Ángeles & Vampiros III - Vanesa Mammoliti - E-Book

Ángeles & Vampiros III E-Book

Vanesa Mammoliti

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Beschreibung

Ángeles y Vampiros, tercera parte, La Herencia, marca el encuentro decisivo contra el soberano de los vampiros, Nadhel Vlad Daimon. La victoria luce inexorable para el nuevo representante de la maldad sobre la tierra. El mundo se cierne en tinieblas.Mientras, Vladijus y Eleonora son enviados a acabar con los restos de la resistencia humana y la trompeta del arcángel Miguel anuncia el descenso de los ángeles de la milicia celestial, Ámbar deberá aprender a controlar y manifestar sus poderes. En tanto, Esteban, a su vez, lidiará con la oscuridad de su lado dhampirico que intentará corromper sus decisiones.La muerte avanza junto a ellos en cada paso, la oscuridad atormenta sus almas y el miedo a lo imprevisto se convierte en el compañero de ruta.Aunque la esperanza deja de ser una aliada, los jóvenes y su grupo avanzan en pos de derrotar al ser inefable e invencible que los ha puesto en esa pesadilla, henchida de secretos, misterios, trampas, traiciones, peligros y aprendizajes.

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Seitenzahl: 825

Veröffentlichungsjahr: 2018

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vanesa mammoliti

ÁNGELES& VAMPIROS III

la herencia

Editorial Autores de Argentina

Mammoliti, Vanesa

Ángeles & vampiros III : la herencia / Vanesa Mammoliti. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2017.

528 p. ; 20 x 14 cm.

ISBN 978-987-761-091-8

1. Narrativa Argentina. 2. Novela. I. Título.

CDD A863

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail: [email protected]

Coordinación de producción: Helena Maso Baldi

Diseño de portada: Justo Echeverría

Diseño de maquetado: Maximiliano Nuttini

Corrección: Diego Dattoli

Ilustraciones: Raisa Spina Shulz, Martín MammolitiEduardo Loccissano, Karen García

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

Raissa Spina Shulz

@moonsparklestuff (Instagram)

Notas de Autor:

He sentido la necesidad de iniciar este último libro con estas notas para ti, el motivo principal es decirte: ¡Gracias! Gracias por estar allí todo este tiempo acompañándome en esta aventura que inició hace seis años y que no hubiese llegado a este final sin tu apoyo.

Cada uno de nosotros debe enfrentar sus propios demonios, no serán vampiros y brujas como en esta historia pero eso no les quita merito, por eso deseo para ti que encuentres siempre la fuerza para vencerlos, que los ángeles te protejan, que Dios sea tu guía y que ganes cada batalla.

Ángeles y Vampiros, nació como el proyecto de un relato juvenil y se convirtió en una historia que espera traspasar barreras cronológicas (¡¡¡gracias a mis lectoras de más de 70!!!)

He de confesarte que no ha sido sencillo escribir esta última parte, me topé con laberintos y pantanos, no obstante en el desierto que ha sido mi vida he hallado varios oasis que me han otorgado la fuerza para seguir, en este caso el oasis apareció en la figura de mi hija, quien tomó una antorcha, mi mano y deambuló entre sombras y oscuridad buscando un vestigio de luz y gracias a su ayuda me encontré de nuevo en el camino correcto pudiendo narrar la historia que hoy tienes en tus manos. He intentado ser cuidadosa en el modo en el que narré los hechos, pero me siento obligada a advertirte que el capítulo “cambio de planes” puede resultar incómodo para algunos y no sé si aconsejable para menores.

Por lo demás espero que cuando finalices el libro sientas que he estado a la altura de tus expectativas. Esta historia y sus personajes me han hecho reflexionar y hasta pensar en mi propio emblema (cuando leas la historia comprenderás a que me refiero) sin embargo puedo adelantarte que en mi caso he descubierto que el mío es “la perseverancia”¿Cuál será el tuyo? Quizás también lo descubras.

Entre estas líneas te dejo mi abrazo, hasta la próxima historia o hasta que nuestros caminos se crucen.

Pues El dará órdenes a sus ángeles acerca de ti, para que te guarden en todos tus caminos.

Salmos 91:11

No os olvidéis de mostrar hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.

Hebreos 13:2

{Entonces} hubo guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón. Y el dragón y sus ángeles lucharon,

Apocalipsis 12:7

Lo único necesario para el triunfo del mal es que los buenos no hagan nada.

Edmund Burke.

PREFACIO

Lyon abrió los ojos apenas sintió un pinchazo con el cual se adormeció levemente su brazo: una araña de cinco centímetros corrió a esconderse al notar su movimiento, sin embargo el cazador la aplastó con su mano. De un salto, se puso en pie mientras se frotaba y corría hacia la casa de Elena, preguntándose cómo había terminado allí, recostado sobre la hierba húmeda en la ribera del río de Capilla del señor. Sus piernas pesadas demoraban su marcha. El firmamento era un manto negro sin luna, cubierto por pocas estrellas. Una sombra salió a su encuentro y se abalanzó sobre él. De inmediato mostró unos colmillos largos responsables de deformar un rostro que él conocía, el padre Patricio, quien, con su sotana negra y ojos rojos, intentó morderlo. Lyon lo esquivó al instante y lamentó descubrir que no llevaba su espada, no obstante dos volteretas fueron suficientes para sentir la dureza de uno de sus cuchillos en el interior de su chaqueta, con agilidad efectuó una vuelta en el aire y clavó su cuchillo directo en el corazón del cura, el cuerpo del sacerdote vampiro no se incineró. Lejos de eso, Lyon, con asombro, contempló el semblante del hombre: no había ningún rastro vampírico sino estupefacción y confusión mientras su ropa se llenaba de sangre y el anciano murmuraba “hijo, ¿por qué?”

El cazador sintió que su sangre se congelaba. ¿Qué hice? se preguntó, conforme impedía que la cabeza del párroco muerto se estrellara contra el piso, un grito agudo proveniente de una casa lindera lo colocó nuevamente en alerta, a la vez vio vampiros emergentes de entre las sombras y colmillos hincándose en la piel de personas que él apreciaba, asimismo los gritos y los pedidos de auxilio ensordecían la tranquilidad habitual del pueblo al cual había considerado siempre un paraíso sobre la faz de la tierra.

Lyon soltó el cuerpo y corrió nuevamente rumbo a la casa de Elena, en su pecho la opresión de la angustia cortaba su respiración. A metros del lugar, se topó con el cuerpo ensangrentado de don Aurelio, el vecino de la casa de enfrente, con los ojos en blanco y expresión de terror. Sin detenerse, saltó la verja de entrada e ingresó, un frío glacial lo recibió y se coló entre su ropa, sus latidos dispararon señales al resto de su cuerpo. Presionó la perilla pero la luz no encendió, la oscuridad era absoluta. “Elena” llamó y el silencio acompañó su voz. Avanzó por la casa a tientas conociéndola de memoria hasta la habitación de la mujer que amaba, abrió la puerta de un tirón y volvió a llamarla “¡Elena!”. De pronto, la luz del living se encendió: la carcajada que reconocía y odiaba resonó en el recinto, con pesar dio la vuelta mientras el resto de las habitaciones se iluminaba.

De pie junto a la mesa del living, Nadhel reía. El vampiro lo llamó con su dedo índice y el cazador avanzó con esfuerzo como si el suelo se hubiera convertido en cemento fresco.

- Lyon, Lyon, tu esfuerzo ha sido tan inútil como todo lo que has hecho en tu vida - vociferó el vampiro - Como era lógico, yo gané – dijo, mientras señalaba hacia el rincón de la sala donde se hallaban dos sillones de un cuerpo.

