Sostenibilidad y desarrollo humano integral - Euclides Eslava Gómez - E-Book

Sostenibilidad y desarrollo humano integral E-Book

Euclides Eslava Gómez

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Beschreibung

El Centro de Estudios para el Desarrollo Humano Integral (Cedhin) de la Universidad de La Sabana viene estudiando los desafíos del desarrollo global y la necesidad de un compromiso universal con el futuro del planeta. En este caso, ha reunido expertos en distintas áreas para proponer proyectos sociales, políticos, económicos y culturales, orientados a mejorar el modo de vida de muchas personas. En medio de la pandemia de la covid-19, vimos conveniente aportar ideas para la nueva sociedad que estamos llamados a construir entre todos después de la compleja situación que afrontamos. De ahí la convocatoria a esta reflexión interdisciplinaria, resultado de las investigaciones de los profesores invitados desde diversas áreas geográficas y epistemológicas. Esperamos que este libro, fruto de un trabajo mancomunado como aporte a la regeneración que exige la pandemia de la covid-19, estimule el compromiso generoso y solidario para promover un verdadero desarrollo humano integral.

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Sostenibilidad y desarrollo humano integral

Sostenibilidad y desarrollo humano integral

Euclides Eslava

–Editor académico–

16

Sostenibilidad y desarrollo humano integral / Euclides Eslava editor académico. -- Chía : Universidad de La Sabana, 2022

282 páginas ; cm. (Colección Compilaciones 16)

Incluye bibliografía

ISBN 978-958-12-0598-1

e-ISBN 978-958-12-0599-8

doi: 10.5294/978-958-12-0598-1

1. Desarrollo sostenible 2. Desarrollo de la comunidad 3. Desarrollo de la personalidad 4. Vida cristiana I. Eslava, Euclides II. Universidad de La Sabana (Colombia). III. Tit.

CDD 306.85

CO-ChULS

Reservados todos los derechos

© Universidad de La Sabana

Facultad de Filosofía

© Juan Carlos Camelo Vargas

© Luz Rocío Corredor González

© Adolfo Eslava Gómez

© Euclides Eslava

© Jesús David Girado-Sierra

© José Eduardo Gómez

© Juan Luis Hernández Avendaño

© Andrés Felipe López Latorre

© Nicolás Fernando Molina Sáenz

© Alejandro Moreno Salamanca

© Diana María Ramírez Sarmiento

© Luis Ravina Bohórquez

© Andrea Resendi Luria

© Alfredo Rodríguez

© Cristian Rojas

© Rolando Roncancio Rachid

© Adriana Francisca Salinas Esteban

© Martin Schlag

Primera edición: febrero de 2022

ISBN: 978-958-12-0598-1

e-ISBN: 978-958-12-0599-8

DOI: 10.5294/978-958-12-0598-1

1000 ejemplares

Impreso y hecho en Colombia

Edición

Dirección de Publicaciones

Campus del Puente del Común

Km 7 Autopista Norte de Bogotá

Chía, Cundinamarca, Colombia

Tels.: 861 5555 – 861 6666, ext. 45101

www.unisabana.edu.co

https://publicaciones.unisabana.edu.co

[email protected]

Corrección de estilo

María José Díaz Granados

Diagramación

Mauricio Salamanca

Diseño de cubierta

Angélica Ramos

Conversión a e-pub

Kilka Diseño Gráfico

Impresión

Xpress Estudio Gráfico y Digital S.A.S.

Hecho el depósito que exige la ley

Queda prohibida la reproducción parcial o total de este libro, sin la autorización de los titulares del copyright, por cualquier medio, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático. Esta edición y sus características gráficas son propiedad de la Universidad de La Sabana.

Contenido

Lista de abreviaturas

Presentación

Prólogo. La razón de ser de la sostenibilidad

Rolando Roncancio Rachid, Ph. D.

Juan Carlos Camelo Vargas, MBA

I. DESARROLLO Y COMUNIDAD HUMANA

Desarrollo, desafíos, decisiones

Adolfo Eslava Gómez, Ph. D.

El desarrollo humano integral en la doctrina social de la Iglesia

Jesús David Girado-Sierra, Ph. D.

Cristian Rojas, Ph. D. (c)

Contornos del bien común: derechos humanos, desarrollo y paz

Andrés Felipe López Latorre, Ph. D.

La ecología de Francisco: de la “ecología integral” hacia el “pacto educativo global”

Euclides Eslava, Ph. D.

II. DESARROLLO Y EMPRESA

Los negocios en la doctrina social de la Iglesia

Martin Schlag, Ph. D.

Pilares de la perspectiva cristiana sobre la empresa y la acción directiva

Alejandro Moreno Salamanca, Ph. D.

Alfredo Rodríguez

La gerencia centrada en las capacidades humanas, condición necesaria para el desarrollo sostenible

Nicolás Fernando Molina Sáenz, Ph. D.

III. DESARROLLO Y POLÍTICAS PÚBLICAS

La construcción de bienes públicos pospandemia: la renta básica universal

Juan Luis Hernández Avendaño, Mag.

Andrea Resendi Luria

Las políticas de garantía pública de empleo: alternativa de dignificación del trabajo humano

José Eduardo Gómez, Ph. D.

Pensar las relaciones políticas, económicas y sociales desde el bien común, para lograr un desarrollo socioeconómico integral

Adriana Francisca Salinas Esteban, Ph. D.

La cooperación internacional como herramienta del desarrollo sostenible: una lectura desde las Agencias de Desarrollo Económico Local en Colombia

Luz Rocío Corredor González, Ph. D.

Programa de Desarrollo con Enfoque Territorial de la subregión Chocó: aproximaciones desde las encíclicas sobre desarrollo humano integral

Diana María Ramírez Sarmiento, Ph.D. (c)

Epílogo. Experiencias internacionales para mejorar el desarrollo humano y la sostenibilidad

Luis Ravina Bohórquez, Ph. D.

Lista de abreviaturas

ACDE Asociación Católica de Dirigentes de Empresa

ADEL Agencias de desarrollo económico local

AL Amoris laetitia

APC Agencia Presidencial para la Cooperación Internacional de Colombia

ART Agencia para la Renovación del Territorio

BID Banco Interamericano de Desarrollo

BIEN Basic Income Earth Network

CA Centesimus annus

CDSI Compendio de la doctrina social de la Iglesia

CEPAL Comisión Económica para América Latina y el Caribe

CET Competitividad estratégica territorial en Colombia

CEC Catecismo de la Iglesia Católica

CIV Caritas in veritate

covid-19 Enfermedad por Coronavirus de 2019

DANE Departamento Administrativo Nacional de Estadística

DEL Desarrollo económico local

DHI Desarrollo humano integral

DIDH Derecho internacional de los derechos humanos

DSDHI Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral

DSI Doctrina social de la Iglesia

DUDH Declaración Universal de los Derechos Humanos

EG Evangelii gaudium

Fondo ODS Fondo para los Objetivos de Desarrollo Sostenible

FT Fratelli tutti

Fundéu Fundación del Español Urgente

GE Gaudete et exsultate

GS Gaudium et spes

IBE Ingreso básico de emergencia

IDH Índice de desarrollo humano

IFI Instituciones fiscales independientes

IMG Ingreso mínimo garantizado

IPM Índice de pobreza multidimensional

JEP Jurisdicción Especial para la Paz

JOC Juventud Obrera Católica

LE Laborem exercens

LRA Lord's Resistance Army

LS Laudato si’

