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Javier dedicó toda su vida a estudiar música, parecía que su profesión era también su vida. Una noche despertó de madrugada y llamó a su mujer, quien estaba durmiendo a su lado: –Laura… (Silencio) –Che, Laura… ¿Estás despierta? ¿Por qué no me contestás? Laura se levantó y prendió la luz, Javier notó que sus labios se movían pero no escuchaba lo que decía. –¡Javier! ¿Qué pasa? ¿Por qué no me escuchás? A pesar de conocer la historia de Beethoven, quien fue perdiendo la audición ya de adulto hasta sumergirse en la sordera total, Javier nunca había imaginado que esto podría pasarle a él. ¿Acaso esta historia podrá tener un final feliz? En esta autobiografía, Javier Collado cuenta sus primeros pasos en la música, su infancia, adolescencia, y cómo la hipoacusia apareció en su vida para dar paso a una nueva rutina… Audífonos, implante coclear, música… Sí, la música sigue siendo parte importante de su vida. En este relato inspirador y esperanzador, Javier relata cómo ha logrado salir adelante y aceptar su nuevo destino.
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Seitenzahl: 213
Veröffentlichungsjahr: 2023
JAVIER COLLADO
Collado, JavierSoltar el alma : diario de un músico hipoacúsico / Javier Collado. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-4109-3
1. Narrativa. I. Título.CDD 808.883
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
PRÓLOGO
PARTE I
PARTE II
PARTE III
AGRADECIMIENTOS
ACERCA DE IMPLANTES AUDITIVOS MED-EL
A mi familia,el amor que sostiene mis días.
La sinopsis de este libro me ha sorprendido sobremanera, ya que la escena descripta allí no aparece en la obra. No porque haya sido inventada, simplemente mi mente había borrado tal acontecimiento. Hube reprimido ese recuerdo por el alto contenido emocional que cargaba.
Mis recuerdos han sido contaminados, modificados, alterados por el difícil procesamiento que trajo enfrentar la repentina irrupción de una enfermedad auditiva.
Mi mujer poco a poco me reveló que esa escena fue real. Según ella yo le reclamaba: ¿Por qué hablás así? ¡Cada vez hablás más bajo! ¿Por qué?
Mediante detalles precisos fui descorriendo el velo que tenían los ojos de mi mente. Fui llevado hacia un lugar que parecía nunca haber conocido, y sin embargo casi como un déjà vu las sensaciones se hicieron presentes como en los recuerdos de un sueño, un mal sueño.
Los propios autores no suelen ser quienes escriben el prólogo, pero hacerlo fue la excusa perfecta para incluir esta escena que yacía oculta.
Sin más, los invito a adentrarnos en estos años que he recorrido.
Javier Collado
No quiero ser pobre de alma.
Las cosas van cambiando de lugar. Hago un poco de historia, de mi historia.
Mi vida comienza alegremente jugando con la música ya desde chico. En la música encontré un lugar para ser feliz, un lugar para expresarme, para emocionarme, para liberarme, poco a poco ella se hizo carne en mí.
Comencé a tener la imperiosa necesidad de correr hacia mi guitarra y ansiosamente estirar mis dedos hacia un nuevo acorde, escuchar su enigmático sonido y quedar absorto con su resonancia. Tararear una melodía y poder reproducirla en la guitarra se había vuelto una sana manía, estaba abriendo las puertas a un extraño e invisible mundo, allí convivían el placer con la obsesión, y hasta a veces, la frustración de no encontrar la nota o el acorde correcto, y finalmente la euforia de encontrar el código secreto de ese sendero de sonidos que simplemente flotaba ahí en el aire.
Este lugar lo recorro aún hoy. Es el lugar habitual en el cual me elevo y llego al cielo infinidad de veces, es como salir del cuerpo, es desamarrar al cuerpo, liberarlo. Por momentos no estar atado a ningún pensamiento. Tan sólo dejarse hipnotizar por las vibraciones de los sonidos musicales que desde el aire llegan a mis atentos oídos y que no quieren dejar escapar ninguna de sus frecuencias.
