Yo soy más de series - Fernando Ángel Moreno - E-Book

Yo soy más de series E-Book

Fernando Ángel Moreno

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Beschreibung

60 ensayos sobre las series que han cambiado la historia de la televisión

Das E-Book Yo soy más de series wird angeboten von Esdrújula Ediciones und wurde mit folgenden Begriffen kategorisiert:
Fernando Ángel Moreno, series de televisión, ensayo, víctor miguel gallardo barragán, esdrújula ediciones, jordi carrión

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Listado de series

Yo soy mas de series

Portadilla

Créditos

Dedicatoria

Introducción: tengan cuidado ahí fuera, Fernando Ángel Moreno

PRIMERA PARTE: DRAMA

Carnivàle

House M.D.

House of Cards

En terapia

The L Word

Mad Men

Masters of Sex

Mujeres desesperadas

Nip/Tuck

Queer as folk

A dos metros bajo tierra

El ala Oeste de la Casa Blanca

Treme

Urgencias

SEGUNDA PARTE: GÉNERO NEGRO

24

Breaking Bad

Canción triste de Hill Street

Dexter

Homeland

Roma criminal

Sherlock

Sons of Anarchy

The Shield

Los Soprano

True Detective

The Wire

Twin Peaks

TERCERA PARTE: COMEDIA

The Big Bang Theory

Boston Legal

Doctor en Alaska

Frasier

Friends

The IT Crowd

El príncipe de Bel-Air

The Office

Entourage

South Park

CUARTA PARTE: GÉNERO FANTÁSTICO

American Horror Story

Babylon 5

Battlestar Galactica

Doctor Who

Embrujada

Firefly

Juego de Tronos

Ghost in the Shell

Perdidos

El ministerio del tiempo

Paranoia Agent

Penny Dreadful

Robot Chicken

Star Trek y secuelas

The Walking Dead

Utopia

Expediente X

QUINTA PARTE: GÉNERO HISTÓRICO

Los Borgia

Deadwood

Spartacus

Roma

Yo, Claudio

Hermanos de sangre

EPÍLOGO

¿Son las series arte contemporáneo?

