Sistemas de Habitabilidad - Rafael Villazón Godoy - E-Book

Sistemas de Habitabilidad E-Book

Rafael Villazón Godoy

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Beschreibung

Este libro parte de la idea de que hay un orden natural y que, para el arquitecto, la habitabilidad es su responsabilidad ética con el bienestar del ser humano y del medio ambiente. Este libro enseña cómo hacer habitables los espacios, cómo construir atmósferas para el bienestar de las personas. Sistemas de habitabilidad es un esfuerzo colectivo de profesores de Arquitectura e Ingeniería, liderados por Rafael Villazón Godoy y David Felipe Rodríguez, que explora la inflexión del espacio a través de los principios técnicos del proyecto de arquitectura. Aquellos que le dan atmósfera, tectónica y habitabilidad al espacio humano. Dicen por ahí que ya no son tiempos de escribir tratados; quizás están equivocados. Aquí tienen, entre sus manos, un nuevo tratado del hacer, de la fábrica de la Arquitectura. Camilo Isaak

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SISTEMAS DE HABITABILIDAD

Principios técnicos del proyecto de arquitectura

Universidad de los Andes

ALEJANDRO GAVIRIA – Rector

Facultad de Arquitectura y Diseño

HERNANDO BARRAGÁN – Decano

Departamento de Arquitectura

CLAUDIA MEJÍA – Directora

Facultad de Arquitectura y Diseño

Calle 19A n.º 1-37 este, bloque C

Tel.: (571)332 4512 - 339 4949 Ext. 2480

Bogotá, D.C. (Colombia)

https://arqdis.uniandes.edu.co

SISTEMAS DE HABITABILIDAD

Principios técnicos del proyecto de arquitectura

Rafael Villazón Godoy

David Felipe Rodríguez

(compiladores)

Nombres: Villazón Godoy, Rafael Enrique, compilador, autor. | Rodríguez Vargas, David Felipe, compilador. | Cuchí i Burgos, Albert, autor. | Pinilla Acevedo, Mauricio, autor. | Medina del Río, Juan Manuel, autor. | Rojas Iragorri, Juan Carlos, autor. | Duplat Lapides, Daniel Isaac, autor. | García Rozo, Antonio, autor. | Saldarriaga Valderrama, Juan Guillermo, autor. | Beltrán Pulido, Rafael Guillermo, autor. | Uribe Rueda, Tomás, autor. | García Vargas, Jaime Andrés, autor. | Villate Matiz, Camilo, autor.

Título: Sistemas de habitabilidad: principios técnicos del proyecto de arquitectura / Rafael Enrique Villazón Godoy, David Felipe Rodríguez Vargas (compiladores).

Descripción: Bogotá: Facultad de Arquitectura y Diseño. Departamento de Arquitectura, Ediciones Uniandes, 2020. | Colección Técnica y Proyecto

Identificadores: isbn 9789587747218 (pasta rústica) | isbn 9789587747225 (electrónico)

Materias: Arquitectura sostenible | Diseño arquitectónico | Arquitectura y clima | Detalles arquitectónicos

Clasificación: CDD 720.47–dc23

SBUA

Primera edición: abril del 2020

© Rafael Villazón Godoy y David Felipe Rodríguez, autores compiladores

© Universidad de los Andes, Facultad de Arquitectura y Diseño, Departamento de Arquitectura

Ediciones Uniandes

Calle 19 n.° 3-10, oficina 1401

Bogotá, D. C., Colombia

Teléfono: 3394949, ext. 2133

[email protected]

http://ediciones.uniandes.edu.co

http://ebooks.uniandes.edu.co

ISBN: 978-958-774-721-8

ISBNe-book: 978-958-774-722-5

DOI: http://dx.doi.org/10.31179/arqt.02

COORDINACIÓN DE PUBLICACIONES

Adriana Páramo, Facultad de Arquitectura y Diseño

CORRECCIÓN DE ESTILO

Martha Elena Reyes

DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN

Angélica Ramos Vargas

IMAGEN DE CUBIERTA

Collage Cité Hotel Parque el Virrey de David Felipe Rodríguez

Conversión ePub: Lápiz Blanco S.A.S.

Hecho en Colombia

Made in Colombia

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.

Universidad de los Andes | Vigilada Mineducación.

Reconocimiento como universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964.

Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 28 del 23 de febrero de 1949, Minjusticia.

Acreditación institucional de alta calidad, 10 años: Resolución 582 del 9 de enero del 2015, Mineducación.

Contenido

Presentación

Por: Claudia Mejía

Prólogo

Por: Camilo Isaak

Introducción: sistemas de habitabilidad

Por: Rafael Villazón Godoy

Bibliografía

Capítulo I.

EL CONCEPTO DE SOSTENIBILIDAD, UNA MIRADA TRANSVERSAL

Por: Albert Cuchí

La sostenibilidad como demanda social y su relación con la habitabilidad

Los flujos materiales de la habitabilidad

Los materiales de construcción

La durabilidad

La renovabilidad

El reciclado

La energía

El agua

La eficiencia en el uso del agua

Bibliografía

Capítulo II.

BIOCLIMÁTICA Y SOSTENIBILIDAD

Por: Mauricio Pinilla

La arquitectura y el clima: Influencia del sol en la disposición y la forma de los edificios

Una perspectiva histórica y unas advertencias necesarias

El delicado equilibrio de la vida y su dependencia de la energía solar

El planeta y su recorrido orbital

Los climas de la Tierra: climas y culturas, tradiciones constructivas

Consideraciones generales para Colombia: la herramienta de la carta solar

El dilema de la técnica en nuestros días y unas observaciones sobre el clima de Bogotá

Bibliografía

Capítulo III.

ENVOLVENTE EXTERIOR

Por: Juan Manuel Medina del Río y Rafael Villazón Godoy

Introducción

Forma y composición de la fachada: generalidades

Partes que la componen: El corte por fachada

El material y la fachada

La cubierta

Forma y composición de la cubierta: generalidades

La cubierta como garantía de habitabilidad interior

Tipos de cubierta

La envolvente, el confort y la situación geográfica

El dibujo de la envolvente

¿Por qué el corte fachada?

¿Cómo se dibuja?

Bibliografía

Capítulo IV.

ENVOLVENTE INTERIOR

Introducción: Diseñando desde adentro

Por: Juan Carlos Rojas

Reflexiones básicas

Todo espacio es transformable

Toda planta es reorganizable

Cualquier material es utilizable

Estrategias generales

Estudiar y entender al cliente

Descubrir la “historia” que hay detrás de cada proyecto

Establecer un hilo conductor en el proceso de diseño

Generar una experiencia memorable

Técnicas para aproximarse al detalle

La importancia del dibujo

Sistema de cerramiento interior

Por: Rafael Villazón Godoy

Elementos horizontales

Pisos

Cielorrasos

Elementos verticales

Muros divisorios

Puertas

Bibliografía

La acústica en la arquitectura interior

Por: Daniel Duplat

Palabras preliminares

Introducción

Principios básicos

Frecuencia

Intensidad

Velocidad

Aplicación en la acústica arquitectónica

Aislamiento acústico

Acondicionamiento acústico

Conclusiones: el deber ético del arquitecto en la planeación de espacios útiles y confortables

Bibliografía

Capítulo V.

