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Tiene el mundo a sus pies, pero todo se le va de las manos. Ella es la estrella del rock más importante del planeta. Todos tienen una opinión sobre ella. Todos sueñan con ella. Todos buscan ser como ella. Todos quieren algo de ella. "No soy la musa de alguien. No soy una musa. Soy ese alguien." Todos quieren a Daisy Jones. "Devoré esta novela en un día. Daisy conquistó mi corazón." Reese Witherspoon Bestseller de The New York Times
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Seitenzahl: 456
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Si te comportas como una estrella del rock, te tratarán como una estrella del rock. Eso pensaba la perrita Blackie el día que se lanzó escaleras abajo con los ojos cerrados.
Resultado: fractura de patita y mucha incomprensión.
Índice
Portada
Créditos
Todos quieren a Daisy Jones
Nota de la autora
La groupie Daisy Jones. 1965-1972
El ascenso de The Six. 1966-1972
It Girl. 1972-1974
Debut. 1973-1975
First. 1974-1975
SevenEightNine. 1975-1976
La gira Numbers. 1976-1977
Aurora. 1977-1978
Gira mundial Aurora. 1978-1979
Chicago Stadium. 12 de julio de 1979
Entonces y ahora. 1979-Presente
Una última cosa antes de irme. 5 de noviembre de 2012
Canciones
Agradecimientos
TAYLOR JENKINS REID es capaz de construir personajes tan memorables porque trabajó durante mucho tiempo para directores de casting que seleccionaban actores. Después de un periodo como profesora, comenzó a publicar sus propias historias en 2013. Desde entonces sus novelas han entrado en todas las listas de ventas y en miles de clubes de lectura, la gran prueba de hasta qué punto los lectores las adoran. Todos quieren a Daisy Jones, bestseller de The New York Times, cautivó a Reese Witherspoon, que la ha defendido en numerosas entrevistas y ha impulsado una miniserie sobre el libro. Fascinada tanto por El gran Gatsby como por El principito, también por los textos de Nora Ephron, Jenkins Reid escribe cada día acompañada de un té helado, de un refresco de cola y, sobre todo, de su perro.
Título original: Daisy Jones & The Six
Diseño de colección y cubierta: Setanta
www.setanta.es
© de la fotografía de la autora: Scott Witter
© del texto: Rabit Reid, Inc.|Taylor Jenkins Reid, 2019
www.taylorjenkinsreid.com
© de la traducción: Lucía Barahona, 2019
© de la edición: Blackie Books S.L.U.
Calle Església, 4-10
08024 Barcelona
www.blackiebooks.org
Maquetación: Newcomlab
Primera edición digital: marzo de 2020
ISBN: 978-84-18187-50-6
Todos los derechos están reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación sin el permiso expreso de los titulares del copyright.
Para Bernard y Sally Hanes,
una historia de amor sincero donde las haya.
Este libro tiene por objeto ofrecer un retrato claro del ascenso a la fama de Daisy Jones & The Six, el famoso grupo de rock de los setenta, así como de los motivos que los llevaron a su abrupta y tristemente célebre separación en plena gira, en Chicago, el 12 de julio de 1979.
A lo largo de los últimos ocho años he realizado entrevistas individuales a los miembros de la banda, así como a familiares, amigos y a la élite de la industria musical que los rodeaba en aquel momento. La reconstrucción que se presenta a continuación ha sido compilada y editada a partir de esas conversaciones, además de correos electrónicos, transcripciones y letras relevantes de las distintas canciones (al final del libro se puede consultar la letra de las canciones que conforman el álbum Aurora).
Pese a que mi objetivo ha sido el de ofrecer un enfoque completo, debo reconocer que ha sido imposible. No ha sido fácil localizar a varias de las personas potencialmente entrevistables; entre los entrevistados, unos se han mostrado más comunicativos que otros; y, por desgracia, algunas personas han fallecido.
Esta ha sido la primera y única ocasión en la que los miembros del grupo han accedido a hablar de su historia juntos. No obstante, cabe señalar que, independientemente de su importancia, las visiones de un mismo acontecimiento varían.
La verdad a menudo se encuentra, aunque nadie la reivindique, en el punto medio.
Daisy Jones nació en 1951 en Hollywood Hills, Los Ángeles (California). Hija de Frank Jones, célebre pintor británico, y de la modelo francesa Jeanne LeFevre, Daisy empezó a labrarse un nombre propio a finales de la década de los sesenta en el Sunset Strip, cuando todavía era una adolescente.
ELAINE CHANG (biógrafa, autora de Daisy Jones: flor salvaje): Lo que hacía que Daisy Jones resultase tan fascinante, incluso antes de convertirse en «Daisy Jones», era lo siguiente:
Chica blanca y rica que crece en Los Ángeles, incluso de niña ya era preciosa. Tiene unos ojos azules enormes y deslumbrantes (de un azul cobalto, oscuro); una de mis anécdotas favoritas es la de la empresa de lentillas de colores que, en los años ochenta, llegó a crear una tonalidad llamada Azul Daisy. Una buena melena ondulada rojo cobrizo. Los pómulos tan definidos que hasta parecen operados. Y a todo esto hay que añadir una voz increíble que no necesita educar, por lo que jamás toma ninguna clase de canto. Ha nacido con todo el dinero del mundo, tiene acceso a cuanto quiera, ya sean artistas, drogas, discotecas... Todo, absolutamente todo, está a su disposición.
Pero en Los Ángeles no tiene a nadie. No tiene hermanos ni cuenta con un círculo familiar. Sus padres están tan enfrascados en su propia existencia que apenas muestran interés en la de su hija. Eso sí, nunca se niegan a que pose para sus amigos artistas. Este es el motivo de que haya tantos cuadros y fotografías de cuando era niña: los artistas que iban a casa de sus padres la veían, advertían lo preciosa que era y querían capturar esa belleza. Resulta muy significativo que no exista ni un solo Frank Jones de Daisy. Su padre estaba demasiado ocupado con sus desnudos masculinos para prestarle atención a su hija. En líneas generales, la infancia de Daisy es más bien solitaria.
Sin embargo, en realidad es una chica muy sociable y extrovertida. Daisy solía pedir que la llevaran a cortarse el pelo porque le encantaba hablar con su peluquera, preguntaba a los vecinos si podía sacar a pasear a sus perros, incluso en la familia corría un chiste sobre la vez que había intentado preparar una tarta de cumpleaños al cartero. Es decir, es una chica que desea desesperadamente conectar con los demás, pero no hay nadie realmente interesado en conocerla, empezando por sus padres. Esto la rompe. Pero por esto mismo al crecer se convierte en un icono.
Nos encanta la gente que es hermosa y está rota. Y es difícil encontrar a alguien más roto y con una belleza más clásica que la de Daisy Jones.
Por eso es comprensible que Daisy empiece a encontrarse a sí misma en un lugar tan glamuroso y sórdido como el Sunset Strip de Los Ángeles.
DAISY JONES (cantante, Daisy Jones & The Six): Desde mi casa podía llegar caminando al Strip. Debía de tener unos catorce años y estaba harta de quedarme encerrada en casa sin saber qué hacer. No tenía la edad para entrar en ninguno de los bares o discotecas, pero iba de todas formas.
