Solsticio de infarto - Jorge F. Hernandez - E-Book

Solsticio de infarto E-Book

Jorge F. Hernández

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Jorge F. Hernández publicó durante casi quince años la columna semanal "Agua de azar" en el periódico Milenio. Esta antología reúne breves crónicas, ensayos de ensayo, algún cuento en potencia, gracias a la poesía y la deuda de gratitud que guardan su autor con escritores, editores y los más raros interlocutores posibles: el azar como ánimo de cada madrugada, la meditación, y exaltación... humor y melancolía; Paseos por el paisaje solar de las admiraciones, los estantes metafísicos de las bibliotecas, los espléndidos palacios de la amistad. Aquí confluyen la aldea global y sus contradicciones; la historia de un espía anacrónico varado en la modernidad, la razón y el sinrazón del calendario; la muerte de Eliseo Alberto, novelista adorable que creía y contagiaba la amistad a primera vista. Solsticio de infarto y otros instantes de eternidad pasajeros donde el autor de la testimonio de la lucha contra la muerte por la cornada directa al corazón que le propinó a infarto en 2011. De vuelta al ruedo, el autor no deja de poner en tinta los párrafos semanales que se asombran o asustan entre las maravillas y misterios del mundo. Estas páginas son testimonio de vitalidad y sensibilidad de quien intenta lidiar con la vida como una oportunidad renovada para respirar, reflexionar, recordar y, antes del amanecer, compartirla en prosa pura con sus desconocidos y entrañables lectores. El libro incluye una travesura de Alejandro Magallanes: una muestra de los dibujos donde Jorge F. Hernández puebla cientos de libretas con idas, ocurrencias, humor y saudade como abono de literatura.

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JORGE F.HERNÁNDEZ

SOLSTICIO DE INFARTO

PRÓLOGO DE JUAN VILLORO

CRÓNICA

DERECHOSRESERVADOS© 2015 Jorge F. Hernández© 2015 Del prólogo: Juan Villoro© 2021 Almadía Ediciones S.A.P.I. de C.V.

Avenida Patriotismo 165,Colonia Escandón II Sección,Alcaldía Miguel Hidalgo,México, D. F.,C.P. 11800RFC:AED140909BPA

www.almadia.com.mxwww.facebook.com/editorialalmadia@Almadia_Edit

Edición digital: 2021ISBN: 978-607-8764-32-7

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento.

JORGE F.HERNÁNDEZSOLSTICIO DE INFARTOPRÓLOGO DE JUAN VILLORO

Almadía

PRÓLOGO

VUELTAALRUEDO

Hay quienes lastiman su corazón de tanto usarlo. Es el caso del escritor Jorge F. Hernández, que está en el hospital después de sufrir un infarto.1Sus síntomas fueron diagnosticados por López Velarde: “Mi corazón, leal, se amerita en la sombra”.

En la estruendosa república de las letras, Hernández actúa con inaudita generosidad. Su libroSignos de admiraciónreúne los asombros que le suscitan sus colegas: “Hay una suerte de magia en la capacidad y propensión de admirar al prójimo y a sus obras”. Con acierto, señala que el español es un idioma admirativo. En inglés, la puntuación del énfasis es el “signo de exclamación”. Señala la importancia de lo dicho, sube el volumen de la lengua. En cambio, el español asocia el énfasis con la celebración; además, el signo se abre al inicio de la frase, lo cual predispone al entusiasmo. Nada más lógico que estas reflexiones provengan de alguien que ha perfeccionado el esquivo arte de apreciar a los otros.

Tuve la suerte de trabajar con él durante el Mundial de Sudáfrica en el equipo formado por Mauricio Mejía paraLudens, en Canal 22. Hernández confirmó en el programa que el humor es atributo de la inteligencia. Sus comentarios con tecnología “de punta” (se refería al crayón con que dibujaba en un pizarrón) cautivaron a uno de los mejores exponentes del género, Andrés Bustamante. Después de ver una escena en la que Jorge explicaba las formas de atrapar un balón Jabulani, el Güiri-Güiri aceptó colaborar enLudens.

Formado como historiador, autor de la novelaLa emperatriz de Lavapiés, columnista del periódicoMilenio, Hernández también es un torero que no recibió la alternativa. Como Ignacio Solares, Alí Chumacero, Francisco Prieto y otros escritores taurófilos, entiende la fiesta brava como una enciclopedia en movimiento. Buena parte de sus anécdotas y referencias se desprenden de la “música callada del toreo”, como la llamaba José Bergamín.

Para los que no sabemos lo suficiente de esos lances, resulta extraño que algo tan subjetivo e inconstante como la lidia de reses sea adjetivado de manera tan precisa. Pocas actividades han creado tanto vocabulario. En ese orden suspendido, la hora de la verdad es un ajuste de cuentas con la muerte y la decepción, el momento en que el toro sale del ruedo con las orejas puestas. En su calidad de primer espada literario, Hernández aplica referencias taurinas a la vida diaria y genera escenas dignas de ser narradas por Joaquín Vidal.

Voy a contar dos momentos de la peculiar vida taurinade Jorge F. Hernández, seguramente alterados por mi admirada memoria.

Discípulo de Luis González y González, el más narrativo de los historiadores mexicanos, Hernández hizo la microhistoria del convento de Atotonilco y decidió cursar un posgrado en Europa. Después de una salida en falso (me parece que en París), recaló en la Universidad Complutense de Madrid, con poco tiempo para hacer los trámites de ingreso y conseguir las cartas de recomendación que le solicitaban. Esto ocurrió en tiempos previos a internet yDHL. Con la inventiva que da la desesperación, Jorge pidió referencias a sus amigos de Madrid. Todos eran toreros, de modo que le escribieron elogios de este tipo: “El chaval es válido y tira pa’lante”. No se trataba de un apoyo muy académico, ¿pero acaso no vale la palabra de quien se juega la vida?

Hernández presentó los documentos con el ánimo inseguro de quien se despide sin haber llegado. A los pocos días una autoridad universitaria quiso hablar con él. Imaginó una reprimenda por presentar documentos de matadores, banderilleros y otros valientes sin más currículum que sus heridas. Ocurrió lo contrario: el académico quería conocer a una caterva tan notable.

