Tú no eres especial - Alejandro Pérez Polo - E-Book

Tú no eres especial E-Book

Alejandro Pérez Polo

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Beschreibung

Nuestro mundo parece condenado a regirse por las frases de las tazas de Mr. Wonderful, el coaching motivacional, la ideología mindfulness, el fitness, los libros de autoayuda y lo veggie. Un vacío existencial que intenta ser rellenado con mascotas, likes y selfies, pero que deja un paisaje de depresión y malestar general tras de sí. Fresco y desenfadado, este ensayo explora el individualismo en la actualidad. En un tono que bascula entre el manifiesto contra el narcisismo, el análisis de comportamientos sociales y una profundidad teórica accesible, el conjunto de la obra es un viaje tanto narrativo como filosófico para comprender mejor qué nos está pasando, los males que nos aquejan y las esperanzas que aún perviven. Recogiendo el hilo de grandes pensadores como Heidegger, Marx, Žižek o Byung-Chul Han, y recorriendo las grandes novelas, películas y series de nuestro siglo, se mapean las tendencias actuales del aislamiento digital, la soledad y la ruptura de los lazos colectivos, a la vez que se defiende la reconstrucción de estos vínculos para recuperar vidas significantes y escapar a todas las penalidades provocadas por el narcisismo colectivo. En definitiva, una alternativa popular y comunitaria a los principales perjuicios de nuestras sociedades contemporáneas.

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akal / a fondo

Director de la colección

Pascual Serrano

Diseño interior y cubierta: RAG

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original..

© Alejandro Pérez Polo, 2023

© Ediciones Akal, S.A., 2023

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

facebook.com/EdicionesAkal

@AkalEditor

ISBN: 978-84-460-5451-1

Alejandro Pérez Polo

Tú no eres especial

Mascotas, selfies y psicólogos

Tú no eres especial es un ensayo que explora el individualismo contemporáneo. En un tono que bascula entre el manifiesto contra el narcisismo, el análisis de comportamientos sociales y una profundidad teórica accesible, ofrece un viaje tanto narrativo como filosófico para comprender mejor qué nos está pasando, los males que nos aquejan y las esperanzas que aún perviven. 

Nuestro mundo parece condenado a regirse por las frases de las tazas de Mr.Wonderful, el coaching motivacional, la ideología mindfulness, el fitness y los libros de autoayuda. Sobre el fondo de las tendencias actuales al aislamiento digital, la soledad y la ruptura de los lazos colectivos, el autor plantea la existencia de un triángulo de dominación contemporánea: el del individualismo; tres vértices sobre los que presiona el sistema para que emerja un egocentrismo total: el selfie (la soberanía del Yo en un mundo color pastel de Instagram), la tiranía de la positividad (dictadura de las sonrisas) y el tiempo (su aceleración y disolución). A este triángulo se opone el círculo de la comunidad: el círculo propuesto como figura geométrica perfecta, de los iguales y libres.

Una defensa de la reconstrucción de los vínculos colectivos. Una afirmación positiva del nosotros para recuperar vidas significantes y escapar a todas las penalidades provocadas por el narcisismo colectivo alimentado hasta el extremo en nuestras sociedades.

Alejandro Pérez Polo, graduado en Ciencias Políticas (Universitat Pompeu Fabra), tiene un Máster en Filosofía por la Université Paris 8, un Posgrado en Economía por la Universitat de Barcelona y un Máster en Publicidad por la UOC. Ha colaborado con numerosos medios de comunicación, revistas e institutos de pensamiento como eldiario.es, VózPopuli, CTXT, CuartoPoder, Psicología y Mente, El Viejo Topo, Sobiranies, La Trivial o Revista LaU, tratando temáticas que van desde el análisis cultural hasta la filosofía, pasando por la política, el cine, la teoría o la comunicación. Junto a Óscar Guardingo, con­duce también Antes del Derrumbe, un pódcast sobre estilos de vida contemporáneos y análisis crítico de la realidad social.

