sobre sexualidad que he realizado durante más de veinte años en la Unidad de Psicoanálisis del University College de Londres. Agradezco a todo el personal y colegas de la Unidad de Psicoanálisis por su continuo apoyo a mis seminarios.

Este capítulo es también una expresión de las conversaciones entre colegas británicos y franceses. Durante las últimas dos décadas, los coloquios franco-británicos han contado con la presencia de muchos amigos y colegas, y ahora continuamos este diálogo en diferentes contextos, incluido el Congrès de Psychanalystes de Langue Française (CPLF). Estoy muy agradecida con George Pragier y Evelyne Chauvet, quienes me invitaron en primer lugar a presentarme en el CPLF, y ahora les agradezco a Marilia Aisenstein y Bernard Chervert por sus invitaciones anuales a esos eventos. Este capítulo se ha ampliado para incorporar mi introducción, en 2017, al Coloquio sobre Sexualidad en el Centro Nacional Anna Freud para Niños y Familias.

“Sobre el exceso, el trauma y la impotencia: Repeticiones y transformaciones” se presentó por primera vez como el discurso de apertura del Congreso Deutsche Psychoanalytische Gesellschaft (DPG) en Dusseldorf, en 2014. Durante veintidós años, amigos y colegas del DPG fueron a menudo el primer foro de diálogo sobre mis ideas emergentes. El capítulo se debatió luego como parte de un apasionante diálogo diurno con Jean Claude Rolland, organizado por Olivier Bonard en la Sociedad Psicoanalítica de Lausana en 2014, y también se lo leyó en el Encuentro Científico de la Sociedad Psicoanalítica Británica en marzo de 2015.

“Alucinaciones negativas, sueños y alucinaciones: La estructura encuadrante y su representación en el encuadre analítico” fue escrito para la conferencia celebrada en el Instituto de Psicoanálisis en honor a André Green y fue publicado originalmente en la colección 2017 coeditada con Gregorio Kohon, titulada The Greening of Psychoanalysis. Fue una ocasión de celebración en la que contamos con la presencia de Litza Guttieres-Green. Parte del capítulo también se presentó en el Congrès des Psychanalystes de Langue Française en París en 2016.

“Amor y melancolía en los análisis de mujeres realizados por mujeres” se presentó en la Conferencia de Tradición Freudiana Contemporánea de Sexualidad en la Sociedad Psicoanalítica Británica en mayo de 2018. Fue un día vibrante de intercambios con la participación de Marilia Aisenstein, Rachel Chaplin, Jed Sekoff y Gregorio Kohon.

“El enigma de la angustia: entre lo familiar y lo no familiar” fue uno de los discursos clave en la Conferencia del University College de Londres sobre angustia, pánico y miedo en diciembre de 2017. Le agradezco a David Taylor su invitación para presentar este trabajo en la conferencia. En ese entonces fue el tema central de un debate online de dos meses organizado por Gustavo Jarast con mis colegas de habla castellana. Estoy muy agradecida con todos los que participaron de este fructífero foro de intercambios.

“Lo ominoso y los comienzos del tiempo en Cien años de soledad” se presentó por primera vez en noviembre de 2018 en la Conferencia sobre Lo Ominoso: Arte, Literatura y Clínica, organizada con Ignês Sodré y Gregorio Kohon en la Sociedad Psicoanalítica Británica. Es el desarrollo de un artículo escrito originalmente con Bella Jozef y publicado en 2008 en el libro Time, Space and Phantasy, también en New Library of Psychoanalysis.

Una trayectoria intelectual y clínica tiene lugar en un proceso de conversación. Tengo la suerte de haber encontrado, a lo largo de los años, amigos y colegas inspiradores, demasiados para nombrarlos, en Gran Bretaña y en muchas otras partes del mundo, y estoy muy agradecida con cada uno de ellos. También deseo expresar mi agradecimiento a mis alumnos que asistieron a mis seminarios en el University College de Londres, en el Instituto de Psicoanálisis y en mis seminarios privados del posgrado, por hacer siempre preguntas desafiantes y por su contribución a mi pensamiento.

Donald Campbell y Gregorio Kohon son interlocutores cercanos en nuestro diálogo continuo, que ha tenido lugar durante un largo periodo.

Mis pacientes están en el centro de todo y yo me siento profundamente honrada por su confianza en mí.

Les agradezco a Eric y Klara King por la cuidadosa edición de los manuscritos y por su infinita paciencia y disponibilidad.

Doy las gracias a la revista International Journal of Psychoanalysis por el permiso para volver a publicar los siguientes trabajos:

“Sobre el exceso, el trauma y la impotencia: Repeticiones y transformaciones”, International Journal of Psychoanalysis, 96: 1453-1476.

“Alucinaciones negativas, sueños y alucinaciones: la estructura encuadrante y su representación en el encuadre analítico”, International Journal of Psychoanalysis, 97 (n. 6, 2016): 1575-1590.

“Amor y melancolía en los análisis de mujeres realizados por mujeres”, International Journal of Psychoanalysis, 98 (n. 6, 2017): 1533-1549.

