Teoría de la restricción - Carlos Urquiaga - E-Book

Teoría de la restricción E-Book

Carlos Urquiaga

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Beschreibung

Del análisis de una serie de definiciones académicas de la pobreza, surge un rasgo común a todas: la falta total o ausencia relativa de activos sociales, que derivan en limitaciones concretas a las posibilidades de vida digna. Sin embargo, la conceptualización no ha logrado desestructurar este fenómeno. Para algunos, la pobreza se resuelve con igualdad de oportunidades. Pero no puede haber igualdad de oportunidades sin igualdad de capacidades, y no habrá igualdad de capacidades si no hay igualdad de accesibilidades. A raíz de esto, este libro presenta la pobreza como un "patrón de restricción" que impone el mercado; detalla sus características e impacto social, y analiza el rol político de los Estados.

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones. María Belén Mondati.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones. María Belén Mondati.

Urquiaga, Carlos Norberto

Teoría de la restricción : una nueva definición de pobreza hacia un Estado responsable / Carlos Norberto Urquiaga. - 1a ed. - Córdoba : Tinta Libre, 2019.

306 p. ; 22 x 15 cm.

ISBN 978-987-708-524-2

1. Sociología. 2. Pobreza. 3. Administración de Recursos. I. Título.

CDD 305.5690982

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,

total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor. Está tam-

bién totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet

o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidad

de/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2020. Urquiaga, Carlos Norberto

© 2020. Tinta Libre Ediciones

Índice

PRÓLOGO

NACEMOS EN ABUNDANCIA - PÁG. 11

Introducción

Resumen - Pág. 13

Algunas preguntas - Pág. 14

Pobreza es restricción - Pág. 15

Capítulo 1

Marco histórico.Capitalismo, origen de las restricciones - Pág. 19

Marco geopolítico.La pobreza endémica del vínculo global - Pág. 27

La pobreza: efecto de las restricciones globales - Pág. 29

Miradas y recetas - Pág. 31

El neoliberalismo restrictivo - Pág. 32

El pecado de la equidad - Pág. 34

Dinámica de flujos - Pág. 36

La Argentina de los 90 - Pág. 39

Las restricciones desigualan - Pág. 41

La asistencia social - Pág. 42

El músculo social - Pág. 44

Marco teórico. La pobreza - Pág. 46

Conceptualizaciones académicas de la pobreza - Pág. 46

Pobreza material: la necesidad - Pág. 47

La perspectiva de la pobreza según el nivel de vida - Pág. 52

La pobreza: instancia de la desigualdad - Pág. 53

La pobreza: posición y situación económica - Pág. 54

Pobreza y condición social - Pág. 56

Pobreza y dependencia - Pág. 57

Pobreza por carencias de seguridad básica - Pág. 59

Pobreza por ausencia de titularidades - Pág. 60

Pobreza por exclusión - Pág. 61

La pobreza como un juicio moral - Pág. 63

La pobreza y las culturas - Pág. 65

Definiciones árabes de la pobreza - Pág. 65

Definición de pobreza en la Europa del siglo XX - Pág. 66

Definiciones islámicas de la pobreza - Pág. 67

Capítulo 2

Conceptualización de la pobreza - Pág. 69

Conceptualización operativa de la pobreza - Pág. 73

Génesis de la pobreza - Pág. 75

Pobreza en camino hacia el verbo - Pág. 76

La simbología de la pobreza - Pág. 77

El peso político de la pobreza - Pág. 79

La violencia cultural del símbolo - Pág. 80

La estructura restrictiva - Pág. 86

La restricción. Pobreza en tiempo verbal:desafío de una conceptualización operativa - Pág. 90

