Un Estudio Rojo - El Diario Secreto de Jack el Destripador - Brian L. Porter - kostenlos E-Book

Un Estudio Rojo - El Diario Secreto de Jack el Destripador E-Book

Brian L. Porter

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Beschreibung

Sobre la mesa del psiquiatra Roberto Cavendish había una extraña colección de papeles, según era el diario del infame asesino de Whitechapel cuyos crímenes infundieron terror en las calles del Londres Victoriano.

Profundizando en el diario, Roberto se convence de su autenticidad y descubre que las palabras del Destripador tienen un efecto extraño y convincente en él. Incapaz de dejar las páginas a un lado, se ve arrastrado al oscuro y siniestro mundo de Jack el Destripador.

Roberto está a punto de descubrir cuán delgada es realmente la línea entre la cordura y la locura. Pero, ¿podrá distinguir la realidad de la fantasía?

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UN ESTUDIO ROJO - EL DIARIO SECRETO DE JACK EL DESTRIPADOR

LA TRILOGÍA DEL ESTUDIO EN ROJO LIBRO 1

BRIAN L. PORTER

Traducido porFRANCISCO PINTOR

CONTENIDO

Agradecimientos Actualizado 2020

Introducción

Un extracto del diario

A mi querido sobrino, Jack…

1. Una Revelación

2. El Diario Inicia

3. ¿Un Grito de Auxilio?

4. Tensión

5. Cuenta Regresiva al Caos

6. Una Última Apariencia de Serenidad

7. Inicia el Verdadero Trabajo

8. Una Tarde Tranquila

9. ¿Metamorfosis?

10. Delantal de Cuero

11. ¿Del Infierno?

12. Relativa Calma

13. Una Pausa para Pensar

14. ¿Dónde está el Infierno?

15. La Mañana del Segundo Día

16. La Enfermedad Repentina de Jack

17. Donde los Hombres Bajan al Mar en Barcos

18. ¿Una Voz desde la Tumba?

19. De Diarios y El Periodismo

20. ‘Estimado Jefe’

21. Pensamientos del Pasado y Presente

22. Una Imagen del Infierno

23. Con la Llegada de la Noche

24. ¡Asesinato Horrible!

25. La Mañana Después de Anoche

26. “Bienvenido a casa, Roberto”

27. Ruleta Rusa

28. Pensamientos Confusos

29. Un Tiempo para Despertar, Un Tiempo para Dormir

30. Y Así a La Cama

31. A Dormir y tal vez Soñar

32. Apartamentos Miller

33. Una Confesión

34. Mary, Mary, Dulce Mary

35. Plazo

36. ¿Un Motivo Para el Destripador?

37. Un Final a la Vista

38. Una Sola Voz, Llorando en la Noche

39. ¿Una Cuestión de Ética?

40. El Momento de la Decisión

41. La Última Confesión

42. Nada es lo que Parece

Epílogo

Nota del autor

Querido lector

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Acerca el Autor

Derechos de autor (C) 2021 Brian L Porter

Diseño de Presentación y Derechos de autor (C) 2021 por Next Chapter

Publicado en 2021 por Next Chapter

Arte de la portada por CoverMint

Este libro es un trabajo de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o se usan de manera ficticia. Cualquier parecido con eventos reales, locales o personas, vivas o muertas, es pura coincidencia.

Todos los derechos reservados. No se puede reproducir ni transmitir ninguna parte de este libro de ninguna forma ni por ningún medio, electrónico o mecánico, incluidas fotocopias, grabaciones o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso del autor

¡Dedicado en memoria a Enid y Leslie Porter, a Juliet y Sasha!

AGRADECIMIENTOS ACTUALIZADO 2020

2020

Un Estudio Rojo, El Diario Secreto de Jack El Destripador fue publicado originalmente en 2008 por la recién desaparecida Publicaciones Double Dragon. Estoy extremadamente agradecido con Miika Hanilla de Next Chapter Publishing, la editorial de más de veinte de mis obras recientes, que acepto publicar versiones nuevas y actualizadas de los tres libros de mi trilogía del destripador, Un Estudio Rojo, Legado del Destripador y Réquiem para el Destripador además de mi novela Pestilencia. Sin la ayuda y confianza de Miika, los cuatro libros habrían sido consignados a los anales de la historia y no estarían disponibles para los lectores.

También debo agradecer enormemente a mi investigadora/correctora, Debbie Poole, que me ha ayudado a revisar y actualizar el manuscrito original, los reconocimientos originales, que siguen siendo tan relevantes hoy como lo eran en el momento de la publicación original.

2008

Mientras escribía Un estudio en rojo, me sorprendió la cantidad de personas que se involucraron. Es con ellos en mente que aprovecho esta breve oportunidad para agradecerles, porque sin su ayuda y cooperación la historia nunca se habría completado.