“El enigma de la angustia: entre lo familiar y lo no familiar”, International Journal of Psychoanalysis, 99 (n. 4, 2018): 810-827.

Le agradezco a Routledge el permiso para reproducir la “Introducción” a Psychic Bisexuality: A British-French Dialogue (Londres: Routledge, 2016), así como partes de un capítulo escrito con Bella Jozef: R. J. Perelberg y B. Jozef, “El Tiempo y la Memoria en Cien años de soledad”, en R. J. Perelberg, Time, Space and Phantasy (Londres: Routledge, 2008), pp. 153-162.

Por último, agradezco a Contemporary Freudian Tradition, de la Sociedad Psicoanalítica Británica, por su contribución financiera a esta traducción.

Introducción

Una comprensión psicoanalítica de la sexualidad se refiere a las fantasías inconscientes y a la sexualidad infantil, definida por la transgresión y los deseos incestuosos que son reprimidos y repudiados, que ponen en riesgo la posibilidad de que alguna vez sean plenamente conocidos. Existe una discontinuidad radical entre el inconsciente y el conocimiento. Desde su Proyecto de psicología (1950[1895]), escrito en 1895 pero publicado después de su muerte, hasta el Esquema del psicoanálisis (1940[1938]), Freud intentó explorar la relación entre las pulsiones y sus representaciones, las somáticas y las psíquicas, y postuló una discontinuidad entre las dos. Ya en Estudios sobre la histeria (1895d), la sexualidad se concibe como traumática, por su naturaleza excesiva. Las experiencias corporales están en el origen mismo de la constitución de la psiquis, y solo de manera progresiva e incompleta se constituyen en realidad psíquica.

En 1920 Freud postuló la existencia de una pulsión que no se corresponde con ninguna representación, pero se expresa a través de la compulsión a la repetición (1920g). El modelo estructural de la mente establece una estrecha relación entre el ello y el soma. El ello se describe como “caos, un caldero lleno de excitaciones hirvientes” (1933a, p. 73). El trabajo psicoanalítico se ocupa de la forma en que la experiencia de un pasado traumático infantil, en sus aspectos no metabolizables, puede presentarse en el consultorio. Si las pulsiones están en la raíz de la actividad psíquica, esto “implica que algo está básicamente en exceso, hay una sobrecarga en la mente, vinculada con las exigencias corporales de las pulsiones cuyas derivaciones tienen que ser devueltas al inconsciente porque su libre expresión prohíbe la organización psíquica” (Green, 1998, p. 60).

Freud es parte de una tradición filosófica que enfatiza la ausencia y lo negativo. La presencia en el lenguaje ya está relacionada con la ausencia. Como dijo Lacan: “El símbolo se manifiesta ante todo como el asesinato de la cosa, y esta muerte constituye en el sujeto la eternización de su deseo” (Lacan, 1977, p. 104). Si se toman en serio estas ideas, la implicación es que el psicoanálisis solo puede dar sentido al inconsciente de forma muy imprecisa, al que solo se llega a través de sus derivaciones. Hay algo en exceso que nunca podrá captarse por completo. El peligro implícito para cualquier discurso psicoanalítico es el de reducir la heterogeneidad (Shaviro, 1990, p. 70) –y la complejidad, agregaría yo– a la representación.

En el consultorio, uno se enfrenta a esta experiencia de exceso que se refiere a las pulsiones, a lo sexual, que es solo transformado incompletamente en realidad psíquica.

En el centro de todos los capítulos está la relación entre el cuerpo y la pulsión a la representación psíquica. El debate entreteje temas sobre el cuerpo, la sexualidad y el exceso, e ilustra y demuestra la centralidad de la psicosexualidad.

El Capítulo 1 desarrolla una comprensión psicoanalítica de la bisexualidad psíquica. Articula la preocupación de la metapsicología freudiana con cuestiones de diferencias y diferencias sexuales. Es una expansión de una introducción anterior a mi libro Psychic Bisexuality: a British-French Dialogue (Perelberg, 2018b). El enfoque consiste en volver a centrarse en la idea de Freud de que uno no nace ya como hombre o mujer, sino que se constituye como tal en el proceso de desarrollo. Se examinan los escritos teóricos sobre la bisexualidad de Freud, que nos devuelven con firmeza a la sexualidad infantil, al complejo de Edipo y al “repudio de la feminidad”. Recurro a mi formación previa como antropóloga social para explorar la diferenciación entre sexo, género y sexualidad. También considero el trabajo académico de posguerra sobre género y estudios de la mujer y teoría queer: el objeto del psicoanálisis no es el género sino la sexualidad, que establece un vínculo entre lo sexual y lo inconsciente, ya que “el inconsciente nunca deja de desafiar nuestra aparente unidad como sujetos” (Rose, 1982, p. 30). La discusión posterior de las personas transexuales profundiza el compromiso de una contribución analítica más allá del cul-de-sac del delirio psicótico: en psicoanálisis, teniendo en cuenta la fluidez de las identificaciones, queda claro que la certeza absoluta sobre las identificaciones de uno expresa una confusión de registros: abordar como algo real lo que pertenece a la esfera simbólica.