Estoy comenzando a andar este nuevo camino de contar en soledad memorias, proyectos y hasta por qué no, filosofar un poco.
Me saco la campera que aún llevo puesta. Me quedo mirando la pantalla. Silencio.
Intentaré escribir sin demasiadas presiones, escribir lo que me salga, ser sincero, dejarme llevar por las palabras, los pensamientos, los deseos, las poesías e intentar describir la enorme dicha de tener a la música habitando dentro de mí.
“El mundo es un lugar para soltar el alma. El alma es un lugar para soltarse al mundo”.
Javier Collado
Y sí, soy de los que se preguntan todo –o casi todo
¿Cuál es el camino ideal?
Me pregunto y me respondo: lo importante es disfrutar el camino.
Pero siempre me pasa que mis miedos avanzan y en esta vida hay que estar (¿Siempre?) corriendo atrás del mango (para usar un poco de lunfardo).
Me dedico a enseñar música y también a despertar la pasión por ella. Pero siempre me inquieta el no tener dinero suficiente para poder vivir de esto, a pesar de que ya llevo catorce años en esta profesión.
Con la aparición de Internet me he preguntado infinidad de veces, ¿y ahora habrá alguien que quiera sentarse a aprender con un profesor? Pero parece ser que la gente sigue necesitando el contacto humano ¿Hasta dónde llegará Internet? ¿Cuándo colapsará?
Hoy pensaba si escribir puede ser terapéutico para mí... Y si estuviese bueno tener las palabras encerradas así, en renglones, para no dejarlas escapar…
Hoy pensaba que cuando uno llega a los límites es ahí donde la imaginación aflora, quizás para zafar de esos límites, ¿no?
A ver si lo puedo contar mejor...
Cuando sos chico y tenés varios límites que no entendés, buscás la manera de lidiar con eso inventando, jugando, transformándolo todo. Al menos en ese mundo inventado no hay límite, como en el arte. Por ahí escuché una vez: “El arte no se disculpa”. No sé a quién atribuirle la frase, pero me parece muy acertada.
Estoy mezclando un poco los temas…
Otro de mis interrogantes: ¿Podré ser coherente al escribir esto? Pero… ¡Si antes dije que no me importaba! Las contradicciones también están permitidas en este libro.
¿Por qué preguntar tanto?, me pregunto...
Siento que el universo está escuchando lo que uno se propone, es así de simple, como una sorpresa, como estar vivos, como estar presente en este momento leyendo esto. La magia de las cosas no debe preguntarse tanto. Es así. Tan sólo sucede, tan sólo el mundo nos envuelve, entonces es allí el momento de soltar el alma, dejarse ir, permitirse ser. Debe ser que un poco lo empiezo a entender. ¿Qué es lo peor que nos puede suceder? Vaya interrogante... Nunca estamos exentos de nada, creo que lo peor es sentirse esclavo de uno mismo, autoflagelarse, y, sin embargo, es una conducta humana que a veces asoma. Pero al tenerla presente comenzamos a despegar, a levantar vuelo, a crear nuestra propia existencia, a mirar más allá, a realmente escucharnos. Introspección. Salirse del cuerpo y verse como en un sueño que tuve hace poco…
Me dijeron que fue un viaje astral. Puede ser, quizás. En ese sueño yo flotaba y veía a mi cuerpo desde arriba. Yo estaba como suspendido en el aire y podía ver a mi otro yo recostado, dormido, mientras sentía que un suave viento soplaba en ese momento. Me contemplaba, me veía desde el otro lado. Luego, una sensación de caída, y con ella, despertar de nuevo en el mundo real.
