Su vida - Josefa del Castillo - E-Book

Su vida E-Book

Josefa del Castillo

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Beschreibung

Francisca Josefa del Castillo y Guevara (Nueva Granada, 1672-1714), escribió Su vida. Esta es una obra de carácter místico, que además de tener como antecedente las obras de Santa Teresa de Ávila, encuentra sus raíces en otros textos de mujeres religiosas. Aún cuando su obra no es extensa, su legado es importante desde la época colonial, al mostrarse como una de las máximas representantes de la literatura mística. Desde pequeña, Josefa del Castillo evidenció su gran vocación religiosa mediante su interés por las obras de sor Juana Inés de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, quienes influirían en su producción literaria en la adolescencia. Su vida fue escrita por sugerencia de su confesor, el padre Diego de Tapia, en el Real Convento de Santa Clara de la ciudad de Tunja. En general, las monjas escribían una «autobiografía» de sus experiencias místicas desde los más profundos padecimientos hasta las visiones que tenían, por sugerencia de sus guías espirituales.

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Madre Francisca Josefa de la Concepción de Castillo

Su vida

Barcelona 2022

linkgua-digital.com

Créditos

Título original: Su vida.

© 2022, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN rústica: 978-84-9007-129-8.

ISBN ebook: 978-84-9007-334-6.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 9

Documentos 11

Del Edictor 11

SU VIDA 13

Dedicatoria 13

Petición de examen de los manuscritos originales de la autora 20

Traslado de lo solicitado a la autoridad eclesiástica competente 21

Concepto de los censores eclesiásticos 22

Cartas escritas por los confesores a la V. M. 27

Primera carta 27

Segunda carta 28

Tercera carta 30

Cuarta carta 32

Quinta carta 33

Sexta carta 35

Séptima carta 36

Octava carta 37

Nona carta 37

Décima carta 39

Undécima carta 43

Duodécima carta 44

Autenticidad del epistolario 47

Su vida 50

Capítulo I 50

Capítulo II 54

Capítulo III 57

Capítulo IV 59

Capítulo V 61

Capítulo VI 63

Capítulo VII 66

Capítulo VIII 69

Capítulo IX 71

Capítulo X 73

Capítulo XI 76

Capítulo XII 79

Capítulo XIII 86

Capítulo XIV 89

Capítulo XV 91

Capítulo XVI 93

Capítulo XVII 98

Capítulo XVIII 102

Capítulo XIX 104

Capítulo XX 107

Capítulo XXI 110

Capítulo XXII 113

Capítulo XXIII 116

Capítulo XXIV 120

Capítulo XXV 124

Capítulo XXVI 132

Capítulo XXVII 138

Capítulo XXVIII 143

Capítulo XXIX 148

Capítulo XXX 149

Capítulo XXXI 153

Capítulo XXXII 156

Capítulo XXXIII 160

Capítulo XXXIV 163

Capítulo XXXV 167

Capítulo XXXVI 169

Capítulo XXXVII 172

Capítulo XXXVIII 176

Capítulo XXXIX 179

Capítulo XL 182

Capítulo XLI 185

Capítulo XLII 189

Capítulo XLIII 193

Capítulo XLIV 195

Capítulo XLV 199

Capítulo XLVI 202

Capítulo XLVII 205

Capítulo XLVIII 209

Capítulo XLIX 213

Capítulo L 217

Capítulo LI 218

Capítulo LII 221

Capítulo LIII 225

Capítulo LIV 231

Capítulo LV 235

Libros a la carta 243

Brevísima presentación

«Su vida, de la Madre Josefa del Castillo, nace de una red de discursos y géneros literarios al uso a comienzos del siglo XVIII y de las relaciones históricamente determinadas entre la autora y otros sujetos, y entre ella y la sociedad neogranadina de su época. El texto es, entonces, la manifestación de una cultura católica, de procedencia oral, filtrada por el sueño y la visión y, en especial, por las palabras de confesores y predicadores; estas palabras vertidas a la escritura con recursos, metáforas y puestas en escena del teatro barroco tienen el propósito de develar, enmascarar y autorrepresentar los infortunios y los encuentros con Dios de una monja en el encierro en función de la moral práctica y el comportamiento, de la verdad y de la simulación. La narración, reveladora de una cultura aristocrática, ornamental, dogmática e imperialista que desafía a la Madre Castillo a buscar a través de la retórica del poder la voz para configurar su otredad o, mejor, su doble alteridad de mujer colonial, es el producto de esa práctica social legitimada que esconde una poética de lo no-dicho. La autora reescribe otras historias al imitar uno o varios modelos (ejemplarizantes, de control, de búsqueda de un yo) en un molde pautado; de esa manera, como sostiene Beatriz Ferrús, su escritura termina por no decir nada nuevo o casi nada: solo enuncia aquello que puede y debe ser leído. Es preciso fracturar ese silencio impuesto, mirar en sus bordes, en el subtexto de la obra y en sus intersticios para descifrarla.»

Ángela Inés Robledo

Documentos

Vida de la V. M. Francisca Josefa de la Concepción, religiosa del convento de Santa Clara de la ciudad de Tunja en el Nuevo Reino de Granada. Escrita por ella misma por orden de sus confesores. Dada a luz por don Antonio María de Castillo y Alarcón.

Impreza en Filadelfia, por T.h. Palmer, año de 18171

Del Edictor2

El Señor Dios, que suele hacer uso de instrumentos débiles para los fines de su alta providencia, ha determinado que yo sea el que saque de la oscuridad y olvido, la admirable vida de la V. M. Sor Francisca Josefa de la Concepción, como tengo la satisfacción de darla a la luz pública, impresa con la exactitud y aseo que me han sido posibles; para cuya consecución, sacada por mí, copia del original, practicadas todas las diligencias y comprobantes del caso, que también presento al público. Tuve que trasladarme desde Santa Fe de Bogotá, a esta ciudad de Filadelfia en donde conseguido mi objeto, recibiéndola el público con la aceptación que merece, y causando los efectos que apetezco; quedo compensado de las fatigas, riesgos y gastos que he sufrido.

No sería sincero sino confesase que me estimula y halaga bastante, el ser yo electo entre los individuos de una sola familia, como es la de Castillo; que aun contando solo con la tercera generación de la V. M., de la cual pronosticó (según tradición) que sería quien publicase sus escritos; llega solo a esta a cerca de treinta individuos varones, muchos de ellos pudientes, y aptos para el desempeño: mas yo soy el instrumento de que Dios N. señor se ha servido y sobre quien ha recaído el pronóstico de la V. M. También confieso que me estimula mi interés, pues estoy persuadido que de esta negociación vinculo no solo para mis sucesores, parientes, amigos, y paisanos, sino para todo cristiano que lea este libro con buen espíritu, frutos pingües, y abundantes de verdaderos bienes.

Así mismo, van insertas en este volumen, las cartas que los confesores de la V. M. le dirigían, alentándola en sus padecimientos, y exhortándola, y aun prescribiéndole, escribiese su vida y sentimientos espirituales: todo lo que presento al público; protestando ser mi intención conforme con las determinaciones de la Santa Sede Apostólica, y especialmente con el decreto del Sor. Urbano VIII.

