Treinta me habla de amor - Alessandra Narváez Varela - E-Book

Treinta me habla de amor E-Book

Alessandra Narváez Varela

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Treinta aparece un día anunciando que es Anamaría en el futuro, hablando de un amor raro y de jóvenes que deben ser salvadas. Anamaría tendrá solo trece años, pero no es ninguna tonta. Aunque Treinta parezca inofensiva, es una extraña. Y las chicas tienen que cuidarse de los extraños. Especialmente en los 90. Especialmente en su amada Ciudad Juárez. Donde la desaparición de mujeres y niñas se ha vuelto tan frecuente que el mayor miedo de todas es volverse una "encontrada". Además… Anamaría no necesita que nadie la salve. Aunque es cierto que se exige por demás, que el abuso en el colegio se ha vuelto intolerable, y que últimamente ha estado teniendo sueños mortales y febriles, en una ciudad marcada por la tragedia… ¿Qué más da una chica triste?

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Treinta aparece un día anunciando que es Anamaría del futuro, hablando de un amor raro y de jóvenes que deben ser salvadas. Anamaría tendrá solo trece años, pero no es ninguna tonta. Aunque Treinta parezca inofensiva, es una extraña. Y las chicas tienen que cuidarse de los extraños.

Especialmente en los 90.

Especialmente en su amada Ciudad Juárez. Donde la desaparición de mujeres y niñas se ha vuelto tan frecuente que el mayor miedo de todas es volverse una “encontrada”.

Además… Anamaría no necesita que nadie la salve. Aunque es cierto que se exige por demás, que el abuso en el colegio se ha vuelto intolerable, y que últimamente ha estado teniendo sueños mortales y febriles, en una ciudad marcada por la tragedia…

¿Qué más da una chica triste?

Si te gustó este libro no puedes perderte…

Hecha de estrellas,Ashley Herring Blake

Imperfecto, Laura Silverman

Con toda la furia, Courtney Summers

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Alessandra Narváez Varela

Es una poeta y educadora nacida y criada en Ciudad Juárez, México. Conocida por Juan Gabriel y los juarenses como “la frontera más bella del mundo”. Actualmente Alessandra vive del otro lado de El Río Bravo, en El Paso, Texas.

Como mujer bilingüe, escribe mayormente en inglés y Spanglish. Es muy apegada a sus padres y a sus estudiantes, y asegura que “enseñar es un sueño que nunca supe que tenía”.

Treinta me habla de amor es su primera novela en verso.

¡Visítala!

www.alessandranarvaezvarela.com

Para Amanda y Carlos, mis

padres: vértebras de mi

espalda, sangre y músculo

de mi corazón. Los adoro.

Toda palabra que escribo es

suya. Todo lo que soy es por

ustedes.

To Amanda and Carlos, my

parents: vertebrae of my

back, blood and muscle of

my heart. I adore you. Every

word I write is yours. All I am

is because of you.

Para las mujeres y niñas que hemos

perdido en Ciudad Juárez: la poesía no

regresa vida, la poesía no es justicia, pero

ella recuerda y no nos deja olvidar. Que los

benditos pasos en el paraíso que habitan

sean plenos y ligeros. Que lo que hagamos

en su memoria sea siempre digno de su

nombre. Que pronto llegue el día que

esta imperfecta, pero hermosa ciudad

nuestra nunca pierda a una mujer o niña

mas. Hasta entonces, por favor acepten la

humilde oración que es este libro.

To the women and girls we have lost in

Ciudad Juárez: poetry doesn’t give back life,

poetry is not justice, but she remembers

and doesn’t let us forget. May the blessed

steps you walk in the paradise you inhabit

be full and light. May what we do in your

memory always be worthy of your name.

May the day this imperfect, yet beautiful

city of ours never lose one more of you

arrive soon. Until then, please accept the

humble prayer that is this book.

Yo no la buscaba

Ella me encontró. Golpeóel lateral del baño del Multicinema,donde yo me sentaba, conla vista fija en la manchacolor fresa de mi ropa interior.¡Toma!, me dice ahora, y me da unatoalla con envoltorio verde lima.Susurro “gracias” porque medijeron que se puede aceptaruna toalla de una desconocida.Además, el cine es un lugarpúblico más o menos seguro.Encuéntrame en el puesto de comida.Podrás ver Buscando a Evaal menos cinco veces, dice condemasiado entusiasmo. Se me ponela piel de gallina: ¡me está siguiendo!No es una exageración: en mi hogar,Ciudad Juárez, y en mi época, 1999,

desaparecen chicas comoagua por el desagüe. Una cita con

cualquiera no será mi final.

