¡Amado hasta el extremo! - Ferran España Cucarella - E-Book

¡Amado hasta el extremo! E-Book

Ferran España Cucarella

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Beschreibung

Esta obra recoge el registro de dos años de la vida del autor. En ese intervalo de tiempo, a un acontecimiento extraordinario en Medjugorje que cambió completamente su vida se sumaron el diagnóstico de un cáncer linfático, que supuso meses de sufrimiento, y el descubrimiento y la experiencia profunda del amor con mayúsculas, ese amor que todo lo puede y todo lo soporta. Su testimonio sincero y desgarrador no es solo una historia de enfermedad, de superación o de esperanza, sino sobre todo una auténtica historia de amor. Ferran España Cucarella comparte con el lector su experiencia de lucha, de fe y de unión con Cristo. Su testimonio es una invitación a aferrarnos con fuerza a la vida y a la búsqueda de la felicidad.

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Prólogo

Introducción

“Al volver la mirada atrás...”1

Reina de la Paz. Medjugorje, agosto de 20192

Un domingo cualquiera3

El milagro en la UCI 4

Amor verdadero 5

Sacerdotes, luz en la oscuridad 6

Santa Ángela de la Cruz7

Ofrecimiento de los ciclos 8

Confinamiento 9

“Mirad el árbol de la Cruz...”10

“¡El amor vence siempre!” 11

Agradecimientos

Bibliografía

Tel. 917 425 113 - Fax 917 425 723

E-mail: [email protected] - www.sanpablo.es

© Ferran España Cucarella 2022

Ilustraciones: María España Miedes (10 años), Belén de María España Miedes (8 años)

y Carlos María España Miedes (6 años)

Distribución: SAN PABLO. División Comercial

Resina, 1. 28021 Madrid

Tel. 917 987 375 - Fax 915 052 050

E-mail: [email protected]

ISBN: 9788428567459

Depósito legal: M. 25.903-2022

Impreso en Artes Gráficas Gar.Vi 28970 Humanes (Madrid)

Printed in Spain. Impreso en España

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio sin permiso previo y por escrito del editor, salvo excepción prevista por la ley. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la Ley de propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal). Si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos – www.conlicencia.com).

A Dios por pensar en mí y elegirme. A mi esposa Clara, por haberme amado hasta el extremo, en la salud y en la enfermedad. Por estar siempre a mi lado, cuidarme y quererme incondicionalmente, junto a mis hijos: María, Belén de María y Carlos María, que son el mejor regalo que Dios me ha hecho fruto de nuestro amor conyugal.

A mis padres que me dieron la vida, a mis hermanas, a mi familia y de un modo especial a mis suegros por todo lo que han hecho por mí; antes, durante y después de mi enfermedad.

A la Iglesia universal, encarnada por tantos hombres y mujeres, a los que ha puesto Dios en mi vida: seminaristas, sacerdotes, monjas, obispos y, cómo no, con gran aprecio y de un modo muy especial, al cardenal D. Carlos Osoro Sierra, arzobispo de Madrid, por su amistad, cariño y acompañamiento.

Prólogo

Con mucha alegría presento este libro de Ferran que relata todos los momentos de su enfermedad vivida desde su fe en Jesucristo y desde una adhesión total a la Iglesia. Con él estaba el amor de su esposa y de sus hijos, en este momento de su grave enfermedad. El libro, por tanto, es una parte fundamental de la biografía personal del autor, esposo y padre. Cuando escribo esto, necesariamente, tengo que recordar aquellas palabras del papa san Juan Pablo II dedicadas a la Divina Misericordia, cuando Jesús le dijo a santa Faustina: «Yo soy el amor y la misericordia misma: no existe miseria que pueda medirse con mi misericordia» (santa Faustina Kowalska, Diario, 14 septiembre de 1937). Y también aquellas otras palabras en las que la santa le había ofrecido toda su vida a Jesús y él la desconcertó cuando le dijo: «Hija mía, no me has ofrecido lo que es realmente tuyo». ¿Qué es lo que había retenido ella? Jesús se lo dijo y la desconcertó, «hija mía, no me has ofrecido lo que es realmente tuyo», «hija, dame tu miseria».

