Antes que todo es mi dama - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

Antes que todo es mi dama E-Book

Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

Antes que todo es mi dama es una de las comedias teatrales de Pedro Calderón de la Barca, uno de los géneros dramáticos que más cultivó el autor, por detrás de los autos sacramentales. En ellas se suelen mezclar los enredos amorosos y familiares con los equívocos y las situaciones humorísticas.

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Seitenzahl: 106

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Pedro Calderón de la Barca

Antes que todo es mi dama

 

Saga

Antes que todo es mi damaCover image: Shutterstock Copyright © 1650, 2020 Pedro Calderón de la Barca and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726510058

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

-517-

Fiesta que se representó a sus Majestades en el Coliseo del Buen Retiro. Personas que hablan en ella.

DON FÉLIX DE TOLEDO, galán.LISARDO, galán.DON ANTONIO, galán.DON ÍÑIGO, viejo.HERNANDO, lacayo.LAURA, dama.DOÑA CLARA, dama.BEATRIZ, criada.LEONOR, criada.MENDOZA, lacayo.

Jornada I

Sale HERNANDO, con dos maletas, y MENDOZA.

 

HERNANDO ¿Dónde tengo de poner

estas maletas que traigo,

que son recámara y son

guardarropa de mi amo?

¿Cómo se ha de acomodar 5

la vivienda de su cuarto?

¿Y cuándo vendrá, si dijo?

MENDOZA Responder a todo aguardo.

¿Dónde pondrá las maletas?

En aquesta sala en tanto 10

que abren su aposento. ¿Cómo?

Arrimándolas a un lado.

¿Cuándo ha de venir? Muy presto,

que él y mi señor quedaron

aquí cerca. Conque he dicho 15

el dónde, el cómo y el cuándo.

HERNANDO ¿Ha sido vuesa merced

lógico?

MENDOZA ¿Viene borracho?

HERNANDO No hice hasta ahora por qué;

pero, ¿de qué se ha enfadado? 20

-518-

MENDOZA No soy amigo de apodos.

HERNANDO «Lógico» es apodo sabio

y no debiera ofenderle.

MENDOZA ¿Por qué?

HERNANDO Porque así llamamos

los doctos a los que en forma 25

responden.

MENDOZA Yo no sé tanto,

que solo sé, en no entendiendo

algo, dar a uno con algo.

HERNANDO No fuera dificultoso,

según soy de cortesano; 30

pero aunque yo me dejara

(costosísimo agasajo)

dar con algo en cortesía,

sé que, aun después de enterrado,

no quedará uced bien puesto. 35

MENDOZA ¿Después de enterrado?

HERNANDO Es claro.

MENDOZA ¿Cómo?

HERNANDO Ve aquí que me da

vuesarced un hurgonazo,

que es lo más que puede hacer;

que yo en el suelo me caigo, 40

que es lo menos que hacer puedo,

confesión pidiendo en altos

alaridos. ¿No era fuerza

venir a esta voz volando,

antes que un confesor, dos 45

alguaciles? Sí, que en casos

semejantes siempre fue

el confesor el llamado

y el alguacil el venido,

que es muy puntual el diablo. 50

Uced huye, ellos le siguen

juzgando más necesario

el hacer causa a su cuerpo

que el hacer de mi alma caso.

Agárranle luego al punto, 55

que esto de ponerse en salvo

es don concedido a pocos,

y ucé es muchos. Conque, en tal

que yo me muero, ya está

puesto en la reja de palo. 60

Tómale la confesión

que no me dio el escribano

y échanle a cuestas la ley

del garrotillo de esparto.

Conque pruebo que no queda 65

ucé, aun después de enterrado

yo bien puesto, claro es pues

no habrá maestre de campo

que, viendo a un ahorcado, firme

que está bien puesto el ahorcado. 70

MENDOZA ¿A un hombre como yo habían

de ahorcar por un hombre bajo?

HERNANDO La ley no tiene estatura.

MENDOZA Veámoslo.

HERNANDO No lo veamos,

sino hagamos otra cosa 75

que sea nueva en los teatros.

MENDOZA ¿Qué es?

HERNANDO Que seamos amigos

pues que lo son nuestros amos,

que es muy viejo esto de andar

de pendencia los criados 80

toda la vida.

MENDOZA De ser

leal amigo doy la mano.

HERNANDO También yo, y de nuestras casas

la alianza juro, dando

por fiador...

MENDOZA ¿A quién?

HERNANDO A Lepre, 85

un tabernero estremado

que vive aquí cerca.

MENDOZA Soy

contento.

 

(Salen LISARDO y DON FÉLIX.)

 

DON FÉLIX Mendoza...

LISARDO Hernando,

¿trajiste ya las maletas?

HERNANDO Más ha de una hora que aguardo 90

con ellas aquí.

