Alberto Burnichon -  - E-Book

Alberto Burnichon E-Book

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Desde la familia Burnichon acompañamos y celebramos todos los generosos actos de justicia que pretenden darle merecida visibilidad a la vida y obra de Alberto Burnichon, tratando de hacer hincapié en su manera de entender la cultura, en sus valores, en su exquisita expresión. Esta publicación destaca su particular forma de desarrollar la actividad editorial, urdiendo y entramando hilos entre poetas, músicos, plásticos con una profunda creencia en el poder transformador de la obra publicada, y en los libros como herramienta para la manifestación de ideales. "Alberto Burnichon: el delito de editar" permite acercarnos a este hombre que entre tantas otras cosas fue un sensible editor, gran lector, sibarita de la palabra y de la música. Como cada vez que revisitamos la figura de Alberto, encontramos nuevas e interminables referencias de Burnichon en la poesía, la escultura, los títeres, la música, la pintura, el teatro y en todos los casos atravesados por el común denominador de una amistad tan extensa como la geografía que fue testigo de los ires y venires de ese barbado tejedor de lazos humanos que fue nuestro Alberto Burnichon. Ya se nos escurrió entre los dedos de las manos ese Alberto hace más de 30 años. Que hoy no se nos escurra entre los dedos del tiempo y la memoria. A nosotros y a los que vienen. Este libro es imprescindible para ello.

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Alberto Burnichon El delito de editar

 

Libro homenaje

 

 

compilación y estudio crítico, Aldo Parfeniuk

Alberto Burnichon. El delito de editar

1a edición por este sello, 2023

ISBN: 978-987-8907-15-4

 

Este libro no cuenta con dispositivos que limiten su uso (DRM).

 

Villa Los Aromos

www.edicionesacapela.wordpress.com

[email protected]

Alberto Burnichon : el delito de editar / compilación y estudio crítico, Aldo Parfeniuk. - 1a ed. - Villa Los Aromos : Ediciones A capela ; Córdoba : Babel, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo digital: descarga

ISBN: 978-987-8907-15-4

1. Ensayo. 2. Biografías. 3. Edición de libros. I. Título.

CDD 070.51092

Desde la familia Burnichon acompañamos y celebramos todos los generosos actos de justicia que pretenden darle merecida visibilidad a la vida y obra de Alberto Burnichon, tratando de hacer hincapié en su manera de entender la cultura, en sus valores, en su exquisita expresión.

Esta publicación destaca su particular forma de desarrollar la actividad editorial, urdiendo y entramando hilos entre poetas, músicos, plásticos con una profunda creencia en el poder transformador de la obra publicada, y en los libros como herramienta para la manifestación de ideales.

Alberto Burnichon: el delito de editar permite acercarnos a este hombre que entre tantas otras cosas fue un sensible editor, gran lector, sibarita de la palabra y de la música. Como cada vez que revisitamos la figura de Alberto, encontramos nuevas e interminables referencias de Burnichon en la poesía, la escultura, los títeres, la música, la pintura, el teatro y en todos los casos atravesados por el común denominador de una amistad tan extensa como la geografía que fue testigo de los ires y venires de ese barbado tejedor de lazos humanos que fue nuestro Alberto Burnichon.

Ya se nos escurrió entre los dedos de las manos ese Alberto hace más de 30 años. Que hoy no se nos escurra entre los dedos del tiempo y la memoria. A nosotros y a los que vienen. Este libro es imprescindible para ello.

Familia Burnichon

Prólogos a la presente edición

Este libro es un homenaje a Alberto Burnichon, editor de libros libres, desde los años 60´ hasta su cobarde asesinato en marzo de 1976, a manos de la Dictadura cívico-militar-eclesiástica. Recién instaurada en el país, ésta dio paso al período más negro y aciago de la Argentina para los sectores populares (no lo vivieron así pequeños pero poderosos sectores de Argentina y del extranjero que sumaron poder y extraordinarias ganancias en el período 1976-1983).

