Traerte de Vuelta a la Vida - Paola Chauque - E-Book

Traerte de Vuelta a la Vida E-Book

Paola Chauque

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Beschreibung

Después de una terrible pérdida, Paul Greenan regresa a su hogar donde descubre que su novia lo ha dejado por su primo. Y esa no es la única sorpresa que el destino le tenía preparada para esa noche. Ahora es él quien se encuentra inmovilizado en un hospital. Malhumorado, orgulloso, y con el corazón roto, la única persona a la que parece tolerar es a una enfermera pelirroja que hará mucho más que ayudarlo a curar sus heridas. Delen estaba de guardia cuando un accidente en los tranquilos caminos de Cornwall, al sur de Inglaterra, la llevó a conocer a la oveja negra de una poderosa familia del lugar. Delen es una joven enfermera con grandes responsabilidades. Tiene una hermosa hija que criar, cuentas que pagar. No puede permitirse arriesgar su empleo. Y mucho menos puede permitirse enamorarse de un hombre que todavía ama a otra mujer.

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Seitenzahl: 350

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Paola Chauque

Traerte de Vuelta a la Vida

Chauque, Paola Traerte de vuelta a la vida / Paola Chauque. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-2783-7

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. I. Título. CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Índice

PARTE 1

PARTE 2

PARTE 3

PARTE 4

PARTE 5

PARTE 6

PARTE 7

PARTE 8

PARTE 9

PARTE 10

PARTE 11

PARTE 12

PARTE 13

PARTE 14

PARTE 15

PARTE 16

PARTE 17

PARTE 18

PARTE 19

PARTE 20

PARTE 21

PARTE 22

PARTE 23

PARTE 24

PARTE 25

PARTE 26

PARTE 27

PARTE 28

PARTE 29

PARTE 30

PARTE 31

PARTE 32

PARTE 33

PARTE 34

PARTE 35

PARTE 36

PARTE 37

PARTE 38

PARTE 39

PARTE 40

PARTE 41

PARTE 42

PARTE 43

PARTE 44

PARTE 45

PARTE 46

PARTE 47

PARTE 48

PARTE 49

PARTE 50

PARTE 51

PARTE 52

PARTE 53

PARTE 54

PARTE 1

Su cabeza iba a mil por hora, al igual que su auto. Paul manejaba a toda velocidad su BMW por las carreteras de Cornwall, ni siquiera sabía a dónde iba. Hacía menos de una hora su mundo se había destruido por completo. Ese día había regresado de América, había estado allí durante cuatro meses acompañando a su padre enfermo. Habían gastado buena parte de su fortuna para pagar el tratamiento de Thomas, pero al final no había dado resultado. En el último año la enfermedad lo había consumido y, aunque su padre se había rehusado a prolongar la agonía con ese tratamiento, Paul había insistido y no había querido cambiar de opinión y lo había acompañado en el viaje. Descuidando la empresa, su casa y evidentemente ahora, su relación con Helena.

Paul había salido con Helena durante casi dos años, aunque se conocían de toda la vida.

“La joven que por fin hizo sentar cabeza a la oveja negra de la familia”, –había escrito un titular. Y no estaban muy equivocados. En esos últimos y oscuros meses, las conversaciones con su novia eran lo que lo habían mantenido cuerdo. Llamadas por Skype por las noches, chats por WhatsApp cuando estaba en la clínica junto a su padre. Helena era la única que lograba sacarle una sonrisa. En uno de sus pocos momentos de lucidez, su padre le había dicho que lamentaba no haber podido hablar con el padre de Helena para pedirle la mano de su hija para él. Thomas a veces podía ser muy anticuado, pero Paul sospechaba que a su novia no le habría disgustado la idea de que se tomaran tantas molestias por ella.—”Lamento no haberte dejado más para que puedas conquistar a la joven Carmichael”.—Le había dicho en otra ocasión. Pero él ya había conquistado a Helena, o eso creía y Paul le dijo a su padre que no debía preocuparse.

En la última noche de vida de Thomas Greenan, el viejo hombre abrió sus ojos de repente. Paul dormía incómodo en un sillón a su lado, sólo la luz de la luna que entraba débilmente a través de la persiana y las luces de los aparatos de los que la vida de Thomas dependía iluminaban la sala. “Paul”, –sólo hizo falta que lo llamara una vez y Paul estuvo a su lado. “Creo que me iré con tu madre, ya me he demorado mucho y debe estar esperándome. Paul, encuentra una buena chica con quien compartir tu vida y no la dejes ir…”. –Paul, con un nudo en la garganta volvió a repetirle que no se preocupara por él, que él ya la había encontrado. “Encuéntrala...“.

Thomas murió esa madrugada, su hijo sostuvo su mano durante toda la noche. Al día siguiente, para despejar su cabeza, salió a caminar por las ruidosas calles de Nueva York y sin darse cuenta acabó en la puerta de Tiffany’s. Su tarjeta de crédito probablemente estallaría, pero Helena no se merecía nada menos que eso. Un rato después volvió a la calle con una bolsita celeste en sus manos y un ridículamente caro anillo adentro. Ahora el anillo aún estaba en el bolsillo de su chaqueta de cuero, al menos le habían evitado hacer el ridículo completamente y no había llegado a proponerle matrimonio. Helena no había visto el anillo, ya tenía otro en su dedo.

