Y si lo pierdo, ¿qué hago? - Erika Pavon Carrillo - E-Book

Y si lo pierdo, ¿qué hago? E-Book

Erika Pavón Carrillo

0,0

Beschreibung

Y si lo pierdo, ¿qué hago? es un libro que se centra en el miedo a la pérdida, ya sea de algo o alguien, identificando los apegos no sanos. La autora y psicóloga, Erika Pavón, acompaña al lector en un viaje dedescubrimiento y sanación, para que pueda reconocer y romper los patrones tóxicos, y llegar a ser unapersona más plena, independiente y feliz.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 174

Veröffentlichungsjahr: 2024

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Todos hemos sentido alguna vez miedo al rechazo, a la pérdida o al abandono.

 

Son respuestas naturales ante las circunstancias de la vida. Sin embargo, cuando se convierten en actitudes continuas y dominantes en nuestro día a día, significa que estamos viviendo con apegos inseguros que necesitamos soltar ya.

 

Con este libro aprenderás a identificar aquellos apegos que te están robando tu autonomía y libertad, a través de testimonios, ejercicios y consejos. Además, adquirirás las herramientas necesarias para enfrentar la soledad, fortalecer tu autoestima y establecer vínculos más sanos, independientes y felices.

 

Una vida libre es posible. Comienza ahora tu proceso de sanación.

Erika Pavón es doctora en Psicoterapia Gestalt por la Universidad Gestalt de América. Estudió la maestría en Psicoterapia Humanista en la Universidad Carl Rogers y la licenciatura en Psicología en la Universidad Autónoma de Campeche.

Cuenta con diversas certificaciones especializadas en su área, como Alimentación Consciente y Terapias Contextuales por la UNAM, Hipnosis Clínica por parte de The Past Life Regression Academy y Coaching Gestalt por la Universidad Gestalt de América.

Además de desempeñarse como psicoterapeuta, es autora de desarrollo humano, conferencista y life coach. Es también fundadora de Organizaciones Conscientes, una consultoría de psicoterapia y coaching laboral que cuenta con una plataforma de psicoterapeutas en línea y cursos especializados.

Actualmente da consulta privada en el Centro Médico ABC, forma parte de un equipo multidisciplinario de procesos en bariatría y es autora del libro Detente, ¿cómo va tu vida?

Índice

IntroducciónCapítulo 1. ¿Qué hago al sentir días tormentosos y noches sin final?Capítulo 2. ¿De dónde vienen mis apegos inseguros?Capítulo 3. ¿Qué hago si siento rechazo o abandono?Capítulo 4. ¿Qué hago si me siento realmente solo?Capítulo 5. ¿Cuál es la calidad de mis relaciones de amistad?Capítulo 6. ¿Qué hago con mi voz interior para vivir sin culpa?Capítulo 7. ¿Cómo librarme de los apegos materiales?Capítulo 8. ¿Qué hago para construir mi felicidad y conservar mi libertad?Epílogo

Introducción

Cuando me senté a escribirY si lo pierdo, ¿qué hago?, me puse a pensar en todos aquellos momentos desafiantes que había vivido y cómo habían moldeado mi forma de ser. Recordé periodos en los que tuve que enfrentar la pérdida de personas queridas y de todos los sentimientos que surgieron, muchas veces sacándome de lo conocido y muchas otras permitiéndome hallar mi propio camino.

Asimismo, me vinieron a la mente las voces de mis extraordinarios pacientes, quienes, al mismo tiempo, me han ayudado muchísimo a encontrar respuestas con sus historias, y a quienes les estoy profundamente agradecida por permitirme compartirlas aquí para ayudar a otros que estén viviendo situaciones de dolor o de sufrimientos provocadas por un mal manejo del apego.

Es por ello por lo que hoy tienes frente a ti estas páginas, las cuales son el resultado de un viaje arduo de introspección y escucha, que buscan darte las herramientas para que puedas vivir una vida libre de apegos no sanos.

Me pareció importante abordar el miedo a la pérdida (de alguien o de algo) desde distintos enfoques, porque no solo somos un aspecto de nuestra vida, sino muchos.Y si lo pierdo, ¿qué hago? es un libro sobre el apego (los vínculos afectivos que formamos con las personas o con, incluso, los objetos o ciertas creencias), pero no como popularmente lo conocemos.