Cuando estoy escribiendo estas letras, deseo que entren de lleno también en este prólogo quienes participaron más directamente en la vida de Ferran, su esposa Clara y sus hijos María, Belén y Carlos. Todos sabemos que la enfermedad siempre trae consigo grandes interrogantes, pero sobre todo desconcierto y por supuesto desolación. Pero también trae, y en este caso ha sido así, la fuerza que tiene el unirnos a Jesús en su pasión, sentir su cercanía en la fragilidad y en nuestras heridas, pero al mismo tiempo hay una invitación por su parte a aferrarnos con fuerza a su vida y a su entrega. Con este libro se ve latir en su autor el consuelo que vienen del «Señor que no se esconde» (Is 30,20). ¿Qué hondura alcanzan las palabras de Ferran? Especialmente describe lo que siente: que el Señor lo acompaña en esos momentos de su vida, en los que pone su vida a merced del «médico que salva y tiene poder para curar», Jesucristo.

Este libro se convierte en un cántico y en una invitación: canto e invitación a poner la vida en manos de Nuestro Señor Jesucristo, sabiendo que dependemos completamente de él. Cuando estamos heridos y necesitamos curación, sabemos que quien tienen poder absoluto para curar es Jesucristo que nos ofrece su misericordia, su persona salvadora, descubriendo que él tiene ojos que nos ven, que se da cuenta del momento que vivimos, nos mira profundamente y se detiene y nos abraza. ¡Con qué fuerza se lo pidió Ferran! Y con qué gracia le respondió el Señor tal y como el autor nos lo relata.

Gracias, Ferran por relatarnos tu enfermedad y el modo que has tenido de afrontarla y vivirla. ¡Cuánta sabiduría aparece en esta biografía de tu enfermedad! Estoy seguro, tal y como lo manifiestas en el libro, de que es la sabiduría que viene de un deseo de vivir en comunión con quien nos cura y da salud, Jesucristo. Estoy seguro de que leer esta obra es un tiempo santo, es alabanza a Dios que nos conforma a la imagen de su Hijo, el cual «no ha venido para ser servido, sino para servir y dar la vida como rescate por muchos» (Mt 20,28).

El libro que presento tiene un eje estructurador que es fundamental: la curación, la felicidad que solamente se puede alcanzar con Amor. Fiarnos del Amor de Dios, abrirnos a su Amor, sentir y creer en medio de la enfermedad que Dios me ama y me hace capaz de amar es fundamental para quien ha sido el autor de este libro. Jesús en su pasión nos ha amado hasta el final, nos ha revelado el Amor que se da sin límites, nos cura con la medicina de su Amor. Nuestro autor nos enseña a través de estas páginas que ha escrito, desde su propia experiencia de enfermo curado ya, que Jesucristo no sobra nunca y menos cuando estamos enfermos. Hay que vivir en la confianza, en la esperanza y en el amor de un Dios para quien sabemos que ningún ser humano es un número. Todos estamos necesitados de humanidad y la más grande es la que Jesucristo nos muestra.

Con gran afecto:

Introducción

Los amó hasta el extremo.

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.

Llegó a Simón Pedro, y este le dijo:

—Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?

Jesús le replicó:

—Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.

Pedro le dijo:

—No me lavarás los pies jamás.

Jesús le contestó:

—Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.

Simón Pedro le dijo:

—Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza.

Jesús le dijo:

—Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.

Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:

—¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis «el Maestro» y «el Señor», y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis (Jn 13,1-15).