Me acuerdo de que cuando todavía era muy joven le gorroneé un cigarrillo a un roadie de los Byrds. Pronto aprendí que si no llevabas sujetador la gente creía que eras más mayor. Y a veces me ponía un pañuelo en la cabeza como los que llevaban las chicas guays. Quería encajar con las groupies que esperaban en la acera con sus porros, sus petacas y todo eso.
Así que una noche le gorroneé un cigarrillo a ese roadie fuera del Whisky a Go Go; era la primera vez que fumaba y traté de fingir que estaba superacostumbrada. Me aguanté la tos y me puse a tontear con él lo mejor que supe. Si pienso en ello ahora, en lo torpe que debí de ser, me muero de la vergüenza.
Al final aparece un tipo que le dice al roadie: «Tenemos que entrar a preparar los amplis». Y el roadie se vuelve hacia mí y me pregunta: «¿Vienes?». Y así es como me cuelo en el Whisky por primera vez.
Esa noche salí hasta las tres o cuatro de la mañana. Nunca había hecho nada parecido. Pero de repente era como si existiera, como si formase parte de algo. Esa noche pasé de cero a cien. Bebía y fumaba cualquier cosa que me ofrecieran.
Al llegar a casa, entré por la puerta, borracha y fumada, y me caí redonda en la cama. Estoy segurísima de que mis padres ni siquiera se dieron cuenta de que me había ido.
La noche siguiente volví a salir e hice lo mismo.
Al cabo de un tiempo, los porteros del Strip me reconocían y me dejaban entrar en todas partes: en el Whisky, en el London Fog, en la Riot House... A nadie le importaba lo joven que era.
GREG MCGUINNESS (antiguo conserje del hotel Continental Hyatt House): Oooh tío, no te sé decir cuánto tiempo llevaba Daisy frecuentando el Hyatt House antes de que me fijara en ella. Pero me acuerdo de la primera vez que la vi. Yo estaba al teléfono y de repente entra una chica altísima y delgadísima con flequillo. Y los ojos azules más enormes y redondos que te puedas imaginar. Y qué sonrisa. Era inmensa. Entró agarrada del brazo de algún tipo. No recuerdo quién.
Lo que quiero decir es que por aquel entonces muchas de las chicas del Strip eran jóvenes pero intentaban parecer mayores. Daisy era Daisy, no parecía que tratara de ser nada salvo ella misma.
A partir de ese momento, me di cuenta de que iba mucho por el hotel. Siempre se estaba riendo. Nunca parecía estar de bajón. Era como ver a Bambi aprendiendo a caminar. Era muy inocente y frágil, pero se notaba que tenía algo.
Si te digo la verdad, me preocupaba por ella, estaba intranquilo. A muchos hombres de aquel mundillo les gustaban las jovencitas. Estrellas del rock de treinta y pico que se acostaban con adolescentes. No digo que estuviera bien, tan solo lo que había. ¿Cuántos años tenía Lori Mattix cuando salía con Jimmy Page? ¿Catorce? ¿Y qué me dices de Iggy Pop y Sable Starr? Él cantaba sobre eso, tío. Presumía de ello.
En cuanto a Daisy... A ver, los cantantes, los guitarristas, los roadies..., todos la miraban. Cuando venía procuraba asegurarme de que estuviera bien, estar pendiente. Me gustaba de verdad. Daisy valía más que cualquiera de los que iban por allí.
DAISY: Aprendí qué eran el sexo y el amor por las malas. Descubrí que los hombres hacían lo que querían y no sentían que debieran nada a nadie, que algunas personas solo quieren un pedazo de ti.
A lo mejor había chicas de las que no se aprovecharan, como las Plaster Casters o algunas de las GTO, no lo sé. Pero, para mí, al principio fue una putada.
Perdí la virginidad con..., da igual. Era más mayor, batería de un grupo. Estábamos en el vestíbulo del Riot House y me invitó a subir a su habitación para meternos unas rayas. Me dijo que era la chica de sus sueños.
Me gustaba básicamente porque yo le gustaba. Quería que alguien me escogiera entre las demás, que me tratara de forma especial. Así de desesperada estaba por que alguien se interesara por mí.
Cuando quise darme cuenta ya estábamos en su cama. Me preguntó si sabía lo que estaba haciendo y le dije que sí, aunque obviamente no tenía ni la menor idea. Pero todo el mundo hablaba del amor libre y del sexo como algo bueno. Si molabas, si estabas en la onda, te gustaba el sexo.
Estuve todo el rato mirando al techo esperando a que él terminara. Sabía que supuestamente tenía que moverme, pero me quedé totalmente paralizada, aterrada. Lo único que podía oírse en la habitación era el sonido de nuestra ropa al rozar la colcha.
No sabía lo que estaba haciendo ni por qué lo hacía si no quería. A lo largo de mi vida he hecho mucha terapia, y cuando digo mucha quiero decir muchísima. Y ahora lo entiendo. Veo claramente cómo era entonces. Quería estar rodeada de todos esos hombres, de esas estrellas, porque no sabía de qué otra manera podía ser importante. Y suponía que, si quería formar parte de su mundo, debía complacerlos.
Cuando acabó, se levantó. Yo me bajé el vestido. Me dijo: «Si quieres volver abajo con tus amigos, me parece bien». En realidad yo no tenía amigos, pero entendía que quería que me largase. Así que me largué.
No volvió a dirigirme la palabra nunca más.
SIMONE JACKSON (estrella de la música disco): Recuerdo ver a Daisy una noche en la pista de baile del Whisky. Todos se fijaban en ella, era imposible no hacerlo. Daisy jugaba en otra liga.
DAISY: Simone se convirtió en mi mejor amiga.
SIMONE: Me la llevaba a todas partes. Nunca había tenido una hermana.
Recuerdo que... Fue en la época de los disturbios en el Sunset Strip, cuando todos fuimos al Pandora a protestar por el toque de queda y el control policial. Daisy y yo salimos, protestamos, nos encontramos con algunos actores y nos fuimos al Barney’s Beanery para continuar la fiesta. Después fuimos a casa de alguien. Daisy perdió el conocimiento en el patio. No volvimos a casa hasta la tarde siguiente. Puede que Daisy tuviera quince años, yo debía de tener diecinueve. No dejaba de pensar: «¿Soy la única que se preocupa por esta chica?».
Por cierto, en aquella época todos nos metíamos speed, incluso Daisy, a pesar de lo joven que era. Pero si querías mantenerte delgada y aguantar de pie toda la noche, algo había que tomar. Bennies u otras anfetas.
DAISY: Las pastillas dietéticas eran una opción fácil. Ni siquiera las considerábamos una opción. No lo hacíamos para colocarnos, ni siquiera con la farlopa. Si había, te metías un tiro. La gente no lo veía como una adicción. Entonces no era así.
SIMONE: Mi productor me compró una casa en Laurel Canyon. Quería acostarse conmigo. Le rechacé pero me la compró de todas formas, así que le propuse a Daisy que se mudara conmigo.