SISTEMAS MECÁNICOS

Sistema eléctrico, voz y datos

Por: Antonio García

Consideraciones generales

Instalaciones destinadas al suministro de energía eléctrica

Consideraciones funcionales

Requerimientos técnicos

Instalaciones de telecomunicaciones

Consideraciones funcionales

Estructura de telecomunicaciones común única

Redes internas

Bibliografía

Sistemas hidráulicos y sanitarios

Por: Juan Saldarriaga

Introducción

Sistema hidráulico

Conexión con el sistema público

Distribución interna

Dimensionamiento de tanques y bombeo

Agua caliente

Trazado de las tuberías

Dimensionamiento

Conclusión

Sistema de drenaje

Bibliografía

Sistemas de acondicionamiento de aire

Por: Rafael Beltrán

Introducción

El control ambiental y sus aplicaciones

Propiedades del aire húmedo

Carta psicrométrica

Confort térmico

Regulación de la temperatura corporal

Condiciones de confort para varios tipos de actividad y de velocidad del aire

Limpieza del aire

Consumo de energía por efecto del acondicionamiento de aire en edificios

Ganancias instantáneas, cargas de enfriamiento y tasa de extracción de calor

Condiciones de diseño

Escogencia del sistema HVAC

Componentes de los sistemas HVAC

Equipos de calefacción

Calderas para suministro de vapor y agua caliente

Compresores de refrigeración

Refrigerantes

Torres de enfriamiento

Bombas para trasiego de fluidos

Enfriadores de absorción

Sistemas de aire acondicionado

Sistemas de recalentamiento

Sistemas de volumen variable

Sistemas de doble ducto

Sistemas multizona

Sistemas de aire y agua

Sistema de dos tuberías

Sistema de tres y cuatro tuberías

Sistema de inducción aire agua

Sistema acondicionador fan coil

Sistemas todo agua

Unidades tipo Valance

Equipos paquete y de ventana

Acondicionadores de aire para recintos

Acondicionadores de ventana

Unidades tipo split (divididas)

Distribución del aire acondicionado

Espacios necesarios para la instalación de ductos

Dispositivos para la distribución de aire

Difusores

Bibliografía

Principios de sistemas de aire acondicionado y ventilación mecánica

Por: Tomás Uribe

Comentarios preliminares

Objetivo

Principios de termodinámica

Primera ley de la termodinámica

Segunda ley de la termodinámica

Cálculo de carga térmica

Sistemas de aire acondicionado

Ciclo de aire

Ciclo de refrigeración

Circuito de agua helada

Circuito de agua de condensación

Seguridad de bienes y automatización

Por: Jaime Andrés García y Antonio García

Red de detección de incendio

Consideraciones funcionales

Sistemas de seguridad y control

Consideraciones funcionales

Sistema de control de acceso

Sistema de monitoreo de intrusión

Sistema de CCTV

Sistema de automatización

Requerimientos espaciales

Bibliografía

Capítulo VI.

SEGURIDAD HUMANA

Por: Jaime Andrés García

Introducción

Consideraciones de seguridad humana

Características de los ocupantes

Características de la edificación

Naturaleza de la emergencia

Códigos y normas

Diseño de los medios de salida

Estrategias de evacuación

Partes de los medios de evacuación

Componentes de los medios de salida

Puertas

Escaleras

Bibliografía

Capítulo VII.

COORDINACIÓN DE SISTEMAS TÉCNICOS

Por: Camilo Villate

Complejidad en arquitectura

De la idea al edificio

Teoría de integración de sistemas

Teoría general de sistemas: enfoque sistémico

El edificio como sistema

Interacción entre los sistemas de la edificación

Coordinar o integrar

Diseño integrado

Topología de los sistemas

Topología y tipología

Topologías o maneras de tender las instalaciones en la edificación

Estrategias y elementos de coordinación

Ocultar las instalaciones

Aprovechar las instalaciones

Pensar la accesibilidad

Elementos/actividades de coordinación

Bibliografía

Fichas de detalles arquitectónicos

Sobre los autores

La colección Técnica y Proyecto surge en el Departamento de Arquitectura como la manera de acercar al estudiante a los conocimientos técnicos especializados a través de un material docente centrado en el proyecto de arquitectura. Esta colección fue la respuesta a la discusión que se abre al interior de nuestro programa en 1997 a raíz de la reforma curricular, donde se plantea el papel de la enseñanza de la técnica en la formación del arquitecto.

Sistemas de habitabilidad. Principios técnicos del proyecto de arquitectura, se enmarca en esta colección y es el libro que busca recoger los contenidos del curso del ciclo formativo del mismo nombre. En él se profundiza en la relación de la arquitectura con su entorno natural y se definen y desarrollan las temáticas técnicas requeridas en el desarrollo de proyectos de arquitectura. La sostenibilidad como principio fundamental en el actuar del arquitecto, el diseño de la arquitectura a partir del entendimiento de la incidencia del sol y el viento sobre la misma, la comprensión del clima y la situación geográfica son los puntos de partida de este libro que busca plantear las premisas y dar las herramientas para la elaboración de una buena arquitectura. En esta línea, el texto profundiza en el desarrollo de las envolventes exteriores e interiores del edificio, que determinan las condiciones de confort para las personas que lo habitan, y explica el desarrollo de los sistemas mecánicos que hacen posible vivir y disfrutar los espacios.

Este libro es también el resultado de la colaboración de profesores de planta y cátedra de nuestro Departamento, profesores de otras facultades y expertos en cada uno de los temas tratados. Se desarrolla, en sus diferentes capítulos, a través de las reflexiones de profesionales en sus temas de competencia; esto lo convierte en un material muy rico, diverso y útil para estudiantes y arquitectos.

Este año iniciamos en el Departamento de Arquitectura de la Universidad de los Andes la implementación de la reforma curricular del 2019. Este semestre se dicta la última versión de asignaturas del área técnica del ciclo formativo que fueron planteadas en 1997 y se reafirmaron en el pénsum de la reforma del 2009. Sistemas de Habitabilidad es uno de estos cursos que cierra su ciclo y que deja este libro como el testimonio de lo aprendido a lo largo de estos veintidós años. Uno de los objetivos de esta reforma es fortalecer el papel de la técnica en la elaboración del proyecto de arquitectura, es decir, acercar los conceptos técnicos al proceso de proyectar; de ahí que los contenidos aquí trabajados servirán como insumo para la formulación de nuevos cursos que se renuevan con nuevas metodologías.

Por otro lado, buscamos con nuestro nuevo programa inculcar en los estudiantes un compromiso con el entorno natural, construido, social y cultural. Esta responsabilidad, que será trabajada desde diferentes asignaturas, se podrá apoyar en esta nueva publicación que concentra sus esfuerzos en entender la relación de la arquitectura con su entorno natural y la naturaleza como la base para la construcción de nuestro entorno construido.

Esta obra, donde se recopila lo aprendido durante estos años, constituye el final de un curso y es igualmente el punto de partida de una nueva manera de enseñar la técnica en nuestra escuela, ya que aporta a la construcción del pensamiento técnico en nuestros estudiantes desde una visión aplicada.

Claudia Mejía

Directora del Departamento de Arquitectura

Universidad de los Andes

Prólogo

Camilo Isaak

Good architecture is associated with good weather.

Mark Wigley

En el 2003, el reconocido artista Olafur Eliasson exhibía dentro del enorme Turbine Hall del Tate Modern Museum de Londres una obra de arte que simulaba la presencia del sol. La instalación llevaba por título: “The Weather Project”.

La instalación consistía en una pantalla semicircular, iluminada por aproximadamente doscientas luces de monofrecuencia, que colgaba de su borde ancho del techo. La complementaban unos marcos de aluminio forrados con papel de espejo que se suspendieron del techo para crear un espejo gigante que duplicaba visualmente el volumen del pasillo, junto con la pantalla semicircular montada en la pared del fondo. El semicírculo de luz se reflejaba en el espejo creando la imagen de una puesta de sol en el interior del enorme Turbine Hall del museo.

Pero para que el visitante lograra sentir la sensación de estar ante una puesta de sol, Eliasson complementó la instalación creando una atmósfera artificialmente nebulosa producida por una fina niebla de azúcar y agua atomizada a través de un humidificador. “The Weather Project” ponía al visitante dentro de una atmósfera ficticia pero posible. Eliasson lo logró afectando los sentidos, es decir, haciendo que los visitantes sintieran con su cuerpo una puesta de sol dentro de un edificio.

