Abriendo caminos al crecimiento de las mujeres en los negocios - Delia Flores - E-Book

Abriendo caminos al crecimiento de las mujeres en los negocios E-Book

Delia Flores

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Beschreibung

"Es mi misión y mi objetivo en la vida abogar por la autonomía económica de las mujeres, el acceso a las finanzas, la internacionalización, el federalismo, la disolución de las distintas brechas que nos emergen. Es clave aunarnos en el desafío de apoyarnos unas a otras, de ser solidarias y de trabajar juntas para fortalecernos y producir los cambios culturales y sociales tan postergados en pos de la equidad. Creo que el nuevo milenio trae un cambio de conciencia y este cambio está dado por las mujeres. Desde niña me gustaba ganar mi propio dinero y tener autonomía económica. Soñaba con conocer el mundo. Así abracé la profesión del comercio exterior y las relaciones internacionales. La primera vez que asistí a un Congreso Mundial de Mujeres Empresarias descubrí mi gran vocación de ayudar a las mujeres. En este libro los invito a recorrer cada uno de los pasos que di junto a grandes mujeres, abriendo caminos y de inspiración y oportunidades. Es la historia de una mujer, una misión y su vocación, la que sigue intacta hasta hoy a través de GEMA" (Delia Flores).

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Flores, Delia Raquel

Abriendo caminos : al crecimento de las mujeres en los negocios / Delia Raquel Flores. - 1a ed ampliada. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Muiños de Vento, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-48266-2-6

1. Autobiografías. I. Título.

CDD 658.409

AutoraDelia Raquel Flores

Foto de tapaGerardo Correa

Edición en formato Digital

Publicado por Muiños de Vento Editorial

Conversión a formato digital para Muiños de Vento Editorial por Libresque

 

ISBN 978-987-48266-2-6

Ha sido hecho el depósito que marca la ley 11.723

Septiembre 2022, Buenos Aires, Argentina

© Delia Raquel Flores

Todos los derechos reservados

Queda prohibida la reproducción parcial o total por medio de cualquier medio gráfico o informático sin previa autorización del editor.

DELIA FLORES

ABRIENDO CAMINOS

AL CRECIMIENTO DE LAS MUJERES EN LOS NEGOCIOS

AGRADECIMIENTOS

A lo largo de mi vida he tenido personas que me han ayudado, motivado, “sponsoreado” y han confiado en mi proyecto, tanto empresario como personal e institucional. Son tantos que no quiero olvidarme de nombrar a ninguno. Agradezco a mis amigos que siempre me han apoyado e incentivando; a mis compañeras de GEMA® tan diversas, capaces y talentosas; a mis colaboradores y funcionarios (no se puede hacer una empresa si no hay un equipo de buenas personas); a mi amada familia que me ayuda a encontrar el equilibrio; a esos clientes que un día, casi sin darnos cuenta, se convirtieron en amigos de tantos años; a los proveedores, esos que me conocen desde mis inicios, y que me han acompañado y confiado en las buenas y en las no tan buenas; a mis seguidores que me miman el alma y muchas veces me hacen ver cosas y logros a los que no le doy trascendencia. Agradezco infinitamente a todos, es una larga lista que me gratifica y llevo entrañablemente en mi corazón.

 

 

 

A través de GEMA® puedo comprobar el milagro que es ser mujer, la inmensa luz y la gran creatividad. Veo un rasgo de divinidad en cada mujer. Simplemente, las admiro.

D. R. F.

Dedico este libro a mi mamá, que ya no esta físicamente pero permanecerá hecha energía, definitivamente dentro de mi corazón y mi alma, siempre. También lo dedico a todas las mujeres de mi familia, cada una diferente.

Todas, absolutamente todas, me han dejado una enseñanza, un legado. En ocasiones me han aportado su experiencia a través de sus errores, y en otras, de sus aciertos.

Todo eso forma parte, también, del manual de mi vida.

PRÓLOGO

No recuerdo con exactitud cuándo fue que tuve el gusto de conocer personalmente a Delia Flores, pero recuerdo que cuando la conocí quedé maravillado por su fuerza, su empuje y su visión de la vida y del trabajo.