DON FÉLIX ¿Tú fuiste

a traer aquel recado?

-519-

MENDOZA Sí, señor. Mas la joyera

que volviese de aquí a un rato

dijo por ello, porque 95

aún no lo tenía acabado.

Pues habla al huésped y mira

cuál ha de ser nuestro cuarto:

haz que se aderece.

DON FÉLIX Tú

vuelve, y antes de llevarlo, 100

tráelo aquí, que quiero verlo.

MENDOZA Voy corriendo.

(Vase.)

HERNANDO Yo volando.

(Vase.)

LISARDO Ya, don Félix, que yo he sido

tan dichoso que he llegado

a teneros en Madrid, 105

y ya que habéis vós gustado

que, hallándonos forasteros

en dos posadas, hagamos

en la una compañía

de la soledad de entrambos; 110

ya, en fin, que a vivir con vós

he venido, suplicaros

quiero una fineza, que

pagar con la misma aguardo.

Los días que me habéis visto 115

y que yo os he visitado

por mayor nos dimos cuenta

de nuestros sucesos varios:

que de Granada venisteis,

me habéis dicho, disgustado 120

a solo dar en Madrid

tiempo a un pesar, y en llegando

a hablar en él, siempre hicisteis

sus discursos muy de paso.

Fuera desto, la tristeza 125

que me encarecéis con cuanto

rigor os aflige ha sido

testigo bien abonado

de que es tragedia de amor

la vuestra; yo, pues, llegando 130

a ver hoy en vós el mismo

mal que padezco, he intentado

aliviar con vós mi pena,

porque no hay mejor reparo

a un accidente, don Félix, 135

que el hablar a todos ratos

del accidente con quien

le padezca, que los daños,

ya que su mal es sentirlos,

su cura es comunicarlos. 140

Y así, os suplico me hagáis

merced de que hablemos claro:

contadme vuestras fortunas;

yo haré lo mismo, y templado

el accidente, veremos 145

en saliéndose a los labios.

DON FÉLIX ¡Ay, Lisardo, qué bien dijo

un discreto cortesano

que era contagio el amor,

pues en la acción más acaso 150

su veneno comunica

o más o menos templado!

Vós lo decid, pues que vós,

con solo haber reparado

en mis acciones, habéis 155

conocido el mal que paso.

Huélgome de que haya sido

por estar también tocado

vós, Lisardo, de la misma

malicia de mi contagio, 160

pues con eso podré yo

hablar con vós, confiado

de que os compadecerá

mi dolor, que, aunque es adagio

vulgar que nadie se cure 165

con médico enfermo, es falso

que no haya alivio el enfermo

de los consejos del sano.

Pensaréis que mi destierro

y mi pena se ha causado 170

de un suceso, y que los dos

-520-

vienen dados de la mano.

Pues no: distintos han sido,

porque sea mi cuidado

mayor, embistiendo a un tiempo 175

por dos partes el contrario.

El suceso de Granada

por quien estoy desterrado

no importará no decirle,

supuesto que no hace al caso; 180

pero, porque no penséis

que nada en mi pecho guardo,

le habré de contar: un día,

estando, amigo, jugando,

una duda se ofreció 185

sobre juzgar una mano;

yo, que había estado en ella,

juzgué desapasionado

lo que vi, y un forastero,

que al pleito de un mayorazgo 190

pienso que estaba en Granada,

o amigo o interesado

del perdidoso no quiso

pasar por ella1 , afirmando

que no había sido así; 195

yo, que siempre advertí cuánto

más fácil sana una herida

que no una palabra, saco

la espada; partida, pues,

la conversación en bandos, 200

al lado del forastero

unos y otros a mi lado,

todo era voces; no mucho

duró la cuestión, que, dando

una estocada en su pecho, 205

de parte a parte le pasó;

cayó en el suelo; yo, entonces,

a toda prisa me salgo

de la casa y en la más

cercana iglesia sagrado 210

tomé; buscome mi padre

en ella y, como enfadado

estuviese de que yo

pretensiones de soldado

hubiese puesto en olvido, 215

la ocasión aprovechando,

me hizo venir a Madrid

a pretender, porque, en tanto

que él del herido asistía

a la cura y al regalo, 220

yo, para volverme a Flandes,

tratase de mis despachos.

Un mes en Madrid viví,

siendo estación de mis pasos

las gradas de San Felipe 225

y las losas de Palacio,

y en este intermedio supe

que, convalecido y sano

el caballero, no admite

la amistad. En este estado, 230

delincuente y pretendiente

en Madrid estaba cuando

la segunda causa, ¡ay, cielos!,

de las tristezas que paso

facilitó mi fortuna, 235

a cuyo suceso raro

segunda vez os suplico

que me estéis atento un rato.

