Vida en la Trinidad - Donadl Fairbairn - E-Book

Vida en la Trinidad E-Book

Donadl Fairbairn

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Beschreibung

En este libro podrás conocer más sobre: La doctrina cristiana primitiva de la unión divina de Dios Principios básicos de la pneumatología Cómo Dios se revela como Trinidad La visión bíblica y patrística sobre la teología práctica Adéntrate en este recurso fundamental que brinda un objetivo teológico fiel al corazón del evangelio, que el Padre envió al Hijo para que los humanos pudieran participar en la relación del Hijo con el Padre unidos por el poder de Su Espíritu.

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Vida en la

TRINIDAD

Una introducción a la teologíacon la ayuda de los Padres de la Iglesia

Colección Raíces

Donald Fairbairn

Editorial CLIE

C/ Ferrocarril, 8

08232 Viladecavalls

(Barcelona) ESPAÑA

E-mail: [email protected]

http://www.clie.es

Publicado originalmente en inglés bajo el título Life in the Trinity. © 2009 por Donald FairbairnTraducido y publicado con permiso de InterVarsity Press, P.O. Box 1400, Downers Grove, IL 60515, USA.

Todas las citas bíblicas son tomadas de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®. NVI®, a no ser que especifique lo contrario. Derechos de autor© 1973, 1978, 1984 por International Bible Society. Utilizado con permiso de Zondervan Publishing House. Todos los derechos reservados.

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917 021 970 / 932 720 447)».

Traducción al español: Diana C. Vargas, 2022.Edición: Andrés Messmer, 2022.

© 2023 por Editorial CLIE. Todos los derechos reservados.

VIDA EN LA TRINIDADUna introducción a la teología con la ayuda de los Padres de la iglesia

ISBN: 978-84-17131-80-7

eISBN: 978-84-17131-81-4

Teología cristiana - Historia

Para mi amada Jennifer

Juan 15:9

Índice

PRÓLOGO A LA VERSIÓN ESPAÑOLA

AGRADECIMIENTOS

PREFACIO

AGRADECIMIENTOS DEL AUTOR

EXPLICACIÓN DE LAS CITAS PATRÍSTICAS

1.INTRODUCCIÓN

Iniciando en la teología cristiana

2.EL CORAZÓN DEL CRISTIANISMO

La relación del Hijo con el Padre

3.DE LA RELACIÓN PADRE-HIJO A LA TRINIDAD, Y DE REGRESO

4.LA VIDA COMO FUE DISEÑADA

Un reflejo de la relación Padre-Hijo

5.¿QUÉ SALIÓ MAL?

Nuestra pérdida de la relación del Hijo con el Padre

6.LA PROMESA

Cómo Dios preparó el mundo para su Hijo

7.LA ENCARNACIÓN

El Unigénito se convierte en el Primogénito

8.REDENCIÓN

Dios obsequia la relación del Hijo con el Padre

9.CONVIRTIÉNDOSE EN CRISTIANO

Entrando a la relación del Hijo con el Padre

10.SIENDO CRISTIANO

Otra mirada al reflejo de la relación Padre-Hijo

APÉNDICE

Sugerencias para leer a cuatro Padres de la iglesia

ÍNDICES

Nombres y temas

Citas bíblicas

Prólogo a la versión española

¿Por qué traducir un libro al español? Esta es una pregunta válida, realizada hoy por muchos pastores y teólogos dentro del denominado “mundo mayoritario” (antes llamado “tercer mundo”). Por supuesto, es virtualmente imposible pretender responder a tan amplia pregunta de manera universal; sin embargo, es posible defender la validez e importancia de poner a disposición del mundo hispano una obra del calibre de Vida en la Trinidad del Dr. Donald Fairbairn. Es esto lo que trataré de hacer en este breve prólogo a la versión española del libro.

Empecemos por un poco de contexto. Como pastor y teólogo, explicar la Trinidad ha sido siempre uno de mis mayores desafíos al presentar los fundamentos de la fe cristiana. Por un lado, la mayor parte de teologías sistemáticas o libros académicos que se refieren al tema, están tan ocupados en resolver los tecnicismos de esta compleja doctrina que por lo general terminan presentando una especie de análisis insípido de la naturaleza de Dios, olvidando por completo que dicho análisis es virtualmente imposible para la limitación humana, y perdiendo de vista la parte más fundamental de esta empresa: invitar al creyente a tener una relación íntima con el Dios vivo. Por otro lado, la mayoría de los materiales populares que pretenden explicar la Trinidad terminan por pecar de simplistas y, muchas veces, tienen el efecto indeseado de dejar al lector con un concepto absolutamente errado de esta profunda doctrina.

Es aquí donde Vida en la Trinidad ingresa a la conversación. Mi primera interacción con este hermoso libro, en su versión original en inglés, fue durante mis estudios en el Seminario Teológico Gordon Conwell, en Charlotte, Carolina del Norte. Allí tuve también el privilegio de conocer al autor, el Dr. Fairbairn, quien, además de ser un historiador y teólogo sin par, es una persona de gran calidad humana. Cualidades que se reflejan en este libro. Vida en la Trinidad hace lo que muchos otros materiales no han logrado; sirviéndose de la erudición del autor en temas patrísticos, el libro se remonta a los albores de la fe cristiana y explica de manera profunda y a la vez accesible la compleja e importante doctrina de la Trinidad. Pero el libro no se limita a exponer esta doctrina, sino que nos invita a descubrir por medio de ella la profundidad de la relación a la cual Dios nos llamó. Fairbairn explica que “de alguna manera somos llamados a hacer algo más que simplemente imitar el amor de Dios. Somos llamados a permanecer en y llevar al mundo el mismo amor con el cual el Padre ha amado a su Hijo desde toda la eternidad”. ¡He aquí el corazón de este libro! Y el por qué vale la pena su traducción y lectura en español. En las páginas de Vida en la Trinidad, el lector encontrará una invitación a descubrir el profundo amor de Dios, y la propuesta divina de participar de la profunda relación que existe entre el Padre y el Hijo, por medio del Espíritu Santo.

Entonces, Vida en la Trinidad es un libro que puede ser usado en la academia, en los estudios trinitarios y teológicos. Es además un libro de muchísimo valor en estudios de patrística. Pero, es también un libro que puede ser utilizado en las iglesias y la pastoral. En resumen, disponer de este recurso en español es una añadidura invaluable para la iglesia hispana en el trabajo de guiar al creyente hacia un conocimiento adecuado de Dios y hacia una relación profunda con Él.

Jonathan AsbunMisionero. Pastor de la Iglesia Génesis en Cochabamba, Bolivia

Agradecimientos

Al presentar este libro, queremos agradecer a quienes formaron parte del arduo trabajo que significó su traducción.

Primeramente, al Dr. Donald Fairbairn, cuya generosidad y desprendimiento permitieron llevar a cabo esta labor. Además, al Dr. Andrés Messmer, quien realizó una impecable labor como editor de la versión española y se dedicó a promover la impresión de este material. A Diana Vargas, cuyo magnífico trabajo de traducción ha permitido la producción de una versión española que es tanto fiel al original inglés, como idiomáticamente accesible para la gran diversidad dentro del mundo hispano. A la Iglesia Génesis, de Cochabamba, Bolivia, por brindar los recursos económicos para llevar a cabo el proceso de traducción del libro. A la editorial Clie, por acceder a la producción y promoción de este material. Y, sobre todo, al Dios Trino, porque en su absoluta providencia permitió que personas de diversos puntos cardinales del planeta se unieran en esta labor con el objetivo de hacer accesible este material para la iglesia de habla hispana.