A través de ensayos, crónicas, anécdotas y textos de quienes conocieron la vida y la obra de Burnichon tenemos, quienes no lo conocimos, una semblanza de su personalidad, su carácter y de su inmensa tarea. Este editor de libros —profesión, oficio, o pasión, como prefieran— convirtió una tarea de por sí mágica y apasionante, en una forma de vida. Llevó al papel el trabajo y la inspiración de poetas y narradores, recorriendo el país, y encontrando autores y artistas que darían paso a un catálogo de una riqueza impensada para su época y sus circunstancias. En ese fructífero camino, excedió largamente la relación editor-autor y cosechó amigos a lo largo y ancho del país. Muchos de ellos participan de este libro.

Este libro intenta ser, también, un aporte a la memoria que, como la casa del hornero, se construye con paciencia y dedicación. En épocas de bonanza hay materiales y tiempo disponibles para una construcción sólida y duradera, en épocas difíciles se la mantiene y defiende con lo que tenemos a mano. El mejor ejemplo en nuestro país de cómo mantener viva la memoria lo dieron, y lo siguen dando, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.

Es importante, vital, que mantengamos la llama de lo que fue y lo que hizo gente como Alberto Burnichon que, por su tarea de buscar, reunir y difundir la creatividad literaria y el arte a través de los libros, terminó representando un peligro para los planes de la Dictadura. Porque la literatura y el arte incomodan, interpelan, nos hacen reflexionar, y nos muestran, siempre, el valor de la libertad.

Ramiro Iraola (Babel Editorial)

Este libro cuenta con dos antecedentes: una edición de Ferreyra Editor, de 2006 y el más cercano, de Babel, publicado en 2013. Presentamos más adelante los textos que prologaron aquellas ediciones, de modo que, aquí, trataré de mencionar solamente aquellos elementos que distinguen a esta edición de aquellas.

Hemos incluido un nuevo texto escrito especialmente para esta ocasión por Silvia Barei, y uno seleccionado por la familia de A. B. y que fuera leído en ocasión del Premio que lleva el nombre del editor, en 2001. También hemos sumado menciones a la figura, la obra, la vida y el asesinato de Alberto Burnichon tomadas de distintas fuentes que fueron recogidas entre 2013 y la actualidad. La Sede Juan Filloy de la Biblioteca Nacional en Córdoba aportó imágenes y datos bibliográficos sobre los ejemplares publicados por A. B. que pertenecen a su acervo. Agregamos un texto de Jorge Boccanera, en el que relata una curiosidad: A. B. publicó una plaqueta con un poema de Juan Gelman (ilustrada por Hermenegildo Sábat) que no había sido incluido en ninguno de los libros posteriores del autor. El descubrimiento fue posible gracias a la construcción del catálogo que se publicó en la edición anterior de este libro y que, creemos, sigue siendo provisional.

No hemos quitado ningún contenido porque consideramos que todos conservan el valor que tuvieron hace diez años. No obstante, hemos organizado el libro de un modo ligeramente distinto, con la esperanza de hacer más amable su lectura.

Por último, y a título personal, quiero expresar mi especial agradecimiento a Aldo Parfeniuk por haberme permitido “meter mano” al extraordinario trabajo que realizó hace una década y a Ramiro Iraola por aceptar con entusiasmo la excéntrica propuesta de publicar en simultáneo, una edición en papel y otra digital con sellos distintos. Agradezco también a Iván Burnichon por su predisposición permanente y a todos los actores de la cultura de Córdoba con quienes compartí el proyecto y fueron poniendo su pequeño granito de arena para hacerlo posible.

Raúl Tamargo (Ediciones A capela)

Nota a la edición de 2013

Este libro sobre Alberto Burnichon es el resultado de un proyecto surgido en el seno de un grupo pequeño, pero representativo de una gran mayoría (Moro Burnichon, Iván Burnichon, Francisco Colombo, Ramiro Iraola, Sergio Martina y Aldo Parfeniuk): familiares y amigos del editor asesinado por miembros de la última dictadura cívico-militar que padeció nuestro país a partir (formalmente) del 24 de marzo de 1976. Según el testimonio de María Saleme de Burnichon —esposa del editor— “el 24 de marzo de 1976, a las 0:30, nuestra casa de Villa Rivera Indarte en Córdoba, fue allanada por varios hombres en uniforme cargando rifles. Se identificaron como pertenecientes al Ejército, y estaban acompañados por varios chicos en ropa casual. Apuntaban sus armas hacia nosotros, mientras robaban libros, objetos de arte, botellas de vino, etcétera, y los llevaban hacia afuera. Entre ellos no se hablaban, sólo se comunicaban con tronidos (chasquidos) de dedos. Por más de dos horas, nuestra casa fue saqueada; antes de que esto sucediera, se había provocado un apagón en todas las calles vecinas. Mi esposo, un oficial de la Unión de Intercambio, mi hijo David y yo fuimos secuestrados. A mí me liberaron al día siguiente. A mi hijo lo dejaron libre un tiempo después que estuvo detenido en el campo La Ribera. Nuestra casa fue completamente destruida. El cuerpo de mi esposo fue encontrado después con siete heridas de bala en la garganta”[1] (en el fondo de un pozo, en la localidad de Mendiolaza).

