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"APOCALIPSIS FINAL" es una obra COMPLETA y DEFINITIVA, un texto fabuloso que demuestra la calidad profética de Juan, desterrado en la isla de Patmos, donde fue contactado por Seres venidos de otros mundos, los Ángeles de ayer y los Extraterrestres hoy. Para escribir el libro que había de mandar a las 7 Iglesias, fue colocado delante de una gran pantalla de un material parecido al vidrio, situada en una de las naves de los Mentores Estelares. Allí le fueron mostrados todos los hechos que sucederían al final de los tiempos, muchos de los cuales ya se han ido desarrollando. José García Álvarez, el autor, vive actualmente en Roquetas de Mar (Almería), España, y está cautivado por la Profecía. En 1975 comenzó con esta ardua labor de interpretar con exactitud los pormenores necesarios para el desarrollo de este texto singular. Este volumen es, sin duda alguna, incontestable. Y es el momento adecuado para que las profecías del vidente llenas de simbolismos recuperen su verdadera dimensión y significado. Deben llegar, ya con toda claridad, a un mundo ciego y sordo, incapaz de comprender todavía, cuán corto es el plazo que le queda de existencia. Y, aún así, muchos preferirán seguir sin querer ver, la peor ceguera, y sin querer oír, la peor sordera.
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Seitenzahl: 299
Veröffentlichungsjahr: 2024
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José García Álvarez
Editorial Alvi Books, Ltd.
Realización Gráfica:
© José Antonio Alías García
Copyright Registry: 2005214069889
Created in United States of America.
© José García Álvarez, Roquetas de Mar (Almería) España, 2017
ISBN: 9781393575702
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del Editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y siguientes del Código Penal Español).
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Maquetado en Tabarnia, España (CE) para marcas distribuidoras registradas.
www.alvibooks.com
Also by José García Álvarez
¡Apocalipsis Final!
La Otra Morada
ANIQUILACIÓN: 2018-2033
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Título
Derechos de Autor
Also By José García Álvarez
¡Apocalipsis Final!
PREFACIO
INTRODUCCIÓN: | El profeta de Patmos.
CAPÍTULO PRIMERO: | “Ya no queda más tiempo”.
CAPÍTULO SEGUNDO: | Los protagonistas del Apocalipsis. | (Primera Parte)
1º.- El Cordero:
2º.- Jesús:
3º.- Los Ángeles Extraterrestres:
4º.- Las 7 Iglesias:
5º.- Los 24 Ancianos:
6º.- Los 4 Animales:
7º.- Los 4 Jinetes:
8º.- Los 7 Sellos:
9º.- Los Elegidos:
10º.- Las 7 Trompetas:
CAPÍTULO TERCERO: | Los protagonistas del Apocalipsis. | (Segunda Parte)
11º.- Los dos Testigos:
12º.- Las dos Mujeres:
13º.- El Dragón:
14º.- La Bestia:
15º.- Las 7 Copas:
16º.- Los “caballos blancos”:
17º.- El Falso Profeta:
18º. Gog y Magog:
19º.- La “Nueva Jerusalén”:
20º.- El “estanque de fuego”:
CAPÍTULO CUARTO: | Otros temas de signo apocalíptico.
1º.- El Fin del Mundo:
2º.- El Juicio Final:
3º.- La Parusía:
4º.- La guerra de Armagedón:
5º.- Los mil años:
6º.- El Tercer Mensaje de Fátima:
7º.- Las Profecías Apocalípticas de Juan XXIII:
1º.- LA BESTIA:
2º.-LOS DOS TESTIGOS DEL SEÑOR:
3º.- LAS GUERRAS:
4º.- LOS JINETES APOCALÍPTICOS:
5º.- LA NUEVA BABILONIA:
6º.- LOS CATACLISMOS:
7º.- LOS EXTRATERRESTRES. VENIDA DE JESÚS:
8º.- LOS ELEGIDOS:
9º.- EL JUICIO FINAL:
10º.- EL FIN DEL MUNDO:
CAPÍTULO QUINTO: | El Apocalipsis de Juan.