Gran parte del material utilizado como, notas de referencia por el personaje de Roberto en las páginas siguientes derivan de mis referencias al sitio web más completo sobre el Destripador que pude encontrar. Por lo tanto, transmito mi agradecimiento a Stephen P. Ryder por su generoso permiso para utilizar el nombre www.casebook.orgen el texto de la novela y como fuente de referencia. También, agradezco a Edward McMillan, del Centro de Información Policial de la ahora desaparecida Policía de Lothian, (ahora Policía de Escocia), por su inestimable ayuda al seguimiento de la histórica fuerza policial de la ciudad de Edimburgo. Su conocimiento del tema fue invaluable para armar una sección importante de la historia.

Nunca habría llegado a la última página del libro sin la inestimable paciencia y el arduo trabajo de mi propio equipo de correctores voluntarios, quienes se encargaron de leer, criticar y sugerir cambios en la trama cuando lo consideraran necesario. De nuevo, un gran agradecimiento a Graeme S. Houston, editor de Capture Weekly Literary Journal, y al difunto Malcolm Davies y Ken Copley, ambos lamentablemente ya no están con nosotros, y a Sheila Noakes, su ayuda fue invaluable. La lectora final del libro fue mi querida esposa Juliet, que ha pasado muchas horas solitarias mientras trabajaba en la novela, luego leía y corregía mis errores, me ha alentado cuando pensaba que nunca terminaría la obra.

Ha habido otros que han animado o dado pequeños “fragmentos” de ayuda y consejos en el camino, y a todos ellos también les extiendo mi gratitud. Espero que el libro les haga justicia a todos.

INTRODUCCIÓN

El Londres de la década de 1880 se diferenciaba mucho de la ciudad de hoy. La pobreza y la riqueza coexistían una al lado de la otra, la línea divisoria entre las dos a menudo marcada solo por el cruce de una calle, de las calles suburbanas bien iluminadas de las clases medias, a los barrios infestados de ratas y delincuencia, donde la pobreza, la falta de vivienda, la desesperación y las privaciones iban de la mano con la borrachera, la inmoralidad y el crimen. En los abarrotados barrios de la ciudad por la noche, se pensaba que el grito más comúnmente escuchado en la oscuridad era el de ‘¡Asesinato!’. Tan acostumbrada estaba la gente que vivía entre tanta miseria y en medio de la intimidación criminal que se dice, con el tiempo nadie prestaba atención a los gritos.

¡Fue en este vórtice de vicio y degradación humana, el Este de Londres, donde apareció una fuerza malévola, un asesino despiadado que acechaba las calles por la noche en busca de su presa y le dio a la gran metrópolis su primera muestra del fenómeno ahora cada vez más común, el asesino en serie! Las calles de Whitechapel se convertirían en el terreno del asesino misterioso y aún no identificado conocido en la historia como “¡Jack el Destripador!”

UN EXTRACTO DEL DIARIO

Sangre, sangre hermosa, espesa, rica, roja, venosa.

Su color llena mis ojos, su aroma asalta mis fosas nasales.

Su sabor cuelga dulcemente en mis labios.

Anoche una vez más las voces me llamaron, y acate sus órdenes de su búsqueda impía.

A través de calles mezquinas, iluminadas por gas, envueltas en niebla, vagué por la noche, seleccionando, apuñalando, con una hoja centelleante, oh, cómo corría la sangre por la calle, empapando las grietas adoquinadas, como una fuente de rojo puro.

Vísceras goteando de la tripa roja rasgada, mi ropa asumió el olor de carne recién desguazada. Las sórdidas y oscuras sombras de las calles me llamaban, y bajo los inclinados aleros oscurecidos, como un espectro, desaparecí una vez más en la triste noche.

La sed de sangre de las voces satisfecha, por un tiempo...

Llamarán de nuevo, y una vez más rondaré por las calles en la noche, la sangre volverá a fluir como un río.

Cuidado con aquellos que se opongan, no me detendrán ni me llevarán, a mí no.

Duerme justa ciudad, mientras puedas, mientras las voces están quietas, estoy descansando, pero mi hora regresara. Me levantaré a un glorioso festín de sangre, regresare a saborear el miedo mientras la hoja corta con fuerza a través de la carne, cuando las voces eleven el toque de clarín, y mi tiempo regrese.

Por eso les digo, buenos ciudadanos, duerman, porque habrá una próxima vez...