Es una de las mayores y mejores referentes de la parte femenina de la sociedad, que no conquista espacio ni logros por su género y sí por su competencia.

La vida de Delia Flores es una enciclopedia por donde se la mire. Siempre supo lo que quería, y en función de una sociedad claramente machista, dio por descontado que el esfuerzo tendría que ser redoblado, pero esto no fue un problema. Al contrario, fue una motivación.

Ingresó al fascinante mundo del comercio exterior cuando, con apenas 22 años, y con la ayuda de amigos, abrió su primera empresa de despachos aduaneros.

Fue el inicio de una carrera de éxito profesional y personal que hubiera sido difícil para cualquier ser humano. Más aun para una mujer, pero no para ella.

Delia es referencia en muchos ámbitos de la escena argentina como el comercio exterior (que conoce como pocas personas), el transporte internacional, ni hablar de su gestión como ideadora y presidente de GEMA®, como mujer empresaria, interesada en la constante mejora de la mujer en la vida política, empresarial y social del país, y como embajadora informal de Argentina en todos los eventos en los que participa a lo largo del mundo.

Su brillante desempeño la hizo trascender fronteras y Argentina quedó chica para tanta energía.

Muchas personas en diversos lugares del mundo tuvieron oportunidad de escuchar su conocimiento, su visión de las cosas y de la vida, y su perspectiva de futuro, para la economía argentina y mundial, para la sociedad, y siempre dejando un espacio fundamental para la mujer.

En este libro Delia muestra, en primera persona, que es posible crecer como ser humano y como profesional, y comparte su vivencia desde sus inicios hasta la actualidad.

Es una obra que no se puede dejar de leer. Muchas personas pudieron escuchar sus mensajes. Ahora vos podés leer su historia… y a partir de su ejemplo, comenzar a armar tu propia historia.

Gustavo Segré

INTRODUCCIÓN

Este libro comenzó a escribirse un domingo 26 de julio de 1959 en Paso de los Libres, provincia de Corrientes. Fue el día en que nací, cuando sin siquiera proponérmelo comencé a esculpir mi vida con diferentes trazos y matices, colores y sonidos, lugares, experiencias y viajes a diferentes culturas, rodeada de amigos y gente querida, que me permitieron tener una vida intensa, plena y feliz.

Desde hace un tiempo tenía el deseo de escribir un libro y hoy, domingo 8 de marzo, empiezo a volcarlo en letras, palabras, pensamientos. Me inspiró esta fecha emblemática y también la celebración de los primeros diez años de GEMA®. Aunque mi vocación de escribir se viene gestando desde hace mucho tiempo, tal vez de toda la vida. Mi astróloga me diría que son mis astros, mi luna, mi “mente superior” y otros componentes de mi carta natal los que me ligan desde siempre a la comunicación.

Tengo una gran inclinación a ayudar a las mujeres, quizás inspirada por mi propia historia. Cuando inicié mis actividades profesionales, el mundo de los negocios era casi exclusivo de los varones: había profesiones y trabajos que se reconocían como “masculinos”, mientras que otros eran considerados “naturalmente” femeninos, como los del cuidado y la enseñanza. Ergo, no había –o escaseaban– los modelos a seguir, y menos todavía en mi querida provincia. Por supuesto, tampoco había moda para una mujer de negocios. Lo más frecuente era borrar las diferencias, para parecerse más a “ellos”, es decir, masculinizarnos usando trajecitos y ataché.

Comencé mi actividad profesional en 1982 a los 22 años, como despachante de aduana, al abrir mi primera oficina en un espacio que me prestaron unos amigos de la familia que confiaron en mí. Allí transité los corredores de la Aduana de Paso de los Libres, ubicada en la frontera con Brasil, lindera al Puente Internacional que nos une con ese país. En esa época, con apenas veinte años, no era habitual ver a una chica desenvolverse en un ámbito mayormente de varones, y mucho menos en forma independiente, a cargo de una empresa propia. Sin embargo esa mirada, muchas veces descalificatoria, no me amedrentó. Yo tenía objetivos muy claros y nada pudo impedirme seguir adelante y no detenerme.

