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Este texto es un excelente relato de episodios sobre el desarrollo de la agricultura en Cuba desde la época colonial hasta la fecha. Expone aspectos relacionados con la introducción, expansión y nivel tecnológico de diferentes cultivos tales como la caña de azúcar y el café y su contribución al desarrollo económico de la Isla. Asimismo, explica los vínculos con el desarrollo de la esclavitud y posteriormente con la inmigración. El autor trata en esta obra, además, los inicios de los estudios agronómicos en Cuba, desde el surgimiento del Jardín Botánico Nacional hasta la creación de la Universidad Agraria de La Habana. Por lo tanto, este libro es un valioso aporte sobre la historia y agricultura cubanas.
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Seitenzahl: 553
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Edición para ebook: Marianela Ramón Corría
Edición: Lic. María Luisa Acosta Hernández
Diseño de cubierta: Carlos Javier Solis Méndez
Diseño original: Yadyra Rodríguez Gómez
Diseño interior: Carlos Javier Solis Méndez
Realización: Yoiser Pacheco Corzo
Corrección: Natacha Fajardo Álvarez
Emplane digital: Madeline Martí del Sol
Conversión a ebook: Alejandro Villar Saavedra
© René Novo Sordo, 2017
© Sobre la presente edición:
Editorial Científico-Técnica, 2019
ISBN 9789590511554
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.
INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO
Editorial Científico-Técnica
Calle 14 no. 4104, e/ 41 y 43, Playa, La Habana, Cuba
www.nuevomilenio.cult.cu
A mi esposa Nora, y a mis hijos Natacha y Alejandro.A los ingenieros agrónomos y estudiantes de Ciencias Agrícolas en Cuba.
El libro, cuya autoría es de René Novo Sordo, reconocido profesor de la especialidad de Microbiología Agrícola en la Universidad Agraria de La Habana, describe los orígenes y desarrollo de la agricultura cubana en varios capítulos, que él consideró antecedentes imprescindibles para introducir el tema básico de esta interesante obra, relacionada con los estudios agrícolas en Cuba.
La primera parte del libro es un excelente relato de episodios relacionados con la agricultura cubana, que contribuye a evitar el olvido de estos hechos históricos y sus protagonistas. En una exposición sencilla y certera aclara, precisa fechas e informa hechos trascendentales que marcaron el inicio de esta rama en Cuba e influyeron en su desarrollo desde la época colonial; expone aspectos relacionados con la introducción y desarrollo en la Isla, de cultivos como caña de azúcar, café, cacao, mango, tabaco, que constituyen la base histórica de nuestra agricultura y alimentación.
A las primeras plantas de interés agrícola, dedica amplios e interesantes comentarios sobre su cultivo, expansión, nivel tecnológico, y su lugar en las exportaciones y economía del país. Aborda también cuestiones de interés sobre el desarrollo de la ganadería. En ambos casos, se relaciona su vínculo, en mayor o menor grado con la esclavitud imperante en la época.
Es interesante la parte dedicada a la participación de chinos, canarios y yucatecos en la agricultura colonial, y ofrece un comentario de las causas de las inmigraciones, los sitios principales de asentamiento y los cultivos asistidos.
En relación con los estudios agrícolas en Cuba, el autor hace una amplia y exhaustiva investigación sobre temas y asuntos poco conocidos y abordados en el país o recogidos de manera parcial en algunas publicaciones. Se refiere a la creación del Real Jardín Botánico de La Habana, en 1817, con su cátedra de Botánica aplicada a la agricultura, como primer eslabón de la cadena que conduce al nacimiento y, después de muchas vicisitudes, de la institución Agrónoma y la Escuela de Agricultura del Círculo de Hacendados de la Isla de Cuba, en 1881.
Aborda el tema racionado con las instituciones educacionales e investigativas de perfil agrícola, fundadas durante la Colonia y la primera mitad del siglo xx, en la Isla; además, comenta ampliamente sobre la fundación de la Escuela de Ingeniería Agrónoma y Azucarera de la Universidad de La Habana, y su ubicación en la Quinta de los Molinos.
La lectura de este libro es enriquecedora, pues enseña, actualiza, motiva y convoca a la reflexión, y ofrece una interesante, variada, precisa y novedosa información, hasta ahora muy dispersa, necesaria principalmente para decisores, docentes, investigadores, especialistas, técnicos, y estudiantes de la historia y la agricultura cubanas, como fuente obligada de consulta.
Nuestro reconocimiento y felicitación al profesor y doctor René Novo Sordo, por su loable iniciativa y la obra lograda, la cual merece ser divulgada, ya que llena un vacío de información histórica relacionada con la agricultura cubana y los estudios agrícolas en Cuba.
Dr. Antonio S. Casanova Morales
Investigador Titular
Instituto de Investigaciones Hortícolas Liliana Dimitrova
Por definición, la Historia es una ciencia que narra o expone acontecimientos, sucesos o hechos de carácter político, económico, social, científico o de otra índole, de pueblos o naciones; que se pueden trasmitir a distintas generaciones de múltiples maneras: orales, escritas, pictográficas, etc. Por eso, en la actualidad, se conocen las características de civilizaciones tan antiguas como la egipcia, gracias al descubrimiento de papiros con numerosos jeroglíficos, ruinas de antiguos templos, tumbas y momias.
Todas las ciencias conocidas tuvieron un principio y desarrollo, en el tiempo y el espacio.
La arqueología ha brindado materiales de los inicios de la agricultura en la prehistoria a los historiadores, para descifrar, y conocer cómo vivía y se ingeniaba el hombre de aquellos tiempos en cultivar la tierra, gracias a fósiles, herramientas, ruinas de asentamientos y otros descubrimientos. Del Imperio Romano llegaron obras sobre agricultura, escritas por muchos filósofos, como Marcus Tereatius Varro y Lucios Junius Moderatus Columella, entre otros, donde se describe, cómo se cultivaba la tierra y los cuidados que debían recibir las plantas.
Cuando Cristóbal Colón arribó a las costas de Cuba, el 27 de octubre de 1492, él y sus cronistas refirieron cómo los indígenas practicaban la agricultura y cultivaban muchas plantas, como maíz, yuca y tabaco, e incluso, ya las hojas de este último se fumaban. Sin lugar a duda, los conocimientos agrícolas fueron trasmitidos de padres a hijos de maneras oral y práctica.
Concluida la conquista de la isla de Cuba, se inició la fundación de villas y el poblamiento de estas, por emigrantes españoles de distintas regiones de la península Ibérica, lo que trajo como consecuencia la necesidad de practicar la agricultura para garantizar la alimentación de los pobladores y suministrar alimentos a las flotas que partían de Cuba para explorar y conquistar otras tierras, como México y la Florida. Con posterioridad fue necesario incrementar los productos agrícolas para crear excedentes con vistas al comercio insular.
Todos los antecedentes históricos indican que la agricultura practicada en la isla de Cuba colonial se basaba en el empirismo y la experiencia práctica de los agricultores, hasta que en la segunda década del siglo xviii las autoridades de la metrópoli española autorizaron la fundación de algunas instituciones, como la Sociedad Económica de Amigos del País y el Consulado de Agricultura, Industria y Comercio, para apoyar el desarrollo general de la Colonia, con especial interés en la agricultura, y la enseñanza de la Botánica y otras ciencias, con el objetivo de divulgar e introducir tecnologías más desarrolladas, como las existentes en otros países, en sus colonias de ultramar.
Datos con gran profundidad histórica, científica y profesional, sobre la agricultura colonial, así como la institucionalización de estudios agrícolas en Cuba se han plasmado en magníficos escritos que proceden de las plumas de excelentes investigadores de las ciencias históricas, como Ramiro Guerra, Fernando Portuondo, Sergio Aguirre, Leida Fernández, Pedro Pruna, Rolando Misas y otros, de los cuales el autor se ha nutrido para hacer posible esta publicación de carácter divulgativo.