Allí sentados Elena y Esteban lo miraban con ojos rojos de lobo hambriento y rabioso.

- Siempre han sido míos, Mi mujer y Mi hijo – exclamó, el vampiro movió sus dedos y aquellos a quienes el cazador más amaba en su vida se lanzaron sobre él, sin que él tuviera fuerza ni deseos de detenerlos.

- ¡Paff pafff pafff! ¿Lyon? ¿Muchacho, te sientes bien?

- ¡Pafff, pafff, pafff! ¿me escuchas?

Lyon, tras abrir los ojos, le llevó unos minutos comprender que se encontraba en la habitación de huéspedes en la casa del padre Patricio, bañado en sudor, con la garganta reseca y un dolor esparcido en cada uno de sus músculos, inspiró profundo, el sinsabor de la alegría al comprender que había tenido una pesadilla y la amargura de haberla vivido como real, repercutieron en su mente, en tanto el sacerdote golpeaba la puerta y lo llamaba. Se sentó en la cama y sintiendo el peso de su cuerpo y la liviandad de su alma, se puso en pie. En cuanto destrabó el pestillo para abrir, el cura párroco, con dos bolsas negras bajo sus ojos enrojecidos, apoyó su mano derecha sobre su hombro:

- Muchacho, ¿qué ha sucedido? Te oí gritar con una angustia en tu voz que me sacó de la cama.

- Una pesadilla, padre. Disculpe usted.

Respondió Lyon con una sensación extraña al recordar cuando su cuchillo se hundía en el pecho del hombre. Afuera aún era de noche, la luna iluminaba la cúpula de la iglesia y la paz reinaba:

- Los nervios son enemigos crueles y traicioneros. No has descansado un instante desde que regresaron al pueblo - señaló el sacerdote.

- No puedo, padre. Lo siento pero no puedo.

- Ven, me contarás tu sueño para aligerar tú carga, pondré agua a calentar y tomaremos unos mates. Nada espanta a los demonios internos y le otorga calma al alma como unos buenos mates calientes.

LA PROFECÍA

Sur de Irlanda

Viento helado, humedad, calor, destellos y oscuridad. Las sombras y las distintas temperaturas se colaron en su cuerpo hasta atravesar su ropa cubriéndola por completo. Ámbar era consciente de que el tiempo transcurrido desde su desaparición de capilla del señor, había sido absolutamente breve. Recordaba la explicación que Martyn le brindó en una oportunidad sobre cómo se producían las apariciones y la energía que consumía a quienes las realizaban, en especial si eran guías de otros, si bien era unos breves minutos, demandaba fortaleza. Pese a ese conocimiento, su mente y su organismo parecían agotados y en desacuerdo.

Esteban continuó presionándola contra él, aun cuando ya sus pies pisaban tierra firme y no había necesidad de mantenerse unidos, más que por su deseo de sentirla cerca.

En cuanto a ella, sintiendo la barbilla de él apoyada sobre su cabeza, decidió permanecer así abrazándolo, disfrutando de su aroma, embriagándose con esa sensación que la cercanía de su cuerpo le producía, oyendo el ritmo acompasado de su corazón y ese aroma conocido que le recordaba su niñez, su pueblo, sus risas y travesuras compartidas junto a los momentos de angustia y soledad.

Ámbar supo que en su ser nacía algo diferente por él desde que siendo pequeños, Esteban la miró a los ojos y le sonrió con sus hoyuelos profundos. En esa ocasión, pudo sentir mucho más que esa atracción especial que él generaba en todos. A medida que fueron creciendo, otros jóvenes en el pueblo se habían interesado en ella, como Juan Manuel, el mejor amigo de Esteban, quien intentaba deslumbrarla con sus conocimientos sobre mecánica, algo que a Ámbar no le hacía mella, en tanto Esteban no solo se había convertido durante ese tiempo en su mejor amigo, sino en aquel que de algún modo producía un cosquilleo en su interior. Aun así, en el interior de la joven reinaba una sensación de angustia y temor causada en parte por las novelas que leyó durante su infancia y en su temprana adolescencia; pues todas ellas jamás narraban una historia de amor nacida entre dos jóvenes que fuesen mejores amigos, lo que era peor, generalmente en las novelas solo uno de ellos se enamoraba quedando con el corazón destrozado o convirtiéndose en un ser vil, en el villano de la historia al no ser correspondido. En ningún caso era un amor correspondido. ¿Acaso las novelas reflejaban la realidad? ¿Cambiarían ellos la historia? ¿O sería tal vez que era ella quien sentía esa conexión especial y para él simplemente era su mejor amiga, su hermana? Las preguntas se agolparon en su interior, y como cada vez que los temores sobre el amor de Esteban la atormentaban, Ámbar se tomó de la frase al final de la carta en la cual él se despedía para salir a buscar a Nadhel; esa frase que seguía rescatándola, ilusionándola y filtraba una pizca de esperanza. No se sentía capaz de hablar con él al respecto, no podía preguntarle. Sabía que en muchos aspectos ella no era temerosa, su espíritu le había demostrado que su valentía la llevaba a enfrentarse a quien fuese, sin embargo abrir su corazón de aquel modo y correr el riesgo de que él le ensartara una espada en el centro con su respuesta, desangrándola con un “eres mi mejor amiga”; era, en definitiva, una hazaña que no atravesaría. Inspiró profundo, sin moverse de sus brazos, la luz del sol comenzaba a ocultarse, pero aún algunos rayos los alumbraba tenuemente. Poco a poco, su cuerpo fue recuperando el equilibrio y se relajó. Sus latidos se tornaron regulares y su respiración comenzó a distenderse al igual que el resto de su fisonomía. Aprovechó ese instante para asirse de ese momento juntos, asegurando el recuerdo en su mente (ya que podía no volver a repetirse) y de ese modo, cargarse de energía. Una sensación mágica que se contraponía a la cruda realidad.

Como el sonido de un trueno en una noche serena, las arcadas efectuadas por Benjamín irrumpieron en destrucción del momento de encanto, tras sumirlos en la realidad en cuanto los separó conminándolos a observar a su alrededor. El joven de rodillas en la tierra seca era obligado a apoyar su frente contra ella por la mano nudosa y poderosa de Alexander, con el propósito de lograr que la energía manada de la tierra relajara sus músculos y su organismo, esa clase de viaje no resultaba sencillo para un humano, ni debía realizarse con frecuencia, el ángel lo sabía perfectamente, por eso se dispuso a traspasar fuerza a Benjamín.

Mientras estaban allí contemplando el área y aguantando la recuperación de su compañero, un silbido cual jilguero agradeciendo la luz del amanecer, sonó a corta distancia de ellos y fue Alexander, quien respondió con un tono similar.

- Hay amigos cerca – murmuró – Pertenecen al grupo de Mila.

Luego de lo cual, un grupo de hombres y mujeres con su ropa harapienta, cubiertos de polvo y barro, apareció frente a ellos.

Alexander saludó con la palma de su mano derecha abierta y se presentó. Un hombre moreno fue el primero en responder el saludo y comentar:

- Hemos estado buscando sobrevivientes, recibimos el aviso de que Mila estaba en peligro y necesitaba refuerzos, sin embargo no hallamos ni vivos ni muertos – señaló, era alto y de cabellos enrulados.

- Han sido emboscados, algunos han logrado escapar – respondió el ángel.