Prefacio

Este libro busca integrar las diversas verdades del cristianismo en torno a un mismo tema que ha sido muy bien articulado por algunos de los más grandes teólogos de la iglesia primitiva, pero que a menudo ha sido poco enfatizado en los libros de teología occidentales modernos. Este tema es la relación entre Dios el Padre y Dios el Hijo, una relación que pueden compartir los creyentes al ser unidos a Dios por medio del Espíritu Santo. La convicción de muchos de los Padres de la iglesia1 era que toda la vida cristiana debía ser no solo un reflejo de esa relación central entre el Padre y el Hijo, sino también una participación en ella.

Esta obra está diseñada para ser un libro de texto para cursos de teología cristiana, y puedo imaginar cuatro escenarios principales en los cuales podría ser de mayor beneficio. Primero, a un nivel introductorio y de cursos de primer semestre de teología, este libro podrá utilizarse como texto base único, o tal vez como el libro de estudio principal acompañado de algunos otros recursos (antiguos y modernos) asignados para una lectura complementaria. Segundo, puede ser útil para pastores, lectores cristianos en general y pequeños grupos de estudio. Tercero, en el caso de cursos de teología más avanzados y de varios semestres, este libro puede servir como complemento de libros de teología más extensos y amplios, así como también ofrecer una perspectiva de la que estos libros puedan carecer. Y cuarto, para cursos de teología histórica, este libro puede ofrecer un marco de trabajo general que ayude a que los principales recursos sobre la iglesia primitiva sean más fáciles de comprender. Para lograr que este libro sea útil para estas audiencias, lo he preparado con tres niveles de materiales, los cuales me gustaría explicar brevemente.

Para el beneficio de pastores, lectores en general y estudiantes que tengan muy poca formación en teología formal, he procurado mantener el argumento general del libro libre de aglomeraciones de citas no bíblicas, referencias a debates teológicos modernos y otros materiales técnicos similares. A lo largo del libro, mi argumento se basa en mi análisis de pasajes bíblicos clave, especialmente del Evangelio de Juan, el cual ocupa un lugar crucial en el Nuevo Testamento, pero que tal vez ha sido poco utilizado en estudios teológicos protestantes debido al profundo enfoque del protestantismo en los escritos de Pablo. Leeremos el Evangelio de Juan y el resto de las Escrituras de la misma manera en la que aprendí a leerlos en los Padres de la iglesia, prestando atención a los pasajes a los cuales ellos dirigieron mi atención. Pero, en cuanto al texto del libro en sí, prestaremos atención principalmente a los escritores bíblicos, no a los teólogos posteriores que comentaron sobre las Escrituras.

Además del texto, el libro contiene recuadros con breves citas de los mismos Padres de la iglesia. Hay bastante variedad en los escritos de la iglesia primitiva, pero entre toda esa variedad hay una línea de pensamiento que considero ser particularmente bíblica y fructífera. De los Padres de la iglesia que ejemplifican esta línea de pensamiento, hay cuatro en quienes me enfocaré principalmente. Estos son Ireneo de Lyon (un hablante griego del segundo siglo que vivió en lo que ahora es el sur de Francia), Atanasio de Alejandría (un ministro egipcio del cuarto siglo que ministró en griego y copto), Agustín de Hipona (un hablante latín que vivió en el norte de África en los siglos cuarto y quinto) y Cirilo de Alejandría (un hablante griego que siguió los pasos de Atanasio en Egipto durante los inicios del siglo quinto). Por lo tanto, cito mucho a estos teólogos, y a otros no tan frecuentemente, en los recuadros para mostrar al lector la manera en la que los escritores patrísticos expresaban sus ideas. También hay un apéndice para guiar a aquellos que deseen leer más de los escritos de estos cuatro Padres de la iglesia.

Para mantener su naturaleza no técnica, este libro contiene pocas notas al pie, y las notas al pie que sí están incluidas ofrecen más citas bíblicas relacionadas con las ideas del texto o explican los tratamientos patrísticos de esas ideas. Las notas al pie no comparan las ideas de los Padres de la iglesia con los debates teológicos modernos o con interpretaciones actuales de los pasajes que estoy citando. Comentarios y libros de teología modernos son fáciles de conseguir y son, en general, fáciles de leer, así que los estudiantes y otros lectores que deseen comparar las interpretaciones patrísticas con las modernas podrán encontrar tratamientos modernos acerca de esos temas sin la necesidad de mi guía. Aunque las notas no dirigen a los lectores a esos recursos modernos, la comparación de las ideas patrísticas y las modernas puede ser muy fructífera para el estudio teológico. Es probable que maestros deseen utilizar este libro y sus notas como un punto de partida, pidiendo a los estudiantes que comparen lo que los Padres de la iglesia primitiva escribieron acerca de temas específicos con la manera en la que los académicos modernos articulan las mismas ideas, o cómo los comentaristas patrísticos y los modernos interpretan los mismos pasajes bíblicos.

La presentación del material en tres niveles—texto, recuadros y notas al pie— está diseñada para mantener el libro lo menos aglomerado posible y permitir que sus ideas sean de fácil acceso para todos, a la vez que ofrece a los estudiantes y lectores interesados material adicional para considerar. Las personas que no tengan conocimientos previos sobre la iglesia primitiva deberían poder entender y seguir el argumento de este libro utilizando solo el texto y la Biblia para buscar los pasajes de los cuales se habla en el texto. Espero que esta simplicidad relativa impulse el uso de este libro en clases de introducción a la teología e incluso estudios laicos.

Sin embargo, la misma simplicidad y brevedad que hacen que un libro como este sea útil para teólogos principiantes podrá hacerlo parecer superfluo para estudiantes más avanzados. Después de todo, si los estudiantes van a leer un libro grueso como Teología cristiana de Millard Erickson, Teología sistemática de Wayne Grudem o Teología cristiana: Una introducción de Alister McGrath (o incluso una colección de múltiples volúmenes como Teología sistemática de Thomas Oden o los Fundamentos Cristianos de Donald Bloesch), podría parecer que un corto libro como este tenga poco o nada nuevo que ofrecer. Sin embargo, creo que este libro puede complementar libros de texto de teología más extensos de tres maneras importantes y así ser de beneficio para estudiantes más avanzados y los profesores que los enseñan.

En primer lugar, este libro permite al lector ver el bosque completo y no solamente una secuencia de árboles individuales. Mientras más extenso y detallado sea un libro de texto, más difícil será para los lectores ver cómo los diferentes detalles encajan juntos. A pesar de las intenciones del autor, un lector de este tipo de libro más extenso puede quedar bajo la impresión de que la teología es un conjunto de hechos cuya conexión entre sí y con la vida cristiana cotidiana es indescifrable. Un libro demasiado extenso puede llevar a estudiantes a pensar solo en términos de doctrinas (enseñanzas individuales de la fe), cuando en realidad uno debería reconocer la doctrina (en singular), la enseñanza unificada del cristianismo. Debido a este obstáculo relacionado con libros de teología sistemática más amplios, hay también necesidad de libros de extensión más modesta que, al no entrar en tanto detalle, sean capaces de ofrecer a los lectores una imagen más clara de la doctrina cristiana en conjunto. Este libro está diseñado para ser uno de esos libros y, como tal, puede ser de valor incluso para estudiantes que ya están leyendo libros de teología más extensos.