Es decir, no te diré simplemente que aprendas a desapegarte, porque te estaría mintiendo. En realidad, quiero dejarte claro que sentir apego no es por sí mismo algo negativo, al contrario, es humano, porque necesitamos de esos vínculos para nuestra supervivencia desde que llegamos a este mundo.

Y, si bien, este libro se centra en los apegos inseguros (no sanos), en los que se reflejan sensaciones de rechazo o temor al abandono, también te acompaña en cada etapa o ámbito de la vida.

Aprenderás sobre diferentes técnicas para enfrentarte a la soledad y poder ser más selectivo en las relaciones con las que te vinculas. Es importante que puedas descubrir e identificar cómo te hablas a ti mismo desde el interior y, sobre todo, cómo te aceptas, al tiempo en que te haces responsable de tus acciones.

Será altamente gratificante que logres aprender pautas para establecer vínculos más sanos con tu entorno, lo que es un factor necesario para el desarrollo y el bienestar personal. Los vínculos y la naturaleza de estos están en la base de dos de los pilares del ser humano: la identidad y la autoestima. Lo que somos y la manera en la que nos valoramos tienen mucho que ver con las relaciones que hemos establecido con nuestro entorno a lo largo de nuestra historia.

Es por eso por lo que enY si lo pierdo, ¿qué hago? aprenderás sobre diferentes vivencias que hacen que nos definamos en nuestro entorno social, para que puedas tomar conciencia sobre la manera en que nos relacionamos con el contexto y quienes lo involucran, construyendo de esta forma una vida feliz desde la libertad de ser.

Te invito a explorar sobre la gran capacidad de imaginación que tenemos como seres humanos, ya que esta impacta al instante en nuestro estado de ánimo y pensamientos.

Te doy la bienvenida a este maravilloso proceso de liberación. Te guiaré paso a paso, dándote el acompañamiento que mereces, para que puedas sentirte con la confianza de empezar a soltar aquello que te ha venido frenando.

Puedes reescribir tu historia. Te aseguro que conocerla y trabajar en ella es una oportunidad de crecimiento extraordinario, que te conducirá a las metas que te propongas en la vida.

¡Comencemos!

CAPÍTULO1 ¿Qué hago al sentir días tormentosos y noches sin final?

 

 

Desde la situación o caída más difícil surge el mayor impulso para crear nuestra mejor versión posible.

Y si… no sé vivir ante la incertidumbre

Una mañana lluviosa recibí la llamada de Carolina, una de mis pacientes. La escuché desesperada, inquieta y angustiada. Me pidió una sesión lo más pronto posible y, por suerte, justo me acababan de hacer una cancelación ese mismo día, por lo que le abrí un espacio en la tarde.

Llegó al consultorio antes de la hora citada y la pasé enseguida. Carolina, de 30 años, solía ir a nuestras sesiones con un aspecto cuidado, pero ese día la noté ojerosa, con un semblante triste, vestía ropa holgada y se veía un poco despeinada. Al pasar al consultorio, sin decir una sola palabra, se soltó a llorar durante varios minutos.

Poco a poco se tranquilizó y empezó a relatarme por qué había necesitado ir de manera urgente: sentía que estaba viviendo días tormentosos y noches sin final. No podía conciliar el sueño por la enorme ansiedad que la invadía porque su pareja había terminado la relación cuando no lo esperaba. Desde su perspectiva, creía que estaban viviendo una etapa increíble.

Carolina idealizaba a su expareja. Pensaba que era el hombre perfecto, pese a que muchas veces hacía cosas que demostraban falta de empatía y cuidado. Sin embargo, ella lo justificaba todo, creyendo que solo eran malos momentos. En apariencia, él tenía varias cualidades que ella deseaba en un novio: varonil, atractivo, deportista, talentoso, entusiasta y con libertad financiera.

No obstante, en varias ocasiones se olvidaba de ella, la intentaba controlar, le daba un poco de afecto y luego se aislaba totalmente en su trabajo. Carolina no podía ver que él era emocionalmente inestable: de estar muy bien durante un periodo y decirle que la amaba mucho, pasaba a enfocarse en otras cosas y ponía cualquier pretexto para terminar la relación. Además, siempre la comparaba con sus exparejas y si Carolina hacía algo que no le parecía, se lo hacía ver como el peor de los defectos, provocando que ella sintiera que sus errores eran muy graves.

