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Este libro es un canto a la vida, a la solidaridad humana, a una escala de valores a preservar. Es la lucha contra los odios. Perdona a los débiles de espíritu y enseña que la grandeza está en construir, porque eso es lo que se lega al futuro.
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Seitenzahl: 229
Veröffentlichungsjahr: 2023
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Edición, corrección y diseño:Jadier Iván Martínez Rodríguez
Todos los derechos reservados
©Oscar Oramas Oliva, 2023
© Sobre la presente edición:
Ruth Casa Editorial, 2023
Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio, sin la autorización de Ruth Casa Editorial.Todos los derechos de autor reservados en todos los idiomas. Derechos reservados conforme a la ley.
ISBN: 9789962740278
Obra editada por:
Ruth Casa Editorial
Calle 38 y Ave.Cuba, Edif. Los Cristales, Oficina No. 6,
Apdo.2235, Zona 9a, Panamá
www.ruthtienda.com
www.ruthcasaeditorial.com
Me gusta, como el caracol, replegarme sobre mí, me agrada escribir para reflexionar, hacer recuentos y perdonar agravios. El emprender este empeño lo debo, en gran parte, al querido y respetado maestro Pablo Armando Fernández, quien me ha alentado a no dejar detalles en la memoria. Estas historias son un reflejo de mi estado de espiritu en un determinado momento de mi vida, en que me dedique a reflexionar sobre algunas peripecias que viví o que los amigos me contaron.
Este libro es un canto a la vida, a la solidaridad humana, a una escala de valores a preservar. Es la lucha contra los odios. Perdona a los débiles de espíritu y enseña que la grandeza está en construir, porque eso es lo que se lega al futuro.
Oscar Oramas Oliva. Nació en San Fernando de Camarones, Provincia de Cienfuegos, Cuba, el 12 de noviembre de 1936.
Graduado de Doctor en Ciencias Históricas, en la Academia de Ciencias de Hungría, en 1988
Master en Historia del Arte, en la Universidad de la Habana, en el 2008.
Embajador en la República de Guinea Conakry de 1966 hasta el 1972. Atendía al PAIGC, encabezado por Amílcar Cabral y además era embajador concurrente, en Mali y Guinea Ecuatorial.
Embajador de Cuba en Angola de 1975 hasta 1977 y además era embajador concurrente en Sao Tomé y Príncipe.
Embajador, Representante Permanente ante Naciones Unidas de 1984 hasta 1990. En esas fechas asumió las vice-presidencias de los Comités de Descolonización y Derechos Inalienables del Pueblo Palestino y en esos años dicto numerosas conferencias, en varios países.
Funcionario a cargo de América Latina y el Caribe, de la Secretaria de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, con sede primero en Ginebra y después en Bonn, de 1996 hasta 2005, oportunidad en la que impartió conferencias en varias instituciones académicas de los países de esa región.
Desde 1989 es miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba y ha escrito los siguientes libros:
Amílcar Cabral, más allá de su tiempo, Editorial Côte Femmes de París, 1998 y Amílcar Cabral, para além do seu tempo, Editorial Hugin, Lisboa, 1998.
Angola: Ha nacido una nueva generación, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978.
La descolonización de África y sus líderes, Editora Política, La Habana, 1990.
El alma del cubano: su música, Editorial Prensa Latina, La Habana, 2002.
Los desafíos del siglo XXI, Ediciones Gitanjali-IMC, Venezuela, 2003.
Se busca un escritor, Editorial Texte&Pretextes. Paris, 2004.
Miel de la vida: el bolero, Editorial Vinciguerra, Buenos Aires, 2004.
Los Ángeles también cantan, sobre la vida de la cantante Omara Portuondo, Ediciones Caserón, Santiago de Cuba, 2009.
Por los caminos de África sobre sus relaciones con determinadas personalidades africanas, Colección Sur, La Habana, 2015.
Música e Identidad, Impronta de la música en la identidad y la psicología social del cubano, Colección Sur, La Habana, 2018
Countdown to Sunrise, Southern Africa, The last days of Apartheid, Editorial Académica Española, Madrid, 2018.
