Tenochtitlan - Eduardo Matos Moctezuma - E-Book

Tenochtitlan E-Book

Eduardo Matos Moctezuma

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Beschreibung

Esta obra penetra en las entrañas de la antigua Tenochtitlan, con el fin de conocer cuáles fueron los pormenores que caracterizaron a la metrópoli que tanto impresionó a los conquistadores españoles.

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SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA Fideicomiso Historia de las AméricasSerie Ciudades

Coordinada por ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ y EDUARDO MATOS MOCTEZUMA

Tenochtitlan

EDUARDO MATOS MOCTEZUMA

TENOCHTITLAN

   

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA EL COLEGIO DE MÉXICO FIDEICOMISO HISTORIA DE LAS AMÉRICAS

Primera edición, 2006    Cuarta reimpresión, 2014 Primera edición electrónica, 2016

D. R. © 2006, Fideicomiso Historia de las Américas D. R. © 2006, El Colegio de México Camino al Ajusco, 20; 10740 Ciudad de México

D. R. © 2006, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

Comentarios:[email protected] Tel. (55) 5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-4049-9 (ePub)

Hecho en México - Made in Mexico

Índice

Presentación

Introducción

I. Antecedentes: Teotihuacan y Tula

Teotihuacan, o la relación con lo divino

Tula, capital de los toltecas

Reflexión final

II. De Aztlan a Tenochtitlan

Los orígenes de un pueblo

Coatepec, imagen de Aztlan y de Tenochtitlan

III. Fundación de Tenochtitlan

El mito de la fundación de Tenochtitlan

Planificación de la ciudad

Los primeros años de la ciudad: de la fundación a la liberación

IV. La ciudad: su espacio sagrado

El espacio sagrado o habitación de los dioses

El Templo Mayor

El Templo Mayor en los códices

Simbolismo del Templo Mayor

Otros edificios del recinto sagrado

V. El espacio profano o la habitación de los hombres

Planificación de Tenochtitlan

La habitación de los nobles

La habitación popular

El mercado

Transporte y abastecimiento de agua potable

VI. Los habitantes de la ciudad

Los pipiltin

Los pochteca o comerciantes

Los macehualtin

La economía

VII. Del nacimiento a la muerte

Nacimiento

Educación

Matrimonio

Vejez y enfermedad

Muerte

VIII. Cosmovisión y calendario

IX. La conquista

Plan de ataque de Cortés y armas con que se contaba por ambos bandos

Cronología de Tenochtitlan

Fuentes bibliográficas y hemerográficas

Presentación

EL FIDEICOMISO HISTORIA DE LAS AMÉRICAS nace de la idea y la convicción de que la mayor comprensión de nuestra historia nos permitirá pensarnos como una unidad plural de americanos y mexicanos, al mismo tiempo unidos y diferenciados. La obsesión por definir y caracterizar las identidades nacionales nos ha hecho olvidar que la realidad supera nuestras fronteras, en cuanto ésta se inserta en procesos que engloban al mundo americano, primero, y a Occidente, después.

Recuperar la originalidad del mundo americano y su contribución a la historia universal es el objetivo que con optimismo intelectual trataremos de desarrollar a través de esta colección que lleva precisamente el título de Historia de las Américas, valiéndonos de la preciosa colaboración de los estudiosos de nuestro país y, en general, del propio continente.

La Serie Ciudades tratará de desentrañar los orígenes, formación del espacio urbano, la estructura y las funciones de las ciudades, pero sobre todo sus componentes sociales, políticos y culturales y sus transformaciones a lo largo del tiempo. Se trata, por otra parte, de hacer explícitas sus estructuras internas y su funcionamiento, respetando su propia cronología y proceso, pero siempre tratando de arribar a un análisis que identifique y caracterice los rasgos contemporáneos que las distinguen, marque sus problemas y, en lo posible, sea capaz de trazar sus proyecciones futuras.

La continuidad de nuestras series ha sido posible gracias al apoyo incondicional de la actual Directora del Fondo de Cultura Económica, Consuelo Sáizar, y a su personal, al que debemos el excelente cuidado de nuestras publicaciones.

ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZPresidenta del Fideicomiso Historia de las Américas

Introducción

LA CIUDAD ES LA EXPRESIÓN EVIDENTE de sociedades complejas de la antigüedad que llegaron a reunir a miles y miles de personas dentro de un espacio específico. En ella se asientan los poderes tanto humanos como divinos y se manifiesta la división social y las relaciones que se establecen entre sus habitantes, ya sean los de la propia ciudad o los del campo, además de incluir en su distribución interna espacios de gobierno, de administración, habitacionales, de intercambio, religiosos, viales, defensivos y otros más. Por otra parte, el aspecto cronológico y el crecimiento de la urbe son necesarios para entender su desarrollo. La fundación, el crecimiento y la decadencia de la ciudad nos hablan de tiempo y espacio además de tratar lo relativo al comercio, influencia y expansión a otras regiones ya que la ciudad guarda relación con otros centros similares. Todo ello nos lleva a mostrar a la ciudad desde un punto de vista integral en donde el hombre, de una manera u otra, plasma su propia esencia, que queda expresada a través de la ciudad misma.

El Colegio de México y el Fondo de Cultura Económica abren una nueva serie dedicada al estudio de diversas ciudades antiguas que tuvieron importancia fundamental en la historia de América. Con Tenochtitlan se inicia este ambicioso programa que habrá de incluir varios tomos más dedicados a otras tantas ciudades. Hay ciudades lacustres como Tenochtitlan; Teotihuacan se encuentra en un pequeño valle, en tanto que Xochicalco y Monte Albán están en lo alto de cerros cuyas laderas se aprovechan; Copán y Palenque nacen en la selva y Paquimé en una región árida. No todas han sido excavadas con igual intensidad, por lo que la información con que contamos va a variar de una a otra.

Para la ciudad de Tenochtitlan partimos de dos fuentes del conocimiento: la arqueología y las crónicas del siglo XVI y principios del XVII. Ambas se complementan y si bien en el caso de la segunda la información pudo haberse exagerado por parte del cronista, cabe resaltar algo que hemos repetido en varias ocasiones: buen cuidado tuvo el cronista fraile, a diferencia del soldado que trataba de obtener prebendas con sus hazañas, de apegarse a lo que se le refería por sus informantes o lo que observaba, pues trataron de dejar puntual constancia de las particularidades de las sociedades acerca de las que escribían, especialmente en los asuntos que atendían a los aspectos religiosos y de costumbres. Sin embargo, hay que actuar con prudencia, pues cada caso narrado por los cronistas debe ser inscrito dentro del contexto en que se da. Por otra parte, los mitos y la historia que se entretejen a lo largo de determinadas narraciones son igualmente válidas para la comprensión del fenómeno estudiado, si bien hay que ponderar el papel que ambos desempeñan en él.

De esta manera podemos analizar los antecedentes de la ciudad de Tenochtitlan y averiguar cómo urbes más antiguas como Teotihuacan y Tula jugaron un papel preponderante para su establecimiento. En el capítulo I se verá todo lo relacionado con esto. El capítulo siguiente trata acerca de los antecedentes del pueblo mexica, desde su salida de la real o mítica ciudad de Aztlán hasta llegar a asentarse en medio del lago de Texcoco. En el capítulo III veremos la manera en que mito e historia se conjugan desde el momento en que se funda la ciudad hasta la liberación del yugo de Azcapotzalco y el papel de los primeros gobernantes. A continuación vienen capítulos dedicados al espacio sagrado o lugar de habitación de los dioses y su importancia simbólica, en donde el dato arqueológico cobra todo su significado unido a las crónicas que a ello se refieren; después estaremos ante el espacio profano o lugar de la habitación de los hombres. La pregunta obligada surge de inmediato: ¿quiénes hicieron todo esto? El capítulo siguiente nos da respuesta al hablar de los habitantes, sus clases sociales, economía, y otras características sociales y políticas. De inmediato se atiende lo relativo a la vida cotidiana del mexica, desde el nacimiento hasta la muerte, para pasar al análisis del calendario y la cosmovisión de este pueblo. Para finalizar, se verá el momento en que los españoles tocan tierras de Mesoamérica y los factores que intevienen para el triunfo peninsular.