Jorge entró a la universidad con el aire de quien parte plaza. Su salida no fue menos singular. Mientras conocía Madrid con la minucia que le iba a permitir escribirLa emperatriz de Lavapiés, cursaba un posgrado paralelo en el oficio de tener amigos. Sus imitaciones de Carlos Lico y Octavio Paz, su inagotable repertorio de chistes y, sobretodo, su permanente atención a las necesidades de los otros lo convirtieron en una figura fácilmente legendaria.

Una vez más sus relaciones orbitaron el toreo. Poco antes de su regreso, un amigo lo llevó a despedirse de la ciudad. Supongo que fueron a un parque donde las rosas desvelaban a Quevedo y al rincón donde Manolete sintió el pulso de su propia sangre. La ruta desembocó –no podía ser de otro modo– en la Plaza de Las Ventas, cuando ya había oscurecido. Jorge se despidió de ese coliseo del embrujo. Entonces se abrió una puerta. “Te están esperando”, dijo el amigo.

Entraron por un túnel. Las luces del ruedo se encendieron. “Mereces dar una vuelta”, explicó el amigo que había inventado ese momento. Hernández recorrió la arena como un torero en su día grande.

El sortilegio de la amistad había cuajado esa faena. Sólo en un sentido literal las gradas estaban vacías. En la veracidad del sentimiento, los tendidos se llenaban para ovacionar de pie a Jorge F. Hernández, como yo hago ahora.

JUANVILLOROJunio, 2011

El hermoso texto que acaba de servir como prólogo a este libro es invaluable no sólo por el admirable escritor que lo firma y entrañable amigo que me lo regala, sino porque se trata de un obituario inconcluso, una rara oportunidad que se me concedió para saber qué diría de mí uno de los mejores escritores de México si me hubiera tocado irme de este mundo hace cuatro años y también la rara oportunidad para compartirlo aquí como constancia de que no me voy aún. No me quiero ir.

La columna “Agua de azar” aparecía en el periódicoMileniodesde el 29 de junio del año 2000 y sólo faltó en cuatro jueves por razones de verdaderas causas mayores. Editorial Trilce me honró con publicar una antología de los primeros diez años de dicha columna, compilada y prologada por Antonio Muñoz Molina y así, el presente volumen criba las aguas publicadas a partir del primero de julio de 2010 hasta la que publiqué el 20 de septiembre de 2012, al filo de cumplir cincuenta años de edad.

Página tras página se confirma que con los años me heconvertido en mejor lector de novelas, cuentos, ensayos, crónicas, poemas e incluso de la realidad circundante de lo que creía antes de empezar a escribir una columna semanal en periódicos. Párrafo a párrafo mis hijos se van volviendo hombres y yo sigo aquí con el recrecido afán y la inmarcesible gratitud de palpitar un renovado corazón… lleno de vida.

JFH20 de enero, 2015,Día de San Sebastián.

Nota

1Texto publicado por Juan Villoro en su columna del periódicoReformael día 17 de junio de 2011.

SOLSTICIO DE INFARTO

ROMPECABEZAS

Podría escribir los versos más tristes esta noche que parece día o inventarme un cuento de verano que me ayude a evadir el enrevesado paisaje de noticias que invaden pantallas y sobremesas, periódicos y conversaciones. Podría mofarme del abanderado uruguayo que no marcó un gol legítimo del equipo de Inglaterra y rematar con un sentida burla al abanderado italiano que simplemente no vio el fuera de juego con el que un jugador argentino anotaba contra el equipo de México y luego, reírme de su cara de estupefacción estúpida en cuanto reconoce su error sin poder enmendarlo y luego, mofarme de la desastrosa desconcentración que ese error provocó en el equipo de futbol mexicano, millones de televidentes y una panda de dementes –hijos de funcionarios públicos y el hermano del actual secretario de gobernación– en etílico desmadre justo en medio de un palco de lujo en el mismísimo estadio…

Podría intentar opinar sobre el doloroso desgarro de aguas negras que, poco a poco, van inundando el Golfo de México y describir las imágenes como arañazos de unagarra ocre sobre el azul dolido de las aguas, perlas negras de chapopote y engrudo petrolero en las playas, las aves recubiertas de una tela infernal que corta, poco a poco, su vuelo y su respiración. Podría mofarme del cinismo imbécil del mero-mero de la British Petroleum, evadiendo su responsabilidad y culpa sobre la cubierta de un yate de lujo… Podría incluso volver al tema del futbol y ponderar la necia creencia de jugadores y árbitros de pasar inadvertidos cuando ya todo el mundo sabe que hay ochenta cámaras de alta definición que registran perfectamente cada uno de sus movimientos, incluidos sus insultos y escupitajos.

Podría intentar un comentario sobre el creciente clima de inseguridad y la perfección siniestra con la que actúa impunemente el crimen organizado en México y lamentar de veras el asesinato del candidato delPRIa la gubernatura del estado de Tamaulipas e intentar conocer su biografía, ahora truncada arteramente, y saber por qué le decían “el médico de los pobres” o enredarme en los pormenores forenses del operativo en el que lo mataron.

Quizá podría intentar hablar de la negra noche de las economías que se desploman, la desvergüenza con la que cobran sus abonos los favorecidos de siempre, el descaro con que se polarizan todas las diferencias y desigualdades o bien podría fingir que vivo encapsulado, como un seminoma inofensivo, y redactar largos párrafos sobre la música de Bach y sus hijos, los óleos que se roban de los museos y que reaparecen para intriga de los expertos que han de verificar su autenticidad o leer un largo recorrido narrativo sobre los paisajes de países que jamás he de conocer enpersona, recalar en la diferencia de los climas, perderme en documentales sobre el ecumenismo culinario del mundo, la paridad de los sabores, la geometría de los cocineros, el atrevimiento de quienes practican deportes extremos, el silencio de los inocentes, las lágrimas de los desposeídos, la mirada absorta de millones de analfabetas, el atardecer que no vimos… el terremoto de esta madrugada.