Sería mi satisfacción completa, si en esta edición pudiera insertar los sentimientos espirituales, elevaciones, grados de amor, consideraciones, y demás sublimes escritos de la V. M. Francisca de los que, aunque emprendí sacar una copia al efecto, como son tan extensos, no me alcanzó el tiempo: mas no pierdo la esperanza de que en breve se hagan patentes estos tesoros ocultos; pues cuando yo no lo pueda hacer, creo habrá muchos, que solícitos de la honra de Dios, devotos de la V. M., y amantes de su patria, lo hagan; estimulándolos a ello, la lectura de esta admirable vida.

A los místicos y contemplativos toca exponer lo que la modestia no permitía a la escritora. A los versados en los arcanos de la Divina Gracia, pertenece desenvolver los tesoros de ella, manifestando las relevantes virtudes, favores celestiales, padecimientos; y la unción espiritual, que ella había recibido de aquel Dios, que es admirable en sus Santos. Por él imploro la aplicación de los hombres espirituales; y pido al piadoso Lector, perdone los defectos de esta impresión.

Antonio María de Castillo y Alarcón

1 Documentos que acompañan a la primera edición de la obra. (Nota de la edición de la Biblioteca de Ayacucho.)

2 Este texto «Del edictor» y la «Dedicatoria» conservan la ortografía de la primera edición, única en la cual se han publicado.

SU VIDA

Dedicatoria

Siendo fruto de mi diligencia que esta obra salga a luz, ¿a quién tengo de dedicarla, sino a la persona que debo más obligaciones sobre la tierra, al que me ha dado el ser, y causa la felicidad de mi vida? A mi padre, el señor don Joaquín de Castillo Sanz de Santamaría, a quien de derecho corresponde esta corta demostración de mi reconocimiento, y al que por sus virtudes es digno descendiente de la autora de esta vida.

¿Qué no podría decir en elogio de mi Mecenas, sino temiera ofender su modestia? Mas bien conocida es su probidad, dando pruebas constantes de buen esposo, buen padre, buen ciudadano; y aclamándolo la viuda, el huérfano, y el indigente su protector y amparo.

Por tanto me restrinjo solamente a tributar a Sumerced este pequeño obsequio, suplicándole lo acepte con benevolencia, pues aunque se resienta su delicadeza, cumplo yo con un deber que Dios me preceptúa, y mi corazón me dicta.

Soy de Smd. Respetuoso hijo,

Antonio María de Castillo y Alarcón

Filadelfia, 1 de agosto de 1817

LO QUE SIGUE SE HALLA DE LETRA DE DON FRANCISCO DOMÍNGUEZ DE URREJOLABEITIA,3 ENCUADERNADO AL PRINCIPIO DE LA PRIMERA PARTE DE LOS ESCRITOS DE LA V. M. FRANCISCA

BREVE NOTICIA DE LA PATRIA Y PADRES DE LA V. M.

Y OBSERVANTE RELIGIOSA, FRANCISCA JOSEFA

DE LA CONCEPCIÓN, ABADESA QUE FUE TRES VECES DEL REAL CONVENTO DE SANTA CLARA DE TUNJA, DE QUIEN SON LOS SENTIMIENTOS ESPIRITUALES

Y VIDA QUE SE CONTIENEN EN ESTE VOLUMEN

Y OTRO, ESCRITOS POR ELLA MISMA, DE MANDATO DE SUS CONFESORES

Yace la ciudad de Tunja, capital de su dilatada provincia en el N. R. De Granada, en 4 grados de latitud septentrional, casi al norte de la de Santa Fe, 22 leguas de ella. Fundóla Gonzalo Suárez Rendón en 6 de agosto de 1539, en el mismo sitio donde tenía su corte el famoso cacique que le dio su nombre. El año de 1541 le despachó el rey el título de ciudad y armas, que son las de Castilla y León, abrazando los cuatro escudos una águila de dos cabezas, coronada de oro, con el toisón pendiente de las alas; y una granada en un triángulo, debajo de los cuarteles. Pobláronla los principales conquistadores, llegó a tener setenta encomenderos de indios, con cuyas crecidas rentas se mantenían otras tantas familias nobles. Con este ingreso, y el de su comercio de frutos y manufacturas propias, creció en opulencia y vecindario. Tiene tres parroquias y conventos de Santo Domingo, San Francisco, San Agustín, San Juan de Dios, Recoletos de San Agustín, Colegio de la Compañía, y dos de monjas, Santa Clara y la Concepción. Sus edificios son de muy buena fábrica y ostentación, con buenas portadas en las casas y muchos escudos de armas en ellas. Se comprenden en su distrito varias ciudades y villas, muchas parroquias de españoles y pueblos de indios. Por esto llegó a ser su corregimiento empleo de los más apetecibles y buscados, a nombramiento de S. M. como asimismo, el de su teniente-general Jurista.

A esta ciudad vino de los reinos de España el año de 1661, con el empleo de su teniente de Corregidor y Alcalde mayor de Minas, nombrado por S. M., el Licdo. Don Francisco Ventura de Castillo y Toledo, jurista, natural de la Villa de Illescas, del Arzobispado de Toledo en Castilla la Nueva, caballero hijodalgo notorio, de sangre, en posesión y propiedad, de mucha distinción y nobleza, como lo refiere don Juan Flórez de Ocáriz en su Nobiliario de este N. R., libro 1.˚, árbol 3.˚, parágrafo 89 a 91, y con más extensión e individualidad, la ejecutoria e información que allí cita, que para en poder de sus descendientes, en donde consta la antigüedad y mucho lustre de su casa, una misma con la del conde de Chinchón, marqués de Vélez, marqués de Villadarias, marqués del Villar, y otros grandes Sres.; y que cuando salió de su patria tenía muchos primos, tíos, y parientes inmediatos por los cuatro costados, caballeros de todas las órdenes militares de España y San Juan, como lo probó en la citada información, actuada en 1660, para pasar a Indias al uso de su empleo, en la dicha villa de Illescas, ante su teniente de Corregidor, y por ante Bernabé Caballero, escribano público del número, Ayuntamiento y comisiones de ella, comprobada en forma. Fue hijo legítimo de don Pedro de Castillo y Toledo y de su mujer Dª Catalina de Guevara y Castillo; nieto paterno de don Gaspar de Castillo y Toledo y de don Elvira Piñán Castillo; nieto materno de don Juan de Guevara y Castillo y de doña Juana de Olarte y Herrera, su mujer. Se recibió al uso y ejercicio de su empleo de teniente general de Corregidor en 5 de junio de 1661, como parece en el Libro respectivo del Cabildo, Justicia y Regimiento de la misma ciudad de Tunja, cuyo oficio sirvió muchos años con general aceptación, y habiéndolo dejado, fue Alcalde ordinario de la propia ciudad, y tuvo otros empleos de honor y comisiones, en especial de embajadas a los presidentes de Santa Fe, y entre ellos a don Francisco de Castillo y la Concha, que era su pariente.