Con todo esto, habremos visto el principio y el fin de Tenochtitlan, ciudad sobre la que se asentó la ciudad colonial y la actual ciudad de México. Cada vez que los arqueólogos penetramos en el subsuelo de la ciudad, hallamos los vestigios que hace 500 años o más quedaron allí depositados. La búsqueda del tiempo perdido aún no termina…

Antes de comenzar queremos expresar nuestro agradecimiento a la doctora Alicia Hernández, presidenta del Fideicomiso Historia de las Américas y profesora investigadora de El Colegio de México, pues a ella se debe en mucho el que hoy podamos remontarnos a través de la arqueología y la historia muchos siglos atrás para recorrer, paso a paso, los intrincados caminos de las ciudades que fueron.

EDUARDO MATOS MOCTEZUMASan Jerónimo, mayo de 2004

I. Antecedentes: Teotihuacan y Tula

Cuando aún era de nochecuando aún no había día,cuando aún no había luz,se reunieron,se convocaron los diosesallá en Teotihuacan.

Informantes de Sahagún

LOS AZTECAS, MEXICAS O TENOCHCAS1 fueron un pueblo que vivió su momento de esplendor hacia los siglos XV y principios del XVI llegando a conquistar buena parte de Mesoamérica. Su solo nombre era suficiente para hacer temblar a sus enemigos, y su ciudad, Tenochtitlan, fue ama y señora de las ciudades asentadas alrededor del lago de Texcoco. Como todo pueblo de la antigüedad, la necesidad de legitimarse ante sus contemporáneos lo llevaba a buscar la relación con los dioses y con los hombres. La primera se lograba a través del mito: fueron los dioses mismos quienes crearon el Quinto Sol, el Sol del hombre nahua, en Teotihuacan. Correspondió a su dios Huitzilopochtli guiarlos durante muchos años hasta llegar al lugar en donde fundarían su ciudad de Tenochtitlan. De esta manera, el vínculo con lo sagrado lo hacía ser el Pueblo del Sol, como bien lo llamara don Alfonso Caso. Por otra parte, el vínculo con el parámetro de grandeza humana los llevó a tratar de establecer relación con los toltecas de Tula (900-1165 d.C.), guerreros y constructores, que al parecer tuvieron a los mexicas bajo su control cuando éstos apenas despuntaban en los albores de su historia. Mitos y descendencia del tolteca son incorporados a su propio destino, como veremos en su momento.

De esta manera, las dos ciudades que precedieron a los mexicas, Teotihuacan y Tula, sirvieron para que éstos las tomaran como referencia inmediata en su relación con lo divino y con la grandeza humana. Cada una de ellas jugó un papel importante en la historia mexica y muchas de sus características quedaron plasmadas en Tenochtitlan. Los mexicas supieron recuperar el pasado de las dos ciudades y hacerlo suyo. Veamos cómo ocurrió esto.

Teotihuacan, o la relación con lo divino

Cuando los mexicas llegan al Valle de México hacia el siglo XIII, Teotihuacan (1-750 d.C.) había dejado de existir siglos atrás. El tiempo cubrió sus calles y edificios pero bien se adivinaba en los montículos el trazo de la antigua ciudad. Los aztecas no supieron nunca quién la había construido, pero veían tirados por aquí y por allá restos de esculturas y cerámica que afloraban de la tierra. Los dos grandes montes que encerraban las pirámides del Sol y de la Luna debieron de llamar poderosamente su atención. Tanta grandeza no podía ser obra del hombre; por lo tanto, fueron los dioses quienes las crearon. A tal grado llega la admiración de los pueblos nahuas por la obra de los dioses que uno de sus principales mitos tiene lugar en la vieja ciudad: el nacimiento del Quinto Sol. Recordemos que las Edades o Soles se habían sucedido una a otra en cuatro ocasiones. Diversos mitos nos hablan de esto. En la Leyenda de los Soles, escrita hacia 1558 en lengua nahua, se narra cómo ocurrió lo anterior. Miguel León-Portilla en Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares consigna el relato:

Se refería, se decía

que así hubo ya antes cuatro vidas,

y que ésta era la quinta edad.

Como lo sabían los viejos,

en el año 1-Conejo

se cimentó la tierra y el cielo.

Y así lo sabían,

que cuando se cimentó la tierra y el cielo,

habían existido ya cuatro clases de hombres,

cuatro clases de vidas.

Sabían igualmente que cada una de ellas

había existido en un Sol.

Y decían que a los primeros hombres

su dios los hizo, los forjó de ceniza.