ÍNDICE DE AUTORES

YO SOY MÁS DE SERIES
Fernando Ángel Moreno (coord.)
Víctor Miguel Gallardo Barragán (coord.)
YO SOY MÁS DE SERIES
60 series que cambiaron
la historia de la televisión
{Colección ETCÉTERA}
Primera edición, octubre 2015
© De sus respectivos autores, 2015
© Esdrújula Ediciones, 2015
ESDRÚJULA EDICIONES
Calle Martín Bohórquez 23. Local 5, 18005 Granada
www.esdrujula.es
 Edición a cargo de Mariana Lozano Ortiz
Ilustración de cubierta: Óscar Giménez
Impresión: Ulzama
«Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el Código Penal vigente del Estado Español, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística, o científica, fijada en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autorización.»
Depósito legal : GR xxx-2015
ISBN : 978-84-16485-24-6
Impreso en España· Printed in Spain
Los dioses se han marchado,
nos queda la televisión.
Manuel Vázquez Montalbán
Introducción: tengan cuidado ahí fuera
Fernando Ángel Moreno
Amor.
Me cuesta mucho empezar un texto con esa palabra. Pero con los años he aprendido que, cuando una idea que rechazas mentalmente te vuelve una y otra vez, hay que aceptarla.
Y, desde que Víctor Miguel Gallardo Barragán y yo bromeamos en un hilo de Facebook sobre la idea de sacar un libro de artículos sobre teleseries, la palabra «Amor» encabezaba mi introducción.
Durante más de un año hemos hablado con los diferentes autores, discutido las series que incluiríamos y la mejor adjudicación de escritores a cada una, he ido leyendo los textos, retocándolos aquí y allá, he revisitado muchas series y conocido algunas nuevas. Durante más de un año, lo que he sentido con este libro ha sido amor por las series, pero también por la época que nos ha tocado vivir y por la enorme diversidad de la cultura humana. He sentido amor por el estudio de la historia, amor por la complejidad psicológica de los seres humanos, amor por el arte.
Y he sentido amor por la enorme cantidad de maneras en que puede verse una teleserie.
¿Es cursi empezar un prólogo con la palabra «Amor»? Pues sí. ¿Para qué negarlo? ¡Es cursi de cojones!
Pero es real.
Quiero centrarme en la última forma de amor: las maneras de acercarse a una teleserie. Me sirve para explicar qué buscábamos con este volumen y qué esperamos haber conseguido.
Lo primero que observarás al abrir el libro, amable lector, será la heterogeneidad de los escritos. Encontrarás muchos laudatorios, pero también una buena cantidad de reflexiones al hilo de la serie. Unos pocos son académicos, mientras que otros introducen en las anécdotas y datos que rodean la serie. Incluso hay uno o dos que ponen verde la obra que analiza (y con mucha razón diría yo; te invito a descubrirlo, porque es bastante interesante).
Del mismo modo, encontrarás reconocidos profesores e investigadores, pero también novelistas profesionales, blogueros y periodistas. Habrá algún estudiante de doctorado y algunos políticos.
¿Y esta falta de coherencia?
¡¿Falta de coherencia?!
Lo incoherente sería haberse acercado a series tan dispares comoThe Wire,Perdidos,Breaking Bad,Canción triste de Hill Street,The Big Bang Theory,Roma oJuego de tronos solo desde el punto de vista académico (bueno, esto además habría resultado muy aburrido). O solo desde el punto de vista de los datos y las anécdotas. O solo desde la reflexión personal.
Las teleseries abarcan todas las facetas de la cultura. Todos hemos discutido sobre series desde infinidad de puntos de vista. Así que decidimos que los únicos factores de selección deberían ser:
1. La trascendencia de las series comentadas (ya fuera histórica, estética o mediática).
2. La confianza en autores que supieran bien qué decir y cómo decirlo.
Eso fue todo.
3. Ah, sí... Y que amaran la serie que comentaran. Que la disfrutaran. Que nos hicieran sentir su pasión por ella.
Pensamos que sería complicado, porque todos tirarían hacia las mismas y nos encontraríamos con cuarenta artículos sobreBreaking Bad y ninguno sobreDeadwood oEn terapia. Craso error.
Resultó que la mayoría querían trabajar esa serie imprescindible, inaudita, que querían dar a conocer porque les había fascinado como pocas. Nadie se quedó sin una serie que le enamorara porque otro la hubiera escogido ya.
Creo que eso dice mucho a favor de las series. Por eso, en nuestro tiempo somos más de series. (Y lo dice un profesor de teoría de la literatura, de los que han ido muchísimas veces leyendo un libro por la calle y chocando con las farolas). Somos más de series porque la oferta de gran calidad es inabarcable, tanto que cuesta creer que en tan poco tiempo se hayan rodado tantísimas obras maestras de tan altos presupuestos y tan necesario mantenimiento de nivel a lo largo de años y años.
¿Cuántos hemos vivido gran parte de nuestras vidas con una serie? Hemos empezado a ver la primera temporada deEl ala oeste de la Casa Blanca antes de conseguir un trabajo importantísimo y lo hemos cambiado por otro antes de terminar la séptima temporada.
Nos hemos enamorado de nuestro chico al principio deBreaking Bad y hemos tenido hijos con él una semana antes de que Walter White dijera: «Say my name».
Hemos empezado la universidad al mismo tiempo que el padre de Frasier se mudaba de casa y nos hemos doctorado mucho antes de que abandonara Seattle once años después.
Los personajes de las series, más que los de los libros y los de las películas, evolucionan a un ritmo parecido al nuestro, a lo largo de años y acompañándonos en nuestras conversaciones cotidianas como si fueran compañeros de trabajo, familia o amigos íntimos.
«¿Te enteraste de lo de Omar en el supermercado? ¿Quién nos lo iba a decir hace tres años cuando lo del hermano Mouzone?»
«El presidente Bartlet está muy mayor. Recordé al de la primera legislatura y ya no se le ve con aquellas fuerzas para afrontar esto de China.»
«No sé cómo aguanta Jackson a su madre. Lleva años con lo del padrastro y no acaba de cortar de raíz.»
¿Cómo no vamos a ser actualmente más de series? ¡Hey, cuidado! No hemos dejado de leer a Philip Roth, ni de disfrutar las pelis de Von Trier, ni de visitar la retrospectiva de Basquiat, ni de dar botes en el concierto de Muse, ni de jugar alMass effect. Solo que las series parecen haber tomado el protagonismo en nuestro mundo cultural como el teatro en el siglo XVII, la novela en el XIX, el cine a mediados del XX y el cómic en el XXII (si hay justicia en este mundo).
Por ahora, somos más de series. Estamos enamorados de ellas.
Por eso les pedimos a nuestros autores que escribieran lo que escribieran transmitieran ese amor, buscaran textos entretenidos, accesibles a todo el mundo, pero sin ser vacíos ni facilones. Es decir, se trata de disfrutar leyendo sobre series y, con ese disfrute, volver a la serie a verla de otro modo o a rememorarla. Y, tras ver de nuevo la serie, volver al texto y continuar con ese viaje de amor que es el arte en sus miles de formas.
Por resumir el objetivo del libro: tenía que haber una conexión entre la serie, el autor del artículo y el lector, todos vinculados por el entretenimiento.
¿Y qué nos ha quedado?
Lo que quieras leer.
Te lo hemos clasificado por géneros, pero podríamos haberlo clasificado por miradas como las nostálgicas, melancólicas de Julián Díez (periodista) conFrasier; José Antonio Cotrina (novelista) conDoctor Who; Sara Martín (profesora e investigadora) conExpediente X; Elena Solera (periodista) conUrgencias; Ángel García Galiano (profesor e investigador) conLos Soprano; Marcos Molina (profesor) conDoctor en Alaska; Antonio Calvo Maturana (historiador) conFriends; Laura Requejo (periodista) conIt Crowd; Alberto Bravo (periodista) conThe Office; Fernando Ángel Moreno (antólogo) conPerdidos, y Francisco Javier Alarcón (profesor universitario) conEl príncipe de Bel Air.