APOCALIPSIS | PRÓLOGO
CARTAS A LAS SIETE IGLESIAS
VISIÓN DEL TRONO DE DIOS
EL LIBRO SELLADO
LOS SIETE SELLOS
APERTURA DE LOS SEIS PRIMEROS SELLOS
CAPÍTULO SEXTO: | El Apocalipsis de Juan. | (Continuación)
LA IGLESIA DE JESÚS
APERTURA DEL SÉPTIMO SELLO
LAS SIETE TROMPETAS
La quinta y sexta trompetas
EL LIBRO COMIDO
LOS DOS TESTIGOS
La séptima trompeta
LA MUJER Y EL DRAGÓN
LAS DOS BESTIAS
LA COMITIVA DE JESÚS
El Juicio
CAPÍTULO SÉPTIMO: | El Apocalipsis de Juan. | (Continuación)
LOS ÁNGELES DE LAS SIETE PLAGAS
LAS SIETE COPAS
LO QUE HA DE VENIR
LA GRAN PROSTITUTA
CAÍDA DE LA IGLESIA DE ROMA
ALEGRÍA POR EL JUICIO DE LA IGLESIA DE ROMA
DESTRUCCIÓN DE LAS BESTIAS
VICTORIA SOBRE EL PODER INFERNAL
LA NUEVA JERUSALÉN
EL AMOR DE DIOS
EPÍLOGO
CAPÍTULO OCTAVO
Discursos apocalípticos de Jesús.
EN EL EVANGELIO DE MATEO
EN EL EVANGELIO DE MARCOS
EN EL EVANGELIO DE LUCAS
EN EL EVANGELIO DE JUAN
CAPÍTULO NOVENO: | Otras confirmaciones bíblicas.
1.- La Gran Tribulación:
2.-La Paz y la seguridad:
3.-Alteraciones en el Sol, Luna y estrellas:
4.-El Día de la ira de Dios:
5.- China contra Occidente:
6.- Las “nubes”:
7.- El gran terremoto:
8.-El Dragón, la Bestia y el Anticristo:
9.-Los Elegidos:
10.-Sobre el Juicio:
11.- Sobre Harmaguedón:
12.- La venida de Jesús:
13.- Los Ángeles Extraterrestres:
14.- El Falso Profeta:
15.- Sobre la “Nueva Jerusalén”:
16.- El Nuevo Reino de Dios:
CAPÍTULO DÉCIMO | Entrevista a un Maestro Sideral
EPÍLOGO | “He tenido un sueño”
< FRATERNIDAD >
ÍNDICE
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DEDICATORIA: A todos los miembros RAMA del mundo por su meritorio afán de entrega y su inconmensurable esfuerzo para servir de puente a muchos hombres y mujeres de la Tierra que, a través de ellos, podrán salvarse.
Yo también tomé mi cruz y en el camino de mi Calvario, en tres ocasiones caí. Si vosotros tomáis la vuestra, sentiréis vuestro cuerpo desfallecer por los látigos de la burla y la indiferencia; pero, no temáis: Yo me convertiré en vuestra fuerza y os ayudaré a subir. Y de vuestra corona de espinas haré vuestra corona de vida eterna.
EL CONSOLADOR
––––––––
Este volumen es, sin duda alguna, definitivo. Y es el momento adecuado para que las profecías del vidente de Patmos recuperen su verdadera dimensión y significado. Deben llegar, ya con toda claridad, a un mundo ciego y sordo, incapaz de comprender todavía, cuán corto es el plazo que le queda de existencia. Y, aún así, muchos preferirán seguir sin querer ver, la peor ceguera, y sin querer oír, la peor sordera.
Mi misión sigue siendo alertar, mientras pueda, a los que considero mis hermanos, hijos del mismo Padre Creador, para que abran los ojos, destaponen sus oídos, y se den cuenta, antes de que sea demasiado tarde, de que el Príncipe de este mundo, Satanás, sigue con las redes tendidas en las que muchos ya están atrapados sin remedio. Otros, también lo estarán, si hacen caso omiso de las advertencias que Juan dejó escritas en su destierro de la isla griega de Patmos, en las Espóradas. Si las escuchan, aún podrán librarse de los tentáculos del Maligno y mantenerse lejos de sus asechanzas. Podrán ser salvos.
El “Apocalipsis” de Juan llega a su Final, con sus consecuencias funestas para una generación malvada. En este libro, de factura evangélica, existe un lenguaje literario de brillantes metáforas, pero no ocurre con él como con las cuartetas de Michel de Nostradamus, que de no verse el vidente francés, obligado por las circunstancias, a desordenarlas y enmascararlas, hubiera sido todo bastante claro de interpretar y comprender.
