Vendida a un playboy - Lucero Gonzalz - E-Book

Vendida a un playboy E-Book

Lucero Gonzalz

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Beschreibung

Lucía King llega a una nueva ciudad en busca de un mejor futuro, pero en su primer día allí es invitada a una fiesta que se convertirá en la peor de sus pesadillas y en el punto de inflexión para su vida al conocer a Nicolas Cavalier, un hombre lleno de secretos y al que la gente ama y teme por igual. Un hombre que lo cambiará todo para ella.

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©️2022 Lucero Gonzalz

Reservados todos los derechos

Calixta Editores S.A.S

Primera Edición Noviembre 2022

Bogotá, Colombia

 

Editado por: ©️Calixta Editores S.A.S 

E-mail: [email protected]

Teléfono: (571) 3476648

Web: www.calixtaeditores.com

ISBN: 978-628-7540-92-7

Editor en jefe: María Fernanda Medrano Prado 

Corrección de estilo: Laura Tatiana Jiménez Rodríguez

Corrección de planchas: Ana Rodríguez S

Maqueta e ilustración de cubierta: David Ándres Avendaño M. @art.davidrolea

Diagramación: David Ándres Avendaño M. @art.davidrolea

Impreso en Colombia – Printed in Colombia 

Todos los derechos reservados:

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño e ilustración de la cubierta ni las ilustraciones internas, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin previo aviso del editor.

A quien le hicieron pensar que no era suficiente.

A quien lloró en silencio creyendo que nadie le quería.

ADVERTENCIA

Esta historia contiene escenas relacionadas con bullying, violencia sexual, lenguaje ofensivo, trata de personas, alteraciones de salud mental, drogas y comportamientos sociales problemáticos.

Los lugares, personas, sustancias y representaciones en este libro son producto de la ficción. Algún parecido con la realidad es solo coincidencia.

No recomendamos la lectura de esta novela a menores de edad ni a personas sensibles y/o susceptibles.

Prólogo

Mi nombre es Lucía King. Hace poco llegué a una ciudad inmensa y muy bonita. Aquí, estoy sola...

Bueno, ni tanto.

En el avión conocí a una chica. Su nombre es Liliana Duarte, aunque prefiere que la llamen Lily. Tenía ojos cafés, piel morena y su cabello liso dejaba ver visos violetas sobresalir en su tono negro natural. Su belleza era innegable. Recuerdo que vestía un top lila y unos pantalones blancos y anchos, y cargaba una chaqueta del mismo color en su antebrazo. Me dijo que venía de muy muy lejos… Volvía de vacaciones para encontrarse con sus padres y permanecer a su lado. Estuvo a punto de llorar al decirme lo mucho que extrañaba los regaños de su papá.

Me habló de diferentes viajes que había hecho. Su familia es propietaria de una cadena de restaurantes de renombre y cuenta con los medios para darle la oportunidad de explorar el mundo por su cuenta. Lily me agradó desde el primer instante. Ella ama hablar y yo soy buena escuchando. Creo que por eso nuestra conexión fue inmediata.

Mientras el avión avanzaba, nosotras conversamos sobre las cosas que nos gustaban, su alergia a los gatos, mi amor por las flores, nuestra mutua apreciación por las figuras de las nubes y otros temas más. Aunque fue poco el tiempo que compartimos, siento que nos volvimos muy cercanas, tanto que, cuando mencioné el lugar donde estudiaría, soltó un grito de alegría porque era el mismo donde ella cursaba la carrera de Comunicación Social. Yo empezaré Administración de Empresas.

Me propuso que nos viéramos en la universidad y así podría acompañarme en esas primeras y complicadas semanas de adaptación.

Volvimos al tema de la ciudad a la que íbamos y su rostro cambió de la emoción a la seriedad. Lo que dijo después es algo en lo que no puedo dejar de pensar. Me advirtió varias veces que tuviera cuidado porque no era lo que parecía. Tal vez se refería a que no me emborrachara con tipos desconocidos –cosa que nunca he hecho y no pienso hacer– o que la ciudad no es tan tranquila y silenciosa como dicen los folletos informativos que sujeté en mis manos por casi todo el vuelo. ¡Eso debe ser! Pero ¿por qué insistió tanto en que no debía confiar en nadie? Bien, pensaré en ello luego, me digo. Por ahora, debo llegar al edificio en donde está la habitación compartida en la que viviré. ¡Estoy tan emocionada!