Terminamos durmiendo en la misma cama durante seis meses, así que puedes creerme cuando te digo que nunca dormía. Podían ser las cuatro de la mañana, yo intentaba dormir pero Daisy quería dejar la luz encendida para leer.
DAISY: Durante muchos años tuve un insomnio terrible, incluso siendo una cría. A las once de la noche seguía despierta y decía que no estaba cansada. Mis padres me gritaban: «¡A la cama!». Por lo que a medianoche siempre estaba buscando cosas silenciosas que hacer. Mi madre dejaba novelas románticas tiradas por todas partes, así que las leía. Podían ser las dos de la mañana y mis padres estar dando una fiesta en la planta de abajo; yo me quedaba sentada en la cama con la lámpara encendida leyendo Doctor Zhivago o Peyton Place.
Al final se convirtió en un hábito. Leía todo lo que cayera en mis manos. No le hacía ascos a nada: novelas de suspense, de detectives, de ciencia ficción...
Un día, en la época en que me mudé con Simone, encontré una caja llena de biografías históricas a un lado de la carretera en Beachwood Canyon. Me las leí todas.
SIMONE: Por ella empecé a usar antifaz para dormir. [Ríe] Luego seguí haciéndolo porque me daba un aire chic.
DAISY: Llevaba más de dos semanas viviendo con Simone cuando fui a casa de mis padres a buscar algo de ropa.
—¿Te has cargado tú la cafetera? —me preguntó mi padre.
—Papá, ni siquiera vivo aquí —le respondí.
SIMONE: Le dije que la única condición para que viviera conmigo era que tenía que ir al instituto.
DAISY: El instituto no fue fácil. Sabía que para conseguir un sobresaliente tenías que hacer lo que te pedían. Pero también sabía que mucho de lo que nos enseñaban eran chorradas. Me acuerdo de que una vez tuve que hacer un trabajo sobre Cristóbal Colón y el descubrimiento de América, así que hice un trabajo sobre cómo Cristóbal Colón no había descubierto América. Porque no la descubrió. Me pusieron un muy deficiente.
—¡Pero si tengo razón! —le dije a la profesora.
—No era esto lo que había pedido.
SIMONE: Era tan brillante... Sin embargo, sus profesores no parecían darse cuenta.
DAISY: La gente dice que no me gradué, pero sí que lo hice. Cuando crucé el escenario para ir a recoger mi diploma, Simone me aplaudía entre el público. Estaba muy orgullosa de mí. Y yo también empecé a sentirme orgullosa de mí. Esa noche, saqué el diploma del estuche, lo doblé y lo usé como marcapáginas en mi ejemplar de El valle de las muñecas.
SIMONE: Cuando fracasó mi primer disco, la discográfica me cerró las puertas. Mi productor nos echó de aquella casa. Conseguí trabajo de camarera y me mudé con mi primo en Leimert Park. Daisy tuvo que volver a casa de sus padres.
DAISY: Recogí mis cosas, las metí en el coche y volví a casa de mis padres. Al entrar, mi madre estaba hablando por teléfono fumando un cigarrillo.
—He vuelto —saludé.
—Tenemos sofá nuevo —repuso, y siguió hablando por teléfono.
SIMONE: Daisy había heredado toda su belleza de su madre. Jeanne era preciosa. Recuerdo que en esa época la vi varias veces. Ojos grandes, labios muy carnosos. Rezumaba sensualidad por los cuatro costados. A Daisy le fastidiaba que la gente siempre le estuviera diciendo que era igual que su madre. Sí que se parecían, pero yo sabía que no le gustaba que se lo dijeran.
Creo que una vez se me escapó:
—Tu madre es muy guapa.
Y su respuesta fue:
—Sí, y eso es todo.
DAISY: Cuando nos echaron de casa de Simone... Ahí me di cuenta de que no quería vivir de nadie. Creo que debía de tener unos diecisiete años. Por primera vez me pregunté qué es lo que quería hacer yo en la vida.
SIMONE: A veces Daisy estaba en mi casa duchándose o fregando los platos. La oía cantar a Janis Joplin o a Johnny Cash. Le encantaba cantar «Mercedes Benz». Jamás había oído nada igual. Ahí estaba yo tratando de conseguir un nuevo contrato discográfico (siempre estaba tomando clases de canto, me lo curraba muchísimo) y para Daisy, en cambio, cantar era facilísimo. Quería odiarla por ello, pero no es nada fácil odiar a Daisy.
DAISY: Uno de mis recuerdos favoritos es... Simone y yo conduciendo por el bulevar La Cienaga, seguramente en mi BMW de entonces. Ahora hay un centro comercial inmenso, pero en esa época seguía estando el estudio de grabación Record Plant. No sé a dónde iríamos, probablemente a Jan’s a por un bocadillo. Pero estábamos escuchando Tapestry. Y entonces sonó «You’ve Got a Friend». Simone y yo nos desgañitábamos junto a Carol King. Pero mientras cantaba yo pensaba en la letra. La sentía de verdad. Esa canción siempre me hizo estar agradecida por tenerla a ella, a Simone.
Saber que hay una persona en el mundo que haría cualquier cosa por ti y por la que tú harías cualquier cosa te da esa paz de la que habla la canción. La primera vez que tuve esa sensación fue con ella. Aquel día en el coche se me saltaron las lágrimas. Me giré hacia Simone, abrí la boca para decir algo pero ella simplemente asintió y dijo: «Yo también».
SIMONE: Me propuse conseguir que Daisy hiciese algo con su voz, pero Daisy no estaba por la labor de hacer nada que no quisiera hacer. Para entonces ya había madurado. Cuando la conocí todavía era un poco niñata, pero [ríe] digamos que se había vuelto más dura.
DAISY: En aquel momento yo salía con un par de tíos, incluido Wyatt Stone, de los Breeze. Yo no sentía por él lo mismo que él sentía por mí.
Una noche estábamos fumando un porro subidos al tejado de su apartamento en Santa Mónica cuando de pronto Wyatt dijo:
—Te quiero muchísimo y no entiendo por qué tú no me quieres.
—Te quiero todo lo que estoy dispuesta a querer a alguien —le contesté.
Y era verdad. En ese momento no estaba dispuesta a mostrarme vulnerable ante nadie. Ya había tenido bastante de eso. Se acabó.
Esa noche, después de que Wyatt se fuera a la cama, no podía dormir. Entonces vi un papel con la canción que estaba escribiendo, que claramente iba sobre mí. Decía algo sobre una pelirroja y los pendientes de aro que siempre me ponía.
El estribillo decía que yo tenía un gran corazón pero que dentro no había amor. Me quedé mirando la letra y pensé: «Una mierda». Wyatt no me entendía un carajo. Estuve meditando sobre ello un buen rato hasta que cogí papel y boli y anoté varias cosas.
Cuando se despertó le dije:
—El estribillo debería ser algo más tipo: «Big eyes, big soul | big heart, no control | but all she got to give is tiny love».*
Wyatt enseguida quiso apuntarlo:
—¿Puedes repetirlo?
—Solo improvisaba. Escribe tú tus malditas canciones.
SIMONE: «Tiny Love» fue el mayor éxito de los Breeze. Y Wyatt iba por la vida como si la hubiese escrito él.