Casóse en 4 de febrero de 1662, como parece del Libro de aquel tiempo, de la parroquia de Las Nieves de dicha ciudad, a fojas 120, y lo refiere don Juan Flórez de Ocáriz en los lugares citados, con doña María de Guevara Niño y Rojas, natural de dicha ciudad, hija legítima del Alcalde provincial de la Hermandad, Diego de Guevara, y de su mujer, doña María Niño y Rojas, nieta paterna de Juan de Guevara, natural de la Villa de Manurga, en el Señorío de Vizcaya (que fue Alcalde dos veces en la misma ciudad y fundó mayorazgo), y de su mujer doña Francisca del Águila, originaria de Bilbao; nieta materna de Francisco Niño Bueno, natural de Palos de Moguer, y de su mujer doña Francisca de Rojas, hija del capitán Martín de Rojas y de su mujer doña Catalina de Sanabria, que fue hermana entera de doña Juana Macías de Figueroa que con su marido, Francisco Salguero, fundó el Real Convento de Santa Clara de Tunja, el primero de este N. R., como se puede ver en don Juan Flórez de Ocáriz, tomo 1.º, preludio N.º 217; árbol 13, tomo 2.º, de Gonzalo Macías, 8, 1, 3, y 4 y 28; árbol 3.º de Gonzalo Suárez Rendón, parágrafos 86, 87, 88, 89. Y el Martín de Rojas fue natural de Antequera, y mayorazgo en ella de la casa de los marqueses de Poza, y de quien descienden los Rojas y Contreras, bien conocidos en Madrid, y el marqués de Albentós, cuyos ascendientes fueron de Tunja a poseer el dicho mayorazgo. De Martín dé Rojas, y de su mucha nobleza, trata el citado autor Ocáriz, libro 1.º, árbol 3.º, parágrafos 86 y 87, y libro 2.º, árbol 13, parágrafos 4 hasta el 28 inclusive.

De tan ilustres y cristianos padres fueron hijos: doña Francisca Josefa de Castillo y Guevara, en el siglo; y en la religión, la Madre Francisca Josefa de la Concepción; doña Catalina de Castillo, que casó con el Gobernador don José de Enciso y Cárdenas, y viuda sin sucesión, tomó el hábito y murió profesa en el mismo Convento de Santa Clara, en el que renunció mucha parte de su crecida hacienda; otra, doña N. de Castillo, que casó con don N. Camacho, con sucesión; y don Pedro Antonio Diego de Castillo y Guevara, Encomendero de Paipa y con muchos empleos de honor, que casó en la ciudad de Santa Fe con doña María Josefa de Caycedo, y tuvieron seis hijas, que todas entraron y profesaron de religiosas en el propio Convento de Santa Clara de Tunja; dos varones religiosos, sacerdotes de la Compañía de Jesús, el doctor don Juan Esteban, Presbítero, el Maestre de Campo don Francisco de Castillo, que no tuvo sucesión en dos matrimonios, y don Luis Ignacio de Castillo y Caycedo, que heredó el mayorazgo, y en tres matrimonios tiene dilatada sucesión. Y de los dichos sus hermanos, don Pedro Antonio y doña Catalina, habla nuestra V. en las parágrafos de su Vida varias veces.

Nació nuestra doña Francisca Josefa de Castillo y Guevara el año de 1671, día de San Bruno, que pareció le manifestaba el cielo cuán imitadora había de ser de este bienaventurado Santo, en el retiro, abstracción del mundo y silencio de su vida. La bautizó inmediatamente el P. Diego Solano, de la Compañía de Jesús, que, como confesor de su madre y por el grande peligro en que se vio, asistió a su parto. A pocos días de nacida, la tuvieron por muerta, y sanó repentinamente. Aún no podía hablar, y con grande espanto le dijo un día a su madre que una imagen del Niño Jesús la estaba llamando. Crióse en la devoción y cristianos ejemplos de sus padres, de cuya piedad y virtudes se pudiera hacer un largo tratado, y bastante se comprende de lo que de ellos dice nuestra N.V. en su vida habiendo logrado que su madre entrase en el convento y muriese en él. Entró en la religión y Convento de Santa Clara, de la ciudad de Tunja, el año de 1689, estuvo de seglara dos años, y dos de novicia, y profesó en 4 de septiembre de 1694. Tuvo todos los oficios de la religión, y repetidamente el de maestra de novicias; y habiendo sido tres veces abadesa en los años de 1716, 1729, y 1738, murió el de 1742, cuyo cuerpo se halló incorrupto al año de enterrada.4

Desde su niñez fue tan combatida de enfermedades, tan abstraída del mundo, tan penitente, tan perseguida del enemigo común y criaturas, tan entregada a la oración y trato íntimo de su amado Esposo, Jesús, que no lo dejaba en el preciso sueño, y aún en él se sentía estrechamente unida con su Dios, que la iluminó muchas veces para que entendiese el latín de los Psalmos, y lo que le convenía de sus sentidos, con otras singulares mercedes que le hizo, que algunas declara la misma V. M. en su vida, y otras muchas se deducen del resto de sus escritos y sentimientos espirituales.

Como sus confesores tenían conocida su alta capacidad, juicio, discreción, y lo que la había ilustrado el cielo, le mandaron escribir los sentimientos que tenía, y luces que recibía en la oración; y aunque su humildad lo resistía, le obligaba la fuerza interior que para hacerlo sentía, y sufriendo lo que ella misma dice, hubo de obedecer. Esto lo manifiesta la misma V. M. en sus escritos, dirigiéndolos todos a sus confesores, comenzándolos con la palabra Padre mío, que significa la P. y M. que se halla en sus comienzos, y consta el precepto, de las cartas de los propios confesores que se han podido recoger y agregar a este cuaderno, y de otras que están incorporadas con los mismos escritos, en cuyos blancos continuaba sus sentimientos.

Se ignora en qué tiempo comenzó a cumplir con el precepto de sus confesores, porque los escritos no llevan orden de años, meses, etc., y solo se halla uno, en cuyo frente tiene año de 90, que es el de 1690; y después se hallan otros que tienen igual apuntamiento de años, hasta el de 1728; pero los más no tienen por dónde rastrearse cuándo fueron escritos.

Conforme los iba escribiendo, se infiere los remitía a sus confesores, que los examinaban, y, aprobándolos, se los devolvían, para que continuase y que le sirviese su lectura. Del examen que hicieron de ellos los confesores, resultaron las notas que ellos mismos pusieron al principio, márgenes, medios y finales de dichos escritos, en los que igualmente están algunas de las aprobaciones expresas que les dieron, y tal cual carta de las que le escribieron. No se sabe con certeza qué número de escritos fueron éstos, pero se infiere que debieron ser bastantes, y los que se han podido juntar, después de haber andado en muchas manos y lugares, son los que en 251 hojas en 4.º contiene la primera parte de los aquí encuadernados.

Después le mandaron sus mismos confesores que escribiese su vida, y haciendo el propio sacrificio de obediencia, y como la misma M. Dice en el parágrafo 3.º, no pudiendo resistir la fuerza interior que sentía y le obligaba, lo puso en ejecución en los 55 parágrafos que contienen las 106 fojas de la 2ª parte de esta encuadernación, en cuyo final el P. Diego de Moya, de la Compañía de Jesús, uno de sus confesores, y el que la asistió en su muerte y predicó sus honras, puso la certificación que allí se registra, y dice: «Estos cuadernos los escribió de sí, la Ve. Religiosa y observantísima Me. Francisca Josefa de la Concepción, por mandato de sus confesores, en su Rl. Convento de Santa Clara de la ciudad de Tunja; y se halló incorrupto su cuerpo al año de enterrada, de lo cual doy fe como ocular testigo, J. M. J. Diego de Moya».