Presentación

En uno de los canales de televisión españoles existe un programa en el que se organiza una cita para cenar entre dos personas con la intención de iniciar una relación afectiva. Se titula First Dates y, en varios momentos, se recogen declaraciones de los participantes donde expresan sus intenciones, cómo quisieran que fuese su pareja, y también se describen ellos mismos.

Resulta curioso escuchar a una gran mayoría definiéndose como «especiales», «diferentes», «fuera de lo común». Sin duda, esa sensación muestra un sentimiento mayoritario en nuestra sociedad moderna. Se ha cultivado tanto el discurso de la autoestima, de la valoración personal, de la individualidad y la autoayuda que ha desaparecido el sentimiento de pertenencia a una colectividad (y, por tanto, la colaboración mutua y la lucha colectiva) para considerarnos todos excepcionalmente únicos. Esa es la tesis de este nuevo libro de la colección A Fondo, Tú no eres especial. Mascotas, selfies y psicólogos. El convencimiento individual de que somos únicos y, por supuesto, no tenemos nada en común con el vecino del quinto que coincide con nosotros en el ascensor, ni con nuestros compañeros de trabajo en la cadena de montaje, ni con todos esos trabajadores con los que coincidimos en el metro.

El autor es Alejandro Pérez Polo, graduado en Ciencias Políticas y con un máster en Filosofía por la Université Paris 8. Una formación académica muy adecuada para la temática de este libro, que trata sobre cómo una determinada concepción filosófica y existencial del individuo tiene un reflejo en el modo en que se enfrenta políticamente a la sociedad y a la vida. De hecho, Pérez Polo ha tratado de forma profunda estos asuntos en numerosos medios de comunicación, revistas e institutos de pensamiento.

Nuestro autor repasa todos los elementos de este nuevo perfil de ciudadano moderno y, así, a lo largo de las páginas iremos encontrando todas esas inquietantes características que ya están siendo mayoritarias y, parece, van a más.

Por ejemplo, la sensación de exclusividad en el escaparate de las redes sociales con la que exaltamos nuestra individualidad y nuestro ego. El sociólogo Zygmunt Bauman señalaba que las redes sociales habrían venido a ser como las revistas del corazón donde el protagonista éramos nosotros. La gente sencilla no puede aspirar a ser portada del Hola, pero, mira por dónde, ha visto que puede ser la protagonista de su Facebook o su Instagram. Es allí donde enseñan el interior de sus casas, sus vacaciones, su ropa, su familia... O sea, su reportaje en el Hola.

Pero también las movilizaciones y luchas, que ahora son de aluvión mediante las redes sociales; es decir, virtuales y sin una consecuencia tangible y organizativa. Consecuentemente, ninguna lucha es duradera ni se consolida, ni tampoco tienen una estructura de organización. Si encarcelan a un rapero, se convocan miles por redes, protestan ante los edificios oficiales, se enfrentan a la policía, destrozan mobiliario urbano y a los pocos días vuelven a sus casas mientras el rapero se pudre en la cárcel porque ya se han olvidado.

No existen los problemas colectivos, las opresiones e injusticias de un grupo social. Existe el drama personal que aireas en las redes. El que sufrió abuso sexual de niño, al que han diagnosticado un cáncer, el que recuerda el bullying en el colegio, al que insultaron en una playa por su obesidad... Hasta los famosos triunfan con libros sobre sus tragedias individuales pasadas o presentes. Todo son relatos personales para reclamar atención –visibilidad la llaman ahora–. No hay, en cambio, articulación colectiva de las reivindicaciones porque cada uno está ocupado en contar su drama privado.

Esto anterior provoca algunos fenómenos que nuestro autor analiza.

De esta manera, Pérez Polo estudia el tatuaje como elemento diferenciador de nuestro cuerpo respecto a los demás. En lugar de mejorar nuestra identidad con más conocimiento o más cualidades, aspiramos a diferenciar nuestro escaparate (nuestro cuerpo) con dibujos que nos conviertan en exclusivos, creyendo que eso nos hace también diferentes en nuestro interior.