El cuerpo y la arquitectura han tenido una antigua y larga relación dentro del pensamiento occidental. El complejo fenómeno de la corporalidad y la arquitectura aparece dentro de la tradición escrita en la historia de la cultura europea con el Tratado de Vitruvio: De Architectura.

En este, indicaba que uno de los “saberes” que debía tener un arquitecto era el de la medicina. Más exactamente, Vitruvio decía que debía conocer del aire, los vientos y las aguas, es decir, de todas aquellas cosas de la naturaleza que intervenían en el diseño y la construcción de un edificio. Vitruvio creía que los principales elementos para tener en cuenta en la construcción de una ciudad “bien diseñada” eran la correcta orientación de los cielos (el sol, la luna y las estrellas) y el reconocimiento de la dirección de los vientos, lo que haría posible una vida sana.

“Necesita el Architecto de la Medicina, para conocer las variedades de cielo, que los griegos llaman climata, las qualidades del ayre de las regiones, quáles sean saludables ó pestilentes, y el uso de las aguas: porque sin estas precauciones no puede haber habitaciones sanas” (Libro I, cap. 1).

Él se refería a que el arquitecto, para hacer posible una vida sana, debía tener presente que construir un ambiente equilibrado (temperado), un buen clima o una atmósfera, era fundamental para el equilibrio (armonía) de los humores del cuerpo, lo que conducía a una existencia psicosomática saludable.

Esta conexión de los intereses médicos con la arquitectura es tan duradera como nuestra tradición teórica occidental. La aparición de una teoría médica que establece unos vínculos con la filosofía natural proviene de una de las tradiciones médicas asociadas a Hipócrates, médico de la isla de Cos, cuyas ideas fueron recopiladas en lo que hoy conocemos como el Corpus Hipocrático.

En el segundo libro, Sobre los Aires, Aguas y Lugares, de manera especifica, se hace la siguiente observación:

“Quien quiera estudiar correctamente la ciencia médica debe hacer lo siguiente: en primer lugar, ocuparse de los efectos que puede ocasionar cada una de las estaciones del año, pues no se parecen en nada mutuamente, sino que difieren mucho no sólo entre sí, sino también en sus cambios. Después, ha de conocer los vientos, calientes y fríos, especialmente los que son comunes a todos los hombres, y, además, los típicos de cada país. También debe ocuparse de las propiedades de las aguas, pues, tal como difieren en la boca y por su peso, así también es muy distinta la propiedad de cada una”.

Y continúa haciendo hincapié en ideas similares propuestas posteriormente por Vitruvio:

“Así, cuando se llega a una ciudad desconocida, es preciso preocuparse por su posición: cómo está situada con respecto a los vientos y a la salida de sol. Pues no tiene las mismas propiedades la que mira al Norte que la que da al Sur, ni la orientada hacia el sol saliente, que la que mira al Poniente”.

Continúa sobre las características del suelo:

“Respecto al suelo, hay que saber si es pelado y seco, o frondoso y húmedo, y si está encajonado y es sofocante, o elevado y frío”.

Para explicar las razones de todas estas precauciones que debe tomar el médico, nos da el siguiente ejemplo:

“Voy a decir yo claramente cómo hay que observar y comprobar cada uno de los puntos citados. La ciudad que está expuesta a los vientos calientes —éstos soplan entre los puntos de salida y puesta del sol de invierno—, cuando recibe estos vientos como habituales y está al amparo de los vientos del Norte, en esa ciudad es forzoso que las aguas sean abundantes, algo saladas y estén a flor de tierra, calientes en verano y frías en invierno; que sus habitantes tengan la cabeza húmeda y llena de flema, y se les trastornen frecuentemente los intestinos, a causa de la flema que fluye hacia ellos procedente de la cabeza; que posean un aspecto bastante flojo, por lo general, y que no sean buenos comedores ni bebedores [...]”.

Con la afirmación de que las ciudades expuestas a los vientos calientes del norte favorecen la flema, se está refiriendo al humor o temperamento flemático, el cual hace parte de la teoría de los humores, también conocida como la teoría de los temperamentos.

Dentro de esta idea de un orden natural que deben tener en cuenta los arquitectos al momento de crear un espacio, Vitruvio en su Tratado, justo antes de mencionar la medicina, advierte que el arquitecto debe conocer de filosofía, que “[...] trata también de la naturaleza de las cosas, que en griego se llama fisiología, la cual debe saberse con mayor cuidado, tanto por contener muchas y varias questiones naturales [...]”. Se refiere al conocimiento de la naturaleza y de la materia, lo que hasta el siglo xviii se conocía con el nombre de Filosofía Natural.

La medicina hipocrática entonces, asocia la enfermedad con el desequilibrio, una pérdida de armonía interior en la naturaleza del cuerpo o, dicho de otro modo, una interferencia de su estado natural. En el segundo capitulo del libro II, titulado “Sobre los humores”, se expone de manera específica que el cuerpo está compuesto por cuatro humores: sanguíneo, flemático, colérico y melancólico. El balance armónico de estos cuatro humores define la buena salud. Estos humores, a su vez, están asociados a los cuatro elementos presentes en la naturaleza: agua, aire, fuego y tierra, y estos, a las cualidades pertenecientes a los cuerpos definidas en las categorías aristotélicas como: caliente, frío, húmedo y seco.

En ese sentido, la idea de un orden natural se hace presente en las concepciones del cuerpo humano que, por su parte, se concibe como un microcosmos en el cual la idea de salud se presenta como equilibrio y armonía. El papel del cuerpo en el entendimiento de nuestra realidad, tanto conceptual como material, tiene sus raíces en el pensamiento platónico, seguido por Aristóteles. El cuerpo no es algo que puede verse aislado o simplemente definido como una entidad, sino como parte de un proceso recíproco de orden dentro del dominio de la necesidad y la razón. De allí que el cuerpo aparece como una estructura estable ordenada dentro del contexto de la realidad como el todo, es decir, del cosmos.

El rol de la arquitectura, en particular la orientación de la ciudad y sus edificios y la configuración adecuadamente proporcionada de estos, debía mediar entre el hombre y la naturaleza, y contribuir ante todo a mantener ese equilibrio, permitiendo a los humanos vivir una vida armoniosa. Buena salud es sinónimo de buena proporción, un concepto central en el pensamiento hipocrático y en el planteamiento pitagórico del orden natural del cosmos y, por consiguiente, en la teoría arquitectónica. Desde esa perspectiva, tener buena salud depende directamente de tener un cuerpo bien temperado, y dicha armonía se logra gracias al entendimiento y la actuación sobre fenómenos naturales, en este caso, los cuatro elementos.

Al final del Libro I, Vitruvio menciona el procedimiento de construcción de una máquina neumática (pneuma), como prueba demostrativa para explicar el papel de los vientos en el diseño de una ciudad para ser consecuente con sus habitantes. Durante los siglos XVI y XVII, esta teoría científica relacionada con el estudio y el entendimiento de los vientos fue ampliamente explorada por diversos arquitectos.

La teoría pneumática, como se le conocía, proviene de la teoría aerista hipocrática, que surge a su vez del estudio y comprensión de la naturaleza del aire como uno de los elementos principales de la naturaleza. Pneuma también significa aire, viento, espíritu y alma.

Bloque C, Universidad de los Andes. Fotografías: Camilo Isaak; edición: David Felipe Rodríguez

Durante el Renacimiento, el papel del viento y la ventilación tuvo gran protagonismo entre los arquitectos, quienes lo trataron como uno de los principios fundamentales en el diseño de sus edificios, tratando de aprovechar los poderes del pneuma para “temperar” los espacios y así conseguir la armonía entre el cuerpo humano y la arquitectura. El tratamiento que de él se hiciera resultaba primordial para lograr la armonía entre el cuerpo humano, la arquitectura y el universo.