Podría hacer el elogio de un perro que parece que está a punto de hablarme en medio de la noche o las aventuras de un gato negro que ha caído en la costumbre de visitar mi casa, como si no lo viera… Podría incluso esbozar una novela a partir del recién develado secreto de que siguen habiendo espías rusos en los Estados Unidos y el mundo, e intentar hilar la trama sobre la curiosa historia de un espía de la ahora extinta Alemania Democrática, entrenado como metrosexual para prepararlo precisamente para el ligue de secretarias y esposas de funcionarios importantes norteamericanos. De hacer la novela, escribiría que se llamó Rudi y que sus instrucciones consistían en la simple pero heroica tarea de ligarse a una secretaria o esposa infiel de algún potentado y viajar cada dos meses a la ciudad de Nueva York, esperar pacientemente en la estación de trenes, en algún punto dellobbyque precede a los andenes, para decir la clave secreta en cuanto lo abordara un colega anónimo (de gabardina beige, sombrero de alas cortas y lentes negros)… y digo que la historia es verídica: el mentado Rudi jamás fue abordado por nadie, y aunque mes con mes aparecía en su cuenta bancaria el jugoso depósito que le confirmaba la continuidad de su heroico lance, así se sostuvo más deveinte años en algún lugar de la Costa Este de los Estados Unidos, ¡sin que jamás lo contactaran sus superiores de la Stasi! Un buen día el Rudi ve por la televisión la caída del Muro de Berlín y ya no sabe ni a quién acudir… hasta que decidió entregarse a las autoridades norteamericanas, sin importarle que con ello destrozaba el ya fincado amor de dos décadas con una antigua secretaria con la que tuvo tres hijos, sin importarle que desvelaba a los ojos del mundo el profundo sinsentido de una vida supuestamente serena y sedentaria como profesor universitario que podaba el pasto de su casita y asistía al cine los fines de semana y hacía de anfitrión en cenas y comidas caseras… para cada dos meses deambular como un Robinson Crusoe perdido en Grand Central Station viendo pasar la vida en las conversaciones de los demás y todas las tragedias del mundo en las páginas de los periódicos con los que mataba el tiempo de su espera e imaginando todas las vidas posibles que podría vivir él mismo en cuanto el mando superior de su oficina de inteligencia le dictara una orden que podría decir: “Misión cumplida. Buen trabajo. Preséntese a la brevedad en el aeropuerto John F. Kennedy, mostrador de aerolínea mexicana. Espere contacto de costumbre que habrá de entregarle papeles de nueva identidad. Este mensaje se autodestruirá en cinco segundos. Suerte yauf wiedersehen!”

Supongo entonces que la misión fue precisamente enviarme a vivir esta madrugada como rompecabezas y, en medio de un terremoto, imaginar que se me encomendó ver pasar la vida en noticias tristes y guerras cíclicas, medir el tiempo en bloques que cada cuatro años marcan elalbur de un campeonato de futbol, atestiguar las desgracias ecológicas de lejos… e intentar escribir una columna semanal en espera de que llegue mi contacto (gabardina beige, sombrero de alas cortas y gafas negras) con la cinta auto-combustible donde habrán de indicarme mi nueva vida.

GALLOMUDO

Tiene razón Antonio Muñoz Molina cuando afirma que: “El escritor, en una democracia, es un ciudadano idéntico a otros, y en virtud de esa ciudadanía participa a veces en debates o en la defensa de causas a las que puede servir con su activismo personal o con la herramienta que mejor conoce, el idioma”. Lo escribió con motivo de que la muerte de Saramago o Monsiváis, dolores íntimos y lutos privados, se convirtieron –como suele suceder– en “duelo público exagerado por la intromisión de cargos políticos que se apresuran a hacer acto de presencia con sus coches oficiales y sus aparatosos protocolos” y habría que agregar el penoso desfile mexica, variopinto, donde hipócritas o envidiosos por igual destilaban dizque elogios a Monsi disfrazados deyoísmo:yolo conocí desde niño,yole enseñé a ver pinturas,yole aconsejé quién sabe qué,yolo leo todos los días… Pocos se concentraron en aludir a sus párrafos, aforismos, axiomas o títulos y muchos prefirieron hablar a media voz (engolada, por supuesto) con la mirada al vacío y mucha mentira en la saliva. El propio Muñoz Molina subrayaque: “Viendo su ataúd cubierto con la pertinente bandera sobre un gran catafalco y custodiado por uniformes me acordé del hombre sigiloso e irónico al que sólo conocí brevemente y me pareció que tanta pompa lo habría incomodado, le habría inspirado con seguridad algún brote de ese humorismo negro que él admiraba tanto en el cine de Buñuel”. Quizá por eso no hablan los gatos y sólo ellos, en su felina habilidad, pueden ahora leer la crónica hilarante donde el propio Monsi se mofa de sus funerales y subraya lo que es de veras: “La literatura pertenece al reino de lo más privado, y las multitudes siempre son invisibles en ella, porque las componen lectores que raramente se encontrarían entre sí, aislados en el espacio y a lo largo del tiempo”.

Dicho lo anterior, hoy lloro la muerte de Armando Jiménez, cronista extraoficial de la Ciudad de México, biógrafo de tugurios, antros, burdeles y todos los lugares de rompe y rasga. Habiendo nacido en 1917 en Piedras Negras, Coahuila, Jiménez se fue hace unos días con un palmarés envidiable: somos miles de lectores quienes le quedamos en deuda por su incansable labor de gambusino del albur y del doble sentido, todos los giros posibles que tienen las pala-bras, y somos miles de lectores quienes celebramos hoy en silencio que su magna obraPicardía mexicana, sea una de las más leídas de la lengua castellana, con más de ciento cuarenta y tres ediciones y más de cuatro millones de ejemplares vendidos, prologada por tres premios Nobel: Octavio Paz, Camilo José Cela, Gabriel García Márquez (en la subedición deDichos y refranes…); saludada en tinta por Alfonso Reyes, Pablo Neruda y memorizada desde las escuelaspor miles de lectores que allí hemos abrevado del bello arte de entender los dibujos obscenos de las letrinas, los nombres enrevesados que encierran el retruécano engañoso, los versos de las ánimas chocarreras, la sagrada Biblia del habla popular, las mentadas en los callejones, los gritos de la tribuna.