Aquí, Juan, el autor del texto, fue colocado ante una espléndida pantalla de vidrio especial situada en una de las naves de la gente del espacio,
delante de una panorámica con tintes oscuros y dramáticos, donde contempló los últimos tiempos de esta generación, plagada de seres egoístas, avaros, vanidosos, soberbios, blasfemos, desobedientes, ingratos, desalmados, sin amor, sin paz, calumniadores, incontinentes, crueles, sin humanidad, negando todo lo que constituye su esencia, tal como advirtiera Pablo, en su primera carta a Timoteo. No tuvo fácil, pues, transcribir esos “días difíciles”. Si, además, fue espectador de cataclismos desastrosos, terremotos demoledores, terribles huracanes, diluvios e inundaciones, tremendos y agobiantes calores, espantosas sequías, temibles trastornos atmosféricos, epidemias pavorosas, hambrunas estremecedoras, crueles y despiadadas guerras con monstruosos armamentos desconocidos, holocaustos, matanzas y destrucciones colosales, coexistiendo con una increíble generalización de horrendos asesinatos, escándalos abominables, delincuencia atroz y abusos de todo calibre, es fácil comprender su gran dificultad para transmitir al hombre del futuro unos hechos, con unas circunstancias impactantes, que desbordaban totalmente las de su tiempo.
Es de admirar, por tanto, su talento para encontrar el símbolo más adecuado a cada acción o elemento determinados. Y lo que hubiera sido imposible de identificar entonces, es totalmente posible para el hombre de hoy, con una apertura mental muy superior. No cabe duda, de que, los “Ángeles” que se lo mostraron, ya tenían esto previsto, para que su testimonio fuera fructífero.
El Apocalipsis era otro de los enigmas que quedaba por descubrir. Terminada esta obra, ya nada esconderá su misterio y todo secreto quedará desvelado. Una vez descorrido el velo, se verá la admirable similitud de lo expuesto sobre los Tiempos Finales por Jesús el Cristo, con lo dicho por tres de los que yo considero los más grandes profetas de esta Humanidad: Michel de Nostradamus, Juan de Patmos y el Papa Juan XXIII.
Precisos, sencillos y cristianos: es indudable que Dios estaba con ellos, asistiéndoles e inspirándoles. Bienaventurados sean.
Una rara sensación embarga a los espíritus cuando el amor se ausenta: se nota sórdido el espacio vacío. Así será la Tierra cuando la semilla de la nueva vida desaparezca, de manera temporal, de la faz de este planeta. La gente notará en falta algo, y se dará cuenta tarde.
LOS CONSOLADORES
––––––––
El Hombre nació libre, con el signo de lo infinito sobre su destino, independientemente de los márgenes aparentes del nacimiento y de la muerte, entre los que transcurre una fase del aprendizaje de su Espíritu, a la que él llama Vida o existencia. Dios le creó a su imagen y semejanza, pero él ha elegido ser como es y seguir por el camino oscuro. Y eso es lo que no puede ser.
La Esencia Divina, siempre justa y equitativa, pero, también siempre misericordiosa, hace ya casi dos mil años, quiso avisar a los componentes de esta generación del riesgo que corrían, si perseveraban en su proceder inicuo siglo tras siglo. El cambio de Ciclo estaba próximo a llegar y de ellos dependía que fuera natural, indoloro y armónico, o fuertemente traumático. Es la alternativa que suele repetirse en el devenir de esta célula del Cosmos, y el ser humano tiene la prerrogativa de elegir.
Los Mentores de este Sistema Solar, sabedores de que en cada final de Ciclo suele haber un enfrentamiento entre el Bien y el Mal, quisieron ofrecer a los hombres de este planeta, con anticipación, un conocimiento que les permitiera decidir, libremente, en qué bando querían militar, ateniéndose después a unas consecuencias, que también se les iban a mostrar mediante ciertos escritos
proféticos lo suficientemente impactantes y atrayentes, como para llevarles a reflexionar, y ponerles en situación de averiguar la Verdad, pudiendo siempre elegir ellos, qué les convenía.
