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"Vivir con mayúscula" es una guía para salir de las creencias limitantes que muchas veces empequeñecen nuestras vidas y rebajan su potencial. Se trata, en esencia, de una invitación para una vida íntegra, desde una perspectiva espiritual. Ello implica dejar de lado excusas y miedos, para asumir con responsabilidad la conducción del barco de nuestra vida, orientando las velas hacia un estado de plenitud y sentido. El libro no ofrece soluciones mágicas o consejos simples. Más bien nos propone preguntas desafiantes y sugerencias prácticas para iluminar el camino de autorrealización que todos anhelamos. En el mismo se consideran valores únicos como la compasión, la generosidad, la gratitud, a la luz de enseñanzas de la sabiduría milenaria y los conceptos más relevantes de la ciencia moderna. A través de inspiradoras historias, citas y anécdotas, nos muestra la manera de encaminar nuestras vidas en consonancia con quien realmente somos y al mismo tiempo beneficiar a quienes nos rodean.
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Seitenzahl: 247
Veröffentlichungsjahr: 2018
Kripper, Daniel Alberto
Vivir con mayúscula / Daniel Alberto Kripper. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2018.
200 p. ; 20 x 14 cm.
ISBN 978-987-761-445-9
1. Autoayuda. I. Título.
CDD 158.1
Editorial Autores de Argentina
www.autoresdeargentina.com
Mail: [email protected]
Diseño de portada: Justo Echeverría
Queda hecho el depósito que establece laLEY 11.723
Impreso en Argentina –Printed in Argentina
En memoriade Emilio,
mi hermano, consejero y entrañable amigo.
Índice
Introducción
Capítulo I-La kabalá de la gratitud
Capítulo II-Superar el miedo
Capítulo III-El poder de los hábitos
Capítulo IV-¿Quién les teme a los cambios y a nuevas rutas?
Capítulo V-La ciencia del enojo
Capítulo VI-El Tao de la Compasión
Capítulo VII-El arte de la bondad:
Capítulo VIII-La fuerza del perdón
Capítulo IX-El hábito de la felicidad
Bibliografía seleccionada
Introducción
Este no es un libro de autoayuda más en lo que se denomina comúnmente “espiritualidad exprés”, ni apunta a ofrecer fórmulas simples para vivir feliz en x pasos.
Es más bien una reflexión sobre temas que hacen a una vida mejor, más intensa, que es, enúltima instancia, la esencia de lo que llamamos espiritualidad.
Me lanzo a esta tarea basado principalmente en años de experiencia como rabino y consejero espiritual, asistiendo a individuos y familias, brindándoles apoyo y orientación.
Siempre he considerado que mi rol primordial es, por encima de todo, el de facilitador, especialmente en los diversos momentos de vida, sea en ocasiones felices o en situaciones de crisis o pesar.
Uno de mis profesores de Biblia en Jerusalén solía decirnos que la diferencia entre un educador y una flecha indicadora de dirección de calles es que esta última simplemente indica la dirección, pero no nos acompaña a lo largo del camino. El consejero espiritual, por otro lado, es alguien que camina contigo, te estimula y favorece tu marcha hacia la realización de tus proyectos. Al hacerlo, él se foguea en estas lides y aprehende las lecciones más importantes. Es sin duda aquí donde se procesa el gran aprendizaje del espíritu, y se cultiva la capacidad de comprensión y empatía.
Las universidades o los seminarios teológicos nos brindan la formación básica, los fundamentos y la disciplina del estudio y la investigación. Pero es sabido que los secretos del “oficio” y sus claves más relevantes no se aprenden en las altas casas de estudios, por más prestigiosas que sean.
Se cita con frecuencia el famoso dicho popular: “Lo que natura non da, Salamanca non presta”, que representa sin duda una gran verdad; pero no es menos verdadera la segunda y no menos importante parte del dicho: “pero lo que natura da Salamanca perfecciona”...Salamanca hace lo suyo, y lejos está de mi intención minimizar la influencia del mundo de la academia, a la que yo personalmente tanto debo; pero la más efectiva maestría se logra a través del ejercicio práctico en los desafíos que la vida nos presenta a diario.