El “delito” que lo llevó a la muerte fue el de haber editado y distribuido libros, cuadernillos y plaquetas de escritores y pintores que —en su mayoría— no solamente eran del interior del país (en tiempos en que únicamente Buenos Aires contaba con una industria editorial, y ciudades grandes como Rosario o Córdoba, una que otra casa editora-imprenta), sino que por primera vez alguien les brindaba la posibilidad de acceder al papel impreso. Del mismo modo, gracias a Burnichon, aquellos artistas noveles tenían acceso a un circuito de lectores sensibles e inteligentes, que comenzaba en esa sólida red de amigos desparramados por todo el país, y a los que puntualmente el editor-golondrina llegaba con su queso, su vino y sus noticias y ejemplares de tinta fresca.

Dan cuenta de la magnitud de su tarea de rescate, el hecho de que —entre otros— con él publicaron trabajos —en algunos casos para dejar de ser autores inéditos— escritores como Manuel J. Castilla, Daniel Moyano, Alfredo Veiravé, Enrique Wernicke, Jacobo Regen, Miguel Ángel Pérez, Armando Tejada Gómez y artistas plásticos como Carlos Alonso, Cristóbal Reynoso (Crist), Remo Bianchedi, Luis Saavedra, Roberto Fontanarrosa, Hermenegildo Sábat o Antonio Seguí.

Hoy —transcurridos treinta y seis años de aquel triste suceso, y en el año en que se cumplen treinta del retorno a la democracia— se coincide en señalar que el trágico hecho fue el eficaz primer aviso que la Junta Militar, y sus representantes locales, militares y civiles, hicieron llegar a los intelectuales y artistas: esos que Alberto Burnichon publicó (la mayoría de las veces mediante sus propios recursos económicos) para “que el país conociera a gente que no conocía”, como decía su esposa, María “Negra” Saleme.

En el 2006, cuando se cumplieron 30 años de la fatídica fecha, el grupo familiar, junto al editor Fernando Ferreyra publicaron un Libro de Homenaje (hoy agotado) conteniendo diversos testimonios y documentos. Entre otros, el estudio crítico de Aldo Parfeniuk, que también forma parte principal de este volumen. Junto con ello, un conjunto de recuerdos y reflexiones procedentes de diversas fuentes: testimonios recogidos en ocasión de realizarse, en la Feria del Libro de Córdoba 1996, una amplia mesa redonda y una muestra de sus ejemplares publicados, fotografías y documentos relacionados; declaraciones de tipo periodístico de quienes trataron o conocieron de cerca de Alberto Burnichon, al igual que consideraciones de colegas contemporáneos y posteriores a su desaparición, relevados por alumnos de la cátedra de Antropología Cultural de la Facultad de Lenguas, por entonces a cargo de Parfeniuk (el trabajo fue presentado en un coloquio universitario internacional sobre Memoria Cultural) y, finalmente, algunas fotografías e ilustraciones de sus publicaciones, pertenecientes en su mayor parte al archivo familiar.

Para la presente versión, entre las novedades introducidas, Parfeniuk ha reelaborado su texto, y a los testimonios que ya figuraban en el Libro de Homenaje, se le agregaron nuevas expresiones; inclusive, de escritores y personalidades de la cultura que, en algunos casos sin conocerlo a Burnichon, no quisieron dejar de participar, a partir de la propia recepción de su obra y su tragedia de editor-mártir. Breves pero significativas frases como la de Eduardo Galeano; alguna breve pero significativa anécdota, como la del poeta Luis Andolfi; el recuerdo de Mario Paoletti, quien en la década del 80, en España, lo homenajeó creando una colección de ediciones con su nombre; poemas como los de Teuco Castilla o Pancho Cabral; textos como los de Susana Romano-Sued y Antonio Oviedo (quien amplía con un nuevo aporte su testimonio de la mesa redonda del 96); fotografías y elementos varios representativos del caso enriquecen esta nueva versión. Al mismo tiempo se cumple con la consigna de ampliar la participación generosa de nuevos amigos: tarea cara al editor-chasqui que circulaba por los más apartados parajes del país, sembrando y cosechando amistad y cultura de la mano del arte y la poesía.