A mi querido sobrino, Jack,

Este testamento, el diario y todos los documentos que lo acompañan son suyos tras mi muerte, como pasaron a ser míos tras la muerte de mi padre. Tú tía Sarah y yo, no tuvimos la suerte de tener nuestros propios hijos, por lo que es con gran pesar que escribo esta nota para acompañar estas páginas. Si tuviera alguna alternativa, te ahorraría la maldición del secreto más profundo de nuestra familia, ¡o quizás debería decir, secretos! Habiendo leído lo que estás a punto de leer, no tuve el coraje de destruirlo ni de revelar los secretos contenidos en estas páginas. Te ruego, como me suplicó mi padre, que leas el diario y las notas que lo acompañan y te guíes por tu conciencia e inteligencia para decidir qué curso de acción tomar cuando lo hayas hecho. Sea lo que sea que decidas hacer, querido sobrino, te ruego, no juzgues con demasiada dureza a los que te han precedido, porque la maldición del diario que estás a punto de leer es tan real como estas palabras que ahora te escribo.

Que estés bien, Jack, quedas advertido.

Con amor,

Tío Roberto

UNO

UNA REVELACIÓN

Mi bisabuelo era médico, con inclinación por la psiquiatría, al igual que mi abuelo y mi padre y siempre fue asentado que seguiría en la tradición familiar, ya que, desde la niñez, no quería nada más que seguir los pasos de mis antepasados, para aliviar el sufrimiento de los afligidos, y ayudar aliviar el dolor mental experimentado por esos pobres desgraciados tan a menudo castigados y tan mal entendidos por nuestra sociedad. ¿Mi nombre? Bueno, llamemos me Roberto.

Mi padre, a quien admito idolatrar desde que tengo memoria, murió hace poco más de cuatro meses, una triste tragedia, su vida se apagó en los pocos segundos que le tomó a un conductor ebrio cruzar el carril central de la autopista por la que conducía, y chocar de frente con el BMW de papá. Cuando la ambulancia llegó al lugar del accidente, era demasiado tarde, ¡no había sobrevivientes!

Papá fue enterrado en el cementerio local, junto a mi madre, que falleció hace diez años, y la práctica psiquiátrica privada que había compartido con él durante tanto tiempo se convirtió en mi dominio exclusivo. Como muestra de respeto, tomé la decisión de dejar el nombre de papá en la placa de bronce que adorna el pilar al lado de la puerta principal. No vi ninguna razón para eliminarlo. Una semana después del funeral, me sorprendió recibir una llamada del abogado de papá, diciendo que estaba en posesión de una colección de papeles que mi padre me había legado. Esto fue extraño, ya que creí que el testamento había sido claro, todo compartido por igual entre mi hermano Mark y yo. Yo había recibido la práctica de papá, Mark una suma en efectivo sustancial y equivalente. Mientras conducía hacia la oficina del abogado, me preguntaba qué podía ser tan importante para que papá me lo dejara de manera tan misteriosa.

Mientras me alejaba de la oficina del abogado, me quedé mirando el fajo de papeles fuertemente encuadernado en papel marrón y atado con una cuerda, que ahora residía en el asiento del pasajero. Todo lo que David, el abogado, me pudo decir fue que papá le había entregado los papeles hace muchos años, junto con instrucciones de que me los entregara, solo, una semana después de su funeral. Me dijo que papá había puesto una carta en un sobre sellado que estaría encima del paquete cuando lo abriera. No sabía nada más. Sabiendo que había poco que pudiera hacer hasta llegar a casa, traté de sacar el paquete de mi mente, pero mis ojos seguían desviándose hacia el misterioso bulto, como si un poder invisible lo atrajera inexorablemente. Estaba en un fermento de expectativa cuando llegue al camino de grava de mi elegante casa suburbana, sentí como si papá tuviera algo importante que contarme, desde el más allá, algo que obviamente no había podido compartir conmigo durante su vida.

Mi esposa, Sarah, estuvo fuera durante una semana, quedándose con su hermana Jennifer, que había dado a luz a un hijo cuatro días después del funeral de papá.

Jennifer había estado casada tres años con mi primo Tom, un ingeniero informático brillante, aunque un poco errático, a quien había conocido en una cena en nuestra casa. Sarah se había mostrado reacia a dejarme tan pronto después de la muerte de papá y el funeral, pero insistí en que fuera y estuviera con Jennifer en su momento tan importante y emotivo. Le aseguré que estaría bien, cuando cerré el coche y me dirigí a la puerta principal de nuestra casa, me sentí aliviado de estar solo. De alguna manera, sentí que los papeles que llevaba debajo del brazo estaban reservados solo para mí, y estaba agradecido de poder explorar su contenido en privado. Aún tenía la semana libre, habiendo pagado un suplente para cuidar de la práctica durante mi período de luto, así que los siguientes días eran míos para hacer lo que quería.

