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Con la perspectiva de su inminente y fastuosa boda, Julie Montgomery se sentía la mujer más feliz de la ciudad. Su fiesta de compromiso estaba en boca de todo Boston. Pero, de pronto, Julie descubrió que había oscuros secretos en la vida del hombre con quien estaba a punto de casarse. Matt McLachlan quería proteger a su hermosa prometida y evitarle las complicaciones de la vida. Sólo quería lo mejor para ella. Pero estaba a punto de descubrir que el matrimonio consistía en compartirlo todo, tanto lo bueno como lo malo. Antes de poder darle el "sí, quiero" a Julie, tenía que contarle su secreto.
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Seitenzahl: 189
Veröffentlichungsjahr: 2019
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2008 Lisa Chaplin
© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Sólo por tu amor, n.º 2249 - marzo 2019
Título original: The Bridegroom’s Secret
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.:978-84-1307-981-3
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
DE MODO que así era como se sentían las princesas…
Su fiesta de compromiso se estaba celebrando en Celebre, el mejor restaurante de Boston, el lugar donde Matt se le había declarado. El champán corría por todo el salón. Las mesas estaban decoradas con centros de flores y pequeños farolillos teñían de color miel las paredes. Ella llevaba un vestido de satén verde, el diamante de la familia McLachlan en el cuello, unos preciosos pendientes y un anillo, todo gracias a la generosidad de su prometido.
Teniendo en cuenta lo difíciles que habían sido los últimos nueve meses, con la muerte del padre de Matt y la subsiguiente caída de los negocios familiares, había sido casi un milagro que todos pudieran acudir a la fiesta.
Lo más selecto de la alta sociedad de Boston merodeaba por el salón y la terraza adjunta. Su familia, dada la premura con que se había organizado todo, no había podido hacer el viaje desde Sidney, pero sus amigas, conocidas como las Bellas por ser las administradoras de la empresa Bodas Bellas, estaban todas allí con sus parejas.
Julie parpadeó varias veces, como si lo que estaba viviendo fuera un sueño e intentara despertarse. Ella, Julie Montgomery, nacida en Rockdale, un suburbio de Sidney, en Australia, iba a ser la novia de la que todos los medios de comunicación habían calificado como la boda del año. Ella, que sólo era una simple ayudante en Bodas Bellas, le había robado el corazón al soltero más codiciado de Boston.
No sabía cómo había sido posible que un hombre como Matt se hubiera fijado en ella, pero no había ningún misterio en cuanto a ella se refería. Alto y apuesto, se paseaba por el salón con su elegante esmoquin con una sorprendente naturalidad, como si lo hubiera llevado toda la vida. Le encantaba su pelo moreno salpicado en las sienes con algunas canas. Ninguna mujer sería capaz de mirarlo a los ojos, aquellos ojos azules como el hielo, y no quedarse prendada en el acto. Era inteligente, decidido, un trabajador infatigable y siempre estaba dispuesto a ayudar a todo aquél que lo necesitara. Si al principio se había sentido atraída por su físico, después se había enamorado completamente de él por su forma de ser, por su integridad y generosidad. Y, por si todo eso fuera poco, tenía el corazón más grande que Julie había visto jamás dentro del cuerpo de una persona.
En las últimas semanas, había estado muy ocupado, apenas le había visto. Pero esa noche la iban a pasar juntos. Iba a entregarse a él como nunca lo había hecho con nadie.
–Señorita Montgomery, ¿tiene usted un momento para que le haga algunas preguntas?
Julie suspiró. Aquello era lo que menos le atraía. Pero, como futura esposa de Matthew McLachlan, presidente de McLachlan Marine desde la muerte de su padre, tenía una responsabilidad frente a los medios de comunicación. La prensa siempre estaría presente en su vida, tanto en los buenos momentos como en los malos. Sobre todo en los malos.
Cuando se había conocido la noticia de que Matt estaba a punto de declarar la empresa en quiebra por las arriesgadas inversiones de su difunto padre, las Bellas le habían propuesto celebrar una boda íntima, para los familiares y los allegados más cercanos. Sin embargo, su romance había saltado enseguida a las páginas de todos los periódicos, y lo que al principio iba a ser un enlace sencillo se había convertido en un espectáculo con más de doscientas personas invitadas. El pequeño jardín en el que las Bellas habían pensado en un principio había tenido que ser sustituido por la catedral del puerto, que contaba con sala de prensa y facilidades para retransmitir a nivel nacional.