Por reflexiones explicativas, para hacernos comprender mejor lo que vemos al tiempo que nos sorprendemos por lo que no habíamos encontrado, como las de Gerardo Piña (doctor en Literatura y académico) conLos Borgia; Wenceslao-Carlos Lozano (traductor y profesor universitario) conRoma; César Mallorquí (novelista) conHouse; Eduardo Vaquerizo (novelista e ingeniero aeronáutico) conGhost in the Shell (¿de verdad ocurre todo eso en esa serie? Quiero verla de nuevo YA); Jesús Urceloy (poeta) conEn terapia; Germán Garrido (profesor e investigador) conYo, Claudio; Antonio Pamies (lingüista) con mi adoradaDeadwood; Eva Ariza (investigadora) conParanoia Agent; Jesús Lens (escritor y bloguero) conEntourageoEl séquito (esta no la había visto y corro a pillarla); Ivana Palibrk (investigadora) conSons of Anarchy (oh, yeah); Alfonso Salazar (escritor y gestor cultural) conRoma criminal, y Alfredo Álamo (escritor) conCarnivàle.
Por introducción en el contexto y su importancia histórica, que a menudo han sido las miradas más interesantes, como la de Roberto Bartual (profesor e investigador) conFirefly; nuestra gran autoridad en series, Concepción Cascajosa (profesora e investigadora), conCanción triste de Hill Street; Ana Gallego Cuiñas (profesora e investigadora) conTwin Peaks; Santiago L. Moreno (bloguero) conTrue Detective; Álvaro Salvador (profesor universitario y poeta) conMaster of Sex; Antonio Rivas (traductor) conEl Ministerio del tiempo; Natalia González de la Llana (profesora e investigadora) conSherlock; Álvaro Muñoz Robledano (poeta) conThe Walking Dead; Enrique Pedraza (periodista) conSouth Park, y la imprescindible Pepa Merlo (escritora y actriz) conEmbrujada.
Buen síntoma de los tiempos que corren es la inusual abundancia de miradas socio-políticas como las de Antonio Sánchez (político y filósofo) conMad Men; Julio Martínez-Cava y Rodrigo Amirola (filósofos y políticos) con el único artículo estrictamente académico del libro, una certera mirada sobreJuego de tronos; Gabriella Campbell (escritora) conThe L Word; Luis García Rabadán (articulista) conQueer As Folk; Miguel Alonso (investigador) conBoston Legal; Giselle García Hipola (profesora e investigadora) conHouse of Cards, y Daniel Barredo (escritor) conEspartaco.
Las más polémicos serán sin duda las miradas que parafrasean, llevando la interpretación a reflexiones personales más allá de la propia serie, como la agudeza de David Torres (novelista) conBreaking Bad; Elisa McCausland (profesora e investigadora) conMujeres desesperadas; Isabel Clúa (profesora e investigadora) conNip/Tuck; Rubén Martín (traductor y poeta) conA seis metros bajo tierra; Clara Pablo (profesora e investigadora) conTréme; Rubén Sánchez Trigos (profesor e investigador) conDexter; Marco Antonio Raya (escritor) conHomeland; Juan Manuel Navas (poeta) conThe Shield; Rodolfo Martínez (escritor) con24; y, por supuesto, Carlos Manuel Pérez (crítico) conEl ala oeste de la Casa Blanca.
Además tenemos los análisis técnicos, que entran en el lado más retórico y con los que aprendemos sobre el lenguaje de las series como el de Asier Aranzubia (profesor e investigador) conThe Wire; Noemí Novell (profesora e investigadora) conBattlestar Galactica; Mariano Martín Rodríguez (investigador) conBabylon 5; José Abad (escritor y crítico) conPenny Dreadful, y Carmen Méndez (profesora e investigadora) atreviéndose con todo el universoStar Trek.
Por último, tengo el placer de presentar a los gamberros, los que me han tenido mirando sus entregas y pensando: ¿Y ahora qué hago con esto? Son quienes han experimentado con el encargo llevándolo a lugares poco habituales en este tipo de colecciones de artículos. No pueden dejar de sorprenderos miradas tan experimentales como las del cómic propuesto por Francisco Javier Pérez (escritor) y Vicente Montalvá (ilustrador) paraUtopía, o las miradas de Tiago de Abreu Pinto (comisario de arte) y Cláudia Malheiros (investigadora) conAmerican Horror Story; Miguel Calderón (guionista) e Isabelle Marc (profesora e investigadora) conRobot Chicken, y el divertido Óscar García (loco genial) conThe Big Bang Theory.1
Para rematar, hemos tenido la fortuna de contar con otro de los grandes expertos españoles en series: el novelista Jorge Carrión, quien ha escrito su conclusión personal sobre las series cerrando un largo camino y, por supuesto, abriendo muchos nuevos.
Y nos faltaronLos Simpsons. Imperdonable, sí. Entiendo que cerréis el libro ahora mismo y lo arrojéis a la basura. ¿Qué le vamos a hacer? No debería haber faltado el gran icono popular de las series de animación, pero aunque todos adoremos a la ambigua familia de Springfield, todos defendimos una serie que nos invitaba más a ponernos a escribir. Queda para el segundo volumen, con muchas otras que tú, amable lector, sin duda con buen criterio, habrías escogido antes que otras que hemos incluido aquí.
Como acaban las series, acabo de escribir y editar este libro. Creo que nunca he disfrutado tanto leyendo textos ajenos para su publicación. A menudo, tenía que volver hacia atrás en mi revisión de muchos textos porque me enganchaba con lo que me contaban o porque me ponía un capítulo a cuya revisión no podía resistirme.
Y, lo que es peor, yo que soy de comprarme las series, tengo una larga lista de gastos que no sé cómo podré afrontar. Pero lo peor será el tiempo que invertiré en ver cuanto me falta, en revisar todo aquello que ya no puedo guardar en mi memoria como lo guardé. Tantas series, tantos personajes, tantos capítulos, tantas vidas, tantos mundos...
Espero que disfruten este libro tanto como Víctor y yo hemos disfrutado montándolo. Si es así, tras su lectura y tras la visita a cada serie genial que aquí comentamos, verán que el mundo más allá del televisor ha cambiado y que es más extraño y más fascinante. Si, como nosotros, ustedes son más de series, como decía el sargento Phil Sterhaus en cada capítulo deCanción triste de Hill Street, tengan cuidado ahí fuera. El mundo no será el que parecía ser.
Y, por supuesto, muchísimas gracias al esfuerzo y las hermosas miradas de los geniales autores de este libro. Ha sido un enorme placer leeros.
1 No he mencionado el (sin duda maravilloso) artículo del editor y compañero intelectual del proyecto Víctor Miguel Gallardo Barragán porque a día de hoy aún no me ha entregado su artículo. ¡¡¡¡Tío!!!! (Está hasta arriba de trabajo. Doy fe de ello.)
PRIMERA PARTE:
SERIES DRAMÁTICAS
Carnivàle:
la nueva parada de los monstruos
Alfredo Álamo
Cuando Tod Browning decidió adaptar el cuento «Espuelas», de Tod Robbins, reflejando de manera veraz y auténtica la vida en una feria de freaks, poco podía imaginar que estaba sentando las bases de una mitología americana, sacando a la luz una tradición oculta y grotesca que, en el momento de su estreno, en 1932, tan sólo recibió rechazo y terribles críticas.
Ante todo, habría que definir alfreak. Este término englobaría a aquellas personas afectadas por algún tipo de problema genético que desemboca en deformidades físicas. Los ejemplos más conocidos serían gente con enanismo, ligamentos elásticos, mujeres con vello facial, hermanos siameses u otro tipo de enfermedades. En este sentido, Joseph Merrick, «el Hombre Elefante», fue el freak más famoso del siglo XIX.
Lo cierto es que, si bien la tradición de losfreak shows se inició en Inglaterra allá por el siglo XVI, la verdadera estructuración del fenómeno se dio en los Estados Unidos en el siglo XIX, cuando se organizaron tanto exhibiciones fijas de gran éxito —como la de Coney Island— como ferias itinerantes en las que se agrupaban también otro tipo de espectáculos, como los de magia y mentalismo, tragasables o forzudos. Normalmente estas ferias nómadas arrastraban también casetas de habilidad y otros juegos para el público.
De este modo no sólo nacen las ferias, sino que otra de las grandes tradiciones americanas, el circo, evoluciona con una mayor profesionalización y espectáculos más elaborados que convierten a los feriantes en «circos de segunda», alejados de los circuitos de las grandes ciudades donde se conseguía mucho más dinero. Así pues, las ferias de fenómenos, losfreak shows, con sus artistas de segunda clase, afloraron a finales del siglo XIX y principios del XX, cubriendo zonas como el medio oeste americano, donde la población, en aquel momento, se dedicaba a la agricultura y donde la llegada de las ferias era todo un acontecimiento.