Una segunda manera en la que este libro puede complementar libros de teología sistemática occidentales más amplios es que presta atención a un grupo distinto de voces al cual ese tipo de libros normalmente no atiende. Este libro interactuará con las Escrituras y con las formas en las que la iglesia primitiva las entendía sin mucha referencia a cómo los teólogos cristianos más modernos las han entendido.2 Esta falta de interacción con debates contemporáneos es, de alguna manera, una debilidad, pero también puede ser una fortaleza. Omitir referencias directas a debates actuales nos puede permitir acceder a voces de la iglesia primitiva. Necesitamos oír esas voces precisamente porque son distintas a las nuestras: no simplemente refuerzan lo que ya pensamos que la Biblia significa, sino que también nos enfrentan con una manera distinta de entenderla y nos invitan a descubrir un concepto distinto de cuál es su mensaje central, lo que está en el corazón de la fe cristiana. No pienso que estas nuevas voces contradigan nuestra propia articulación de la fe, sino que más bien complementan nuestro entendimiento de las Escrituras y lo hacen más completo.

Una tercera forma en la que este libro puede complementar un libro de teología más extenso es que utiliza un conjunto distinto de temas interrogativos que un libro de teología occidental típico. Si el simple número de temas teológicos de los que se habla en un libro extenso puede hacer que le sea difícil al lector ver el bosque y no los árboles, entonces es obviamente importante que cualquier libro ayude al lector a ver el bosque al articular un número pequeño de temas alrededor de los cuales organizar el resto de los temas. Luego, estos temas se convierten en el hilo conductor que nos permite navegar a través del laberinto de la teología cristiana y sostener juntas las diversas verdades de la fe. Para los teólogos evangélicos, los temas integrales suelen ser los distintivos clásicos de la Reforma, tales como sola Scriptura (la Biblia como única autoridad), solo Christo (la salvación únicamente a través de Cristo) y sola fide (justificación solo por la fe).

Afirmo plenamente estos y otros distintivos de la Reforma, pero este libro no los ubicará como sus temas integrales. Estoy convencido de que debemos entender estas ideas de la Reforma como parte de un contexto más amplio de enseñanza escritural, un contexto al que muchas veces se le da poca importancia, o que es incluso omitido. Para dar un ejemplo obvio, el punto central de muchas teologías sistemáticas evangélicas es la doctrina de la justificación por la fe. Esta es, sin duda, una de las verdades más cruciales de nuestra fe, pero, ¿es la justificación el corazón de la fe cristiana? ¿Es el principio y fin absoluto de la teología? Responder a esta pregunta de manera afirmativa sería implicar que el corazón de la relación de Dios con la humanidad tiene que ver con estatus, con el hecho de que una persona sea acreditada por ser justa o por ser pecadora, y vivir así bajo la ira de Dios. Pero si este fuera el corazón de la relación de Dios con la humanidad, ¿qué ganaríamos entonces al estar en el estatus correcto ante Dios? ¿Para qué se nos colocaría en dicho estatus? Si uno responde, “para el cielo”, entonces, ¿qué es el cielo? Si uno responde, “para tener una relación con Dios”, entonces, ¿qué implica dicha relación? Estas preguntas demuestran que, por más crucial que sea la justificación, no es el corazón del cristianismo, sino que es un prerrequisito y un medio para llegar a algo aún más central. No somos justificados solo para ser justificados, sino que somos justificados para poder disfrutar de algo más.

Ese “algo más” ha sido expresado de mejor manera (pienso) no por el evangelicalismo moderno, ni siquiera por los reformadores, sino por los Padres de la iglesia. Durante varios siglos después del final de Nuevo Testamento, la iglesia fue capaz de articular las grandes doctrinas de la Trinidad y la persona de Cristo a través del estudio exhaustivo de las Escrituras y, muchas veces, intensos debates. Y, al articular estas doctrinas, la iglesia también expresó una visión unificada de la vida cristiana, un entendimiento de ese “algo más” del que somos parte una vez que somos justificados. Los Padres expresaban este “algo más” utilizando la palabra griega theōsis (una palabra que dejaré sin traducir por ahora y que explicaré con más detalle en el capítulo 1 de este libro). La idea detrás de theōsis tiene diversos aspectos, pero argumentaré que el aspecto principal, al menos en el pensamiento de muchos de los Padres de la iglesia, es que los cristianos participan de la relación del Hijo con el Padre. Este será el tema integral de este libro, el hilo conductor que utilizaré para elaborar el tejido de la doctrina cristiana como un todo integrado. Espero que este tema integral atípico ayude a los lectores a ver y entender ese todo integrado de una nueva manera.

Entonces, esta obra no está diseñada para ser un libro de texto extenso sobre la teología sistemática, organizado según los temas occidentales tradicionales de la teología (llamados loci), haciendo énfasis en los distintivos clásicos de la Reforma y escrito en diálogo con otros libros de teología de la misma línea. Ciertamente no está diseñado para suplantar estos libros ni denigrar su valor. Al contrario, está diseñado para complementarlos y tal vez ayudar a estudiantes a entenderlos más fácilmente. Su propósito es llamar a los lectores evangélicos a volver a un aspecto de la fe cristiana que pienso que es aún más central y más fundamental que nuestro énfasis evangélico en la conversión, la justificación y una relación personal con Cristo. Este aspecto es la relación del Hijo con el Padre. Debido a estas maneras en las que este libro puede complementar libros de teología occidental más extensos y tradicionales, creo que es de valor para estudiantes que toman cursos de teología más avanzados, en los cuales se les exige que lean libros más extensos.

Es así que espero que este libro sea útil para estudiantes y maestros, para teólogos principiantes y avanzados, para la academia y la iglesia. Espero que sea exitoso en dirigir nuestra atención a las interpretaciones de los Padres de la iglesia del libro que ellos tanto amaron y exaltaron sobre cualquier otro: la Biblia. Y, más que todo, pido en oración que este libro nos ayude a apuntar hacia aquella relación que muchos de los Padres de la iglesia reconocieron que se encuentra en el centro de la Biblia y, por ende, en el corazón de la fe cristiana: la relación entre el Padre y el Hijo.

Donald FairbairnSeminario Teológico de Erskine Due West, Carolina del Sur

SOLIS PERSONIS TRINITATIS GLORIA

1 La frase “Padres de la iglesia” se refiere a los cristianos que, durante los primeros siglos después del final del Nuevo Testamento, moldearon profundamente la interpretación de la iglesia en relación a las Escrituras y la comprensión de su vida teológica y espiritual. El periodo de los Padres de la iglesia se llama “iglesia primitiva” o “periodo patrístico” (de la palabra latina para “padre”), y muchas veces se considera que duró desde el año 100 hasta el 800.

2 Soy, por formación académica, un teólogo histórico, y en particular un especialista en los siglos cuarto al sexto. Mis investigaciones no suelen involucrar interacciones con debates teológicos contemporáneos. En cambio, me dirijo a esos debates contemporáneos desde el punto de vista de la iglesia primitiva.

Agradecimientos del autor

Me gustaría agradecer a algunas de las muchas personas que han contribuido a la redacción de este libro. En primer lugar, a mi esposa Jennifer, y nuestros hijos Trey y Ella. Casi desde que nos conocimos, Jennifer y yo nos hemos referido a Juan 15:9 como el versículo temático de nuestra relación y hemos buscado encarnar y reflejar el amor entre el Padre y el Hijo en nuestro matrimonio y familia, esa relación que yace en el corazón de la fe cristiana.

