El rostro de los diarios digitales en el Perú - María Mendoza Michilot - E-Book

El rostro de los diarios digitales en el Perú E-Book

María Mendoza Michilot

0,0

Beschreibung

Esta investigación es la fotografía de un momento en el cambiante y vertiginoso mundo del periodismo digital peruano. María Mendoza Michilot captura, en un ejercicio contra el tiempo, las vicisitudes de diez empresas periodísticas en su incursión a internet, donde alumbraron un producto distinto, innovador, hipertextual, multimediático e interactivo. Este libro narra un viaje al centro de las redacciones web entre los años 2012 y 2013 —una época de cambios, previa a la convergencia de las plataformas convencionales y virtuales de la prensa limeña—, y reconoce sus recursos, el tratamiento que hacen de la noticia y el perfil de sus periodistas. El acercamiento a procesos y experiencias permite comprender por qué el periodismo online es la revolución de los últimos treinta años en el Perú y por qué muchas de sus fortalezas y debilidades deben hallarse en el periodismo offline, a cuya sombra ha crecido y evolucionado.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 350

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Colección Investigaciones

El rostro de los diarios digitales en el Perú

Primera edición digital: septiembre, 2018

© Universidad de Lima

Fondo Editorial

Av. Javier Prado Este 4600,

Urb. Fundo Monterrico Chico, Lima 33

Apartado postal 852, Lima 100, Perú

Teléfono: 437-6767, anexo 30131

[email protected]

www.ulima.edu.pe

Diseño, edición y carátula: Fondo Editorial de la Universidad de Lima

Imagen de portada: Billion Photos / Shutterstock.com

Versión e-book 2018

Digitalizado y distribuido por Saxo.com Perú S. A. C.

https://yopublico.saxo.com/

Teléfono: 51-1-221-9998

Avenida Dos de Mayo 534, Of. 304, Miraflores

Lima - Perú

Se prohíbe la reproducción total o parcial de este libro, por cualquier medio, sin permiso expreso del Fondo Editorial.

ISBN 978-9972-45-459-2

Índice

Introducción

Capítulo 1Las premoniciones cumplidas

1. El entorno

1.1 Primero fue la sociedad de la información

1.2 Agenda social digital

1.3 El papel de los medios de comunicación tradicionales y digitales

2. El futuro del periodismo

2.1 La fricción y la información

2.2 Más conceptos de la física: fusión, implosión y disrupción

2.3 Escenarios futuros: los medios como guías de las personas

Capítulo 2Periodismo digital

1. A propósito de la evolución y la convergencia

2. Modelos y cualidades del diario en línea

3. ¿Nuevo lenguaje de comunicación?

Testimonio. “Escribimos para personas y algoritmos…”

Capítulo 3Los ciberperiódicos limeños

1. Historia y evolución

1.1 Los más populares

1.2 Hitos y referencias de diez ciberperiódicos

2. Evaluación de los periódicos digitales

Testimonio. Bajarnos de la ola

Capítulo 4Estructuras de las plataformas web

1. Análisis de las portadas

1.1 Correo.pe

1.2 Diario16.pe

1.3 Elcomercio.pe

1.4 Elperuano.pe

1.5 Gestion.pe

1.6 Diariouno.pe

1.7 Larepublica.pe

1.8 Libero.pe

1.9 Peru21.pe

1.10 Trome.pe

2. Enlaces desde la portada

Testimonio. Cambios que demandan cambios

Capítulo 5Secciones y sus elementos

1.Correo

2.Diario16

3.El Comercio

4.El Peruano

5.Gestión

6.Diario Uno (antes La Primera)

7.La República

8.Líbero

9.Perú 21

10.Trome

Testimonio. Industria digital en el Perú: haciendo camino al andar

Capítulo 6Análisis de la interacción y de la adopción de la web 2.0

1. Interacción con el medio

1.1 Comunicación con el autor de la noticia y con la redacción

1.2 Comentarios en las noticias publicadas y las entradas a los blogs

1.3 Votación de noticias publicadas por el medio de comunicación

1.4 Modificar o corregir el contenido

2. Publicación de contenidos creados por los usuarios

2.1 Creación de blogs

2.2 Publicación de textos

2.3 Publicación de fotos y difusión de videos

2.4 Secciones exclusivas para contenidos creados por los usuarios

3. Registro del usuario y contactos con otros usuarios

3.1 Registro por parte del usuario

3.2 Contacto con otros usuarios registrados

4. Acceso a la información

4.1 Acceso a la información a través de la portada

4.2 Acceso a la información a través de las secciones

4.3 Acceso a la información a través de noticias relacionadas

4.4 Acceso a la información a través del buscador

4.5 Acceso a la información a través del mapa web

4.6 Acceso a la información a través de la recomendación de los usuarios

4.7 Acceso a la información a través de plataformas externas de la web 2.0

5. Personalización de la información

5.1 Adaptación de la interfaz del sitio web del medio de comunicación en función de los contenidos de interés para el usuario