En 1558, se publicó el Discorsi della Vita Sobria (Tratado de la vida sobria), escrito por Alvise “Luigi” Cornaro, una de las figuras del Véneto renacentista. Esta obra póstuma es una disertación sobre cómo conseguir una vida sana y longeva. Sin embargo, para Cornaro, el verdadero objetivo de vivir una vida larga no era solamente un asunto de la duración en años de vida, sino sobre cómo lograr una longevidad satisfactoria; en otras palabras, una vida duradera y buena, una vida “bien temperada”.

En sus diferentes escritos sobre arquitectura, Cornaro manifestaba una convicción patente de que las intenciones arquitectónicas prudentes y temperadas debían ser fuentes para una arquitectura sustentable, que fuera capaz de dar apoyo mental y físico a la verdadera felicidad humana, para una Vita Beata, es decir, una vida temperada.

Ejemplo de arquitecturas prudentes y temperadas son las villas Odeo y Eolia en Costozza, en la provincia de Vicenza, diseñadas y construidas por los hermanos Trento. La Villa Eolia cuenta con unos viaductos que están conectados a unas antiguas canteras usadas como prisiones en tiempos de la antigua Roma, para proveer a la casa de una ventilación y un aire naturales, una suerte de “aire acondicionado natural”. De esta manera, los Trento lograron que, durante los calientes días de verano, el aire frío y seco de las cavernas entrara y ventilara la villa a través de unas rendijas de piedras adornadas que se encuentran en el piso, y para que en los días fríos de invierno se lograra el efecto contrario. La estructura de dicho diseño estaba basada en la teoría pneumática de Gale-no, discípulo de Hipócrates. La teoría del pneuma plantea una indisoluble relación entre la naturaleza del aire (spirit) y el efecto que este tiene corporal y mentalmente en el bien-estar del ser humano. El pneuma era la sustancia material que reconciliaba el alma y el cuerpo, juntando así los aires frescos confortables con un bien-estar espiritual, intelectual y corporal.

El artefacto arquitectónico que traía dichos “aires frescos” desde las cavernas en las altas montañas aledañas a la villa no era otra cosa que un cuarto octogonal —cryptoporticus—, que se encontraba debajo de la casa en su sótano, el cual, usando el efecto de convección, interconectaba los diferentes espacios haciendo que circulara el “aire fresco” por todo el edificio. Este cuarto octogonal era conocido también bajo el nombre de “la prisión de los vientos”.

Cornaro se refería a estos artefactos de diseño en los edificios como aquellos que lograban que el aire pneumático respirara dentro de los edificios generando una habitabilidad para una vida buena, sana y longeva, una Vita Beata. Arquitectos como Palladio y Scamozzi utilizaron las cavernas y los canales subterráneos para hacer circular el aire a través de los corredores y las habitaciones promoviendo una “arquitectura terapéutica”.

La capacidad que tiene la arquitectura de transformar el bien-estar de los seres humanos depende, como lo menciona Cornaro, de la “fábrica” del edificio; en otras palabras, de su proceso de construcción. Ya lo apuntaba Vitruvio: la fábrica del edificio proviene de una constante meditación que emerge del construir bien y el pensar bien. El rol del arquitecto es encarnar en construcciones físicas bien construidas el bienestar psíquico del ser humano. Es este el que le da la habitabilidad y a sus habitantes tener una vida temperada, una vida justa y bella —Vita Beata.

Para Vitruvio, lo bello y lo bueno son las cualidades de una excelente arquitectura; constituyen un valor único; son dependientes la una de la otra. Entonces podríamos afirmar que la arquitectura, en este sentido expandido, hace posible habitar, hace posible la habitabilidad. La belleza, así entendida, es una afirmación de la vida, un don de significado central para nuestra salud psicosomática, para darle un sentido de sintonía con nuestro entorno. Ofrecer tal sintonía mediante las acciones humanas a las que da lugar, es quizás la contribución más duradera de la arquitectura a la humanidad a través de los siglos.

Este libro parte de la idea de que hay un orden natural, y, como lo muestra la primera figura que aparece en la introducción, la habitabilidad es para el arquitecto su responsabilidad ética con el bien-estar del ser humano y del medio ambiente. Este libro enseña cómo hacer habitables los espacios, cómo construir atmósferas para el bien-estar del ser humano. Por eso este prólogo comienza con la frase de Mark Wigley: “Good architecture is associated with good weather”, o como reclama Philippe Rahm en su texto Architecture as Meteorology: los arquitectos no deberían seguir construyendo espacios sino crear temperaturas (temperamentos) y atmósferas.

La psicología y la neurociencia modernas están, en buena medida, de acuerdo en que además de los tradicionales cinco sentidos que todos conocemos, el cuerpo tiene al menos cuatro más: la termocepción, asociada a nuestro sentido de la temperatura; la nocicepción, vinculada al sentido del dolor; la equilibriocepción, relacionada con el sentido del equilibrio y la aceleración, y, por último, está la propiocepción, asociada a lo kinestésico, que nos da la noción de la relación de nuestro cuerpo con el espacio. Son estos sentidos corporales los que contribuyen a la sensación que tenemos de estar en el mundo y nuestra habilidad de habitar en él.

Sistemas de habitabilidad es un esfuerzo colectivo de profesores de arquitectura e ingeniería —liderados por Rafael Villazón Godoy y David Felipe Rodríguez—, que explora la inflexión del espacio a través de los principios técnicos del proyecto de arquitectura; aquellos que le dan atmósfera, tectónica y habitabilidad al espacio humano.

Dicen por ahí que ya no son tiempos de escribir tratados; quizás están equivocados. Aquí tienen en sus manos un nuevo tratado del hacer, de la fábrica de la arquitectura.

La arquitectura tiene su propio dominio. Tiene una relación física específica con la vida. No la considero fundamentalmente como mensaje o símbolo, sino como envolvente (envoltura) y trasfondo por el que la vida pasa a través y alrededor, un contenedor sensible para el ritmo de los pasos en el piso, para la concentración del trabajo, para el silencio del sueño.

Peter Zumthor

Introducción: sistemas de habitabilidad

Rafael Villazón Godoy

La arquitectura es un artificio que actúa como interfaz entre la naturaleza y el ser humano. La naturaleza genera diversas acciones ambientales que inciden de manera directa sobre la arquitectura, y esta se traduce en una envolvente que tiene que procesarlas para traducirlas en un espacio habitable (véase figura 1). Este concepto, en apariencia elemental, supone diversas operaciones complejas que permiten que el ser humano, con la sensibilidad que lo caracteriza, pueda sobrevivir en un espacio estable y confortable.

Figura 1. La arquitectura como artificio frente a las acciones ambientales*

La envolvente arquitectónica tiene como objetivo traducir las acciones ambientales —como la gravedad, el sonido, la luz, el aire, el agua y la radiación— en indicadores tangibles asociados al espacio arquitectónico:

• La función estructural (gravedad)

• El confort acústico (sonido)

• El confort lumínico y visual (luz)

• El confort térmico (aire y radiación)

• La estanqueidad (agua)

La técnica incluye los diferentes procedimientos que permiten ordenar la materia por medio de la construcción, para responder a las acciones ambientales y generar un espacio estable (función estructural), estanco y habitable (confort acústico, lumínico y térmico). La técnica es un concepto complejo que hace posible conectar de forma simultánea elementos racionales asociados a la lógica, una actitud de respeto a la naturaleza, al ser humano y la comunidad, fundamentada en la ética, y un resultado plástico que es reflejo de la búsqueda constante de generar una empatía profunda entre el espacio y sus usuarios, todo mediado por la estética (véase figura 2).