La vulnerabilidad - Pág. 90

La estigmatización - Pág. 93

El factor antecedente - Pág. 96

Las restricciones - Pág. 99

Carácter de la restricción - Pág. 102

Restricción y salud social - Pág. 104

Restricciones de orden natural - Pág. 106

Restricciones de orden social - Pág. 107

El poder restrictivo - Pág. 109

Alcance de las restricciones - Pág. 111

Restricciones estructurales - Pág. 114

Pujas y tensiones - Pág. 115

Patrón de restricción - Pág. 120

Capítulo 3

El Estado como institución - Pág. 121

Crecimiento y desarrollo - Pág. 123

Crecimiento - Pág. 123

Aspectos del crecimiento - Pág. 124

Desarrollo - Pág. 125

Representación del crecimiento y el desarrollo - Pág. 127

Coeficiente de desarrollo - Pág. 130

Desarrollo medial (desarrollo medio social) - Pág. 130

Subdesarrollo medial - Pág. 132

Supradesarrollo medial - Pág. 132

Aportación - Pág. 133

El área de aportación - Pág. 135

Área de aportación y línea de restricción - Pág. 135

ACD contra AR - Pág. 140

Las capacidades - Pág. 146

Capacidad de ser y hacer - Pág. 148

Capacidad de la organización - Pág. 148

Capacidad de la dirección - Pág. 149

Modo de vida socialmente aceptado (MVSA) - Pág. 151

Determinación de la línea de restricción - Pág. 151

Flujos restrictivos - Pág. 159

Restricción como límite a las capacidades - Pág. 162

Entender la línea de restricción - Pág. 170

El caso CABA - Pág. 181

Restricción educativa - Pág. 181

El Estado y la línea de restricción - Pág. 185

Capítulo 4

La concentración en exceso restringe el acceso - Pág. 195

Eliminando patrones de restricción - Pág. 199

Caso Argentina 2003-2015 - Pág. 199

Período legislativo 2003-2015 - Pág. 203

Políticas que eliminan restricciones (2003-2015) - Pág. 206

AAnálisis del impacto - Pág. 233

Consolidando patrones de restricción - Pág. 238

Caso Argentina 2015-2019 - Pág. 238

El caso griego - Pág. 257

Los programas de rescate - Pág. 259

El caso portugués - Pág. 264

El caso boliviano - Pág. 273

Común denominador - Pág. 278

Conclusión - Pág. 287

Deseos - pág. 291

Glosario - pág. 293

Bibliografía - pág. 297

Prólogo

Nacemos en abundancia

Desde el punto de vista de las necesidades propias de un individuo para crecer y desarrollarse, podríamos asegurar que el ser humano, independientemente de las relaciones de clase o cualquier otra consideración sociológica, nace en un escenario de abundancia natural.

Al momento de abandonar la placenta que lo cobijó durante el embarazo, los pulmones demandan oxígeno, cuya existencia en el nuevo medio ambiente donde transcurrirá la vida excede infinitamente sus necesidades. También demanda alimento nutritivo y de calidad, aspecto que normalmente provee en cantidades su madre. La luz disponible en el ambiente está muy por encima de la demanda de sus ojos para comenzar a ver el mundo que lo rodea. El calor de su cuerpo, sumado al de su madre, satisface sus necesidades de abrigo.

Si consideramos que los recursos mencionados existen en exceso respecto de la demanda, podemos pensar en un escenario de abundancia o riqueza relativa al momento mismo de la llegada de un ser humano a este mundo. Es decir, nacemos con más recursos disponibles de los que demanda la vida, el crecimiento y el desarrollo; no hay pobreza, más bien es un escenario de riqueza, entendiendo como tal la relación de excedente de activos respecto de la demanda natural del recién nacido.

Por lo tanto, en condiciones normales, la abundancia natural en la que llegamos a la vida fuera del vientre materno es común a todos los seres humanos.

El hijo de un magnate y el de un trabajador disponen de las mismas relaciones de oferta natural y demanda propia al momento de nacer. La naturaleza no sectoriza por clase, provee a todos por igual. Si observamos las fotos de los bebés siendo amamantados, no podríamos determinar a qué clase social pertenecen. La riqueza les es propia a los dos nacidos. En ese momento de la vida de ambos, los dos son ricos, o bien ninguno de ellos es pobre, o quizás no exista ni lo uno ni lo otro. Será, en todo caso, la sociedad la que con el correr del tiempo y los acontecimientos imponga tales condiciones. Desde esa perspectiva, asumiremos a la pobreza como una construcción social de origen político y con connotaciones económicas, basada en la consagración e imposición de patrones de restricción, cuyos efectos conspiran contra el crecimiento y el desarrollo de aquellos a los que somete.

Introducción

Resumen

El propósito de este trabajo es redefinir el concepto de pobreza y hacerlo en favor de una conceptualización operativa que tenga la capacidad de determinar causas, efectos y responsabilidades, y que altere la puntuación histórica de las razones concurrentes que operan en la mayoría de las definiciones académicas. Abandonamos la teoría de la pobreza como una condición generadora de escenarios, es decir, la pobreza como una causa, y pasamos a la teoría de la restricción, entendiendo a la pobreza como una consecuencia. Las bases de esta teoría anclan en un abordaje empírico que aporta simplicidad y crea un mapa conceptual sistémico, práctico y eficiente que responde al objetivo planteado.

Algunas preguntas

¿Qué es la pobreza?

¿La pobreza existe o se construye?

¿La pobreza es un problema económico o una decisión política?

¿La pobreza es la causa de los pasivos que padece el pobre o es la consecuencia de ellos?

¿La pobreza es una condición que se padece o una acción que se impone?

¿Es sustantivo o verbo?

Ojalá estas páginas ayuden a encaminar o tan solo insinuar un nuevo debate, y sumen esfuerzos en la aproximación más sabia a una nueva concepción de la pobreza, desde un lenguaje llano, pero no por eso menos profundo en el análisis concatenado de variables y actores que componen los escenarios de la relación social, y lo hagan desde una simplificación hermenéutica que arraigue en el empirismo fáctico y del conocimiento abonado.