MM Mater et magistra

MORENA Movimiento de Regeneración Nacional

NAIRU Non-Accelerating Inflation Rate of Unemployment

NBI Necesidades básicas insatisfechas

NCID Navarra Center for International Development

OATP Oficina de Análisis Técnico Presupuestal

OCDE Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos

ODM Objetivos de Desarrollo del Milenio

ODS Objetivos de Desarrollo Sostenible

OFI Oficinas fiscales independientes

ONU Organización de las Naciones Unidas

PATR Plan de Acción para la Transformación Regional

PCTR Pacto Comunitario para la Transformacional Regional

PDET Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial

PEA Población económicamente activa

PIB Producto interno bruto

PMTR Pacto Municipal para la Transformación Regional

PNB Producto nacional bruto

PNUD Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo

POT Planes de Ordenamiento Territorial

PP Populorum progressio

PRD Partido de la Revolución Democrática

QA Quadragesimo anno

RBU Renta básica universal

RED ADELCO Red de Agencias de Desarrollo Económico Local de Colombia

RN Rerum novarum

SENA Servicio Nacional de Aprendizaje

SEWA Self Women´s Association

UNESCO United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization

UNIAPAC Unión Internacional Católica de Dirigentes de Empresas

UNICEF United Nations Children’s Emergency Fund (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia)

VS Veritatis splendor

ZOMAC Zonas Más Afectadas por el Conflicto

Presentación

Si los desafíos del desarrollo global ya eran notorios hace pocos años, con la pandemia de la covid-19 aumentó la necesidad de un compromiso universal con el futuro del planeta. Por ejemplo, el primer objetivo de desarrollo sostenible, que se refiere al fin de la pobreza, se vio afectado seriamente en todo el mundo. Según el Banco Mundial (2020), el número de personas que viven en la pobreza extrema aumento en 150 millones en el 2021. Además, se mantienen otros retos importantes en el objetivo 13, que fomenta la acción por el clima: según el Grupo intergubernamental de expertos sobre el cambio climático de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), los seres humanos han calentado el planeta a un nivel nunca visto en los últimos 2000 años (ONU, 2021).

En estas circunstancias, es necesario promover un desarrollo integral, que no se limite a la productividad, sino que tenga en cuenta el medio ambiente y las personas. Esto implica que, así como el desarrollo humano consiste en el cuidado de los otros y de su bienestar, también invita a relacionarse con la naturaleza de una manera consciente y respetuosa.

El Centro de Estudios para el Desarrollo Humano Integral (Cedhin) viene estudiando estas cuestiones desde sus comienzos en 2019. El Cedhin reúne expertos en distintas áreas para proponer proyectos sociales, políticos, económicos y culturales, orientados a mejorar el modo de vida de muchas personas. En medio de la pandemia de la covid-19 vimos conveniente aportar ideas para la nueva sociedad que estamos llamados a construir entre todos después de la compleja situación que afrontamos. De ahí la convocatoria a esta reflexión interdisciplinaria, resultado de las investigaciones de los profesores invitados desde diversas áreas geográficas y epistemológicas. Los capítulos están agrupados en tres secciones: Desarrollo y comunidad humana, Desarrollo y empresa, y Desarrollo y políticas públicas.

Esperamos que este libro, fruto de un trabajo mancomunado como aporte a la regeneración que exige la pandemia de la covid-19, estimule el compromiso generoso y solidario para promover un verdadero desarrollo humano integral, de acuerdo con lo que escribió Francisco (2020):

Para salir mejores de esta crisis es necesario que recuperemos el saber que tenemos un destino común como pueblo. La pandemia nos recuerda que nadie puede salvarse solo. Existe entre nosotros un lazo que nos une y que llamamos comúnmente solidaridad. La solidaridad es más que actos de generosidad, aunque estos son importantes; es la invitación a abrazar la realidad unidos por lazos de reciprocidad. Sobre esta base sólida podremos construir un futuro mejor, diferente, humano.

Euclides Eslava

Director del Cedhin

Universidad de La Sabana

Referencias

Banco Mundial (2020, 7 de octubre). Debido a la pandemia de covid-19, el número de personas que viven en la pobreza extrema habrá aumentado en 150 millones para 2021. https://www.bancomundial.org/es/news/press-release/2020/10/07/covid-19-to-add-as-many-as-150-million-extreme-poor-by-2021.

Francisco (2020). Soñemos juntos. Plaza y Janés.

Organización de las Naciones Unidas (ONU) (2021, 9 de agosto). Cambio climático: el ser humano ha calentado el planeta a un nivel nunca visto en los últimos 2000 años. ONU. https://news.un.org/es/story/2021/08/1495262.

Prólogo. La razón de ser de la sostenibilidad

Rolando Roncancio Rachid, Ph. D.1

Juan Carlos Camelo Vargas, MBA2

Resumen

La sostenibilidad es una estrategia que no solo permite a las organizaciones generar productos y servicios minimizando el impacto social y ambiental, sino que también les ayuda a comprender un entorno que requiere de su actuación para construir una sociedad bajo estándares éticos enfocados en la búsqueda del bienestar común.

Palabras clave

Sostenibilidad, desarrollo sostenible, bien común.

Introducción

Durante las últimas décadas se ha venido profundizando en el concepto de sostenibilidad, desde el momento en que la Comisión Brundtland fue encargada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para evaluar los impactos del cambio climático a nivel global, resultados que quedaron consignados en el informe Nuestro Futuro Común, donde se definió el desarrollo sostenible como la “capacidad de satisfacer las necesidades de la generación presente, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades” (ONU, 1987, p. 23); sumado al llamado urgente de la humanidad por mitigar y compensar los impactos medioambientales producto de la era del antropoceno,3 se establece la posibilidad de una nueva era de crecimiento económico fundamentada en políticas que sostengan el medio ambiente y garanticen un desarrollo duradero.

En este contexto, el informe de la Comisión Brundtland, más allá de presentar un estudio detallado de las consecuencias ecosistémicas producto de la industrialización, fue la primera aproximación teórica al desarrollo sostenible, donde se establece:

El concepto de desarrollo duradero implica límites, no límites absolutos, sino limitaciones que imponen a los recursos del medio ambiente el estado actual de la tecnología y de la organización social, la capacidad de la biosfera de absorber los efectos de las actividades humanas. Pero tanto la tecnología como la organización social pueden ser ordenadas y mejoradas de manera que abran el camino a una nueva era de crecimiento económico. (ONU, 1987, p. 23)

Desde este momento, los países y todo tipo de organizaciones a nivel global han venido repensando la forma en que generan valor para la sociedad, y, en este sentido, cómo afectan a sus partes interesadas. Sin embargo, el concepto de sostenibilidad podría remontarse a años atrás, cuando Howard R. Bowen, en la década de los cincuenta, empezó a hablar de responsabilidad social corporativa en su libro Social Responsibilities of the Businessmen. Esta tarea se enmarcaba en la disminución de los efectos negativos en distintos ámbitos, con énfasis en el beneficio de sus trabajadores y sus comunidades más inmediatas, así como la incorporación un poco tímida de temas ambientales en su gestión. Desde entonces, los líderes de todo tipo de instituciones han venido reflexionando acerca de cómo producir bienes y servicios de forma rentable, pero con la intención de mitigar los impactos generados en el proceso (Garrod, 1997).