Al principio no comprendió que era lo que ella estaba haciendo en Towntine. Quizás había ido allí para esperarlo, pero Paul no había avisado a nadie cuando regresaría. Había decidido pasar por la casa de su tío camino del aeropuerto, pensó que así la visita sería más corta y podría pasar los próximos días en Greenhill Manor sin ser molestado. Fue la cara de su prima Victoria la que lo advirtió de que algo sucedía, algo más que el duelo por su padre. Estaba roja como una manzana. Paul se dio cuenta de que Freddie también actuaba extraño y fue entonces cuando notó el anillo en la mano derecha de Helena. De repente Victoria desapareció de la habitación y su tío Mortimer se acercó a él y apoyó una mano sobre su hombro. “Debes actuar como un caballero, hijo”.—Paul no podía recordar cuáles fueron exactamente las palabras ni quien las había dicho, pero en los minutos siguientes se enteró de que Helena estaba comprometida con su primo Freddie, que su relación había comenzado hacía un tiempo ya y que Helena estaba ahora embarazada de dos meses. Paul no creía haber reaccionado muy caballerosamente. Gritos e insultos habían sido repartidos por doquier, ni un tapete se había salvado de ser insultado. Su pecho le ardía y sus ojos también, tenía que irse de allí antes de que se pusiera a llorar como un niño.

Un momento antes de irse, se encontró cara a cara con Helena y con la voz entrecortada le preguntó: “Estos meses, ¿por qué no me lo dijiste?”.

“¿Cómo podía hacerlo? Con todo lo que estabas sufriendo…”.

“¡Pues gracias por tener tanta consideración!”. –Prácticamente le gritó en la cara y se fue de la casa.

Y ahora Paul manejaba a toda velocidad por una carretera rural, estaba oscuro y sus ojos aún le ardían. ¿Cómo podía haberle hecho tal cosa? Engañarlo durante meses, y nada menos que con su primo. La relación con Freddie nunca había sido la mejor, principalmente porque sus padres incentivaban su propia competencia a través de ellos, lo habían hecho desde que eran pequeños, pero en el fondo siempre había existido un silencioso aprecio entre los primos de sangre. ¿Pero esto? Esto no podría perdonárselo jamás. Lo había hecho un cornudo, lo había convertido en un hazmerreír. ¿Y Helena? Sus ojos se llenaron de lágrimas de sólo pensar en ella. ¿Acaso se había confundido tanto al pensar que ambos querían lo mismo? ¿Acaso no habían hablado de compartir la vida juntos? La ira lo abrazó por completo, qué imbécil había sido... Ahora no tenía nada, ni prometida, ni padre, ni familia. La empresa estaba casi en bancarrota y seguramente su hogar estaría cayéndose a pedazos después de meses de descuido. Tal era su aflicción, que Paul no vio la luz roja del semáforo adelante, ni tampoco vio el camión que se acercaba a toda velocidad al cruce de calles. Cuando escuchó la bocina, las fuertes luces ya iluminaban su pálido rostro. Luego todo fue oscuridad.

PARTE 2

Delen estaba de guardia la noche del accidente. Generalmente no trabajaba tan tarde, pero una compañera le había pedido que la cubriera y a Delen le vendrían bien las horas extras, apenas si llegaba a cubrir todos los gastos que tenía con su sueldo de enfermera. Estaba en la sala de descanso hojeando una revista de decoración cuando sonó la alerta de emergencia. Al momento Daniel se asomó a la puerta y le dijo que se preparara para cirugía. Al parecer, Dany le informó mientras esperaban junto a la puerta de la guardia a que llegara la ambulancia, un accidente de tránsito había ocurrido. Era extraño en esa zona donde no había casi nada de tráfico y menos a esas horas. Quizás alguno de los conductores se había quedado dormido, pensó Delen. El paciente, continuó diciendo Daniel, había sufrido una grave contusión en la cabeza. Se decía que un camión lo había arrollado y su cuerpo había salido despedido de costado y la ventanilla del acompañante se había hecho añicos en su rostro. El cinturón de seguridad había impedido que saliera expulsado del auto completamente. “Tuvo suerte entonces”, –comentó Delen.

Las sirenas de la ambulancia se escuchaban cada vez más cerca y Daniel, Delen y otro médico que estaba de guardia salieron al frío aire de la noche a esperarla. Estuvo frente a ellos en un momento y de repente todo cobró un frenético movimiento. Los paramédicos abrieron las puertas traseras del vehículo y Delen se puso manos a la obra ayudando a bajar la camilla y sosteniendo y apretando en rítmica frecuencia la bolsa de oxígeno que estaba conectada a la mascarilla que daba vida al hombre que agonizaba como resultado del brutal accidente. Mientras recorrían el estrecho e iluminado pasillo rumbo al quirófano, Delen bajó su vista un momento hacia el rostro del hombre. Estaba completamente cubierto de sangre, al parecer tenía un corte que iba desde el borde de su ojo izquierdo y llegaba hasta su barbilla. Tendría suerte si no había perdido el ojo. Su frente era un amasijo de sangre y pelo, su cabello rizado y más negro que la noche le llegaba a los hombros. “Masculino. 27 años de edad. Era el conductor del auto, se dio el rostro contra la ventanilla y la cabeza contra el techo, posible contusión cerebral. Sus piernas quedaron enganchadas en el cinturón de seguridad, tiene al menos dos fracturas en la pierna derecha adonde el camión chocó a su auto”. Uno de los paramédicos dijo mientras todos corrían al lado de la camilla.