Esto lo atribuían a Quetzalcóatl,

cuyo signo es 7-Viento,

él los hizo, él los inventó.

El primer Sol que fue cimentado,

su signo fue 4-Agua,

se llamó Sol de Agua.

En él sucedió

que todo se lo llevó el agua.

Las gentes se convirtieron en peces.

Se cimentó luego el segundo Sol.

Su signo era 4-Tigre.

Se llamaba Sol de Tigre.

En él sucedió

que se oprimió el cielo,

el Sol no seguía su camino.

Al llegar el sol al mediodía,

luego se hacía de noche

y cuando ya se oscurecía,

los tigres se comían a las gentes.

Y en este Sol vivían los gigantes.

Decían los viejos

que los gigantes así se saludaban:

“no se caiga usted”,

porque quien se caía,

se caía para siempre.

Se cimentó luego el tercer Sol.

Su signo era 4-Lluvia.

Se decía Sol de Lluvia [de fuego].

Sucedió que durante él llovió fuego,

los que en él vivían se quemaron.

Y durante él llovió también arena.

Y decían que en él

llovieron las pedrezuelas que vemos,

que hirvió la piedra tezontle

y que entonces se enrojecieron los peñascos.

Se cimentó luego el cuarto Sol.

Su signo era 4-Viento.

Se decía Sol de Viento.

Durante él todo fue llevado por el viento.

Todos se volvieron monos.

Por los montes se esparcieron,

se fueron a vivir los hombres-mono.

El Quinto Sol:

4-Movimiento su signo.

Se llama Sol de Movimiento,

porque se mueve, sigue su camino.

Y como andan diciendo los viejos,

en él habrá movimiento de tierra,

habrá hambre,

y así pereceremos.

En el año 13-Caña,

se dice que vino a existir.

Nació el Sol que ahora existe.

Entonces fue cuando iluminó,

cuando amaneció,

el Sol de movimiento que ahora existe.

4-Movimiento es su signo.

Es éste el Quinto Sol que se cimentó,

en él habrá movimiento de tierra,

en él habrá hambres.

Este Sol, su nombre 4-Movimiento,

éste es nuestro Sol,

en el que vivimos ahora,

y aquí está su señal,

cómo cayó en el fuego el Sol

en el fogón divino,

allá en Teotihuacan.

Igualmente fue este Sol

de nuestro príncipe, en Tula,

o sea de Quetzalcóatl.

Así relatan las viejas crónicas cómo fue en Teotihuacan en donde surgió el Quinto Sol, el Sol del hombre nahua. No sólo en los mitos aparecen estas Edades o Soles, sino también en monumentos como la Piedra del Sol o Calendario azteca y en otras esculturas mexicas en que también están representados.

Pero el asunto va más allá. El nombre mismo de la ciudad, Teotihuacan, que bien se puede traducir como “lugar en donde se hacen los dioses”, viene a colación por otra parte del mito que nos habla de cómo los dioses se congregaron en Teotihuacan para crear el Quinto Sol. Reunidos los dioses, convocan a dos de ellos con el fin de que se arrojen a la hoguera. Son Tecucistécatl y Nanahuatzin. El primero es arrogante y vanidoso; el otro es sencillo y está enfermo. Ambos se preparan haciendo penitencia y ofrendando a los dioses. Llegado el momento, Tecucistécatl avanza hacia la hoguera pero duda en arrojarse hasta en cuatro ocasiones. “Prueba tú, Nanahuatzin”, dicen los dioses al enfermillo. Éste no duda y se arroja dentro del fuego. De inmediato se convierte en Sol y surge luminoso. Viendo esto, el soberbio Tecucistécatl hace lo mismo pero ya sólo quedan rescoldos, por lo que se convierte en luna. Nace así el Quinto Sol. Pero los dioses no saben por dónde habrá de salir. Unos piensan que lo hará por el oeste, otros se inclinan a pensar que será por otros lados. Únicamente algunos de ellos, como Xipe Tótec y el mismo Quetzalcóatl, piensan que lo hará por el oriente. Y así sucede. Es por eso que el primero de ellos rige, como Tezcatlipoca Rojo, el rumbo oriental del universo. En el caso de Quetzalcóatl, dios del Viento, su templo circular está siempre ubicado frente al Templo Mayor de Tenochtitlan, viendo hacia el oriente, el rumbo por donde sale el Sol. Sin embargo, falta aún que el Sol se ponga en movimiento. Entonces los dioses vuelven a dialogar entre ellos y se preguntan:

—¿Cómo habremos de vivir?