Browning conocía bien aquel mundo. De hecho, el director americano se escapó de casa a los dieciséis años para unirse al circo. Pasó su juventud en espectáculos como el de los Ringling Brothers, fue bailarín, mago y actor, entre otras muchas actividades, y conoció de primera mano el mundo real de losfreaks, contando con muchas amistades entre ellos. Quizá esa confianza en él es la que permitió reflejar esa vida real, cotidiana, que se deja ver entre la terrible historia de venganza que es, al fin y al cabo,La parada de los monstruos.
Como ya hemos dicho, Browning lanzó su película y no le gustó a nadie. Era algo demasiado grotesco para la época y no fue hasta los años sesenta del siglo XX que fue recuperada y elevada a la categoría de película de culto.La parada de los monstruos clavó en nuestro imaginario colectivo la imagen de los freaks, despertando al mismo tiempo extrañeza y comprensión donde en su época sólo había visto rechazo y odio.
Si bien se podía pensar que estas ferias se aprovechaban de los fenómenos, muchas de ellas eran el refugio perfecto. La simple presencia de muchos de ellos provocaba reacciones adversas en pequeñas poblaciones o incluso ciudades. De ese modo, las ferias no eran sólo un método de ganarse la vida, sino que eran la propia vida para muchos de ellos. Sin embargo, no podemos decir que fueran bienvenidos en todos los sitios donde se acercaban: la misma esencia nómada de las ferias arrastraba con ellos a timadores, ladrones y ex-convictos, razón —a la que habría que sumar la puramente religiosa, relacionada con la diversión y el pecado en los puritanos— por la que muchos pueblos preferían dejar que pasaran de largo.
Así pues, las paradas de monstruos, las ferias itinerantes de magos, mentalistas y forzudos, fueron una parte fundamental no sólo del ocio, sino también de la comunicación entre poblaciones aisladas del centro y el oeste de los Estados Unidos, a veces bienvenidos y a veces vilipendiados, adoptando casi siempre la figura del otro, del extraño, del diferente. Amados y odiados por igual en una época de grandes cambios y de ruptura social.
Daniel Knauf escribióCarnivàle en 1992. Al menos, su primera versión, ya que Knauf tenía en mente una película y no una serie de televisión. La longitud y complejidad de la historia lastró este primer texto y Knauf decidió cambiarlo para adaptar el primer acto a un episodio piloto. Sin embargo, pasaron casi doce años hasta que la HBO decidió darle una oportunidad.
Está claro que la primera inspiración de Knauf paraCarnivàle viene de ese mundo de feriantes y circos de segunda clase que Browning había retratado enLa parada de los monstruos. De hecho, habría que hablar de otra de sus grandes influencias a la hora de crearCarnivàle: Ray Bradbury yLa feria de las tinieblas. Publicada en 1962, la obra de Bradbury es un clásico de la fantasía oscura, y está ambientada, precisamente, en el mismo entorno que la serie de televisión: una feria de viaje por el inmenso Medio Oeste. Más allá de esta conexión, y del magistral ambiente que recrea Bradbury,La feria de las tinieblas podría haber sido un capítulo más deCarnivàle, ya que va poco más allá de una situación concreta.
También de 1962 podríamos hablar deEl carnaval de las almas, una película de serie B que se convirtió en un film de culto que también comparte ciertas características conCarnivàle: se desarrolla en una misteriosa feria en Utah y añade el componente religioso que en la serie de televisión es muy importante.
De hecho, Knauf venía de una escasa pero jugosa tradición iniciada por Browning en los años treinta y que, a partir de los años sesenta, se había ido configurando, como ya hemos dicho, hasta formar una mitología propia y reconocible desde la perspectiva del género. El propio Knauf tuvo una infancia afectada por la polio, tuvo que ir en silla de ruedas, y desarrolló un gran interés por los espectáculos de freaks y todo lo que tenía que ver con esta vida apartada del camino principal del mundo.
De ese modo, cuando en la HBO decidieron darle una oportunidad aCarnivàle, Knauf sabía que era la oportunidad perfecta para desarrollar más todavía ese gigantesco guión que acumulaba todas sus fantasías creadas durante la adolescencia y los primeros años de madurez. Entre la escritura del primer boceto y la preparación deCàrnivale, Knauf ya se había hecho con un nombre como guionista y productor, con numerosos episodios y varias series a su cargo.
El proyecto inicial era ambicioso: contemplaba seis temporadas, divididas en bloques de dos por temática y personajes. El presupuesto era también muy alto, por encima de la media de la producción habitual, incluso para la HBO. La cancelación en su segunda temporada, con 24 episodios, se buscó para evitar iniciar una tercera temporada —un segundo bloque de historias— que comprometería a la productora a buscar la cuarta temporada. Los números de audiencia, por desgracia, no acompañaron al proyecto lo suficiente para la idea que Knauf había planteado en un principio yCarnivàle sólo completó su primer bloque.
El nivel de detalle que exigía la serie era quizá su mayor lastre económico. Ambientada en los años treinta, todo el vestuario y el atrezzo se cuidaron al extremo, como demuestran los premios que recibió en este sentido. Además, uno de los atractivos de la serie derivaba de esta atención por la ambientación, ya que visualmente, a la hora de rodar, se decantaron por un estilo cinematográfico, de grandes planos y secuencias lentas, alejado del lenguaje televisivo del momento, más rápido y de planos cortos.
Sin embargo, el presupuesto no habría sido un problema tan grande sin el fallo de la audiencia. Knauf preparó quizá con demasiado entusiasmo su serie de seis temporadas. La naturaleza esotérica y llena de simbolismos en la que se ahonda en la segunda temporada, sin duda preparando las tramas futuras del guión, convertía a la serie en ocasiones en un precioso espectáculo en el que era difícil orientarse. Esto, incluso para el público de la HBO, acostumbrado a un producto complejo, lastró las posibilidades de seguir adelante con la serie.
Carnivàle. La historia
Es posible queCarnivàle sea la serie de televisión más compleja de los últimos veinte años. El proyecto de Knauf, como ya hemos dicho, venía de lejos y su intención era la de crear una gran historia con decenas de personajes, cuyas relaciones y orígenes se entrelazaban tanto en el pasado como en el futuro. En la serie aparecen más de doce personajes principales y un buen puñado de secundarios que arropan a los dos protagonistas antagónicos.
Carnivàle nos habla de una situación en la que el bien y el mal se van a enfrentar en un encuentro definitivo que decidirá el futuro de la raza humana. El motivo, el lugar, el fondo en sí de este momento no se nos es revelado; la información se nos da con cuentagotas y a través de visiones y conversaciones crípticas. Lo cierto es que tenemos a dos personajes principales: el joven Ben Hawkins y el ministro metodista Justin Crowe. Ambos son avatares de un poder superior, uno del bien y el otro del mal. Sin embargo, la historia juega al despiste y en ningún caso se nos deja claro quién es quién.
En este punto,Carnivàle bebe de otro de los grandes del horror y la ficción estadounidense: Stephen King. Es inevitable leer este argumento en principio maniquea de bien contra el mal, que luego va ganando en complejidad a medida que se desarrollan los personajes. EnLa danza de la muerte, King usa uno de sus personajes antagónicos fetiche, Flagg, una variante del mismo personaje que usa de forma habitual en sus novelas. El componente religioso mediante el cual se ejerce poder sobre la comunidad también es habitual en King y se plasma aquí a través de Crowe.
Llegados a este punto, me gustaría hacer hincapié en uno de los grandes aciertos deCàrnivale: el tiempo y el lugar escogidos para contar su historia. Pese al lastre en los costes que les supuso, el ambiente de la Gran Depresión en el medio oeste fue muy adecuado. Ante todo, por ser una época de gran importancia para el desarrollo actual de los Estados Unidos, un momento de caos, pérdida e incertidumbre, que dio paso a un crecimiento asombroso. Es ese punto de incertidumbre en el que el futuro de cada persona, cada pueblo e incluso cada ciudad, es lo que permite plantear numerosos escenarios, tramas y posibilidades.