Como esta vida solo se reduce a apuntamientos para escribirla después con la debida orden de tiempos y división de virtudes que ejercitó esta sierva de Dios, y mercedes que le hizo S. M. pensó tomarse este trabajo el mismo Pe. Diego de Moya, y habiendo predicado sus honras, siendo Rector del Colegio de dicha ciudad de Tunja, por el alto concepto que tenía de dicha V. M., y que había formado en el largo tiempo que la había confesado y asistido hasta su muerte, instó mucho para que se imprimiese dicho sermón de honras como precursor de la vida; y con este fin escribió a la M. Francisca del Niño Jesús, sobrina de nuestra V. y Abadesa que fue varias veces del mismo Convento, la carta que con fecha 28 de noviembre de 1746, se halla en dicha encuadernación; la que por sí sola manifiesta bastantemente el subidísimo concepto que había formado de la santidad de vida y virtudes de nuestra V. este religioso, que por su doctitud, ejemplar vida y empleos en su religión, fue de los primeros de ella, desde que de Granada vino a este Reino.

No tuvo efecto la citada impresión del sermón de honras, y lo más lastimoso es haberse perdido, pues con la muerte de su autor, no se pudo hallar y se tuvo a dicha haberse encontrado los escritos de la V. M. que van citados.

Tampoco se escribió la vida, porque silo hizo el P. Diego de Moya, como pensó, no se halló, ni lo han hecho otros que, fervorizados con la lectura de dichos escritos, lo han intentado; tal vez habrá sido por lo grave de la empresa, o lo más cierto, porque para más oportuno tiempo reserva Dios N. S. la publicación de las virtudes que puso en su sierva, para edificación de todos, honor de la observancia del convento donde floreció, y bien universal de su patria. Por estas razones, aunque confieso que me han hecho mucho provecho estos escritos, he tenido por conveniente hacerlos encuadernar para que más fácilmente se guarden, como se lo suplico y ruego a las RR. MM. Abadesas, que es y fueren de dicho convento de Santa Clara de Tunja, pues habiendo venido a mis manos después de haber andado en muchas, en que no tiene poco de raro no haberse perdido, y no hallándome con suficiencia para escribir una vida tan espiritual, pues es necesario serlo muy mucho, no sería agradecido al provecho que ha hecho a mi alma la repetición de su lectura, si, mejorados con la encuadernación, no los restituyese a dicho convento, en donde como bienes que les dio el cielo, deben guardarse para los fines que Dios N. S. quiso que se escribiesen.

A más de los que van referidos, y aquí encuadernados, escribió N. V. varios sentimientos de su alma en prosa y verso, en lo que tenía blanco un libro en folio de cuentas, que fue del gobernador don José de Enciso y Cárdenas; y para que no se pierdan tan preciosos monumentos, van encuadernados por separado, y contienen: tres fojas de versos, y cincuenta y nueve en prosa, de meditaciones de la Pasión, grados de amor, sentimientos espirituales, y otros tratados; y con este mismo va otro cuadernito en dieciseisavo, de letra de la misma V. M.

Las cartas espirituales de sus confesores, que van en el cuaderno en cuarto, tienen dieciocho fojas.

Petición de examen de los manuscritos originales de la autora5

Licencias del ordinario6

SOR. PROVISOR GR. DEL ARZOBISPADO

Don Antonio de Castillo y Alarcón ante V. S., en la forma que más haya lugar, digo: Que siendo mi familia de Castillo poseedora de los preciosos manuscritos de la vida y sentimientos espirituales que por mandato de sus confesores escribió Sor Francisca Josefa de la Concepción (en el siglo Castillo Toledo Guevara Niño y Rojas), parece que sería reprensible nuestro descuido e indiferencia si no promoviésemos, por todos medios, su publicación, para gloria de Dios, provecho de los prójimos, honor de nuestro suelo, y particularmente de nuestra familia, que lo cifra principalmente en contar entre los individuos de su ascendencia esta religiosa verdaderamente admirable en su singular vida y superiores ilustraciones.

A efecto, pues, de que esta publicación de sus escritos se haga con las solemnidades que se requieren, parece del caso que V. S. Disponga se examinen por quien haya lugar los dos volúmenes originales, encuadernados en cuarto, que solemnemente presento: el uno, de Sentimientos espirituales, que consta de 251 hojas, y el otro, compendio de la Vida, con 106 hojas, escritos de puño y letra de la misma religiosa, juntamente con las cartas de sus confesores, que al fin del primero van agregadas en 18 hojas, no solo para exponer la sanidad y solidez de doctrinas que en ellos se contienen, sino también para que se extienda concepto sobre su genuinidad, y de las cartas, con todo lo demás que sea conveniente en el caso.

Y por cuanto para la publicación (si conviene hacerla), es necesario valerse de manuscrito claro y correcto, será oportuno también que las personas o comisión nombrada al efecto, certifique, en forma que haga fe, la identidad del trasunto de la vida que presento en 98 hojas, solo añadida con título en los capítulos. Fecho lo cual.

A V. S. suplico se me devuelvan originales y copia con lo actuado en el particular, para los efectos indicados.

Antonio María de Castillo y Alarcón

Otrosí: Pido que de las dichas cartas de los Directores expresados se sirva

V. S. mandar se me dé testimonio autorizado, etc., ut supra.

Castillo

Traslado de lo solicitado a la autoridad eclesiástica competente7

Santafé, nov. 5 de 1816.

Con el correspondiente recado de estilo, pase, con los libros presentados, al Sor Prebend. D.D. Nicolás Cuervo, y al D.D. José Antonio de Torres, Cura de Tabio, para que juntos cotejen la copia con el original, expongan su sentir sobre la genuinidad del manuscrito antiguo, y sobre la doctrina que contiene, exponiendo sobre esto su censura; y en cuanto al otrosí, franquéese por la Notaría el testimonio que estimare conducente la parte, de las Cartas que expresa, y por la naturaleza del asunto, sea con citación y noticia del Promotor Fiscal.

Ante mí,

Agustín de Herrera y León, N. Myor.

En la misma fecha del auto antecedente hice saber al promotor fiscal, y firma de que doy fe.

Vergara y Gil, Notario.

Concepto de los censores eclesiásticos8

Señor Gob. Del Arzobispado:

Los dos cuadernos originales, y la copia de uno de ellos, que tratan de la Vida y Sentimientos espirituales que de su propio puño escribió de sí la Madre Francisca Josefa de la Concepción, Religiosa del Real Monasterio de Santa Clara de la ciudad de Tunja, y que por decreto de V. S. De cinco del presente noviembre, se han dirigido y cometido a nuestra censura, para si conviene darlos a la prensa, han sido leídos y revisados atentamente, y con la escrupulosidad que pide la materia.

Cotejada la copia que se ha presentado en 98 hojas de la Vida, que en 106 se ha exhibido igualmente original, la hallamos conforme, y arreglada a dicho original a excepción de algunos yerros de mera ortografía, que fácilmente se advierten, y podrán corregirse en la impresión.

Parece no hay razón de dudar sobre la genuinidad de los manuscritos originales, que en el espacio de casi un siglo se han reconocido por legítimos, y de la misma letra de una religiosa, a quien alcanzaron a conocer algunos de nuestros Padres; de quien necesariamente existen firmas en el archivo de su convento; y de quien no había el menor interés en suponerlos, ni era fácil que se fraguase por otros, a la vista de unos hombres tan circunspectos y recomendables, como los confesores, de que aparecen anotados, para atribuirlos a una monja. Además, que lo particular y extraordinario de la vida, y los caminos por donde Dios N.S. condujo a esta religiosa, y aquella sencillez y claridad con que los descubre y explica, unidos a cierta unción y elocuencia, que no puede contrahacerse por los impostores, manifiestan que no son obras que sean capaces de inventarse por las ficciones de la fantasía. Pero lo que quita toda especie de duda y de recelo es el juicio de sus confesores, hombres que se distinguieron tanto por su solidez y su instrucción: que fueron tan conocidos, y de quienes han quedado tan respetables y célebres memorias, en especial del Padre Diego de Moya, a quien conocieron algunos de los que aún viven entre nosotros. Por lo que sin riesgo podemos asegurar que son estas obras producciones genuinas de la Madre Francisca Josefa, de quien llevan el nombre.