WYATT STONE (cantante, The Breeze): ¿Por qué me preguntas eso? Es agua pasada. ¿Quién se acuerda?
DAISY: Aquello se convirtió en una costumbre. Una vez estaba desayunando en el Barney’s Beanery con un tío que era escritor y director. En aquella época siempre pedía champán para desayunar. Pero como no dormía lo suficiente solía estar cansada, así que también necesitaba café. No podía pedir solo café porque me metía tantas pastillas que me habría puesto como una moto. Y no podía pedir solo champán porque me habría quedado sobada. ¿Solución? Pedía champán y café juntos. Y en los sitios donde los camareros me conocían lo llamaba un «arriba y abajo». Algo para mantenerme despierta y algo para mantenerme tranquila. Al tipo aquel le pareció tronchante. Dijo: «Algún día lo usaré en algo». Y lo apuntó en una servilleta que se guardó en el bolsillo trasero del pantalón. Pensé: «¿Qué demonios te hace pensar que algún día no vaya a usarlo yo en algo?». Pero, por supuesto, apareció en su siguiente película.
Así eran las cosas. Se suponía que yo no era más que la inspiración para la gran idea de algún hombre.
Pues a la mierda con eso.
Por eso empecé a escribir mis propias canciones.
SIMONE: Yo era la única que la animaba a hacer algo con su talento, los demás se limitaban a robárselo.
DAISY: No tenía el más mínimo interés en ser la musa de alguien.
No soy una musa.
Soy ese alguien.
Fin de la maldita historia.
The Six empezaron siendo un grupo de blues-rock llamado los Dunne Brothers a mediados de los sesenta en Pittsburgh (Pensilvania). Billy y Graham Dunne fueron criados por una madre soltera, Marlene Dunne, después de que su padre, William Dunne, los abandonara en 1954.
BILLY DUNNE (cantante, The Six): Cuando mi padre se fue yo tenía siete años y Graham, cinco. Uno de mis primeros recuerdos es el día que nos dijo que se mudaba a Georgia. Le pregunté si me podía ir con él y dijo que no.
No se llevó su vieja guitarra Silvertone. Graham y yo nos peleábamos por tocarla. No hacíamos otra cosa. Nadie nos enseñó, aprendimos nosotros solos.
Más tarde, cuando era un poco más mayor, a veces me quedaba en el colegio cuando todos se habían ido y trasteaba con el piano en la sala del coro.
Con el tiempo, tendría quince años o así, mamá ahorró y por Navidad nos compró una vieja Strat a Graham y a mí. Graham quería esa guitarra, así que dejé que se la quedara. Yo me quedé con la Silvertone.
GRAHAM DUNNE (guitarra principal, The Six): Una vez que Billy y yo tuvimos una guitarra cada uno, empezamos a escribir canciones juntos. Yo quería la Silvertone, pero vi que para Billy significaba más que para mí, así que me quedé con la Strat.
BILLY: Ahí empezó todo.
GRAHAM: Billy se centró en componer, en las letras. No hacía más que hablar de Bob Dylan. Yo era más de Roy Orbison. Esos eran nuestros referentes... Queríamos ser los Beatles. Todos querían ser los Beatles. Primero querías ser los Beatles y luego querías ser los Stones.
BILLY: Para mí estaban Dylan y Lennon. El Freewheelin’ de Bob Dylan y el Hard Day’s Night. Simplemente eran... Yo estaba... Ellos fueron mis guías.
En 1967, cuando los hermanos eran adolescentes, se les sumaron el batería Warren Rhodes, el bajista Pete Loving y el guitarrista rítmico Chuck Williams.
WARREN RHODES (batería, The Six): Un batería necesita un grupo. No es como ser cantante o guitarrista, no puedes tocar tú solo. Las chicas no vienen a decirte: «Warren, tócame el redoble de “Hey Joe”».
Y yo quería entrar en el grupo, tío. Escuchaba a los Who, a los Kinks, a los Yardbirds, cosas así. Quería ser Keith Moon y Ringo y Mitch Mitchell.
BILLY: Warren nos gustó desde el principio. Y Pete apareció como caído del cielo. Iba al colegio con nosotros, tocaba el bajo en un grupo de instituto que actuó en nuestro baile de fin de curso. Cuando se separaron, le dije: «Pete, vente con nosotros». Siempre fue un tío muy guay. Lo único que quería era tocar rock.
Y luego estaba Chuck. Era unos años mayor que los demás, vivía un poco lejos. Pero Pete lo conocía y respondía por él. Chuck era un tipo resultón: mandíbula afilada, pelo rubio y todo eso. Le hicimos una audición y resultó ser mejor que yo con la guitarra rítmica.
Yo quería ser líder y vocalista, y cuando tuvimos un grupo completo de cinco tíos por fin pude serlo.
GRAHAM: Mejoramos un montón, muy deprisa. No hacíamos otra cosa que ensayar.
WARREN: Día tras día. Me despertaba, agarraba las baquetas y me iba al garaje de Billy y Graham. Si al acostarme me sangraban los dedos, había sido un buen día.
GRAHAM: ¿Qué íbamos a hacer si no? Ninguno tenía novia, salvo Billy. Todas las chicas querían salir con él. Y, te lo juro, parecía que Billy se pillaba de una chica nueva cada semana. Siempre había sido así.
En primaria le pidió salir a su profesora. Mamá siempre decía que había nacido loco por las chicas. Solía bromear con que aquello iba a ser su perdición.
WARREN: Durante seis meses más o menos, puede que un poco más, tocamos en fiestas privadas y en algún que otro bar. Nos pagaban con cerveza, y como éramos menores no estaba tan mal.
GRAHAM: No siempre tocábamos en locales sofisticados, dejémoslo ahí. A veces la gente empezaba a pelearse y era un agobio quedarse ahí en medio. Una vez estábamos haciendo un bolo en un antro y un tío de las primeras filas empieza a alterarse un montón no se sabe por qué. Se pone a lanzar puñetazos a la gente. Yo estoy a lo mío, tocando mis riffs, ¡y de repente veo que viene a por mí!
Todo ocurrió a la velocidad del rayo. ¡Bum! De repente el tipo estaba en el suelo. Billy lo había derribado.
Un clásico: si algún chaval se abalanzaba sobre mí para quitarme la poca pasta que llevase encima, Billy llegaba corriendo y lo noqueaba sin pensárselo dos veces.
WARREN: Todos sabíamos que no te podías meter con Graham si Billy estaba cerca. A ver, cuando empezamos, Graham no era muy bueno. Recuerdo que una vez Pete y yo le dijimos a Billy:
—Tal vez deberíamos sustituir a Graham.
Y Billy dijo:
—Volved a decir eso y Graham y yo os sustituiremos a vosotros.
[Ríe] Me pareció genial, en serio. Pensé: «Muy bien, pues tema zanjado». En verdad nunca me molestó demasiado que Billy y Graham vieran el grupo como algo más suyo. A mí me gustaba considerarme un batería de alquiler. Lo único que quería era pasármelo bien tocando en una buena banda.
