Antígona - Slavoj Zizek - E-Book

Antígona E-Book

Slavoj Zizek

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"Antígona contra las injustas leyes del Estado. Antígona defendiendo las leyes del corazón. Antígona frente a la ceguera complaciente. Antígona combatiendo el patriarcado. Son muchas y muy diversas las lecturas que se han hecho del clásico de Sófocles, de Platón a Judith Butler, pasando por Hegel o Kierkegaard. Ahora bien, nadie hasta hoy se había atrevido a reescribir Antígona como lo ha hecho Slavoj Žižek, con la declarada intención de abandonar la literalidad del texto para que este sea, sin embargo, más fiel que nunca a su espíritu. Pero ¿cómo es posible distanciarse de su literalidad sin traicionarlo? ¿No ha ido Žižek demasiado lejos degenerando, despojando de su génesis, la obra trágica de Sófocles? Para el autor mirar de frente la obra clásica, tratarla como algo "abierto" y orientado al futuro es el único modo de mantener vivo aquello que late tras la obra y de hacer justicia con Antígona: actualizar no es solo traer a la actualidad, sino renovar. Esa falta de fidelidad es el punto de inflexión que supone la versión de controvertido filósofo esloveno. Al acabar Antígona, nos percatamos de que no ha sido meramente un fascinante juego de interpretaciones, reflejos y lecturas, sino que es un trabajo político que muestra que la ley y la disidencia se retroalimentan, exponiendo la tensión que rige las relaciones entre Estado y pueblo, familia e individuo, hombre y mujer… Al caer el telón, resulta impracticable creer que vivimos sin hacernos daño, sino que todos nuestros actos nos hacen culpables."

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Akal / Cuestiones de antagonismo / 99

Slavoj Žižek

Antígona

Traducción: Francisco López Martín

Antígona contra las injustas leyes del Estado. Antígona defendiendo las leyes del corazón. Antígona frente a la ceguera complaciente. Antígona combatiendo el patriarcado. Son muchas y muy diversas las lecturas que se han hecho del clásico de Sófocles, de Platón a Judith Butler, pasando por Hegel o Kierkegaard. Ahora bien, nadie hasta hoy se había atrevido a reescribir Antígona como lo ha hecho Slavoj Žižek, con la declarada intención de abandonar la literalidad del texto para que este sea, sin embargo, más fiel que nunca a su espíritu. Pero ¿cómo es posible distanciarse de su literalidad sin traicionarlo? ¿No ha ido Žižek demasiado lejos degenerando, despojando de su génesis, la obra trágica de Sófocles? Para el autor, mirar de frente la obra clásica, tratarla como algo «abierto» y orientado al futuro es el único modo de mantener vivo aquello que late tras la obra y de hacer justicia con Antígona: actualizar no es solo traer a la actualidad, sino renovar. Esa falta de fidelidad es la piedra de toque que fundamenta la versión del controvertido filósofo esloveno.

Al acabar Antígona, nos percatamos de que no ha sido meramente un fascinante juego de interpretaciones, reflejos y lecturas, sino que es un trabajo político que muestra que la ley y la disidencia se retroalimentan, exponiendo la tensión que rige las relaciones entre Estado y pueblo, familia e individuo, hombre y mujer… Al caer el telón, resulta impracticable creer que vivimos sin hacernos daño: todos nuestros actos nos hacen culpables.

«Una lectura fascinante donde cada palabra restalla violentamente.»

«Como un Sócrates pasado de esteroides… terriblemente perspicaz.»

Terry Eagleton

«Leer a Žižek es una experiencia maravillosa y a veces alarmante: tiene algo de funambulismo intelectual y algo de performance artística […] es como subir a una montaña rusa intelectual.»

Sean O’Hagan, The Observer

«Si Žižek fuese novelista, estaría entre Kafka y Bukowski. Si fuera poeta, se acercaría más a Rimbaud. Pero, como filósofo, es realmente único.»

Mary Barbara Tolusso, Il Piccolo

Slavoj Žižek es profesor en la European Graduate School, director internacional del Instituto Birkbeck para las Humanidades de la Universidad de Londres, así como investigador principal en el Instituto de Sociología de la Universidad de Liubliana (Eslovenia). Entre sus obras más destacadas figuran Repetir Lenin (2004), Bienvenidos al desierto de lo Real (2005), Lenin reactivado (coed., con Sebastian Budgen y Stathis Kouvelakis, 2010), El acoso de las fantasías (2011), En defensa de causas perdidas (2011), Primero como tragedia, después como farsa (2011), Viviendo en el final de los tiempos (2012), Lacan. Los interlocutores mudos (ed., 22013), Cinco lecciones sobre Wagner (con Alain Badiou, 2013), El año que soñamos peligrosamente (2013), El dolor de Dios. Inversiones del Apocalipsis (con Boris Gunjevic´, 2013), La idea de comunismo (ed., 2014), Pedir lo imposible (2014), Menos que nada (2015), Contragolpe absoluto (2016) y Porque no saben lo que hacen (2017).