Tengo trece, no soy tonta.

Cuando el alma me vuelve a los huesos

tiro de la cadena, no me lavo las manos

y doy un portazo al salir.

Búnkeres en Ciudad Juárez

Sin aliento y sudorosa, me echo en la

butaca de gamuza roja junto a Chachita,

mi mami. Me pregunta qué pasa. Nada,estoy bien, digo yo, pero todavía me laten

los oídos. No estoy bien. Trato de verla película: un hombre vivió en un búnker

treinta y cinco años porque su padrepensaba que una bomba nuclear destruiría

los EE. UU. ¿Hay búnkeres en CiudadJuárez?, le pregunto a Papiringo, mi papi, que

tiene el bigote lleno de palomitas. Anamaria,shh, murmura él. La miro a Chachita.

Quizás, ¿por qué?, dice ella, bebiendo unaDiet Coke con lima. Estaríamos más seguros,

con menos miedo, digo muy rápido. ¿Qué? preguntaChachita. Papiringo dice shh otra vez. Respiro

fuerte y les aprieto las manos: los dedos de

esqueleto de Chachita hacen crac. Los dedos

de salchicha de Papiringo no emiten sonido.

Nosotros: la familia Sosa Aragón

Yo: Anamaria Aragón Sosa. Papis: Chachita, alias Amanda Sosa, y Papiringo, alias Carlos Aragón. Lugar: Ciudad Juárez, Chihuahua, México, a un río-charco de distancia de El Paso, Texas, Estados Unidos. Casa: Una planta, dos dormitorios, un baño y medio, y un jardín triangular minúsculo en el que Chachita mata geranios. Calle: Rancho Carmona, no es un rancho de verdad. Mascotas: Algún que otro escorpión, alguna mariposa perdida y ningún perro porque “no tenemos espacio”. Lugares destacados: Cerca del primer Walmart de la ciudad, un cine y una alcantarilla sin tapa que desborda cada mayo. Ahora es febrero. Trabajos: Mis papis son dueños de El Colorín, una taquería de la calle Adolfo Pérez Mateos. Aquí es donde estoy casi todo el tiempo, y donde hago la tarea, porque ese es mi trabajo: la escuela.

Introducción a Sor

Nombre: Instituto Sor Juana Inés de la Cruz.

Alias: Sor. Uniforme: jumper gris que

llega a media pierna, con SJIC bordado

en blanco del lado izquierdo. Calcetas azules

y zapatos lustrados negros como vinilo. Casi

iguales a monjas, pero sin velos ni rezos. Pelo:

una coleta baja, ni alta ni dos como Britney Spears.

Los chicos, como soldados, con cortes

clásicos llenos de gel. Lema: Honor a quien

honor merece, y si quieres honor,

los libros deben estar henchidos de la saliva que

queda cuando tu cuello demuestra ser una

grúa inútil para la cabeza dormilona. Supervivencia:

estudiar, estudiar, estudiar. Big boss: la directora

Martínez, que corta las camisas que se salen de los

pantalones y te tira de la oreja si te descubre

corriendo en el patio. Leyenda: tiene un collar

hecho de orejas arrancadas y bebe

té de Tarahumara para no morirse nunca. Little bosses:

monitores con faldas grises, caras

grises y ojos en la nuca que todo lo ven.

Ella me vuelve a encontrar

Suena la campanilla de El Colorín.

Levanto la vista de mi libro de

Biología, pero no veo de verdad.

Un cliente tembloroso tras otro

ha venido en busca del crepitar y

el calor de nuestros tacos. El Sr. Yeyé,

mi tío de cariño (de mentira), se sientaconmigo. Es dueño del café de al lado,

sin nombre, a pesar de que un día le di

esta joya de candidato: El café de Yeyé.

Él se rio esa vez. Ahora sonríe alpedirme ayuda para amasar 500

bizcochos para una boda. Tengo mucha

tarea, y todavía no he logrado entrar al

cuadro de honor del Sor, pero adoro hacer

bollos de masa dulce. Chachita dice: ¡Ve, ve!

porque estudio “demasiado”. Afuera, juegoa una rayuela imaginaria para no tener

frío, pero una voz junto a la entrada del café me

para en seco: ¡No me acordaba del mamaleche!

Carne y hueso

Abrigo largo, lentes de marco negro y un rodete de abuela: debe de ser el cuerpo detrás de la voz en el baño del cine. De pronto, me castañetean los dientes, pero el Sr. Yeyé no se da cuenta al abrir la puerta. Nos rodea una cálida nube de dulzura. Ella entra, cojeando.