GRAHAM: Tocábamos lo bastante como para que nuestro nombre empezara a sonar un poco en la ciudad. Billy cada vez se tomaba más en serio lo de ser el cantante. Tenía ese aire, ¿sabes? Todos lo teníamos. Dejamos de cortarnos el pelo.
BILLY: Siempre llevaba vaqueros con cinturones de hebilla grande.
WARREN: Graham y Pete empezaron a llevar camisetas apretadas. Yo les decía: «Os puedo ver los pezones». Pero ellos se veían genial.
BILLY: Nos contrataron para tocar en una boda. Para nosotros era algo muy importante. Una boda significaba que nos escucharían unas cien personas. Creo que tenía diecinueve años.
Habíamos hecho una audición para la pareja, les habíamos tocado nuestro mejor tema. Era una canción lenta rollo folk que había escrito, se llamaba «Nevermore». Solo de pensar en ella me pongo malo. En serio. Entonces escribía sobre los Catonsville Nine, aquellos activistas católicos que protestaban contra la guerra de Vietnam, y cosas por el estilo. Me creía Dylan. Pero el caso es que nos contrataron.
De repente, a mitad del concierto, veo a un hombre de cincuenta y tantos tacos bailando con una chica de veintipocos y pienso: «¿Será consciente ese tipo del asco que da?».
Y entonces me doy cuenta de que es mi padre.
GRAHAM: Nuestro padre estaba allí con esa chica, que debía de tener nuestra edad. Creo que me di cuenta antes que Billy. Lo reconocí por las fotografías que nuestra madre guardaba en una caja de zapatos debajo de su cama.
BILLY: No me lo podía creer. A esas alturas ya llevaba diez años sin dar señales de vida. Se suponía que vivía en Georgia. El muy mamón estaba en mitad de la pista de baile y no tenía ni idea de que sus hijos estuvieran sobre el escenario. Llevaba tanto tiempo sin vernos que ni siquiera nos reconoció. Ni las caras, ni las voces, nada.
Cuando terminamos de tocar, lo vi alejarse. Ni siquiera nos miró. ¿Qué tipo de sociópata no reconoce a sus propios hijos si los tiene delante? ¿Cómo puede ser posible?
Según mi propia experiencia, la biología hace su parte. Ves a un chaval y sabes que es tuyo, y lo quieres. Así es como funciona, joder.
GRAHAM: Billy preguntó por él a un par de invitados a la boda. Resulta que nuestro padre había estado viviendo a muy pocos pueblos de distancia. Era amigo de la familia de la novia o algo así. Billy estaba furioso. Decía: «Ni siquiera nos ha reconocido». Yo siempre he pensado que es probable que sí que nos reconociera y simplemente no supiera qué decir.
BILLY: Cuando no le importas lo suficiente a tu propio padre como para que te salude, te jode. No lo digo en plan autocompasivo. No me quedé ahí sentado preguntándome: «¿Por qué no me quiere?». Fue más bien...: «Ah, pues muy bien, así de podrido puede llegar a estar el mundo. Algunos padres no quieren a sus hijos».
Fue una lección sobre en qué no convertirme, te lo aseguro.
GRAHAM: De todas formas parecía un gilipollas borracho, así que ¡a tomar por culo!
BILLY: Después de la boda, cuando todos estaban recogiendo, me había tomado unas cuantas cervezas de más... y vi a la chica que servía cócteles en el bar del hotel. [Sonríe] Una chica preciosa. Pelo castaño larguísimo, hasta la cintura, y unos ojos marrones enormes. Me pierden los ojos marrones. Recuerdo que llevaba un vestido azul diminuto. Era bajita. Y eso me gustaba.
Ahí estaba yo, de pie en el vestíbulo del hotel, de camino a la furgoneta. Y ella estaba sirviendo a un cliente en la barra. Solo con verla te dabas cuenta de que era el tipo de tía que no aguantaba tonterías de nadie.
CAMILA DUNNE (mujer de Billy Dunne): Dios mío, anda que no era guapo... Delgado pero fibroso, el tipo de chico que siempre me ha gustado. Tenía las pestañas largas. Y estaba tan seguro de sí mismo... Y esa gran sonrisa... Cuando lo vi en el vestíbulo, recuerdo que pensé: «¿Por qué no puedo conocer a un chico como ese?».
BILLY: Fui directo a la barra, con un ampli en una mano y una guitarra en la otra:
—Señorita, quisiera su número de teléfono, por favor.
Estaba de pie junto a la caja registradora. Tenía una mano apoyada en la cadera. Se rio de mí y me miró como de reojo. No recuerdo exactamente lo que dijo pero fue algo así como:
—¿Y qué pasa si no eres mi tipo?
Me incliné sobre la barra y le dije:
—Me llamo Billy Dunne. Soy el cantante de los Dunne Brothers, y si me das tu número escribiré una canción sobre ti.
Eso funcionó. No es algo que funcione con todas las mujeres, pero suele funcionar con las mejores.
CAMILA: Al llegar a casa le conté a mi madre que había conocido a alguien.
—¿Es un buen chico? —me preguntó.
—No sé decirte.
[Ríe] La verdad es que lo bueno nunca me había interesado mucho.
Durante el verano y el otoño de 1969, los Dunne Brothers consiguieron más conciertos en Pittsburgh y en los pueblos de alrededor.
GRAHAM: Admito que, cuando Camila apareció, no le di más importancia que a las otras. Pero debería haber sabido que ella era diferente. La primera vez que la vi había venido a vernos a un bolo y llevaba una camiseta de Tommy James. Vamos, que se veía que entendía de música.
WARREN: Los demás estábamos empezando a follar, tío. Y Billy va y se retira del mercado. Mientras nosotros nos íbamos por ahí con tías, él se quedaba fumando porros y bebiendo cerveza.
Una vez salí de la habitación de una chica subiéndome la cremallera y Billy estaba sentado en el sofá viendo el programa de Dick Cavett. Le dije: «Tío, tienes que dejar a tu novia». A ver, a todos nos caía bien Camila, era sexi y si tenía que decirte algo te lo decía a la cara, y eso me gustaba. ¡Pero venga hombre!
BILLY: No era la primera vez que me encaprichaba de una chica, me enamoraba o como queráis llamarlo. Pero cuando la conocí [a Camila] fue algo totalmente diferente. Ella hacía que el mundo tuviera sentido para mí. Incluso me hizo gustarme más a mí mismo.
Venía a vernos a los ensayos y escuchaba lo que componía y siempre le encantaba. Emanaba una serenidad que... nadie más tenía. Cuando estaba con ella sentía que todo estaba bien, lo sabía. Era como si estuviera siguiendo la Estrella del Norte.
Creo que Camila nació satisfecha. No era una persona resentida ni rencorosa como nos pasa a algunos. Yo solía decir que había nacido roto. Ella nació completa. De ahí viene la letra de «Born Broken».
CAMILA: El día que Billy fue a conocer a mis padres yo estaba un poco nerviosa. Solo se tiene una oportunidad para causar una primera impresión, sobre todo con ellos. Le elegí toda la ropa, hasta los calcetines. Le obligué a ponerse la única corbata que tenía.
