Solo tengo un plan A - Laia Andía Adroher - E-Book

Solo tengo un plan A E-Book

Laia Andía Adroher

0,0

Beschreibung

Regreso a casa después de seis años sin aparecer por el pueblo y estoy un poco asustada. He mantenido contacto con todos mis amigos, pero hace años que no sé nada de él y eso me aterra. Él, mi príncipe azul, mi hombre perfecto, mi futuro, mi todo... la distancia pudo con nosotros y no sé lo que me voy a encontrar. Claro que, si hubiese algún cambio, me lo habrían dicho, ¿no? A ver si me voy a topar con una sorpresa... No una, varias al parecer. No todo sigue igual, él me ha dejado en shock y no sé qué significa todo esto, hay un nuevo hotel en el pueblo y el dueño parece... bueno de esos que te dejan sin palabras pero que de su arrogancia los tirarías por el balcón, y mi mejor amigo está un poco extraño. Además, mi mejor amiga tiene novio y eso ya de por sí, conlleva muchos cambios. Creía que mi historia de amor tenía dueño, que mi final estaba escrito, estaba convencida de que las cosas sucederían como yo pensaba, pero ahora, al volver a casa, todo se tambalea y no sé qué decisión tomar. 

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 465

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Laia Andía Adroher

Solo tengo un plan A

© Laia Andía Adroher

© Kamadeva Editorial, enero 2021

ISBN papel: 978-84-122790-7-8

ISBN ePub: 978-84-122790-6-1

www.kamadevaeditorial.com

Editado por Bubok Publishing S.L.

[email protected]

Tel: 912904490

C/Vizcaya, 6

28045 Madrid

Reservados todos los derechos. Salvo excepción prevista por la ley, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Para mis abuelos,

el motor de la familia.

Índice

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38

Epílogo

Prólogo

Mi madre solo tuvo que decirme que mi abuela había pasado por el hospital para que hiciera las maletas sin pensarlo. Estoy viviendo en Nueva York, me mudé hace seis años queriendo vivir el sueño americano tras tener un contrato debajo del brazo para ser modelo de una marca. La campaña iba a ser larga y me iba a permitir vivir una temporada en la Gran Manzana, así que llena de ilusión salí del pueblo sin fecha de retorno y con la esperanza de que esa oportunidad me abriera más puertas. Y vaya si lo hizo, ahora soy una modelo de renombre y no me puedo quejar de todo el trabajo que tengo. Me va tan maravillosamente bien que por esa misma razón puedo tomarme este parón, retrasar algunas campañas y dedicarle unos días a mi familia. Es algo que hace demasiado tiempo que no hago.

No es que no me guste el pueblo, tengo mil y un recuerdos buenos en él, pero me fui sabiendo que sería por una larga temporada y volver podría hacerme cambiar de opinión, digamos que la fuerza de voluntad nunca ha sido lo mío y con poco me hubiesen convencido para quedarme de nuevo. Así que podemos decir que he intentado evitarlo durante todos estos años, lo que no significa que haya evitado a mi familia, amigos o demás, simplemente que hemos coincidido en otros lugares y en menos ocasiones. Pero mi abuela se merece esta visita porque la quiero como a nadie y porque no me perdonaría que le pasara algo y no estuviera a su lado. Estoy siendo muy pesimista, mi madre ya me ha informado por activa y por pasiva que no ha sido nada grave, pero sabe que no le perdonaría habérmelo ocultado. Y en el fondo sé que ha usado esa baza para tenerme unos días en casa, no la culpo; por mi parte, también tengo ciertas ganas de ello.

Volver al pueblo representa muchas cosas. No solo por todo lo que respiro en él, sino también por los recuerdos, la nostalgia y la felicidad que me invade. Siempre me ha fascinado la gran familia que formamos entre todos y el poder sentirse en casa es una de las mejores sensaciones de la vida. Quizás por todo esto he evitado venir durante estos años. Le tengo demasiado cariño como para desprenderme sin más. Me costó lo suyo dar el paso, dejarlo atrás, y estaba convencida de que volverlo a pisar me traería muchos sentimientos y sería como una tentación para volverme a quedar. Y ahora no puedo permitírmelo, no cuando mi carrera está en lo más alto y me apetece seguir unos años más. Luego, ya decidiremos qué hacer con mi vida.

Volver a casa es siempre reconfortante, aunque creo que lo más difícil será compartir techo con mis padres; tantos años independizada que no sé si podré soportarlo, pero ese es un mero detalle que estoy dispuesta a acatar. Ya dicen eso de que como en casa en ningún sitio, y volver a tenerlos a mi lado estoy segura de que recargará mis energías para poder volver más animada; digamos que a pesar de que todo me va estupendamente, siempre tengo periodos de bajón. La soledad no es tan fácil como dicen, y tenerlos lejos hace que, a veces, experimente esa sensación.

En un pueblo tan pequeño como el nuestro, nos conocemos todos, somos como una gran familia, y la bomba que fue mi partida no pasó desapercibida para nadie. Hubo opiniones de todo tipo, pero la gente que más me importaba me animó a intentarlo, me apoyó en todo momento, y, además, se alegraron de poder fardar de paisana. Aquí salía con Álvaro, con el que viví años muy felices y a quien siempre consideré mi gran amor. En estos lugares sueles tener un único amor, ya no solo por el corto abanico de selección, las habladurías o la presión social, sino porque se te permite conocer el amor de verdad. Experimentas todos los procesos de la relación y el vínculo que creas es mucho más fuerte del que puedas encontrar en la ciudad, al menos, a mi parecer y bajo mi experiencia. Seguro que hay casos especiales, pero la libertad que tenemos aquí para conocernos y el tiempo que compartimos, tengo entendido que es mayor que en otras partes, así que sí, pudimos conocernos bien y querernos más. Empezamos a salir cuando yo tenía quince años y él diecisiete, y a mis veinte yo decidí cambiar mi camino. Por lo que podéis comprobar, él decidió apoyarme, pero desde la distancia.

Empezamos siendo jóvenes, era algo que la gente decía que se veía venir y desde el primer día nos convertimos en inseparables. Lo hacíamos prácticamente todo juntos y buscábamos cualquier momento para coincidir. Las familias ya se llevaban bien, por lo que no había objeciones de ningún tipo y podíamos incluso pasar noches juntos. Cuando le dije que me habían ofrecido una campaña en Nueva York, fue mi máximo apoyo y se alegró un montón por mi felicidad, pero ambos teníamos claro que él se quedaba en casa. No sabíamos cuánto tiempo significaba ese primer contrato, por lo que tampoco rompimos de primeras. La verdad es que no fue una ruptura dolorosa. Creer en el amor es lo que tiene, que piensas que dura para siempre, y que por muchos océanos que pongas de por medio, será algo irrompible. Y aquí fui una grandísima ilusa. Tampoco voy a mentir, he tenido mis encuentros en la Gran Manzana; pocos, considerando el gran número de oportunidades, pero suficientes.

