Un pensamiento sin pensador - Lia Pistiner - E-Book

Un pensamiento sin pensador E-Book

Lia Pistiner

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Beschreibung

En Seis personajes en busca de un autor, Pirandello escribe sobre personajes que necesitan un autor para darles vida. Este libro podría tener como título Un pensamiento en busca de un pensador. Podemos considerar al psicoanálisis como un proceso de transformación en pensamiento onírico. Las transformaciones psicoanalíticas suponen un camino que va desde un lenguaje de sustitución, rutinario, en donde no se dice nada nuevo a un lenguaje de logro, creativo. El paciente necesita descubrir su propia personalidad y eso supone una capacidad de pensar. Puede tener pensamientos, pero a veces no ha llegado a ser un pensador. Bion, con sus desarrollos psicoanalíticos, hizo un fuerte giro epistemológico:  los pensamientos existen antes de una capacidad para pensar y estimulan el desarrollo de un aparato para pensarlos. El pensar se desarrolla a través de la mente de un otro, una mente con rêverie (madre/analista) que puede recibir las experiencias emocionales del bebé y/o del paciente, contenerlas y transformarlas en elementos que puedan ser pensados. El bebé/paciente, en ese proceso, va a introyectar una relación continente-contenido de beneficio mutuo y adquirir una función, la función alpha, que puede transformar las crudas experiencias emocionales de modo tal que puedan ser procesadas y asimiladas por la personalidad del bebé/paciente. Uno de los aportes de Bion a la clínica psicoanalítica es la observación desde el vértice de la teoría del pensar y de los vínculos. Freud hizo un extraordinario descubrimiento con la comprensión psicoanalítica del inconsciente y de los sueños. ¿Y si un paciente no sueña? ¿Podemos como analistas contribuir a la construcción de un "sueño artificial"? La Tabla (Bion) es un instrumento metapsicológico para investigar sobre el desarrollo del pensar (el eje genético) y sobre el uso de los pensamientos (eje estructural). Es un instrumento que acompaña el uso imaginativo, la creación de nuevas hipótesis, después de la sesión. Todo proceso de indagación realizado por el analista necesita de una dosis de imaginación. Si el proceso se torna repetitivo, rutinario, perdemos el vértice clínico-creativo. La clínica observada desde el vértice del pensar y desde el vértice vincular nos aporta, a los analistas, herramientas para desarrollar un análisis con pacientes que carecen de herramientas mentales necesarias para pensar y pensarse. Los distintos capítulos de este libro se ocupan de estas cuestiones.

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Lía Pistiner

UN PENSAMIENTO SIN PENSADOR

Diálogos bionianos

PRIMERA EDICIÓN

Prólogo

Al mejor estilo bioniano, Lía Pistiner nos invita a pensar. Con su maestría nos va introduciendo en territorios siempre salvajes y nos va nombrando algunos elementos presentes, hasta que en cierto momento nos deja solos… Ahí comienza nuestro trabajo: devenir continente de nuevos pensamientos. ¿Contener significaría encerrar los pensamientos en jaulas ya consagradas desde el sentido común? Esta era una preocupación de Bion, preocupación que comparte Lía Pistiner.

No me atrevería a afirmar que Bion haya sido una especie de dream catcher quedándose solamente con los “buenos” pensamientos, pero, ciertamente, puedo recordar que él luchaba para liberarse de estar “aprisionado, frustrado, perseguido por el sentido común, la razón, los recuerdos, los deseos y –lo que es la mayor de todas las preocupaciones– entendiendo y siendo entendido” (Una memoria del futuro, p. 690). Su rebeldía alentaba su ímpetu de escribir para evitar que se saturen los espacios vacíos, que se enjaulen los pensamientos salvajes. Esto mismo es lo que nos ofrece Pistiner en su libro; ella sugiere y se muestra pensando apasionadamente los espacios vacíos al mismo tiempo que promueve interrogantes en el lector. Ella confía en que “el animal humano aprenda a discernir correctamente” entre la “sabiduría o estar mentalmente retraído”.