“¿Nombre?”, –preguntó Daniel.

“Paul Greenan, de acuerdo a su licencia”.

“¿Paul Greenan?”.—Repitió Daniel sorprendido y desvió por un instante su mirada al rostro del hombre que yacía en la camilla. Delen volvió a observarlo también, su cara ya estaba casi desfigurada por la hinchazón. “¿Lo conoces?”.—Preguntó el paramédico. “Algo así. Fuimos juntos al colegio”. Delen volvió a observar detenidamente a Daniel, pero su rostro ya había vuelto a ser el del profesional cirujano, concentrado en su trabajo. Una vez en el quirófano, los paramédicos llegaron hasta la puerta, ella y el otro médico pasaron al hombre de la camilla hacia la mesa de operaciones. Mientras el Dr. Evans se preparaba y Paul era conectado a las máquinas que lo asistirían ahora, Delen se encargó de limpiar cuidadosamente la herida de la cara. Sería lo primero que operarían. Mientras lo hacía, creyó ver los ojos del hombre pestañar por un segundo. No sería la primera vez que ocurría, eran las drogas haciendo los primeros efectos en el cuerpo. Delen bajó su cabeza hasta que sus labios estuvieron a la altura de sus oídos. “Paul, todo estará bien. No tienes por qué preocuparte. Estás en buenas manos”.—Le susurró, luego le rozó ligeramente los dedos con los suyos y volvió a su trabajo.

Mientras Delen estaba ocupada limpiando la herida y el anestesista preparaba la anestesia, Miller, el otro médico residente se acercó con unas tijeras y comenzó a cortar la ropa de Paul Greenan metódicamente. Los pantalones ya estaban bastante rotos, al menos del lado de la pierna herida. Luego fue el turno de la remera, la campera de cuero había llegado en una bolsa junto al resto de sus posesiones y había quedado tirada en la entrada al quirófano. Delen ayudó a Miller a mover lentamente el cuerpo para quitarle los jirones de ropa. Ahora Paul se encontraba desnudo sobre la mesa, ella se apresuró a limpiar las nuevas manchas de sangre descubiertas en su cuerpo. Pequeños cortes y raspones desparramados en sus brazos y piernas que Delen desinfectó y vendó. Le pareció que Paul Greenan era un hombre que debería de hacer mucho ejercicio a juzgar por los bien definidos músculos que ahora comenzaban a tornarse violetas y llenarse de moretones. Cuando Daniel ingresó al quirófano Paul ya estaba limpio y cubierto por una sábana. Miller, que había estado inspeccionado al paciente, le informó que aparte de la herida en el rostro y la pierna también le parecía que podía tener fracturado el radio del brazo derecho. Los aparatos indicaban que sus signos vitales eran débiles pero estables.

Daniel decidió que primero lidiaría con el rostro y luego le harían estudios, radiografías de todo el cuerpo y una tomografía de la cabeza. Delen permaneció en el quirófano asistiendo a los doctores durante la cirugía. Casi una hora más tarde y la mitad del rostro del paciente estaba cubierto por vendas. Delen permaneció junto al hombre mientras lo llevaban de un lado al otro de la clínica realizándole estudios. Las radiografías confirmaron que, efectivamente, Paul tenía una doble quebradura en la pierna y que tendría que volver a la sala de operaciones. Además, uno de los huesos en su brazo derecho estaba fisurado por arriba de la muñeca. Tendría que usar un cabestrillo durante por lo menos un mes. La buena noticia era que no había ningún daño en algún órgano vital ni en la cabeza, sólo una leve contusión superficial que disminuiría en unos días.

Daniel programó la cirugía de la pierna para el día siguiente al mediodía, y decidió que Paul permanecería sedado durante un día más y entonces volvería a evaluar la situación. Delen acompañó a Paul a la sala de cuidados intensivos, era mejor que pasara la noche allí, por precaución. Daniel aguardó en la clínica durante un largo rato más, en caso de que la familia se hiciera presente, pero nadie lo hizo.

“¿Se habían vuelto a ver? Desde el colegio, quiero decir”. –Le preguntó ella mientras esperaban.

“No. Lo volví a ver una vez, pero eso fue hace años. Nuestras vidas tomaron caminos muy distintos”. Fue todo lo que le dijo. Luego se fue a su casa a descansar y le aconsejó que ella hiciera lo mismo. Pero Delen permaneció en el frente durante buena parte de la madrugada. No fue hasta que llegó Catherine que se enteró quién era su paciente.

“¿Paul Greenan? ¿No te suena para nada?”.—Delen negó con la cabeza. Catherine luego procedió a sacar su celular y buscar en varias páginas hasta que dio con el artículo en línea que buscaba. La página era Cornwall Gossips, fuente de todos los chusmeríos locales. En la foto se veía a un apuesto joven, una capucha cubriendo su cabeza, barba de un par de días, una botella de cerveza en su mano y lentes oscuros, aunque se veía claramente que era de noche. Su otra mano la llevaba enlazada con la de una hermosa mujer que caminaba detrás de él. Pelo color café, labios carnosos y altos pómulos. Vestía unos pantalones de cuero bien apretados que marcaban sus curvas, tacos aguja y un top de diseñador que debería de costar más que lo que Delen ganaba en todo un mes. El artículo era del año anterior, el título decía: “Paul Greenan y Helena Carmichael, la joven que por fin hizo sentar cabeza a la oveja negra de la familia”.