Pobreza es restricción

Cuando nos referimos a la pobreza, debemos entender que estamos ante una construcción social cuya simbología es funcional al ocultamiento de las causas que le dan existencia. Analizamos su estructura en términos de restricción para avanzar en la perspectiva del vínculo con los poderes concentrados, políticos y económicos, buscando revertir la carga sustantiva de la pobreza, para no validarla como una cualidad o condición que estigmatiza. A cambio, proponemos el concepto de restricción como el proceso-génesis y factor determinante de la llamada pobreza. Así surgen los responsables y las responsabilidades de la generación de restricciones, es decir, los sujetos activos y pasivos en la relación socioeconómica (el que restringe y el restringido). En este punto, la pobreza abandona su condición de sustantivo y pasa a ser verbo conjugado: restricción.

Analizamos la relación directa entre restricción y crecimiento como también entre restricción y desarrollo, al tiempo que clasificamos las restricciones por tipo y nivel, un modo de medir su dinámica, impacto y alcance en la vida del individuo y la sociedad.

El trabajo nos permite reducir las variabilidades terminológicas del fenómeno para ponerlo en su esencia o génesis. Las representaciones gráficas diseñadas aportan visibilidad a la conceptualización que no procura ser cientificista, por el contrario, busca el sentido práctico y simple de un modo eficiente de concurrir a los conceptos operativos y fácticos que ordenen la consecución de acciones posibles para evitar la pobreza.

El marco teórico que da contexto a este trabajo se inscribe en variadas ideas acerca de la pobreza, resumidas en: Pobreza: Un glosario internacional (Paul Spicker, Sonia Álvarez Leguizamón, David Gordon).

Las definiciones académicas han mantenido proximidades y equidistancias, sin lograr hasta hoy un común denominador. Según Spiker (2009: 26): “Los debates sobre la pobreza han estado encapsulados por un formalismo académico artificial, el cual ha insistido en que debe existir un núcleo común de significado”.Luego, el autor afirma: “Sin embargo, la pobreza no tiene un significado único. Contiene una serie de significados relacionados a través de una serie de similitudes”.

Creemos que la teoría de la restricción colabora en aportar ese tronco común que vincula a todas las definiciones de pobreza en sus génesis y desde donde se ramifican sus distintos significados.

Desde tiempos remotos, la preocupación por la pobreza ha llevado a innumerables conceptualizaciones, miradas, calificaciones y esfuerzos por corregir o al menos mitigar sus efectos. Las claridades conceptuales alternan con contradicciones inapelables, y así algún autor orbita la espacialidad de su percepción y otro alimenta la ya cargada y rebosante biblioteca de las revelaciones académicas que, a modo de circularidad abstractiva, incurre a menudo en descuidar las realidades cotidianas y las baña con abundante estadística, cuya antigüedad, enfoque y vigencia sufren las improntas dinámicas de los cambios permanentes en las sociedades modernas.

Las referencias son cada día más relativas, y los postulados consagratorios de aquello aceptado como cierto o válido ingresan en los caminos errantes del evolutivo y transgresor mundo de las factibilidades relativas.

La academia ha propuesto y llevado adelante, muchas veces, una multiplicidad de debates sobre la pobreza, a los que proveyó de abundante y cuidadoso formalismo, de aspecto académico y textura artificial. En algunos casos, ciertos autores han procurado consolidar la posición en favor de la existencia de un núcleo común de significado; otros, en cambio, abonan la teoría de que la pobreza posee una multiplicidad de factores.

Así, existen ejemplos contradictorios de términos que intentan demostrar que son correctos, o al menos, más aproximados a la estimación generalizada, mientras que otros, según la parcialidad de turno, son erróneos. El desacuerdo no tiene base en alguna diferencia de interpretación o de contenidos, sino en las carencias de comprensión respecto de la naturaleza del problema.

Paul Spicker participa de la idea de que la pobreza posee una multiplicidad de factores como condición social de carácter complejo: “La pobreza no tiene un significado único. Contiene una serie de significados relacionados a través de una serie de similitudes” (Spicker, 2009: 292).

Creemos necesario recorrer un camino que nos conduzca a una conceptualización operativa de la pobreza, es decir, a un concepto más determinante de causas y responsabilidades, que no pasen exclusivamente por el imperio de las contingencias sin dueños ni hacedores, y se involucre, con un sentido de la participación humana, en la construcción de lo que creemos que trata la pobreza.

Por esa razón, revisamos la problemática teniendo como objetivo fundamental la alteración de la puntuación histórica de los hechos, revisando las relaciones de causa y efecto de los factores que operan como denominadores comunes en la mayoría de las definiciones, y entendiendo que esta alteridad en las posiciones de causalidad y consecuencias para un mismo factor marcan la ambigüedad y la debilidad del enfoque. Abandonamos la teoría de la pobreza como una condición generadora. Desarrollamos la teoría de la restricción y lo hacemos desde la mirada de la pobreza como una consecución generada, siendo la restricción su fuente y razón. Los escenarios de pobreza son reflejos de las actuaciones subjetivas por las restricciones impuestas a un sujeto, sociedad o nación.

Así, podemos considerar en términos sociológicos a la pobreza como una construcción social, cuya simbología es funcional al ocultamiento de las causas que le dan existencia. Analizamos su estructura en términos de restricción para avanzar en la perspectiva del vínculo con los poderes concentrados, políticos y económicos.