El Capítulo 2, “Sobre el exceso, el trauma y la impotencia: repeticiones y transformaciones”, explora los vínculos entre una cantidad excesiva de excitación, la experiencia del niño del desamparo, y el trauma. La idea de un exceso enfatiza un elemento cuantitativo, no puede reducirse a la esfera de la representación. Los pacientes que crean espacios llenos o vacíos en la mente del analista se describen en detalle clínico, como exploración más profunda de una distinción que hice anteriormente (Perelberg, 2003). Un paciente que vivió a través de experiencias de exceso e inundaciones se contrasta con otro paciente cuya experiencia del exceso se expresa a través de la retirada. El complejo proceso de elaboración y perlaboración a través de sus análisis se lleva a cabo al reunir afectos, representación, experiencias sensoriales y somáticas, sueños, asociaciones y actos; se reúnen y se les confiere significado après-coup a través del trabajo analítico. En el capítulo se hace hincapié en el lugar de la temporalidad en la creación de un espacio triádico en un análisis de lo que se refiere al aquí y ahora con el allí y luego en el trabajo de après-coup.

El Capítulo 3 explora el significado de las experiencias alucinatorias de una paciente en el transcurso de su análisis de cinco veces semanales y la ubica dentro del dominio preedípico, la relación primaria con la madre. La comprensión de la transferencia y la contratransferencia fue crucial en la creación de significado y la habilitación de las transformaciones que tuvieron lugar en el proceso analítico. A través de un análisis exhaustivo de un ejemplo clínico, estudio la distinción de Bion entre alucinaciones histéricas y alucinaciones psicóticas y formulo mi propia hipótesis sobre las diferencias entre ambas. Este capítulo sugiere que, mientras que las alucinaciones psicóticas expresan un conflicto entre vida y muerte, en las alucinaciones histéricas el conflicto es entre amor y odio. El capítulo también contiene algunas reflexiones sobre la naturaleza dramática del encuentro analítico.

La alucinación negativa de la madre es una precondición para el cumplimiento del deseo alucinatorio de Freud, para las imágenes, para la fantasía y para el pensamiento. También es una indicación de terceridad, ya que la ausencia de la madre implícitamente plantea la pregunta: “¿Adónde va cuando se aleja?”. Esta es una referencia implícita al padre. Va hacia él, que es su amante. La ausencia de la madre y la actividad de la fantasía que origina su ausencia dentro de la estructura encuadrante están en el centro de mis ideas sobre el entorno psicoanalítico en sí, como se comentó en este capítulo.

¿Qué pasa si estos procesos fallan y una intrusión traumática no permite la ausencia, lo que permitiría constituir sólidamente un espacio psíquico? ¿Cuáles son las consecuencias para los comienzos de la vida de fantasía si la madre es demasiado aterradora para el niño, como podría serlo la madre psicótica, de modo que el niño no pueda internalizar su estructura encuadrante?

En el tratamiento de pacientes no neuróticos, no se trata de una economía del deseo inconsciente, sino de una “lógica de la desesperación”. Esta lógica está menos organizada que la del proceso primario y tiene que lidiar con elementos no procesados que provienen del ello. El pensamiento está dominado por el trabajo de lo negativo.

El objetivo del trabajo analítico es transformar las alucinaciones en palabras que crean una narrativa sobre la historia del paciente, y transforman el delirio en juego y la muerte en ausencia.

En el Capítulo 4, “Amor y melancolía en los análisis de mujeres realizados por mujeres”, un caso clínico muy vívido nos vuelve a traer al centro del exceso, del cuerpo y de la pasión. El capítulo retoma el aspecto distintivo de las mujeres que trabajan con mujeres cuando se presenta una reaparición abrumadora y una expresión del conflicto central de la pasión por la madre y el deseo y el temor de la fusión. Lo que también es fuente de lucha es la relación erótica y ambivalente primaria con la madre. Sugiero que una dimensión crucial que está presente en los análisis de estas pacientes es una lucha con un núcleo melancólico que no se puede elaborar. Para aclarar: el núcleo de la melancolía es el asesinato del objeto primario que se pierde para siempre y, sin embargo, en cierto modo, nunca se pierde por completo, porque el sujeto siempre intentará encontrarlo de nuevo. La emergencia de este núcleo melancólico se convierte en una construcción en el après-coup de un análisis.

El Capítulo 5, “El enigma de la angustia: entre lo familiar y lo no familiar”, subraya que en el centro de la experiencia de angustia se encuentra la experiencia originaria del desamparo. La angustia es un estado afectivo acompañado de sensaciones físicas y síntomas corporales, expresión de un exceso que no se puede procesar psíquicamente. La angustia también está relacionada con el temor a perder la integridad imaginaria del cuerpo, así como a los objetos primarios. Además, la angustia marca el pasaje del mundo del padre y/o madre narcisista, en el cual el individuo está alienado de su propia historia, hacia la configuración del padre muerto que inserta al individuo en su temporalidad subjetiva en el après-coup de un análisis. Se presenta una narración detallada de un análisis que da lugar a estas ideas. En este análisis emerge lo transexual para formar parte de lo que hasta ese momento no ha alcanzado una representación.