“Este Paul Greenan”. Señaló Cath. “Su familia ha estado en Cornwall por generaciones. Originalmente eran dueños de minas, ahora explotan las tierras adonde estaban. Complejos hoteleros en la costa, condominios. De verdad Delen, ¿acaso vives en un termo?”. –Catherine dijo en broma cuando a su amiga no le sonaba nada de lo que ella decía.

“Sabes que no presto atención a esas cosas, no tengo tiempo”.

“Sí, sí, lo sé. Bien, ya vete y descansa un poco. No te preocupes, yo lo mantendré a salvo por ti”.

“Ja ja”. –Delen rio irónicamente.

“Dale un beso a la niña por mí”.

“Lo haré. Nos vemos en un rato”.

Había sido una larga noche y Delen no veía la hora de acostarse a dormir en su cama. El apellido Greenan no le sonaba para nada.

PARTE 3

Cuando Delen regresó a la clínica más tarde ese día, ya tenía una mejor idea de quién era Paul Greenan. Había pasado un buen rato mirando en la pantalla de su teléfono los resultados de la búsqueda en Internet. No que ella fuera una chismosa o que fuera algo que hiciera habitualmente, pero ese hombre había despertado cierta curiosidad en ella. Quizás por la reacción que Daniel había tenido cuando se enteró de quién se trataba, o por la forma en que los ojos de Catherine chispeaban cuando le habló de él, como si se tratara de una celebridad. Bien, si se trataba de una celebridad no había ganado su fama por nada bueno. Lo primero que arrojó la búsqueda fue la página de negocios de la familia Greenan. Efectivamente el negocio familiar eran los bienes raíces, el desarrollo de emprendimientos inmobiliarios en lo que antes eran las tierras que explotaban con la minería. Delen ahora estaba segura de haber visto algunos de sus edificios cerca de la costa, aunque no estaba muy segura de sí embellecían mucho el paisaje natural y tranquilo de Cornwall. El jefe de la familia y CEO de la empresa era Mortimer Greenan. La información estaba acompañada de una foto, era un hombre bastante mayor. Se lo veía con dos jóvenes de pie detrás de él, un hombre y una mujer. Freddie y Victoria Greenan, decía el pie de la foto, herederos del imperio. En ningún lado hacía referencia al resto de la familia. Clickeando en otra página, otra imagen del hombre morocho apareció en la pantalla, era de hace algunos años, Paul Greenan parecía casi un adolescente. “La oveja descarriada”.—Decía el título. La imagen había sido tomada a altas horas de la noche, o muy temprano por la mañana. Paul tenía una botella de J&B bajo su brazo y estaba obviamente borracho. Dos jóvenes rubias, de taco alto y minifaldas excesivamente cortas lo acompañaban. En otra foto tomada de atrás, él las tomaba por debajo de la cintura. La nota explicaba un poco más la historia de la familia. Mortimer tenía un hermano menor, Thomas Greenan, padre de Paul. Al parecer su parte de la herencia familiar no había sido tan generosa y gran parte Thomas la había despilfarrado en los 70, cuando él mismo tenía edad para salir de juerga. Su comportamiento había causado fricciones con su hermano, quien era quien llevaba adelante el negocio familiar y Mortimer le había dado un ultimátum que Thomas no aprovechó. Para esa rama de la familia las cosas mejoraron cuando Thomas se casó con Grace, madre de Laurence y Paul. Juntos abrieron un pequeño local comercial, que luego se convertiría en una cadena de pequeños supermercados. Grace era querida por todos a quienes conocía y así la relación entre hermanos volvió a ser armoniosa. Pero tras la muerte de su esposa y su hijo mayor, el cuidado de la empresa y de su hijo fue demasiado para Thomas y este volvió a sus viejas andanzas. “¡Jesucristo! Que terrible”.—Delen se dijo a sí misma. Paul, el artículo continuaba, heredó las mañas de su padre y está causando grandes dolores de cabeza a su tío. Borracheras, peleas en bares, más de una vez su tío ha tenido que pagar la fianza para sacar a su sobrino de la comisaría. En otra página con una nota más reciente se hablaba de que debido a la enfermedad que aquejaba a su padre, Paul Greenan era quien estaba a cargo del negocio de los supermercados. El autor del artículo no parecía tener mucha fe en él. En el último año había varias notas en la página local de chismorreo adonde se lo veía acompañado de su novia, Helena Carmichael. Ya con unos años más, Paul parecía haber madurado y se lo veía muy serio. Delen había dejado el artículo más reciente para el final, allí se informaba del fallecimiento de Thomas Greenan. Había ocurrido en Estados Unidos, adonde había viajado junto a su hijo para someterse a un tratamiento que no había dado resultado. La nota era de la semana anterior.

“¿Alguna novedad?”, –preguntó a Catherine mientras se preparaba para realizar su primera ronda.

