Sexy, descarado, irresistible - Whitney G. - E-Book

Sexy, descarado, irresistible E-Book

Whitney G.

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Beschreibung

Un médico sexy Ser médico en una consulta privada de Nueva York no es nada fácil. Sobre todo cuando se me ocurre contratar como nueva residente a la mujer con la que iba a tener una cita dos semanas atrás y que me dio plantón con un "No podemos vernos más, lo siento", después de haber acordado llevar a la realidad nuestras conversaciones online. No he olvidado ninguna de las sexys fantasías de las que me habló, y aún no he borrado todas nuestras charlas tan subidas de tono. Y si se piensa que voy a actuar como un profesional y que voy a hacer como si nada de eso hubiera pasado, lo lleva claro… Un cliente descarado Hoy es, oficialmente, el peor día de mi vida… Me he despertado tarde —después de una noche loca con el hombre más guapo y descarado que he conocido en mi vida—, mis dos mejores clientes de mi agencia de Relaciones Públicas me han dejado y mi compañera de piso ha desteñido mi traje favorito. Aun así, todo se podía enderezar: hoy firmaba con un desconocido e importante cliente un contrato de esos de ensueño. Pero a la hora de la firma no ha venido ningún deportista famoso, ni una estrella de televisión ni ninguna celebridad. En su lugar ha aparecido el tío espectacular de anoche con una sonrisilla en la cara, y se ha presentado como mi nuevo y descarado cliente. Un jefe irresistible Asunto: Mi jefe ¿Te he dicho ya hoy que odio a mi jefe? Aunque esté más bueno que el pan, estoy deseando verle la cara dentro de dos meses, cuando le diga que voy a presentar la dimisión y que puede besarme el culo. ¡Be-sar-me-el-cu-lo! Todas esas fantasías en las que él me besaba con esa boca irresistible o me hacía inclinarme sobre el escritorio han terminado. Ter-mi-na-do. Tu mejor amiga Mya Asunto: Re: Mi jefe No, todavía no me habías dicho hoy que odias a tu jefe, pero como me has enviado este correo electrónico directamente a mí, ahora lo sé … No tienes que esperar dos meses para ver la expresión de mi cara cuando me digas que vas a dejar el empleo. Estoy al otro lado de la puerta de tu despacho en este mismo momento. No tengo ningún comentario que añadir sobre tus "fantasías", aunque dudo mucho que hayan terminado ya. Tu jefe Michael

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Título original: Dirty Doctor. Cocky Client. Naughty Boss

Primera edición: febrero de 2020

Copyright © 2017, 2017, 2016 by Whitney G.Published by arrangement with Brower Literary & Management

© de la traducción: Mª José Losada Rey, 2020

© de esta edición: 2020, Ediciones Pàmies, S. L.C/ Mesena, 1828033 [email protected]

ISBN: 978-84-17683-53-5BIC: FRD

Ilustración y diseño de cubierta: CalderónSTUDIOFotografía: Spectral-Design/Shutterstock

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.

Índice

Un médico SEXY

1

2

3

4

5

6

Dos semanas después

7

8

9

10

11

12

13

14

15

16

17

18

19

20

21

Unos años después

Epílogo

Un cliente DESCARADO

1

2

3

4

5

Un día después

6

7

8

9

10

11

12

13

Un jefe IRRESISTIBLE

Prólogo

Correos electrónicos (1)

Un año después

1

2

3

4

Correos electrónicos (2)

5

Correos electrónicos (3)

6

7

8

9

Correos electrónicos (4)

10

11

12

Correos electrónicos (5)

13

Epílogo

Nota de la autora

Contenido extra

Para mi madre, Nicole London, y para Alice Tribue.Gracias por aguantarme.

Un médicoSEXY

1

El médico

Garrett

Si una clínica privada es elegida la número uno del estado y una de las cinco mejores del país por enésimo año consecutivo, el premio debería ser la erradicación total de mañanas como la de hoy. Esta ha sido la tercera vez esta semana que me he encontrado cara a cara con una paciente con la que estaba perdiendo el tiempo. Cara a cara con una paciente que quería que yo personalmente examinara su coño.

—Por enésima vez, señora Aberdeen… —Hice clic con el bolígrafo—. No le pasa absolutamente nada. Sus análisis de orina y sangre son sanísimos, y está desperdiciando tanto su tiempo como el mío. Tengo pacientes esperándome para tratar temas realmente serios.

—Lo sé, y yo soy una de ellos. —Sonrió y, con un gesto juguetón, tiró del dobladillo de su vestido de seda por encima de sus muslos—. Siento que me está ocurriendo algo extraño aquí abajo…

—¿Ahí abajo? Estoy seguro de que es capaz de decir «vagina», si se refiere a eso.

—Vale. Me está pasando algo en… la vagina. —Se mordió el labio y sonrió de nuevo.

«Hoy no estoy de humor para estas mierdas».