- ¿Estás seguro? – preguntó una mujer cuyo color de cabello y rostro eran indescifrables por la gran cantidad de barro que la cubría – No hemos encontrado nada más que rastros de batalla, han incendiado todo, el taller, las cuevas.

Alexander soltó a Benjamín, el cual permaneció sobre la tierra boca arriba, en su rostro los colores habían regresado. El ángel avanzó hasta el grupo de recién llegados.

- Sí, estoy seguro, lo he visto cuando pisé esta tierra, vi la batalla que se libró aquí. Sé que han capturado a muchos, pero también que varios han logrado escapar y esconderse, recibieron ayuda del cielo. La trompeta de Miguel sonó hace un rato y con ella un grupo de ángeles de su milicia ha descendido desperdigándose sobre la tierra, algunos estuvieron aquí, el incendio que ven no fue realizado por vampiros, es fuego celestial y os aseguro que hay cenizas de cientos de vampiros por aquí, el ejercito de Miguel está batallando a vuestro lado - Se agachó y tomó un puñado de tierra – sin embargo – agregó – la oscuridad se ha extendido más de lo esperado y la milicia no podrá eliminar más que a un grupo, pues no deben permanecer en la tierra por demasiado tiempo, deberán regresar a la batalla celestial y si no se detiene el reinado de oscuridad antes de que los ángeles regresen, la maldición se extenderá por toda la tierra …

- Si ellos no pueden, ¿qué nos espera a nosotros? – soltó Ámbar sin poder contener el flujo de sus pensamientos.

- Ella tiene razón. ¿Por qué no pueden ayudarnos? ¿Acaso los ángeles no son más poderosos que los vampiros? – preguntó Esteban.

- ¿Tú comprendes que el poder de un vampiro está ligado a un demonio que toma su alma y la domina? Esto es mucho más poderoso en aquellos vampiros que disfrutan de su condición o peor aún, los que la eligen, son ellos quiénes se convierten en receptáculo de varios demonios que estarán ahí mientras ellos les den vía libre y les permitan actuar hasta consumirlos por completo.

- Pues entonces, Nadhel debe estar plagado de demonios – estalló la joven.

- Por supuesto.

La respuesta del ángel fue tan directa como terrible, la verdad era algo que ambos jóvenes deseaban oír con ahínco pero muchas veces resultaba dolorosa, terriblemente dolorosa. Esteban sintió como si un bloque de cemento se hubiese alojado sobre sus hombros, pensó en el designio que creía su mandato: matar a Nadhel, lo cual en ese momento comprendía que eso significaba destruir a un ejército de demonios.

Los labios del joven modularon el sonido de una pregunta que no formuló, pues Ámbar dio la voz de alerta antes que un aquelarre de vampiros novatos llegara hasta donde se hallaban ellos, ella pudo verlo un minuto antes de que aquello sucediera, eso les otorgó la ventaja. Los vampiros aparecieron de derecha e izquierda, aquelarres de veinte y treinta se lanzaron sobre ellos, pero el grupo de humanos respondió a la embestida de inmediato, inclusive Benjamín, todavía con un leve mareo, tomó su espada y se arrojó a dar batalla.

Ojos rojos y colmillos afilados ansiosos de someter a sus víctimas, hincar sus dientes y beber sangre. La guerra que presentaban los vampiros no medía fuerzas, era guiada únicamente por un deseo codicioso que los controlaba y los bloqueaba, así sucedía cuando no había un líder capaz de guiar a los novatos, quien evaluaba la situación y planteaba una estrategia. Por consiguiente, aunque el grupo de vampiros novatos superaba en tres veces al de humanos, pronto fueron los dominados, las cabezas eran lanzadas como bolas al aire y el polvo se teñía de rojo oscuro.

Y cuando el atacante se terminaba convirtiendo en la presa y la paz parecía volver a reinar por un tiempo, aquellos que tenían la posibilidad de ver más allá de lo que sus ojos les mostraban, supieron que tres grupos más se acercaban al lugar, de modo que debieron actuar rápidamente y desaparecer.

Sur de Italia

Un crujido retumbó en la habitación desprovista de ventanas, tras lo cual un cuadro de grandes dimensiones se deslizó dentro de la pared y dio paso a una abertura. Un hombre de pantalón marrón y chaqueta negra provista de una capucha, ingresó. Atravesó el cuarto alumbrado por varias velas, los candelabros invadían el recinto otorgando una luminosidad fantasmagórica. Una mesa de madera cuyas esquinas tenían relieves de cabezas de dragones oficiaba de escritorio, algunas sillas de madera oscura labradas en el respaldo y en las patas lo rodeaban, a unos metros de distancia, un mueble repleto de papeles enrollados se destacaba en la fría habitación de piedra. Sentado en la silla más alta de respaldo prominente, Nadhel escribía con su cuerpo reclinado hacia delante y su espalda firme, recta. Sus dedos largos, de uñas duras y filosas, se deslizaban por el papel sosteniendo la pluma con facilidad. Su caligrafía era de líneas precisas y elegantes.

En tanto, Eleonora, la bruja vampira, sentada frente a él lo observaba inquieta con su mirada de ojos azules rojizos revoloteando por el lugar.

- Acércate, Vladijus – ordenó Nadhel, sin quitar la vista de lo que estaba haciendo.

El vampiro avanzó hasta ellos, se mantuvo de pie observando a Nadhel e ignorando a Eleonora, quien clavó sus ojos en el recién llegado sin disimular el desprecio que le causaba su presencia.

- Siéntate – añadió el soberano de los vampiros.

Vladijus permaneció de pie, había una silla junto a la bruja esperando por él, aun así, el vampiro no parecía deseoso de utilizarla.

En cuanto a Nadhel, detuvo su escritura, con su mano firme en la pluma inmóvil, sin mirar a nadie, esperando, lo cual le indicó a Vladijus que no había sido una invitación sino una orden. El vampiro corrió levemente la pesada silla evitando que trinara con el roce en el piso y obedeció, mientras que Eleonora se burlaba de él con una sonrisa maliciosa estampada en su mirada.

Nadhel regresó a su escritura. El recién llegado, cual esfinge, mantuvo su rostro al frente, ignorando la mirada obsecuente de la bruja vampira. A diferencia de la mayoría de los vampiros, Vladijus conservaba una ligera barba y bigote prolijamente cortado, aunque era una barba que jamás podría rasurar por completo pues volvía a aparecer unos segundos después.

- ¿Novedades? – preguntó Nadhel.

- Señor, hemos revisado cada cueva que nos ha indicado - respondió sin titubear – examinamos el castillo del valle de Strathmore de manera exhaustiva, señor y no hallamos ningún escrito, ni aún en los pasadizos secretos y en las bóvedas ocultas.

Nadhel presionó sus dedos en la pluma y contrajo sus labios, pero no objetó la respuesta de su lacayo. Vladijus agregó:

- El lugar tenía una protección sagrada, perdimos a varios de nuestros hombres pues murieron incinerados con solo pisar el área de ingreso, sin embargo pudimos destruirla, contaminarla y acceder a ella. Allí encontramos dos monjes muertos y varias trampas que logramos desarticular. – Vladijus hizo silencio y miró fijo a aquel que era su comandante.

Nadhel supo que el vampiro no quería continuar hablando delante de la bruja. De todos modos, lo instigó a continuar.

- En un área convertida en ruinas hallamos varias tablillas destruidas, la gran mayoría convertidas en polvo. A pesar de eso, con los trozos he logrado armar la leyenda impresa para usted, mi señor. Al retirarnos de allí, quemamos todo y quitamos las guardas protectoras por si usted desea ir.