Años más tarde, en el lenguaje cotidiano de los negocios se empezaron a incluir conceptos como la ética y los valores empresariales, y ya a finales de los años ochenta, el concepto evolucionó hacia la sostenibilidad, lo que abrió el espectro para que todas las organizaciones, independientemente de su tamaño, tipo societario o sector, incluyeran dentro de su estrategia una visión conjunta de las dimensiones económica, social, ambiental y de gobierno, para ser gestionadas de forma integrada, promoviendo la disminución de sus efectos negativos (Caicedo, 2013; Buitrago y Betancourt, 2015). En la actualidad, la sostenibilidad es considerada una megatendencia,4 adoptada de manera creciente en todo tipo de instituciones, y materializada en el desarrollo de modelos de negocio, estrategias, proyectos o simplemente acciones para promover la mitigación de los impactos que estas generan (Gladwin, 1993; Steadman et al., 1995).

Desde la perspectiva corporativa, el concepto de sostenibilidad confronta el paradigma de que las empresas están exclusivamente destinadas a generar valor para el accionista –shareholder management– y que el único objetivo que se persigue en este orden es la generación de retorno del capital invertido (Friedman, 1953). A pesar de que este enfoque, conocido como la norma de la primacía del accionista, es el modelo corporativo y legal predominante en las organizaciones actuales (Roncancio et al., 2018), esta nueva forma de interpretar los negocios ha integrado progresivamente las diversas expectativas que, sobre la organización, demandan todas las partes interesadas, stakeholder management (Huber y Pallas, 2006).

Sin embargo, es importante tener en cuenta que este balance es particular para cada institución, pero que de manera generalizada muestra sistemáticamente la necesidad de reorientar el actuar corporativo para aumentar la cercanía con las realidades de la sociedad (Massy, 2016).

Esta visión integrada de la sostenibilidad no permite la desarticulación de ninguna de sus dimensiones, lo cual favorece que las organizaciones cuenten con una estrategia que les ayude a adaptarse y sostenerse en entornos rápidamente cambiantes, en la búsqueda de generar valor tangible para la humanidad (Lozano et al., 2011), y que ha obligado a líderes y directivos de todo tipo de instituciones a preguntarse si están trasegando el camino adecuado.

Por lo anterior, es necesario desarrollar desde el gobierno corporativo una estrategia que integre todos estos factores, para promover en la organización la conciencia acerca de la importancia de tener en cuenta a todos los actores para el éxito sostenido del negocio (Berman et al., 2017).

En este sentido, la sostenibilidad podría traducirse en la intención explícita de personas y organizaciones de aportar al bien común, a fin de garantizar que las acciones trasciendan al bien particular; y que llevan a la necesidad de construir colectivamente una visión conjunta de la sociedad que queremos para las futuras generaciones.

En el fondo, todas las organizaciones están hechas para servir a otros, y esto conlleva una gran responsabilidad. Bajo esa premisa, cada organización debe ser consciente de que su operación debe evitar la generación de impactos negativos. Por esta razón, el servicio debe ser un eje angular de la estrategia organizacional, porque identifica e integra todos los recursos y las capacidades para el beneficio común. En la encíclica Laudato si’, Francisco afirma que la empresa, “en su noble vocación, debe ser orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos, sobre todo si entiende que la creación de puestos de trabajo es parte ineludible de su servicio al bien común” (2015, p. 101).

De esta forma, el servicio es una herramienta fundamental para ayudar a las organizaciones a mejorar sus relaciones con sus grupos de interés, generar vínculos de confianza y cumplir con la misión de ayudar a los demás.

De acuerdo con el concepto de desarrollo sostenible planteado por la Comisión Burtdland, para garantizar su implementación se deben tener presentes dos objetivos: el primero, vivir dentro de los límites impuestos por la naturaleza y, el segundo, generar mayor bienestar social enfocado en el buen vivir y en la erradicación de la pobreza extrema.

Para el primer objetivo, el Centro de Resiliencia de Estocolmo publicó en el año 2009 el primer informe sobre los límites planetarios derivados de las consecuencias de la actividad humana en el planeta, así como la necesidad de hacer un llamado a la sociedad y las industrias de no transgredir estos límites, relativos al cambio climático; la pérdida de la biodiversidad; la contaminación del agua, del aire y de los suelos; y el agotamiento del ozono estratosférico, entre otros factores (Rockström et al., 2009).

Asimismo, la carta encíclica Laudato si’ de Francisco hace una reflexión acerca de la crisis ecológica resultado de una acción humana desviada y contradictoria. En la era del antropoceno la tecnología juega un papel fundamental en el actuar de la humanidad, con grandes avances en el ámbito de las comunicaciones, la medicina, la infraestructura, los medios de transporte, las industrias, entre otros. Sin embargo, no se debe desconocer que la tecnociencia no ha sido del todo bien utilizada, debido a una intervención humana excesiva en la naturaleza:

Se trataba de recibir lo que la realidad natural de suyo permite, como tendiendo la mano. En cambio, ahora lo que interesa es extraer todo lo posible de las cosas por la imposición de la mano humana, que tiende a ignorar u olvidar la realidad misma de lo que tiene delante. Por eso, el ser humano y las cosas han dejado de tenderse amigablemente la mano para pasar a estar enfrentados. De aquí se pasa fácilmente a la idea de un crecimiento infinito o ilimitado, que ha entusiasmado tanto a economistas, financistas y tecnólogos. Supone la mentira de la disponibilidad infinita de los bienes del planeta, que lleva a “estrujarlo” hasta el límite y más allá del límite. (Francisco, 2015, p. 83)

Para lograr un desarrollo duradero y sostenible, es indispensable que el mundo trabaje en un proyecto común haciendo uso de los avances tecnológicos en pos del bienestar medioambiental, por medio del desarrollo de energías renovables, la mejora en las condiciones para el acceso al agua potable y una gestión adecuada de los residuos sólidos. La era de crecimiento económico desaforado ha finalizado, razón por la cual, la invitación de la comunidad científica se centra en la adopción de nuevas alternativas tecnológicas para reemplazar los combustibles fósiles. No obstante, Francisco destaca que “la comunidad internacional no ha logrado acuerdos suficientes sobre la responsabilidad de quienes deben soportar los costos de la transición energética” (2015, p. 128), lo que ha dificultado su acceso y comercialización.

Del mismo modo, el Santo Padre hace un llamado a la reflexión y a la necesidad de incorporar la ecología integral, como concepto articulador de las dimensiones humanas y sociales, al reconocer que “no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socioambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza” (Francisco, 2015, p. 108).

En este contexto, con la evolución del concepto de desarrollo sostenible, en los próximos años, la humanidad debe vivir bajo los límites impuestos por la naturaleza, porque es evidente el riesgo latente de sobrepasarlos, desencadenando un cambio ambiental abrupto aún no identificado (Centro de Resiliencia de Estocolmo, s. f.).

El segundo objetivo tiene un enfoque social, donde el concepto de bienestar se encuentra relacionado con la búsqueda del buen vivir de la humanidad. En este escenario, la ONU, con la apertura del milenio, firmó una agenda conjunta con los países miembros, cuyo objetivo se centró en el buen vivir y la erradicación de la pobreza extrema. Esta agenda se denominó Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), y fue la primera apuesta global por alcanzar el desarrollo enfocado en el bienestar social, por medio de la cual “los países asumieron el compromiso en una nueva alianza mundial para reducir la pobreza extrema y se estableció una serie de ocho objetivos, con plazo límite de 2015” (PNUD, s. f.a). Esta agenda tuvo avances considerables en la aplicación de proyectos de carácter social a nivel global.