Yo trato de progresar en mi conocimiento, día tras día, junto a quienes son mis mejores maestros en la exploración de los enigmas de la existencia y de la búsqueda de sabiduría. Como dice un sabio: “Mucho he aprendido de mis maestros, pero más aún de mis alumnos”.
Este libro tampoco está enfocado sobre la terapia y la solución de problemas psicológicos. Si bien en la Antigüedad el uso del concepto de terapia incluía también al componente espiritual del ser humano, referido al cuidado del alma, con el tiempo quedó universalmente reducido al dominio de la mente, destinado a tratar al así llamado “paciente”.
Recuerdo mis tiempos de estudiante en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, cuando el psicoanálisis freudiano reinaba en el campo de la psicoterapia, tal vez un reflejo de tendencias e inclinaciones de una sociedad cada vez más compleja y conflictuada. Gracias a esa “moda” cultural, que proyectó al país como meca del psicoanálisis en el mundo, tuve el beneficio de iniciarme en este particular entrenamiento de la mente y buceo interior. Este proceso, continuo, lo he realizado de la mano de grandes expertos, pertenecientes a las más diversas corrientes, conocedores del sentido genuino e integral implícito en la idea de “terapia”.
A todos ellos, dedico esta guía de orientación, con mi infinita gratitud por su influencia e inspiración.
En su preparación he abrevado de las más diversas fuentes, tanto seculares como religiosas, textos clásicos, así como percepciones de la ciencia y la psicología contemporáneas, que nos abren perspectivas luminosas de desarrollo personal.
Le preguntaron cierta vez a un guía espiritual en quédifiere su tarea de la de un psicoterapeuta. Y respondió con la metáfora siguiente: hay dos personas cavando en un terreno, el primero, tratando de remover escombros y desechos bajo la superficie, mientras que el segundo está tras minerales preciosos. La meta principal de este último es extraer el oro escondido, para que salgan a relucir en grande las potencialidades y talentos que yacen encubiertos a la espera de su realización.
Por otra parte, esta guía de ningún modo substituye a una psicoterapia cuando esta es la prescripción indicada.
Es mi más profunda intención que las siguientes páginas ayuden a quienes procuran “pistas” para reencontrarse consigo mismos y buscan algo de luz en medio del eclipse de valores de nuestro tiempo.
Capítulo I
La kabalá de la gratitud
Se cuenta que una vez asaltaron a Mathew Henry, el famoso ministro y comentarista bíblico (s. 18), tras lo cual algunos amigos le preguntaron cómo se sentía. Claro que ellos esperaban escuchar deél alguna queja contra Dios. Grande fue su sorpresa cuando Henry les contestó:
“Me siento muy agradecido con Dios… De hecho tengo cuatro cosas por las cuales estarle agradecido en cuanto a esto que me ha pasado. Primero, le estoy agradecido porque es la primera vez que me asaltan. Segundo, estoy agradecido porque me robaron la bolsa y no me quitaron la vida. Tercero, le estoy agradecido porque, aunque se llevaron todo lo que tenía encima, no era mucho. Y cuarto, le estoy agradecido porque me robaron a mí y no fui yo quien robó”.
¡Este es por cierto un impresionante modelo de gratitud!
Dice un antiguo poema litúrgico hebreo: “¿Por qué se queja el hombre en su vida? ¿No debería bastarle con estar vivo?”.
Siempre me ha llamado la atención esta expresión poética. Es cierto que estar vivo es en síalgo maravilloso. Pero rara vez se nos ocurre, por ejemplo, que podríamos no haber nacido, y el hecho de levantarnos con vida cada mañana es algo que damos por sentado.
La actitud más común, aun sin darnos cuenta, es la de la queja, el lamento, la protesta.
Hay una graciosa historia americana que cuenta de un congresista que estaba solicitando el voto a uno de sus partidarios, cuando de repente se entera que este está planeando votar por el candidato opositor.
