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A petición de un amigo, en el 44. a. C. Cicerón trata de separar la amistad de la utilidad, tan unidas hasta entonces, cómo elegir bien a los amigos y cómo quererlos. Razona sobre su naturaleza y sus normas, y la exalta en las relaciones sociales y en la vida política, acudiendo a ejemplos conocidos de la historia de Roma que puedan capturar la atención del lector.
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Seitenzahl: 97
Veröffentlichungsjahr: 2023
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MARCO TULIO CICERÓN
Acerca de la amistad
Traducción, introducción y notas de Eduardo Fernández
EDICIONES RIALP
MADRID
© 2023 de la traducción, introducción y notas de Eduardo Fernández
by EDICIONES RIALP, S. A.,
Manuel Uribe 13-15, 28033 Madrid
(www.rialp.com)
Preimpresión: produccioneditorial.com
ISBN (edición impresa): 978-84-321-6600-6
ISBN (edición digital): 978-84-321-6601-3
ISBN (edición bajo demanda): 978-84-321-6602-0
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
Introducción
Acerca de la amistad
I. Introducción. Origen del diálogo y presentación de los personajes
II. Elogio de Lelio y de Catón
III. Lelio elogia a Escipión y explica por qué su muerte no ha sido un mal
IV. La inmortalidad de las almas y la amistad de Lelio con Escipión
V. La amistad solo se encuentra entre los buenos: quiénes merecen este título y cómo se diferencia del parentesco
VI. Definición de la amistad y su relación con la virtud
VII. Ventajas de la amistad y su conveniencia
VIII. Origen de la amistad
IX. La amistad surge de forma natural y no por su utilidad
X. Los peligros de la amistad según Escipión
XI. Los límites de la amistad por respeto a la honestidad
XII. No hay obligación de amistad con los que atentan contra la patria
XIII. Los griegos tienen opiniones extravagantes de la amistad
XIV. La amistad nace de la semejanza, no de la utilidad
XV. Las riquezas y los éxitos pueden destruir la amistad
XVI. Tres opiniones erróneas para señalar los límites de la amistad
XVII. Verdaderos límites de la amistad. Importancia de elegir bien los amigos
XVIII. Fundamentos de la constancia en la amistad
XIX. Preferencia entre nuevos y viejos amigos. La amistad beneficia al inferior
XX. La amistad equipara al superior. Otros consejos sobre de la amistad
XXI. Cómo romper las amistades con elegancia. Para evitar rupturas, no conviene elegir los amigos por su utilidad
XXII. Buscar amigos sin interés, solo para cultivar la virtud
XXIII. Beneficios de la amistad y remedio de la soledad
XXIV. La verdad fundamenta la amistad, especialmente en la corrección
XXV. La adulación perjudica la amistad por su falta de sinceridad
XXVI. Cómo reconocer la adulación y no dejarse seducir por ella
XXVII. Conclusión. La virtud fundamenta la amistad: el ejemplo de Escipión
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Portada
Créditos
Índice
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Notas
Cicerón es uno de los grandes personajes de la Antigüedad, especialmente por su actuación pública como abogado y como político, pero también por su formación filosófica y por su dominio de la oratoria. Su amplia obra escrita refleja esta variada dedicación. Generalmente, la vida pública no permite espacio para la reflexión filosófica y así ocurrió también con Cicerón. Al final de su vida, obligado a un parón en la actuación política por la guerra civil, el ascenso al poder, finalmente el asesinato de Julio César y la formación del segundo triunvirato entre Lépido, Octavio y Marco Antonio que pondría fin a sus días, decide dedicar tiempo a escribir varios tratados de retórica que han llegado a la actualidad y siguen siendo fuente de estudio y alguna de sus obras filosóficas más importantes.