Bola de Nieve, Un Paradigma de la Cultura Cubana, Editorial Académica Española, Madrid, 2019.
Soy Sonero de Sierra Arriba, Editorial Académica Española, Madrid, 2019.
Siempre por los caminos de África, Editorial Wanafrica, Barcelona, 2019.
Septeto Santiaguero, Egrem y Uneac de Santiago de Cuba, 2021.
La pandemia del coronavirus y el imperio del siglo XXI: cambios en las sociedades, Editorial Espai Marx, Barcelona, 2021.
Encrucijadas de un archivo diplomático, Editorial Espai Marx, Barcelona, 2022.
Dr.Antonio Agosthino Neto: un hombre excepcional de su tiempo, Editorial Historia, Habana, 2022.
África en la Actualidad, Ruth Casa Editorial, La Habana, 2023.
Además, colabora con diferentes sitios web, con la revista del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de Cuba, y otras publicaciones seriadas. Miembro del ejecutivo de la cátedra Raúl Roa García del ISRI.
En octubre de 2005, recibió la Medalla Amílcar Cabral de Primer Grado, otorgada por el Gobierno de la República de Cabo Verde. También mereció la orden La Sagrada Esperanza, de Angola.
Página legal
Sinopsis
Datos del autor
Agradecimientos
Nota a la edición
Prefacio
Pobreza
La lucha por la vida
Friki
Del amor: no hay recetas
Kanchanfara o huellas del polvo
Yo soy Micaela
Las bodas de Eida
La resurrección
El bohemio
Largos días de frío
El dispendioso Rey
Cosas del Caribe nostro
Torbellino mon amour
¿Conoces mis pies?
La doble hélice del yajé
No se puede tener todo en la vida
A mi querida abuela Susana Pérez, In memoriam.
Mis primeros pensamientos están consagrados a la gorda Martha Remesar, porque cuando me ayudaba con estos cuentos o relatos contribuía a darme fuerzas para continuar el bregar, para no cejar en el empeño de adentrarme en el camino de fortalecer mi espíritu.
A Guille, por su perenne confianza.
A Sabrina, por su amoroso aliento.
A Pablo Armando, por su paciente y crítico magisterio, en pro de un escritor que estaba lejos del surco germinativo.
A Salomón, por su fe en el amigo que veía en el oficio de escritor la liberación de su espíritu.
A ella, que no desmayó un instante en insuflarme la convicción de que lo importante es la constancia en el esfuerzo y ser fiel a los dictados puros del corazón.
Mi gratitud eterna a mi eficiente editora Adyz Lien, quien trabajó con ahínco y me hizo sugerencias muy atinadas.
El autor
Me gusta, como el caracol, replegarme sobre mí, me agrada escribir para reflexionar, hacer recuentos y perdonar agravios. El emprender este empeño lo debo, en gran parte, al querido y respetado maestro Pablo Armando Fernández, quien me ha alentado a no dejar detalles en la memoria. Estas historias son un reflejo de mi estado de espiritu en un determinado momento de mi vida, en que me dedique a reflexionar sobre algunas peripecias que viví o que los amigos me contaron.
“Pobreza” es mal que recorre el mundo y tiene dos vertientes, la espiritual y la material. “La Lucha por la vida” es el pan nuestro de cada día en cualquier latitud. “Friki” arruga el alma, aunque es tan solo un pálido reflejo de los problemas de la juventud en muchas partes del globo terráqueo. Es Cierto que “Del amor: no hay recetas” , pues el ansia de felicidad no se extingue de ningún modo en el corazón del hombre. “Kanchanfara” resume un conjunto de miserias humanas. “Micaela” nos lleva a no ocultar nuestras raíces. “Las bodas de Eida” muestra formas de reaccionar ante impositivos de la vida. “La resurrección” es la eterna esperanza de los que buscan un Norte rico que deviene quimera. “Bohemio” es la plenitud hecha hombre. “Los largos días del frío” son más bien amores de estío. “El dispendioso Rey” es un canto a la amistad. “El Caribe nostro” nos habla del enfrentamiento del amor a las tradiciones. “Torbellino mon amour” es el canto a un no pudo ser. “¿Conoces mis pies?” son reflexiones de un pintor inolvidable. “La doble hélice del yajé” es una invitación al vals, a no detenernos en la investigación de lo alcanzado por nuestros antepasados. “No se puede tener todo en la vida” es un canto a la nostalgia de los seres humanos. Por eso he querido titular todo esto Vicisitudes perennes, porque es el reflejo de la vida misma, de lo que sucede en ella de manera recurrente, de temas universales que todos vivimos, o padecemos.