He de decir que siento algo extraño, como un presentimiento. Quizá son solo los nervios porque la próxima será mi primera semana en la universidad. Y, para ser honesta, siento un peso menos porque sé que Lily estará conmigo.

Espero muchos cambios en mi vida.

Espero que me vaya bien.

Capítulo 1

No confíes en nadie...

Estaba terminando de arreglar mis cosas en la habitación que compartiría con alguien a quien aún no conocía.

El lugar era… acogedor. Lo primero que vi fueron dos camas separadas por una mesa. Detrás, había una ventana por la que se observaba una hilera de árboles florecidos preciosos. Un clóset custodiaba la pared junto a cada cama. En la de la derecha había cosas encima, y el armario de ese costado tenía una «N» dibujada. Así que puse mi maleta en la del lado izquierdo.

Fue imposible no detenerme en cada detalle de la habitación, en el viaje que acababa de hacer y en la vida que iniciaría a partir de ahí. Todo eso era el comienzo de algo nuevo y distinto.

Sonreí y agarré la delgada pulsera de la suerte que siempre llevaba en mi muñeca. El único recuerdo que tenía de mi madre. Me senté y empecé a desempacar. Unos minutos después, alguien abrió la puerta. Mi compañera había llegado.

Al entrar, me miró de arriba abajo, como analizándome. No le di mucha importancia y seguí en lo mío, no sin antes brindarle un gesto amable a modo de saludo. Ya había sacado la mayoría de mi ropa, pero no lograba encontrar la prenda que necesitaba. ¿Dónde estará esa bendita falda?

—Oh, buenas noches. Eres la nueva, ¿verdad? —Ella rompió el silencio. Yo solo asentí sin prestarle del todo mi atención—. ¿Cómo te llamas?

—Lucía —respondí, pensando en si rendirme o no con esa falda—. Lu-Lucía King. ¿Y tú?

—Lucía. Me gusta tu nombre. ¿Sabes el significado?

—Uh, no. L-la verdad no tengo idea —confesé mientras desdoblaba un par de camisas que acababa de doblar. Lucía siendo Lucía. Tuve que hacer el proceso de nuevo para ubicarlas en su torre correspondiente de ropa sobre la cama. Cuatro camisas aquí, un suéter allá, dos faldas acá. ¡Pero eran tres faldas! Lucía, por favor, concéntrate, te están hablando.

—Dame un segundo, voy a buscarlo.

El significado de mi nombre… ¿Cuál será?

—Espera… ¡Lo tengo! —dijo emocionada—. «Persona con belleza sorprendente, alma bondadosa y corazón de oro». Qué bonito, ¿no crees? Te sienta bien.

¿Me sienta… bien?

—Gracias —No supe qué más responder, aunque me había gustado lo que acababa de decir.

—No es nada —continuó con tono alegre—. Oye, ¿cuántos años tienes?

—Dieciocho —contesté, buscando un bolsillo oculto en la maleta, como si la prenda se estuviera escondiendo allí. Pero mi maleta no tenía un bolsillo oculto.

Volví a revisar toda la ropa sobre mi cama.

Esa falda tiene que estar por aquí. Estoy segura de que la traje conmigo.

—¿Te gustan las fiestas? —dijo de la nada.

Detuve mi búsqueda y sentí el impulso de morderme la uña del dedo pulgar mientras intentaba encontrar las palabras para responderle. Estaba segura de que se burlaría si se enteraba de que nunca había ido a una fiesta, a excepción de las de cumpleaños de las niñas con las que crecí.

—No salgo mucho, la verdad.

Ella soltó una risita que no me agradó, pero apenas notó eso, se detuvo.

No se había movido de la puerta. Seguía en el mismo lugar desde el momento en que la saludé. Me permití observarla con más detenimiento esta vez. Era alta y delgada, de ojos avellana y llevaba suelto su cabello negro y liso. Vestía una blusa verde corta y unos pantalones anchos. Era bonita.

—Está bien, no hay nada de malo en eso —dijo al acercarse con lentitud a mí—. Lo siento si fui grosera o algo, en serio. Pero, para disculparme, quiero hacerte una invitación. Esta noche hay una reunión con personas de la universidad y estarán algunos de mis amigos. Vamos a celebrar el inicio de periodo. No es una fiesta, lo prometo. Podrías empezar a conocer el lugar y también a más gente. Vamos a pasarla increíble. Será una noche que no vas a olvidar nunca.