Hacía falta un hombre de la Tierra, capaz de transcribir en aquella época las profecías concernientes a los hechos a suceder en los Tiempos Finales de esta Humanidad. Se eligió a Juan, como el más idóneo. Posiblemente, era una misión que ya le aguardaba, desde que Jesús le dijo a Pedro: “Si yo quiero que éste se quede hasta que yo venga ¿a ti qué?” (Juan, 21, versículo 22).
Juan Evangelista nació en Galilea, en el siglo primero de la Era Cristiana. Hijo de Zebedeo y Salomé, y hermano de Santiago el Mayor, había sido discípulo de Juan el Bautista y después, de Jesús el Cristo. Enviado por los cristianos de Jerusalén a Samaria, curó milagrosamente a un cojo de nacimiento. Fundó y dirigió las Iglesias de Asia Menor, a las que van dirigidas, en principio, sus cartas apocalípticas. Fue en su destierro de la Isla de Patmos donde escribió el Apocalipsis. Regresó a Éfeso entre los años 96 y 98, y falleció durante el reinado del emperador Trajano.
El título de su libro “Apocalipsis” se deriva del griego y significa “Revelación”. La “revelación de esa verdad escondida”, hecha a Juan, precisaba su intervención directa, su implicación en los hechos que él mismo iba a presenciar y escribir, para que sus relatos simbólicos estuvieran emotivamente impregnados y pudieran impresionar a la gente del futuro, haciendo el mensaje atractivo y excitante para todos los intérpretes de los tiempos posteriores.
Los Guías Angélicos, siguiendo las instrucciones de los Mentores de este Sistema Cósmico, y con la intervención personal del Genio Solar, Cristo, y del Genio Planetario, Jesús, dieron unas explicaciones al apóstol, mostrándole un vídeo con las imágenes de los traumáticos hechos finales, los cuales constituyen el contenido más importante del Apocalipsis.
El profeta pudo ver los hechos futuros reales, escribiéndolos, según le indicaron, de una forma simbólica, emotiva y cautivadora, capaz de despertar un interés secular por sus revelaciones apocalípticas, que la tutela divina mantendrá incólumes, a salvo de la campaña desvirtuadora tradicional.
Juan escribió su libro y lo ofreció al mundo a través de las Iglesias, perpetuándose en todas las épocas, hasta llegar al tiempo de hoy, cercano al final de todo. Es indudable que ejerce un importante influjo sugestivo, dentro de su mensaje dramático, pues encierra un gran consuelo y esperanza, por la redención
final de los Justos y el triunfo del Bien sobre el Mal. Los eventos apocalípticos pretendían despertar a los dormidos, sacudir a los perezosos, impresionar a los inicuos, para que, sintiendo en sus propias carnes los efectos de sus actos, tuvieran oportunidad de reflexionar y cambiar sus actuaciones.
Pero, el tiempo de advertencia transcurrido, ha pasado estéril. Ahora, el Hijo del Hombre viene del Cielo, igual que ha sucedido en anteriores generaciones. Lo que antes ocurrió, volverá a ocurrir de nuevo en el alba de este tiempo. Ésta es la última vez que sucede, pues las Escrituras del Cielo son siete, y, escritas ya todas, debe llegar el Juicio Final, y una selección. Lo que el vidente llama en su libro: “la primera resurrección”. Es el momento en que Jesús vendrá a la Tierra con su esplendor celeste y mostrará, no sólo su gloria y poder, sino su Justicia. Multitud son los que se han convertido en semillas del Mal y, a pesar del terror que les golpeará, no querrán frenar el malvado instinto que habrá de ir a extinguirse fuera de este orbe, “en el estanque de fuego con lluvias de azufre”, que es en realidad el planeta-cometa Hercólubus que se está acercando rápidamente a la Tierra, a pesar del escepticismo, incredulidad y negación de muchos humanos.
El hombre, ha creído que podía despilfarrar su herencia natural y hacer agonizar impunemente su morada terrena. Pero, igual que los restantes seres de los tres reinos de la Naturaleza, está sujeto a una Ley Cósmica que no puede rehuir ni violar, sin provocar un gran trauma. Porque la Naturaleza, en sí misma, tiene en todos sus planos un código de supervivencia. Cuando el hombre efectúa agresiones sobre ella, responde con movimientos de fuerza contraria, intentando equilibrar lo desarmonizado. Dispone para ello de unos elementos primordiales que, en la lengua del Cosmos, se llaman Zigos, los cuales actúan de forma automática, autocorrectora, cuando se produce un atentado en el aire, en el fuego, en el agua o en la tierra. Este automatismo corrector causa inmediatamente enormes cambios, que afectan en primer lugar a los causantes de la desarmonía, los hombres irresponsables.