—Pero ¿cómo me puede hacer eso? ¿No recuerda acaso como hace 10 años su negocio se incendió y yo lo ayudé a conseguir un crédito barato? ¿Y aquel otro incidente de su hija con la policía de otro país que yo la ayudé a resolver? ¿Y cuando su esposa se enfermó y yo le conseguí la atención médica de primera que ella precisaba?
A lo cual el hombre respondió: Todo eso es verdad, pero ¿qué ha hecho usted por mí últimamente?
Se revela aquí, a través del humor, la típica actitud del ingrato “¿Quées lo que has hecho por mí últimamente?”, ese es su lema.
Sin duda esta persona tiene serios problemas de memoria. Allí donde falla la memoria se anida la ingratitud.
Es la actitud opuesta al reconocimiento y la gratitud. Pero no como mera formalidad o gesto de cortesía, porque sabemos que es lo correcto, sino el agradecimiento desde el corazón, como actitud de vida.
Nos quejamos por una infinidad de motivos, a veces hasta con razón... otras veces lo hacemos para obtener aprobación o compasión por parte de los demás.
Están los quejosos ocasionales y los crónicos, aquellos que se complacen en revolverse en sus quejas a modo de descarga, o para jugar de víctimas, o simplemente para llamar la atención.
“Usa la gratitud como una capa y ésta cubrirá cada rincón de tu vida”.
Rumi
Recordamos cómo en la Biblia hebrea se describe dramáticamente la reacción constante de descontento y demanda de los hijos de Israel a la salida de Egipto, durante la travesía por el desierto, en camino hacia la Tierra de Israel.
Una y otra vez gimen a diestra y siniestra y se rebelan contra Dios y contra Moisés, su líder. Es comprensible que, enlas duras condiciones por las que atravesaban y a pesar de los portentos y maravillas que pudieron testimoniar, se les cerrara el horizonte y no visualizaran la luz al final del desierto, la tierra prometida...
Tantos siglos de esclavitud les habían quitado la capacidad de tomar decisiones, y de aspirar a una existencia noble e independiente.
Cuando releo estas historias pienso cuánto tendemos a menudo a parecernos a esos temerosos peregrinos que hace miles de años estaban condenados a deambular por el desierto de la vida, atrapados en el círculo vicioso que no llevaba sino a la miseria y la desesperanza.
“Acusar al destino, quejarnos de Dios y de los hombres, lamentarnos sobre ‘la miserable suerte’ que nos toca vivir es absolutamente inútil. A menudo, creemos que así aliviaremos nuestro corazón de un peso que nos oprime, cuando en realidad nos va pesando cada vez más –sin contar con que irrita a todo nuestro entorno–, ya que el que se queja siempre cae más abajo en el océano de la vida, en lugar de elevarse hacia las alturas”, escribe Karl Otto Schmidt enUn nouvel art de vivre.
“A veces, nuestra propia luz se apaga y se reaviva con una chispa de otra persona. Cada uno de nosotros tiene motivos para pensar con profunda gratitud de aquellos que han encendido la llama dentro de nosotros”.
Albert Schweitzer
Y este es precisamente el tema que nos ocupa en este capítulo: cómo elevarnos por sobre la chatura e inutilidad de las quejas sin sentido, y procurar una salida luminosa y liberadora. Ensimismados en nuestra burbuja, nos dejamos llevar por la rutina y funcionamos en piloto automático.
Aun cuando se asoman las bendiciones a nuestra puerta, no estamos abiertos a recibirlas, presos muchas veces de temores, angustia y expectativas.
La gratitud nos conecta con nuestros mejores sentimientos y pensamientos, nos ayuda a mirar más allá de nosotros mismos.
Sabemos por experiencia que la gratitud atrae más gratitud por lo que tenemos.
Según la sabiduría de la kabalá, el antídoto más poderoso contra la queja es la gratitud como actitud espiritual. Los maestros jasídicos sugieren que la gratitud es un modo de vida, una disposición que puede aliviar al individuo de su sufrimiento. Esta impregna dirección y sentido a la existencia humana. Es por ello por lo que se debe practicar la gratitud en todas las circunstancias, y dejar de lado la obsesión por el lamento, la envidia, etc. De este modo se cultiva una conciencia que permite enfrentar las pruebas del destino sin amargura.