Poco sabía que, cuando cerré la pesada puerta de entrada que estaba a punto de entrar en un mundo alejado de mi acogedora existencia suburbana, un mundo que apenas percibí en mis lecciones de historia en la escuela. Estaba por sorprenderme, todas mis concepciones de la verdad y la respetabilidad iban a ser sacudidas hasta la médula, aunque aún no lo sabía.

Rápidamente me puse ropa informal, me serví un whisky grande y me retiré a mi estudio, ansioso por comenzar mi investigación sobre el extraño legado de papá. Después de sentarme cómodamente frente a mi escritorio, tomé un sorbo del líquido dorado de mi vaso, luego, tome un par de tijeras del escritorio, corté tentativamente la cuerda de alrededor del paquete. Efectivamente, como había indicado el abogado, encima de una pila de papeles había un sobre sellado, dirigido a mí, con la inconfundible letra de mi padre. Lo sostuve en mi mano durante un minuto más o menos, luego, cuando miré hacia abajo y vi que mi mano temblaba de anticipación, extendí mi mano izquierda hacia el cortapapeles de plata en forma de espada que Sarah me había comprado para mi último cumpleaños. Con un rápido movimiento, corté la parte superior del sobre, metí la mano y extraje la carta, escrita a mano por mi padre y fechada hace casi veinte años, fue una revelación para mí, mientras leía, seguía sin darme cuenta del verdadero significado de los papeles sueltos que la acompañaban. La carta decía lo siguiente:

A mi hijo más querido, Roberto,

Como mi hijo mayor, y también mi amigo de mayor confianza, te dejo este diario, con las notas adjuntas. Este diario se ha pasado de generación en generación en nuestra familia, siempre al hijo mayor, y ahora, como es obvio, debo estar muerto, ha pasado a ti.

Ten mucho cuidado, hijo mío, con el conocimiento que contiene este diario. Dentro de sus páginas encontrarás la respuesta (al menos, una especie de respuesta) a uno de los grandes misterios en los anales del crimen británico, pero esa respuesta conlleva una responsabilidad.

Hijo mío, puedes sentirte tentado a hacer público lo que estás a punto de descubrir, sentirás que el público merece conocer la conclusión del misterio, pero te advierto, correrás el riesgo de destruir lo que nuestra familia ha defendido a lo largo de cien años de investigación médica y progreso en el campo de la medicina psiquiátrica, pero también la credibilidad misma de nuestra profesión más preciada.

¡Asesinato al más inmundo Roberto! Es de ese crimen más atroz que leerás, como yo leí después de la muerte de tu abuelo, y él también antes que yo. Pero, ¿hay cosas peores que el asesinato en este mundo? ¿Tenemos derecho como médicos a emitir los juicios que los tribunales deberían dictar? Hijo mío, espero que estés listo para lo que estás a punto de aprender, aunque dudo que yo estuviera en su momento. Léelo bien hijo mío, y las notas que lo acompañan, y juzga por ti mismo. Si, como yo, te sientes convenientemente dispuesto, harás también lo que ha hecho siempre nuestra familia, y mantendrás el conocimiento de su contenido en un secreto celosamente guardado, hasta que llegue el momento de transmitirlo a tu propia descendencia. El conocimiento es la cruz que debe llevar la familia, hasta que un día, uno de nosotros se sienta tan dominado por la conciencia o alguna forma de necesidad de absolución, para revelar lo que contiene.

Sé fuerte, hijo mío, si sientes que no puedes pasar la primera página, no vayas más lejos, vuelve a sellar el diario en sus envoltorios y envíalo a una bóveda, déjalo reposar para siempre en la oscuridad, donde quizás por derecho pertenece estar, pero si lees el contenido, prepárate para llevar el conocimiento contigo para siempre, en tu corazón, en tu alma, pero lo peor de todo, en tu mente, una carga de culpa que nunca podrá borrarse.

Eres mi hijo mayor y siempre te he amado mucho. Perdóname por ponerte esta carga,

Con amor,

Tu Padre

Cuando terminé de leer la carta, de repente me di cuenta de que había estado conteniendo la respiración, tal era la tensión que sentía por dentro, respiré profundo y luego suspiré. El temblor en mis manos había aumentado, y alcancé la botella al costado del escritorio y me serví otro grande. De repente, sentí como si todo lo que contenían estos papeles sin abrir delante de mí estaban a punto de cambiar irrevocablemente mi vida, quizás no exteriormente, pero supe antes de ver los documentos que todo lo que contenían estas páginas era de gran importancia. . Si no, ¿por qué mi padre se había tomado tantas molestias para proteger el secreto que contenían? Me tragué el whisky demasiado rápido, el líquido me quemó la garganta y tosí involuntariamente.