Capítulo 1

Marco histórico.Capitalismo, origen de las restricciones

Para sabercómo seguir, debemos entender cómo empezamos. Si pensamos para nuestra sociedad una forma de vida que nos permita liberar las potencialidades emancipadoras que promueven y desarrollen un crecimiento paulatino de las oportunidades, en las que cada sujeto sienta la paz y la felicidad de poder recorrer el camino que haya elegido, y transitarlo junto con los que quiera transitarlo y de un modo socialmente aceptado, seguramente habrá un elemento ineludible para cualquiera de las formas particulares que se decidan adoptar en el marco social. Ese elemento es la libertad. Claro es que no será el único valor trascendente, pero sí el primero ascendente en la cimentación de cualquier modo social. Al menos, lo es para la mayor parte del mundo civilizado y para la totalidad de la vida natural en su estado más puro.

Pero para que el recorrido sea completo, la libertad debe ser conjugada por aquello que, en la similitud, es diferente. En ese punto, cada sujeto social (individuo o colectivo) podría encontrar en la libertad las posibilidades para su vocación.

Ahora bien, también es necesario que, como integrante de la sociedad, el sujeto tenga libre acceso a todas las instancias de la vida social y a participar de los productos sociales en cuanto activos de convivencia. Aquí encontramos otra definición para el capital en cualquiera de sus formas o manifestaciones: el capital será el fruto de la producción social del hombre y un activo de la convivencia. Esta definición podría ser un camino hacia una indagación o el recorrido, pero solo podrá inscribirse en ese itinerario en un contexto de libertad: libertad para ser, pensar, decir, escuchar, compartir, aceptar, rechazar, ganar, perder, competir, asociar, etc.

Podríamos resumir, entonces, el universo de la libertad en dos grandes grupos: el de la libertad de ser y el de la libertad de poseer. Está claro que las libertades dependerán de la cosmovisión del sujeto. Podemos pensar que la libertad de poseer no existe, porque el ser abarca la totalidad, por lo tanto, en el ser se inscribe el poseer y el ser (parte del todo), es decir, todo se es y nada se posee.

Desde una perspectiva occidental, podemos convenir que la libertad de ser es exclusiva de cada sujeto, le es propia e intransferible, no transable y forma parte del activo inicial en la constitución de la sociedad. Además, es la aportación soberana del ser existencial cuyo activo es imprescriptible mientras viva, y le otorga los derechos propios de todos los accionistas inscriptos en la empresa social llamada comunidad.

En este punto de la igualdad de las partes del todo (mirada actual del mundo capitalista en el que vivimos) nos aproximamos dialécticamente a las definiciones de la integralidad del todo de la que somos parte, propia de los saberes ancestrales de nuestros territorios y de la cosmovisión oriental.

Ahora bien, fue largo el camino recorrido en la historia de la humanidad para llegar a estas consideraciones. Durante ese recorrido, el hombre alternó (y lo seguirá haciendo) perspectivas que impusieron sus miradas, desde la exaltación de paradigmas, la libertad de soñar que alimentó, las posibilidades de concebir otras formas y modos. En algún momento, las libertades de las sociedades florecieron con la detonación de un modelo arcaico. Esto permitió que se liberaran los horizontes de la nueva construcción social (no sin antes destruir la preexistente) en favor del paradigma de las libertades plenas consagradas a la evolución del hombre social.

Así surgió el liberalismo, una forma política de relación social que marcó la historia y universalizó sus postulados al amparo de las profundidades territoriales de dominio eurocéntrico de aquellos tiempos.

El liberalismo conceptual se realizó en todas sus posibilidades, pero en términos de la igualdad de las soberanías individuales quedó a mitad de camino en la práctica o el ejercicio de sus postulados. Si bien la institucionalidad devenida de su irrupción en el mundo permitió el desarrollo de los principios republicanos y constituye la corriente en la que se fundamentan el Estado de derecho, la democracia representativa o la debida división de poderes (una práctica dificultosa en los tiempos actuales), no completa el párrafo de la práctica efectiva de las libertades individuales.

Esto no lo hace por ausencia de conceptualización, por el contrario, lo practica, pero no en la dimensión libre de la universalidad total, sino con el beneficio de dejar a consideración de la clase dominante las razones democráticas; lo parcializa, ya que no obra en la liberación de los accesos a la totalidad de las herramientas, las resguarda solo para algunos. Quizás allí radique en parte la razón de sus derivaciones negativas, que como un “efecto no deseado”, revalorizan injusticias; una cronicidad contable donde el balance arroja ítems negativos que se incorporan a la columna de cuentas por pagar, y a cuya liquidación condenan cada día más y más habitantes de los mundos neoliberales, característica que el sistema exhibe desde sus comienzos.