“Nada nuevo. Greenan sigue estable, aunque más violeta. Es una pena que se arruine tan bonito rostro”.

“¡Catherine! ¿Su familia ya ha venido a verlo?”.

Su amiga negó con la cabeza.

“¿Acaso no se habrán enterado?”.

“Daniel habló con su tío esta mañana. La policía ya los había informado”.

“¿Y a la novia?”.

“¿Acaso tienes el teléfono de la familia Carmichael? Si no se enteró aún, lo hará pronto. En Twitter ya está dando vueltas la foto del auto destrozado, seguramente estará aquí de un momento a otro”.

Pero nadie estuvo allí para verlo ni preguntando por su salud en las primeras horas de la tarde. La operación de la pierna se demoró durante varias horas, Paul tardaría un tiempo en volver a caminar normalmente, pero con rehabilitación y ejercicios Daniel creía que no habría secuelas. Su rostro estaba muy inflamado y Delen se encargó de quitar las vendas para limpiar la herida y luego volverlas a colocar. Definitivamente le quedaría una buena cicatriz.

Por la noche, se encontró con una joven deambulando por los pasillos de la clínica. Era bajita y de pelo oscuro, sus cachetes redondeados y pequeños ojos estaban colorados y mostraban gran preocupación. Delen la reconoció por la foto que había visto en Internet, era la prima del hombre, Victoria creía recordar era su nombre.

“Disculpe, ¿puedo ayudarle?”. –La joven pareció sorprendida.

“Oh... sí. Estoy buscando la sala de cuidados intensivos”. –Dijo en un dulce tono.

“Lo siento, pero me temo que el horario de visitas ya ha terminado. Si quiere puede regresar a mañana a las...“.

“Por favor, verás, mi primo ha tenido un accidente. Yo no me he enterado hasta hace un rato. Nadie ha venido a verlo. Su nombre es Paul Greenan”.

A Delen casi se le partía el corazón de pena al verla, estaba realmente angustiada. Sabía que no estaba permitido que los pacientes recibieran visitas fuera del horario correspondiente, pero Delen realmente sentía pena por ella y por él también, que había pasado todo el día sólo.

“Sígame. Le pido que no le diga esto a nadie, podría meterme en problemas”.

“Oh, ¡gracias! ¡Gracias! No le diré a nadie”.

Delen guio a Victoria hasta la sala de cuidados intensivos. “Aún está sedado, para poder controlar su evolución”. –Le informó. “Le han hecho dos operaciones, pero se está recuperando favorablemente. Le pido que trate de hacer silencio en la sala”.

Luego de dejar atrás varias cortinas, Delen levantó la que correspondía a Paul Greenan y dejó pasar a su prima cerca de la cama. La cara de la joven se distorsionó de dolor al verlo. Sus ojos se llenaron de lágrimas y se llevó una mano a la boca para sofocar su llanto. Delen la tomó por los hombros y se acercó a ella hablando bajito. “No está tan mal como parece. La mayoría de los golpes fueron superficiales, sólo la pierna y el brazo están quebrados, pero se recuperará”.

“¿Y la cabeza?”. –Preguntó Victoria horrorizada al ver el rostro inflamado y violáceo y parcialmente cubierto por vendas.

“Una contusión menor. Tiene un gran corte en la mejilla, pero tuvo suerte de que no tocara el ojo”.

Victoria permaneció junto a su primo por unos momentos más, tomando su mano. Besó sus nudillos antes de irse.

“Muchas gracias por dejarme verlo… Delen”. –Victoria le dijo una vez que estaban de vuelta en el pasillo, leyendo la plaquita que Delen llevaba colgada en el pecho con su nombre.

“No hay de qué. Puedes hablar con el doctor Evans mañana en el horario de visitas del mediodía...“.

“Oh... yo, yo no creo que pueda venir durante el día. Quizás, quizás podría dejarte mi teléfono y tú podrías mandarme un mensaje con cualquier novedad. Siento pedirte esto, pero, pero mi familia... es una situación delicada...“.

¿Más delicado que un grave accidente de auto con un hombre inconsciente en el hospital? –Pensó Delen. Pero la joven se veía realmente afligida. “Seguro”. –Le dijo con una leve sonrisa.

PARTE 4

Paul estuvo inconsciente dos días más. Daniel prefirió esperar a que el pequeño hematoma en su cabeza desapareciera por completo antes de moverlo a una habitación común y quitarle los sedativos. Paul se despertó lentamente, sus ojos pestañaron en una claridad encandilante. ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado? Un sordo gruñido salió de su garganta. Sólo veía luz. La luz del camión acercándose apareció en su mente, Paul abrió más los ojos e intentó hablar, pero no sabía que decir. El camión estaba muy cerca, podía sentir su impacto contra su cuerpo. Algo se movía a su alrededor, seguramente estaba muerto. De pronto alguien se interpuso en su campo visión y tapó la luz. Paul trató de enfocar la vista, la imagen era borrosa. Un rostro dulce, de piel blanca y cabellos rojos se materializó ante él. Un ángel. “Paul, estás muerto”. –Pensó. Pero el ángel comenzó a tener más rasgos. Mejillas redondeadas y ojos verdes. Labios color carmín y el cabello atado en una coleta a un lado de su cabeza. ¿Acaso los ángeles se sujetaban el cabello?