Dejé su expediente a un lado y comencé a escribir una anotación:

«A la paciente no le pasa nada malo».

Era la cuarta citología que le hacía en cuatro meses, la definición misma de la palabra «innecesario».

—Como ya le he dicho, señora Aberdeen —dije, negando con la cabeza—, no solo debería irse a casa: es necesario que lo haga.

—No estoy convencida. —Se cruzó de brazos—. ¿No puede comprobarlo otra vez?

—No.

—¿No? No puede decirme «no».

—¿Prefiere que le diga «no follaremos»? No me mire boquiabierta, señora Aberdeen. No es no.

—¿No ha hecho el juramento hipocrático? —Movió un dedo delante de mi cara—. ¿No hay algo en él referente a tratar a las personas con amabilidad y simpatía? Estoy segura de que eso significa que tiene que preocuparse de sus pacientes, es decir, de mí, y que debe creerles cuando le dicen que les duele algo.

—En primer lugar, usted es no mi paciente, y esta no es mi especialidad. En segundo lugar, sabe muy bien que su médica de cabecera, la doctora Laurel, siempre está fuera los jueves, así que ni siquiera debería haber venido hoy.

—También sé que usted ha realizado más citologías antes en ausencia de la doctora Laurel. He tratado de reservar una cita con usted en su especialidad, pero la recepcionista siempre me dice que no hay hueco. De todos modos… —Entrecerró los ojos mirándome—. Me gustaría que pusiera educadamente la cabeza entre mis piernas y me examinara la vagina, doctor Ashton. Hágalo ahora, o le dejaré una reseña negativa de dos estrellas.

—¿Por qué no dejar una crítica de una estrella?

—No estoy bromeando. Mi hija trabaja en la sección de local de The New York Times, y haré una crítica feroz tanto a usted como a la clínica; les llevará años recuperar la reputación que tienen.

Puse los ojos en blanco y cogí un par de guantes.

—Súbase a la camilla, por favor.

Sonrió y se acomodó en la camilla, echándose hacia atrás, como si eso fuera lo más maravilloso de su vida. Llamé a una enfermera y esperé a que entrara en la habitación: quería asegurarme de que hubiera alguien presente como testigo de la consulta.

La enfermera se sonrojó mientras ponía lo necesario en el carrito y me lo acercaba. Cuando me di cuenta de que literalmente iba a ponerse roja y a reírse por lo bajo cada vez que murmurara una palabra, acepté que no era mi día.

—Ponga los pies en los estribos y separe las piernas, señora Aberdeen.

—Con mucho gusto. —Siguió mis instrucciones, abriendo los muslos mucho más de lo necesario.

Me senté en el taburete y tomé posición entre sus piernas; encendí la luz para examinarla y cogí el espéculo. Iba a asegurarme de que fuera el examen más rápido y eficiente de la historia. Había hecho demasiados en los últimos meses, y estaba seguro de que podía llevarlo a cabo con los ojos cerrados.

Suspirando, le raspé el cuello del útero en busca de las células necesarias para la prueba, y aunque percibí una pequeña irregularidad, sabía que no era suficiente para justificar un nuevo examen.

—Todo está bien, señora Aberdeen —concluí, quitándome los guantes y tirándolos a la basura—. Ya puede incorporarse.

—¿Qué? ¿Eso es todo? —No se movió—. Todavía no me ha reconocido la pelvis. ¿Y qué hay de los senos? ¿No se supone que debe tocármelos en busca de bultos?

«Dios…»

—La doctora Laurel le ha examinado los senos hace cinco semanas, así que estoy muy seguro de que los resultados permanecen inalterados. Pero, si lo desea, puedo pedirle a la enfermera Johnson que se quede en la habitación con usted y que le haga una palpación. Incluso le pediré que no se la cobre: lo tramitaremos como consulta pro bono.

—Doctor Ashton, haré lo que considere necesario… —La enfermera Johnson se sonrojó y soltó una risita tonta.

—Creo que paso. —La señora Aberdeen se sentó y se cruzó de brazos.

—Ya me imaginaba. —Cogí el expediente y escribí algunas notas—. Como le he dicho antes de comenzar, no hay nada alarmante «ahí abajo», aunque me da la impresión de que podría estar desarrollando una infección menor por hongos.

—Ya le he dicho que era algo serio. Incluso suena grave, tan grave que apuesto algo a que no hay una cura para ello.

—En el Wal-Mart venden cura para todo —dije—. La mayoría de las mujeres pueden diagnosticarse una infección de esa clase por sí mismas.

—Bueno, pues yo prefiero un trato más personal. —Se echó hacia adelante y me puso la mano en el hombro—. ¿Está seguro de que no quiere usar esos largos dedos para profundizar un poco y asegurarse de no tengo nada malo más dentro?

Inmediatamente me puse de pie y arranqué la hoja de recetas de mi libreta.

—La infección debería quedar resuelta en las cuarenta y ocho próximas horas si empieza hoy el tratamiento y sigue las instrucciones.

