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«Tras su espejo, Stephanie reventaba de excitación. Sintió cómo la sangre le subía a la cabeza y una bocanada de aire caliente escapaba de su boca. Rodeó con la lengua sus labios suaves, levemente abiertos, y miró detenidamente: no quería perderse ni un segundo de ese espectáculo maravilloso». A Stephanie le gusta hacer el amor, pero lo que le excita aún más es mirar sin ser vista. ¿Qué podría ser más excitante que ver actos tórridos mientras eres era la ama de tu propio placer? Una noche decide invitar a su mejor amiga a que conozca a su novio: un insaciable actor porno. ¿Se dejará Mathilde llevar por el juego? ¿Se abandonará entre los brazos de esta pareja excitante? Y, sobre todo, ¿dejará que su amiga mire sin participar? ¿Disfrutaste con El Actor X? Descubre en el segundo relato del autor la misma aventura desde el punto de vista del segundo personaje femenino.
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Seitenzahl: 18
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Fabien Dumaître
LUST
Stephanie, la mirona desinhibida
Original title:
Stéphanie ou la Voyeuse décomplexée
Translated by Cymbeline Núñez
Copyright © 2019 Fabien Dumaître, 2020 LUST
All rights reserved ISBN 9788726331875
1st ebook edition, 2020. Format: Epub 2.0
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Stephanie estaba sentada en un sofá de cuero de color beige con grandes reposabrazos y era la única espectadora, por invitación exclusiva, del espectáculo sexual de Sebastian. Su nuevo novio, ardiente como un demonio y dotado como un buey, se estaba ejercitando con dos chicas encantadoras, expertas en placer carnal. Rodeando al trío había un pequeño equipo tecnológico filmando la nueva producción de X-Process Studios; ver esta lucha sexual excitó a Stephanie, y poco a poco se sintió invadida por un suave calor. Sus ojos, brillando de deseo, no se perdieron un instante del espectáculo, que encontró tan cautivador. El director le había preguntado si también quería participar, solo para divertirse, pero ella declinó la invitación, prefiriendo ver a su hombre en acción con las dos jóvenes, tan pendientes de sus papeles. Las posturas delicadas, incluso acrobáticas, se intercambiaban a velocidades diabólicas una después de la otra. Stephanie sintió que estaba pasando páginas del Kama Sutra, y ese desenfreno sexual, pornografía pura y dura en realidad, le venía como anillo al dedo. Mientras se acababa la escena, sintió un orgasmo crecer dentro de sí y, sin siquiera tocarse, sintió el clímax, intentando ser lo más discreta posible.
Terminada la escena, Sebastian le dijo:
—Me ducho en tu casa, cariño.
Su cuerpo estaba lustroso de sudor.
—Claro, sin problemas —respondió ella, todavía con esa sensación agradable en el estómago.
Le miró mientras se ponía vaqueros y una camiseta sudada que se amoldaba perfectamente a su cuerpo escultural y luego se fueron a casa de ella.