Esta primera apuesta mostró importantes resultados en la generación de bienestar social. Algunos de estos avances fueron: la reducción en más de la mitad de las personas que viven en pobreza extrema, se triplicó la cantidad de personas de clase media y la tasa de mortalidad infantil disminuyó a más de la mitad (PNUD, s. f.a). Sin embargo, el desempeño económico desaforado por parte de las grandes industrias y el incremento de la calidad de vida de la población, así como el alto crecimiento demográfico generaron una alta demanda en la utilización de los recursos ecosistémicos.

Años más tarde, en la Cumbre Rio +20, los países miembros de las Naciones Unidas comenzaron a acordar una nueva agenda encargada de sustituir la anterior. Esta nueva apuesta global se enmarca en la concepción de desarrollo sostenible a partir de las dimensiones económica, social y ambiental. Con la aprobación de este acuerdo se establecieron diecisiete objetivos denominados Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), los cuales se convirtieron en el primer consenso por alcanzar un desarrollo duradero, al tener presente la capacidad del planeta para proveer servicios ecosistémicos, el bienestar social para generar mayor equidad en la sociedad y un crecimiento económico sostenido sin conductas sociales y ambientales perjudiciales.

La adopción de los ODS ha generado un impacto significativo a nivel global con el cumplimiento de los primeros cinco años de esta agenda. Países, organizaciones y la sociedad civil han mostrado importantes avances en la implementación de las metas establecidas.

A nivel corporativo, el mercado está acostumbrado a potenciar un consumismo desaforado sin medir las consecuencias. No obstante, como lo sugiere Francisco (2015), un cambio en los estilos de vida podría generar una sana presión en el poder económico. Por ejemplo, al dejar de adquirir algunos productos, porque no cumplen con los estándares de los consumidores, las empresas se ven en la obligación de modificar su comportamiento y mejorar los patrones de producción. De igual forma, alienta a las empresas a promover una economía que potencie la creatividad humana solidaria, en la búsqueda del bien común:

La sociedad mundial tiene serias fallas estructurales que no se resuelven con parches o soluciones rápidas meramente ocasionales. Hay cosas que deben ser cambiadas con replanteos de fondo y transformaciones importantes. Solo una sana política podría liderarlo, convocando a los más diversos sectores y a los saberes más variados. De esa manera, una economía integrada en un proyecto político, social, cultural y popular que busque el bien común puede abrir camino a oportunidades diferentes, que no implican detener la creatividad humana y su sueño de progreso, sino orientar esa energía con cauces nuevos. (Francisco, 2020, p. 47)

Conclusiones

La evolución del concepto de sostenibilidad y su adopción en las organizaciones ha generado que las empresas sean más conscientes del papel que juegan en el entorno social y de cómo la influencia de las comunidades puede afectar su operación.

Es evidente que el antropoceno ha transformado profundamente los sistemas de la tierra trayendo consigo la necesidad de comenzar una nueva era enfocada en un desarrollo sostenido y duradero. Actualmente, las organizaciones son conscientes de los efectos adversos que su operación genera en el medio ambiente y en la sociedad. Por lo tanto, como sugiere Pérez-López (1993), las empresas no pueden limitarse a la búsqueda de la eficacia (generación de valor económico), sino que deben incluir los criterios de eficiencia (generación de valor social hacia dentro) y consistencia (generación de valor social y ambiental hacia afuera). De esta forma, la sostenibilidad es un enfoque que permite a las empresas y los directivos comportarse de forma prudencial para conducir de manera directa e intencionada la búsqueda del bien común, es decir, velando por los intereses de todos los stakeholders de su organización.

Por todo lo anterior, los avances y las evidencias alcanzadas parecen mostrar la sostenibilidad como una estrategia adecuada, que no solo les permite a las organizaciones generar productos y servicios minimizando el impacto social y ambiental, sino que las ayuda a comprender un entorno que requiere de su actuación activa en la construcción de sociedad, bajo un estándar ético enfocado en la búsqueda del bienestar común.

Referencias

Berman, S. L., Wicks, A. C., Kotha, S. y Jones, T. M. (2017). Does stakeholder orientation matter? The relationship between stakeholder management models and firm financial performance. Academy of Management Journal, 42(5).

Buitrago Florián, H. y Betancourt Prieto, M. (2015). El gobierno corporativo como pilar fundamental para la sostenibilidad de la economía. Gestión y Desarrollo, 10(1).

Caicedo González, E. (2013). Modelo de cuádruple hélice de responsabilidad social en Ecuador. Universidad San Francisco de Quito. http://repositorio.usfq.edu.ec/handle/23000/2553

Centro de Resiliencia de Estocolmo (s. f.). Límites planetarios: exploración del espacio operativo seguro para la humanidad. Stockholm University. https://www.stockholmresilience.org/publications/publications/2010-03-13-planetary-boundaries-exploring-the-safe-operating-space-for-humanity.html

Francisco (2015). Carta encíclica Laudato si’. Editorial Vaticana.

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Friedman, M. (1953). The methodology of positive economics. En Essays in Positive Economics (pp. 3-43). University of Chicago Press.

Garrod, B. (1997). Business strategies, globalization and environment. En Globalization and Environment (pp. 269-314). OECD.

Gladwin, T. (1993). The meaning of greening: A plea for organizational theory. En K. Fischer y J. Schot (Eds.), Environmental Strategy for Industries: International Perspectives on Research Needs and Policy Implications (pp. 37-61). Island Press.

Howard R. B. (1953). Social responsibilities of the businessman. Harper.

Huber, M. y Pallas, M. (2006). Customizing Stakeholder Management Strategies: Concepts for Long-term Business Success. Springer.

Lozano, R., Lukman, R., Lozano F. J., Huisingh, D. y Lambrechts, W. (2011). Declarations for sustainability in higher education: Becoming better leaders, through addressing the university system. Journal of Cleaner Production, 48, 10-19.

Massy, W. F. (2016). Reengineering the University: How to Be Mission Centered, Market Smart, and Margin Conscious. Johns Hopkins University Press.

Organización de las Naciones Unidas (1987). Informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo. Université du Québec á Montréal. http://www.ecominga.uqam.ca/PDF/BIBLIOGRAPHIE/GUIDE_LECTURE_1/CMMAD-Informe-Comision-Brundtland-sobre-Medio-Ambiente-Desarrollo.pdf

Pérez López, J. A. (1993). Fundamentos de la dirección de empresas. Rialp.

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Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) (s. f.b). Cooperación Sur-Sur. PNUD. https://www.undp.org/content/undp/es/home/development-impact/south-south-cooperation.html

Porter, M. y Kramer, M. (2006). Estrategia y sociedad. Harvard Business Review América Latina. https://www.iarse.org/uploads/Porter_y_Kramer_Estrategia_y_Sociedad_HBR_dic_2006.pdf

Rockström, J., Steffen, W., Noone, K., Persson, Å., Chapin, F. S., … Foley, J. (2009). Planetary boundaries: Exploring the safe operating space for humanity. Ecology and Society, 14(2). http://www.ecologyandsociety.org/vol14/iss2/art32/

Roncancio, R. (2016). Sostenibilidad: un modelo prudencial para las decisiones directivas. Revista INALDE, 41, 4-11.