Al menos, aquel circo había servido para salvar a las Bellas del apuro económico en que se habían visto atrapadas por la cancelación de la boda de Vandiver. Por eso, las luminosas sonrisas que Julie dedicaba a las cámaras era, en cierto modo, un gesto de agradecimiento.
–Por supuesto, Jemima –contestó Julie de buen talante a la periodista del Boston People Today.
–Me parece increíble que recuerde usted mi nombre.
¿Cómo no iba a hacerlo? Aquella mujer había estado encima de toda la historia durante los últimos meses.
–¿Qué piensa del éxito que ha tenido su prometido salvando de la quiebra McLachlan Marine Industries?
–Estoy muy orgulloso de él. Siempre supe que lo lograría. Se ha desvivido por sus trabajadores y por sus familias.
–Su prometido no sólo ha garantizado sus empleos. La nueva depuradora de agua que él mismo ha creado promete revolucionar la industria. Los nuevos contratos con Jet Stream Industries y Red Line Marine, por no hablar de diversas empresas líderes en el mercado de la locomoción, van a poner a McLachlan Marine Industries en lo más alto. Además, su futuro marido ha sido propuesto para competir por el galardón de mejor empresario del año. ¿Cómo le hacen sentir todos estos triunfos?
–Como he dicho antes, estoy muy orgullosa de él –contestó Julie, que no estaba enterada de muchos de los detalles que le había contado la periodista–. Es un genio –añadió preguntándose por qué Jemima sabía tanto de los negocios de Matthew mientras que ella prácticamente lo desconocía todo.
–Supongo que lo dice porque la eligió a usted en lugar de a Sara Enderby o a Elise Pettifer –replicó la periodista guiñándole un ojo–. Veo que es una mujer muy segura de sí misma. Si yo estuviera en su lugar y viera a mi marido rodeado de mujeres –añadió señalando con la cabeza en dirección a Matthew–, correría hacia él.
Las dos rubias que tenía a su derecha y que tanto se reían con sus comentarios, ¿eran antiguas novias suyas?
«Contrólate», pensó Julie.
–De hecho –continuó Jemima desatando su innata curiosidad–, todo el mundo creía que se casaría con Elise. Es ingeniera, como él. He oído rumores de que han estado trabajando juntos en el diseño de esa depuradora tan innovadora. Parecían la pareja perfecta. Cuando rompieron, causó un gran escándalo, fue algo completamente imprevisto.
Sí, era cierto que parecían la pareja perfecta. Un empresario atractivo de alta cuna y una bella mujer de la alta sociedad, los dos procedentes de una clase social similar, tan perfectos, tan…
Pero, entonces, recordó la forma en que Matt la había mirado aquella misma noche y se relajó.
–Tendrá que preguntarle todo eso a Matt, lo relativo a McLachlan Marine Industries, en qué trabaja y con quién, es cosa cuya. Y gracias por sus consejos, pero, a todos los efectos, esas dos mujeres representan el pasado. Yo soy el futuro. Yo soy la que lleva su anillo de compromiso –dijo con una sonrisa dando la entrevista por concluida.
Sin embargo, Julie no fue a reunirse con Matt tal y como deseaba. Habría sido interpretado por la periodista como una muestra de inseguridad y los rumores empezarían a campar a sus anchas. Y ya había tenido suficientes en los últimos meses.
Para satisfacción de Julie, la fiesta no terminó demasiado tarde. Después de los meses que Matt había pasado luchando por salvar su compañía, al fin iban a poder estar solos.
Matthew McLachlan miró a Julie lleno de orgullo y de amor. La suya había sido una historia llena de obstáculos, desde la negativa de su padre a aceptar a una australiana desconocida, pasando por la presión de los medios, hasta los problemas financieros. Pero, en todas las crisis que habían vivido, Julie había hecho gala de una gran fortaleza y madurez. Se había ganado a todo el mundo con su sencillez, su sentido del humor y su integridad. Era una mujer extraordinaria, y era suya. Lo amaba a él.
Sabía de sobra que al principio se había sentido intimidada por la atención de los medios, especialmente desde que su historia se había hecho pública. De hecho, aquella misma noche se había visto obligada a dedicarles mucho tiempo. Y había estado a la altura de las circunstancias, deslumbrando a los presentes con el traje que él le había comprado en el viaje que había hecho a Nueva York y el diamante de compromiso de la familia McLachlan. Su propia madre, que había sentido gran simpatía por ella desde el principio, ni siquiera había tenido que explicarle cómo tratar con todas aquellas personas de la alta sociedad que habían acudido a la fiesta. Había sabido moverse entre ellas como un pez en el agua, ganándose incluso a los miembros más ancianos del clan, los más difíciles de impresionar.