Las trabas, los problemas, deben ser pasajeros si uno sabe en el fondo que todo llega, y cuando digo todo, me refiero a ¿Cuál es el final?
¿Para qué la desesperación? Si de todas formas tarde o temprano cruzaremos el cielo para ser inmortales, libres de todo, en conjunto con todo, en armonía con las partes de un todo al que pertenecemos. En algún momento comprenderemos que todo esto es un sueño nada más. De la misma forma que llegamos así de improviso, también cambiamos de lugar.
El cielo me da respuestas. La clara noche me serena. Creo que poder encontrar esos lugares es poder deambular dentro nuestro, percibir cada rincón de nuestra vida, ver qué fuimos, somos y seremos. Soy como un rompecabezas que siempre está con alguna pieza más, todo eso gracias a estos interrogantes que tanto critico: ¿Cómo podré?
¿Cómo seré? Muchos cómos, preguntas que me encienden, preguntas con y sin respuesta ¿Qué son estas palabras? ¿De dónde salen estas palabras? ¿Qué son los pensamientos? La ciencia no comprende (sólo ayuda). El arte todo lo comprende.
Este libro se vio paralizado porque un cambio de rumbo aconteció.
Por momentos no puedo escuchar los sonidos claramente.
¿A qué se debe?
Sólo quiero curarme, volver a escuchar música, palabras y sonidos como antes.
Ahora debo esperar.
Tengo miedo.
Recuerdo que de chico mis padres me llevaban al otorrino con frecuencia. Según mi madre, yo sufría mucho de los oídos, ya que padecía seguido de otitis, y además ya estaban presentes en mis oídos los acúfenos. En mi caso, este síntoma es la percepción de sonidos muy agudos, similares a un acople del micrófono de un cantante, que no provienen de ninguna fuente externa, son constantes y conviven conmigo dentro de mi cabeza. En ese entonces, los médicos que me atendían decían que esos zumbidos eran psicológicos ¡Qué diagnóstico tan errado! No le creían a un niño de diez años… Más adelante, otro médico les sugirió a mis padres que me extirparan las adenoides para ver si mejoraba mi condición. Fue así, como en la desesperación de encontrar una solución, mis padres accedieron a que me practicaran una cirugía de adenoides. Recuerdo claramente lo traumática que fue esa operación ya que fue con anestesia local. Fue muy tortuosa la forma de aplicar la anestesia que, según recuerdo, consistía en ir introduciendo un tubito por las fosas nasales cada vez más profundo. Sentía la presión de tener dentro de mi nariz ese objeto que cada vez cavaba más y más para llegar a anestesiar toda la zona que iba a ser extirpada. Esos instantes se me hicieron eternos y el médico me hablaba haciéndome preguntas sobre fútbol para mantenerme distraído. (Por algún extraño motivo, los adultos suelen creer que a todos los niños les interesa el fútbol… Pero a mí, nunca me interesó. Sólo era la música lo que realmente me interesaba).
Finalmente, el cirujano colocó un abrebocas y procedió a extirpar las adenoides y pude ver que en sus anteojos volaban y se estrellaban unas pocas gotas de sangre, tiñendo todo ese momento de una pavorosa mueca de espanto ante mis propios ojos de niño. Todo este procedimiento se llevó a cabo para mitigar supuestamente los zumbidos que poseía y que aún hoy poseo. Hoy interpreto que dicha cirugía quizás haya tenido simplemente una intencionalidad comercial. No entiendo cómo muchas veces los médicos se aprovechan de la desesperación de los pacientes y sus familias para sugerir procedimientos innecesarios con el ruin fin de hacer dinero. Yo no soy así. Por otro lado, muchas veces los pacientes somos conejillos de Indias y debemos soportar la experimentación con nuestros propios cuerpos.
Luego vino una etapa más tranquila en la adolescencia, pero con algún que otro dolor de oídos. Recuerdo la ceremonia de ponerme gotas y también la almohadilla eléctrica para darme calor y aliviar ese dolor tan punzante e insoportable.
