Zodíaco - Franz Cumont - E-Book

Zodíaco E-Book

Franz Cumont

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Beschreibung

La sabiduría astrológica tiene orígenes más antiguos que la propia civilización occidental, y nuestros signos del zodíaco son en su mayoría los que los sacerdotes astronómicos de Babilonia señalaron en la bóveda del firmamento. Reconstruir su historia milenaria y descubrir cómo las divisiones del cielo, la denominación de los planetas y la composición de las constelaciones se fueron cargando de significado —de Persia a Egipto y, desde allí, al mundo grecorromano— es la única manera de entender su profundo significado. Para explorar tan apasionante camino, tal vez no haya guía más experto y auto­rizado que Franz Cumont, quien, a través de calendarios, relojes de sol, horóscopos y una fascinante red de fuentes originales, logra conducir al lector, con una delicadeza historiográfica y una pasión poco comunes, por la historia de las transformaciones de los doce signos en un extraordinario intento de vincular lo humano y lo no humano, lo visible y lo invisible, el Yo y el Todo. Proyecto financiado por la Dirección General del Libro y Fomento de la Lectura, Ministerio de Cultura y Deporte. Proyecto financiado por la Unión Europea-Next Generation EU

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Seitenzahl: 120

Veröffentlichungsjahr: 2023

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Edición en formato digital: enero de 2023

Título original: Zodiacus

© De la traducción, Lorenzo Luengo

Diseño gráfico: Gloria Gauger

© Ediciones Siruela, S. A., 2023

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Ediciones Siruela, S. A.

c/ Almagro 25, ppal. dcha.

www.siruela.com

ISBN: 978-84-19553-34-8

Conversión a formato digital: María Belloso

Índice

Orígenes

I Difusión del zodíaco

Egipto

La esfera bárbara

Transmisión a los pueblos asiáticos

Grecia

Roma

II Las representaciones del zodíaco

Monumentos astronómicos

Monumentos astrológicos

Los calendarios, los doce meses y los doce dioses

Monumentos religiosos

El zodíaco y la magia

Los zodíacos decorativos

El zodíaco en la época cristiana

III Tipo, características e influencia de los doce signos

Bibliografía

El zodíaco es la zona de la esfera celeste donde parecen moverse los planetas que conocían los ancestros y que se extendía por seis grados1 —en realidad más de siete— de cada lado de la eclíptica, la trayectoria del Sol. Esta banda oblicua (λόξος, κύκλος), es decir, inclinada respecto al ecuador, se divide en doce partes iguales o dodecatemorias (δωδεκατημόρια), cada una de las cuales corresponde aproximadamente a una constelación, y es a esos doce signos, signa o ξώδια, a que debe su nombre el zodíaco (ξωδιακός κύκλος, signifer orbis, zodiacus)2. Dado que los astrónomos situaban el comienzo del año en el equinoccio de primavera, en Aries, este fue universalmente considerado el primero de los doce signos, que son:

 Aries (Κριός, Aries),  Tauro (Ταΰρος, Taurus),  Géminis (Δίδυμοι, Gemini),  Cáncer (Καρκίυος, Cancer),  Leo (Λέων, Leo),  Virgo (Παρθένος, Virgo),  Libra (Ζυγός, Libra),  Escorpio (Σκόρπιος, Scorpio),  Sagitario (Τοξότης, Sagittarius),  Capricornio (Αίγόκερως, Capricornus),  Acuario (Ύδροχόος, Aquarius),  Piscis (Ίχθύες, Pisces).3 Sus nombres han sido reunidos en dos versos mnemónicos4:

Sunt Aries, Taurus, Gemini, Cancer, Leo, Virgo,

Libra, Scorpius, Arcitenens, Caper, Amphora, Piscis.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1Manilio, Astronomica, I, 680: «Se extiende trescientos sesenta grados en longitud y doce en anchura, en la que encierra los planetas de variadas órbitas». [trad. Francisco Calero y María José Echarte, Barcelona, Gredos, 2002].

