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A Pablo le fue ofrecido un trabajo que podía ampliar los ingresos de su actividad habitual en un valor por demás interesante. El mismo se condecía con el concepto que él tenía sobre ciertas personas. Creyó poder llevarlo a cabo fácilmente, pero ningún trabajo es un lecho de rosas, no previó los inconvenientes con los que se iba a encontrar.
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Seitenzahl: 200
Veröffentlichungsjahr: 2023
RAMIRO IBAÑEZ CARBAJAL
Ramiro Ibañez CarbajalUn trabajo diferente / Ramiro Ibañez Carbajal. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2023.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-4575-6
1. Novelas. I. Título.CDD A863
EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINAwww.autoresdeargentina.cominfo@autoresdeargentina.com
Capítulo 1 - La Partida
Capítulo 2 - Laura
Capítulo 3 - Roma
Capítulo 4 - Cecilia
Capítulo 5 - Nuevas Amistades
Capítulo 6 - Capri, Anacapri y La Gruta Azul
Capítulo 7 - La Vecina
Capítulo 8 - Joaquín
Capítulo 9 - Cuestionario
Capítulo 10 - Respuestas y Puerto de Frutos
Capítulo 11 - Raquel
Capítulo 12 - Seducción
Capítulo 13 - Huida
Capítulo 14 - Madrid y Costa del Sol
Capítulo 15 - María Beatriz
Capítulo 16 - Hechos Inesperados
Capítulo 17 - Incomprensión
Capítulo 18 - Tristeza
Capítulo 19 - Pedido
Capítulo 20 - Resurrección
Mi agradecimiento está dado en forma general para no dejar a nadie de lado. Cada persona que colaboró con sus opiniones, consejos y críticas, va a estar muy contenta sabiendo que lo que me hizo feliz al escribirlo, finalmente se publicó.
Las puertas corredizas del sector de vuelos internacionales del aeropuerto se abrieron e ingresó Pablo con paso rápido, trasladando su valija sobre ruedas y llevando colgada sobre su hombro izquierdo una mochila de un cuero muy fino. Se dirigió al enorme cartel de anuncios de partidas al exterior y su expresión fue de tranquilidad al comprobar que todo estaba en orden.
Consultó su reloj y se encaminó a realizar el check in, quería estar en el área de embarque, hicieron la verificación de su pasaporte, pasó su valija y su mochila por la cinta, cruzando sin problemas por el control de la PSA, la Policía de Seguridad Aeroportuaria.
Tendría que matar el tiempo de espera, buscó un bar para tomar un café, de paso mitigar el frío del mes de julio que se hizo sentir en el taxi que lo trajo al aeropuerto, ya que se había descompuesto la calefacción como le explicó el conductor con todo tipo de disculpas.
Descubrió una mesa y ahí se dirigió, estaba contento, la primera parte del viaje estaba cumplida, una moza se acercó.
—¿Hola, qué gusta tomar? —era rubia, bonita, notó que causó el efecto que generalmente despertaba en una mujer.
—Un café, por favor —pidió.
—¿Nada más, algo para acompañarlo? —sus ojos expresaban admiración.
—No, sólo un café –contestó sin inmutarse.
Se retiró la mujer y pudo comprobar su figura, pero trató de poner sus ideas en orden. Estaba por emprender eso que tanto había deseado, había hecho muchos viajes por Argentina pero en sus cuarenta y dos años no había viajado al extranjero, Roma, ¡qué ciudad!, ¿sería como la había estudiado y pensado en recorrer? Trató de no excitarse, todo a su debido tiempo. Volvió la moza con el café, ella trató de hablarle, pero gentilmente no le dio ocasión, quería disfrutar en soledad de cada momento previo al embarque.
El café estaba delicioso, caliente como a él le gustaba. Miró a la gente bulliciosa, charlaban algunos, parejas con hijos, muy pocas personas solas, le llamaron la atención dos chicas, ¿serían amigas?, bueno allá ellas y más lejos una pareja de muchachos, que ellos sí por su proceder, tenían claramente una actitud amorosa, cambiaron los tiempos, hoy no existía problema, se mostraban sin ningún pudor.