Incluso había charlado unos instantes con Sara y Elise, sus antiguas novias. Matt había disfrutado observando los rostros de frustración de los periodistas, siempre ávidos de cotilleos y conflictos, al ver a las tres mujeres hablando y riendo de forma distendida.
–Es una mujer extraordinaria –le había confesado su amigo Victor antes de irse–. No comprendo por qué no se fijó en mí –añadió bromeando.
–Eres un hombre afortunado –le había dicho Guy, su amigo más antiguo.
Y, por fin, estaban en casa. Su madre se había ido discretamente a la cama y le esperaba una noche entera con la mujer que amaba.
–Ven aquí, amor –dijo Matt, que no podía esperar más–. ¿Sabes las ganas que tenía de quitarte esto? –añadió deslizando por su hombro el tirante del vestido.
–Matt –susurró ella echando la cabeza hacia atrás en un típico gesto suyo que a él le volvía loco.
Sí, era un hombre afortunado. El que una mujer como Julie lo amara, el que se hubiera sentido atraída por él a primera vista, antes siquiera de saber quién era y el dinero que tenía, le hacía el hombre más feliz del mundo. Cada día del resto de su vida todo sería más y más extraordinario.
Julie había demostrado su amor una y otra vez en los últimos meses. Se había mantenido firme mientras él vendía todos sus activos para salvar la casa donde vivía su madre, reflotar McLachlan Marine Industries y asegurar los empleos de sus trabajadores. Había esperado día tras día mientras él trabajaba en diseño de la nueva depuradora. Había pasado por los inconvenientes de una celebración tan fastuosa.
Era un milagro, una mujer fuera de lo común, y había llegado el momento de agradecérselo. Una vida no sería suficiente para hacerlo. Ahora que todo había vuelto a la normalidad y que tenía su vida bajo control, podría proclamar en voz alta, para que lo oyeran todos, que Julie era la mujer más maravillosa que había conocido, que quería estar con ella para siempre.
Julie volvió la cabeza hacia él y lo besó suavemente.
–Tu madre está aquí –murmuró.
–No te preocupes, sabe de sobra que necesitamos estar solos –dijo besándole el cuello, uno de sus puntos débiles.
–Matt, no estoy tranquila –murmuró otra vez sin dejar de besarlo–. Lo siento, mi amor, pero con ella en casa…
–No importa –dijo él con un suspiro volviendo a subirle el tirante del vestido–. Si hemos esperado todo este tiempo, podremos esperar dos noches más. Después se irá.
–Matt, ¿sabía tu madre lo de la depuradora desde el principio? –preguntó Julie de pronto–. ¿O sólo cuando la presentaste?
–¿Cómo dices? –preguntó Matt, que, bajo el sincero tono cariñoso de Julie, creyó percibir una incierta inseguridad.
–Tu madre –repitió ella poniéndose un poco seria–. ¿Sabe lo importante que es la depuradora? ¿Que no sólo te ha ayudado a salvar la empresa, sino a convertirla en un éxito?
–No entiendo –respondió Matt confundido.
–Bueno, no pasa nada, no es nada importante. Es sólo que a veces soy un poco insegura.
Julie lo besó de nuevo intentando alejar de su mente las preocupaciones que la asaltaban, pero fue incapaz.
–¿Le dijiste a tu madre lo importante que era la depuradora para ti, para ella, para la empresa, antes de presentarla?
–Por supuesto –respondió Matt sin saber todavía a qué venían aquellas preguntas en ese momento–. Es mi madre.
–Claro –dijo Julie palideciendo–. ¿Conoce también los contratos millonarios que has firmado con varias compañías para venderles un prototipo?
–¿Quién te ha contado todo eso? –preguntó él sorprendido.
¿Quién le había estropeado la sorpresa? Lo había planeado todo hasta el último detalle. Había esperado durante semanas para contárselo todo, el fruto de todo su esfuerzo. Había esperado para decírselo esa noche, y ahora alguien se le había adelantado.
Estaba furioso. No con Julie, por supuesto, pero sí con quien fuera que se lo hubiese revelado. Cuando se enterara de quién había sido…
–Jemima Whittaker, del Boston People Today –dijo Julie pasando la mano por el diamante que llevaba colgado al cuello–. Matt, ¿cuánto tiempo llevas ocultándome lo que haces en el trabajo? Es una parte importante de tu vida, me hubiera gustado saberlo por ti, no por una periodista. Fue muy embarazoso. ¿Por qué, Matt? ¿Por qué se lo dijiste a tu madre, a los medios de comunicación, a todo el mundo, menos a mí?
