100 años de periodismo en el Perú - María Mendoza Michilot - E-Book

100 años de periodismo en el Perú E-Book

María Mendoza Michilot

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Esta investigación es el registro de lo que la prensa escrita limeña y sus directivos y periodistas testimoniaron sobre los hechos que hicieron noticia en el Perú y el mundo entre 1900 y el 2000. En sus dos tomos, esta historia del periodismo intenta responder a interrogantes tan complejas como si este es plural o si sirve a determinados intereses políticos, o cuánto valora el interés público.

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100 años de periodismo en el Perú

María Mendoza Michilot

Colección Investigaciones

100 años de periodismo en el Perú (1900-1948)

Primera edición digital, marzo 2016

© Universidad de Lima

Fondo Editorial

Av. Manuel Olguín 125, Urb. Los Granados, Lima 33

Apartado postal 852, Lima 100, Perú

Teléfono: 437-6767, anexo 30131. Fax: 435-3396

[email protected]

www.ulima.edu.pe

Diseño, edición y carátula: Fondo Editorial de la Universidad de Lima

Imágenes de carátula e interiores: Biblioteca Nacional del Perú y El Comercio

Versión ebook 2016

Digitalizado y Distribuido por Saxo.com Peru S.A.C.

www.saxo.com/es

yopublico.saxo.com

Teléfono: 51-1-221-9998

Dirección: calle Dos de Mayo 534, Of. 304, Miraflores

Lima - Perú

Se prohíbe la reproducción total o parcial de este libro sin permiso expreso del Fondo Editorial

ISBN versión electrónica: 978-9972-45-322-9 (tomo I)

Índice

Prólogo. Historia de los medios de comunicación en el Perú: Siglo XX

Presentación

Introducción

Capítulo 1. Antecedentes del periodismo de masas

1. La variable política

1.1 El diseño de un modelo

1.2 Cuando la seguridad nacional está en riesgo

1.3 La lucha por la libertad de prensa

2. Nuevas y viejas adhesiones partidarias

2.1 Piérola y el periodismo

2.2 ¿Influencias extranjeras?

3. El avance de las comunicaciones

3.1 El servicio cablegráfico

3.2 Las primeras agencias de noticias

3.3 De la prensa manual a las rotativas

4. El hábito de leer periódicos

4.1 La extensión de la práctica publicitaria

4.2 Un mundo de imágenes

Capítulo 2. El periodismo y la República Aristocrática

1. La prensa de referencia

1.1 Las generaciones de la prensa de masas

1.2 Los primeros periódicos

2.El Comercio: Modernidad y tradición

2.1 El apoyo al civilismo

2.2 La noticia y los géneros periodísticos

2.3 La cobertura internacional

2.4 Circulación, publicidad, precio y formato

2.5 Para fidelizar la venta de ejemplares

3.La Prensa, un nuevo estilo

3.1 La noticia y la estructura redaccional

3.2 Un diario de opinión (la defensa demócrata)

3.3 Cambios en la línea editorial

3.4 La empresa periodística

4.La Crónica, diario ilustrado y popular

4.1 Los inicios

4.2 Compromisos partidarios

4.3 Chambi y los primeros reporteros gráficos

4.4 Otros tabloides

Capítulo 3. Prensa comprometida

1. Periodismo doctrinal y político

1.1 La prensa anarquista

1.2 La prensa anarcosindicalista

1.3 La prensa obrero-sindical

1.4 La prensa de partido

2. Periodismo doctrinal religioso

2.1El Bien Social

2.2La Unión

2.3La Nueva Unión

2.4La Tradición

Capítulo 4. La prensa y el oncenio de Augusto B. Leguía

1. Preámbulo

1.1 El caso de El Tiempo

1.2La Razón, una experiencia alternativa

2. El silenciamiento de la opinión pública

2.1 Asedios y atentados

2.2 La primera expropiación de un medio de comunicación

3. El potencial de las revistas

3.1 El modernismo y la crónica

3.2 El reinicio de la competencia fotográfica

3.3 Los caricaturistas

3.4 Las publicaciones representativas

3.5 Las revistas de Mariátegui

4. De la bonanza a la crisis

4.1 Innovaciones en los principales diarios

4.2 La competencia con los nuevos medios

4.3 Periódicos nuevos

Capítulo 5. El militarismo y la violencia

1. El periodismo y el contexto político-económico

1.1 Efectos de la crisis financiera mundial

1.2 Con el respaldo político de la prensa

1.3 Ajuste de cuentas a los medios

2. Los periódicos (otra vez) como órganos de proselitismo político

2.1 Los medios de la revancha

2.2 Diarios en campaña

3. El aprismo, Haya de la Torre y el periodismo

3.1 Prensa sancionada

3.2 “El Apra es comunista”

3.3 La guerra civil

3.4 Cuando el periodista es la noticia

4. La producción de Federico More

4.1El Hombre de la Calle

4.2Nuestro Diario

4.3Todo el Mundo

5. Los periódicos de las elecciones anuladas

5.1Ahora

5.2El Liberal

5.3El Universal

5.4 Los medios fascistas

6. Terremotos, censos y la coyuntura de la Segunda Guerra Mundial

6.1 Novedades en los grandes diarios

6.2 La carestía del papel

7. Medio siglo y la primavera democrática

7.1 Una deteriorada relación prensa-poder

7.2 El asesinato de Graña

Índice onomástico

ÍNDICE DE RECUADROS

Capítulo 1

1. Hacia la modernización

2. El debate sobre la esclavitud

3. Amarillismo del siglo XIX

4. El Partido Civil

5.El Peruano

6. La Coalición Nacional

7. Los primeros periodistas

8. La personalización de la política

9. Los diarios de provincias en el siglo XIX

10. Prensa y mujer

Capítulo 2

1. La comunidad política en el siglo XX

2. Amunátegui, Villota, Miró Quesada y Carranza

3. Una empresa familiar

4. La República Aristocrática

5. Los ‘bloquistas’

6. Los avances técnicos

7. Estilos periodísticos

8. Las campañas

9. Los cómics

10. Los viejos almanaques

11. El primer editorial

12. Entre dos siglos

13. Los primeros diarios de provincias en el siglo XX

14. Una competencia denodada

15. El aporte de las agencias de noticias

16. Elementos gráficos

17. Los primeros periodistas de La Prensa

18. Alberto Ulloa Cisneros

19.El Imparcial

20. El liberal

21. Yerovi y… Chocano

22. Fotoperiodismo: Manuel Moral y Vega

23. Notas cortas

24. ¿Cervezas o champagne?

25. Las imprentas de Lima

Capítulo 3

1. Ideología

2. El movimiento obrero

3. El anarquismo

4. Los trabajadores-periodistas

5. Más publicaciones

6. Librepensador e iconoclasta

7. El Partido Unión Nacional

8.El Tunante

9. Discurso anarquista

10. El sindicalismo apolítico y el anarcosindicalismo

11. Discurso anarcosindicalista

12. La visión anarquista de la democracia

13. Crisis del anarcosindicalismo

14. La Imprenta Proletaria

15. Las turbas de 1912

16. Discurso obrero-sindical

17. Discurso de la prensa de partido

18. Discurso de la prensa religiosa

Capítulo 4

1. La ‘república autocrática’

2. El oncenio de Leguía

3.El Perú y Excelsior

4. Más allá del incidente de la Rouskaya

5. Las etiquetas del periodismo

6. OAX

7. Racso

8. La cuestión con Chile

9. José Carlos Mariátegui

10. El asalto

11. El decreto expropiatorio

12. Línea editorial

13. Publicidad: Auge y crisis

14. La antesala del boom revisteril

15. El futuro de la caricatura en el Perú, según Julio Málaga Grenet

16. La trayectoria de los caricaturistas

17. Revistas para el gran público 1900-1930

18. Clemente Palma

19.Monos y Monadas

20. El conde Valdelomar

21. Clovis

22. El Partido Socialista

23. La consagración al Corazón de Jesús

24. Indigenismo

25. Leguía y el cine

26. El asesinato en el hotel Comercio

27. Vallejo

28. Periodismo cinematográfico

Capítulo 5

1. El tercer militarismo

2. El crac

3. ¿Por qué cayó Leguía?