Roncancio, R., Lagos, D. y Cortés, S. (2018). Benefit corporations: ¿Hacia una primacía renovada del accionista? Universidad & Empresa, 20(35), 143-168. http://dx.doi.org/10.12804/revistas.urosario.edu.co/empresa/a.5834

Steadman, M. E., Zimmerer, T. W. y Green, R. F. (1995). Pressures from Stakeholders hit Japanese companies. Long Range Planning, 28(6), 29-37.

Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) (s. f.). Antropoceno: la problemática vital de un debate científico. Unesco. https://es.unesco.org/courier/2018-2/antropoceno-problematica-vital-debate-cientifico

1 Rector de la Universidad de La Sabana. [email protected]

2 Mag, estudiante de doctorado en Administración de Organizaciones, Universidad de La Sabana. Director General de Proyección Social y Cocreación de la Universidad de La Sabana. [email protected]

3 Antropoceno: concepto creado en un principio por el biólogo estadounidense Eugene F. Stoermer, fue popularizado a principios de la década de 2000 por el holandés Paul Crutzen, Premio Nobel de Química, para designar la época en la que las actividades del hombre empezaron a provocar cambios biológicos y geofísicos a escala mundial (Unesco, s. f.).

4 Para David Lancefield, las megatendencias son patrones o cambios en actividades que tienen lugar durante un periodo de tiempo extenso y con gran impacto en los negocios y la sociedad. La particularidad de estas megatendencias es que normalmente crean oportunidades (o riesgos) en la forma en que las empresas interactúan con la sociedad. Se manifiestan como fuerzas potencialmente disruptivas para mejorar, planteando retos a la innovación y la creatividad (Roncancio, 2016).

I. DESARROLLO Y COMUNIDAD HUMANA

Desarrollo, desafíos, decisiones

doi: 10.5294/978-958-12-0598-1.2022.1

Adolfo Eslava Gómez, Ph. D.1

Resumen

En este capítulo se presenta el problema objeto de análisis alrededor de los desafíos apremiantes exacerbados por la pandemia. En seguida, se plantea un encuadre teórico alrededor de estudios del desarrollo para, al final, proponer el proceso de decisiones públicas como instancia de respuesta práctica. De este modo, se ofrece una plataforma de encuentro entre los tres aspectos centrales de este libro: la comunidad, la empresa y la política.

Palabras clave

Desarrollo humano, desafíos sociales, decisiones públicas.

Introducción

Los efectos de la pandemia de la covid-19 nos recuerdan la necesidad de tener a las personas en el centro de los asuntos públicos. El desarrollo como objeto de estudio, hoy como ayer, requiere consolidar el adjetivo que mejor lo califica: humano. La pandemia demuestra la necesidad de prestar más atención a las cuestiones sociales apremiantes: hambre, injusticia y desigualdad. Con el fin de asumir los desafíos actuales del desarrollo, este capítulo propone la necesidad de comprender las decisiones públicas como categoría analítica de los estudios del desarrollo, que tienda puentes entre el comportamiento humano y el cambio social.

La orientación argumentativa del texto obedece a la siguiente estructura: en primer lugar, se presentan algunos desafíos apremiantes a manera de problema de investigación; luego, se aborda el desarrollo como encuadre teórico que permita realzar el papel de la persona humana y, por último, se plantean las decisiones colectivas como escenario para brindar criterios empíricos de solución. En breve, a continuación, se ofrece una aproximación analítica a la triada desafíos sociales, desarrollo humano y decisiones públicas.

Desafíos. Somos responsables

A pesar de la evidencia en su contra, sigue vigente la sentencia según la cual el mercado genera riqueza y el Estado la redistribuye. El mercado ofrece ventajas para la interacción entre las necesidades, y los bienes y servicios que las satisfacen; no obstante, el intercambio mercantil se encuentra lejos de ser un mecanismo perfecto, razón por la cual requiere ser complementado. Se precisa concebirlo como lugar de encuentro caracterizado por procesos subyacentes imbuidos de sociedad, es decir, existe un antes social y un después económico, no al revés.

Amartya Sen (2000, 2010) ha explicado con claridad la primacía de las libertades instrumentales fundamentales como condiciones del progreso económico y el cambio social. Por ejemplo, la formación en habilidades técnicas para acceder al mundo del trabajo, y la educación cívica para participar en el debate público, se convierten en fundamento de los argumentos razonables para tomar decisiones individuales respecto de aquello que las personas valoran y para activar procesos de decisiones públicas que las colectividades definan como su visión de desarrollo.

Por otra parte, Mariana Mazzucato (2019) ha mostrado la necesidad de concebir la creación de valor como un proceso colectivo en el que los asuntos de los negocios están estrechamente relacionados con el conjunto de decisiones entretejidas que configura el escenario de asuntos públicos. En este sentido, la alabada innovación no ocurre en el vacío toda vez que, a menudo, el emprendimiento en realidad descubre resultados de la inteligencia distribuida, propia del entramado social que aloja aquella actividad innovadora. Esto es, los procesos de transformación digital y de innovación pública son la consecuencia de inversiones, intentos y aprendizajes previos a los que aportan las decisiones colectivas de hogares, organizaciones, universidades y gobiernos.

Así, la clásica dicotomía Estado-mercado se resuelve mediante la incorporación de la clave olvidada del asunto: las personas con sus motivaciones, decisiones, acciones e interacciones, de tal manera que la bidimensionalidad convencional de los asuntos públicos supere su carácter impersonal, y se contagie de las razones y los argumentos por medio de los cuales los seres humanos nos comportamos de la forma en que lo hacemos.

Es importante señalar que la realidad pandémica nos ubica ad portas de un cimbronazo social, toda vez que la expansión del virus no ocurre en el vacío y el contexto social importa tanto para explicar su recepción como para afrontarla con éxito. La pospandemia será escenario de una sindemia global, esto es, sinergia de epidemias con detonantes sociales comunes y cuya interacción produce secuelas complejas (Swinburn et al., 2019), fenómeno que requiere conocer y atacar los patrones patológicos desde una mirada común. En definitiva, el mundo invisible de un microorganismo vital pone en evidencia las fallas sistémicas de nuestros procesos de generación de riqueza y bienestar de tal modo que economía, política y salud pública enfrentan un desafío determinante.

En la coyuntura, las tendencias epidemiológicas dictaminan los mandatos de autoridades desconcertadas. Los énfasis y eventuales aciertos de los sistemas de medición existentes permiten contar con órdenes de magnitud confiables respecto a indicadores agregados de la salud de las personas, así como de impactos sociales y económicos generados por las medidas preventivas. En definitiva, el patógeno desnuda debilidades del sistema de salud, vulnerabilidades del aparato económico y decisiones erráticas del sistema político. De un lado, contagios, comorbilidades y letalidad, junto con apagón empresarial, comercial y laboral, sumado a movilizaciones sociales e indignación, permiten advertir la dimensión de lo que está en juego: se da un retroceso notorio en la lucha contra la pobreza, se detiene el proceso de expansión de la clase media, se acentúa la desafección política y se contagia hacia la desafección por otros protagonistas de las decisiones como empresarios, medios de comunicación y académicos. Sumado a todo ello, se devela la falla estructural de la evidente fragilidad humana desatendida durante décadas ya que, tanto en los ciclos de prosperidad como en las crisis, la primacía de la técnica económica y política ha omitido lo común y básico de la vida cotidiana.