Discernir se torna más difícil cuando se está en medio de las turbulencias, aunque se diga que un general ha de tener la capacidad de pensar en medio de un bombardeo. Pero ciertamente que para intuir los significados más personales se requiere recogimiento. Pistiner relata que «un grupo de ejecutivos exploraba en un bosque lugares en vista de un emprendimiento inmobiliario. Para guiarlos en la exploración pidieron el auxilio de un indio que conocía bien el terreno. Durante la caminata, el indio se sentó sobre un árbol, sin dar explicaciones. Como los ejecutivos tenías tareas y plazos que cumplir decidieron apurarlo. ‘Tenemos que seguir caminando’, a lo que el indio respondió: ‘necesito esperar que llegue mi alma’. Me gusta –comenta Pistiner– esta historia porque nos recuerda que el tiempo del alma, o el tiempo de los sueños, es diferente del tiempo de las tareas, de los plazos, de los horarios cotidianos. ‘El trabajo del alma’ requiere reducir los movimientos, recogimiento, intimidad, silencio, espera y tolerancia».

Hasta aquí el texto de la autora que comparto completamente. Algunos pensamientos que me sugiere esa metáfora hacen referencia al clima de privación y privacidad del encuentro analítico, no siempre logrado en medio de la pandemia. El otro pensamiento hace referencia a que los vínculos positivos y hasta los negativos requieren tiempo y espacio. El amar y el odiar tienen sus requisitos. “Cazar” los pensamientos salvajes reclama una paciencia semejante a la de construir vínculos; esto se expresa poéticamente en el antropológico y metafórico diálogo de El Principito y el zorro anhelante de humanizarse:

El zorro calló y miró largo tiempo al principito.

—¡Por favor..., domestícame! —dijo.

—Me gustaría —respondió el principito—, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.

—Solo se conocen las cosas que se domestican —dijo el zorro. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!

—¿Qué hay que hacer? —dijo el Principito.

—Hay que ser paciente —respondió el zorro. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero, cada día, podrás sentarte un poco más cerca...

Los poetas, esos legisladores de las emociones como el mismo Saint-Exupéry, condensan pensamientos que solo se captan con paciencia. Aquí es el zorro, ya signifique un pensamiento salvaje o un pensamiento en búsqueda de un pensador, el que inicia el proceso transformador. El aparato para pensar fue creado para pensar los pensamientos que reclamaban un continente. Un problema añadido al de establecer vínculos es que las palabras suelen ser fuente de malentendidos; entre otras razones porque las palabras suelen crearse para nombrar los objetos de la realidad externa y no son suficientemente sutiles para referirse a la realidad interna. ¡Menos mal que existen los poetas! Pero junto a las limitaciones del lenguaje está la incapacidad del ser humano para refrenarse en una hiperactividad que le impide mirar largo rato el objeto deseado, como darse cuenta de que los amigos no se compran en los mercados. Ante la urgencia de vincularse, que no cesa y con poca tolerancia a la frustración, se puede confundir amor con excitación; confusión legalizada por las modas, otro de los temas sobre los que nos hace pensar Lía.

En ocasiones no podemos acercarnos tanto a nuestro misterioso nuevo interlocutor. No podemos mirarlo de reojo ni sentir cómo va llegando; nos faltan los ritos… En ese caso, hemos de sentarnos para escuchar los pensamientos. Algo semejante ocurre a las mujeres africanas cuando se enteran de que están embarazadas. Según una leyenda africana cuando una mujer decide tener un hijo, después de compartirlo con las otras mujeres, y sabiendo que cada persona tiene su canción, se adentra en el bosque y se sienta sola bajo un árbol y se concentra hasta escuchar la canción del niño que quiere nacer. Cuando tiene la canción vuelve al pueblo con la canción que acompañará a su hijo. ¿No sería esta una metáfora del trabajo del psicoanalista cuando está escuchando los pensamientos sin pensador de los analizandos? Cada uno tiene un mundo interno y en el recogimiento silencioso de nuestros consultorios tratamos de descifrar su canción. La riqueza implícita es convertirnos en continentes de tantas músicas y canciones que anidan en nuestro interior y que finalmente enriquecen nuestra personalidad. También pueden intoxicarnos, pues, como bien señala Pistiner, las mentiras no son inocuas.