La obra presentada por el doctor en Ciencias René Novo Sordo, agrónomo y profesor de Microbiología Agrícola, de la Universidad Agraria de La Habana, que sin ser historiador de profesión, muestra una visión general sobre el origen y desarrollo de los estudios agronómicos en Cuba, desde la época colonial hasta la actualidad, no sin antes exponer algunos elementos precedentes sobre el surgimiento de la agricultura en tiempos prehistóricos, la agricultura precolombina y las distintas etapas por las que transitó esta actividad en la Isla desde el siglo xvi hasta los albores del siglo xx, para lo cual ha sido necesario incursionar en pasajes tan interesantes como las políticas monopolistas de España sobre el comercio exterior de Cuba, las consecuencias de las guerras donde España se implicaba, la fundación del Real Jardín Botánico de La Habana, la fundación del ferrocarril, las crisis económicas del incipiente mundo capitalista, las guerras de independencia, la penetración del capital norteamericano en la economía y la agricultura cubanas y sobre la institucionalización de los estudios agronómicos al margen de los planes educacionales de la Colonia. Ya en el siglo xx, narra la fundación de los estudios agronómicos en la Universidad de La Habana; describe la Quinta de los Molinos, primera sede de estos estudios a partir del año 1900; detalla la historia de la Escuela de Agronomía y Azucarera, desde su fundación hasta nuestros días; aborda la fundación de Estaciones experimentales y Centros educacionales, relacionados con la enseñanza agrícola a niveles medio y superior, como las Granjas Escuelas de Agricultura y otros centros, hasta 1958. La universalización de los estudios agronómicos después del triunfo de la Revolución también es abordada por el autor. En el texto se muestran además, breves biografías de insignes personalidades que se distinguieron en el sector de la agricultura, en los siglos xix y xx, entre ellos, Álvaro Reynoso Valdés, Juan Tomás Roig y Julián Acuña.
Este texto ha sido redactado con un estilo narrativo, popular, así como un vocabulario sencillo y llano, dirigido fundamentalmente a profesores, investigadores y estudiantes de Ciencias Agropecuarias, tanto a nivel universitario como medio.
Para concluir, el autor cita una frase escrita de Don Ramón de la Sagra, fundador de la Escuela de Botánica Agrícola en el Real Jardín Botánico de La Habana, del cual era director, en el prólogo de una de sus obras, el 20 de octubre de 1824, días después de impartirse, por primera vez en Cuba, una clase de Botánica Agrícola: “Ninguna de las ideas que se leyeren es mía, y solo me pertenecen la elección, el orden y los defectos que estas ofrecieren”.
Los orígenes de la agricultura se pierden en las brumas de la prehistoria, pero gracias a numerosas investigaciones arqueológicas, realizadas en distintas locaciones del mundo (África, Europa, Asia y Pacífico), durante el siglo xix o por descubrimientos casuales, se ha podido establecer una cronología y sentar muchas hipótesis, basadas en restos fósiles y su datación con carbono radiactivo, sobre numerosos grupos de individuos que poblaron la Tierra, a partir del período terciario y sus distintas épocas, que abarcan tiempos comprendidos entre 56 y 35 millones de años (Eoceno), hasta finales de este período hace aproximadamente 5 y 1,6 millones de años (Plioceno), donde se estima que vivieron los antepasados comunes y antiguos de los monos antropomorfos y del hombre, es decir, la etapa prehumana de la evolución del mono.
Con la aparición de nuevos fósiles pertenecientes al período Cuaternario (glacial o Pleistoceno, o actual Holoceno), con edades entre 25 000 y 1 000 000 años se establecieron nuevos estadios evolutivos del hombre prehistórico, basados en las particularidades de la industria de la piedra y su desarrollo.
La Edad de Piedra se divide en tres períodos:
1. Paleolítico. Durante esta etapa, que comenzó hace 2,5 millones de años, el hombre aprendió a tallar la piedra. Los seres humanos del Paleolítico eran cazadores-recolectores. ¿Qué quiere decir esto? Sencillamente, que vivían de la caza y la pesca, y de lo que recogían de las plantas (raíces, frutos).
2. Mesolítico. Se prolongó desde el final del Paleolítico hasta el inicio del Neolítico. El ser humano seguía cazando y recolectando para subsistir.
3. Neolítico. El hombre pulimentaba ya la piedra, es decir, la trabajaba con mayor precisión y podía construir útiles más elaborados. Pero el gran cambio se produjo durante el Neolítico, en la llamada “revolución neolítica”, donde nació la agricultura, alrededor de 9 000 u 11 000 años a.n.e. Debido a eso, el ser humano dejó de ser nómada (hasta ese momento, no tenía un hogar fijo) y se hizo sedentario (aparecieron así los primeros poblados). También se comenzó la fabricación de piezas de cerámica (Figs. 1 y 2).
Fig 1. Herramientas utilizadas por los cazadores-recolectores prehistóricos. A menudo se usaban trozos de corteza para guardar nueces y bayas o como platos (arriba a la izquierda). Abajo, a la izquierda, se muestran reproducciones de aparejos de pesca y flechas empleados alrededor del año 8000 a.n.e. Los mangos de madera de los instrumentos para cortar y cavar (derecha) son reconstrucciones. Las azuelas y el utensilio para encender el fuego, que se muestra debajo son de sílex.
Fig. 2. Herramientas primitivas que datan del año 6000 a.n.e. El hacha (abajo), servía para desbrozar; las hoces de pedernal (izquierda), para cosechar; una roca plana y una redondeada (centro), para moler el grano y las láminas de arcilla perforadas (arriba derecha), es probable que las utilizaran para ventilar los hornos de pan.
Acerca del descubrimiento de restos fósiles pertenecientes al Paleolítico, se han encontrado numerosos sitios, especialmente en Alemania, Bélgica, Inglaterra, España, Checoslovaquia y África, que pertenecieron al hombre de la Edad de Piedra u Hombre de Neandertal, el cual ocupó el escenario mundial durante miles de años. El alimento de este hombre no se limitaba a las bayas, yemas, frutos, bulbos o rizomas, sino que se alimentaba de carne. Ya conocía el fuego y vivía en pequeños grupos que se trasladaban de un lugar a otro, en busca de mejores condiciones para su alimentación. Por esta razón se le considera como cazador y recolector nómada, y que no llegó a desarrollar ningún tipo de actividad preagrícola.1
1 B. Augusta y Z. Burian: El origen del hombre, pp. 84-115.
Algunos autores han presentado la hipótesis de que el hombre prehistórico al dejar de ser nómada y convertirse en sedentario, se dedicó principalmente a la pesca, ya que su asentamiento inicial fue cerca de las costas y los ríos. Después comenzó a desarrollar actividades preagrícolas.2
2 A. C. Seven y J. M. Wet: Dictionary of Cultivated Plant and their Region Diversity, p. 263.
El Hombre de Neandertal transitó por el período Mesolítico con algo más de desarrollo, hasta que desapareció al final de este, dando paso a una nueva etapa evolutiva de las comunidades humanas. El Neolítico constituye una verdadera revolución de la cultura humana, representada por Homo sapiens, que aprendió a practicar la pesca. Poco a poco fue desapareciendo el carácter nómada de estas civilizaciones prehistóricas y todo parece indicar que en este período comenzaron actividades que se pueden denominar “preagrícolas”.