¡No se mueve el Sol!

¿Cómo en verdad haremos vivir a la gente?

¡Que por nuestro medio se robustezca el Sol,

sacrifiquémonos, muramos todos!

Es así como por medio del sacrificio y muerte de los dioses el Sol comenzó su andar diario por el firmamento. Entonces crearon los dioses a los hombres. Correspondió a Quetzalcóatl ir al Mictlán, al mundo de los muertos, para recuperar los huesos de los antepasados. Después de muchas peripecias logra robarlos y huye del lugar. Luego de esto, los depositó en el lebrillo precioso de la diosa Quilaztli y sangró su miembro para con la sangre bañarlos, dando vida al género humano. Fue, pues, la acción de los dioses y su sacrificio y muerte lo que creó al Sol y a los hombres. El portento del Quinto Sol ocurrió en Teotihuacan, de donde se desprende la importancia que la antigua ciudad va a tener para el hombre nahua y en particular para el mexica. A tal grado llega esto que para la construcción de Tenochtitlan el mexica va a tomar la distribución de la antigua ciudad para aplicarla en la suya propia. Teotihuacan había sido construida con base en dos grandes ejes que corren de norte a sur y de oriente a poniente, con lo cual la ciudad queda dividida en cuatro cuadrantes. El centro lo ocupa, en los inicios de la ciudad, la Pirámide del Sol. Posteriormente se desplazará más al sur a la gran plaza de la Ciudadela con el conocido Templo de Quetzalcóatl o de la Serpiente Emplumada. Estos edificios juegan el papel de centros del universo, de axis mundi de la ciudad, y siempre estarán orientados hacia el poniente, hacia el rumbo donde se oculta el sol. También se asocian con sacrificios humanos. En el caso de la Pirámide del Sol, don Leopoldo Batres encontró a principios del siglo XX en cada una de sus esquinas y en los cuatro cuerpos que componen el monumento restos óseos de infantes, lo que bien pudiera relacionarse con el culto al dios del agua. En el caso del Templo de Quetzalcóatl, en la década de los años noventa se encontraron esqueletos con las manos atadas a la espalda en los cuatro lados del edificio, en grupos de 2, 4, 9 y 18 individuos. Por otra parte, la asociación con el agua, el manantial o las cuevas también está presente en ellos, como es el caso de la cueva encontrada debajo de la Pirámide del Sol y que prueba que este edificio se construyó encima de ella, pues la cueva guarda dos acepciones en el México prehispánico: es matriz de donde nacen pueblos y también entrada al inframundo, por lo que la dualidad por excelencia —vida y muerte— está presente. En el caso de la Ciudadela y del Templo de Quetzalcóatl, las serpientes ondulantes rodeadas por elementos marinos como conchas y caracoles nos remontan a la presencia del agua. Por otra parte, la ciudad se establece conforme al movimiento solar y adquiere así la idea que se tenía de la estructura universal con los cuatro rumbos del universo y el centro representado en el templo o montaña sagrada, el Altépetl, que guarda el agua y los dones para la comunidad asentada a su alrededor. Esto mismo va a suceder con el recinto ceremonial de Tenochtitlan y con su templo principal, que guardan la misma orientación y los mismos simbolismos. También sabemos que se hacían peregrinaciones periódicas a Teotihuacan, pues el carácter sagrado de la desaparecida urbe lo hacía indispensable, como también fue importante para el mexica excavar en la ciudad de los dioses para conocer la obra de quienes la hicieron. Es por eso que en el Templo Mayor de Tenochtitlan se han encontrado más de 40 objetos teotihuacanos procedentes de la vieja ciudad, entre los que se cuentan máscaras de piedra, vasijas de cerámica y otros más, que fueron depositados como ofrenda en honor de Tláloc y de Huitzilopochtli, dioses que presiden el principal templo mexica. También se han encontrado edificios que guardan el orden arquitectónico de talud y tablero, como el caso de los llamados Templos Rojos, en cuyos muros se aprecian pinturas que recuerdan elementos presentes en los murales de Teotihuacan. La imitación de esculturas como la del dios viejo y del fuego, Huehuetéotl, que evoca a sus antecesores teotihuacanos, fueron labradas en piedra con el típico estilo mexica. De todo esto ha dicho Leonardo López Luján:

[…] la recuperación del pasado teotihuacano, puesto de manifiesto en las visitas periódicas a la Ciudad de los Dioses, en el ofrecimiento de sus antigüedades como preciados regalos a las deidades del Templo Mayor (reutilización secundaria) y en la construcción de edificios que seguían las pautas arquitectónicas de esa urbe (retorno), tiene que ser incluida dentro de la serie de acontecimientos históricos enumerados anteriormente. Ese rescate de una tradición extinta debe entenderse como una de tantas estrategias esgrimidas por la nobleza mexica para sustentar ante propios y extraños, y ante mortales y dioses, su posición dominante.

Como queda dicho, todo lo que el mexica incorpora de Teotihuacan guarda estrecha relación con los dioses y con los mitos primigenios. Repite la traza de la urbe; recupera objetos que son depositados en el Templo Mayor, que a su vez representa el centro del universo mexica; imita esculturas, pintura y arquitectura. Quieren hacerlo todo a imagen y semejanza de los dioses…

Tula, capital de los toltecas

Si Teotihuacan sirvió como vínculo con los dioses, Tula servirá para con los hombres. Las crónicas señalan que fue fundada por Quetzalcóatl hacia el año 900 d.C., si bien sabemos por la arqueología que con anterioridad hubo un asentamiento en lo que he denominado Tula Chico, al norte de la plaza conocida de Tula, entre los años 600 y 900 d.C. La expansión tolteca los lleva a controlar una amplia región y se habla de “los veinte brazos del tolteca”. Sinónimo de grandes artistas, el nombre tolteca se atribuye a sus moradores aunque, en comparación con Teotihuacan, Tula no alcanza ni la mitad de extensión ni la cantidad de habitantes que tuvo la primera. La grandeza de Teotihuacan y su presencia en muchos lugares de Mesoamérica la hacen aparecer como la metrópoli primordial. No así Tula, que algún autor equiparó con la imagen de la Jerusalem bíblica. Sin embargo, para un pueblo como el mexica al que, según Paul Kirchhoff, los toltecas tenían sojuzgado y era una de sus provincias tributarias más remotas, éstos debieron representar la grandeza humana. Sus mitos son incorporados por el mexica y en Tenochtitlan se ven vestigios que recuerdan a los que se encuentran en Tula. Además, este pueblo trata por todos los medios de hacerse pasar por descendiente del tolteca. Esto no es de extrañar, pues bien sabemos que muchos pueblos de la antigüedad tienen, en relación con su opresor, una imagen de grandeza que los lleva a imitarlo y querer ser parte de lo que éste representa.

Para dar una idea de la imagen que el mexica tenía del tolteca veamos qué nos dicen los informantes de Sahagún en el Códice matritense de la Academia:

Eran pintores, escribanos de códices, escultores,

trabajaban la madera y la piedra,

construían casas y palacios,

eran artistas de la pluma,

alfareros…

En verdad eran sabios [los] toltecas,

sus obras todas eran buenas, todas rectas,

todas bien planificadas,

todas maravillosas…

Los toltecas eran muy ricos,

eran felices,

nunca tenían pobreza ni tristeza…

Los toltecas eran experimentados,

acostumbraban dialogar con su propio corazón.

Conocían experimentalmente las estrellas,

les dieron sus nombres.

Conocían sus influjos,

sabían bien cómo marcha el cielo,

cómo da vueltas…

Porque en verdad allí en Tulla estuvieron viviendo,

porque allí residieron,

muchas son las huellas que allí quedan de sus obras.

Dejaron lo que hasta allí está,

lo que puede verse,

las columnas no concluidas en forma de serpiente,

con sus cabezas que descansan sobre el suelo,

y arriba sus colas y sus cascabeles…

También se miran los templos y pirámides toltecas,

y restos de sus vasijas,

tazones toltecas, ollas y jarros toltecas,

que muchas veces se descubren en la tierra.

Joyas toltecas, pulseras, jades y turquesas preciosas,

se encuentran allí enterradas.