Me gustaría agradecer a mis estudiantes alrededor de Europa y Norteamérica, pero en especial a los de la Universidad Cristiana de Donetsk (Ucrania), la Facultad de Teología Evangélica (Bélgica) y el Seminario Teológico de Erskine (Carolina del Sur). Su atención y preguntas a lo largo de los últimos diecisiete años han sido indispensables para la formulación y articulación de las ideas que presento en este libro.

Quisiera agradecer al Dr. Gary Deddo, editor en IVP Academic, y a los dos lectores anónimos del primer borrador de este libro. Los tres me ofrecieron retroalimentación invaluable y, en particular, me señalaron las maneras en las cuales mis afirmaciones podrían ser fácilmente malinterpretadas. Las revisiones que nacieron de sus críticas han logrado que este libro sea mucho mejor, espero, de lo que habría sido de otra manera.

Se suele decir que los pensadores cristianos deben tener un mentor difunto, un gran pensador de la historia de la iglesia, a cuyos pies puedan sentarse de manera figurativa, de la misma manera que se sientan de manera más literal a los pies de sus mentores vivientes. Tengo muchos mentores difuntos (la descripción que mi esposa hace de mi trabajo es que estudio a “unos tipos muy viejos y difuntos”) y el más destacado es Cirilo de Alejandría. Fue muchas veces difamado en sus propios tiempos y ha sido, como consecuencia, denigrado bajo el juicio de algunos historiadores, pero tuvo el coraje y la genialidad de articular el corazón de la fe cristiana en un momento en el que la iglesia enfrentaba una de sus más grandes crisis teológicas. Admito mi gran deuda a los escritos de Cirilo. Es costumbre que, en esta sección del libro, el autor reconozca que las deficiencias encontradas en el libro son sus propias deficiencias. En mi caso, este tipo de reconocimiento está lejos de ser meramente superficial. Siento de manera muy profunda mi familiaridad inadecuada con los debates teológicos cristianos contemporáneos, y sin duda esa falta de familiaridad hace que este libro se quede corto en algunos aspectos. Pero mi oración es que lo que tengo para ofrecer acerca de la iglesia primitiva y mi reflexión sobre las Escrituras pueda ser de contribución a la tarea teológica contemporánea de articular la fe cristiana de manera clara y completa para nuestra generación.

Explicación de las citas patrísticas

Cito escritos patrísticos en los recuadros y notas al pie de este libro con abreviaciones de sus títulos, seguidos por el libro, capítulo y número de párrafo. Para que sea más fácil a los lectores encontrar los escritos, también indico la traducción que estoy citando y el número de página. En algunos casos, estas traducciones vienen de series muy conocidas, así que también indico la traducción con el título abreviado y el tomo de la serie. En el caso de obras sueltas o tomos de series menos conocidas, indico la traducción por el nombre del traductor/editor. Me he tomado la libertad de actualizar la puntuación y el uso de mayúsculas de las citas en el dominio público sin notar esos cambios. En casos en los que haya hecho cambios sustanciales a la traducción impresa, lo indico específicamente. Las series que cito por sus abreviaciones son las siguientes:

ACW

Ancient Christian Writers.

Nueva York: Newman Press, 1946.

ANF

Ante-Nicene Fathers.

Ed. Alexander Roberts y James Donaldson. 10 tomos. Nueva York: Christian Literature Publishing Company, 1885-87. Reimpresión Peabody, Mass.: Hendrickson, 1995.

FC

The Fathers of the Church.

Washington, D.C.: Catholic University of America Press

,

1947.

NPNF

1

Nicene and Post-Nicene Fathers,

Primera serie. Ed. Philip Schaff y Henry Wace. 14 tomos. Nueva York: Christian Literature Publishing Company 1886-1889. Reimpresión, Peabody, Mass.: Hendrickson, 1995.

NPNF

2

Nicene and Post-Nicene Fathers,

Segunda serie. Ed. Philip Schaff y Henry Wace. 14 tomos. Nueva York: Christian Literature Publishing Company y Charles Scribner’s Sons, 1890-1900. Reimpresión, Peabody, Mass.: Hendrickson, 1995.

La siguiente es una lista de abreviaciones y títulos completos de los escritos que cito en los recuadros, así como también los detalles bibliográficos sobre las traducciones que estoy empleando.

ATANASIO DE ALEJANDRÍA (ESCRIBIÓ EN GRIEGO, VIVIÓ CA. 296-373)

Cont. Arr.

Contra los arrianos

(Against the Arians).

Atanasio.

Four Discourses Against the Arians.

Trad. John H. Newman y A. Robertson. En NPNF2, tomo 4, 306-447.

Encar.

Sobre la encarnación de la Palabra

(On the Incarnation of the Word).

Atanasio

. Contra Gentes and De Incarnatione.

Trad. Robert W. Thomson, 134-277.

Oxford Early Christian Texts

. Oxford: Clarendon, 1971.

Sín.

Sobre los sínodos

(On the Synods).

Atanasio.

De Synodis.

En NPNF2, tomo 4, 451-80.

AGUSTÍN DE HIPONA (ESCRIBIÓ EN LATÍN, VIVIÓ CA. 354-430)

Ciud. Dios

La ciudad de Dios contra paganos

(Concerning the City of God Against the Pagans

).Agustín.

Concerning the City of God Against the Pagans.

Trad. Henry Bettenson. Londres: Penguin, 1972.

Conf.

Confesiones

(Confessions

). Agustín.

Confessions.

Trad. R. S. Pine-Coffin. Londres: Penguin, 1961.

Doc. Cris.

Sobre la doctrina cristiana

(On Christian Doctrine

). Agustín.

On Christian Doctrine.

Trad. D. W. Robertson, Jr. The Library of Liberal Arts

.

Nueva York: Macmillan, 1958.

Trin.

Sobre la trinidad

(On the Trinity

).Agustín.

The Trinity.

Trad. Edmund Hill.

The Works of Saint Augustine: A Translation for the Twenty-First Century,

tomo 5. Brooklyn, N.Y.:

New City Press,

1991.

BASILIO EL GRANDE (ESCRIBIÓ EN GRIEGO, VIVIÓ CA. 330-379)

Esp. San.

El Espíritu Santo

(On the Holy Spirit).

Basilio el Grande.

On the Holy Spirit.

Trad. David Anderson.Popular Patristics Series. Crestwood, N.Y.: St. Vladimir’s Seminary Press, 1980.

CIRILO DE ALEJANDRÍA (ESCRIBIÓ EN GRIEGO, VIVIÓ CA. 375-444)

Cont. Nes.

Cinco libros contra Nestorio

(Five Books Against Nestorious).

Cirilo, Arzobispo de Alejandría.

Five Tomes Against Nestorius.

Trad. P. E. Pusey.

Library of the Fathers of the Holy Catholic Church.

Tomo 47. Oxford: James Parker and Co

.

, 1881.

Portadorade Dios

Contra quienes se niegan a llamar a María la portadora de Dios

(Against Those Who Refuse to Call Mary the Bearer of God).

Cirilo de Alejandría.

Against Those Who Are Unwilling to Confess That the Holy Virgin Is Theotokos.

Trad. George Dion Dragas.

Patristic and Ecclesiastical Texts and Translations.

Rollingsford, N. H.: Orthodox Research Institute

,

2004.

CristoEs Uno

Que el Cristo es uno

(That the Christ is One).

Cirilo de Alejandría.

On the Unity of Christ.

Trad. John A. McGuckin.

Popular Patristic Series.

Crestwood N.Y.: St. Vladimir’s Seminary Press, 1995.