Pero no se trata sólo de la Gran Depresión. Menos conocida en Europa, pero clave en Estados Unidos, fue la época delDust Bowl, una sequía salvaje que afectó a los grandes latifundios de los estados agrícolas y que cambió por completo su panorama, convirtiendo paisajes verdes en desiertos áridos donde las tormentas de arena arrasaban todo a su paso. El éxodo que ya había comenzado con los problemas económicos se incrementó en estos estados por la falta de alimentos y las condiciones climatológicas. Miles de personas emigraron a ciudades cercanas donde no todos encontraron cobijo o sustento, formando unas comunidades denominadasOakies, llamadas así por ser de Oklahoma la mayoría de sus integrantes.
EsosOakies, desarraigados, empobrecidos y sin esperanza forman parte deCarnivàle; el hermano Crowe es uno de sus líderes y también muchos de ellos forman parte de la feria. El propio Ben Hawkins es uno de ellos. Un chico de granja, unamerican boy, sin aparente malicia, que se ve lanzado fuera de su vida para verse inmerso en la compleja dinámica social de una feria itinerante.
Es imposible no hablar de losOakies y de jóvenes desarraigados durante la Gran Depresión sin hacerlo de John Steinbeck.Carnivàle no existiría como tal sin novelas comoDe ratones y hombres o, sobre todo,Las uvas de la ira. Ben Hawkins se presenta enCarnivàle como el clásico protagonista de Steinbeck y el uso de un gran realismo en la producción sobre la época permite a la serie atrapar al espectador con esa gran historia americana que es la supervivencia de losOakies —y de la clase obrera—, junto con la mitología de los fenómenos de feria, los magos y la lucha final del bien contra el mal.
Así que tenemos enCarnivàle una mezcla de influencias de lo más variadas que se inician conLa parada de los monstruos, siguen con Steinbeck, pasan por Bradbury y la serie B de los setenta, y terminan con Stephen King. Sus constantes son el uso de los grandes hitos americanos y el de una mitología que hasta el momento no había sido fijada como tal en un mismo escenario. Sólo con estas premisas,Carnivàle ya pretendía mucho más que cualquier otra serie anterior, erigiéndose en demiurgo de una nueva cosmogonía.
Aun así, la exploración de Knauf iba más allá. La intención de generar esos personajes míticos llevaba también la responsabilidad de dotarlos de características al mismo nivel que el resto de la serie. De ahí otro de los grandes puntos fundamentales deCarnivàle: el tarot.
En este sentido, Apollonia y su hija Sofie son fundamentales en las primeras temporadas. Apollonia está en coma y se comunica telepáticamente con Sofie. Sofie es una experta en la lectura del tarot, y sus adivinaciones con Ben forman parte del núcleo de las pistas para entender qué está sucediendo realmente en la serie. De hecho, la HBO incluso generó un juego de cartas basado en el trabajo de los guionistas. Los créditos iniciales deCarnivàle muestran ciertas cartas de la baraja para demostrar esta importancia. Pero, ¿cuál es el valor real de tarot en la serie?
Como ya hemos dicho, la historia deCarnivàle tiene un complejo trasfondo que no llega a explorarse por completo en la serie. Una de las ideas principales es que el conflicto entre bien y mal es de naturaleza cíclica y que los avatares lo son por una cuestión de descendencia. El tarot busca mostrar que no sólo nos enfrentamos a una historia puntual de los años treinta sino que es tan vieja como la humanidad. El tarot se muestra como una crónica esotérica de esta lucha sin final.
Otro de los puntos a tener en cuenta es la decrepitud de ciertos personajes. Apollonia, en coma, o Lodz, el mentalista ciego, son los últimos verdaderos conocedores de una magia que se está debilitando. Muchas teorías sobreCarnivàle apuntan a que es la última gran batalla de lo sobrenatural en un momento en el que se va a dar paso a la gran era de la razón. Durante los años veinte se había dado en Estados Unidos un gran repunte del ocultismo, con la gran madame Blavatsky al frente; la crisis económica y el avance tecnológico acabaron con este gran momento de la magia, casi al mismo tiempo que se desarrolla la serie. El mundo deCarnivàle es un mundo decadente, polvoriento y ajado, un punto de inflexión en la gran rueda del destino.
Si la feria es el reducto de la magia, el grupo formado por el hermano Crowe es el de la fe. Obsesionados por el control, buscan la erradicación de aquello que consideran diferente, pese a que en el fondo saben que ellos mismos están fuera de cualquier sistema. La fe les arropa y siguen adelante, hacia ese conflicto final, que definirá el futuro de la era de la ciencia.
¿Cuál es este punto, el momento de inflexión? Es difícil saberlo. Quizá tenga que ver con las visiones de Ben Hawkings en la segunda temporada, donde, en apariencia, contempla el primer experimento de un artefacto nuclear en Alamogordo. Que la torre donde se detonó se llamara Trinity es una de esas circunstancias que hacen que los guionistas se emocionen.
El resultado final deCarnivàle queda cojo a la espera de esas temporadas canceladas. Sin más información sobre el pasado de Ben y el hermano Crowe, las líneas maestras de la historia, de la que se esperaba una mayor complejidad, quedan demasiado gruesas y maniqueas. Si los avatares que se van a enfrentar quedan marcados como «buenos» y «malos» desde el inicio, apenas nos queda el interés por conocer el viaje de cada uno hasta ese enfrentamiento, quizá demasiado extenso —y aburrido— para justificar noventa episodios más. La idea de Knauf era seguir introduciendo personajes nuevos y explorando las capacidades de los dos avatares principales, pero esa fórmula parecía agotada en la segunda temporada, donde Ben ya es plenamente consciente de su papel y la narración cambia de historias centradas en intriga o terror al principio de un «camino del héroe» más tradicional.
A lo largo de las dos temporadas que tenemos, podemos decir queCarnivàle es una obra producto de numerosas influencias y que, posiblemente, es la primera serie de gran presupuesto que trata de imponer su propia identidad visual y mitológica a los espectadores. El único referente parecido esTwin Peaks, de David Lynch, otra serie capaz de presentar toda una imaginería capaz de atrapar al telespectador con referencias crípticas. Sin embargo, la contención del proyecto de Lynch (comparado con el de Knauf) le permitió salir mejor parado de la experiencia.
¿Sería posible hoy una serie comoCarnivàle? Se me antoja difícil. Pese al éxito de series comoJuego de tronos, hay una diferencia clara en cuanto al ritmo y la información que se le da al espectador. Hoy en día se analiza episodio a episodio y es normal dar giros de timón de una temporada a otra. Un proyecto fijo y cerrado comoCarnivàle no pasaría del primer episodio, al menos con el presupuesto que necesitaba.
Knauf se ha mostrado a favor de dar un final a la serie, pero desde otro medio. Ha hablado en varias ocasiones de sacar una continuación en cómic —también ha realizado guiones para Marvel—, pero por el momento la HBO mantiene cerrado el grifo de los derechos. No sería la primera vez que una serie cancelada tiene su continuación de este modo: dos de las creaciones de Joss Wheddon,Buffy cazavampiros yÁngel, continuaron varias temporadas más con guiones ocasionales del propio autor. ¿Será posible un cómic deCarnivàle en el futuro? Sería todo un acierto, ya que la concepción visual de la serie y la complejidad de sus personajes encajarían a la perfección en las estructuras clásicas del tebeo.
Escritor español, Alfredo Álamo es conocido tanto por sus relatos como por sus obras dedicadas al minicuento, la novela y también la poesía. Álamo ha participado en numerosas antologías, normalmente dedicadas al género fantástico. Ganador de premios Ignotus en Poesía y Relato, es especialmente destacada su labor como guionista en el webcomicLa legión del espacio, también galardonado con varios premios. En 2010 publicó la antología de microcuentosLunarias y en el mismo año vio la luz el poemarioEl necrófago galante y otros poemas de amor. Varios de sus relatos han sido traducidos al francés. En 2011, Álamo publicó dos novelas,Mañana será tierra, una historia de terror situada en la II Guerra Mundial, yKobold, dentro del subgénero de Espada y Brujería. En 2014 publicóTormenta, su primera novela para jóvenes adultos, y en 2015 su segunda antología de ficción mínimaPequeño bestiario de la ciudad adormecida.