Como puede apreciarse, todo está referido al hombre: sus edificios, sus templos, su quehacer como artesanos. Es la imagen de la grandeza humana. Por cierto que la descripción de las columnas en forma de serpientes con sus cabezas abajo y la cola hacia arriba indican que las habían visto, ya que, en efecto, así se encuentran en Tula. Además, en la ciudad mexica se han excavado diversos vestigios que nos recuerdan a las que hay en Tula. En el Recinto de las Águilas, al norte del Templo Mayor, se encontraron banquetas hechas con piedras esculpidas que representan procesiones de guerreros con policromía, similares a las que encontró don Jorge Acosta en el Palacio Quemado de Tula. En etapas más tardías del Templo Mayor se han localizado otros bloques de piedra con la misma representación. Más aún, en una de las etapas tempranas del templo Mayor, que ubicamos alrededor del año 1390 d.C., se encontró la escultura de un chac-mool, personaje semirecostado que tiene un recipiente sobre el vientre y que aún conserva sus colores originales y guarda estrecha relación con Tláloc, copiado evidentemente de los varios que se han encontrado en Tula. Cabe señalar que sus formas muestran un estado intermedio entre los propiamente toltecas y los del momento del apogeo mexica, pues contamos con otra figura de éstas que guarda el típico estilo mexica del momento de esplendor. También en esta etapa temprana, debajo del piso del adoratorio de Huitzilopochtli, se localizó una vasija de cerámica plumbate que sirvió como urna funeraria. Este tipo de piezas están presentes en el altiplano desde la época tolteca. Se han encontrado en Tula y provienen de lo que hoy es Guatemala. Esta vasija tiene forma de perro y no hay que olvidar que este animal acompañaba a los muertos en su viaje al inframundo. Otras evidencias son las cinco figuras de atlantes localizadas en la calle de Guatemala 12, frente al Templo Mayor, similares a los encontrados en Tula pero de menores dimensiones. Se ha discutido si son de factura mexica o tolteca. Para Beatriz de la Fuente, quien las ha estudiado, no cabe duda de que se trata de piezas mexicas que imitan a los atlantes de Tula. La función de estos últimos, que representan guerreros armados con el atlatl o lanzadardos, era la de servir como pilares para sostener el techo del templo de la parte superior del Edificio B; no así las cinco piezas halladas en Tenochtitlan, pues por su tamaño no podrían haber desempeñado tal función. A esto hay que agregar que algunas piezas toltecas fueron trasladadas desde su lugar de origen hasta Tenochtitlan, como lo hicieron también con objetos teotihuacanos. Tal es el caso de otro chac-mool sin cabeza recuperado frente al Templo Mayor debajo de una esquina del patio central del edificio de los Marqueses del Apartado, que tanto por la forma como por el material de que está hecho y sus características propias, proviene sin lugar a dudas de la capital tolteca.

Todo esto nos está indicando cómo el mexica va a hacer suyas estas presencias toltecas. Arquitectura, escultura, cerámica, ya sean de fabricación propia o traídas desde Tula, van a estar presentes en el área ceremonial de Tenochtitlan.Y a esto hay que agregar algunos mitos, como veremos en su momento.

La relación con el parámetro de grandeza humana está dado…

Reflexión final

La presencia de ambas ciudades tuvo repercusión indiscutible en los pueblos posteriores que se asentaron en el Valle de México. La importancia de cada una, como hemos visto, va a partir de diferentes ópticas: una guarda la relación con lo divino; la otra, con lo humano. Veamos cuáles elementos de las dos ciudades son incorporados por el mexica a su propia cultura. Empecemos con el urbanismo, del cual ya mencionamos cómo de Teotihuacan se toma la división de la ciudad en cuatro cuadrantes o “barrios”, marcados por grandes calzadas que guardan un eje norte-sur y oriente-poniente. El patrón de asentamiento de Tula está ausente en Tenochtitlan.

De la arquitectura, se toma de Teotihuacan el edificio principal que se constituye en axis mundi y Altépetl, con las siguientes características: orientado hacia el poniente; presencia de cueva sagrada o manantial; construcción del edificio sobre una cueva o señal; presencia de agua; sacrificio humano, y plataforma circundante que delimita el espacio sagrado. En la arquitectura mexica también vemos el orden de talud y tablero. De Tula se incorporan las banquetas de guerreros policromados y el zacatapayolli como centro de convergencia, tal cual se ven en el Palacio Quemado; imitación a escala menor de atlantes y cariátides; juego de pelota en forma de doble T; tzompantli o lugar para cráneos; templo circular de Ehécatl orientado hacia el Este; altar-tzompantli con adornos de cráneos y huesos cruzados.

