Teotihuacan - Eduardo Matos Moctezuma - E-Book

Teotihuacan E-Book

Eduardo Matos Moctezuma

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Beschreibung

¿Cómo surgió Teotihuacan? ¿Cuáles fueron los factores que determinaron su colapso? Durante siete siglos, Teotihuacan, la primera gran ciudad del centro de México. Este libro nos lleva por los senderos de una civilización que dejó huella importante en diversas sociedades mesoamericanas.

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SECCIÓN DE OBRAS DE HISTORIA Fideicomiso Historia de las AméricasSerie Ciudades

Coordinada por ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZ y EDUARDO MATOS MOCTEZUMA

Teotihuacan

EDUARDO MATOS MOCTEZUMA

TEOTIHUACAN

   

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA EL COLEGIO DE MÉXICO FIDEICOMISO HISTORIA DE LAS AMÉRICAS

Primera edición, 2009    Primera reimpresión, 2012 Primera edición electrónica, 2016

Diseño de portada: Laura Esponda Aguilar Guardas: Dibujo basado en René Millon, De Teotihuacan Map, University of Texas, Austin, 1973

D. R. © 2009, Fideicomiso Historia de las Américas D. R. © 2009, El Colegio de México Camino al Ajusco 20, 10740, México, D. F.

D. R. © 2009, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

Comentarios:[email protected] Tel. (55) 5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-4050-5 (ePub)

Hecho en México - Made in Mexico

Índice

Presentación

Introducción

I. ¿Por qué surgieron las ciudades antiguas?

Una discusión que no termina

El caso de Mesoamérica

II. Antecedentes de Teotihuacan

El valle de México y sus alrededores

Surgimiento y destrucción de Cuicuilco

Primeros asentamientos en Teotihuacan

La hipótesis de las áreas verdes

III. Desarrollo de la ciudad

Teotihuacan en las fuentes históricas

Fase Tzacualli (1-150 d.C.)

Fase Miccaotli (150-250 d.C.)

Fase Tlamimilolpa (250-450 d.C.)

Fase Xolalpan (450-650 d.C.)

Fase Metepec (650-750 d.C.)

Fase Oxtotípac (750-850 d.C.)

IV. Economía y organización social

El Estado teotihuacano

Población y territorio

Economía, estamentos, división del trabajo y gobierno

V. Religión y cosmovisión

Estructura del universo y orientación de la ciudad

Los dioses

Sacerdotes y ceremonias

VI. Las manifestaciones artísticas

Arquitectura

Pintura

Escultura

Cerámica

Otras expresiones artísticas

VII. Las prácticas funerarias

VIII. La decadencia

Hipótesis acerca de la caída de Teotihuacan

Otra opción

Epílogo

Bibliografía

Créditos de figuras y láminas

Presentación

EL FIDEICOMISO HISTORIA DE LAS AMÉRICAS DE EL COLEGIO de México cumplió en 2009 dieciséis años de presentar proyectos de investigación y divulgación de alto nivel, accesibles al estudiante y al gran publico. A la fecha hemos publicado en coedición con el Fondo de Cultura Económica cerca de ochenta estudios originales, merecedores de varias reimpresiones, traducciones y aun de premios.

Iniciamos la Serie Ciudades —con la generosa colaboración del doctor Eduardo Matos Moctezuma— porque pensamos que la historia de México no se comprende sin el conocimiento del mundo prehispánico. Elegimos la ciudad como unidad de estudio porque arroja luz en torno al desenvolvimiento y función de las urbes prehispánicas con respecto tanto a su territorio como a otras urbes mesoamericanas.

La ciudad es la expresión evidente de sociedades complejas que llegaron a reunir a miles y miles de personas en un determinado espacio. En ella se asentaban los poderes y se manifestaban la división social y las relaciones que establecían sus habitantes, además de que en su distribución interna se incluían espacios específicos de gobierno, de administración, habitacional, de intercambio, religioso, de vialidad, defensivo.

Desentrañar en lo posible la compleja función de las ciudades como centros religiosos, cabezas de reinos, centros de acopio y tránsito y goznes de grandes redes comunicantes y complementarias con jurisdicción sobre pobladores y amplios territorios es uno de los objetivos de esta serie.