En este pasaje del evangelio de san Juan, un evangelio que se proclama en toda la Iglesia universal cada Jueves Santo, se hace memoria del lavatorio de pies. Aquí nos encontramos con la «clave» y epicentro neurálgico de este trabajo: «los amó hasta el extremo». Es por ello que, haciendo alusión al mismo, este libro recibe el título de ¡Amado hasta el extremo! Un testimonio de amor y fe ante las adversidades de la vida.

En este evangelio descubrimos que Jesús se entregó totalmente a sus apóstoles, con un gran gesto de amor al ponerse a su servicio y lavarles los pies, pese a que, primeramente, fue rechazado por Pedro, ya que el trabajo no era «digno» para el hijo de Dios, pero era una prueba irrefutable de su dedicación y amor.

Así mismo, el papa Francisco en una visita que realizó a la cárcel de Rebibbia (Roma), el Jueves Santo del año 2015, les dijo estas palabras a los presos durante la homilía1:

Nos ama a todos nosotros, hasta el punto de dar la vida por nosotros. Sí, dar la vida por nosotros; sí, dar la vida por todos nosotros, dar la vida por cada uno de nosotros. Y cada uno puede decir: «Dio la vida por mí». Por cada uno. Ha dado la vida por ti, por ti, por ti, por mí, por él... por cada uno, con nombre y apellido. Su amor es así: personal. El amor de Jesús nunca defrauda, porque él no se cansa de amar, como no se cansa de perdonar, no se cansa de abrazarnos. Esta es la primera cosa que quería deciros: Jesús nos amó, a cada uno de nosotros, hasta el extremo.

Amado hasta el extremo por Dios, así es como me he sentido yo desde hace muchos años. En primer lugar, cuando estaba «perdido en el mundo», Él me amó hasta el extremo sacándome de ahí (de la muerte y del pecado). Y, en segundo lugar, desde hace más de dos años con un importante acontecimiento que cambió completamente mi vida. Es por ello, que he sentido la necesidad en mi corazón de «gritar», y de emplear este testimonio como un altavoz para compartir mi experiencia con el mundo, el cual se apaga y se muere, como consecuencia de la falta de Cristo.

Esta iniciativa de recopilar mis memorias, contando mi experiencia, y en la que «abro mi vida y mi corazón», surge dos años después de que, con 37 años, felizmente casado y con tres maravillosos hijos, se me diagnosticara un cáncer linfático2.

Esta obra es el registro de dos años, resumidos en un breve y sencillo testimonio, que no es más que las vivencias de una persona anónima que ha visto la muerte de cerca y ha experimentado la paz del cielo en la tierra. En el libro, también podréis descubrir que, tras mi conversión, y después de veinte años rezando por una causa concreta, al regreso de una peregrinación a Medjugorje, la Gospa (Virgen María en croata) me concedió lo que tanto anhelaba, y aconteció otro milagro en mi vida.

En esta «confesión» pública, quisiera fundamentalmente, y de un modo muy especial, enaltecer el matrimonio. También a la familia cristiana, con el fin de ponerlos a ambos en valor en un momento en el que están siendo «perseguidos» y cuestionados por la sociedad. Al mismo tiempo, quiero aprovechar esta ocasión para animar y recordar a todos los matrimonios que estamos llamados a ser santos, a ser sal, luz, pero sobre todo a amarnos y a ser fieles; fieles a nuestros maridos y a nuestras esposas, en la salud y en la enfermedad.

Amado hasta el extremo está dividido en tres partes. La primera se centra en un preámbulo donde ahondo en mi vida, infancia, entorno, mi conversión...

La segunda trata sobre un largo periodo de tiempo en el que, por una parte, ocurre un acontecimiento extraordinario, pero acompañado de una terrible enfermedad y de mucho sufrimiento durante largos meses.

La tercera y última parte se enfoca en el momento en que, a pesar de convivir con la enfermedad, descubro de nuevo y de forma más profunda, qué es el amor, el verdadero amor, el amor de Dios, y el de una esposa fiel, tanto en la salud como en la enfermedad. Un amor que va más allá de los estereotipos hollywoodienses, un amor que todo lo puede y todo lo soporta, que tengo la fortuna de poder experimentar cada día.