Dice el eminente teólogo católico Henry Nouwen:
“Todo lo que es ha sido dado gratuitamente por el Dios del amor. Todo es gracia. La luz y el agua, el techo y la comida, el trabajo y el tiempo libre, los hijos, los padres, los abuelos, la vida y la muerte; todo nos ha sido dado. ¿Por qué? Para que podamos dar las gracias: gracias a Dios, gracias unos a los otros, gracias a todos y a cada uno de nosotros”.
En la misma línea, David Steindl–Rast, un monje benedictino y destacado pensador, quien ha hecho de la gratitud una piedra angular de su concepción espiritual, dice que llegar a ser una persona agradecida requiere de una práctica habitual: “Por experiencia sabemos que siempre que estamos realmente despiertos y vivos, también estamos verdaderamente agradecidos”.
Una gran fuente de inspiración para todas las religiones es, sin duda, el Libro de Salmos, cuyos clásicos versos están saturados del más excelso espíritu de gratitud. Este se sintetiza en el versículo: ¡Aleluya! Dad gracias al Eterno, porque es bueno; porque para siempre es su merced. Salmos 106:1.
¿Quién no se ha sentido tocado en el alma al escuchar a Mercedes Sosa entonar este canto de Violeta Parra, que tanto impacto ha tenido en el folklore popular sudamericano?
Aquí leemos algunas líneas del famoso canto
“Gracias a la vida”:
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me dio dos luceros que cuando los abro
Perfecto distingo lo negro del blanco
Y en el alto cielo su fondo estrellado
Y en las multitudes el hombre que yo amo.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado el sonido y el abecedario
Con él las palabras que pienso y declaro
Madre, amigo, hermano y luz alumbrando,
La ruta del alma del que estoy amando…
Si bien la opción de sentirse agradecido está siempre a nuestro alcance, a menudo nos olvidamos y la pasamos por alto. Están también los que creen que no le deben nada a nadie…
Reducir nuestro ego y falso orgullo y reconocer que nuestro bienestar depende de otras personas es la única manera de poner esta capacidad de aprecio en práctica.
La kabalá enseña que la gratitud como sentimiento puede ser muy efímera, si no se la ejercita y se la internaliza.
Así solían decir los maestros:
“Quien aprende de su semejante ya sea un capítulo o una regla, un versículo, una expresión o aun una sola letra, debe dispensarle respeto”.
Un gran místico, el rabí Najman de Breslav (s. 18),enseñaba que la gratitud es incompatible con la arrogancia, el resentimiento y el egoísmo. Él decía que “la gratitud se une a su hermana alegría, y está siempre lista para encender una vela y celebrar una fiesta. La gratitud desdeña a los viejos vicios del aburrimiento, la desesperanza, y el dar por sentados tanto los grandes como los pequeños dones de la vida. La gratitud consciente es la actitud que asegura la resistencia a las pruebas de la vida sin amargura”.
Otros maestros jasídicos también enfatizan que a menos que nos entrenemos para estar agradecidos, incluso por las dificultades y contratiempos que se nos presentan, estamos destinados a una vida de desdicha..
Es verdad que hay momentos y situaciones en que la vida no nos sonríe, y la gratitud no fluye naturalmente... Sin embargo, aún en esos casos siempre es posible discernir una faceta positiva, luminosa.
Una conocida parábola cuenta que un granjero tenía un hijo. Ellos tenían un caballo con el que llevaban a cabo las duras tareas del campo. Un buen día, el caballo cuya cerca había quedado abierta, se escapó a las montañas de la región. Los ancianos se acercaron para compadecerse de este buen hombre.
—¡Qué mala suerte! ¿Qué vas a hacer ahora sin caballo?
—Suerte o mala suerte, ¿quién sabe? –respondió el granjero.
Unos días más tarde el caballo volvió, seguido por algunas yeguas salvajes. Padre e hijo pudieron meterlas en el cercado. Los aldeanos, envidiosos, vinieron a felicitar al hombre.