Así, pues, es palmario el desafío de entender más y mejor el desarrollo. Amartya Sen (2000) ha dejado claro que la pobreza es un fenómeno que exige ingentes esfuerzos para comprender su naturaleza y sus causas. Los arreglos institucionales alrededor de la lucha contra la pobreza suelen concentrar su atención en la dimensión monetaria y, así, en términos del autor de Desarrollo y libertad, las políticas se encaminan hacia la visión instrumentalista de la renta en detrimento de los aspectos intrínsecos de la pobreza. En ese sentido, el Nobel indio propone hacer hincapié en la privación de capacidades de tal manera que, al importante criterio de la renta, se suman los factores que posibilitan, o no, la conversión de renta en capacidades: edad, sexo, lugar y el amplio etcétera de condiciones que hacen posible el acceso al disfrute de las libertades instrumentales fundamentales.

Justamente, el reto social venidero exige adentrarse en nuevos terrenos de comprensión de la pobreza, desde un punto de vista más humano, que arroje orientaciones para tomar decisiones públicas responsables. Por ello, conviene tomar en consideración el planteamiento según el cual la pobreza y la enfermedad son algo que la gente le hace a la gente de manera que los miembros de una sociedad podemos “ser responsables por las consecuencias negativas no intencionadas e incluso imprevistas de políticas, instituciones, prácticas y estructuras sociales que esos miembros al menos mantienen, si no es que promueven activamente” (Platts, 2012, p. 189).

En consecuencia, la cuestión por el desarrollo cobra más vigencia que nunca con el fin de priorizar los desafíos que se agravan con la sindemia global, para dotar a los procesos de decisiones públicas de mejores argumentos. Desarrollo, desafíos y decisiones con altas miras y con la persona humana en el núcleo.

Desarrollo. Simplemente humano

Amartya Sen (2000) define el desarrollo como el proceso de expansión de las libertades de las que disponen las personas. De allí la necesidad de cuestionar la pretensión del mercado de presentarse como impersonal pues, aunque anónimo, el capital económico se mueve con intenciones humanas. Infortunadamente, bajo el ropaje de neutralidad, técnica y fuerzas de oferta y demanda, se esconden la ambición crematística, la emulación pecuniaria y el cinismo. Esa conducta humana destructiva que atesora y ostenta es móvil del capitalismo que trae consigo miseria y desigualdad. Desnudar el argumento técnico que atribuye bondades a la búsqueda egoísta de la riqueza material es la primera de muchas tareas que pueden contribuir a una nueva economía política que haga frente a preguntas por la moral capitalista, las motivaciones humanas, la intervención del Estado, las soluciones comunitarias y arreglos sociales más justos.

Al mercado con rostros, colmado de personas que responden por las consecuencias de sus transacciones y por su apego a la ley, se le suma un Estado que tiene clara la necesidad de intervenir para regular y promover comportamientos económicos coherentes con una visión compartida de futuro. El Estado errático, al servicio de rentabilidades políticas y económicas, se cae por su propio peso. Su accionar se caracteriza por la torpeza, pero ante el silencio de sus conciudadanos, los gobernantes tienen una capacidad infinita para malograr el erario. La incapacidad para generar inversiones de desarrollo se acompaña de una gran habilidad para incrementar las rentas estatales vía reformas tributarias regresivas y subastas leoninas a favor de poderes silentes.

Mercado compuesto por personas y Estado con intervenciones favorables al norte común, requieren la dimensión comunitaria para completar la terna de factores determinantes del diagnóstico, explicación y formulación de principios de reforma de la economía política de la periferia colombiana.

La economía actual se fundamenta en un núcleo mayoritario anclado al individualismo y encaminado al crecimiento económico a secas; pero otras contribuciones de las ciencias sociales y económicas han avanzado hacia el tono propositivo y ahora cuentan con recomendaciones diversas que hacen posible hablar de nuevas economías, en plural (Viale, 2009). Las comunidades, sus integrantes, sus formas de resolver dilemas colectivos son el foco de atención de esas miradas alternativas: psicología, biología y sociología dejan de ser compartimentos aislados para ser parte integral de aproximaciones adjetivadas –experimental, evolutiva, cognitiva, civil– a la comprensión y explicación del comportamiento económico.

El predominio económico basado en las elecciones racionales de un individuo es insuficiente para entender con claridad las decisiones colectivas que ponen en juego criterios de valoración monetaria y no monetaria. La interacción social es un escenario complejo, con un telón de fondo caracterizado por múltiples fuentes de información, posibilidades de innovación y creación espontánea de redes.

El egoísmo es parte de la dotación que llevan los jugadores al juego, pero también hay disposición a confiar y tomar en consideración la suerte de los demás actores en contienda; existe competencia, pero también cooperación; se persigue rentabilidad económica al tiempo que se consideran criterios de sostenibilidad ambiental, responsabilidad social y arraigo comunitario. En lugar de individuos con capacidades intelectuales para calcular los beneficios de sus decisiones, las nuevas economías conciben personas falibles que acuden a sus facultades humanas para decidir, equivocarse, aprender, decidir mejor y volver a errar.

El mundo técnico, compuesto por individuos racionales, concibe arreglos sociales en los que la mejor dotación y las mejores habilidades permiten acceder a mayores proporciones de la riqueza obtenida. Aunque la economía es una actividad social, algunos individuos reciben mayores remuneraciones a sus esfuerzos, otros reciben remuneraciones menores y otros no reciben ninguna y quedan a merced de la torpe intervención estatal o la acción comunitaria, salvaguardia incondicional de última instancia. De tal concepción, se colige un lógico resultado desigual en magnitudes escandalosas.

Sumado a ello, la visión derrotista de una política sumisa ante la economía constituye una versión cercana a lo que José Antonio Ocampo (2004) denomina la ideología tecnocrática que contrapone mercado y Estado optando por aquel en detrimento de este bajo la receta que da lugar a instituciones económicas aisladas de la democracia. La evidencia proveniente de las crisis de los años noventa del siglo pasado, del año ocho y del año veinte de este milenio, son prueba suficiente para repensar concepciones diferentes al Estado mínimo de tal forma que sea posible garantizar derechos, pero también exigir deberes. Esto es, se necesita pensar en un Estado emprendedor protagonista de los hitos económicos (Mazzucato, 2019); un Estado promotor de la acumulación de capital, pero también regulador de la creatividad ilegal del rentista; un Estado protector de los derechos de propiedad, pero, sobre todo, protector de la dignidad de las personas.

Para esto, vale recordar que “la economía debe estar sujeta a la política y, en particular, a procesos políticos democráticos, porque esta es la manera en que la sociedad dirime sus controversias ideológicas” (Ocampo, 2004, p. 381). En este sentido, resulta por lo menos cuestionable, sino refutable, la tesis del “antes” económico. En contraste con esta postura, Amartya Sen ofrece argumentos para describir la necesidad de un antes político, por ejemplo, cuando la libertad política contribuye a conseguir la libertad de apertura económica mediante los debates abiertos que hagan frente a los intereses creados de empresas protegidas; en general, se plantea la necesidad, no solo instrumental –medio–, sino también constitutiva –fin–, de la preexistencia de libertades políticas en forma de oportunidades de participación y de derechos humanos. El Nobel indio asegura que entre los analistas predomina la pregunta retórica respecto a qué hacer primero entre resolver necesidades económicas y brindar libertades políticas; las respuestas comunes se ubican en el plano de la oposición entre democracia y crecimiento. El pensador de marras propone una mirada complementaria que sigue teniendo vigencia.