Córdoba, verano del 2013

Prólogo al Libro de Homenaje (Córdoba, Ferreyra Editor, 2006)

Este Libro de Homenaje al editor Alberto Burnichon fue ideado y armado por familiares y amigos, a partir de estudios sobre su contribución a la cultura y sus trabajos de editor, reconocimientos públicos, artículos y poemas dedicados a su figura y a su trágica muerte, a manos de los personeros de la última dictadura militar, el 24 de marzo de 1976, en su casa de Villa Rivera Indarte, Córdoba.

Esta modesta contribución a su rescate del olvido, a homenajear su valentía cívica y su coraje intelectual, se completa con el agregado de un anexo gráfico-documental en el que se incluyen, además de fotografías y notas diversas, dibujos de sus amigos de la plástica y restos de las pruebas de imprenta (rescatados entre los escombros de su casa dinamitada) de obras en las que Burnichon estuvo trabajando hasta esa misma medianoche de marzo: quizás la fecha más trágica en la historia de los libros, la cultura y los derechos humanos de nuestro país. Y algo sobre lo cual no debería dejar de volver, una y otra vez, la memoria.

Alberto Burnichon: el libre hombre-libro

por Aldo Parfeniuk

Razones personales

Habrá sido por 1963 (o 1964 o 1965). En aquellos tiempos —de mis 19 o 20 años—, me tomaba dos o tres semanas, después de ahorrar escrupulosamente durante once meses de trabajo, y me largaba, solo o con algún amigo, a conocer un país que no conocía; que pocos conocían.

Un país con nombres de lugares (Amaicha del Valle, Tolombón, Huillapima) y de personas (Chocobar, Vilte, Lerma) que sonaban como si fueran de otro país.

Eran también escritores poco conocidos, casi todos vinculados con el por entonces floreciente cancionero folklórico, quienes me alcanzaban noticias de ese mundo, al que finalmente yo encontraría tan parecido al de mi serrana y cordobesa Villa Carlos Paz de entonces: Atahualpa Yupanqui, Jaime Dávalos, Armando Tejada Gómez, Manuel J. Castilla, entre pocos más.

Debo a esos poetas, en general hoy calificados definitivamente como “populares”, el haberme iniciado en la poesía y en la literatura en general.

Debo a Alberto Burnichon Editor —cuyos pequeños libros adquiridos en alguna ya inexistente librería de la calle Obispo Trejo de Córdoba antes de cada partida, eran insustituíbles compañeros de viaje— el haberme puesto en contacto con aquellos autores, para mí, inolvidables.

En ocasión de promover y realizar, conjuntamente con familiares y algunos amigos de Burnichon, hace 10 años —en la Feria del Libro Córdoba l996— un rescate de su figura y de su trabajo, a partir de lo cual quedó instituido el Premio Alberto Burnichon al libro mejor editado en Córdoba (distinción que la Feria entrega cada año), tuve la oportunidad de tratar y conocer de cerca a su esposa (su compañera, como le gustaba definirse), María Negra Saleme.

Entre las muchas cosas que me refirió sobre su compañero —sus múltiples actividades, el ambiente artístico y cultural en el cual se movía y su manera de hacerlo—, me contó, también, el borramiento —por así decirlo— de muchos amigos de Alberto Burnichon y de la familia, especialmente cuando volvieron del largo exilio en México, a partir del asesinato del editor.

“Muchos amigos y conocidos se cruzaban de vereda cuando me veían caminar nuevamente por las calles de Córdoba”, decía María.

El “algo habrá hecho”, que lamentablemente ha reaparecido en nuestra sociedad por estos días, ya circulaba, con los malos augurios que parecieran cumplirse.