“Paul, Paul ¿Puede oírme?”. –Escuchó que el ángel decía, pero Paul no tenía fuerzas para contestar y volvió a dormirse. Delen estaba controlando el suero de Paul Greenan cuando escuchó un leve gruñido. Estuvo a su lado en un momento, recién estaban comenzando a quitar el medicamento que lo mantenía dormido, pero aun así era pronto para que despertara. Como era de esperarse, volvió a dormirse.

Delen había mantenido al tanto de la evolución de su primo a Victoria Greenan. Pero aún no entendía por qué nadie de su familia lo visitaba. Victoria le había dicho que la noche siguiente podría ir a verlo, que le era imposible ir durante el día. Ya no habría tanto problema, una vez fuera de terapia las normas para las visitas no eran tan estrictas. Pero sería bueno que hablara con el Dr. Evans en persona, le dijo.

Durante los últimos tres días Delen había pasado buena parte de sus horas de trabajo junto a Paul. Era el paciente que requería más cuidado de todos los que estaban en su piso y Daniel le había pedido que cuidara bien de él. No que ella descuidara a los demás pacientes, pero Paul era una persona con cierto interés público y, Daniel le había dicho en voz baja, su familia ha sido muy generosa con la clínica en el pasado. Pues a su familia no parecía importarle en absoluto la salud de Paul, pero aun así ella se esforzó en su trabajo. Era un requisito indispensable para ejercer su profesión no sentirse cohibida—ni atraída' por los pacientes, pero Delen no podía evitar admirar el cuerpo del hombre. Principalmente cuando debía bañarlo o, mejor dicho, pasar una toalla húmeda por todo su cuerpo. Ahora que la hinchazón de los moretones había comenzado a reducirse, todo lo que sentía bajo sus manos era su piel tersa y sus firmes músculos. Por supuesto que no todas sus tareas eran placenteras, pero Delen hacía tiempo que se había acostumbrado a ellas. También había comenzado a pasar sus momentos de descanso en su habitación, había dejado algunas revistas en unos de los cajones y el libro que estaba leyendo. Delen se preguntó qué tipo de libros le gustaría leer a él.

Durante la cuarta noche de Paul en el hospital, el Dr. Daniel Evans decidió que era hora de despertarlo. Delen estaba de pie detrás de él, hacía unas horas que ya le habían dejado de dar los sedantes. “Paul. ¿Paul? ¿Me escuchas? ¿Sabes adonde estas?”. –Preguntó el doctor con voz clara y firme. Paul decidió que no estaba muerto. Una voz resonaba en su cabeza, llamándolo. Lo primero que sintió fue el dolor en la pierna, un cosquilleo que comenzó en su pie y subía hacia su cintura. Quiso moverla, pero no pudo hacerlo. Eso le hizo abrir los ojos. Paul se encontró con un hombre con bata blanca parado junto a él. Su rostro le parecía familiar.

“Buenas noches, Paul. Soy el doctor Daniel Evans. Estás en una clínica, ¿Me comprendes? Cierra los ojos si es así”.—Paul apretó sus párpados por un instante.—”Muy bien. Ahora te haré unos pequeños chequeos”. Daniel inspeccionó sus ojos con una linterna, e hizo que le siguiera el dedo con la mirada. Luego revisó su pulso y le tomó la presión. Paul intentó hablar, pero su boca estaba seca. Antes de que Daniel girara su cabeza, Delen dio un paso adelante.

De atrás del doctor, Paul vio emerger otra persona. Una joven colorada, vestida con un ambo verde. Al parecer su ángel era sólo una enfermera. Paul la siguió con la mirada mientras ella se acercó a la mesita que estaba al lado de la cama y mojó un algodón en agua y lo paso por sus labios para que él bebiera. “Ella es Delen, una de nuestras enfermeras”. –Dijo Daniel, pero Paul no lo escuchó, estaba concentrado en saciar su sed y beber esas pocas gotas de agua sin ahogarse. Cuando terminó le susurró a la enfermera: –“Pierna… no puedo”.

“Te has quebrado la pierna”. –Dijo el doctor en su otro costado y Paul volvió la vista de nuevo hacia él. –”¿Recuerdas algo de lo que pasó?”. –Paul trató de recordar, después de un momento dijo: “Había un camión”.

“Sí, Paul. Un camión chocó contra tu auto. Tuviste un accidente. Te has quebrado una pierna y fisurado el brazo derecho. También te golpeaste fuertemente el rostro, tuvimos que operarte. De la cara y de la pierna. Pero ninguna de las heridas es de gravedad. Tuviste suerte, aunque me temo que tendrás una cicatriz”. –Paul quiso llevar las manos a su cara, pero uno de sus brazos estaba inmovilizado, y la enfermera tomó con sus manos su otro brazo para evitar que lo levantara, había agujas inyectadas en él. “Tranquilo Paul”, –le dijo el doctor—”estarás bien”.

Los recuerdos volvieron a su mente de repente. El camión, la oscura carretera, y también lo que había ocurrido antes. Su padre, el anillo. Helena y Freddie. Sintió su corazón golpear contra su pecho. Pitidos y ruidos extraños comenzaron a sonar por sobre su cabeza.