Aun no tenía idea de lo que contenían los papeles, aunque las palabras de mi padre me habían dado una sospecha. Incapaz de esperar más, rompí las cintas del diario y ahí estaba, el secreto de la familia, ¡a punto de ser revelado! La primera hoja de papel, encima de las demás, era definitivamente vieja y escrita con la letra típica del siglo XIX.

No había fecha ni domicilio en la parte superior del papel, parecía ser poco más que una serie de notas, no había firma, nada para identificar al escritor.

Leo lo siguiente:

¿Cómo inicio a relatar todo lo que ha sucedido? ¿Alguien creería la increíble historia? ¿Es la verdad? ¿Es realmente el hombre?

El diario podría ser obra de un hombre inteligente, un intento de engañar a quienes la lean, lo conocía muy bien, hablé con él demasiado. ¡Él estaba diciendo la verdad! ¿Qué hay de mi parte en todo esto? ¿Soy cómplice o le hice un favor al mundo con mis acciones? Ahora no molestará más a la gente de Londres. Podría testificar que estaba mal, pero ¿Qué hay de la evidencia? Aparte de los desvaríos de un lunático, lo único que tengo es el diario, y lo tuve mucho tiempo, supe demasiado pronto, pude detener la desgracia, si hubiera hablado antes. Ahora no puedo hablar porque destruiría, mi trabajo y mi familia. ¿Quién entendería que me mantuve en silencio porque pensaba que estaba loco, demasiado loco para creer, sin embargo, su locura era precisamente lo que lo impulsaba, y debería haberle creído? Y cuando creí, era demasiado tarde, no pude hacer más, Dios me ayude, debí haberlo detenido, desde el principio cuando se río y se río y me dijo que nadie lo atraparía. Oh, ¿por qué no le creí entonces?

Después de la muerte de esa pobre niña, Mary Kelly, tenía que hacer algo, y lo hice, pero, sabiendo lo que sé, lo que ya sabía, debí haber actuado antes. Que Dios me perdone; ¡Podría haber detenido a el destripador!

Estaba conteniendo la respiración de nuevo y, mientras exhalaba, mis ojos se movieron a la nota final en la parte inferior de la página, aparentemente escrita tiempo más tarde que el resto de las notas, la mano del escritor menos audaz, como si estuviera temblando mientras escribía estas últimas palabras.

El destripador ya no existe, se ha ido para siempre y, sin embargo, siento que no soy mejor que el monstruo. Hice un juramento de salvar vidas, de preservar, no de destruir, no soy más que un alma miserable y escuálida, tan escuálida como las calles que acechó en vida, y siempre acechare en la muerte. Lego esto a quienes me siguen; no me juzguen con demasiada dureza, porque la justicia puede ser ciega, y actué de la mejor manera como lo creí en ese momento. He despojado de mi juramento, su sangre es mía y la de esos pobres desdichados, y debo soportar lo que he hecho dentro de mi conciencia y mi corazón por el resto de mis días.

¡Jack el destripador! Lo sabía, tenía que haber sido escrita por mi bisabuelo. Mi bisabuelo había pasado tiempo como psiquiatra en el Asilo de Colney Hatch durante la década de 1880, y ahora parece que había tenido conocimiento de algo que el resto del mundo había estado buscando durante más de un siglo, o, al menos eso creía. Sin embargo, ¿qué quiso decir con las referencias a su complicidad, qué acción había tomado?

Otro sorbo de whisky, más fuego en mi garganta y estaba listo para dar el siguiente paso. Tenía que ver el diario; Tenía que saber lo que sabía mi bisabuelo. Si había resuelto el misterio de los asesinatos del destripador, ¿por qué no había revelado la verdad? ¿Qué podría haberlo incitado a guardar silencio sobre el asesino en serie más célebre que jamás haya tenido lugar en la gran metrópoli que fue el Londres del siglo XIX?

¿Qué papel jugó él en la tragedia, cómo pudo él, un médico respetado y miembro de la sociedad, haber sido cómplice de las malas acciones perpetradas por El destripador?

Después de todo, era mi bisabuelo, me negué en ese momento a creer que pudiera estar relacionado de alguna manera con los asesinatos de esas pobres y desafortunadas mujeres, sin embargo, en sus propias palabras, había declarado que podía haber detenido al Destripador. Nuevamente me pregunté, ¿qué podría haber sabido, qué pudo haber hecho? Mirando el diario en el escritorio frente a mí, ¡sabía que solo había una manera de averiguarlo!