A pesar de todo esto, Carolina solo se permitía ver lo bueno y lo malo lo justificaba porque le daba miedo sentir que perdía “al amor de su vida”, pese a que realmente se estaba perdiendo a ella misma al vivir una historia que no correspondía con la realidad. Si bien, en redes sociales se mostraban como la pareja “perfecta” (saludables, aventureros y amorosos), cuando la relación terminó la gente cercana a ella le expresó que veían cómo él le restaba brillo y cómo siempre buscaba ser el centro de atención.

Ella no era consciente de todo esto porque presentaba un apego inseguro ansioso, que más adelante describiré a detalle, pero en términos generales su estado de ánimo y acciones dependían de la forma en que él reaccionaba hacia ella. Carolina intentaba estar siempre disponible, no hacerlo enojar y disfrutar principalmente de lo que a él le gustaba, dejándose por completo a un lado.

Lo primero que trabajamos fue ayudarle a expresar todas las emociones que estaba viviendo ante una fantasía creada por sí misma, basada en algo completamente inestable. Pusimos el foco en lo que Carolina estaba dispuesta a ver en ella, en responsabilizarse sobre lo que aceptaba de aquella relación y en qué era lo que realmente estaba en sus manos hacer.

No podemos intervenir en las decisiones de los demás, por lo que al final el trabajo más arduo es con nosotros mismos. Necesitamos tomar conciencia de que, si continuamos con ciertas formas de actuar por miedo a perder a una persona, a que se aleje o a que las cosas cambien (aun cuando no sean sanas), nos anulamos como individuos y nuestro bienestar se ve afectado día con día.

El proceso que llevó a cabo Carolina tuvo su propio ritmo y fue sumamente enriquecedor. Implicó mucha valentía y compromiso de su parte, lo cual celebro con una enorme sonrisa. Poco a poco fue capaz de identificar por qué requería tanto la aprobación de la pareja, así como el tipo de apego inseguro que se había generado en ella desde pequeña al sentir una gran necesidad de una atención continua. Tomó conciencia de cómo, al no recibirla, se manifestaba una ansiedad aguda que no le permitía vivir en paz, y reconoció además que había aguantado demasiado por el miedo a perderlo y no volver a ser feliz. Empezó a trabajar entonces en las heridas emocionales de su infancia, la aceptación y el amor propio.

Dentro del mismo proceso, comenzó a hacer cosas distintas, a motivarse a crear nuevos círculos de amigos para realizar actividades que disfrutaba y, sobre todo, se dio cuenta de que podía reír y sentirse plena sin necesidad de estar con su exnovio o con ninguna otra pareja, es decir, que podía ser feliz por y para sí misma, y que esto le permitía relacionarse mejor con la gente y sus entornos.

¿Qué es el apego emocional?

En mi libro anterior, Detente, ¿cómo va tu vida?, menciono a grandes rasgos qué es el apego y algunos conceptos clave que retomaré aquí para darte un panorama mucho más amplio al respecto. Sin embargo, en esta ocasión quiero profundizar en el tema para que adquieras las herramientas que te ayudarán a identificar qué tipos de apegos existen y lo que implican, con el objetivo de que puedas trabajarlos en ti para vivir con plenitud, autosuficiencia y libertad.

Para comprender esto, me gustaría hacerte una aclaración importante. Contrario a lo que quizá has escuchado o visto alguna vez en internet, el apego en sí mismo no es algo perjudicial. Es decir, cuando oímos que alguien nos dice que hay que “aprender a vivir sin apegos”, tal vez habría que pedirle que especificara: ¿a cuáles te refieres? Porque el apego emocional ni es bueno ni malo, más bien, es algo completamente normal, parte de la naturaleza del ser humano. La diferencia está en qué tipo de apego tenemos y cómo se manifiesta.

En los primeros capítulos te invito a que hagamos un viaje al pasado. Mi propuesta es que, conforme vayas leyendo, te des la oportunidad de ir conmigo en la cápsula del tiempo y vayamos, mano a mano, haciendo un ejercicio constante de autoobservación. Te prometo que los resultados te serán de mucha utilidad para que seas la persona que anhelas y mereces.

Ahora bien, la primera parada de este viaje está en los años iniciales de nuestra formación. Al nacer, ninguno de nosotros es capaz de regular sus propias emociones sin ayuda, por lo que la relación más temprana que se establece con quien nos cuida de pequeños (padres de familia, abuelos, tutores, etcétera) moldea la manera en que nos relacionamos con los demás y nuestros entornos.