Decía Bion en la Introducción a Transformaciones:

Quería escribir este libro de manera que fuese leído independientemente respecto a Aprendiendo de la experiencia y Elementos de psicoanálisis, pero pronto comprendí que ello será imposible sin incurrir en un grado de repetición intolerable. Por tanto, dichos libros siguen siendo necesarios para la comprensión de este.

 

Los libros anteriores siguen siendo necesarios porque los pensamientos se desarrollan gradualmente a través de sucesivas transformaciones superadoras. Hasta las repeticiones suelen ser necesarias cuando se trata de tema tan complejo como el del desarrollo mental. Pistiner, como esos estudiosos que perseveran en la exploración de zonas oscuras de la mente, va avanzando en sus descubrimientos a través de sus libros: cada uno ilumina un ángulo nuevo. Sus libros, como los de Bion, no son descartables sino parte de un patrimonio creado y surgido del amor por la verdad. Por eso creo adecuado terminar este prólogo citando las últimas palabras que escribió Bion para la Introducción: “cualquier lector que considere el tema tan importante como lo considero yo, encontrará provechoso seguir el curso del pensamiento a pesar de los defectos de presentación”.

Un pensamiento sin pensador ha encontrado a Pistiner dispuesta a seguir explorando. Estoy seguro de que su libro será un estímulo provechoso para que el pensamiento se siga desarrollando.

 

Carlos Tabbia

Barcelona

Introducción

Estos ensayos son un conjunto de trabajos que escribí en diferentes ocasiones y también fueron un estímulo para seguir pensando las cuestiones psicoanalíticas que me interesaron desde que me aproximé al psicoanálisis y devine psicoanalista. Como paciente recibí ayuda vital para mi desarrollo como persona. No tengo duda de que mi vida hubiera sido muy distinta, para peor, sin la profunda inmersión en mí misma a través de la experiencia del diván analítico.

Mi interés por los procesos de simbolización como herramientas mentales para pensar y pensarse uno mismo fue despertando a medida que me encontraba en la clínica con problemas difíciles de resolver si no contaba con esos instrumentos. La oportunidad de poder estudiar en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires con profesores como J. Bleger, D. Liberman, F. Ulloa, R. Paz y otros, es decir, una facultad de lujo intelectual, que me abrió caminos insospechados. Iniciar un análisis me dio la posibilidad, a lo largo de los años, de transitar por situaciones muchas veces difíciles y a veces traumáticas, para ir madurando como persona y como psicoanalista.

Mi paso por la Facultad de Derecho, “en mi otra vida”, como a veces digo, fue útil: me brindó experiencias de vida, sobre todo en relación con lo humano, que todavía hoy valoro. De todas esas experiencias, la militancia política en el Centro de Estudiantes, algunas de las personas que conocí allí y mi paso por el Instituto de Derecho Penal en contacto con Luis Jiménez de Asúa son las que más valoro, porque me permitieron darme cuenta de que no era el ser humano del derecho quien me interesaba, sino aquel al que pude aproximarme a través del psicoanálisis.

Mi formación en la clínica psicoanalítica se la debo mucho a Elizabeth Tabak, con quien supervisé por muchos años, con quien hice grupos de estudio sobre Freud, M. Klein, D. Meltzer y W. Bion. Junto con nuestro contacto profesional nació una amistad. Teníamos mucho en común: Viena, la cultura austro-húngara, ciertos sabores de la infancia, algunos intereses en cuestiones políticas que se abrieron después de la dictadura militar del Proceso, como la recuperación de niños apropiados, etcétera. Compartimos también escritos como el libro Bion conocido/desconocido y la organización del 2º Congreso Bion, trabajos para Congresos psicoanalíticos, libros y cuestiones de nuestra vida personal.

El grupo de estudios con David Liberman, que luego se transformó en la escritura del libro Del cuerpo al símbolo, sobreadaptación y enfermedad psicosomática, marcó un hito en mi desarrollo en la clínica y teorización psicoanalítica.

La experiencia clínica con pacientes y la supervisión a colegas también han sido y son contribuciones importantes.