4. Oportuno (y circunstancial) apoyo al régimen sanchezcerrista

5. Tres perspectivas sobre el Partido Comunista

6. En defensa de un régimen

7. Seis presidentes entre 1931 y 1933

8.La Tribuna y El Comercio

9. Leyes restrictivas 1930-1948

10. La polémica

11. Otros voceros apristas

12. Las disculpas del Apra

13. Federico More

14. Los años de Benavides

15. Los partidos sanchezcerristas

16. Fascismo, nacional-socialismo, totalitarismo

17. El primer gobierno de Prado

18. El centenario de la fotografía

19. Variables económicas y publicidad

20. Necesidades y usos del papel para periódico

21. Una democracia endeble

22. Bustamante

23.La Nación

Prólogo

Historia de los medios de comunicación en el Perú: Siglo XX

Ahora mismo, millones de peruanos están vinculados a un medio de comunicación mientras miran la televisión, escuchan radio, asisten a una sala de cine o leen un medio impreso. La información, el entretenimiento, la reflexión y la experiencia artística modelada al contacto con otras miradas, opiniones y formas de ver la vida y la cultura provienen de un trato colectivo con los medios de comunicación, que fue afianzándose hasta adquirir una importancia central en el curso del siglo XX.

En consideración a esa realidad, el equipo de investigadores responsable de este proyecto editorial, profesores de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima, se propuso elaborar, en el seno del Instituto de Investigación Científica de la Universidad de Lima (IDIC), una “Historia de los medios de comunicación en el Perú: Siglo XX”. Es decir, examinar el desarrollo del periodismo, la radio y los medios audiovisuales (cine y televisión) peruanos, así como del marco regulatorio expresado en la legislación dictada sobre la materia, a lo largo de la centuria anterior.

Uno de los impulsos para emprender el proyecto fue constatar la carencia de bibliografía sobre el tema. No se ha publicado ninguna historia general de los medios de comunicación en el Perú. Solo existen trabajos parciales sobre cada medio, algunos muy logrados. Ellos trazan horizontes del desarrollo de la radio, el cine y la televisión, describiendo etapas específicas u ofreciendo opiniones críticas y de enjuiciamiento a los “productos mediáticos”, sean películas o programas televisivos.

Creímos necesario, por eso, realizar una investigación basada en el acopio minucioso de datos ciertos y testimonios plurales, con el fin de aportar bases documentales que ayuden a ordenar la información dispersa y parcial sobre el tema tratado, sistematizando lo que se mantiene fragmentario y facilitando las investigaciones que, más adelante, amplíen y profundicen los estudios sobre los medios de comunicación en el país.

Sabemos que no existe una Gran Historia, única, total y abarcadora que examine hechos, motivos y consecuencias a partir de una clave interpretativa capaz de descifrar el sentido de todos los fenómenos y ocurrencias. Hay, en cambio, muchas historias y relatos que abordan los temas relevantes de una investigación desde horizontes y propósitos diversos. Este trabajo es una de esas historias, la primera que busca acercarse, en forma general, al asunto del desarrollo de los medios de comunicación en el Perú durante el siglo XX. En el futuro, otros estudiosos hallarán nuevas informaciones e intentarán otros abordajes, planteándose nuevas preguntas, las que dicte cada época, ofreciendo conclusiones a partir de las evidencias que no se hallaron aquí y ahora.

La investigación que ofrecemos es un acercamiento realizado por profesionales de la comunicación, no por historiadores profesionales. Nuestra intención y objetivo ha sido comprender el pasado de nuestros campos respectivos de trabajo para tener bases más firmes en el desarrollo de nuestra labor cotidiana como investigadores y profesores universitarios.

Una periodista, María Mendoza Michilot, trabaja el tema del periodismo diario durante el siglo pasado; Emilio Bustamante, comunicador interesado en el fenómeno de la radio popular y en la creación de ficciones para los medios de comunicación, aborda el pasado de la radio; el abogado José Perla Anaya ofrece su visión del marco legal y normativo que sirvió para propiciar la creación y canalizar el desarrollo y regulación de los medios; un abogado y crítico de cine, Ricardo Bedoya, se encarga de los medios audiovisuales. Cada autor eligió los datos relevantes de acuerdo con su propio derrotero de investigación. En casi todos los casos, este trabajo amplía, modifica o ratifica las investigaciones realizadas por cada uno de los autores en los campos de sus especialidades respectivas, publicadas en obras previas.

Abordamos esta investigación como un trabajo interdisciplinario. Cada uno de los tomos que la conforman tiene su propio diseño e identidad, y corresponde a la visión personal y la interpretación del autor que la suscribe, aun cuando el conjunto se gestó como una investigación propiciada por el IDIC.

Centrar la investigación en el siglo XX no ha impedido el análisis de datos relevantes de fechas anteriores. Es el caso del periodismo, cuyos antecedentes son básicos para entender el desarrollo que obtuvo en el período tratado. Lo mismo ocurre con el cine, aparecido en los años finales del siglo XIX, a los que se remonta la investigación. Solo la radio y la televisión nacieron y se asentaron en el siglo que estudiamos.

Sin imponer una rígida división o establecer una periodización fija y cerrada, los investigadores convinimos en la necesidad de organizar los períodos estudiados en cada capítulo teniendo en cuenta algunos hitos reconocibles en el desarrollo político del país. Así, la primera parte de los trabajos sobre la prensa, el cine y la legislación de los medios de comunicación remiten a la situación de fines del siglo XIX y se proyectan hasta el advenimiento del llamado Oncenio, o “Patria Nueva”, el período del segundo mandato de Augusto B. Leguía que, a su vez, constituye un segundo período de estudio. Es entonces que empieza la investigación sobre la radio, instalada en el Perú a mediados de las décadas de los años veinte. Una tercera etapa abarca desde los inicios de los años treinta, acabado el período de la “Patria Nueva”, hasta llegar a la interrupción del período democrático del presidente José Luis Bustamante y Rivero, lo que marcó el comienzo del gobierno de Manuel A. Odría. Una cuarta etapa comprende lo ocurrido en los años cincuenta —cuando empieza la televisión, en 1958—y sesenta hasta la irrupción del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada, presidido por el general Juan Velasco Alvarado, en su primera fase, entre 1968 y 1975, y por el general Francisco Morales Bermúdez, en su segunda fase, hasta 1980. Las dos últimas décadas del siglo conforman la quinta etapa de la investigación.

En algún caso, como el del cine, esta periodización se altera de algún modo debido a características propias del medio, que divide su existencia en dos épocas netas, el período silente y el sonoro. En lo relativo a la producción fílmica peruana, la periodización encuentra una demarcación adicional: la ley de promoción de la industria cinematográfica, dictada en 1972, hito que hay que considerar en la fijación de los períodos de la historia del cine en el Perú.

Estudiar el desarrollo de los medios de comunicación supone examinar las características y singularidad de sus productos, en cualquier género o formato, en soporte escrito o fílmico, de proyección mecánica o transmisión electrónica. Pero también requiere entender el marco general en que se produjeron: desde el encuadre legal y sus circunstancias políticas y económicas hasta el estado del equipamiento técnico empleado para su hechura, pasando por la identidad de las empresas que financiaron o elaboraron los diarios, películas, telenovelas, series televisivas y programas radiales en general, sin olvidar la identificación de los profesionales, creativos o técnicos que los imaginaron y diseñaron.

Aunque la investigación de cada medio señala sus propias formas de acceso y metodología, en aras de conseguir un trabajo de coherencia orgánica los investigadores participantes decidimos establecer algunas directivas de organización para emprender y desarrollar la labor de acopio de información y las tareas posteriores de explicación y análisis. Las mencionamos a continuación.