«Una noche que no vas a olvidar nunca». No supe por qué, pero esas palabras me dieron escalofríos. ¿Estoy siendo paranoica o algo?

La idea no era mala. Ella se había disculpado y sentí sinceridad en sus palabras. Venir aquí, estudiar en esta universidad, era uno de los primeros grandes cambios que había dado en mi vida. Tal vez asistir a esa reunión sería otro buen paso.

Ella me sonreía y su expresión era agradable en verdad. Sin embargo, había algo que no me dejaba estar tranquila. No podía explicar qué, ni si era bueno o malo, pero influyó en la respuesta que le di.

—M-muchas gracias por invitarme, pero no tengo ganas de ir.

Mis palabras la sobresaltaron un poco, pero su buen ánimo regresó de inmediato.

—No me digas que no. Va a estar genial.

—En serio, te lo agradezco, pero debo rechazar tu…

—¿No quieres ir porque no aceptas mis disculpas? —me interrumpió, algo triste.

Mordí mi labio inferior y continué:

—N-no es eso.

Ella se sentó en el suelo frente a mí y prosiguió.

—Me da miedo ir sola, por favor.

La observé unos segundos.

Si tiene miedo, ¿para qué quiere ir?

—S-seguro tienes amigas que te acompañen.

—Sí, pero no quiero perder la oportunidad de presentarle a la gente de la universidad a una persona con una belleza sorprendente, un alma inigualable y un corazón de oro —Guiñó un ojo al decir esto y me hizo sonreír—. ¿Vamos?

Suspiré y asentí con determinación. Su emoción no podía ser más grande.

Ella me mostró sus vestidos para que eligiera el que más me gustara y lo usara en la reunión. Éramos casi de la misma talla.

—¿Qué tal te parece este? —Me entregó uno azul que me gustó, pero...

—Es muy pequeño, ¿no?

La verdad es que era diminuto.

—Tienes toda la razón. Espera —respondió mientras seguía buscando en el armario—. ¿Y este?

La prenda era más holgada, de color rojo y menos corta.

Fui al baño para probármela. Al salir, ella me pidió sentarme en la cama y me ayudó con el maquillaje y el cabello. Al comienzo no estuve muy de acuerdo, pero prometió que no haría nada drástico, sino solo algo para resaltar mi belleza.

—Mírate y dime qué tal te pareció lo que hice —Señaló hacia la puerta de su armario, en donde estaba ubicado un espejo.

¿Esa soy yo?

No podía creer lo que estaba viendo. El cabello castaño suelto, un poco de rubor en mis mejillas y algo de brillo labial. Los retoques parecían leves, pero reflejaban cosas en mí que no había notado nunca.

Me veía bonita.

En cuanto terminó de arreglarse, salimos del edificio. Afuera hacía un frío tremendo que recorría mis piernas y brazos. Al momento, llegó el taxi que ella pidió y nos dirigimos hacia el lugar de la reunión. Diez minutos después, estábamos en un establecimiento enorme de tres pisos. Había mucha gente en los alrededores y, desde que nos bajamos del vehículo, la música se escuchaba muy fuerte.

Un grupo de hombres custodiaba la entrada.

—E-esto no parece una simple reunión como me dijiste —protesté.

—Creo que se salió un poco de control e invitaron a más personas de las que pensaba. Pero no te preocupes, será algo tranquilo —dijo apenada y me animó a que siguiéramos—. ¿Te gusta la electrónica? —preguntó cuando llegamos al área de ingreso, casi gritando para hacerse oír entre tanto ruido. Ante mi cara de confusión, añadió—: ¿Techno?

—No estoy muy familiarizada con la tecnología, pero…

—Me refiero a la música, Lucía. A la que está sonando —rio y señaló la escalera hacia el segundo piso.

Mi cara se calentó debido a la vergüenza.

—Ah, eh, sí. Me gusta. Es… es fuerte.

Mientras subíamos, no pude evitar bajar la parte trasera de mi vestido. Los hombres que iban detrás de nosotras soltaban silbidos y decían cosas que me incomodaron respecto a cómo se veían mis piernas y mis glúteos.

—No te asustes por eso. Solo son cumplidos porque tienes buen cuerpo. Cosas como estas deben hacerte sentir bien, superior.