Por supuesto, me dolían los comentarios negativos que se hacían a mis espaldas, típicos de pueblo chico, basados en prejuicios, donde una mujer joven con deseos de crecer y triunfar era señalada como “ambiciosa”. Y, desde luego, la palabra “ambición” estaba muy lejos de ser reconocida como un valor en una “dama”. No se esperaba de una mujer que tuviera deseos y proyectos propios, como sí era esperable que los tuviera un hombre. Como si estuviésemos hechos de una sustancia diferente...

Doce años después, en 1994, me trasladé a la capital del país, y aunque el desarraigo fue duro, sentí que se me abrieron las puertas de un mundo que me fascinaba: ingresé al universo del comercio exterior a nivel global. Allí entendí que las fronteras se extienden mucho más allá de los países limítrofes y les propuse a mis clientes que comenzaran a abrir sus negocios a otros continentes.

Es así como comencé a transitar las relaciones internacionales, las instituciones, conocí a otras mujeres alrededor del planeta y me inicié en los grandes eventos sociales. Cada viaje, cada congreso, feria internacional y misión comercial en que participé me aportaron experiencias que luego fui compartiendo con mis clientes y aplicando a la organización que fundé años después: GEMA®, GRUPOEMPRESARIALDEMUJERESARGENTINAS.

El nuevo milenio me encontró con más experiencia, más conocimientos, nuevos anhelos y con una gran vocación de servicio para ayudar a las mujeres y al crecimiento económico de la Argentina en la medida de mis posibilidades. Aquella joven de la lejana provincia de Corrientes quería abrirse paso en el mundo nuevo, en donde la mujer y el comercio mundial iban a ser protagonistas en su vida.

Año 1982. Compartiendo la alegría de mi primera oficina con mis hermanas Celia y María Catalina (Cata), junto al representante del Ministerio de Transporte en Paso de los Libres.

Año 1996. Mis primeros tiempos en Buenos Aires. Arriba: rodeada del equipo de colaboradores. Abajo: oficina en Capital.

EL GRAN SALTO: SUDÁFRICA

A fines de 2001 fui invitada por Cancillería de la República Argentina a formar parte de la Primera Misión Comercial del Mercosur a Sudáfrica. Hubo un antes y un después de ese viaje. Yo estaba atravesando un momento personal muy complejo: mi padre estaba alojado en casa con un problema serio de salud, y yo estresada ante los repetidos llamados que tuve que hacer a emergencias, con traslados en ambulancia, las múltiples exigencias del día a día, todo sumado al tratamiento de una hernia de disco que me generaba mucho dolor físico. Pese a este panorama tan complejo y adverso, sentí que no podía dejar pasar ese viaje. Hoy sé que hice bien en seguir mi intuición. Pude ir superando todos los problemas, y como siempre, contando con el gran apoyo que me brindó mi familia.

Ese viaje fue un hito en mi vida, porque pude materializar lo que había soñado por mucho tiempo. Sudáfrica es la economía más pujante de ese continente, con actividades que van desde la agricultura, los servicios financieros, el comercio y el turismo. Además, tiene un asiento en el bloque de economías de los BRIC –Brasil, Rusia, India y China– y es miembro del G20.

En ese viaje me reuní con empresarios de las más grandes compañías de Argentina, Uruguay, Brasil y Paraguay, además de funcionarios del gobierno argentino. La primera escala del viaje, en Cape Town, fue impactante. Me deslumbró la diversidad visual de los paisajes. Toda la delegación estaba atónita ante la fusión de lo moderno y desarrollado del mundo occidental junto con la colorida ornamentación autóctona de la cultura del lugar.

El destino final del viaje fue Johannesburgo, capital financiera de Sudáfrica y una de las mayores potencias económicas del continente. Apodada la “Ciudad de Oro” por su célebre pasado en la industria minera, hoy es un ícono de ciudad africana moderna y cosmopolita, donde convergen diversas culturas y tradiciones del continente y el mundo. Al llegar nos alojamos en un hotel increíble, que era la sede donde se iban a realizar las actividades organizadas para la misión comercial. Tenía una sensación constante: todo me resultaba maravilloso, desde la decoración del lugar con una fuerte impronta africana y detalles de alto refinamiento hasta el espíritu afable de los sudafricanos, con su despliegue de sonrisas, ritmo y color.