Amartya Sen (2000, 2010) ha explicado con suficiencia la falsedad de la dicotomía entre libertades políticas y libertades económicas. No se trata de asumir la cuestión desde la identificación de una relación causal lineal que indague qué es prioritario entre crecimiento económico y progreso político; por el contrario, se requiere un programa de investigación que devele las conexiones intermitentes que describe Albert Hirschman, tarea que remite a la pregunta por el papel de las circunstancias concretas de cada caso que constituyen “relatos particulares, intrincados y a menudo irrepetibles […] [En lugar de] regularidades científico-sociales” (1994, p. 347).

En la discusión Estado versus mercado sigue vigente la postura escéptica enunciada desde Adam Smith respecto a la existencia de una dirigencia competente al frente de las decisiones estatales. Por esta razón, es conveniente tomar en consideración la evidencia empírica respecto a la conducta cooperativa y demás virtudes sociales relacionadas con los atributos de comunidad explorados con suficiencia por Bowles y Gintis (2005) y Ostrom (2005), con base en lo cual, es posible pensar un contexto institucional en el que comunidad, Estado y mercado se complementen, no se sustituyan. Esta línea de trabajo complementario remite al desarrollo institucional que Ocampo sintetiza en: “Instituciones creadoras de mercado, proveedoras de bienes públicos (en un sentido genérico, que incluye los bienes comunes y aquellos con altas externalidades), de regulación microeconómica y de regulación macroeconómica” (2004, p. 377).

También, en este programa de investigación se inscribe Amartya Sen cuando aboga por un enfoque amplio y pluralista consecuente con “la necesidad de equilibrar el papel del Estado –y de otras instituciones políticas y sociales– con el uso de los mercados” (2000, p. 159). Entre las otras instituciones se destacan “las organizaciones ciudadanas, los organismos no gubernamentales de distintos tipos, los medios de comunicación y otros medios de información y comunicación públicas” (p. 341).

Siguiendo la idea de Amartya Sen de concebir la democracia como creación de oportunidades, la propuesta consiste en fijar la educación como la política social articuladora del triple objetivo compuesto por gobernanza comunitaria, mayor progreso político y mayor crecimiento económico. El Nobel de economía retoma el énfasis en la educación, pero desde una concepción que supera el beneficio económico y le asigna un componente de bien público derivado de la capacidad de la expansión educativa para facilitar el cambio social ya que refuerza la agencia y hace que las personas estén más informadas y cualificadas. En contraste con la tesis del “antes” económico descrito arriba, se tiene una propuesta concreta del “antes” político que concibe la educación como medio y fin del desarrollo, y ubica las decisiones sociales de promoción de una política educativa en el eje axial que se apoya en su condición constitutiva e instrumental para la construcción de virtudes cívicas preeconómicas.

Por último, vale destacar que dentro del conjunto de circunstancias concretas objeto de la investigación plural en mención, la educación juega un papel preponderante en la conexión complementaria entre comunidad, política y economía. La educación técnica proclive al conocimiento y a la innovación, unida a la educación ciudadana favorable a las virtudes cívicas y al avance político, sientan las bases de la educación humanista encaminada hacia un auténtico cambio social.

Decisiones. Mujer como agente humanizadora

Con estas consideraciones en mente, alrededor de los desafíos actuales que obligan a repensar el desarrollo, este apartado aborda las decisiones públicas entendidas como el resultado de la configuración de cuatro elementos alrededor de un problema definido como público: actos de voluntad, alternativas de solución, proceso e intención de cambio (Dente y Subirats, 2014). En este sentido, se plantea un criterio común para promover el cambio requerido en los procesos de decisiones colectivas, tanto en ámbitos públicos como privados. En breve, la intención de cambio tiene criterio de género.

Desde el siglo pasado, Amartya Sen ha puesto a las mujeres en el centro de las preocupaciones de la economía política del desarrollo. Para ello, destaca la necesidad de movilizar los recursos que garanticen su bienestar, pero hace especial énfasis en la comprensión y la promoción de la capacidad de agencia de las mujeres. La capacidad de agencia es la posibilidad de actuar y provocar cambios, de ser protagonista del propio desarrollo, de dejar de ser apenas paciente receptor de las políticas para ser agente de las decisiones públicas, razón por la cual, es evidente la conexión entre los avances en la capacidad de agencia de las mujeres y los cambios sociales.

Esta idea permite construir el encuadre de la mujer como agente activa de cambio: como promotora dinámica de transformaciones sociales que pueden alterar tanto la vida de las mujeres como la de los hombres (Sen, 2000). De esta forma, estamos al frente de un problema público cuya resolución permite acceder a beneficios colectivos generalizados; no obstante, el camino sigue siendo exigente y complejo ya que la construcción de escenarios incluyentes comienza por erradicar conductas nocivas que tienen lugar en hogares, organizaciones y comunidades enteras. En resumen, el reto consiste en conectar conductas individuales con cambios sociales, en darse cuenta y actuar en consecuencia.

El contexto pospandémico agudiza las inequidades existentes y hace patente la vulnerabilidad de las mujeres, por ejemplo, en el mercado laboral, en la subvaloración de las actividades de la economía del cuidado, en el reparto desigual de las tareas domésticas y en el largo etcétera de discriminaciones falsamente amparadas en normas sociales que menoscaban el bienestar y arruinan vidas de muchas mujeres mediante inconcebibles, pero habituales, violencias de género.

Resulta preciso anticipar ese retroceso en los incipientes logros en el bienestar y la capacidad de agencia de las mujeres mediante la construcción y puesta en marcha de una visión de desarrollo en la que el empoderamiento femenino permita liderar el perentorio proceso de reparación de relaciones sociales y económicas rotas que deja la pandemia. Richard Sennett (2012) explica que ese proceso de reparación posee tres instancias: la restauración que valora elementos del pasado, la rehabilitación que mira al presente y la reconfiguración que, con perspectiva de futuro, dota de sentido y contenido la tarea reparadora.

Es importante resaltar que, de acuerdo con los planteamientos del libro Mujeres brújula en un bosque de retos, el liderazgo femenino es diferencial ya que la mujer busca el bien ajeno con gratuidad, puede ponerse con mayor facilidad en los zapatos del otro, logra nutrir y hacer crecer, creando armonía en su entorno. Todo ello permite entender a la mujer como agente humanizadora (Sánchez, 2020).

Además, en sintonía con la propuesta de Mary Beard de cambiar la estructura de poder codificada como masculina, es prioritario considerar el poder de forma distinta: colaborativo, separado del prestigio público, como atributo no como propiedad. “Me refiero a la capacidad de ser efectivo, de marcar la diferencia en el mundo, del derecho a ser tomado en serio, en conjunto e individualmente” (2018, p. 88).

También conviene traer a colación a Mariana Mazzucato y su idea de establecer misiones ya que hoy se revitaliza la necesidad de un gobierno osado que piense en grande y se enfrente a las dificultades: “hacer cosas difíciles significa estar dispuesto a explorar, experimentar, cometer errores y aprender de ellos” (2019, p. 356).

Esa misión pospandémica coincide también con la voz de Francisco que reivindica los derechos de todas las poblaciones vulnerables cuando dice que “ahora más que nunca, son las personas, las comunidades, los pueblos quienes deben estar en el centro, unidos para curar, cuidar, compartir” (2020a, p. 39).