DOS

EL DIARIO INICIA

Renunciando a la tentación de rellenar mi vaso de whisky (había decidido que sería imperativo mantener mi cabeza lucida mientras leía el diario), me detuve solo para asegurarme de que las puertas delantera y trasera de la casa estaban bien cerradas. Aunque no esperaba visitas a estas horas, quería asegurarme de que nadie pudiera entrar sin previo aviso, y siempre estaba la señora Armitage vecina de al lado. Ella había prometido ‘vigilarme’ para Sarah, y había desarrollado el hábito de tocar y entrar con un plato de bollos o pasteles o alguna otra ‘golosina’ que disfrutaría mientras estaba solo. Con un ligero sobrepeso, una viuda con más dinero del que podía gastar alegremente, parecía querer aliviar su propio aburrimiento personal “animándome”, como ella dijo. ¡Hoy no gracias, señora Armitage!

Aunque me sentí profundamente tentado, resistí la tentación de descolgar el teléfono o de apagar el móvil. Sarah podría intentar llamarme y si no recibía una respuesta, estaba seguro de que llamaría a la señora Armitage y la enviaría corriendo para ver cómo estaba yo. Deje los teléfonos encendidos, era más seguro.

Me acomodé una vez más en mi silla y regrese al diario. Me he referido a él como tal porque así lo llamaban mi padre y bisabuelo, pero, en verdad, no era un diario, sino una colección de papeles, perforados hace más de cien años, y unidos con cintas bien estiradas o muy rígidas. Después del paso de los años, era difícil estar seguro de cuáles eran originalmente y, pues soy médico, no un experto en encuadernaciones de libros antiguos.

No había portada como tal ni título o nombre identificativo en la primera página, pero había otras hojas de papel que sobresalían en varias partes del diario (las notas adicionales de mi bisabuelo, supuse, las leería al llegar a ellas). “El destripador”, pensé, seguramente no habrá nadie en el mundo civilizado que no ha oído hablar del famoso asesino de Whitechapel, y aquí estaba, a punto de ser llevado, quizás muy cerca, a ese mundo oscuro de sombras y brutalidad habitado por el más infame de los asesinos en serie, sin embargo, cuando comencé a leer esa primera página, envejecida y arrugada, me convencí de que mi padre y los que le precedieron se habían enamorado de los desvaríos literarios de un loco.

El diario comenzaba:

6 de agosto de 1888,

¡Comí una buena cena, vino tinto, (sangre), la ternera más tierna, rara, (más sangre), las luces parpadeaban y las voces aullándome a través del manto de gas, gritaban y resonaban en mi cabeza! ¡Sangre! ¡Que las calles se llenen de sangre de rameras; vengare a los llevados a la asquerosa enfermedad por la sangre contaminada! ¡Derramare su sangre, las calles son mías, la sangre será mía, me conocerán, temerán, soy justicia, soy muerte!

¡Qué repugnante pestilencia esparcen, los haré morir de tal maldad que los hombres levantarán mi nombre en alto! Oigo las voces, me cantan, melodías tan dulces, y siempre rojas, cantan de rojo, de putas y sus entrañas malolientes que dejaré al lado para siempre.

El queso estaba un poco maduro, aunque el puro que mi amigo me dejó en su última visita fue bien con la sobremesa. Muy relajado mientras disfrutaba del calor de la noche.

Escucho las voces, y debo responder, pero la única respuesta que quieren escuchar es el sonido de la muerte, el empapamiento de sangre en la piedra, me necesitan, soy el instrumento del miedo, rojo, sangre roja, corriendo como un río, la veo, casi puedo saborearla, debo irme, pronto llegará la noche y el humo del cigarro pende como una niebla en la habitación. Vaya, pero el trago es bueno, es la sangre que corre al iniciar mi trabajo, tan buena noche para matar.

7 de agosto de 1888

“Era una noche hermosa para trabajar. No tenía herramientas buenas, cuchillos de cocina y de trinchar, espectáculo muy pobre. La puta estaba esperándome, ansiosa. Tan crédula como para invitarme a entrar, lo hice en el primer piso, no pude parar. Estaba tan sorprendida, su rostro, esa mirada de puro terror cuando el cuchillo cortó en su suave y flexible carne. Primero directo al corazón, se tambaleó, cayó y nos pusimos manos a la obra. Digo nosotros, porque las voces estaban ahí conmigo, guiando, mirando y cortando conmigo. Perdí la cuenta de la cantidad de veces que corté a la puta, ella ni siquiera gritó, solo un gorgoteo mientras expiraba en la oscuridad. Con cuidado purifico los pechos de la puta, su intestino, sus partes vitales. No esparcirá más pestilencia, el rio se puso rojo, como prometieron. Debo cuidarme la próxima vez; había demasiada sangre sobre mí. Afortunado de haber pensado en quitarme el abrigo antes de empezar, tuve que quemar una chaqueta buena y unos pantalones finos esta mañana. Aunque nadie me vio, fue un trabajo desordenado, la próxima vez conseguiré buenas herramientas mejor ropa para el trabajo.