Si os lo he mencionado nada más llegar es porque acabo de dejar mis cosas en casa y he decidido ir a respirar el aire puro que tenemos por aquí, como para reencontrarme con mi tierra y dejarme llevar por la nostalgia del momento. Mis padres no llegarán hasta más tarde y como no he avisado a casi nadie de que venía a pasar unos días, quería disfrutar un rato de mí misma, concienciarme de lo que va a ser estar aquí y evaluar cómo me siento pisando mi tierra. Ya sabéis, el primer paseo, la primera toma de contacto, ya que todavía no estoy segura de estar aquí de verdad. Esto iba a permitirme un rato con mi yo del pasado y recordar todas esas anécdotas que me sacan mil sonrisas.

El hándicap ha sido que no he tardado ni cinco minutos en tener que presenciar mi peor pesadilla, la que me acaba de dejar inmóvil y con el corazón más que encogido. Aquí estoy, teniendo que observar como Álvaro ha rehecho su vida. Realmente en shock y con el corazón en mil pedazos.

Lo sé, puedo ser muy ilusa si después de seis años, cuatro si contamos desde nuestro distanciamiento, pensaba que me iba a guardar el luto, pero éramos como el príncipe y la princesa de este pueblo y yo nunca me imaginé una vida sin él. Además, que la mujer que lleva del brazo sea Teresa es lo peor que me podía pasar. Mi grandísima enemiga, y seré una creída, pero la envidia que me tenía era inhumana, no lo digo solo yo, lo dice prácticamente todo el pueblo. Sí, ella también tiene amigas, pero son las del pueblo vecino, así que aquí todos opinan como yo.

No sé cómo ha llegado a pasar todo esto, me imagino que mis amigos acabarán de ponerme al corriente. He seguido manteniendo el contacto con la mayoría, por eso me extraña el doble no estar informada de este acontecimiento. También es cierto que, de inicio, no perdí la buena conexión con Álvaro, por lo que él también podría haberme hablado de la situación. Cuando me fui, no pusimos un punto y final definitivo, lo que yo os decía, cuando crees en las historias de amor, sabes que cuando vuelvas, te va a estar esperando. Añado que no me fui con fecha exacta de retorno, por lo que eso podría haber sido una eternidad. Pero fuese como fuese, yo creía en mi cuento perfecto. Ahora mismo maldigo todas esas películas románticas donde todo acaba bien. Hacen que nuestras expectativas en cuanto el amor sean demasiado grandes y luego pasa lo que pasa.

Álvaro y yo seguimos hablando cada día durante una temporada, incluso tuvimos algún reencuentro en América y puntos intermedios. Fue como intentarlo en la distancia, acostumbrándonos a un tipo de vida diferente, una especie de relación que no sabíamos a dónde nos podía llevar. Hasta que, supongo, que la diferencia horaria, nuestras complicadas agendas y nosotros mismos hicimos que esa comunicación disminuyera. También tuvimos ciertas discusiones, las que yo consideré que se debían a sus celos cuando me veía en alguna revista y especulaban con alguno del mundo del famoseo, y al final, pues, cortamos por lo sano. Para no hacernos daño. Bueno, por lo sano es un decir, ya que todo vino provocado por una tremenda discusión que llevo años intentando olvidar. Claro que nunca pensé que no sería el hombre de mi vida. Yo confiaba en que cuando decidiera volver, porque si algo tenía claro era que tarde o temprano volvería a casa, retomaríamos lo que dejamos a medias. Y es más, tenía la esperanza de que, una vez olvidadas todas esas palabras que nos dijimos hará unos tres años, él sería el que se encargaría de hacerme una visita. Sí, una de esas donde se pide perdón, todo queda atrás, y nos declaramos amor eterno. Muchas películas he visto a lo largo de mi vida, por esa misma razón creía en la posibilidad de tener mi propio final feliz.

Quizás puedo tener más esperanza de la permitida o viva en un cuento de princesas que no debo. Pero cuando sientes este amor por una persona, no hay barrera que valga. Bueno, sí, la que tengo delante de mis ojos. Que él ha decidido pasar página y encontrar a otra persona. ¿Habrá dejado de sentir por mí? ¿Será solo una manera de consolarse? No quiero ser mala, pero Teresa ya existía cuando estábamos juntos, y entonces me eligió a mí, por algo sería, ¿no? Es decir, que si entonces no le gustó suficiente, ¿por qué ahora sí?

Me temo que es un tema más complejo de lo que me puedo estar imaginando, sin embargo, como él no me ha visto a mí, prefiero encontrar una fuente fiable que me explique qué ha pasado antes de enfrentarme a la dura realidad. Y esa fuente no puede ser otra que Vanesa, espero que mi mejor amiga no me mienta, tenga motivos para habérmelo ocultado y sepa maquillarlo suficiente para que no duela.

—Dime que eres una gran amiga y nos reunimos en diez minutos en el pub —le digo al descolgar; no hace falta especificar, para tres pubs que tiene el pueblo, todos sabemos a cuál nos referimos.

—No todas contamos con tu potencial, estoy trabajando —me responde entre risas.

—Sé que sabrás ganarte a tu jefe, te espero ahí. —Y cuelgo antes de que pueda darme otra clase de excusa estúpida.

Vanesa es mi amiga desde que nací. Es también mi vecina y hemos sido siempre uña y carne. Le afectó mucho mi partida, pero su camino estaba aquí, en la empresa familiar, por lo que no pudo venirse conmigo. Viene a verme una vez cada dos meses y hacemos un viaje juntas al año. De todas maneras, seguimos manteniendo conversaciones, prácticamente diarias, por Skype. Y eso solo hace que me replantee el por qué me ha estado ocultando lo que acabo de ver. Algo que voy a tardar muy poco en averiguar, puesto que ya está entrando por la puerta con su mejor sonrisa.

—En mi defensa diré que me hizo prometer que no diría nada y que no contábamos con que volverías tan pronto. —No hace falta que exponga el motivo de mi quedada, Vanesa me conoce incluso mejor que yo misma.

—¿Seis años es volver pronto? No tiene sentido que os haya hecho prometer algo así, ¿tampoco pensaba decírmelo él? —Quizás me haya olvidado, pero podría mantener un poco del cariño que nos teníamos.

—Sí, te ha olvidado —pues lo que yo decía—, aunque… la noticia no es solo que están juntos… Se prometieron hace dos semanas.

