Ana: Donación De Amor Y Vida - Eli Herrero - E-Book

Ana: Donación De Amor Y Vida E-Book

Eli Herrero

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Beschreibung

La pérdida de un hijo es el dolor más profundo que unos padres pueden experimentar porque es un vacío tan grande el que deja en sus corazones que, a día de hoy, ningún diccionario puede nombrar. Tras la muerte inesperada de Ana y la donación de sus órganos, este libro aproxima al lector a esta experiencia que separa la línea delgada entre la vida y la muerte. Mientras que la muerte se da, en ese preciso instante, el amor al prójimo se dilata para que otras personas tengan una segunda oportunidad de vivir. Este libro está lleno de amor al prójimo. Tras la muerte de un ser querido, la donación de órganos no solamente es un ofrecimiento de amor y solidaridad, sino que rebasa la frontera del desprendimiento total y absoluto. La pérdida de Ana es irreemplazable e insuperable, pero hay que dotarla de sentido, llenar ese vacío con amor y generosidad. La donación de órganos es una muestra de que los vacíos se colman dando vida a otras personas y recordando, a su vez, que la muerte de un ser querido no cae en el olvido, pues son los propios donantes quienes honran cada día el amor que ofreció en su día una familia que perdió a su amada hija.

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Seitenzahl: 134

Veröffentlichungsjahr: 2024

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ANA

Donación de Amor y Vida

––––––––

Eli Herrero

Editorial Alvi Books, Ltd.

Realización Gráfica:

© José Antonio Alías García

Copyright Registry: 2202160494660

Created in United States of America.

© Eli Herrero, Alhendín (Granada) España, 2022

ISBN: 9781005224530

Producción:

Natàlia Viñas Ferrándiz

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del Editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y siguientes del Código Penal Español).

Editorial Alvi Books agradece cualquier sugerencia por parte de sus lectores para mejorar sus publicaciones en la dirección [email protected]

Maquetado en Tabarnia, España (CE)

para marcas distribuidoras registradas.

www.alvibooks.com

Also by Eli Herrero

Ana: Donación de Amor y Vida

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Tabla de Contenido

Título

Derechos de Autor

Also By Eli Herrero

PRÓLOGO

AGRADECIMIENTOS

MEMORIA

MARGARITA

POEMAS

EPÍLOGO

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Further Reading: El Nuevo Testamento

About the Author

About the Publisher

PRÓLOGO

A modo de bienvenida.

Esta es la única parte prescindible de este libro, de modo que, apreciado lector, puede seguir un instante leyéndola o pasar directamente a lo verdaderamente importante que es todo lo que viene a continuación. En cualquier caso, no voy a cansarle con una larga introducción, sino muy al contrario. Solo voy a darle una pequeña indicación de lo que trata este pequeño, pero intensísimo libro. Trátenlo con cuidado porque es un corazón lo que late en su interior.

Gracias si aún está leyendo, pero no crea que vaya a destinar estas palabras de bienvenida al libro que tiene entre las manos al noble objetivo de convencer a nadie de la importancia de la donación de órganos. No. Estoy convencido de que, a estas alturas de la película, quien más, quien menos ya está al cabo de la calle y conoce a alguien que está vivo o ha ganado calidad de vida gracias a la generosidad de una familia que, en unos momentos terribles por la pérdida de un ser querido, puso el amor por encima del dolor.

En las páginas que vienen a continuación están contenidos todos los sentimientos que se unen en amalgama informe en esos momentos tan especiales. Sí, es una gran recopilación de sentimientos muy diversos, que la autora nos va regalando en un nuevo acto de generosidad, por encima de los cuales sobresalen dos: dolor y amor. Así, íntimamente ligados, inseparablemente unidos.

El dolor por la pérdida del ser querido, tan palpable en estas páginas, es un sentimiento tan fuerte que nos podría impedir seguir viviendo, un dolor tan terrible que se hace casi insuperable. Casi. Solo es posible la superación del dolor gracias al otro sentimiento que aquí encontrará en cantidades ingentes: el AMOR.