El autor también destaca el mascotismo como muestra de la ausencia de vínculos con el resto de los humanos. «Donde antes había amigos, parejas, hijas, sobrinos, nietos, ahora hay mascotas, likes y seguidores. Todo son intentos de sustituir vínculos sólidos por vínculos líquidos y flexibles que intentan rellenar el vacío provocado por la ausencia del otro».

Profundizando en ese vacío, también señala otros elementos que van transformando nuestra vida en algo meramente virtual e inocuo: bebemos cerveza sin alcohol, café sin cafeína, hamburguesas sin carne, cigarrillos sin tabaco y dulces sin azúcar.

Así, nuestra existencia huye también de cualquier elemento doloroso hasta perdernos la realidad del mundo. El amor o la amistad se vuelven virtuales para que no produzcan dolor, incomodidad o compromiso. Estamos en el mundo de sólo lo positivo de las tazas de Mr. Wonderful.

Todo ello acaba provocando diferentes consecuencias.

La única ideología es el individualismo. Utopías como socialismo, comunismo o anarquismo son mitologías de siglos pasados que fracasaron. La mayoría piensa que son tan especiales que no pueden integrarse y perder su exclusividad en esa masa colectiva que es un partido político. Perderían su identidad, su excepcionalidad, porque su pensamiento es único, no puede ajustarse al de otros cientos y miles de personas.

El individuo se cree tan único que piensa que los demás son una especie de NPC, esos personajes de los videojuegos programados sin iniciativa, y él es el único protagonista de la vida. Algo así como Truman en la película de El show de Truman. Los individuos se creen Truman, es decir, con un mundo que gira alrededor suyo porque él es especial. En la película eso es lo que sucede y Truman no lo sabe; en nuestra realidad, es al contrario, eso no es lo que sucede, pero ellos creen que sí.

Los formatos de colectividad y sociabilidad que suponían enriquecernos, humanizarnos y afrontar de forma solidaria las luchas y las necesidades suenan a rancios. Familia, clase social, nación, asociación de vecinos, ateneo... son conceptos ya decimonónicos y casposos para cualquiera de menos de cuarenta años.

Mientras tanto, han encontrado un lugar donde sí les reconocen su carácter exclusivo. Es el mercado: ahí está la ropa especial para ellos, la colonia apropiada, el destino de su viaje idóneo, la comida precisa para su identidad única.

De este modo hemos llegado al fin de la historia que proclamaba Fukuyama. Si sólo nos importa nuestra historia personal de vida, no tendríamos nada que hacer con la historia. En realidad, es que ya no hay historia, se acaba y empieza con nosotros. Nadie lucha por mejorar ninguna sociedad, no vale la pena pensar en ningún proyecto alternativo más allá de nosotros mismos. Es el objetivo perfecto del conservadurismo y del capitalismo.

En conclusión, Alejandro Pérez Polo nos presenta una situación, un mundo, donde seguro vemos elementos que reconocemos como cotidianos. Incluso, quién sabe, hasta características propias, y así nos abre los ojos y nos advierte del precipicio al que nos vamos asomando.

¿Y cómo afrontar todo esto y salir de este pozo de individualismo y ego? También de ello se ocupa nuestro autor. Pero esa parte no la vamos a explicar en la presentación, deberá leer este libro.

Creo sinceramente que, después de terminar Tú no eres especial, ya nos acercaremos a las redes de otra manera, veremos el like de otra forma, descubriremos que no somos tan diferentes de nuestro vecino, del que se sentó a nuestro lado en el metro, de nuestro compañero de trabajo. Y, lo que es más importante, quizá entendamos que, gracias a que no somos tan diferentes, necesitamos a nuestros iguales para luchar por un mundo mejor.

Pascual Serrano

Introducción

Tú no eres especial. Aunque creas que el mundo te debe algo, el mundo no te debe nada. No hay ningún plan para ti, ni para mí. Fuimos arrojados a este desconcertante siglo xxi de la misma manera, sin que pudiéramos decidirlo. Nadie nos preguntó si queríamos nacer ahora, porque no hay nadie al otro lado. El universo es indiferente a ti. Estás aquí porque tus padres lo quisieron, o por error tras una noche que se fue de madre gracias a una cena con un vino peleón. Especiales pueden serlo tus padres, sin los cuales no existirías.