5.2 Sindicación de contenidos del medio de comunicación a través del móvil o del correo electrónico

5.3 Suscripción de alertas o boletín electrónico

6. El medio ofrece distintas versiones de su información

6.1 Versión impresa

6.2 Visión global

6.3 Versión digital actualizada de forma constante

6.4 Versión impresa adaptada a la web

7. Empleo de herramientas de la web 2.0

7.1 Compartir información con otros usuarios

7.2 Blogs vinculados al medio de comunicación

8. Presencia de los medios de comunicación en otras plataformas de la web 2.0

8.1 Presencia del medio de comunicación en plataformas audiovisuales

8.2 Presencia del medio de comunicación en plataformas de imágenes

8.3 Presencia del medio de comunicación en plataformas de microblogging

8.4 Vinculación entre el sitio web del medio de comunicación y las plataformas sociales

8.5 Empleo de redes sociales propias

8.6 Presencia del medio de comunicación en redes sociales profesionales externas

8.7 Presencia del medio de comunicación en redes sociales de amistad

Testimonio. Cuando la tecnología impone la pauta

Capítulo 7El factor humano: el periodista digital

1. Condicionantes individuales

1.1 Variables sociodemográficas: joven, masculina y profesional

1.2 Experiencia laboral y entrenamiento

2. Rutinas laborales

2.1 Jornada laboral: más de ocho horas diarias

2.2 Principales tareas

3. Condicionantes organizacionales

3.1 Interacción con la plataforma y las áreas digitales

3.2 Interacción de la web con el impreso

4. Percepciones sobre las fortalezas y debilidades de las webs

Referencias

Introducción

Cuando llegué a la redacción del diario El Comercio, allá por el año 1985, no había computadora disponible para quienes empezábamos a realizar nuestras prácticas preprofesionales. Me tuve que conformar con una máquina de escribir que, felizmente, dejé al poco tiempo. Hasta que eso sucedió, miraba a mis compañeros escribir en las Harris, unas enormes computadoras de oscuras pantallas, en las que tras cada clic saltaban unas letras de color verde hoja. Allí, unos elaboraban sus notas mientras otros esperaban su turno, porque tampoco había aparatos suficientes para todos.

Algunos pensaban que aquel armatoste nunca desaparecería. Lo cierto es que en menos de cinco años, la Harris pasó a mejor vida: fue reemplazada por una nueva generación de computadoras personales. Me instalé en una PC compatible a inicios de la década de 1990; entonces, nadie soñaba con internet ni estaba consciente de que a mediados de aquella década el diario ingresaría al mundo de la web 1.0 y después a la 2.0.

La redacción crecía y se modernizaba. José Manuel de Pablos (2001) dice que frente a la internet algunos periodistas experimentaron en sus inicios “el síndrome tecnofóbico medieval” o simedie, es decir, cierta resistencia a la novedad informática. En el Perú, probablemente, fueron una minoría. A partir de 1995, año de la masificación digital (Villanueva, 2012), la mayoría aprendió a lidiar con internet como hoy las nuevas generaciones aprenden a hacer periodismo de calidad bajo las magníficas oportunidades que ofrecen herramientas digitales que se reactualizan día a día.

El 2016, los ciberperiódicos peruanos han entrado en su tercera década digital y nadie duda del estatus que han alcanzado. Se les compara con los medios convencionales y, como se presagiaba, se han convertido en un factor estratégico para el futuro de las empresas periodísticas (Palacios y Díaz Noci, 2007). Al igual que lo sucedido en otros países, la experiencia vivida con la web –hoy popularizada– no se parece a otros experimentos en los cuales se embarcaron en el pasado algunos medios y que no duraron más de diez años (Boczkowski, 2006).

Los medios digitales describen realidades con un ‘color’ y un ‘sabor’ característicos, diferentes a las de sus pares impresos. Al leer, ver, oír e interactuar con sus contenidos, se comprueba que el rostro del periodismo ha cambiado (Singer, 2008) y que la profesión se halla en una etapa de redefiniciones y revoluciones continuas que los académicos observan, los periodistas viven y los cibernautas siguen. Estamos ante el fin de una época y lo que preocupa es que se desaproveche la oportunidad que ofrece este modelo, incierto, sin duda (Cobo, 2013), en una época en que “las certezas han sido abolidas” y asistimos a lo que el sociólogo Zygmunt Bauman (2016) llama el colapso de la confianza.

Desde que la revista Caretas ingresara a la red, convirtiéndose en la primera publicación con una edición digital, nada está dicho. Las tendencias de forma y fondo que hoy parecen inamovibles en el negocio de las noticias virtuales, mañana serán reinventadas. ¿Moda? No. Son cambios que seguirán produciéndose a una velocidad antes inimaginada, porque derivan, a su vez, de las innovaciones que impone internet, que se están dando tanto en el mundo de la tecnología como en el comportamiento del usuario, en las nuevas condiciones de producción del mensaje y en las salas de redacción, en la cultura y los contextos sociales (Bradshaw, 2012).

Esta investigación hizo un alto en el camino para otear el panorama de diez ciberperiódicos de Lima, promovidos por medios impresos (El Comercio, La República, Perú.21, Correo, Gestión, Líbero, Trome, Diario 16, La Primera [Diario Uno] y El Peruano), ocho de información general y dos especializados (Salaverría, 2009), en un momento escogido aleatoriamente, para identificar qué innovaciones destacaron en la forma de hacer periodismo, qué prácticas adoptan para informar y comunicarse con las activas audiencias, cuáles son las características de las publicaciones electrónicas dirigidas al consumidor masivo que producen y, finalmente, quién es el nuevo periodista digital. Como señala Pablo Boczkowski, si se espera que los medios de comunicación masivos provoquen determinadas consecuencias revolucionarias, es importante reconocer cuáles fueron los procesos seguidos para llegar a ellas (2006).

El periodo seleccionado para el análisis, junio del 2012 y diciembre del 2013, fue significativo. En primer lugar, porque se buscaba aportar información complementaria a los estudios realizados en años anteriores sobre la prensa digital peruana. En segundo lugar, porque como en el resto del mundo, aquellos años significaron la consolidación del ciberperiodismo y el surgimiento de nuevas experiencias nacidas en el mundo virtual. Y en tercer lugar, porque se trataba de cubrir un tiempo previo a las modificaciones que ocurrieron en varias redacciones web de Lima por dentro –o por fuera– de la llamada convergencia de plataformas. Podría decirse que fueron años de una transición –una más, en realidad– en el imparable desarrollo de los espacios virtuales.