House: todo el mundo miente
César Mallorquí
Fue un caso de amor a primera vista.
La conocí en un tráiler promocional, una breve escena en la que un médico cojo y deslenguado entra en la sala de espera donde aguardan sus pacientes y, en apenas un minuto, adivina las supuestas dolencias de cada uno de ellos (básicamente nimiedades). Acto seguido, derrochando ironía y sarcasmo, soluciona sus problemas; todo muy rápido porque tiene prisa por acabar. Me bastó con ver esa secuencia para saber que esa serie era mi serie.
Así fue mi primer contacto conHouse, quizá la serie de TV en abierto más subversiva jamás emitida.
Pero comencemos por el principio. Los creadores deHouse —David Shore y Bryan Singer, entre otros— se propusieron desarrollar una serie basada en un médico genial especializado en diagnosticar enfermedades misteriosas, una especie de Sherlock Holmes de la medicina. De hecho, la vocaciónholmesiana de la serie queda patente en las muchas similitudes que existen entre ambas ficciones. Los apellidos «Holmes» y «House» son parecidos. El mejor amigo de Holmes se llama John Watson, y el de House, James Wilson. House vive en el apartamento 221B, el mismo número de Baker Street donde vive Holmes. Holmes toca el violín; House, el piano. Holmes se droga con cocaína y morfina; House, con Vicodin, un opiáceo. Las similitudes son múltiples, pero afortunadamente no pasan de lo anecdótico.
¿Hasta qué punto un personaje de ficción puede ser cambiado y seguir siendo el mismo personaje? Yo diría que hasta que se modifique alguno de sus rasgos fundamentales, y uno de los atributos básicos de Sherlock Holmes es la frialdad casi inhumana. Pero House es en el fondo pasional, así que no se trata de un mero pastiche de Holmes, sino de un personaje con entidad propia. Afortunadamente, repito, porque el eje y la razón de ser de la serie es Gregory House M. D.
Y aquí es donde aparece el británico Hugh Laurie. Cuentan que cuando los productores vieron su audición, supieron instantáneamente que era el actor perfecto para interpretar al protagonista de la serie. No se equivocaban; pocas veces se ha dado una comunión tan absoluta entre un actor y el papel que interpreta. Greg House es Hugh Laurie, y me temo que Laurie es, y siempre será, Greg House. No es la primera vez que esa simbiosis se produce; en TV encontramos otros ejemplos: Patrick Macnee/John Steed (Los Vengadores), Peter Falk/Colombo o James Gandolfini/Tony Soprano. Pero creo que la identificación entre actor y personaje jamás ha llegado tan lejos como en este caso. Es como si Laurie hubiese estado incompleto hasta encontrar a House; y prueba de ello es que si repasamos los films donde ha intervenido, comprobaremos que pasa totalmente inadvertido (¿alguien recuerda que fue el coprotagonista deStuart Little?). Sin embargo, basta con que House entre en escena para que toda nuestra atención se centre en él.
Una confesión: jamás me han gustado las series de médicos. Nunca he seguidoCentro médico, niUrgencias, niHospital Central, niAnatomía de Grey, y por una razón muy sencilla: las agujas, las sondas y los escalpelos me dan grima, no soporto los hospitales. Entonces, ¿por qué me entusiasmaHouse? Pues porque, en mi opinión,House no es una serie de médicos. Lo parece; superficialmente lo es, sin duda, pero en el fondo se trata de otra cosa, incluso de todo lo contrario.
De hecho, el principal argumento de sus detractores es la naturaleza repetitiva de la serie: llega al hospital un paciente aquejado de alguna misteriosa enfermedad; House y su equipo se reúnen y, tras unos cuantos diagnósticos erróneos, cuando el paciente está a punto de morir, House tiene un rapto de inspiración, descubre el origen de la enfermedad y le cura. Ciertamente, así ocurre en la mayor parte de los episodios; pero quedarse ahí es arañar la superficie, porque ese esquema no es más que el lienzo en blanco donde se desarrolla la auténtica narración. ¿Y cuál es el verdadero relato?
Aunque sea sobradamente conocido, hablemos un poco de Gregory House. Se trata de un hombre de mediana edad, extremadamente inteligente y culto, un genio de la medicina. Es prepotente, misántropo, sarcástico, radicalmente racional, cínico, políticamente incorrecto, escéptico, excéntrico, egoísta y caprichoso; posee un ácido sentido del humor; es alérgico, no ya al sentimentalismo, sino a los meros sentimientos, y contempla a la humanidad con ojos de entomólogo, pero de un entomólogo al que no le gustaran los insectos. Un accidente le provocó un infarto muscular en la pierna derecha, lo que le causa dolor crónico (que combate con generosas dosis de Vicodin) y le obliga a caminar con bastón. Cabría pensar que ésa es la causa de su áspero carácter, pero su ex-esposa —Stacy Warner, interpretada por Sela Ward— lo desmiente: «Greg ya era así antes del accidente».
Bien, ése es el personaje. ¿Un arquetipo?; puede, pero complejo en cualquier caso. No obstante, aún falta algo, la esencia de su filosofía, una simple frase que dio título al episodio piloto y constituye el leitmotiv de la serie: «Todo el mundo miente». Los pacientes mienten, los médicos mienten, la enfermedad miente. Y ahí reside la obsesión de House, su razón de ser: apartar los velos de la mentira y dejar la verdad al descubierto. House no se dedica en cuerpo y alma a la medicina para salvar vidas, sino como desafío intelectual. No le interesan los pacientes como seres humanos, sino como problemas abstractos; por eso procura no verlos. Como él mismo dice: «¿Preferiría un médico que le coja la mano mientras se muere o uno que le ignore mientras mejora? Aunque yo creo que lo peor sería uno que te ignore mientras te mueres».
Pero la fidelidad de House a la verdad no se limita al ejercicio de la medicina, sino que abarca por completo su visión del mundo, de la gente y de sí mismo. House rechaza cualquier versión «buenista» de la realidad, no acepta los convencionalismos, ni los eufemismos, ni las mentiras piadosas, ni la moral estándar. No cree que los seres humanos son buenos, ni malos, sino egoístas, mentirosos y con frecuencia idiotas. House contempla el mundo con absoluta crudeza y lo que ve no le gusta; pero en vez de convertirlo en un drama, opta por la comedia, transformándolo todo en un juego intelectual, a veces surrealista, en el que él, a su manera, siempre gana.
¿Quiere eso decir que House nunca miente? En absoluto, lo hace con frecuencia, porque como él mismo le espeta a la Dra. Cuddy: «¿Sabes por qué miente la gente? ¡Porque funciona!». Es decir, House emplea la mentira de forma utilitarista, para conseguir algo, y una vez conseguido no tiene el menor reparo en confesar el engaño. De hecho, disfruta haciéndolo; es parte del juego.
Supongo que a estas alturas habrá quedado claro que, en esta serie, el dios absoluto es House. Los demás pueden admirarle, u odiarle, o amarle, o despreciarle, o intentar ignorarle, pueden hacer lo que sea, pero siempre en función de House. Dicho de otra forma:House (serie) es absolutamente House (personaje).
Aunque hay secundarios, por supuesto. El equipo de médicos que trabajan con y para House estaba compuesto inicialmente por el doctor Foreman (Omar Epps), el doctor Chase (Jesse Spencer) y la preciosa doctora Cameron (Jennifer Morrison). Más tarde, a partir de la cuarta temporada, se añadirán otros nombres, como el doctor Kutner (Kal Penn), el doctor Taub (Peter Jacobson) o la aún más preciosa doctora Hadley, también llamada Trece (Olivia Wilde). Todos estos personajes se relacionan entre sí, tienen sus propias historias, trabajan y viven sus vidas. Pero siempre, siempre, contemplados desde la óptica de House. Y esto supone una diferencia radical.