En síntesis, el renovado proceso de decisiones públicas debe estar orientado por la misión de la reparación de relaciones rotas mediante la conjugación de los verbos curar, cuidar y compartir, bajo la premisa de un determinante liderazgo femenino en gobiernos, organizaciones, comunidades y hogares.

Conclusiones: coda. Fratelli tutti

Durante el proceso editorial de este libro, se publicó una nueva carta encíclica de Francisco (2020b) que merece ser estudiada con detenimiento. Aunque no se deriva de un análisis pormenorizado, dedicaré unas últimas líneas de este capítulo para retomar ideas que refuerzan la centralidad humana al momento de asumir las tareas de pensar, pensar el hacer y hacer el desarrollo. Se trata de un llamado oportuno para promover el cambio social impostergable y evitar el estado de negación de la realidad que nos puede condenar a postergaciones, cobardías o mezquindades.

En primer lugar, conviene recordar la encíclica social del papa emérito cuando asegura que “el primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad” (Benedicto XVI, 2009, n. 25); también es pertinente destacar el papel del capital social entendido como “conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en toda convivencia civil” (n. 32). En breve, no se trata de plantear una mirada volcada exclusivamente a la intimidad de las personas. Por supuesto, en la conciencia de sí mismo y en reconocer la capacidad para crecer como persona se crean, en alguna medida, los detonantes de procesos de cambio social; pero estos procesos no son posibles sino existe la intencionalidad clara de redimensionar la faceta relacional de los seres humanos, toda vez que ser humano es ser social. Con ese telón de fondo, un punto de la encíclica es central para la idea aquí expuesta alrededor del desarrollo auténticamente humano:

La tarea educativa, el desarrollo de hábitos solidarios, la capacidad de pensar la vida humana más integralmente, la hondura espiritual, hacen falta para dar calidad a las relaciones humanas, de tal modo que sea la misma sociedad la que reaccione ante sus inequidades, sus desviaciones, los abusos de los poderes económicos, tecnológicos, políticos o mediáticos. (Francisco, 2020b, n. 167)

Así, se reitera el lugar que ocupan las decisiones humanas, individuales y colectivas, para hacer frente a los desafíos propios de la crisis actual. En lugar de debatir si el asunto más crítico es la salud pública, la economía, la política o el medio ambiente, es posible acordar que la crisis es humana. Con ese acuerdo en mente, la calidad de la interacción social puede permearse por la educación, la solidaridad y la integralidad. El siguiente punto lo resume con contundencia:

La fragilidad de los sistemas mundiales frente a las pandemias ha evidenciado que no todo se resuelve con la libertad de mercado y que, además de rehabilitar una sana política que no esté sometida al dictado de las finanzas, “tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos”. (Francisco, 2020b, n. 168)

En síntesis, esta nueva contribución de Francisco se suma al inventario de su constante atención al bien común y la preocupación por el desarrollo humano integral.

Referencias

Beard, M. (2018). Mujeres y poder. Crítica.

Benedicto XVI (2009). Carta Encíclica Caritas in veritate. Editorial Vaticana.

Bowles, S. y Gintis, H. (2005). Social capital, moral sentiments, and community governance. En H. Gintis, S. Bowles, R. Boyd, y E. Fehr (Eds.), Moral Sentiments and Material Interests. The Foundations of Cooperation in Economic Life. MIT Press.

Dente, B. y Subirats, J. (2014). Decisiones públicas. Ariel.

Francisco (2020a). La vida después de la pandemia. Editorial Vaticana.

Francisco (2020b). Carta Encíclica Fratelli tutti. Editorial Vaticana.

Hirschman, A. (1994). The on-and-off connection between political and economic progress. The American Economic Review, 84(2), 343-348.

Mazzucato, M. (2019). El valor de las cosas. Taurus.

Ocampo, J. A. (2004). Economía y democracia. En PNUD, La democracia en América Latina. Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos. Contribuciones para el debate. Aguilar, Altea, Taurus y Alfaguara.

Ostrom, E. (2005). Understanding Institutional Diversity. Princeton University.

Platts, M. (2012). Ser responsable. Exploraciones filosóficas. UNAM.

Sánchez, I. (2020). Mujeres brújula en un bosque de retos. Espasa.

Sen, A. (2000). Desarrollo y libertad. Planeta.

Sen, A. (2010). La idea de la justicia. Taurus.

Sennett, R. (2012). Juntos. Anagrama.

Swinburn, B., Kraak, V., Allender, S., Atkins, V., Baker, P.,… Dietz, W. (2019). The global syndemic of obesity, undernutrition, and climate change. The Lancet Commission, 393(10173), 791-846.

Viale, R. (Comp.) (2009). Las nuevas economías. De la economía evolucionista a la economía cognitiva: más allá de las fallas de la teoría neoclásica. Flacso.

1 Decano de la Escuela de Humanidades de la Universidad EAFIT. El presente texto es resultado del trabajo realizado en el grupo de investigación Sociedad, Política e Historias Conectadas. [email protected]. ORCID: 0000-0003-2213-0765

El desarrollo humano integral en la doctrina social de la Iglesia

doi: 10.5294/978-958-12-0598-1.2022.2

Jesús David Girado-Sierra, Ph. D.1

Cristian Rojas, Ph. D. (c)2

Resumen

En este capítulo se exponen, en un primer momento, las encíclicas que explicaron la visión de la doctrina social de la Iglesia (DSI) sobre el desarrollo humano integral (DHI). Después se analizan los cuatro pilares del DHI, de acuerdo con la perspectiva de la DSI: el humanismo integral y la centralidad de la persona; el destino común o la conciencia de que todos estamos en el mismo barco; la brújula del bien común y el cuidado de la casa común. Por último, en las conclusiones se integran lo más significativo de la DSI y las categorías constitutivas del DHI.

Palabras clave

Doctrina social de la Iglesia, desarrollo humano integral.

El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre. (Pablo VI, 1967, n. 14)

Introducción: naturaleza del desarrollo en la doctrina social de la Iglesia

En la doctrina social de la Iglesia (DSI), el desarrollo ha sido visto como humano e integral, ergo, la pregunta que se debe hacer es ¿en qué sentido es humana e integral la visión de desarrollo que propone la DSI? La respuesta, tal como será explicado en este texto, vincula varios aspectos, como son: la centralidad de la persona, el florecimiento individual y colectivo, y la inclusión de todas las dimensiones humanas y de todos los seres humanos. Así entonces, para la DSI el desarrollo no es concebido solo como crecimiento económico o mejora del bienestar material, sino también como plenitud, perfeccionamiento, realización de la vocación humana, comunión en la familia humana. “El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre” (Pablo VI, 1967, n. 14).

Es más, la comprensión que tiene la DSI acerca del desarrollo a partir de esas dos dimensiones (humana e integral) inexorablemente lleva a reconocer que un desarrollo que hace énfasis en estas solo es posible gracias a la solidaridad. Es decir, cada persona ha de poner en acción un tipo especial de sensibilidad por la desgracia o el infortunio de los otros, de tal forma que pueda incluirlos, cooperar y lograr una mejora social; pues, solo si las personas cultivan este tipo de solidaridad podrá hablarse de un desarrollo genuinamente humano e integral. El crecimiento económico es necesario, pero no suficiente, cuando se aparta de una concepción integral o plena del ser humano, donde las personas sean vistas más allá de lo material; asimismo, no puede ser humano e integral un desarrollo que convierta en medio o instrumento a la gente, desconociendo su dignidad. “El verdadero desarrollo es el paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas” (Pablo VI, 1967, n. 20).