En lo que respecta a la escultura, de Teotihuacan se toman o imitan las representaciones del Dios Viejo (Huehuetéotl); se traen de Teotihuacan máscaras, cerámica, figuras de piedra, etc., que se depositan en las ofrendas del Templo Mayor mexica. De Tula tenemos el chac-mool en dos variantes: piezas elaboradas en Tenochtitlan dentro del estilo propiamente azteca como el conocido chac-mool encontrado en 1943 en la calle de Venustiano Carranza o el excavado frente a la entrada del adoratorio de la etapa II del Templo Mayor, el cual, por cierto, muestra un tallado que no corresponde plenamente a los chac-mool toltecas pero tampoco a los trabajados en Tenochtitlan dentro del estilo propio mexica. La otra variante son figuras de chac-mool traídas desde Tula a Tenochtitlan, como el encontrado debajo del Edificio de los Marqueses del Apartado, frente al Templo Mayor.

En cuanto a la expresión de la pintura mural, en los Templos Rojos de Tenochtitlan vemos medios ojos al estilo teotihuacano que decoran las alfardas. De la pintura tolteca no recordamos ninguna evidencia.

De la producción cerámica se han encontrado ollas Tláloc y otras vasijas teotihuacanas en ofrendas del Templo Mayor. Se han localizado en la Casa de las Águilas braseros pintados de blanco, en algunos casos con la efigie del rostro del dios del agua, parecidos a los hallados en Tula.

En lo que respecta a las órdenes militares de guerreros águila, jaguares y coyotes, tenemos evidencias en Atetelco y otros lugares teotihuacanos. En Tula vemos águilas, jaguares y coyotes en el edificio de Tlahuizcalpantecuhtli, que bien pudieran referirse a estas “órdenes” militares que posteriormente tendrán una enorme importancia en Tenochtitlan.

De los mitos ya hemos hablado. En Teotihuacan surge el Quinto Sol y algunos mitos toltecas son incorporados, como se verá más adelante, en relación con la fundación de la ciudad de Tenochtitlan. Por todo esto, cuando los mexicas se establecen en el lago de Texcoco cuentan con una serie de antecedentes con los que tratan de relacionarse y todo ello queda expresado en su ciudad, en sus mitos, en su historia.

1 Son diferentes nombres con los que se conoce a este pueblo. Según los relatos, al estar en Aztlan eran aztecas o aztatecas. Durante la peregrinación cambian a mexicas, conforme a lo que les indica su dios Huitzilopochtli. Al llegar a Tenochtitlan y fundar su ciudad se les denomina tenochcas. Pertenecían al grupo náhuatl, al igual que otros pueblos como el tolteca, tepaneca, xochimilca, etc. Para mayor facilidad siempre vamos a emplear el término mexicas.

II. De Aztlan a Tenochtitlan

Los orígenes de un pueblo

DIVERSAS CRÓNICAS Y CÓDICES refieren cómo los aztecas estuvieron asentados en sus orígenes en un lugar llamado Aztlan o Aztatlan, lugar de la blancura o de las garzas. Ubicado al norte del Valle de México, no se sabe a ciencia cierta en dónde se encuentra este lugar o si en realidad nunca existió y tiene un carácter mítico. Acerca de la ubicación de Aztlan, podemos mencionar en primer lugar lo que dicen algunas fuentes históricas sobre el particular, pues no hay unanimidad de opiniones, y a continuación analizaremos, aunque sea brevemente, la posición que sobre el tema tienen algunas investigaciones recientes que han estudiado lo anterior.

Para comenzar, es importante no perder de vista cómo en el caso de los mexicas es evidente que muchas de las ideas sobre su lugar de procedencia y las peripecias que ocurren hasta llegar al sitio final de asentamiento están tomadas de relatos de pueblos anteriores, como el tolteca y el chichimeca. Vemos cómo, según Alva Ixtlilxóchitl en su Historia de la nación chichimeca,