—¿Y en el caso de que no siga bien las instrucciones? ¿No puede hacerme el seguimiento?

Le lancé una mirada inexpresiva.

—Que tenga un buen día, señora Aberdeen. Gracias por su ayuda, enfermera Johnson. —Salí de la consulta antes de que alguna de ellas pudiera añadir una palabra más y me dirigí directamente al escritorio de mi ayudante, Emily.

—¿Puedo ayudarle en algo, doctor Ashton? —Me miró mientras me acercaba.

—Sí. Juraría que te di indicaciones muy claras: ¿no acordamos que no quería que me enviaras a los pacientes sin cita previa de la doctora Laurel cuando esta tuviera días libres, y que, si lo hacías, tenía que ser como último recurso?

—Usted ha sido el ultimísimo recurso. Todos los demás tenían una cita a las ocho.

«Genial…».

—¿Hay alguna variación más en mi agenda?

—Muchas. —Cogió una caja y me la entregó—. El premio por ser la clínica privada número uno en el estado llegó por correo ayer por la noche. La cita de las diez ha sido reprogramada para las cuatro, la de la una quiere cambiar la sesión en persona por una llamada telefónica, y he rellenado todos los jarrones de su despacho con un nuevo suministro de regalices.

—Gracias, Emily. ¿Eso es todo?

—En realidad, hay una última cosa. La doctora Ryan ha regresado de Hawái y está en su consulta esperándole. Dice que es importante.

—Estoy seguro de que no lo es. —Llevé la caja por el pasillo hasta mi despacho.

Efectivamente, la doctora Ryan, también conocida como doctora Nunca-estoy-aquí, estaba sentada en el sofá para los pacientes, hablando por teléfono. De hecho, me sorprendió verla ahí tan temprano, ya que recientemente se había convertido en una celebridad. Era el tercer miembro de mi personal que se había perdido en el mundo de la «medicina de la televisión». Cada vez que me daba la vuelta, estaba firmando un nuevo contrato para escribir libros, aparecer en un programa de televisión u organizar una costosa conferencia. Todo salvo practicar medicina.

—Doctor Ashton, no parece contento de verme hoy… —Puso fin a la llamada telefónica mientras yo tomaba asiento tras mi escritorio—. ¿Qué he hecho ahora?

—Nada. Literalmente.

Se rio.

—¿Sabes?, en serio, no tengo ni idea de por qué le gustas tanto a mi marido.

—¿Has venido a mi despacho para hablar sobre tu vida personal? Tendré que cobrarte por ello.

—No, por favor. —Sacó un grueso documento del bolso y lo deslizó hacia mí por encima de la mesa—. Es necesario que firmes la declaración conjunta del nuevo programa especial para residentes. Eres el único médico de la clínica que no lo ha firmado.

—¿Programa para residentes? Juraría que ya tenemos tres y que acordamos contratar a un nuevo médico.

—Los residentes son médicos.

—Son médicos que necesitan niñera. —Pasé las páginas—. He aceptado utilizar los nuevos fondos para un médico con licencia y útil para la clínica. No pienso firmar eso.

—Todos los demás han estado de acuerdo, y ya hemos seleccionado a una candidata con mucho talento, así que no voy a discutir contigo. Y si no recuerdo mal, han sido doce votos positivos con solo uno en contra, el tuyo, por lo que técnicamente no has estado de acuerdo y tienes que ceder ante el resto de nosotros.

Suspiré y garabateé mi firma en la primera y en la última página del documento.

—Y para que lo sepas —añadió—: las enfermeras murmuran mucho más sobre ti últimamente. Lo estás volviendo a hacer.

Arqueé una ceja, esperando una explicación.

—Estar en guardia, enfadarte más rápido de lo normal y, bueno…, sencillamente ser una versión mejorada de ti mismo, supongo. —Sonrió—. Sé que esta clínica es el legado de tu familia, pero, en serio, hay vida más allá de estas paredes.

—No, lo que necesito es que los médicos que están dentro de estas paredes se presenten y ejerzan sus putos trabajos.

—¿Ves? ¿Ves lo irritable que puede resultarme tratar de ser amable contigo?

—Sal de mi despacho, Ryan.

—Ya me voy. —Cogió el documento y se puso de pie—. Por cierto, ¿qué le ha pasado a esa preciosa y tierna mujer que te presenté hace unas semanas?

—No ha funcionado.

—¿No ha funcionado o no has permitido que funcionara?

—Un poco de cada cosa. —La mujer en cuestión había sido su amiga en la infancia, y, de hecho, era preciosa y tierna, pero en el momento en que comenzó a balbucir que quería casarse y tener al menos cuatro hijos, cuando solo llevábamos una hora juntos, perdí con rapidez cualquier interés en ella.

—Bueno, hazme un favor —dijo la doctora Ryan, mientras iba hacia la puerta—. Prueba con las citas online o busca un pasatiempo para esos días que raramente tienes libres. No repetiré esto ni admitiré haberlo dicho, pero… eres demasiado guapo para pasar el resto de tu vida solo.