Las urbes seleccionadas poseen diferentes características, determinadas por su lugar de asentamiento: Tenochtitlan es una ciudad lacustre; Teotihuacan se encuentra en medio de un pequeño valle; Monte Albán está en lo alto de cerros cuyas laderas fueron aprovechadas intensivamente; Palenque nace en la selva, Paquimé en el árido norte, el Tajín en los trópicos, vecina al mar; Xochicalco, sobre el cerro, vigila el valle y el cruce de caminos de abasto de las ciudades del valle de México; Tikal y Calakmul se yerguen como ciudades-estado en los extremos del mundo maya; Chichén Itzá en planicies calcáreas, y Tula, en las goteras del valle de México.

Confiamos en que el lector recibirá este nuevo libro, Teotihuacan, el cuarto de la serie, con el mismo entusiasmo que los anteriores.

ALICIA HERNÁNDEZ CHÁVEZFundadora y presidenta del FideicomisoHistoria de las América

EDUARDO MATOS MOCTEZUMAInstituto Nacional de Antropolgía e Historia

Introducción

EN LOS INICIOS DE NUESTRA ERA OCURRIÓ UN FENÓMENO SINGULAR: el surgimiento de la primera ciudad en el centro de México que se convirtió en la urbe más grande y desarrollada en Mesoamérica: Teotihuacan. ¿Cuáles fueron los factores que influyeron para que esto sucediera? ¿Cuáles sus antecedentes y características? ¿Cómo creció en el transcurso de los siglos? ¿Qué causas provocaron su abandono? En las siguientes páginas trataremos de despejar, en la medida de lo posible, todas estas dudas.

No hay duda de que Teotihuacan tuvo una enorme importancia durante el llamado Clásico del Centro de México (1-750 d.C.), periodo en el que vemos su influencia y presencia en diversas regiones mesoamericanas, y en el que convivió con ciudades como Cholula (Puebla), Monte Albán (Oaxaca), Matacapan (Veracruz), Palenque (Chiapas), Kaminaljuyú, Tikal y Uaxactún, en Guatemala, Copán, en Honduras, y muchas otras más que destacaron durante el Clásico mesoamericano. En Teotihuacan se dio toda una serie de características culturales que luego tomaron carta de naturalización en las sociedades que surgieron posteriormente en la región central de México. En efecto, a partir de entonces se consideró como lugar de mitos. Lejos de quedar en el olvido y de perder su antiguo esplendor, Teotihuacan se irguió como ciudad sagrada.

Los pueblos que llegaron a asentarse en el valle de México después de 750 d.C. vieron esparcidos aquí y allá restos de esculturas y cerámica; adivinaron que debajo de los montículos de tierra existían edificios y calzadas; pero no sabían quién los había construido. Entonces los atribuyeron a los dioses. El mismo nombre de la ciudad así lo refiere: “lugar donde nacen los dioses”. El topónimo surge cuando esos pueblos deciden que fue en Teotihuacan donde se convocó a los dioses para crear el Quinto Sol y, por ende, al hombre. Envuelta en mitos arcanos, la ciudad vuelve a cobrar vida como obra de los dioses.

Y ahí no para el asunto. En ella está presente toda una serie de aspectos que tendrían enorme influencia en los pueblos posteriores. Su traza toma en cuenta el movimiento solar y se divide en cuatro parcialidades, con un centro fundamental, que ocupa a su vez el centro del cosmos. Algunos edificios, como la Pirámide del Sol y el Templo de la Serpiente Emplumada en la Ciudadela, se transformaron en montañas sagradas y fueron el centro de la comunidad. La ciudad representa la idea que esos pueblos tenían del cosmos, y que es posible identificar también en ciudades como Tula y Tenochtitlan, que tuvieron enorme importancia en Mesoamérica.

Lugar del sacrificio de los dioses, también lo fue de los hombres. De la realidad se pasó al mito, y éste a su vez se convirtió en verdad para los pueblos que lo hicieron suyo.