La música siempre estuvo presente en mi vida. En casa había un combinado y varios discos de mis viejos y de mi hermano. Ya de chico me gustaba bailar y tenía un casete de mi abuelo – que era música instrumental con una melodía principal similar a la música de Ray Conniff– con el que jugaba a inventar letras de canciones para musicalizar un programa de televisión imaginario. Tenía hasta una guitarrita de juguete, y me gustaba mucho golpear unas latas de aceite vacías a modo de batería.
Alrededor de los quince años, la música irrumpió de manera explosiva en mi vida. Mi familia y algunos amigos juntaron dinero entre todos y me regalaron mi primera guitarra eléctrica. A partir de ahí, con unos amigos formamos el primer trío de rock. Tocábamos covers y teníamos un tema nuestro; pero eso solo no me alcanzaba… Entonces, todos los sábados cuando ensayaba la banda de mi hermano, me escabullía en los ensayos, y me quedaba escuchando y viendo como movía las manos el guitarrista, para después ir a mi habitación y tocar las posiciones de acordes que había visto. Ese mismo guitarrista, me dio un par de clases gratis en su casa de Martínez durante un caluroso verano, el cual yo amenizaba con un kilo de helado. Siempre me llevaba escalas, transcripciones de algún tema y alguna que otra grabación.
Con el tiempo, la banda de mi hermano quedó sin guitarrista y yo ya me sabía varios temas de los que tocaban. Entonces, con su apoyo fui incluido en los ensayos y quedé como guitarrista estable de la banda.
Era una época de entrenar mucho el oído. A las canciones había que “orejearlas”. No tenía libros de música, pero sí muchos cancioneros (que conseguía comprar en el Parque Rivadavia) y que me ayudaron a aprender varios voicings extraños.
A los quince años llegó mi debut ante el público, en una fiesta de primavera en un pub de Florida, y más tarde un multitudinario recital al aire libre un domingo en Plaza Italia. Empecé a tomar clases de guitarra. Velozmente asimilaba toda la información que tenía que ver con el universo de la guitarra. Ya podía tocar muchas canciones completas, y conocía mucha teoría musical. Muy prontamente, a los 17 años, comencé a trabajar dando clases de guitarra. Después, también en el año 1991, inicié mis estudios en el Conservatorio “Juan José Castro”.
Por esa época, también, viajé varias veces a Córdoba para tocar con Peñimel (banda de covers que había formado mi hermano con unos amigos).
En el año 1994 logré tener mi banda, “La sensible”, con la que tocamos todos temas de mi autoría. Lamentablemente, sólo hicimos una presentación (de la cual aún conservo algunas grabaciones). También ese mismo año organicé mi primera muestra de alumnos en un teatro de Martínez.
En el año 2001 comencé a estudiar la carrera de Músico Profesional en Berklee y me recibí en el 2003. Es en ese entonces, cuando mi composición cambia notoriamente debido al estudio adquirido.
En el año 2004 me casé con el amor de mi vida y en 2007 me mudé a Villa del Parque.
Hasta entonces no tenía grandes problemas de audición. Salvo por mi oído derecho. En el año 2004 noté que había sufrido cambios en la afinación de las frecuencias, y, por ende, percibía menos volumen que el otro oído. Recuerdo que me di cuenta cuando cambiaba el auricular del teléfono de un oído al otro y escuchaba el tono en diferente altura. Al notar esta diferencia de tonos, que aparentemente solo yo percibía, fui a consultar a un otorrino y mediante estudios audiológicos me confirmó que tenía una pérdida auditiva en el oído derecho; pero, aun así, con el oído izquierdo –sano hasta ese momento– me las arreglaba de maravillas.
La felicidad no parecía tener límites hasta que llega ese día en el cual mi audición comienza a deteriorarse.