“Relájate Paul, todo estará bien”.—Volvió a asegurarle el doctor. ¡¿Todo estará bien?! Todo era un absoluto desastre. Lo había perdido todo. Y ahora encima estaría inválido. Ahora además ella sentiría lástima por él. Hubiera sido preferible morir en ese accidente.

“Vuelve a darle el calmante”. –Delen asintió e inyectó una dosis del medicamento en la sonda que estaba conectada a las venas de Paul Greenan. Se volvió a dormir en unos instantes.

PARTE 5

Cuando Paul volvió a despertar ya era de día. Aún seguía en la misma habitación, pero la luz ya no era artificial. Ya no se sentía confundido, tenía claro dónde estaba y qué había ocurrido. Tenía la garganta todavía seca y ahora además tenía bastante hambre, su estómago estaba totalmente vacío. Se preguntó cómo debería hacer para llamar al doctor o la enfermera para que vinieran a verlo. Fue el sonido del roce de la hoja de un libro dándose vuelta la que le advirtió que no estaba solo en la sala. No la había visto porque estaba sentada hacia su izquierda, al parecer tenía ese ojo cubierto por vendas. Paul movió la cabeza a un lado y la enfermera se percató de que estaba despierto. Era la misma que había visto en las dos ocasiones anteriores.

Delen, que había hecho dos guardias seguidas, estaba descansando un momento en la habitación del Sr. Greenan. Encontraba esa sala muy tranquila, no como la sala de empleados en donde todo el mundo entraba y salía constantemente. Así también podía tener un ojo puesto en él, como le había prometido a Daniel. Delen notó cuando Paul volvió su cabeza hacia ella, en un momento estuvo a su lado. “Señor Greenan”.—Paul lamió sus labios y esperó que la enfermera entendiera que tenía sed. “Imagino que tiene sed, ¿quiere intentar beber agua?”, Paul cerró los ojos en asentimiento. Delen levantó levemente el respaldo de la cama y, con cuidado, pero con la confianza de haber hecho eso muchas veces, colocó otra almohada bajo su cabeza. Paul bebió un vaso entero de agua, sabía horrible, pero él tenía una sed terrible. Cuando terminó, la enfermera secó las gotas que se habían derramado por su barbilla. Paul intentó llevar su mano sana nuevamente a su rostro, pero Delen volvió a impedírselo. “Con cuidado. Aún está conectado a los monitores”. La enfermera tomó su mano y cuidadosamente la guio a su cara. Paul se tocó el rostro, la mejilla que esperaba encontrar con barba estaba bien afeitada. El lado derecho parecía estar entero, pero cuando pasó su mano por sobre su nariz hacia el otro lado se encontró con una venda. “La herida aún tiene riesgo de infectarse, por eso debe estar cubierta, unos días más y ya podremos quitarle la venda”.—Dijo la enfermera. Paul no hizo comentario. Un poco más sentado como estaba ahora, podía ver el resto de su cuerpo. Su brazo derecho estaba en un cabestrillo y descansaba sobre su pecho desnudo. Podía ver los moretones, y su pierna levemente elevada. Solo por probar, intentó mover la otra pierna. Y lo consiguió. Perfecto, al menos no era un completo lisiado. Su estómago volvió a quejarse. “Tengo hambre”.—Dijo con la voz algo ronca.—”Bien, eso es una buena señal”.—Dijo Delen, “Iré a pedir que le adelanten el almuerzo”.

Delen volvió al rato con la bandeja de comida para el señor Greenan. Lo encontró tal como lo había dejado, sentado mirando perdidamente a la nada. Despierto, los rasgos de Paul Greenan eran muy distintos. Su ceño fruncido, la mandíbula endurecida. Delen no podía descifrar lo que escondían sus ojos. Como no podía utilizar su mano derecha Delen debió darle de comer en la boca, lo que pareció frustrarlo mucho. –“Esto es espantoso”. –Dijo él. Delen pensó en responderle que estaba en una clínica y no en un hotel cinco estrellas, pero mantuvo su boca cerrada. Aún con lo asquerosa que era la comida, no dejó nada en el plato. Se preguntaba cuántos días había estado inconsciente. Al menos el flan que le sirvieron de postre era aceptable. La enfermera, a pesar de ser muy joven, parecía bastante competente. Era callada, pero al parecer capaz de anticipar sus necesidades. Cuando terminó de comer, Delen lo ayudó a cepillarse los dientes, y sólo hizo falta un movimiento de su cabeza para que ella le explicara cómo hacer sus necesidades. “Preferiría ir al baño”. –Dijo él. Por supuesto, cualquiera preferiría eso. “Es muy pronto para que se mueva”. –Le contestó ella.