I. ¿Por qué surgieron las ciudades antiguas?

Una discusión que no termina

UNO DE LOS INTERROGANTES QUE LA ARQUEOLOGÍA NO HA PODIDO resolver del todo es la razón por la cual surgen las ciudades en la antigüedad. Muchos son los investigadores que han dedicado no pocas horas de estudio para tratar de encontrar respuesta a este apasionante tema. La incógnita ha permitido, desde luego, que existan diversos planteamientos acerca de la presencia de la urbe en las sociedades antiguas, lo que algunos consideran como elemento indispensable para el surgimiento de la civilización. Se cuenta con datos que nos hablan de la presencia de grandes conglomerados humanos desde varios milenios antes de nuestra era. Tal es el caso de Egipto, en África, y de las civilizaciones que nacieron entre el Tigris y el Éufrates en lo que hoy es Irak. En la India es posible rastrear la huella de importantes ciudades, y en China surgieron diversos centros que en poco tiempo se hicieron del control de regiones aun remotas. En la zona andina también se dio este fenómeno y otro tanto sucedió en Mesoamérica.

A todas estas urbes podemos considerarlas como parte del proceso de desarrollo de las sociedades que les dieron origen. Sin embargo, no tenemos una respuesta que, sin lugar a dudas, aclare la pregunta de por qué surgen las ciudades. Conocemos algunas de sus características, pero desconocemos del todo las causas que expliquen su surgimiento. Es innegable que la presencia de ciudades corresponde a un cambio cualitativo dentro del proceso del desarrollo humano. Los intentos por entender este fenómeno han dado paso a varios planteamientos desde diferentes perspectivas. Aquí sólo haremos mención de aquellos que consideramos más importantes. Así, tenemos la propuesta de Karl Wittfogel, quien, inspirado en ideas marxistas que después fueron depurándose, desde la década de 1920 planteó lo que conocemos como hipótesis hidráulica, basada fundamentalmente en el control del agua y la utilización de grandes sistemas de regadío por parte de burocracias poderosas enmarcadas en el despotismo oriental, como las de la antigua China, Egipto y Mesopotamia. Gordon Childe, por su parte, planteó tres etapas, que denominó revolución neolítica, revolución urbana y revolución industrial. Concebía el concepto revolución no como una catástrofe, sino como parte de un proceso en el que diversos aspectos contribuyeron a los cambios cualitativos que transformaron el proceso evolutivo, en especial la población y la tecnología. En el caso de la revolución urbana en el Medio Oriente, y en relación particularmente con el surgimiento de la ciudad, anotaba varios factores que la caracterizaban: a) mayor tamaño y densidad del asentamiento; b) existencia de una clase gobernante; c) presencia de especialistas de tiempo completo; d) organización estatal basada en la residencia; e) sistemas de intercambio a larga distancia; f) concentración de los excedentes; g) sistemas de escritura y de notación numérica; h) ciencias exactas y predictivas; i) arte figurativo; j) arquitectura pública monumental.

Las ideas de Childe tuvieron gran influencia entre muchos estudiosos, quienes adaptaron sus planteamientos para aplicarlos en otras regiones. Pero no todo encajaba perfectamente. Algunas ciudades no presentaban todos esos rasgos y, sin embargo, estaban allí. Nuevas excavaciones arqueológicas en diferentes partes del mundo aportaron mayor información acerca del tema. Otros autores contribuyeron a tratar de dilucidar el surgimiento de las ciudades, como Paul Wheatley para el caso China, o Robert Adams para Mesopotamia y la América antigua, especialmente esta última, que no había sido considerada por Childe en su análisis de la revolución urbana. Mesoamérica y los Andes venían a sumarse a la discusión. Esta preocupación llevó a estudiosos como Sergio Staino y José Canziani a tratar sobre el asunto en la región andina, donde veían la importancia del sacerdote en los primeros asentamientos después de la disgregación del sistema económico del comunismo primitivo y la formación de clases sociales, que ven claramente definida en la cultura Moche.1 Por otra parte, el mismo Adams, Julian Steward, Gordon Willey, Pedro Armillas, William Sanders, Barbara Price y más recientemente Linda Manzanilla y Walburga Wiesheu, entre otros, han enfocado el tema en la cultura mesoamericana comparándolo con los casos de otras regiones del mundo o estudiándolo desde una perspectiva interna. De ahí han derivado diversas concepciones, como la que define de manera distinta una ciudad como Teotihuacan respecto de, por ejemplo, algunos centros mayas, clasificando la primera como un asentamiento urbano concentrado, y a los segundos como centros urbanos dispersos, categoría esta última por la que se inclinaba Willey, quien llegó incluso a clasificar civilizaciones con ciudades y sin ciudades.