Así es como empezó una etapa nueva en mi vida.
Inspirado por el libro El camino del artista de Julia Cameron, hoy empecé a escribir “las páginas de la mañana”, y cada vez, veo que las cosas tienen más sincronía. Como un recordatorio del censor artístico que todos tenemos, puse un pequeño muñequito de un tiburón sobre mi escritorio, para no olvidar que tengo que luchar siempre, y que también debo escribir sin saltearme ningún día las tres páginas diarias de la mañana, para poder liberar mi creatividad artística (interesante propuesta).
Veo fotos en la computadora, es un día gris y con lluvia. Mi amor duerme en la habitación y así yo, en silencio, comienzo un viaje introspectivo, hacia mis rincones del alma ¡Qué loco que antes de empezar a leer El camino del artista yo ya había empezado a escribir, y ya tenía al muñeco en mi escritorio!
Según mi otorrino actual, mi oído derecho sufre una otosclerosis. Estoy preocupado por mi oído izquierdo, el que está sano, porque siento que no estoy escuchando bien. Presumo que es un tapón de cera… A veces me pasa y tengo que ir al otorrino para que la aspiren. Hoy tengo turno y me lo destaparán.
Espero que así sea, porque me da miedo pensar que ese oído pueda tener también otosclerosis ¡Esperemos que no! Yo creo que no.
Tengo que esperar hasta la tarde.
Acabo de salir del consultorio. No puedo creer lo que me está pasando… Yo pensaba irme con el oído destapado, pero no. Me han dicho que no hay cera.
—Tenés que hacerte varios estudios, entre ellos una tomografía, para descartar un posible tumor y también ver cómo están las cócleas –dijo mi otorrino.
Me quedé pasmado. Es un día de lluvia por la tarde y mientras camino a buscar mi auto, lloro. Lloro de bronca, de impotencia… Mis lágrimas se confunden con la lluvia. Hoy no es un día como cualquiera. Miro hacia el cielo gris y le pregunto a Dios, ¿por qué?
¿Acaso hay que vivir así?
Estoy sintiendo un antes y un después. Pareciera que la otosclerosis afectó mi oído sano también. Aunque aún espero que no sea así y que sea sólo algo pasajero… Me pregunto si deberé usar un audífono… ¿Hasta dónde avanzará esto? ¿Me quedaré sordo algún día?
Ya no puedo escuchar música como antes. Esto me duele mucho. Me tocó en lo profundo del alma. Convivo ahora con un zumbido constante y me cuesta entender cuando me hablan. Escucho todo distorsionado… Voy a tener que luchar bastante contra este mal ¿Por qué me tocó a mí? Si mi vida son los sonidos y para colmo, mi trabajo se basa en descifrar melodías. Me pregunto cómo serán estas páginas en unos días, en unos años. El tiempo pasa y así como evolucionamos, también el cuerpo comienza a decaer ¡Qué solo y desamparado me siento aquí, en medio de la calle! Triste. Sólo yo y mi dolor.
Hoy mis interrogantes son distintos a los de unos días atrás. Antes me preguntaba acerca del camino a transitar; hoy mis preguntas se han vuelto más cotidianas e inmediatas y mantienen una estrecha relación con mi propia subsistencia. ¿Cómo haré con mi trabajo? ¿Haciendo de cuenta que todo está bien? ¿Podré? ¿Será necesario? ¿Me las arreglaré igual? ¿O tendré que renunciar a esta forma de ganarme la vida, que, por cierto, tantos años me costó edificar?
Un profesor de música con audífonos…
¿El audífono me devolverá la claridad? ¿Me devolverá los graves que perdí?
¿Psicología? ¿Homeopatía? Otorrinos, estudios, estudios y más estudios… ¿Sordera total? ¿Demencia? Trataré de no adelantarme, pero las preguntas surgen.
Esta mañana leí en un foro de hipoacúsicos, que un participante decía: “Voy camino hacia el silencio eterno.” ¡Espero zafar de eso!