Este capítulo presenta otra visión del tema del libro en la complejidad de una transferencia que da vida al caos primordial del inconsciente, o la realidad del énfasis del estadio del espejo de Lacan en la ilusión del yo unificado.

El Capítulo 6, “Lo ominoso y los comienzos del tiempo en Cien años de soledad” sugiere que “Lo ominoso” (1919h) de Freud plantea cuestiones sobre la escena primaria, lo materno y lo paterno, lo sexual de lo femenino y lo masculino, y el acertijo sobre la cuestión de qué sucede por la noche entre los padres. Se refiere a deseos incestuosos que son aterradores, prohibidos y repugnantes. En el análisis de la historia original de Hoffmann “El hombre de arena”, revisito mi distinción entre el padre cariñoso y “diurno” y el padre diabólico “nocturno”, que es el amante de la madre, la encarnación del padre en la escena primaria. ¿Es que el acto sexual es, por definición, ominoso debido a la experiencia de que “uno ha estado allí antes”? ¿Está el incesto en el centro del enigma de la angustia?

El análisis se centra en la novela de Gabriel García Márquez Cien años de soledad, ahora revisitada a través de la lente de lo ominoso. La novela trata sobre los principales misterios universales: la búsqueda de los propios orígenes, el incesto, la endogamia, la separación, la procreación, la muerte.

Más concretamente, retrata una relación entre el tiempo y la formación de una pareja que lleva 100 años, lo que ha permitido al autor escribir una novela que se ha convertido en un mito de los orígenes.

Sugiero que este es también el material de un análisis que nos presenta consistentemente experiencias ominosas que nos remontan a los inicios del tiempo en el aquí y ahora y la expresión de una fantasía –muy frecuentemente extraña y aterradora– que nunca antes había existido.

PARTE I UN MARCO TEÓRICO HACIA LA COMPRENSIÓN DE LA PSICOSEXUALIDAD

CAPÍTULO 1 La comprensión psicoanalítica de la bisexualidad Un marco teórico

Aunque, para el psicoanálisis, la diferencia es sexual, la cuestión de la bisexualidad está relacionada con la teoría psicoanalítica en su conjunto.

A. Green, 2001, p. 158

 

 

Un rey de andrajos y remiendos.

Shakespeare, Hamlet, III: iv, l. 103

Consideraciones iniciales

Deseo ofrecer, previamente, algunas reflexiones:

 

• La segunda mitad del siglo XX y el principio del XXI han estado marcados por la aparición del cyborg, una criatura híbrida, formada tanto por un organismo como por una máquina. Se trata de la inauguración de un mundo en el que, por la penetración de la tecnología en la propia construcción del cuerpo humano, las tradicionales dicotomías filosóficas y antropológicas entre naturaleza y cultura, humanos y objetos, hombres y mujeres ya no aparecen para ofrecer un marco para comprender el mundo. Si estas consideraciones indican la necesidad de tomar en cuenta las formas tecnológicas, sociales y políticas que informan las prácticas existentes en las sociedades contemporáneas, ¿cómo impactan estas categorizaciones en nuestro pensamiento psicoanalítico sobre la sexualidad? ¿Impactan?

• Una comprensión psicoanalítica de la sexualidad se refiere a los aspectos inconscientes y reprimidos de la sexualidad, que tienen su origen en la sexualidad infantil y solo pueden surgir après-coup en el proceso analítico.

• El psicoanálisis, desde Freud, ha visto a la sexualidad en sí misma como traumática para el individuo. Esta dimensión traumática está vinculada a la fuerza de los impulsos en el sentido de que siempre hay algo en exceso que no se puede reducir al nivel de representación (Perelberg, 2015). Este aspecto excesivo de la sexualidad ha sido destacado de diferentes maneras por Bataille (1957), Kohon (1999) y Laplanche (1987).

• La dimensión traumática de la sexualidad también se relaciona con el reconocimiento de la diferencia entre los sexos, resultado de un largo proceso de desarrollo y elaboración. En sus dimensiones homosexual y heterosexual, la configuración edípica confronta al niño con la imposibilidad de pertenecer a ambos sexos, así como con la imposibilidad de poseer a sus padres. Esto establece un vínculo entre sexualidad, castración, renuncia, tabú y prohibición (Perelberg, 2009b).

• La contribución revolucionaria de Freud es la idea de que uno no nace ya formado como hombre o mujer, sino que se constituye como tal en el proceso de desarrollo.

• Existe una diferencia fundamental entre una perspectiva psicoanalítica de la sexualidad y una definición sociológica de género.

• En el movimiento psicoanalítico ha habido un proceso de desexualización de la teoría (Green, 1986c; Kohon, 1999).