El amor es lo que nos hace levantarnos tras el gran golpe que nos ha asestado la vida, el amor es lo que nos hace luchar contra todo y contra todos, incluso contra nuestra propia sangre que nos está pidiendo que nos rindamos y nos entreguemos al dolor. De eso trata este libro. Del amor como medio de superación del dolor, del amor a todo y a todos. Es un libro de amor práctico, porque lo que nos cuenta su autora es su experiencia vital, no algo que le han contado, sino lo que ella ha vivido.

Y espero que no le dé vergüenza, apreciado lector, si de vez en cuando aparece en tus ojos una lágrima furtiva. Eso se llama empatía y es un sentimiento que nos dignifica y nos humaniza. Siéntase orgulloso por ello.

Al final, el amor tiene que salir victorioso. Gracias, Eli, por haberme dado la oportunidad de leer tu corazón tan lleno de amor traducido a palabras en estas páginas. Gracias por no dejarte derrotar por el dolor, por seguir siempre adelante, pero, sobre todo, gracias por tanto amor como derrochas.

Recuerden todos que, según dice la Biblia, cuando nos presentemos ante el supremo juez, Él nos va a juzgar solo por el amor. Ese será nuestro único valor en ese juicio y hay que vivir la vida de tal forma que, cuando nos llegue la hora, llevemos las manos llenas a rebosar.

Íllora, octubre de 2018

––––––––

FRANCISCO JIMÉNEZ BAENA, profesor jubilado de Lengua Castellana y Literatura.

AGRADECIMIENTOS

Me dirijo al lector con la intención de que este libro llegue a despertar los sentimientos del amor y llegar al corazón de todas aquellas personas que han perdido a un ser querido, especialmente a un hijo o hija, sintiéndome unida a ellos.

En estas páginas expreso la experiencia propia de la muerte de mi hija y pretendo destilar todo el dolor para convertirlo en amor, pues mi amada hija era puro amor.

Ella fue un antes y un después en mi vida, y quiero dar las gracias a mi hija de haberla conocido, y la oportunidad de sentir el verdadero amor, pues ese principio activo es el que mueve montañas y cielos.

Somos eternos y eso nos hace estar unida a mi hija en la vida, pero a su vez en la eternidad, pues el presente es donde reside toda la belleza, el amor y la felicidad. Mi voz interior me dice que la fuerza del Altísimo hace que en el corazón (cuando existe el Amor y la Fe) todo es un milagro.

Quiero agradecer y dar mi amor a mi marido Antonio, que siempre ha estado a mi lado, con comprensión y amistad, pero sobre todo con todo su amor, pues él ha sido el sostén en los momentos más delicados y duros.

A mis hijos, ellos fueron mi fuerza y mi mayor estímulo para superar el dolor. La unión de la familia es el pilar fundamental para seguir la senda del amor y la fe. Mis hijos son el nutriente principal de mi vida y también el factor que une mi corazón al cosmos.

Un proverbio dice que la amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas. Gracias, querida amiga Ana Dolores, por tantas y tantas horas de diálogos, consejos, apoyo y por saber estar conmigo en los momentos que más los necesitaba.

A ti, amigo Paco Baena, gracias por la paciencia que has tenido en repasar el libro, con tanto cariño y delicadeza. Agradezco la comprensión y el cariño que hemos recibido de ambas familias, pues es en la adversidad y en la tormenta cuando se conoce a los amigos.

Querida Laura, gracias por repasar y corregir La Margarita, sé que todo cuesta su trabajo, pero me consta que le pusiste tu cariño.

Son muchas las personas que he conocido en esta experiencia, muchas de las que menciono en mi libro ya no están con nosotros y desde estas líneas quiero agradecer todo mi amor porque formaron parte de mi vida: Don Antonio Mérida Morales, Don Francisco Jiménez y su señora Antonia, Doña Carmen Aparicio y Don José Rodríguez Tabasco. Ellos me apoyaron y formaron parte de nuestra Asociación.  Gracias de corazón, pues sus recuerdos y cariño siempre estarán en mi corazón.

Le doy gracias a Dios por todo este camino que, aunque muchas veces ha sido durísimo, me ha puesto siempre en el camino seres extraordinarios y de ellos he aprendido mucho, como siempre digo, es la fuerza del Amor la que nos sostiene y no me queda otra cosa si no agradecer por todo lo vivido.