1. Mitos y modelos

La construcción de un sueño artificial

¿Y si la dirección analógica es una fuerza continua e inalienable en todo hombre? ¿no será hora de descender de la consideración solamente poética de la imagen y buscar su raíz, esa subyacencia que surge a la vida junto con nuestro color de ojos y nuestro grupo sanguíneo? Cabe preguntarse si la dirección analógica no será mucho más que un auxiliar instintivo, un lujo coexistiendo con la razón razonante y echándole cabos para ayudarla a conceptuar y juzgar. Al contestar esta pregunta el poeta se propone como el hombre que reconoce en la dirección analógica… un medio instrumental eficaz, algo como ojos y oídos y tacto proyectados fuera de lo sensible, aprehensores de relaciones y constantes, exploradores de un mundo irreductible en esencia a toda razón.

Julio Cortázar, Imagen de John Keats

 

Quienes reconocieron la importancia de las formas expresivas para todo el entendimiento humano fueron aquellas personas que vieron no solo la ciencia, sino también que el mito, la analogía, el pensamiento metafórico y el arte son actividades intelectuales determinadas por “modos simbólicos”; … simbolismos no discursivos: el mito, el ritual, el arte … pueden motivarse en la misma idea generadora; la naturaleza esencialmente transformativa del entendimiento humano.

Susan Langer, Nueva clave de la filosofía

 

Las construcciones matemáticas solo son símbolos; no tienen sentido en términos de substancia sino de relaciones; algo en la realidad coincide con ellas, pero no se las supone partes integrantes de esa realidad.

Susan Langer, Nueva clave de la filosofía

 

El edificio del conocimiento humano se despliega ante nosotros no como una vasta compilación de informes sensoriales, sino como una estructura de hechos que son símbolos y de leyes que constituyen sus significados.

Susan Langer, Nueva clave de la filosofía

 

 

Voy a partir del artículo “Construcciones en el análisis” (Freud, 1937) donde Freud pregunta cuál es la tarea del analista y dice que es la de descubrir lo que ha sido olvidado por el paciente, a partir de huellas o vestigios que estas situaciones o experiencias dejaron tras de sí, o más correctamente, construirlas. Toma la tarea del arqueólogo como analogía y la reconstrucción arqueológica como modelo: los dos procesos son similares, con la diferencia de que el arqueólogo trabaja con material destruido y enterrado, mientras que el analista tiene la ventaja de ocuparse de algo que aún está vivo. Las tareas de ambos son similares: el arqueólogo reconstruye edificios y otros elementos a partir de fragmentos, el analista también deriva sus inferencias de fragmentos de recuerdos, de asociaciones y conductas del paciente en el análisis.

Los delirios de los pacientes se me aparecen como los equivalentes de las construcciones que edificamos en el curso de un tratamiento psicoanalítico –intentos de explicación y de curación, aunque es verdad que, en las condiciones de una psicosis, no puedan hacer más que sustituir el fragmento de realidad que está siendo desmentido en el presente por otro fragmento que ya fue rechazado en un remoto pasado. Será la tarea de cada investigación individual revelar las conexiones íntimas entre el material del rechazo presente y el de la represión primitiva. Así como nuestra construcción solo es eficaz porque recibe un fragmento de experiencia perdida, los delirios deben su poder de convicción al elemento de verdad histórica que insertan en lugar de la realidad rechazada. De este modo una proposición que originalmente yo afirmaba solo para la histeria también sería aplicable a los delirios –es decir que aquellos que los padecen sufren de reminiscencias. [...]