Les gustó mucho. Dijeron que era encantador. Pero mi madre tenía el resquemor de que tocase en un grupo.
BILLY: Pete era el único que parecía entender que tuviera novia. Una vez, cuando nos preparábamos para un concierto, Chuck dijo: «Dile simplemente que no eres un tío de una sola mujer. Seguro que lo entiende». [Ríe] Con Camila eso no iba a funcionar.
WARREN: Chuck era muy guay, comprendía las cosas. Parecía que no hubiese tenido una idea buena en su vida pero luego te llevabas la sorpresa. Él fue quien me descubrió a Status Quo. Todavía los escucho.
El 1 de diciembre de 1969, el Sistema de Servicio Selectivo del Gobierno de los Estados Unidos llevó a cabo un sorteo para determinar el orden de reclutamiento de 1970. Billy y Graham Dunne, ambos nacidos en diciembre, quedaban muy por detrás de esa lista. Warren había quedado fuera del corte. Pete Loving había caído hacia la mitad. Sin embargo, a Chuck Williams, nacido el 24 de abril de 1949, le fue asignado el número 2 en la lotería de reclutamiento forzoso.
GRAHAM: Chuck fue llamado a filas. Recuerdo estar sentados en la mesa de la cocina de Chuck y que nos dijera que se iba a Vietnam. Billy y yo intentábamos encontrar la forma de que se librase de ir, pero Chuck dijo que él no era ningún cobarde. La última vez que lo vi tocamos en un bar en la Universidad Duquesne. Le dije: «Cuando vuelvas, estarás dentro».
WARREN: Billy tocó las partes de Chuck durante un tiempo, pero nos enteramos de que Eddie Loving [el hermano pequeño de Pete] era un máquina a la guitarra. Le hicimos una audición.
BILLY: Nadie podía tocar como Chuck. Pero cada vez conseguíamos más conciertos y yo no quería seguir tocando la guitarra rítmica sobre el escenario. Así que invitamos a Eddie. Pensamos que podría echar una mano durante un tiempo.
EDDIE LOVING (guitarra rítmica, The Six): Me llevaba bien con todo el mundo, pero era consciente de que Billy y Graham solo querían que encajara en un molde, ¿sabes? Toca esto, haz lo otro.
GRAHAM: Nos enteramos por un vecino de Chuck.
BILLY: Chuck murió en Camboya. No creo ni que llevase seis meses allí, ¿te das cuenta?
A veces te pones a pensar en por qué no te tocó a ti, ¿qué es lo que te hace tan especial para estar a salvo? El mundo no tiene mucho sentido.
A finales de 1970, los Dunne Brothers tocaron en el Pint, en Baltimore. Al concierto asistió Rick Marks, líder y vocalista de los Winters. Se quedó impresionado con el sonido áspero del grupo y Billy le gustó mucho. Les ofreció hacer de teloneros en varios de sus conciertos en su gira por el noroeste.
Los Dunne Brothers se unieron a los Winters y rápidamente se vieron influenciados por su sonido. Además, la teclista, Karen Karen, les cautivó.
KAREN KAREN (teclista, The Six): El día que conocí a los Dunne Brothers, Graham me preguntó:
—¿Cómo te llamas?
—Karen.
—¿Cómo te apellidas?
Pero pensé que había repetido la pregunta porque no me había oído, así que respondí:
—Karen.
—¿Karen Karen? —preguntó riéndose.
Desde ese momento todos me llamaron Karen Karen. Me apellido Sirko, que conste. Pero Karen Karen cuajó.
BILLY: Karen añadía una capa más, le daba exuberancia a lo que hacían los Winters. Empecé a pensar que tal vez nosotros necesitábamos algo parecido.
GRAHAM: Billy y yo empezamos a pensar... Quizá no necesitamos a alguien como Karen. Quizá necesitamos a Karen.
KAREN: Me fui de los Winters porque estaba harta de que todos intentaran acostarse conmigo. Yo solo quería tocar.
Y Camila me caía bien. A veces aparecía por allí después de los conciertos, cuando venía a visitar a Billy. Me molaba que estuviera por ahí con Billy o que él siempre estuviera hablando por teléfono con ella. Básicamente, había mucho mejor ambiente.
CAMILA: En la gira con los Winters, los fines de semana iba en coche al concierto que tuvieran y me quedaba en el backstage. Después de pasar cuatro horas al volante y de llegar al garito donde se celebraba el concierto —solían ser sitios bastante chungos con chicles pegados por todas partes y el suelo tan pringoso que costaba caminar—, decía mi nombre en la puerta y me llevaban hasta la parte de atrás. Ahí estaba yo, en el ajo.
Entraba y Graham y Eddie y todos los demás se ponían a gritar: «¡Camila!». Y Billy se acercaba y me rodeaba con sus brazos. Cuando Karen apareció... todo fue más fácil. Sentía que ese era mi lugar.
GRAHAM: Karen Karen fue una gran incorporación al grupo. Lo mejoró todo. Y, además, era guapa. Me refiero a que era guapa además de tener muchísimo talento. Siempre pensé que tenía un aire a Ali MacGraw.
KAREN: Cuando digo que me molaba que los chicos de los Dunne Brothers no intentaran liarse conmigo, no estoy hablando de Graham Dunne. Yo sabía que le gustaba mi físico, pero también mi talento. Así que no me molestaba tanto. De hecho, me parecía mono. Además, Graham era un tío sexi, sobre todo en los setenta.
Nunca entendí que todas fuesen detrás de Billy. Es verdad que tenía el pelo oscuro, los ojos bonitos y los pómulos marcados. Pero a mí me gustan los hombres un poco menos guapos. Me gusta que parezcan un poco peligrosos pero que en el fondo sean dulces. Como Graham. Hombros anchos, pelo en el pecho, melena castaña como sucia. Era atractivo, pero también era un poco bruto.
Eso sí, admito que a Billy le quedaban los vaqueros que te cagas.
BILLY: Karen era simplemente increíble. Y no tengo nada más que decir. Siempre he dicho que da igual si eres hombre, mujer, blanco, negro, gay, hetero o lo que sea: si tocas bien, tocas bien. En ese sentido la música es el mejor ecualizador.
KAREN: Los hombres piensan que se merecen un aplauso por tratar a las mujeres como personas.
WARREN: Creo que eso fue cuando a Billy se le empezó a ir un poco de las manos el tema de la bebida. Salía de fiesta como todos, pero cuando los demás nos largábamos con alguna tía que hubiéramos conocido, él se quedaba despierto, bebiendo.
Por la mañana siempre tenía buena cara, y la verdad es que todos hacíamos bastante el loco. Salvo Pete, quizá. Había conocido a una chica en Boston que se llamaba Jenny y siempre estaba hablando por teléfono con ella.
GRAHAM: Cuando Billy hace algo se entrega totalmente. Ama al máximo. Bebe al máximo. Incluso su forma de gastar el dinero, como si le quemara en las manos. Era uno de los motivos por los que le decía que se tomara con calma lo de Camila.
BILLY: Camila casi nunca salía con nosotros. Todavía vivía con sus padres y yo la llamaba todas las noches desde la carretera.