Ely Herrero

MEMORIA

18 de febrero de 2011

––––––––

ESTOS RECUERDOS Y POEMAS para mi hija Ana, hace tiempo que los escribí. Cada día, después de su marcha, necesitaba hablar con ella y cada instante de mi vida, la veía como si fuese parte de un poema que yo tenía que mantener en movimiento. No soy escritora ni poeta, pero deseaba mantener un diálogo con mi hija y la escritura era la única forma de poder llegar a tener ese contacto, de que yo viese sobre el papel su nombre y todo su ser. Y todos los acontecimientos que después sucedían en mi vida o parte de ellos,  quiero que salgan en este pequeño libro. Se lo debo a mi hija y a mí misma, pues siento que es la forma de darle mi amor.

Poco después de su marcha soñé  con ella. Me veía cruzando un gran río de aguas muy cristalinas que tenía unas hermosas piedras redondas y blancas para poder llegar a la otra orilla. Lo crucé pisando esas piedras y me daba la sensación de que flotaba. Era algo especial. Lo que sí sé es que, cuando me vi en la otra orilla, era un lugar maravilloso donde ella me esperaba. Estaba radiante. Venía hacia mí cruzando un gran campo de flores donde había cantidades de margaritas y fue impresionante, pues aquella  exuberante naturaleza  no la había visto nunca. El  encuentro con mi hija, no lo puedo ni describir, solo sé que se acercó a mí, me cogió las manos y sentí ese tacto tierno y amoroso de las manos de mi hija amada.

Estaba  brillante y me dijo con una sonrisa de paz increíblemente grande: “Mamá, soy muy feliz,  tú vienes a verme pero no te puedes quedar, no es tu momento. Yo te amo, tú tienes que seguir con tu trabajo”.

Yo le dije: “lo sé, querida, papá y tus hermanos me necesitan”.  Nos abrazamos  y sentí una fuerza extraordinaria. Hicimos una danza donde yo sentía la gran fuerza de ella y me dijo: “¡Hasta muy pronto!”

Se marchaba con una luz resplandeciente, andando sobre ese gran campo de margaritas y flores multicolores, con su mano alzada diciéndome adiós.

Entonces, vi  que la muerte para nada me separaba de mi hija, ella estaría presente cada instante de mi vida, pues todo dependía de esa unión que tuvimos siempre: estamos entrelazada con el amor, algo que no puede romper ni tan siquiera la muerte. Sentí una paz infinita y deseos de continuar pues me quedaban muchos talentos por multiplicar  y esa gran fuerza que me regalaban para poder llevar todas mis tareas de esta vida que,  por cierto, no eran pocas y yo todavía no tenía ni idea. ¿Cómo podría llevar el día a día? ¿Y cómo, al trascurrir de los días, me daba la sensación que me alejaría más de ella? Pero no sucedía de esa manera, la sentía entrañablemente cercana y vital. Eso me asustaba un poco pues me daba mucha paz en mi interior que contrastaba con el dolor que me rompía por dentro. Eso no me cuadraba mucho, no lo veía razonable, pero sí lo era, pues el amor que sentía, y siento, por mi hija es tan grande  y sentía tanta ayuda por su parte que es simplemente inexplicable.

Entendía, además,  perfectamente, que no podía hacerla sufrir, la sentía y la siento viva, y eso me llevaba  a  no  responder con mi dolor. No podía tampoco hacer  sufrir a  los demás, pues no se podía dar marcha atrás, solo quedaba continuar, aunque  nos resulte tan difícil, pero el amor hacia los que se quedan y el compromiso que la misma vida nos impone, aunque parezca mentira, te hace tomar conciencia de tus responsabilidades y que te levantes  por la mañana pensando o sintiendo que todo ha sido un mal sueño. Eso es muy duro, pero tenemos que tener el valor de afrontarlo.

Cuando veía el sol por las mañanas, abría los balcones de la habitación de mi hija y la luz la inundaba. Sentía estremecer mi alma ya que en esa luz la encontraba a ella. Me sentaba en su cama para bañarme con esa luz que tanto me reconfortaba, pues era la forma más hermosa de sentir su abrazo. Me asomaba al balcón para sentir cómo la brisa de la mañana, que eran sus besos, acariciaba mi rostro. ¡Cuánto puede sufrir un corazón!  No existía bálsamo mejor que aquel encuentro con ella y la eternidad, algo tan íntimo que me faltan palabras para describirlo, era lo que me daba fuerza para continuar.