Durante la gran revolución neolítica se transitó de una economía de recolección a una economía de producción, la cual se difundió casi simultáneamente en la cuenca del mar Egeo, Egipto, Cercano Oriente, partes de Europa, India y China. En esta etapa se dieron pasos hacia el tránsito de la vida nómada a una vida sedentaria y se crearon condiciones para la formación de villas con grupos humanos más estables. En este proceso evolutivo de la sociedad, surgió un nuevo sistema constituido por el binomio hombre-cultivo, como resultado de la adaptación del hombre al cultivo y del cultivo al hombre.3
3 Luis Jairo Gómez: Apuntes para una historia de la producción animal, p. 20.
Los primeros agricultores pertenecían, en su mayor parte, a la cultura del Neolítico. Los emplazamientos ocupados por estos pueblos se encontraban en lo que hoy son Irak, Irán, Israel, Jordania, Siria y Turquía; el sureste asiático, en la actual Tailandia; África, a lo largo de río Nilo, en Egipto; Europa, en las márgenes del río Danubio, Macedonia, Tracia y Tesalia. También se han identificado primitivos centros agrícolas en el área del Huang He (río Amarillo), en China; el valle del río Indo, en India y Pakistán; y la cuenca de México, al noroeste del istmo de Tehuantepec.
Las fechas de las que datan las plantas y animales domesticados varían según las regiones, pero la mayoría son anteriores al sexto milenio antes de nuestra era y las más antiguas podrían remontarse al año 10000 a.n.e. Los científicos han aplicado el método del carbono 14 sobre restos de animales y plantas, y han fechado hallazgos de ovejas domesticadas que se remontan al año 9000 a.n.e., en el norte de Irak; de vacas en el sexto milenio antes de nuestra era, en el noreste de Irán; de cabras del año 8000 a.n.e., en el centro de Irán; de cerdos del año 8000 a.n.e., en Tailandia y del 7000 a.n.e., en Tesalia; onagros o asnos, del año 7000 a.n.e., en Jarmo, Irak; y de caballos del año 4350 a.n.e., en Ucrania.
Según las pruebas realizadas, también con carbono 14, el trigo y la cebada fueron cultivados en Oriente Próximo, en el octavo milenio antes de nuestra era; el mijo y el arroz en China, y el sureste asiático ya en el año 5500 a.n.e.; y la calabaza, que además de aportar alimento se utilizaba como vasija en México y otros países del continente americano, hacia el año 8000 a.n.e. Las leguminosas descubiertas en Tesalia y Macedonia se remontan hasta el año 6000 a.n.e. El lino se cultivaba y, aparentemente, se empleaba para elaborar tejidos a comienzos del período Neolítico.
El agricultor empezó y aprendió, quizás, fijándose en las plantas silvestres que eran comestibles o útiles de algún modo, a conservar sus semillas para replantarlas en terrenos despejados con anterioridad. El cultivo, durante un largo tiempo, de las plantas más prolíficas y resistentes producía variedades estables. Los rebaños de cabras y ovejas estaban compuestos por animales salvajes jóvenes capturados, y que presentaban los caracteres más deseables, como cuernos pequeños y una elevada producción de leche, eran criados de manera selectiva.
Los uros parece que fueron los antecesores del ganado vacuno europeo; el buey salvaje asiático, el del cebú; y el ganado vacuno, de gibas de Asia. El gato, el perro y los pollos fueron domesticados muy pronto. La transición de la caza y la recolección a la dependencia de la producción propia de alimentos, se produjo de modo gradual y, en algunos lugares aislados del mundo, aún no se ha logrado. Las cosechas y el suministro propio de carne eran complementados por la pesca y la caza de aves, así como por la carne de animales salvajes.
Los agricultores del Neolítico vivían en alojamientos sencillos, como cuevas y pequeñas chozas de adobe secado al sol o de carrizo y madera. Estas viviendas se agrupaban en pequeñas aldeas o existían como explotaciones aisladas rodeadas de campos, y ofreciendo abrigo a animales y personas en edificaciones adyacentes o unidas. En este período, la aparición de ciudades, como Jericó (fundada en el año 9000 a.n.e.), fue estimulada por la producción de excedentes agrícolas.
El pastoreo quizás fue posterior a esto. Las evidencias parecen indicar que las explotaciones mixtas, es decir, la combinación de cosechas y la cría de animales era el patrón más habitual en el Neolítico; no obstante, los pastores nómadas recorrían las estepas de Europa y Asia, donde fueron domesticados el caballo y el camello. Las primeras herramientas agrícolas eran de madera y piedra. Incluían la azada de piedra; la hoz para recoger los granos, fabricada con palas de piedra afilada; la pértig, empleada para agujerear el suelo y plantar semillas, y con posteriores adaptaciones, como la pala o azadón; y un arado rudimentario que consistía en una rama de árbol modificada, utilizada para levantar la superficie del suelo y prepararlo para la siembra. Más tarde se adaptó el arado para el tiro por bueyes.
Las penillanuras del suroeste de Asia y los bosques de Europa disponían de suficientes lluvias para el mantenimiento de la agricultura, pero Egipto dependía de las inundaciones anuales del río Nilo para reponer la humedad y la fertilidad del suelo. Los habitantes del llamado “creciente fértil”, en torno a los ríos Tigris y Éufrates, dependían también de las inundaciones anuales para la irrigación. El drenaje era necesario, para impedir que el suelo fuera arrastrado desde las laderas por las aguas que corrían de los ríos. Los agricultores que vivían en las proximidades del río Huang He desarrollaron un sistema de irrigación y drenaje para controlar los daños sufridos por sus campos, en la planicie aluvial atravesada por los meandros del río.
Aunque los asentamientos neolíticos permanecían más que los campamentos de los pueblos cazadores, las aldeas tenían que trasladarse periódicamente hacia algunas áreas, ya que sus campos perdían fertilidad a causa de la sobreexplotación; esto era más necesario en el norte de Europa, donde los campos se despejaban mediante la técnica de la tala y el incendio. Sin embargo los asentamientos a lo largo del Nilo, por el contrario, eran más duraderos, ya que el río depositaba en sus márgenes limo fértil todos los años.
Investigaciones arqueológicas realizadas en grutas de Palestina han demostrado que la labranza de la tierra se practicaba entre los años 2500 a.n.e. y 3000 a.n.e. Se han descubierto tablas cuneiformes que sirvieron a un muchacho, en la época de Salomón (año 1000 a.n.e), para memorizar la sucesión de los meses escribiendo la labor que debía realizar.
Los primeros escritos sobre temas agrícolas se deben a los griegos y romanos. Son más de 50 los autores que dedicaron alguna atención a los problemas de la agricultura; entre ellos merecen citarse a Hesíodo y Xenofonte, los cuales mencionaron el enterramiento de plantas verdes como una forma de enriquecer el suelo. Obras como las de Catón el Viejo, Varro, Plinio y Columella abordaron temas de agricultura; este último escribió, de manera práctica y general, sobre la elección de la tierra, el mantenimiento del suministro de agua, la labranza, la fertilización con abono, el cuidado de las viñas y los árboles frutales, y realizó comentarios sobre ganado vacuno, caballos, ovejas, aves de corral, peces, abejas y jardinería, también describió las tareas del granjero.4,5,6
4 G. Childer: Los orígenes de la civilización, Edición Revolucionaria, La Habana, 1968.
5 “Agricultura”, Microsoft Encarta 2006 (DVD), Microsoft Corp, 2005.
6 “Prehistoria”, Microsoft Encarta 2006 (DVD), Microsoft Corp, 2005.
Torres y Loyola,7 indican que el poblamiento de la isla de Cuba fue a causa de varias migraciones; unas procedentes de Norteamérica, otras de Centroamérica y las últimas caracterizadas por distintos pobladores, algunos originarios de la Florida y el valle del Mississipi, otros de las Antillas, los cuales se establecieron al norte de la región oriental (Banes) en el siglo vi a.n.e., y al que se le atribuye la introducción del maíz, la yuca y el tabaco. En el siglo xv d.n.e., arribó un cuarto grupo migratorio, que se asentó también en la región oriental (Mayarí), se estima provenía de Suramérica y que se trasladaron a través del arco de las Antillas.