Diseño de portada

RAG

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Nota editorial:

Para la correcta visualización de este ebook se recomienda no cambiar la tipografía original.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

Título original

Antigone

© Slavoj Žižek, 2016

© Ediciones Akal, S. A., 2017

para lengua española

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

ISBN: 978-84-460-4509-0

PRÓLOGO

¡Corre, Antígona, corre!

Atanarjuat: la leyenda del hombre veloz, una extraordinaria película basada en una antigua leyenda inuit (esquimal), fue realizada por el propio pueblo inuit en 2001; el director, Zacharias Kunuk, decidió cambiar el final, sustituyendo la matanza en la que todos morían por una conclusión más conciliadora. Cuando un periodista con sensibilidad cultural lo acusó de traicionar la tradición pensando en el público contemporáneo, Kunuk replicó tachando al periodista de ignorante: la disposición a adaptar la historia a las necesidades actuales demostraba que los autores de la película seguían formando parte de la antigua tradición inuit, puesto que esa clase de «reescritura» oportunista es un rasgo propio de las culturas premodernas, mientras que la idea de «fidelidad al original» es una característica propia de la modernidad, en la que el contacto inmediato con la tradición ha quedado perdido.

Así es como deberíamos acercarnos a muchos intentos recientes de escenificar óperas del pasado que no solo trasladan la acción a una época diferente (casi siempre la contemporánea), sino que incluso modifican algunas piezas básicas del relato. No existe un criterio abstracto que nos permita opinar a priori sobre el éxito o el fracaso de la operación: cada una de esas intervenciones es un acto arriesgado y debe juzgarse conforme a sus propios criterios inmanentes. En verdad, esa clase de experimentos suelen ser fracasos estrepitosos, pero no siempre ocurre así; el hecho de que los resultados nunca se puedan vaticinar por adelantado es lo que obliga a asumir el riesgo. Una cosa es segura: el único modo de ser fiel a una obra clásica es asumir ese riesgo; evitarlo, manteniéndose fiel a la letra de la tradición, es la forma más segura de traicionar el espíritu de la pieza. Dicho de otro modo, la única forma de mantener viva una obra clásica es tratarla como si fuese una obra «abierta», orientada permanentemente hacia el futuro, o, por usar una metáfora empleada por Walter Benjamin, actuar como si la obra clásica fuera una película cuyo revelador solo ha sido inventado con posterioridad, de manera que únicamente en la actualidad podemos obtener la imagen completa.

Entre los casos de transformaciones logradas destacan los de dos puestas en escena de óperas de Wagner: la versión de Tristán e Isolda que Jean-Pierre Ponnelle dirigió en Bayreuth, en la que Tristán muere solo (Isolda se ha quedado con su marido, el rey Marke, y su aparición al final de la ópera es solo una alucinación del moribundo Tristán), y la versión cinematográfica de Parsifal dirigida por Hans-Jürgen Syberberg (en la que la herida de Amfortas es un objeto parcial, una especie de vagina que no deja de sangrar colocada sobre una almohada; además, en el momento en que Parsifal entiende el sufrimiento de Amfortas y rechaza a Kundry, el muchacho que interpretaba a Parsifal es sustituido por una joven de aspecto frío). En ambos casos, los cambios introducidos son extraordinariamente reveladores: no podemos resistirnos a pensar que «las cosas tenían que haber sido así».

¿Podemos imaginar un cambio similar a la hora de poner en escena Antígona, uno de los relatos fundamentales de la tradición occidental? El primero en caminar por esa senda fue nada menos que Kierkegaard, quien, en «La repercusión de la tragedia antigua en la moderna», un texto incluido en el primer volumen de O lo uno o lo otro, propuso su fantasía de lo que podría ser una Antígona moderna[1]. El conflicto está ahora plenamente interiorizado: la presencia de Creonte se vuelve innecesaria. Aunque Antígona admira y ama a su padre, Edipo, héroe cívico y salvador de Tebas, sabe la verdad sobre él (el hecho de que asesinó a su padre y se casó con su madre). El problema de Antígona es que no puede compartir este saber maldito (como Abraham, que tampoco podía comunicar a otros el mandamiento divino de sacrificar a su hijo): Antígona no puede quejarse, compartir su dolor y su pesar. A diferencia de la Antígona de Sófocles, que actúa (entierra a su hermano y asume su destino), ella es incapaz de actuar, está condenada a un eterno sufrimiento. La insoportable carga de su secreto, de su destructivo agalma,