—¿Cómo? ¿Cuánto llevan juntos? ¿Por qué está con ella? ¿Os ha hablado de mí? ¿Sabe que he venido? —Tengo demasiadas cuestiones ahora mismo.

—Frena el caballo, reina; yo no le he dicho nada, pero lo sabe medio pueblo, así que a la otra mitad, poco le queda. Habla con él y que sea él quien responda a todo eso. Yo no me hago responsable, pero piensa que te fuiste, que han pasado seis, cuatro o tres años, desde donde quieras contar, y todo el mundo tiene derecho a rehacer su vida, que tú tampoco te lo has pasado mal…

—Yo no estoy prometida —me quejo.

—Envíale un mensaje, proponle quedar y luego yo estaré aquí para la buena fiesta de bienvenida que te mereces; han renovado todo el hotel y hay un coctelero ideal… Hoy amuéblate, mañana eres mía.

Y tal como ha venido, se va. Esta es mi mejor amiga, ni una cerveza se ha tomado. Y me da a mí que el coctelero le ofrece algo más que simples cócteles. Pero quizás tenga razón, debo hablar con Álvaro. Por mucho miedo que me dé la situación, debo afrontarla como mujer adulta en la que me estoy convirtiendo. Tal vez debería haberme tomado más molestias y venir algún que otro verano o vacaciones por aquí para seguir manteniendo la esperanza entre los dos, pero de nada me sirve ahora lamentarme de todo lo que podría haber hecho. Prefiero coger el toro por los cuernos el primer día y sacármelo de encima, si no, las minivacaciones se me pueden hacer muy largas. Y, de hecho, he venido aquí para estar con mi familia. Lástima que lo haya tenido que ver nada más llegar y que estuviera tremendamente guapo.

Lara: Holiii, no te lo creerás, pero estoy en casa… ¿tomamos algo esta noche?

Capítulo 1

¿Es normal que esté nerviosa? Acabo de enviarle el mensaje y he vuelto a mis quince años y la primera vez que me dijo de quedar. La recuerdo perfectamente, estaba esperando a que mi hermano regresara a casa, porque mi gran cabecita me había hecho olvidar las llaves dentro y de repente Álvaro apareció. Estaba escuchando música en las escaleras del porche cuando se me acercó y me sacó un auricular. Ya teníamos buena relación, entre que no somos muchos de generaciones parecidas y que es uno de los mejores amigos de mi hermano, teníamos bastante acercamiento. Pero nunca estábamos solos ni con esa proximidad. Cuando acabó la canción, me informó de que mi hermano se retrasaría y me propuso de ir a tomar un helado mientras lo esperaba. Después de esa tarde, llegó su mensaje para una primera cita. Yo me sentía toda una niña y un chico mayor me había pedido de quedar. Ya nos conocíamos, nuestras familias llevaban años siendo amigas, pero para mí seguía siendo un chico mayor. Además, también era el chico más guapo que había en el instituto y yo me sentí como en una película Disney. Así que no es buena señal que me esté sintiendo de esta manera. Gracias a Dios que no se ha hecho mucho de rogar.

Álvaro: Puedo a las 20, si quieres, estaré en el pub.

Vale, esta no es la clase de respuesta que esperaba. Tampoco es que tuviese que ser muy efusivo, pero no ha mostrado ni una pizca de ilusión. Ni siquiera se ha molestado en preguntarme si me apetecía hacer algo o si me iba bien a mí. Como si no fuese nadie especial. Gracias, mundo, por tratarme de esta manera. Si es que ya sabía yo que volver no podía traerme nada bueno. O es que soy muy estúpida. Cierto es que podría haber avisado de mi visita, eso hubiera facilitado las cosas, seguro. En fin, que voy a tener que conformarme con esto, con no robarle mucho tiempo y a ver si en persona me transmite otras sensaciones.

Como tengo un par de horas, aprovecho para perderme un rato por la playa y para una visita rápida a mis abuelos. Perdonad, he dicho que mi abuela salía del hospital, pero tampoco es nada grave. La operaron de la cadera la semana pasada y debe mantener reposo durante unos días. Yo, que soy más de por si acaso, he preferido venir a echar una mano ya que necesita tener cuidado todo el día. Así mi abuelo puede ir a su partida del dominó en el bar, mi madre puede ir a trabajar tranquila y mi hermano no tiene que venir en todas sus horas libres. Y ¡qué demonios!, me apetecía venir unos días y desconectar del ajetreo de la ciudad. Después de seis años, creo que sobran las explicaciones. Es más, lo necesitaba, sentía como que me tocaba hacerlo, aunque llego a saber lo que me esperaba y me lo hubiese pensado dos veces. Tal vez sea cosa del destino, y la necesidad que sentí de venir era justo para enfrentarme a todo esto. Eso que llaman una señal.

A la hora en punto estoy entrando por la puerta, nunca me ha gustado hacerme esperar y aunque no sea una quedada oficial, el mensaje marcaba una hora exacta. Cuando entro puedo observar que Álvaro tiene una cerveza en la mano y no deja de mirar el móvil. Va vestido con una camiseta de manga corta negra y unos tejanos. Siempre me ha gustado su indumentaria casual y su despreocupación por arreglarse. Poco a poco se me va formando un nudo en el estómago y me doy cuenta de que estoy sintiendo nervios de los que hacía mucho tiempo que no presenciaba. Está de espaldas a la entrada por lo que dedico unos segundos a contemplarlo. Está lejos de la barra, así que tampoco me ha oído saludar a Ramón, y el bar está bastante desierto. Observarlo me invade de recuerdos, los buenos, todo lo que pudimos vivir aquí y me apena pensar que no podremos repetirlos. No quiero ponerme nostálgica, ni llorar antes de tiempo. Hace mucho me prometí que no derramaría más lágrimas de las necesarias, que ya estaba bien de sufrir por otra persona y que no permitiría que nadie me viera débil. Así que, antes de que se me empapen los ojos, prefiero dirigirme hacia él y darle un pequeño susto como saludo, para destensarme un poco. Claro que su cara no refleja precisamente lo que esperaba.

—Hola —me saluda de la manera más seca posible, casi ni me he atrevido a darle dos besos.

—Hola —respondo por cortesía, aunque se me ha borrado la sonrisa de golpe.

—Podrías haber avisado que venías, ¿no? —Veo que la simpatía va a ir en esta línea.

—Podrías haberme avisado que estabas prometido, ¿no? —Y mi problema es que, siendo borde, nunca me va a ganar nadie.

—Vamos, no me jodas, Lara. ¿Tengo que esperarte toda la vida? Mientras tú disfrutas de medio Nueva York, yo me quedo aquí esperando a ver si algún día decides volver. Y si llega ese día, debo esperar a que vengas a por mí. —No sé si habla la rabia, el dolor, el resentimiento, el enfado o… yo qué sé.