—N-no me agradan esos ‘cumplidos’ —le respondí, lo que causó una expresión de extrañeza en su rostro.

Terminamos de subir y encontramos un corto pasillo con lámparas que lo iluminaban todo de color púrpura y que concluía con una entrada y un letrero en neón fucsia que decía VAUP.

¿Qué significa eso?

—¡Lucía! —llamó mi acompañante al notar que me había quedado atrás. Me apresuré a alcanzarla y ella sonrió cuando estuve a su lado.

Me invadió una mezcla de asombro y susto al entrar. Estar ahí era una nueva experiencia para mí. Había muchísima gente. Entre las luces rojas y azules que bañaban todo, alcancé a ver una barra al fondo en donde la gente iba a comprar sus tragos.

La música retumbaba y mi pecho se sentía extraño, como si se hubiera convertido en un tambor al cual golpeaban sin descanso.

Las personas se movían sin pena, como dejándose llevar. Algunas parejas se besaban apasionadamente y varios grupos sonreían con complicidad.

Baila, Lucía. Baila como lo hacen los demás. Baila como lo hace la chica que te invitó. Solo baila.

Quería tener un buen momento como todos ellos, pero no lo conseguía. Mientras el resto se divertía, yo solo pasaba saliva y permanecía quieta en mi lugar. ¿¡Para qué vine!? Agh.

Mi compañera pareció alejarse por un instante y mi boca se abrió para llamarla, pero… Por Dios, aún no sé su nombre.

—¿A-a dónde vas? —le reclamé muy preocupada, tomándola del brazo.

—Por algo para tomar, pero acabo de ver a unos amigos que quiero presentarte. ¡Vamos! —Me llevó a una zona alejada de allí, mucho más privada y donde la música no era tan fuerte.

Solo había cinco personas: cuatro mujeres y un hombre. No me daban buena espina. Sus miradas me intimidaban, en especial la del sujeto que, luego de observarme a detalle y ponerse frente a mí con los brazos tras su espalda, asintió hacia mi acompañante.

—Oye, no está nada mal —dijo por fin, sin quitarme la mirada—. Te pagarán muy bien.

—¿A qué te refieres? —pregunté de inmediato.

—¿Acaso no lo sabes? Oh, por supuesto, es obvio —se burló.

—Si supiera, n-no lo preguntaría.

¿Qué rayos está sucediendo?

Apretó sus labios finos y su mandíbula cuadrada se tensó, parecía un intento por no reírse. La malicia en su mirada era evidente.

—Ya veremos qué tan graciosa te vuelves cuando intercambien el dinero por… —soltó una carcajada.

—¿De qué dinero hablas?

Él dio un paso al frente. Era muy alto y fornido, por lo que su presencia atemorizaba.

—Del que pagarán por ti —sentenció.

Esas cinco palabras me petrificaron. Me iban a intercambiar por dinero como si fuera un objeto. Me iban a vender.

Lo más doloroso era que ella, quien me había conducido a ese lugar, se acercó al sujeto, posó su mano en el antebrazo de él y me miró fijo; me sentí frágil y estúpida. Ahí fue cuando me di cuenta de que lo que había dicho ese tipo era verdad. Empalidecí y empecé a temblar. Estaba acorralada. Desde que ella me llevó allí, ya me tenían atrapada.

—Rafa, mira la cara de pánico que tiene nuestra niñata —se burló y el tal Rafa la siguió.

Yo… yo empecé a romperme. Mis ojos se aguaron. Este no era solo un mal sueño, sino algo real. En las pesadillas no sentías eso.

Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas. Ardían. Sin embargo, mi cabeza se movió en señal de negación. Trataba de convencerme de que solo era una broma de mal gusto.

—¿¡Por qué no dicen que es broma!? —Sin darme cuenta, pensé en voz alta.

—Porque no lo es —dijo Rafa con sorna—. Ahora, cierra la boca, no te muevas a no ser que se te ordene. Espera a tu comprador.

No, no, no…

Cuando me sacudí debido al pánico, él creyó que estaba intentando fugarme y aproximó una navaja a mi cara.

—¿Quieres perder un ojo? Quizás el cliente tenga así un agujero más para divertirse —Ellas se mofaron ante su comentario.

Quise gritar, pero de mi boca solo salió un jadeo. ¿Lo peor? Nadie parecía darse cuenta de lo que sucedía.