—¡Qué suerte! Ahora tienes varios caballos para ayudarte, ¡quémaravilla!
—Suerte o mala suerte, ¿quién lo sabe? – respondió sencillamente el granjero.
Esta fábula transmite una enseñanza que cada uno pudo vivir en carne propia. Con qué frecuencia, aun situaciones poco gratas, pueden revelarse a la postre como una bendición oculta. ¿Cómo podemos saberlo por anticipado?
“Hay personas que se quejan al saber que las rosas tienen espinas, yo doy las gracias al saber que las espinas tienen rosas”.
Alphonse Karr
Veamos por ejemplo el caso de Leopoldo Pfefferberg, quien fue salvado de una muerte segura por el famoso Oskar Schindler, sobre quien comentaremos más adelante. Pfeffeberg convenció al escritor australiano Thomas Keneally a escribir un libro que se conocería con el títuloLa lista de Schindler. Su motivo: dar cumplimiento a una promesa hecha a Schindler, salvador de judíos durante la Segunda Guerra Mundial, de que inmediatamente después de la guerra, su nombre sería conocido en el mundo. En efecto, tanto el libro como el film posterior,dirigido por Steven Spielberg, contribuyeron a que la historia de dicha notable acción de valor trascendiera por el mundo entero.
Cada vez que visito el Estado de Israel me siento siempre conmovido al recorrer el Yad Vashem, que es el Memorial central del Holocausto en Jerusalén. Pero hay un área en particular que para mi posee un valor especial, y es el espacio dedicado a los “Justos de las Naciones”. Esta sección del museo me inspira, al decir del filósofo danés Søren Kierkegaard, un sentido de “temor y temblor”. Ellaestá consagrada a homenajear a centenares de personas de otras religiones que salvaron vidas de judíos en peligro debido a la persecución nazi, aun a riesgo de su seguridad personal. Se conocen muchos nombres, personas de todas las nacionalidades, pero siempre me pregunto cuántos más, verdaderos héroes anónimos, expusieron sus vidas en medio de la hecatombe y la ceguera colectiva.
“Cultive el hábito de ser agradecido por cada cosa buena que le llega, y dar gracias continuamente. Y debido a que todas las cosas han contribuido a su progreso, debe incluir todas las cosas en su gratitud”.
Ralph Waldo Emerson
Un autor contemporáneo, John Demartini, en su libroEfecto gratitud, ha ponderado las virtudes de la gratitud, y cómo esta gravita poderosamente en lo emocional y espiritual. Él afirma que no sentirse agradecido por lo que uno hace y recibe es como ir con el freno de mano puesto. Citando a uno de sus maestros concluye que “si hay algún día en el que no puedas estar agradecido por algo, revísalo y contémplalo desde otra perspectiva, con otros ojos, hasta que veas su propósito y sientas gratitud. De lo contrario, acarrearás ese día al día siguiente. En el futuro nunca podrás estar del todo presente porque te habrás quedado estancado en ese día”.
“Cuando nos centramos en nuestra gratitud, desaparece la marea de la decepción y la marea del amor se precipita”.
Kristin Armstrong
Según el relato del Génesis al concluir cada día de los siete días de la creación, “el Creador vio que era bueno”.
Cada día tiene su luz, su belleza, su bondad intrínseca, única, aunque a veces nos cueste reconocerlo y valorarlo.
“Si la única plegaria que dices en tu vida es gracias, será suficiente”, nos dice Meister Eckart (s. 13), en esta memorable frase.
Se cuenta una inspiradora historia de una niña que vivía con su familia en una villa remota en India. A falta de vivienda ellos estaban instalados en un vetusto autobús abandonado. Un día ella recibe a un visitante y le muestra su “cuarto”, que no era más que un compartimento desvencijado del viejo vehículo. En una de las “paredes” había un colorido tapiz.
“¿No te parece maravilloso mi tapiz?”, exclamó la niña.