Y por lo que toca a la sanidad de la doctrina que contienen, son estos unos escritos que en todas sus partes respiran el bien olor de la virtud, y con su lección edifican y convidan a los afectos del ánimo (creemos que aún el más remiso), a la compunción y deseos de abrazar los ejemplos de una vida, que aunque trabajosa, y en mucha parte rara; pero que endulza las amarguras de la cruz, y con las avenidas de celestiales sentimientos, reemplaza aquellas cobardías que suelen retraer nuestras voluntades de las empresas arduas, más indispensables en la carrera de los ejercicios de espíritu.

No se puede negar que, en cuanto a la imitación, serán, pocas las personas que la puedan dar alcance. Pero ello mismo acredita tanto más la sabiduría y poder de la gracia celestial con que el Todopoderoso sabe dispensar sus dones: y que habiendo en la casa de Dios muchas mansiones para moradas de grandes y pequeños, y como en las esferas materiales, según san Pablo, hay estrellas de más o menos bizarría y lucimiento, nada es por tanto imposible a las almas generosas, si quieren remontarse a la esfera de una sublime perfección, a que las convida el mismo que interiormente las mueve y las excita a esta heroica resolución. Para estas igualmente que para las pequeñas, ofrece la vida de la Madre Francisca Josefa muy copiosa materia, no menos que para aliento de personas seculares y de menos empeño en servir a Dios; pues esta señora, desde sus tiernos años en casa de sus padres, y entre los halagos de una juventud acalorada, dio pruebas nada equívocas de unos hechos virtuosos con que el cielo la prevenía en bendiciones de dulzura, dándola a gustar el cáliz de la salud, que amargo y suave a un tiempo, la disponía para aquella vida elevada, que después, en el estado religioso, la hizo remontarse a las cumbres de la sabiduría, oculta a los eruditos de este siglo y solo reservada a los párvulos que, en la escuela del mejor Maestro, cursaron la sana doctrina, entrando en las potencias del Señor, y en los retretes de los secretos más escondidos, donde a sola la santidad se revelan sagrados misterios. Así aconteció a esta virgen que, ignorando toda literatura humana, alcanzó la inteligencia de la Santa Escritura como cualquiera de los Padres más iluminados, según lo testifica todo el discurso de sus escritos; en que, con admiración de quien los lee, manifiesta una perfecta comprensión y vasta penetración, ya de los salmos de David, ya de otros muchos y dificultosos textos de los demás libros del código sagrado: aplicados con toda propiedad a los casos y lances en que, su espíritu, casi siempre atribulado y agitado de amargas reflexiones, era alumbrado por el Espíritu Santo, y oportunamente actuado, viniéndosele a las manos, o, a decirlo mejor, a la mente, los lugares del texto sagrado, que podían en el presente conflicto consolarla y solidaria en las verdades de sus santos sentimientos.9

Esto supuesto somos de sentir, que los dos ejemplares escritos por la citada Madre Francisca Josefa, se den a la luz pública para gloria de Dios, edificación de los fieles, honor de su noble familia, lustre de nuestro suelo y satisfacción al mérito de tan recomendable sierva de Dios. Que pues ellos son un tesoro de las más preciosas riquezas espirituales, no deberán, según las expresiones del Eclesiástico, cubrirse con las sombras del olvido, ni defraudarse de ellas la utilidad común: sapientia abscondita, et thesaurus invisus, quae utilitas utrisque? (Eccli. 41, 17). Pudiendo el autor del trasunto de la segunda parte valerse de él para mayor claridad y facilitar más la impresión que solicita; pero sin perder de vista el original que a veces podría asegurar mejor con su cotejo la identidad que con este se requiere, para no exponer el molde a un yerro, aunque ligero. Este es nuestro dictamen, salvo siempre lo más acertado, que V. S. se sirva resolver. Santafé de Bogotá y Noviembre 26, de 1816.

Josef Ant. De Torres y Peña.

Doctor Nicolás Cuervo.

Santafé, noviembre 29 de 1816

Al Promotor Fiscal Ante mí, Herrera, N. Mayor

El Promotor Fiscal dice: que la censura anterior se manifiesta hecha con exactitud, y desinterés. Ella convence que los escritos presentados son obra genuina de la venerable religiosa a quien se atribuyen. Por otra parte los censores lejos de hallar en la doctrina que contienen cosa opuesta a Nra. Santafé Católica la recomiendan como útil, y provechosa. El Ministerio Fiscal no halla embarazo en que V. S. permita la licencia que solicita don Antonio Castillo, con tal que la impresión se haga por el trasunto que se ha cotejado que deberá certificar el Notario Mayor, rubricando todas sus fojas. Que a más de esto, se haga la protesta según el decreto del sr. Urbano VIII; y que se imprima la aprobación y licencia. Así lo estima el Fiscal de Justicia.

Santafé, Dbre. 11, de 1816.

Doctor Torres.

Santafé, Dic. 12, de 1816.

Autos y vistos: Concédese la licencia que solicita, cumpliéndose con todo lo que pide el Promotor Fiscal, y entréguese al efecto el expediente original.

Ante mí, Agustín de Herrera y León

N. Myor

Damos fe: que el señor D.D. Antonio de León de quien con la media firma de su apellido aparece firmado el decreto precedente, puesto de conformidad con el concepto manifestado como Promotor Fiscal de la Curia Metropolitana de esta Capital por el doctor don Santiago de Torres y Peña, es en la actualidad, y ha sido, Provisor y Gobernador del Arzobispado y por consiguiente con actual ejercicio en todas las funciones, que son anexas al destino, como lo es igualmente por nombramiento de Su Señoría el D.D. Agustín de Herrera, Notario Mayor de la misma curia, fiel, legal, y de toda confianza, y a sus semejantes, y demás documentos, que ante él han pasado y pasan, siempre se les ha dado, y da entera fe y crédito en ambos juicios; y para su constancia y efectos, signamos y firmamos la presente en Santafé, fha ut retro

Vicente Rojas Juan Nep. Camacho Eug. De Elorga

3 Este llamado está hecho con un asterisco • en la edición de 1817. Al margen inferior del folio, Antonio María de Castillo, responde al llamado diciendo: «Este caballero fue natural de Laguna de Carneros en Castilla la vieja, y habiendo pasado en su juventud al N. R. De Granada, obtuvo por su S. M. varios empleos de la milicia, hasta el grado de teniente coronel de los R. E., el Gobierno de los Llanos, y los principales empleos del cabildo de Santa Fe capital del mismo N. R., adquiriéndose por su probidad y talentos la estimación de los Virreyes, y demás personas de distinción, con el amor de todos los habitantes de dicha ciudad, donde fue casado con Da. Rosa de Castillo y León, sobrina segunda de la V. M. Francisca».