Este libro es más bien un canto a la vida, a la solidaridad humana, a una escala de valores a preservar. Es la lucha contra los odios, porque esos sentimientos son enajenantes, nocivos y no permiten obrar constructivamente. Solo se asciende o trasciende espiritualmente cuando la magnanimidad permite orillar las pequeñeces, perdonar a los débiles de espíritu y enseñarles que la grandeza está en construir, porque eso es lo que se lega a nuestros hijos, al futuro.
Aquí tienen una breve sintesis de este libro.
El autor
Anécdotas, cuentos, recuentos, pequeñas historias, relatos son, en definitiva, vivencias, sentimientos, ficciones que el ser humano necesita para nutrir su espiritualidad. Sí, el hombre necesita vivir de sueños, de aspiraciones y creer en un porvenir donde sus anhelos sean hechos realidad tangible y no estrellas inalcanzables.
Cuentos hay desde que surge el hombre y comienza a asociarse con otros, a comunicarse. No tienen fronteras, porque las vivencias son semejantes, los sentimientos comunes y la imaginación vuela más rápido que las aves.
Recoger en unas páginas esta variedad es tarea ímproba, pero necesaria. Aquí doy rienda libre a los vivos sentimientos que anidan en mi alma. Me gusta el repliegue sobre mí, me agrada escribir para reflexionar, hacer recuentos y perdonar agravios. El emprender este empeño lo debo, en gran parte, al querido y respetado maestro Pablo Armando Fernández, quien me ha alentado a no dejar detalles en la memoria y escribirlos, para luego someterlos al sereno análisis del tiempo. Téngase en cuenta que el obrar de los hombres está influido por muchos factores, entre ellos el clima, las estaciones, los colores, las alegrías, los sinsabores, la oscuridad, la luz, los alimentos, la bebida, la miseria, la opulencia, el ruido, el silencio, el amor, el odio, el temor, la confianza, el poder, la impotencia, el estrés, el movimiento y, por qué no, el reposo.
Además la presionante influencia de los medios de comunicación social también modela conductas y sentimientos en este mundo moderno.
Una máxima de Las Confesiones de Rousseau, Libro IX, me ha dado fuerzas para tomar la pluma y volcar en el papel todo este mundo de cosas: “Se ha observado que la mayor parte de los hombres son, en el curso de su vida, muy distintos a ellos mismos; y parecen transformarse en hombres completamente diferentes”. Sí, al volver mis ojos a estos cuentos y relatos, y a sus motivaciones, siento que hoy añadiría varias ideas e introduciría algunas reflexiones que han nutrido el largo río de mi espíritu.