En esta misma posada

donde ahora, Lisardo, estamos, 240

de las traiciones de amor

vivía bien descuidado

cuando, ofendido quizás

de mis donaires, tomando

venganza vibró a mi pecho 245

no una flecha, sino un rayo.

En esta casa de enfrente2

vivía un caballero anciano

a quien dio el cielo una hija

para Jordán de sus años. 250

Es la más hermosa dama

-521-

que Madrid ha visto, harto

os lo encarezco, supuesto

que es el más noble teatro

adonde están la hermosura, 255

discreción, aliño y garbo

continuamente de amor

tragedias representando.

No vio el sol igual belleza

por cuantos rumbos, por cuantos 260

círculos, campeón de luces,

corre esferas de alabastro.

Vila, Lisardo, y amela

tan a un tiempo que dudando

quedé si fue haberla visto 265

primero que haberla amado.

Tan fuera de mí me hallé

al ver prodigio tan raro

que a mí mismo por mí mismo

me pregunté de allí a un rato. 270

La ocasión en que la vi

fue una mañana que acaso

estaba yo a esa ventana

y ella, Lisardo, en su cuarto.

Recateme porque ella 275

no lo hiciese y, acechando,

a sus acciones atento,

solo un postigo entreabro.

Juzgando no estar mirada,

o estar mirada juzgando, 280

que amor no supo hasta agora

si fue descuido o cuidado,

cara a cara hacia la luz,

fiada en el fácil recato

del cristal de una vidriera, 285

se puso a tocar. ¡ Oh, cuánto

diera yo agora por ser

buen retórico! Aunque en vano

lo deseo, que aunque fuera

el mejor, más celebrado 290

del mundo, fuera, al pintarla,

cada lisonja un agravio.

Pero, aunque esté mal hallada

su perfección en mis labios,

he de decir un soneto 295

que hice estándola mirando

por deciros de una vez

su belleza y mi cuidado.

Viendo el cabello, a quien la noche puso

en libertad, cuán suelto discurría, 300

con las nuevas pragmáticas del día

a reducirle Cintia se dispuso.

Poco debió al cuidado, poco al uso,

de vulgo tal la hermosa monarquía,

pues no le dio más lustre que tenía 305

después lo dócil que antes lo confuso.

La blanca tez, a quien la nieve pura

ya matizó de nácar al aurora,

de ningún artificio se asegura.

Y pues nada el aliño la mejora, 310

aquella solamente es hermosura

que amanece hermosura a cualquier hora.

Este, que fue de mi afecto

corta línea y breve rasgo,

fue de mi afecto también 315

primer tercero, Lisardo,

-522-

que aunque hoy el dar un soneto

no está en uso, dispertando

las ya dormidas memorias

del Boscán y Garcilaso, 320

acompañado de otro

papel sin batir, dorado,

por medio de una criada

pudo llegar a sus manos.

Declarado ya una vez, 325

amante seguí sus pasos,

galán festejé sus rejas,

fino idolatré sus rayos,

leal padecí sus iras,

tierno lloré sus agravios 330

y, al fin, pródigo granjeé

sus criadas y criados

hasta que Amor3 , convencido

de mi ruego o de mi llanto,

trocó en favor el desprecio, 335

mudó el desdén en agrado.

Supo quién era y, oyendo

más piadoso su recato

el lícito fin que pudo

osarme a vuelo tan alto, 340

con los honestos favores

permitidos a su estado

ostentó lo agradecido

a despecho de lo ingrato.

Desta manera vivía, 345

felicemente gozando

hurtos de Amor4 , de quien fue

cómplice el obscuro manto

de la noche, permitiendo

que por la reja que a un patio 350

caía la hablase. Alegre

con esto pasaba cuando,

por alguna conveniencia,

se fue su padre a otro barrio.

Aquesta mudanza, pues, 355

mi tristeza ha ocasionado

no porque a ella la distancia

mudase, que lo sagrado

al espacio no se muda

aunque se mude el espacio, 360

sino porque estar no puedo

su hermosura idolatrando

a todas horas, si bien

una cosa ha granjeado

la mudanza, que es licencia 365

para entrar hasta su cuarto

no estando en casa su padre.

Este, en fin, es el estado

en que me veis, esta es

la nueva dicha que alcanza 370

y esta, Lisardo, es la causa

de las tristezas que paso,

que, aunque para estar alegre

tengo ocasión, pues me hallo

favorecido, sería 375

mi amor grosero en estarlo,

porque no ha de estar contento

jamás un enamorado.

LISARDO Tan parecido es, don Félix,

mi cuidado a ese cuidado, 380

mi deseo a ese deseo,

que, aunque me ofrecí a contaros

mis fortunas, de las vuestras,

haciendo lícito el cambio,

no tengo ya para qué, 385

porque, habiéndoos escuchado,

inútilmente sería

repetirlo y no contarlo.