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Holly era consciente de que probablemente fuera la única mujer que no había caído rendida a los pies del doctor Mark Logan. Eran amigos desde niños, por eso cuando le pidió que se hiciera pasar por su prometida, Holly no pudo negarse. Además, ella esperaba que la amabilidad y la fuerza de Mark la ayudaran a poner orden en su vida. Sin embargo, no hizo falta más que un apasionado beso para que Holly descubriera que ser la "prometida" de Mark podía ser algo maravilloso.
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Seitenzahl: 145
Veröffentlichungsjahr: 2020
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2001 Julie Dixon
© 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Siempre amigos, n.º 1658 - enero 2020
Título original: The Doctor’s Engagement
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.:978-84-1348-143-2
Conversión a ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Créditos
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Si te ha gustado este libro…
QUE QUIERES que haga qué?
Sorprendida, Holly Foster cayó de golpe en el sofá y el teléfono se le escurrió de las manos.
–¿Holly? –se oyó una voz masculina al otro lado del hilo–. Holly, ¿sigues ahí?
Debía haber entendido mal, pensaba ella, agachándose para recuperar el auricular.
–Sigo aquí.
–¿Qué pasa?
–¿Qué pasa? Que estoy sorprendida, eso es lo que pasa. Me has pedido que… me has pedido –empezó a decir, apartándose un mechón de pelo rubio de la cara–. Lo has dicho de broma, ¿no?
–No he hablado más serio en toda mi vida.
Holly abrió la boca, pero ningún sonido salió de ella. Le faltaba la voz. Carraspeando, volvió a intentarlo:
–A ver si lo entiendo. ¿Me estás pidiendo que me case contigo?
–¿Qué? ¡Por supuesto que no! –replicó el hombre, riendo–. Eres mi mejor amiga. Lo has sido desde hace veinticuatro años. ¡Yo no quiero casarme contigo!
–Pero has dicho…
–No he dicho nada de casarnos –la interrumpió él–. Venga, Holly. Tú ya sabes lo que pienso del matrimonio.
Lo sabía. A Mark lo del matrimonio no le hacía ninguna gracia. Habían hablado sobre el asunto muchas veces, como habían hablado de sus sueños y sus esperanzas. Entonces, ¿por qué sugería…?
–Mark, ¿has bebido?
–Son las siete de la mañana, cielo –replicó él. Holly miró su reloj, bostezando. Las siete de la mañana, efectivamente. Solo Mark llamaría a esas horas.
–Pues si no es bajo la influencia del alcohol, no sé por qué me pides que me case contigo.
–No te estoy pidiendo que te cases conmigo –replicó él, impaciente–. Despiértate, anda. No he dicho nada de casarnos, he dicho «prometernos».
–¡Es lo mismo! –exclamó Holly, estirando el diminuto camisón que apenas cubría sus piernas–. Mark Logan, tú eres el último hombre en la tierra con quien yo querría casarme. No eres mi tipo.
–¿Cómo que no soy tu tipo? ¡Se supone que soy tu mejor amigo!
–Eres mi mejor amigo. Pero eso no significa que quiera casarme contigo. Ni aparentar que estamos prometidos.
–Venga, Holly. ¿Por qué no?
–Mark, la gente no «aparenta» estar prometida. O lo están o no lo están.
–Lo hacíamos cuando éramos pequeños…
–¿Qué, jugar a los médicos? –rio ella–. Yo tenía cuatro años y tú seis, si no recuerdo mal. Y hemos crecido un poco desde entonces.
Pero no demasiado. Su vida amorosa, al contrario que la de Mark, era inexistente.
Aunque no le importaba. Tenía buenos amigos y, sobre todo, tenía salud. Después de lo que había pasado unos meses antes, empezaba a apreciar lo que era realmente importante en la vida. El amor, o más bien la falta de él, era el último de sus problemas.
–No entiendo por qué te sorprende tanto –insistió Mark–. No sería tan difícil.
–Imposible. No funcionaría.
–Dame una buena razón.
–Para empezar, tú vives en Cornwall y yo, en Londres. No creo que así se pueda mantener un romance.
–Aquí necesitamos una enfermera porque la mía se marcha. Podrías venirte a Cornwall. Es una solución perfecta.
Holly hizo una mueca de incredulidad.
–¿A Cornwall?
–Te encantaría, de verdad. En junio Cornwall es un paraíso. El mar, la arena, los barcos…
Tentadoras imágenes, pensaba Holly mirando por la ventana de su apartamento al norte de Londres, desde donde solo podían verse las atestadas calles llenas de coches. No había pensado irse de allí, pero podría ser la solución. Quizá marchándose dejaría atrás los recuerdos. Quizá, si no estaba en Londres, podría volver a dormir tranquila.