Bisexualidad psíquica

En una carta a Fliess en 1896, Freud utilizó la palabra “bisexualidad” por primera vez:

Para dar cuenta de por qué el resultado [de la experiencia sexual prematura] ... a veces es la perversión y, a veces, la neurosis; me aprovecho de la bisexualidad de todos los seres humanos. (Freud, 1950[1892-1899], p. 238)

Freud utilizaría el término “bisexualidad” cuarenta y cuatro veces a lo largo de su obra. En la fase inicial, todavía estaba preocupado por hacer coincidir sus ideas sobre la bisexualidad con el sustrato anatómico-biológico propuesto por Fliess, a quien atribuyó el descubrimiento de la bisexualidad. La bisexualidad adquirió un significado psicológico más fundamental en su obra solo en forma progresiva. Con el tiempo, Freud llegó a considerar la bisexualidad como una característica inherente a todos los seres humanos.

En Estudios sobre la histeria (1895d), Freud estableció un vínculo esencial entre la histeria y la bisexualidad. Sugirió que los ataques histéricos expresan una experiencia de violación en la que la persona histérica cumple ambos roles.1 “En un caso observé, por ejemplo, que la paciente apretaba su vestido contra su cuerpo con una mano (como mujer), mientras trataba de arrancarlo con la otra (como hombre)” (Freud, 1908a, p. 166).

Fue en su tratamiento del caso de Katharina en 1896 que el propio Freud relacionó por primera vez la histeria con la escena primaria (Carta 52, en Freud, 1950[1892-1899]). Freud mencionó al menos tres casos más que vinculan la angustia con la escena primaria: en una carta a Fliess, en su artículo sobre la neurosis de angustia (1895b) y en su análisis de Dora (1905e). Luego, en una carta a Jung el 21 de noviembre de 1909, Freud escribió sobre el término “deshollinador”, de Anna O:

La razón por la que se supone que un deshollinador trae buena suerte es que deshollinar una chimenea es un símbolo inconsciente del coito, precisamente algo con lo que Breuer nunca soñó. (En McGuire, 1974, p. 267)

Lo histérico es lo femenino en la representación neurótica (Schaeffer, 1986); es también el repudio mismo de lo femenino. Kohon ha sugerido una etapa divalente para la persona histérica: “De hecho, atrapada en su etapa divalente, la persona histérica [...] ella misma no puede definirse como hombre o como mujer porque al final no puede elegir entre su padre y su madre” (Kohon, 1999, p. 19).

Schaeffer –utilizando una expresión acuñada por Michel Cachoux (véase Schaeffer, 1997)– sugiere que la persona histérica, como un rubí, muestra lo que en realidad está rechazando: “El rubí es una piedra que le tiene horror al rojo. Absorbe y retiene todos los demás colores, pero rechaza y expulsa el rojo” (Schaeffer, 1986, p. 925). Entonces, la persona histérica le tiene horror al color rojo, a la sexualidad, mientras que, al mismo tiempo, lo exhibe. En su embarazo histérico, Anna O estaba, paradójicamente, rechazando una identificación femenina: la mujer que produce bebés como resultado del coito.

Algunos aspectos de Bertha Pappenheim en las últimas etapas de su vida representan transformaciones de la pregunta de Anna O: “¿Soy hombre o mujer?” (véase Kohon, 1984; Lacan, 1993; Leclaire, 1980), aunque de manera sublimada. En su trabajo social, designaba a las trabajadoras sociales que capacitaba como sus hijas, productos de una relación sexual imaginaria sin padre ni madre. El orfanato que construyó era conocido como “Papahome” –la casa del padre–, en el que cumplía los dos roles parentales.

La histeria se convierte, fundamentalmente, en un modo de pensar sobre la sexualidad y el objeto sexual (Schaeffer, 1986).2 La histeria funciona por imitación; la diferencia entre identificación e imitación es la que hay entre “ser como el objeto” y “ser el objeto”.

A través de sus síntomas, Anna O parece estar imitando el acto sexual. Sus síntomas se vuelven una especie de teatro del acto sexual en un intento de negar y representar la escena primaria y negar el duelo de sus incestuosos deseos sexuales. También está mostrando un cuerpo que no se puede experimentar como sexual y femenino, sino solo como pedazos que duelen. La fractura de la mente (la canción de Humpty Dumpty que cantaba junto a la cama de su padre) se refleja en la fragmentación del cuerpo a través de sus síntomas.

La revolucionaria visión de Freud sobre la sexualidad era mantener la bisexualidad psíquica inherente, inconsciente, infantil y perversa tanto en hombres como en mujeres. Cada niño se enfrenta a preguntas sobre el enigma de las diferencias entre los sexos de los padres y la naturaleza de su sexualidad (Freud, 1905d, pp. 194-197).

Masculino y femenino son posiciones estructurales en relación con la diferencia entre sexos. La interacción de identificaciones en relación con la escena primordial está implícita o explícita en cada uno de los estudios de caso de Freud, desde Dora (1905e) hasta el pequeño Hans (1909b), el hombre de las ratas (1909d), Schreber (1911c), el hombre de los lobos (1918b), hasta “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina” (1920a). A continuación, doy indicaciones resumidas para algunos de los casos clínicos de Freud.