—Lo que está claro es que soy estúpida, porque sí que tendría que haber disfrutado de medio Nueva York.

—¿Perdona? —Sí, encima se va a hacer el sorprendido.

—Nada, que seas muy feliz con Teresa, un placer volver a verte. —Que me disculpe, pero no me apetece esta clase de conversación.

Joder, no pedía tampoco que me estuviese esperando con los brazos abiertos. Podría haber disfrutado con las que quisiera, a poder ser, no de este pueblo, pero disfrutar. ¿Por qué tiene que sentir por alguien que no soy yo? A ver, que los sentimientos no pueden controlarse y nadie me dice que por mí sintiese lo que hay que sentir, pero joder, duele y duele más de lo que hubiese imaginado después de tanto tiempo. Y seguramente lo que más me jorobe es no haber visto un ápice de ilusión en su rostro al verme. Que si no estaba suficientemente hundida, ahora todavía tengo más ganas de llorar.

Álvaro me agarra del brazo antes de que pueda marcharme y antes de que me pueda dar cuenta mi cuerpo reacciona a él. Todavía lo siento como el primer día. Todavía me transmite todo lo que necesito y mi cuerpo sabe que él es el adecuado para mí. No me hacen falta señales, solo sentir la electricidad que corre por mi cuerpo con un simple roce como este. Y más aún cuando me abraza y puedo sentirme como en casa, igual de protegida que siempre. Ojalá no me hubiese marchado nunca de estos brazos. Me atrapa por completo y aunque estoy tentada de mostrarle lo que me afecta este contacto, tengo que hacerme la fuerte, lo que no quiere decir que no me deje llevar por su cercanía y me funda entre sus brazos.

—Perdóname. —Se separa de mí y parece un poco abatido—. Entiende que tu visita me ha pillado por sorpresa, no te esperaba por aquí y… da igual, déjame que avise de que no voy a ir a cenar y aprovechamos para ponernos al día, y, si me permites decírtelo, estás espectacular. —Viven juntos, un detalle que no había contemplado. Al menos, por fin ha sonreído.

¿El abrazo le habrá transmitido lo mismo que a mí? ¿Le habrá hecho recordar? ¿Despertar sentimientos? A veces sucede que crees que has dado un paso hacia delante, que puedes haber olvidado a alguien o dejado un trozo de tu pasado atrás y, cuando te rencuentras con ello, todo se te desploma porque te das cuenta de que está mucho más vivo de lo que pensabas. A mí me ha sucedido un poco lo mismo, solo que yo estaba segura de que ninguno de mis sentimientos estaba muerto.

Nos quedamos en el pub. No es el mejor sitio para una cena, pero es suficiente para nosotros dos. Y más porque lo importante es la compañía y en estos momentos yo tengo a la mejor de todas. Lástima que para él no sea lo mismo. De todas maneras, no soy una egoísta egocéntrica y puedo entender su postura. De ser al revés, probablemente yo hubiese reaccionado mucho peor. Es decir, si llega a ser él el que se marcha, yo le hubiese recriminado que no luchara por lo nuestro y no hubiese tenido todas las conversaciones que tuvimos al inicio. Así que, en términos generales, no puedo quejarme.

—Voy a intentar explicarme lo mejor que pueda, porque estoy más nervioso de lo que aparento, esto es lo último que me esperaba.

—Me imagino que esta cerveza no es la primera que te tomas hoy —intento bromear un poco.

—Llevo aquí desde que me has dicho que estabas en el pueblo. —En el fondo nos conocemos demasiado bien—. Sinceramente, creía que no volverías.

—Y no he dicho que vuelva para quedarme, he venido a pasar una temporada con la familia… —Tengo que ser realista también.

—Vaya, así que te volverás a ir… —¿Dolor?—. Lara, ¿cuánto tiempo llevamos sin hablar?

—Dos años, diez meses y seis días. —Soy una friki de las fechas y recuerdo perfectamente mi último mensaje.

—Cuatro días. Te envíe un mensaje después de nuestra última discusión, al que no respondiste jamás —cosa que dudo, puesto que siempre tengo la última palabra, pero no es momento para debatir esta chorrada— y me acuerdo como si fuera ayer de cómo lo pasé. No quise hablar con nadie, seguramente porque todos estaban de tu parte y sabes que el orgullo me pierde, así que me cerré conmigo mismo. Estuve casi dos meses sin salir con los chicos, solo iba de casa al trabajo y del trabajo a casa.

—¿Por qué no me dijiste nada? ¿Por qué dejaste de insistir?

—Por agotamiento, Lara. Porque tú estabas en tu burbuja perfecta y en los medios solo hablaban de tu gran historia de amor con Peter, la que tú solo tratabas de negarme todo el rato, y era consciente de que tenía que pasar página, de que no ibas a volver por un simple pueblerino.

—Sabes que no eres un simple pueblerino para mí y quiero que sepas que nunca te mentí en todo lo que te dije.

—Da igual eso ahora, la cuestión es que la única persona que estuvo ahí en todo el proceso fue Teresa. —Anda, que tardó poco en aprovechar su oportunidad—. Entró a trabajar en la escuela de surf hará tres años y se preocupó todos los días por intentar que remontase. Al final una cosa llevó a la otra y empecé a verla como una gran compañera para mí.

—¿Una gran compañera? ¿La quieres? —Siento ser cínica, pero para mí es el amor de mi vida, no un compañero.

—Claro que la quiero, me voy a casar con ella. —Debo decir que no lo veo convencido.

—¿Más que a mí?

—No me hagas contestar a eso, no ahora que acabas de volver y te veo después de tres años.

—De verdad que espero que puedas ser feliz. Ahora mismo no puedo quedarme a cenar, para mí es demasiado doloroso.

Ni siquiera le doy dos besos para despedirme, no puedo; necesito salir de ahí, que me dé el aire. Esto ha sido un tanto extraño para mí, aunque tremendamente necesario. Entiendo que para él haya podido ser un shock tenerme delante, pero para mí también lo es la situación que se me plantea. Llevan aproximadamente dos años juntos y ya están comprometidos. Vale, que las relaciones se viven distintas a los quince que a los treinta, pero conmigo compartió mucho más que con ella y no se atrevió a dar ningún paso más. ¿Y si me hubiese pedido que me quedara? Si hubiésemos tenido en mente tener una familia no muy tarde… Era joven, sí, pero tenía más que claros mis sentimientos. Además, ni siquiera se opuso a que me fuera, le pareció bien que luchara por mis sueños y estaba convencido de que triunfaría con ello. Me hizo creer en mí y confiar en que era lo correcto. Quizás, después de todo, no me quería tanto como yo pensaba y por eso me dejó marchar. Vio la oportunidad de tener que dejarme sin que uno de los dos fuese culpable, fue el puente a la libertad que estaba buscando… Ahora mismo no tengo nada claro.