Sr. Yeyé: Pase, señorita. ¿Qué le sirvo?

Ella: Un café de olla, por favor. Con leche. [Sr. Yeyé se va a la cocina]

Yo: Conozco tu voz. Estabas en el cine. En el baño.

¿Me estás siguiendo?

Ella: No, pero necesito hablar contigo.

Yo: No hablo con gente que no conozco. Mi tío está allí.

Ella: No es tu tío-tío.

Yo: Sí que lo es. Vete, por favor.

Ella: ¿Podrías escucharme?

Yo: No tengo que escuchar nada de lo que digas.

Ella: Sí que tienes que hacerlo. Porque… soy tú.

Dentro de diecisiete años.

Yo: Pero ¿qué estás diciendo? Es imposible viajar en el tiempo.

Ella: Yo también pensaba eso. Pero si me dejas…

Yo: ¿Qué? ¿Secuestrarme? Voy a pedir ayuda a los gritos…

Ella: Tranquila. Mira, te conozco. Ponme a prueba.

Yo: ¡Es una locura!

Ella: Tus padres se llaman Carlos y Amanda.

Yo: Eso lo sabe cualquiera que coma en El Colorín.

Podrías ser una clienta.

Ella: De apodo les pusiste Papiringo y Chachita.

Yo: Prácticamente vivo allí. Podrías haberme oído llamarlos así.

Ella: Quizás, pero…

Yo: Entonces, si tienes diecisiete años más que yo, ¿tienes treinta?

Ella: Sí, pero eso no es lo que importa.

Yo: Mira, tener treinta ya es ser vieja. Ser vieja es ser sabia, así que,

¿cómo puedes creer que viajas en el tiempo?

Ella: Mírame a los ojos.

Yo: Son azulados. También veo granitos.

Ella: Concéntrate, por favor. Tengo los ojos grises, como los tuyos. Como dice Chachita.

Yo: ¿Y? ¿A qué te dedicas?

Ella: Soy poeta y maestra.

Yo: De ninguna manera voy a dedicarme a eso cuando tenga treinta.

Ella: ¡Ah, claro! Vas a ser médica y casarte con Brad Pitt.

Yo: Brad es un sueño, pero la medicina es un trabajo de verdad… Treinta.

Ella: Me llamo Anamaria.

Yo: ¡Treinta, Treinta, Treinta!

Ella: Pregúntales a tus padres sobre tu etapa de bebé berenjena.

Yo: ¿Qué…?

Sr. Yeyé: Pero mírense ustedes… ¡Las dos tienen el mismo color de ojos! ¿Son primas o algo?

Yo: ¡No! Pero si ella fuera mi prima, ¡sería una de esas primas perdidas que nadie quiere encontrar!

Treinta: Vuelvo en otro momento, Anamaria. ¡Buen día, Sr. Yeyé!

Machetera

¿Quién será Treinta en realidad? ¿Acaso trabajó en

El Colorín y viene con maldad? ¿Qué es una

etapa de bebé berenjena? ¿Les pregunto a mis papis?

No, ellos ya se preocupan mucho por mí,

su hija machetera: a los machetazos por la vida

para ser la mejor. He sido así desde siempre.

En el preescolar, diez veces dibujé una gallina, hasta

que se rompió el papel. En segundo grado,

antes del Sor, cinco veces seguidas a una niña llamé

para preguntarle: ¿Estás requetesegura de que

no hay más tarea que esa? Ahora, en séptimo grado,

voy a los machetazos así: hago la tarea de 5

a 9 de la noche, me duermo a las 10, me despierto a las

6 y repito como loro datos de Biología, practico

Álgebra y escribo cuanto resumen pueda para repasar

para los exámenes. ¡Dios mío!, dice Chachita

cuando me ve haciendo eso. Quizás quiere que Dios

me detenga porque ella no puede. Pero así

soy yo, más allá de quién o qué. Más allá de ella:

Treinta: poeta fatigada, fantasma furiosa.

Introducción a Pipina

Se llama Delfina Lince Islas, peroes como el pepino: fresca y verde.

Ese es el porqué de su apodo,

aunque no sea pepino, y ella solo

sea verde cuando su lengua juega mucho

con un caramelo de manzana. En realidad,

es de piel morena, ojos marrones, pelo

caramelo grueso como cuerda. También

podría ser verde porque su familia tiene lana,

pero no tiene nada de esas fresas que

presumen de sus cosas. El dinero es papel

de Monopoly para ella. Pero ¿las bromas?