Com. Jn.

Comentario sobre el evangelio de Juan

(Commentary on John).

Cirilo, Arzobispo de Alejandría.

Commentary on the Gospel According to S. John.

Tomo 1:

S. John 1-8.

Trad. P.E. Pusey.

Library of the Fathers of the Holy Catholic Church,

Tomo 43. Oxford: James Parker & Co

.,

1874. Cirilo, Arzobispo de Alejandría.

Commentary on the Gospel According to S. John.

Tomo 2:

S. John 9-21.

Trad. Thomas Randell.

Library of the Fathers of the Holy Catholic Church,

vol. 48. Londres: Walter Smith, 1885.

Exp. Anat.

Explicación de los doce anatemas

(Explanation of the Twelve Anathemas).

McGuckin, John A.

St. Cyril of Alexandria: The Chistological Controversy.

Complemento a

Vigiliae Christianae

23, 282-93. Leiden: E. J. Brill, 1994.

Sol. Dog.

Sobre las soluciones a temas dogmáticos

(On Solutions to Dogmatic Questions). Cyril of Alexandria: Select Letters.

Trad. Lionel R. Wickham.

Oxford Early Christian Texts,

180-213. Oxford: Oxford University Press

,

1983.

Car. Pas.

Cartas pascuales

(Paschal Letters).

Las selecciones presentadas en este libro son de mi propia traducción.

Escol.

Escolios sobre la encarnación

(Scholia on the Incarnation).

Las selecciones presentadas en este libro son de mi propia traducción.

Tes.

Tesauro sobre la santa y consustancial Trinidad

(Thesaurus on the Holy and Consubstantial Trinity).

Las selecciones presentadas en este libro son de mi propia traducción.

CIRILO DE JESURALÉN (ESCRIBIÓ EN GRIEGO, VIVIÓ CA. 315-387)

Cat.

Conferencias catequéticas

(Catechetical Lectures).

Cirilo de Jerusalén. Trad. Edward Yarnold.

The Early Church Fathers,

79-168. Londres: Routledge, 2000.

Cat. Mis.

Catequesis mistagógica

(Mystagogical Catecheses).

Cirilo de Jerusalén. Trad. Edward Yarnold.

The Early Church Fathers,

169-87. Londres: Routledge, 2000.

DECRETOS DE LOS CONCILIOS ECUMÉNICOS

En este libro proporciono mi propia traducción del Credo niceno y de la Definición de Calcedonia, pero la cita de los decretos del quinto Concilio ecuménico es de Leith, John H., ed. Creeds of the Churches. 3a ed., 50-53. Atlanta: John Knox Press, 1982.

GREGORIO NACIANCENO (ESCRIBIÓ EN GRIEGO, VIVIÓ CA. 330-390)

Dir.

Discursos

(Orations).

Gregorio Nacianceno.

On God and Christ: The Five Theological Orations and Two Letters to Cledonius.

Trad. Frederick Williams y Lionel Wickham.

Popular Patristics Series.

Crestwood, N.Y.:

St. Vladimir’s Seminary Press,

2002.

GREGORIO DE NISA (ESCRIBIÓ EN GRIEGO, VIVIÓ CA. 330-395)

No TresDioses

Carta a Ablabio acerca de que no hay tres dioses

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1

Introducción

Iniciando en la teología cristiana

Los libros de texto occidentales sobre la teología sistemática generalmente inician con el tema de la autoridad. ¿Es la Biblia la única fuente de autoridad, o es la autoridad de la Biblia suplementada o hasta reemplazada por la autoridad de ciertas personas? En los círculos evangélicos protestantes, esta pregunta lleva a los teólogos a constantemente atribuirle una autoridad única, y a veces hasta exclusiva, a la Biblia. Las Escrituras son la fuente más preeminente, o quizás incluso la única, de la doctrina cristiana. Pero, por más importante que sea la autoridad de la Biblia, los Padres de la iglesia nos ofrecen poco o nada de ayuda para articular una doctrina de las Escrituras. En cambio, si empezamos a abordar la teología con la ayuda de los Padres de la iglesia, un mejor punto de partida sería el tema de la grieta que a veces se abre entre la doctrina y la vida. En este capítulo introductorio, me gustaría explicar de manera breve porqué los Padres le prestaron tan poca atención a la autoridad bíblica, y luego guiar nuestra atención a esa grieta que existe entre la doctrina y la vida en la cual los Padres se enfocaron de manera mucho más intensa.

LOS PADRES DE LA IGLESIA Y LA AUTORIDAD BÍBLICA

Para los Padres de la iglesia, el tema de la autoridad de la Biblia no era un tema que cuestionar. Prácticamente cada página de cualquier obra patrística incluye cita tras cita de la Biblia y nunca hay el más mínimo indicio de duda acerca de la veracidad de la Biblia. La preocupación principal de los Padres no es el hecho de creer en la Biblia o no, sino cómo interpretarla; ni cuestionar si las Escrituras son autoritativas, sino qué es lo que significan. Los Padres presupusieron que la Biblia es exacta y autoritativa, y si se puede realizar algún juicio basándose en la cantidad de citas y la reverencia que le atribuyen, se podría también llegar a la conclusión de que ellos se referían a ella como enteramente autoritativa.3 En la mayoría de los casos, no vieron la necesidad de declarar la veracidad o la autoridad de la Biblia de manera explícita.

Por supuesto, ahora vivimos en una era intelectual distinta a la de los Padres, una era en la que el escepticismo es la norma, y no la creencia, y en nuestro mundo los temas de autoridad son centrales en cualquier debate acerca de lo que debemos creer. Pero, al mismo tiempo, debemos reconocer que hay algo significativo escondido detrás de lo que parece ser una creencia ingenua de los Padres acerca de la veracidad de las Escrituras. Presuponer la autoridad de las Escrituras es, de muchas maneras, un acto de sumisión a Dios más grande que buscar demostrar la singularidad y exactitud de la Biblia. De cierta forma, tratar de convencer a otros de que la Biblia es confiable representa un gran esfuerzo para lograr que las personas confíen en nosotros, para creer que tenemos suficientes argumentos en nuestro arsenal para demostrarles que deberían tomarse la Biblia en serio. Por el contrario, utilizar la Biblia sin comentarios preliminares acerca de que sea merecedora de tal respeto permite otorgarle un lugar incluso más importante. Para ponerlo de otra forma, mucha de la teología moderna argumenta que deberíamos confiar en la Biblia porque podemos demostrar que es confiable. Por el contrario, los Padres presupusieron que la Biblia era confiable porque venía de Dios, y presupusieron esto de manera tan implícita y sincera que rara vez mencionaban la singularidad de la Biblia de manera explícita. Ellos simplemente actuaron sobre la singularidad de las Escrituras memorizándolas, estudiándolas, citándolas, utilizándolas. Es por esto que los Padres tienen poco que ofrecer a nuestra articulación de la doctrina de las Escrituras, pero en su aplicación tienen mucho que decirnos acerca de cómo es realmente la sumisión a las Escrituras.

Siguiendo los pasos de los Padres de la iglesia primitiva, me gustaría presuponer en este libro que la Biblia es la autoridad única y final, la fuente primaria de todas las verdades relacionadas con Dios, sus acciones a lo largo de la historia y la relación de la humanidad con él. Es posible que usted, como lector, ya comparta esta suposición, pero aun si no lo hace, le pido que al menos admita que la Biblia pueda ser confiable y por tanto puede ser tomada en serio. En vez de empezar con la doctrina de las Escrituras, me gustaría iniciar nuestro debate sobre la teología cristiana examinando un problema que el cristianismo contemporáneo frecuentemente crea para sí mismo de manera no intencional.