Armando Jiménez era ingeniero de estudios, pero cronista ambulante y detector de la temperatura emocional de todos los anónimos en la práctica. Era bueno para la contestación instantánea y eltourde los pulques, la panorámica de los tequilas, las bailarinas gordas y los peladitos de bigote ralo, pantalón caído y pocas monedas en el bolsillo. Armando Jiménez Farías llegó a ser considerado el humorista más destacado de América Latina en el libro3 000 años de humorpublicado en España en 1969 y desde entonces mantuvo el difícil y sano malabarismo de registrar todas las vulgaridades posibles sin ser un escritor vulgar, midiendo el ingenio de los holgazanes sin descansar él mismo ni un solo día en su afán por clonar en papel las pintas de las bardas y el tonito de los barrios.

Jiménez murió en Chiapas y a nadie se le ocurre clamar qué haremos sin él, pues nos queda claro que los beneficios de sus libros se han impregnado como afán en sus lectores: quién lo lee se vuelve adicto a la detección de las erratas, no con el afán académico del pontificador, sino con la carcajada abierta de quien no se duele ante folclóricos lenguajes, enredados albures que harían reír al propio Quevedo de hace siglos y que ponen en su sitio a intelectuales mamones de hoy en día, tanto como a los engreídos políticos y poderosos empresarios que la pasan metiendo la pata en sus propias fauces. Visto el duelo de esta manera no es extraño que Monsiváis se haya adelantado tan sólo unos días en el viaje donde ahora lo acompaña otro cronista digno de su museo, habitante a su vez de los cómics entrañables que habitan la Ciudad de México, íntimo paralelo del desparpajo… y por eso, hoy no se escucha el canto del gallito, mudo, sin pico y pies, que miramos con disimulo.

Que otros se claven en la retórica falsa donde fingen la voz y prosa. A los miles de deudos de Armando Jiménez nos queda rendirle honores leyéndolo, con música de Chava Flores al fondo. Leer a los escritores que nos dieron prosa sin prisas y conocimiento con humor del bueno, que no con pastelazos falsos de chistoretes hirientes. Leer a los escritores que pusieron en el mismo estante la “alta cultura” con la vox pópuli, hombres de carne y hueso que comían lo mismo con manteles que parados a la orilla de las calles; testigos de las mentiras de los discursos oficiales, tanto como las verdades del vecindario. Leer a los escritores que salvan de la amnesia de los tiempos los nombres y las vidas de los anónimos… prosa viva que cambia de sentido según el juego emocional de los instantes y no tanto por las páginas de los diccionarios… prosa viva, de todos los colores, como óleos de los pintores del estanquillo, como plumas de un gallo de pelea… prosa viva de los escritores que, en realidad, nunca se van aunque hoy lloramos de veras su muerte. Yo no soy poeta ni en el aire las compongo, pero confirmo en esta lluvia, tanto luto falso, tanta mentira en los que ni leyeron a los ahora ausentes, que no puedo cerrar este párrafo sin mofarme de su tongo. Así las cosas, ante un mamón o mentiroso no queda de otra que decirle: “¡Mientes!”, subrayando con inmenso respeto que a los cronistas de a de veras hasta la Calavera les pela los dientes.

MONTAÑAENTRAÑABLE

Quienes tienen la fortuna de no limitar su querencia a la cuadrícula cerrada de las ciudades llevan en el paisaje íntimo de la memoria los contornos y la silueta que se filtra en el atardecer de los cerros o montañas inolvidables, inamovibles, incandescentes… que parecen marcadores inalcanzables de ese territorio biográfico donde nacimos. No niego el santuario intocable de los barrios, ni la salada melancolía que baña las calles de la infancia: hablo de montaña recortada entre nubes o bajo el tenue telar de las lluvias, montaña que se subió alguna única vez en la vida, montaña entrañable.

Michel de Montaigne vivió entre 1533 y 1592. Se le considera el padre del ensayo moderno y su nombre se podría traducir como el hombre-montaña. Tengo para bien todas las ocasiones en que lo recuerdo y el pretexto de estos párrafos es la reciente biografía, firmada por Sarah Bakewell y publicada en Londres bajo el sello de Chatto & Windus, bajo el títuloCómo vivir: vida de Montaigne en una sola pregunta y veinte intentos para encontrarle respuesta.En tantose traduzca este retrato reciente, recomiendo cualquiera de los muchos prólogos, retratos biográficos, homenajes y deudas de gratitud que existen impresos en español y, en particular, el precioso texto con el que Juan José Arreola inauguró las obras de Montaigne para la vieja editorial Porrúa. De Montaigne han escrito, en todos los idiomas, todos aquellos autores que han escalado sus párrafos como quien sale a andar por la ribera de una montaña entrañable: sin prisas, sin necesariamente ubicar la cima y mucho menos, alcanzarla. En este breve espacio hablo de él porque a menudo encuentro la pregunta entre ramilletes de dudas: “¿Qué es el ensayo?”, me dice, e incluso: “¿Para qué sirve?” y “¿Porqué se llama así?”

El ensayo es el género literario que se llama precisamente así porque a Montaigne así le dio por llamar al conjunto de no pocas páginas donde, encerrado en una torre circular, virtió y convirtió en tinta sus más íntimos pensamientos, dudas, críticas, observaciones, deducciones y sentencias. Desde el principio, el hombre Montaigne nos advierte que la materia de su libro es nada menos que él mismo y, entre líneas, cada lector va descubriendo que la pregunta a la que responde por encima de todas se escucha en el silencio, así pasen los siglos: ¿cómo se vive?

Los ensayos de Montaigne no son sistemáticos, sino más bien azarosos; se bifurcan en digresiones y no necesariamente tienen que seguir un plan cuadriculado de redacción mecánica. LosEnsayosde Montaigne son aleatorios, letras unidas en afán de exploración, donde la prosa divagante sigue el rumbo de humo de sus propios pensamientos. Noson ensayos escritos en la penumbra del sonambulismo, sino párrafos legibles de pensamiento andante. Algo que destaca en la nueva biografía de Montaigne firmada por Sarah Bakewell es considerar al hombre Montaigne no como un escritor perdido en la noche de los tiempos, sino como un contemporáneo que dialoga lo mismo con Voltaire que con Robert Louis Stevenson o Jorge Luis Borges o cualesquiera de los lectores que hoy mismo, aprovechando la madrugada, tengamos a bien visitarlo en medio de una reflexión ya sobre la educación de los hijos o sobre el universo que se encierra en el pulgar de nuestra mano derecha. Será Montaigne, como dijo William Hazlitt, “el primero que tuvo el valor de firmar como autor lo que pensaba y sentía como hombre” y quizá la claveguía para entender ese valiente ejercicio que leemos intacto el día de hoy –en medio de tantos escritores que firman hipócritamente párrafos en los que no creen y páginas que no profesan– se debe a la sana perogrullada de enarbolar un íntimo escepticismo.