Pasó un buen rato y su ansiedad comenzó a crecer, buscó a la rubia, le hizo una seña para que le trajera la cuenta.
—Este trabajo me mata, ver a la gente que se va de viaje, ya lo haré alguna vez, ¿va a un sitio bonito? —a la chica, se le notaba su cansancio.
—Sos muy joven, vas a ver que ya te va a llegar el momento —la trató de consolar.
Pagó, le dejó una propina y se propuso recorrer negocios, no para comprar algo, sólo para lograr que los minutos pasaran.
Se sentó cerca de la puerta de llamado, debía de armarse de paciencia, el tiempo dentro de todo pasó rápido, al comenzar la fila para la salida se incorporó, pero igualmente fueron llamados primero los de clase ejecutiva, personas con niños pequeños y los que tenían asiento en la zona trasera del avión.
Caminó por la manga, llegó a su ubicación y colocó la valija en su compartimiento, había previsto llevar equipaje que no tuviera que ser despachado, en Roma era verano, para qué cargarse de cosas, puso la mochila a sus pies. Su asiento era de pasillo, quería no molestar si deseaba pararse, que lo incomodaran pero no complicar a nadie.
Se ubicó y se propuso relajar. Comenzaron a pasar por su mente pensamientos como si fueran escenas de una película, recordó su niñez, llena de cariño por parte de sus padres, felicidad plena. Era el mayor comparado con su única hermana, a quien había protegido siempre, algo común, cuando el varón es mayor. Su hogar de niño fue de clase media baja, pero pudo estudiar, lo hizo en escuelas públicas, inició la carrera terciaria y comenzó a estudiar inglés, quería llegar a poder utilizar conversación fluida, sabiendo que junto con su vocación por el estudio de sistemas y lenguaje de programación, sería el idioma un capital de inmenso valor.
Hizo fútbol y tenis, fue un muy buen practicante de ambos deportes, hoy en día sigue con el tenis y corre cuatro o cinco kilómetros tres veces por semana, cuidaba en lo posible su físico. Se sabía un hombre admirado por el sexo femenino, su metro ochenta, su cuerpo atlético, cabello negro, contrastando con sus ojos de un azul intenso, permanentemente tostado, amaba el sol, su mirada surtía efecto y las mujeres estaban a la orden del día.
Su vida amorosa fue intensa, pero no quiso atarse con nadie, buscó independencia, ser libre y en las rupturas terminó bien, siendo amigo de sus exparejas, supo tratar y llevar la situación a finalizaciones pasivas, convencía, decía que era mejor separarse que seguir llevando adelante una mala relación.
Más de una vez pensó que el tiempo iba pasando y no llegaba a formalizar con nadie, nunca encontró quien le hiciera cambiar sus conceptos, los hijos no eran su obsesión. Sí, le encantaban sus sobrinos, dos varones con muy poca diferencia de edad y a quienes solía llevar al fútbol.
Se dedicó a trabajar mucho, pero como era una tarea que desarrollaba en forma liberal, suplantaba el tiempo del deporte y gimnasio por días feriados o sábados y domingos, no le interesó salir en el momento en que todos salen y dentro del país sí viajó bastante, le encantaba manejar su auto deportivo, su BMW, de unos cuantos caballos de potencia, no era un irresponsable, sólo sentir debajo de su pie derecho el poder si llegaba a necesitarlo.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por la atractiva azafata que iba y venía en los preparativos antes del despegue y le llamó la atención que no podía ocultar su curiosidad hacia él, ¡oh!, Laura, ya que leyó su nombre en la identificación a la altura de su corazón, alta, piernas largas, pelo oscuro y piel blanca sin ser pálida, muy buenas formas, busto justo y fina cintura, todo complementado con grandes ojos azules.
Lo sorprendió que en la tercera pasada se detuviera.
—Hola señor, ¿necesita algo? —le dijo con mucha amabilidad.
—No —fue parco, lo tomó desprevenido, comprendió que ella se sintió atraída y buscó para hablarle.
—Creía que me había hecho una seña —le expresó.
—Quizá pensó eso al cruzarse nuestras miradas, pero no, todo bien, cualquier cosa le digo, gracias por preocuparse.
—De nada señor, ha sido un gusto —su sonrisa era hermosa.