UN PROBLEMA NO INTENCIONAL: LA DOCTRINA Y LA VIDA CRISTIANA EN EL EVANGELICALISMO CONTEMPORÁNEO

Uno de los más grandes problemas del cristianismo contemporáneo es que las personas crean una grieta entre la teología y la vida cristiana sin darse cuenta. La teología evangélica está bien articulada, cuidadosamente argumentada, es lógica y sistemática, pero las personas de nuestras iglesias (y, en realidad, muchos de nuestros líderes en la iglesia) no siempre tienen la capacidad de comprender la relación entre la teología y la vida cristiana. La teología es lo que creemos y la vida cristiana es lo que hacemos, pero muchas veces la conexión íntima entre ambas no está claramente declarada, incluso a veces ni siquiera bien comprendida.

Esta es una declaración audaz y es posible que usted esté de acuerdo o no, pero considere las siguientes preguntas conmigo. En primer lugar, ¿cuál decimos que es el corazón de la fe cristiana? Y, en segundo lugar, ¿qué es lo que escuchamos en las prédicas semana tras semana, en las clases de escuela dominical y en grupos de estudio bíblico? Muchas veces decimos que Jesús se encuentra en el corazón de nuestro mensaje, pero si alguien tomara nota de cada punto que se toca en cada prédica dada desde cada púlpito cristiano durante el transcurso de un año, podría quedar sorprendido al darse cuenta de que ciertos temas tienden a recibir mucha más atención que Jesús. Los predicadores, maestros y líderes de estudios bíblicos tienden a enfocarse más en lo que los cristianos deberían hacer, en cómo Dios nos ayuda a hacerlo, en la necesidad del perdón, en la importancia de la iglesia y (en algunas iglesias) en lo que pasará cuando llegue el fin del mundo. Por supuesto, estos temas sí son importantes, pero estoy seguro de que no se encuentran en el centro, sino más bien en los bordes del cristianismo. Aquello que decimos acerca de lo que se trata la fe cristiana y aquello que uno escucha semana tras semana en la iglesia no suelen ser lo mismo. Entonces, aun si usted asistió a la iglesia cada domingo de su vida, es posible que no haya escuchado de manera clara lo que yace en el centro del cristianismo. Es probable que conozca muchas doctrinas cristianas, muchas enseñanzas que provengan de la Biblia que expliquen lo que es verdad. Y es probable que usted sepa mucho acerca de cómo se supone que debe ser la vida cristiana. Pero, ¿ha escuchado de manera clara cómo se supone que todas estas cosas encajan juntas? ¿Ha escuchado con claridad lo que se encuentra en el centro de la fe, lo que une todos los diferentes aspectos de la creencia y la práctica? Si usted es como muchos evangélicos contemporáneos, quizá la respuesta sea “no”.

¿Por qué se ha dado esta separación accidental entre la doctrina y la vida cristiana? Para enfrentar esta pregunta, debemos retomar dos palabras que he utilizado numerosas veces previamente: doctrina y doctrinas. La palabra doctrina viene de la palabra latina que significa “enseñanza”, y es así que la doctrina cristiana, en general, es la enseñanza de la fe cristiana acerca de temas que los cristianos consideran significativos. Las “doctrinas” son enseñanzas individuales acerca de temas específicos. Una de las razones por las cuales existe esa separación entre la doctrina y la vida cristiana se debe a que, muchas veces, los evangélicos contemporáneos suelen interpretar las “doctrinas” como conceptos, enseñanzas, ideas verdaderas (a las cuales muchas veces les asignamos el nombre proposiciones), y vemos estas doctrinas como objetos de nuestra fe de manera inconsciente. Y es así que hacemos preguntas como: “¿Cree en la doctrina de la justificación por la fe?”. Este interrogante es perfectamente bien intencionado, pero en realidad no pregunta lo que realmente quiere preguntar. Cuando hacemos esta pregunta, buscamos que la respuesta correcta sea que sí, pero no lo es. La respuesta correcta a esta pregunta debería ser un no parcial, porque los cristianos no creemos en una doctrina de justificación por medio de la fe en sí, sino en el Dios quien nos ha justificado por medio de nuestra fe. Él y solo él es el objeto único de nuestra fe, nuestra confianza, nuestra sumisión. Las doctrinas son declaraciones diseñadas para llevar nuestra mirada hacia Dios, no para ser objetos de fe por sí mismas. Para ponerlo de otra manera, creemos que la doctrina de la justificación por la fe es verdadera porque confiamos en el Dios que nos ha justificado.

Es probable que me quiera acusar de ser innecesariamente quisquilloso en este momento, pero estoy convencido de que parte de la razón por la que consideramos la teología y la doctrina como poco relevantes para la vida cristiana es porque nuestros debates teológicos se enfocan más en las doctrinas que en el Dios a quien apuntan esas doctrinas. Los teólogos han dado de manera inconsciente la impresión de que las doctrinas, las ideas acerca de Dios, son el objeto de nuestro estudio. Como resultado, tanto estudiantes como otras personas sustituyen inconscientemente a Dios con las verdades sobre Dios. Y luego, los cristianos más espiritualmente sensibles, aquellos que sienten que el cristianismo debe ser algo más que simplemente saber cosas acerca de Dios, empiezan a buscar un mejor entendimiento sobre la vida cristiana en otros lugares fuera de las doctrinas.

Debo apresurarme a mencionar que esta situación no es intencional. No estoy, de ninguna manera, acusando a los teólogos y predicadores cristianos de tratar de esconder algo de manera intencional, o de tratar de crear una grieta entre lo que creemos y lo que debemos hacer. En realidad, el problema es que hay algo en el centro del cristianismo que es totalmente misterioso y tal vez difícil de explicar. Y los cristianos tienden a querer describir este algo misterioso utilizando ciertas palabras o frases que tienen mucha resonancia emocional para nosotros, aunque (estoy convencido) no podamos articular lo que realmente significan. Por ejemplo, ¿cuántas veces ha escuchado a las personas hablar acerca de “una relación personal con Cristo”? Muchas veces, ¿no es cierto? Pero, ¿cuántas veces ha escuchado a alguien realmente explicar lo que significa? Tal vez pocas. Tal vez nunca. Lo mismo sucede con palabras como gracia y gloria. Mientras más utilizamos los cristianos estas palabras, se hace menos obvio que no sabemos lo que significan. Así que somos capaces de dar la impresión de saber de lo que estamos hablando sin nosotros mismos darnos cuenta de que tal vez no sea así.

Sin embargo, a diferencia de muchos de nosotros, los Padres de la iglesia primitiva sí sabían a lo que se referían cuando utilizaban estas palabras y frases que nosotros repetimos tantas veces. Realmente tenían que saber qué significaban porque cuando el cristianismo era muy joven, hablaban y escribían a personas que aún no habían escuchado nada acerca de estos conceptos, personas que no asentirían simplemente con la cabeza cada vez que se utilizaban palabras clave, sino personas que hablaban, hacían preguntas y obligaban a los predicadores y maestros de la iglesia a encontrar buenas respuestas. Al estudiar a los Padres de la iglesia y compararlos con lo que yo sabía de la Biblia y el cristianismo, me daba cada vez más y más cuenta de que ellos hacían algo que nosotros ya hemos olvidado, que podían articular el corazón del mensaje del cristianismo de una manera que, muchas veces, nosotros no podemos. Para ponerlo de otra manera, ellos podían articular la conexión entre las doctrinas de la fe y la vida cristiana de una manera más clara y persuasiva que nosotros. Y es por esto que ellos pueden ayudar a encontrar una solución al problema que pienso que enfrenta el evangelicalismo contemporáneo: la separación no intencional entre la forma en la que hablamos acerca de la doctrina y la forma en la que hablamos acerca de la vida cristiana.