En primer lugar, para uso del equipo de los investigadores y no como objeto de investigación, establecimos un marco temporal, cronología o línea del tiempo, con indicación de hechos del contexto histórico, político, social, económico, cultural y tecnológico, nacional e internacional, a modo de referente para situar los procesos de comunicación en nuestro medio.

En segundo lugar, prestamos atención al estudio de las formas y modos de propiedad, organización y producción de los medios, examinando las actividades de las empresas de comunicación, de productoras de películas y de emisoras radiales y televisivas, identificando sus “productos”, sean diarios, películas, programas de radio y televisión. La tónica del acercamiento se moldeó a las características de cada medio: en el cine, la “obra” acabada, la película estrenada o exhibida es el elemento distintivo y el objeto de estudio; en la televisión y la radio importan más los “flujos”, las corrientes de programación, la lógica que se encuentra en la determinación de las grillas y en los horarios en los que se ubica un programa u otro.

Atendimos a los avances tecnológicos de cada medio, sobre todo en el horizonte de un siglo que ha visto la sustitución de las técnicas de registro y difusión basadas en la reproducción analógica de imágenes y sonidos a las sustentadas en su codificación binaria o digital. La relación entre técnicas, lenguajes y mensajes en los medios de comunicación reviste un grado de significación fundamental.

En tercer lugar, tuvimos presente las relaciones de los medios con el Estado, examinando las políticas gubernativas en cada época, la legislación, la censura, las formas de promoción y, en general, los modos de intervención, directa o indirecta, del Estado en los medios. Ello sin perder de vista la influencia relevante de otras instituciones sociales, los grupos de poder económico y las decisiones de los individuos, protagonistas de circunstancias económicas y de negocios que llevaron a tal o cual orientación empresarial.

En cuarto lugar, nos interesamos en estudiar los géneros y formatos documentales y de ficción trabajados y difundidos a través de los años, con sus particularidades expresivas, estilísticas y semánticas, sobre todo los de producción peruana, pero con referencias puntuales a productos extranjeros con influencia en los medios audiovisuales.

En quinto lugar, prestamos atención al examen de la formación, ampliación e integración de los públicos al circuito de la comunicación, rastreando esa participación en testimonios aparecidos en espacios periodísticos y en las informaciones sobre recaudaciones de películas, índices de asistencia a las salas de espectáculos o mediciones de las audiencias radiales y televisivas. Algunos productos de los medios de comunicación, sobre todo los audiovisuales, son mercancías que se distribuyen en un mercado, anunciándose como espectáculos masivos, pero también elementos distintivos de la historia social y cultural: testimonian identidades y formas de pensar, representan mentalidades, documentan la realidad, a la vez que promueven la circulación de valores, estereotipos, pautas de comportamiento, modas. De allí la importancia de tener en cuenta las características de su consumo público.

Esos fueron los cinco vectores metodológicos que articularon la investigación, con las singularidades propias del estudio de cada medio y el acento particular aportado por los investigadores. No es posible acercarse con un bagaje metodológico invariable a medios de naturaleza distinta que cumplen funciones diversas, generando una pluralidad de mensajes que trascienden —como lo postula la semiótica— la identificación con el mero “contenido”.

Nuestra propuesta de investigación tuvo desde el inicio la voluntad de poner por delante el establecimiento de datos e informaciones ciertas, como una forma de describir el estado de las cosas, preguntándonos cuándo y dónde pasó tal hecho y ubicando su ocurrencia en el panorama general de la historia internacional de los medios. El trabajo de campo se desarrolló a partir de búsquedas en archivos, hemerotecas, filmotecas, videotecas y museos, aprovechando también los testimonios personales, las fuentes estadísticas, las visitas a lugares y la observación in situ, entre otros.

En este punto, es preciso hablar de los problemas y limitaciones que tuvimos en el desarrollo de la investigación que se prolongó durante un lustro. Por ejemplo, de las dificultades para obtener informaciones indispensables para explicar una situación, corroborar una hipótesis, confirmar un dato o sustentar una afirmación.

Investigar la existencia, forma, acabado, identidad o influencia de películas o programas televisivos o radiales es hacer una pesquisa sobre “productos mercantiles” que no se consideraron en su momento como obras culturales, dignas de comentario, preservación o memoria. En su época, muchos de esos productos audiovisuales fueron vistos como pasatiempos transitorios, fiascos insalvables o productos de la fungible y pasajera vida del espectáculo y la farándula. Por eso, su existencia apenas si se consigna en un pie de página o un comentario marginal. Las fuentes para conocerlos no son los estudios académicos, ni los propios “productos” audiovisuales, que se han deteriorado o perdido y no existen más, sino periódicos, revistas especializadas de espectáculos o documentos de existencia azarosa.

Si estudiar los productos de la industria audiovisual es muy difícil en países de Europa o en Estados Unidos, lo es mucho más en el Perú, donde nunca existió conciencia de la necesidad de preservar las obras audiovisuales y cuyos archivos documentales son mantenidos en precarios estados de conservación. No abundaremos en anécdotas como la del hallazgo en una biblioteca municipal de dos buscados tomos del diario La Crónica, del año 1930 (en el periodo crucial que siguió al derrocamiento de Leguía), envueltos por telarañas y transitados por insectos, pero es preciso lamentar la incuria con que se manejan en nuestro país las tareas de mantenimiento del acervo documental —del que forman parte las grabaciones de programas radiales y los archivos audiovisuales—, por no mencionar la inexistencia de políticas de restauración y preservación del patrimonio audiovisual.

Por último, anotamos que el ámbito geográfico de la investigación se concentró en la ciudad de Lima, capital del Perú, lo que no cancela la inclusión de referencias puntuales a hechos o sucesos ocurridos en otras regiones del país.

Destinatarios de este trabajo son los estudiantes y los profesionales de la comunicación, pero también los interesados en la historia social y cultural del Perú.

Ricardo BedoyaCoordinador de la investigación

Presentación

¿Cumplieron los diarios y periódicos limeños sus nobles tareas de informar, opinar, fiscalizar, entretener, educar entre el año 1900 y el 2000? ¿Cómo lo hicieron? ¿Cómo trataron los hechos sociales, políticos y económicos más relevantes de la historia en ese siglo? Para aproximarnos a esta monumental tarea y tratar de responder tales interrogantes, presentamos esta investigación, en dos tomos, cuyo propósito es ayudar a comprender el desarrollo del periodismo escrito en el Perú.

El libro, que forma parte de la serie “Historia de los medios de comunicación en el Perú: Siglo XX”, impulsada por el Instituto de Investigación de la Universidad de Lima, analiza las prácticas sociales de la prensa y las decisiones que tomaron sus gestores a lo largo del tiempo en el cumplimiento de su difícil labor. Desde los primeros diarios, exponentes del llamado periodismo de autor (el director era además redactor, fotógrafo y hasta vendedor de los ejemplares de su periódico), pasando por ser el medio de masas que no cejó en sus esfuerzos para llegar a la mayor cantidad de gente, hasta las organizaciones de prensa o “empresas industriales y de servicio”, así denominadas por la administración moderna.

Asimismo, identifica las características principales de los productos informativos, las características morfológicas más resaltantes de las publicaciones que circularon en el siglo XX, y se acerca a sus particulares líneas editoriales, es decir, a la forma como entendieron los fenómenos de su tiempo y, finalmente, enfocaron la realidad.

Según el historiador holandés Johan Huizinga, la imagen histórica surge cuando se indagan determinadas conexiones y cuando se reconoce que, en realidad, “la historia es la forma espiritual en que una cultura se rinde cuentas de su pasado” (1977: 91-95). No aspiramos a tamaño desafío.