A decir verdad, estas cuestiones inhibitorias moran en la casa del liberalismo económico, aunque podríamos revisar otros camarotes sociales y políticas del Titanic neoliberal que, lanzado a los caudalosos mares del mundo global, hace sospechar que encierran en su aparente pulcritud algún tufillo darwiniano que propone modelos de relaciones válidas o permitidas solo para algunos prestigiosos pasajeros.

El liberalismo surgió como un grito de libertad del hombre en rebelión contra cualquier modo de opresión y sometimiento, pero a modo de contraposición con la intensidad de vocación libertaria de las distintas clases sociales que fueron protagonistas de esas epopeyas, se extendió a los más desfavorecidos un pagaré transable por valores de libertad, que debían respaldar con demostraciones aguerridas de vocación por la acción liberadora.

En los tiempos de la revolución, aquel más acomodado tenía mucho en juego. Con cuerpo y sangre prestada de aquellos que menos tenían, exclamaron la libertad con la intensidad suficiente como para liberar su universo total, mientras que los que cedían vida por libertad y muerte por dignidad, peleaban por sus propias existencias. Se marcó entonces el primer y más importante límite de la libertad ganada. Para unos, el triunfo solo permitió la vida libre, mientras que aquel que no jugó su vida en la noble empresa ocupó el empeño libertario en resguardar, además, sus materialidades económicas.

Así habrá transcurrido esta primera etapa. Unos poseedores antiguos de la libertad de ser, asegurando las libertades de poseer, y otros, marginados y sin precedente de existencia jurídica plena, asegurando las libertades de ser.

Las libertades de poseer habían recorrido el camino de las clases dominantes y aprendido sus códigos inscriptos a favor de lo siempre reclamado. Esta empresa tuvo la profundidad relativa que la clase concedió con esfuerzo y legitimó en códigos legales y comerciales, asegurando la trascendencia a las descendencias futuras.

Las clases menos poseedoras ampliaron sus libertades hasta los horizontes conocidos de sus espacios sociales, y así se firmó el primer pacto de libertad emancipadora en los tiempos de las sociedades liberadoras de sí mismas.

Ahora bien, las clases dominantes pudieron avanzar en la legalidad, legitimidad y validez de las disposiciones, dado que esa posibilidad ya era un activo propio de esas clases. A medida que esta nueva raíz libertaria profundizaba en el entramado social, fue perdiendo vigor hasta llegar a los menos favorecidos que, resplandecientes de libertades para ser, no tenían códigos para disponer, y cuanto más profunda la escala socioeconómica, la posibilidad de disponer se perdía, haciendo visible solo el resplandor relativo del ser.

La libertad para disponer fue eliminando restricciones para las escalas sociales superiores, liberalidad que se degradaba hacia las profundidades sociales. Esto significó la prevalencia de las restricciones para los del fondo de la escala.

Así, el liberalismo dio libertades relativas y mantuvo restricciones relativas. Esas restricciones son la contradicción misma del sistema y el agujero negro que absorbe las oportunidades de unos a favor de otros.

La perfección del mundo de las libertades tiene una base restrictiva, opresiva y limitadora de oportunidades para las escalas iniciales. Las libertades demandadas para las relaciones económicas y comerciales no bañaron las costas de amplios espacios sociales, de modo que las zonas más alejadas de la centralidad dominante mantienen restricciones para poseer, precedentes al surgimiento del liberalismo.

Extinguidas las monarquías opresoras y afianzadas las libertades como modo natural de relación social en la mayor parte del mundo, el liberalismo se transformó en la mas influyente prédica política de los tiempos actuales.

Pero existe una materia pendiente que la corriente aún no ha resuelto y que puede transformarse en su talón de Aquiles, es lograr, como sistema, liberar la totalidad de las restricciones que aún mantiene y que contradicen los postulados consagratorios de su filosofía. Claro es que algunos balances verían modificados sus resultados, y los contadores guardianes de las administraciones menesterosas consabidas no parecen tener como urgente ni siquiera la consulta de la posibilidad de poner en agenda las reformas pendientes. Es lógica la actitud, no se trata de una decisión que pueda operar en el marco de los resultados económicos, ya que la respuesta por esos lares es omitida con la simbología con la que el poder oculta siempre sus verdaderas razones y discurre en largos ensayos que diluyen la energía de los reclamos del pendiente. Sus balances están balanceados y así pareciera que quieren seguir contabilizando.

Desterrar las restricciones y permitir que el libre juego de las oportunidades se extienda a lo largo y ancho de sus dominios mundiales atenuaría el impacto que tiene la concentración de la riqueza en tan pocas manos, y significaría una modificación de los flujos de savia que alimentan el añoso tronco del árbol neoliberal, cuya raíz profundiza hasta los primeros pasos de esos tiempos en la Europa de la rebelión emancipadora.

Es deseable la liberación de todas las restricciones que afecten a las comunidades menos favorecidas pero, obviamente, estamos hablando de una decisión que, lejos de ser económica, es absoluta y totalmente política.