7 E. Torres-Cuevas y V. E. Loyola: Historia de Cuba 1492-1868. Formación y liberación de la nación, pp. 9-16.
El geógrafo cubano, doctor Antonio Núñez Jiménez en su expedición en canoa desde el Amazonas al Caribe demostró tal posibilidad. Son numerosos los elementos que demuestran la procedencia Arauca de estos grupos neolíticos de Cuba. Si los primeros migrantes se consideraban como protoagricultores, en estos últimos indios cubanos se reconoce que además de la pesca y la caza de animales menores, la actividad fundamental era la agrícola con la siembra de la yuca.
Recientes pruebas con carbono 14, aplicadas a restos encontrados en Canimar Arriba, provincia de Matanzas, confirman que este sitio arqueológico es el más antiguo de Cuba, con más de 7 000 años. El doctor Roberto Rodríguez Suárez ha señalado que los pobladores explotaban la flora y debieron emplear uno o varios sistemas para el cultivo de plantas, probablemente mediante el desarrollo de pequeños huertos y parcelas, lo cual marca un hito en el estudio de estas comunidades.8
8 Orfilio Peláez: “Aborígenes poblaban Cuba hace 7 000 años”, Periódico Granma, p. 5.
El mar estaba en calma y el firmamento despejado de nubes. Las naves se bamboleaban rítmica y suavemente al compás de pequeñas olas. Todo era bullicio en el muelle. Los cargadores introducían provisiones en las naves. Los tripulantes llegaban también. El hombre de unos 40 años de edad estaba parado en el puente de mando de una de las naves y con el ceño fruncido miraba a un lado y otro. El tiempo pasó raudo, ya todos estaban a bordo; unos parados sobre las bandas de babor y estribor, y otros sobre el velamen de las naves. El hombre levantó un brazo, y ordenó con voz firme y penetrante: “leven anclas”; las velas cayeron y se hincharon por la leve brisa, las naves se alejaron de los muelles lentamente; el hombre ordenó de nuevo: “al suroeste”, y las naves avanzaron raudas hasta perderse en el horizonte.
Después de pocos días de navegación, arribaron a Canarias, donde estuvieron casi 30 días reparando una de las naves. Se hicieron a la mar una vez más. Pasaban los días y la tierra buscada no aparecía. Los ánimos se caldeaban, se perdió la tranquilidad, el miedo penetró en las mentes de los tripulantes, se pensó en un posible motín, se hicieron promesas.
Al fin, sobre las olas flotaban hierbas, se posaban pájaros sobre el velamen y los mástiles de las naves. Regresó la esperanza y la tranquilidad, la tierra estaba cerca, pero aún no se divisaba sobre el horizonte. En el día 37 de navegación, se escuchó una voz que gritó a todo pecho: “tierra a la vista”. Permanecieron poco tiempo en la tierra descubierta y una vez más el hombre, desde el puente de mando ordenó: “rumbo sur”. Trascurrieron dos semanas y una vez más se avistó tierra el 27 de octubre de 1492. Al día siguiente, el hombre desembarcó con atuendo de gala, con una cruz y estandartes; clavó la cruz en la arena de la playa y con su espada en alto, tomó posesión de la tierra descubierta en nombre de la Corona española. En este preciso instante comenzó la historia de una isla del Caribe que se llamó Cuba. Este hombre era el Almirante Cristóbal Colón (1451-1506), descubridor del Nuevo Mundo (Fig. 3).
Fig. 3. Cristóbal Colón. Descubridor de la isla de Cuba.
Después de 18 años, otros hombres llegaron a la Isla con ánimos de conquista y colonización, la que duró más de 400 años, matizados por el exterminio de la población indígena, búsqueda de oro, desarrollo de la ganadería, ataques de corsarios y piratas, comercio de rescate, cañaverales e ingenios, vegas de tabaco y cafetales, esclavitud de negros africanos, toma de La Habana por los ingleses, períodos de aislamiento comercial y crisis económicas, intentos de anexión al naciente imperio del norte, guerras por la independencia, intervención extranjera, nacimiento de una república o neocolonia y, finalmente, una Revolución. Han trascurrido 467 años.
Cristóbal Colón, cuando arribó a las costas de la isla de Cuba pudo comprobar, rápidamente, que la tierra descubierta estaba poblada por individuos de piel cobriza y otras características, que los diferenciaba de los españoles que lo acompañaban. Entre el 12 de noviembre y el 5 de diciembre del mismo año, realizó la exploración de las tierras próximas al litoral de la Isla. Lo que se conoce hoy de aquel entonces se debe, fundamentalmente, a las anotaciones de Colón y los cronistas de la época como Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557), Pedro Mártir de Anglería (1459-1526), Fernando Colón (1488-1513) y, después por Fray Bartolomé de las Casas (1474-1566), durante la conquista de Cuba.
Para describir algunos elementos que caractericen la agricultura precolombina, se tendrá en cuenta, en primer lugar lo que Colón describió sobre la isla de Cuba y, en segundo lugar, lo que describieron con más detalles los conquistadores al mando de Diego Velázquez (1465-1524) y sus acompañantes, desde 1511 hasta la muerte de este.
Taínos, nombre con el cual designaron a los indígenas que poblaban las tierras orientales de Cuba a la llegada de Colón, constituían un pueblo sedentario, cuyo principal sostén era la agricultura. Cultivaban yuca, boniato, maíz, diversas clases de granos (frijoles), calabaza y maní. Recolectaban frutos, como anón, guayaba, mamey y caimitos; cosechaban también bija y ají picante, este último como condimento y el primero como materia tintórea. Ya conocían las plantas de higuereta o ricino y utilizaban sus semillas pulverizadas como purgante.
Otros dos cultivos que Colón pudo comprobar durante sus expediciones costeras fueron el algodón y el tabaco; con el primero, hilando toscamente sus fibras, elaboraban hamacas, redes de pesca y naguas, con las cuales las mujeres se cubrían el bajo vientre. Colón las describía como “una cosa de algodón, solamente tan grande que les cubría «su natura y no más»”.
El maíz se cultivaba extensamente, lo que llamó mucho la atención de Colón y, en una carta con fecha de 5 de noviembre de 1492, describió esta planta y sus granos, los que recolectó y llevó a España. Por ello se le considera como el introductor del maíz en Europa.9
9 R. Guerra Sánchez: Manual de historia de Cuba desde su descubrimiento hasta 1868, pp. 4-5.
A partir de la yuca fabricaban el casabe o pan de yuca (Fig. 4). La sembraban de dos formas: una llamada “roza y quema”, y la segunda mediante los “montones”, que consistía en levantar montículos de tierra de 2 m a 3 m de diámetro y a la altura de la rodilla; después sembraban trozos de tallo (cangres). Estos montones se situaban en hileras y se separaban unos pasos entre ellos. Con el maíz elaboraban una bebida fermentada. El boniato lo consumían hervido en cazuelas de barro o lo asaban a fuego directo sobre brazas. El tabaco lo fumaban con unas cañas en forma de y que se introducían en los orificios nasales, durante ritos religiosos.
Fig. 4. Aborigen cubano, rayando yuca para elaborar casabe.