Figura 2. Concepto de técnica asociado con la arquitectura

Esta publicación propone el estudio de la técnica a partir de los diferentes sistemas que tienen como objetivo procurar la habitabilidad del espacio arquitectónico, gracias al análisis de una serie de conceptos, herramientas analíticas e instrumentales necesarios para enfrentar el problema de la definición material de un proyecto arquitectónico de una forma consciente y sintética. Consciente, porque permite entender y representar a nivel esquemático cada uno de los sistemas estudiados en esta publicación, y sintética, porque el lector entenderá que las exigencias constructivas superpuestas al proyecto generarán diferentes condicionantes y cualidades en el espacio construido.

La habitabilidad es una de las condiciones de la arquitectura que tiene la capacidad de enfrentar la dimensión ética del quehacer del arquitecto, debido a que lo obliga a atender de forma eficaz los factores humanos, asociados al bienestar y al confort, a la par que entiende las consecuencias constructivas derivadas de las decisiones formales relacionadas con el proyecto. Desde esta perspectiva, la publicación propone como marco de referencia una serie de principios, cuyo objetivo es materializar en la práctica del proyecto estas reflexiones abstractas: responder al uso del espacio, a las variables ambientales, a la integridad de sus ocupantes, a las condiciones de producción y a la pertinencia estética1.

El libro toma como referencia el modelo conceptual propuesto por Richard Rush (1986), en el que se establece que es posible analizar el edificio a partir de cuatro sistemas fundamentales: la estructura, la envolvente exterior, la envolvente interior y los sistemas mecánicos (véase figura 3). El modelo plantea el sistema estructural como la pauta de organización de los otros tres sistemas, así como una serie de relaciones e interacciones entre estos.

Figura 3. Esquema conceptual en tetraedro que ilustra el edificio como sistema.

Fuente: Richard Rush (1986)

La colección de libros Técnica y proyecto, del Departamento de Arquitectura de la Universidad de los Andes, ya cuenta con una publicación centrada en la comprensión y el predimensionamiento de los sistemas estructurales, titulada Predimensionamiento: Definición de la estructura portante en arquitectura. Dado lo anterior, este libro se enfoca en el estudio profundo de los otros tres sistemas propuestos por el modelo conceptual descrito. El análisis de cada uno de estos sistemas tiene como objetivo pormenorizar sus componentes, las reglas de gobierno, su materialización y su representación, para que el estudiante identifique las herramientas operativas asociadas a cada uno de los sistemas. Desde el punto de vista metodológico, cada uno de los sistemas lo aborda un experto, quien hace un esfuerzo por traducir su discurso técnico de alta complejidad a una serie de principios y reglas de configuración sencillos, suficientes para entender el lenguaje fundamental vinculado con estos sistemas. Se trata de un ejercicio de investigación que obliga al consultor especializado a ponerse en la posición del arquitecto frente al proyecto y proponer los temas sobre los cuales se debe centrar su discurso técnico en el futuro, con lo cual es posible que la interlocución entre consultor técnico y arquitecto sea más eficaz.

Una parte integral de la metodología con la que se aborda este documento es entender el dibujo como herramienta de análisis y comprensión de la complejidad de cada uno de los sistemas. En este sentido, se insiste a lo largo del libro en la necesidad de aprender a dibujar con el mismo orden y lógica con el que se construye, lo que permite introducir al estudiante en la comprensión elemental de los procesos constructivos. Este ejercicio hace que, por parte de los estudiantes, la representación de los sistemas de la edificación se realice con un grado de certeza suficiente para el desarrollo del proyecto de arquitectura. En esa dirección, el libro hace un esfuerzo considerable en recopilar una serie de detalles constructivos de arquitectos locales; estos conforman un paquete de ejemplos de la materialización de diversas ideas que, a su vez, se pueden convertir en un punto de partida confiable para la formación técnica de los estudiantes de Arquitectura.

Esta publicación busca convertirse en una referencia técnica, tanto para estudiantes de Arquitectura de las diferentes escuelas del país, como para los profesionales en ejercicio. No existen otros esfuerzos de investigación que hayan logrado sintetizar el conocimiento especializado de un número tan grande de consultores y profesores. Es, además, el producto de sistematizar la práctica docente y la interacción constante con diversos consultores, alrededor del curso Sistemas de Habitabilidad, de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de los Andes, durante más de doce años. Esta práctica ha permitido identificar los temas y las habilidades centrales que se deben desarrollar en los estudiantes de Arquitectura, para construir en ellos un pensamiento técnico, y para que así materialicen los procedimientos que permiten ordenar la materia para hacer habitable el espacio.

Bibliografía

González, J. L., Casals, A. y Falcones, A. (2002). Claves del construir arquitectónico: elementos de las instalaciones y la envolvente. Elementos. Barcelona: Gustavo Gili.

Parra, N., Pinzón, A. y Villazón, R. (2013). Predimensionamiento: Definición de la estructura portante en arquitectura. Bogotá: Ediciones Uniandes.

Rush, R. D., American Institute of Architects. (1986). The Building Systems Integration Handbook. Boston: Butterworth-Heinemann.

Notas

*Todas las figuras que aparecen en este libro fueron elaboradas por David Felipe Rodríguez, salvo que se indique lo contrario.

1José Luis González, Albert Casals y Alejando Falcones (2002) proponen el principio de la “conveniencia estética” como una condición ética en la cual el arquitecto debe garantizar que ninguna de las decisiones plásticas o compositivas vaya en contra del uso, el ambiente, la integridad o la producción de la arquitectura.

Capítulo I

El concepto de sostenibilidad, una mirada transversal

Albert Cuchí

Nada es tan peligroso en arquitectura como ocuparse de problemas separados. Si compartimentamos la vida en problemas separados, entonces separaremos las posibilidades de crear buen arte arquitectónico.

Alvar Aalto

La sostenibilidad como demanda social y su relación con la habitabilidad

¿Qué relación guarda la demanda social de sostenibilidad con la arquitectura? ¿Es posible una “arquitectura sostenible”? ¿Cuál es su relación con los modos de producir y usar los edificios? ¿Cómo debe ser considerada desde el diseño y la construcción de edificios?

Aun cuando se reconoce como un concepto económico y social —se habla de desarrollo sostenible—, la sostenibilidad se enuncia a menudo como una exigencia que se expresa en lo técnico, que toma realidad y contenido en los procesos técnicos que produce nuestra sociedad. Y ello no es en absoluto casual. De hecho, la demanda de sostenibilidad surge de la constatación y de la toma de conciencia de una serie de consecuencias que nuestro sistema productivo industrial ocasiona en el medio, y que proviene de las mismas bases en las que ese sistema productivo se sostiene.

El concepto de desarrollo sostenible toma carta de naturaleza a partir del informe “Nuestro futuro común”, que la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo dirigida por Gro Harlem Brundtland presenta a Naciones Unidas en 1987. Ese informe responde a una cuestión que afecta a dos líneas de trabajo de ese organismo internacional, que, cuanto menos desde veinte años antes, ya no se consideran separadas sino íntimamente ligadas: el desarrollo de los pueblos, entendido como la mejora de las condiciones materiales de la existencia de sus individuos, y la protección del medio ambiente, concebida como la salvaguarda de la naturaleza frente a una extendida percepción de su constante deterioro.

Desde la Conferencia de Estocolmo de 1972, Naciones Unidas trabaja en el entendimiento de que la destrucción del medio está relacionada con el sistema productivo industrial, que se propone ahora como soporte al desarrollo que se quiere extender a toda la sociedad humana. Un sistema productivo que hace posible el crecimiento de la producción y, con este, el aumento de la capacidad de satisfacción de las necesidades humanas, el desarrollo económico y, en virtud de él, el desarrollo social. Un crecimiento que resulta limitado en los sistemas productivos tradicionales, que se ven incapaces de aportar los beneficios que el sistema industrial permite.