Nadhel culminó con su redacción. Firmó y selló los papeles. Luego levantó su rostro y lo clavó sobre ambos súbditos.

- Eleonora, ve ahora con el grupo de Nicholas y algunos de tus guardias de día, mi hijo ha regresado, se encuentra en Irlanda, te guiaré por la zona en la cual siento su presencia, búscalo y consigue todos los cautivos posibles, quiero prisioneros y quiero verlos, así que asesinarás solo sino hay otra alternativa,a excepción de mi hijo y de la joven bruja, en especial de la bruja, la quiero sana y salva, sin rasguños o pagarás cada mínima herida que reciba - como un acto reflejo, Nadhel deslizó sus dedos sobre la única cicatriz que tenía en su cuello, la marca que el cuchillo arrojado por Ámbar le había ocasionado.

Eleonora pareció contrariada con la orden pero asintió en silencio. Se puso de pie dispuesta a salir, sin embargo antes de dejar la habitación se detuvo y preguntó:

- ¿Qué hay de tu hijo? ¿Qué debo hacer si él se pone molesto?

Nadhel dedicó tiempo a observarla, llevó su mano derecha de dedos largos y delgados a sus labios y presionó su labio inferior, su rostro destiló crueldad y arrogancia, en tanto su mirada no parecía estar sobre la mujer, sino sobre sí mismo y sobre sus propias ideas.

- Mi hijo – respondió – deberá demostrar que es merecedor de mi herencia. Si continúa comportándose como un débil humano, solo me apetecerá su muerte, una muerte que será larga y dolorosa. Por el momento, estoy dispuesto a darle una oportunidad pues además estoy seguro que me será de utilidad para domar a la bruja, así que ocúpate de controlarlo. Además si decido acabar con su vida, seré únicamente yo quien lo mate.

Una vez que la bruja abandonó la habitación, Nadhel volteó su mirada penetrante sobre el vampiro que aguardaba en silencio e inmóvil.

- Vladijus – dijo Nadhel – por tu bienestar, espero que tengas para mí algo bueno que mostrarme pues hace tiempo que no recibo buenas noticias de ti.

El vampiro no se inmutó, mantuvo sus ojos firmes en su líder.

- Mi señor – dijo el vampiro, mientras metía su mano en el interior de su chaqueta y le entregaba a su amo una lámina en la cual se evidenciaba una escritura rígida que había sido traspasada a la lámina a través de su relieve.

Nadhel la tomó y le dio un vistazo rápido.

- ¿Habéis leído?

- Sí, señor, no sé cuán importante es para usted, en el lugar había varias iguales, todas destruidas, me costó unir las partes, pero pensé que quizás le podía ser útil – confesó.

- Está bien, Vladijus – dijo el vampiro observando de reojo al General de su principal ejército de vampiros – Nunca me decepciones, pues tú sabes que no soy un hombre dispuesto a aceptar errores.

- Entiendo, Señor – respondió el vampiro con firmeza, sin bajar la mirada.

Nadhel estudió cada mínimo gesto y movimiento de su súbdito.

- Tú sabes que necesito hombres de confianza a mi lado, ¿no es así?

Vladijus asintió en silencio.

- exijo lealtad y resultados.

- Lo sé.

El vampiro no parecía intimidarse por el tono con el que Nadhel se dirigía a él, ni por el rumbo que tomaba la conversación.

Nadhel se puso en pie y caminó por el salón mientras Vladijus permanecía sentado, sin cambiar de posición.

- Te he otorgado todo lo que cualquier hombre puede desear: vida eterna, fuerza y poder. Le di a tu vida miserable de humano un sentido. Me he convertido en tu Dios, en tu soberano y has recibido de mí lo que pocos han logrado:mi confianza, sin embargo, lo sabes bien: debes merecerla y mantenerla. Cuando te hallé en esas tierras de pordioseros, eras solo un hombre más, tu único futuro eraconvertirte enalguiencomo tu padre, el dueño de una hacienda, solo dedicabas tu vida a trabajar, esfuerzo, esfuerzo y esfuerzo. No eras nadie, Vladijus y yo te convertí en un General, en el general del ejército más grande.Arranqué de tu vida esa familia de nefastos que en nada te beneficiaban y te hice parte de mí, te liberé. Te permití iniciarte con la sangre de la mujer que amabas como un premio por mi gran bondad.De ser un simple hombre te he convertido en un guerrero, en mi mano derecha – Nadhel hizo un pausa y prosiguió - estoy cerca de cambiar el mundo, Vladijus, los débiles dejarán de existir, gobernaré esta tierra. Solo mis súbditos leales gobernarán a mi lado y gozarán del beneficio de ser parte de mi reinado, pues mi Imperio no conocerá fronteras.He nacido para ser rey y se acerca la hora de mi coronación. Limpiaré el mundo de la lacra que hoy lo invade, la debilidad del hombre común, que piensa sin la cabeza, que no es capaz de razonar. La oscuridad reinará, Vladijus y mi fuerza crecerá aún más con ella – dijo, recorriendo la habitación con pasos lentos.

Vladijus permaneció en silencio, erguido en su asiento, aguardando.

Nadhel se aproximó al curio, un mueble de madera y vidrio y recorrió con sus dedos fríos los papeles allí atesorados.

- Poseo una inmensa fortuna que he ganado a fuerza de estrategias, perseverancia y paciencia. Tú has contribuido de algún modo, como General de mi ejército de guardianes, has sabido proteger mis espaciosy permitir con ello que mis planes se cumplan, sería lamentable que todo lo que has conseguido en estos años lo perdieras por tu falta de interés.

El vampiro decidió romper el silencio y responder:

- ¿Me permite un comentario, Señor?

Nadhel lo observó desde el reflejo del vidrio que se extendía en el curio. Le gustaba ese hombre que tenía frente a él, sus modales, su habilidad como estratega, su lealtad sin zalamerías, la manera respetuosa en la que siempre se dirigía, era distinto al resto de sus soldados.

- Dilo – respondió sin voltear.

Vladijus, sin modificar su ubicación, habló:

- Me pregunto, Señor – comenzó diciendo – si es que ¿acaso alguien más que mi ejército y yo conoce el lugar al cual usted nos envía a requisar antes de que nosotros vayamos hasta allí?

Nadhel permaneció en silencio y el vampiro aceptó la pausa como una invitación a continuar con su relato, por lo cual agregó:

- Creo, Señor, que los sitios indicados ya han sido revisados por alguien más, creo que llegamos a cada lugar tarde, pues alguien se nos adelanta. No conozco la fuente de sus datos, señor y no es mi intención saberla, pero estimo que alguien más puede conocerla y adelantarse.

- ¿qué sugieres? - preguntó Nadhel interesado en lo que su hombre le señalaba.

- Señor, si usted me permite, le diré que existe una versión sobre un bosque que se encuentra en los alrededores de Offaly, al que tildan de endemoniado. Los pobladores recorren muchos kilómetros para evitar pasar por allí pues dicen que el que atraviesa el bosque muere, o desaparece para siempre, mi señor,puedo ir solo hasta allí y ver cuánto de cierto hay en la leyenda, recorrer el lugar, quizás no encuentre nada allí de interés para usted, señor, sin embargo podría intentarlo, el mito habla sobre un aquelarre de brujas que se escondía allí matando humanos y bestias.

Nadhel evaluó cada palabra, fijó su mente en la imagen que Vladijus relataba.

- Solo le pido, señor, que nadie más que usted y yo sepamos de esta misión si es que decide enviarme.