Entre esta producción se encuentra el pequeño tratado que ahora tienes en tus manos. Cicerón utiliza el género del diálogo que ya había inaugurado Platón para exponer ideas filosóficas y que posteriormente tendrá un desarrollo en el humanismo renacentista, en obras como la Utopía de Tomás Moro o el Diálogo de la Lengua de Juan de Valdés. Se trata, en efecto, de una ficción literaria en la que los personajes se sitúan en un pasado no muy lejano con el objetivo de acercar al menos dos generaciones separadas por el tiempo. En el caso de Cicerón, en esta obra utiliza un juego de espejos entre el tiempo real de redacción, a finales del año 44 a. C. y el 129 a. C., año en el que se desarrolla el diálogo. Todo ello para reflejar de la manera más adecuada el ambiente cultural del siglo ii a. C. a través de los grandes hombres del pasado, representantes de las virtudes y la cultura romana por excelencia.
En efecto, Cicerón rememora la conversación que reprodujo su maestro Escévola, sobre la exposición que escuchó a Lelio sobre la amistad que este tuvo con Escipión, a los pocos días de la muerte de este. De esta forma, Cicerón honra la memoria de sus maestros, los sabios de la generación anterior, a los que conoció como un joven prometedor, recién llegado a Roma enviado por su padre para formarse con los mejores. El principal de ellos es Quinto Mucio Escévola el Augur (159-88 a. C.), yerno de Lelio y uno de los interlocutores del diálogo junto con Fanio. Otros personajes de esta generación que aparecen citados por Cicerón son Filo, Manilio, Sulpicio Rufo o Pompeyo Rufo.
Los protagonistas del diálogo son Lelio, que es el que habla con sus yernos, y Escipión, recientemente fallecido, pero presente por las constantes referencias a su amistad que hace su amigo Lelio. Aquí encontramos la segunda generación: los maestros de los maestros. El más destacado de todos es sin duda Publio Cornelio Escipión Emiliano (185-129 a. C., llamado Africano el Menor o Numantino, nieto del vencedor de Aníbal del mismo nombre. En torno a él y patrocinado por Cornelia, la madre de los Gracos, se forma el denominado círculo de los Escipiones, un foco de cultura griega romanizada que va a iluminar el periodo de creación artístico y literario en Roma que llegará a considerarse clásico. Entre los autores vinculados a este círculo encontramos a dramaturgos como Terencio o Pacuvio, historiadores como Polibio, poetas como Lucilio, filósofos como Panecio de Rodas. De la misma generación son algunos protagonistas de la vida política del momento, como los hermanos Gracos, Décimo Bruto, Escipión Nasica, Rutilio Rufo, Porcio Catón o Papirio Carbón.
Pero si Cicerón trata de elogiar a sus maestros, también hace que los maestros de sus maestros ensalcen a sus propios maestros, y ahí aparecen Escipión el Africano (236-183 a. C.), Catón el viejo (234-149 a. C.), o incluso el poeta Ennio, contemporáneos de Aníbal y de los tiempos heroicos de las primeras guerras púnicas; de esa misma generación son también Acilio, Paulo Emilio o Galo. En una especie de guiño, Cicerón cita también a los buenos romanos considerados así por las generaciones anteriores, situados ya a comienzos del siglo iv a. C. Aquí encontramos a Fabricio, Curio, Coruncanio o Manio, que se sitúan en la generación de las guerras pírricas que terminaron con la unificación de la península italiana bajo el dominio romano. Las referencias más antiguas, son para los traidores o renegados de la patria, como Tarquinio el soberbio, Casio o Melio a finales de la Monarquía y principios de la República, con los que, en realidad, acaba este recorrido por toda la historia de Roma.