2Lucrecio, De rerum natura, V, 690; Cicerón, De divinatione, II, 42, 89: signifero in orbe qui graece ζωδιακός dicitur; Cicerón, Carmina Aratea, 317. Véase también circulus zodiacus o signifer (Gelio, Noctes Atticae, XIII, 9, 6; Apuleyo, Metamorphoseon, XI, 26), signorum circulus (Manilio, Astronomica, III, 225, etc., cf. Thesaurus linguae latinae, s. v. «Circulus», col. 1109, 55); Balteus stellatus, cf. supra, p. 17 e infra, n. 174. El griego también dice ζωδίωνκύκλος (Arato, Phaenomena, 544: «a este círculo le dan el sobrenombre de zodíaco» [trad. Esteban Calderón Dorda, Barcelona, Gredos, 1993] así como ζωοφόροςκύκλος a resultas de una falsa etimología estoica, que veía en ello el círculo de la vida, ζωή (Bouché-Leclercq, L’Astrologie grecque, p. 125, n. 2; 408, n. 3; Maass, Die Tagesgötter, 1902, p. 122-ss). Ζώδιον, al igual que στοιχέίον, designa toda constelación, independientemente de que pueda formar parte del zodíaco (Maass, loc. cit.); parece tratarse de una traducción del caldeo y sirio dmû, dmûthâ: «forma, figura, asterismo.»

3Los signos gráficos , etcétera, que todavía hoy usamos para las constelaciones del zodíaco, ya se empleaban en los papiros y se remontan al menos a la época helena.

4Estos versos tan frecuentemente citados no son, sin embargo, antiguos; cf. Ausonii Opuscula, p. 413 en la edición (7ª) de Rudolph Peiper (Leipzig, 1886).

Orígenes

Cuando la expedición de Bonaparte en Egipto brinda el descubrimiento, en los templos del Valle del Nilo, concretamente en Esna y Dendera, de varias representaciones zodiacales acompañadas de unas figuras enigmáticas, en un principio se atribuyó a estos bajorrelieves una antigüedad fabulosa, que los situaba a 15.000 o 17.000 años antes de nuestra era5. En 1821, el zodíaco de Dendera, considerado el monumento más venerable de la astronomía de los ancestros, fue trasladado a París. Pero, tras una célebre controversia, la crítica de Letronne despojó a estos zodíacos egipcios del falso prestigio del que habían sido revestidos y demostró, al mismo tiempo que su carácter astrológico, su fecha tardía, que en ninguno de los casos es anterior a la época romana6. «Lejos de albergar», concluía Letronne, «como así se había prometido, el secreto de una ciencia perfeccionada mucho antes del diluvio, lo cierto es que dichas representaciones no son más que la expresión de absurdas ensoñaciones y la prueba viviente de una de las debilidades que más han deshonrado el espíritu humano.»

Hoy está demostrado que el origen del zodíaco no debe buscarse en Egipto sino en Babilonia. Entre las figuras que este país grabó sobre las estelas (kudurru), cuya fecha se remonta al siglo XIV antes de nuestra era, se han identificado con total certeza las de Escorpio, Sagitario (fig. 14, p. 82), Piscis, Capricornio, Virgo, mientras que algunos otros signos —Aries, Leo, Acuario, Géminis—, han sido reconocidos en estas estelas o en las joyas procedentes de Mesopotamia con suficiente verosimilitud7. Los monstruos dimórficos que todavía aparecen en nuestros mapas celestes, como Capricornio, mitad cabra mitad pez, o Sagitario, un centauro que tira al arco, son, pues, productos de la imaginación oriental, que creyó verlos, junto con las imágenes de los dioses o de los animales sagrados, en los intrincados dibujos que forman las estrellas en la cúpula del firmamento. Otros asterismos, como Ophiuchus, el hombre que agarra una serpiente, se encuentran en los kudurru al lado de los del zodíaco, pero la astrología dio a estos últimos una importancia especial debido a que los planetas transitaban por ellos. En efecto, entre los numerosos presagios que se desprendían del aspecto o de la posición de los astros, los proporcionados por el curso de los planetas en el seno de las constelaciones que atraviesan la eclíptica ya eran considerados especialmente significativos. Esto es lo que se desprende de numerosas observaciones anotadas sobra las tablillas de la biblioteca de Asurbanipal (siglo VII a. C.)8

