Su regalo de Navidad - Carole Mortimer - E-Book

Su regalo de Navidad E-Book

Carole Mortimer

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Beschreibung

¿Podía confiar de verdad en el hombre al que amaba? Era el orgullo y no el corazón roto lo que le impedía a Ellie Fairfax pedirle al sexy Patrick McGrath que la acompañara a la fiesta de Navidad de su jefe. Afortunadamente, Patrick ya se había invitado solo. Patrick deseaba a Ellie, pero le preocupaba que siguiera enamorada de su ex novio. Aunque le habían hecho daño, ella quería demostrarle a Patrick que él era el único regalo que deseaba para Navidad.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2003 Carole Mortimer

© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Su regalo de Navidad, n.º 1554 - mayo 2019

Título original: The Yuletide Engagement

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1307-896-0

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

CENICIENTA acudirá al baile! –exclamó Toby con una gran sonrisa al abrir la puerta de la cocina–. Aunque quien me llame hada buena se las verá conmigo.

Ellie apartó la mirada del periódico y observó a su hermano.

–Toby, ¿has pasado por el bar antes de venir a casa? –le dijo en un tono acusador.

–¿Así es como me agradeces el haberte ayudado a solucionar tus problemas? –sonrió mientras entraba en la cocina dejando la puerta abierta a pesar de que las predicciones meteorológicas anunciaban fuertes nevadas.

Ellie tembló al sentir una ráfaga de aire frío entrar en la casa.

–Por lo menos cierra la puerta, Toby –le dijo con indulgencia–. Tú…

–¿Acaso no me has entendido bien, Ellie? –tiró de ella e hizo que su hermana se pusiera de pie.

–Has dicho algo sobre cenicienta y un baile –afirmó ella–. ¿Podrías soltarme, Toby?

Él obedeció pero luego la agarró de las manos con suavidad mientras la acercaba hacia él.

–Ellie, le pregunté y él dijo que sí, ¿a qué es increíble? –le dijo muy contento–. ¿No te había dicho que era un buen hombre? Incluso ha dicho que se pasará por aquí más tarde para hablar de ello –le contó muy satisfecho–. ¿No crees que es… ?

–Toby, ¿quieres hacer el favor de explicarte?, ¿a quién le has pedido qué? –preguntó ella con impaciencia. De repente se le ocurrió a qué podría estar refiriéndose su hermano… Pero no podía ser, ¡ella tan sólo lo había dicho en broma!–. ¡Toby! ¡Haz el favor de decirme qué es lo que has hecho! –le exigió a pesar de saber cuál iba a ser su respuesta.

Él la miró fijamente.

–Está muy claro, le he pedido a Patrick que te acompañe a la cena de Navidad de tu empresa –le dijo muy satisfecho de sí mismo.

–¿Patrick? –repitió ella.

–Patrick McGrath, mi jefe… ¿Le recuerdas? Hablamos de ello este fin de semana y tú dijiste que lo que necesitabas era que una persona con una presencia como la de Patrick te acompañara. Así…

–Pero no lo decía en serio, Toby –le interrumpió sin dar crédito a lo que acababa de escuchar. Se sentó junto a la mesa y se quedó mirando a su hermano incrédula. Tan sólo era un año más joven que ella, pero a veces parecía que tenía diez años menos…

No quedaba mucho para la cena de Navidad de la compañía. Aquel año, tras la reciente ruptura con Gareth, un joven asociado del bufete de abogados en el que ambos trabajaban, la cena podía resultar algo incómoda para ella. Si no iba, daría la impresión de que ella era incapaz de afrontar el hecho de que él tuviera una nueva novia, pero si iba sola también pensarían que seguía sufriendo por él, ¡y aquello no era cierto!

Por eso aquel fin de semana, tras la comida y después de haber bebido un poco más vino del que debía, le había dicho a Toby que necesitaba a alguien como Patrick MacGrath, el adinerado y emprendedor jefe de Toby. Nadie podría pensar que seguía interesada en Gareth si la veían con un hombre como aquél.

Era un hombre alto, moreno, muy guapo y con una gran reputación. Patrick McGrath era la persona perfecta para despejar cualquier duda acerca de sus sentimientos hacia Gareth.

Sin embargo, ella había pensado que Toby se había dado cuenta de que estaba bromeando, que había bebido demasiado vino.

Cerró los ojos.

–Toby, por favor, dime que no es verdad, que no le has pedido a Patrick McGrath que me acompañe a la cena de la semana que viene –dijo un poco desesperada.

Su hermano estaba a punto de darle otro mordisco a la manzana que se estaba comiendo, pero se detuvo.