También se discutió la existencia del Estado como institución administrativa de la ciudad y si éste se hallaba siempre como parte inherente de ella. Todo ello nos habla acerca de las ciudades y de lo que se considera como tal. Un análisis de toda esta problemática y de las distintas posiciones al respecto se pueden consultar en el trabajo de Wiesheu que trata críticamente sobre el tema de la transformación urbana,2 o en el amplio estudio que sobre la teoría antropológica ha elaborado Marvin Harris.3

En los últimos tiempos se ha pasado de un planteamiento económico-tecnológico como el que sustentaban algunos de esos autores a una propuesta totalmente contraria: el papel que desempeñaron los aspectos religiosos, superestructurales, en el surgimiento de las ciudades. Ya Paul Wheatley había señalado el papel relevante que tiene la religión como núcleo aglutinador, dando paso a la ciudad. Por su parte, investigadores como Emmanuel Terray habían anotado que dentro de algunas sociedades antiguas prevalecía la dominación de la superestructura política e ideológica en la producción.4 Estas últimas posiciones son las que se han planteado para Mesoamérica; así, algunas investigaciones destacan la relevancia del templo y de un grupo sacerdotal como base para el surgimiento pleno de la ciudad. Por mi parte, ya había comentado algo sobre el particular al plantear, en 1979, que el Estado se conforma desde el momento en que un grupo empieza a separarse dentro del todo social y establece los aparatos ideológicos y represivos que irá afinando y que lo ayudarán a mantener su estatus dentro de la sociedad. Este Estado reviste dos características: por un lado controla todos los aspectos internos de la sociedad, como la economía, la educación, el gobierno, la justicia, las manifestaciones estéticas, etc., mediante sus propios aparatos coercitivos e ideológicos. Por otro, cuando ese Estado rebasa sus propios límites territoriales e invade los de otros Estados o poblaciones, nos encontramos ante un Estado imperialista, como muy probablemente fue el caso de Teotihuacan y las subsecuentes sociedades del centro de México, como toltecas y aztecas.5 Acerca de esto hemos dicho:

Mucho se ha hablado de sociedades teocráticas primero y militaristas después. Nosotros pensamos que no se deben entender estos términos de manera absoluta, ya que actualmente se robustece más la idea de que ambos aspectos están íntimamente ligados y se fueron desarrollando conjuntamente […] Para el caso de Teotihuacan, considerada para algunos autores como sociedad teocrática, y no militarista, en realidad tenemos que existe toda una serie de evidencias que permiten pensar de manera diferente.6

Así las cosas, aunque se continúa investigando y aportando nuevas ideas al problema, la verdad es que no se ha podido establecer algo definitivo. Ante el riesgo de ser considerado ecléctico, creo que hay que tomar en consideración las características de las ciudades según la región y el medio en que se desarrollan, sus características de organización social y su desarrollo tecnológico, además de las creencias y la cosmovisión de sus habitantes, ya que todo ello puede tener un papel decisivo en su desarrollo. Quizá en algunas regiones un aspecto pesó más que otro, pero lo que no podemos hacer es afirmar categóricamente que una ciudad surge si una sociedad cumple con ciertos rasgos específicos. Quedó demostrado en el pasado que esto no opera así. También considero arriesgado descartar del todo la hipótesis hidráulica, pues la tecnología agraria, al igual que otros factores como la religión y la organización social, incidió de manera importante en las formas de desarrollo que condujeron al surgimiento de las ciudades. Así, en algunas regiones, el factor preponderante pudo haber sido el religioso, entre otros. La construcción de estructuras monumentales de carácter religioso, que muestran la importancia sacerdotal, no puede dejar de lado la posible y también importante presencia civil dentro de los sistemas de gobierno. En pocas palabras, considero que no se puede hablar de una sola causa en el surgimiento de la urbe, sino que, de acuerdo con los datos hasta ahora conocidos, son diversas las circunstancias que hicieron factible la presencia de las ciudades.