Quisiera poder escuchar a mi hijo reír.
Quisiera poder seguir escuchando tu voz, cuando me decís “Cieli” No me imagino un mundo sin sonidos.
Ayer estaba enojado con Dios, hoy le pido ayuda ¡Por favor, dame salud! No me sumerjas en el silencio total ¡Que esto se detenga, que no avance más!
Con tu beso, mis ojos llenos de lágrimas. Siento frío, abandono, pocas ganas. Ayer pensaba que sólo era cera lo que tapaba mi oído, pero no fue así.
Ojalá existan los milagros. Ojalá algún día pueda destapar mis oídos. Ojalá pueda volver a escuchar como antes, poder gozar de los sonidos otra vez, de la música, de las palabras.
El tiempo pasa. El tiempo nos cambia. Tendré que perderme en el tiempo para olvidarme de estos malos momentos. No todo es brillante. Las sombras existen y de pronto, de improviso, nos envuelven.
Me siento envejecer, me siento incorpóreo,
No me siento, me aíslo en el frío,
Me doblo en silencio, me mancho de sangre
Me repliego en secreto, me mareo, casi desvanezco
Me confundo, me quedo sin aliento
Me susurro a mí mismo, me quiebro por completo
Me raspo con el filo, me mudo de cuerpo
Me adormezco en soledad, me despierto descubierto
Me enfermo de pronto, me ensordezco en silencio
Nada de esto es real, la realidad nunca existió.
Tengo insomnio, ya no encuentro paz, no escucho el despertador si duermo con la cabeza apoyada sobre el oído izquierdo, el derecho está más sordo aún.
Desesperación, no sé cómo tener una vida normal. Creo que me cuesta dormir por el temor a despertar en el silencio total, a no percibir lo que todavía oigo.
Puse la cruz en la mesa de luz para que esté más cerca de mí, que me ayude, que no me deje caer en la depresión. Ayer me enojaba con Dios, hoy le pido su ayuda.
Me da mucho pánico llegar a la sordera total. Yo pensaba que la vida era música y sólo música, pero parece que no. Ya no escucho como antes, hoy siento que hay un antes y un después. Nunca imaginé que este cuaderno, en el cual iba a escribir sobre cómo liberar mi creatividad artística se convertiría en un diario de mi salud auditiva.
Estoy obsesionado con la información que leo en Internet, leo casos y casos en páginas de hipoacúsicos, hasta un punto en el cual digo “basta”. Esta saturación de información me deja exhausto.
Ayer trabajé igual a pesar de todo y pude distraerme un poco, igualmente me cuesta comprender las palabras, necesito que me repitan y así y todo me cuesta entender.
Tengo un zumbido constante (acúfenos) que antes no tenía, ¿tendré que convivir con él por siempre?
Paso las horas probando si escucho el tono del teléfono, abro la canilla para ver si puedo escuchar el correr del agua, en el silencio de la casa intento percibir los colectivos que pasan por la avenida.
Necesito contención. Hablo y hablo con todos de lo que me está pasando, lo exteriorizo. Por suerte no estoy solo en este camino que empiezo a recorrer, muchos me dicen: “Tal vez es algo pasajero”, “Primero hacete los estudios auditivos, no te desesperes, no te adelantes”.
¿Por qué a un músico se le quita el placer de escuchar sonidos claramente? ¡Qué bronca tengo!
Ahora los sonidos son distorsionados. Estoy tan triste de no poder flotar en un acorde como lo hacía antes…
¿Cómo será el futuro? ¿Cómo será mi situación económica ahora que tantos nuevos gastos van a surgir?
Vivo, después me lo preguntaré.
Comienzo sesiones de terapia y de homeopatía.
El artista está más allá de un oído interno, el arte no se esfuma tan fácilmente.