Si los cálculos hechos por Fernández de Oviedo, los padres Jerónimos y Las Casas, son exactos, cosa que parece comprobada, los taínos agroalfareros lograban una producción de 526 kg/ha de yuca y 132 kg de casabe. Se estima que la economía de los aborígenes cubanos se caracterizó por el tránsito de los sistemas de apropiación a los de producción social organizada, cuyo rasgo distintivo fue la agricultura, pero paralelamente a esto mantuvieron y desarrollaron la pesca, la recolección y la caza. La yuca ocupó un lugar preferente entre sus cultivos.10
10 E. Torres Cuevas y V. E. Loyola: Ob. cit., p. 20.
La principal preocupación de los indígenas que habitaban en los caseríos o aldeas era la obtención del sustento diario. Según Bartolomé de las Casas, los trabajos agrícolas realizados por los aborígenes eran lentos y penosos, por la rusticidad de sus instrumentos, entre estos, la coa, un madero terminado en punta, el cual se endurecía al fuego, y las hachas de piedra. Las Casas comparaba al labriego español con el indígena y señalaba que un labriego con una azada realizaba igual trabajo que 30 indios. La economía agrícola indígena tuvo efectos sensibles; en primer lugar, notable crecimiento demográfico, en segundo lugar, cierta estabilidad de los grupos en zonas propicias para el cultivo y, en tercer lugar, el desarrollo de una organización social.11
11 R. Guerra Sánchez: Ob. cit., p. 11.
En síntesis, se puede afirmar que el pueblo taíno en Cuba poseía una agricultura variada y extensa, y era en esencia un pueblo agricultor.
Después del cuarto viaje de Cristóbal Colón a la América, en 1504, Cuba quedó prácticamente olvidada, porque los colonizadores estaban entretenidos con la búsqueda de oro, en La Española, hasta que los reyes de España se interesaron en saber qué riquezas se ocultaban en la isla descubierta por Colón en 1492. En 1509, desde La Española, se envió a Sebastián Ocampo, navegante y explorador español, para realizar el bojeo a la isla de Cuba, el cual duró aproximadamente hasta 1510. A su regreso, aportó valiosos informes donde se probaba que Cuba era una ínsula y no formaba parte de continente alguno, que los indígenas eran pacíficos y con la certeza de que existía oro.12
12 F. Portuondo del Prado: Historia de Cuba I, p. 56.
Después de 19 años, es decir, ya en el siglo xvi, se inició la colonización por Diego Velázquez en 1511, la cual se prolongó hasta 1514 con la fundación de las primeras villas. Entre sus pobladores, se inició el reparto de tierras mediante las mercedes. Los desmanes de la soldadesca que acompañaba a los colonizadores con las familias indígenas, provocó la ira de estos, los que se retiraron de sus tierras de cultivo. Al abandonar las labores agrícolas, de las cuales dependía la subsistencia de los primeros colonos, Velázquez, consciente de la difícil situación, logró apaciguarlos para que regresaran a sus tierras. Para eso utilizó al frayle Bartolomé de las Casas como mediador.
La agricultura practicada por los indígenas sirvió de base a la de los colonos españoles y el cultivo de yuca, boniato y maíz recibió una pronta atención, por ser productos de primera necesidad para el sostenimiento de la exigua población española. Rápidamente se introdujeron, desde La Española, algunas hortalizas, granos, así como la caña de azúcar. El azúcar que ya se producía en esta isla, pero en pequeñas cantidades, era importada y resultaba sumamente cara.
El ganado vacuno, caballar, lanar y porcino se introdujo desde los primeros momentos de la colonización, así como aves de corral, gallinas, palomas y pavos. La abundante flora de la Isla motivó que años más tarde se desarrollara una enorme masa vacuna silvestre y jíbara a partir de animales que escapaban de los corrales, lo que tuvo una significación importante en el desarrollo de la ganadería.
Un dato curioso e interesante es el referido al testamento de Velázquez a su muerte, el día 12 de junio de 1524, redactado unos días antes. El gobernador declaró que poseía en Cuba, 19 estancias, hatos y conucos, con más de 200 000 montones de yuca, cantidades considerables de maíz y boniato, más de 1 000 reses, 3 000 cerdos, centenares de cabezas de ganado lanar y caballar, y aves domésticas en grandes cantidades. Consignó, además, el gasto de 40 000 pesos oro en las cuestiones relacionadas con la conquista de México. El testamento de Velázquez brinda una idea del carácter agrícola de la conquista.13
13 R. Guerra Sánchez: Ob. cit., pp. 53-54.
Durante la conquista y poco tiempo después, la economía de la Isla fue floreciente, debido al descubrimiento de oro en los cauces y arenas de los ríos, ya que con este metal precioso se podía comprar en el exterior lo necesario para la recién estrenada Colonia. Parecía que Cuba era la más rica de las colonias españolas del Nuevo Mundo, lo que motivó una gran migración hacia la Isla de colonizadores procedentes de La Española, Puerto Rico, Jamaica y de la propia España. La población creció y con eso las superficies de siembra aumentaron, se fomentó la cría de ganado vacuno y de cerdos.
La economía del país cambió drásticamente durante la conquista y años después. Si antes los indígenas producían alimentos única y exclusivamente para satisfacer sus necesidades tribales y no para comprar o vender, con la colonización se incrementó la producción agrícola. Casi todo se convirtió en mercancía, todo se compraba y vendía: yuca, boniato, casabe, maíz, en fin, todo lo que era posible comercializar.
En Cuba se importaba una gran cantidad de renglones básicos para la población desde España y otras colonias, como jabón, aceite, garbanzos, harinas, vino, cacao, papel, telas y lozas, entre otros productos, y el oro que era la moneda de cambio, la que rápidamente comenzó a escasear; en 1540, ya prácticamente se había agotado por completo y una nueva mercancía ocupó su lugar: la ganadería.
El hecho de que Cuba tuviera que depender casi exclusivamente de la ganadería hasta el próximo siglo xvii contribuyó a mantener la Isla al margen de los progresos científicos y técnicos, que ya en otros países europeos se comenzaban a manifestar, pero el latifundio ganadero demostró por mucho tiempo, que era la única explotación rentable por sus características. Un hecho interesante que merece citarse es que en Santiago de Cuba, a finales de este siglo, una res tenía el valor de 14 reales, mientras que en La Habana, donde la carne tenía mucha demanda en la temporada que arribaban las flotas, por esa misma cantidad se podían comprar solo 5 ¼ lb de carne, mientras un par de medias de lana tejidas en Sevilla costaban 24 reales, casi lo mismo que valían dos reses en Santiago de Cuba.
El comercio se basó, fundamentalmente, en la exportación de cueros, dada su gran demanda en Europa y España. Se organizaban monterías legales o no del ganado cimarrón, una vez muerto el animal se le retiraban los cueros, una parte de la carne se tomaba para salar, otra para el consumo y del resto daban cuenta las aves de rapiña.14
14 E. Torres Cuevas y V. E. Loyola: Ob. cit., pp. 78-79.
Es importante señalar que, aunque la caña de azúcar fue introducida en Cuba poco después de la colonización, no se empleaba para la obtención de azúcar, sino botijas de miel (siropes) para el consumo entre los mismos vecinos; mientras, el azúcar se importaba de La Española donde ya existían cerca de 25 ingenios, pero a precios muy altos, cercanos a 6 reales la libra. En el año 1540 también se comenzó a mostrar cierto interés por incentivar la producción del dulce en Cuba (Fig. 5).
Fig. 5. Trapiche movido por tracción animal. Siglo xvi.
En 1523, Diego Velázquez solicitó a la Corona española ayuda para que se fomentaran ingenios en la región de Santiago de Cuba. El procurador de la Isla, Juan Mosquera, solicitó a las Cortes un préstamo para los vecinos interesados en producir azúcar. En 1531, el Cabildo de Santiago de Cuba le comunicó al rey de España, que si las rentas de este año se invirtieran en la compra de esclavos, se podría construir en este término algún ingenio. Las rentas fueron cedidas para tal fin durante varios años, se introdujeron esclavos, pero el ingenio no fue construido. En 1543, se solicitó una vez más autorización para fomentar un ingenio y después de 13 años, es decir, en 1556, se construyó uno, pero se desconoce si llegó a producir.
Bachiller y Morales (1856) señala que, en 1576, se concedió una licencia a Don Jorge Díaz para construir un ingenio de azúcar en las proximidades de La Habana, aunque se desconoce si llegó a hacerlo.