Así mismo, en todo este transcurso, nuestro matrimonio también ha experimentado el poder que tienen la oración y la comunión de la Iglesia a través del pueblo de Dios y de sus fieles ante el sufrimiento, los cuales han ejercido de verdadero acompañamiento y sostén, pero no solo al enfermo, sino también a los que le rodean. Porque, a pesar de verse físicamente solos, espiritualmente, están rodeados de amor y cariño.

San Juan Pablo II decía en un discurso a los enfermos de un hospital oncológico3: «Cuando está unido a la pasión redentora de Cristo, el sufrimiento humano se transforma en instrumento de madurez espiritual y en magnífica escuela de amor evangélico». Y así es como me hubiera gustado vivirlo desde el comienzo de mi enfermedad, pero no era una tarea fácil, porque, en primer lugar, tenía que empezar por aceptar mi condición, aceptar mi cruz, y descubrir que, a pesar de mi pequeñez, de mi fragilidad, de mi pecado, todo el sufrimiento sería para bien y para hacer bien a otros, para anunciar el amor de Dios a los demás, para fortalecer mi matrimonio, incluso para animar a rezar a los que no tenían o habían perdido la fe.

Amado hasta el extremo es una historia de amor, donde no pretendo ser el personaje principal, ni tampoco demostrar que he sido un súper héroe que ha vencido a la enfermedad del cáncer. Tampoco tengo la intención de convertirme en un escritor de éxito, ya que todo el mérito de esta historia es completamente de Dios.

No ha sido fácil, y he de confesaros, que, si me costaba pronunciar la palabra cáncer, ha sido todo un desafío el recopilar en un diario todo lo que he vivido en estos dos años. Han sido varias las ocasiones en las que he intentado ponerme delante del papel, pero no he sido capaz de comenzar a escribir. En primer lugar, por mis fuerzas, ya que nunca me había sentido tan frágil y limitado. Físicamente ha supuesto un gran esfuerzo la realización de este libro, pero también lo ha sido en el plano psicológico. No obstante, finalmente estoy convencido de que Dios me ha regalado las fuerzas para hacerlo posible.

De la misma manera, sé que Dios ha obrado en mí, ya que me ha permitido percibir la realidad, que no es otra que la de un momento en la historia de la humanidad en el que casi todo avanza a una velocidad incalculable y donde para algunos nada tiene sentido, ni siquiera la propia vida. Esto causa un daño terrible en la sociedad. Por desgracia mucha gente no es consciente de ello y esto es consecuencia de apartar a Dios. En primer lugar, se está atacando a la Iglesia. ¿Cómo? Atacando a su cabeza, al papa, a los obispos, a los curas. Pero también atacando a la familia, manipulando la educación de nuestros hijos, interrumpiendo el nacimiento de nuevas vidas, facilitando la muerte de nuestros mayores, para así, evitar afrontar el sufrimiento y el dolor causado por la vejez o por la enfermedad. Creo que es necesario que no perdamos nuestro origen, qué somos, de dónde venimos...

Sobre este rechazo de Dios en el hombre actual, permitidme que haga un paréntesis y recuerde al papa Benedicto XVI que, en un mensaje enviado al presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, el entonces cardenal arzobispo de Génova Angelo Bagnasco (actualmente emérito), con motivo del congreso titulado «Dios hoy, con Él o sin Él cambia todo», celebrado en diciembre del año 20094, decía a los obispos italianos en Roma:

En una situación cultural y espiritual como la que estamos viviendo, donde aumenta la tendencia a relegar a Dios a la esfera privada, a considerarlo como irrelevante y superfluo o a rechazarlo explícitamente, espero que este congreso contribuya a despejar esa penumbra que hace precaria y temerosa para el hombre actual la apertura hacia Dios.