Sin embargo, los indudables beneficios que el progreso industrial aporta tienen una contrapartida, ahora conocida: la progresiva degradación del medio ambiente; una degradación que procede tanto de la extracción de recursos, como del vertido de residuos sobre este. El encargo a la Comisión dirigida por Brundtland es, justamente, definir las condiciones en las que un modelo de desarrollo es compatible con el mantenimiento de la calidad del medio ambiente, de su conservación e incluso del acrecentamiento de su capacidad como fuente de recursos para la humanidad. El capítulo segundo del “Informe Brundtland” es un listado ordenado de las condiciones que debe cumplir un modelo de desarrollo para ser compatible con el medio ambiente, para ser un “desarrollo sostenible”.

A partir de su aprobación en la Asamblea General de Naciones Unidas y, sobre todo, de la Cumbre de la Tierra de 1992 en Río de Janeiro, convocada para promover el desarrollo sostenible a escala mundial, se produce un debate sobre la forma de adquirirlo. Ese debate tiene como foco la resolución del problema del mantenimiento del progreso, del incremento continuado de la producción que permite el desarrollo y su extensión al mundo entero. Y dos enfoques enfrentados se arman en ese debate.

Por un lado, el enfoque que se ha dado en llamar “de sostenibilidad débil”, y que procede de la economía estándar, en el que el problema se enuncia como la necesidad de fomentar aún más el alcance y la eficiencia de los mercados, por cuanto los mecanismos de mercado informan del decrecimiento de las materias primas y de los servicios ambientales a través del aumento de los precios, fomentando alternativas y el desarrollo tecnológico para suplir, mediante tecnología y capital, la productividad de los recursos escasos. Para superar el problema de la sostenibilidad se requiere que entren en la valoración del mercado servicios ambientales que hoy no están considerados, así como reconocer y proteger aquellos servicios ambientales sistémicos que no pueden ser sustituidos por el sistema técnico para su adecuada protección. Toda una nueva rama de la economía, la economía ambiental, se desarrolla para hacer frente a la necesidad de instrumentos teóricos y operativos con los que enfrentar esas cuestiones.

Por otro lado, el enfoque denominado “de sostenibilidad fuerte”, se agrupa bajo una redefinición del ámbito de la economía que incluya el medio ambiente en el que las actividades humanas se desarrollan, y que recibe el nombre de economía ecológica. Para este enfoque, el problema de la sostenibilidad estriba en el olvido de la realidad física que subyace en los procesos llamados “de producción” y “de consumo” que forman el ámbito propio de la ciencia económica. Si la función del sistema productivo es producir utilidades capaces de satisfacer las necesidades humanas de forma socialmente aceptable, la cuestión radica en cuál es el soporte de la utilidad, y si ese soporte puede ser producido mediante capital, mediante desarrollo tecnológico, o es algo que se encuentra en los recursos y ha desaparecido de los residuos, algo que se destruye en el proceso de consumo, al satisfacer la necesidad mediante un producto que dispone de lo imprescindible para hacerlo.

Nicholas Georgescu-Roegen, economista norteamericano de origen rumano, considerado el “padre” de la economía ecológica, planteó que era el orden en forma de pureza, de disposición, aquello que confería utilidad a los materiales; que el proceso de producción era un proceso de depuración, de ordenación de los materiales, hasta disponer del grado de orden adecuado para satisfacer una determinada necesidad, y que el proceso de consumo era un proceso de mezcla, de desorganización, que transformaba los mismos materiales que constituían los productos en residuos. Una desorganización que transfería ese orden, que permitía mantener ordenadas las estructuras disipativas que constituyen nuestros cuerpos y nuestras estructuras sociales. La variación en la organización de un determinado sistema es mensurable mediante la variación de la entropía de ese sistema, con lo que la ciencia económica se entronca con la termodinámica y, desde ahí, con una nueva economía en la que es posible valorar los recursos naturales y la incidencia de la actividad humana sobre ellos.

Georgescu-Roegen, como especialista en desarrollo económico, también analizó la relación entre la ciencia económica y las instituciones sociales sobre las cuales esa ciencia se construía, mostrando cómo sus postulados dependían de ellas. En ese sentido, tanto el desarrollo tecnológico como el mismo progreso están ligados al modelo productivo industrial que soporta hoy nuestro sistema económico. Un modelo productivo industrial cuyas bases supusieron un cambio radical respecto a sus predecesores tradicionales y que ocasionaron la demanda de sostenibilidad.

Las sociedades tradicionales eran sociedades orgánicas (Wrigley, 1989), esto es, vivían de la gestión de la biosfera como soporte material de su economía, como la base material de la que obtenían los recursos que permitían mantener y reproducir la sociedad. La extracción de recursos de la biosfera mediante la recolección, la caza, la agricultura, era el cimiento de un sistema productivo en el que la minería tenía un papel secundario —si no residual— debido a las grandes cantidades de energía necesarias para extraer y depurar los metales desde los minerales que los contenían, siempre en proporciones reducidas.

Sin embargo, la extracción de materiales de la biosfera atenta contra el mantenimiento de su fertilidad, de su capacidad productiva, por cuanto algunos elementos como el hidrógeno, el oxígeno, el carbono, etc., se renuevan mediante procesos naturales a mayor velocidad que los de su extracción por las cosechas; pero otros elementos, por ejemplo, nitrógeno, fósforo, potasio, no se renuevan a un ritmo superior, por lo que su contenido en el suelo se debilita y, con ello, su fertilidad. Esa disminución de la fertilidad y, por ende, de la capacidad productiva del suelo, ponía en riesgo la continuidad de las sociedades que lo usaban como fuente de recursos, por lo que era imprescindible tener incorporados mecanismos de devolución de los residuos al medio ambiente, de forma que se mantuviese su fertilidad.

De algún modo, las sociedades tradicionales orgánicas utilizaban la biosfera como una gran máquina de reciclaje de sus residuos; una máquina que usando la energía solar para reorganizarlos devolvía a esos materiales la calidad de recursos, manteniendo así de manera continuada la capacidad productiva del medio, al cerrar los ciclos materiales en los procesos de satisfacción de las necesidades sociales.

La revolución industrial se pone en marcha gracias a la generalización de los combustibles fósiles —primero el carbón, luego y ahora el petróleo y el gas— como fuente energética que permite acceder a una fuente de recursos nueva, y, en principio, se podría decir que inagotable: la litosfera terrestre. Mientras la capacidad productiva de las sociedades tradicionales estaba limitada por la tasa de aprovechamiento de la energía solar que tiene la biosfera y, a su vez, por la capacidad social de explotarla, el uso de minerales como base de recursos —accesibles gracias a la potencia de los combustibles fósiles— permite el crecimiento continuado de la producción mediante el aumento de la extracción de recursos debido a la disponibilidad de más carbón (véase figura 1). Y eso es el progreso: el aumento continuado de la capacidad de satisfacer necesidades gracias al también aumento continuado de la producción mediante el acceso a un pozo enorme de recursos que lo sostiene.

Ese progreso, y su extensión a todos por causa del desarrollo, han transformado la sociedad humana, y delimitado nuevos fines y objetivos que son ahora el mejoramiento continuado de las condiciones materiales de la existencia y el perfeccionamiento social. Y ha transformado también sus relaciones con el medio, lo que se ha dado en llamar su “metabolismo social”, generando enormes alteraciones en los sistemas naturales a escala planetaria (véase figura 2).

Mientras los sistemas productivos tradicionales se veían en la necesidad de cerrar los ciclos materiales que gestionaban con la naturaleza, el sistema productivo industrial no requiere ese compromiso para mantener y aumentar la producción. No es necesario devolver los residuos a la mina para obtener nuevos recursos —de hecho, eso dificultaría la extracción de nuevos recursos— por lo que los residuos carecen de valor productivo en el sistema industrial, y lo que importa es deshacerse de ellos al menor costo posible (véase figura 3).