La investigación tiene un componente histórico, con lo cual se suma a los esfuerzos desplegados hasta la fecha para estudiar la evolución del ciberperiodismo (Salaverría, 2015). Si bien el análisis se circunscribe a lo sucedido en el bienio 2012-2013, se recogieron antecedentes previos de cada ciberperiódico y, al mismo tiempo, algunas innovaciones relevantes producidas hasta el 2014. Este estudio no aborda en detalle el proceso de la convergencia digital, de Epensa (2012) y del Grupo El Comercio (2013-2014), que merece una investigación aparte que dé cuenta de sus etapas, pero menciona algunos de sus alcances en el registro evolutivo que han tenido esos periódicos online.

Contextualmente, se observa que en la prensa digital –como en la convencional– no existe una única forma de difundir noticias; los sitios web informan, crean corrientes de opinión o entretienen de manera diferente acorde con sus particulares orientaciones y lo que consideran o prefieren sus usuarios. Sin embargo, uno de los supuestos de esta investigación fue que los ciberperiódicos se inclinaban hacia prácticas comunes en la producción y difusión de las noticias, con base en un mismo lenguaje digital (hipertextualidad, interactividad, multimedialidad, actualización y usabilidad) en constante evolución. Por ello, uno de los objetivos en este trabajo fue identificar dichos recursos, su aplicación en cada medio y las ventajas que ofrecían al usuario para acceder a la información.

Esta aproximación analítica se ajusta a lo que Marcos Palacios y Javier Díaz Noci reconocen como el estudio de los cibermedios a partir de las acciones que desarrollan, una de las cuatro tipologías más destacadas recomendadas para clasificar a los sitios web. La tipología permite evaluar el nivel de dinamismo y el grado de adecuación del ciberperiódico al lenguaje digital. Se entiende por nivel de dinamismo, “el aprovechamiento que los nuevos medios hacen de las posibilidades que ofrece el soporte en línea (aplicación de técnicas hipertextuales, multimedia e interactivas y frecuente actualización)”; y por grado de adecuación, el acomodamiento de las piezas potenciales del ciberespacio (hipertextualidad, multimedialidad, interactividad y frecuencia de actualización) “al molde que configuran los contenidos y el usuario de un determinado medio en línea. A mayor grado de adecuación, mayor será el nivel de dinamismo del cibermedio (2007, p. 19).

Asociado a estos recursos, se analizaron los criterios vinculados al tratamiento de las noticias, como la identificación de los temas y técnicas de redacción predominantes; la tendencia hacia la ‘seccionalización’, la identificación de los géneros periodísticos más frecuentes y de las fuentes de información desde la perspectiva del lenguaje digital. En otras palabras, cómo se articularon estos elementos en la estructura de los ciberperiódicos.

Se halló que, si bien todos los medios analizados aprovecharon las mismas posibilidades técnicas del lenguaje online, su dinamismo no siempre fue el mismo, como lo revelan sus portadas y secciones, los géneros que utilizaron, las temáticas que abordaron y la calidad de los contenidos que ofrecieron a sus usuarios.

El segundo objetivo es, precisamente, evaluar la presencia del usuario en el ciberperiódico, es decir, de “la gente antiguamente conocida como la audiencia”, como la definió Jay Rosen (Briggs, 2007). Se buscó identificar las herramientas interactivas que los periodistas estaban utilizando para generar lo que el profesor de periodismo de la Universidad de Columbia, James Carey, denominaría los espacios de conversación (Jarvis, 2011) del medio con el público, del público con el medio y del público entre sí, que han redefinido las relaciones con la audiencia (Pavlik, 2005).

Si los medios han debido aprender a escuchar a sus usuarios (Salaverría, 2005) o a conversar con ellos, sobre todo con los nativos digitales para ofrecerles los temas que les interesa (Orihuela, 2011), ello ha sido posible gracias a la creación de espacios que han contribuido a mejorar la comunicación, la participación, la cooperación, el acceso al contenido y la socialización (Rodríguez-Martínez, Codina y Pedraza-Jiménez, 2012) en los sitios web noticiosos.

Otro de los supuestos de esta investigación era que, si bien los ciberperiódicos peruanos habían incorporado más espacios interactivos, ello no implicaba que fueran una web 2.0, es decir, webs que obtenían parte de su valor a través de las acciones que promovían de los usuarios (Briggs, 2007), cosa que fue evidentemente cierta en el periodo analizado. Se confirmaron los estudios previos (Zeta, 2002; Yezers’ka, 2008a; Yezers’ka 2012) que dieron cuenta del ingreso paulatino de las audiencias en la producción informativa.

Sin embargo, también se halló que, con algunas excepciones, las organizaciones periodísticas han marchado lentamente en este proceso de ceder espacio a sus usuarios. De todos los campos que podían im-pulsar para generar mayor interactividad, se notó una mayor apertura en dos: en el acceso brindado a la información de las portadas y las secciones (acceso al contenido) y en la vinculación con las plataformas externas de la web 2.0, como las redes sociales (socialización). Menos frecuentes fueron las iniciativas orientadas a promover la comunicación con y entre los usuarios, su participación y cooperación en la creación de contenidos.