Nos empezamos a mover de nuevo hacia la pista, las personas seguían disfrutando de la noche, la música y la compañía. Me repetí muchas veces que debía dejar de llorar, que tenía que concentrarme en buscar una salida.

Y todo fue así hasta que entró un nuevo grupo al lugar. Eran mujeres. Varias personas se les quedaron viendo con respeto y deseo –podría decir que, incluso, con algo de miedo–. Pero las reacciones se hicieron más evidentes cuando, justo detrás de la última de ellas, estaba un hombre cerrando el desfile. Las mujeres que me vigilaban empezaron a murmurar cosas que me hicieron entender que era alguien importante.

—No intentes hacer ninguna locura, ¿escuchaste? Y ustedes, no le quiten el ojo de encima a esta niña —advirtió Rafa, para luego ir en dirección hacia quienes recién llegaban. La superioridad había desaparecido de su rostro. ¿Por qué? Pudo saludar a cada una de las mujeres, pero no al sujeto, quien lo ignoró y se puso de espaldas para hablar por su celular. Rafa se sentía poderoso ante mí, pero había alguien que pisaba más fuerte que él. Qué ironía.

Cuando terminó la llamada, el hombre se dirigió a un espacio que yo no había notado. Una cortina roja cubría la gran entrada a aquella habitación. Los hombres grandes que custodiaban a cada lado eran una señal de que este era un sector al que pocos tenían acceso. La persiana no estaba del todo cerrada, por lo que pude ver cómo el hombre ocupaba un sofá y en seguida era rodeado por un grupo de chicas.

Rafa regresó a nuestro lado, sacándome de mis pensamientos.

—Daría lo que fuera porque él sintiera algo por mí —le dijo la causante de todo lo que me estaba ocurriendo.

—Pero es malo y lo sabes —respondió Rafa.

—Y peligroso —Se mordió el labio y sonrió—. Pero yo también lo soy. N y N. No puedo evitar que me encante.

Examiné a mi alrededor en busca de una escapatoria, el tiempo que pasaba mientras conversaban era algo valioso que debía aprovechar. Pero mi mirada se centró en una de las mujeres junto a mí, que deslizó sus dedos por su rostro hasta acercarlos a su ojo derecho para hacer el gesto de golpeárselo. Era una advertencia, bajé la cabeza y me centré en mis zapatos.

—No te hagas ilusiones con alguien que no ama a nadie. Ya sabes lo que pasó con sus padres —contestó Rafa y cambió rápido el tema—. En veinte minutos aproximadamente llegarán por el encargo —agregó y puso su mano sobre mi hombro.

Me sentí perdida. Sería vendida a un desconocido y me pasaban por la mente un sinnúmero de cosas horribles que podría hacerme. No debí venir aquí. Lily me había advertido no confiar en nadie, pero como una tonta no le hice caso. Más lágrimas cayeron. Creí en alguien que solo pensó en usarme y por eso mismo me sentía culpable. Soy una total estúpida.

Alguna vez escuché que la esperanza es lo último que se pierde y eso cobró mayor sentido cuando dos de las mujeres que me vigilaban se entretuvieron con sus teléfonos. No lo pensé dos veces y las empujé. Corrí por el espacio que había logrado hacerme. Pero, de repente, choqué con algo… con alguien. Me sentía tan asustada que lo tomé con fuerza y cerré los ojos. Me negué a alejarme de lo único que hasta el momento me daba algo de seguridad. Me negué a creer que mis esfuerzos habían sido inútiles. No seas de los malos, no seas de los malos, no seas de los malos.

Abrí los ojos y, al mirar hacia atrás, Rafa y su grupo me observaban, al igual que lo hacían las demás personas allí. Me quedé helada al ver a quién sujetaba.

El tipo al que tanto respetaban y a la vez hacía a todas emocionarse estaba frente a mí. A unos pocos centímetros. No me moví, no respiré. Y tampoco pude dejar de verlo.

Su mirada bajó hacia el lugar que yo agarraba con fuerza. Básicamente, estaba arruinando su pulcra camisa blanca con mi sudor y mis lágrimas.

—Y bien, ¿no vas a soltarme? —dijo con seriedad.

Tragué fuerte.

—Lo… lo siento —musité y tomé distancia.

—¿Y no te quitarás de mi camino?

¿Lo había soltado? Sí. ¿Me había quitado de su camino? También, pero solo cuando él lo mencionó.