Escipión Emiliano, el verdadero protagonista de la obra, era hijo de Emilio Paulo, pero adoptado por la familia de los Escipiones. Dotado de un especial genio militar, de joven participó en la batalla de Pidna (168 a. C.) que puso fin a la tercera guerra macedónica y al definitivo control romano de oriente. Durante su primer consulado en el 147 a. C. asumió el mando de la tercera guerra púnica hasta terminar con Cartago y en el 134 a. C. se propuso y logró terminar con la molesta resistencia numantina en Hispania. Pero además de su genio militar, como hemos visto, fue un protector de las ciencias y de las artes, consciente de que estas eran armas más poderosas que las forjadas con hierro. Pero es que además de fuerte para la guerra y listo para el pensamiento, resulta que era honrado en los negocios públicos y buena persona. Cuentan que cuando su padre Emilio Paulo se separó de su mujer Papiria, Escipión se hizo cargo de ella con sus propios bienes. Todas estas virtudes no quedaron ocultas para Cicerón, que lo considera uno de los modelos de las virtudes tradicionales romanas y encarnación del ideal cultural, político y moral de la República, por eso es el protagonista de este diálogo De amicitia y de otro de especial relevancia política De Republica, así como interlocutor en el De senectute.
Por su parte el amigo que realiza el elogio de Escipión, Lelio, era un político de las principales familias aristocráticas de Roma, con fama de sabio, formado en el estoicismo de Diógenes de Babiliona a través de la enseñanza de Panecio de Rodas, que se encargó de adaptar las doctrinas griegas al nuevo espíritu romano. Entre sus actuaciones públicas fue tribuno de la plebe en el 151 a. C.; pretor de la Hispania Citerior en el 145 a. C. donde se enfrentó sin mucho éxito al pastor lusitano Viriato y en Roma combatió el proyecto del tribuno Cayo Licinio Craso que pretendía que los miembros de los colegios sacerdotales fueran elegidos por la asamblea popular; y finalmente cónsul en el 141 a. C., gracias al apoyo de su amigo Escipión; más tarde actuó como consejero de los cónsules en contra de los partidarios de Tiberio Graco; y junto con Escipión se opuso a la reelección de los tribunos propuesta por Papirio Carbón. Lelio también aparece como interlocutor en los diálogos ciceronianos De Republica y De senectute.
En cuanto al contenido, el tratado De amicitia es básicamente una disertación de Lelio, instigado por sus yernos Escévola y Fanio, en el que desarrolla lo que piensa sobre la amistad, pero no como los filósofos griegos, capaces de improvisar un discurso sobre cualquier tema, sino que, a partir de su propia experiencia, aprendida en su amistad con Escipión, y de su formación filosófica y cultural, ofrece varios preceptos sobre la amistad, poniéndola por encima de todas las demás cosas humanas. Para empezar, define la amistad como el más profundo entendimiento en todas las cosas divinas y humanas con aprecio y afecto; enumera sus ventajas e indaga sobre sus orígenes, sus peligros y límites; explica cómo la amistad no puede servir de excusa para atacar a la República, sino que más bien debería servir para manifestar el amor y respeto a la patria. En la amistad destaca su utilidad, pero también las virtudes que en ella se ejercitan y que le sirven como fundamento: la sinceridad, la generosidad y el amor desinteresado, el respeto y la fidelidad.
El resultado es una interesante reflexión sobre lo que Cicerón considera el espíritu propiamente romano, es decir, la verdadera herencia clásica de Roma a través de su historia y de los grandes hombres que la forjaron. Y, además, lo hace trascendiendo el tiempo y los modelos contingentes, de forma que, lógicamente, su contenido no ha perdido actualidad, sino que sirve tanto para nosotros como a sus primeros lectores del siglo i a. C.
También hoy podemos descubrir entre estas páginas las instrucciones para alcanzar la felicidad del hombre, para conocer la importancia de fomentar la amistad, para ejercitar las virtudes que exige y que nos permiten un crecimiento personal, para estar más centrados en los problemas de los demás que en los propios, en cumplir con los compromisos de ayudar al inferior y al necesitado; en sobrellevar los fracasos y celebrar los éxitos. La amistad nos ayuda a cultivar la virtud, huir de la adulación y aprender a corregir; la amistad, en definitiva, nos hace disfrutar más de la vida y de sus cosas buenas, huir de la tristeza y de la soledad. Tener amigos es algo natural que nos hace descubrir nuestros propios defectos, compartir las mismas ilusiones, aspirar a metas altas y, en el fondo, a ser mejores personas.