–Julie, estos últimos meses han sido también muy difíciles para ti –dijo Matt viendo cómo la magia de la noche se esfumaba–. Has estado trabajando muy duro para solucionar los problemas financieros de Bodas Bellas. No quería someterte a más presión –dijo dándose cuenta de que su voz sonaba insegura, poco convincente.
¿Qué más le había contado aquella periodista? ¿Le había hablado también de todo lo que había planeado decirle aquella noche?
–Pero se lo dijiste a tu madre –repitió Julie con tristeza.
–Iba a decírtelo esta misma noche, cariño.
«Iba a contártelo absolutamente todo, hasta lo de Kirsten y Molly, después de haber pasado la mejor noche de nuestras vidas», pensó Matt con frustración.
Todos sus planes se habían venido abajo. Y Julie, tan bonita en aquel extraordinario vestido verde y brillando más que el diamante que adornaba su cuello, parecía en aquel momento una flor marchita.
–Ya hemos hablado de esto antes, Matt. Quiero compartir contigo lo bueno y lo malo. Yo no sólo te conté los problemas de Bodas Bellas, sino las horas extra que hacía, por qué las hacía y… con quién.
El tono de voz de Julie, lo que acababa de decirle, le hizo ver que el problema era más grave aún de lo que le había parecido en un principio. Sólo en ese momento se dio cuenta del error que había cometido al esperar tanto tiempo a contarle la verdad. Había herido a la mujer que más amaba.
–Jemima también me dijo que había rumores acerca de Elise Pettifer. Al parecer, se dice que ha estado ayudándote en lo de la depuradora. ¿Es verdad?
El nombre de aquella mujer resonó en su cabeza como si una bomba hubiera explotado en su interior.
–Me dijo que estuviste saliendo con ella durante un año, si eso es lo que te preocupa tanto –dijo Julie–. Es muy agradable, Matt. Guapa, inteligente, y seguro que trabaja muy bien. Según me contó Jemima, todo el mundo se quedó boquiabierto cuando rompisteis. Esperaban que te casaras con ella. ¿Cuánto tiempo habéis estado trabajando juntos?
Estaba empezando a sentirse atrapado en su propia casa. Un sudor frío empezó recorrerle la espalda. Estaba enterada de su antigua relación con Elise, de que habían trabajado juntos…
–Mi relación con Elise no tiene nada que ver con la que tenemos tú y yo –dijo él dubitativo–. Éramos muy parecidos, nuestros padres nos animaron a hacerlo, y… No hubo nada que llegara a ser ni remotamente parecido a lo que hay entre tú y yo. Los dos quedamos desde el principio en que si uno de los dos conocía a alguien, nos separaríamos sin que el otro se sintiera herido. Y eso fue lo que pasó.
–¿Me quieres decir que una mujer tan inteligente, amable y atractiva como Elise no ha encontrado a nadie en todo este tiempo? –la voz de Julie empezaba a sonar amarga, a un paso de la furia.
Dada la situación, Matt sabía que Julie jamás creería que Elise nunca le había amado como ella lo amaba. ¿Aceptaría el hecho de que se había enamorado de ella mientras todavía estaba con Elise?
En cualquier caso, no podía seguir respondiendo con evasivas, tenía que contarle toda la verdad.
–Elise es una antigua amiga y una ingeniero excelente. Cuando no fui capaz de encontrar a alguien con la suficiente capacidad como para ayudarme en lo de la depuradora, la llamé a ella. Lo único que hemos hecho ha sido trabajar juntos, nada más.
–Lo entiendo –dijo Julie enseguida, como si quiera hacer tiempo para digerir el dolor que empezaba a notar por dentro–. ¿Estabas saliendo con ella cuando nos besamos por primera vez?
La culpabilidad volvió a apoderarse de él. Era imposible esquivarla.
–En cuanto te conocí, hablé con ella y se lo conté todo. Lo dejamos de forma amigable. Lo mío con ella nunca fue nada serio.
¿Cómo podía decirle sin que ella lo tomara como una mentira que nunca se había acostado con ella porque siempre que lo había intentado había sentido como si estuviera a punto de acostarse con su hermana? Elise y él se habían conocido de pequeños, antes de ir a jardín de infancia. Sus respectivas madres eran como hermanas.
–¿Ha tenido ella algo que ver en todos esos contratos millonarios que has conseguido? ¿Ha trabajado contigo preparando alguna de esas ofertas?