Esta obra es fruto del escrutinio del quehacer de la prensa nacional en el siglo pasado desde la perspectiva y la visión de una periodista, porque si bien ausculta un conjunto de fuentes bibliográficas, ideas, visiones o enfoques sobre el pasado del Perú, no es ni pretende ser un ensayo histórico. Para ello hubiera sido necesario abordar el fenómeno desde todas sus aristas, y tal vez contar con un equipo profesional interdisciplinario, según postulan las nuevas corrientes de la investigación en comunicación (Gargurevich 2011: 14).

Lo que se propuso fue evidenciar cómo el periodismo retrató los acontecimientos más relevantes de su tiempo e identificar lo que la teoría de la opinión pública llama sus elementos constitutivos; es decir, a los actores y espectadores de dichos asuntos públicos, las corrientes de opinión que estos generaron y, sobre todo, la mediación que cumplieron los medios impresos.

Así, se trata de revalorar la mayor cantidad de publicaciones periodísticas que circularon en Lima en la centuria pasada, para mostrar sus fortalezas y dar cuenta de las exigencias que debieron afrontar frente al avance tecnológico de cada época y las condiciones de su entorno.

Es posible que se haya omitido de manera involuntaria, claro está, algunos títulos y que otros merezcan un desarrollo mayor. Pero los que se estudian aquí resultan valiosos referentes a la hora de reconstruir —aunque parcialmente debido a su frondosidad— el rol del periodismo y la cobertura que realizó de los diferentes acontecimientos de su tiempo.

Como queda señalado, se circunscribe a la producción de diarios y periódicos limeños, que son nuestro objeto de estudio y que creemos devienen en una muestra representativa de la prensa nacional. Referencialmente se tocan algunas revistas destacadas del siglo pasado, aunque su aporte al periodismo peruano merece un estudio particular y más profundo.

La división cronológica en dos tomos tiene su correlato con los tiempos —años más, años menos— en que se produce la modernización de la prensa y se reconocen internacionalmente las libertades de opinión y expresión, después de la Segunda Guerra Mundial, con la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en 1948.

El primer tomo comprende cinco capítulos: “Antecedentes del periodismo de masas”, “El periodismo y la República Aristocrática”, “Prensa comprometida”, “La prensa y el oncenio de Augusto B. Leguía” y “El militarismo y la violencia”, que concentran los hechos acaecidos en la primera mitad del siglo.

El segundo tomo contiene los cuatro capítulos restantes: “El costoso afianzamiento del Estado”, “De la toma de los diarios a la lucha por la democracia”, “Nuevas perspectivas y nefasto retroceso” y “Rumbo a la modernidad”, que comprenden el período 1949-2000.

Este trabajo se suma a otras investigaciones y estudios realizados sobre la prensa peruana en las últimas décadas. Es impresionante la cantidad de títulos y publicaciones dedicados al periodismo. A ellos recurrimos y rendimos homenaje, porque no es fácil reseñar sin caer en subjetividades, lecturas parciales o antojadizas; tal vez explicables porque hablamos de “una actividad realizada por hombres y mujeres tan identificables como imperfectos” (Ulanovsky 2005: 10).

Por ello, así como la objetividad en periodismo no existe, aquí seguramente prevalece el punto de vista de la autora. No obstante, se ha tratado de analizar el diarismo limeño del siglo XX con base en la contextualización más fidedigna de sus prácticas y experiencias. Con fines metodológicos, el campo de estudio fue delimitado en los cinco vectores que Ricardo Bedoya, coordinador de este esfuerzo investigativo, detalla en el prólogo de la serie, y que para el caso del periodismo impreso determinaron estas variables:

- Marco temporal: diarios y periódicos de Lima, con breve referencia a las revistas.

- Modos de propiedad, productos e innovaciones de la empresa periodística: identificación de líneas editoriales, de los productos impresos, visuales y virtuales, experiencias de autorregulación y concentración de medios.

- Relaciones prensa-poder: y sus efectos en la construcción de corrientes de opinión.

- Géneros y formatos: modalidades, estilos y narrativas periodísticas.

- Consumo público: circulación, comercialización y publicidad de los impresos (datos que en algunos casos son presentados mediante fichas técnicas).

Aspiramos a poner un granito de arena en el reconocimiento de cien años de periodismo peruano en beneficio sobre todo de las nuevas generaciones de periodistas llamadas a valorar un período que explica el presente de nuestra profesión y probablemente su futuro. Hoy puede ser difícil acceder a los ejemplares de muchos diarios del siglo pasado (basta con visitar la hemeroteca de la Biblioteca Nacional y constatar los esfuerzos que se realizan para frenar el paso y el peso de los años, el deterioro del papel y el desinterés de quienes deberían cautelar su conservación documental). Pero a diferencia de otros formatos periodísticos, y de los agoreros que pronostican su desaparición, el periódico de papel sigue siendo el registro y la referencia.

Agradezco a todas las personas que directa o indirectamente me alentaron a realizar este viaje al pasado. Mi gratitud a Fermín Cebrecos y María Teresa Quiroz, cuya confianza ha sido un aliciente para llevar a buen puerto la tarea encomendada. A Rocío Barja Marquina y Guillermina Palacios, quienes colaboraron en la recolección de las muestras de los principales periódicos analizados. A Lino Chipana y Dante Piaggio, reporteros gráficos cuya contribución hizo realidad la documentación fotográfica de este libro. Debo agradecer la amistad y el tiempo que me dispensaron Edmundo Cruz, César Lévano, Alejandro Miró Quesada Cisneros, Alejandro Sakuda, Arturo Salazar Larraín y José María Salcedo, así como a los recordados Javier Ascue (1944-2012) y Manuel Jesús Orbegozo (1923-2011), destacados periodistas cuyas vivencias permitieron reconstruir con mayor claridad esta mirada al pasado que ponemos a disposición del lector. A la historiadora Mariana Mould de Pease y al profesor Juan Gargurevich, quienes hicieron valiosos alcances que fueron incorporados en la versión final de esta publicación.

Introducción

El politólogo y ensayista Benedict Anderson sostiene que, en sus inicios, los periódicos así como las novelas fueron los primeros contribuyentes a la representación de esa “comunidad imaginada” que es la idea de nación (1997: 46-47). ¿Podríamos aplicar esta afirmación al caso peruano? ¿Cuánto ha contribuido la prensa nacional a lo largo del tiempo al fortalecimiento de nuestra conciencia de colectividad (Monzón 1987: 148), es decir, a la creación de consensos por mínimos que sean, a cómo nos vemos —y reconocemos—, como miembros de una misma sociedad? Difícil respuesta.

Lo cierto es que la historia, entendida como el registro de los principales sucesos y procesos políticos, económicos y socioculturales, nos ofrece “una imagen inteligible de un cierto pasado” (Huizinga 1977: 91-95) en la que se puede seguir la huella del periodismo. Mirar qué pasó, cuándo y en qué contexto lleva indefectiblemente a revisar la labor cumplida por esta profesión responsable del registro fiel de acontecimientos, constructora del debate público de los asuntos que se entiende son de interés nacional, con influencia en la sociedad y en sus actores, y que a su vez —como toda organización, institución o individuo— también se ve influenciada por el entorno social (Macionis y Plummer 2000: 24).

Esta investigación sobre la prensa limeña exploró esos ámbitos para, de manera quizá ambiciosa, tratar de entender la evolución que ha tenido la práctica periodística durante el siglo pasado, identificar las tendencias o denominadores comunes de su quehacer y, a través de ese acercamiento, aproximarse a los retos del presente y del futuro.

El resultado fue el hallazgo de publicaciones que, en un lenguaje conciliador, vehemente o beligerante, defendieron sus particulares agendas mediáticas en algunas ocasiones y en otras hicieron suyos los asuntos de verdadero interés ciudadano. En razón de sus líneas editoriales —de izquierda o de derecha; independientes, comprometidas o militantes; conservadoras o progresistas—, algunos medios fueron perseguidos y censurados cuando defendieron determinadas propuestas partidarias o cuando se rebelaron contra las autocracias y los militarismos de viejo cuño que amenazaron e interrumpieron nuestra siempre endeble democracia.

