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Esta última versión ha sido meticulosamente refinada y significativamente actualizada, tomando en cuenta los comentarios tanto de profesores como de estudiantes para asegurar su relevancia en los debates teológicos actuales. Secciones mejoradas sobre la expiación, la justificación y el conocimiento previo divino hacen que la obra de Erickson sea una introducción comprensiva y equilibrada, respetuosa de diversas perspectivas teológicas. Cada capítulo incluye Objetivos , un Resumen , y una Guía de preguntas de estudio diseñadas para reforzar e implementar lo que acabas de aprender. Este libro ofrece una exploración profunda de los siguientes temas en teología sistemática: - Estudiar a Dios - Conocer a Dios - Cómo es Dios - Lo que hace Dios - La humanidad - El pecado - La persona de Cristo - La obra de Cristo - El Espíritu Santo - La salvación - La Iglesia - Los últimos días Este es un volumen esencial para cualquiera que busque entender y profundizar en la teología cristiana, al mismo tiempo que permanece atento a los cambios y desafíos de nuestro tiempo. Es una obra imprescindible en cualquier biblioteca teológica.
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Veröffentlichungsjahr: 2025
CTC
ESTUDIOS TEOLÓGICOS
TEOLOGÍA
SISTEMÁTICA
3ª edición
Millard J. Erickson
Editorial CLIE
C/ Ferrocarril, 8
08232 Viladecavalls
(Barcelona) ESPAÑA
E-mail: [email protected]
http://www.clie.es
Copyright 1983, 1998, 2013 por Millard Erickson.Originalmente publicado en inglés bajo el título Christian Theology, 3d ed. por Baker Academic, una división de Baker Publishing Group, Grand Rapids, Michigan 49516, U.S.A.
«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917 021 970 / 932 720 447)».
© 2025 por Editorial CLIE. Todos los derechos reservados, para esta edición en español.
TEOLOGÍA SISTEMÁTICA
ISBN: 978-84-19779-32-8
eISBN: 978-84-19779-33-5
Teología cristiana
Teología Sistemática
COLECCIÓN TEOLÓGICA CONTEMPORÁNEA
Estudios bíblicos
Michael J. Wilkins y J. P. Moreland, eds., Jesús bajo sospecha, 2003.
Michael Green y Alister McGrath, ¿Cómo llegar a ellos?, 2003.
Wayne A. Grudem, ed., ¿Son vigentes los dones milagrosos?, 2004.
Murray J. Harris, 3 preguntas clave sobre Jesús, 2005.
Bonnidell Clouse y Robert G. Clouse, eds., Mujeres en el ministerio, 2005.
J. Matthew Pinson, ed., La Seguridad de la Salvación, 2006.
Robert H. Stein, Jesús, el Mesías. Un estudio de la vida de Cristo, 2006.
J. S. Duvall y J. D. Hays, Hermenéutica. Entendiendo la palabra de Dios, 2008.
D. A. Carson y Douglas J. Moo, Una introducción al Nuevo Testamento, 2009.
Panayotis Coutsoumpos, Comunidad, conflicto y eucaristía en la Corinto romana, 2010.
Robert Banks, La idea de comunidad de Pablo, 2011.
Estudios teológicos
N. T. Wright, El verdadero pensamiento de Pablo, 2002.
G. E. Ladd, Teología del Nuevo Testamento, 2002.
Leon Morris, Jesús es el Cristo: Estudios sobre la teología joánica, 2003.
Richard Bauckham, Dios Crucificado: Monoteísmo y Cristología en el Nuevo Testamento, 2003.
Clark H. Pinnock, Revelación bíblica: el fundamento de la teología cristiana, 2004.
Millard Erickson, Teología sistemática (3ª edición), 2025.
I. Howard Marshall, Teología del Nuevo Testamento, 2022.
Comentarios bíblicos
F. F. Bruce, Comentario de la epístola a los Gálatas, 2004.
Peter H. Davids, La Primera epístola de Pedro, 2004.
Gordon D. Fee, Comentario de la epístola a los Filipenses, 2004.
Leon Morris, El Evangelio de Juan, volúmenes 1 y 2, 2005.
Robert H. Mounce, Comentario al libro del Apocalipsis, 2005.
Gordon D. Fee, Comentario de las epístolas de 1ª y 2ª de Timoteo y Tito, 2008.
Gary S. Shogren, Primera de Corintios, 2021.
Xabier Pikaza, Comentario al Evangelio de Marcos, 2022.
Douglas J. Moo, Comentario a la epístola de Romanos, 2022.
F. F. Bruce, El libro de los Hechos, 2022.
ABernard Ramm (in memoriam),mi primer profesor de teología;William E. Hordern,mi mentor doctoral;y Wolfhart Pannenberg,mi mentor posdoctoral.
Índice principal
Prefacio
Parte 1: Estudiar a Dios
1.¿Qué es la teología?
2.La posibilidad de la teología
3.El método de la teología
4.Contextualización de la teología
5.Dos temas especiales: crítica bíblica y lenguaje teológico
Parte 2: Conocer a Dios
6.La revelación universal de Dios
7.La revelación particular de Dios
8.La conservación de la revelación: inspiración
9.La fiabilidad de la palabra de Dios: inerrancia
10.El poder de la palabra de Dios: autoridad
Parte 3: Cómo es Dios
11.La grandeza de Dios
12.La bondad de Dios
13.La cercanía y la distancia de Dios: inmanencia y trascendencia
14.Tres personas en un solo Dios: la Trinidad
Parte 4: Lo que Dios hace
15.El plan de Dios
16.El trabajo originario de Dios: la creación
17.La obra continua de Dios: la providencia
18.El mundo de Dios y el mal: un problema especial
19.Los agentes especiales de Dios: los ángeles
Parte 5: La humanidad
20.Introducción a la doctrina de la humanidad
21.El origen de la humanidad
22.La imagen de Dios en el ser humano
23.La naturaleza constitucional del ser humano
24.La universalidad de la humanidad
Parte 6: El pecado
25.La naturaleza del pecado
26.La fuente del pecado
27.Los resultados del pecado
28.La magnitud del pecado
29.La dimensión social del pecado
Parte 7: La persona de Cristo
30.Temas contemporáneos en el método cristológico
31.La deidad de Cristo
32.La humanidad de Cristo
33.La unidad de la persona de Cristo
34.El nacimiento virginal
Parte 8: La obra de Cristo
35.Introducción a la obra de Cristo
36.Teorías de la expiación
37.El tema central de la expiación
38.La extensión de la expiación
Parte 9: El Espíritu Santo
39.La persona del Espíritu Santo
40.La obra del Espíritu Santo
41.Temas recientes sobre el Espíritu Santo
Parte 10: La salvación
42.Interpretaciones de la salvación
43.El antecedente a la salvación: la predestinación
44.El principio de la salvación: aspectos subjetivos
45.El principio de la salvación: aspectos objetivos
46.La continuación de la salvación
47.La finalización de la salvación
48.Medios y extensión de la salvación
Parte 11: La iglesia
49.La naturaleza de la iglesia
50.El papel de la iglesia
51.El gobierno y la unidad de la iglesia
52.El rito iniciático de la iglesia: el bautismo
53.El rito continuado de la iglesia: la cena del Señor
Parte 12: Las últimas cosas
54.Introducción a la escatología
55.Escatología individual
56.La segunda venida y sus consecuencias
57.Perspectivas sobre el milenio y la tribulación
58.Estados finales
Pensamientos finales
Índice de textos bíblicos
Índice temático
Prefacio
Hace un cuarto de siglo, preocupado por la falta de un libro de texto de introducción a la teología sistemática realmente adecuado, le pedí a varios teólogos evangélicos destacados que escribieran un libro así. Todos estuvieron de acuerdo en que era necesario, pero todos declinaron la ejecución de un proyecto de tales características. Finalmente, decidí que tendría que escribirlo yo mismo, y me puse a ello. La recepción que tuvo la primera edición confirmó que satisfacía una necesidad ajena también. Pronto otros teólogos escribieron libros de texto similares, de manera que ahora tenemos más de una docena de buenos libros evangélicos de introducción a la teología sistemática, cualquiera de los cuales estaría encantado de utilizar en la enseñanza de la teología sistemática. Como el panorama teológico ha seguido cambiando, me parece deseable una revisión de mi texto original de los años 1990. La traducción de Teología sistemática a numerosos idiomas asiáticos y europeos fue un acontecimiento sorprendente, pero gratificante.