En 1593, el gobernador informó a la Corona española que no se producía ningún azúcar en Cuba, y solo botijas de melado como se mencionó con anterioridad.15
15 F. Portuondo del Prado: Ob. cit., p. 133.
Sobre la introducción de la caña de azúcar en Cuba es posible señalar que, según Saco (1960):
… a caña fue introducida en la isla de la Española por Colón durante su segundo viaje en 1493 y que fue traída a Cuba 2 o 3 años después de la expedición de Diego Velásquez. Todo parece indicar que la primera variedad era la llamada caña criolla o de la tierra. La caña de Otahití se trato de introducir en 1796, pero en realidad fue posible en marzo de 1798, procedente de la isla Santa Cruz de Dinamarca y no de la isla de Trinidad [y que] desde la introducción de la caña criolla hasta la fundación de los primeros trapiches o ingenios corrió algún tiempo. Yo no puedo entrar en investigaciones históricas para fijar aquella época, pero ya los había en las inmediaciones de La Habana a finales del siglo xvi y el doctor Urrutia en su obra Historia de Cuba, mencionaba que trabajaban movidos por el agua del río la Chorrera, ya por la zanja que desde aquel siglo la conducía hasta los muros de la misma ciudad [se refiere al río Almendares, las murallas de La Habana y la Zanja Real].16
16 J. A. Saco: Papeles sobre Cuba, ya publicados, ya inéditos, pp. 389-390.
Por su parte, Roig,17 en el Diccionario botánico de nombres vulgares, expresa que la caña de azúcar fue introducida en Cuba en el año 1535. La fecha documentada más antigua registrada y comprobada corresponde a la encontrada en los archivos de la villa de Puerto Príncipe. Según Díaz Barreiro (1978, citado por Martín Oria), “todo parece indicar que las primeras cañas llegaron a Cuba procedentes del poblado La Isabel al norte de Santo Domingo [La Española] en la goleta Ave María el 13 de mayo de 1516 por el puerto Guincho, hoy Nuevitas y por cuenta y riesgo del señor Don Pedro Díaz Tabares funcionario del gobierno real, que también trajo aperos de labranza y cabezas de ganado”.18
17 J. T. Roig: Diccionario botánico de nombres vulgares y cubanos, t. 1, p. 235, Ed. Nacional de Cuba, 1965.
18 J. R. Martín Oria y otros: La caña de azúcar en Cuba, p. 16.
Núñez Jiménez (1973) señala que la caña de azúcar fue introducida por Colón en su segundo viaje a la América, la cual trajo de Islas Canarias.19
19 J. A. Núñez: Geografía de Cuba, p. 478.
Los ingenios que menciona Saco en su escrito fueron fundados después del año 1594 cuando era gobernador de la Isla don Juan Maldonado Barnuevo, que facilitó la iniciativa de los primeros hacendados; a Maldonado le interesó la idea de la creación de ingenios y apoyó en las Cortes las solicitudes del Cabildo sobre el fomento de la industria azucarera. Los regidores del Cabildo habanero mercedaron al hijo de Maldonado, conocido por El Mozo, abundantes tierras cerca de La Habana para que este construyera un ingenio.
Por otra parte, el rey de España, Felipe II, aprobó peticiones del Cabildo para el fomento de ingenios de azúcar y hasta se brindaron créditos para tal empresa, y en el mes de diciembre de 1603 se recibieron las primeras cantidades de dinero a cargo de los créditos otorgados. Los ingenios fundados en las proximidades de La Habana fueron 15 o 17, que a finales de siglo producían cerca de 3 000 @ y la libra de azúcar se cotizaba a real y medio. Entre los primeros propietarios, se encontraban Juan Maldonado, Hernán Manrique de Rojas, Martín Calvo de la Puerta y otros, hasta un total de 16. Se debe destacar que el nacimiento de la industria azucarera en Cuba tuvo la necesidad de recibir apoyo financiero de la Corona española.
La cantidad de dinero brindada para el fomento de los ingenios fue 40 000 ducados de México, distribuidos en partidas de 500 ducados hasta 4 000 ducados, como ayuda a los primeros propietarios ya citados.
Es posible afirmar que, a partir de 1595 y principios del siglo xvii, se produjo el nacimiento o despegue de lo que sería en el futuro histórico agrícola de Cuba, su principal renglón económico, la caña de azúcar y con eso una brutal esclavitud. En la Colonia, caña de azúcar y esclavitud, siempre estuvieron indisolublemente relacionadas.20
20 R. Guerra Sánchez: Ob. cit., p. 96.
El cacao llegó a ser un rubro importante en la producción agrícola de la Colonia, pero no se sabe con exactitud la fecha de su introducción en Cuba. Durante la conquista de México, los españoles vieron que allí se empleaba el cacao como moneda de cambio y para preparar una bebida. Algunos señalan que el cacao fue introducido en Cuba por los españoles desde México, en 1540, por Cabaiguán, hoy provincia Sancti Spíritus y que no fue hasta 1548 que se tuvieron noticias de la existencia de dos pequeñas plantaciones en Cacahual de Iznaga y Cacahual de la Avispa, en la región central de Cuba; otros señalan que fue importado por los franceses mucho más tarde. Fue a partir de 1771-1798, que el cacao tomó auge en Cuba, con la entrada de los colonos franceses que procedían de Haití y se asentaron en la región oriental del país.21,22 A principios del siglo xix, el cacao y el café ya eran importantes rubros de exportación en la Isla.23
21 María Clara Fernández: El delicioso chocolate. Disponible en: http://.solysonmagazine.com/print_item.php?lang=1&issue=79&item=20.
22 R. J. Márquez y G. M. Aguirre: Manual técnico de cosecha y beneficio del cacao, p. 11, Unidad Grafica del MINREX, La Habana, 2003.
23 Anónimo: Sobre el cacao. Disponible en: http://www.choco-story.be/land/es-land_cuba.htm.
La ganadería, el principal mercado de la Isla era La Habana, los cueros se remitían a Sevilla o vendidos en grandes cantidades, en el incipiente comercio de rescate o contrabando, fundamentalmente en algunas villas como Bayamo y Sancti Spiritus. Mientras que la Colonia pagaba por cada cuero, medio peso, mediante el comercio de rescate con piratas y corsarios franceses, ingleses y holandeses, los pobladores de las villas podían recibir desde 2,5 a 3 pesos más. Esta situación se hizo muy evidente en el próximo siglo xvii; además de cueros, se contrabandeaba con carne salada, casabe y frutas, en cambio, los pobladores podían obtener telas, esclavos, lozas, prendas de vestir, calzado y otros artículos de primera necesidad.
A finales del siglo xvi Cuba se hallaba en un estado de depresión económica y empobrecimiento muy fuerte, pero en este período se sentarían las bases para el desarrollo de tres renglones productivos que caracterizarían la posterior Historia Agraria de la Isla: la caña de azúcar, el tabaco y la producción de alimentos para abastecer las villas y las flotas.
Se ha valorado un período donde se describe desde lo hallado por Cristóbal Colón a su llegada a las costas de Cuba y sus exploraciones en 1492, la conquista por Diego Velásquez, entre 1510 y 1514, y desde esta última fecha hasta finales del siglo xvi, es decir, hasta 1599.
Se ha manifestado que los aborígenes cubanos tenían una cultura eminentemente agrícola, que les permitió subsistir y lograr una organización social pacífica. Que la economía de la Isla, una vez iniciada la colonización, dependió del oro encontrado en las arenas de los ríos y que confirió un aceptable grado se prosperidad, que fue transitoria, ya que al desaparecer el oro, la ganadería ocupó la próxima etapa de la economía insular, con la exportación de cueros y carnes saladas.