Sin embargo, fue un buen comienzo, de eso estoy seguro, ¡Habrá más, muchas más!

Tuve que detenerme y respirar. ¡Seguramente estos eran los desvaríos de un loco total! Había una claridad de pensamiento evidente en ciertas partes del texto, una banalidad casi urbana en las referencias a relajarse con un puro, la calidez de la noche y las referencias casuales “mejores herramientas la próxima vez”. Luego, el increíble salvajismo de expresión en la descripción de la muerte de esa pobre mujer. Aunque breve, aterradora, escalofriante, obra seguramente de un hombre desprovisto de razón o conciencia. A pesar de que estos crímenes habían tenido lugar hace más de un siglo, las primeras páginas del diario me llenaron de un miedo y un pavor tan reales como si hubiera estado allí en Londres en 1888.

Aunque no es una frase que nos guste usar en estos tiempos, tuve que pensar en términos de los tiempos en que ocurrieron estos crímenes, pensé que esto no es correcto.

Jack el Destripador, por lo poco que sabía, era inteligente, un maestro del encubrimiento y la valentía, estas palabras no podían ser las del Destripador, ¡seguro que no!

Estas eran las palabras de un individuo seriamente perturbado, aunque el Destripador también tuvo que haber estado igualmente trastornado, parecía pertenecer más a los reinos de la fantasía que a la realidad. ¿Podría el escritor haber escrito este diario después del evento y como lo han hecho muchas almas engañadas a lo largo de los años, se imaginó a sí mismo como el notorio asesino? En otras palabras, ¿podría haber sido escrito por un individuo delirante gravemente enfermo que busca llamar la atención?

Mi conocimiento de los asesinatos de El destripador era escaso en el mejor de los casos, así que, antes de continuar, encendí mi computadora y accedí a Internet. Allí, encontré un montón de sitios que ofrecían información y especulaciones sobre los asesinatos del Destripador, y rápidamente imprimí un par de piezas informativas, con la esperanza de que pudieran darme algunos puntos de referencia útiles a medida que avanzaba en lo que creí era el diario de un loco tirado en el escritorio frente a mí.

Efectivamente, allí estaba. En las primeras horas del 7 de agosto de 1888, el cuerpo de Martha Tabram había sido descubierto en el primer piso de un edificio de 37 George Yard. En total, tenía 39 puñaladas en su cuerpo, y la mayoría en los senos, vientre y las partes privadas. Parece que, a medida que avanzaban los asesinatos del Destripador, algunos descartaron el asesinato de Martha Tabram como si hubiera sido cometido por el mismo hombre que mató a las otras víctimas posteriores. Si mi lunático (como pensaba de él en ese momento) había sido realmente El destripador, era evidente que Martha Tabram había sido quizás su primera aventura en el mundo de los asesinatos. En ese momento, sin embargo, la policía y el público no tenían ni idea de la carnicería que aguardaba, preparando desatarse en las calles de Whitechapel. Por supuesto, en 1888 la ciencia forense no existía, el uso de huellas dactilares para la identificación aún estaba a muchos años, y la policía, en el caso de la pobre Martha Tabram, prácticamente no tenía ni idea. En el momento de su muerte, tenía 39 años, la esposa separada de Henry Tabram, había pasado los últimos nueve años viviendo con un William Turner, quien la vio con vida por última vez el 4 de agosto, cuando le dio la suma de 1 libra. La noche de su muerte, testigos declararon que la vieron en compañía de uno o más soldados, y la teoría original de la policía era que pudo haber sido asesinada por un “cliente” soldado.

Desafortunadamente, el asesinato de una ‘puta de a chelín’ generó escasos titulares en la prensa o en la conciencia pública en ese momento. ¡Todo eso iba a cambiar pronto!

En ese momento decidí que necesitaba una estrategia, un medio para estudiar el diario, mientras me aseguraba de mantener el control sobre la realidad del caso. Qué fácil habría sido saltar directamente al final, leer las notas finales de mi bisabuelo, para ver si el Destripador fue identificado. No lo había conocido, había muerto antes de que yo naciera, pero había aprendido lo suficiente de él como para saber que era un médico muy respetado en su época, y estaba seguro de que sus conclusiones serían una revelación en sí mismas.

No pude hacerlo. Tuve que leer cada página en orden y asimilar la información en orden cronológica para entender de qué se trataba.

No era solo el Destripador, no, mi bisabuelo también estaba guardando un secreto y antes de leer de qué se trataba, necesitaba entender qué había sucedido para llegar a su solución final, cualquiera que fuera.