CAMILA: Si Billy no tenía monedas para hacer la llamada, llamaba a cobro revertido y cuando yo contestaba, decía: «Billy Dunne quiere a Camila Martinez», y colgaba antes de que empezaran a cobrar. [Ríe] Mi madre siempre ponía los ojos en blanco pero yo pensaba que era muy dulce.
KAREN: Pocas semanas después de que me uniera al grupo, dije: «Necesitamos un nombre nuevo». El de Dunne Brothers ya no tenía ningún sentido.
EDDIE: Yo llevaba un tiempo diciendo que necesitábamos otro nombre.
BILLY: La peña nos conocía por ese nombre. Yo no quería cambiarlo.
WARREN: No nos poníamos de acuerdo sobre cómo llamarnos. Creo que alguien sugirió los Dipsticks. Yo quería que fuéramos Shaggin’.
EDDIE: Pete dijo:
—Nunca vamos a conseguir que seis personas se pongan de acuerdo sobre un mismo nombre.
—¿Qué os parece los Six? —propuse.
KAREN: Me llamó un programador de Filadelfia, mi ciudad natal. Me dijo que los Winters habían cancelado su actuación en un festival y nos propuso tocar en su lugar.
—De puta madre, pero ya no nos llamamos los Dunne Brothers —le dije.
—Vale, ¿entonces qué pongo en el flyer?
—Todavía no estoy segura, pero te aseguro que los seis estaremos allí.
Y me gustó cómo sonaba: «The Six».
WARREN: El nombre molaba porque sonaba a «The Sex», aunque no recuerdo que lo comentásemos. Era tan obvio que no hacía falta.
KAREN: A mí no me sonaba a nada, la verdad.
BILLY: «¿The Sex?». No, eso no tuvo nada que ver.
GRAHAM: Sonaba a sexo. Claro que tuvo que ver.
BILLY: Dimos un concierto como The Six en Filadelfia y nos ofrecieron otro. Otro en Harrisburg. Otro en Allentown. Nos pidieron que tocáramos en Nochevieja en un bar en Hartford.
No ganábamos mucho dinero, y yo me gastaba hasta el último dólar con Camila, siempre que volvía a casa. Íbamos a una pizzería que estaba a dos manzanas de la casa de sus padres o les pedía dinero a Graham o a Warren para llevarla a algún sitio bonito. Ella no quería que lo hiciese. Decía: «Si quisiera estar con un tío rico, no le habría dado mi número al cantante de un grupo que actúa en bodas».
CAMILA: Billy tenía carisma, por eso me enamoré de él. Siempre he sido así, me van los ardientes, los melancólicos. Muchas de mis amigas buscaban a tíos que pudieran permitirse un buen anillo, pero yo quería a alguien fascinante.
GRAHAM: En torno al setenta y uno conseguimos cerrar varios conciertos en Nueva York.
EDDIE: Nueva York era... Era ser alguien.
GRAHAM: Una noche estamos tocando en el Bowery y fuera, en la calle, hay un tío llamado Rod Reyes que se está fumando un pitillo.
ROD REYES (mánager, The Six): Billy Dunne era una estrella del rock, era evidente. Lo daba todo.
Hay personas que tienen calidad. Si coges a nueve tipos y a Mick Jagger y los pones en fila, alguien que nunca antes haya oído hablar de los Rolling Stones señalaría a Jagger y diría: «La estrella es él».
Billy tenía eso, y el grupo sonaba de puta madre.
BILLY: Cuando Rod se acercó a hablar con nosotros después del concierto en el Wreckage... ese fue el punto de inflexión.
ROD: Cuando empecé a trabajar con el grupo tenía algunas ideas. Unas fueron bien recibidas y otras... no tanto.
GRAHAM: Rod me dijo que tenía que suprimir la mitad de mis solos. Dijo que solo interesaban a los pirados de la guitarra, pero que para los demás era aburrido.
—¿Qué sentido tiene tocar para gente que no esté pirada por las guitarras? —le pregunté.
Su respuesta fue:
—Si queréis ser grandes, tenéis que tocar para todo el mundo.
BILLY: Rod me dijo que dejara de escribir sobre cosas que no conocía. Dijo: «No te empeñes en reinventar la rueda. Escribe sobre tu chica». Fue, sin lugar a duda, el mejor consejo que me han dado en toda mi carrera.
KAREN: Rod me dijo que empezara a llevar escote. Le dije: «Sigue soñando», y sanseacabó.
EDDIE: Nos consiguió bolos por toda la Costa Este. De Florida a Canadá.
WARREN: Te voy a decir qué es estar en la cresta de la ola. La gente piensa que es cuando estás en lo más alto, pero no. Ahí es cuando sientes la presión y las expectativas. Estás en la cresta cuando todos piensan que vas a toda velocidad a algún sitio, cuando eres todo potencial. El potencial es la puta felicidad.
GRAHAM: Cuanto más tiempo pasábamos en la carretera, más salvajes nos volvíamos. Y Billy... Mira, a Billy le gustaba que le prestaran atención, sobre todo las mujeres. Entonces era solo eso, necesidad de atención.
BILLY: Eran demasiadas cosas. Querer a alguien en tu ciudad, estar en la carretera. Las chicas venían al backstage y era a mí a quien querían conocer. Yo era... No tenía ni puta idea de relaciones.
CAMILA: Billy y yo empezamos a pelearnos. Admito que lo que yo quería era un poco imposible. Quería salir con una estrella del rock pero que siempre estuviera disponible. Cuando él no podía hacer exactamente lo que yo quería, me ponía furiosa. Era joven. Los dos lo éramos.
A veces las cosas se ponían tan feas que no nos hablábamos durante varios días. Hasta que uno de los dos llamaba al otro y se disculpaba y las cosas volvían a ser como antes. Le quería y sabía que él me quería, pero no fue fácil. Aunque, como me decía mi madre: «Nunca te ha interesado lo fácil».
GRAHAM: Una noche, Billy y yo estábamos en casa a punto de subir a la furgoneta para ir a tocar a Tennessee, a Kentucky o yo qué sé dónde. Camila vino a despedirse. Cuando Rod llegó con la furgoneta, Billy le estaba diciendo adiós.
Le retiró el pelo de la cara y le dio un beso en la frente. Me acuerdo de que ni siquiera la besó de verdad, simplemente la rozó con los labios. Y yo pensé: «Nunca me ha importado nadie de esa forma».
BILLY: Escribí «Señora» para Camila. A la gente le flipaba esa canción. Se levantaba del asiento para cantarla y bailarla.
CAMILA: No tuve el corazón de decirle que, técnicamente, yo era una «señorita». Hay que saber elegir las batallas. Además, cuando la escuché...: «Let me carry you | on my back | the road looks long | and the night looks black | but the two of us are bold explorers | me and my gold señora».*
Me encantaba. Adoraba esa canción.
BILLY: Preparamos una maqueta con «Señora» y «When the Sun Shines on You».
ROD: En aquel momento mis verdaderos contactos estaban en Los Ángeles. Le dije al grupo, puede que fuera el setenta y dos: «Nos largamos al Oeste».
EDDIE: Era en California donde se cortaba el bacalao, ¿sabes lo que quiero decir?