Si consideramos a la humanidad como un todo y la sustituimos poniéndola en el lugar del individuo humano, descubrimos que también ella ha desarrollado delirios que son inaccesibles a la crítica lógica y contradicen la realidad. Si a pesar de esto son capaces de ejercer un extraordinario poder sobre los hombres, la investigación nos lleva a la misma explicación dada en el caso del individuo. Deben su poder al elemento de verdad histórica que han traído desde la represión de lo olvidado y del pasado primigenio.1

 

En este párrafo Freud considera que hay un elemento de verdad histórica en el delirio, que su fuerza es debida a este factor y en ese sentido compara los delirios con las construcciones, extendiendo lo que sostenía con respecto a la histeria: en los delirios aquellos que los tienen sufren de reminiscencias. No excluye la complejidad de los factores que determinan la enfermedad, pero sostiene que tanto los delirios de los individuos como los “delirios” de la humanidad deben su fuerza al elemento de verdad histórica que ha surgido de la represión, es decir, del olvidado pasado primitivo.2

¿Freud considera verdad histórica los hechos en sí mismos o los “hechos” de la realidad psíquica? Esta pregunta se relaciona con el desarrollo que haré luego, tomando sobre todo las ideas de Bion, en cuyas concepciones la cuestión de la realidad psíquica pasa a primer plano. En “El hombre de los lobos” Freud dice que no hay ningún peligro en comunicar construcciones a un paciente en análisis, aun si estas resultaran equivocadas, y sostiene que estas construcciones no se formulan a menos que haya alguna perspectiva de aproximarse más a la verdad a través de ellas.

Freud confiere a las construcciones la cualidad de una herramienta técnica que permite avanzar en el análisis y habla de ciertas fantasías de su paciente como ocupando el lugar de una verdad histórica. Estamos así en el terreno de la realidad psíquica: la relación analítica implica llegar con el paciente a una especie de acuerdo de “ciencia ficción”, un pacto simbólico similar al que establecen los niños en sus juegos con el “dale que” asignando roles y contenidos argumentales lúdicos. Ese pacto desde ya es posible con pacientes a predominio neurótico y es una alternativa a llegar con pacientes más perturbados. La ficcionalidad requiere, para sostenerse, de tal pacto simbólico; en el teatro ese pacto se realiza entre actores y espectadores mientras dura el espectáculo. En mi práctica clínica –si las circunstancias del análisis lo permiten– a veces propongo al paciente tomar su relato como si fuera un sueño. La propuesta apunta a que esa formulación permita llegar a un significado y a una posible interpretación del mismo; también contribuye a desarrollar en el campo analítico un nivel lúdico, metafórico, el nivel del “como si”.

En “El hombre de los lobos” Freud reconstruye –o, mejor dicho, “construye”– hipótesis relacionando lo supuestamente histórico de la vida del paciente con sus fantasías. Va relatando cómo las ansiedades de castración del paciente toman forma a través de ciertos cuentos infantiles como Caperucita Roja y Los siete cabritos.3 En las concepciones de Bion podríamos considerar estos cuentos infantiles como modelos y como pensamientos oníricos, en la extensión que este autor hace de este término. Freud describe las vicisitudes en la evolución y transformación de la sexualidad del paciente de sadismo en masoquismo y la inferencia de un sentimiento de culpa como uno de los factores de esa transformación. En una nota al pie especifica que no se refiere a la transformación del instinto sino de su meta: de activo en pasivo.

Freud habla de transformaciones, pero no en el mismo sentido que las transformaciones que conceptualiza Bion, a las que me referiré luego.

Otro punto interesante de la teoría freudiana es la discusión en el relato de “El hombre de los lobos” en relación con las escenas de la temprana infancia que surgen en el análisis de una neurosis ¿son reproducciones de hechos que realmente ocurrieron, a los cuales se puede considerar como factores para la formación de una neurosis o son más bien productos de la imaginación infantil, que encuentran su estímulo en la vida adulta, en el sentido de servir como representación simbólica de deseos o intereses reales y que tienen su origen en una tendencia regresiva, como la de evitar afrontar las tareas del presente?

Freud dice que es necesario encarar esas fantasías infantiles, pudiendo lograr que el paciente diferencie entre hechos de la infancia de fantasías infantiles: tendrá así la posibilidad de darse cuenta de que esas fantasías han sido usadas para evitar afrontar tareas reales que el paciente necesita encarar. Una vez que en el análisis se haya podido hacer esta diferenciación, se podrá encarar en el tratamiento la relación con la vida real y actual del paciente. Y agrega una idea que ha tenido una evolución en otros autores psicoanalíticos: estas escenas de la infancia del paciente no son reproducidas en el tratamiento como recuerdos: son producto de construcciones.