Nadhel continuó en silencio, su reflejo mostraba su mirada perdida en sintonía con su rostro de ángulos duros y cincelados. Sin emitir palabra, desapareció y apareció junto a Vladijus, posó sus manos en los hombros del vampiro y lo levantó de su asiento, de pie presionó su cuerpo contra el del hombre, dos rocas frías unidas, Nadhel apoyó su mejilla en la nuca de Vladijus y susurró en su oído:

- Confío en ti, Vladijus, no intentes traicionarme nunca. Te he tratado como al hijo que me han quitado, no quisiera tener que utilizar tu sangre para bañarme con ella.

Vladijus permaneció inmóvil.

- Agradezco su confianza, señor – respondió parco y cortante como era su costumbre.

En tanto, Nadhel como un sabueso pareció oler el aroma que manaba del hombre que respondía a sus mandatos. Un instante después, se separó de él y ordenó:

- Antes de continuar con tu misión, asegúrate de buscar algún humano joven y alimentarte, estás famélico, es posible que eso sea lo que te ha estado debilitando. Para pensar bien, hay que estar bien alimentado – señaló Nadhel con media sonrisa a un costado de su boca, mientras regresaba al frente de su escritorio - Ve ahora, nadie conocerá tu destino – aseguró.

El vampiro asintió con su cabeza y salió de la habitación con paso firme.

Nadhel abrió el cajón de su escritorio y sacó una pequeña caja oxidada, la cual cuidaba como un tesoro y que había hallado junto a las pertenecías de su madre. Al quitar la tapa tomó de allí un pequeño paño amarillento en el cual se encontraba escrito un texto que él atesoraba, lo colocó en el escritorio, debajo ubicó el escrito que su hombre de confianza le había entregado y juntando ambos releyó:

“Pues serán los demonios sedientos de sangre quienes se adueñarán de las almas y la ambición de poder de unos sobre otros brotará en la tierra, como ríos que fluyen, buscarán un cause arrasando sobre inocentes. Fuego, sangre, ejército y luz convulsionaran pues la maldad oscurecerá la tierra”

“Y se levantará el soberano oscuro por sobre los demás inmortales, dando origen al ejército que dominará a todo ser vivo, y tendrá a la raza humana bajo su yugo. Solo si el guardián hallara al único heredero capaz de destruirlo, acabara el reinado de sangre y la luz volviera a brillar”

Luego de un rato de observar cada letra, lo dobló, lo ensobró y lo guardó en el bolsillo de su saco. Cruzó sus manos y se mantuvo mirando la nada un corto instante hasta que decidió regresar a la cena en la cual lo esperaban los integrantes de su plan de conquista, humanos a los cuales dominaba con gotas de su sangre y actuaban según sus deseos, creando guerras entre pueblos hermanos, maltratando a su propia gente.

ESPERANZA

-¿Sigue dormida? –

El padre Patricio conocía perfectamente la respuesta, sin embargo fue lo primero que salió de su boca apenas cruzó el umbral de la habitación donde Elena descansaba sumergida en un profundo sueño. Se aproximó a la silla cuadrada de madera de pino, en la cual Lyon había permanecido, días, horas sentado junto a ella.

- Sí – murmuró Lyon, su propia voz, le resultó extraña, pastosa, lejana, oxidada.

Se sentía perdido, completamente desorientado. Los signos vitales de Elena eran normales, su corazón latía fuertemente, su respiración era regular y su presión normal. En cuanto a sus ojos, permanecían cerrados, toda ella, inmóvil. Por momentos, él se preguntaba si era capaz de oírlo, por lo cual, sin perder la esperanza, no cesaba de hablarle, de suplicarle que regresase junto a él, le relataba los momentos vividos junto a Esteban los meses anteriores a esa última batalla en Capilla del Señor con la intención de ayudarla a despertar. Había días en que su ánimo caía y la esperanza se desdibujaba, cada acto se tornaba inútil y cada segundo se convertía en una cruda agonía.

En tanto, pasaba los días amarrado a la tortura de su mente que le aseguraba que sentado allí no lograría traerla de vuelta, pues él era un simple humano y lo que necesitaba era ayuda de alguien superior. La ausencia de Martyn y su abrupta partida, era una herida de incesante sangrar como una llaga que supuraba.

No tenía a nadie más a quien consultar, alguien con esos dones especiales, capaz de ver y entender más allá de las respuestas que la ciencia podía proporcionarle.

Nada sabía acerca del paradero de Jofiel y los demás del grupo, suponía que estaban demasiado lejos de allí, en cuanto a la buena voluntad del padre Patricio, aunque fuese miembro de la Orden del Dragón y la Cruz, no era suficiente pues al igual que él solo era un hombre con agallas y buenas intenciones. El rostro de Lyon en esas semanas de espera y angustia, pareció coronarse por una decena de años que le cayeron encima. Avejentado, aquel hombre prolijo y de aspecto juvenil, con su porte de caballero medieval, por primera vez en mucho tiempo, conservaba una barba descuidada de varios días sin rasurar, el cabello demasiado largo, su ropa desalineada y su postura encorvada, con su mirada anclada en la única mujer a la que había amado en lo que tenía de vida.

- Seguiremos rezando, hijo, no te preocupes, el doctor Irigoyen nos aseguró que ella está estable - hizo una pausa y prosiguió - Ya despertará, tú verás que así será. Debemos poner nuestra confianza en Dios, muchacho.

Lyon apoyó sus codos sobre sus piernas y refregó sus manos.

- Sabe, padre, aunque no soy un hombre religioso, siempre he confiado en Dios. Aún en esos momentos en los que enojado, me he rebelado contra él y le reclamaba que era ingrato pues yo no merecía que él mantuviese el silencio para conmigo, reprochándole que no me escuchaba. Aún en esos instantes, había una llama de esperanza que reinaba en mi corazón, sin embargo, padre, no me pida que no me sienta furioso por sus largos silencios y sus tiempos inentendibles, que nunca parecen ser los mismos que los nuestros.

El padre Patricio había llegado a Capilla del Señor cuando aún era un joven sacerdote, un ángel en sueños le mostró el camino que debía tomar, “protección será tu insignia” era lo que le había dicho y él obedeció sin dudar, a diferencia de los otros sacerdotes con los que había compartido sus estudios, conocía secretos vedados a la gran mayoría, los mismos que lo guiaron a la orden del dragón y la cruz a la cual pertenecía, la oscuridad y la luz se abría ante sus ojos con tal claridad que hasta se volvían tangibles.

El anciano observó a Lyon y no pudo más que compadecerse de él, comprendía su pena, y su impotencia, aún como sacerdote más de una vez había sentido esa frustración que veía en el cazador. Apreciaba a Elena, la conocía muy bien, había colaborado con él en la iglesia desde su llegada al pueblo, y desde un principio el anciano supo que había un alma especial en la joven mujer, no tardó en comprender que había sido elegida para llevar una responsabilidad muy grande y se maravilló que esa mujer sencilla, luchadora y solidaria estuviese bajo su cuidado. Pero en estos momentos el anciano sacerdote no podía hacer nada por ellos, más que seguir rezando y confiando en las promesas de Dios.

Lyon se levantó de la silla enclenque, la cual rechinó al despejarse del peso. Llevaba puesta una camisa gris con botones blancos y un pantalón marrón holgado, los kilos perdidos durante esos días provocaban que su ropa bailara sobre su cuerpo. Su brazo había sanado y los huesos rotos soldados. En tanto, la herida provocada por el brujo Diether en su espalda era una huella tatuada que permanecería en su piel por siempre.

Después de varios días de encierro, al ponerse en pie decidió que necesitaba salir de allí, extrañaba el aire del pueblo invadiendo sus pulmones y la brisa dibujando formas en su piel.