Dora (Freud, 1905e)

El tema de la histeria y su relación con la sexualidad continúa en el debate del análisis de Dora, que expresa el interés de Freud en los orígenes sexuales de los síntomas histéricos, así como en el papel de los sueños como expresión de conflictos inconscientes. El síntoma histérico “actúa una fantasía de contenido sexual” (Cournut-Janin, 2005), incluso si una sola fantasía inconsciente, por lo general, no es suficiente para engendrar un síntoma.

En este análisis, Freud sigue interesado en la reconstrucción del trauma que había provocado la aparición del síntoma, a través del análisis de los sueños y las asociaciones libres. Este énfasis clínico cambiaría en los años posteriores, cuando Freud comenzó a ver el proceso analítico más como un proceso de construcción. En el momento del análisis mismo, Freud ponía énfasis en la transferencia paterna y en el papel de la impotencia del padre en la estructuración del síntoma. La afonía y la tos de Dora se entienden como manifestaciones de la fantasía inconsciente de tener sexo oral con una mujer, la Sra. K, y se identifica con su padre impotente. En las formulaciones de Freud, un síntoma establece un vínculo entre la fantasía inconsciente y la sexualidad: “un síntoma significa la representación, la realización de una fantasía con un contenido sexual, es decir, significa una situación sexual” (1905e, p. 47).

Existe un vínculo entre la fantasía actual y un recuerdo de la infancia, ya que Dora le dice a Freud que de niña se chupaba el dedo pulgar. Recuerda una ocasión en la que se chupaba el pulgar al mismo tiempo que tiraba del lóbulo de la oreja de su hermano (p. 51). Freud cree que se trata de nuevas versiones de una “impresión prehistórica de succionar el pecho de la madre o el de la nodriza” (p. 52). Solo en forma retrospectiva, después de que Dora abandonó el análisis, Freud identificó la relevancia de la transferencia materna.

En una de varias notas a pie de página agregadas al texto del análisis de Dora, Freud indicó su error al subestimar el amor de Dora por la señora K: “No logré descubrir a tiempo e informar a la paciente que su amor homosexual (ginecofílico) por la señora K era la corriente inconsciente más fuerte de su vida mental” (Freud, 1905e, p. 120).

Sin embargo, pasarían bastantes años antes de que Freud descubriera la pasión preedípica por la madre que expresaban los hijos de ambos sexos. El amor homosexual por la señora K sería entonces visto como la “corriente inconsciente más fuerte” en la vida mental de todos los individuos.

Siempre es la madre, en palabras de Kristeva (2012). La bisexualidad estaba en el centro de la comprensión de Freud de la histeria.

Cournut-Janin (2005) ha sugerido que

en el anhelo de la señora K está su propia feminidad y que Dora, todavía una adolescente, también ama a la mujer que ella misma será en la persona de la encantadora señora K, que es deseable, como su padre le ha indicado claramente. (2005, p. 58)

Desde esta perspectiva, la señora K se convierte en el ideal de una feminidad inalcanzable.

Más recientemente, Mitchell sugirió que la identificación con la madre también está presente en este análisis. El mismo Freud dice que Dora

se identificaba con su madre por medio de leves síntomas y peculiaridades en las formas, lo que le dio la oportunidad de algunos logros realmente notables en la dirección de la conducta intolerable. La insistencia con la que se aferraba a esta identificación con su madre casi me obligó a preguntarme si ella también padecía una enfermedad venérea. (Mitchell, 2000, pp. 75-76)

En ese momento, se creía que la sífilis podía conducir a la locura. En su análisis del caso, Mitchell sugiere que Freud es tanto el padre como la madre en la transferencia. También enfatiza de manera convincente la importancia de la identificación de Dora con su hermano mayor, Otto Bauer, en el desarrollo de los síntomas de Dora. “De niña, ella había querido posicionarse en la familia como su hermano, pero solo había descubierto que no era como él en género y que (probablemente) él, primogénito y varón, tenía el amor de su madre” (Mitchell, 2000, p. 104). Su histeria emanó de la niñez y de una “ruptura de su identificación con el hermano” (p. 105).

El pequeño Hans (Freud, 1909b)

Este fue un análisis realizado por el padre del pequeño Hans, Max Graf, quien le envió a Freud extensas notas sobre su hijo. Cuando tenía 4 años, Herbert presenció el colapso de un caballo de carreta que tiraba de una carga pesada. El niño empezó a temerle a los caballos: Freud entendía que la fobia de Hans estaba relacionada con la ansiedad que le provocaba la llegada de su hermana menor y las mentiras que le estaban ofreciendo los adultos sobre el origen de los bebés.

El material de Hans le brindó a Freud pruebas sobre sus teorías sobre la sexualidad infantil, la angustia de castración y el complejo de Edipo. Progresivamente, Freud entendió el miedo de Hans como el de que su padre lo mordiera (lo castrara) por sus deseos hacia la madre. Como el padre de Hans actuaba como analista, Freud conjeturó que este miedo estaba impidiendo el avance del tratamiento, por lo que invitó a Hans a verlo para que pudiera explicarle sus síntomas.