Montaigne el que duda y porque duda, escribe. Montaigne el estoico que no toma partido, pura catalepsia convencida de que ante una disyuntiva tanto los argumentos a favor como la argumentación en contra pueden tener el mismo peso y valor; por ende, mejor apartarse y contemplar el hecho, describirlo sin tener que tomar partido. Por ende, Montaigne ajeno a la vociferación o la ponderación pontificada que tanta saliva destila entre los que creen que siempre tienen la razón. “Otros forman al hombre”, escribió Montaigne, “yo rindo cuenta de un hombre y trazo un retrato particular de uno entre muchos, bastante malformado, y que (de poder) intentaría realmente hacerse diferente a quien es”. Habla de él mismo y quien lo lee descubre que las valiosas páginas de sus ensayos no son más que la ardua reconciliación consigo mismo, trazando bajo el lema “¿Qué sé yo?”, un sendero abierto de caminos siempre por recorrer, incluso cuando las vías parecen ya conocidas por instinto.

Sirvan estos párrafos para una ascensión: que todo lector que ya conoce o cree conocer las páginas de Montaigne recuerde con una nueva lectura los confines y perfiles de esa prosa entrañable; que todo lector que aún no recorre esa ribera de pensamiento y memoria, asuma la tranquila caminata de leerlo. Se confirmará que cada vez que se lee algún ensayo de Montaigne parecería que se lee por vez primera; se filtrará en la memoria la imagen intacta del paisaje más callado de nuestro propio pensamiento y aparecerá en algún momento del silencio el susurro de una conciencia que mantenemos hipnotizada, ocupada en tantos menesteres y muchos ruidos: la voz que nos recuerda que no tenemos por qué creerle a todo el mundo todo lo que nos dicen o dictan, sino volver a confiar en lo que sentimos y pensamos nosotros mismos; la voz que nos divide a las claras una primera tajada entre lo bueno y lo malo, lo bello y lo horrendo, lo verdadero y lo falso; la voz que puede reconfortarnos en medio de tantas desgracias, decisiones pendientes y vidas que se postergan como si fuesen pendientes en una oficina de sellos burocráticos. Esa voz es la que cada escritor escucha en sí mismo al leer los ensayos de Montaigne: la voz que escuchan los demás cuando hablamos, la que evocamos en los sueños cuando parece que nos habla el otro… la voz que acompaña los pasos al subir, de vez en cuando, una montaña entrañable.

UNAPELOTAENLAETERNIDAD

Fue un instante. Un parpadeo fugaz que chistó en medio del silencio del mundo, efímero y pasajero, que estalló en esa mezcla de júbilo y desolación –gloria y tragedia– que enmarca a los verdaderos milagros. Sucedió en el ya desaparecido parque de béisbol Polo Grounds, el 3 de octubre de 1951, faltando exactamente dos minutos para las cuatro de la tarde.

Sobre el diamante de pasto verde se enfrentaban los Dodgers, en ese entonces de Brooklyn, y los Giants ahora de San Francisco, pero inicialmente de Nueva York y anfitriones en Polo Grounds, ese santuario que se esfumó del paisaje de Manhattan cuando consta que se erguía apenas unas cuadras al norte de Central Park. Gigantes y Dodgers se jugaban el banderín de la Liga Nacional, en un desempate al mejor en tres partidos, pues ambos equipos habían cerrado la temporada con la idéntica conciencia de noventa y seis victorias y cincuenta y ocho derrotas; para llegar al instante que intentan honrar estos párrafos, los Giants de Nueva York habían ganado treinta y siete de sus últimoscuarenta y cuatro juegos (los siete últimos al hilo), cerrando y rebasando una ventaja de trece juegos y medio que los Dodgers fardaban como irrebatible…

Novena entrada. Marcador adverso con Brooklyn arriba cuatro carreras por tan sólo una de los Giants. En el montículo del equipo que parecía invencible, Ralph Branca acaba de entrar con el brazo fresco y la única convicción de cerrar el triunfo y en primera base, el legendario Gil Hodges se adelanta unos pasos, confiado en que cualquier batazo se quedaría corto. Dos hombres en base y uno que ya había logrado anotar. Llegó entonces a la base dehome, Bobby Thomson y se hizo un silencio, apenas rasgado por una bola rápida que significó el primerstrike.La magia a veces se corta con cuchillo de niebla. Al siguiente lanzamiento, otra bola rápida, Thomson esgrimió el bat como lanza en astillero y adarga antigua, como caballero andante conectó un fulminante rayo luminoso que hizo volar la pelota hacia el jardín izquierdo, por la línea del horizonte… y la pelota se perdió en la eternidad en unos de los jonrones más célebres en la historia del béisbol.

Andy Pafko corrió hacia la barda con la ilusa utopía de poder atrapar en su guante algo que ya era sustancia de leyendas. Dicen que la bola cayó en manos de una monja que asistía circunstancialmente a las gradas y que la hermana se la guardó bajo las enaguas del hábito como si fuese reliquia de Tierra Santa. El mítico Jackie Robinson, primer jugador negro de Grandes Ligas y héroe de los Dodgers, se quedó en medio del diamante para verificar que Thomson pisara cada una de las bases en su triunfal vuelta a Ithaca enhome, cosa que hizo Bobby a pesar de que brincaba más que correr de alegría en medio de un jolgorio universal. Dicen que de no haber bateado el milagro, el lance podría haber sido materializado por el gran Willie Mays, otro moreno de leyenda en bronce, a quien le correspondía batear después de Thomson.