Sin embargo, al atravesar la puerta un golpe de calor presionó su pecho y la humedad de Buenos Aires se instaló en su garganta, se coló en su piel y en su cabello enmarañado. Recordó qué hacía tiempo que no se higienizaba, no le importó demasiado.

Caminó por las calles de Capilla del señor y el polvo del suelo se internó por sus zapatos gastados. Un vecino de la cuadra lo saludó con una sonrisa y su brazo extendido al verlo cruzar, pero él lo evitó con un gesto frío y distante, su amabilidad y cordialidad se aplastaron en su puño. Se sintió arisco, hermético y eligió estar así.

La tristeza golpeaba las puertas de su corazón, no quería oírla, dejarla pasar, no obstante la desesperación iba ganando terreno debido a que la vida seguía su curso y Elena no despertaba.

A su mente la imagen de Esteban y los demás del grupo en posible peligro se ensañaba con su anhelo de tener esperanza. ¿Podría Esteban enfrentar solo a Nadhel? ¿Quién estaría a su lado en las batallas? ¿Recordaría las enseñanzas de Jofiel? Pensaba en la pequeña Ámbar y puñetazos caían directamente contra su pecho ¿necesitarían su ayuda? En tanto, dejar a Elena en esas condiciones no era algo que le permitiese partir en libertad y aunque lo hiciera, no era capaz de imaginar por donde podría comenzar a buscarlos.

Una vez más recordó cuánta falta le hacía Martyn.

Sin darse cuenta, llegó al terreno donde semanas atrás el guardián los había guiado, allí se había desatado la batalla, el lugar exacto donde perdió el conocimiento. Se sentó sobre la tierra, el pasto húmedo atravesó la delgada tela de sus pantalones. Inspiró profundo. Llevó sus manos al rostro y lo refregó, se sintió aún más viejo y cansado. Desde la muerte de su hermana, Anne Marie, nunca había vuelto a llorar, sin embargo un dolor tan agudo en el pecho, una presión y un ardor se alzaban hasta su garganta, pululaban en su interior, revolcándose por emerger y explotar.

Juntó sus piernas y las cruzó, reclinó su torso sobre ellas y apoyó sus codos sobre las piernas, dejó entonces a su cabeza descansar sobre sus manos, sin imaginar, sin esperar y sin querer, pequeñas lágrimas tibias se escaparon de sus grandes ojos, se colaron entre sus dedos y cayeron libres. Cuando una de ellas cruzó el muro, el resto se desprendió con facilidad y surgieron a borbotones liberando el alma de su tortura y aflojando levemente la tensión.

Perdiendo la noción del tiempo, Lyon continuó allí, entregado a su dolor y desparramando su angustia. La noche lo abrazó sin notar su presencia, solo percibió el paso del tiempo debido a la necesidad de volver junto a ella y permanecer a su lado, aún no había sido capaz de expresarle todo el amor que sentía, de despojar por completo su corazón de vergüenzas, prejuicios y mostrar todo lo que él era y todo lo que ella significaba.

Avanzó por las calles de tierra de regreso a la capilla, la luna llena brillaba en lo alto, redonda e imponente, se destacaba en el cielo oscuro hasta opacar a las estrellas, iluminando la cruz en la cúpula de la iglesia. Recordó aquella mañana cuando Esteban recién nacía, recordó su temor y el milagro que Dios había obrado sobre su vida, sobre la vida de todos ellos. Un gozo interno, ajeno y propio se adueñó de su pecho y las lágrimas volvieron a sujetar sus párpados y a descender por sus mejillas, su hombría quedó por un instante a un lado. Se dejó llevar por lo que sentía y permaneció un largo rato así observando la cruz y agradeciendo a Dios que aún estaban con vida, agradeciendo a Dios que a pesar de todo, los había protegido.

Rezó por el alma de Martyn. Por primera vez, desde que supo de su muerte, lo nombró en voz alta, le agradeció por haberse cruzado en su vida, por su ayuda y por el sacrificio que hizo por ellos, por él. Agradeció sus enseñanzas, su calma y la paz que era capaz de brindarles y habló con Dios pidiendo que el alma de Martyn tuviese luz y descansara en paz. Una ráfaga de aire tibio lo abrazó por detrás y lo envolvió provocando que el vello de sus brazos se erizara, no sintió temor sino una sensación de bienestar. Una luz emergente de la nada pareció brillar en su interior, la confianza que pretendía escabullirse se abrazó a la esperanza una vez más, ambas se anidaron en su corazón y saltaron.

Regresó a la casa del sacerdote. El hombre lo observó ingresar mientras mojaba un trozo de pan duro en un jarro de losa lleno de mate cocido.

- ¿Quieres comer algo, hijo? – preguntó el anciano.

- Luego, padre. Por favor, ¿podrá prestarme una toalla? Deseo higienizarme. – pidió.

El padre no respondió pero se levantó lo más rápido que sus huesos viejos y agotados le permitieron de su asiento y se dirigió a su habitación con media sonrisa bailando en su rostro y murmurando palabras de agradecimientos al cielo.

Nada parecía haber cambiado, sin embargo un hilo de luz se había filtrado de algún modo en el alma de aquel hombre.

Irlanda – Residencia Sutler

“Querida Karen, redacto estas líneas mientras nos dirigimos rumbo a lo que será mi deceso en esta tierra. He visto mi muerte y a decir verdad, aguardaba con anhelo su llegada. Mi vida ha sido más extensa de lo que entendí sería y han sucedido tantas muertes y vidas a mi alrededor que no me apena partir, solo espero con fervor ver otra vez los ojos negros de aquel a quien amé. Dios se apiade de mí y me permita estar nuevamente entre sus brazos, aunque aún no sé si seré merecedora de ese regalo.

Hay mucho pasado que tú desconoces, pero he narrado durante estos últimos años la historia de mi vida para que tú comprendas el origen de los genes que fluyen por tus venas. Llevo cientos de años en esta tierra, he vivenciado demasiadas muertes y aunque he intentado vivir con el dolor que aguijona el alma cuando pierdes a un ser amado, mi ser se ha consumido por la tristeza. Esa es mi condena pues no debí enamorarme. A la edad de 224 años tu madre murió en mis brazos, para sus asesinos ella era una bruja pues ningún ser humano cuenta con tal longevidad y lo diferente asusta, era demasiado complejo para explicar cuando eras niña y ahora no es momento. Pertenezco a la orden de las hechiceras de Anylon, así nos llamaron, aunque solo éramos siete guardianas enviadas a este mundo para palear el mal y batallar contra los demonios. Cada una de nosotras lleva un nombre, relacionado con su virtud, Sasha, el que me fue asignado significa: protectora de los hombres, ese es mi legado e imagino que en tu interior vibra la necesidad de proteger a otros.

Vive en ti también la fuerza de tu abuelo, su espíritu es como un río que fluye indomable, que arrasa y a la vez nutre y fertiliza, da vida. Hallarás en mi casa todos los detalles de mi historia, no temas, nada será ultrajado, he colocado un embrujo para que solo aquel que lleve mi sangre pueda hallarlo.

Debes saber que he visto a tu hija, he sentido su fuerza en las prendas que me has dado, y siento que posiblemente ella sea mi heredera directa, aquella que deba continuar con la misión de proteger a la humanidad, presiento que su poder es superior al mío, pero no lo sabré hasta que no la tenga frente a mí. Mi querida Karen, lamento haberte dejado sola de tan pequeña, pero en cuanto te vi con ese joven que se convirtió en tu esposo, supe que estarías bien, en tanto a mi lado, los espíritus del mal te perseguirían y deseaba que tuvieras una vida normal y fueses feliz, sé que lo has hecho bien, la felicidad nos visita pocas veces y la he visto dibujada en tus ojos, en tus recuerdos. Estaré ahí si me llamas. Nanny.