Así, el metabolismo industrial es un metabolismo abierto, lineal, frente al metabolismo circular de los sistemas productivos tradicionales, que se deshace de los residuos vertiéndolos al medio ambiente de la forma más inmediata posible. Como ejemplo, la chimenea, símbolo de la industria, no es sino un mecanismo para desembarazarse de los residuos gaseosos de la producción; el agua se usa, en especial, para alejar los residuos solubles que pueden ser arrastrados por ella, y el resto de residuos se depositan en el suelo. En cualquier caso, el medio natural recibe esos residuos en formas y densidades que, a menudo, no puede admitir, lo cual causa su degradación.

Y a mayor producción, mayor progreso y mayor desarrollo, más cantidad de materiales extraídos de la litosfera y vertidos en el medio ambiente, un continuado aumento de la producción que no hace sino acrecentar la contaminación del medio a mayor escala cada vez y con consecuencias más graves. La mayor parte de los problemas ambientales globales y locales que padecemos están ligados a la hybris contaminante de nuestro sistema productivo industrial (véase figura 4). Un problema que no lo percibe el sistema productivo, por cuanto afecta poco a su función, sino que ha sido descubierto socialmente y que debe ser traducido también en el ámbito social como limitaciones al sistema productivo, y, por ende, con fuertes implicaciones en la dinámica del progreso y sus repercusiones sociales.

En eso consiste la demanda de sostenibilidad: la acción social destinada a dirigir el sistema productivo industrial hacia un sistema productivo no contaminante, que no produzca residuos, que se dirija hacia un metabolismo social de nuevo circular, que no destruya el medio ambiente. Y esa demanda social restituye la condición propia de los sistemas productivos tradicionales: la obtención de utilidades del medio que renueve los recursos, que devuelva a los residuos la calidad de recursos; que cierre los ciclos materiales en la producción social de utilidades.

Figura 1. Extracción masiva de minerales.

Fuente: Albert Cuchí

Figura 2. Alteración del paisaje por extracción de materiales.

Fuente: Albert Cuchí

Figura 3. Chatarra en vertedero de coches.

Fuente: Public Domain Pictures

Figura 4. Fábricas que producen humo.

Fuente: Albert Cuchí

Es evidente que esa demanda afecta de inmediato y de modo singular a los sistemas productivos, a la forma como se producen los satisfactores de las necesidades sociales, a la utilidad que contienen esos productos. Pero, al igual que la revolución industrial modificó la forma de entender las necesidades sociales a medida que transformaba los productos con los que se satisfacían, la sostenibilidad debe plantearse también desde la reconsideración de las necesidades sociales por satisfacer, desde la organización de las utilidades en productos y su expresión social.

Así, la demanda de sostenibilidad en nuestros edificios no es, como a menudo se presenta, una exigencia más que pueda agregarse al conjunto de exigencias a las que debe responder un edificio, una exigencia que se resuelve aplicando una serie de restricciones y aumentando determinadas prestaciones en su desempeño. La sostenibilidad exige un cambio en el sistema técnico, que afecta a las mismas bases de nuestro sistema productivo, y que nos hace plantearnos cuál es la utilidad, la necesidad social a la que dan respuesta los edificios, y cómo redefinirla y enunciarla para darle respuesta mediante unos procesos técnicos que usen materiales en ciclos cerrados que no generen contaminación ni degradación de la capacidad productiva del medio ambiente (véase figura 5).

Figura 5. Productos hechos con materiales reciclables.

Fuente: Henry Wang

Como propuesta, como axioma, se considera en este texto que la utilidad propia de la arquitectura, de la construcción del entorno en su sentido más amplio, es la habitabilidad, esto es, el establecimiento de las condiciones adecuadas para realizar las actividades sociales, para darles cobijo. Una habitabilidad que tiene en cuenta un amplio conjunto de aspectos —dimensiones y configuración de los espacios, confort (térmico, acústico, visual), seguridad, etc.— que de manera usual se recogen como exigencias básicas en los códigos técnicos y, por tanto, son una expresión social de esa necesidad, y a las que debe dar respuesta la edificación.

Figura 6. Análisis del ciclo de vida de resinas

En ese entendimiento, la exigencia de sostenibilidad nos obliga a dar respuesta a esa demanda de habitabilidad mediante la articulación de procesos técnicos que deben cumplir la condición de devolver los residuos a la categoría de recursos; es decir, a entender la arquitectura desde la consideración del cierre de los ciclos materiales implicados en la satisfacción de la demanda de habitabilidad.

De este modo, cabe leer la creación y el mantenimiento de la habitabilidad desde los flujos materiales implicados en los procesos técnicos que la determinan (véase figura 6). Una mirada nueva sobre la arquitectura que debe permitir cuestionarnos su sostenibilidad y diseñar desde esa exigencia. Un diseño que excede la determinación de las formas de la arquitectura y de los procesos necesarios para construirla, con el fin de demandar la elaboración de las estrategias esenciales para obtener la habitabilidad mediante el uso de materiales en ciclos cerrados.

Enfrentarse a esa demanda implica discernir qué flujos materiales están implicados en la obtención y en el mantenimiento de la habitabilidad socialmente demandada, cuán abiertos están hoy esos flujos en nuestra práctica social habitual, y qué modelos tenemos para transformarlos en ciclos cerrados, incluyendo en este entendimiento la redefinición de la habitabilidad y de la necesidad a la que debemos dar respuesta.

Los flujos materiales de la habitabilidad

Establecer cuáles son los flujos materiales implicados en la obtención de la habitabilidad supone seleccionar lo que se considera un espacio habitable —con todas las determinaciones sociales que lo definen— y detectar, caracterizar y analizar los flujos de materiales que atraviesan ese espacio, especificando su relación con la habitabilidad.

En efecto, para cada modelo de habitabilidad socialmente definido debe ser posible puntualizar los flujos materiales que entran en este espacio y cuya utilidad resulta consumida dentro de él, transformando esos materiales de recursos o productos en residuos. De esos materiales, deducir cuáles de ellos están implicados en la obtención de las condiciones de habitabilidad exigidas socialmente por el uso al que va destinado ese espacio, para segregarlos de aquellos otros que están relacionados con la propia actividad, y analizar el origen de ese flujo material, al igual que el destino de los residuos que se generan al consumir su utilidad en ese espacio habitable. Con ello podrá trazarse un perfil de los ciclos materiales que deja abierta la habitabilidad que generan esos recursos, así como tratar de diseñar estrategias que conduzcan al cierre de esos ciclos materiales, a restituir los residuos a la calidad de recursos, a evitar la contaminación que conlleva la destrucción del medio ambiente.

Este ejercicio se realizó para una vivienda estándar en Barcelona por un equipo de investigación de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) dirigido por el autor de este texto. Aunque puedan variar los tipos de materiales, su cantidad y los procesos que los hacen disponibles y los reintegran al medio, los resultados de ese trabajo se utilizarán como guion, como referente, tanto para su reproducción en otros lugares como para aprovechar las reflexiones que de él se deducen sobre lo que la sostenibilidad exige a la arquitectura y cómo transforma el proceso de producción de habitabilidad.

Se escogió como referencia una hipotética vivienda de 100 m2 en un edificio unifamiliar entre medianeras, situado en el ámbito del área metropolitana de Barcelona, dotado de los servicios urbanos de agua corriente, gas, electricidad, alcantarillado, recolección de residuos, transporte público, etc., y habitado por una familia de cuatro personas. Los datos usados para realizar el estudio se basaron en estadísticas municipales y regionales, así como en datos propios del grupo de investigación, todos ellos ajustados al mismo año (2002) tomado como referencia.

Se considera que la vivienda debe cumplir todos los condicionantes técnicos y sociales requeridos para ser habitada, condiciones que son particulares de cada lugar y que se encuentran expresados tanto en los códigos técnicos como en las normas y costumbres que determinan qué tipo de actividades estima y en qué condiciones se desarrolla la vida doméstica, familiar en este caso. Esas condiciones de habitabilidad son determinantes para comprender el papel y las características de cada flujo material implicado en esa habitabilidad.