Recuerdo una anécdota de la primera tarde en Johannesburgo. Habíamos ido a un supermercado con una amiga; en cada viaje acostumbro ir a esos centros comerciales, como una excelente manera de conocer a un país de cerca. Aquella tarde recorrimos los pasillos y las góndolas con mucho interés y curiosidad, y por ser la primera jornada nos dispusimos a salir sin comprar nada. Pero antes, como es una costumbre netamente porteña, al pararnos frente a la caja mi amiga y yo abrimos la cartera y mostramos su interior para que la cajera pudiera comprobar que no nos “llevábamos” nada. Grande fue nuestro desconcierto cuando percibimos que nadie nos prestó atención. No entendían por qué estábamos mostrando nuestras pertenencias. A ellos no les interesaba mirar ni revisar nada. Nos dimos cuenta de que en ese país nadie se lleva mercadería sin pagar. No existe una requisa de carteras, como ocurre frecuentemente en el nuestro. Nos ignoraron a tal punto que nosotras tratábamos de insistir... ¡y la cajera nos pedía que siguiéramos el recorrido hacia la salida! En un supermercado se aprende mucho sobre las costumbres de una sociedad.

Con respecto a la actividad oficial de la misión comercial, la Embajada Argentina nos ofreció un cóctel con vinos y quesos de nuestro país que compartimos con empresarios sudafricanos, con quienes conversamos animadamente. Para el día siguiente estaban organizadas las rondas de negocios y las reuniones con las contrapartes locales, pautadas por Cancillería y la Embajada. En esos encuentros me llamó la atención la gran participación de las mujeres sudafricanas. Al comentarlo con otros miembros de la delegación, me informaron

que en ese país había una ley del Gobierno con beneficios y una serie de estímulos para los emprendimientos iniciados por mujeres.

Ese viaje me dio la oportunidad de conocer y abrir nuevos mercados internacionales para mis clientes. Pude apreciar la valoración que funcionarios y empresarios extranjeros tenían de nuestro país y darme cuenta de dóndeestábamos parados a la hora de exportar, en cuanto a ventajas y desventajas. Tuve un contacto directo con empresarios que me informaron de primera mano lo que estaba ocurriendo en otros lugares del mundo, en lo que respecta a las economías emergentes. También pude comprobar que Sudáfrica era una gran opción para exportar e importar, dado su crecimiento y su expansión comercial. Durante mi estadía allí me vinculé con empresarios locales y también de la India y de Italia. Con muchos de ellos seguimos manteniendo contacto fluido y realizando operaciones.

Gracias a esta experiencia me di cuenta, entre tantas otras cosas, de que no hay fronteras entre las personas cuando se tienen objetivos comunes, y en particular cuando no hay prejuicios. Mi relación con los funcionarios nacionales y extranjeros fluyó constructivamente, sin fronteras idiomáticas ni culturales. Fue un gran aprendizaje, que me hizo sentir segura de que podía manejarme en cualquier lugar del mundo.

Durante estos últimos años he seguido viajando a Sudáfrica, integrando misiones comerciales y haciendo grandes amigos, y es a raíz de esas amistades y relaciones que actualmente integro la comisión directiva de la Cámara de Comercio Argentino-Sudafricana.

En uno de los viajes que he vuelto a realizar a aquel país compartimos el vuelo con el equipo completo de rugby argentino Los Pumas. Recuerdo que antes de llegar, todos los muchachos se pusieron el uniforme de la UAR, vistiendo camisa blanca, corbata y blazer azul, ¡súper elegantes! Al llegar a Johannesburgo entendí a qué se debía el cambio de atuendo: toda la prensa los estaba aguardando en el aeropuerto.

En otro viaje a Sudáfrica llevé dos valijas cargadas con mercaderías de mis clientes. Me sentía un “supermercado andante”: había llevado quesos, aceite de oliva, té, tostadas. Dejé todas las muestras allí, para que conocieran nuestros productos y se motivaran para comerciar con nuestro país.