“Antes de volver a bajar la cama debo limpiar la herida”. Paul sólo asintió. Al parecer el Señor Greenan no era muy conversador. Le tomó un momento retirar la bandeja de la comida y preparar los elementos para desinfectar el rostro lastimado. Paul observaba a la joven entrar, salir y moverse por la habitación con el rabillo de su ojo bueno. Era incómodo tener sólo la mitad del campo de visión. Notó que esta vez llevaba el pelo sujeto en una trenza, debería de tener el cabello muy largo porque le llegaba casi a la mitad de la espalda. Sus ojos, tal como había notado la primera vez, eran verdes, pero con destellos azules o marrones según como les diera la luz. Paul recordó los ojos de Helena, sus ojos color café y su abundante cabellera. Ella siempre usaba el pelo suelto, aún en la cama. Pero ahora él no la vería despertar más con el pelo alborotado alrededor de su hermoso rostro, ahora era Freddie quien la vería así. No podía comprender semejante traición. Paul sintió de vuelta su corazón palpitar en su pecho y trató de calmarse, no sea cosa que volvieran a sonar las alarmas y volvieran a sedarlo. Ya no quería que le dieran más drogas. Si tenía que sufrir el dolor se aguantaría, seguramente sería menos doloroso que lo que le había ocurrido en la última semana. “¿Qué día es hoy?”, preguntó para distraerse. La enfermera acercó la mesa giratoria con rueditas y la acomodó por encima de su regazo. “Es jueves”.—Delen le respondió mientras comenzaba a retirar las vendas de su cara cuidadosamente.—”El accidente fue el domingo. Ha estado aquí cuatro días”. Continuó diciendo, antes de que él pudiera hacer la cuenta en su mente. Paul observó el rostro de la enfermera cuando sacó las últimas gasas de su cara. Quería estudiar su reacción al verlo, tener una idea de cuán deformado estaba. Pero ella ni pestañeó. Quizás porque estaba acostumbrada a ver deformidades todo el tiempo. Los meses que había estado acompañando a su padre, Paul también se había acostumbrado a ver la enfermedad cara a cara, aun cuando tenían una habitación privada en uno de los mejores centros de salud de Nueva York. Paul se movió incómodo ante el recuerdo. “Debe tratar de quedarse quieto”. Dijo Delen.—”Antes de limpiar la herida voy a tener que afeitarlo, otra vez”. Era increíble lo rápido que le crecía la barba, ¡lo había afeitado el día anterior por la mañana! Pero no podía dejar que el pelo cubriera la herida. Paul permaneció inmóvil mientras la enfermera cubrió su cuello con una toalla y luego esparció crema de afeitar por su rostro. Su cara concentrada en su tarea a meros centímetros de su rostro. Paul podía sentir su perfume.—”Listo”.—Dijo al cabo de un rato. Había cerrado los ojos, relajado bajo sus confiadas manos. “Ahora voy a quitar el parche del ojo, la cinta puede doler un poco”.—Delen no había descubierto su ojo, cuidando de que no entrara jabón en él. Paul maldijo cuando la cinta se despegó de su piel, y vio una leve sonrisa escapar de los labios de su enfermera. Parpadeó, el parpado izquierdo apenas se movía y una vez que se acostumbró a la luz, sintió un gran alivio al darse cuenta de que podía ver. “Ya no está tan inflamado, eso bueno”. Dijo ella y comenzó a limpiar la herida. Estaba cicatrizando rápidamente. Cuando terminó e iba a comenzar a taparla con gasas de nuevo, él le pidió si podía verse en un espejo. Delen vaciló un momento, pero luego sacó de su bolsillo un pequeño espejo, el que ella utilizaba para ver si no estaba muy desaliñada. Lo abrió y lo puso delante de su cara. La última vez que Paul se había visto en un espejo había sido en el baño del aeropuerto. Entonces, su reflejo le había mostrado a un joven triste, pero con esperanza, la esperanza de una vida que latía en el bolsillo de su chaqueta. La esperanza de empezar una nueva vida junto a la mujer que amaba. Ahora el reflejo en el espejo era el de un hombre partido en dos. Metafórica y literalmente. Una línea roja con hilos negros atravesaba toda su mejilla. Desde la barbilla hasta el borde de su hinchado ojo, la mitad de su cara estaba levemente inflamada. Paul apartó bruscamente la vista y ella volvió a poner el espejo en su bolsillo. Quizás no había sido una buena idea. Delen volvió a cubrir su rostro con gasas, pero Paul no volvió a decir nada. Ella limpió y guardó todos los elementos y luego volvió a bajar el respaldo de la cama.

“Trate de descansar, Señor Greenan. El doctor Evans lo vendrá a ver después del mediodía”.

“¿Adónde vas?”. –La pregunta salió de sus labios de forma brusca y Delen lo miró algo sorprendida. La verdad no creía que él le hubiera prestado mucha atención, era lógico cuando uno se despierta en un hospital después de sufrir un accidente. Las personas tienden a encerrarse en sí mismas.

“Debo ver a otros pacientes”. –Dijo ella. –”Volveré a controlarlo en un rato”.

“¿No eres mi enfermera particular?”, –Paul no sabía por qué había asumido eso. Quizás porque ella era la única enfermera que había visto hasta entonces, o porque estaba sentada a su lado leyendo un libro cuando despertó.

“N–no…”. Vaciló. ¿Por qué habrá pensado eso? –”Soy una de las enfermeras de la clínica, tengo otros pacientes. Señor Greenan”. –Delen continuó, volviendo a entrar en la habitación. “Quizás, quizás usted desee que llame a alguien. Su teléfono se rompió en el choque, pero si recuerda el número, yo podría llamar a algún amigo, o a... ¿Su novia tal vez?”.

Paul se mordió tan fuerte el interior de su mejilla que la sintió sangrar.

“No. No quiero que llames a nadie. Ya puedes irte”. –Gruñó.

PARTE 6