El hombre me observó fijamente y luego avanzó; lo que dejó un espacio perfecto.

Huye.

Reaccioné y volví a correr. Había cada vez más personas en el lugar y no hacía sino tropezar con ellas. Entonces, una de las mujeres del grupo de Rafa apareció a pocos metros de mí. Era quien había hecho ese gesto en su ojo en señal de advertencia.

Otra persona me agarró por la espalda, inmovilizándome. Era Rafa. De nuevo estaba atrapada.

—No escuchar advertencias te va a costar muy caro —Apretó fuerte y me miró iracundo, halándome quién sabe hacia dónde.

—¡Por favor, no me hagas esto! —Lloré y grité con desesperación, pero nadie me ayudó. Nadie.

—Basta de estupideces —Se acercó y me habló al oído—. No te van a creer. Pensarán que te drogaste o emborrachaste. A ninguno le importará una mierda comprobarlo. Hay cinco chicas con nosotros, ¿recuerdas? Nadie pensará que algo va mal, porque, después de todo, las mujeres se cuidan entre sí —Esperó unos segundos y continuó—: ¿En serio crees que alguien va a ayudarte? Nadie va a meterse en problemas por ti.

Tiene razón. Nadie lo hará.

—¡Ey! —Rafa, las mujeres que lo acompañaban y yo giramos hacia donde provenía aquella voz—. ¿Qué sucede? —preguntó el sujeto con el que me había estrellado. Hablaba con frialdad. Su rostro se me hacía vagamente familiar.

—No sucede nada —contestó Rafa.

—Quiero la verdad —exigió. Ahora tenía el ceño fruncido y los brazos cruzados. Muchas personas estaban atentas a lo que pasaba, pero dejaron de hacerlo en cuanto él volteó a verlas.

Rafa lucía asustado, aunque no tanto como yo. Me moví un poco y él imprimió aún más fuerza a su agarre.

—Vamos a un lugar privado, Cav. Allí le explicaré todo —finalizó.

Me llevó a una habitación custodiada por más hombres altos vestidos de negro. Al entrar, me encontré con un lugar poco espacioso. Las paredes, el techo e incluso la alfombra eran rojos. Solo estaba amueblado con algunos sofás y una mesa en el medio sobre la que había una botella y vasos. Las puertas se cerraron y el ruido del exterior casi se extinguió.

El hombre que había interferido fue el único en ponerse cómodo. Hasta se sirvió algo, como si estuviéramos en una reunión cualquiera. Después de un sorbo, miró a Rafa.

—Habla.

Un largo silencio siguió y luego pasó algo sorprendente: Rafa le dijo la verdad.

—Así que vendiéndola —cuestionó el tal Cav.

—Es un político que ya ha hecho varios negocios con nosotros y pagó una buena cantidad por una chica… por ella. Si quiere, puedo darle a usted ese dinero para resolver todo esto.

—Espera. Tú me darás dinero a mí. ¿Eso es lo que estás tratando de decir? ¿Acaso me veo interesado en eso? —Sonrió con ironía y dio otro sorbo a su bebida.

—No es eso, Nicolas. Se lo juro —habló Rafa. Estaba asustado.

En mi cabeza se quedaron dos cosas de lo que acababa de decir:

1. Sería vendida a un político.

2. Nicolas. Ese era el nombre del tal Cav.

—Bien, entonces yo la compraré —replicó, dejando a un lado el vaso. Rafa y su grupo quedaron en shock—. ¿Qué pasa? ¿Ese no es tu negocio? —Se cruzó de brazos y fijó sus ojos en él.

—Así es, pero ya alguien pagó por ella.

—¿Ese es el problema? Te daré el triple.

Acababa de soltar una bomba y lo sabía. Rafa giró hacia su socia, la mujer cuyo nombre aún no conocía. Ambos quedaron estupefactos.

—¿Está hablando en serio, Nicolas?

—¿Parece que no lo hago?

—No, señor. Perdón. Arreglaré las cosas con el cliente.

¿Qué?

Una de las chicas se quedó observándome con furia, como si yo me estuviera quedando con algo que ella quería. Pero yo no deseaba nada de esto. Me sentía como... como un objeto. ¿Qué me pasará cuando salga de aquí? ¿Y si el hombre que acaba de pagar por mí es peor que ese político? Rafa me sacó de mis pensamientos al empujarme hacia Nicolas, quien puso su mano en mi hombro, declarándome como su pertenencia. Yo no podía parar de temblar. Aquel que tanto respeto y miedo generaba, el mismo a quien muchas chicas no paraban de admirar, me había comprado.