Lo cierto es que los sueños están hechos del material en blanco y negro con el que esculpieron alHalcón Maltésy la jugada ha quedado eternizada en más de una pincelada magistral. En la extraordinaria novelaUnderworld,de Don Delillo, toda la eternidad que cabe en el jonrón de Thomson quedó plasmada en un mural de párrafos que lleva por título“Pafko at the Wall”,tan sobresaliente es ese capítulo de literatura pura que llegó a venderse como separata, como si fuera cosa ajena al total de la novela. En su narración fantástica, la pelota no se va volando a la eternidad en alas de una monja, sino que es atrapada por el personaje Cotter Martin, un niño que había entrado de colado a las gradas. El milagro aparece también en la magnífica películaThe Godfather,aunque como un anacronismo: segundos antes de que una parvada de mafiosos acribillen a Santino Corleone, hijo mayor del gran Vito-Brando, el gendarme apostado en la caseta de peaje está escuchando la narración original del partido del 3 de octubre del 51, aunque por la cronología de la familia deEl padrinosabemos que a Sonny lo matan en 1948.

Con todo, se trata de un pelotazo que se convirtió en mítica estela: los cronistas que narraron en vivo su luz en vuelo se consagraron como benditos del micrófono; eninglés, Ross Hodges que no paraba de gritar: “¡¡¡Los Gigantes ganan el banderín…!!!”, y en español Buck Canel que parecía cantar un son caribe con tintineo de lágrimas verdaderas. Cientos de soldados norteamericanos apostados en los cerros de Corea escucharon el lance en vivo y no pocos aficionados de todo el planeta escuchaban para ver lo mismo. A alguien se le ocurrió bautizar la jugada como “el disparo que se escuchó en todo el mundo”.

El inmenso poeta Ralph Waldo Emerson escribió en 1837 un “Himno a Concord”, velado homenaje a su propio abuelo, granjero como la mayoría que tuvo las agallas de enfrentar al poderoso ejército inglés para fincar la Guerra de Independencia de las colonias norteamericanas. En Concord, Massachusetts, se dio el primer enfrentamiento del imperio contra las tropas que comandaba George Washington y Ralph Waldo Emerson les canta una elegía donde honra al “disparo que se escuchó en todo el mundo”. Según el poeta, sus versos deben servir para que la memoria redima la hazaña de esos granjeros en pie de guerra, ya que el tiempo ha borrado incluso al puente que cruzaba el río silente, que repta hacia la amnesia del mar… Sus versos son para que no se olvide un lance heroico, incluso cuando así como han desaparecido nuestros padres, desaparecerán nuestros hijos.

Ayer murió Bobby Thomson, habiendo nacido en Glasgow, Escocia, el 23 de octubre de 1923. Que haya tenido muchos días felices, otras hazañas deportivas y una larga vida… que haya cuajado un instante de magia que ya quedó eternizado en la memoria de lectores y aficionados… quesabemos que, luego del milagro que produjo su batazo, los Gigantes cayeron ante los Yankees en la Serie Mundial… pero que no quede por estos párrafos el intento de que jamás se olvide un instante de magia, así pasen siglos y él mismo siga buscando la pelota que lanzó a la estratósfera en ese prado interminable, verde y callado, que se llama eternidad.

GOLPEDEDADOS

El próximo lunes 30 de agosto1será mi última aparición como conductor al alimón con Laura Barrera de la sección “Golpe de dados” del informativo culturalNoticias 22que se transmite a diario por el Canal 22 de la televisión mexicana. Esa aventura empezó el 15 de marzo pasado, con una tirada que sirvió para presentar en público el libroPor qué importa Sinatra,de Pete Hamill (Colección Pértiga, El Equilibrista-UNAM, 2009), con el editor Diego García Elío y con elcroonerasinatrado, Ed Lorenz; desde entonces se suman seis meses donde tuve oportunidad de peinarme como Johnny Depp y jugar al Sombrerero Loco de Alicia, hablar de béisbol con el poeta Julio Trujillo, ponerme la corbata de turbante con el Circo Atayde, bailar eltíbiri-tábaraverbal con salseros, pintar exvotos intemporales, y un maravilloso desfile de pachucos que incluyó conocer a Luis Valdéz en suzoot suit, una bruja de veras, un videasta en motocicleta,vampiros a plena luz de día, ensayos de Luigi Amara, las máscaras de pintores con el poeta Francisco Hernández, los avatares del teatro en México con Alberto Villarreal, los enredos del idioma español y la lengua castellana, el recuerdo infantil de Cri-Cri, la triple campeona mundial de boxeo femenil, la grandeza de Mark Twain, la historiografía de los peinados y pelucas, la aberración terrorista deETA, las heridas y cicatrices de la migración en México, las fotografías de estrellas contemporáneas del rock, no pocos cortometrajes y el costoso largometraje de Jorge Fons sobre la novelaExpediente del atentadode mi amigo Álvaro Uribe, la música barroca fusionada con el son jarocho, la flauta mágica de Horacio Franco, el oprobio xenófobo de la gobernadora de Arizona, el eterno homenaje a The Beatles, los retratos inmensos de Mar y Sol Rangel, los dieciocho dedos con los que toca el piano el inmortal Papo Luca, la voz en azul de Betsy Pecanins, los secretos de los mayas, el recuerdo de Henry Miller, el fantasma de José Alfredo Jiménez y su filosofía universal, las inmensas voces del programaÓpera prima,los siniestros laberintos de los asesinos seriales con el detective literario Héctor de Mauleón, la grandeza cinematográfica de Rodrigo García Barcha, la partida de Carlos Monsiváis que deja una crónica acéfala, las voces del doblaje en cine y televisión, la absurda polémica sobre la prohibición de las corridas de toros en Cataluña y la próxima estelaridad de Castilla-León como comunidad invitada a laFILde Guadalajara, la historiografía musical de México que rescata con su guitarra mi amigo Guillermo Zapata,el Caudillo del son… pintores, ensayistas, escultores,cineastas, coreógrafos, investigadores, historiadores, cuentistas, poetas, bailarines, promotores… voces, voluntades, proyectos, párrafos, versos, imágenes, óleos. Un santuario donde se transpira el palpitar diario de todas las caras de la cultura; tesoro para quien se cree escritor.