Lógicamente el visitante quedó boquiabierto frente a lo que acababa de escuchar; en medio de paredes arrumbadas, esta niña, increíblemente, era capaz de destacar el colorido y la belleza del tapiz.
Fue una verdadera lección de vida. Y de gratitud. Cada uno también puede aplicar esta lección en su propia vida:
Cuando enfrentas una situación difícil, da un paso para atrás, cierra los ojos, e imagina belleza donde ves rotura, ve a tu interior y visualiza perfección.
El término hebreo para reconocer la bondad intrínseca en nuestras vidas se denomina “hokarat hatov”, apreciar lo positivo y actuar en consecuencia.
Lamentablemente este sentido de agradecimiento no abunda en la vida moderna, y por ello se impone entrenar muestra mente para cultivarlo y desarrollarlo, valorizando especialmente, la importancia de bienes intangibles como la salud y la amistad.
La verdadera gratitud es la que emana del corazón, la que expande nuestra conciencia y nos motiva a las más nobles acciones.
Esto es lo que sugiere el proverbio rabínico:
“Si hiciste a tu prójimo un daño leve, considéralo como grave. Si has hecho a tu prójimo mucho bien, considéralo poca cosa. Si un prójimo te hizo un pequeño favor, considéralo grande. Si tu prójimo te ha hecho mucho daño, considéralo poca cosa”.
Es fascinante cómo la psicología moderna y las neurociencias coinciden sobre los beneficios de la gratitud. Se ha destacado en estudios recientes las consecuencias favorables de una actitud de satisfacción y contento. Según la moderna investigación científica, al expresar sentimientos de gratitud se accede a un nivel óptimo de neuroplasticidad, lo que abre la posibilidad de reestructurar nuestra mente, permitiendo mejores conexiones de las neuronas o células cerebrales. La conclusión: no importa la edad, ¡siempre se está a tiempo para cambiar y evolucionar!
“En la vida ordinaria, apenas nos damos cuenta de que recibimos mucho más de lo que damos, y que es solo con gratitud que la vida se enriquece”.
Dietrich Bonhoeffer
En este sentido me parecen sumamente interesantes las observaciones del profesor de Psicología Robert Emmons en su libro:
¡Gracias!: Cómo la nueva ciencia de gratitud puede hacerte feliz.
Más allá de las disquisiciones filosóficas acerca de la gratitud, este enfoque multidisciplinario demuestra de qué modo supráctica puede afectar positivamente los niveles de bienestar y propiciar un enfoque optimista de la vida.
Sobre la base de sus experiencias con diversos grupos, este especialista recomienda escribir un diario en donde registrar episodios personales de gratitud. Emmons afirma que “la gratitud es una impresión de encantamiento que nos impulsa a dar las gracias y a disfrutar de la vida”.
También han sido señalados otros efectos saludables de la gratitud, como ser: fortificar nuestro sistema inmunológico y relacionarnos más positivamente con otras personas, reducir el egocentrismo, la depresión y la negatividad. Ello ayuda a poner las cosas en perspectiva y abrir el corazón a realidades más amplias que uno mismo.
Y atención: ¡no tiene efectos secundarios!
Como magistralmente lo expresa William Blake:“La gratitud es el paraíso”.
“La gratitud, como ciertas flores, no se da en la altura y mejor reverdece en la tierra buena de los humildes”.
José Martí
Jeffrey Froh, profesor de psicología en la Universidad de Hofstra, hizo un estudio en el que se pidió a un grupo de estudiantes de secundario mantener “diarios de gratitud” por dos semanas. Los niños escribieron sobre algunas cosas por las que estaban agradecidos a diario. Un segundo grupo de niños anotó las pequeñas molestias diarias y un tercer grupo no hizo informe alguno. Los estudiantes a los que se les hizo pensar en lo que tenían que agradecer habían experimentado un aumento en el optimismo y una disminución de los sentimientos negativos. Basado en sus investigaciones, este profesor diseñó un currículo escolar (en inglés), que puede ser visto online para promover el sentido de gratitud entre los alumnos.