—Muchas gracias, doctora Ryan. ¿Tengo que pagarte por ese psicoanálisis que no te he pedido o tus malos consejos son gratuitos?

Me mostró el dedo corazón y, cerrando la puerta impetuosamente a su espalda, salió de mi despacho.

Sin que ella ni mi equipo lo supieran, tenía un pasatiempo secreto: el sexo. Lo que ocurría era que no había tenido tiempo de disfrutarlo durante los seis últimos meses debido a una sobrecarga de trabajo…, gracias a ellos. Y sin duda era un gran admirador de las citas online… hasta que conocí a muchas mujeres seguidas que andaban buscando relaciones permanentes. Ahora me limitaba a navegar por los escasos sitios donde mantenía cuentas y seguía charlando con la especie de amiga que había hecho: JerseyGirl7.

La había conocido en NewYorkMinute.com, el sitio más exclusivo y privado para los profesionales de élite de la ciudad. Un sitio que se había forjado alrededor de la idea de que la primera cita debía programarse después de tres conversaciones. Ningún perfil tenía nombre ni imagen, solo una serie de párrafos reveladores y el porcentaje de «capacidad de emparejamiento» basado en las preguntas que se habían respondido.

Por alguna razón, JerseyGirl7 era cien por cien compatible conmigo, pero nunca había deseado conocerla en persona, porque no confiaba en los resultados. Por un lado, pensaba que ella tenía que haber respondido de coña para que le saliera una buena compatibilidad sexual conmigo, y, por otro, no tenía la energía ni el tiempo necesarios para sufrir otra posible decepción. No solo eso, sino que realmente disfrutaba teniéndola como medio amiga, incluso aunque tuviera un sentido del humor demasiado inteligente y cierta tendencia a revelar demasiado sobre sus fantasías más profundas y guarras.

Con ella en mente, abrí sesión en NewYorkMinute.com y vi un mensaje suyo de hacía un par de horas.

Asunto: Tengo una cita este fin de semana y necesito tu consejo…Creo que este viernes es el día en que ¡por fin! tendré sexo después de tantos meses de sequía.Respóndeme al correo cuando tengas oportunidad o cuando termines con tus mal llamados pacientes. Sabes que no tienes que seguir mintiendo sobre que eres médico, ¿verdad? Nunca nos vamos a ver en persona, así que ¿por qué sigues pretendiendo constantemente ser algo que no eres? Solo dime lo que haces para vivir, y yo también te diré lo que hago. :-)P. D.: Tenías razón sobre mi última cita. No terminó bien; él era un imbécil, como predijiste, pero ya eres lo suficientemente arrogante y no voy a hacer crecer tu ego ni un poco más.JerseyGirl7

Volví a leer la última línea de su correo electrónico varias veces más y sonreí antes de cerrar la aplicación.

«Ya le responderé cuando salga…».

2

El médico

Garrett

Cuando salí del trabajo, eran ya las nueve de la noche y mi tolerancia por la incompetencia había alcanzado un nuevo mínimo. Había tenido que echar la bronca a los internos en mi departamento por mostrarse descuidados en los informes de los pacientes, aguantar una sesión de dos horas con una pareja que estaría mejor divorciada y obligarme a terminar de leer un informe de cuarenta páginas sobre una nueva técnica de terapia.

En algún lugar en medio de todo ese estrés, se había agotado mi suministro de regalices, y lo último que quería hacer esa noche era reunirme con el personal para celebrar el enésimo nombramiento como la «Mejor clínica de Nueva York». Pero, una vez más, me encontré sacando brillo al trofeo en la sala de estar, y dejándolo en el estante, al lado de los premios de los años anteriores. Los miré allí juntos durante un buen rato, sabiendo que mi padre estaba en algún lugar diciendo: «Te lo dije, hijo».

Encendí las luces, fui a la cocina y me serví un vaso de bourbon, que me bebí de un trago con rapidez antes de servirme otro. Luego cogí el móvil e inicié sesión en la aplicación NewYorkMinute.com para ver que JerseyGirl7 me había enviado el segundo mensaje del día.

Asunto: Un consejoTus «pacientes» deben de estar volviéndote realmente loco hoy, ya que estás demasiado ocupado para responde. (aunque sé que eso de que eres médico es mentira).Por tanto, te formularé unas preguntas muy concisas:1) El chico y yo acabamos de intercambiar fotos; es muy sexy y parece estar deliciosamente cachondo. Esto no tiene absolutamente nada que ver con este correo electrónico. Solo quería restregarte ese hecho por la cara.2) ¿Crees que debería ponerme un vestido con medias o un top muy revelador con vaqueros ceñidos? Como hombre, ¿cuál es la mejor manera de insinuarle que estoy interesada en acostarme con él después de la cita?3) Me ha dicho que estaba deseando chuparme «el conejo»; ¿qué significa eso?4) En serio, necesito que esto funcione. A diferencia de ti, prefiero no pasarme otro mes consolándome solo con mis fantasías y mi mano…P. D.: Si alguna vez nos vemos y quiero hacerte un regalito por todos los consejos que me has dado durante estos meses, ¿qué te parece más apropiado? ¿Un kit médico de juguete o una colección de las mejores pelis porno?JerseyGirl7

Sonreí y escribí una respuesta al instante.