No quiero pensar en ello, no he venido para amargarme la vuelta, y pensando de manera superficial, a mi cutis no le sienta nada bien llorar, así que tengo que evitarlo a toda costa. Por lo que, si tengo que hacerlo, será mañana con Vanesa y con copas de por medio. Me autoexijo que solo en esas condiciones derramaré todo lo que tenga que sacar y a partir de entonces se acabarán los dramas para poder disfrutar del mes de la mejor manera posible. En nada volveré a la gran ciudad y podré seguir mi vida como hasta ahora. Con una nueva idea en mente, olvidarme del gran amor de mi vida.

Capítulo 2

Ayer ni siquiera miré el móvil antes de dormirme, por lo que esta mañana tengo unos cuantos mensajes que debería responder. Solo avisé a Vanesa de que venía, porque quería que fuese una sorpresa, no contaba con que la sorpresa fuese para mí, pero poco ha tardado en correrse la voz y ya están todos enterados. Sin embargo, hoy no voy a ser de nadie más que de mi queridísima amiga y de todos los cosmopolitan o margaritas que me puedan servir. También tengo un mensaje de Álvaro, que me ha costado horrores abrir, pero tenía que hacerlo.

Álvaro: No me ha gustado cómo te has ido, necesito tiempo para procesar esto, espero que la semana que viene podamos hablar con más calma.

Lara: Yo también necesito tiempo, ya hablaremos.

No quiero ser mala, pero necesito coger distancia. Cuanto más cerca lo tenga, peor será para mí, y no me apetece pasar por esto. Solo una estúpida tarda seis años en asumir que su relación está rota y pasa el proceso de duelo entonces. Así que no, no puedo permitirme ser una estúpida. Además, ni siquiera lo vi ilusionado hablando de Teresa. Parece que ha sido más un salvavidas, un parche al que se agarró porque no tenía otra cosa. Lo que sea, pero es con ella con la que se casa, así que de nada me sirve intentar montarme cualquier teoría al respeto. Nada me lo devolverá ahora mismo.

Aprovecho que no estoy muy fina para pasar el rato con mi abuela y cotillear todas las historias del corazón que tiene por aquí. Estoy bastante al día de los culebrones americanos, pero la verdad es que a los españoles los he dejado un pelín abandonados. A mi abuela le encanta marujear y siempre tiene disponibles todas las revistas de la prensa rosa. Es una fiel seguidora de Sálvame y tiende a creerse absolutamente todo lo que se diga en ese programa. No voy a llevarle la contraria; tal y como me cuenta las cosas, a mí ya me sirve para disfrutar un rato.

Además, mi abuela siempre ha sido mi gran confidente y una de las personas que más quiero en el mundo. Siempre ha sabido decirme las verdades que necesito saber, por muy duras que fuesen, y sabe entretenerme cuando no estoy de humor con ciertos temas. En ese aspecto es muy precavida y sabe jugar bien sus cartas, sabe exactamente en qué momento tocar qué tecla, así que es el mejor recurso que tengo para intentar desconectar. La mala pata es que también es del clan de porteras del pueblo y conoce todas las rencillas que puedan existir, así que poco ha tardado en sacarme a relucir el tema de Álvaro.

—Ya te has enterado de que tu muchacho anda ahora con Teresa, hasta creo que le ha regalado un anillo. —Tiene una manera sutil de darme las informaciones.

—Abuela, ya no es mi muchacho… —Admitirlo es el primer paso en el proceso de aceptación.

—A mí no me engañes, que siempre has creído que ese sería tu muchacho —afirma—, siempre pensando que no ibas a encontrar a alguien mejor. —En Nueva York seguro que los hay, pienso.

No es que quiera llevarle la contraria, pero mejores que Álvaro los he visto cada día en mi trabajo. El problema es que ni siquiera me transmiten una pizca de lo que lo hace él. Lo que es capaz de provocarme solo con su presencia o todo lo que se me enciende con un simple roce. Nosotros no decidimos con quién queremos sentir, y a mí me ha tocado sentir con este hombre, por lo que la cuestión no es encontrar uno mejor, sino encontrar a alguno que te haga sentir lo mismo o más.

Como tampoco me apetece debatir con ella todo esto, le saco una revista del cajón y le suelto el primer titular que veo en la portada para que pueda empezar con su presentación de la noticia. Sería una muy buena colaboradora de todos esos programas, pues te cuenta los culebrones con el mayor de los entusiasmos. No os confundáis, mi abuela no tiene un pelo de tonta, de hecho, podría enseñarme mucho de lo que ella sabe, y ahora mismo ha entendido a la perfección que no debía seguir profundizando en un tema que ha comprobado que me duele. Y yo se lo agradezco porque sé que, cuando esté preparada para hablar de ello, podré recurrir a ella y sus consejos serán los más sabios que pueda obtener.

Entre tanta puesta al día se me ha hecho tarde. Tampoco debo exagerar puesto que vine aquí para esta misión, poder estar cerca de ella y si todos mis días fueran como este, no tendría ninguna queja. Pero he quedado con Vanesa en media hora y quería pasar a ponerme un poco más decente. No es que haga falta, aquí las pintas son la última preocupación de cualquiera, pero lo debo llevar en la sangre, por mi profesión, y la moda es algo que me pierde, así que todos los modelitos que he ido adquiriendo estos años debo amortizarlos en todas las ocasiones posibles.

—Pensaba que ya te habrías rajado y vuelto a las Américas —me saluda mi fiel compañera con una copa esperándome.

—Con el entusiasmo que muestras por tenerme por aquí, poco voy a tardar —le respondo mientras cojo asiento.

Brindamos con las copas y sin darme cuenta me la he bebido toda de un trago. Un cosmopolitan en su punto y realmente delicioso. Ahora mismo creo que le han dado un toque especial, pero no sabría decir qué lleva exactamente. Estamos en el bar del nuevo hotel, digo nuevo porque está completamente reformado y no tiene ni una sola similitud con la especie de hostal que teníamos antes.

Me gustaría saber a qué se debe todo este cambio. No somos un pueblo muy turístico, no por la falta de actividades por aquí, sino que siempre nos ha gustado conservar el espíritu que nos brinda el ser pocos y los pasajeros no suelen pasar más de un fin de semana por la zona. Además, no vivimos muy alejados de la ciudad por lo que cualquiera puede venir a disfrutar de la playa cuando le plazca. De ahí que a la empresa de la familia de Álvaro, con la escuela de surf, le vaya tan bien. Surf, esa es una de las cosas que más he echado de menos, aunque me haya escapado en alguna ocasión a las playas californianas, este lugar es mucho más especial.