Todo ello lo contempla el Apocalipsis, un relato impresionante por el vigor de las imágenes que presenta, espléndido por su extraordinaria simbología totalmente en consonancia con las realidades actuales, y sobre todo, por su increíble fuerza espiritual. Presentado como una epopeya divina que había de desarrollarse en la posteridad, cuyos personajes asumirían en su momento, el tiempo actual, sus respectivos papeles.
Este libro de Juan es la predicción de todo lo que había de suceder en los últimos tiempos, apoyada en una serie de visiones proyectadas en el “mar de vidrio”, o pantalla audiovisual gigante, de un material parecido al cristal, situada en
una de las máquinas voladoras angélico-extraterrestres, donde él se vio como formando parte de los eventos futuros.
La revelación de Juan describe, ante todo, el tremendo deterioro psico-físico que precederá al advenimiento de la nueva generación del Tercer Milenio, y la forma divina en que se resolverá, para dar entrada a un nuevo mundo de Fraternidad y Paz.
Es evidente que la obra del Mal ha llegado a destruir, en la mayoría, el amor y el deseo de caminar hacia la sabiduría y las cosas del Espíritu. Su forma de operar ha sido tan nefasta, que nadie se podrá salvar de los efectos justicieros de los elementos desencadenados, los jinetes apocalípticos, excepto los Elegidos y sus seguidores. De nada ha servido, para esta generación de impíos, el alertar a las 7 Iglesias, el abrir los 7 Sellos, el resonar de las 7 Trompetas y el mostrar la impregnación de las 7 Copas. Ahora, ya no queda más tiempo. El Juicio está, pues, por celebrarse, y cada hombre obtendrá su veredicto.
El odio, la violencia, la destrucción y los cataclismos, se acrecentarán en fechas próximas. Los jinetes del Apocalipsis se encuentran ya en pleno galope, y el furioso relinchar de sus caballos azota, con sus efectos vistos por todos, la faz de este planeta. Pronto, las miserias serán recogidas por sus sembradores y los hechos trágicos ya predichos, se sucederán vertiginosamente.
LOS CONSOLADORES
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Ya es hora de que todos comprendan que la Tierra está controlada por Seres Superiores procedentes de mundos mucho más evolucionados, en el espacio sideral. A pesar del escepticismo absurdo de la Ciencia y el egoísmo de los Gobernantes de esta Humanidad, que han querido ocultarlo o ignorarlo, estas Inteligencias Cósmicas, antes llamadas Ángeles y ahora Extraterrestres, han desarrollado un Plan metódico para redimensionar cierto número de Almas vivientes en este planeta, con el fin de conseguir una estabilidad de los valores universales y suprimir la acción involutiva llevada a cabo por un sector humano ajeno y contrario a la acción del Cristo.
Ahora, cuando la obra del hombre ha llegado a su quiebra total, está muy próximo a celebrarse un juicio severo, que no debería ser ignorado por nadie. Los hechos, que se han ido sucediendo con una gravedad siempre creciente, han demostrado hasta la saciedad que el género humano es culpable de no haber realizado con Justicia y Amor los planes de la Divinidad para lograr la evolución progresiva de todas las Almas moradoras de este orbe.
A estas alturas, el enfrentamiento entre el Bien y el Mal está llegando a su fin. Hace tiempo que terminaron las advertencias, las amonestaciones
y las llamadas. Ya ha llegado el momento de la condena definitiva de todos aquellos que han preferido ignorar los valores sublimes del Bien universal.
Muchos de éstos piensan que con la muerte se acabará la responsabilidad de sus hechos punitivos, con frecuencia impunes. Ellos ignoran que los efectos de sus causas sobrevivirán a su final en la materia, y será la soga que arrastrará a sus perversos espíritus a un mundo de tinieblas, Hercólubus, donde el sufrimiento se hará tan intenso y duradero, que les llegará a parecer eterno. Allí tendrán que comenzar de nuevo la dolorosa ascensión, intentando reconquistar los bienes perdidos. En su Apocalipsis, Juan le llama “el estanque de fuego”.