La sociedad, entonces, debería abrir la página en la que se escribió la igualdad de oportunidades y accesos equitativos, en el capítulo político del venerable documento testimonial, para hacer las correcciones propias de los tiempos que corren y a la luz de los resultados vistos. Cabe señalar también que, acto seguido, debería trascribir las nuevas experiencias en el capítulo económico. Será entonces que los ajustes a la conceptualización política le suceden las conceptualizaciones económicas.

No habrá posibilidad de culminar ningún camino en favor de la equidad ni la justicia en términos de relación o intercambio que pueda ocurrir de la mano de los especialistas contables. Serán las huestes políticas las milicias propicias y oportunas que deban explicar las nuevas a los ábacos opulentos, con los que suman capital y miden humanidades aquellos que más tienen, sostenedores del orden desordenado del capitalismo inmoral de los tiempos actuales.

Pero ese camino demanda un importante capital de moralidad y ética por parte de aquellos emprendedores de la lucha por la justicia social, el compromiso en la tarea, la eficiencia, así como la vocación transformadora debe abrevar en las aguas de paradigmas refrescados por un accionar consecuente con una dialéctica que lo enmarque. Así la “sociedad del conflicto” será precedente de la “sociedad de todos”

Marco geopolítico.La pobreza endémica del vínculo global

Para tratar de entender algunas realidades del mundo de hoy, es inevitable revisar un poco de historia. El marco tempo-espacial de la búsqueda de referencias nos lleva, dependiendo de la temática, a lugares y contextos inherentes a cada materia de análisis. Existen temas que refieren a nuestra historia y en los que las causas y consecuencias ocurren en los límites de nuestra territorialidad. En cambio, otros se corresponden con causas exógenas y cuya temporalidad nos remonta a un lugar lejano, más próximo a nuestra incipiente nacionalidad que a la contemporaneidad actual.

La globalización es una suerte de puente que nos vincula con lo que creíamos ajeno o lejano. Con el transcurrir de los años, ese vínculo de los procesos comunes, transnacionalizados y estandarizados según la matriz de aquellos poseedores de los factores migrantes se hicieron presentes y compartidos por el imperio de lo global, que opera y ordena. “Los riesgos globales inciertos a los que se enfrenta la sociedad del riesgo global no tienen siempre una vinculación obvia entre el impacto y el punto de origen. Esta relación orbita invisible para la percepción cotidiana” (Beck, 1980).

Si la globalización vincula el presente, por causa y efecto vincula también el pasado, por el carácter transitivo de los hechos. Así, las razones a muchas cuestiones nos remiten a indagar en latitudes no imaginadas.

Según Ulrich Beck1:

El conocimiento de los riesgos está vinculado a la historia, a los símbolos de la propia cultura y al tejido social del conocimiento… la enorme disyunción espacial entre el conocimiento y el impacto. La percepción es siempre contextual y está constituida localmente. Esta contextualidad solo es extensible en la imaginación y con ayuda de las nuevas tecnologías de la información (Beck, 1980).

Esto no es más que una dinámica lógica de relación de antecedentes y consecuencias en un mundo donde las fronteras solo enmarcan regiones geográficas y a veces también políticas, pero ha perdido definitivamente la capacidad de contener las dinámicas económicas y mucho menos sus efectos o impactos sociales, entre ellos, la pobreza.

Las vinculaciones económicas transnacionales influyen en procura de sus intereses y presionan a favor de políticas o condiciones que les permitan el desarrollo de las actividades y la prosecución del fin que persiguen. Por tal imperio, surgen consecuencias económicas, políticas y sociales que se integran en una nueva cultura global en conflicto. Estos conflictos derivados afectan a determinadas regiones, pero tienen origen en otra latitud y responden a las condiciones impuestas por factores que pertenecen a una tercera. Si además consideramos a los poseedores o dueños de los factores en cuestión, podríamos concurrir al incremento de las cardinalidades múltiples de los factores económicos concurrentes (CMFEC), todo un símbolo de la globalidad.

La mundialización puede por tanto definirse como la intensificación de las relaciones sociales en todo el mundo por las que se enlazan lugares lejanos, de tal manera que los acontecimientos locales están configurados por acontecimientos que ocurren a muchos kilómetros de distancia o viceversa (Giddens, 1999: 68).

La pobreza: efecto de las restricciones globales

Los efectos sociales de la globalización son una manifestación de las consecuencias que el proceso impone. El propósito acumulativo del poder económico concentrado no guarda reparos, pareciera no tener límites. Con implicancias que van desde la superproducción y la concentración de capital a la desocupación, al deterioro del medio ambiente y los costos sociales (pobreza), los primeros aspectos en favor de unos pocos y los segundos en desmedro de las grandes mayorías.

Las inequidades derivan en postergación y hacen exponencial las distancias entre quienes acceden a las oportunidades de hacerse de las herramientas necesarias para el propio sustento y quienes cayeron en la cada vez más notoria brecha de desigualdad que, a modo de sentencia, marca los límites restrictivos en los horizontes cercanos de sus existencias.

Acaso sea este uno de los tantos efectos contingentes o no deseados del capitalismo neoliberal que, con casa matriz en los autodenominados países centrales, promovieron la creación de los organismos internacionales que estudian medidas reparadoras destinadas a atenuar esos efectos no deseados. Sin embargo, para ser honestos, poco propensos se los ve a corregir el problema desde su origen.