–Pero, y esto es solo una hipótesis, si me voy a Cornwall daría igual. Lo de aparentar que estamos prometidos es una bobada.
–¿Por qué?
–Porque sí. Nos conocemos hace siglos y no podemos…
–¿No podemos qué?
De repente, Holly se dio cuenta de que se había puesto colorada. Nunca antes se había puesto colorada con Mark. Nunca.
–No podemos… ya sabes –intentó explicar, sintiéndose ridículamente cortada–. No podríamos portarnos como si fuéramos novios.
Al otro lado del hilo hubo una pausa.
–Podríamos intentarlo.
Holly se mordió los labios. Ella nunca había pensado en Mark más que como un amigo. Aparentar que eran novios le resultaría raro y no estaba segura de ser convincente.
–No sé, Mark. No creo que pueda.
–¿Por qué no?
Aquel hombre no aceptaba una negativa.
–Para empezar, porque no te quiero.
–Ah, muchas gracias –rio él–. Primero dices que no soy tu tipo y luego que no me quieres. Teniendo amigos como tú, ¿para qué quiero enemigos?
–No seas bobo. Te quiero como amigo, pero… no te quiero románticamente.
–¿Y quién va a saber eso? Lo único que tenemos que hacer es añadir unas cuantas caricias, unos cuantos besitos…
–¿Qué? –Holly empezó a darle vueltas al cordón del teléfono, nerviosa–. Mira, todo el mundo sabe que somos muy buenos amigos y nadie se creería que hay algo más.
–En Cornwall nadie sabe nada, así que sería muy fácil.
Obviamente, lo había planeado todo cuidadosamente.
Holly respiró profundamente, insegura.
–¿Y para qué necesitas una prometida? Explícamelo.
Mark se aclaró la garganta.
–Hay una chica…
–¿Otra vez?
Cada vez que Mark Logan tenía problemas, era por una mujer. Y a veces más de una. Aquel hombre atraía al sexo opuesto como un imán.
–¡No es culpa mía, Holly! –exclamó él, frustrado–. La verdad es que yo no quería salir con nadie. Solo hace cinco meses que tengo este trabajo y…
–Lo sé, guapo. Yo fui la tonta que te ayudó a llevar tus cosas a Cornwall.
Y después, toda su vida se había ido al garete. Pero Mark no lo sabía.
–Me encanta esta clínica –dijo Mark entonces, más serio–. Me encantan los pacientes porque son gente que lleva toda la vida en el mar. Incluso me encantan los turistas. Ser médico aquí es un sueño hecho realidad.
–¿Entonces? Mark, llevas toda la vida quitándote mujeres de encima. No puedo creer que el problema sea tan grave.
–No es tan grave –replicó él–. Pero necesito una prometida. Y rápido.
Holly abrió los ojos como platos. Empezaba a entender.
–Quieres una prometida para quitarte a esa mujer de encima, ¿no? ¿Por qué no le dices que no estás interesado?
–Lo he hecho, créeme. Ya sabes que yo nunca miento. Pero no quiere escucharme. Además, no es tan sencillo –explicó Mark, suspirando. Holly casi podía verlo pasándose la mano por el corto pelo oscuro–. Es que trabaja en la clínica.
–¿No me digas que tienes una relación con una enfermera?
–¡No tengo ninguna relación! No he hecho nada. No he salido con ella, no le he tirado los tejos. Nuestra relación es estrictamente profesional.
Holly se quedó pensativa un momento.
–Algunas mujeres se sienten atraídas por hombres que no les hacen caso. Especialmente, hombres como tú. ¿Cómo empezó el asunto?
–Un día me invitó a tomar una copa. Pensé que íbamos a reunirnos con un grupo de amigos, pero… estábamos los dos solos. Yo creí que solo estaba siendo simpática.
–Mark, las mujeres no son «solo» simpáticas contigo. Se vuelven locas por ti y se comportan de la forma más extraña para llamar tu atención. Pero nunca, jamás, son «solo» simpáticas.
–¿Estás diciendo que no puedo tener una relación amistosa con una mujer?
–No. Estoy diciendo que un hombre como tú no puede mantener relaciones platónicas con una mujer.
–¿Por qué no?
–¿Por dónde quieres que empiece? –suspiró ella, tumbándose en el sofá–. Eres el típico tío alto, moreno y guapísimo. Pareces un actor de cine, rico. Y, por si eso fuera poco, eres inteligente, irónico y un poco distante. Eso a las mujeres las vuelve locas. Una sonrisa tuya y se desmayan. En serio, Mark, tú no eres el tipo de hombre con el que las mujeres quieren mantener una relación platónica.