Sin embargo, la sociedad nos ha vendido que siendo nosotros mismos llegaríamos a ser nosotros mismos. A ti, a mí, nos dijeron que debíamos bucear en nuestro interior para encontrar nuestro verdadero Yo. Nos dijeron que debíamos diferenciarnos de los demás, ser únicos e irrepetibles. Cortamos los lazos que nos unían a la comunidad, nos rebelamos a la familia, a la nación, a la clase social… a todo aquello que contuviera una dimensión colectiva. Y construimos nuestras marcas personales; abjuramos del sacrificio, de la abnegación, del compromiso con el otro.

Celebramos el carpe diem. Somos hedonistas, tenemos el imperativo de disfrutar del momento, de anteponer cualquier placer inmediato al sacrificio que exige el tiempo. Intentamos expresar nuestro Yo comprándonos una prenda vintage única, pintándonos el pelo de color azul, haciéndonos un tatuaje que nos identifica como únicos. Cultivamos nuestro interior con mil recetas new age, adoptamos mascotas y las tratamos como trataríamos a los hijos que ya no tenemos. Vamos al psicólogo porque ya no tenemos amigos a los que acudir. Nos compramos libros de autoayuda intentando encontrar una razón para volver a sonreír. Acumulamos seguidores para seguir teniendo sensación de popularidad, de reconocimiento, de pertenencia cuando ya no hay comunidad a la que pertenecer. Nos dicen que somos especiales, para generar la ilusión de ser un Yo diferente –y mejor– que el resto de los Yoes de por ahí.

Pero tú no eres especial por haberte leído cuatrocientos libros más que el resto. Tampoco eres especial por haber descubierto una verdad íntima de la existencia humana cuando hiciste aquel viaje a Sudamérica, o la India. Ni, mucho menos, eres especial porque hayas sentido algo inexplicable, espiritual, algo que superaría la comprensión humana, algo que estás convencido que viene de otro mundo. Eres un humano igual que tu insoportable vecino del quinto, ese que siempre se está quejando de todo cuando te lo cruzas en el rellano. Eres un humano igual que ese rey que confundió su mandato simbólico de ser rey con su propia condición personal. Los humanos somos muy parecidos, aunque las pequeñas diferencias arbitrarias que tenemos entre nosotros se usen como una herramienta legitimadora para crear privilegios entre unos y otros, del mismo modo que un portero de discoteca te prohíbe la entrada por llevar un pantalón corto o una camiseta inapropiada.

Somos muy parecidos. Ayer estuviste navegando por Instagram, YouTube, Twitter o WhatsApp. Puede que, mientras estés leyendo estas líneas, tengas tu móvil a mano, por si al fin llega esa notificación que cambiará tu vida para siempre. No es un reproche, yo también lo tengo aquí en el bolsillo derecho de mis tejanos. Eres muy importante, lo sé, tienes unos cuantos centenares –incluso miles– de seguidores en alguna cuenta de redes sociales. Tienes unos grupos de WhatsApp a los que atender, una alerta activada por si tu jefe, tu pareja, tu crush o tus colegas quieren contarte una cosa muy importante. Nunca se sabe cuándo pueden decirte algo muy fuerte. Nunca se sabe cuándo alguien compartirá un meme con el que te partirás de risa. Nunca se sabe cuándo alguien puede pasarte una noticia inverosímil, que podría poner en duda hasta tus creencias más profundas.

En algún momento de tu vida has sentido una profunda angustia existencial. Puede que en este momento la estés sintiendo. Una incómoda sensación de estar perdido, de estar asomándote a un vacío de sentido, de no entender qué está haciendo uno con su vida, de qué es la vida en sí, de quién es uno en esta selva de selfies compitiendo por likes, atención y reconocimiento.