—Vámonos —dijo.

—Nicolas —llamó Rafa cuando nos dirigíamos a la puerta, el tal Cav se detuvo sin girarse a mirarlo. Mi vendedor le susurró algo que no logré entender, pero que hizo sonreír a Nicolas.

—Claro —respondió y bajó su mano a mi espalda para llevarme fuera de la habitación.

Capítulo 2

Por qué me está ocurriendo esto? He hecho cosas malas, lo sé, pero ¿merezco esto? No, nadie lo merece. Nadie debería vivir algo así.

—Espera aquí. Pide lo que quieras, excepto ayuda. No trates de huir… Ni siquiera pienses en ello. Todo va a salir bien si no me desobedeces, ¿entendido? —hizo énfasis en esa última palabra.

—¿C-cómo me pides eso cuando acabas de comp…

—¿Entendido? —repitió exasperado.

Asentí y me quedé sola en una mesa. Ahora estábamos en el primer piso, en una zona más tranquila.

¡Estúpida, escapa!

Entonces recordé sus palabras y el tono de su voz, así como las reacciones de la gente con solo verlo, con su mera presencia.

Pasaron los minutos. Ya no había lágrimas, estaba pasmada, mis piernas no dejaban de temblar. No podía sacar de mi mente todas las hipótesis sobre lo que podía ocurrirme. Mi cabeza no paraba de reproducir escenas terribles sobre el futuro cercano.

Sequé mis ojos y mis mejillas, y miré hacia todas las direcciones en un intento por encontrar una salida, una cara que me diera confianza o un fin para esta pesadilla. Noté que algunas personas me miraban con atención y murmuraban cosas, lo que elevó mi miedo.

Ten fe de que esto terminará bien. Un mal comienzo no significa que también el final lo será, ¿verdad?

De pronto, un empleado del lugar, al que había visto coqueteando hace un momento con algunas chicas, se acercó.

—Lo siento por tardar tanto, hermosa —Guiñó un ojo y me recorrió con la mirada—. Estaba atendiendo a otras clientas —Las señaló y volvió a girarse hacia mí—. ¿Qué deseas?

Medité unos segundos, ignorando la forma en que me había observado. Todas las personas tenían copas y vasos llenos de lo que seguramente era alcohol. Algo que yo nunca había bebido.

—¿Me das un vaso con agua, por favor?

—Por supuesto. Ya vuelvo con tu orden.

Debería salir corriendo. No puedo perder esta oportunidad. Pero Nicolas fue muy enfático con sus palabras. Ya había visto los alcances de Rafa y de seguro los de él eran peores. El pavor me obligó a mantenerme quieta.

Al rato, el mesero regresó con lo que pedí.

—¿Algo más en lo que pueda ayudarte?

El estómago me gruñó. Llevaba horas sin probar nada. Además, Nicolas me había dicho que podía pedir cualquier cosa… Menos ayuda.

—¿T-tienes algo para comer?

—Claro que sí. Tenemos algunos pasabocas muy deliciosos. Camarones marinados, chunks, minihamburg…

—Eso último está p-perfecto, muchas gracias —lo interrumpí, pedí las minihamburguesas porque era lo único que conocía.

—Regreso en seguida —Me sonrió antes de retirarse.

No tuve que esperar mucho tiempo para empezar a comer, pues la orden llegó pronto. No sé si eran las mejores minihamburguesas que había probado en la vida o si lo sentía así porque tenía mucha hambre.

¿Dónde está Nicolas? Ya habían pasado casi veinte minutos y no tenía señales de él.

—¿Cómo te pareció el plato? Estaba delicioso, ¿verdad? —Me sorprendió el mesero.

—Así es, muchas gracias.

—¿Deseas ordenar algo más?

—No —hablé sin saber qué más decir.

—Perfecto. ¿Quieres que traiga tu cuenta?

¿Cuenta?

—Yo… yo no tengo dinero.

—Lo siento mucho, pero si consumes, pagas —dijo de manera certera.

—Yo… —traté de explicar—. Nicolas me dijo…

—¿Nicolas?

—¿Cómo te atendieron?