4 Según Achury en la copia manuscrita de los escritos de la Madre Castillo, hecha por don Antonio María de Castillo y Alarcón aparece, al margen, una nota que dice: «Hasta aquí es producción del señor don Francisco Domínguez de Urregolabeitia, que corre ya impresa en la Vida de la V. M., edición hecha en Filadelfia». Darío Achury Valenzuela, 1968, v. 1, pág. 219). Por ese motivo, en su edición de 1968 de Su vida le asigna a esta biografía una doble autoría y escribe a continuación del título: «Por Francisco Domínguez Urrejolabeitia y complementada por Antonio María de Castillo y Alarcón» (ibíd.., pág. 217).

5 Título dado por Achury Valenzuela. En la presente edición se incluyen los títulos dados por Achury a los documentos relacionados con la certificación de autenticidad del manuscrito de la Vida, ya que éstos aclaran la naturaleza de los textos. También aparecen los títulos dados por el primer editor de la autobiografía. En todos los casos se señala quién puso el correspondiente título.

6 Título dado por Castillo y Alarcón.

7 Título dado por Achury Valenzuela.

8 Título dado por Achury Valenzuela.

9 Hasta aquí aparecen los documentos sobre la autenticidad de la obra en la edición de 1968.

Cartas escritas por los confesores a la V. M.10

Primera carta11

[f. 01 r.] Mi muy estimada Señora y mi Madre Francisca:

Estos días he recibido dos de Vuesa Reverencia con mucho consuelo mío, así porque lo tengo con sus cartas, como por entender por ellas y estar cierto que todo lo que mi Madre Francisca padece, es especial providencia de el Altísimo, que así la quiere probar y afinar, y mientras así padeciere, va por el camino seguro y por el que Dios le tiene señalado: Qui pie volunt vivere, etc. Bien conocido lo tiene, por ahí pasaron todos: Foris pugnæ, intus timores. Armarse con la humildad y la esperanza que todo se ha de acabar; y con la consideración que en la vía espiritual el que más padece es el que más hace. Acuérdese de todos aquellos dictámenes de espíritu, y aprovéchese de ellos, que para eso dispondría Dios que los escribiera. Y digo que prosiga apuntando los desengaños y luz que Nuestro Señor es servido de darle, y no tenga temor, que si acá conociera yo que algo no iba en Dios, se lo dijera, ni es menester que me de cuenta de lo que le parece que no tiene substancia, en medio de que si se le ofreciere [f. 01 v.] alguna cosa que le cause agonía, y la fatigue, aunque le parezca que no tiene sustancia, avíseme. No deje las comunicaciones cotidianas, aunque le parezca que no tiene aparejo, que esas disponen a la unión con Dios; pues si quiere que nunca se le aparte de la vista el Sumo Bien. ¿Cómo ha de ser de otra suerte, sino recibiéndolo todos los días? «El que come mi carne, y bebe mi sangre, queda en mí y yo en él», y si así es, no juzgue que Dios se le aparta, porque entonces, aunque oculto, está más presente, como lo está en el Sacramento. También quiere Dios que sienta el desconsuelo de parecerle que está ausente para que lo desee con ansias. Invocate eum dum prope est, y parece que a lo humano nunca llamamos al que está presente, sino al ausente; pero en lo divino es al contrario, que el Sumo Bien, como es infinito, puede venir más y más con los efectos de su gracia, aunque siempre esté presente. No se fatigue en este pensamiento que quiere Dios darle a entender, que ha de comer el pan con corteza, [f. 02 r.] y puede haber amor propio en eso, y en todo hemos de hacer lo que Dios quiere, y si quiere que una persona tenga consuelo por algún tiempo y que por otro tiempo no lo tenga, se ha de conformar en todo con su divina voluntad, que esta vida es para probar no para gozar, y si da gozos, son estos precursores de los trabajos, disponiéndonos con ellos para hacer en todo lo que Dios quiere, sin fatigarnos, con sola la mira al Sumo Bien, ahora sea con tribulaciones, ahora con consuelos, etc.

No tenga cuidado de el Señor don Pedro, que él prevenido con que en su pleito solo busca la razón y que la verdad oculta se descubra, no puede errar, y así, es necesario que se detenga acá hasta que se declare su justicia. Esta escribo a toda prisa, y no se si entenderá la letra. Pido a Nuestro Señor le de a mi Madre Francisca tanto consuelo como yo le deseo, y que me encomiende muy de corazón a Nuestro Señor. Salúdeme a las señoras Margarita, Nicolaza, Juana y Francisca. Santafé y marzo 23 de 1724. Su capellán que su mano besa,

Diego de Tapia12

Segunda carta

[f. 03 r.]13 Mi muy estimada señora y mi madre Francisca: Bien considero a Vuesa Reverencia sentida de mí, pues debía yo antes haber respondido a la última que recibí suya, de doce de julio, que a la fecha de esta son tres meses. ¿Y qué le he de decir yo a esta tardanza? Lo que siempre le tengo dicho: que no me ha dado Nuestro Señor su gracia para hacerlo, porque quiere que Vuestra Reverencia, aún en lo que le es de consuelo, tenga motivos de padecer y en qué ejercitar la paciencia, y para que esté advertida, como lo está, que los consuelos de Dios vienen cuando su Divina Majestad es servido. Mucho siento sus trabajos, pero muchas veces le tengo dicho que esos para mí son de mucho consuelo en su espíritu, porque ese es un camino real, y por ahí va segura, y en faltando esos, faltó el crisol para afinar y dar el último quilate a las virtudes, que es lo que Vuesa Reverencia pretende como esposa de Cristo. Acuérdese de las márgenes de aquella Santa Ciudad, y como quien va ya acercándose, consuélese, y corra sin parar, que no pueden estar muy distantes. Y quien mira el fin de la jornada y ve que ya [f. 03 v.] se acaba el día, procura caminar más aprisa, como quien se acerca más a su centro.

Todo cuanto le pasa de penalidad, así exterior de injurias, baldones, murmuraciones, dolores, enfermedades, etc., como interior de desconsuelos, aflicciones, oscuridades, tentaciones, etc., todo es disposición y providencia especialísima de Dios y señal cierta de que la ama su Esposo, pues esos son los regalos que hace a aquellas almas que escoge para una grande perfección, porque como a estas les tiene prevenida la corona, esta no se labra sino por estos medios y con estos instrumentos, los mismos con que se labró la de su Esposo; y si Este se coronó por este camino, dichosísima y muy feliz será la esposa que así le imitare, esta será más amada por más semejante. Ármese con la paciencia y demás virtudes, y vamos caminando, que si los santos en el cielo fueran capaces de pena, no la tuvieran de otra cosa que de no haber padecido mucho más en esta vida. Si a san Lorenzo lo enviara Dios de el cielo a servirle como viador, las parrillas le parecieran flores. A mi Padre san Ignacio, los trabajos, persecuciones, cárceles y testimonios falsos, le fueron glorias. Y finalmente, mi Madre Francisca, sufrir, sufrir, que este es su camino, y en faltándole esta senda, salió fuera de él. En esto estoy cierto, y no puedo decirle [f. 04 r.] otra cosa que le sirva de alivio, sino que en esto agrada a Dios, porque en esto hace su voluntad.

Prosiga Vuesa Reverencia en lo que le escribe el padre Francisco y déjese de los temores que la acometen, que si alguna cosa escribiera que no fuera acertada, claramente se lo dijera. Apunte por menudo toda la luz y desengaños que Nuestro Señor le comunica, y léalos a sus tiempos, que todo eso es muy bueno. No deje las comuniones, que esas la unen más con Nuestro Señor, y en ese tiempo sentirá el alivio en sus penas.