¿Qué quiere decir con esto? No es necesario que estas rememoraciones4 inconscientes sean recuerdos de hechos reales; podrían ser, pero frecuentemente están distorsionados y mezclados con elementos imaginarios, como ocurre con los recuerdos encubridores.

Freud considera que son equivalentes a una rememoración si los recuerdos son reemplazados por sueños, cuyo análisis lleva invariablemente a la misma escena, que reproduce cada porción de su contenido en una extensa variedad de nuevas formas. Además, soñar es otra forma de recordar y a esta recurrencia en los sueños la considera como un factor significativo en el hecho de que los pacientes gradualmente adquieran una profunda convicción acerca de la realidad de estas escenas construidas, que de ninguna manera son inferiores a aquellas basadas en los recuerdos.

Además, agrega la transferencia como otro factor de peso que converge con los recuerdos y las construcciones. En síntesis, equipara estas construcciones realizadas en el análisis con los sueños: sostiene que son una forma de recordar y de este modo está dando prioridad a la realidad psíquica.

Antes de continuar con la importancia de la investigación psicoanalítica sobre los procesos de simbolización y sus fallas, que a mi modo de ver es una cuestión de peso en el tema de las construcciones en psicoanálisis, quiero referirme al uso que Freud hizo de los mitos, tomando brevemente el mito de Edipo.

Bion dice que Freud descubrió el psicoanálisis en el mito de Edipo y que el psicoanálisis le posibilitó interpretar el complejo de Edipo. ¿Qué quiere decir esto? Freud, gracias a su autoanálisis, sobre todo a partir del análisis de sus sueños, descubrió en sí mismo una configuración emocional triangular: inspirándose en su vasta cultura llamó a esta configuración complejo de Edipo, encontrando en el mito un modelo de relaciones humanas, cuyas características de funcionamiento psíquico y su relevancia para el desarrollo de la personalidad el psicoanálisis descubre e interpreta.

La investigación psicoanalítica de los procesos de simbolización

La investigación psicoanalítica del proceso de simbolización se tornó significativa en la medida en que se fueron expandiendo las posibilidades del tratamiento psicoanalítico para pacientes con problemáticas que no eran solo del orden neurótico. El uso de construcciones y modelos cobra otro sentido en la investigación y en la técnica psicoanalítica.

La evolución de la idea psicoanalítica a través de los autores post-freudianos hace que las implicancias técnicas de modelos y construcciones cobren otra relevancia, la que consideraremos bajo el nombre de “el análisis como construcción de una historia nueva”. Freud sostuvo que el análisis era solo para pacientes neuróticos, aunque investigó los funcionamientos psicóticos.

Por su parte, la teoría kleiniana profundizó la investigación del funcionamiento mental a lo largo del desarrollo, comprendiendo a los lactantes. Sus conceptualizaciones dieron pie para abordar las problemáticas border y psicóticas.

M. Klein hizo punta en ese sentido con sus trabajos “La personificación en el juego de los niños” (1929), “Situaciones de ansiedad infantil reflejadas en una obra de arte y en el impulso creativo” (1929) y en “La importancia de la formación de símbolos en el desarrollo del yo” (1930). Para ella la simbolización, ya sea en relación con el análisis de niños y/o de psicóticos, es considerada como una capacidad que puede desarrollarse, detenerse y aun perderse.

H. Segal observó en algunos pacientes la incapacidad de diferenciar entre símbolo y objeto simbolizado. Se llega así al estudio de la patología del símbolo formulando la distinción entre símbolo y ecuación simbólica. Desde la óptica kleiniana, solo si el paciente ha logrado evolucionar hacia la posición depresiva será capaz de simbolizar, después de haber elaborado el duelo por la pérdida del objeto y una diferenciación yo-no yo. El nacimiento del símbolo en estos desarrollos pone el acento en el mundo interno del paciente, sus objetos internos y su fantasía, sin referencia al funcionamiento de la mente de otro (madre/analista).