Es obvio que el ejercicio puede ser repetido para cualquier tipo de edificios destinados a otras actividades sociales (escuelas, oficinas, comercios, pabellones deportivos, hospitales, etc.) y, lo que es más importante, para ámbitos de una escala diferente al edificio, ya sea a una parte de este o, lo que resulta más significativo, a escala urbana, a escala de barrio, siempre que pueda expresarse sobre ese ámbito una definición de habitabilidad que resulte pertinente.

Así, resulta apropiada la consideración de una habitabilidad a escala urbana si se enuncia esa habitabilidad ligada al acceso a la satisfacción de las necesidades propias de una vida ciudadana plena, teniendo en cuenta la accesibilidad no solo a los servicios que satisfacen necesidades en el ámbito de lo doméstico, sino también a servicios públicos que determinan una calidad de vida socialmente definida, como pueden ser la educación, la salud, la cultura o la movilidad básica. Por otro lado, la mayor parte de las infraestructuras que dan soporte a los flujos materiales que permiten la habitabilidad del edificio ya tienen hoy escala urbana, superando los sistemas tradicionales que manejaban escalas más reducidas.

En función de cómo se enuncie esa habitabilidad, la escala urbana resulta la escala apropiada para llevar un análisis de los flujos materiales que están implicados en la satisfacción de la demanda de habitabilidad. Así, aunque en este texto se maneja la escala de edificio para comprender de forma más sencilla la relación de la sostenibilidad con la arquitectura, no cabe duda de que el planteamiento a escala urbana resulta el más acertado.

Establecidos, pues, los límites al sistema donde se produce la habitabilidad que se va a estudiar —y que son los mismos límites físicos de la vivienda estándar que se analiza—, cabe determinar cuáles son los flujos materiales que atraviesan esos límites y donde resulta consumida su utilidad, transformándose de productos a residuos, dado el carácter consuntivo que tienen las actividades que alberga una vivienda urbana (no se considera, entonces, el cobijo de actividades productivas en su interior).

Especificar los flujos materiales que atraviesan los límites de la vivienda implica tener mecanismos que permitan detectar, caracterizar y medir cada flujo a la entrada o a la salida de la vivienda. En algún flujo concreto existe ese mecanismo físico, como los contadores de gas, por ejemplo, pero en otros flujos cabe establecer esos mecanismos de forma indirecta, a través de la consideración de información estadística o de otro tipo. Así, la caracterización de los flujos materiales que inciden en la habitabilidad va a depender de los mecanismos que dispongamos para su identificación y medida. De igual manera, considerarlos un flujo implica cuantificarlos en forma de masa por unidad de tiempo, situación que podría parecer real en algún caso, como por ejemplo, el gas o el agua, aunque esos flujos no son siempre constantes, pero que en muchos otros será un cociente entre cantidades discretas de materiales y un tiempo medio de referencia.

Por ejemplo, un primer flujo material que atraviesa las fronteras del espacio doméstico son los productos de consumo que los propios usuarios de la vivienda introducen en el hogar para satisfacer sus necesidades cotidianas. Configuran un conjunto de materiales muy diverso, con tasas de entrada, tiempos de permanencia en la vivienda y afectaciones a su habitabilidad muy divergentes entre sí. En este flujo hay desde alimentos, con entradas constantes y frecuentes, con estancias breves en el hogar y con ninguna relación con la habitabilidad, hasta elementos de mobiliario y ajuar con entradas ocasionales, periodos de permanencia muy elevados y cuya función puede suponer modificaciones ambientales que influyan en la habitabilidad, como por ejemplo, lámparas, alfom-bras o cortinas.

Registrar ese flujo de materiales es una tarea compleja, y más lo es establecer los procesos productivos mediante los cuales estos productos han sido fabricados y determinar los residuos que han generado y su impacto ambiental sobre el medio. En verdad, su incidencia sobre la habitabilidad, como utilidad propia del edificio, es en cualquier caso muy reducida, y no los hace objetivo clave de nuestros intereses en este estudio, pero sí que tiene dos características que merecen nuestra atención.

En primer lugar, y dado que el hogar es el lugar propio del consumo familiar, ese flujo de materiales supone un buen referente de la producción social de bienes de consumo —que son los que en últimas satisfacen necesidades sociales— y, por tanto, el análisis de los productos que lo componen desde el punto de vista de su ciclo de vida es una referencia sobre el conjunto del sistema productivo de la sociedad.

En segundo lugar, porque una de las primeras políticas derivadas de la demanda de sostenibilidad es la gestión adecuada de los residuos sólidos urbanos domésticos, esto es, la organización de la gestión de esos desechos para reducir su impacto en el medio gracias a acciones de minimización, reciclado o de valorización energética, circunstancias que obligan a una separación en el origen de esos residuos para evitar los costos (a menudo tan elevados que lo hacen inviable) de la separación posterior de cada tipo de desechos, con el fin de gestionar cada fracción de la forma más adecuada.

Esa política incide en el edificio, por cuanto el primer escalón de esa organización de la gestión de los residuos sólidos urbanos domésticos es el hogar. En el hogar se produce el consumo del producto, y los materiales que lo componen quedan transformados en residuos, por lo que desde ese momento deben ser gestionados, es decir, separados de forma pertinente, marcados para su trazabilidad en las siguientes transferencias, conservados, etc., para su conveniente tratamiento posterior (véase figura 7).

Ello implica que la vivienda disponga de los espacios adecuados para esa gestión, con depósitos y recursos para mantener esos residuos en las condiciones adecuadas para su transferencia al gestor —lo que denominamos el servicio público de recolección de residuos— ya sea en el interior del edificio o en el espacio público urbano.

Figura 7. Canecas de basura clasificadas por residuos.

Fuente: Albert Cuchí

En el caso de la vivienda de referencia, el área metropolitana de Barcelona cuenta con un sistema selectivo de recogida de residuos sólidos urbanos que permite separar las siguientes fracciones para dirigirlas al reciclaje, con un porcentaje de recuperación en el año de referencia (un momento aún muy inicial en la práctica de recolección de residuos) de:

• Materia orgánica (restos de preparación de comida), con una recuperación del 8 %. A esta cantidad habría que sumar unos 400 gramos por habitante-día que circulan por el sistema de alcantarillado.

• Papel y cartón, con una recuperación del 32 %.

• Madera y textiles (sin datos de recuperación).

• Vidrio, con un 40 % de recuperación.

• Envases ligeros (plástico, tetrabricks, latas), 7 % de recuperación.

• Otros residuos (voluminosos, especiales, peligrosos, etc.), con tasas variables.

En total, un flujo de residuos domésticos que suponía en ese momento 1,7 kg/habitante-día, que, aunque apenas implicaba un 20 % de recuperación de esos residuos, nos da un valor de magnitud de ese flujo de materiales ligados al consumo doméstico.

Tras ese flujo, importante en cuanto a su significación social y al papel que la vivienda y el edificio representa en las estrategias sociales de reciclado de los productos de consumo, la presencia de otros flujos materiales resulta significativa en la configuración de la habitabilidad y en la determinación de las estrategias sostenibilistas con las que debe acometerse.

En primer lugar, se deben considerar los materiales de construcción con los que está construido el edificio (véase figura 8). Esos materiales definen y organizan el espacio habitable, la vivienda. Con un metabolismo abrupto, muy alejado de un flujo continuo, la mayoría de esos materiales entra en el momento de la construcción del edificio—momento de configuración de la habitabilidad— y salen cuando se de-construye el edificio, cuando esa habitabilidad se desvanece. Cierto es que algunos materiales van a ser sustituidos a lo largo de la vida del edificio, por ejemplo, componentes de revestimientos, divisorias interiores, equipos, etc., pero la mayoría va a permanecer ligada a la pervivencia de la habitabilidad.

Figura 8. Materiales de construcción variados