Todos hemos pasado por esas fases, de alguna manera u otra. Todos tenemos grandes relatos personales que contar al resto, todos creemos que lo que hemos hecho o sentido no lo ha hecho o sentido nadie antes. Todos hemos sufrido por amor, todos nos hemos alegrado cuando hemos alcanzado alguna meta que nos habíamos marcado, todos hemos estado nerviosos la víspera de un examen, o de una entrevista de trabajo.

Porque tú no eres especial, especial es el otro. Y todavía más especial es el vínculo creado con ese otro.

Sin embargo, se ha presionado en el sentido contrario. Se ha instalado el narcisismo colectivo como principio ordenador de nuestra sociedad. Se nos ha encerrado en nosotros mismos creando un búnker personalizado ante las tormentas de nuestro siglo, decorado con los simpáticos mensajes de Mr. Wonderful: sé tú mismo;si te esfuerzas, no habrá sueño que se te resista… Nos dijeron que «todo saldría bien» y las grandes marcas aseguraban «destapar la felicidad». Se decretó el final de la historia, el final de los tiempos, y ahora sólo nos queda disfrutar del momento. Se rompieron los lazos que nos vinculaban al otro para poder ser individuos buscando expresarse en su autenticidad inmediata. Una existencia fast food.

Nos prometieron que éramos especiales, únicos e irrepetibles, como especiales, únicos e irrepetibles eran los dioses antiguos y modernos. Te han prometido que serías diferente al resto, que tenías un talento oculto por descubrir, que tu vida interna es mucho más rica que la vida interna de esa persona que va sentada al lado tuyo en el metro, sumergida en su particular océano de siete pulgadas.

Pero el paisaje que ha dejado el narcisismo es el de un desierto de ansiedad, estrés, malestar y depresión como nunca se había visto. No sólo estamos desconcertados; también estamos fatigados, desilusionados y no terminamos de comprender por qué no logramos salir del atolladero. Hemos puesto un piloto automático y vamos transitando sin pena ni gloria por un mar de superficialidad trendy.

Nuestra sociedad celebra el Yo vaciando de sentido al individuo para rellenarlo con cosas y experiencias apasionantes que se compran y venden en el mercado. Es una forma de dominación que se focaliza en la construcción de un individualismo exacerbado, que se convierte en el único sentido de la existencia. Hay que hacerlo todo para marcar el nombre propio en las páginas de la historia humana. Hay que buscar la voz propia. Hay que exhibirse en las redes sociales. Hay que bucear en nuestro interior para encontrar nuestro verdadero Yo.

Ya no nos enunciamos en primera persona del plural. No es importante poner el nombre de la familia en ninguna página de la historia. No hay que hacer nada por los demás. Nos aíslan. De hecho, en España, un estudio de la empresa demoscópica 40dB encargado por la Cadena Ser y El País en marzo de 2023 revelaba que el 37% de los jóvenes entre dieciocho y veinticuatro años se sentía solo. El 33% de los veinticinco a los treinta y cuatro años. La soledad es ya una epidemia, y esta soledad es el correlato necesario del hiperindividualismo. Si todos debemos expresarnos en nuestra singularidad por encima de todo lo demás, lo demás deja de importar. Una atomización acentuada.

Encerrarnos en una habitación como imperativo: todos hemos visto a los influencers como Ibai, el Rubius, DjMariiO, AuronPlay o TheGrefg hacerse de oro retransmitiendo desde sus cuartos, solos. Produciendo sus contenidos aislados entre las cuatro paredes de sus habitaciones. Y no sólo se produce solitariamente, se consume también solitariamente. Twitch no se mira en familia, ni con amigos, ni con tu pareja. Lo miras en tu cuarto. De la misma manera, hemos visto a María Pombo acumular 2,5 millones de seguidores en Instagram y hacer de su vida un reality en redes sociales: lo mundano se convierte en extraordinario si logras dar con las teclas adecuadas. Por no mencionar a Georgina y el superéxito de su serie documental en Netflix: la riqueza desmedida como reclamo de marca personal.

