Agradecer y no amar - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

Agradecer y no amar E-Book

Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

Agradecer y no amar es una de las comedias teatrales de Pedro Calderón de la Barca, uno de los géneros dramáticos que más cultivó el autor, por detrás de los autos sacramentales. En ellas se suelen mezclar los enredos amorosos y familiares con los equívocos y las situaciones humorísticas.

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Seitenzahl: 91

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Pedro Calderón de la Barca

Agradecer y no amar

 

Saga

Agradecer y no amarCover image: Shutterstock Copyright © 1650, 2020 Pedro Calderón de la Barca and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726510072

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAS.

Laurencio galanes.Lisardo galanes.El Príncipe De Ursino . Roberto , gracioso.Fabio , viejo.Flerida , Princesa.Lísida , dama.Ismenia damas.Flora damas.Músicos.Criados.

____________

JORNADA I.

Salen Flerida, Lísida, Ismenia , Flora y Damas, de caza.

 

Fler. Corred todas al castillo,

Antes que alcanzarnos pueda

Ese hombre, que nos sigue.

Isme. Mal podremos, porque llega

Ya á nosotras.

Flor. De sus plantas

El ruido se oye.

Isme. Y tan cerca,

Señora, que viene ya

Pisando las sombras nuestras.

Flor. Si te embaraza que llegue,

Permite que la escopeta

Ponga al rostro; que yo haré,

Que, á su pesar, se detenga.

Fler. Tente; que, aunque recatarme

Quiero, no quiero que sea

Tan á toda costa; y pues

Tú, Lísida hermosa, es fuerza

Que, por mas recienvenida,

Menos conocida seas,

Quédate en aquese paso

Á decirle que se vuelva;

Y de no hacerlo, podrás

Determinada y resuelta

Tirarle entonces; porque,

Alcanzándome, no sepa,

Que soy yo la que ver pudo

Tan descuidada en la selva.

Lisi. Pues retírate, y á mí

Ese cuidado me deja;

Que yo haré que no te siga.

[Vanse, y queda Lísida.

 

Sale Laurencio .

 

Laur. Esperad, deidades bellas;

Que, aunque monstruo de fortuna,

No lo soy tanto, que pueda

Poneros temor.

Lisi. Detente,

O tú, quien quiera que seas,

Pues mas por hombre, que monstruo,

Nuestro temor acrecientas;

Y advierte, que á un paso mas

Que des, ó á la mas pequeña

Réplica que hagas, dará

Este arcabuz la respuesta. —

¡Mas, ay infeliz, qué miro!

Aunque la rara extrañeza

De hallarte en esta montaña,

O ingrata, o aleve, o fiera

Enemiga de mi vida,

Darme admiracion pudiera,

Me la ha quitado el hallarte

Tanto á mi muerte dispuesta;

Porque al ver que contra mí

Fuego vibras, rayos flechas,

Escucho fácil la duda,

Y nada al discurso dejas

De como vengas aqui,

Puesto que á matarme vengas.

Y asi, sin saber la causa

De tu venida á estas selvas,

La de la guarda que haces,

Ni la del rigor que ostentas,

Me volveré; que no quiero

Saber mas de que tú seas

La que defiendes el paso,

Para que yo atras le vuelva,

No tanto por el temor

Del fuego, que dentro encierra

Ese monstruo escandaloso

De acero, polvora y piedra,

Cuanto por el que tu pecho

Mas traidoramente engendra,

Que de pasadas traiciones

Es mina, es Volcan, es Etna.

Lisi. ¡O quien de tantos engaños,

Como padeces, pudiera,

Laurencio, desengañarte!

¡Y o quien de tantas diversas

Fortunas, como por tí

Quiere el cielo que padezca,

Pudiera informarte! Pero

Ya que no es ocasion esta,

Fio que me la ha de dar

Algun dia, porque veas

Cuan erradamente acusas

De mudanza á la firmeza,

De traicion á la lealtad,

Y á la obligacion de ofensa.

Laur. Aunque con nuevos empeños

Satisfacerme pretendas,

Tarde podrás.

Lisi. No lo dudo;

Pues aunque al instante fuera,

Fuera tarde para mí;

Y mas viendo, que ahora es fuerza

Dejar para otra ocasion

Desmentidas las sospechas

De verme hablando contigo.