Asunto: Re: Un consejoSí, los «pacientes» me han vuelto loco hoy, pero no tanto como el personal. (Y no tengo ninguna razón para mentirte sobre mi ocupación). Muchas gracias por ir al grano con esas tristes y patéticas preguntas de esta semana.1) Como estoy lejos de ser gay, no sé por qué me puede importar una mierda si el chico con el que estás a punto de quedar es «sexy» o «está deliciosamente cachondo».2) Ponte un vestido. Sin medias.3) Significa que no tiene idea de cómo comerte el coño.4) Te he dicho ya que es muy peligroso que te hagas ideas tontas en referencia a mi vida sexual…P. D.: Una bolsa a granel de regalices sería lo mejor, pero preferiría ver tus labios alrededor de mi polla.D-Doctor

Me respondió al instante.

Asunto: Re: Re: Un consejoTe aseguro que sabe cómo comerme el coño. Deberías leer todos los mensajes guarros que me ha enviado. Estoy segura de que son mucho más guarros que nada que me hayan enviado antes.JerseyGirl7

Asunto: Re: Re: Re: Un consejoLo dudo mucho…D-Doctor

Revisé el hilo interminable de mensajes, hasta el momento en que comenzaron, y me di cuenta de que esa mujer tenía, sin duda, una obsesión por hablar sobre el sexo. Lo cual era bastante irónico, porque desde el momento en que nos habíamos «conocido», no había disfrutado del sexo. Todas sus citas habían terminado siendo un desastre, ya fuera por una razón u otra, y había aprendido más sobre el uso de su vibrador personal de lo que quería saber.

«Creo que vamos a tener que resolverlo fuera de internet…».

Antes de que ella pudiera responder a mi último mensaje, le envié otro.

Asunto: Tu citaPuedo garantizarte que será otra decepción. Personalmente, creo que deberías cancelarla para que no pierdas el tiempo.D-Doctor

Asunto: Re: Tu citaY puedo garantizar que no será así. Tenemos un ochenta por ciento de compatibilidad. ¡Un ochenta por ciento! Y no es solo eso… Te adjunto capturas de pantalla de algunos de sus mensajes más recientes.Lee y aprende a decir guarradas, Doctor. Lee y aprende…JerseyGirl7

Logré leer solo un mensaje, «Voy a lamerte y sorberte tu coño mojado hasta dejarlo seco, y me muero por que veas mi polla. Es del tamaño de una salchicha…», antes de poner los ojos en blanco.

Asunto: Re: Re: Tu cita¿Quieres apostar algo?P. D.: Ningún hombre debería comparar su polla con una salchicha. Pueden hacerlo mejor… Mucho mejor.D-Doctor

Asunto: Re: Re: Re: Tu citaPor supuesto. ¿Qué obtendré cuando gane?P. D.: Estás celoso de que tu polla no sea lo suficientemente grande como para que te lo digan…JerseyGirl7

Asunto: Re: Re: Re: Re: Tu citaQuerrás decir cuando pierdas… Y cuando eso suceda, quiero una llamada telefónica. Podemos negociar el tema si ganas, pero estoy bastante seguro de que no necesitaremos hacerlo.P. D.: ¿Te gustaría que te enviara una foto? Dudo mucho que pueda caber en una sola imagen, así que tendré que enviarte dos…D-Doctor

Asunto: Re: Re: Re: Re: Re: Tu cita

¿Una llamada telefónica? ¿Eso es todo lo que quieres?Pediré lo mismo como «premio», así podré restregarte mi cita en las narices.P. D.: Suena muy tentador…, pero acordamos no enviarnos fotos nunca. ¿Recuerdas?JerseyGirl7

Asunto: Nada de fotosAcordamos no enviarnos fotos, pero previamente convinimos que dejarías de contarme lo mucho que querías que alguien te hiciera inclinarte sobre una silla y te dejara sin aliento, y, sin embargo, fue el tema que tratamos anoche…Responde a la pregunta. ¿Es un sí o un no para enviarte las fotos? Creo que mi polla encajaría perfectamente dentro de esa boca tan de listilla tuya…D-Doctor

«JerseyGirl7se ha desconectado…».

3

La residente

Natalie

Me sonrojé al releer los últimos mensajes de D-Doctor al día siguiente, y puse los ojos en blanco al ver su oferta de enviarme una foto de su polla, a pesar de que casi le había dicho que sí.

«¿Por qué no has aceptado, tonta?».