Podemos, pues, dar por cierto que al menos la mayor parte de nuestros signos del zodíaco se corresponde con la que ya habían trazado en el cielo, en un período antiquísimo, los sacerdotes astrónomos de Babilonia. Menos sencillo resulta establecer la época en la que estos signos fueron relacionados con una división de la eclíptica en doce partes iguales de treinta grados, cada una de las cuales recorría el Sol en un mes9. Porque, como ya señalan los ancestros10, las doce casillas regulares así determinadas no coinciden más que de manera harto aproximada con los signos, de muy desiguales dimensiones, de los que toman sus nombres; pero —y esto es lo único que aquí nos importa— los caldeos (Χαλδαίοι), es decir, los astrónomos y astrólogos de las épocas persa y alejandrina, probablemente ya habían llegado a este sistema científico en el momento en que los griegos trabaron contacto con ellos11.

Los caldeos subdividían también el tiempo en ciclos de doce años, cada uno de los cuales se hallaba bajo el auspicio de un signo que le confería unas propiedades particulares. Nos informan de tales ciclos numerosas dodecatemorias caldeas, conservadas en griego, la más antigua de las cuales se remonta a la época de Augusto12. Por otra parte, ciertos textos astrológicos, como algunos fragmentos de Teucro el Babilonio, que parece haber vivido en el siglo I de nuestra era, sitúan la serie de doce horas (δωδεκκωρος) en relación con doce animales, cada uno de los cuales corresponde a un signo del zodíaco junto al cual se halla representado en el «planisferio de Bianchini» (fig. 6, p. 44)13. Todavía no hemos podido determinar a ciencia cierta si esta serie de animales, cuyo uso se difundió hasta el Turquestán, China y Japón, donde aún se emplea para señalar la cronología14, es de origen egipcio, como la presencia entre ellos del ibis y del cocodrilo haría suponer, o babilonio, como otros indicios, a mi entender, parecen demostrar. Pero podemos considerar suficientemente establecido que los caldeos habían ideado un amplio sistema de cronocratores15, que subordinaba a las doce constelaciones zodiacales no solamente las doce horas y los doce meses16 sino también series de doce años, tal vez incluso de doce siglos. Basta recordar cuál era la importancia que se daba a estas constelaciones en la vida práctica y en la religión astral. Es probable que los propios caldeos hubieran dividido la tierra conocida de su tiempo en doce regiones, y que cada una de ellas estuviera situada bajo la influencia de cada uno de los doce signos17. La más antigua de estas listas geográficas que conservamos en griego es bastante arcaica y se remonta verosímilmente a la época persa.18

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

5Joillois y Devilliers, en Description de l’Egypte. Antiquités, Mémoires (I, 1809); véase Dupuis, Mémoire explicatif du zodiaque (1806), y el apéndice a su Origine de tous les cultes, 3ª edición (1834).

6Letronne, Recherches pour servir à l’histoire de l’Egypte pendant la domination des Grecs et des Romains, París (1823), p. 450-ss, y Observartions critiques et archéologiques sur l’objet des représentations zodiacales qui nous restent de l’antiquité, París (1824). Biot, en «Mémoire sur le zodiaque circulaire de Denderah»(Mémoires de l’Institut Royale de France, Académie des Inscriptionset belles-lettres, vol. XVI, 2, p. 1-ss; 1846), trataba aún de situarlo en el siglo VIII a. C. Letronne no tarda en responderle con su Analyse critique des representations zodiacales de Denderah et d’Esnéh (ibid. p. 102-ss).

7Boll, Sphaera (1903), p. 197-ss; Jastrow, Die Religion Babyloniens (1912), II, p. 437-ss; Jeremias en Roscher, Lexikon der Mythologies, s. v. «Sterne», col. 1446-69 (interpretaciones a menudo dudosas). Para Libra, cf. supra, p. 9 e infra, n. 79.

8Jastrow, Die Religion Babyloniens, II, p. 679-ss.