Vanesa me cuenta un poco las novedades, tampoco es que haya muchas, porque a pesar de que se le había olvidado, digámoslo así, contarme el bombazo, del resto me ha ido manteniendo al día. Además de que nos vimos hace un par de meses. Por el coqueteo que se trae con el barman podría afirmar que este es ese tal Fede, del que he oído hablar mucho últimamente, pero ni he visto ni he tenido el placer de conocer aún. Sus ojos la delatan demasiado, pero soy egoísta, y hoy estamos aquí para ahogar mis penas. Para restregarme su felicidad, ya tendremos muchos días.

Con el cuarto cosmopolitan en la mano ya he perdido la cuenta de las veces que me he lamentado por no intentar que las cosas funcionaran bien con Álvaro. De no haber puesto más empeño. No sé si fue mi orgullo, o que esperaba que fuese él quien reaccionara, quien viniese a buscarme o quien intentara que yo no lo olvidase; pero estoy convencida de que podría haber hecho las cosas de otra manera si realmente quería que fuese el hombre de mi vida. ¿Y si tenía la historia idealizada pero realmente no era él? No, esto no es posible. Álvaro es el amor de mi vida, porque lo supe entonces y porque lo sé ahora.

Vanesa ha intentado prestarme toda su atención a pesar de que la vista se le escapara a la barra. Puede entender que esté hundida, y más cuando sabe lo mucho que significa Álvaro para mí, nuestra historia y lo que tenía pensado para un futuro con él. Me conoce y sabe que es mejor que hable yo y me deja expresar todo lo que me atormenta. Para aconsejarme o echarme la bronca, que seguro que encuentra razones para esto último, tendrá tiempo y lo hará cuando vea que sea el momento correcto.

Soy una mujer fuerte y ya he confesado que solo me permitiré llorar esta noche, por lo que cuando me termino la copa, lo hago. Necesito hacerlo. Tampoco estoy armando un drama ni estoy dando un espectáculo, somos las dos únicas en la sala. Bueno, y el camarero, que espero que Vanesa le haya hablado tan bien de mí que este episodio pase totalmente desapercibido en la imagen que pueda tener de mi persona. Pido otra ronda. El alcohol es el único que consigue que, al menos, pueda desplumarme. Ya lo sé, tengo muy bien aprendido que el alcohol no quita los problemas, y conozco mi capacidad de aguante, pero al menos me ayuda a desahogarme y eso es lo que necesito ahora. Lástima que no todo el mundo quiera contribuir a ello.

—Creo que ya han bebido suficiente —suelta una voz a nuestra espalda.

Debo tener una cara horrible. Pienso en mi supermaquillaje waterproof, que espero que haya hecho su trabajo mejor de lo que imagino, puesto que lo que tengo delante me deja sin palabras. Un hombre que debe rondar los treinta, de un metro noventa aproximadamente, castaño, con la barba arreglada pero un poco más larga que de tres días y unos ojos azul gris que me acaban de hacer contener todas mis lágrimas. Va vestido con un traje gris oscuro y una camisa blanca con sus dos primeros botones desabrochados. Un claro ejemplo de la clase de hombres que he frecuentado últimamente. Todos ellos con un físico y un aspecto espectacular, pero que, a la hora de profundizar, no me aportan los sentimientos necesarios. Un muy buen empotrador, de eso puedo estar segura, y que me pondría a mil en otras circunstancias. Lástima que también sea de esos que abre la boca para pifiarla. Perdonad que haga tanta introducción, pero si Vanesa hubiese reaccionado, hubiera sabido que es de la zona; si no fuera con traje, hubiera sabido que sabe dónde está, y, si no hubiese interrumpido, hubiera sabido que sabe con quién está hablando.

—Me parece que eso no es decisión tuya —interviene Vanesa viendo que yo me he quedado sin reaccionar.

—Lo sea o no, se acabaron las copas —dice muy seguro de sí mismo.

—¿Acaso no sabes quién soy? —A mí nadie en este jodido pueblo me dice lo que puedo o no hacer.

—¿Debería? —Esta chulería me mata. Y sí, claro que debería, si ha abierto una puta revista en seis años ha tenido que ver mi cara en algún lado.

—Espero que su estancia sea confortable, porque mañana se las va a tener que ver con el alcalde —le amenaza Vanesa cogiéndome del brazo para que salgamos de allí.

A ver, no es que en nuestro estado seamos las mejores haciendo amenazas, pero nadie se mete con la pequeña de los Samperio, o sea, yo. Mi padre lleva como unos veinte años en la alcaldía y aquí todo el mundo le tiene un respeto tremendo, por lo que nunca nos han tratado mal ni nos han prohibido nada, a lo que ni mi queridísimo hermano ni yo nos vamos a oponer. Eso sí, este hombre ha tentado demasiado la suerte porque me ha pillado en el peor de mis días y esto no va a quedar así. Claro que, Vanesa exagera y ya no tengo diez años como para chivarme a mi padre y que venga él a arreglar mis problemas, pero una sabe aprovechar las cartas cuando las tiene, y este turista ha dado con el hueso equivocado. Si venía para disfrutar de una estancia tranquila en la costa, aunque viendo su indumentaria lo dudo, se le acaban de torcer las vacaciones.

—Puedes volver dentro y esperar a que Fede termine su turno —le digo a Vanesa como intento de despedida.

—¿Cómo?

—Vanesa, te conozco casi más que a mí misma, y más cuando disimular no es lo tuyo…

—Quería presentártelo, de verdad, pero…

—Pero hoy nos prometimos que seríamos la una para la otra y necesitaba poder desahogarme de lo que me ha pasado, y tú eres la mejor amiga del mundo. No, espera, esa soy yo, por eso, mueve tu culito y disfruta de tu noche, mañana bajaré a hacer surf un rato, por la noche podemos cenar en el porche de casa; tráelo y así le hago un tercer grado.

Acto seguido me abraza y me da un besazo en la mejilla. Esas somos nosotras y nos entendemos demasiado bien, sabemos qué queremos en cada momento. A mí el impresentable ese me ha quitado todo el buen rollo que tenía. Vale, no, buen rollo precisamente no traía, pero me ha serenado de golpe y ahora solo me apetece meterme en la cama y dormirme. Ahora mismo tengo dos frentes abiertos en mi supervuelta a mis orígenes. Uno, olvidarme de Álvaro y aceptar que no soy la princesa que siempre pensé. Dos, vengarme de que alguien en este pueblo se haya atrevido a prohibirme algo. Quizás lo segundo me ayude con lo primero. De momento lo que sí que va a ayudarme es descansar y salir a coger olas a primera hora.