He sido cada vez más consciente de que era necesaria una versión actualizada de Teología sistemática. Giros nuevos en la discusión de doctrinas tales como la expiación, la justificación y la presciencia divina merecen ser tratados en cualquier estudio de doctrinas básicas de la fe cristiana. En esta tercera edición, intento tratar estas discusiones. Para mantener la amplitud de este volumen, se han condensado o eliminado ciertas porciones de ediciones anteriores.
He intentado tener en cuenta los comentarios recibidos de profesores y estudiantes que han utilizado mi libro. Un comentario bastante habitual es que un porcentaje significativo de estudiantes carecía de la formación necesaria para sacar el máximo provecho de los aspectos más técnicos de la sección metodológica del libro. En consecuencia, el material sobre crítica bíblica y lenguaje religioso se ha reducido, simplificado y combinado en un único capítulo. El capítulo sobre el posmodernismo ha sido reemplazado por un capítulo nuevo que trata de forma más amplia la posibilidad de la teología. Los lectores que deseen un tratamiento más profundo del posmodernismo pueden consultar mi libro Truth or Consequences.1 También recomiendo como acompañamiento a este libro mi Concise Dictionary of Christian Theology, que puede resultar útil como guía de referencia de términos teológicos. A menos que se indique lo contrario, las citas proceden de la Reina-Valera Revisada (1995).
Incluso en esos temas donde no se han producido cambios significativos o controversias importantes en los últimos años, se ha seguido investigando y escribiendo sobre ellos. He hecho grandes esfuerzos por mantenerme al corriente de tales escritos. En muchos casos, sin embargo, he optado por conservar la documentación de versiones más clásicas de la misma posición en lugar de utilizar ejemplos más recientes de fuentes de menor prestigio. Dentro de un siglo o más, la gente seguirá consultando a Calvino y Barth, pero algunos de los autores actuales seremos desconocidos. No es necesario aceptar los últimos avances en teología, pero una erudición responsable requiere estar familiarizado con la actualidad.
Un fenómeno importante de las últimas dos o tres décadas de la historia cristiana es la rápida expansión del cristianismo en lugares más allá de la Europa occidental.2 De hecho, el término “cristianismo del mundo mayoritario” está siendo utilizado cada vez más, reemplazando a la expresión “cristianismo del tercer mundo”.3 Este crecimiento acelerado en la iglesia de Latinoamérica, Europa del Este, África y Asia todavía no ha ido acompañado de publicaciones teológicas académicas procedentes de esos sectores, y relativamente poco de lo que se ha hecho se ha traducido al inglés. He intentado incluir algunas de las ideas y abordar algunas de las cuestiones procedentes de esos segmentos del cristianismo. La ampliación de la sección sobre el Espíritu Santo es el resultado de esta evolución. En última instancia, este libro ha sido diseñado principalmente para estudiantes norteamericanos de habla inglesa, y su tratamiento de la teología se ha contextualizado especialmente para ellos. Sin embargo, espero que se haya hecho lo suficiente para exponer la esencia de las doctrinas y permitir a otros adaptar estas afirmaciones a su propia situación. La traducción de ediciones anteriores de este libro y su volumen derivado, Introducing Christian Doctrine, al japonés, español, portugués, ruso, búlgaro, rumano, farsi, chino, malasio y muchos otros idiomas, y la acogida que han tenido mis presentaciones teológicas en persona en otros muchos países fuera de Estados Unidos, me animan a creer que la utilidad de esta edición tampoco quedará restringida a mi país natal.
Una de las evoluciones culturales más llamativas de Estados Unidos es el aumento de la polarización política. Mientras que en los años setenta y ochenta había una considerable coincidencia ideológica entre los miembros de los dos principales partidos políticos en el Congreso de Estados Unidos, eso prácticamente había desaparecido en 2010.4 También veo ciertos paralelismos en el cristianismo evangélico. Uno de mis amigos dijo de la Evangelical Theological Society: “En esta sociedad tenemos a los medievalistas y a los posmodernos, y nada en medio”. Aunque puede que haya sido una exageración, veo la tendencia a la polarización a la que se refería, y me preocupa. Aunque he adoptado posturas definidas sobre las cuestiones que actualmente son objeto de controversia en el evangelicalismo, he intentado describir las distintas partes de la forma más justa posible. Espero que todos los segmentos del espectro teológico, tanto evangélicos como no evangélicos, continúen entablando un diálogo cuidadoso y respetuoso.
En el último capítulo de este libro trato la necesidad actual de una teología sistemática. Los posmodernistas, incluidos algunos “evangélicos posconservadores”, siguen denunciando el tipo de pensamiento objetivista que identifican habitualmente como “modernista” e “ilustrado”. Sin embargo, al hacerlo, creo que se concentran en el pasado reciente y en gran parte del presente, pero no advierten ni responden a los indicadores de lo que traerá el futuro. Varias tendencias culturales e incluso metodologías académicas emergentes indican que el sucesor del posmodernismo es cada vez más claramente identificable.5 Entre estas tendencias cabe destacar la adopción de métodos de tipo más científico en las humanidades y las ciencias sociales,6 y el llamamiento a la educación estadounidense para que desarrolle en los estudiantes el tipo de pensamiento crítico con el que los sistemas educativos de muchas naciones ya están superando a Estados Unidos.7 A mi juicio, los teólogos evangélicos ignoran estos marcadores por su cuenta y riesgo y, al hacerlo, condenarán sus teologías a una pronta irrelevancia.8 Aunque es una época en la que este pensamiento crítico y contrario es poco apreciado, pocas veces ha sido más necesario que ahora.
Quiero agradecer de nuevo a quienes, con sus consejos, ánimos y ayuda contribuyeron a la primera y segunda edición de este libro. Mi amigo el difunto Clark Pinnock me animó a “hacerlo cantar como un himnario, en lugar de leer como una guía telefónica”, un ideal que me he esforzado imperfectamente por alcanzar. Varios de mis alumnos leyeron partes del manuscrito de la primera edición y me ofrecieron reacciones desde una perspectiva estudiantil: Bruce Kallenberg, Randy Russ y Mark Moulton, y mi ayudante de cátedra, Dan Erickson, leyeron todo el manuscrito. Laurie Dirnberger, Lorraine Swanson, Aletta Whittaker y Pat Krohn mecanografiaron partes del manuscrito. Tres estudiantes, David McCullum, Stanley Olson y Randy Russ, se comprometieron a apoyarme con la oración durante la redacción original, sin lo cual nunca habría podido completar el gigantesco proyecto. Alan Fisher y Jim Weaver, entonces de Baker, guiaron el proyecto a través del proceso de publicación, y Ray Wiersma realizó una labor editorial meticulosa y excelente, hábilmente complementada por la amable y cuidadosa edición de la segunda edición por parte de Maria denBoer. Robert Hand y Bethany Murphy han guiado hábilmente la tercera edición a través del proceso editorial. Mi esposa, Ginny, profesora de inglés, ha sido un valioso recurso, sobre todo en cuestiones gramaticales y formales, y ha aceptado pacientemente que invirtiera muchas horas en la redacción de este libro a lo largo de los años.