–Cariño… –dijo Matt dispuesto a confesarlo todo y confiar en que el amor que sentían el uno por el otro fuese suficiente como para superar aquello–. Es una persona a la que conozco desde siempre, alguien en quien confío. Por eso le pedí que pusiera parte del dinero para construir el prototipo, yo no lo tenía en ese momento, ya lo sabes. No tenía otra alternativa. Tuve que incluirla en los acuerdos. Es dueña del cuarenta por ciento.
–¿Y tus trabajadores qué se han llevado? –preguntó Julie como si le estuviera aplicando el tercer grado–. Jemima me dijo que les has dado participaciones. Por lo que parece yo soy la única que no tiene nada –añadió poniendo los brazos en jarras–. ¿Alguien más está al tanto de todo esto? ¿Cuánto tiempo pasaste con ella mientras yo te echaba tanto de menos?
–Julie, creo que no me merezco todo esto. Ya he confesado que pasé un tiempo con ella, pero fue por razones de trabajo. Ya no hay nada entre ella y yo, Julie. Ni por mi parte ni por la suya.
–¿Cómo que ya no hay nada? ¿Es que lo hubo alguna vez? ¿No me has dicho que tu relación con ella era casi de amistad?
–Mira, Julie, no sé por qué, pero soy incapaz de sentir nada profundo hacia ella. Si Elise lo ha sentido por mí alguna vez, ahora lo único que hay es amistad por ambas partes. Cuando le hablé de ti, se alegró por nosotros. Los dos estuvimos de acuerdo en que éramos más felices siendo sólo amigos. Jamás he vuelto a tocarla desde que tú y yo nos besamos la primera vez. Sólo un par de besos inocentes en la mejilla cuando logramos acabar el trabajo.
¿Por qué había añadido la última frase? ¿Es que no estaban mal las cosas como para empeorarlas todavía más? ¿Es que ya se había olvidado de las veces que su padre le había dicho que nunca había que contarles demasiadas cosas a las mujeres? ¿Que ellas lo único que querían era estar seguras y saber lo imprescindible para ser felices y no tener que preocuparse?
–Mira, ni siquiera sé por qué estamos teniendo esta conversación –dijo acercándose a ella–. Todo lo que he hecho, lo he hecho por nosotros, por nuestro futuro.
–¿Nuestro futuro? –preguntó ella alejándose de él–. ¿Qué futuro? ¿Pretendes que viva rodeada de secretos?
–Julie, esta noche ha sido nuestra fiesta de compromiso –contestó él empezando a enfadarse–. Todo lo que he hecho ha sido por ti. ¿Qué más quieres que haga para lograr convencerte de que tú eres la única mujer que amo? ¿Es que no lo sabes ya?
–Por lo que parece, hay muchas cosas que desconozco –respondió ella fríamente.
–Puede que haya cometido un error al esperar tanto tiempo para contártelo todo, pero vamos a casarnos Julie, deberías confiar en mí.
Ella lo miró, pero no consiguió convencerse de que estaba diciéndole la verdad. Su mente se había trasladado al pasado y estaba rememorando de nuevo el dolor que había sentido años atrás, al descubrir mentiras parecidas de un hombre al que había amado.
–Julie, por favor, siéntate y escucha, te lo contaré todo –dijo Matt tomándola de la mano–. Así es como lo había planeado. De verdad.
–¿Es que hay más? –preguntó horrorizada–. No, Matt, por favor…
Matt la miró a los ojos, desorbitados y ausentes de vida, y descubrió el daño que le estaba haciendo. No podía contarle toda la verdad, no podía destrozarla más todavía.
–Te quiero, Julie.
Ella lo miró sin decir nada, como si fuera transparente.
–¿Quién eres? No te conozco…
Matt estaba paralizado. No podía pensar, no podía hablar, apenas podía respirar. Iba a perder al amor de su vida por una maldita periodista.
–Gracias por hacerme sentir esta noche como una princesa –dijo con los ojos llenos de lágrimas.
Entonces se inclinó hacia él y lo besó con frialdad, como si sus labios estuviesen congelados, con la clase del que dice adiós con elegancia.
–Pasa algún tiempo con tu madre, ahora que está aquí. Cuéntale tus ideas, tus proyectos… O cuéntaselos a Elise, es una persona muy amable.
Y, a punto de derrumbarse, abrió la puerta y se fue.
–Julie –dijo él corriendo hacia ella–. No te vayas así, por favor, vamos a seguir hablando…
La detuvo tomándola de la cintura, pero ella se apartó de forma displicente.
–Necesito tiempo, Matt. Me has regalado la mejor y la peor noche de mi vida, las dos en una. Necesito pensar con claridad.
Y se fue sin mirar atrás, sin detenerse.