Llore en buena hora a sus solas, y quéjese amorosamente a su Esposo, que lo que El quiere es que no dependa de otro que de El, y que en ninguna criatura busque consuelo. Bienaventurados son los que lloran, porque estos serán consolados, y si llora por su amado y por su patria, ya desde aquí empezó a ser bienaventurada.

No se apure porque el doctor Montalvo no haga diligencia ni diga en qué se gastó dicha cantidad. Mire solo a Dios, que la ha de juzgar, que los juicios humanos no sirven en el juicio de Dios, que es justo, y cuente esos dichos entre los instrumentos que le labran su corona. Por último, no tengo otra cosa que decirle de consuelo, sino que padezca hasta que Dios quiera. Por allá nos veremos, siendo Dios servido, y no pasará mucho tiempo. Prevéngame todo lo que me quisiere decir, y la oiré de buena gana. [f. 04 v.] Dentro de esta va una medalla de nuestro Padre san Ignacio y san Francisco, y cuando nos veamos le daré unas novenas.

Ya salió la sentencia de el señor don Pedro, y se dio por nula la permuta de el curato. No sabemos si apelarán. Acá andamos negociando que a esos señores les den por concordia uno de los curatos vacos para que se contenten, y no estén a la vista. Dios disponga lo que fuere de más gloria suya, y a todos nos de paz, y me guarde a mi amada Madre Francisca, no olvidándose de este su siervo delante de Nuestro Señor. Santafé y octubre 20 de 1724.

Besa la mano de Vuesa Reverencia, su más estimador Capellán.

Diego de Tapia

Tercera carta

[f. 05 r.] Jesús, María y José. Hermana mía: Hoy, día de la Altísima transfiguración de Nuestro Señor Jesús, Dios verdadero e Hijo del Eterno Padre, recibí tu carta, escrita el día de mi Señora santa Ana, con la petaquita de manzanas, que agradezco mucho, y el mismo día respondo, con especial consuelo, por considerar el bien infinito que nos hizo Dios en darnos a su Unigénito Hijo para luz y enseñanza nuestra, que en altísima gloria, y cuando más lleno de ella, trató del exceso de la Cruz, que por nuestro amor y remedio toleró; y reparando san León Papa en estos extremos tan opuestos, gloria y cruz, remata el santo en sus lecciones del segundo Nocturno, que rezamos en esta festividad y que podéis leer, dice cuanto nos enseñó Cristo con su ejemplo, que aunque no debemos dudar de la promesa de la gloria que nos ha prometido y debemos esperar, con todo, dice el santo que lo que debemos pedir principalmente al Señor, es la tolerancia y paciencia en los trabajos y tentaciones de la carne antes que pedir la gloria. Porque es cierto que esta se da a los que toleran las tribulaciones, etc., de esta vida. Entre las que padecéis vos, una es la suma timidez y temor de tus cosas y salvación. Alabo el temor, no la timidez que arruina, congoja, y desmaya; y lo mismo es el temor, si no se usa del con medida y prudencia, cuanto baste para no asegurarnos falsamente y presumir de nosotros. Pero asegurarnos en Dios, solo]14 [f. 5 v.] en su bondad, amor, y en su Unigénito Hijo, es santo, es justo y es perfecto. A que da san Juan un remedio contra el temor, que es la caridad y amor de Dios y del prójimo: Charitas expellit foras timorem.

Quien procura amor, no temerá, sino esperará. Y David y la Escritura añaden la esperanza en Dios: Spes non confundit. David: Salvos facis sperantes in te. Qui sustinent te, non confundentur. Pedid al Señor te de su amor y esperanza: que así te dejarán vivir con paz tantos temores. Y muchos, o casi todos, te los pone el demonio para aniquilarte. Dejad a este enemigo y no atendáis a sus propuestas, y poned toda tu esperanza en Dios.

Respondo lo que alcanzo. Esa cruz formada de hueso que salía de vos, según sus efectos, es de Dios. Significa que nuestra vida ha de ser enjuta, sin afecto de carne, así por lo que mira a nosotros como por lo que mira a criaturas. ¿Qué tiene semejante hueso tan desnudo de carne, que ni por la imaginación la tiene? Significa la fortaleza y perseverancia, pues los huesos solo perseveran, etc. Y cuando una alma llega por la mortificación de afecto y pasiones a estar tan desnuda [f. 06 r.] descarnada de sí en todo y todo lo criado, es capaz de infundirle Dios su Espíritu de vida, que solo se halla en tales almas. Así te quiere Dios. Quiera el Señor haya dado yo en el punto de la verdad. A que añado: que los huesos viven en el sepulcro, así una alma en el olvido de todo, y solo vive con la memoria de Dios y de lo eterno para resucitar, aquí por gracia, y allá por gloria. Y no significa estar tu alma muerta para Dios, porque Cristo es la vida y no se te representara como decís. Quiérete muerta a vos, tus pasiones, amor, etc., para que viváis en solo, y para solo Cristo.

La razón segunda de mi consuelo en este día, fue porque en él llegó la luz del Evangelio a estas partes, que ha negado Dios a muchas naciones. Y no hay palabras con qué agradecer este beneficio por inmenso. Alabemos por él al Señor, y por ser quien es, y pidámosle no se malogren en nosotros y en nuestros prójimos tantos bienes.

Ya recibiríais el velillo para los vestidos. Vuelve la petaquita con un poco de colación. Dios te haga suya. Agosto 6 de 724. Tu Padre.

Felipe15

[f. 06 v.] Mucho consuelo tendréis con la vista y presencia del Padre Juan Romero. Desahogaos con él, y dad al Padre mis saludes.

Cuarta carta

[f. 07 r.] Madre y señora mía: Recibí la de Vuesa Reverencia, y siento en el alma sus trabajos y aflicciones, llévelos conformándose con la voluntad Santísima de Dios, que la quiere siempre mortificada por todas partes. Así le convendrá. Su Divina Majestad le dará fuerzas para que los lleve con paciencia y en amor suyo. Es fiel, y no permite que seamos tentados más de aquello que podemos. Es prudentísimo, y mide la carga, para que con alivio llevemos su peso. Mientras durare este destierro, no espere sino penas, aunque Dios se las mezclara con favores que las suavicen. Yo me hallo alentado, solo tengo el quebranto de la debilidad en las piernas, aunque el presente no es tanta como antes, y siempre estoy a su servicio con una fina voluntad.

Madre y Señora mía: nunca la he olvidado y estoy con mil deseos de verla, y uno de los trabajos que tengo es estar privado de este gusto; algunas veces lo he intentado, pero los acasos que han sucedido en la Provincia, me lo han impedido. Pídale a Dios me de este consuelo. Estimaré que el señor don Pedro goce de muy perfecta salud, y me hará el favor de ponerme a su obediencia. El Padre fray Luis está convaleciendo de unas calenturas, que le repiten con alguna frecuencia, pero todo lo lleva con paciencia. Al Padre Jubilado Calvo no le insinué nada, porque me pareció así conveniente. Extraño lo sucedido, y no puedo discurrir ser otro el motivo que disposición divina; para que esté apartada de todas las criaturas, atendiendo al pago de ellas, y para que no fíe de ellas, y su esperanza la ponga solo en Dios. Su Divina Majestad me la guarde como deseo. De este Convento de Santafé y enero 27 de 734.