“Pobreza” es mal que recorre el mundo y tiene dos vertientes, la espiritual y la material. “La Lucha por la vida” es el pan nuestro de cada día en cualquier latitud. “Friki” arruga el alma, aunque es tan solo un pálido reflejo de los problemas de la juventud en muchas partes del globo terráqueo. Es Cierto que “Del amor: no hay recetas” , pues el ansia de felicidad no se extingue de ningún modo en el corazón del hombre. “Kanchanfara” resume un conjunto de miserias humanas. “Micaela” nos lleva a no ocultar nuestras raíces. “Las bodas de Eida” muestra formas de reaccionar ante impositivos de la vida. “La resurrección” es la eterna esperanza de los que buscan un Norte rico que deviene quimera. “Bohemio” es la plenitud hecha hombre. “Los largos días del frío” son más bien amores de estío. “El dispendioso Rey” es un canto a la amistad. “El Caribe nostro” nos habla del enfrentamiento del amor a las tradiciones. “Torbellino mon amour” es el canto a un no pudo ser. “¿Conoces mis pies?” son reflexiones de un pintor inolvidable. “La doble hélice del yajé” es una invitación al vals, a no detenernos en la investigación de lo alcanzado por nuestros antepasados. “No se puede tener todo en la vida” es un canto a la nostalgia de los seres humanos. Por eso he querido titular todo esto Vicisitudes perennes, porque es el reflejo de la vida misma, de lo que sucede en ella de manera constante, de temas universales que todos vivimos, o padecemos
Este libro es más bien un canto a la vida, a la solidaridad humana, a una escala de valores a preservar. Es la lucha contra los odios, porque esos sentimientos son enajenantes, nocivos y no permiten obrar constructivamente. Solo se asciende o trasciende espiritualmente cuando la magnanimidad permite orillar las pequeñeces, perdonar a los débiles de espíritu y enseñarles que la grandeza está en construir, porque eso es lo que se lega a nuestros hijos, al futuro. Hay hombres que resisten las tentaciones, son fuertes, hay otros a los que la debilidad no les permite contrarrestarlas.
La escritura desde su surgimiento ha recogido costumbres, anhelos, sentimientos, frustraciones, ansiedades y sueños que tipifican épocas. Yo no he querido escribir sobre un marco determinado, por eso he buscado el universal, y mi única pretensión es no dejar nada en el tintero, tratando de adentrarme en el proceso creativo.
Mi maestro dice que es deber de todos dejar escritas las huellas del pasado y del presente, para que otros preparen el futuro. La pregunta quedará al lector para saber si lo he logrado.
El Charles de Gaulle es un aeropuerto único, no solo en París, sino en el mundo. Parece una telaraña donde se ha tejido un universo de corredores, salones, mostradores de las diferentes compañías de aviación, puestos de controles migratorios y aduaneros equipados con sensibles artefactos, restaurantes, áreas de teléfonos, zonas de parqueo y, ahora, hasta el metro, que conduce a cualquier rincón de la capital.
¡Ah!, pero las boutiques son un encanto, por el surtido y los olores. Es la capital del perfume: Kouros, Paco Rabanne, Madame Rochas, Cartier, Van Cleef & Arpels, Sonia Rykiel, Elizabeth Arden, Estée Lauder, Nina Ricci, Montana, Acqua Di Gio, Azzaro, Boucheron, Polo, Safari, Aramis, etc. Entre encajes y perfumes nadie piensa en la pobreza, solo se sueña con las cosas agradables de la vida. ¡Ah, la vida tiene tantas!
Está absorto por los olores y los colores, y a la vez exhausto por el largo viaje. Ha recorrido miles de millas a través de espléndidos bosques africanos, que desde el aire no permiten ser apreciados en toda su dimensión, aunque no por eso dejan de despertar añejos conocimientos. Del mundo verde se pasa a las amarillentas arenas del Sahara. Ciudades, aldeas, colinas, interminables dunas, oasis evocan muchos recuerdos de obras leídas. Pero la anatomía reclama un descanso y, lentamente, Morfeo le abraza, después de tirarle con firmeza de un brazo.
Cae en el séptimo sueño y ve a un hombre sentado sobre una piedra, en una encrucijada. ¿Será la encrucijada de su vida? ¿O este hombre que le mira con tanta intensidad quiere decirle algo?
El hombre enjuto, con rostro lánguido y un color parecido al de las arenas del desierto está allí, sentado sobre su piedra, como si su misión fuera observar, contemplar el paisaje con la serenidad de los siglos. ¿En qué pensará? Debe estar meditando en los problemas de su entorno, que son muchos y muy peculiares, porque aquí llueve raras veces, las consecuencias él las lleva en su cuerpo, como si fuese un gran espejo en el que muchos tienen que mirarse, por una y mil razones.