Capítulo 3

Probablemente sea un poco masoquista por mi parte meterme en la playa. Confío en que a estas horas, que la escuela sigue cerrada, no habrá moros en la costa. Además, surfear siempre ha sido mi pasatiempo favorito. Me ayuda en muchos sentidos y ahora, que es cuando más lo necesito, no puedo quedarme sin él. Entiendo que en este trozo de la playa manden los Velasco, pero yo también tengo derecho a disfrutarla.

Por una vez la suerte está de mi lado y puedo pasar mi momento tranquila. No me he dado cuenta y me he sumergido durante dos horas. Qué ganas tenía de volver a sentirlo tanto. Esto es lo que realmente necesitaba. Y no sabéis lo bien que te deja hacer lo que más te gusta en este mundo. El posado para una foto, el desfilar en una pasarela o el que te hagan sentir especial con cualquier trapo está muy bien, pero las sensaciones que te provoca tu hobby más preciado son otro nivel.

Y lo mejor de todo es que me ha servido para desconectar. Para no pensar en todo lo que ha pasado en dos días. En ningún momento he pensado en Álvaro y en que ya no vamos a tener nuestro final feliz. Eso es lo mejor de todo. Que sea capaz de evadirte del mundo y solo tengas que dedicarte a disfrutar. Aparte, claro, de que me deje renovada y con un humor increíble para empezar el día con buen pie.

He podido sentir el viento, el aire, la paz y la tranquilidad. He podido incluso cerrar los ojos controlando las olas, sumergirme en el aire y sentirme libre. No es que no lo sea, pero la sensación dentro del mar es diferente. No negaré que he podido centrarme un poco en mí misma, en mis últimos años, en las cosas que podría haber hecho y por qué el destino me ha traído hasta aquí. ¿Por qué no me ha ayudado a que tomara decisiones distintas en mi vida? No me arrepiento del camino que elegí, solo pienso que hay cosas que se podrían haber modificado. En fin, que agradezco este momento con mi yo interior; si debo enfrentarme a todo y cambiar el rumbo que tenía pensado para mí, este es, sin duda, un buen inicio.

Cuando me retiro puedo ver como Teresa está abriendo el portal de la escuela. No me sorprende que sea ella quien lo haga. Los Velasco no aparecen mucho por aquí, quizás el pequeño lo haga más a menudo, pero el resto nunca ha sido muy afín al surf. Álvaro lo hacía porque a mí me entusiasma y disfrutaba solo con verme feliz, aunque tengo que admitir que nunca lo vi realmente apasionado por montarse encima de una tabla. Me gustaría saber si ahora lo comparte con Teresa por el mismo motivo, o simplemente es un recuerdo que guardaremos de los dos. Pensando esto me doy cuenta de las tantísimas dudas que tengo y de que no sé si llegaré a plantearlas todas en voz alta. No quiero comparar. No quiero hacerme daño. Y sin embargo es inevitable comerme la cabeza. Me imagino que es normal, ha sido mi única relación, es mi gran amor, sí, en presente y duele solo de pensar que no va a ser para siempre. Necesito entender por qué, necesito saber qué le aporta ella, necesito saber qué comparten, necesito saber cómo se siente con ella, necesito saber si disfruta más… Necesito saber infinidad de cosas. Probablemente parezca una psicópata, aunque tampoco sé si es normal que me haga tantas preguntas.

¿Realmente duele tanto? Tendría que ser sencillo, la respuesta a todas estas dudas tendría que conocerla a la perfección, puesto que si no fueran positivas no hubiese dado un paso tan importante con ella. Así que debo empezar a hacerme a la idea de que realmente es mejor que yo, que se lo merece más, y consolarme con que tal vez algún día yo también dé ese paso, yo también logre superarlo a pesar de que ahora mismo sea la última de mis opciones.

Vuelvo a pasar el día con mi abuela, esto va a ser mi mejor terapia. Algo mutuo, que nos va a servir a las dos. Yo le hago compañía y ella me entretiene con cualquier historia sobre los famosos del momento. Estar en su casa es como estar en un universo paralelo y me mantiene alejada de todo lo que hay tras esa puerta. De todas maneras, hoy me marcho antes porque necesito preparar la cena antes de que lleguen mis invitados. Cuando llego a casa me doy cuenta de que mi móvil lleva todo el día enchufado al cargador. Suerte que estoy de vacaciones y me he prometido desconectar en todos los sentidos, que esto me llega a pasar en mi día a día, en la Gran Manzana, y ya sería mujer muerta.

Lo cojo más por inercia que por otra cosa y, entre todos los mensajes, no puedo creerme que tenga tres de Álvaro y un par de llamadas. Dijo que necesitaba tiempo, dijo hasta la semana que viene. ¡Pues joder, cúmplelo! La que no cumple soy yo, porque no puedo evitar echarle un vistazo al móvil antes de volver a depositarlo en el mismo sitio donde estaba y seguir con mi ritual de desconexión.

Álvaro: Me alegra saber que sigues usando nuestra tabla, ha sido increíble verte en el agua esta mañana.

Álvaro: Sé que te pedí tiempo, pero necesito verte para entenderlo todo.

Álvaro: ¿Cuánto tiempo vas a estar aquí?

¿Desde dónde me ha visto? ¿Qué necesita entender? Esto no es sano. No puede generarme más preguntas de las que ya tengo cada vez que decida aparecer. No, simplemente no puede hacerme esto. Es él quien ha decidido rehacer su vida. Es él quien ha cerrado completamente nuestra oportunidad. Y es él quien debería darme este espacio para procesarlo todo, hacerme a la idea y encajar mi derrota. Porque sí, aunque no lo sea, lo considero como tal, como una derrota. ¿Sabrá Teresa que estoy aquí? ¿Sabrá ella que nos vimos el otro día? ¿Sabrá que me espiaba esta mañana? No quiero pensar mal, pero quizás lo sabe todo y se contenta con ello. Sí, lo sé, en mi ser más interno quiero pensar que me sigue queriendo a mí y que ella es su consolación. Y siendo realista, tampoco sería la primera vez que una mujer enamorada asume que su marido está colgado de otra, pero se conforma con tenerlo en cierto modo. Lo sé, no debería ser tan cruel, lo único es que duele menos pensar así que creerme que realmente ha conseguido olvidarse de mí, de nosotros, de lo nuestro.

Prefiero no responder. Si quiere tener información lo tiene tan fácil como que su padre le sonsaque al mío en el café que comparten cada mañana, así que, si quiere saber de mí, lo va a tener que hacer por mensajeros. Mi agente sabe que solo responderé correos, así que no voy a volver a coger el móvil en todo el mes, o mejor dicho, lo imprescindible, que hoy en día no sabemos vivir sin él. Espero que mis fieles seguidores lo entiendan. Ya informé en mi última publicación que me iba a desconectar unos días, y como no quiero revelar mi destino, no hace falta que suba información.