Anoche vino una amiga de Laura a casa y pude experimentar que “haciendo pantalla con la mano” sobre mi oreja, mantenía mejor una conversación. Recuerdo que mi abuelo en su vejez hacía ese gesto típico de la sordera, y me encontré explicándoles a Lau y su amiga sobre mi nuevo descubrimiento. De todas formas, algunas frases se me escapaban y me tenían que repetir; pero la “pantalla” ayudaba, aunque me quedara el brazo tieso y hasta mi propia voz se veía mejorada con este gesto.
Me desespero porque en ocasiones no entiendo las palabras que me están diciendo, e intentar entenderlas me cuesta un montón. Al final del día termino exhausto del esfuerzo. Trabajar así es mucho más dificultoso. Vivo en tensión cada clase que doy, porque no quiero que descubran mi discapacidad.
Ayer me decía a mí mismo: “uno cree que nunca se va a enfermar. Algunos se enferman mucho; otros, poco”. Pero es así… El paso del tiempo nos pone en lugares distintos.
Tomé fuerzas y fui al gimnasio a una clase de bicicleta deportiva.
Durante el viaje en mi auto noté una mejoría en la audición y comencé a gritar: “¡Estoy mejor!”
Toda esa sensación fue el estar encerrado en el auto, de esta manera el sonido era un poco mejor porque rebotaba en las paredes del vehículo y llegaban sonidos más consistentes a mis oídos de hipoacúsico.
Ayer tocaba la guitarra contra la pared para que el sonido rebote contra ella y me hiciese escuchar mejor; también probé apoyar el oído izquierdo sobre el cuerpo de la guitarra, y así conseguí elevar el volumen en mi oído, pero no la claridad de las notas.
Mi voz no es la de antes, la percibo más lejana, más fuera de mi cuerpo.
Estoy leyendo en internet que este problema trae consigo aislamiento, pero a mí no me va a pasar, yo pelearé y peleo por una solución. Todavía me quedan muchas cosas por escuchar, como sea, de la manera que sea, solo con lamentarme no gano nada, y me vuelvo a repetir: no hay que adelantarse, no tengo que dejar que me gane la ansiedad. Sé cómo adaptarme a cualquier situación.
Mi mirada se cruza con un portarretratos y al contemplar mi foto tocando la guitarra en un escenario digo: así era yo, así escuchaba el sonido claro, así flotaba disfrutando los sonidos de manera interminable, otra vez sale a la superficie mi personalidad Javier el débil, pero a su lado está Javier el fuerte, el que no se dejará caer nunca, la vida es un juego.
¿Qué es el tiempo?
Nada más que una transformación.
¿Qué es esta vida?
Nada más que una más.
¿Qué es el miedo?
Nada más que un suspiro.
Estamos en un navío que viaja,
se columpia y poco a poco
el viaje nos cambia
Estamos envueltos en la marea
y de pronto la calma vuelve
Tan inmenso es el océano
Tan inmenso es perderse en el azul profundo
Las estrellas nos guían, nos hablan de cerca
La penumbra se aniquila
con el primer resplandor de la mañana
Estamos en pleno viaje, estamos en movimiento
Zarpamos y nunca paramos
Cuando lleguemos a destino
es ahí donde partiremos a un nuevo viaje
Zarparemos otra vez para nunca parar.
Me desperté con una melodía dando vueltas en mi cabeza, y caí en la cuenta de que la música no pasa solo por los oídos, sino que se siente vibrar en los huesos, en el alma, dentro de un sueño.
El sueño que tuve era extraño. Yo estaba una embarcación a la orilla de un lago, esperaba y esperaba, pero no zarpaba. Era yo quien tenía apuro, pero los demás no.
Había un chico y una chica que cantaban sentados en el piso de la embarcación y podía escuchar su canción en la cual cantaban algo así como: tienes tanto…
Y mientras cantaban sonreían cómplices mirándome a mí.