Los que no tienen nada que temer son los justos, los buenos, los humildes y puros de corazón, que, gracias a sus obras en sintonía con los valores del Universo, se han vuelto libres y podrán salvarse.
El tiempo que había sido concedido a esta generación, ya se ha terminado. Todo lo que tenían que saber los hombres de la Tierra, les ha sido dicho y, exhaustivamente, repetido. Ahora, ya no tienen excusa y todos serán obligados a asumir sus responsabilidades personales. La selección ha sido hecha y la separación también. Según los designios divinos, se le dará a quien haya dado y se le quitará a quien ha quedado sordo y ciego.
Son muchos los hombres que creen en un final físico del planeta Tierra. No será así. Se trata de uno más de los Ciclos de crecimiento de esta célula macrocósmica, que seguirá su vida cosmogónica, a pesar de los desequilibrios producidos por sus “enzimas”, los hombres. Si el cambio se hubiera producido dentro de unos presupuestos positivos, el proceso hubiera sido armonioso. En esta ocasión, por desgracia, es evidente la operatividad de una renovación traumática.
No habrá, repito, “fin del mundo”, con la destrucción del planeta, sino el fin de esta generación, en su mayoría malvada. La inminencia del Juicio no tendría que pasar desapercibida, porque las advertencias han sido claras y las acusaciones, indiscutibles. Ya nadie podrá decir: “Yo no lo sabía”. A los habitantes del planeta Tierra se les alertó, hace ya bastante tiempo. Temibles eran los avisos de que el fuego, el agua, el aire y la tierra no les darían ningún respiro. Ahora, todo se derrumbará ante el furor de las fuerzas titánicas de estos cuatro elementos, movidas por la Ley inviolable de la Justicia Divina. Los “Zigos”, guardianes y vigilantes de la armonía creadora, impedirán que el hombre desligue lo que Dios ha atado y destruya lo que Él ama. Ese es el mensaje más importante que Juan transmite en su “Apocalipsis”, y que muchos no quieren comprender. Dichosos
aquellos que han escuchado las trompetas y han obrado con amor hacia esos elementos, porque los tendrán como amigos y, al final, se salvarán.
La apertura de los “Sellos” apocalípticos ha descubierto los hechos diabólicos a suceder, y las “Trompetas” los han proclamado, para que todos vieran el mal que se estaba haciendo. Pero, los hombres no han querido escarmentar y, menos aún, rectificar. Ahora sufrirán el final de ese “Apocalipsis” real, que sólo creían operante en los escritos: verán una Guerra indescriptible, cruel e inhumana, que quedará pálida, comparándola con aquella otra que les hará a todos la Naturaleza. Seísmos, de intensidades superiores a lo hoy conocido, sacudirán grandes regiones y ciudades, que desaparecerán en un instante de la faz de la Tierra, cuando el embravecido maremoto complemente al embate sísmico. La lava enloquecida de infinidad de volcanes trepidantes de cólera ígnea irá a sembrar la muerte y el terror a las más diversas comarcas de la superficie terráquea.
La guerra del viento no será menos poderosa: temibles huracanes, tornados y tifones azotarán las zonas ribereñas y costeras, llevando hasta regiones lejanas, su fuerza creciente y destructiva. El agua, rayará a la misma altura de sus demás hermanos: numerosos ríos enfurecidos alcanzarán alturas jamás alcanzadas y producirán inundaciones pavorosas, mientras una terrible sequía permanente se hará dueña y señora de vastas extensiones. Multitud de tierras se sumergirán, mientras emergerán otras, y las olas gigantescas e impetuosas llevarán el pánico a todas las naciones. Los climas se manifestarán ya claramente contradictorios, variables e inclementes, y el calor, el frío y las heladas, inesperados y extrañamente alternos, llenarán de estupor y de ruina, a la gente humana.