Karen dobló el papel arrugado y manchado que había leído una docena de veces. No lo había encontrado hasta algunos días posteriores a la partida de Ámbar, todo había sucedido demasiado rápido, encontrar a Nanny fue para ella tan hermoso como fugaz. La madre de Ámbar apenas tenía 15 años cuando Sasha le anunció su partida, en esa época solo hacía unos meses que ella y Justin estaban de novios, sin embargo Karen no tenía dudas que él sería su esposo desde el día en que lo conoció, las mujeres no necesitaron hablar al respecto pues nanny también lo supo.

Lo único que Karen conocía de su historia, era que su madre había muerto cuando ella era muy pequeña y nanny la había cuidado en el pueblo de Capilla del Señor, vivían alejadas del resto del poblado porque la anciana era bastante arisca con las personas, de todos modos con ella se mostraba paciente, cariñosa y tolerante. Nanny le enseñó a aceptar su facilidad de predecir y ver espíritus, como así también le aconsejó no divulgar su condición pues la mayoría de las personas carecían del talento y el miedo a lo desconocido podía ganarle más enemigos que amigos.

Karen suspiró, inspiró profundamente y reanudó su tarea, revisar cada rincón de las pertenencias de su abuela con el deseo de hallar un modo de encontrar a su hija.

LA MUJER DEL BOSQUE

-¿Te sientes bien? – preguntó Esteban, con el rostro salpicado de barro y el cabello convertido en un nido de hojas entrelazadas. Sus ojos celestes comenzaban a oscurecer a medida que la noche se volvía más intensa.

Ámbar asintió en silencio. No consideró oportuno comentarle que sentía el suelo donde sus pies se apoyaban, hundirse y moverse debajo. Que los músculos de sus piernas ardían, quemaban, por el dolor de la corrida y que estaba segura que una llaga aparecería en el interior de sus labios, luego de morderse en el momento en que cayó del ripio. En lugar de eso, la joven prefirió acomodarse la camisa dentro del pantalón dos talles más grande y sacudir su chaqueta; por primera vez se alegró del corte de su cabello, al menos los frecuentes nudos en el pelo largo era algo con lo que no debería lidiar.

Habían pasado algo más de tres semanas desde su partida de capilla del señor, buscando el camino hacia el pequeño pueblo desconocido en el cual vivía Elizabeth, intentando contactarse con Blue y asesorándose sobre los movimientos de Nadhel con los informantes hallados durante el trayecto, conforme se dirigían de un sitio a otro, de los cuales escapaban siempre en el momento previo al ataque más violento. En algunas emboscadas lograban la baja del ejército enemigo, sin embargo los grupos con los cuales se movían siempre eran pequeños, a su vez la oscuridad se había tornado cada más intensa y más extensa, fortaleciendo a los demonios y limitando sus posibilidades de defensa.

- Podemos descansar por aquí si prefieres – indicó Esteban tanteando la actitud que ella tomaría frente a su propuesta.

Ámbar lo miró por primera vez a los ojos, luego de que él la arrancara de los brazos de Benjamín, mientras el joven la defendía de un vampiro robusto que se arrojaba sobre ella y la arrastraba al sendero opuesto al que se dirigía el resto de sus compañeros.

- ¿Por qué? – preguntó ella, no sabía si era lo que realmente quería preguntar, pero de su boca surgió esa única y simple pregunta.

- ¿A qué te refieres?

- ¿Por qué me sujetaste de aquel modo? ¿Por qué cambiaste nuestra dirección dejando al resto solos? ¿Por qué así?

Esteban inspiró profundamente, sus ojos se habían convertido en un gris intenso y oscuro.

- Te grité, te llamé, pero parecías incapaz de oírme, por eso fui a buscarte. No me quedaría ahí quieto sin hacer nada, hice lo que tenía que hacer.

- ¿Pero por qué no conseguiste que el resto del grupo te siguiera? ¿por qué no les avisaste que vinieran con nosotros?

- Ámbar, estábamos en plena batalla, Alexander estaba defendiendo tu vida y la de Benjamín evitando que un grupo de diez vampiros los alcanzara, me preocupé por ponerte a salvo y permitir que Alexander solo tuviese que ocuparse de proteger a Benjamín – aseguró, elevando un tono el sonido de su voz - Además – agregó – observé que otro frente de vampiros avanzaba desde el Norte, por eso dispuse ir hacia el punto contrario. – Esteban carraspeó y continuó – Si lo que te preocupa es saber si tu novio Benjamín se encuentra bien, te confirmo que logré ver cuando Alexander lo abrazaba y desaparecía con él, sé que se ocupará de protegerlo así que puedes tranquilizarte.

Esteban se alejó un paso y desvió su mirada hacia sus pies, pataleó y sacudió sus zapatos como intentando quitarse algo invisible que le molestaba. Ámbar notó su fastidio aunque no comprendía el motivo de tratarla de aquel modo, ni siquiera el motivo por el cual elevaba la voz para responderle, preocuparse por el resto del equipo le parecía algo absolutamente lógico. Sabía que Benjamín no le caía bien, no obstante al referirse a él como su novio, Ámbar confirmó su sospecha: Esteban había presenciado el momento del beso y ahora se comportaba como un hermano mayor que se fastidia porque un hombre se siente atraído por su hermanita menor. Su propia reflexión la enfureció más, pues si había algo que no quería era ser su hermana. Pero de nada servía entrar en discusión en ese momento, estaban solos y tenían un largo camino por delante.

- No me parece que este lugar sea un sitio seguro para acampar – señaló ella, cambiando el rumbo de la conversación y comenzando a avanzar sola.

- Esteban enfrascado en sus propias reflexiones contestó de mala gana – No creo que encontremos algún pueblo o asentamiento cerca de aquí, parece que estamos en el medio de la nada.

- Tú nos trajiste hasta este lugar – señaló sin voltear y acomodando la tira de su pequeño bolso que colgaba debajo de su chaqueta para no perderlo durante los posibles enfrentamientos.

- Lo único que hice fue correr lo más rápido que pude, lo más lejos posible del peligro – señaló molesto y siguiéndola a cierta distancia.

- Será mejor que nos apuremos entonces, no creo que mi cuerpo tolere por un tiempo más desapariciones ni corridas – aseguró ella. Cerró su chaqueta y comprobó que su pequeño bolso permanecía bien ajustado entre su cintura y su hombro izquierdo. Siguió caminando.

- Y no es mi novio – murmuró por lo bajo, lo suficientemente audible para que Esteban la oyera y sintiese una cosquilla desde su estómago a su pecho.

Él la siguió en silencio, mientras sacudía las hojas de su cabello rubio. Avanzaron a través de un sendero bordeado de arboledas, la oscuridad desdibujaba el paraje. El sonido de las aves anunciando la presencia de extraños les recordó su meta de hallar a Blue.

- No sé cómo haremos ahora para encontrar a Blue, no tuvimos tiempo de aprenderlo. Alexander iba a enseñarnos la forma de llamarlo – dijo ella cortando el hielo y la bruma que se había interpuesto entre ellos.

- Quizás Alexander lo contacte de todos modos, él sabía que necesitábamos hallarlo y encontrará la forma de enviarlo a nuestro encuentro – sugirió él brindando una pizca de confianza.