–Pero sí se lo he pedido –le dijo un tanto desconcertado. La satisfacción estaba desapareciendo a medida que notaba la falta de entusiasmo de Ellie.

–¡No puede ser!

Ellie había visto al jefe de Toby tan sólo una vez hacía cinco meses. Y con aquel encuentro había tenido bastante. No había duda de que Patrick McGrath era un hombre muy rico, con una gran confianza en sí mismo y con muchas cualidades… Demasiado perfecto para ella.

Toby seguía confuso.

–Pero el domingo por la noche dijiste…

–Había bebido demasiado vino, por Dios –se levantó y caminó por la cocina–. No lo decía en serio, tan sólo estaba pensando en la persona que menos posibilidades tenía de que me acompañara, no lo decía en serio…

–Patrick será el acompañante perfecto para tu cena del viernes –dijo Toby.

Ella frunció el ceño al recordar que ella había dicho aquello el domingo. Sin embargo, lo había dicho porque una situación tan singular como aquélla requería soluciones desorbitadas y drásticas… ¡Pero nunca se habría imaginado que Toby iba a tener en cuenta aquella locura!

–Así es, Toby, por favor, dime que no has…

–Pero sí lo he hecho –le dijo él con impaciencia–. Le pedí a Patrick que te acompañara a la cena, pero no entiendo cuál es el problema, después de todo él ha accedido –dijo él mientras negaba con la cabeza.

Toby no podía verlo, pero el problema estaba claro para ella, el problema era que ella se sentiría ridícula y humillada si aceptaba ir con él en aquellas circunstancias. No tenía intención de…

–Toby, tienes que llamar a ese hombre de inmediato y decirle que no venga aquí esta tarde, que has cometido un error, que tu hermana no necesita a nadie que la acompañe para la cena de la semana que viene, ni para ninguna otra cena, y que si alguna vez necesito un acompañante, yo misma me encargaré de buscar a alguien –miró a su hermano muy indignada.

La enfurecía pensar en lo humillante que podía ser ver a Patrick McGrath después de aquello. Ellie medía cerca de un metro sesenta, pero cuando se enfadaba parecía mucho más alta.

–Pero… –replicó su hermano.

–¡Hazlo, Toby! –le exigió ella.

–Creo que lo que tu hermano está intentando decirte es que no hace falta que me llame y que me diga nada, me lo puedes decir tú misma en persona –dijo una voz masculina que surgió de repente detrás de ella. La situación parecía divertirle.

Ellie se giró en cuanto oyó la voz y tuvo que levantar la vista para mirar a Patrick McGrath.

En aquel momento, Ellie quiso que se la tragara la tierra.

¡Aquel hombre estaba allí!

Patrick era un hombre alto, medía más de un metro ochenta. Tenía el pelo negro y corto, las cejas también negras y arqueadas, una nariz que parecía poseer cierta arrogancia y unos labios bien definidos que en aquellos momentos la sonreían. Era un hombre distinguido, a pesar de que aquella tarde iba vestido de manera informal con una camisa negra de seda y unos vaqueros.

–Bueno, Ellie, ¿qué querías que Toby me dijera? –preguntó él.

Ella intentó responder, lo intentó una y otra vez, pero era incapaz de pronunciar nada.

–¿Quizá querías que aclaráramos lo del viernes que viene? –le sugirió Patrick mientras la miraba divertido.

Ellie recordaba aquella mirada, nunca podría olvidarla. Toby no sabía todavía lo que había pasado aquella otra única vez que había visto a aquel hombre. Ella no se lo había contado y a medida que pasaba el tiempo y cuando Ellie se dio cuenta de que Toby no sacaba el tema, concluyó que Patrick McGrath no se lo debía de haber contado.

Sin embargo, lo que había pasado era difícil de olvidar.

Aquel verano había hecho mucho calor, más de lo habitual y ella, que se iba a ir de vacaciones a Mallorca y no quería destacar por su color de piel, decidió tomar un poco el sol en el patio trasero de su casa y sin la parte de arriba del bikini.

Ella no había tenido forma de saber que Patrick McGrath había estado llamando a su hermano durante más de una hora y que había decidido ir a su casa para buscarlo al no obtener respuesta. Al llegar a la casa y encontrar la puerta abierta, Patrick había entrado en el jardín.

Al verlo entrar, Ellie se había apresurado a taparse, pero aquello no había evitado que Patrick viera sus pechos durante unos segundos.

Ellie estaba segura de que en aquellos ojos grises que la miraban divertidos aún estaba viva la memoria de aquella imagen indiscreta.

A pesar de lo que había dicho el domingo, Patrick McGrath era la última persona que ella quería que la acompañara a ningún sitio.

Tomó aire.