Era la voz de mi comprador la que ahora escuchaba. Los ojos del mesero se abrieron por completo al reconocerlo.

—Señor, no sabía que ella venía con usted. Disculpe mi insolencia. El consumo será cortesía de la casa.

—Incluye una cerveza en esa cortesía —añadió y tomó asiento a mi lado.

—Como ordene, señor —El hombre corrió en busca de la bebida y, en cuestión de segundos, ya estaba en manos de Nicolas, quien le dio un sorbo antes de pedir otra para después. A la par que bebía, miraba con detenimiento su celular. Y vaya celular. Seguro que con lo que le costó puedo pagar el alquiler de mi habitación por varios meses.

—¿Y bien? —Me miró con el ceño ligeramente fruncido.

—Ah, esto, yo… —Se me enredaron las palabras. Él no me prestó atención, pues se distrajo en su teléfono de nuevo.

No pasó mucho hasta que trajeron la otra cerveza. Nicolas la recibió sin decir nada ni apartar la mirada de la pantalla del costoso aparato. Sentí pena por el mesero; se notaba que hacía un gran esfuerzo y, en realidad, hacía muy bien su trabajo. Sé lo que se siente hacer todo con esmero y que, al final, nadie lo valore.

Cada trago que él daba hacía más fuertes mis pensamientos sobre la situación en la que estaba metida. No sabía qué iba a pasar conmigo. Ya no había nada positivo en mi mente y el sudor frío en mis manos era prueba de ello.

¿Por qué vine aquí? ¿Por qué no escapé cuando tuve la oportunidad? ¿Por qué no me di cuenta de que hace rato estoy viéndolo como tonta y él sí parece haberlo notado? Espera, ¿qué? No. No. No.

—¿Terminaste? —se burló.

—No… no sé de qué hablas.

—Prepárate, porque ya es hora de irnos —Me señaló la salida y se puso de pie.

—No me hagas daño, por favor. P-prometo que me iré y no le contaré nada de esto a nadie. Te lo juro —le rogué y sentí las lágrimas regresar.

—Te pedí que siguieras mis instrucciones. Ya debemos irnos.

No. No. ¡No! ¿¡Qué hago!? ¿¡Correr!? ¿¡Pedir ayuda!? ¿¡Fingir que me desmayo!? Espera, ¿un desmayo? ¿¡Es en serio, Lucía!? ¿Qué te pasa? Nada funcionará de todas maneras. Nada va a sacarte de… Un momento. ¿Por qué lo estoy siguiendo?

Salimos del lugar y nos dirigimos hacia el estacionamiento.

—Quédate aquí, voy por mi… —Al girarse para hablarme, choqué con él—. Voy por mi auto. No se te ocurra irte.

—Lo siento —Me separé, adolorida. El impacto fue fuerte y no pude evitar soltar un quejido.

—No intentes ninguna estupidez. Mantente alerta. Aparco, me ves y entras al auto, ¿entiendes?

Se apartó sin darme tiempo de responderle.

Lucía, esta es tu oportunidad. ¡Tienes que escapar ahora mismo!

Me había dicho que no intentara ninguna estupidez, pero buscar mi libertad no era para nada estúpido. Sin embargo, no pude moverme de allí. Recordé una película que vi cuando era niña, una de las hermanas me dijo que era tonto que la chica no corriera para escapar del villano. De seguro no había estado en una situación de peligro como esta, en la que el miedo te paraliza por completo.

Vi un auto blanco saliendo y, solo ahí, mis músculos se activaron. Corrí para pedirle ayuda a quien fuera que estuviera en su interior. Necesitaba que me sacaran de allí.

—¡Ayúdeme! Por favor, necesit…

Qué gran error.

La ventana se bajó y era Nicolas quien se encontraba ahí hablando por teléfono. Me observó con enojo. Hizo un gesto con su cabeza hacia el asiento a su lado, en una clara señal de que me subiera. Tragué fuerte antes de obedecer a la orden silenciosa. Lo escuché despedirse de la persona al otro lado de la línea y, posteriormente, sentí el peso de su mirada.

—¿No dije que no hicieras ninguna estupidez? —añadió con frialdad.

No

puede

ser.

Capítulo 3

Se supone que, cuando la vida te da limones, haces limonada. A mí la vida me dio una oportunidad de huir, que terminó siendo una imagen mía con un moño de regalo en la cabeza.

Después de que Nicolas me viera infraganti