Otra gran investigadora del tema, Sonja Lyubomirsky, dice: “La gratitud es un término que cubre muchas realidades de nuestro mundo: maravillarse, apreciar la vida, ver el lado positivo de las cosas, adquirir conciencia de la abundancia, agradecer a alguien, dar las gracias a Dios, considerarse satisfecho por lo que uno tiene. Consiste en saber saborear las cosas, en no dar nada por sentado, en contentarse con lo que tenemos, en gozar del presente”.
Una anécdota personal: Hace un tiempo recibí con sorpresa, vía Facebook, un mensaje de un conocido a quien no había visto en años, cuando él era entonces un joven estudiante en uno de mis cursos para universitarios de mi comunidad. En él me agradecía por la influencia positiva que yo había ejercido en un momento crucial de su vida. Yo no recordaba haber hecho nada especial por él en relación con otros de su clase, pero me emocionó que años más tarde él fuera capaz de mirar para atrás y expresar un afectuoso reconocimiento.
En todos los tiempos los pueblos han marcado su vida colectiva con fiestas y solemnidades. Las tradiciones religiosas indican las grandes ocasiones de festejo y conmemoración para sus fieles, como el Pésaj para los judíos y las Pascuas para los cristianos.
Años atrás, tuve la oportunidad de asistir en los Estados Unidos a los festejos de Thanksgiving o Día de Acción de Gracias, que es una festividad popular americana y canadiense. Se trata de una velada típicamente familiar, cuyo origen se remonta a la oración de gratitud de los primeros colonos ingleses por la dicha de la libertad en el Nuevo Mundo, como también por la nueva cosecha. Es por cierto una agradable ocasión festiva en el hogar, de la cual conservo gratos recuerdos. En ella no falta la abundante comida (el pavo relleno horneado es el plato principal del banquete).
A veces pienso: ¿acaso no sería una idea luminosa convertir cada día en un día de acción de gracias?
Al respecto he leído recientemente un caso interesante en Israel, que tiene lugar en el departamento oncológico de un conocido hospital local. La expresión hebrea “seudat hodayá”, o comida de agradecimiento, resuena tanto entre profesionales de la salud como entre pacientes que han mejorado o se han repuesto de su dolencia. Estas ocasiones alegres no se realizan exclusivamente en una fecha particular, sino a lo largo del año, e incluyen cantos populares, poesía y la infaltable dosis de gastronomía étnica. El motivo convocante es el sentimiento de gratitud, no necesariamente por haberse curado, sino como reconocimiento y acto de reafirmación de vida.
¿Y qué ritual puede ser más sanador que aquél que enfatiza valores de vida y que exalta la gratitud como requisito de una auténtica felicidad? ¿No sería una excelente idea emular estos ejemplos de celebración conjunta y organizar encuentros, aniversarios, promociones, etc., junto a familiares o amigos?
¡Cuán diferente sería nuestra vida si comenzáramos cada día Abriendo nuestros ojos y nuestros corazones para aquilatar las incontables bendiciones que nos iluminan por doquier!
Un día, un enfermo fue llevado a un hospital, y se salvó gracias a una transfusión de sangre. Una vez restablecido, preguntó cómo podía descubrir el nombre del donante para darle las gracias. Se le dijo que se acostumbraba a mantener en reserva el nombre de los donantes. Semanas después de su salida volvió al hospital con el objeto de dar una cantidad de su propia sangre. Desde entonces ha vuelto repetidas veces con el mismo fin. Cuando uno de los cirujanos hizo alusión a tan espléndido servicio anónimo, el hombre contestó simplemente: “Alguien a quien no conoceré jamás lo hizo por mí; lo que estoy haciendo sencillamente es decir gracias”.
Arnold Bennett, famoso escritor inglés, cuenta que tenía un editor que se jactaba de la eficacia de su secretaria. Un día, cuando se hallaba de visita en la oficina del editor, Bennett le dijo a la secretaria: “Su jefe asegura que es usted muy eficiente. ¿Cuál es su secreto?”. Entonces ella contestó: “No es mi secreto, es el de él. Cada vez que yo le presto un servicio, por pequeño sea, él me lo agradece. Debido a esto me esmero mucho en mi trabajo”.