El tercer objetivo se refiere al periodista digital, al reconocimiento de sus rutinas laborales en la redacción web, los condicionantes que afectan su trabajo y los contenidos que produce. Según Boczkowski, las prácticas y las consideraciones relacionadas con la tecnología resultan fundamentales para el trabajo editorial que implica la construcción de contenido informativo en las redacciones online, por lo que es esencial observarlas para entender las formas alternativas que pueden adquirir los nuevos productos mediáticos. Sus estudios, realizados en medios digitales de Estados Unidos, indicaron que el trabajo que realizan los periodistas en el entorno offline permite generar los contenidos y aparatos mediáticos que garantizan la experiencia online. Por último, esta información es medular si se quiere comprender los alcances que luego ha tenido la convergencia de plataformas (Boczkowski, 2006).

Esta propuesta se cumple en el caso de los ciberperiódicos analizados. De un lado, la producción de los contenidos que generan se explica en las condiciones de su elaboración por parte de periodistas polivalentes y multitasking (Salaverría y Negredo, 2008; Scolari, Micó, Navarro y Pardo, 2008), o ‘periodistas orquesta’ –más que gestores, orientadores o filtros– (Pérez y Giraldo, 2010), capaces de cumplir todas las tareas que se les encomiende realizar, desde curador de contenidos hasta communitymanager, en cualquiera de los formatos disponibles. Sin embargo, también confiesan que han renunciado al reporterismo (antes inherente a la función misma de dar a conocer noticias con rostro humano) y lo que más valoran es la redacción de textos (una de las más importantes tareas en la profesión, además de la investigación).

Del otro lado, ellos forman parte de redacciones muy jóvenes, predominantemente masculinas, integradas por periodistas que empezaron tempranamente en el ejercicio de informar, y en las cuales se está extendiendo la profesionalización, lo cual es una buena noticia. Hace algunos años, el periodista y escritor David Simon dijo que “el periodismo no es un hobby, sino una profesión” (El País, 2009), al cuestionar la participación de millones de personas en la web para, aparentemente, reemplazar al periodista.

Estos resultados nos confrontan con la realidad del periodismo digital, su futuro y sus problemas, los que deberían pensarse tal vez “fuera de la web” (Orihuela, 2012, p. 58). Los editores consultados se muestran confiados en el futuro, así como los jóvenes redactores; pero ambos reconocen que existen debilidades en el quehacer de las empresas donde trabajan.

Las reglas de juego han cambiado para el periodismo profesional porque, se dice, el ensayo y error ha sido incorporado a las rutinas laborales, las audiencias ganan terreno y los periodistas tratan de captar la atención de sus usuarios utilizando las mejores y más recientes técnicas infocomunicacionales para mantenerse en el mercado (Di Próspero y Maurello, 2010).

La pregunta que subyace es si esta forma de hacer periodismo perdurará, si será sostenible. No hay una sola respuesta, dice Silvia Cobo al recomendar que más allá de eso, tal vez, lo más importante sea arriesgar, abrazar la idea y entender las oportunidades que ofrece (2013).

El experto en proyectos digitales Quim Gil sostenía que el nuevo periodista debe tener algo que narrar, un convencimiento ético y sentirse responsable ante la sociedad (2004). Omar Rincón señala que lo que prevalecerá es el periodista DJ, es decir, el que se conecta con su contexto, busca y desea generar una experiencia, intenta una actuación colectiva, le gusta estar en acción colaborativa, produce ritmo y mensaje según vaya funcionando la sensibilidad de la comunidad a la cual se debe, no a su gusto, y celebra lo de todos; no ofrece un concepto como el curador, sino que invita a una experiencia (2013). Mientras que para José Luis Orihuela, el rol del periodista digital deberá hacer lo mismo de siempre: “aprender a leer la realidad (además de todo tipo de formatos y fuentes), aprender a pensar (más allá de los tópicos y los prejuicios) y aprender a contar (en clave transmedia y al servicio del público). El reto, especialmente después de Twitter y parafraseando a Bertalanffy, ya no es ver lo que nadie ha visto, sino más bien pensar lo que todavía nadie ha pensado sobre aquello que todos ven” (Pellicer, 2015).

Tal vez la clave esté en la formulación de una propuesta que combine estas posturas, ante las exigencias de la digitalización y la convergencia de plataformas. En los últimos años, los cibermedios han estado más preocupados en organizar sus redacciones y, al parecer, el reto futuro será organizar la información con un enfoque de profundidad (Bradshaw, 2012), para lo cual, necesitarán periodistas con menos tareas, pero más especializados en actividades en las que deberán demostrar excelencia.

Por otra parte, probablemente, ha llegado el momento de recuperar las enseñanzas de aquel debate, reconocido como uno de los más candentes e instructivos del siglo XX, que sostuvieran en la década de 1920 el periodista Walter Lippmann y el filósofo John Dewey, respecto al rol de prensa en la democracia, y que cobra particular relevancia con el periodismo digital (Bradshaw, 2012; Hermida et al., 2011).

Walter Lippmann escribió que la sociedad moderna se había vuelto demasiado compleja para que el público comprenda y sea capaz de tomar decisiones informadas; por ello, la prensa debía ser un puente entre las masas desinformadas y el poder, y evaluar las políticas de gobierno y presentar conclusiones bien informadas (Hermida et al., 2011). El problema, de acuerdo con Lippmann, era que las imágenes de la prensa estaban distorsionadas, incompletas y deformadas por sus propias debilidades (Kovach y Rosenstiel, 2012).

Dewey, en cambio, sostenía que el público no solo era capaz de tomar decisiones de manera razonada, sino participar activamente como ciudadanos en provecho de una democracia sana. En este contexto, el periodista debía actuar como un educador de las cuestiones clave de la política (Hermida et al., 2011). A juicio de Dewey, los problemas de la democracia se solucionarían mejorando la acción de la prensa y la educación del ciudadano (Kovach y Rosenstiel, 2012).