A esto se le conoce como apego, es decir, este es el tipo de relación afectiva que establecemos con otras personas y el mundo en general. Por ello, el vínculo afectivo que vivimos en los primeros años nos da las bases emocionales y la forma de reaccionar ante distintas situaciones o personas, aunque esto no significa que no podamos cambiar los aspectos que quizá nos lastimaron o siguen hiriendo. Como seres sociales en continua evolución, es posible modificar muchas cosas en nosotros para estar cada vez mejor.

Sin embargo, cuando se vive una infancia en la que hubo algún tipo de apego no sano, puede volverse una fuente de sufrimiento durante la vida adulta. No obstante, no olvidemos que cada persona es un mundo, que no todos reaccionamos igual a ciertas circunstancias y que habrá a quienes algunas cosas les afecten menos o más.

Aparte de otras emociones que veremos a lo largo de estas páginas, el miedo es una constante al hablar de vínculos no sanos (o apegos inseguros, que significan lo mismo). ¿Te suena familiar sentir temor por perder a alguien que amas? Y me refiero a un miedo tal que incluso dejamos de ser nosotros mismos, de hacer lo que nos gusta, de disfrutar de la compañía de otras personas. Este tipo de apegos afectan nuestra autoestima y confianza, del mismo modo en que a Carolina le ocurría con su expareja.

Sucede que durante la infancia se van creando lo que se conoce como modelos o representaciones internas (también llamados introyectos), que son las maneras en que aprendimos a relacionarnos con los demás y con las que interpretamos lo que es amar o vincularse con alguien (o incluso con cosas).

Por ejemplo, si crecimos con un padre de familia que casi no está en casa, pero que manifiesta su amor mediante regalos, quizá nosotros asociemos el cariño con objetos. Otro caso sería si nos mostraron amor principalmente con los alimentos, tal vez relacionemos el afecto y el cariño con la comida. O bien, si, al contrario, crecimos con padres de familia que mostraban afecto, al mismo tiempo que ponían límites y propiciaban nuestra confianza, seguridad e independencia, podríamos hablar de un apego seguro, en el que asociamos el cariño con estabilidad, positividad y balance.

Es decir, por sí mismas, estas representaciones no son ni buenas ni malas, ni tampoco aquellas personas que nos cuidaron de pequeños buscaron hacernos daños (recordemos que, de igual modo, ellas aprendieron de sus mayores). Más bien, hay que empezar a observar estos introyectos de manera mucho más consciente para poder identificar qué apegos tenemos y trabajar en los que nos impiden ser felices de adultos.

Erik Erikson (psicólogo y psicoanalista germano-estadounidense) consideraba que el primer año de vida es crucial para el desarrollo del apego porque coincide con la etapa en la que construimos confianza en lo que nos rodea. De hecho, la confianza va unida a un sentimiento de bienestar físico y sin miedo al futuro, lo que permite establecer expectativas sobre el mundo como un lugar bueno y seguro para vivir. En este caso estaríamos hablando de un apego seguro. Sin embargo, nadie está exento de que, incluso teniendo una formación balanceada, haya algo en nuestra vida que de pronto detone ciertos apegos inseguros. Es absolutamente normal que así ocurra porque estamos en constante cambio.

Asimismo, puede ser que las nuevas relaciones intervengan de manera significativa, confirmando o no nuestros modelos internos construidos desde la infancia. Imaginemos el siguiente escenario:

Durante la mañana tuvimos un problema en el trabajo, por lo que buscamos de inmediato a nuestra mejor amiga. Le mandamos un mensaje de texto pidiéndole consejos, pero pasan las horas y ella no nos responde. Por nuestra mente vienen infinidad de ideas, entre ellas: que no es una verdadera amiga, ya que las amigas siempre están cuando las necesitamos, y así nos pasamos el resto del día tristes y molestas. ¿Alguna vez has sentido esto?

Situaciones así probablemente nos confronten con la forma en que nosotros creemos que debe ser una amistad por lo que aprendimos de pequeños. Tal vez, en ese entonces, se nos dijo que las amistades siempre deben estar para uno, por tanto, si mi amiga no lo hace, entonces mi expectativa se rompe y mi modelo interno (introyecto) se ve alterado, lo que puede provocarme emociones desagradables como ansiedad, enojo, etcétera.

La cuestión es que esto no nos deja ver otras posibilidades: ¿quizá mi amiga también estaba pasándola muy mal y por ello no respondió de inmediato?, ¿o tal vez dejó el celular en casa o estuvo en juntas? Las ideas preconcebidas de cómo creemos que debe responder alguien pueden también jugarnos malas pasadas. Por ello es de suma importancia observarnos continuamente e identificar si el malestar que algo o la conducta de alguien nos provoca es generado por nuestros propios apegos inseguros o por algo más.