Estudiar la evolución de la prensa ha significado también descubrir que, a veces, todo tiempo pasado sí fue mejor, sobre todo cuando se analizan prácticas periodísticas ejemplares, en las que se defendieron los new values (veracidad, actualidad, relevancia social, interés público…). Cuando se halla a periodistas convertidos en voceros de causas aparentemente perdidas, pero legítimas, justas y solidarias. O cuando se ahonda en los procesos de la modernización e innovación de la prensa, en los que se hizo gala de la mayor creatividad posible para dar a luz impresos que ofrecieron noticia, calidad y servicio.

Además, se ha podido reconfirmar que, como el péndulo de la historia del Perú, la prensa local ha pasado de la coherencia a la incoherencia, del mejor al peor periodismo, de la excelencia a los viejos vicios que, hoy como ayer, tienen que ver con la falta de ética a la hora de informar, con el sensacionalismo y el amarillismo, la pérdida de independencia, de autonomía, de credibilidad. En este aspecto, todo tiempo pasado no fue mejor.

Bien podría decirse que las palabras clave que definen el siglo se pueden colocar en un eje semántico en el que se oponen entre sí dos grupos de categorías: por un lado, los avances de la prensa en esos cien años; y por el otro, sus retrocesos.

En el primer grupo, son frecuentes las referencias a la modernidad, el periodismo de referencia y de calidad, la utilización de la publicidad como creadora de los recursos que permitieron el financiamiento de los periódicos, la propia masificación de las comunicaciones como elemento positivo para garantizar el acceso de todos a la información, la prensa como vocera de la opinión pública, la mirada al resto del mundo y más tarde la globalización de la información, la profesionalización y la especialización del periodista, el desarrollo de proyectos periodísticos empresariales innovadores y el acceso a las nuevas tecnologías. En el segundo grupo, aparece el retraso en el desarrollo tecnológico de los medios, la politización de la información en desmedro de otras agendas, la parcialización o mediatización del periodista o del medio de comunicación, el menoscabo de las libertades de prensa, de expresión y de la empresa periodística por parte de dictaduras o autocracias, la corrupción, el terrorismo o el narcotráfico, y el antiperiodismo (sensacionalismo, amarillismo, falta de credibilidad y de independencia en la función informativa).

En el plano del registro histórico, los estudios sobre la evolución del periodismo peruano en el siglo XX han tomado como fuentes de referencia las investigaciones de Jorge Basadre, Rubén Vargas Ugarte, Ella Dunbar Temple, Alberto Tauro del Pino, Félix Denegri Luna, entre otros destacados intelectuales. Existen, asimismo, diferentes periodizaciones del devenir de la profesión, que han originado a su vez recuentos cronológicos que analizan cómo ha cambiado el periodismo, desde la aparición de la imprenta en Lima hasta nuestros días. Allí están los trabajos de Raúl Porras Barrenechea, Carlos Miró Quesada Laos, Alejandro Miró Quesada Garland, Aurelio Miró Quesada Sosa, Héctor López Martínez y Juan Gargurevich Regal.

Los capítulos que componen esta investigación se han construido principalmente con base en la ruta trazada por Jorge Basadre en su Historia de la República del Perú, que abarca el período comprendido entre 1822 y 1939. Otras fuentes de gran apoyo fueron las proporcionadas por el economista Carlos Contreras y el historiador Marcos Cueto, en su libro Historia del Perú contemporáneo, basado en los grandes proyectos de reforma que se dieron durante la Independencia y la República en el país hasta fines de la década de 1990. Asimismo, El Perú republicano de José Luis Huiza, Raúl Palacios Rodríguez y José Valdizán Ayala.

Seguimos también las recomendaciones del notable investigador Franklin Pease (1939-1999), quien, en el discurso de presentación de mi libro Inicios del periodismo en el Perú, indicó que hacer una historia del periodismo —cualquiera que fuese la etapa o coyuntura por estudiar— significaba vincular dos disciplinas que, en su opinión, habían marchado cada una por su cuenta: por un lado, los historiadores han utilizado los periódicos principalmente como fuentes de información; y por el otro, los periodistas se han concentrado en describir sus publicaciones sin contextualizarlas con fuentes históricas.

En el primer capítulo de este primer tomo, se revisan los últimos años del siglo XIX, un tiempo en el que empezaron a establecerse las bases del periodismo del siglo XX, sobre todo en tres campos identificables: el desarrollo de las comunicaciones y los primeros inventos; el hábito de leer periódicos y la influencia que en ello tuvo la publicidad y la fotografía; y el hacer de la política en la comunicación y en la prensa.

Queda claro que a diferencia de otros países, la agenda de los diarios y las revistas capitalinos ha sido histórica y predominantemente política; y en determinadas décadas, agresivamente política. Desde que ambos, la prensa y la política, se constituyeron en actores fundamentales de la opinión pública, su relación no solo ha sido conflictiva sino que los ha coloc ado en una posición de ‘antagonistas complementarios’: “aun cuando tienen sus propias esferas de actuación, comparten inexorablemente el mismo espacio público” (Ortega 2011: 63).

En las primeras décadas del siglo, como veremos en el segundo capítulo, durante los años que Jorge Basadre denominó la República Aristocrática, destacan los diarios que contribuyeron a la modernidad, a la masificación de la comunicación, al desarrollo del periodismo como una actividad industrial y de servicio y, como sostiene Raúl Porras Barrenechea, que aportaron a cambiar el álgido interés político, la generosa convicción partidarista y la colaboración gratuita (características de la prensa del siglo XIX) por “[…] la empresa comercial que paga el trabajo intelectual, fomenta el réclame, aumenta los tirajes y las informaciones, y rebaja el precio del periódico” (1970: 40).

Son las publicaciones que abrieron trocha y por ello las más importantes de Lima, las longevas, las que sobrevivieron al cambio de siglo, las innovadoras y de referencia, así reconocidas por el peso que ejercieron en los grupos de poder, la sociedad y el debate de los asuntos más relevantes. En este primer grupo incluimos a El Comercio (1839) y a La Prensa (1903-1984), publicaciones influyentes cuya aparición marcó un hito en materia de comunicación e innovación en el ser, el hacer y el deber ser periodísticos. También a La Crónic a (1912-1990), que si bien “no llegó al nivel de influencia de La Prensa o El Comercio” (Gargurevich 1991: 121), nació durante la República Aristocrática y tuvo una larga vida de casi ochenta años en los que introdujo reformas interesantes, como el tabloidismo y el periodismo popular.

En el tercer capítulo se destaca a los periódicos de vida breve, de recursos escasos y tirajes limitados, que pese a la temporalidad de su difusión, también concitaron el interés en sus lectores en mérito de la credibilidad de sus autores, la calidad de sus plumas o las líneas editoriales opositoras, polémicas o comprometidas que exhibieron. La mayoría ensayaron modalidades periodísticas que no se han vuelto a replicar en el diarismo local, probablemente porque respondieron a los fenómenos sociales de una época diferente. Es el caso del periodismo ideológico comprometido, abierta y explícitamente, con la defensa de doctrinas, ideas políticas y credos, que funcionó bajo gobiernos democráticos y cuando la política giraba en torno al liderazgo de un solo partido, la economía había iniciado un proceso de rápido crecimiento y diversificación, y una ofensiva educativa parecía augurar un futuro mejor para el Perú (Contreras y Cueto 2004: 200).

En el cuarto capítulo tratamos acerca de la producción periodística durante el convulso oncenio de Augusto B. Leguía, el primer presidente que en la historia del Perú republicano terminó su existencia en prisión tras ser derrocado y juzgado por un tribunal especial. Un período nefasto para la libertad de expresión, de asedios y atentados contra el periodismo opositor, sojuzgado por un régimen que tuvo “al lado de sus méritos y de sus servicios al país […] muchos aspectos censurables” (Basadre XIV, 2005: 300).