9Este zodíaco solar parece haber sido el sucesor de un zodíaco lunar, compuesto por 27 o 28 casas, que podemos encontrar entre los árabes, los hindúes (supra, p. 8 e infra, n. 70) y los chinos; cf. Bouché-Leclercq, L’Astrologie grecque, p. 55-ss; Boll, Sphaera, p. 333, n. 2.

10Gémino, ΕἰσαγωγήεἰςτὰΦαινόμενα (Introducción a los fenómenos), 1, etc.

11El testimonio de los autores griegos no deja dudas: Sexto Empírico, Adversus astrologos, 5 (división en ζωδια, cada αώδιον en 30 μοϊραι, cada μοϊρα en 60 λεπτά); Diodoro Sículo, Βιβλιοθήκηἱστορική(Biblioteca histórica), II, 30, 7; Filón de Alejandría, De Abraham, 15, 70 (IV, p. 17 Cohn), etcétera. Esto ha sido confirmado por las tablillas cuneiformes, que demuestran que la división del cielo en 360 grados y doce signos se empleaba por lo menos desde el siglo VI; cf. Boll, Sphaera, p. 186, y supra, p. 8-ss.

12Dodecaeteris Chaldaica: Ceusorin, De die natali, 18, 6. Cf. Catalogus codicum astrologorum graecorum, vol. II, p. 139-ss; vol. III, p. 30; vol. V.1, p. 171, 241; y Boll, Sphaera, p. 329-ss; Heeg, Die angeblichen orphischen «Εργακαίήμέραι», 1907, p. 11-ss.

13Boll, Spahera, p. 295-ss, y T’oung Pao, XIII, 1912, p. 699-718.

14Chavannes, Le cycle des douze animaux, en T’oung Pao, VII, 1906, p. 51-122.

15Bouché-Leclercq, L’Astrologie grecque, p. 487-ss.

16Para la asociación de doce meses y doce divinidades en los signos del zodíaco, cf. supra, p. 14-ss.

17Jastrow, Die Religion Babyloniens, II, p. 506.

18Cumont, La plus ancienne géographie astrologique, en Klio, IX, 1909, p. 272-ss.

IDifusión del zodíaco

El zodíaco es, pues, una creación de los sacerdotes astrónomos de Babilonia; procedente de sus escuelas sacerdotales, siguió conservando de este primer origen un doble carácter científico y religioso, o, si así lo preferimos, supersticioso. Sirvió de base a las observaciones de los astrónomos, que anotaron la posición de los planetas valiéndose de estas doce casas, y a las predicciones de los astrólogos, para los cuales sus asterismos y los siete planetas eran las fuentes principales de las influencias que actuaban sobre la tierra. Al mismo tiempo fue objeto de culto en las religiones astrales, que divinizaron sus doce constelaciones. Aunque los sabios griegos tuvieron conocimiento de ello a partir del siglo VI, es solamente con la difusión de la astrología y de la astrolatría semíticas como el zodíaco llegó a popularizarse y verse multiplicado en los monumentos que lo representaban.

Sobre Siria, por encima de cualquier otra región, pesó el ascendiente del clero babilonio, y el paganismo semítico se transformó en una religión astral donde los Baales, antiguos señores de tribus y de ciudades, transmutados en dioses solares, dirigían el coro de las estrellas19. Ciertamente, desde el período helenístico tanto sus sacerdotes como sus fieles mostraron una férrea dedicación por la astrología caldea20, cuyo poder lo atestiguan numerosos monumentos. Especialmente característica es una tabilla de barro cocido, fechada en esta época, que fue exhumada de las ruinas de Gézer, en Palestina: dicha tablilla contiene reproducciones de varios signos del zodíaco, tal vez copiados de un kudurru, y el sello que sirvió para imprimirlos es, manifiestamente, de origen mesopotamio21. Si bien no es seguro que esos grupos de estrellas aparezcan nombrados en el Antiguo Testamento22, sabemos al menos que los fariseos, que no habían escapado al contagio astrológico, tradujeron su nombre al hebreo23, y el simbolismo de los exégetas helenizados pretendió ver en los doce panes de la proposición los emblemas de los asterismos del zodíaco y de los meses del año, así como en el candelabro de siete brazos los de los planetas y de los días de la semana24