La agricultura en esta etapa se considera como de subsistencia, aunque creció en cierta medida, dada la necesidad de alimentar las poblaciones de las villas fundadas. El desarrollo intelectual era muy pobre, con una gran población analfabeta y, como es lógico, sin evidencias de enseñanza agrícola ninguna. Lo que sabían los agricultores había pasado de una generación a otra, por vía oral o por medio de la práctica cotidiana y por emigrados canarios agricultores que llegaron a Cuba desde mediados a finales de siglo.
Se recuerda que, sin iniciar todavía el siglo xvii, la Colonia, a mediados del siglo xvi (1540), mostró cierto interés por el cultivo de la caña y la producción de azúcar; por otra parte, los portugueses habían desarrollado en las islas Azores una industria azucarera muy fuerte y adelantada para la época. A finales de este siglo xvi, algunas personas influyentes y con algún capital le brindaron un impulso a la industria azucarera cubana, cuyo nacimiento se puede enmarcar, sin duda alguna, en la última etapa de este siglo.
Un producto agrícola que se comenzó a explotar en este siglo fueron las maderas preciosas para la construcción de embarcaciones y, también, para la exportación a España.
Otros hechos que caracterizan al siglo xvi, en la Cuba colonial, es el comienzo del asedio de sus costas y villas por cosarios y piratas, lo cual motivó que la Corona iniciara la construcción de varias fortalezas, entre estas el Castillo de la Fuerza, pues la anterior fortificación que protegía el puerto y la ciudad, fue destruida por Jacques de Sores, en 1555.
Se inicia el siglo xvii que, según Aguirre (1966), se tiene en general, un conocimiento incompleto y que se caracterizó por cierto estancamiento en el desarrollo de la Isla, motivado por la relativa soledad en que Cuba estuvo obligada a vivir, por la poca atención que le brindó la Metrópoli a su colonia, sus dificultades para mantener un comercio exterior estable, el asedio constante de sus puertos y villas por ataques de corsarios y piratas ingleses, holandeses y franceses, y las guerras europeas en las cuales España se involucraba.24
24 S. Aguirre Carreras: Historia de Cuba, 1492-1790, t. 1, p. 133.
Otra visión del inicio del siglo xvii se le debe al historiador Fernando Portuondo, donde expone que este siglo presenta dos caras muy diferentes:
Por fuera asoman sus bocas los cañones desde las fortalezas, templos y campanarios que son los símbolos de la dominación española, católica y militarista. Por dentro, pequeños conglomerados sociales aislados, sin protección oficial, sin grandes incentivos que luchan en silencio por la conquista de la seguridad y mínimo bienestar para vivir, se va creando un pueblo y una riqueza, a nivel de una activa dedicación a la crianza y la agricultura por métodos atrasados y primitivos. La difícil extracción de madera para la construcción de naves por el astillero de La Habana y el comercio de rescate o contrabando que se ejercerá a gran escala, motiva un endurecimiento físico, y moral de los hombres sujetos a estrecheces y peligros, aislados de la lejana metrópoli, a la que no le es posible mantener a raya a los corsarios y piratas más allá de la capital, pero persiste en negar a los colonos la libertad del comercio. Frente al monopolio oficial, el rescate o contrabando se convierte en una institución popular. Así lo ilegal adquiere categoría de moral a los ojos de los pobladores de Cuba.25
25 F. Portuondo: Ob. cit, p. 141.
Estas situaciones repercutieron sobre el desarrollo general en la Isla, sin embargo, se experimentaron importantes progresos internos que consolidaron las que fueron industrias fundamentales: azucarera, tabacalera, ganadera, forestal (maderas finas), como la caoba y el ébano, y la explotación minera representada por el cobre, que se empleaba en la construcción de pailas e instrumentos para la naciente industria azucarera.
En las primeras décadas del siglo, se construyeron, en las proximidades de La Habana, numerosos ingenios o trapiches entre grandes y pequeños, y esta industria fue extendiéndose por otras provincias con el consiguiente aumento de mano de obra esclava. A finales de siglo, ya existían cerca de 217 ingenios. En el oriente de Cuba, la fabricación de azúcar comenzó después de La Habana pero en 1617, Bayamo y Santiago contaban con 37 ingenios, algunos de los cuales producían cerca de 800 @ anuales.
El cultivo del tabaco y su industria creció considerablemente en la medida que se generalizó, en Europa, el hábito de fumar y aspirar el polvo de tabaco (rapé) por las fosas nasales.
Las vegas de tabaco proliferaron en los alrededores de La Habana, después del año 1614, cuando se autorizó la siembra libre, ya que con anterioridad estaba prohibido sembrar tabaco en las proximidades de la capital de la Isla. Por eso las primeras vegas se establecieron en Matanzas, en las proximidades del río Canasí y Las Villas en las riberas de los ríos Arimao y Agabama, en manos de agricultores blancos de bajos recursos, muchos de origen canario. Ya a finales de siglo se conocía, en Europa, al tabaco cubano como el de mejor calidad en el mundo. Entre los años 1626 y 1630, el gobernador de la Isla, Lorenzo Cabrera, ganó fortísimas sumas de dinero con el envío de tabaco de contrabando a las Islas Canarias.
Se continuó desarrollando la ganadería para el abasto nacional, exportación de cueros para Europa y el contrabando. El desarrollo ganadero tuvo un momento crítico, cuando se presentaron serios problemas entre los ganaderos y vegueros, por el disfrute de las tierras. Los hacendados, es decir, los grandes propietarios de haciendas ganaderas, se opusieron a que los cabildos concedieran mercedes para el cultivo del tabaco, situadas a orillas de los ríos, argumentando que los vegueros se apoderaban de las reses, se beneficiaban de la riqueza de los bosques y otros daños. Por su parte, los vegueros se quejaban de los destrozos que causaba el ganado a las vegas, cuando iban a los ríos para beber agua.
Con el tiempo, el cultivo del tabaco fue desplazado hacia otras regiones, como Pinar del Río, que sin saberlo, sería el lugar donde se produciría el mejor tabaco del orbe. En el occidente de Cuba, la cantidad de haciendas se incrementó a 350 y los cinturones agrícolas, en las proximidades de las villas, se acrecentaron también.
Concluyó el siglo xvii con un modesto pero sustancial progreso y desarrollo de la industria azucarera, cultivo y producción de tabaco, explotación ganadera y forestal, así como la minería. Se incrementó la entrada de mano de obra esclava, dirigida fundamentalmente hacia la industria azucarera; la población indígena de la Isla se extinguió prácticamente, absorbida por la población blanca, el duro trabajo de las encomiendas y las enfermedades traídas desde Europa por los colonizadores; la desaparición de filibusteros en las costas cubanas debido al Tratado de Paz de Ryswick en 1697 entre las grandes potencias de la época, Francia, Inglaterra y Holanda, las cuales decidieron combatir fuertemente el filibusterismo, ya que afectaba sus intereses en el tráfico marítimo comercial, benefició grandemente el comercio de España con la Isla.
La concurrencia de las flotas que transportaban a España las riquezas extraídas de sus colonias en el puerto de La Habana, trajo como consecuencia un cierto progreso de la capital, ya que era necesario brindar comestibles a pasajeros y tripulantes durante su permanencia en la ciudad. Esto estimuló la proliferación de estancias donde se cultivaban frutos menores, se fabricaba melado y criaban puercos. De otras partes se conducía ganado para el matadero de la ciudad y todo eso provocó un cierto estado de bienestar, situación que no se presentó en otros puertos de la Isla. En estos tiempos de finales de siglo, ya se podían observar algunas familias acaudaladas que empleaban los coches o carrozas tirados por caballos.
Durante los siglos xvi y xvii, se debe señalar que el tipo de economía que predominó era la de consumo, ya que no se invertía dinero para producir riquezas, sino para adquirir los productos necesarios para la subsistencia. Los tres renglones de importancia para la economía de este siglo fueron la ganadería en primer lugar, el azúcar y por último el tabaco, correlación que cambiaría en el decursar del tiempo.