–¿Y tú qué? Llevamos más de veinte años siendo amigos.
–Eso es diferente. Yo no te veo como las demás mujeres. Soy inmune a tus encantos.
Era cierto. Mientras las demás lo veían como el hombre ideal, para ella siempre había sido un amigo. Nada más.
–Otra vez diciéndome cosas bonitas –suspiró él–. ¿Estás diciendo que no me encuentras atractivo?
–Mark, tú eres mi mejor amigo y yo no me enamoro de mis amigos. Además, ya te he dicho que no eres mi tipo.
–¿Por qué? A ver, dime. ¿Por qué no soy tu tipo?
–¡No te pongas pesado!
–Me pongo como quiero. A ver, ¿por qué?
–No sé, nunca lo he analizado, pero creo que es porque eres demasiado… hombre.
–¿Qué quiere decir eso?
–Pues que eres… duro, fuerte y muy masculino. Cinturón negro de yudo, marinero experto, montañero. Te gustan los coches rápidos…
–¿Estás diciendo que conmigo no se puede mantener una conversación?
–No –sonrió Holly–. No estoy diciendo eso. Se te da muy bien mantener una conversación. Estoy intentando decirte por qué no me gustas. Eres demasiado… tío. Yo prefiero a los hombres sensibles.
La verdad era que no sabía muy bien qué clase de hombre le gustaba. Su vida amorosa era tal desastre que había dejado de analizarla.
–¿No crees que yo sea sensible? –preguntó Mark entonces con voz lastimera.
Pero estaba de broma. Holly lo sabía muy bien. Mark Logan era un hombre muy seguro de sí mismo.
–Eres sensible con tus amigos, pero no con las mujeres. Por eso no me interesa el puesto de prometida. Además, te conocí cuando tenía dos años y, por si no te acuerdas, me echabas arena en los pañales…
–¿Yo? Imposible, yo no pude hacer eso –rio él.
–Claro que sí. Y cuando me quitaron los pañales, me metías hielo en las bragas y cosas así de agradables. Como cuando me cortaste la trenza para probar una navaja suiza.
Mark soltó una carcajada.
–Vale, de acuerdo. La verdad es que no sé cómo has podido soportarme durante todos estos años.
–La verdad es que me gusta mucho hablar contigo. Eres el mejor amigo del mundo.
Mark permaneció en silencio durante unos segundos.
–Me alegro de oírlo. Pero eso significa que puedes ser mi prometida sin esperar que me case contigo.
–Lo cual nos devuelve a la historia de esa mujer que está loca por ti –dijo Holly entonces.
Él dejó escapar un suspiro.
–El caso es que tomamos una copa y ella me arrinconó. Conseguí marcharme sin herir sus sentimientos, pero cada día está peor.
–¿La has besado?
–¡No!
–Pues quizá deberías haberlo hecho. Deberías darle un beso lleno de babas o algo así.
–Yo no sé dar besos con babas –replicó Mark–. Y si tú lo sabes, definitivamente estás saliendo con el hombre equivocado.
Si él supiera… Pero los hombres eran lo último en su lista de prioridades por el momento.
–Bueno, vale. ¿Y qué pasó después?
–Que sigue insistiendo. Me persigue por los pasillos, Holly… Así que se me ocurrió una idea: como trabajamos juntos, le he contado a todo el mundo que tengo novia.
–¿Quién?
–Tú.
Holly respiró profundamente.
–Vale. Pues dile a todo el mundo que te quiero mucho, pero que no puedo dejar mi trabajo en Londres.
–No puedo hacer eso.
–¿Por qué?
–Pues… porque me han sacado la verdad.
–¿Qué verdad? –exclamó ella.
–Que dejaste tu trabajo hace unos meses. Desgraciadamente, mi confesión coincidió con la baja de una de las enfermeras por maternidad, así que se les ha ocurrido que vengas a Cornwall. La verdad es que es una solución estupenda, Holly. Si mi prometida está conmigo, esa mujer me dejará en paz.
Holly estaba atónita.
–Entonces, ¿todo el mundo cree que voy a mudarme a Cornwall? ¿No se te ha ocurrido preguntarme antes?
Si no fuera su mejor amigo, colgaría inmediatamente. ¡Menuda cara!
–Te lo estoy preguntando ahora. ¡Te estoy suplicando, Holly! Piénsalo, por favor. Si aparece una novia, no tendré que estar todo el día preocupado por si le digo algo que pueda malinterpretar. Y no tendré que escabullirme por los pasillos.
–Pero Mark…
–Y tú tendrías un trabajo estupendo –la interrumpió él–. No me has dicho por qué dejaste el hospital, pero supongo que algo no te gustaba.