–Toby ha… Toby cometió un error al pedirle que me acompañara a a cena del viernes, lamento las molestias que esto le haya podido ocasionar, señor McGrath –Ellie le hablaba mientras miraba fijamente el segundo botón de su camisa, no se atrevía a mirarlo a la cara–. No pretendí…

–Toby, ¿por qué no preparas un poco de café para todos? –le dijo Patrick en un tono autoritario–. Mientras, Ellie y yo tenemos que aclarar si me va a dejar plantado el viernes o no.

Toby se dispuso a preparar el café y Ellie lanzó una mirada recriminatoria a Patrick. Tal vez para él aquello resultara gracioso, sin embargo a ella no se lo parecía, ¡como si alguna mujer fuera capaz de dejar plantado a un hombre como aquél!

Sin embargo, era necesario que aclararan aquel malentendido y ella prefería hacerlo lejos de su bienintencionado pero irresponsable hermano.

–Vayamos al salón, señor McGrath –le dijo recuperando la confianza en sí misma mientras le llevaba hasta el salón.

Ellie tenía veintisiete años y había cuidado de Toby desde la muerte de sus padres en un accidente de tráfico hacía ocho años. Ellie se había ocupado de llevar la casa y había continuado con su trabajo como secretaria de uno de los socios más importantes del bufete de abogados en el que trabajaba. Estaba preparada para afrontar aquel tipo de situaciones.

Bueno… Normalmente no le costaría afrontarlas… se dijo a sí misma mientras observaba a Patrick McGrath de pie en medio de su salón y con aquella mirada divertida.

¿Cómo podía Toby trabajar para un hombre como aquél?, se preguntó ella. Tenía presencia, transmitía confianza en sí mismo, era una persona abrumadora. Sin embargo, ella sabía que su hermano adoraba a aquel hombre, que le encantaba ser su ayudante personal, que disfrutaba mucho de su trabajo.

¿Quizá eran tan sólo las mujeres las que pensaban que Patrick tenía una presencia abrumadora?

Bueno… Por lo menos una mujer, se dijo Ellie. Quizá si lograra olvidar el incidente del jardín…

Ellie se dijo a sí misma que ya estaba bien, si quería solucionar el tema del viernes tenía que olvidarse del incidente del bikini. Aunque la ayudaría que él también hiciera lo mismo…

–Creo que nunca nos han presentado formalmente –dijo él enfatizando la última palabra, lo que hizo que Ellie se sonrojara un poco.

–Probablemente no –reconoció ella–. Pero estoy segura de que sabe que soy Ellie Fairfax, la hermana mayor de Toby, y yo sé que usted es Patrick T. McGrath, el jefe de Toby.

Él asintió con la cabeza.

–La T viene de Timothy, y Ellie es el diminutivo de…

–Elizabeth… ¿Pero para qué…?

–Tal vez alguien me pregunte el viernes –dijo él mientras se encogía de hombros.

–Señor McGrath, no va a haber ningún viernes –dijo ella con un suspiro–. No tengo ni idea de lo que mi irresponsable hermano le habrá dicho, pero…

–Él la adora, lo sabe… –la interrumpió él.

Ella sintió cómo se acaloraba de repente.

–Yo también le quiero –dijo ella asintiendo con la cabeza–. Aunque creo que esto no es relevante…

–Ellie, ¿nos sentamos? –le sugirió él–. Parecemos dos boxeadores a punto de pelearnos en el ring.

Tal vez aquello se debía a que él la hacía sentirse como un luchador a punto de iniciar una pelea, ¡no podía evitar ponerse a la defensiva!

–Por favor, siéntese –dijo ella con brusquedad.

–Después de ti –replicó él.

Ellie lo miró con impaciencia y le observó mientras esperaba a que ella se sentara para sentarse él.

Además de sus muchas otras cualidades, Patrick era un hombre galante y muy educado.

Ellie terminó de sentarse mientras intentaba apartar aquellas cualidades que no dejaba de ver en el hombre que estaba delante de ella.

–Sé que Toby tenía una buena intención cuando habló con usted hoy –comenzó a decir ella. Él sonrió.

–Lo siento –dijo él manteniendo aquella sonrisa–. Toby es una de las personas menos egoístas que conozco. Además de ser una persona sincera, en la que se puede confiar y muy abierto. Has hecho mucho por él, Ellie –le dijo en un tono lleno de admiración.

Ella se sonrojó aún más al escuchar aquellas palabras inesperadas.

–Me alegra que esté siendo un buen ayudante.

–No me refería tan sólo a su forma de trabajar –la interrumpió él–. Toby es un hombre excepcional, y es así gracias a ti.

Ella sonrió.

–Creo que mis padres también tuvieron algo que ver.