Sonriendo, decidí que trataría el tema con él más tarde. Tenía una reunión de emergencia y una cita a la que llegar a tiempo.

Cuando el taxi se detuvo en la acera delante del Manhattan Medical, le entregué al conductor un billete de diez dólares y me puse la capucha del impermeable sobre la cabeza. Me apresuré a cruzar la acera y la puerta rotatoria, entusiasmada por lo que la reunión de hoy significaba para mi carrera. Durante toda la semana, no había podido evitar escuchar cómo mis compañeros hablaba de que el jefe estaba ofreciendo bonificaciones a algunos internos y residentes. Y por lo mucho que trabajaba, sabía que también merecía uno.

Fui en el ascensor hasta el piso correspondiente, respiré hondo y llamé a la puerta del jefe.

—¡Adelante, adelante! —dijo, con la misma voz tranquila y acogedora de siempre.

—Buenos días, jefe Tomlin.

—Buenos días, doctora Madison. —Sonrió—. Gracias por venir a reunirse conmigo en su día libre, y avisándola con tan poco tiempo.

—El placer es mío, señor.

Me indicó que tomara asiento, e hice todo lo posible para no parecer demasiado agitada.

«Sí, estoy encantada de aceptar la bonificación de mil dólares… Sí, estoy encantada de aceptar la bonificación de mil dólares…».

—Doctora Madison, la he llamado hoy porque tengo buenas noticias y malas noticias. —Su repentino cambio de tono me cogió por sorpresa—. ¿Cuáles quiere que le diga antes?

—Las buenas…

—Vale. Bueno, la buena noticia es que es una interna estupenda, y quiero decir realmente estupenda. Su profesionalismo, puntualidad y entusiasmo con los pacientes del centro la hacen formar parte de los mejores internos. Ha demostrado una gran habilidad para los diagnósticos, y no tengo dudas de que será una médica fantástica en su especialidad después de que complete su residencia.

—Agradezco los cumplidos, jefe Tomlin. —Estaba a punto de seguir dándole las gracias, pero primero tenía que escuchar las «malas noticias».

—Las malas noticias son que… —se quitó las gafas de presbicia y se pasó la mano por el cabello gris—, por desgracia, tenemos que rescindir la oferta para que continúe en el programa de residencia del centro.

—¿Qué?

—Por accidente hemos aceptado diez solicitudes de más para nuestro presupuesto, así que decidimos sacar nombres al azar para elegir qué contratos tenemos que rescindir. Le ha tocado, lo siento.

Me mordí la lengua para evitar gritar «¿Qué coño…?». Estábamos hablando de mi futuro, y él estaba allí sentado limpiándose las gafas, como si la conversación versara sobre algo tan simple como la nueva política de uniformes. Como si no hubiera estado planeando pasarme los próximos años de mi vida completando allí mi residencia, en el Manhattan Medical.

—Doctora Madison, entiendo que este momento puede parecerle terrible…

—¿Terrible? Si hace unas semanas que empecé —balbucí—. Esto tiene que ser ilegal.

—No, lo que sería ilegal es permitir que continúen su residencia diez personas cuando no podemos pagarles. —Y tuvo el descaro de sonreír.

Lo fulminé con la mirada.

—Vale, eso ha sido un chiste de mal gusto. Lo siento. —Negó con la cabeza—. De todos modos, aunque no podamos permitir que siga formando parte del personal durante el curso actual, el departamento de Recursos Humanos ha estado trabajando horas extra a lo largo de los últimos meses llamando a todos los hospitales del estado para encontrar la solución a nuestro vergonzoso problema. —Sacó una carpeta y hojeó las páginas—. Hemos enviado las puntuaciones que ha obtenido, el registro de asistencia y, por supuesto, cartas de recomendación de cada médico, pues todos han quedado impresionados con su trabajo en las rotaciones.

Sonriendo, deslizó la carpeta sobre el escritorio hacia mí, pero no me atreví a abrirla. Lo único que podía ver ahora era que el sueño de toda mi vida se desvanecía a cada segundo que pasaba.

—Recursos Humanos ha decidido que el Centro Médico Avanzado Park Avenue es la mejor opción para usted, por su especialidad y por su amor por la terapia. El equipo de la clínica mencionada está encantado de ofrecerle un trabajo, y su oferta salarial es bastante elevada, la más alta que he visto para ese puesto.

—¿En serio? —Ya no pude aguantar más—. ¿Me está pidiendo que realice mi residencia en una clínica privada? ¿Es una broma?

—El Centro Médico Avanzado Park Avenue es, en realidad, la mejor clínica privada del estado, y se encuentra entre las diez mejores del país. Poseen un equipo de médicos de fama mundial reconocidos en sus… Desconecté. No podía soportar escuchar otra palabra. Durante los años que llevaba aspirando a ser médica, siempre me había imaginado corriendo por los pasillos del mejor hospital del estado. El hospital en el que estaba ahora mismo, el mismo en el que trabajaba como residente. Nunca, jamás en mi vida se me había ocurrido pedir residencia en una clínica privada, y mucho menos trabajar en una, porque siempre había pensado que las relaciones médico-paciente eran demasiado vagas y que había muy poca variedad de casos para que resultara un desafío.