Luego de haber descargado la mercadería de las valijas viajé a la ciudad de Durban, a orillas del Océano Índico, con el puerto más importante de toda África. En 1998, Durban ganó el premio de la Organización de las Naciones Unidas a la ciudad mejor administrada de ese continente. Allí participé en varias reuniones comerciales y tuve también la oportunidad de asistir a una exposición de la etnia zulú, en la cual compré muchas estatuillas que encontraron fácil destino en mi valija recién vaciada. Cuando llegué al hotel me reí un buen rato al descubrir con sorpresa que tenía la remera absolutamente manchada de negro, producto del contacto con las estatuillas.

En Durban me llamó la atención el número de musulmanes que la habitan. Yo iba en bikini por la playa y veía a las mujeres totalmente tapadas: sus ojos apenas asomaban a través del pequeño orificio libre del velo que les cubría la cabeza y el rostro. Allí vi una ceremonia muy particular, donde varias mujeres así vestidas introducían a una de ellas en el mar, y ella entraba dejando que las olas la empujaran. Después el grupo se alejaba y la mujer del centro salía caminando “en cuatro patas” ante la vista de las demás, que la miraban sin intervenir. Nunca comprendí ni pude enterarme de qué se trataba aquella ceremonia, pero recuerdo cada detalle como si hubiera quedado grabado a fuego en mi memoria.

Otro hecho que me sorprendió en ese viaje fue cómo en los restaurantes y bares de la zona céntrica era común escuchar temas cantados por Shakira. También pude observar en las calles grupos de adolescentes blancos y negros caminando y compartiendo risas y charlas, algo totalmente impensable unas décadas atrás. Fue un mensaje esperanzador para quienes consideramos que no debe existir discriminación por etnia, nacionalidad, género ni religión.

Como nota de color quiero compartir una experiencia que viví en Durban, donde uno de los empresarios y su esposa me invitaron a un picnic en el jardín botánico la noche de San Valentín. Por entonces, en Argentina esa festividad no significaba nada, pero allá se organizaban conciertos con orquestas, las familias hacían picnics y era común ir a escuchar música en vivo al anochecer.

Este matrimonio, que había ido con un grupo de amigos, organizó una hermosa comida campestre con el mejor champagne, caviar y otras delicias. Fue una velada muy amena, donde conversamos y compartimos esa costumbre para mí totalmente novedosa. La mujer de uno de los matrimonios se sorprendió de que yo hablara inglés. “A mí no se me ocurriría estudiar otro idioma”, me dijo. Por supuesto, pensé, porque ella hablaba inglés como lengua nativa. Fue un picnic tan inolvidable como lo fueron todos mis viajes comerciales y personales a Sudáfrica.

UBUNTU: UN MODELO, UNA LECCIÓN, ¡UN EJEMPLO!

“Ubuntu” es un concepto africano proveniente de un proverbio zulú, que simboliza la hermandad. Significa que nos transferimos poderes los unos a los otros, que una persona es a través de otras personas. Que no hacemos nada totalmente por nosotros mismos. Que estamos estrechamente ligados los unos a los otros, que yo está subordinado a nosotros, que ningún hombre es una isla. Todos somos ramas del mismo gran árbol familiar.

Me gusta este concepto. Creo que realmente es así. Uno aprende y se nutre de otras personas, da y recibe: está todo relacionado, como en una gran red. Recibimos poderes y transferimos poderes. Así vamos mejorando, creciendo, aprendiendo... No somos solos. Necesitamos de los demás para poder realizar nuestra mejor obra. Nelson Mandela actuaba y lideraba siguiendo este principio africano. Fue el padre de Sudáfrica. Hoy, si le preguntan a un chico sudafricano quién es Mandela, seguramente te dirá que lo siente como un abuelo.

Aplico este principio en mi empresa, en mi vida institucional, en GEMA®. Es lo que mejor me refleja y el estilo que me hace sentir mejor conmigo. Lógicamente, para ello hay que tener valores, principios, ética. Tenemos que ser responsables y conscientes de lo que emitimos, de nuestras actitudes, de nuestras conductas, sabiendo que estamos enseñando permanentemente a nuestra familia, la gran familia humana, como lo ha hecho siempre Nelson Mandela.

MISIÓN COMERCIAL DE MUJERES: ALICANTE, ESPAÑA