Son los años en que la prensa política fue silenciada, así como el debate de las ideas y, por lo tanto, la opinión pública (Planas 1994: 145). Una época en la que, en contraposición al amedrentamiento del periodismo diario, surgieron las revistas ilustradas limeñas que, por un lado, ponderaron la publicidad, el glamour y el sensacionalismo de los dorados años veinte; y por el otro, contribuyeron al nacimiento de la fotografía periodística y el periodismo gráfico.

En el quinto capítulo se pone en evidencia una etapa violenta para el periodismo, el Perú y el mundo. En el plano internacional, son los años de la entreguerra y la desconfianza mundial; en el plano local, el período de las persecuciones políticas, las leyes restrictivas, el surgimiento de nuevos movimientos sociales que irrumpen en la vida y el pensamiento intelectual a través de la prensa (Víctor Raúl Haya de la Torre y el aprismo, José Carlos Mariátegui y la izquierda, la Unión Revolucionaria y el fascismo), que cambiaron el rostro de la política (Aljovín y López 2005: 13). Una época de golpes de Estado y regímenes liderados por militares insurrectos que contaron con el respaldo de medios de comunicación; de guerra de editoriales, de periodistas asesinados que murieron tras defenderse no con la palabra sino con un revólver.

Si como señalan algunos politólogos, la prensa es reflejo de su realidad circundante, debemos concluir que la preferencia por el tema político en este período está íntimamente ligada a los cambios que se operaron en la esfera pública, como sucedió a partir de los años treinta. En este contexto, la multiplicación de los conflictos entre periodistas tomando partido por una u otra tendencia demuestra que dicha práctica es de larga data en el Perú. Y que el enfrentamiento abierto, visceral e intolerante contra el que piensa diferente nunca fue recomendable porque exacerba los ánimos y aumenta las posibilidades de un desenlace violento.

El poder de la prensa es innegable, aunque esta historia descubre algunos momentos en los que no siempre corrió “parejo con el respaldo de una formación ética suficiente” (Varillas 2008: 10). Sobre todo cuando “la política del logos, de la palabra y la escritura”, parafraseando a Carlos Iván Degregori, desapareció y originó que la principal identificación de un importante sector de la población no sea con la argumentación de los hechos, sino con lo dicho por personajes metapolíticos, mediáticos y de triste recordación.

¿Por qué se hizo usted periodista?, es una pregunta que nos hubiera gustado formular a muchos hombres y mujeres que a lo largo de diez décadas dejaron impresos en blanco y negro no solo sus nombres y firmas, sino sus vidas y sus pasiones. Sus voces nos han acompañado imaginariamente en el tiempo que duró elaborar este trabajo, cada vez que leímos sus testimonios, sus informaciones, sus crónicas o sus editoriales. Muchos fueron famosos políticos, artistas, académicos o pensadores de su tiempo; y otros anónimamente cumplieron una labor interesante lejos de los reflectores. En su lugar, recogimos el testimonio de destacados periodistas cuyas vivencias reseñamos en el libro.

La investigación se realizó en las siguientes etapas:

1) Revisión del marco contextual del siglo XX (político, económico e internacional).

2) Identificación de los diarios más importantes de la época.

3) Análisis de las publicaciones, especialmente de portadas, secciones principales y contenidos seleccionados (por su naturaleza: textuales, gráficos y publicitarios; por sus valores periodísticos: relevancia social, importancia e interés periodístico, consecuencias, novedad, oportunidad y frecuencia; por su relación con las libertades de expresión, prensa y empresa; por los actores involucrados en la noticia).

4) Análisis de la información documental disponible (sobre las líneas editoriales, el desarrollo de las empresas periodísticas, las tendencias y los cambios en el discurso, y los aportes al debate público).

Nuestros principales objetos de estudio fueron las publicaciones que se conservan en la Biblioteca Nacional del Perú y en el Departamento de Investigación y Archivo Periodístico de El Comercio. El mapeo incluyó una muestra significativa seleccionada contextualmente, es decir, tomando en consideración algunos hitos en el acontecer nacional e internacional.

Los contenidos se revisaron en orden cronológico. Se trabajaron con las publicaciones que circularon con una periodicidad o tiempo significativos. En el caso de aquellas de corta duración, se analizaron los títulos de relevancia histórica acreditada por fuentes documentales. En una segunda etapa, se incluyeron de manera somera algunas revistas disponibles porque, reiteramos, el objetivo era los diarios y periódicos de Lima.

Se utilizaron fuentes documentales (publicaciones, investigaciones, normas legales y contenidos web) sobre la evolución del periodismo limeño. Gran parte de esta información permitió elaborar e incluir notas de apoyo, tablas y extractos de textos que aparecen como recuadros explicativos, a manera de antecedentes o consecuencias de los hechos reseñados.

Esta investigación cubre el periodismo escrito de 1900 al 2000 en Lima —una muestra representativa de su quehacer en el país—, pero sale a la luz en los primeros años de la segunda década del siglo XXI. Quizá sea una oportunidad excepcional para reevaluar el aporte de la prensa capitalina y para que esta haga una autocrítica del papel cumplido en el último decenio del siglo pasado. Quizá, también, para analizar su rol en la cobertura de las recientes campañas electorales. Que analice si su tarea informativa se empinó sobre las simpatías políticas de sus directivos, accionistas o redactores; si dio cabida a informaciones no verificadas (norma elemental en un medio de prensa) para dañar a alguna candidatura; si su contenido informativo fue plural o sirvió a determinadas banderas políticas; si su cobertura tuvo ribetes de prejuicios y racismo; si primaron intereses diferentes al interés público… Las respuestas a estas y otras interrogantes, tal vez, podrían explicar el porqué de la pérdida de credibilidad de algunos matutinos.

La lección, según lo visto en el siglo XX, es que la coherencia editorial, la independencia y la veracidad son valores periodísticos difíciles de mantener, pero viables e indispensables para vender periódicos, tener empresas periodísticas exitosas y alcanzar la confianza del lector, destinatario final del producto informativo y actor determinante en la vigencia o no de un medio de comunicación.

Capítulo 1

Antecedentes del periodismo de masas

A partir de 1870 —algunos precisan, desde 1880—, varios acontecimientos internacionales contribuyeron al desarrollo de la información periodística: la segunda industrialización aceleró la generación de nuevas tecnologías, se operaron cambios en la estructura del capitalismo y se hizo perceptible el fenómeno de masas, aunque en opinión de los historiadores sus efectos se evidenciarían en nuestro país con mayor énfasis después de la Primera Guerra Mundial (1914).

Ante tamañas transformaciones, los medios de comunicación no podían permanecer impasibles ni dejar de adaptarse a los cambios en un proceso que, en cada rincón del planeta, se vivió a un ritmo diferente, según la solidez de las democracias, el respeto a la libertad de expresión, el avance de cada país y del propio periodismo, en lo que respecta a su audiencia, tecnología y mercado publicitario. Como anotan Enric Bordería, Antonio Laguna y Francesc Martínez (1998) en su Historia de la comunicación social. Voces, registros y conciencias:

[…] no podemos esperar el surgimiento de la llamada prensa de masas o popular de forma simultánea en las diferentes ciudades, o de forma encadenada conforme iban conociéndose las nuevas fórmulas periodísticas. Aquellos países que dispongan una estructura económica, política y social acorde con las necesidades del nuevo producto serán en los que veamos triunfar a esas nuevas publicaciones.

En todo caso, se estima que estas modificaciones se produjeron entre 1870 y 1914, lapso denominado por los historiadores como la edad de oro de la prensa, la era de la prensa popular, de la prensa de tirada masiva, del periodismo sensacionalista y amarillista, de la prensa informativa, de la prensa de negocio o del new journalisme. En muchas naciones del mundo, esto significó que el periodismo, antes instrumento al servicio de un partido, pasó a convertirse en un agente influyente de las organizaciones que lo aplicaron en empresas y negocios productivos (Bordería, Laguna y Martínez 1998: 321).