Un rato más tarde se produjo la partida, todo normal. Cómo algo tan pesado, con gente a bordo, equipajes, toda esa estructura podía levantar vuelo con tanta facilidad.
Siguió con su pensamiento respecto al proceder de la azafata y el avión tomó altitud y se estabilizó, en ese instante se puso a investigar la pantalla que tenía enfrente, para decidir qué película elegiría después de cenar.
Transcurrió el tiempo, miró su reloj y pensó que debían estar entrando al espacio aéreo brasileño, buscó la ruta desarrollada en la pantalla y confirmó tal presunción.
Iría al baño del fondo del avión antes de cenar, de paso estiraría las piernas, ya que con su estatura la clase económica resultaba incómoda, vio la luz verde de desocupado y se encerró, sonrió porque se acordó que en sus vuelos de cabotaje le costaba orinar en ese pequeño cubículo, el vaivén lo distraía.
Destrabó la puerta y al salir, se llevó por delante a Laura, la azafata que se dirigía a las dependencias de la tripulación de cabina.
—Perdón, ¡epa!, pero si es Laura.
—No hay problema, ¿pero cómo conocés mi nombre? —lo trató en forma familiar, quizá por cómo se refirió él.
—Por tu identificación, la llevás ahí —señalándole— aprovecho para presentarme, me llamo Pablo —encaró, era demasiado bella.
—Hoy supuse que eras un actor, quizá en la primera impresión te confundí con alguien que tenía en la memoria.
—Hace un rato pensé en vos —aplicó su arma de seducción.
—¿Sí? —Ella se notó sorprendida— ¿por qué pensaste en mí?
—Desapareciste, me dije, ¿dónde está esa chica con la que se cruzó mi mirada? —ella sonrió dulcemente.
—Es que atiendo la clase ejecutiva.
—¡No me digas eso!, yo que esperaba tu atención en la cena.
Laura se quedó pensando y de golpe se animó.
—En la clase ejecutiva hay espacio, si querés puedo hacer que pases a esa clase, por supuesto sin ninguna adición a tu pasaje —No estaba dispuesta a perderlo de vista, pensó.
—Me encantaría pero no quiero comprometerte.
—Soy quien tiene a cargo la tripulación de cabina, digamos la jefa —se rio, mostrando un brillo en sus ojos.
—Entonces soy todo tuyo, ¿pero cómo disimulamos el traslado?
Laura analizó un instante, su mente trabajaba a mil.
—Vamos a hacer lo siguiente, vos ahora vas a tu asiento que yo en un rato me presento y te digo, señor, el tema de su ubicación en la clase ejecutiva está solucionado, por qué no toma sus pertenencias y viene. Ahí te voy a indicar que hay un asiento doble vacío, elegí ventanilla o pasillo.
—Buenísimo Laura, me permitís darme ese gusto de viajar como si fuera un pudiente —se sonrió de tal forma que ella una vez más se sintió atraída por ese hombre.
—Bueno nos vemos en un rato.
—Me gustaría darte un abrazo —dijo bromeando.
Pablo se encaminó a su lugar, pasaron unos veinte minutos y apareció Laura que nuevamente se destacó por su dulzura en el trato, le habló y como habían quedado manifestó la solución a su problema de ubicación en la clase ejecutiva, por lo tanto sacó su valija del compartimiento, tomó su mochila y siguió a Laura a la parte delantera del avión donde se encontraba la clase superior. Guardó sus pertenencias, luego se acomodó en el asiento que daba al pasillo.
Laura se despidió.
—Bueno, lo dejo, me alegro que se resolviera su problema —lo dijo en un tono de voz para que fuera escuchada por otras personas cercanas.
—Gracias señorita, ha sido muy grata su intervención —y la vio alejarse, tratando que su mente fuera para otro lado y cambiar lo que estaba pensando.
Notó que era observado por el individuo sentado cruzando el pasillo en el asiento que estaba a la misma altura en relación al suyo.
Cambió la vista y al volver a mirar, el hombre lo seguía mirando y sonriéndole le dijo.
—Espero no molestarlo.
—Señor, no quiero ser brusco, pero no soy esa clase de gente.