Estoy agradecido al Sr. Jim Kinney, director editorial de Baker Academic, que me animó a preparar una nueva edición, solicitó comentarios de profesores que han utilizado las ediciones anteriores como libro de texto y me prestó apoyo de muchas maneras. Estoy especialmente en deuda con el Dr. L. Arnold Hustad, profesor de teología y filosofía en el Crown College. Sus investigaciones sobre el desarrollo y la literatura recientes me fueron de gran ayuda, así como sus perspicaces comentarios sobre el panorama teológico contemporáneo. El que fuera mi alumno y ayudante, se ha convertido en mi colega en esta tarea. Soy muy consciente de que este libro tiene muchas deficiencias, de las que soy el único responsable.
Por último, estoy inmensamente agradecido a nuestro Señor por el privilegio y el honor de poder escribir este libro y por la fuerza y la perseverancia que me ha concedido. Es mi oración que pueda ser el medio para la bendición de muchos y pueda traer gloria a Él.
1. Millard J. Erickson, Truth or Consequences: The Promise and Perils of Postmodernism (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2002).
2. Por ej., Philip Jenkins, The Coming Christendom, 3ra ed. (Oxford: Oxford University Press, 2011).
3. Timothy C. Tennent, Theology in the Context of World Christianity: How the Global Church Is Influencing the Way We Think about and Discuss Theology (Grand Rapids: Zondervan, 2002), p. XIX.
4. Major Garrett, “The Center Falls Apart”, National Journal, 25 de febrero de 2011, http://nationaljournal.com/the-center-falls-apart-20110225?mrefid=site_search.
5. Erickson, Truth or Consequences, pp. 319-25.
6. Patricia Cohen, “The New Enlightenment: Digital Keys for Unlocking the Humanities’ Riches”, New York Times, 16 de noviembre de 2010; “Analyzing Literature by Words and Numbers”, New York Times, 3 de diciembre de 2010; “In 500 Billion Words, New Window on Culture”, New York Times, 16 de diciembre de 2010.
7. Thomas L. Friedman y Michael Mandelbaum, That Used to Be Us: How America Fell Behind in the World It Invented and How We Can Come Back (New York: Farrar, Straus & Giroux, 2011), pp. 100-108.
8. Si Dios me da tiempo y fuerzas, espero poder escribir una guía de pensamiento teológico crítico, asignatura que he impartido una vez en la Universidad de Baylor.
PARTE 1
ESTUDIAR A DIOS
1. ¿Qué es la teología?
2. La posibilidad de la teología
3. El método de la teología
4. Contextualización de la teología
5. Dos temas especiales: crítica bíblica y lenguaje teológico
1. ¿Qué es la teología?
Objetivos del capítulo
Después de estudiar este capítulo, debería ser capaz de:
Comprender el concepto de religión dentro de la historia.
Hacer una breve definición de teología centrada principalmente en la interpretación de la disciplina.
Distinguir entre teología bíblica, histórica, filosófica y sistemática.
Demostrar la necesidad de una teología sistemática en la sociedad contemporánea.
Relacionar la teología cristiana con la vida cristiana y el ministerio cristiano en el mundo actual.
Resumen del capítulo
La teología en un contexto cristiano es una disciplina de estudio que busca comprender al Dios que se ha revelado en la Biblia e intenta proporcionar una interpretación cristiana de la realidad. Busca entender la creación de Dios, en particular al ser humano y su condición, y la obra redentora de Dios para con la humanidad. La teología bíblica, histórica y filosófica proporciona puntos de vista e interpretaciones que ayudan a llegar a un todo coherente. La teología tiene valor práctico para proporcionar una guía para la vida cristiana y para el ministerio.
Preguntas de estudio
En sus obras filosóficas, ¿hasta qué punto limitaba Immanuel Kant la religión?
Diga y explique cinco facetas de la definición de teología.
Defina la teología sistemática y explique cómo se relaciona con las demás disciplinas de la teología: la bíblica, la histórica y la filosófica.
¿Cuál es la naturaleza de la teología y qué teólogo desarrolló un enfoque más empírico hacia ella?
Defienda la afirmación: “La teología debería continuar siendo la reina de las ciencias”.
Bosquejo
Naturaleza de la religión
Definición de teología
Localizar la teología (sistemática) en el mapa teológico.
Teología sistemática y teología bíblica
Teología sistemática y teología histórica
Teología sistemática y teología filosófica
La necesidad de la teología
El punto de partida de la teología
La teología como ciencia
¿Por qué la Biblia?
Naturaleza de la religión
Los humanos son seres maravillosos y complejos. Son capaces de realizar complicadas proezas físicas, hacer cálculos intelectuales abstractos, producir increíbles imágenes y sonidos. Además de eso, los seres humanos son incurablemente religiosos. Donde quiera que haya seres humanos, en muy distintas culturas de cualquier zona geográfica y desde que se tiene conocimiento hasta la actualidad, podemos encontrar religión.
La religión es uno de esos términos que todos entendemos, pero que pocos podemos definir realmente. Cada vez que encontramos desacuerdos o al menos distintas variedades de definiciones y descripciones de un objeto o actividad, hay razón para creer que no se ha estudiado, no se ha reflexionado o no se ha discutido lo suficiente sobre el tema, o que el tema es demasiado rico y complejo como para resumirse en una sola definición.
Aparecen algunas características comunes en muchas definiciones de religión. Se cree en algo que es superior al ser humano. Puede que sea un dios personal, todo un conjunto de seres sobrenaturales, una fuerza de la naturaleza, un conjunto de valores, o la raza humana en su conjunto (humanidad). Suele haber una distinción entre lo sagrado y lo secular (o profano). Esta distinción se puede extender a personas, objetos, lugares o prácticas. El grado de fuerza con el que se asume varía según las religiones y según los adeptos a una religión concreta.1
La religión también suele implicar un punto de vista de la vida y el mundo, una perspectiva o una imagen general de la realidad como un todo y un concepto de cómo los individuos se tienen que relacionar con el mundo según esta perspectiva. A una religión van unidas un conjunto de prácticas, ya sean rituales o de comportamiento ético o ambas. Hay algún tipo de relación o respuesta hacia el objeto superior, como el compromiso, la adoración o la oración.2 Finalmente, a menudo, aunque no siempre, hay ciertas dimensiones sociales. Con frecuencia se forman grupos en torno a una posición o un compromiso religioso.3
Se ha intentado encontrar una esencia común en toda la religión. Por ejemplo, durante gran parte de la Edad Media, particularmente en Occidente, se pensaba en la religión como una creencia o un dogma. Estas creencias distinguían al cristianismo de otras religiones y a las distintas ramas del cristianismo entre sí. Era natural que las enseñanzas doctrinales se vieran como algo fundamental durante el periodo que comprende desde principios de la Edad Media hasta el siglo XVIII. Como la filosofía era una disciplina fuertemente consolidada, es lógico que se enfatizara el carácter de la religión como una cosmovisión. Y como las ciencias del comportamiento todavía estaban en mantillas, se habló relativamente poco sobre la religión como institución social o sobre los fenómenos psicológicos de la religión.
A principios del siglo XIX, sin embargo, la forma de comprender el tema de la religión cambió. Friedrich Schleiermacher, en su obra Sobre la religión: Discurso a sus menospreciadores cultivados, rechazó la idea de que la religión fuera un asunto de dogma o de ética. En su lugar, Schleiermacher dijo: la religión es un tema de sentimientos, ya sea de sentimientos en general o de sentimientos de absoluta dependencia.4 Este punto de vista se ha desarrollado mediante el análisis fenomenológico de pensadores como Rudolf Otto, que hablaba sobre lo numinoso, la conciencia de lo santo.5 Esto ha continuado en la mayoría del pensamiento religioso del siglo XX, con su reacción en contra de las categorías lógicas y el “racionalismo”. La alabanza popular cristiana actual pone un gran énfasis en los sentimientos.