Y flotará en el ambiente el peligro de algo realmente tenebroso. Estamos en pleno siglo XXI, época aciaga que culmina el vivir de la séptima y última generación. La sombra triste y trágica de un atávico pasado se cierne amenazadora sobre esta Humanidad, dispuesta a recaer en la misma equivocación, por la que antaño fuera ya maldita: destruir la tierra madre, la célula cósmica en la que habita. Ahora que, otra vez, el hombre enloquecido está dispuesto a renovar el holocausto planetario con el mal uso de la energía nuclear, recuerdo el viejo relato que Eugenio Siragusa, el apóstol de Sicilia, nos contara un día, del terrible final de un planeta del Sistema Solar, que dejó en los cielos la Cruz Luminosa, que habitó en los sueños de generaciones, como el Gran Pecado:
“En un tiempo muy remoto, los habitantes del planeta Lucifer (Tir, Mallona o Amarillo), vieron su mundo condenado a la destrucción por la implacable y progresiva desintegración originada por una reacción en cadena de grandes depósitos de minerales del subsuelo, sensibles a la energía atómica
desencadenada en una guerra por el hombre de aquel mundo. Era ya imposible detener aquella energía descontrolada y destructora. Los luciferinos tenían que escapar y de prisa. Miles de naves espaciales estaban dispuestas y hacían el transbordo entre el mundo agonizante y la Tierra, Marte y Saturno, que eran los más cercanos. A pesar del sobrehumano esfuerzo, muchos no pudieron huir.
La Tierra estaba entonces en la órbita que hoy tiene Venus, y éste, en la actual de Mercurio. En ellos se refugiaron gran parte de los escapados, pero el planeta terrestre tenía una situación poco hospitalaria, en un estado aún muy primitivo y poblado por enormes animales. Unas condiciones precarias recibieron a los tránsfugas, que quedaron a la espera de los acontecimientos. Unos acontecimientos que se precipitaron. Mientras millones de seres esperaban ser evacuados, una visión dantesca apareció ante las miradas horrorizadas de los que ya habían sido salvados: un enorme resplandor en forma de cruz luminosa se extendió por el espacio sideral.
Después del desastre apocalíptico, el cielo se llenó de espanto. Una célula del Universo había sido destruida por culpa de la desobediencia y rebeldía del hombre a las Leyes Cósmicas. En el Sistema Solar el caos fue enorme y muchos planetas, incluyendo la Tierra, estuvieron a punto de ser desequilibrados. Del Sol salió una gran masa incandescente, que se instaló en la órbita más cercana a él y formó el que llamamos Mercurio. Todos los demás planetas del Sistema recibieron fuertes trastornos, mientras bloques enormes del planeta sacrificado se dirigían en todas direcciones. Muchos de ellos formaron lo que ahora se conoce como el Cinturón de Asteroides.
La Tierra se vio bastante afectada, sufriendo el desplazamiento de su eje magnético polar, con todas sus desastrosas consecuencias: levantamientos y hundimientos de la corteza terrestre, titánica invasión de la tierra por las aguas, erupciones volcánicas y temblores telúricos de incalculables dimensiones. Los luciferinos trasladados a ella fueron diezmados y sus medios completamente destruidos. No sólo los supervivientes fueron pocos, sino que para ellos sobrevivir resultó muy difícil, y su personalidad llegó a verse tan afectada que, poco a poco, quedó del todo anulada.
El tiempo pasó y mucho, y se fue borrando de forma gradual de sus mentes la imagen de tanta tristeza. Pero, no olvidaron que habían llegado del Cielo, y durante miles de años cantaron esta gran verdad. De padres a hijos, transmitían sueños, fábulas y fantasías. Y el tiempo siguió transcurriendo, generando sucesivas masas humanas, ahora tan diversas en cuerpo y espíritu. Sin embargo, la Gran Cruz Luminosa quedó grabada para siempre en sus corazones.
Volvieron a edificar mejor que antes, pero en muchos volvió a desarrollarse un terrible instinto de dominio y de guerra. El mal proliferó, y esto llevó la preocupación a la infalible Inteligencia Cósmica y a los Seres Arcangélicos de exploración en este mundo, conocedores del desgraciado destino de los que habían buscado salvarse en la Tierra.
Diez mil años antes de este tiempo nuestro, vieron el miserable estado psicológico de los terrestres e intentaron hacerles progresar, enviando a la Tierra grandes Maestros de sabiduría universal, que con sus enseñanzas mejoraron su evolución. Con su saber, casi infinito, y sus exactos conocimientos, ayudaron a la gente de la raza humana. Muchos seres altamente evolucionados se sacrificaron por el bienestar humano y otros hicieron maravillas difícilmente comprensibles para aquellas mentalidades. Algunos profetas, en la Biblia, los han descrito, y han hablado del Bien que pretendían para sus semejantes en la hermandad del Cosmos. En sus páginas se encuentra también la trascendencia de la relación entre el hombre y la Cruz, como símbolo que debería hacernos recordar, a través de nuestra conciencia atávica, que una terrible desobediencia hacia Dios generó una Cruz, y con otra Cruz, el gran Amor había podido redimir al hombre.”