—No, por favor, no busco eso, pero me llamó la atención cómo se conducía la azafata con vos. Destilaba devoción, está bien, sos buen mozo pero de ahí a tener ese imán no me lo explico —aparentaba ser una persona distinguida de unos sesenta años.
Pablo se le quedó mirando, no entendía nada.
De repente le dijo:
—No me presenté, soy Joaquín Mansilla, empresario y estoy viajando a Roma porque tengo una empresa allá también. Me muevo entre Argentina e Italia, nos dedicamos a la industria de caños de termofusión, pero con una tecnología muy superior que los hacen mucho más durables y súper económicos. ¿Vos a qué te dedicás?
—Me llamo Pablo y soy programador, vendo mis programas a empresas de cierto nivel.
—¿Y te rinde económicamente?
—Está duro, pero voy creciendo —la conversación se estaba prolongando mucho para él.
—Bueno, está llegando la comida —dijo Joaquín.
Laura con otra compañera servían con gran practicidad y rapidez a los pasajeros, ofreciéndoles por su condición de VIP, diferencias sustanciales con respecto a la clase económica, podían acompañar la sabrosa comida con champagne o con un buen vino.
Al llegar al asiento de Pablo, se notó muy sutilmente la dedicación hacia él, mientras su compañera visitaba a otro pasajero.
—Señor, le dejo para su elección la carta de vinos y comida.
Al rato regresó, le tomó el pedido y muy prontamente vino con un copa de champagne tal como le había solicitado y un plato de trucha con salsa de camarones.
—¿Está bien así?, ¿necesita algo más?
—No, muy agradecido —y otra vez pudo contemplar lo preciosa que era Laura, pensó “¿Qué hago?, no me quiero implicar con nadie”.
Se dedicó a disfrutar la comida y bebida, mientras las chicas seguían con su tarea atendiendo a los demás pasajeros.
No podía quitar de sus pensamientos a Laura, había penetrado fuerte en su mente.
Finalizó su cena que terminó con un postre riquísimo y otra copa de champagne, vino la compañera de Laura a retirar los objetos y como un reflejo miró a su derecha y se encontró con la sonrisa de Joaquín quien le dijo.
—¡Sigo asombrado! —sonreía.
—¿De qué? —preguntó molesto de que lo siguiera observando.
—Cómo te trató “mujer bonita”, no te molestes, es una broma —evidentemente Joaquín no parecía buscar otra cosa que divertirse.
—No, para nada —le dijo, cambiando su actitud y su cara seria.
—Sabes, como me dijiste que está brava la economía, se me ocurrió un trabajo para ofrecerte, pero te imaginarás que no es momento ni lugar, te doy mi tarjeta, cuando vuelvas de tu viaje mirala, ahí también está mi WhatsApp. Si querés coordinamos y te venís a mi empresa, perdoná si soy entrometido, pero nos puede servir a los dos, así charlamos de todo —buscó en su maletín y le entregó una tarjeta con letras doradas.
—Gracias, cómo no, siempre es bueno conocer gente y analizar una posibilidad de trabajo, ahora voy a descansar un rato.
—Perfecto, aprovechemos para eso.
Pablo se sumergió en sus pensamientos, ese vuelo traía sorpresas, Laura la espléndida y el misterioso Joaquín.
Al bajar las luces del sector, recordó que en un vuelo al sur de Argentina experimentó esa sin igual sensación de tranquilidad, en la oscuridad y vaya a saber a qué altitud de vuelo, en la ocasión en que todos descansaban, le encantaba ese momento.
Se quedó dormido, despertándose de golpe, se ve que fueron muchas las cosas del viaje que lo cansaron, miró su reloj y se sobresaltó, ya que faltaban un poco más de dos horas para llegar a Roma y pronto traerían el desayuno. Pensó en Laura, quería poder hablar a solas con ella, iría hacia la zona donde permanecían en el tiempo de descanso.
Se levantó, fue al baño, orinó, hizo un lavado de manos y cara, se acomodó el cabello y salió en busca de la chica especial, la suerte estaba de su lado, la encontró enseguida, ella estaba perfecta como si caminara de paseo por cualquier calle de ciudad.
—Hola Laura, salí a buscarte, quería preguntarte, ¿cuándo vuelve la tripulación?