—¿Me está escuchando, doctora Madison? —La voz del jefe interrumpió mis pensamientos.

—No, señor —admití—. En absoluto.

—Lo imaginaba. —Se puso de pie y se acercó a mí para ponerme las manos en los hombros—. Recursos Humanos se ha esmerado mucho en encontrar la mejor solución, y esa es la que está en el dosier que le acabo de dar. Es todo lo que necesita saber sobre el Centro Médico Avanzado Park Avenue y sobre por qué creemos que este cambio radical en su carrera será para mejor. Estas cosas suceden por una razón, ¿sabe?

«Estas cosas ocurren cuando se contrata a personas que no saben contar…».

Me obligué a sonreír y le tendí la mano.

—Gracias por ser un gran mentor, jefe Tomlin.

—No, gracias a usted por ser una de las mejores estudiantes a las que he tenido el placer de enseñar. —Le estreché la mano—. Y mire, esto es solo un pequeño revés. En cuanto complete la residencia, llámeme. Voy a mover tierra y cielo para contratarla.

No tuve la energía para responder ese último comentario en ese momento.

Me limité a recoger el archivo que me daba, expresarle las gracias por última vez y salir de su despacho. No quería prolongar mi cruel cambio de destino más tiempo, así que fui en el ascensor hasta la planta baja para pasar por el vestuario de los internos. Recogí mi bata blanca y el resto de mis pertenencias y guardé con rapidez todos los libros de texto y carpetas en la mochila.

Ignoré todos los «¿Qué te pasa, Natalie?» y los «¿Por qué lloras?» de mis colegas mientras salía del hospital, y luego tiré el archivo sobre el Centro Médico Avanzado Park Avenue a la primera papelera que vi.

Esa noche, sentada delante del hombre al que había conocido a través de la aplicación de citas NewYorkMinute.com, Charles Landon, estaba decidida a darle la vuelta al día, y tenía muchas ganas de restregarle a D-Doctor en las narices las muchas maneras en las que Charles me había follado.

«¿Por qué me excita tanto contarle a un extraño los detalles de mi inexistente vida sexual y mis fantasías?».

—Mmm, ¿vas a pedir algo de beber, Natalie? —Charles movió la mano delante de mi cara, y me di cuenta de que el camarero me estaba mirando con el bloc de notas en la mano.

—¡Oh, sí! —Eché un vistazo a la carta de vinos—. Tomaré una copa de Château Guiraud.

—Una excelente elección, señorita. —El camarero sonrió—. También podría sugerirle…

—Una copa de ese vino cuesta setenta dólares —intervino Charles, frunciendo el ceño—. Así que no. ¿Puedes elegir otro, por favor?

—Oh, lo siento —dije—. No me había dado cuenta de que era tan caro. —Eché un vistazo de nuevo a la carta de vinos—. ¿Puede ser entonces una copa de Château Piedmont?

—Son trece dólares la copa. —Charles negó con la cabeza—. ¿Qué tal una copa de Shirley Temple?

—Señor —dijo el camarero, tan extrañado como yo—. Shirley Temple no es un vino. Es una forma elegante de conseguir que los adolescentes pidan tónica con una pizca de zumo de frutas acompañada de una cereza.

—Además tiene el precio perfecto: cuatro dólares. —Charles me arrancó de los dedos la carta de bebidas y se la entregó al camarero—. Hemos venido aquí a beber algo y por el ambiente. Después iremos al Burger King, gracias.

—Vale. —El camarero me lanzó una mirada de «¿De qué coño va esto?», y me obligué a sonreír—. Un Shirley Temple y agua.

—Sin limón —añadió Charles moviendo el dedo—. Lo cobran aparte.

El camarero negó con la cabeza.

—Vengo ahora mismo.

—Dime, ¿qué tal te ha ido hoy el día, Natalie? —Charles no permitió que el tema de su cutrez siguiera flotando en el aire ni un segundo más.

—Ha sido… —Hice una pausa, sin saber si debía decirle que me habían despedido y reasignado a otra clínica en el último minuto, pero todavía no se lo había dicho a mis mejores amigos—. Maravilloso. Muy, muy bueno…

—El mío también. En especial ahora. Llevo mucho tiempo esperando conocerte en persona.

—Y yo… —Tomé un sorbo de mi Shirley Temple en el segundo en el que el camarero me lo dejó delante.

—¿No les gustaría compartir un palito de pan para acompañar las bebidas? —preguntó el hombre—. ¿Quizá una servilleta de cortesía?

—Es posible. Denos un minuto, por favor. —Charles le indicó que se alejara—. ¿Todavía estás interesada en ir a mi casa esta noche, Natalie?