De pronto el cielo se encapota. Poco a poco va poniéndose oscuro, y más oscuro. Truena y truena, como si el mundo fuese a entrar en el apocalipsis. Estalla la tormenta, una lluvia inmensa cae, como si los cielos estuviesen llorando a lágrima viva. El peregrino de la piedra no se mueve, aun cuando está empapado. Se alegra de que después de años caiga por fin la lluvia, pero su corazón se resiente porque ve precipitarse en un momento toda el agua que por años falta. De pronto, grita:
—Párate, Pobreza! ¿Por qué corres tanto y abarcas tantos caminos? ¿No te cansas en tu loca acción?
—¿Quién te dijo que puedes hablar, Peregrino? ¿Qué has hecho tú para pararme, o para obstaculizar mi carrera? —dice Pobreza—, tú sólo hablas y hablas y paseas por capitales gritando que hay que luchar contra mí. Pero no haces nada. Sólo hablas y hablas. Inventas todo tipo de medidas, creas organizaciones, planificas estudios, llamas a los demás al trabajo, pides que siembren para que yo no camine; pero, y tú, ¿qué haces? Hablar, hablar. Ja, ja, ja. Sigue, sigue, así, que yo no pararé mi carrera por todos los continentes, por todos los países, por praderas, capitales, ciudades, aldeas. ¡No, ni tú ni gente como tú podrán detenerme!
—Eres malvada —grita el Peregrino desde su promontorio, la piedra. Eres el diablo en persona, o el “apocalipsis now”.¿Por qué te quieres apoderar de todo? ¿No crees que ya has hecho demasiado daño?
—Ja, ja, ja. Peregrino, yo he vencido a las computadoras, a la televisión, a los satélites. Me he reído de las Naciones Unidas, de la FAO, del Banco Mundial, de las conferencias especiales, de los gobernantes, de las ideologías, del socialismo real, de la democracia, del nacismo, del neoliberalismo, y los he hecho mis amigos. ¿Por qué quieres juzgarme? Si tú solo hablas y hablas y no quieres darte cuenta de mi fuerza, que radica en tu debilidad y en la de los tuyos. Porque ustedes no trabajan y siempre están peleando unos contra otros, como lo hacen ahora en Bosnia, en Chechenia, en Liberia, en Somalia, en Ruanda, en Burindi, en Argelia, en Sahara Occidental, en Perú, en Chiapas, en Guatemala, en Oklahoma, en Timor Oriental. Ja, ja, ja. Ustedes gastan recursos, energías, liquidándose entre sí, como Caín y Abel. No tienen tiempo para ocuparse de combatirme, incluso llego a vuestros campos y paso corriendo, porque el olor a carroña me hiere. Ustedes han hecho el trabajo, y yo me voy a otros lugares.
—¡Vete, Pobreza! ¡Desgraciada! ¡Tú eres la causa de todos nuestros males! Por tu culpa se matan las personas, roban, el crimen aumenta, la droga y otros males sociales se desarrollan en muchas partes del mundo.
—¿De qué males hablas, Peregrino? ¿Acaso me culpas del neofacismo en Europa? Porque yo pienso que tú eres el culpable. Hablas tanto que no tienes tiempo para pensar lo que ocurre en tu propio promontorio. Tu piedra tiene huecos y en ellos hay muchos males. Tu juventud no tiene derroteros, está desorientada, crece la xenofobia, las tendencias racistas, el individualismo; se acaba, en fin, la solidaridad humana. ¿Me acusas del nacionalismo extremo en la ex Yugoslavia, o en la ex Unión Soviética, o del uso de gases venenosos en Japón, o de la bomba de Oklahoma? ¿Por qué no buscas en ti la causa de tus males? Algo anda mal en tu funcionamiento y el cáncer te corroe.
—¡Vete, Pobreza! — grita el Peregrino. —¿No ves que nadie te quiere en este mundo? Sí, eres culpable de muchas muertes, porque tu compañera, el hambre, arrasa con millones de vidas. ¿Por qué no te apiadas de los niños, de las mujeres, de los ancianos?