Entre ambas posturas es cada vez más claro que sin dejar de ser líder del debate público, se requiere un periodismo de servicio para y con la gente, que propugne su participación activa.

La presente investigación cuantitativa y cualitativa discurre en dos dimensiones: el análisis del emisor y el análisis del mensaje. Es producto de la aplicación de tres técnicas de recolección de datos: encuestas, que se aplicaron a los periodistas de las redacciones web; entrevistas en profundidad, a sus editores o subeditores responsables; y un análisis cualitativo del contenido de las versiones electrónicas, basado en tres matrices de indicadores, construidas según los modelos propuestos por diversos autores.

Las encuestas y las entrevistas a los redactores web (71) y editores (9) de los cibermedios, que se efectuaron en el 2013, en su mayoría, fueron útiles para determinar lo que José Carlos Lozano (2007) denomina las rutinas periodísticas y las condiciones de producción de los mensajes, así como para reconocer el perfil de los periodistas.

El análisis cualitativo del contenido permitió descubrir lo siguiente: a. la estructura del texto informativo de las portadas y b. los elementos de las secciones, para reconocer los criterios de hipertextualidad y multimedialidad, así como las temáticas y técnicas de redacción predominantes. También, reconocer los mecanismos aplicados para generar interactividad y las herramientas relacionadas con la usabilidad que ofrecían las webs. Esta evaluación se hizo en fechas diferentes según consta en el capítulo 3.

Antes, en los capítulos 1 y 2, se reflexiona sobre las premoniciones cumplidas en materia de internet, la sociedad de la información y el periodismo digital, muchas de las cuales no se han cumplido, como la desaparición de los periódicos convencionales; o han sido superadas por la realidad y la disrupción. Asimismo, se pasa revista a la evolución del periodismo digital y las herramientas del lenguaje que utiliza.

En el capítulo 3, se presenta el panorama de los ciberperiódicos analizados, su evolución y popularidad en la web; así como la metodología empleada en su análisis, cuyos resultados se muestran en los capítulos 4, 5, 6 y 7, en concordancia con los objetivos planteados.

Se incluyen los testimonios de varios jóvenes periodistas digitales, algunos de los cuales colaboraron en las entrevistas de campo desarrolladas, y a quienes se les solicitó una reflexión personal sobre lo vivido a partir del 2012, el presente y el futuro del modelo.

Hace más de veinte años, los medios tradicionales estadounidenses y europeos entraron al mundo de internet por necesidad. Bajo una perspectiva estratégica bien planteada consideraron que, ante la reducción de lectores y las presiones publicitarias, era pertinente sopesar las posibilidades que ofrecía experimentar con las plataformas electrónicas (Yezers’ka, 2008a).

Hoy no deja de ser irónico que muchos de esos medios se pregunten si valió la pena invertir cuantiosas sumas en equipos, procesos y recursos humanos que, si bien han contribuido a la modernización de sus versiones digitales, no generan los ingresos publicitarios esperados, sobre todo en estos días de millonarios ajustes empresariales.

Las investigaciones consultadas para esta publicación, que aparecen en libros y, sobre todo, en artículos académicos y documentos ubicados en sitios web, revelan que el periodismo electrónico, inmerso en una evolución tecnológica, económica y editorial (Salaverría, 2005), desde hace décadas, no se detendrá, pero sí exigirá definiciones sobre dónde está y a dónde quiere llegar. Qué clase de periodismo quiere desarrollar y a quién quiere servir.

El periodismo digital peruano es una realidad, al margen de su rentabilidad actual. Hay una hornada joven y empeñosa de comunicadores a los que llamamos ciberperiodistas, que cada día emplean los nuevos recursos de una tecnología que avanza de manera impresionante, de acuerdo con procesos y quehaceres reconocidos académicamente. Además, y lo más importante, quizá, crece la masa crítica de prosumidores, especialmente, jóvenes que, aunque con altibajos, aumenta cada año. Si esto es así, no es difícil imaginar que, dentro de poco, el periodismo digital local irá ganando cada vez más seguidores, tanto de las plataformas con soporte en el papel como de las nuevas que nacieron y nacerán en la web. En pocos años, los llamados nativos digitales llegarán a la toma de decisiones y, con ello, a una forma diferente de enfrentar el mundo con herramientas que incluyen las tecnológicas. ¿Quizá, para ese momento, seremos testigos de la consolidación del ciberperiodismo? Un factor importante será el concurso de las empresas periodísticas para aprovechar sabiamente las ventajas de una revolución que debe beneficiar a todas las partes involucradas, y que demandará, como anota la académica Charo Sádaba Chalezquer un compromiso de innovación permanente al ritmo de los cambios tecnológicos. Me cuesta admitir que los móviles reemplacen algún día a los impresos (2016). Pero frente al avance de la tecnología, a los cambios de hábitos asociados a la ‘modernidad líquida’ (Bauman, 2002), en un contexto a favor de la disminución del papel periódico, acorde con la onda ecológica que se extiende en el mundo, ¿será el diario un producto premium, un artículo de lujo y de circulación restringida, como vaticinan los innovadores periodistas digitales? Quizá sí, quizá no.