La instrucción limitada a los estudios sacerdotales, mantenía el analfabetismo en alto grado. La ciencia y la técnica poco se manifestaban en la agricultura, prevaleciendo un total empirismo. Cuba, vencidos los grandes peligros, se preparaba para consolidar su economía, incrementar su población y riquezas en el próximo siglo xviii.26
26 R. Guerra Sánchez: Ob. cit., p. 129.
Se inició el siglo xviii marcado en casi toda su extensión por un conjunto de hechos, que influyeron de manera directa o indirecta en el desarrollo general de la Isla y su agricultura, que fueron los siguientes:
Fundación de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, la Real Compañía de Comercio de La Habana y el Estanco del tabaco.La guerra Angloespañola, que derivó en la toma de La Habana por los ingleses, incremento de la cantidad de ingenios y la producción de azúcar, así como posteriores gobiernos que beneficiaron el comercio.Nacimiento de grandes personalidades como don Francisco de Arango y Parreño, artífice de las reformas económicas a finales de siglo y don Tomás Romay y Chacón, quien introdujo la vacuna contra la viruela en la Isla.Fundación de la Pontificia Universidad de La Habana.Como se había firmado el tratado de paz de Ryswick, que daba por concluida la guerra entre Francia y la gran alianza, donde España era parte de esta, desde el 20 de septiembre de 1697 hasta el año 1702 Cuba disfrutó de un breve período de paz, primero en largos años, que ejerció un efecto estimulador sobre el comercio y la agricultura. Este tratado de paz incluyó también la supresión del filibusterismo en las aguas del Caribe y el Atlántico, cuestión ya señalada.
En 1702, se inició la guerra por la sucesión del trono, en España, al morir Carlos II; esa guerra se prolongó hasta 1714, finalizó con el Tratado de Utrech, y tuvo consecuencias favorables para el comercio de la Isla, ya que fue posible comerciar libremente con Francia. Los habaneros pudieron admirar el alto grado de cultura de la civilización europea que los franceses representaban, cuando las escuadras visitaban La Habana, y los pasajeros y tripulantes desembarcaban.
La producción de tabaco que se inició durante el siglo xvi cobró un gran auge desde los inicios de esta etapa, al igual que la industria azucarera, pero en menor proporción que la tabacalera e incluso la ganadera. El tabaco se vendía a muy buenos precios en España y Europa. En 1708, don Laureano de Torres, gobernador de la Isla tuvo la encomienda de comprar hasta 3 millones de libras de tabaco escogido entre el mejor del país, pero la ambición de la Corona española no se hizo de esperar, el rey Carlos V estimó que España perdía grandes sumas de dinero por la venta del tabaco a comerciantes particulares, por lo que era más conveniente que España asumiera directamente la comercialización de la hoja. Por Real Decreto con fecha 11 de abril de 1717, se creó en La Habana una factoría (estanco) para el control, fiscalización de la producción y comercialización del tabaco. La Metrópoli se reservaba el derecho de comprar el tabaco en la cantidad que quisiese y a un precio establecido por la factoría.27
27 R. Guerra Sánchez: Ob. cit., pp. 141-142.
Los vegueros, inducidos por los comerciantes, rápidamente iniciaron fuertes protestas que perduraron durante muchos años hasta que en 1723, las autoridades coloniales sofocaron una fuerte revuelta y su consecuencia fue el ajusticiamiento de 12 vegueros en el camino de Jesús del Monte, cuyos cadáveres, quedaron expuestos en esa calzada, camino obligado para entrar en La Habana desde el interior de la provincia. Esta fue una de las primeras insurrecciones campesinas de la historia cubana. Entre los vegueros asesinados, una parte, eran canarios dedicados al cultivo de las vegas de tabaco.28
28 E. Torres Cuevas y V. E. Loyola: Ob. cit., pp. 93-94.
En 1728, se creó la Real Compañía Guipuzcuana de Caracas, que comercializaba fundamentalmente azúcar producido en las islas del Caribe, como la parte francesa de La Española y Jamaica. Los puertos cubanos de Santa Cruz del Sur, Casilda y Manzanillo se convirtieron en reexportadores del azúcar al fortalecerse el contrabando, lo cual perjudicó mucho a la industria azucarera de las provincias orientales que estaba en pleno desarrollo, hasta tal punto, que el Cabildo de Santiago de Cuba reportó, en 1732, la ruina de los ingenios de esa región.
El control de las exportaciones de azúcar, tabaco, mieles, cueros y maderas desde Cuba hacia España presentaba grandes fisuras, que eran aprovechadas para el contrabando con las Trece Colonias Americanas, lo cual contribuía en el enriquecimiento de comerciantes y hacendados. Esto trajo como consecuencia que la Corona, conociendo la situación, fundara una nueva institución en La Habana, en 1740, con el objetivo de monopolizar todo el comercio de la Isla y el de la capital en primer lugar. Esa institución se llamó Real Compañía de Comercio de La Habana, a la que se le confirió el control y la comercialización de tabaco, azúcar, cueros y todo lo exportable; se nombró como presidente a un rico guispuano llamado Martín de Aróstegui Larrea. Sus accionistas eran ricos hacendados habaneros que se enriquecieron, no por lo que se vendía en azúcar, sino por el hecho de ser accionistas; muchos de estos, al enriquecerse, constituyeron, a partir de la segunda mitad de siglo, el núcleo inicial de los ricos terratenientes criollos, pero no se consideraban cubanos todavía.
Basta señalar que la compañía compraba, en España, el barril de harina de trigo a 4 o 5 pesos y lo vendía en la Isla a 35 o 36 pesos. En el período 1700-1762, Cuba progresó económicamente gracias a las distintas variantes del contrabando, entre estas el ejercido por la Compañía Inglesa del Mar del Sur, la cual introducía esclavos en las colonias españolas y, en la medida que los infiltraba, también incluía muchos artículos que eran comercializados con la complicidad de los funcionarios de la Aduana. La Real Compañía de Comercio de La Habana también se dedicó a introducir mercancías sin registros de Aduana. La tercera variante, el contrabando, que ya se practicaba en tiempos anteriores por lugares de las costas cubanas poco vigilados, por las autoridades españolas y los puertos. En este último caso, los buques despachados de un puerto a otro de la Isla, se desviaban de sus rutas y se dirigían a Jamaica o Haití para vender o comprar mercancías.29
29 R. Guerra Sánchez: Ob. cit., p. 148.
Nótese que en materia de agricultura, hasta ahora solo se mencionan como renglones importantes, azúcar, tabaco, ganadería y maderas. El café no se había introducido todavía en Cuba.
En 1739, se inició una guerra entre España e Inglaterra, conocida por “la Oreja de Jenkins”, que duró hasta 1748 cuando se firmó el Tratado de Aquisgrán. Esta guerra le brindó años de prosperidad a Cuba, ya que corsarios norteamericanos y cubanos aprovisionaron la Isla libremente, sin las restricciones del monopolio español, debido a las dificultades que confrontaba España para abastecer a su Colonia.
Durante el tiempo que duró la guerra, entraron de contrabando negros sin recargos, lo que permitió que los hacendados aumentaran las dotaciones en los ingenios.30
30 F. Portuondo: Ob. cit., pp. 186-187.
La industria azucarera se desarrollaba, pero el tabaco ocupaba el primer lugar en la producción agrícola, mientras que a mediados de siglo, la ganadería que había ocupado el primer lugar en importancia para el comercio, pasó al tercer lugar; así en 1762, el orden de importancia de la producción agrícola de Cuba era el siguiente: tabaco en primer lugar, industria azucarera en el segundo lugar y la ganadería en tercero. La agricultura se desarrollaba extensivamente de manera empírica y con una mayor introducción de mano de obra esclava.