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"Estamos al final del declive de una cultura y al alba de otra que empieza, se desarrolla y ya se impone. Se anunciaba desde hace tiempo. La humanidad de la Tierra, con su conciencia, ha atravesado una época oscura, que los hindúes llaman Kali Yuga. Ha sido una noche larga, pero ya vemos la aurora de un nuevo día resplandeciente".
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Seitenzahl: 64
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Peter Deunov
UNA VIDA NUEVA
¡Evera!
ISBN 978-84-125136-5-3
Este libro propone extractos de conferencias del Maestro Peter Deunov (Beinsá Dounó) sobre el futuro de la humanidad, la idea de fraternidad y la música, pronunciadas a finales de los años 1930. Destacamos algunas frases especialmente importantes (Nota del editor).
Contenido
La primera tarea de la mañana
El trabajo del bien y del mal
Una nueva humanidad
Una idea de fraternidad
El advenimiento de la Fraternidad
La fuerza de la música
Música y armonía celestial
La fuerza mágica del amor
La vida en el pasado, el presente y el futuro
El nuevo cielo y la nueva tierra
Consejos del Maestro a sus discípulos
Desde hace milenios, el Espíritu divino penetra profunda e intensamente en todas las células de los órganos de nuestro cuerpo físico. Por eso el cerebro, el corazón, los pulmones, los nervios, las arterias, las extremidades, deben ser objeto de una gran atención, de un control incesante y de una vigilancia de cada momento.
Desde que os despertáis, debéis pensar en todas esas células, en todos esos seres vivientes que se activan continuamente en todos vuestros órganos. Animadlas en su trabajo ininterrumpido, expresadles vuestra gratitud y vuestro reconocimiento con hermosos pensamientos ideales y sentimientos puros para que trabajen con alegría, estimulados por una nueva fuerza.
¡No olvidéis nunca a estos fieles servidores! Si ellos ralentizaran el ritmo de su actividad, los latidos de vuestro corazón se resentirían, vuestra sangre ya no sería purificada y todo vuestro organismo se debilitaría rápidamente... Reflexionad sobre las consecuencias nefastas de esta ralentización. Por tanto, no dudéis en animar vuestras células con palabras benévolas; ellas entienden vuestro lenguaje porque están dirigidas por una ley divina.
Si un miembro u órgano os duele, colocad vuestra mano derecha en el lugar del dolor y enviad vuestro amor a cada célula de la parte dolorosa, el dolor desaparecerá poco a poco.
Nuestros contemporáneos ignoran esta cuestión que es importante: cada célula es consciente de su papel, lo cumple con inteligencia, y nuestras capacidades físicas, intelectuales y espirituales dependen de su buen funcionamiento.
Cada mañana y cada noche, concentrad vuestros pensamientos positivos y enviadlos a todas vuestras células, y entonces os sentiréis bien preparados para cumplir vuestra tarea diaria, para servir con amor a Dios y al prójimo, y así aumentaréis la duración de vuestra vida.
Diréis que no tenéis tiempo para pensar en vuestras células, que estáis abrumados por vuestras preocupaciones diarias... Sin embargo, es la mejor manera de aligerar y embellecer las actividades de vuestra vida terrenal.
Nuestro cuerpo debe ser el templo de Dios, en el que Él pueda manifestarse y a quien debemos dar gracias cada mañana para que la jornada sea buena y fecunda.
Si examinamos la vida, vemos que hay un orden, un orden en toda la naturaleza donde cada cosa está en su lugar. En ella no hay confusión ni contradicción. Sin embargo, como los hombres no entienden su orden, han creado su propio orden y tratan de imponérselo. Si lo lograran, los mayores desastres se producirían en la tierra.
Para aclarar este pensamiento, me serviré de una historia:
Un famoso obrero griego, que había sido maestro en su especialidad, trabajaba en un edificio; como estaba en el tejado, cayó accidentalmente y se rompió las dos piernas. Él protestó, pensó que el mundo no estaba bien hecho, y oró a Zeus para que cambiara la ley y ya no fuera posible romperse las piernas. Zeus escuchó su oración y cambió la ley. Las piernas del maestro-obrero fueron sanadas y se fue a terminar su trabajo. Subió a la azotea de la casa y comenzó a golpear con su martillo para clavar los clavos. ¡Cuál fue su asombro al ver que los clavos, por muy fuerte que golpeara, no se hundían!...