Son aire y oro para Pipina. Así nos conocimos,

a unos días de empezar en el Sor, me susurró:

¿Qué le dijo un globo a otro globo en el

desierto? No le hice caso. Cuidado con el

cactussss, me dijo. Una risa disimulada conuna tos se escapó de mi garganta. Ella sonrió.

Así fue como me ayudó a mí –la niña nueva–

a relajarse y respirar por primera vez en el Sor.

Introducción a Margarita y sus 101

Margarita Dospasos Sol se saca 101, incluso 110, porque siempre responde las preguntas extras de los exámenes. Estudia más, me ha dicho, revelando el hoyuelo del mentón: por eso Margarita es mi segunda mejor amiga, después de Pipina. Margarita ha sido la reina del cuadro de honor desde que la conocí en tercer grado, y ni un solo pelo lacio, negro y corto de la cabeza se le rebela (mis rizos se encrespan y se desarman). Le salen granitos en las mejillas redondas y morenas durante la semana de exámenes (a mis nudillos les salen bultitos que causan comezón). Es machetera como yo: por eso Margarita a veces es mi primera mejor amiga. Sus padres tienen varios trabajos para enviarlas a ella y sus dos hermanitas, Cecy y Brenda, al Sor. ¡Estoy harta de las quesadillas!, dice casi todos los días en el recreo. Ella se prepara el almuerzo sola. ¿Yo? ¡Si no fuera por mis papis, moriría de hambre!

El príncipe del cuadro de honor

Héctor Márquez Lara viene segundo en el

cuadro de honor, después de Margarita. Él es

del color de la leche hasta que una pizca de rosado

invade su cara cuando la directora Martínez anuncia

su segundo puesto el primer lunes de cada mes

en el patio del Sor. Su grupo de amigos, tontos

y llenos de acné, le levantan los pulgares mientras

él sonríe con petulancia. También tiene un club

de admiradoras ricas que sueltan risitas cada vez

que hace cualquier cosa. La cabecilla, Alexa,

es la peor. Héctorrrr, qué inteligente eres,

¿no me ayudas con la tarea?, le dice. Además

la he descubierto mirando su perfecto trasero,

que también me quedo mirando yo, pero…

¿cómo no va a estar en forma con una piscina

olímpica en el patio? Viene de familia rica,

oí que Alexa le decía a Priscila, su

minion, más que su amiga. ¡Seríamos

la pareja mexicana perfecta!, con su

voz melosa de telenovela.

Alexa Zaragoza Ordaz es un hada

Pero tiene las alas hechas de papel

de cera, y su brillo solo proviene

del esmalte de uñas Hard Candy

que usa, ignorando las reglas del Sor.

Era difícil no ver a Alexa en la paleta

apagada del Sor: una güera de verdad

(rubia platinada, no rubia mexicana como

yo= unos mechones dorados), pequeñita

y delicada. Tenía la piel blanca, pero

no blanca leche como su amado Héctor.

Emanaba un resplandor entre rosado

y esmeralda de sus ojos azul Cancún.

Entonces, abrió la boca con brillo

labial (que tampoco está permitido):

Linda mochila de S-Mart, Alicia.

Me di la vuelta. No me llamo…

intenté decir, pero ella se fue

volando, riendo y siendo bella;

en su mochila iridiscente, una etiqueta

de Dillard’s de cincuenta dólares.

Treinta se encuentra con Chachita

Treinta entra a

El Colorín, la cara

como tomate viejo y orgulloso.

La cojera le hace arrastrar

un poco el tenis Converse

derecho, pero Treinta vuela

hacia Chachita,

en la caja registradora.

Chachita la saluda sin

verla porque tiene las

manos metidas en el delantal:

un agujero negro adonde van

a vivir los bolígrafos. Encuentra

su segundo preferido, de gel,

alza la vista, y esboza una sonrisa

mejor que la de Julia Roberts,

pero la cara se vuelve ceniza.

Las piernas ceden ante

la fuerza de la gravedad.

¡Chachita!, grito. ¿Qué

le has hecho?, acuso a Treinta

mientras sostengo la cabeza

de Chachita en mi regazo. Treinta

se muerde las uñas, paralizada,

y abandona la “escena”

arrastrando los pies con torpeza,

hasta que sale corriendo, temblando,

por la puerta. Los segundos

parecen horas hasta que Papiringo

dice Suelta, Anamaria, me quita

a Chachita de las manos y

la lleva como una muñeca sin vida

hasta la cocina, donde el olor a

carne especiada la va a despertar.

El ducto