Así surgen las recetas económicas del FMI y las oportunidades de financiamiento. También podemos mencionar al Banco Mundial (BM) y a las Naciones Unidas (ONU), entre otros. En definitiva, una asociación de voluntades surgida de las naciones que deterioraron las relaciones sociales a nivel global, cuyo propósito es vincularse con las naciones afectadas para integrarlas a través de estos organismos, así buscarían en forma conjunta las respuestas que corrijan los efectos no deseados (la pobreza).

Mas poco se habla y poco se hace por corregir el problema desde la raíz, debido a que esto significaría trastocar los intereses centrales. Surgen entonces respuestas de aquellos organismos, una suerte de receta única para todas las latitudes, idiosincrasias, culturas y variedades de realidades sociales de pobreza que —amparadas en las manifestaciones de preocupación que dominan la agenda social de los líderes mundiales y legitimadas por expertos internacionales, cuyo aporte académico nace en casas de altos estudios que otrora perfilaron la matriz disociadora del capitalismo neoliberal— propone un cóctel explosivo de achicamiento del Estado, precarización de derechos y un aumento de las desregulaciones de actividades que constriñen las inconfesables ambiciones del capital. Con el equilibrio fiscal como bandera y las transferencias ascendentes como modus operandi, esas respuestas no corrigen nada, solo consolidan desequilibrios sociales y una endemia de exclusión social a nivel global por el imperio del mercado o las guerras o ambos (acaso la guerra como instrumento disuasorio y ordenador, y el mercado como ente regulador de las vidas humanas y constructor de los equilibrios).

Miradas y recetas

Ocurre entonces que surgen diseños de programas sociales de asistencia y se corporizan en manuales de procedimientos que se ofrecen como soluciones o al menos, mejores prácticas, en un intento por regir o direccionar las políticas de asistencia de las naciones no centrales. Dichos programas son de aplicación obligada y condición ineludible si se aspira a conseguir financiamiento para tal fin. En ninguno de ellos se hace mención a las razones de la pobreza, en su lugar se inscribe la perspectiva de la necesidad de mitigar sus efectos.

El BM sostiene que:

La superación de la pobreza no es solo un asunto de tener políticas económicas acertadas; se relaciona también con promover un desarrollo social que empodere a las personas, mediante la creación de instituciones y sociedades más inclusivas, cohesivas, resilientes y responsables. El Banco Mundial incorpora los principios del desarrollo social en sus operaciones de financiamiento (Banco Mundial, 2014).

Es clara la visión que tienen los organismos internacionales como el BM respecto de los alcances de las políticas económicas. En la cita se puede apreciar la mirada economicista, despojada de toda connotación social. Define a las políticas económicas por defecto y las perfila desde el vaciamiento de consideraciones sociales que a la vez reivindica como necesarias para tratar la pobreza.

Esto es lo que se deduce de la lectura del texto y podríamos decir también de la lectura que puede hacerse de las realidades sociales de la mayoría de los habitantes del mundo. Las políticas económicas establecen vínculos entre la producción y el consumo y regulan estas actividades, aunque se trata de una perspectiva que omite una mirada atenta en lo que a desarrollo social se refiere, y tampoco considera el empoderamiento propio que resultaría de una promoción social inclusiva y responsable, cuya cohesión favorezca a lograr mejores niveles de vida ciudadana.

Tan claro es este hecho, que la cita de la página web del BM propone como oportunidad la inclusión de estos aspectos para atender la problemática de la pobreza. Más aún: en el párrafo siguiente, admite que dicho organismo incorporará los principios de desarrollo social en sus operaciones de financiamiento. Es decir, no estaban incluidos (año 2014)…

Esta perspectiva prima a lo largo de los años y los gobiernos nacionales las convalidan a partir de la aceptación de los programas enlatados de asistencia social.

El neoliberalismo restrictivo

Los procesos de intercambio bajo la actuación hegemónica del neoliberalismo han tenido efectos indudables sobre las sociedades en su conjunto, sumiendo a la población mundial en los influjos arbitrarios de sus selectivos y excluyentes itinerarios. El liberalismo ha dejado de ser (quizás nunca lo fue, al menos en su faceta económica), una respuesta a la necesidad de libertad del hombre, para transformarse en un subsistema social dominante de acumulación de material, a lo que podríamos agregar que, en esta etapa de su evolución, en la era del neoliberalismo, se acentuó un cada vez más marcado desprecio a los costos sociales que dicha acumulación importa.

Las democracias sustentadas en las manifestaciones libres de las mayorías parecen oscilar al libre albedrio del poder económico dominante. Nada escapa a la dinámica ni resiste a la contundencia y a la parcialidad de la ley no escrita, la de la preservación de la especie humana económicamente activa, como una razón que justifica cualquier costo social en favor de una supuesta evolución.