Aqui, Laurencio, te queda,

No me sigas, y de paso

Te pido solo que adviertas,

Viéndome en esta montaña

Á ageno dueño sujeta,

Desterrada de mi patria,

Todo por tí, cuales sean

Las lágrimas que me debes,

Los suspiros que me cuestas. [Vase.

Laur. ¡Válgame Dios, qué de cosas

Tan contrarias, tan diversas

Mi imaginacion combaten,

Y mi entendimiento cercan!

¿Quién creyera, una y mil veces

Infelice, quién creyera,

Que la causa, que me tiene

Entre esas incultas peñas,

Cortesano de sus riscos,

Compañero de sus sierras,

Misero, pobre y rendido,

Viniese á encontrar en ellas?

¿Mas dónde vive ignorado

Un infeliz, que no venga

Siempre su pena tras dél,

Como arrastrada y por fuerza?

Quién creyera......?

 

Dentro Roberto .

 

Rob. ¡Hola, Laurencio,

Á quien digo!

Laur. Voz es esta

De Roberto; ya le estimo,……

Rob. Hola, hao!

Laur. Que á tiempo venga,

Que me haga compañía,

Porque no hay cosa que tema

Tanto aqui, como á mí mismo.

Rob. Laurencio!

Laur. Roberto, llega

Hácia aquesta parte.

Rob. ¿Dónde

Es hácia? porque no encuentran

Mis plantas hácia, señor,

Que hácia donde caer no sea.

 

Aparece Roberto en lo alto.

 

Laur. Dónde estás?

Rob. Sobre la cima

De aquesta pelada peña,

Tan sin mechon, que no tiene

Donde otro mechon se tenga.

Laur. Quién te subió allá?

Rob. El demonio,

Que ha dado en esta flaqueza

De andar subiendo á menguados.

Laur. Baja presto.

Rob. Cosa es esa,

Que con dejarme caer

Lo haré con mas diligencia.

Laur. Qué buscabas allá?

Rob. Á tí.

Laur. Á mí en la cumbre?

Rob. Como era

Necedad subir acá,

Presumí, que tú la hicieras;

Y asi en tu busca, señor,

Saltando de peña en peña,

Me he hecho tantos cardenales,

Que todo soy eminencias.

Laur. Baja pues; que hácia esta parte

Está del risco la senda.

Rob. ¿Mas que se muda hácia esotra,

Si vas á buscarla hácia esta?

Mas no podrá, ya la hallé.

Laur. ¿Y para bajar te sientas?

Rob. ¿No es mejor que lo mullido

Lo pague, que pies y piernas,

Que son frágiles canillas? [Rueda.

Dios vaya conmigo! Ha, pesia

El primero, que inventó

Andar por montes y selvas,

Tras un conejo arrastrados,

Donde el primero no espera;

Y si se yerra al segundo,

Al tercero no se acierta;

El cuarto se escapa herido,

Por estar la boca cerca;

El quinto salta á la cumbre;

Muerto el sexto, no se encuentra

Entre las matas; y al fin

Uno que se cobra cuesta

De pólvora y municion

Aun mas, que si un hombre fuera

En secreto natural

Á comprarlo á una despensa.

Laur. No digas mal de la caza,

Roberto, puesto que ella

En estas montañas es

La que á los dos nos sustenta.

Rob. Pues ya que no he de decirlo,

Sepamos, señor, si es esa

Ligada caza de hoy,

Porque no veo que tengas

Otra ninguna.

Laur Esta ha sido,

Roberto, toda la presa

Que hoy he cazado.

Rob. Pues vamos

Á hacer un gigote della,

Que será linda comida

Liga montés, y mas esta,

Que, aunque está muerta de hoy,

Estará manida y tierna.

Laur. No hables, Roberto, de burlas.

Rob. ¿Qué tienes, que en tu tristeza,

Bien que continua, parece

Que hay novedad?

Laur. Y tan nueva,

Que casi en lo verosímil

Toca.

Rob. Cómo?

Laur. Qué dijeras,

Si hubiera visto, Roberto,

Á Lísida en estas selvas?

Rob. Dijera, que la habias visto;

Mas dijera tambien, que era

Ilusion de tu deseo,

Y que él te la representa.

Laur. Pues dijeras mal; porque

Ni mi deseo la engendra,

Ni fuera posible, cuando

Su traicion y mi tragedia

Han podido hacer, que mas

Que la quise, la aborrezca.