Solo en 1978, después de haber transitado por las ideas de Bion, H. Segal reconoce la importancia del otro polo de la relación: la mente de la madre o del analista. La raíz de esta evolución del pensamiento psicoanalítico con respecto a la simbolización se encuentra en M. Milner (1952) y en A. Winnicott, quien desarrolló la importancia de la “ilusión en la formación del símbolo”, el concepto del área transicional y de la “madre suficientemente buena”. Todas esas elaboraciones sobre el proceso de simbolización ponen de relieve la importancia del vínculo en este desarrollo, sea primario mamá-bebé o el de paciente-analista.

Las construcciones y el uso de modelos en el sentido en que lo propone Bion requieren del proceso de simbolización y estimulan su desarrollo. Lo traumático, desde estas concepciones, es lo que no ha podido ser “digerido”, es decir, “soñado” y uso aquí soñado en un sentido amplio: los hechos en sí no tienen significado, los sueños sí y los significados son nutrientes de la mente. Los sueños no revelan solamente contenidos emocionales: son un modo de digerir las experiencias emocionales y se los puede concebir también como intérpretes de las experiencias emocionales: formulan esas experiencias como problemas y como problemas que pueden ser resueltos, análogos a la formulación de los problemas matemáticos.

Podemos considerar, entonces, las construcciones como “pensamientos oníricos” (Bion, 1962). La concepción de los procesos de simbolización de Meltzer y Bion está relacionada con la consideración de la identificación proyectiva como una modalidad de comunicación primitiva y con concebir que el desarrollo de la capacidad de pensar pasa a través de la relación con el funcionamiento de la mente de otro: la simbolización deviene así un proceso que se da en una relación. Esto fue formulado como la relación continente-contenido (, Bion, 1962). Otra mente, la de la madre y/o la del analista, funcionando al unísono con la del bebé y/o paciente, aprehende las experiencias emocionales no digeridas y las transforma, favoreciendo el desarrollo de la capacidad de simbolización, una transformación en pensamiento (Bion, 1965) que puede darse a través de modelos. Desde esta concepción los significados ya constituidos pueden acompañarse con la formación de nuevos significados, nuevos vínculos, abriendo nuevas posibilidades.

El símbolo no debe saturarse de significado: constituye un nuevo continente para alojar nuevos contenidos, siempre en evolución, porque la mente es algo vivo que evoluciona o se deteriora. Ese es uno de los sentidos de la construcción de modelos en psicoanálisis: no se trata de una re-construcción de hechos pasados, sino de desarrollar herramientas para que los problemas emocionales puedan formularse y así se puedan comprender y elaborar.

Otro aspecto interesante se refiere al descubrimiento del mito privado. Es una construcción mítica que juega un papel importante en la configuración de lo que Bion llama pre-concepción y, por ende, en el intento de aprender de la experiencia. Existe una analogía con la influencia que ejercen los mitos públicos en el aprendizaje de la convivencia en los grupos. El equipo mental para lograr las transformaciones en K (disposición al conocimiento) requiere de la aventura de exploración en el mundo de las propias creencias (religiosas, acerca del destino, del pasado, del futuro, etcétera; el espectro es amplio).

El mito privado transformado por la función PS ↔ D (oscilación entre estados mentales de dispersión y de integración) capacita al equipo mental a internarse en las oscuras sombras que envuelven el mito privado, que es una fantasía inconsciente encastrada en experiencias de repetición. Bion definió la repetición como una detención del acto de aprender de la experiencia emocional. La pre-concepción encuentra una realización que se aproxima y se satura en el nivel de la concepción. Dicho de otra forma, experiencias infantiles de descubrimiento quedan detenidas al construirse modelos deficitarios o fracasados y ser tratados como “hechos en sí mismos”. Estos modelos se empotran en el inconsciente y dan como resultado un crecimiento trunco o macilento (falta de reservas para la adversidad).

Para poder acceder a la re-construcción verbal del mito privado y poder visualizarlo se requiere generalmente la formulación “es como” o “dale que” o “es como si”. Lo que estamos haciendo en ese caso es sombrear el objeto, atenuando la luz que proporciona la apariencia. Visualizamos la sombra mítica. El analista, al formular una interpretación, se arriesga a una zona de inseguridad. Es necesario que el analista cuente en su equipo mental