Todo presiona en la misma dirección: la marca personal elevada a fin en sí misma. Sentirse especial, multiplicar los relatos del Yo para hacer negocio con nuestro propio ego. La antropóloga Paula Sibilia fue premonitoria en 2008 cuando escribió La intimidad como espectáculo. Probablemente, nunca imaginó que las personas más influyentes serían jóvenes grabándose en la intimidad de sus habitaciones. Quince años después, sabemos que no sólo es la intimidad vendida como imagen, sino el propio relato individualizado, que combinados generan una nueva forma de habitar nuestro mundo.

El cantante Drake dice ser un sexto dios. C Tangana inició su carrera con Ídolo, emulando a Drake. Ana Obregón nos vende el yoga como nuevo misticismo para cuidar nuestro Yo. Jennifer López dice que no contrata a bailarines virgo porque no le gustan las características de ese signo del zodíaco.

Por su lado, los grandes ídolos empresariales de nuestros tiempos, sean el desaparecido Steve Jobs, Elon Musk o Jeff Bezos, se elevan a auténticos gurús del nuevo coaching motivacional. Algunas de sus frases más conocidas rezan cosas estilo: «Trabaja duro, diviértete, haz historia» (Jeff Bezos) o «Quiero dejar mi marca en el universo» (Steve Jobs). Todos sus relatos trabajan en la dirección de sacar adelante el talento personal, pulir aspectos de la vida singular que uno tenga. Jamás mencionan las ayudas públicas que recibieron, jamás reconocerán los apoyos externos, jamás darán las gracias a los miles de trabajadores de sus empresas sin los que nunca habrían logrado sus éxitos, jamás aceptarán que son hijos de una madre y un padre, que pudieron hacer lo que hicieron gracias a un entorno favorable. Discursos y relatos que sitúan siempre el nombre propio por encima de lo común. Haciéndote creer especial a ti, justifican que ellos mismos son especiales y pueden así legitimar su posición y privilegios sociales. La capacidad de mejora individual nunca está relacionada con los demás. No es que yo vaya a mejorar si mejoran los demás, yo puedo mejorar por mi cuenta y riesgo y al resto que le den. Ya no hay héroes ni grandes nombres propios que hicieran lo que hicieron por la gloria de sus países, o por el reconocimiento de sus familias y de su comunidad o barrio. No es hacer cosas para los demás, para que progrese tu comunidad, tu clase social o tu familia, sino hacer cosas únicamente para uno mismo. No hay posteridad, no hay tiempo histórico.

Todo refuerza el narcisismo. Toda gira en torno a ser uno mismo, toda mejora personal pasa exclusivamente por una reprogramación de nuestro carácter individual. Lo único que importa es que uno alcance el éxito personal, por el goce de ese propio éxito personal. No hay ningún objetivo más allá de esa fama mundana, o de esos buenos euros que te podrías ganar si triunfas en tu sector profesional. Pero este aislamiento forzoso, esta celebración del Yo por el Yo, tiene unas consecuencias sociales dramáticas.

Para ver de forma gráfica una consecuencia de ello podemos recurrir a una metáfora física, mirándonos nuestras propias manos e imaginando sus dedos como si fueran individuos: es más fácil romperlos, sean los dedos grandes, los medianos o el meñique, cuando están solitariamente extendidos que cuando están cerrados en forma de puño. Es más fácil rompernos como personas cuando estamos solas que cuando estamos en común.

Los relatos colectivos, esas grandes epopeyas que configuraban una forma de pertenencia histórica, que atraviesa siglos, que es memoria y tradición, pero también horizonte de futuro, se han ido diluyendo hasta convertirse en relatos personales, reducidos a la vida que uno tenga. Mucho más efímera, mucho menos significante, mucho menos emocionante. No es casualidad que las mayores cuotas de ansiedad, problemas mentales y estrés coincidan con la mayor celebración del narcisismo que se recuerda.