La fórmula de Schleiermacher fue en gran medida una reacción a la obra de Immanuel Kant. Aunque Kant era un filósofo más que un teólogo, sus tres famosas críticas —Crítica de la razón pura (1781), Crítica de la razón práctica (1788) y Crítica del juicio (1790)— tuvieron un tremendo impacto en la filosofía de la religión.6 En la primera, refutaba la idea de que es posible tener un conocimiento teórico de objetos que trascienden la experiencia. Esto por supuesto acababa con la posibilidad de cualquier conocimiento real, o con la base cognitiva de la religión como se entendía tradicionalmente.7 Más bien, Kant determinaba que la religión es un objeto de razón práctica. Consideraba que Dios, las normas y la vida inmortal eran necesarios como postulados sin los cuales no podía funcionar la moral.8 Así pues la religión se convirtió en un tema de ética. Esta visión de la religión fue aplicada a la teología cristiana por Albrecht Ritschl, que dijo que la religión era un tema de juicios morales.9
Entonces, ¿cómo deberíamos entender la religión? En realidad, la religión es todo eso: creencia o doctrina, sentimiento o actitud y una manera de vivir o de comportarse. El cristianismo se ajusta a todos estos criterios de religión. Es una manera de vivir, un tipo de comportamiento, un estilo de vida. Y es así no solo en la experiencia aislada del individuo, sino también en la formación de grupos sociales. El cristianismo también implica ciertos sentimientos como la dependencia, el amor y la satisfacción. Y desde luego el cristianismo implica también un conjunto de enseñanzas, una manera de ver la realidad y de verse a uno mismo y una perspectiva desde la cual toda esta experiencia tiene sentido.
Para ser un miembro digno de un grupo que lleva el nombre de un líder en particular uno debe adherirse a las enseñanzas de ese líder. Por ejemplo, un platónico es alguien que de alguna manera mantiene los conceptos que enseñaba Platón; un marxista es el que acepta las enseñanzas de Karl Marx. En la medida que el líder también defiende un modo de vida que no se puede separar del mensaje que enseña, es esencial que el seguidor emule también estas prácticas. Solemos distinguir, sin embargo, entre prácticas inherentes (o esenciales) y prácticas accidentales (o incidentales). Para ser platónico, no es necesario vivir en Atenas y hablar griego clásico. Para ser marxista, no hace falta ser judío, estudiar en el Museo Británico o montar en bici.
Del mismo modo, un cristiano no tiene por qué llevar sandalias, tener barba o vivir en Palestina. Pero todos los que dicen ser cristianos tienen que creer lo que Jesús enseñó y practicar lo que él ordenó, como, por ejemplo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt. 22:39). Porque aceptar a Jesús como Señor significa hacer de él la autoridad que conduce nuestras vidas. Entonces, ¿qué significa ser cristiano? James Orr lo expresó muy bien: “El que cree con todo su corazón en Jesús como Hijo de Dios se compromete a mucho más. Se compromete a tener una visión de Dios, una visión del ser humano, una visión de la historia, una visión del destino humano que solo se encuentra en el cristianismo”.10
Parece pues razonable decir que seguir las creencias que Jesús tenía y enseñaba es parte de lo que significa ser cristiano o seguidor de Cristo. El estudio de estas creencias es la preocupación particular de la teología cristiana. La creencia no lo es todo en el cristianismo.11 Se incluye una experiencia o un conjunto de experiencias, como el amor, la humildad, la adoración y la alabanza. Hay prácticas que por naturaleza son éticas y ritualistas o piadosas. En el cristianismo hay dimensiones sociales, que implican relaciones con otros cristianos en lo que normalmente llamamos la iglesia y con no cristianos en el mundo en general. Otras disciplinas de investigación y conocimiento profundizan en estas dimensiones del cristianismo. Pero la tarea central de examinar, interpretar y organizar las enseñanzas de la persona de la que esta religión toma su nombre pertenece a la teología cristiana.
La forma de vivir y la práctica personal de la religión, como la aceptación de las creencias doctrinales, suceden en el nivel de la experiencia primaria. Hay también un nivel de reflexión sobre lo que ocurre en este nivel primario. La disciplina que se ocupa de describir, analizar, criticar y organizar las doctrinas es la teología. Por tanto, la teología es una actividad que está en un segundo nivel si la comparamos con la religión. Es a la religión lo que la psicología es a las emociones humanas, lo que la estética es al arte, lo que la ciencia política es al comportamiento político.
Otros conceptos de teología deben ser tenidos en cuenta. Surgen del punto de vista básico de la religión y la doctrina. Para Gustavo Gutiérrez y los teólogos de la liberación, la religión es claramente pragmática; se preocupa de aliviar las injusticias de la raza humana. Así que el papel de la doctrina es hablar de esas desigualdades. La teología, pues, se convierte en una reflexión crítica de la praxis.12
También están aquellos que tienen principalmente una visión subjetiva de la religión. Según algunos, como John Hick, la esencia de la religión es una experiencia de la gran realidad única, que él denomina “lo eterno”.13 Esto lo encuadra perfectamente en la tradición de Schleiermacher sobre la naturaleza de la religión. Las doctrinas, pues, de diferentes religiones o de distintas denominaciones de una misma religión, son las diferentes interpretaciones que distintos grupos de personas dan a esta experiencia genérica según su forma de interpretarla a través de su propia cultura.14
Finalmente, mi enfoque también difiere del de George Lindbeck y los posliberales. Rechazando tanto la idea de que la religión consiste principalmente en sus enseñanzas doctrinales en forma de proposiciones como la de que principalmente es una expresión de la experiencia emocional, él propone el punto de vista cultural-lingüístico. Esta es la idea de que la religión es una colección de categorías o enseñanzas que cada cultura construye para interpretar la vida y a partir de la cual sus miembros funcionan. No surge de la experiencia, esta solo le da forma. Es una historia, contada por sus partidarios, a partir de la cual dan sentido a la vida.15 La doctrina, según este punto de vista, es una actividad de segundo nivel que tiene una función reguladora. En lugar de darnos un conocimiento ontológico de Dios, sus doctrinas son reglas que gobiernan la comunidad, una relación igual a la que la gramática tiene con un idioma.16
Nosotros sostenemos que las doctrinas efectivamente están compuestas de conocimiento genuino de Dios, y que la religión implica a todo lo que es la persona: el intelecto, las emociones y el deseo. Esta visión de la doctrina y la teología tiene dos ventajas importantes que no tiene ninguna de las demás. Nos permite tener en cuenta toda la riqueza y complejidad de las religiones humanas. Además, se ajusta mejor a la forma auténtica de entender la religión y la doctrina con que trabajaron la iglesia primitiva y los autores de las Escrituras. Y si una comunidad cristiana de hoy en día considera la Biblia válida, vinculante y como su máxima autoridad, este punto de vista también se ajusta a la forma de entender y practicar la vida cristiana del cristiano normal. Las otras dimensiones de la experiencia cristiana, como la aplicación ética de las enseñanzas cristianas y la alabanza plena que implica el culto, están íntimamente unidas a nuestra forma de entender la doctrina. Pero son complementarias, no una alternativa a ella.
Definición de teología
Una definición preliminar o básica de teología es “el estudio o la ciencia de Dios”. No obstante, el Dios del cristianismo es un ser activo, y por eso esta definición inicial debe ampliarse para incluir las obras de Dios y su relación con ellas. Por tanto, la teología también busca entender la creación de Dios, en particular los seres humanos y su condición, y la obra redentora de Dios para con la humanidad.