El caso de Mesoamérica

Aunque cronológicamente más tardíos que los de África y Asia, los centros urbanos están presentes en las diversas regiones mesoamericanas. Y aquí es necesario referirnos y hacer hincapié en características distintivas de las primeras ciudades mesoamericanas: surgen de su propio desarrollo, son autóctonas y en su planteamiento no hubo influencias externas. Esto les da un carácter singular y nos permite ver de entrada que mientras que en otras regiones la presencia de grandes corrientes fluviales pudo ser uno de los factores importantes para el desarrollo de las ciudades, en el altiplano no tenemos vestigios de la existencia de grandes obras hidráulicas aplicadas a la agricultura, si bien se tiene cierta información acerca de la tecnología agrícola para el centro de México, expresada a través de lo que denominamos desde 1965 “hipótesis de las áreas verdes”, que veremos más adelante. Hay que buscar, por tanto, otras explicaciones.

Desde luego contamos con ciertos antecedentes; por ejemplo, antes de que surja la ciudad, existen los llamados “centros ceremoniales”, que se distinguen por sus características semiurbanas, lo que nos lleva de inmediato a atender un problema de difícil solución: la existencia de un Estado incipiente, como entidad superior, con el control económico, político, social y religioso. Debemos tomar en consideración varios factores, entre los que destacan la complejidad social y las relaciones dentro de esas sociedades, el medio ambiente y la religión. Como se ve, el asunto es complejo, por lo que empezaremos por analizar algunas referencias, como la cronología aceptada para Mesoamérica, lo que nos permitirá conocer el proceso de desarrollo en esta gran superárea y las diferentes etapas que la caracterizaron, concretamente en el centro de México, que dio como resultado final la presencia de una urbe como Teotihuacan.

Cuando los primeros pobladores atravesaron el Estrecho de Behring, hace aproximadamente 30 000 años, penetraron en los vastos territorios del nuevo continente y se fueron adaptando a un medio con características muy diversas, desde grandes desiertos hasta selvas tropicales, desde zonas lacustres hasta litorales ricos en productos marítimos; en fin, la biodiversidad era tan rica que permitió al hombre aprovechar esos recursos en su propio beneficio.

Estos primeros grupos tenían una organización social comunal; dedicados a la cacería de animales pequeños y de la megafauna existente, debieron de desarrollar todo su ingenio para fabricar utensilios, trampas y estrategias para la captura de los animales. La recolección de plantas silvestres y la pesca en ríos y litorales fueron actividades complementarias de la caza. El conocimiento del movimiento de las manadas de animales según el cambio de las estaciones durante el año les permitió organizarse de manera tal que pudieron aprovechar mejor sus recursos e inventiva. De habitar en cuevas y abrigos rocosos, pasaron a construir campamentos temporales para estar cerca de las manadas, acecharlas y poder cazar. La observación del crecimiento de las plantas, por otro lado, les permitió relacionar la temporada de lluvias con el desarrollo de éstas y saber cuál era la mejor época para la recolección.

Mucho tiempo debió de pasar para que aquellos primeros grupos de cazadores-recolectores-pescadores empezaran poco a poco a asentarse en lugares permanentes. Hubo un factor determinante para que esto ocurriera: el descubrimiento de la agricultura. Fue tal el impacto que produjo, que las primitivas sociedades sufrieron un cambio cualitativo en todos sus órdenes. En efecto, datos provenientes del área de Tehuacán, Puebla, de la sierra de Tamaulipas, de los valles centrales de Oaxaca, de Chiapas y del Estado de México apuntan una antigüedad de entre 8 000 y 4 000 años antes de nuestra era a los primeros cultivos. Plantas como aguacate, maíz, frijol, calabaza, chile y amaranto comenzaron a domesticarse y a tener un lugar cada vez más preponderante en la dieta del hombre. Al mismo tiempo, empezaron a establecerse las primeras aldeas, formadas por unas cuantas familias que elegían lugares cercanos a los ríos para aprovechar el agua y practicar la agricultura. Todo esto va a traer aparejada una serie de cambios en la aldea y en relación de ésta con otros grupos. Surgieron nuevas formas de organización social en las que empiezan a destacar los lazos de parentesco y en la que el estatus desempeña un importante papel. Así fue como el chamán o brujo, a quien se cree poseedor de ciertos poderes, llega a adquirir una presencia significativa dentro del grupo. Lo mismo ocurrió con quienes dirigían la comunidad.