Del mismo modo, nuestro mundo ha acelerado, ha reducido nuestro tiempo de vida porque lo ha desconectado de la historia y del conjunto de la comunidad de referencia, porque necesitaba acelerar los intercambios productivos antes que cualquier otra cosa. Y no únicamente los intercambios, sino que nos interpela a olvidar que existió algo más grande que nosotros mismos. No hubo pasado, o no importa que hubiera ese pasado, ni tampoco hay futuro. Sólo hay un presente perpetuo.

El tiempo pasa más rápido, porque antes se organizaba con rituales colectivos que se han ido destrozando progresivamente para atomizar los instantes, del mismo modo que se atomizan las personas. El tiempo hoy es una cápsula autosuficiente desconectada del resto de cápsulas. Pensar a largo plazo es imposible cuando hay que vender y comprar hoy para que la rueda no pare. No se puede detener nada… y los rituales en torno al tiempo, como por ejemplo que el domingo las tiendas estén cerradas, son un lastre para el sistema.

El adanismo contemporáneo, el creernos los primeros en hacer todo (los primeros en haber sido padres, o madres, los primeros en haber sentido tal o cual cosa…) es una consecuencia directa de esta pérdida de la referencialidad temporal. No hay tiempo histórico, sólo tiempo personal de vida. No importa lo que hubo antes porque sólo importa la story que voy a colgar ahora… y que mañana ya habrá olvidado todo el mundo que la haya visto. El mandato es disfruta del momento, porque sólo importa tu goce inmediato. No hubo nada antes, ni habrá nada mañana porque cuando mueras ya no estarás aquí. Da igual el legado, da igual lo que había antes. Si no guarda relación con tu Yo personal, puedes desecharlo.

Somos más frágiles, porque nos han vendido que hay que extirpar todo lo tóxico de nuestras vidas, volviéndolas así más superficiales, insustanciales, virtuales. Vidas anestesiadas con un filtro color pastel de Instagram. Nos han reducido a la religión del selfie, a la industria del Yo frente al cuidado común, a esa necesidad de producir singularidades por encima de lo colectivo.

El libro que tienes entre tus manos persigue dar respuesta a estos desafíos sociales para superar su catástrofe inherente. Con tres objetivos claros. Por un lado, describir el triángulo del individualismo. Los tres vértices sobre los que se asienta esta dominación contemporánea: el tiempo, las sonrisas y el selfie. Tres vértices que configuran los ángulos sobre los que presiona el sistema para hacer emerger el individualismo total que rompe cualquier sentido de la existencia y nos hunde en un pozo de desesperación y angustia.

El segundo objetivo del libro es plantear una solución para recoser los lazos colectivos y recuperar existencias significantes. Vidas que valgan la pena ser vividas. Esta solución es el círculo de la comunidad. Si el triángulo es una figura con ángulos que encierran la potencialidad de la vida en común, el círculo se postula como la figura geométrica perfecta: sin principio ni fin. Una figura en la que cada punto refuerza el siguiente para sostenerse. Un círculo tejido con los relatos colectivos, de nación laica, de épica común, de pasiones populares, de vida en conjunto. Una solución abierta que intenta responder a los retos planteados por el triángulo del individualismo.

Por último, y más importante que lo anterior, el objetivo final es poder navegar junto al lector en las reflexiones, inquietudes y visiones del mundo que nos rodea, explorando algunos confines de nuestras experiencias más cotidianas y de las modas del momento –¿por qué triunfa lo veggie?, ¿por qué el coaching motivacional hace su agosto?, ¿cómo nos sentimos en relación con las redes sociales?, ¿por qué deseamos ser ricos?– para abordarlos sin complejos y desde diferentes perspectivas. Una pequeña aventura que aspira a ser compartida y que surcará por la física cuántica, la filosofía, la política, lo pop, la literatura, el cine…Además de pensar, debe permitir disfrutar con el pensamiento de la misma manera que he disfrutado yo escribiéndolo.

¿Aún sigues creyendo que eres especial? Súbete al barco y naveguemos juntos para comprobarlo.

I

Primer vértice. el selfie

Para vivir se necesita un relato, yo ya no tengo ninguno.

Emmanuel Carrère, Yoga

Conócete a ti mismo, haz un viaje de autodescubrimie