Sin embargo, es necesario decir más para indicar lo que hace esta ciencia. Así pues, proponemos una definición más completa de teología: aquella disciplina que intenta desarrollar una exposición coherente de las doctrinas de la fe cristiana, basándose principalmente en las Escrituras, situándose en el contexto de la cultura en general, expresándose en un idioma contemporáneo y relacionándose con los temas de la vida. Esta definición identifica cinco aspectos clave de la tarea de la teología.
1. La teología es bíblica. Para su contenido toma como fuente principal las Escrituras canónicas del Antiguo y Nuevo Testamento. Esto no quiere decir que se limite a traer a la superficie los significados de las Escrituras sin hacer ninguna reflexión crítica. Utiliza las herramientas y métodos de la investigación bíblica. También emplea las perspectivas de otras áreas de verdad, que considera como parte de la revelación general de Dios.
2. La teología es sistemática. Esto es, se basa en toda la Biblia. En lugar de utilizar textos individuales aislados unos de otros, intenta relacionar las distintas porciones unas con otras para fusionar las diferentes enseñanzas en un todo armonioso y coherente.
3. La teología también se relaciona con los temas generales de la cultura y el conocimiento. Por tanto, intenta relacionar sus puntos de vista sobre los orígenes con los conceptos avanzados por la ciencia (o, mejor dicho, de disciplinas como la cosmología), sus puntos de vista sobre la naturaleza con los conceptos de personalidad de la psicología, su concepción de la providencia con la filosofía de la historia, etc.
4. La teología también tiene que ser contemporánea. Aunque trata temas atemporales, debe utilizar un lenguaje, unos conceptos y formas que tengan sentido en el momento actual. Esto implica un peligro. Algunas teologías, en su intento de tratar temas modernos, exponen los materiales bíblicos de tal manera que los distorsionan. Así oímos del verdadero “peligro de modernizar a Jesús”.17 No obstante, intentando evitar que Jesús sea solo otro liberal del siglo veinte, el mensaje a veces se expresa de una manera que obliga a una persona del siglo veinte a convertirse en una persona del siglo primero para poder entenderlo. El resultado es que nos encontramos enfrentándonos con problemas que ya no existen. Por tanto, se debe evitar también el peligro contrario, “el peligro de arcaizarnos”.18
Esto no solo se trata de utilizar la forma de pensar actual para expresar el mensaje. El mensaje cristiano debería dirigirse hacia las cuestiones y los retos que existen en la actualidad. Pero incluso en esto es necesario ser precavido a la hora de comprometerse demasiado con una serie de temas. Si el presente representa un cambio respecto al pasado, entonces es presumible que el futuro también será diferente del presente. Una teología que se identifica demasiado con el presente (esto es, el “hoy” y nada más) se expone a quedarse obsoleta muy pronto.
5. Finalmente, la teología tiene que ser práctica. Con esto no tenemos en mente la teología práctica en el sentido técnico (esto es, cómo predicar, aconsejar, evangelizar, etc.), sino la idea de que la teología se relaciona con vivir y no solamente con creer. La fe cristiana nos ayuda con nuestras preocupaciones prácticas. Pablo, por ejemplo, daba garantías de la segunda venida y después decía: “Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Ts. 4:18). Debería indicarse, sin embargo, que la teología no debe preocuparse principalmente de las dimensiones prácticas. El efecto práctico o la aplicación de una doctrina es una consecuencia de la verdad de la doctrina, no al contrario.
Localizar la teología (sistemática) en el mapa teológico
“Teología” es un término ampliamente utilizado. Por tanto, es necesario delimitar el sentido en que lo utilizamos aquí. En el sentido amplio de la palabra abarca todos los temas tratados en una escuela de teología. En este sentido, incluye temas tan diversos como Antiguo Testamento, Nuevo Testamento, historia de la iglesia, misiones, teología sistemática, filosofía de la religión, predicación, educación cristiana, ministerio pastoral y liderazgo, y la consejería. En un sentido más restringido, la palabra hace referencia a todos los aspectos que trata el carácter específicamente doctrinal de la fe cristiana. Aquí encontramos disciplinas como la teología bíblica, la teología histórica, la teología sistemática y la teología filosófica. Esto es teología contrastada con la historia de la iglesia como institución, la interpretación del texto bíblico o la teoría y práctica del ministerio. Dentro de este conjunto de temas teológicos (teología bíblica, teología histórica, etc.), podemos aislar la teología sistemática en particular. Es en este sentido en el que utilizaremos la palabra teología de ahora en adelante en esta obra (a menos que se diga específicamente lo contrario). Finalmente, dentro de la teología sistemática hay distintas doctrinas, como la bibliología, la antropología, la cristología y la teología propiamente dicha (o doctrina de Dios). Para evitar la confusión, cuando hablemos de la doctrina que hemos mencionado en último lugar, utilizaremos la expresión “doctrina de Dios”. La figura 1 puede resultar útil para visualizar estas relaciones.
Figura 1Sentidos de “Teología”
Teología sistemática y teología bíblica
Cuando investigamos la relación entre la teología sistemática y otras disciplinas doctrinales, notamos que hay una relación estrecha entre la teología sistemática y la bíblica. El teólogo sistemático depende del trabajo y las perspectivas de los obreros del viñedo exegético.
Es necesario distinguir tres sentidos en la expresión “teología bíblica”. La teología bíblica se puede considerar como el movimiento que surgió con este nombre en los años cuarenta, floreció en los cincuenta y declinó en los sesenta.19 Este movimiento tenía muchas afinidades con la teología neoortodoxa. Muchos de sus conceptos básicos, tales como la “mentalidad bíblica distintiva”, fueron criticados severamente, en especial por James Barr en The Semantics of Biblical Language.20 El declive del movimiento de teología bíblica ha sido documentado por Brevard Childs en su Biblical Theology in Crisis.21 Ahora parece que, a pesar de su nombre, el movimiento no fue siempre especialmente bíblico. De hecho, a veces fue bastante no bíblico.22
Un segundo significado de la teología bíblica es el contenido teológico del Antiguo y Nuevo Testamento, o la teología que hay en los libros bíblicos. Según este uso, hay dos enfoques a la teología bíblica. Uno es el puramente descriptivo que defiende Krister Stendahl.23 Esto es simplemente una presentación de las enseñanzas bíblicas de Pablo, Juan y otros autores del Nuevo Testamento. Como describe sistemáticamente las creencias religiosas del siglo primero, puede ser considerada una teología sistemática del Nuevo Testamento. (Los que ven una mayor diversidad podrían hablar de “teologías del Nuevo Testamento”). Esto es lo que Johann Philipp Gabler llama teología bíblica en el sentido amplio o “verdadera” teología bíblica. Gabler también habla de otro enfoque, llamémosle teología bíblica “pura”, que es el aislamiento y la presentación de las enseñanzas bíblicas que son válidas para todos los tiempos. En este enfoque, estas enseñanzas han sido depuradas de los conceptos contingentes con que se expresaron en la Biblia.24 Hoy podríamos llamar a esto la distinción entre teología bíblica descriptiva y teología bíblica normativa. Sin embargo, tenga en cuenta que ninguno de estos enfoques es teología dogmática o sistemática, ya que no se intenta contemporizar o expresar estos conceptos inmutables de forma que se puedan entender en nuestros días. Brevard Childs ha sugerido que esta es la dirección hacia la que debería ir la teología en el futuro.25 Es este segundo significado de teología bíblica, en el sentido “verdadero” o “puro”, el que tendremos en mente cuando aparezca el término “teología bíblica” en este volumen.