¿De qué van las series de médicos? Dejando aparte lassitcoms, se centran en los sentimientos humanos: en los buenos sentimientos con, por lo general, un elevado tono dramático. Tratan sobre las tragedias de los pacientes y sus familiares, sobre la heroica dedicación de los médicos, y sobre las relaciones entre el personal hospitalario, sus afectos, rencillas y amoríos. Pues bien, todo eso está enHouse; pero, y es un pero importante, siempre pasado por el tamiz de su protagonista.
En la serie se exponen todos los tópicos del género, pero diseccionados por el ácido escalpelo de House; es decir, despojados de todo rastro de sentimentalismo y melodrama, y reinterpretados desde un punto de vista racional, escéptico y sarcástico. A lo largo de la serie, y cito de memoria, House ha cuestionado el amor romántico, la religión, las ONG’s, la paternidad, las minorías étnicas, la familia, el estamento médico, la fidelidad marital, el amor maternal, la abnegación, el prestigio social, la caridad, la política, la solidaridad... No hay asunto, por sagrado que sea (a decir verdad, cuanto más sagrado mejor), que House no esté dispuesto a pasar por su trituradora.
En este sentido,House no es una serie de médicos, sino todo lo contrario: una anti-serie de médicos. El irónico reverso de los estereotipos del género.
He dejado para el final a los dos únicos personajes secundarios que tienen auténtica relevancia: Lisa Cuddy —interpretada por la estupenda Lisa Edelstein—, directora del hospital, y James Wilson —a cargo del entrañable Robert Sean Leonard—, oncólogo y mejor (¿único?) amigo de House. La doctora Cuddy es la única persona capaz de controlar mínimamente a House, y la razón de que no le hayan despedido hace mucho tiempo. Entre ambos existe una peculiar «tensión sexual no resuelta», que acabará resolviéndose en la séptima temporada. Por ella, House intentará convertirse en un hombre «normal»; huelga decir que no lo consigue. En cuanto al doctor Wilson, uno no puede evitar preguntarse por qué es amigo de House. Pero es que Wilson es un buenazo; contra toda evidencia, está convencido de que detrás de la áspera fachada de su amigo hay un ser humano con sentimientos normales. Y, como se demuestra en el episodio final de la serie, estaba en lo cierto: House tiene sentimientos, aunque, como no podía ser de otra manera, nada convencionales, sobre todo en su modo de expresarlos.
En realidad, Cuddy y Wilson representan todos los tópicos de las series de médicos, y sólo les redime —les singulariza— su relación con House. Ellos serían, por así decirlo, los abogados defensores de la causa humana, mientras que House adoptaría el papel de fiscal. Y es que, en definitiva, ése es el auténtico tema central deHouse; no médicos y pacientes, sino la condición humana, nuestras miserias, mezquindades y mentiras contempladas desde la descarnada óptica de un irónicooutsider. Todo el mundo miente; ése es el lema, no lo olvidemos.
Un momento, ¿no serán demasiado abstractas estas reflexiones?; a fin de cuentas, estamos hablando de TV, de cultura popular. Es cierto, aunque no veo por qué un producto comercial no puede tener cierta profundidad. Pero, en efecto, los espectadores no buscábamos en la serie un tratado filosófico. Buscábamos los «momentos House»; porque, por mediocre que fuese el capítulo que estábamos viendo, teníamos la certeza de que al menos habría uno de esos momentos para alegrarnos la vida.
Los «momentos House» se producen cuando, en mitad de una situación dramática y conmovedora, House abre la boca y suelta una atrocidad. Pero no una atrocidad gratuita, sino una salvajada que, por monstruosa que parezca, cuando reflexionamos un poco advertimos que es, si no la Verdad con mayúsculas, sí al menos una versión sólida y coherente de la verdad. Son esos momentos, que descolocan tanto al resto de los personajes como al espectador, lo que nos fascina. Terrorismo verbal, por así decirlo. Lo cierto es que resulta de lo más tonificante ver cómo, ante la afilada lengua de House, caen los tópicos y se desploman los estereotipos. Lo políticamente correcto no tiene cabida aquí; y, si la tiene, sólo es para que el protagonista proceda a demolerlo.
No obstante, dudo que ésa sea la principal causa de la extraordinaria popularidad que tuvo la serie. Como hemos dicho y repetido,House es 100% House, así que en última instancia la clave de su éxito reside en el personaje. ¿Y qué es House? Una fantasía; de hecho, aunque no lo parezca, una «fantasía de poder».
Echémosle un vistazo a nuestras propias vidas. ¿Cuántas veces hemos tenido que agachar la cabeza ante un jefe (o funcionario, o profesor, o la figura autoritaria que sea) imbécil y/o arbitrario? ¿Cuántas veces hemos tenido que aguantar, por educación, a un pesado? ¿Cuántas veces nos hemos visto obligados a realizar tareas ingratas? ¿Cuántas veces las convenciones sociales nos han hecho cerrar la boca? ¿Cuántas veces tenemos que fingir algo distinto a lo que de verdad somos? Carecemos de libertad, estamos atados por cadenas invisibles, así que sublimamos nuestras frustraciones mediante fantasías.
De ahí surge James Bond, el macho-alfa, guapo, listo, fuerte, audaz y habilidoso que siempre sale triunfante, tanto en la guerra como el amor. Quizá ésta sea la fantasía de poder más primaria y cuenta con multitud de ejemplos, desde Aquiles hasta Superman, pasando por Lanzarote del Lago, Allan Quatermain o Indiana Jones. Todos esos héroes triunfan dentro del contexto del sistema, son sus paladines. Y por eso nos fascinan, porque fantaseamos poniéndonos en su lugar y sintiéndonos poderosos y admirados. Así, cuando Bond acaba con el Dr. No, en realidad somos nosotros propinándole una paliza al jefe insufrible o al funcionario despótico.
Pero ésa no es la única opción. También está el héroe que tiene el valor de salirse del sistema, de rechazar las normas y los convencionalismos, y no dejarse intimidar por los poderosos. Es decir, el antihéroe. Puede que esta clase de personajes no triunfe siempre, y desde luego nunca del todo (por eso son una fantasía menos popular que la anterior), pero jamás se rinden, nunca dan su brazo a torcer, son absolutamente íntegros. Hay menos ejemplos, pero significativos (sobre todo porque, salvo el primero, todos los nombres que voy a citar son arquetipos modernos): El Quijote, John Constantine, Tyrion Lannister, Jack Sparrow, Rorschach o Philip Marlowe.
Lo cierto es que son perdedores; pero perdedores con estilo, por así decirlo. En realidad, sus fracasos son éxitos, porque magnifican su valentía y honestidad. Ellos, a diferencia de nosotros, lo intentan, aunque no lo consigan, y logran salir más o menos íntegros del desastre; son los héroes románticos por excelencia, héroes que luchan por lo imposible y a quienes probablemente aguarda un destino trágico. Son personajes que se atreven a aceptar la verdad, por dura que sea, y a ser consecuentes con ella. Por eso los incorporamos a nuestras fantasías, para imaginar que un día vamos a la oficina y le decimos al jefe exactamente lo que pensamos de él. Nos despedirá, por supuesto, pero el triunfo moral será nuestro (luego vendrán los problemas del desempleo, aunque eso no importa; estamos hablando de una fantasía).
Huelga decir que House pertenece a esa segunda clase de personajes. Con una salvedad: House es un genio de la medicina, el hombre que puede salvar tu vida o la de tus seres queridos. Teniendo esto en cuenta, fácilmente puedes pasar por alto que es insoportable. De hecho, a eso se debe que House sea una fantasía de poder, pues su talento le hace prácticamente invulnerable y le permite el lujo de ser como es. Está fuera del sistema, pero el sistema no pude prescindir de él. Le necesita.
House es el personaje que se burla abiertamente de la autoridad, el que pone en su lugar a los pesados, el que nunca hace lo que no le apetece, salvo que quiera obtener algo a cambio, el que siempre dice lo que piensa sin importar las consecuencias, el que nunca deja de ser él sin necesidad de fingir nada. No es extraño, por tanto, que fantaseemos con ser House. Luego está su cojera, su dolor crónico, su adicción y su soledad, nada de lo cual nos gustaría experimentar; pero forma parte del aura romántica del personaje y, además, ya hemos dejado claro que se trata de una fantasía.