Quiero aprovechar estos párrafos para agradecer a todas y cada una de las personas que hacen posible la emisión diaria de Noticias 22, que no caben aquí todos los nombres. Mi admiración por la labor de Laura Barrera, principal comunicadora cultural de México, que reúne con inteligencia y belleza el afán por medir y calar la temperatura polifacética de las artes. Quiero subrayar mi gratitud y admiración por Juan Jacinto Silva, director de noticias de Canal 22, que contagia al gran equipo que dirige su profesionalismo y entrega diarios, esa sobria tenacidad con la que trabajan las mecánicas como relojes de todas las cámaras, los párrafos de los guiones, las luces que cuelgan del paso de gato, los cables que reptan como serpientes el set donde desfilan todas las noticias y manifestaciones del universo cultural.

Llegué al Canal 22 gracias al doctor Jorge Volpi, escritor del que admiro no pocos párrafos de su literatura y amigo a quien conozco de tiempo atrás. Ahora ha crecido mi admiración y respeto por su responsabilidad al frente del único y afortunado canal cultural de la televisión mexicana, recrecida la audiencia no sólo en el territorio nacional, sino allende las fronteras en las pantallas de millones de paisanos que se juegan la vida en inglés para llegar por las noches al televisor donde leen, ven y cantan México por cable. Efectivamente, le pedí trabajo a Volpi por andar naufragando en un desempleo laboral que afectaba seriamente mis ingresos y quedo de veras agradecido con él y todo el canal que dirige, pues al ganarme la vida este pasado semestre me gané en realidad un ancho mural de amigos en un ambiente donde aprendí de todo y todos, todos los días.

Confirmo que la televisión engorda, y para el gandalla que puede hacer su agosto criticando mi paso por la pantalla, no niego que quizá me nació ya cierta afición por el maquillaje diario y los cambios de peinado por lo que signo aquí mi gratitud para Laura Urraca, maquillista de veras que siempre me esperó con nuevos alientos para cada entrevista, así como Guadalupe Pereyra me preparaba mentalmente con la información que me hacía aparecer como enterado ante las conversaciones con cualesquier entrevistado… y que me perdonen los demás que no alcanzo a mencionar en estas líneas donde intento extender mi gratitud a todos.

Me despido pues he sido nuevamente considerado para la beca de escritores que ofrece el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes como miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte y las cláusulas de ese contrato especifican el impedimento de andar en nóminas de instituciones ligadas al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Es además, un recordatorio de que no soy más que lector que escribe. Me comprometí a exprimir la beca para terminar otros libros que buscarán su suerte para editarse y publicarse en los años por venir y se cierra entonces la maravillosa experiencia de deambular como interlocutor cultural en la pantalla de la televisión; se hace de todo y loque se pueda para intentar pagarle a mis padres todo lo que han hecho por mis párrafos y para que nunca les falte nada a mis hijos. Tanto, que no es secreto que del noticiero salí invitado para el programaLudens Sudáfrica, bajo la batuta de Mauricio Mejía y Juan Villoro, donde me solté la greña para divertirme e intentar divertir a los televidentes en medio del hipnótico hartazgo que también puede suscitar el futbol y además, para orgullo de mi padre, salí de patiño del gran cómico Andrés Bustamante, y en su puro Güiri-Güiri sentí haber completado un doctorado inconcluso. Allí pienso seguir de espontáneo y para los que tienen tele:¡ai’nos vemos!,que ya lo dijo Mallarmé: “Un golpe de dados, jamás abolirá el azar”.

PRIMERGRITO

Amanece el septiembre de Centenario y Bicentenario como una cruda resaca que se le adelanta a la borrachera y falsas juergas; si no fuera por el garantizado despilfarro de tres mil millones de pesos, cualquiera diría que las conmemoraciones llegaron sin aviso. La vergüenza de gastar millonadas en fuegos fatuos y coreografías efímeras en medio de un país azotado por la pobreza, mancillado por el imperio del crimen y secuestrado por la banalidad amnésica e ignorante de sus políticos y poderosos. Amanece el mes del relamido descaro con el que los funcionarios ya fardan su incompetencia: el mentado monumento conmemorativo no existe, las costosas escenografías del civismo hipócrita están en proceso de construcción y las únicas banderas que ondean con sinceridad son las que compran con sacrificios las familias honestas, los niños ilusionados, las maestras que sobreviven en la miseria… todos al margen de los discursos impostados y las absurdas posturas de tanto ratero y mentiroso con fuero y corbata.

Curándose en salud, un funcionario asegura que quienescriticamos el falso jolgorio del Bi-Centenario pecamos de envidia, mientras que un ministro engominado ha declarado mezquino el intento por opinar o tomar conciencia ante tanta confusión e hipocresía. El error del ciudadano común fue suponer o esperar que nuestros gobernantes estarían a la altura del momento histórico: inundados con el agua por arriba de las rodillas se ven incluso más chaparros, vadeando a paso tambaleante las desbordadas aguas negras del enanismo etílico, marasmo de contradicciones y tautologías enquistadas, no pueden más que fingir conmemoraciones quienes son nietos y bisnietos de la dictadura que precisamente se derrumbó con la Revolución Mexicana que empezó hace un siglo (amén de que, en realidad, fue sangrienta y dolorosa guerra civil donde se conjugaron rebeliones, revueltas y no pocos ánimos revolucionarios), ni tampoco pueden conmemorar la Independencia, cuando en realidad sabemos que el primer grito que lanzó el cura Miguel Hidalgo no fue más que el inicio de una enredada década de gestas y traiciones, enredos y redefiniciones. Sin ningún tipo de envidia, más bien señalo la mezquindad de quienes se han propuesto perfumar, maquillar y engominar al pretérito con la denigrante ostentación de una borrachera inútil (cancioncitas oficiales comojinglespara anunciar papas fritas, desfiles cursis de disfraces o falsas loas a los cadáveres de quienes nos dieron patria), cuando en realidad se les filtra en la baba de tanta saliva en sus discursos el anhelo melancólico por la mano dura del antiguo autoritarismo, el asco ante el populacho y la ignorancia funcional no sólo ante los hechos del pasado, sino los de todos los días:pasado y presente que desfilan a un mismo tiempo por el Paseo de la Reforma, como mural en multimedia de Diego Rivera con elHuapangode Moncayo como música de fondo.