En Lima, esta concepción fue adoptada progresivamente por los medios capitalinos, a medida que las empresas periodísticas locales se miraban en la experiencia de sus pares europeos o estadounidenses. Variables indispensables para comprender esa evolución en el país deben hallarse en la relación prensa-política, en el reconocimiento de la libertad de expresión, así como en el desarrollo de las comunicaciones, de las agencias de noticias y de la publicidad.

Como rememora Jorge Basadre, desde el inicio mismo de la República “[…] el periodismo fue en el Perú, como en toda América, el instrumento único de gran comunicación de masas, a las que informó, educó, orientó y, en sucesivas ocasiones, movilizó y puso, a su modo, nuevas relaciones entre los individuos y las clases” (Basadre III, 2005: 103).

Pocas fueron las publicaciones que sobrevivieron al cambio de siglo, pero hasta su desaparición contribuyeron al debate de los asuntos públicos con base en sus particulares líneas editoriales (políticas, clericales y sensacionalistas) y más allá de cualquier criterio de objetividad periodística. Entonces carecían de los grandes titulares y otras innovaciones gráficas que trajo la modernidad, pero a través de sus páginas —de puro texto—, reflejaron los vaivenes de una sociedad cambiante y convulsa en lo político; desigual en lo económico y lo social (recuadro 1).

Recuadro 1

Hacia la modernización

Una importante movilización social vivió el Perú entre 1885 y 1899 para levantarse y emprender la modernización que necesitaba tras la Guerra del Pacífico, en lo que los historiadores han llamado la “reconstrucción nacional”. ¿Qué significaron estos cambios para el país? Avance material, mejor calidad de vida e institucionalidad, reflejada en organizaciones que, en ciertos casos, aún subsisten.

En este período, los adelantos de la ciencia trajeron la luz eléctrica y el desarrollo industrial dio a luz las primeras fábricas montadas por inversionistas extranjeros.

La población de Lima aumentó y la ciudad extendió sus espacios urbanos más allá de las antiguas murallas. Una misión de Francia continúa… emprendió la profesionalización del Ejército Peruano, gracias al acuerdo que ambos países suscribieron el 16 de setiembre de 1896.

Sociedades científicas, talentosos matemáticos, geógrafos e historiadores surgieron de esta época en la que renació el teatro, se incrementó la producción literaria, musical y artística. También aparecieron los grandes colegios religiosos que, junto al restablecido “Nuestra Señora de Guadalupe”, asumieron la educación en la ciudad capital (Velásquez 2008: 31-35).

La prensa instauró una nueva forma de acceso a la información en localidades que hasta la Colonia conocían ‘las nuevas’ por el repique de las campanas (Porras 1970: 7). Contribuyó al debate de la opinión pública y se convirtió en el soporte más consultado, en un país centralista e incomunicado (Glave 2004: 55).

El siglo XIX fue un período de tránsito en el que los pobladores pasaron de súbditos a ciudadanos (Casalino 2008). En tal coyuntura, el periodismo debió jugar una función trascendental en la construcción del Estado-nación, la definición de las responsabilidades de los estamentos militares, de las relaciones Iglesia-poder y la integración social de actores (negros, indígenas y asiáticos) que marcaron la organización económica del Perú (Aguirre 2005: 15).

1. La variable política

Así como los medios de comunicación no permanecieron al margen de los cambios producidos en el siglo XIX, tampoco la política fue ajena a estas transformaciones.

Durante los últimos veinticinco años de esa centuria, el amplio corpus legislativo a favor de la libertad de expresión y el sufragio universal en Europa, incidieron poderosamente en el reconocimiento de derechos fundamentales. “La nueva situación política convertía el periódico en un objeto con mayores alicientes para sectores crecientes de la población. Individuos que eran susceptibles de ser movilizados por la acción política y que antes permanecían al margen del sistema, van a encontrar un nuevo interés por las cuestiones públicas” (Bordería, Laguna y Martínez 2008: 331).

El periodismo político nació en el Viejo Continente en los siglos XVII y XVIII, en Francia y en Inglaterra, respectivamente. En España surgió después, en el siglo XIX, con las Cortes de Cádiz. Cuando se proclama la libertad de imprenta, surge la prensa partidista y con ella la censura (Martínez de Souza 1992: 402). La influencia de la prensa se puso de manifiesto en la fijación de los “marcos ideológicos (integrismo/absolutismo, liberalismo, radicalismo/socialismo, etcétera)”, de las corrientes de opinión y la formación de las agrupaciones partidarizadas que, en muchos casos, nacieron después de que contaron con un medio de difusión.

En esa centuria, dice el académico español Jesús Timoteo Álvarez (1992) en Historia y modelos de la comunicación en el siglo XX, los medios impresos se convirtieron en vehículos para la “reculturización urbana” y en instrumentos decisivos en la expansión económica. Periódicos, diarios y publicaciones especializadas “inundaron con imaginación y fuerza los mercados, ofreciendo, provocando, creando imagen y buscando negocio”, para hacerse “responsables directos de organizaciones y movilizaciones de masas, de regímenes de masas y, en definitiva, de la sociedad de masas”. Y frente a los grandes marcos ideológicos, “los periódicos fijaban las corrientes y daban origen a los partidos” (Timoteo 1992: 21-22).

Pero a fines del siglo XIX, se reconoció el peso de la información como detonante y como poder, con los procesos de democratización y de toma de conciencia política, la industrialización y el crecimiento urbano, el intervencionismo y fortalecimiento de los estados, así como la adaptación psicológico-social de las masas a un nuevo contexto.

La militancia abierta hacia tal o cual partido se camufla y casi se diluye. “El viejo periodismo político liderado por las cabeceras que abiertamente proclamaban ser el órgano de expresión de una formación política va quedando relegado a favor de los medios que tratan de difuminar sus tendencias políticas bajo la etiqueta de independientes” (Bordería, Laguna y Martínez 1998: 321).

Lo mismo sucedió en Estados Unidos. Hasta 1860 existieron publicaciones liberales clásicas, que podían ser diarios de partido o de personaje público, de negocio o industrializados. Su temática era diferente de aquella de los periódicos dominicales con tiradas que siempre doblaban al resto, con un formato y contenidos preparados para lectores no especializados ni habituales, y de la llamada prensa de penique (penny press) o de saldos, cuyo precio estaba por debajo de los costos de producción, pero que tiraban miles de ejemplares, convirtiéndose en la primera generación de los medios populares.

Bill Kovach y Tom Rosenstiel (2004), presidente del Committee of Concerned Journalist de Estados Unidos y director del Project for Excellence in Journalism, respectivamente, sostienen que para finales del siglo XIX los periódicos estadounidenses comenzaron a sustituir ideología política y fidelidad partidaria por independencia editorial y fidelidad al interés cívico.

En el Perú, la variable política sobrevivió al cambio de siglo y definió de manera predominante la agenda informativa hasta 1915, aproximadamente, cuando desaparecieron grandes e históricas cabeceras políticas. Cabe preguntarse si este acendrado interés por el tema —y por lo que se ha llamado la personalización de la política— explica de alguna manera la preocupación que el periodismo contemporáneo limeño mantiene hasta nuestros días por las cuestiones de gobierno y sus principales actores.

Lo cierto es que a lo largo del siglo XIX —y sobre todo en sus últimos años— resulta indispensable reconocer los roles cumplidos por el conjunto de medios políticos, independientes, interesados en hacer una labor docente (Casalino 2008: 90) o comprometidos con una ideología que, probablemente de manera natural, no calcularon que estaban definiendo o diseñando la estructura del mercado de los periódicos para la siguiente centuria. Tampoco meditaron en que estaban estableciendo un precedente importante: que los periodistas y los políticos pueden ser “antagonistas complementarios” (Ortega 2011: 63).