Por último, hay que contar con el atractivo erótico del actor/personaje. La verdad es que antes de la serie, nadie habría considerado a Hugh Laurie unsex symbol, ni siquiera un galán; pero ya hemos dicho que el actor estaba incompleto hasta encontrar a su personaje. House/Laurie le gusta a las mujeres porque tiene ese aire de chico malo que tan atractivo resulta, y cierta aura trágica de lo más romántica (aunque luego el personaje no lo sea en absoluto). Además, toca la guitarra y el piano. He oído a mujeres muy jóvenes comentar el atractivo de House, lo cual no deja de tener mérito, porque Laurie tenía 45 años cuando comenzó la serie y 53 al concluir. En cuanto a los hombres, también les gusta House/Laurie, porque es un perfecto arquetipo de la virilidad. House es rudo, incluso brutal, le gusta el sexo pero desconfía del amor, trata igual de mal a los hombres y a las mujeres, rechaza cualquier forma de compromiso (salvo el intelectual), bebe, se acuesta con putas, es aficionado al deporte y a las carreras demonster trucks, y conquista corazones. ¿Se puede ser más masculino sin tener un doble cero en la licencia?
Pero, con independencia de todas estas consideraciones,House es un producto audiovisual, así que como tal hay que juzgarlo. En este sentido, la serie no destaca especialmente por su realización; salvo excepciones (contó con muchos realizadores, incluyendo a Bryan Singer, que dirigió los episodios 1 y 3), se trata de un producto correcto y eficaz, tan sólido técnicamente como suelen serlo las producciones estadounidenses. Su principal rasgo de estilo (lo vemos incluso en la cabecera) son los largostravellings consteadicam siguiendo la conversación de los personajes mientras caminan, lo que permite dar cierto dinamismo a un escenario tan limitado como un hospital. No obstante, este recurso tampoco es original, pues ya se había usado previamente en series comoEl ala oeste de la Casa Blanca oUrgencias.
Sin embargo, algunos episodios de House han ido mucho más lejos, convirtiéndose en obras maestras de la TV. En concreto, voy a referirme a dos: «Tres historias» (primera temporada, episodio 21), escrito por David Shore y dirigido por Paris Barclay, y «La cabeza de House» (cuarta temporada, episodio 15), escrito por Peter Blake, David Foster, Russel Friend, Garrett Lerner y Doris Egan, y dirigido por Greg Yaitanes.
En «Tres historias», House se ve obligado a dar una charla a un grupo de estudiantes de medicina, así que cuenta tres casos distintos en los que los pacientes tenían problemas en alguna de sus piernas. Pero, conforme avanza la exposición, las historias van entremezclándose, hasta el punto de que los pacientes se intercambian. Uno de ellos se repite constantemente, porque es Carmen Electra y, como dice House, está muy buena y prefiere hablar de ella (o, mejor dicho, con ella delante). Pero, en realidad, esas historias ocultan que nuestro ácido doctor está hablando de su propio caso clínico. Este episodio, que ganó un Emmy, es uno de los más brillantes y complejos ejercicios narrativos jamás vistos en TV.
«La cabeza de House» (primera parte de un episodio doble que va seguido por «El corazón de Wilson») cuenta cómo House, tras una fenomenal borrachera y un accidente de autobús, recuerda vagamente que alguien va a morir. Para intentar averiguar quién es esa persona, House se somete a una serie de técnicas con el objetivo de adentrarse en su subconsciente. En este episodio, House dialoga con sus fantasías, recuerdos y alucinaciones de una forma que recuerda, en cierto modo, al8½ de Fellini.
En mi opinión, estos dos capítulos son las más elevadas cumbres de la serie, pero no las únicas. Sin duda, tras 177 episodios los ha habido mejores y peores, pero la nota media es de notable y cada temporada nos ha ofrecido al menos un par de matrículas de honor. Esa ya es una buena razón para verHouse.
Pero hay más. Al principio de este artículo, decía queHouse quizá sea la serie de TV en abierto más subversiva jamás emitida. Lo es por lo atípico de su protagonista y por todas las cuestiones políticamente incorrectas que plantea. Pero sobre todo lo es por su sistemático proceso de demolición de todos los tópicos de uno de los géneros —el drama hospitalario— más populares del medio.
Y una última razón. House es un personaje en el filo de la navaja; si pierde el equilibrio, puede convertirse en un ser sencillamente monstruoso. Para evitarlo, la tentación de otorgarle cierta humanidad convencional, o al menos hacerle dudar de sus convicciones, debió de ser grande. Afortunadamente, nunca ocurrió; los responsables de la serie jamás traicionaron a su personaje. House es House desde el primer capítulo hasta el último.
Aun así, es precisamente en ese último capítulo donde House demuestra por primera vez hasta qué punto es en el fondo un ser humano con verdaderos sentimientos. Lo hace al abandonarlo todo, incluso su propia identidad, por un amigo. Pero lo hace siendo fiel a sí mismo, sin melodrama, con humor e ironía, convirtiendo la tragedia en una fiesta.
Lo hace al estilo House, que es el estilo que nos gusta.
CÉSAR MALLORQUÍ DEL CORRAL (Barcelona, 1953). Hijo del célebre escritor José Mallorquí, creador de El Coyote. Estudió Periodismo en la UCM. Fue colaborador en publicaciones como La Codorniz y guionista de radio (cadena SER). Trabajó como redactor y como director creativo en varias agencias multinacionales de publicidad. Hasta el momento ha publicado veintidós libros y ha recibido numerosos premios, como el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil porLa isla de Bowen (2012). Sus novelas más premiadas han sidoEl coleccionista de sellos(1996),El último trabajo del Señor Luna (1997),La cruz de El Dorado(1999),La catedral (2000) yLas lágrimas de Shiva (2002).
House of Cards:
el principado de los Underwood
Giselle García Hípola
Los antecedentes más remotos deHouse of Cards los encontramos con la primera adaptación de la novela de Michael Dobbs que da vida a la breve, con solo cuatro capítulos, pero apasionante serie emitida por la BBC en 1990. Esta magnífica versión de la obra de Dobbs presenta la dinámica parlamentaria británica a la perfección, así como las cloacas de la política del Reino Unido.
En la actualidadHouse of Cards, lejos de Westmister, tiene como escenarioWashington DC y en este caso esla política norteamericana la que centra la trama y se expone de brillante manera. En este sentido, la temática no es novedosa puesto que dicha cuestión ya había quedado bien resuelta años atrás y dejando el listón muy alto con una serie de culto como esThe West Wing(1999-2006). También la muy recomendable y actualScandal (desde 2012) nos muestra los entresijos de la política en Estados Unidos, aunque en este caso centrándose aún más en las aguas fecales de la Casa Blanca.
Es por tanto que lo novedoso de la serie, además de su enfoque, resulta su presentación a través de Internet y con la temporada al completo en un intento de responder a las nuevas demandas de los seriéfilos, estrenando su primera temporada en febrero de 2013 y un año después la segunda en este mismo formato. La magnifica interpretación de Kevin Spacey (Frank Underwood), presentado como un hombre ambicioso y capaz de todo para llevar a cabo sus planes, genera cierta complicidad al «romper la cuarta pared» hablándole directamente al espectador, lo que provoca un inmediato vínculo entre ambos. Quizá por elloHouse of Cards cuenta con millones de seguidores en todo el mundo entre los que se encuentra el propio Obama, según manifestó en su cuenta deTwitter.
Lo mejor deHouse of Cards es que es una serie trasversal en el sentido de que puede verse de manera superficial centrándonos en tramas personales y laborales donde el sexo, las drogas, la corrupción y el chantaje están muy presentes o podemos ver más allá y atender a aspectos de gran trasfondo filosófico-político.
En este sentido, parece inevitable pensar que el argumento general de la serie se sustenta en Maquiavelo y no cabe duda de que su obra de referencia escrita en 1513,El Príncipe