—Espero que la cena sirva para ese cosmopolitan que me perdí ayer, o para la receta… —No hacen falta presentaciones formales, si está con Vanesa, sabe perfectamente cómo soy.

—La receta es hacerlo con cariño, pero no puedo revelarte mi secreto; así la conquisté —me responde el invitado—, pero prometo servirte dicha copa esta noche.

—No te lo creas, no me conquistó con un cosmopolitan —ya, probablemente fueron un par y una gran noche de sexo—, y hoy solo un par; mañana tengo que bajar a la ciudad con Natalia a primera hora.

—Me conformaré con ello.

De todas maneras, no me queda otra. Todavía no estoy preparada para enfrentarme a los demás. Y por lo visto, nadie de los del pueblo frecuenta el bar del hotel entre semana, todos siguen siendo fieles al pub, lo que me permite pasar desapercibida. Tampoco es que quedemos muchos de mi quinta, no todos tienen negocios familiares a los que agarrarse y prefieren hacer su vida en otras circunstancias. Lo que me sorprende es que Fede cuente que el hotel inauguró hace seis meses y que no han tenido ni un fin de semana con habitaciones libres. Durante la semana suele ser más tranquilo. Aunque algún huésped se instala, pero el bar queda desierto. Me gustará asistir a alguna fiesta el fin de semana, quizás también me venga bien rodearme de gente diferente a la que pretendía encontrarme aquí. Que esté lleno es bueno para el pueblo, y todo lo que sea bueno para él, es bueno para mi familia, así que bienvenido sea. Me alegra también saber que el surf es cada vez más conocido y que haya más gente a quienes les guste coger olas.

Vanesa y Fede se conocieron en la inauguración del hotel. Ya me extrañaría a mí que Vanesa se hubiese perdido un acontecimiento como ese. Y la chispa saltó desde el inicio. Fede vino aquí buscando un cambio, necesitaba dejar pasar ciertos asuntos y buscar algo más tranquilo, alejado de lo que era su mundo. No he querido indagar mucho porque creo que no me corresponde entrometerme en esta historia. Pienso que, incluso, quizás es una manera de decirme que, cuando me vuelva al continente americano, será como mi vía de escape. Si a él le ha servido para tirar hacia delante, a mí puede pasarme lo mismo ahora que sé lo que me depara mi futuro aquí.

—Debo decir que en Bolonia todo el mundo te conoce. Tentado estuve de hacerte una foto ayer y enviarla a mi grupo de amigos, ahí tienes más de un admirador —ha querido bromear.

—Pues vámonos de viaje a Italia cuanto antes. —Solo quiero comprobar si la teoría de que un clavo saca otro clavo es cierta.

No malinterpretéis, he estado con otros chicos, aunque han sido más bien relaciones esporádicas. Yo tenía mi corazón entregado completamente a una persona, y, cuando estás cegada por eso, ya pueden aparecer mil y uno por delante que no lo van a conseguir. Ahora prefiero pensar que voy a abrir la mente y dar la oportunidad de conocer a alguno más detenidamente. Quizás me sorprenda y puedan aportarme algo que no haya encontrado todavía. Mejor ser una ilusa que una deprimida, creedme.

Vanesa se apunta rápido a un viaje y, por lo visto, no es la primera vez que hacen una escapada a ese país. De todos modos, yo me subo muy deprisa al carro, pero temas de viajes los voy a tener que gestionar con mi agenda. No estaría bien que el poco tiempo que vengo de visita aproveche para escaparme un par de días. Tendrá que ser más adelante y cuando tenga todas las campañas programadas. Espero que para entonces la herida se haya curado, aunque que sea un poco, sin mencionar que Italia es un país que frecuentamos bastante para pasarelas, así que será más sencillo hacerlo más adelante.

—Enséñale lo que puede encontrarse por ahí — le anima Vanesa.

Fede saca su móvil y, entrando en Instagram, me hace un breve resumen de su grupo de amigos. Tengo que admitir que los italianos tienen un deje especial que a mí me pierde. Sí, puedo decir que he disfrutado de unos cuantos; pasarlo bien no tiene nada de malo. No soy hipócrita y no tenía nada que me atara, mi corazón estaba ocupado, pero necesitaba aliviar tensiones. Sus amigos están de muy buen ver y estoy segura de que me alegrarían más de una noche, sin embargo, ahora mi cabeza está tan centrada en otro tema que es incapaz de ver más allá.

Por suerte, entre los dos han conseguido distraerme y, lo más importante, hacerme sonreír. Me encantaba cuando llegaba del colegio toda enfurecida porque alguien me llevaba la contraria o me había peleado por cualquier tontería y mi abuela parecía para decirme la gran frase: «Que nadie te quite la sonrisa, pequeñaja». Sería un buen momento para revivir esas escenas y creérmelas. No puedo dejar que un simple pueblerino, como él dice, me robe la sonrisa, la alegría y mi felicidad. Y si algo me ayuda a eso es una buena copa, con buena música de fondo y buena compañía, así que poco tardamos en dirigirnos al bar.

Acabando la primera copa, voy a tener que utilizar todas mis armas para que me diga qué lleva exactamente esta bebida. Está realmente deliciosa y yo necesito saber preparármela para mis momentos en Nueva York. Habrá que trazar un plan para conseguirla, aunque tampoco debería abusar, que justamente son las clásicas que parece que no llevan alcohol y te dejan tumbada sin darte cuenta. Cuando voy a pedir mi segunda, no puedo creer que la mala suerte siga de mi lado.

—¿Otra vez por aquí? Fede, no más copas a las señoritas. —¿Y este quién coño se ha creído que es?

—Ayer te lo pasé por alto porque no estaba de humor, hoy tampoco, pero tengo intención de pasarme mucho por aquí y lo que menos me apetece es que un impresentable como tú venga a decirme qué puedo o no hacer. ¿Es que no te has enterado? Soy la hija del alcalde, y aquí nadie cuestiona mis acciones ni me prohíbe las cosas. —No suelo utilizar eso en mi defensa, pero si necesito hacerlo por un cosmopolitan, lo haré, y más con un prepotente como este—. Aquí las órdenes las doy yo, no tú.

—Siento decirte, señorita, que el hotel es mío, por lo que las órdenes, en este bar, las doy yo. Estaré encantado de reunirme con el alcalde y comentarle la adicción de su preciosa hija. —En serio, ¿de qué coño va?

—Vete un poco a la mierda —le suelto mientras le estampo en la cara lo que quedaba de la copa de Vanesa y me largo.