1.1 El diseño de un modelo

En el Perú, la prensa política, doctrinal e independentista, simple y casi panfletaria del siglo XIX, gestó opinión pública antes de la Independencia, en una élite vocera de los sustentos ideológicos y jurídicos que habían permitido la ruptura con España. Las primeras manifestaciones se dieron entre 1811 y 1827, cuando los medios pusieron en tribuna a un grupo de actores que aportaron a la discusión sobre la llamada mentalidad peruana. Como sucedió en España, la prensa política o doctrinal propaló en estas tierras las primeras ideas del liberalismo.

En este período se distinguen hasta tres grupos de periódicos ideológicos: los que apoyaban el constitucionalismo español, porque no creían en la independencia del Perú pero tampoco en la monarquía española; los fidelistas, que defendían el mantenimiento de la monarquía; y el periodismo patriótico, que abogó por la independencia de América y del Perú, estudiados por la investigadora española Ascensión Martínez Riaza en La prensa doctrinal en la Independencia del Perú 1811-1824.

Después de la independencia, la coyuntura generó nuevas corrientes ideológicas y doctrinarias, que tuvieron por objeto argumentar las posiciones de los caudillos que aspiraban al poder. Se estima que entre 1821 y 1856 circularon en Lima entre 128 y 150 periódicos (Miró Quesada 1991: 62). Estos primeros años de la vida independiente fueron alborotados. Nació una prensa política circunstancial y personalista que Raúl Porras Barrenechea (1970) ubica en su libro El periodismo en el Perú, entre 1827 y 1839. Estos periódicos daban importancia al comentario y la diatriba, a través del intercambio de editoriales y comunicados (cartas firmadas en su mayoría con seudónimos), que originaron una polémica “batalla de papeles”.

Los llamados ‘comunicados’ o ‘remitidos’, avisos cortos contratados por terceros a precios módicos, se convirtieron en un problema. Podrían ser la raíz de lo que hoy denominamos ‘avisos económicos’, pero sobre todo de los ‘trascendidos’, rumores o noticias no confirmadas. En sus orígenes, representaron secciones consagradas al público, que permitieron la difusión de asuntos doctrinarios o de documentos que convirtieron “esas páginas en tribuna ilustre” (Basadre III, 2005: 102). Lamentablemente, la difusión de contenidos de tipo personal, chismes, injurias y ácidas polémicas generaron serios dilemas éticos para los periódicos, como revela esta nota publicada tempranamente en El Comercio el 4 de julio de 1839, entonces bajo la dirección del chileno Manuel Amunátegui y el argentino Alejandro Villota:

A nuestros corresponsales. Hemos recibido en el mes que acaba de terminar varios comunicados y que no habiendo querido darles lugar en nuestras columnas nos han traído amargas quejas. Confesamos que no somos afectos a este género de publicaciones sino cuando tienen por objeto alguna cosa de interés público; en lo general incurren en revelaciones de la vida privada y manifestaciones mutuas de más o menos defectos personales, extraños al objeto de las publicaciones periódicas.

Consideramos exclusivamente nuestra propiedad este periódico, y por esto establecemos como principio, del que nunca nos desviaremos, que jamás se insertará en el Diario del Comercio [sic] ningún comunicado que directa o indirectamente se dirija contra alguna de las personas de nuestros suscriptores, y para que se excuse el remitírnoslos en lo sucesivo, a continuación insertamos la lista que contiene sus nombres (sigue lista). Con el gobierno no nos une más relación que la de respeto y consideración que en todas partes se merece la primera autoridad de la Nación.

Los comunicados se convirtieron en una sección característica en el decano, por lo menos en los primeros años (Basadre III, 2005: 101), y en otros diarios de la época, pese a los excesos que allí se perpetraban.

Porras critica que un medio como El Comercio, que nació como un diario de avisos, incluyera en su primer año esta “[…] sección repulsiva y amenazante, palestra del insulto y del anónimo, liza a veces de agudos contrincantes, los comunicados fueron la crónica escandalosa y desvergonzada que exhibía, como en un kaleidoscopio inmoral, impudores y bajezas que debieron quedar ocultos” (Porras 1970: 27-28). Luego, añade el historiador, El Comercio optó hacia 1840 por mantenerse al margen de la vida política, “sus editoriales rara vez rozaban la candente actualidad, que desmenuzaban los comunicados”. Adoptó imparcialidad y preocupación por “asuntos de más efectivo provecho que la política de partido para el país”, claves para su éxito y para la desaparición de varias hojas competidoras, “bien redactadas, pero obsesionadas por el interés político” (recuadro 2).

Recuadro 2

El debate sobre la esclavitud

La esclavitud estuvo en vigencia por más de trescientos años en el Perú. Cuando Ramón Castilla restituyó “sin condición alguna, la libertad a los esclavos y siervos libertos, cumpliendo solemnemente un deber de justicia social”, se atendió el reclamo de sectores intelectuales liberales y de segmentos de la opinión pública local e internacional que exigían terminar con esta forma de explotación humana sobre la cual se organizó la economía de la Colonia y parte de la República (Aguirre 2005: 180).

La venta de esclavos y la comercialización de sus servicios han quedado perennizadas en los avisos que publicaron los periódicos de la época, donde también se pueden hallar las propuestas a favor y en contra de una política de manumisión. El Estado pagó indemnizaciones a quienes fungían de ‘propietarios’, aunque la libertad no resolvió todos los problemas, señala Carlos Aguirre en su Breve historia de la esclavitud en el Perú. Una herida que no deja de sangrar (2005).

Diarios como El Peruano y El Comercio rechazaron “esta vergüenza”. El decano difundió en 1853, de manera seriada, La Choza del Tío Tom, novela abolicionista de Harriet Elisabeth Beecher Stowe, que se había publicado un año antes en Estados Unidos y Europa con notable éxito. La primera entrega se la dedicó a Alfonso González Pinillos, hacendado trujillano que el 23 de enero de 1852 otorgó la libertad a todos sus esclavos:

La choza del Tío Tom

Señor D.D. Alfonso Gonzalez Pinillos.

A vos señor, que libertando a 131 esclavos, vuestra propiedad por las leyes, escribisteis uno de los renglones elocuentes que tiene la historia de la abolición de la esclavatura, os dedican la traducción del libro de Mrs. Showe

Vuestros atentos y humildes servidores

Los editores del “Comercio” [sic]

(El Comercio, 21 de febrero de 1853)

Según César Lévano, hay que contemplar que:

El Comercio surgió en una época de caos y contiendas civiles, cuando el Perú republicano apenas afirmaba su personalidad histórica. Como The Times de Londres, fue un periódico independiente en el sentido de que no se banderizaba con ningún caudillo. Los partidos políticos no existían acá. Si se mantuvo y afirmó fue, sin duda, porque un sector ilustrado del país estaba harto de las hojas vociferantes que defendían a uno u otro aspirante al poder. Entre el rumor menudo y la diatriba de alcance palaciego, prefirió el primero. Pero El Comercio no se reducía a los comunicados o remitidos. Tomó posición por causas justas como la libertad de los negros o la servidumbre de los indígenas y asiáticos […] [sic] (Lévano 2011: 99).

Otro importante diario político en esta época fue El Heraldo de Lima (1854), de Toribio Pacheco, Juan Vicente Camacho y el destacado abogado y escritor Luciano Benjamín Cisneros; opositor a Ramón Castilla, llegó al extremo de publicar columnas en blanco en señal de protesta (Basadre IV, 2005: 245). Fue el primero en crear una sección informativa, que incluía noticias económicas, políticas y sus crónicas de la capital que se difundían todos los días, excepto feriados. Terminó clausurado por el régimen, lo cual fue un tácito e intimidatorio mensaje para toda la prensa. Con el mismo objetivo opositor e incisivo, circulaba el satírico El Murciélago (1855, 1867-1868 y 1879), fundado por Manuel Atanasio Fuentes, prolífico escritor y uno de los retratistas más ilustres de la capital (Herrera 2006).