Asentí. Aunque realmente me había quedado sin palabras ante el hecho de que pensaba llevarme al Burger King después de esto. Por eso y por el hecho de que iba a tener que engañarme mentalmente para pensar en algo que no fuera su ruindad, si quería que esto funcionara.

—¡Genial! Bueno, hay algo que tengo que decirte antes de irnos de aquí. Algo bastante importante.

—Déjame adivinar: ¿estás casado? —Me puse el bolso al hombro, preparada para un «sí».

—¡Ja! —Se rio—. No. No es algo tan serio. Es solo que… Bueno, ¿recuerdas todos esos mensajes que te he enviado durante semanas?

—Los recuerdo muy bien.

—Bueno, pues tengo algo que confesarte. Solo podemos mantener cierto tipo de sexo porque tengo…

—¿Porque tienes qué?

—Porque… —Bajó la voz—. Tengo agenesia en el pene.

¿Agenesia en el pene? Sacudí la cabeza, presa de la incredulidad. Eso no podía ser.

—¿Te refieres a la disfunción eréctil? —dije—. No es algo de lo que avergonzarse. En realidad, es mucho más común de lo que piensas, y no es un gran problema. Lo digo porque no puedes referirte a la agenesia del pene. Eso significa que…

—Significa que nací sin pene. —Entrecerró los ojos mirándome—. Sé exactamente lo que significa, y esa es la razón por la que lo he dicho.

Parpadeé.

—¿Puedes repetirlo?

—Ya me has oído. La mayoría de las mujeres son demasiado cerradas, tontas y egoístas como para comprender lo que supone, pero espero que no seas una de ellas. ¿O lo eres?

Me recliné en mi silla. Ni siquiera sabía qué decir. Durante las últimas semanas me había enviado un mensaje tras otro sobre lo enorme y dura que era su polla, sobre cómo planeaba llenarme el coño con ella, ¿y ahora me lanzaba la carta de «No tengo pene»?

—¿Me dijiste o no que tu polla era del tamaño de una salchicha gigante? —le pregunté—. ¿No me dijiste eso la semana pasada?

—Quizá… O tal vez el mensaje se interrumpió antes de que pudiera terminarlo de escribir. Tal vez quería decir que mi polla era más como una salchicha pequeña. Y ahora me estás juzgando —dijo, suspirando—. Me parece que eres tan crítica y obtusa como las demás mujeres que he conocido.

—No se trata de que no tengas polla —solté, levantando la voz—. Se trata de que me has mentido. ¡Tenía ganas de follar contigo! —Todo el restaurante quedó en silencio, y mis mejillas adquirieron un color rojo brillante, pero no dejé de hablar—. Pero ¿sabes que? Yo también te he mentido. Hoy ha sido un día de mierda para mí. Un día realmente malo que ha sido la guinda de una semana de mierda porque el hospital donde hacía la residencia ha decidido transferirme a una clínica privada antes de que pudiera empezar a trabajar en serio.

—Eso suena fatal, Natalie. —Estiró el brazo por encima de la mesa para acariciarme la mano, pero la retiré.

—Sí, ¿y sabes qué más es horrible? —Me levanté de la mesa—. Que he perdido el tiempo durante semanas hablando online contigo, para venir hasta aquí y conocer a alguien que me ha estado mintiendo descaradamente. Podríamos haber sido amigos si me hubieras dicho la verdad desde el principio.

—¿De verdad?

—Sí, de verdad.

—Bueno, ¿es demasiado tarde para eso? ¿Y en serio te vas a ir sin pagar la mitad de tu consumición?

No le respondí. Me di la vuelta y salí del restaurante para detener el primer taxi que vi.

—A Hoboken, Nueva Jersey, por favor —le dije al conductor—. A los apartamentos Green Garden.

—Enseguida, señorita.

Saqué el móvil para poder hablar sobre aquella desastrosa noche con mi compañera de piso, pero antes de que pudiera llegar a su nombre, entró un mensaje de D-Doctor.

D-Doctor: ¿Tu cita ya te ha sorbido el coño? ¿Interrumpo?

JerseyGirl7: No, y no estás interrumpiendo nada… Si te cuento lo que me ha ocurrido en la cita de esta noche, ¿puedes prometerme que no te reirás?

D-Doctor: Probablemente no.

JerseyGirl7: Estoy hablando en serio.

D-Doctor: Y yo. Cuéntame qué ha pasado y yo te diré si es algo de lo que valga la pena reírse o no.

JerseyGirl7: Bueno, no lo es. ¡La cita ha sido increíble y el sexo, todo lo que esperaba y más!

D-Doctor: Se suponía que tu cita era a las 7:00, y ahora son las 7:35. Eso no dice mucho sobre el nivel de tus expectativas…

JerseyGirl7: Vale, vale. Me ha mentido sobre todo… Incluso ha mentido sobre que tenía pene.

D-Doctor: ¿Perdón?

JerseyGirl7: Ya has leído mi mensaje. Y significa exactamente lo que he escrito.