—Mañana a las veintidós horas, estamos una noche en Roma y al día siguiente volvemos a Argentina —le dijo sorprendida de verlo nervioso, se le notaba su ansiedad.
—Nos podríamos encontrar a la tardecita de hoy, quería que paseáramos juntos e invitarte a cenar, así agradecerte —Laura se sonrió, le encantó la excusa del agradecimiento. Se notaba que había una comunicación excelente entre ellos.
—Bueno, me gusta tu proposición, intercambiemos los números de teléfonos.
—Decime la hora que te queda bien y donde encontrarnos, vos sos la que conocés.
—Te parece a las dieciocho horas frente a la embajada de Brasil, es en plaza Navona, buscá en Google y la ubicás muy fácil.
—Perfecto, quedamos así, ya me voy a arreglar.
—En un rato serviremos el desayuno, me encantó que me buscaras.
—Chau, a mí también, nos vemos a la tarde. —Había logrado su objetivo.
Se fue a su asiento, la sensación que sentía le alegró el alma.
Pasó el desayuno, al terminar el mismo escuchó a Joaquín decirle.
—Esta otra moza que nos sirvió, confirmó mi parecer, atraes al sexo opuesto de manera sorprendente.
—¡Qué exagerado es usted! —“Está trastornado”, pensó.
—Bueno Pablo, un gusto encontrarte, no dejes de verme a tu regreso. Creo que encajás perfectamente en el hombre ideal para el trabajo que se me ocurrió ofrecerte.
—Lo mismo digo, ha sido un placer conocerlo. Lo veré a la vuelta, ya me agendé los datos de su tarjeta. Me quedo intrigado por esa labor, pero tiempo al tiempo. —No le salía tutearlo.
Se acomodaron disfrutando de la última parte del vuelo, éste había sido muy placentero y sereno, por suerte no sufrió ni la más leve turbulencia.
El avión aterrizó y se detuvo, se saludaron nuevamente, Pablo tomó sus pertenencias y saludó a ambas mozas, quedando última Laura a quien le dirigió una sonrisa grata de despedida. Se encaminó por el largo pasillo de la manga hacia el sector de inmigración para hacer los trámites correspondientes.
Todo fue sencillo y rápido en el trámite migratorio, buscó la salida, el aeropuerto era inmenso, caminó largamente, bajó escaleras, consultó en español a una persona de seguridad quien lo orientó en italiano y se dio cuenta que si hablaban sin apuro se entendían perfectamente.
Por fin después de tanto andar, se aproximó al lugar ansiado de taxis.
Cuando le llegó el turno, le tocó un hermoso Mercedes Benz blanco, impecable, pensó lo que era estar en el primer mundo.
Le dio al chofer el nombre del hotel cercano a la plaza de España. Apreció primero la autopista y luego al ingresar a la ciudad la arquitectura antigua pero con un encanto especial.
El hotel era muy acogedor, no era uno de esos inmensos donde se perdía la relación con el personal, fue atendido muy amablemente y le explicaron que no dejara de conocer la terraza, donde se había establecido un servicio bastante completo de consumición.
Se iba a quedar cuatro noches en Roma, tiempo suficiente pensó para conocerla bien, sobre todo los lugares más nombrados.
Acomodó sus cosas, se dio una ducha rápida y salió hacia Plaza España. Le gustó mucho, su fuente no muy grande al pie de las escaleras, subió por ellas y tuvo una grandiosa visión de la parte baja, vio pasar una carruaje tirado por un bello caballo negro donde el cochero transportaba a una pareja en la parte trasera.
Había en la zona alta ventas de cuadros, láminas para encuadrar y puestos con recuerdos del sitio.
Se quedó un buen rato disfrutando de ese encantador lugar, bajó y se sentó en el cuarto escalón de la escalera contando desde la calle junto a un montón de gente que estaba en la misma situación. Observó cómo un hombre le compraba a su mujer una rosa roja deteniendo al vendedor que llevaba un ramo también con rosas amarillas y blancas.
El día era estupendo, el cielo era de un celeste sin ninguna nube, el sol comenzaba a calentar, miraba la actitud de las personas, el que estaba solo o sola, parejas que hablaban, le llamó la atención una pareja que estaba en el más absoluto silencio, ¿algo andaría mal?, pasaba a menudo.