Al tiempo que algunos alcanzan a ver el fantasma de Madero, custodiado por los leales cadetes del Colegio Militar, en su último recorrido público (sin saber que va directo a su martirio en Palacio Nacional), vemos sonriente a la Barbie, narcotraficante erguido en medio de todos los soldaditos deToy Story; lo sigue el obediente pero desorbitado contingente de diputados y senadores que ya presumen con su marcha sincronizada sus bonos, viáticos y hasta iPads (sin importar su pésima ortografía, nula sintaxis, supina ignorancia y nefanda propensión a la navegación pornográfica en internet), allí mismo, entre ellos aunque impalpables, casi de niebla los fantasmas y espectros sin colores de cientos de soldados constitucionalistas, las barbas de Carranza, los Dorados de Pancho Villa, los miles de indios de manta blanca que le siguen la crin libre a Emiliano Zapata: toda la bola de revolucionados que ya nadie quiere ver. En este desfile de tiempos revueltos mejor no evocar el sabor del pulque o los gusanos del mezcal, considerando que el evento es patrocinado por Coca-Cola; lo que veremos en pantalla queda anunciado como “tiempo real” por los pixeles modernos que esfumarán de nuestras pantallas el olor a muerto y pólvora, los asesinatos cobardes de Madero y Pino Suárez, las diferencias irreconciliables entre los alzados de Villa, los reclamos de Zapata, la Constitución de Carranza y el brazo ahora perdido de Obregón… Ni hablar del paliacate de Morelos, y obviar que fue cura con hijos,luchador que prefirió ser siervo de su causa a serenísima alteza del delirio y ni hablar del cambiazo de uniforme de Agustín de Iturbide, antiguo soldado realista que con Tres Garantías, ahora obsoletas, optó por consumar la Independencia y, para colmo, proclamarse entonces emperador para terminar fusilado y denostado por la Historia Oficial de Bronce y Mármoles que nos sigue estorbando la conciencia.

Mejor ni hablar de Miguel Hidalgo y Costilla, quien desfila elevado con honores por el Paseo de la Reforma en la forma en que nos han hecho imaginarlo. Hace cien años la dictadura de Porfirio Díaz invitó a desfilar a su nieta, más preocupados por cuidar bien las formas en lo que era además el cumpleaños del Gran Dictador, sin imaginar que dos meses después estallaría la revolufia que lo enviaría al exilio, pero con un proyecto (discutible, criticable) que dejó enhiesta la Columna de la Independencia, la carcaza del Palacio Nacional (hoy horrendo Monumento a la Rev-Mex), el cascarón del Palacio de Bellas Artes (hoy también en espera de que terminen sus obras de remodelación), el Manicomio de La Castañeda, el maquillaje prehispánico de Tenochtitlán, calles, avenidas, placas conmemorativas, el mismo desfile por donde ronda ahora el cráneo del cura Hidalgo que no gritó: “¡Viva México!”, sino: “¡Muera el mal gobierno!”, otro cura con hijos en este México donde se sigue tropezando la Iglesia con sus propias lenguas; el que tomó el estandarte de Guadalupe del Santuario de Atotonilco quizá intuyendo la inmensa masa que lo seguiría como iluminado para arrasar desatada por las villas y ciudades incendiadas… el cura párroco del pueblo Dolores, que ahoralleva su apellido, que terminaría decapitado y expuesto en Guanajuato y hoy en Palacio Nacional, sin imaginar los dos siglos que hoy desfilan con la suma de más de veinticinco mil muertos en lo que va de este sexenio de la llamada guerra contra el narcotráfico, de los cuales cuatro o cinco mil víctimas de ambos bandos no son más que cráneos decapitados como él… y los mares de pobreza, la injusticia general, los migrantes que mueren aquí por intentar el sueño gringo donde sólo entra viva la droga y los turistas con visa para Disney… y nadie escucha el primer grito porque, en realidad, septiembre será mes para que dure por lo menos un minuto de silencio.

OTROGRITO

El cineasta Luis Estrada ya había dejado constancia de su gran calidad cinematográfica con su películaLa ley de Herodesy ahora ha cimbrado la conciencia nacional con una obra maestra que se llamaEl Infierno.En medio, como para completar una trilogía involuntaria, Estrada presentóUn mundomaravilloso, película que ponía en blanco y negro los colores fallidos del neoliberalismo feroz que tanto ha dañado a este México de contrastes y contradicciones constantes: el mismo día que se clamaba nuestra asociación con el primer mundo del progreso y libre comercio se levantaban en armas de madera no pocos miles de conciencias indígenas y desarraigadas que sobreviven aún en la miseria. Si la tercia de películas ondea como bandera, el blanco mundo maravilloso que transparentó Estrada con la crisis contundente del descalabro neoliberal queda en medio del verde coraje tragicómico deLa ley de Herodesy el rojo sangre deEl Infierno.

En la hilarante y delirante historia deLa ley de HerodesEstrada supo combinar los hilos finos del humor negro yel verde olivo ocre de un México intemporal, con el tecnicolor digital de la realidad palpable en cada generación: el ciclo desolador del alivio que nos transmite la corrupción con la espiral de mentiras y culpas en lápida a la hora de rendir cuentas: a todos nos ha venido bien, en algún tramo de nuestra mexicana vida, salvarnos de un semáforo con el poder de una mordida, librarnos del ardor guerrero del servicio militar con el enchufe milagroso de un tío coronel u ocupar un puesto burocrático de medios pelos con el rimbombante título (apócrifo o no) de “licenciado”. En esa película, Luis Estrada retrataba un México premoderno de mediados del sigloXXcon los mismos diálogos y truculencias con las que encarábamos el nuevo milenio; una microhistoria de un pueblo desolado, cactus y automóviles moteando el paisaje por donde transitan las vidas anónimas, los jornaleros de sufrida rutina incansable, las meretrices encadenadas al desahogo etílico de los machos de siempre… todos a merced de la cíclica ambición de los ambiciosos y corruptos, leguleyos de pacotilla que reescriben las leyes y hasta la Constitución a sus antojos, en abono de los arcones y baúles donde guardan los impuestos robados, las insignias apócrifas y las balas de sus revólveres.