–Tus padres fallecieron cuando Toby tenía dieciocho años –negó con la cabeza–. Es una edad difícil, peligrosa para que un niño se quede sin padres que le guíen.

Ellie frunció el ceño.

–¡Tenía razón al decir que Toby era muy abierto! –exclamó ella mientras se preguntaba qué otras cosas sobre su vida le habría contado Toby a Patrick.

Él la miró un poco confuso.

–Deberías estar orgullosa de él, no…

–Aquí está –dijo Toby con una sonrisa mientras abría la puerta del salón con el pie y entraba con una bandeja en el salón.

Ellie lo miró con cariño, por supuesto que estaba orgullosa de él. Estaba orgullosa de que tras la muerte de sus padres, Toby hubiera seguido con sus planes de estudiar Derecho en la universidad, donde había obtenido las mejores notas de su clase. Estaba orgullosa de lo duramente que había trabajado en el bufete durante dos años, hasta que se había presentado como candidato para ser el ayudante personal de Patrick y había conseguido el puesto. Estaba muy orgullosa de su hermano, tan sólo deseaba haberle enseñado a ser un poco menos abierto cuando se trataba de asuntos personales.

–¿Todo arreglado? –preguntó Toby mientras miraba a cada uno de ellos.

–Casi –contestó Patrick.

¡En realidad no habían hablado de nada! Ellie le agradecía sus comentarios acerca de la educación de Toby, pero aquello no quería decir que accedería a llevar a cabo aquella ridícula cita concertada.

–Tan sólo nos queda barajar las ventajas y los inconvenientes –le explicó Patrick a Toby.

–¿Ah, sí? –Toby parecía satisfecho–. Tengo una cita más tarde, así que si no os importa iré arriba a cambiarme mientras vosotros termináis de hablar. Vuelvo en unos minutos –dijo antes de abandonar la habitación.

–¿Lo ves? Es lo que te estaba diciendo –dijo Patrick en voz baja–. Es como un cachorro, o como un hermano pequeño al que no quieres decepcionar.

–Es que es mi hermano pequeño –le recordó ella–. Aunque creo que esta vez se va a sentir decepcionado.

–¿Por qué? –le preguntó él.

–Porque… porque, señor McGrath…

–Llámame Patrick.

–Muy bien… Patrick –comenzó a decir muy decidida.

–¿Ha cambiado algo desde que Toby habló conmigo esta tarde? ¿Acaso tú y tu ex novio habéis logrado limar vuestras diferencias? Porque si lo habéis hecho…

–No, no hemos arreglado nada –dijo mientras sentía cómo se iba frustrando cada vez más–. Y nunca lo haremos, pero eso no quiere decir…

–Que tengas que ir conmigo a la cena –terminó Patrick McGrath la frase por ella–. ¿Has encontrado otro acompañante?

–No, pero…

–Entonces, ¿cuál es el problema? Me lo pidió y yo acepté…

–Hablas igual que Toby –le interrumpió ella–. Señor… Patrick, ¿en serio quieres ir a una aburrida cena de empresa conmigo?

–¿Y por qué no iba a querer ir?

–¡Porque va a ser muy aburrida! –exclamó ella mientras se preguntaba por qué aquel hombre no se daba cuenta de que no quería ir con él.

Él hizo una mueca parecida a una sonrisa.

–Ellie, creo que te subestimas.

–No es cierto –dijo sonrojándose aún más–. Escucha, Patrick, Toby no debía haberte contado nada sobre mi vida privada, porque son cosas muy personales y además…

–¿Algo violentas? –le sugirió él muy tranquilo.

Patrick había sido muy amable al decir un poco, en realidad era muy violento. Aquello era lo peor que Toby le había hecho. Estaba bien que fuera una persona sincera y en la que se pudiera confiar, pero tendrían que hablar sobre el tema de lo abierto que era.

–Sí, es muy violento –dijo Ellie con un suspiro–. Y aunque creas que Toby es un buen ayudante, no sé por qué permitiste que te propusiera algo tan descabellado, o cómo puedes ni siquiera plantearte hacerlo –ambos la habían exasperado y no le importaba que aquel hombre lo supiera.

Él la miró fijamente durante unos instantes.

–¿No lo entiendes? –preguntó él con suavidad.

Ellie frunció el ceño, ¿acaso aquel hombre estaba a punto de sonreír? ¿Por qué sus ojos brillaban de aquella forma?

De repente recordó la primera vez que se vieron en el jardín hacía cinco meses. ¡Era la misma mirada divertida de entonces!

–Además, Ellie –siguió hablando Patrick–. ¿Por qué deberías sentirte tú violenta porque un hombre fuera tan estúpido como para dejarte escapar?