Besa la mano de Vuesa Reverencia, su estimador y todo suyo.

Fray Felipe Arguindegui16

Quinta carta

[f. 08 r.]17 Hija y señora mía:

Dos cartas he recibido suyas, y con ellas mucho sentimiento por las penas, dolores y tormentos que padece. Para este desamparo no hallo otro consuelo qué decirle, sino que esta es la voluntad de Dios, y que es preciso conformarnos con ellos. Si ahora padece y está como desamparada, luego vendrá el tiempo de la alegría, que este es el estilo de Dios con las almas sus escogidas. Esto practicó Su Divina Majestad en los misterios que en este tiempo veneramos, con su putativo Padre y su Santísima Madre y Señora nuestra. Al sobresalto que tuvo San José mirando grávida a María Santísima, le sobrevino la alegría, anunciándole el Ángel era el Hijo de Dios el que tenía en sus entrañas. Grande fue el gozo que tuvo el Patriarca, solo viendo al Niño Dios nacido, pero a esta alegría se le siguió la furia de Herodes y la turbación de toda la ciudad. Grande fue la alegría que tuvo viendo al Niño Dios adorado de los Magos, pero a este contento se siguió el temor de que Herodes buscaba al Niño para perderlo. Todo esto es de san Juan Crisóstomo en la Homilía de la Octava de los Inocentes. Por eso el santo Job decía que, después de las tinieblas, esperaba la luz... Veo que me dirá que aquellas penas eran mezcladas con gustos, y que esto no le sucede a Vuesa Reverencia, que sus pesares no tienen intervalos; pero si toda su vida temporal es de amarguras, es porque Dios le tiene prevenida una eterna vida, llena de dulzuras. Fuera de que no me podrá negar que de cuando en cuando siente en su corazón un no se qué, que no se puede explicar, en que le paga ciento por uno. Me parece que dirá también que Job esperaba luz, y que Vuesa Reverencia no espera sino tinieblas en esta y en la otra vida. Radíquese bien en la infinita piedad de Dios, no la acobarden sus pecados ni sus tibiezas. Si está como un irracional, Dios no nos quiere entendidos, sino amantes, entregándole el corazón, que eso es lo que Dios nos pide. Si no puede hacer nada, no se aflija. Dígale a Dios que como tiene providencia de los gusanos más mínimos, se apiade de este gusanillo vil. Tenga presente lo mucho que padeció Cristo por nosotros, [f. 08 v.] y todos los trabajos se le harán muy suaves.

En cuanto al que yo esté allá, qué le puedo decir, sino que procure que no le falte Dios, que esto solo es falta digna de considerarse, y de lágrimas de sangre. Quien tiene a Dios, todo lo tiene, decía nuestro Padre san Francisco. «Todo lo perdimos», dijo Enrique Octavo a la hora de la muerte, y si le parece que está sin Dios, estas ausencias las hace Dios para mortificar a las almas y probarlas en el amor; y si fuere por pecados, el remedio está en las manos: volverse a Dios de todo corazón, que Dios para oírnos no necesita de que nosotros hablemos ni demos voces. Si Dios le quitó en mí un ministro suyo, aunque indigno, su paternal amor le dará otro que sea idóneo. Nuevamente le suplico al Padre Juan, su asistencia. Fuera de que por cartas con persona segura, nos podemos hablar muy de continuo. Yo estuve muy arrepentido de haber venido, porque me pareció que por esto me aprisionaron, pero, según lo que he visto, aunque me hubiera quedado, hubiera sucedido lo mismo, y las excusas que hubiera dado no fueran admitidas, y me hubieran compelido con obediencia y demás penas a venir. Arriba le digo que nos comunicaremos por cartas, y me parece que dirá que en tanto tiempo solo ha recibido dos. El motivo ha sido haber estado muy quebrantado de salud, y ya estoy, gracias a Dios, alentado, y haber sido tantas las ocupaciones, que no he tenido ni un instante de descanso. El señor doctor está muy alentado, saldrá bien, por la justicia tan clara que le asiste. No le puedo servir de alivio en la ocasión, porque no conozco a los señores. Esté cierta que todo mi pensamiento está en Vuesa Reverencia y que no la olvido. Espero que Dios nos dará vida para que nos veamos en agosto, y estaré muy poco en Samacá, y en esos dos meses hablaremos todo lo que en este año hemos dejado de hablar; y a la congregación haré todo esfuerzo y empeño para dejar estos ministerios, y me valdré de certificaciones de médicos para mudar de temple.

No deje de continuar la obra de los papeles, si se halla con esfuerzo y guárdemelos para cuando vaya: o si le parece, entrégueselos al Padre Juan. Di la carta al Padre Arias en su mano. Nuestro padre Provincial envió a un religioso con las cartas, y ciertamente las recibieron, porque el Padre Casabona se lo dijo así a su Paternidad, cuando le vino a dar el parabién. Procure ejercitarse en todas las virtudes y en la frecuencia de los Sacramentos, que Dios la asistirá y la guardará como yo deseo. Santafé, febrero 10 de setecientos treinta y cuatro.

Su Fray Felipe

Sexta carta

[f. 09 r.] Recibí su carta, y siento en el alma sus quebrantos, y no me cogió de susto las noticias de sus penas, porque yo discurro que Dios la quiere tener siempre hecha un mar de angustias, porque así conviene. Tener paciencia y confianza, que en medio de las tribulaciones y trabajos la favorecerá Dios, como procure unirse con su Divina Majestad y agradarle con simplicidad de corazón y recta intención. No permitirá Dios que perezca en el mar tempestuoso de la tentación, si pone en Dios toda su confianza, porque así lo tiene prometido. «Porque esperaste en mí, yo te libraré. Seré tu protector, porque conociste mi nombre». En lo que toca a esa señora, me persuado a que Dios permite que el demonio la coja por instrumento, para turbar su paz interior. Guárdese mucho de inquietarse y perder la tranquilidad de espíritu con algún sentimiento y tristeza desordenada, y en cualquier suceso mire solo a Dios, y cumplir su santísima voluntad. A todas las criaturas venérelas como a instrumento de la Divina Justicia, que vengan en esta vida las injurias que ha cometido contra su Divina Majestad. Estimaré me ponga a la obediencia del señor don Pedro y de mi señora doña Josefa, que no los olvido, y, aunque malo, los encomiendo a Dios en mis oraciones. Yo estuve muy malo, como le escribí, pero ya, gracias a Dios, estoy alentado, y juzgué tener el gusto de verla en este asueto, pero me impidió el viaje la venida de nuestro Padre Comisario.

Salió de Cartagena el día diez y siete de este. Dios sea servido de que su venida sea para bien y paz de esta Provincia, y que no se originen mayores disturbios. Yo, en la ocasión, estoy independiente; pero no dejo de tener recelo, porque, cuando uno menos piensa, se halla encartado. Encomiéndenos a Dios para que nos mire con piedad, y [que se haga lo que fuere de su mayor servicio y agrado. El Padre Jubilado Monasterios escribe con mucho ánimo y esperanza de tener buen éxito en todos sus negocios. Por diciembre espero tener el gusto de verla, si Dios no dispone otra cosa. Su Divina Majestad la guarde como yo deseo. Santafé, agosto 21 de 735. Besa la mano de Vuesa Reverencia, su estimador y todo suyo.

Fray Felipe Arguindegui1819

Séptima carta

Carta de la V. M. al vicario20