Un significado final de la expresión “teología bíblica” es simplemente la teología que es bíblica, esto es, basada en la Biblia y fiel a sus enseñanzas. En este sentido, la mejor teología sistemática sería teología bíblica. No solo está basada en la teología bíblica; es teología bíblica. Nuestro objetivo es la teología bíblica sistemática. Nuestro objetivo es la teología bíblica “pura” (en el segundo sentido) contemporizada. La teología sistemática se basa en la obra del teólogo bíblico. La teología bíblica, por así decirlo, es la materia prima con la que trabaja la teología sistemática.
Teología sistemática y teología histórica
Si la teología del Nuevo Testamento es la teología sistemática del siglo primero, la teología histórica estudia las teologías sistemáticas que mantuvieron y enseñaron los distintos teólogos a lo largo de la historia de la iglesia. Hay dos maneras principales de organizar la teología histórica. Una podría ser mediante el estudio de la teología de un tiempo en concreto o un tipo de teología o escuela teológica con respecto a distintas áreas de doctrina. Por tanto, la teología de cada siglo o de cada periodo principal debería ser examinada de forma secuencial.26 A esto se le podría llamar enfoque sincrónico. El otro enfoque es seguir los pasos de la historia del pensamiento de una doctrina en concreto (o de una serie de ellas) a lo largo de la vida de la iglesia.27 Este podría ser denominado enfoque diacrónico. Se podría examinar, por ejemplo, la historia de la doctrina de la expiación desde los tiempos bíblicos hasta la actualidad. De la misma manera se podría investigar la doctrina de la iglesia. A este último método de organizar el estudio de la teología histórica a menudo se le denomina historia de las doctrinas, mientras que a la primera se la suele denominar historia del pensamiento cristiano.
El teólogo sistemático encuentra valores significativos en el estudio de la teología histórica. Primero, nos hace más conscientes de nosotros mismos y más autocríticos, más conscientes de nuestras propias presuposiciones. Todos damos una perspectiva particular al estudio de la Biblia (o de cualquier otro material) que está muy influida por la situación histórica y cultural en la que hemos crecido. Sin ser conscientes de ello, pasamos todo lo que pensamos a través del filtro de nuestro entendimiento (o “preentendimiento”). Una interpretación ya entra a través de la percepción. La pregunta es: ¿Cómo podemos controlar y canalizar este preentendimiento para evitar que distorsione el material con el que estamos trabajando? Si somos conscientes de nuestras presuposiciones, podemos tratar de compensar de forma consciente esta tendencia. Pero, ¿cómo sabemos que nuestra manera de entender algo es nuestra manera de percibir la verdad y no la verdad en sí? Una forma de hacer esto es estudiar las distintas interpretaciones y declaraciones hechas en distintos tiempos de la vida de la iglesia. Esto nos muestra que hay maneras alternativas de ver el asunto. También nos hace sensibles a la manera en que la cultura afecta a nuestra manera de pensar. Es posible estudiar las formulaciones cristológicas de los siglos cuarto y quinto y reconocer la influencia que tuvo la metafísica griega en el modo de desarrollar las categorías. Uno puede hacerlo sin darse cuenta de que nuestra propia interpretación de los materiales bíblicos sobre la persona de Cristo (y nuestra propia interpretación de la cristología del siglo cuarto) sufre una influencia similar de nuestro entorno intelectual actual. Si no nos damos cuenta de eso, seguramente es porque sufrimos de miopía intelectual.28 Observando cómo influyó la cultura en el pensamiento teológico en el pasado nos deberíamos dar cuenta de lo que nos está sucediendo ahora.
Un segundo valor de la teología histórica es que podemos aprender a hacer teología estudiando cómo otros la han hecho en el pasado. La adaptación de Tomás de Aquino de la metafísica aristotélica para exponer la fe cristiana puede resultar instructiva para saber cómo emplear las ideologías contemporáneas para expresar los conceptos teológicos hoy en día. El estudio de cómo hacían teología un Calvino, un Karl Barth o un Agustín nos ofrece un buen modelo y nos debería servir de inspiración.
Un tercer valor de la teología histórica es que puede proporcionar un medio para evaluar una idea en particular. A menudo resulta difícil ver las implicaciones de un determinado concepto. Sin embargo, con frecuencia las ideas que parecen tan novedosas hoy en realidad tuvieron sus precursoras en etapas anteriores de la vida de la iglesia. Intentando evaluar las implicaciones del punto de vista de los Testigos de Jehová sobre la persona de Cristo, uno podría examinar el punto de vista de Arrio en el siglo cuarto y ver a dónde condujo en ese caso. La historia es el laboratorio de la teología, en el cual se comprueban las ideas que adopta o que piensa adoptar.29 “Los que no aprenden del pasado”, como dijo George Santayana, “están condenados a repetirlo”.30 Si examinamos con cuidado algunas de nuestras “nuevas” ideas a la luz de la historia de la iglesia, nos daremos cuenta de que son formas nuevas para conceptos antiguos. No es necesario comprometerse con un punto de vista cíclico sobre la historia31 para estar de acuerdo con lo que dice el autor de Eclesiastés de que no hay nada nuevo bajo el sol (Ecl. 1:9).
Teología sistemática y teología filosófica
La teología sistemática también utiliza la teología filosófica.32 Los teólogos creen que la filosofía o la filosofía de la religión puede contribuir de tres maneras diferentes a la teología: la filosofía puede (1) proporcionar contenidos a la teología; (2) defender la teología o establecer su verdad; (3) examinar a fondo sus conceptos y argumentos. En el siglo veinte, Karl Barth reaccionó vigorosamente contra el primero de estos tres puntos de vista, y bastante en contra del segundo. Su reacción estaba dirigida hacia un tipo de teología que se había convertido virtualmente en una filosofía de la religión o teología natural. Al mismo tiempo, la influyente escuela de filosofía analítica restringía su trabajo al tercer tipo de actividad. Es aquí donde la filosofía tiene su mayor valor: el escrutinio del significado de los términos e ideas empleados en la teología, la crítica de sus argumentos y la clarificación del mensaje. A juicio de este autor, la filosofía, desde un punto de vista restringido, también realiza la segunda función sopesando las afirmaciones que expresa la teología y ofreciendo parte de la base para aceptar el mensaje. Por tanto la filosofía puede servir para justificar en parte la tarea en la que se encuentra la teología.33 Aunque la filosofía, junto con otras disciplinas del conocimiento, puede aportar algo de la revelación general a la comprensión de los conceptos teológicos, esta contribución es relativamente poco importante si la comparamos con la revelación especial que tenemos en la Biblia.
La necesidad de la teología
¿Pero realmente es necesaria la teología? Si amo a Jesús, ¿no es eso suficiente? Desde luego la teología parece tener ciertas desventajas. Complica el mensaje cristiano, haciéndolo confuso y difícil de entender para alguien que no sea un especialista. Parece impedir la comunicación de la verdad cristiana en lugar de ayudar a ello. ¿La teología no divide en lugar de unir a la iglesia, el cuerpo de Cristo? Fijémonos sino en el número de divisiones denominacionales que se han debido a una comprensión o una creencia distinta en áreas de poca importancia. Entonces ¿es la teología deseable y útil? Varias consideraciones sugieren que la respuesta a esta pregunta es sí.
1. La teología es importante porque las creencias doctrinales correctas son esenciales para la relación entre el creyente y Dios. Una de estas trata de la existencia y el carácter de Dios. El autor de Hebreos cuando describe a los que, como Abel y Enoc, complacían a Dios, dice: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que recompensa a los que lo buscan” (11:6). Sin estos dos elementos de creencia, uno ni siquiera intentaría acercarse a Dios.