—Continúas clamando por ayuda o por piedad, Peregrino. Pero el problema está, y te lo voy a decir de una vez y por todas, en quienes, como tú, solo hablan y hablan. A ver, ¿por qué hay un reducido grupo que lo tiene todo y la inmensa mayoría no tiene nada? ¿No te parece que una mejor repartición de la riqueza ayudaría mucho? ¿No crees que los pobres son cada día más pobres y los ricos más ricos?
Oye, Peregrino —continuó diciendo Pobreza—, en este mundo computarizado el flujo de informaciones es infinito y con ellas se pudieran resolver tantos y tantos problemas. Pero, ¿quiénes las conocen y las pueden utilizar? Yo creo que ese es uno de los problemas. Y tú no quieres ir a la raíz de tus males y solo hablas y hablas, como si las dificultades se resolvieran con pensar en sus soluciones y no en trabajar. Verás que un día el agua será grande, grande, inmensa, y te ahogarás, y nadie te podrá socorrer; y sentado en tu promontorio mi amiga la muerte te atrapará y te llevará con ella al infinito y oscuro espacio.
—¡Eres maldita! ¡Eres satánica, Pobreza! —grita el Peregrino, esta vez moviéndose en su promontorio—. ¡Te odio por tu falta de humanidad, de sensibilidad!
—Ja, ja, ja. ¿Y tú tienes humanidad o sensibilidad, Peregrino? ¿Tú que te embriagas con los olores de los perfumes del aeropuerto Charles de Gaulle y te olvidas de los tuyos? Sembraste vientos y recogerás tempestades. Ahora no te quejes y si quieres enfrentar el problema, párate y trabaja. Yo tengo un hermano que anda corriendo detrás de mí y quiere completar tu obra, Peregrino. ¿Sabes cómo se llama? Cambio climático. Ese sí tiene leyes terribles y viene modificándolo todo, porque se molestó cuando tú y los tuyos comenzaron a talar árboles indiscriminadamente, a emitir gases de efecto invernadero y a degradar el medioambiente. Él es quien viene degradando los suelos, calentando el planeta, llamando al fenómeno “El Niño”, provocando desastres naturales, lluvias intensas, sequías prolongadas, deshielos; y no olvides que solo puedes parar el efecto destructor de mi hermano si consigues hacer lo que no haces: trabajar, dejar de hablar tanto y pasar de veras a la acción.
—Te odio, Pobreza, porque eres lo más cruel que he conocido, quieres buscar justificaciones a tu maldad y por eso hablas de mis posibles debilidades.
—Ja, ja, ja. ¿Debilidades, Peregrino? ¿No será que te duele que desnude tu mezquino espíritu? Tú tomas unas copas de buen vino Beaujolais y te olvidas de todo.
—Eres miserable, Pobreza —señala el Peregrino—, dime si tú no eres responsable de la propagación de las enfermedades. Hay zonas donde el paludismo sigue acortando la esperanza de vida, donde la calidad de la vida es solo una quimera. Surgen nuevos virus, y arrasan otros. Antes fue el dengue hemorrágico, ahora se habla del ébola, que hace relucir una vez más las miserias de un país inmensamente rico en minerales y donde tú reinas en todo tu esplendor. El calor es agobiante, huele a subdesarrollo, a fécula de yuca sin proteínas. Tú, Pobreza, no hueles a Christian Dior, sino a carroña.
—¡Qué bobo eres, Peregrino! Mientras los hombres sean tan egoístas y no interioricen que la salvación está en el bienestar de todos y no de unos pocos, yo seguiré paseando por esos mundos y seré dueña y señora de las almas. Tendré arrebatos, y tú los tuyos; tú te lamentarás, y yo me reiré.
—Pobreza, sé que detrás de ti está tu compañera, la Muerte, en cualquier lugar hay un niño esperando por ella. También hay una madre, una inteligencia que se pierde. Pobreza, ¿por qué tienes rostro de muerte? ¡Vete, vete al infierno, si es que existe! ¡Húndete en los abismos, pero sal de mi presencia! ¡Eres como un incendio que se propaga en paja seca!