La noche se adueñó por completo del lugar y los sonidos se convirtieron en continuas amenazas. Cansados, sucios y sedientos, siguieron avanzando paso a paso. Esteban como cada noche, odió los colmillos que crecieron en su boca afilados. Y como cada noche sintió el ardor en su garganta, un fuego que quemaba, una sed que lo invadía y torturaba. Sin embargo, él aún se sentía capaz de resistir y soportar el dolor con tal de no ceder a las tinieblas y a la idea que su padre biológico hubiese ganado.

Recorrieron varios metros sin hallar un cartel, una señal que les permitiera saber dónde se hallaban, hasta que Esteban se detuvo de golpe y colocó su brazo ante Ámbar.

- Espera – susurró – alguien se acerca.

Ámbar llevó su mano al bolsillo de su chaqueta y por instinto sujetó el mango de su daga. Esteban agudizó sus sentidos, su oído y su visión. Ámbar aunque alerta, no se sentía inquieta, ningún mal presentimiento había acudido a su mente, ni visiones que solían surgir cuando una amenaza estaba próxima, eso en cierta manera la tranquilizaba, sin embargo podía fallar.

- Alguien viene hacia nosotros pero no distingo su aroma – aseguró Esteban – viene directo hacia nosotros y trae dos perros con él – murmuró.

- Podemos pedirle ayuda e indicaciones para hallar el pueblo más cercano.

- No lo sé. Es muy extraño que no pueda identificarlo, además ¿qué hace en el medio de la nada con dos perros a estas horas? – razonó Esteban - quizás sea peligroso.

- Ámbar suspiró – Quizás nosotros también lo seamos –

Esteban frunció el ceño. Permanecieron inmóviles, aguardando la presencia del hombre que parecía atravesar el bosque directo hacia un objetivo: ellos. El sonido de los canes olfateando la senda llegó más preciso.

- Ponte detrás demí – ordenó Esteban.

- No, no necesito un guardaespaldas grandulón.

- Puedes dejar por una vez de ser una completa terca.

- No. Y si no recuerdas, enfrenté un montón de peligros sin tu ayuda.

- No sabemos a qué nos enfrentamos, por favor hazme caso – dijo él poniéndose delante de ella.

- Pero Ámbar se movió de inmediato colocándose a la par – dime qué cosa de todo lo que hemos enfrentado no fue peligroso o desconocido. Estamos en esto juntos, termina ya de tratarme como si fuese una niñita a la que debes proteger. No soy tu hermana, Esteban O Brain, soy una mujer y estamos en esto juntos – las palabras surgieron, deseaba decirlas, aunque no era el momento preciso, su corazón las gritó.

- Yo... - solo murmuró él. Frunció el ceño nuevamente y aunque no entendía con claridad el motivo, una media sonrisa se dibujó en sus labios:

- Tienes razón, no puedo discutir contigo –

Ella también sonrió, el momento más inoportuno se convirtió en el indicado para liberar la tensión vigente entre ellos.

Las pisadas, el movimiento de las ramas, las hojas y el paso acelerado de los perros se oyó frente a ellos, era tarde para cambiar de opinión, alejarse o esconderse.

Dos sabuesos negros de trompa larga y cuerpo macizo, mostraron sus dientes apenas salieron al camino. Sus gruñidos fueron el saludo inicial, dos minutos después un hombre con el rostro cubierto por un tapado de piel de oso desde el cual solo se distinguían dos grandes ojos color café apareció frente a ellos.

El hombre los observó un momento de pies a cabeza, mientras sus perros los rodeaban sin dejar de mostrarles sus impecables dentaduras y hocicos fruncidos.

- Síganme, he venido a buscarlos – afirmó. Giró sobre sus pies y sin decir nada más, retomó el camino por el que había llegado, sus perros dejaron de gruñir y siguieron a su amo con un bamboleo de sus colas.

Las miradas de asombro de Esteban y Ámbar se encontraron al instante, el gesto de incredulidad se retrató en ambos rostros.

- No sé si deberíamos seguirlo – comenzó diciendo él.

- Vino a buscarnos ha dicho, alguien lo envío por nosotros, quizás sería bueno saber quién fue.

Los jóvenes avanzaron acelerando el paso para alcanzar al hombre que no giró para verificar si ellos venían tras él, cuando estuvieron a poca distancia, Esteban habló:

- Señor, disculpe, por favor ¿podría decirnos quién lo envío a buscarnos?-

El hombre se detuvo, parecía robusto bajo ese traje de oso como una gran masa de piedra, sin voltear respondió:

- Ella me pidió que pasara por ustedes.

- ¿Ella? ¿Quién es ella?

- La dueña de estas tierras.

- ¿Dueña? Disculpe, no sabíamos que estábamos en una propiedad privada.

- Ella me pidió que viniera por ustedes.

- ¿Ella es su… jefa?

- No – hizo una pausa y agregó – Mi mujer

- ¿Cómo es que sabe dónde estábamos y quiénes somos? – preguntó Ámbar, confundida.

- Ella sabe – dijo el hombre con los dientes apretados – Si no quieren venir, es un asunto de ustedes, no están obligados – confesó el hombre con una mezcla de fastidio y sinceridad.

- Comprendo – comentó Ámbar – por supuesto que iremos con usted, deseamos conocerla – aseguró mientras le daba un pisotón a Esteban, quien arrugaba la frente a punto de protestar.

El hombre elevó sus hombros y prosiguió su camino, los animales que se habían detenido unos metros más adelante, avanzaron nuevamente.

- ¿Qué haces? No tenemos idea de quién es esta gente. ¿Y si son unos lunáticos que viven en el medio de la nada y pretenden asesinarnos? – señaló Esteban.

- Entre enfrentarnos a vampiros sedientos de nuestra sangre, a una bruja vampira que me odia y al séquito de medios humanos de Nadhel, creo que enfrentarnos con una pareja de lunáticos es una de las mejores cosas que puede pasarnos en este último tiempo – susurró la joven.

- Me parece que la caída del ripio distorsionó un poco tu sentido del humor – señaló Esteban mal humorado.

- Vamos, grandulón, seguiremos dando vueltas en el medio de la nada. ¿De verdad qué es lo peor que pueda pasarnos? ¿qué intenten matarnos? No sería nada nuevo. La verdad es que tengo un buen presentimiento, siento que está bien que lo sigamos, que esto que sucede es normal, que así debe ser. No me preguntes por qué, simplemente confía en mí. – pidió Ámbar.

Esteban dudó, la luna reflejaba tenue su rostro de facciones angelicales, angulosas y pómulos grandes, sus ojos oscuros contrastaban con su cabello claro y sus colmillos querían asomarse, sin embargo él lograba mantenerlos ocultos.

- No sé hacia dónde se ha ido el hombre, ya no puedo verlo - refunfuñó la joven.

- Esteban bufó, retiró sus manos a los bolsillos de su pantalón y aseguró - No te preocupes, yo puedo verlo, toma mi mano para guiarte pues a medida que avancemos en el bosque la luna no nos iluminará.

Ámbar tomó su mano y una vibración recorrió su cuerpo, era como una corriente de energía que fluía libremente. Esteban sintió el contacto de la piel de ella, de sus dedos entrelazados y su corazón que durante las noches descendía sus pulsaciones aceleró su compás. Nervioso de que ella lo notara, avanzó a tropezones medio arrastrándola por el bosque y cortando el breve instante de romanticismo surgido entre ellos.

Antes de llegar a la casa, cuatro perros aparecieron en pos de unirse al resto, se olfatearon entre sí y olfatearon a su amo.