UNA SOLUCIÓN ANTIGUA: THEŌSIS COMO EL VÍNCULO ENTRE LA VIDA DIVINA Y LA VIDA HUMANA

En resumen, la forma en la que la iglesia primitiva evitó el problema de la separación entre la doctrina y la vida cristiana fue entendiendo que toda la vida cristiana tiene una conexión directa con la vida de Dios. Los Padres de la iglesia no hablaron primero de Dios, luego de la salvación y luego de la vida cristiana. En cambio, la forma en la que hablaban de Dios constituía su debate sobre la salvación y la vida cristiana. Se podría decir que no tenían doctrinas separadas para Dios y la salvación, sino que su doctrina de Dios era su doctrina de la salvación.

Atanasio sobre humanos y hacerse divinos (ca. 315):

Si alguien desea ver a Dios, quien es por naturaleza invisible y no puede ser visible de ninguna manera, pues lo entiende y lo conoce por sus obras, así que aquel que no ve a Cristo con su mente, que aprenda de él por las obras de su cuerpo. […] [Déjelo] ponderar que a través de medios tan simples nos han sido reveladas cosas divinas, y que la inmortalidad ha llegado a todos a través de la muerte, y que a través de la encarnación de la Palabra, la providencia universal y su líder y creador, la Palabra del mismo Dios se ha dado a conocer. Porque él se convirtió en hombre para que nosotros pudiéramos hacernos divinos; y él se reveló a sí mismo a través de un cuerpo para que pudiéramos recibir una idea del Padre invisible; y él soportó los insultos de los hombres para que nosotros pudiéramos heredar la incorrupción.

Encar., párr. 54 (Thomson, 269)

En el recuadro anterior, vea la conexión que el teólogo egipcio del cuarto siglo, Atanasio, hace entre la encarnación del Hijo y nuestra salvación. Pero decir que tenían una sola doctrina en vez de doctrinas separadas sigue siendo inadecuado, ya que su enfoque no era tanto sobre la doctrina en sí, sino sobre el Dios en cuya vida eran partícipes. La doctrina, tal y como ellos la entendían, apuntaba más allá de Dios, en cuya vida divina los humanos somos llamados a vivir.

Para hablar de esta participación en la vida divina, los Padres de la iglesia usaron una palabra griega, theōsis, que es importante y a la vez fácil de malinterpretar. Viene de la palabra theos, que significa “Dios”, y hace referencia al proceso por el cual los seres humanos son hechos, en cierto sentido, divinos. (Note cómo Atanasio utiliza la frase “hacernos divinos” en el recuadro anterior). Debido a esto, la palabra theōsis se tradujo como deificatio en latín, y normalmente se traduce como “deificación” en español, pero se debe reconocer inmediatamente que los Padres no comprendían la deificación como el hecho de hacernos divinos en la misma forma en la que Dios es divino. Prácticamente todos ellos mantuvieron rígidamente la división entre el Dios creador y todo lo creado (incluyendo a los seres humanos), e insistían en que nadie podía trasladarse desde el lado humano hacia el divino de esa separación. Nadie que haya empezado a existir en el tiempo puede volverse eterno en el sentido de haber existido antes del tiempo. Nadie que sea finito puede convertirse en infinito. Nadie puede llegar a ser divino en el sentido de convertirse en la cuarta persona de la Trinidad. Nadie puede convertirse en hijo de Dios de la misma manera en la que Jesús es el Hijo de Dios. La iglesia era muy clara en estos puntos. Pero, si al hablar de la deificación, la iglesia primitiva no se refería al hecho de que podemos sobrepasar esa distinción entre creador y criatura, entonces, ¿a qué se refería? ¿Y cómo puede ser que una idea denominada con una palabra tan sospechosa sirva de ayuda a los evangélicos contemporáneos para superar nuestra dicotomía entre la doctrina y la vida cristiana?

Para poder responder a estas preguntas, debemos indagar más en el mundo del pensamiento patrístico, y esta indagación ayudará a explicar por qué pienso que la relación entre el Padre y el Hijo dentro de la Trinidad es el hilo conductor de la vida cristiana. En la mente de la iglesia primitiva, había muchos pasajes bíblicos que ofrecían apoyo a la idea de theōsis como el vínculo entre Dios y la humanidad, pero los dos pasajes más frecuentemente citados en sus escritos eran el Salmo 82:6-7 y 2 Pedro 1:3-4. El primero de estos pasajes dice: “Yo les he dicho: ‘Ustedes son dioses; todos ustedes son hijos del Altísimo’. Pero morirán como cualquier mortal; caerán como cualquier otro gobernante”. Los intérpretes occidentales normalmente entienden las frases “dioses” e “hijos del Altísimo” como títulos honoríficos dados a los reyes y otros gobernantes, no como declaraciones literales o cuasi literales acerca de las personas que son, de alguna manera, divinas.4 Sin embargo, la iglesia primitiva estaba unida al afirmar que estas frases se refieren a las personas en general y que ser dioses significa ser hijos de Dios.

El otro pasaje, 2 Pedro 1:3-4, dice: “Su divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y excelencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda. Así Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas para que ustedes, luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina”. Aquí se deber notar que la participación en la naturaleza divina está unida a la superación de la corrupción y la muerte. Además, Pedro procede estas palabras con una lista de cualidades divinas que todo creyente debe adquirir y guardar: virtud, entendimiento, dominio propio, constancia, devoción a Dios, afecto fraternal y amor (2 P 1:5-7). Basada en este pasaje, la iglesia primitiva afirmó que theōsis, o deificación, implicaba superar nuestra mortalidad y corrupción siendo partícipes de la inmortalidad de Dios y teniendo más y más de las cualidades divinas que Pedro menciona.

Los Padres de la iglesia reconocieron en estos y otros pasajes que había varios aspectos de la theōsis o deificación. Dios nos permite participar en sus cualidades (lo que los teólogos occidentales luego llamarían “atributos comunicables de Dios”), nos permite participar en su vida inmortal (no en el sentido de que cobramos el poder para vivir para siempre por nuestra propia cuenta, sino en el sentido de que Dios, quien es inmortal por naturaleza, nos permite vivir de manera interminable) y nos lleva a ser hijos e hijas de Dios. La última de estas ideas puede subdividirse aún más cuando se pregunta qué significa ser un hijo de Dios. La filiación o la adopción (claramente un gran tema dentro del Nuevo Testamento)5 podría simplemente implicar que adquirimos el estatus de hijos, o podría significar que, de alguna manera, participamos en el amor cálido que el Padre y el Hijo comparten.