Debo dejar constancia de que esta investigación no habría sido posible sin el apoyo de muchas personas. Mi gratitud a María Teresa Quiroz, por su confianza en la realización de este nuevo proyecto. A Branca Viaña y a Guillermina Palacios, quienes colaboraron en la captura de la información periodística difundida en los cibermedios, así como en el seguimiento de sus plataformas 2.0. Mi agradecimiento a los editores web Jaisia Amaro, Gustavo Bárrig, Alejandro Castro Backus, Marilyn Corrales, Herbert Holguín Villavicencio, Antonio Manco, Omar Olivares, Jean Paul Preciado y David Reyes, quienes proporcionaron información relevante sobre las dinámicas de sus respectivas redacciones web; y a los redactores digitales, que dieron cuenta de su trabajo. Asimismo, a los ciberperiodistas Ángel Hugo Pilares Manrique y Fernando Lozano Chávez, cuyos valiosos alcances incorporamos en esta obra; además, junto a Maricella Arias Morales, David Reyes y Gustavo Bárrig Jó, aceptaron escribir un testimonio para esta publicación sobre el presente, pasado y futuro del periodismo digital, que día tras día contribuyen a construir en el Perú.

Capítulo 1

Las premoniciones cumplidas

Sobre las nuevas tecnologías y el internet se han hecho toda clase de presagios. En cuanto al ciberperiodismo, que desarrollan empresas convencionales de la prensa, igualmente, se esperaba que en la segunda década de su desarrollo (2005-2015) debían haber resuelto el problema de su supervivencia, a través de la organización de negocios sostenibles; logrando complementariedad con las versiones impresas, para romper los recelos que existen entre ambas; y desarrollando una propuesta informativa propia, que vaya más allá de reproducir las periódicos de papel (Salaverría, 2007b). ¿Cuántos de estos retos se han cumplido?

1. El entorno

1.1 Primero fue la sociedad de la información

“Vivimos en una sociedad de la información, aunque todavía no sabemos qué es lo que significa”, señala el periodista, académico y activo cibernauta, José Luis Orihuela (2013). Y es que se han calculado en más de setenta las definiciones acuñadas (Yezers’ka, 2008a) sobre este concepto, cuyas raíces se vinculan con las innovaciones tecnológicas producidas en las últimas dos décadas del siglo XX, pero que algunos académicos rastrean desde tiempo atrás.

Manuel Castells y Daniel Bell alertaron sobre la emergencia de una nueva sociedad, y Anthony Giddens, Jurgen Habermas, Herbert I. Schiller y Frank Webster piensan que asistimos a un continuum de cambios entre la sociedad capitalista de antes y la actual, de manera que lo informacional es solo “un rasgo subordinado de otros principios sociales dominantes” (Giner, Lamo y Torre, 2006, p. 787).

Sociedad digital, sociedad informacional, sociedad red, del conocimiento, base de la globalización y de la posmodernidad, son un puñado de las etiquetas asignadas a esta imparable revolución que ha impuesto un nuevo desarrollo y configuración social, con notables implicancias en todas las actividades inherentes a la humanidad, organizadas en redes globales: la economía y los mercados financieros; la producción, gestión y distribución de bienes y servicios; el trabajo, la ciencia, la tecnología y la educación; los medios de comunicación y las redes de internet; el arte, la cultura, los espectáculos y los deportes; las instituciones internacionales que gestionan la economía global y las relaciones intergubernamentales; la religión y la criminalidad; las organizaciones no gubernamentales transnacionales y los movimientos sociales (Castells, 2010).

No pretendemos agotar el tema de las definiciones vertidas al respecto, pero resulta muy ilustrativo aproximarse al debate que han generado y reconocer por qué el periodismo se vio obligado a participar en este proceso como actor indiscutible y preponderante en provecho propio y de su comunidad.

Habría que empezar con Castells, reconocido como uno de los académicos expertos en este tema, quien entre varias etiquetas –como sociedad de la información, tecnologías de la información, autopistas de la información, la informatización, y muchas más acuñadas en Japón en los años sesenta–, prefiere hablar de la “sociedad informacional” actual.

El término sociedad de la información destaca el papel de esta última en la sociedad. Pero yo sostengo que la información, en su sentido más amplio, es decir, como comunicación del conocimiento, ha sido fundamental en todas las sociedades, incluida la Europa medieval, que estaba culturalmente en la productividad y en cierta medida unificada en torno al escolasticismo, esto es, en conjunto, un marco intelectual. En contraste, el término informacional indica el atributo de una forma específica de organización social en la que la generación, el procesamiento y la transmisión de la información se convierten en las fuentes fundamentales de productividad y poder, debido a las nuevas condiciones tecnológicas que surgen en este período histórico. (Castells, 2001, p. 51)

Así como la sociedad industrial no solo tenía industrias, señala Castells, la sociedad informacional no solo es sinónimo de información: “una sociedad red es aquella cuya estructura social está compuesta de redes activadas por tecnologías digitales de la comunicación y la información basadas en la microelectrónica” (Castells, 2010, pp. 50-51)1.

Esta definición contiene dos variables importantes: una organización en redes y el paradigma de la tecnología de la información. La primera ha existido en otros tiempos y espacios; la segunda es lo que establece la diferencia y caracteriza las nuevas pautas de interacción dentro de una sociedad.

Algunas características descritas por Castells sobre la sociedad red revelan por qué no solo debe ser denominada sociedad de la información (2001, pp. 549-557):

– En primer lugar, está constituida por redes, es decir, por un conjunto de nodos interconectados o elementos constitutivos de una red determinada. Ejemplo de nodo son los mercados de valores, dentro de la red de flujos financieros, o los canales de televisión, los estudios de filmación y los periodistas de los informativos, dentro de red global de los nuevos medios de comunicación.