Me hice la fuerte desde el primer momento y me daba la sensación de que nadie se percataba de mi dolor. Solo sé que sentía una paz interior inmensa y que alguien invisible me sujetaba. La clave está en el amor que se siente por los demás: me quedaban un marido y unos hijos maravillosos a quienes amo muchísimo y me necesitaban. Sin embargo, a mi amada Ana sabía que nadie podía causarle ningún daño: ella ya estaba con quien verdaderamente nos ama de verdad.

Cuando Ana se marchó, por las circunstancias de su muerte, pudo ser donante, pudo dar todo lo que tenía de su materia para que otras personas continuaran viviendo. Eso es una situación tremenda: cuando te piden los órganos de un ser querido, ya realmente sabes que no existe la esperanza de vida. Es, además, una decisión que tienes que tomar rápido, sin pensar. El “Sí” te sale del alma porque algo en tu interior te hace ver el trabajo que le queda por hacer a ese ser amado. Después te quedan esas largas horas de espera mientras los médicos hacen su trabajo, ese espacio de tiempo en el que vives una pesadilla que te acompañará toda la vida pues no aciertas a comprender lo que te está sucediendo. No acertaba a ver si todo era una equivocación, pero no, todo fue verdad y nada era un sueño, mi hija a la que tanto amo... Me dijeron que no tenía solución. Yo quisiera no haber tenido que dar esa noticia a nadie, no se pueden pronunciar esas palabras, se te pegan en el paladar, son demasiado amargas como para pronunciarlas y cuando te las están comunicando, piensas: “¿cómo son capaces de decirte semejante cosa? ¡Eso es mentira, es un horrible sueño!”... y lo que deseas es salir de él.

Yo sentía ese dolor horrible, pero cuando miraba a mi marido y mis hijos se doblaba pues ¿cómo mis hijos, siendo tan jóvenes, tenían que pasar por esa experiencia tan completamente cruel? Recuerdo que horas antes de ser intervenida para la donación me dejaron entrar a verla a la UCI. Pude besarla, tocarla y sentí que ya no se encontraba allí. Pude sentir el silencio de Dios y que no tenía respuestas para todas mis preguntas.

Soy una gran seguidora de Cristo y enseguida me percaté de que la fe no está solo en pedir, sino en la obediencia. Sentí muy adentro el gran silencio de Getsemaní y que Él tampoco obtuvo respuesta y solo le quedó hacer aquello que ya estaba determinado. Solo pude sostenerme en sus brazos para poder afrontar tanta amargura sintiendo en mi corazón el Amor de Dios.

Mi hija había salido horas antes de casa y ahora estaba sintiendo el dolor más grande de  mi vida. El tiempo que me dejaron con ella fue escaso y cuando salí de allí era como si ya no me perteneciese. Ya no le podía dar a mi hija nada, se me escapaba de entre las manos como si fuese agua, el corazón se me descomponía en esa misma agua y notaba cómo moría con ella: esa parte humana ya no iba a existir, nos quedaba solo la gran fuerza del espíritu, que es en realidad la que nos une y suavemente como una brisa nos conforta y consuela, eso sí, con el amor infinito de Dios.

Después de tantas horas, la intervención para extraerle los órganos, esperando que todo aquello pasara rápido. No fue así: fue eterno. Como si en realidad las horas estuviesen  jugando macabramente con todos nosotros. Todo era difuso, solo sentía mi corazón decirme con cada latido “¡qué pena!”. Eso era solo lo que podía sentir, una y otra vez, y un gran hueco en mis entrañas que todavía perdura: se quedó para siempre, nadie ha podido llenarlo, porque solo le pertenecía a ella, a mi amada Ana.

Cuando salimos aquella tarde del hospital y pude ver la luz del día de ese mes de septiembre, solo pude distinguir un sol amarillento que parecía contemplarme con la misma tristeza que yo llevaba. Desde entonces el sol de este mes siempre conserva ese mismo color: descubrí que el otoño siempre llega triste.