Hans también mostraba celos hacia su padre y expresó el deseo de darle bebés a su madre, lo que reveló un “pequeño Edipo” (Freud, 1909b, p. 11). Sin embargo, al mismo tiempo, se reconoció su vínculo homosexual con su padre. Su padre describió los sentimientos amorosos del niño hacia sus compañeros varones, así como sus respuestas amorosas hacia las niñas. Freud se refirió a estos “accesos de homosexualidad” en Hans como una de las muchas facetas libidinales polimorfas que florecieron antes de que los efectos de la represión se hicieran evidentes.

Hans era homosexual (como pueden serlo todos los niños), de manera bastante coherente con el hecho, que siempre debe tenerse en cuenta, de que estaba familiarizado con un tipo de órgano genital: un órgano genital como el suyo. (Freud, 1909b, p. 110)

El pequeño Hans es un ejemplo de la teoría infantil del monismo fálico que es impermeable a la observación. Él creía que las niñas y los niños tenían “hace-pipís” (wiwimacher), a pesar de la evidencia en contra a través de la observación de su hermana. Esta es, de nuevo, una expresión de la fuerza de la vida de fantasía y la angustia provocada por la amenaza de castración (se verá una exposición más completa de esto más adelante en este capítulo).

El relato del caso ofrece amplia evidencia de la identificación de Hans con su madre y el deseo de dar a luz a bebés, aunque esto no es explorado por Freud en el artículo y solo será abordado en 1926. Como indica Temperley (2005), solo en Inhibición, síntoma y angustia (Freud, 1926d) Freud vinculó a Hans con el hombre de los lobos, y afirmó que en ambos casos la fobia animal derivaba de deseos homosexuales tiernos y pasivos hacia el padre, que habían sido distorsionados por la regresión a la fase oral, así como por la represión:

El proceso de represión había atacado casi todos los componentes de su complejo de Edipo, tanto sus impulsos hostiles como tiernos hacia su padre y sus tiernos impulsos hacia su madre. (Freud, 1926d, p. 107)

Sin embargo, Freud escribe en el siguiente párrafo:

Indudablemente, un sentimiento de ternura por su padre también estaba presente y contribuyó a reprimir el sentimiento opuesto: pero no podemos probar que fuera lo suficientemente fuerte como para atraer la represión sobre sí mismo ni que desapareció después. De hecho, Hans parece haber sido un niño normal con lo que se llama un complejo de Edipo “positivo”. (1926d, p. 107)

La interacción de los diferentes deseos que coexisten dentro de cada individuo fue identificada por Freud a lo largo de su obra: “La vida emocional del hombre se compone en general de pares de contrarios como este” (Freud, 1909b, p. 113).

El hombre de las ratas (1909d)

En El hombre de las ratas, Freud describe a un joven brillante cuyo desarrollo emocional, sexual y social había sido severamente atrofiado por pensamientos obsesivos, cuyas raíces parecían remontarse a su infancia. También describe una vida sexual precoz: a la edad de 4 años, el hombre de las ratas había explorado los genitales de su institutriz.

Freud ofrece una descripción vívida del conflicto de identificaciones del paciente, al que solo se llegó “a través del doloroso camino de la transferencia” (Freud, 1909d, p. 209). Mientras Freud tenía en el diván a un hombre educado, con un comportamiento educado, en sus sueños el paciente gritaba “los improperios más groseros y repugnantes hacia mí y mi familia”, y expresaba su total furia tanto hacia Freud como a su padre. A veces, la separación entre el comportamiento consciente y las expresiones inconscientes llevó al paciente a la desesperación mientras deambulaba por el consultorio. Decía que no podía acostarse en una posición cómoda mientras se sentía muy incómodo con lo que estaba pasando. Un análisis más detallado indicó que también temía que Freud le diera una paliza, aunque, a la luz del texto posterior, “Pegan a un niño” (1919e), se podría también entender que lo anhelaba.

De hecho, hay un relato de las fantasías masturbatorias de Lorenz, donde Freud indica el anhelo de Lorenz por su padre y sus batallas con él, en especial por la elección de una chica, y una historia compleja de una golpiza por parte del padre en la que Lorenz se había enfurecido y después de lo cual –le dijo a Freud– se había “convertido en un cobarde”, y le temía a la violencia física. El padre había hecho un comentario sobre su hijo: “El chico será un gran hombre o un gran criminal”. (1909d, p. 205).

Freud pone énfasis en que los sentimientos hostiles de Lorenz hacia su padre intensificaron en gran medida su enfermedad obsesiva. No fue solo un conflicto entre el amor y el odio lo que impulsó la enfermedad de Lorenz: se volvió particularmente compleja por el placer, la vergüenza y el asco por los sentimientos e ideas asociadas al conflicto.

No cabe duda de que había algo en la esfera de la sexualidad que se interponía entre el padre y el hijo, y que el padre se había opuesto de alguna manera a la vida erótica prematuramente desarrollada del hijo. Varios años después de la muerte de su padre, la primera vez que experimentó las placenteras sensaciones de la cópula, se le cruzó una idea: “¡Esto es glorioso! ¡Uno podría asesinar a su padre por esto!”. Esto fue a la vez un eco y una elucidación de las ideas obsesivas de su infancia. Además, su padre, poco antes de su muerte, se había opuesto directamente a lo que más tarde se convirtió en la pasión dominante de nuestro paciente. Había notado que su hijo siempre estaba en compañía de la dama y le había aconsejado que se mantuviera alejado de ella, al decirle que era imprudente de su parte y que solo lo haría parecer un tonto. (1909d, p. 201)

Los episodios de masturbación de Lorenz ocurrían cuando pensaba en su padre. Freud los entendió como actos de rebeldía hacia este padre que había interferido en el goce sexual del paciente, aunque no se puede dejar de considerar la excitación homosexual que también está presente.