Supuse que el diario me llevaría a un viaje a través de los terribles eventos que tuvieron lugar en 1888, así que decidí que el mejor curso de acción sería leer el diario, refiriéndome a las notas hechas por mi bisabuelo, y luego hacer referencia a los textos que había impresos de Internet, comprobando los hechos a medida que avanzaba. De hecho, me tomé el tiempo para encontrar más sitios web e imprimí montones de información sobre los asesinatos, y pasó mucho tiempo después de haberlos recopilado en una cronología funcional, me senté en mi silla, tomé otra sorbo de whisky y lentamente estire la mano para tomar el diario una vez más.

TRES

¿UN GRITO DE AUXILIO?

12 de agosto de 1888

Después del desayuno sufrí un violento dolor de cabeza. Vino de la nada. Tan repentino que casi me derriba. Obligado a acostarme, permanecí boca abajo durante un tiempo. Son ellas, las voces, están gritando en mi cabeza, aun cuando no puedo escucharlas, ¡deben ser! Habían estado en silencio desde que terminé con la puta, sin embargo, están ahí todo el tiempo, durmiendo. Deben despertar dentro de mi cabeza y hablar, y no siempre las escucho. No me gusta el dolor de cabeza.

El diagnóstico y tratamiento de las enfermedades mentales en la década de 1880 era, como la ciencia de la criminología, extremadamente básica en comparación con los estándares actuales. Mi bisabuelo se habría asombrado al ver los avances masivos que la ciencia médica ha logrado en los últimos cien años. Hoy en día entendemos mucho más, tratamos con cuidado y compasión, sin embargo, en los días del Destripador, construimos enormes asilos góticos, donde encarcelamos y torturamos a esas pobres almas afligidas en nombre de la medicina. Estábamos, me temo, como profesión, en la Edad de Piedra.

Las pocas palabras que acababa de leer me convencieron de que el escritor padecía algún tipo de enfermedad mental. El escuchar voces es, por supuesto, la marca clásica del psicópata o posiblemente alguna manía. Sin embargo, este hombre sentía que las voces le hablaban aun cuando no podía oírlas. Era un hombre enfermo, pero, con el conocimiento y los recursos disponibles en el siglo XIX, era poco probable que hubiera recibido atención curativa o eficaz. El comentario “No me gusta el dolor de cabeza” muestra un deseo casi infantil de que alguien le quite el dolor. ¡Podía sentir su dolor, su angustia, aunque aún no estaba convencido de que fueran realmente las palabras de El destripador!

Ahora, puede que se pregunten por qué dudaba de la veracidad del diario. Era obvio que, por las razones que fueran, mi bisabuelo, mi abuelo y mi padre creyeron en la veracidad de los documentos que ahora tengo en mi poder, sin embargo, siento que con las ventajas de la tecnología moderna a mi disposición y el conocimiento que ahora existe en relación a los asesinatos del Destripador, puedo llegar a una conclusión diferente a la de mis antepasados. Solo leyendo el diario, las notas y comparándolas con los hechos que había descargado de la red, podría aspirar a llegar a una conclusión objetiva. La psiquiatría también ha avanzado a tal grado que quizás podría arrojar una luz diferente sobre cualquier cosa que mi bisabuelo hubiera sospechado del diario. Por supuesto, aún estaba por descubrir cuál había sido su participación en todo el asunto, y eso me preocupaba. Sin embargo, no sería justo saltar al final del diario. Tenía que ir despacio, un paso a la vez.

13 de agosto de 1888

No pude salir de casa hoy, mucho dolor y confusión en mi cabeza. Tengo que salir, hay tantas cosas por hacer. Mi trabajo debe continuar, pero debo tener las herramientas. Ahora conozco el camino a un escape seguro. No sabía cuánta sangre derramaría sobre mí la puta. No hay forma de esconder la sangre y no puedo arriesgarme a que me atrapen, ¡no cuando hay tanto que hacer! Las voces me dijeron cómo esconder la sangre. Ocultándome, la sangre también se ocultará. Ser invisible. Esa es la solución. LAS ALCANTARILLAS. Usar las alcantarillas, conseguiré un mapa, corren debajo de cada calle y casa, nadie me verá, no me encontrarán, no me ganaran. Soy invisible, invisible e invencible.

14 de agosto de 1888

Sintiéndome mucho mejor, tenía trabajo que hacer. No las putas, ellas tendrán que esperar, la oficina, aburrido, pero necesario. Todo normal, así es, para que nadie sospeche. Mi vecino me visito hoy, trajo una copia de La Estrella. Parece que alguien mató a una puta llamada Tabram. No sabía que las putas tenían nombres, ¡qué chocante! Me salí del trabajo temprano, conseguí lo que necesitaba en High Street. Bisturís de cirujano, tan afilados y brillantes y todos los mapas que necesitaba para completar la tarea. Cuídense putas ahí les voy.