Otra cosa importante sobre el apego es que se encuentra en distintos contextos (no solo con la pareja romántica, como ocurrió con Carolina). Es decir, también podemos hallarlo dentro de las relaciones de amigos, entre los padres y los hijos, los adultos y los animales de compañía, incluso entre nosotros y los bienes materiales, además de otros. Las personas establecemos importantes vinculaciones a lo largo de toda la vida, lo que, sin duda, tiene una huella importante en quienes somos.

Por eso, mediante estas páginas, deseo ayudarte a construir una base segura del apego. ¿Qué significa esto? Busco darte las herramientas para que desarrolles un apego sano hacia los distintos vínculos afectivos que tengas en tu vida, para que aprendas a manifestar y recibir el amor desde el respeto, la valoración y la aceptación de quien eres tú y quienes son los demás, desde la libertad, la confianza, la independencia y los límites.

Cuando se tiene esta base, las personas persiguen nuevas experiencias y actividades, sintiéndose seguras y en calma, entonces no les supone un esfuerzo unirse íntimamente a otros, como tampoco les provoca miedo el abandono.

En cambio, cuando no se tiene esta base y se vive un tipo de apego con exceso de dependencia (a una cosa o a alguien más y su forma de actuar, decir, etcétera), las personas buscan esas sensaciones de supuesta tranquilidad y paz en situaciones que les causan malestar y, en el fondo, también mucha infelicidad.

Esto podemos verlo en quienes intentan conseguir la felicidad mediante el dinero a costa de su propia salud o la nula convivencia con los demás (como quienes son adictos al trabajo). De manera profunda, eso refleja un apego no sano hacia lo monetario, cuando se cree que con eso se conseguirá plenitud, reconocimiento o aceptación, por ejemplo, pero en realidad no es así.

Para que puedas visualizar mejor las diferencias generales entre el apego seguro y los inseguros, te dejo el siguiente cuadro que sintetiza los puntos principales:

Apego seguro

Apegos inseguros

Visión positiva de uno mismo y sus vínculos.

Problemas de autoestima y falta de confianza en los demás.

Se equilibra la intimidad con los vínculos afectivos, al mismo tiempo en que se balancea la propia independencia.

Cuesta mucho trabajo ser autónomos en los distintos ámbitos de la vida

Hay sentimientos de autosuficiencia.

Hay sentimientos de miedo o ansiedad.

Se busca tener y dar libertad y límites entre los vínculos afectivos.

Debido al temor a la soledad, abandono y rechazo, cuesta trabajo poner límites y vivir con libertad.

Hay más capacidad de adaptación y resiliencia ante las circunstancias.

Es más difícil y complejo regular emociones para afrontar las circunstancias.

Si al leer estos rasgos te sentiste identificado, ¡que no cunda el pánico! La buena noticia es que todo esto es parte natural de ser personas. La mayoría de nosotros (incluyéndome, sin duda) en un momento u otro hemos experimentado lo que describo, pero también todos somos capaces de cambiar y de vivir más plenamente.

Para eso sirve muchísimo aprender a identificar el tipo de apegos que tenemos, para así relacionarnos de forma más sana e independiente, pero hay que hacerlo desde un lugar de compasión, entendimiento y empatía. Esto significa no culpar a nuestros padres o tutores por lo que somos, sentimos o hacemos. Como bien dice la frase popular: “Cada quien hace lo que puede con lo que tiene”.

No ganamos nada al juzgar a los otros, a uno mismo o victimizándonos, pero sí crecemos muchísimo al identificar los patrones de conducta que nos hacen daño y eso es lo que hay que atesorar. De nosotros depende pedir ayuda y también dejarnos ayudar, para así llegar a esa gran transformación en nuestras vidas.

¿Cómo identifico el apego inseguro?

Antes de continuar, me gustaría recordarte que como seres humanos tenemos la maravillosa capacidad y virtud de adaptarnos a las circunstancias, por más complejas que estas sean. Asimismo, de adultos fortalecemos la tolerancia ante situaciones adversas, lo que nos permite continuar día a día. Es decir, nuestra historia no tiene que ser definitoria. Te aseguro que tienes todo en ti para hacer los cambios que requieras para sentirte mucho más en paz.

Todos tenemos la oportunidad de transformarnos en la persona que anhelamos en el fondo de nuestro ser.