Cuando hace un par de años en la Facultad de Lenguas, en el marco del programa conjunto con universidades europeas sobre Memoria Cultural, presentamos un breve informe sobre el caso Burnichon (informe que incluimos en este libro de homenaje), la profesora Vita Fortunati, de la Universidad de Bologna, recordaba en sus comentarios lo que quedó en Italia después de la experiencia fascista: una sociedad irreconciliablemente partida en dos. Este año —el del 30 aniversario del Proceso— han reaparecido con fuerza las peores señales autoritarias que justifican el terrorismo de estado y las inculpaciones a priori por el hecho de ser —por ejemplo— hijo de padres desaparecidos.

Y sí: Burnichon hizo. Y no hizo algo, hizo mucho. Y de lo peor, para la ideología autoritaria de los militaristas: mantenía vivas, como nadie, las redes culturales y artísticas de un país que pedía a gritos autonomizarse del sistema imperialista dominante y crecer según sus propias ideas y las necesidades de su gente.

Cómo no intentar, entonces, hacer un poco de memoria. O de contarles a quienes por entonces aún no existían.

Desde lo personal, son muchas las razones y es múltiple la deuda que tengo (que tenemos muchos) con Alberto Burnichon.

He vivido todos estos años intentando devolver algo de lo mucho que siento que le debo a este chasqui cultural que demostró tamaña eficacia con un mínimo de institución; por más que, como le gustaba recordarlo a su mujer, el hombre fuera alguien que dio todo lo que pudo (incluyendo su propia vida, por supuesto) “sin esperar nunca el vuelto”.

La cultura conjuntiva

Analizado, dimensionado desde su actividad principal, que es la de editor, queda en claro que el espacio propio de Alberto Burnichon no es otro que el entre.

En la época en la que él trabaja, su manera de moverse en tal entre no es todavía la del editor actual, quien prácticamente no puede salirse de la especificidad impuesta por una división del trabajo cada vez más acentuada y en la cual este editor es un pequeño engranaje más que trabaja junto con el escritor, el agente literario, el financista, el imprentero, el gráfico, el distribuidor, el librero, el comentador, etcétera. Por el contrario, el de Burnichon es un protagonismo directo y fuerte, en tanto reunidor —y muchas veces hacedor— de todas esas partes necesarias, no simplemente para hacer un libro, sino para proponer y sostener un proyecto. Tiene aún Burnichon el privilegio de poder preservar la unidad del trabajo.

En cierto sentido podríamos compararlo con la figura de lo que los ingleses definieron como editor literario y que entre nosotros suele aparecer como el responsable de la dirección tanto de una editorial cuanto de alguna colección de la misma (generalmente quienes cumplen tal función son escritores); su nombre no sólo jerarquiza la empresa, sino y sobre todo, garantiza la calidad y el sostenimiento de la personalidad, del espíritu que la identifica y distingue. Pero a diferencia de este, Burnichon —que se cuida muy bien de firmar, aunque sea una solapa; de aparecer como escritor— se mueve como el artesano que se resiste a dejar de hacer él mismo (o en caso de alguna restricción insalvable, hacerlo hacer como si lo hiciera él) cada una y todas las partes del proceso.

Es el maestro cocinero que, en cada plato, por sencillo y pequeño que fuere, pone en juego todo su empeño y cuidado. Y su prestigio. Lejos está, entonces, de ser el mero fabricante de comidas, de libros; o el financista de los títulos y ejemplares a publicarse, según la definición dada por la Academia en su diccionario, por más que, para sostener su proyecto y sobrevivir se vea obligado a comercializar, también artesanalmente (los economistas dirán informalmente), aunque sea en parte, su producción: producción que, según testimonios transcriptos, era solventada por su propio trabajo de vendedor itinerante de libros.

Esa práctica editorial de vocación alternativa, otra, —y que, pensada desde el conjunto de las prácticas de intercambio, en nuestro país y otros países latinoamericanos, tiene correlatos que abarcan desde la medicina hasta el comercio en general— fue, en la mayoría de las provincias en las que desarrollaba su actividad Burnichon, la única posibilidad de acceder a una publicación decorosa al margen de la casi forzosa edición de autor.

Además de la realización factual del libro, su trabajo incluye su adecuada inserción en un cuidadosamente demarcado circuito comercial, al margen, por supuesto, de la consabida puesta en unas específicas manos de determinados autores y libros. Él debe llevar personalmente sus productos al mercado, a sus