BILLY: Lo único que pensé fue que tenía que hacerlo.
WARREN: Yo estaba listo para irme. Dije: «Subámonos a la furgo».
BILLY: Fui a casa de los padres de Camila y la senté en el borde de la cama.
—¿Quieres venir con nosotros? —le pregunté.
—¿Y qué haría?
—No lo sé.
—¿Quieres que te siga a todas partes?
—Supongo.
Se quedó pensando un momento y luego dijo:
—No, gracias.
Le pregunté si podíamos seguir juntos y ella dijo:
—¿Vas a volver?
Le dije que no lo sabía.
—Entonces, no —me dijo.
Y me dejó.
CAMILA: Me puse furiosa. Porque se marchaba. Y lo pagué con él. No sabía de qué otra forma gestionarlo.
KAREN: Antes de irnos de gira, Camila me llamó. Me dijo que había roto con Billy.
—Creía que le querías —comenté.
—¡Ni siquiera ha intentado luchar por mí!
—Si le quieres, deberías decírselo.
—El que se marcha es él. Él es quien debería arreglarlo.
CAMILA: Amor y orgullo... Mala combinación.
BILLY: ¿Qué iba a hacer? Ella no quería venir conmigo y yo... No podía quedarme.
GRAHAM: Hicimos las maletas y nos despedimos de mamá. Por entonces ya se había casado con el cartero. Claro que sabía que se llamaba Dave, pero hasta el día de su muerte lo llamé el cartero porque eso es lo que hacía, distribuir el correo en la oficina de mi madre. Era el cartero.
Bueno, dejamos a mamá con el cartero y nos montamos en la furgoneta.
KAREN: De camino actuamos en todas partes, desde Pensilvania a California.
BILLY: Camila había tomado su decisión y una gran parte de mí se sentía en plan: «Muy bien, yo a mi rollo. A ver qué le parece».
GRAHAM: En aquel viaje Billy perdió totalmente la cabeza.
ROD: Si Billy me preocupaba créeme que no era por las mujeres, aunque hubo muchas. Después de los conciertos Billy se desmadraba tanto que a la tarde siguiente me tocaba despertarlo a bofetada limpia. Iba pasadísimo de vueltas.
CAMILA: Me sentía fatal sin él, me fustigaba por haberlo dejado. Todos los días me despertaba llorando. Mi madre no hacía más que decirme que fuera a buscarlo, que me tragara mis palabras. Pero me parecía que era demasiado tarde. Se había marchado sin mí para hacer realidad sus sueños. Como debía ser.
WARREN: Cuando llegamos a Los Ángeles, Rod nos reservó habitaciones en el Hyatt House.
GREG MCGUINNESS (antiguo conserje del hotel Continental Hyatt House): Ay, tío, me encantaría decirte que me acuerdo de los Six. Pero no me acuerdo. En aquella época pasaban tantas cosas, se alojaban en el hotel tantos grupos que es difícil acordarse de todos. Recuerdo conocer a Billy Dunne y a Warren Rhodes, pero mucho después.
WARREN: Rod se puso a reclamar favores y empezamos a hacer bolos más grandes.
EDDIE: Los Ángeles era una pasada. Miraras donde miraras, estabas rodeado de gente que amaba la música y a la que le gustaba ir de fiesta. Pensé: «¿Por qué demonios no hemos venido antes?». Las chicas eran preciosas y las drogas estaban tiradas de precio.
BILLY: Tocamos un par de veces en Hollywood. En el Whisky, en el Roxy, en el P. J.’s. Acababa de escribir una canción nueva que se llamaba «Farther From You». Hablaba de lo mucho que echaba de menos a Camila, de lo lejos que me sentía de ella.
Cuando llegamos al Strip, ya tocábamos a otro nivel.
GRAHAM: Todos empezamos a vestir un poco mejor. En Los Ángeles tenías que currártelo más. Empecé a llevar camisas desabrochadas hasta la mitad del pecho. Pensaba que estaba sexi a rabiar.
BILLY: Eso fue más o menos cuando me dio por... ¿Cómo lo llaman ahora? ¿El smoking canadiense? Casi cada día me ponía unos pantalones y una camisa vaqueros.
KAREN: Sentía que con minifalda, botas y todo ese rollo no me iba a concentrar en tocar. Es decir, la estética me gustaba, pero prefería llevaba vaqueros de cintura alta y cuellos altos.
GRAHAM: Karen estaba tremenda.
ROD: Una vez empezaron a llamar un poco la atención, les organicé un concierto en el Troubadour.
GRAHAM: «Farther From You» era una canción cojonuda. Y se notaba que Billy la sentía. Era transparente, si estaba dolido o si estaba alegre podías verlo.
Aquella noche, durante el bolo en el Troubadour, miré a Karen y estaba totalmente entregada, ¿sabes? Y luego miré a Billy, que cantaba con el corazón, y pensé: «Este es nuestro mejor concierto hasta la fecha».
ROD: Vi a Teddy Price de pie al fondo de la sala, escuchando. Nunca me lo habían presentado, pero sabía que era productor en la discográfica Runner Records. Teníamos un par de amigos en común. Después del concierto se me acercó y me dijo: «Mi ayudante os oyó en el P. J.s. Le dije que vendría a escucharos».
BILLY: Bajamos del escenario y veo que Rod se acerca con un tipo trajeado muy alto y gordo y dice:
—Billy, quiero que conozcas a Teddy Price.
Lo primero que Teddy dice, con ese acento británico pijo, es:
—Tienes un gran talento para escribir sobre esa chica.
KAREN: Ver a Billy con Teddy era un poco como ver a un perro que acabara de encontrar a su amo. Quería complacerlo, quería el contrato discográfico. Se notaba que cada poro de su piel lo deseaba.
WARREN: Teddy Price era más feo que pegar a un padre. Costaba hasta mirarle. [Ríe] Es broma. Pero era horroroso. Lo que molaba era que parecía que le daba igual.
KAREN: Esa es la ventaja de ser un hombre. Una cara fea no es tu ruina.
BILLY: Le di la mano a Teddy y me preguntó si tenía más canciones como las que había escuchado.
—Sí, señor —le dije.
—¿Dónde ves este grupo dentro de cinco años? ¿Y de diez?
—Seremos el grupo más importante del mundo.
WARREN: Esa noche firmé mi primer par de tetas. Se me acerca una chica, se desabrocha la camisa y dice: «Fírmame». Así que la firmo. Un recuerdo así es para toda la vida, te lo digo.
A la semana siguiente, Teddy fue a visitar al grupo a un local de ensayo en el Valle de San Fernando y escuchó las siete canciones que habían preparado. Poco después fueron invitados a las oficinas de Runner Records, donde les presentaron a Rich Palentino, el director general, y les ofrecieron un contrato de grabación y publicación. El propio Teddy Price les produciría el disco.
GRAHAM: Firmamos el contrato sobre las cuatro de la tarde y recuerdo que salimos y echamos a andar por Sunset Boulevard, los seis, con el sol cegándonos, y sentimos como si Los Ángeles hubiera abierto los brazos y nos hubiera dicho: «Venid aquí».