Esta anécdota muestra hasta qué punto el ser agradecidos hacia los demás puede resultar fructífero y gratificante.
Conocemos por experiencia la sensación de agrado cuando alguien nos sonríe con un “gracias”. ¿Por qué no dar el paso siguiente y replicar ese gesto con otros, hasta que se transforma en una actitud habitual y corriente?
Ese es justamente nuestro desafío: cambiar el paradigma y virar de una cultura de queja y lamento a una de aprecio y gratitud.
Un maestro del Talmud solía decir: ¿Qué dice un buen invitado? “¡Cuantas molestias se toma el dueño de casa por mí! ¡Cuánta carne me puso delante! ¡Cuánto vino me sirvió! ¡Cuántos bollos me puso delante! ¡Y toda esta molestia se la tomó por mí!”. ¿Y qué dice un mal invitado? “¿Qué molestias se tomó el dueño de casa por mí? Comí un solo pan, y un solo trozo de carne, y bebí una sola copa de vino. El dueño de casa se molestó únicamente por su mujer y sus hijos”.
Ejercicios de gratitud:
* Reflexiona lo siguiente: ¿qué clase de invitados somos? ¿De qué modo agradecemos y apreciamos lo que otras personas hacen por nosotros?
* Puedes testimoniar tu aprecio a cercanos y lejanos, a familiares, maestros y allegados que en algún momento te han acompañado y ayudado a navegar por las tormentas de la vida. Si están vivos, puedes enviarles un correo, agradeciéndoles la influencia que han ejercido sobre ti, y gracias a las cuales eres quien eres en el presente, y por el amor recibido. Haz de este gesto una práctica diaria.
* Elimina la queja por un día, y continúa luego por dos, y así sucesivamente.
* Siempre me ha impresionado la primera oración matutina en el ritual judaico, que se denomina “Mode ani”, “yo reconozco”, que expresa gratitud al Creador por estar vivos, por poder reconectarnos con la vida y comenzar una nueva jornada.
* Se recomienda incorporar,al abrir los ojos de mañana, la saludable costumbre de dar las gracias por habernos levantado con vida y prepararnos para nuestra labor diaria. ¡Qué bueno que puedas apreciar y reconocer los variados y maravillosos presentes que se nos ofrecen a diario!
* Puedes agradecer también por cada circunstancia delicada que te toca experimentar, como una oportunidad de aprendizaje y crecimiento. Es en esos momentos de dificultad y angustia que uno puede ganar un corazón más considerado y compasivo. El arco iris brilla después de la oscuridad y la lluvia, anunciando un nuevo amanecer.
* Se sugiere el ejercicio de anotar tres cosas por las que estás agradecido al final de cada jornada. Tal vez al principio cueste apuntarlas, pero con la práctica, se vuelve algo natural y cotidiano, y sus efectos se sienten en forma palpable.
* Anota el número de veces que pronuncias la palabra “gracias” en un día. Practícalo para mejorar tu récord.
* Envía un mensaje por semana a quien más te plazca, expresando tu reconocimiento por algún gesto amable o atención que se te ha dispensado. Ello satisface la necesidad de autoestima y reconocimiento y, además, no cuestan nada a quien lo hace.
* Acepta con gusto, a modo de regalo, algún cumplido o elogio de otros.
* Gratitud sin límites: practica decir mentalmente “gracias” a todo lo que encuentres en tu camino a lo largo de la jornada; a tu cuerpo, a tus posesiones, a las personas con las que convives, a la naturaleza a tu alrededor, como el sol o a las nubes, etc.
* Piensa algunas cosas negativas de la semana anterior y trata de reformularlas en clave positiva como, por ejemplo, el pedido de comestibles está demorado; es una suerte que aún tengo reservas en casa.
* Puedes crear un amuleto de gratitud que te recuerde de manera continua el valor del agradecimiento. Debe ser un objeto pequeño y fácil de llevar, ya sea una piedra de cuarzo, un anillo o una figura significativa que te evoque el sentido de reconocimiento. Te