Creer en la deidad de Jesucristo también parece esencial para la relación. Después de que Jesús preguntara a sus discípulos lo que la gente pensaba de él, también preguntó: “Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente”, lo cual recibió la plena aprobación de Jesús (Mt. 16:13-19). No es suficiente tener hacia Jesús un sentimiento cálido y positivo. También se debe tener una comprensión y una creencia correcta. La humanidad de Jesús es igualmente importante. 1 Juan se escribió para combatir las enseñanzas de algunos que decían que Jesús no era realmente humano. Estos “docetistas” mantenían que la humanidad de Jesús solo era una apariencia. Juan señaló la importancia de creer en la humanidad de Jesús cuando escribió: “En esto conoced el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios” (1 Jn. 4:2, 3). Finalmente, en Romanos 10:9, 10, Pablo une la creencia en la resurrección de Cristo (que es a la vez un hecho histórico y una doctrina) directamente con la experiencia de la salvación: “Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo, porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”. Estos son algunos ejemplos de la importancia de la creencia correcta. Por lo tanto, la teología, que se preocupa por definir y establecer la creencia correcta, es importante.
2. La teología es necesaria porque la verdad y la experiencia están relacionadas. Aunque algunos niegan o al menos cuestionan esta conexión, a la larga afecta a nuestra experiencia. Una persona que cae del décimo piso de un edificio puede gritar al pasar por cada ventana “todavía estoy bien” y ser verdad, pero al final los hechos alcanzan a la experiencia de la persona. Podemos vivir felices durante horas e incluso días después de que alguien muy amado, sin nosotros saberlo, haya fallecido, pero una vez más la verdad llegará con efecto devastador sobre nuestra experiencia. Como el significado y la verdad de la fe cristiana al final tendrán importancia en nuestra experiencia, tenemos que llegar a aceptarlas.
3. La teología es necesaria debido al gran número de alternativas y retos que hay en la actualidad. Las alternativas seculares abundan, incluido el humanismo que considera al ser humano el objeto de más valor, y el método científico que busca la verdad sin recurrir a la revelación de un ser divino. Otras religiones compiten ahora con el cristianismo, incluso en la que una vez fue considerada la segura civilización occidental. No solo se exportan automóviles, aparatos electrónicos y cámaras a Occidente procedentes de Oriente. Las religiones orientales también están retando hoy en día a lo que virtualmente era dominio del cristianismo. El islam está creciendo rápidamente en los EE. UU., especialmente entre los varones afroamericanos. También han hecho su aparición gran número de cuasireligiones. Han surgido muchísimos sistemas de autoayuda psicológica. Las sectas no han quedado restringidas a las grandes y conocidas (como los Testigos de Jehová o los mormones). Muchos grupos que practican el lavado de cerebro y el control mental atraen ahora a individuos que desean encontrar una alternativa al cristianismo convencional. Finalmente, también existen muchas enseñanzas distintas, algunas de ellas contradictorias, dentro del cristianismo.
La solución a la confusión no es solo determinar cuáles de esos puntos de vista son falsos y refutarlos. Para reconocer las falsificaciones se estudia la mercancía auténtica. De la misma manera, entender correctamente las enseñanzas doctrinales del cristianismo es la solución a la confusión creada por la miríada de los que pretenden tener la verdad consigo.
El punto de partida de la teología
El intento de los teólogos de desarrollar un tratamiento sistemático de la teología cristiana pronto encuentra un dilema en lo que se refiere al punto de partida. ¿La teología debería empezar con la idea de Dios o con la naturaleza y los medios que tenemos para conocerla? Para nuestra tarea aquí ¿se debería tratar primero la doctrina de Dios o la doctrina de las Escrituras? Si por una parte se empieza con Dios, surge la pregunta: ¿Cómo se puede decir sobre él algo que tenga sentido sin haber examinado la naturaleza de la revelación sobre él? Por otra parte, empezar con la Biblia o con otra fuente de revelación parece asumir la existencia de Dios, minando totalmente su derecho a ser considerado una revelación. El dilema al que se enfrenta aquí la teología es similar al problema filosófico sobre la prioridad de la metafísica o la epistemología. Por una parte, un objeto no puede ser investigado sin tomar una decisión sobre el método de conocimiento. Por otra parte, sin embargo, el método de conocimiento dependerá en gran medida de la naturaleza del objeto a conocer.
La primera alternativa, empezar con una discusión sobre Dios antes de tomar en consideración la naturaleza de las Escrituras, es la que han tomado muchas teologías tradicionales. Aunque algunas simplemente empiezan utilizando las Escrituras para estudiar a Dios sin formularse una doctrina sobre las Escrituras, el problema con esto es bastante evidente. Un enfoque común es intentar establecer la existencia de Dios a través de procedimientos extrabíblicos. Un ejemplo clásico es la teología sistemática de Augustus Hopkins Strong.34 Él comienza su teología con la existencia de Dios, pero no ofrece ninguna prueba de la misma. En su lugar mantiene que la idea de Dios es una verdad primaria, una intuición racional. No es un conocimiento escrito en el alma, sino una suposición que es tan básica que todos los demás conocimientos dependen de ella. Llega a la conciencia por la experiencia, pero no se deriva de esa experiencia. Todos la tienen, es imposible negarla y no se puede resolver o probar con ninguna otra idea. Otra forma de este enfoque utiliza un tipo más empírico de teología natural. Tomás de Aquino mantenía que la existencia de Dios se podía probar mediante la razón pura sin confiar en ninguna autoridad externa. Basándose en sus observaciones formuló cinco pruebas (o prueba quíntuple) para la existencia de Dios (por ejemplo, la prueba del movimiento y el cambio, la prueba del orden en el universo). Estas pruebas fueron formuladas de forma independiente y antes de recurrir a la revelación bíblica.35
El desarrollo normal del argumento en las dos variedades de este enfoque, la racional y la empírica, es el siguiente:
Dios existe (esto se asume como una verdad primaria o se establece mediante una prueba empírica).
Dios se ha revelado especialmente a sí mismo en la Biblia.
Esta revelación especial debe ser investigada para determinar lo que Dios ha revelado.
Sin embargo, este enfoque conlleva ciertos problemas. Uno es que esa segunda afirmación no tiene por qué seguir a la primera. ¿Debemos creer que Dios, de cuya existencia ahora estamos convencidos, se ha revelado a sí mismo? Los deístas no lo creían así. El argumento, si es que se le puede llamar así, debe establecer no solo que existe Dios, sino que tiene un carácter tal que debemos esperar razonablemente una revelación suya, que realmente la ha hecho, y que el registro de esta revelación se encuentra en la Biblia.
El otro problema es la identidad de este dios cuya existencia se ha establecido. Se asume que es el mismo Dios que se revela en las Escrituras. Pero, ¿es así? Muchas otras religiones afirman que el dios cuya existencia se ha establecido es el dios revelado en sus escrituras sagradas. ¿Quién tiene razón? ¿El dios de la prueba quíntuple de Tomás es el mismo Dios de Abraham, Isaac y Jacob? Este último parece tener muchas cualidades y características que no tiene necesariamente el primero. ¿No es necesario probar que el dios cuya existencia se ha probado y el Dios de la Biblia son el mismo? Y, en realidad, ¿el dios cuya existencia ha sido probada con distintos argumentos es realmente un solo ser? Quizá Tomás no expuso una prueba quíntuple para la existencia de un dios, sino cinco pruebas para probar la existencia de cinco dioses distintos: un creador, un diseñador, un motor, etc. Así que como el procedimiento normal es establecer la existencia de Dios y después presentar las pruebas del carácter sobrenatural y el origen de la Biblia, parece existir una brecha lógica.