– Las redes son los instrumentos apropiados para una economía capitalista basada en la innovación y la globalización, pero también son fuente de poder. La sociedad red es capitalista, global y se estructura en buena medida en torno a una red de flujos financieros.

Las nuevas tecnologías hacen posible que el capital financiero pueda no solo operar, sino competir con base en criterios de competitividad, productividad e información. Como anota Castells, es la articulación de la producción capitalista y el modo informacional de desarrollo. Asimismo, el capital financiero condiciona el futuro de las industrias de alta tecnología; es más, son cada vez más interdependientes.

– La sociedad red ha determinado nuevas formas de movilidad laboral, sin generar desempleos masivos, y transformado las relaciones sociales entre el capital y el trabajo, que se ha individualizado.

– La sociedad red afecta la cultura y el poder. La primera depende de las redes electrónicas de comunicación, donde se realiza ahora la interacción mediada con los públicos; mientras que la política se ha encerrado en los medios masivos, donde los diferentes actores políticos realmente existen en la medida que allí aparezcan y se difundan sus orientaciones.

En conclusión, anota Castells, sumado al hecho que hasta el espacio y el tiempo se han transformado y son atemporales, la sociedad red representa “un cambio cualitativo en la experiencia humana”, una nueva era (2010, p. 557) que ha traído consigo “un modo de desarrollo y estructuración social basado en la nueva matriz que constituyen las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC)”, cuya fuente de productividad son la generación del conocimiento, el procesamiento y la comunicación de símbolos (Giner, Lamo y Torres, 2006, pp. 786-787).

Estas actividades, muy vinculadas al quehacer periodístico, son posibles gracias a la convergencia e integración de las TIC a través de procedimientos digitales. Como anotaba hace más de quince años Antonio Lucas Marín, en esta sociedad hay tres nuevas industrias o grupos de tecnologías muy relacionados entre sí, con ámbitos comunes, que trabajan de manera integrada y, por lo mismo, difícil de diferenciar: las de la informática (computadoras), la telemática (telecomunicaciones) y de la comunicación (Lucas-Marín, 2000):

Al igual que Castells, Lucas sostenía que la sociedad informacional constituiría una revolución industrial que afectó y seguiría afectando a todo el mundo:

Pero este cambio hay que estudiarlo en su desarrollo histórico expansivo, en el que se pueden distinguir algunos momentos de cierta aceleración que se han llamado las tres revoluciones industriales. La primera de ellas significa el inicio de la industrialización, es decir, da lugar a la aparición de las sociedades industriales; la segunda supone la aparición de algunos signos de madurez institucional en el nuevo tipo de sociedad, patente ya a principios del siglo XX; la tercera revolución industrial viene a significar el cambio, que se está dando en la actualidad en los países más avanzados, hacia una sociedad postindustrial o post-moderna, denominada recientemente sociedad informacional. (Lucas-Marín, 2000, p. 16)

¿Qué características tiene este paradigma tecnológico? Además de la evidente convergencia con que interactúan todas las tecnologías, destacan las siguientes (Giner, Lamo y Torres, 2006, p. 786):

– La información constituye su materia prima: la información no solo actúa sobre la tecnología, si no que las tecnologías actúan sobre la información.

– Penetra en el conjunto de la sociedad.

– Así como los procesos técnicos pueden ser reversibles, las organizaciones pueden modificarse y las instituciones reordenar sus componentes.

– Sus tecnologías están interconectadas en un sistema o conjunto de relaciones, característica que da origen a lo que Castells denomina sociedad red o sociedad global.

1.2 Agenda social digital

Hoy, los países se dividen entre aquellos que cuentan con políticas promotoras de la sociedad de la información y aquellos que carecen de ellas.

Se entienden como políticas de sociedad de la información aquellas iniciativas que abordan ese concepto de manera integral, es decir, que se orientan al acceso masivo a las TIC, a la capacitación de recursos humanos y a la generación de contenidos y aplicaciones electrónicas en los diversos sectores de la sociedad. Aunque un país cuente con estrategias de gobierno electrónico, políticas TIC para la educación o iniciativas de desarrollo de software, si ellas se ejecutan de forma aislada y no están concebidas como parte una política integral, se considera que el país no dispone de políticas de la sociedad de la información. Por el contrario, se estima que un país tiene una agenda digital cuando su formulación es explícita y se refleja en un documento específico, o cuando está implícita en un documento de mayor jerarquía y alcance, como un plan nacional de desarrollo. (Rovira, Stumpo y Santoleri, 2013, p. 39)

Hasta el año 2000, la comunidad internacional no había comprendido a cabalidad el potencial de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) para el desarrollo no solo de la comunicación y en provecho del conocimiento, sino de los programas de desarrollo de necesidad mundial. A partir de ese año en adelante, la innovación, difusión y asimilación de las tecnologías móviles y el acceso mejorado a internet expandieron una gama de oportunidades para promover el desarrollo incluyente.

Así lo reconoció en mayo del 2013, a través de una declaración conjunta, el Grupo de las Naciones Unidas sobre la Sociedad de la Información de la Unión Internacional de las Telecomunicaciones de la ONU, fundado en el 2006. Estimó que el 2015, año límite para la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, los beneficios de los servicios móviles tendrían que estar al alcance de todos, y se conseguirá el objetivo, relativo a las TIC, de proporcionar una plataforma para mejorar la integración de los tres pilares del desarrollo sostenible: el crecimiento económico, la inclusión social y la sostenibilidad medioambiental (International Telecommunication Union, 2003).

Estos adelantos contaron con el respaldo de Gobiernos que aplicaron políticas idóneas en provecho del desarrollo de la sociedad de la información de sus propios países, ganando mayor liderazgo en este sector, y en el resto del mundo.