Empero, ya ni siquiera la especie importa, sino más bien las utilidades que estas deben proveer al imperio de la concentración. En un ejercicio perverso de retrodemocracia o democracia invertida, el fin pasa a justificar los medios y los medios pasan a ser transporte de violencia directa que con el correr del tiempo se vuelve parte de la sociedad al amparo de la culturalidad, siempre dispuesta a explicarlo todo.

Ya surgirán luego las nuevas víctimas, y cada rostro ciudadano acaso se transforme en el anverso de una moneda, y así habrá millones de monedas acuñadas sobre el dolor humano, moneda corriente de curso mortal, preferida del victimario.

Como si cada uno al nacer se hiciera titular de su propia moneda, por lo tanto, nace activo a la vista pero con pasivo escrito, ya que debe al sistema la contrapartida de su valor como moneda (una suerte de bioparidad cambiaria). La sociedad pareciera operar como un gran banco central que debe respaldar cada moneda que acuña, pero no es el sistema económico financiero el que se ocupa de ese equilibrio, sino que la sociedad encarga al propio sujeto que aporte un estipendio por el servicio prestado de aceptarle la vida en los dominios del sistema. Esa paga puede darse también en términos de salud o sometimiento; de ese modo, se accede a la “gracia” de no ser considerado parasitario ni desestabilizador del sistema que lo encuadra. Así las cosas, cada sujeto debería superarse desde el momento mismo de su nacimiento a la vida social, pero no en un colectivo de redistribución de oportunidades, sino como fruto de la lucha individual por imponerse en este sistema que no contempla humanidades sublimes y devalúa las estimaciones vinculantes de cualquier propósito empático.

El complejo neoliberal —nutrido de una dialéctica crujiente de repetidores amplificados por la dimensión de los medios en los que moran, bajo la apariencia de nobles periodistas— asegura la viabilidad de cualquiera de las formas útiles de ordenamiento, exceptuando solo aquella idea antigua del caduco sistema democrático de colaborar para la evolución inclusiva de todos.

El pecado de la equidad

Y si por alguna falla del sistema neoliberal existieran períodos redistributivos más justos y el ascenso social amenazara con limitar las acumulaciones crónicas de los poderosos, sobrevendrán impiadosas recetas de restauración de privilegios bajo una impecable e inmaculada cruzada ética y moral, que explicará, de todas las formas que el “soberano” prefiera, por las buenas o por las malas, “que se acabó la fiesta”, “alguien tiene que pagar”, “lo que vivieron está mal”, “vamos a tener que ordenar la economía”. Y así nacen las culpas democratizadas de inmensas mayorías que deben hacer frente a la asunción pecaminosa de sus efímeras recompensas de derechos, que se alternan con máculas insalvables, propinadas mediante el permanente reproche de aquellos que transitoriamente vieron reducir sus acaudalados recursos, a los que no renunciarán nunca, ni a la cantidad ni al modo de esa acumulación.

Sobrevendrán entonces las exigencias del mercado en favor de las minorías. Hay que procurar inversión, hay que ser competitivos, se debe bajar el costo laboral, es necesario terminar con las indemnizaciones y las conquistas laborales, extender la edad jubilatoria, disponer de las jugosas cajas previsionales, etc.

El resultado de tamaña falta de humanidad nos coloca en un mundo en el que, por un lado, las clases del extracto superior consagran sin ocultamientos —como una suerte de reafirmación definitiva dispuesta a escarmentar toda opinión en contra de cualquier distraído— sus posiciones dominantes al abrigo de las leyes del mercado, incubadas con una visión liberalizada de los procederes, que halla legalidad en el sistema, sin abonar en exceso la legitimidad esperable entre acciones y conductas que relacionen a los seres humanos.

Es importante considerar un aspecto esencial en este proceso: la culturalidad, entendiéndola como un ingrediente propio del mismo modo de actuar que, como una suerte de blindaje ético, acompaña cual rémora a la impronta concentradora de las ambiciones varias e inagotables de una clase.

Mientras tanto, la otra parte de la historia, esa mayoría que debería ser gobernante en virtud de las voluntades manifiestas en tiempos electorales, de sueños comunes que recorren los años con el sueño intacto y la realidad también, que escuchan y creen, que apuestan con suerte variada a que aquel que fue puesto representante los represente, que aquel que puso al frente del Estado en misión de promover el bien común no lo olvide, esa mayoría respetuosa de las minorías ya no juega su rol. Sucede que el mercado ha cambiado las reglas y las normas, las dictaduras corporativas son auténticas y se asumen como tales, y en esa injusticia del sometimiento, unos irreverentes sublevan conciencias al ver que no germinan los sueños del pueblo, acaso porque aquellos dueños del poder real despliegan un manto de invisibilidad bordado de formas que, bien cuidadas en protocolos solemnes, lo anteponen a los fondos inconfesables de un destino decretado. Ya se trata de una forma de dominio característica en una relación que adquiere entidad global, que con matices e idiosincrasias propias de cada región, se repite sin solución de continuidad por las latitudes multicardinales de los tiempos del planeta.

Dinámica de flujos