El enfoque alternativo es empezar con la revelación especial, la Biblia. Los que utilizan este enfoque se muestran a menudo escépticos sobre la posibilidad de cualquier conocimiento de Dios que venga de fuera de la Biblia o del evento de Cristo; sin una revelación especial los humanos no pueden saber qué ese Dios existe o cómo es. Por eso, Karl Barth rechazó cualquier tipo de teología natural. Comienza su Dogmática eclesial, con una introducción seguida de la doctrina de la palabra de Dios, no de la doctrina de Dios. Su preocupación es qué es la palabra de Dios, y después lo que se sabe de Dios a la luz de esta revelación. No empieza con qué es Dios para pasar después a lo que debe ser la revelación a la luz de su naturaleza.36
El problema con este enfoque es la dificultad de decidir lo que es la revelación sin una idea previa de lo que es Dios. El tipo de revelación que podría ofrecer un Dios muy trascendente es muy distinto de la que ofrecería un Dios inmanente dentro del mundo y obrando mediante un proceso “natural”. Si Dios es un Dios soberano que todo lo controla, su obra al inspirar las Escrituras tendría que ser diferente de lo que sería si él concediese mucha libertad al ser humano. En el primer caso, habría que tratar cada una de las palabras de las Escrituras como mensaje de Dios, mientras que en el segundo caso se podrían tomar de forma menos literal. Para decirlo de otra manera, nuestra manera de interpretar las Escrituras se verá influenciada por nuestra manera de concebir a Dios.
Otro problema de este enfoque es el de si se pueden considerar las Escrituras como una revelación. Si todavía no hemos demostrado la existencia de Dios, ¿tenemos razones para tratar la Biblia como algo más que literatura religiosa? A menos que probemos de alguna manera que la Biblia tiene que tener un origen sobrenatural, solo puede ser considerada como un mero conjunto de opiniones religiosas de distintos autores. Es posible desarrollar una ciencia de mundos o personas ficticias. Uno puede realizar un estudio detallado del país de las maravillas basándose en la obra de Lewis Carroll. Sin embargo, ¿existen esos lugares y esas personas? También se podría hacer un estudio extenso sobre los unicornios basándose en la literatura que hay sobre ellos. La cuestión es si existen o no esos seres. Lo mismo le ocurre a una teología que, sin haber establecido primero la existencia de Dios, empieza hablando de lo que la Biblia tiene que decir sobre él y sobre los demás temas de la teología. Estos temas pueden no tener un estatus objetivo, una realidad independiente de la literatura en la que se discuten esos temas (la Biblia). Si es así, nuestra teología sistemática no sería mucho mejor que una unicornología sistemática.
¿Hay alguna solución a este punto muerto? Me parece que sí. En lugar de empezar con Dios, el objeto que deseamos conocer, o con la Biblia, el medio para conocerlo, podemos empezar por ambos. En vez de intentar probar uno u otro, podemos decir que ambos son supuestos de una tesis básica, después podemos desarrollar el conocimiento que surge de esta tesis y comprobar la evidencia de su verdad.
Partiendo de esta base, se puede considerar que Dios y su revelación van unidos en el mismo supuesto o se puede pensar en el Dios que se revela a sí mismo como un único supuesto. Este enfoque ha sido seguido por muchos conservadores que desean mantener una revelación de Dios proposicional o informacional sin construir primero una prueba de teología natural para su existencia. Así pues el punto de partida podría ser algo como: “Existe un Dios trino, afectuoso, poderoso, santo y sabio que se ha revelado a sí mismo en la naturaleza, la historia y la personalidad humana, y en los hechos y palabras que ahora están preservadas en las Escrituras canónicas del Antiguo y Nuevo Testamento”.37 Partiendo de este postulado básico podemos continuar elaborando todo un sistema teológico exponiendo el contenido de las Escrituras. Y a su vez, este sistema funciona como una cosmovisión que, como todas las demás, se puede probar para saber si es verdadera o no. Aunque no se prueba una parte antes que las demás, el sistema en su conjunto se puede verificar o validar.
La teología como ciencia
¿La teología tiene derecho a ser denominada ciencia? Y si es así, ¿de qué es ciencia? Otra manera de plantear esta pregunta es preguntar si la teología trata sobre el conocimiento y si es así, en qué sentido.
Hasta el siglo XIII, el término ciencia no se aplicaba a la teología. Agustín prefería el término sapientia (sabiduría) al scientia (conocimiento). Las ciencias tratan de temas temporales; la sabiduría se refiere a temas eternos, específicamente a Dios como bien supremo. La ciencia y el conocimiento pueden conducir a la sabiduría. Para que esto suceda, sin embargo, las verdades adquiridas por las ciencias específicas tendrían que ser ordenadas en relación con el bien supremo. Así pues la sabiduría, incluyendo la filosofía y la teología, puede servir como un principio de organización para el conocimiento.38
Tomás de Aquino pensaba en la teología como reina de las ciencias. Mantenía que era un derivado de la ciencia, porque procede de los principios revelados por Dios.39 Es más noble que otras ciencias. La ciencia es en parte especulativa y en parte práctica. La teología sobrepasa a otras ciencias especulativas por su mayor certeza, basándose en la luz del divino conocimiento, que no puede inducir a error, mientras que otras ciencias derivan de la luz natural de la razón humana, que puede errar. Su objeto de conocimiento —las cosas que trascienden a la razón humana— es superior al de otras ciencias especulativas, que tratan de temas que están al alcance del ser humano. Es superior a las ciencias prácticas porque está destinada a la dicha eterna, que es el fin último al que toda ciencia se puede dirigir.40
A medida que lo que llamamos ciencia natural empezó a adquirir importancia, el concepto de ciencia se fue limitando de forma gradual; una disciplina tenía que cumplir criterios más rígidos para poder ser denominada ciencia. En particular, la ciencia ahora está restringida a los objetos que se pueden experimentar a través de los sentidos, que deben verificarse mediante el “método científico”, que emplea la observación y la experimentación, siguiendo estrictos procedimientos de lógica inductiva. Según esto la teología obviamente no es una ciencia, ya que trata objetos que no son perceptibles.41 Esto mismo les sucede a muchas otras disciplinas intelectuales. La teoría psicoanalítica de Sigmund Freud sobre la personalidad no es científica porque nadie puede ver, medir o probar entidades como el ello, el yo, y el superyó. Para poder ser considerada una ciencia, las disciplinas que tratan de las humanidades tienden a convertirse en behavioristas, basando su método, objetos y conclusiones en lo que se puede observar, medir y comprobar, en lugar de en lo que se puede conocer introspectivamente.
La teología, por lo tanto, se ve ante un dilema. O debe redefinirse para cumplir los criterios de la ciencia o debe demostrar que es algo especial que no cumple con las normas científicas, y así abandonar la pretensión de ser una ciencia, y también abandonar la pretensión de ser un conocimiento en el sentido de constar de proposiciones verdaderas sobre realidades objetivas (esto es, realidades que existen a pesar de que se las conozca o no).
Karl Barth ha reclamado vigorosamente la autonomía de la teología. Comenta sobre los seis criterios de Heinrich Scholz que la teología debe cumplir si quiere ser considerada Wissenschaft:42 (1) la teología debe estar libre de contradicciones internas; (2) debe haber unidad o coherencia en sus proposiciones; (3) sus afirmaciones deben poder ser comprobadas; (4) no se debe hacer ninguna aseveración que sea física o biológicamente imposible; (5) debe estar libre de prejuicios; (6) sus proposiciones deberían poder dividirse en axiomas y teoremas y poder ser probadas según esto. Barth acepta el primero solo parcialmente y rechaza los demás. “No se puede ceder ni un ápice aquí sin traicionar a la teología”, escribe. No obstante, debe llamarse “ciencia” porque como todas las otras ciencias (1) es un esfuerzo humano ante un objeto de conocimiento definido; (2) sigue un camino definido, coherente hacia el conocimiento; y (3) todo el que sea capaz de esforzarse por este objeto y seguir ese camino puede realizar un seguimiento del mismo.43