De pronto, me despierto. Mi angustia es grande, porque por mi cerebro pasan todas las secuencias de una amarga pesadilla que se llama Pobreza, la que como poderosa águila ha volado perturbando mis sueños, mis sueños de esperanza, mis sueños de unos olores que no son iguales que los de este aeropuerto. Es un perfume que se esparce por todo el mundo y más que sueño es realidad que mata. La pesadilla me ha dejado extenuado. ¡Todo lo dicho por Pobreza es verdad, esa que quema, esa que duele, esa que reclama urgente solución!
Para Manolo Riveiro
Un largo tabaco y unas columnas de humo azuloso en el aire, cual aureola que lo cubre, son características de El Viejo. Su sabiduría y ternura son proverbiales, y su experiencia tan larga como su vida.
Cuenta la pequeña iglesia parroquial que nació a principios de siglo en Arroyo de Mantua, de un origen muy humilde. A los nueve años perdió a su padre, en plena edad de la inocencia; pero del desasosiego y del dolor sacó la firme determinación de trabajar, que lo llevó al oficio de los pescadores. Así buscaba el sustento y ayudaba a su madre, conserje de escuela, quien ganaba 4 pesos y 50 centavos al mes, salario que no le permitía garantizar la alimentación de sus cinco hijos.
Años pasó El Viejo, primero, como ayudante, y después como avezado pescador de cherna y pargo en el Caribe nuestro, cerca de las costas de México. No pudo conocer en su juventud el goce de un juguete propio de la edad, ni el sabor de los cuentos infantiles, ni calzar zapatos, ni avanzar en la escuela para cultivar su fértil inteligencia. Solo disfrutaba de las caricias de la brisa del mar y de los dichos e historias de los pescadores, como ese de “Caray, tienes más resuello que un caguamo”, cuando alguien se le perdía por unos días; o lo de “Eso es más difícil que hacer gárgaras boca abajo”, cuando algo complicado se le presentaba en la vida; o lo de “El derecho del anzuelo es el de ser jorobado”.
El mar, sus secretos, sus riquezas, curtieron su piel y su espíritu, moldéandolo y dándole un sello particular, porque El Viejo no era de amilanarse ante las dificultades y su máxima preferida siempre fue “Al problema pártele de frente y no le culebrees, como a la picúa, que si no, te muerde”. Aprendió a leer y sacar cuentas, esa era toda su instrucción escolar.
Ah, pero era capaz de sacarle buen partido a cualquier cosa, porque aprendió que a la vida siempre hay que buscarle su lado bueno y, como dicen los campesinos, todo lo que sucede conviene. La escuela de la vida lo coció tanto como lo quemara el sol y pudo sobrevivir en ese medio, a tan corta edad, entre muchos que luchaban por ser pescadores.
Con el andar de los años, El Viejo, amigo entre mis amigos, casi un padre en afecto y atenciones —especialmente cuando los avatares de la vida aprietan como zapato nuevo—, ha estado a mi lado en esos momentos. Como fuerte manantial, brota en anécdotas, historias que conllevan moralejas que se adaptan a las circunstancias. ¡Qué sabiduría!
Cada vez que tiene una oportunidad me invita a pescar en su ciudad natal, en la provincia de Pinar del Río. Él ya no pesca en el mar, siempre dice que prefiere esperar en tierra firme porque ya montó todos los barcos que tenía destinados, y en su lugar recurre al anzuelo para capturar una cerveza bien fría.
Del pescado solo come la cabeza frita, y cuando yo ingiero el resto para dejásela, se ofende. Va a Arroyo de Mantua para saludar a sus familiares, amigos y dar una vuelta por el espigón que tantos y tantos recuerdos de diversa índole le trae.
En ese lugar no habla; medita. Sus ojos miran hacia el horizonte. ¿Qué busca? ¿La juventud dejada en esos mares? ¿En qué piensa? ¿Qué secretos guarda? En esos instantes se torna nostálgico. La amistad que nos une me obliga a respetar su silencio, sus medias frases.