En relación con la división del trabajo, éste se distribuía por actividad, según lo muestran datos encontrados en el campamento Gheo Shih en Oaxaca, ubicado cronológicamente entre los años 4000 y 3500 a.C., donde se halló una área de instrumentos de moler y otra para puntas y raspadores de piedra, además de una posible área para actos rituales. En Tehuacán se encontraron casas semisubterráneas de forma oval, con postes de madera para sostener el techo, construidas hacia 3400-2300 a.C. Por otro lado, en Zohapilco, Estado de México, se ha localizado un sitio cuya primera fase se ubica entre 5500 y 3500 a.C., que muestra restos de trampas para cacería, coas e instrumentos de basalto, obsidiana y andesita. Resulta significativa la creación de nuevos utensilios para la práctica agrícola, como la coa o el bastón sembrador hecho de madera.

Posteriormente, hacia el segundo milenio antes de nuestra era, el hombre observó cómo el barro se endurecía por la acción del fuego, y surgió entonces la producción de cerámica, lo que llevó a la elaboración de vasijas con una función utilitaria inmediata, entre otras, la de almacenar granos y agua. A esto se une la aparición de figurillas de barro con diversos motivos, entre los que hay que destacar mujeres desnudas, que se han relacionado con la fertilidad. También ocurrió entonces algo muy importante: la tierra, el agua y la semilla fueron deificados; surgieron los dioses, estrechamente relacionados con los elementos que permitían la subsistencia de la comunidad. Un aspecto importante a señalar, y que se vincula con el surgimiento de aldeas permanentes, es el establecimiento de límites más o menos definidos de las tierras que les pertenecían, lo que conforma una idea de propiedad comunal de la tierra, lo que debió de traer aparejados conflictos con otras comunidades por la necesidad de poseer más espacio para el cultivo, y daría paso a dos categorías fundamentales de análisis: población y territorio. Todo lo anterior son antecedentes importantes para el establecimiento posterior de un Estado rector, cuyo entorno social se encontraba bajo su control.

Quiero destacar aquí la presencia de ciertas figuras dentro de estas comunidades igualitarias: los dirigentes y a quienes se les considera poseedores de poderes sobrenaturales, como el chamán. De ellos ya he mencionado:

De esta manera estamos ante dos de las figuras que más adelante van a tener una importancia fundamental para el surgimiento de las ciudades: el primero será quien poco a poco tenga el control civil y el segundo el control religioso. Dicho en otras palabras, empiezan a ser poseedores del poder terrenal y del poder divino.7

Cabe señalar cómo en sociedades urbanas muy tardías, como la de los mexicas o aztecas, ambos poderes estaban concentrados en una sola persona: el tlatoani. Éste revestía características de gran sacerdote, máximo gobernante y capitán de los ejércitos; la palabra tlatoani significa “el que habla, el que tiene el poder de la palabra”. Con esto todo está dicho.

El área que hoy conocemos como Mesoamérica tuvo sus orígenes en las primeras sociedades que muestran rasgos de una marcada estratificación social y en los comienzos de un incipiente urbanismo en el que el templo guardaba una importancia manifiesta. El sacerdote comenzó a monopolizar el conocimiento acerca de los cambios climáticos y el movimiento de los astros, de donde surgió la creación del calendario, tan necesario para una sociedad agrícola. El sacerdote se convirtió en intermediario entre el pueblo y los dioses; éstos otorgaban dones a los hombres después de que aquél realizaba determinados rituales. Los dirigentes, por su parte, controlaban el poder civil, surgiendo entonces los primeros militares. En pocas palabras, el Estado apareció a la par de los aparatos ideológicos y coercitivos. Todo ello resultará en nuevas formas de organización social, económica, política y religiosa.

La economía descansaba principalmente en la agricultura y en la conquista militar. La sociedad se dividía en estamentos, en los que un amplio grupo estaba formado por productores —como alfareros, lapidarios, albañiles, etc.— y campesinos, en tanto que otro consolidaba la élite gobernante, que ejercía el poder civil y religioso. Un nuevo cambio cualitativo estaría presente en el desarrollo de estas sociedades.8