La vinculación de Freud del pensamiento obsesivo con el erotismo anal en su comprensión del caso es una visión clínica que no debe subestimarse, considerando, en especial, que el conocimiento de la conexión entre la neurosis obsesivo-compulsiva y la regresión anal surge recién en 1926, dos décadas después del análisis de Lorenz (Williams, 2005). Como sugiere Catherine Chabert, el hombre de las ratas puede considerarse como “el ejemplo mismo de las torturas infligidas por la elección de objeto y las vicisitudes de la bisexualidad psíquica” (Chabert, 2018).

Ignês Sodré contribuyó a la comprensión de la obsesión, y sugirió que puede entenderse como una defensa frente a la triangularidad. Los mecanismos de escisión se utilizan al servicio de preservar una relación exclusiva de dos personas con el objeto. Sodré (1994) sugiere una diferenciación entre dos modos de pensamiento obsesivo: en el primero se evita la situación edípica y se prohíben los pensamientos relacionados con ella; el segundo indica una configuración en el umbral de la posición depresiva, en la que la situación edípica es omnipresente y los pensamientos se involucran constantemente en batallas entre sí (1994, p. 380).

En relación con la bisexualidad, el hombre de las ratas se había quedado paralizado en el umbral de la configuración edípica, incapaz de elaborar sus sentimientos, positivos o negativos, hacia su padre. Al igual que los otros relatos clínicos de Freud, todos escritos antes de su descubrimiento de la fase preedípica, uno tiene muy poca información sobre la madre del paciente, aunque se puede comprender su incapacidad para decidir entre las dos mujeres en términos de su vacilación sobre tomar una decisión sexual lejos de su madre.

El caso Schreber (1911c)

En el tratamiento del caso Schreber, aparece nuevamente el tema del deseo homosexual reprimido de un hombre hacia su padre. Freud plantea la hipótesis de que la angustia persecutoria y los delirios paranoides son el resultado de una defensa contra el deseo homosexual reprimido. La paranoia es la transformación del amor en odio, que luego se proyecta sobre un perseguidor externo. La persona a la que ahora odio fue amada en determinado tiempo (Freud, 1911c, p. 41). “Lo amo” se transforma en “Lo odio” que, a través del mecanismo de proyección, se convierte en “Él me odia”. “La persona que anhelaba se convirtió ahora en su perseguidor, y el contenido de su fantasía ilusoria se convirtió en el contenido de su persecución” (p. 47). En el centro de la persecución paranoide se encuentra una fantasía de emasculación, junto con la idea de que él se transformaría en mujer en el acto de la cópula (véase también el tratamiento de este caso por Steiner, 2005).

La causa excitante de su enfermedad fue entonces un arrebato de libido homosexual; el objeto de esta libido fue probablemente desde el principio su médico, Flechsig; y su lucha contra el impulso libidinal produjo el conflicto que dio origen al síntoma. (Freud, 1911c, p. 43)

En la siguiente fase, Schreber pensaba que sería impregnado por rayos divinos para producir una nueva raza de seres humanos (pp. 20-21). Schreber también se refiere a un estado de dicha, de “goce ininterrumpido”, un “sentimiento ininterrumpido de voluptuosidad” (p. 29), logrado a través de la contemplación de Dios. En su análisis, Freud establece una conexión entre el doctor Flechsig, el médico de Schreber, Dios y su padre, y concluye que el sol es en sí mismo un símbolo sublimado del padre. “La amenaza más temida del padre, la castración, en realidad le proporcionó el material para su fantasía desiderativa [...] de ser transformado en mujer” (p. 56). Sin embargo, al mismo tiempo, el mismo Freud indica en una nota a pie de página que en alemán el sol es femenino (p. 54), y comenta que en la mayoría de los idiomas el sol es masculino. Sin embargo, el femenino alemán del sol también ofrecería la interpretación de un elemento fálico bisexual, antes de cualquier división entre masculino y femenino.

Freud relacionó la psicosis de Schreber con lo que él sugiere es el “complejo paterno”. Hay que tener en cuenta que en este momento aún no se había mencionado el concepto de complejo de Edipo:

Así, en el caso de Schreber, nos encontramos una vez más en el terreno familiar del complejo paterno. La lucha del paciente con Flechsig se le reveló como un conflicto con Dios y, por lo tanto, debemos interpretarla como un conflicto infantil con el padre a quien amaba. La amenaza más temida de su padre, la castración, en realidad le proporcionó el material para su fantasía desiderativa (al principio resistida pero luego aceptada) de transformarse en mujer. (Freud, 1911c, p. 55-56)