Al no poder penetrarlos, se enfureció y tiró su martillo al suelo; ¡pero éste se quedó colgado en el aire! Y de nuevo protestó contra los dioses, pero después de reflexionar, vio que Zeus había hecho exactamente lo que le había pedido. Comprendió entonces que la ley anterior era preferible y, de nuevo, rogó a Zeus que la restableciera, ¡aunque entonces podrían romperse las piernas!...
Los humanos representan el mal a su manera. Como no pue-den entenderlo, quieren alejarlo, pero el mal es una necesidad para este mundo. En la actualidad, se lucha por obtener alguna ventaja, y los hombres creen que darán forma al mundo para ellos. Ahora bien, el mundo es libre, no son sus amos, solo son sus servidores. Los que, desde lo alto, dirigen la tierra han venido y se encargan de ella espiritualmente. Si los ojos de los hombres se abrieran, verían que está rodeada de seres luminosos que se activan para devolverla a un estado armonioso. Estos seres instaurarán definitivamente la paz en la tierra. En el futuro, solo los hombres de corazón lleno de amor, que siembren la verdad y posean virtudes, podrán vivir allí; heredarán la tierra. Sus futuros herederos estarán sanos, su intelecto será claro, su corazón y su voluntad nobles. Serán libres y fuertes.
El pensamiento del hombre debe ser creador del bien, debe beneficiar a los demás para elevarlos y no para hacerles la zancadilla. Si el ser humano hubiera podido mantenerse en el estado original que le fue dado primitivamente por la naturaleza, habría podido comunicarse con el mundo invisible. La fe es un sentido que permite percibir el otro mundo. Quien posee la fe verdadera puede ver lo invisible.
Hemos visto que fuera de nuestro orden, hay otro orden que organizará el nuestro. La tierra actual está en plena reorganización. En las Escrituras hay un versículo que dice: «La mujer dará a luz con dolor, pero después de que dé a luz al niño, su dolor se convertirá en alegría porque un hombre habrá nacido en el mundo» (Juan 16:21). Vivimos una época en la que toda la humanidad está «encinta» de una idea; ¡todos los sufrimientos soportados en este momento son los dolores de un «parto»!
En la naturaleza, la ley es la misma. Las pruebas actuales, que causan muchas víctimas, verán nacer lo bello y lo verdadero de un mundo mejor. Es una constatación, porque todo lo que sucede es razonable y bueno, lo que ha sido creado por Dios ha sido ampliamente reflexionado y, en última instancia, todo se convertirá en el Bien. ¡Tengamos fe en Dios!
Todos sufrimos en este momento porque participamos en los sufrimientos de la nueva humanidad. Si queremos participar en los bienes futuros, también debemos participar en sus sufrimientos. Y cuanto más grandes sean, mayores serán nuestros bienes. Los hombres son solidarios en el sufrimiento porque el bien que saldrá de él, florecerá en todas las almas. Lo Divino viene y nacerá en todos los seres que viven en la tierra. Lo que debe nacer, ya está en vosotros.
Las ideas que ahora tienen los hombres, son ridículas. ¡Piensan que después de su muerte irán directamente al Cielo, y que san Pedro irá a su encuentro! Mientras no amen a Dios con toda su alma, con toda su mente, con todo su corazón, con toda su fuerza, y al prójimo como a ellos mismos, no pueden acceder al Cielo. El hombre que muere sin haber amado a Dios ni a su prójimo se encontrará en condiciones aún peores. Volverá a la antigua vida y sus sufrimientos aumentarán.
Sin amor no puede nacer ningún pensamiento ideal; sin amor, ningún sentimiento noble, ninguna acción desinteresada puede nacer. Ningún progreso, ninguna felicidad, nada puede nacer en el mundo sin amor.
La humanidad contemporánea debe dar vida al sentimiento más elevado del mundo: que todos los hombres vivan como hermanos y hermanas.