Si “la primera revolución industrial fue británica, la primera revolución de la tecnología fue estadounidense, con una inclinación californiana” (Castells, 2001, p. 94); sin embargo, en ambos casos, científicos e industriales de otros países desempeñaron un rol preponderante en el descubrimiento y difusión de las nuevas tecnologías.

En la última década del siglo XX, Estados Unidos puso en marcha dos proyectos que supusieron el impulso de las llamadas autopistas de la información dentro y más allá de sus fronteras. Primero, en septiembre de 1993, se anunció la creación de una infraestructura nacional que permitiría el transporte de datos y el desarrollo y la interconexión de aplicaciones telemáticas de altas prestaciones. Luego, en marzo de 1994, planteó a los países miembros de la ITU que un requisito esencial para el desarrollo sostenible en el mundo era la creación de la red de redes; superautopistas o redes de inteligencia que “permitan compartir información, conectarnos y comunicarnos como una comunidad global” (Méndez, 1999, p. 21).

Europa, por su parte, lideró desde la década de 1980 una política informacional consistente, entre otros objetivos, en la creación de infraestructuras transeuropeas de acceso amigable y nuevos mercados para que la sociedad de la información obtenga mayores recursos de la producción de bienes inmateriales que los provenientes de bienes tradicionales. Uno de los documentos más importantes fue el Libro Blanco sobre crecimiento, competitividad y empleo. Retos y pistas para entrar en el siglo XXI que planteó que a través del fomento de la sociedad de la información se podrían encontrar soluciones a problemas diversos, como el desempleo. Para ello, debía difundirse las tecnologías de la información y comunicación europeas, modificar el marco reglamentario de las telecomunicaciones en la unión, estimular el desarrollo de sistemas telemáticos de interés general, entre otras medidas (Méndez, 1999).

Estudios realizados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) reconocen que los países desarrollados hicieron de las TIC herramientas valiosas para una serie de transformaciones económicas que redundaron en “el aumento de la productividad, una transición desde economías industriales-manufactureras hacia otras basadas en servicios con un rol cada vez más relevante del conocimiento y una desverticalización de los procesos de negocios, permitiendo la desagregación de las cadenas de valor y su deslocalización internacional” (Rovira, Stumpo y Santoleri, 2013, p. 17).

En paralelo, la Cepal encontró enormes progresos en América Latina que, de manera global, entre el 2002 y el 2011, mejoró sustancialmente la infraestructura, el acceso y el uso de estas tecnologías, reduciendo la brecha que mantenía con los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Individualmente, sin embargo, las naciones de la región muestran disparidades. Por ejemplo, si bien la distancia con los países desarrollados se ha reducido en lo que corresponde a infraestructura y acceso a las TIC, las estrategias desarrolladas no han sido suficientes para garantizar su uso extendido, que sigue siendo deficitario.

Se observó que, si bien el acceso a telefonía celular y a internet mostraba una situación alentadora, la banda ancha era restrictiva. En el 2011, la tasa promedio de penetración de banda ancha fija y móvil era de 8 y 11 abonados por cada 100 habitantes, respectivamente, mientras que en los países de la OCDE la proporción era de 27 y 55 abonados por cada 100 habitantes, situación que tenía relación con “el costo de acceso a este servicio, que muestra un precio relativo que en muchos casos no es posible afrontar por parte de los ciudadanos latinoamericanos”. (Rovira, Stumpo y Santoleri, 2013, pp. 17-18)

Desde el 2000 se aprobaron varias declaraciones para promover el uso de las tecnologías de la información y de las comunicaciones (TIC) para el desarrollo en América Latina y el Caribe, bajo el padrinazgo de Naciones Unidas, la Cepal y países de la región.

En el 2003 y en el 2005, primero en Ginebra y luego en Túnez, se realizó en dos etapas la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (CMSI), a la cual siguieron eventos internacionales donde se tomaron acuerdos que los países se comprometieron honrar; por ejemplo, respecto a la gobernanza de internet y el software de código abierto, así como principios y planes de acción para adoptar una visión común respecto a la sociedad de la información.

Un documento suscrito en la CMSI fue la Declaración de Principios y el Plan de Acción que plantea las metas que la región debía alcanzar para el 2015. Se señalan las responsabilidades de gobiernos y partes involucradas, para garantizar la conectividad, infraestructura y el entorno propicio que demandan las TIC, un mayor acceso a la información y al conocimiento, y para la creación de capacidades. Se destaca que las TIC deben ser sinónimo de confianza y seguridad, y generar beneficios en todos los aspectos de la vida, en la promoción de la diversidad e identidad culturales, el intercambio de conocimientos y la cooperación internacional y regional (International Telecommunication Union, 2003).

A partir del 2005, las Naciones Unidas, la Cepal y los países de la región constituyeron grupos de trabajo que dieron origen a tres planes de acción de la sociedad de la información en América Latina y el Caribe, denominados Elac 2007, Elac 2010 y Elac 2015; este último aprobado en Lima y que plantea a las TIC como instrumentos de desarrollo e inclusión social. Allí, tras quince años, desde que se formularon los primeros compromisos, se planteó que en el 2015 se estarían evaluando cuántas metas se han cumplido para: garantizar el acceso a la banda ancha, el gobierno electrónico, el uso de las nuevas tecnologías para la mitigación del cambio climático y los desastres naturales, así como para coadyuvar a la seguridad social y la educación; y qué se ha hecho para promover el cierre de la brecha digital en el caso de las micro, pequeñas y medianas empresas.

En abril del 2015, el Foro Económico Mundial difundió el Global Information Technology Report 2015