El corazón de Holly se aceleró. De repente, estaban en terreno peligroso.
–Es que estaba cansada.
–Venga, Holly. Te conozco muy bien. No eres la clase de persona que deja un trabajo sin tener una buena razón para ello.
Tenía una buena razón. Una muy buena razón.
–Es que… no me gustaba la política del hospital.
–Tiene que ser algo muy gordo porque es la primera vez que no me cuentas un problema.
Tenía razón. Era la primera vez que no había compartido un problema con su amigo Mark. Pero él estaba a cientos de kilómetros de Londres y no era algo que pudiera contarse por teléfono.
–Mark…
–Sé que me lo contarás cuando quieras hacerlo. Solo estoy sugiriendo que, fuera lo que fuera, te olvidarás de ello si vienes a trabajar a Cornwall. Puedes venir durante unos meses y si no te gusta… Ya sé que tú necesitas estabilidad, pero me harías un gran favor –siguió él, erre que erre.
–No sé, Mark.
–Vente para acá inmediatamente –le ordenó él entonces–. Así podré vigilarte.
Los ojos de Holly se llenaron de lágrimas. Se alegraba de que no pudiera verla, pero hablar con él la hacía sentir segura. Y, la verdad, le iría bien que Mark la mimase un poquito.
–Quizá debería hacerlo. Necesito un amigo como tú.
–¿A pesar del hielo y la trenza?
–A pesar de eso –admitió ella.
–Pues venta para acá. Ya, ahora mismo.
Holly se quedó pensando un momento.
–¿Qué tendría que hacer?
–¿En el trabajo?
–No –contestó ella, mordiéndose los labios–. Lo otro. Eso de los besitos…
–Tendremos que usar la imaginación –sonrió Mark–. Pero si me das la razón en todo, me miras con adoración y me sigues como un cachorro, será suficiente.
–¡Ni lo sueñes! Me pondría a vomitar.
–Lo has hecho antes…
–Mark, estábamos en parvulitos –le recordó ella–. No es lo mismo.
–Pues tendrás que intentarlo. Ah, y vivirás en mi casa.
–¿En tu casa?
–Claro. Estamos en el siglo XXI, Holly –rio Mark–. Las parejas viven juntas antes de casarse. Además, tú necesitas un sitio donde vivir y en Cornwall es difícil encontrar apartamentos.
–No sé… ¿Y si esto arruina nuestra amistad?
–¿Por qué dices eso? –exclamó él, perplejo–. Llevamos veinticuatro años siendo amigos. Nada puede arruinar nuestra amistad.
–Pero esto es diferente.
–«Siempre juntos». Es lo que decíamos en el colegio, ¿te acuerdas?
Ella sonrió. Nunca había olvidado esa infantil promesa.
–Claro que me acuerdo, bobo.
–Entonces, ¿cuál es el problema? Nada ha amenazado nunca nuestra amistad. Ni siquiera viviendo en ciudades diferentes y teniendo relaciones serias con otras personas.
Holly se mordió los labios. ¿Relaciones serias? Ella nunca había tenido una relación seria. De hecho, empezaba a pensar que debía tener una idea equivocada sobre las relaciones amorosas porque siempre era una tremenda desilusión.
–Pero nunca hemos vivido juntos.
–¿Tienes miedo de que descubra tus irritantes costumbres? –rio él, con aquella risa que volvía locas a las mujeres–. ¿Te dejas abierta la pasta de dientes? ¿Me voy a encontrar tus bragas en el suelo?
–Eso sería normal en una pareja de novios.
–¿Lo ves? No es tan difícil.
–Ya, ya.
–Te necesito, Holly. Dime que sí, anda.
Mark la necesitaba. Y ella nunca había sido capaz de decirle que no. Mark Logan siempre había estado a su lado cuando lo necesitaba. Siempre.
Y el pobre solo necesitaba una novia de mentira. No era para tanto. Trabajar con él otra vez sería divertido y viviendo juntos quizá se desharía de sus pesadillas. Mark era tan fuerte que nadie tenía miedo estando a su lado.
–De acuerdo.
–¿Vendrás?
–Creo que estoy loca, pero sí. Seré tu «prometida».
Mientras Mark la bombardeaba con instrucciones, Holly intentaba no escuchar una vocecita que le decía: «esto no ser tan sencillo como crees».
Aceptó encontrarse con el director de la clínica en Londres para una entrevista y después, si todo iba bien, viajar a Cornwall al final de la semana.
Todo saldría bien, se decía a sí misma. Solo iban a aparentar que eran novios. Eso no cambiaría su relación.
¿O sí?