La verdad es, que la ví

Y la hablé.

Rob. ¿Pues qué deshecha

Fortuna nos la ha arrojado

En esta inculta maleza,

Donde ignorados vivimos

Al abrigo de una aldea,

Que fue el último caudal

De tanta perdida hacienda,

Como te cuesta su amor,

Pretendiendo que no sepan

Tus enemigos de tí,

Llenos de tanta miseria,

Desnudez y hambre?

Laur. No sé.

Rob. ¿Pues no dices, que con ella

hablaste?

Laur. Sí.

Rob. Pues qué hablaste?

Laur. Escucha; que aun hay que sepas

Otra mayor novedad.

Rob. Mucho hará, si es mayor que esta.

Laur. Salí, como ya viste, esta mañana,

Cuando entre nubes de carmin y grana

De arreboles el sol al prado viste;

Ni digo solo, ni encarezco triste;

Pues ni triste, ni solo el monte sigo,

Supuesto que mi pena va conmigo,

Y supuesto tambien, que mi tristeza

Ya no es pasion, sino naturaleza.

Salí pues, procurando

De la tierra cobrar, cobrar del viento

El preciso alimento,

Á que los dos se hipotecaron, cuando

Para el hombre, poblando

Ya sus esferas graves,

Vistió de piel y pluma fieras y aves,

Á cuya providencia,

Ni red, ni lazo, ni abrasada fuerza,

Que hace al ave, que el giro veloz tuerza;

Al pájaro hizo injuria,

Al mísero animal hizo violencia,

Puesto que á su obediencia

Obligados nacieron,

Bien que en matarlos no piadosos fueron

Los que solo por gusto

Roban de sus adornos tierra y viento;

Y como ya lo tienen por sustento

La crueldad de ejercicio tan robusto.

Rob. Prosigue; que no es justo

Pararte ahora á hacer moralidades,

Puesto que en estas selvas

Á las fieras, me dices, parecemos;

Porque, si no matamos, no comemos.

Laur. Digo pues, ó crueldad ó piedad sea

Lo que hoy á hacer me obliga

El gusto de otros mísera fatiga,

Que desa pobre aldea

Salí, sin dar un paso,

Que en cuidado el descuido ó el acaso

Contra mí no volviese,

Sin que un tan solo lance me saliese,

En que la suerte mia

Sanear pudiese su malicia al dia;

Y viendo que ya en todo,

Mientras que busco el modo,

Ese golfo de luces igual baña

La cumbre y la cabaña,

Pues igualmente todo lo divisa,

Cuando el hombre su misma sombra pisa,

Del calor fatigado,

Al cansancio rendido,

Oyendo el blando ruido

Dese veloz cristal, que, despeñado

Del monte al valle, en él alivio espera,

Buscando alguna sombra en su ribera,

Llegué al palacio ameno,

De varias flores y bordados lleno.

Aqui, templando al sol la saña ardiente,

Al márgen me senté de su corriente.

En ella divertia los varios casos

De mis desdichas y de mis fracasos,

Cuando en el agua veo,

Que, ladron de cristal, para trofeo

Del mar, adonde ya llegar pensaba,

Este cendal robado se llevaba.

Á poca diligencia

Que hice, cortando dos pequeñas ramas,

Á costa de pisar ovas y lamas,

La presa le quité sin resistencia;

Y haciendo consecuencia,

Que hasta su dueño espacio habia pequeño,

Agua arriba buscando fui su dueño,

No en vano persuadido

Á que hallarle, ó patente ó escondido,

Dicha seria, pues iba

Un infeliz buscándole agua arriba.

Recatado en efeto,

Ladron ya del ladron, pude secreto

Llegar, donde un remanso

Del fatigado arroyo era descanso,

Como que en él sediento

Paraba solo, hasta tomar aliento.

Adelante pasara,

Si, rémora bocal, no me parara

Aqui, Roberto, un mal distinto acento,

Que, siempre adelgazándose en el viento,

Débil trajo á mi oido

Sin palabra la voz, sin voz el ruido.

Suspenso estuve un rato,

Remitiendo las dudas al recato;

Poco á poco fui entrando á la espesura,

Adonde natural arquitectura

Del Abril habia hecho en breve espacio

La fábrica de un rústico palacio,