Se incorporó al rato, le habían hablado que enfrente se encontraba la vía Condotti, hasta ahí se dirigió. Esa calle dejaba ver las escalares de la plaza de España, en ella se encontraban las mejores marcas de productos del mundo, Cartier, Prada, Louis Vuitton, Gucci, etc., etc.
Uno quedaba maravillado con esos locales, ¡qué opulencia! Pablo miró los relojes Cartier y el tradicional estilo plateado con recuadro dorado, malla combinada, esto lo llevó a pensar en Joaquín, vaya a saber por qué recordó a ese hombre de negocios que le manifestó que tenía un trabajo muy especial para él. Siguió caminando y notó cómo las mujeres se sentían atraídas por las vidrieras de modas, un diseñador italiano era furor en ese momento.
Esto no es para mí le vino a su cerebro, quiero huir de aquí, quizá algún día podré darme un gusto de este nivel.
Caminó de regreso al hotel, iría a la terraza a comer un sándwich con una gaseosa, descansar un rato y prepararse para la cita de la tarde.
Al subir se encontró con un lugar hermoso, muy bien combinado, un gusto delicadísimo, las mesitas que tenían en su centro una pequeña lámpara de estilo turco que seguramente se prendería en el horario nocturno y sillas, ambas color verde oscuro, el piso de baldosas españolas con juntas grises, malvones y geranios en unas macetas de formas muy lindas y lo que más le llamó la atención era el techo de muchos colores y de una tela que permitía plegarse al llegar a la pared, con sistema eléctrico, que hacía correr esas franjas separadas por un pequeño espacio entre unas y otras que cubrían el sol y por las noches esas franjas eran replegadas para dejar el cielo al descubierto así poder gozar el clima del verano, apreciar las estrellas y la luna si se dejaba ver, todo daba al ambiente un toque ampliamente romántico.
Después de disfrutar ese sector se dirigió a su habitación, descansó un rato, se cambió y salió para su cita, quería ir caminando para ver Roma y tener tiempo de pensar cómo iba a ser el encuentro con esa chica sumamente atrayente.
Cinco minutos antes de las dieciocho horas llegó frente a la embajada de Brasil que estaba muy cerca de la imponente fuente de los cuatro ríos.
Y a la hora establecida en punto venía caminando Laura desde el centro de la plaza, bellísima, traía un vestido en seda natural floreado un poquito arriba de las rodillas, bastante ajustado con unos zapatos cerrados con pequeños tacos que hacían juego, completaba su vestimenta un saco liviano color crema.
Se acercó, lo abrazó y lo besó en la mejilla, el contacto le ocasionó una vibración muy especial.
—Hola Laura, estás preciosa —la aduló, se lo merecía.
—Gracias, vos tampoco te quedás atrás, esa camisa azul es muy linda y hace que te resalten esos ojos —rio con ganas.
—Bueno, bueno, me vas a cohibir, halago por halago.
Comenzaron a caminar y ambos al mismo tiempo dijeron lo hermosa que era esa plaza.
—Transmisión de pensamiento —dijo Laura.
—¡Sííí! —expresó Pablo.
—Quería que nos encontráramos aquí, considero que este es uno de los lugares más lindos de Roma.
—Mirá qué sitios para comer y tomar algo que acompañan esta arquitectura.
Caminaban muy despacio, como pretendiendo que el tiempo no pasara, claramente se encontraban muy a gusto, con una naturalidad como si hiciera mucho tiempo que se conocían.
En el caminar, Laura levemente se llevó por delante con su brazo derecho el izquierdo de Pablo y el sentir de ambos se alteró.
Hablaron y hablaron, había muchos temas, no existían silencios, sin embargo notó de repente en los ojos de ella que un dejo triste apareció.
—Laura, ¿estás bien?, ¿qué pasa?, noto algo raro en tu mirada.
—Qué perceptivo, sí, vengo de una situación fea anterior y se me cruzó pensar que lo poco que hace que te conozco, representa un montón de cosas que me hubiera gustado tener en la pareja que experimenté anteriormente. Me siento muy cómoda con vos y me gusta mucho tu compañía.
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