Estos distintos aspectos de la theōsis no son, en ningún caso, mutuamente excluyentes, y muchos expertos de la iglesia primitiva argumentan que el concepto de los Padres sobre la deificación abarcaba a todos estos, así como también a otros.6 Sin embargo, sugiero que en la mayoría de los casos, uno u otro aspecto tendía a predominar en el pensamiento de un determinado padre de la iglesia. Para algunos, en especial aquellos de la parte de habla latina del mundo cristiano, la idea de deificación como nuestra participación en el estatus de hijos divinos salió a flote. Estos escritores tendían a enfocarse en temas como la culpa y la inocencia, y ver el perdón de los pecados y un cambio de estatus ante Dios como los aspectos primarios de la salvación. Esta línea de pensamiento poco a poco empezó a ser dominante en la iglesia occidental, lo cual es, en parte, la razón por la que el protestantismo moderno se ha enfocado tanto en la justificación como el estatus correcto ante Dios. Para otros, en especial los proveniente de lugares de habla griega en el mundo, la deificación era, principalmente, una cuestión de ser partícipes en las cualidades divinas; en ocasiones esta idea se volvió tan prominente que los escritores en cuestión corrían el riesgo de borrar la línea entre Dios y los seres humanos. Para otros, tanto en regiones de habla griega como latina, el concepto de deificación era principalmente una manera de enfocarse en los aspectos relacionales de la filiación: Cristo es el único Hijo natural de Dios y, en una manera que es tanto igual como diferente al mismo tiempo, los cristianos se convierten en hijos adoptados de Dios, así participando por la gracia en la comunión que el Hijo tiene con el Padre por naturaleza.

LA VIDA DIVINA COMO VIDA TRINITARIA

Al haber estudiado la forma en la que los Padres escribían acerca de la vida cristiana, he quedado cada vez más convencido de que la tercera de estas líneas representa la mejor y la más bíblica manera de articular la idea de theōsis. Por supuesto que es correcto hablar de la salvación como un cambio de estatus y expresar la salvación en categorías de culpa, perdón y justificación. También es correcto hablar de la salvación (en especial aquello que los protestantes llaman “el proceso de santificación”) en términos de adquirir y desarrollar las cualidades de Dios, aunque la mayoría de los evangélicos preferirían describir este proceso utilizando la frase más directamente bíblica “transformados según la imagen de su Hijo” (ver Ro 8:29). Pero sugiero que ninguno de estos dos es el aspecto central de la vida cristiana. Al contrario, tanto el perdón como el hecho de volverse más como Cristo surgen de nuestra participación en una relación, de nuestra conversión a hijos e hijas por medio de la adopción para poder compartir la comunión que el Hijo natural tiene con Dios el Padre. Además, creo que esta manera de entender la salvación y la vida cristiana estaba ampliamente representada, y tal vez hasta haya sido el consenso de la iglesia primitiva.7 Esta es la línea de pensamiento patrístico que creo que tiene más para enseñar al evangelicalismo contemporáneo y que puede ayudar a ponerle un fin a esa separación no intencionada entre la teología y la vida cristiana que muchas veces plaga a las iglesias, universidades y seminarios. Esta es la línea de pensamiento a la cual me gustaría que dediquemos nuestra atención a lo largo de este libro.

LA VIDA EN LA TRINIDAD: EL CORAZÓN OLVIDADO DE LA FE CRISTIANA

Por lo tanto, el hilo conductor alrededor del cual este libro busca organizar las diversas verdades acerca del cristianismo es la vida en la Trinidad, la relación que las personas trinitarias comparten entre sí. Este libro nace de mi convicción (forjada mientras aprendí a leer la Biblia en la manera en la que una determinada línea de pensamiento de la iglesia primitiva la interpretó) de que toda la vida cristiana y, en realidad, toda la vida humana está directamente relacionada con la relación más importante que existe. Esta es una relación compartida entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, pero las Escrituras la expresan particularmente en términos de la relación del Padre con su amado Hijo. Lo que muchos (quizás la mayoría) dentro de la iglesia primitiva querían decir con la palabra desconcertadora theōsis, o deificación, era que los creyentes sean partícipes en la cálida comunión que ha existido desde la eternidad entre las personas de la Trinidad, una comunión que las Escrituras nos anuncian al hablar del amor del Padre hacia su Hijo. Debido a que este tema es tan central y crucial, pero que la palabra que se utiliza para describirlo es tan fácil de malinterpretar para los cristianos contemporáneos, por lo general no utilizaré la palabra theōsis o deificación en este libro. En cambio, utilizaré frases como “participación en la relación Padre-Hijo”, “compartiendo el amor entre las personas de la Trinidad”, y otras similares.

Si estoy en lo correcto al decir que esta comunión personal entre las personas de la Trinidad es el hilo conductor del cristianismo, entonces, ¿por qué los reformadores protestantes no hicieron énfasis en ello? Bueno, algunos de ellos sí lo hicieron, y otros simplemente lo dieron por sentado sin declararlo de manera tan insistente. Después de todo, debían dedicar la mayor parte de sus energías a escribir acerca de temas sobre los cuales estaban en desacuerdo con el catolicismo romano, no sobre temas en los que sí estaban de acuerdo. Pero mientras más tiempo pasamos dando algo por sentado sin expresarlo de manera explícita, es más probable que empecemos a olvidarlo. Y me temo que esto fue lo que sucedió en el evangelicalismo en tiempos recientes. Hemos enfatizado fielmente las verdades que los reformadores enfatizaron, pero no le hemos dado suficiente énfasis al contexto dentro del cual ellos hablaron de estas verdades, a tal punto que hemos olvidado lo que ellos sabían y daban por sentado. Si queremos recuperar lo que los reformadores dieron por sentado, así como también entender nuestro propio énfasis (como la justificación por la fe) en el contexto de la vida en la Trinidad dentro de la cual aquellos énfasis tienen sentido, debemos volver incluso hasta antes de la Reforma. Debemos volver al tiempo de los Padres de la iglesia primitiva para recordar su articulación del meollo de la fe cristiana tal y como los reformadores la recordaron y la convirtieron en su punto de partida para su propia teología.

CONCLUSIONES

En este capítulo he sugerido que la iglesia primitiva tuvo más éxito que nosotros en unir las doctrinas y la doctrina, la teología y la vida, precisamente debido a que su tema teológico integral era uno que cubría el golfo entre el Dios en quien la doctrina se enfoca y los creyentes que viven la vida cristiana. El concepto de theōsis, cuando se entiende correctamente, ofrece una manera de unir la vida de Dios a la vida humana, y específicamente a la vida cristiana. Los cristianos somos llamados a vivir de tal forma que, de alguna manera, refleje la propia vida de Dios, así que cualquier cosa que podamos decir sobre Dios tiene aplicaciones directas en la vida cristiana. También he argumentado que un entendimiento común de theōsis en la iglesia primitiva vio nuestra participación en la vida divina principalmente en términos de nuestra participación en la relación entre el Padre y el Hijo. Esta línea de pensamiento no era la única, y no deseo dar la impresión de que los Padres eran totalmente monolíticos en su entendimiento del cristianismo. Pero era una línea de pensamiento común, y aun si no estoy en lo correcto al pensar que era su consenso, sigue siendo una línea de pensamiento lo suficientemente bien representada para merecer nuestra atención hoy en día.

En esta línea de pensamiento, la participación en la vida divina significa principalmente compartir en la vida de la Trinidad, compartir la relación que ha caracterizado al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo desde la eternidad. Este entendimiento ofrece otro lugar apropiado para iniciar el estudio de la teología cristiana aparte del tema de la autoridad, y ahora me dirijo a ese entendimiento al querer explorar el corazón de la fe cristiana con la ayuda de los Padres de la iglesia primitiva.

3 Ver, por ejemplo, la refutación exhaustiva y por pasajes de Atanasio de la interpretación bíblica de Arrio en su obra Contra los arrianos. Ver también la clara declaración de Agustín acerca de la autoridad única de las Escrituras en