Pero, ahora, una vez más, ese hombre, alimentado de la carne de la Bestia feroz, de la que habla Juan en su Apocalipsis, no ha querido comprender: es como es y no quiere cambiar. Deberá sufrir más para comprender su verdadera naturaleza. Aquí están los tiempos de grandes progresos materiales y gran regresión espiritual. Por un lado, aviones, barcos, automóviles, edificios colosales, grandes maquinarias, portentosos mecanismos y empresas fabulosas, y por otro, el agotamiento y aniquilación de todos los recursos de este mundo.
Mas ¡todavía no es bastante!: un monstruo de inaudita violencia destructora, la energía nuclear, se ha instalado otra vez, con furia amenazadora, en la vieja historia de este sistema solar. De nuevo, el hombre insensato ha puesto en peligro gravísimo la existencia de un mundo. El espectro de un triste y atávico pasado se cierne aterrador sobre el destino de esta Humanidad. Un amargo destino, porque éstos, los habitantes actuales de la Tierra, son los lejanos herederos de aquel pueblo homicida, que destruyó su propia morada sideral. Que están intentando hacer en este planeta lo que ya hicieron en el planeta Lucifer. La historia podría volver a repetirse.
Por fortuna, las malignas intenciones de unos y el temor de otros, cruzaron los espacios siderales y llegaron a Aquellos que conocen y respetan la Ley del Universo. Y esta vez, no lo van a consentir. Ya es tiempo de aceptar que
nunca hemos estado solos en el Espacio, y Ellos han venido otra vez, para hacernos comprender que la palabra de Dios está nuevamente entre nosotros, y su intervención es necesaria, porque estamos al borde del abismo. Saben muy bien lo que tienen que hacer, y en el momento adecuado lo verá toda la Humanidad.
Han esperado a que los “durmientes” se despertaran y a que los “muertos” renacieran a la nueva vida. Han dado tiempo a que los pacíficos, los mansos y los puros de corazón tomaran conciencia de que el tiempo del Señor estaba sobre las alas de esta generación. Han aguardado a que el Mal agigantara su obra sobre la tierra e hiciera más conscientes a sus habitantes del valor insuprimible del Bien. Han visto cómo se ha separado el grano de trigo de la cizaña y a las ovejas de los lobos. Ahora, ya no queda más tiempo que esperar el día de la venida real del Príncipe de la Justicia, de Aquél que dijo: “Volveré entre vosotros para juzgar a los vivos y a los muertos, y para instaurar el Reino del Padre sobre este mundo”.
Esa fue la fuerza con la que comencé mi último trabajo, cercano a terminar. El hombre de este orbe no ha hecho nada por rectificar su marcha diabólica y todo se revela ya como irreversible. ¡Ya no queda más tiempo! Aún falta una Cruz por contemplar en lo alto de los Cielos: la de la JUSTICIA. No menos inquietante que la del Cataclismo, para los impíos, que esta vez no conseguirán lo que lograron en Mallona, porque aparecerán majestuosos los “caballos blancos”, a los que se refiere el escrito apocalíptico de Juan, y el Diablo que provocó el horror luciferino, será amarrado durante largo tiempo.
––––––––
Antes de entrar en el análisis e interpretación del libro profético de Juan, he creído conveniente, para facilitar al lector la comprensión de un texto plagado de símbolos, el detallar, explicar y aclarar, en lo posible, lo concerniente a cada uno de los principales protagonistas del Apocalipsis. Todos tienen una gran relevancia y una importante función. Su colocación en la serie que viene a continuación, se ajusta a un orden consecutivo de aparición en la obra apocalíptica.
Son los siguientes:
Es Cristo, el Hijo de Dios, que se sacrificó por todo el género humano. Habitó durante tres años el cuerpo que le cedió Jesús, y convivió con el grupo de sus discípulos, a los que legó su doctrina divina y dejó una misión que cumplir. La Cruz puso el broche de oro a la actuación de este Ser Superior, que supo demostrar hasta el infinito cuál es “el Amor más grande de todos los amores”.
Cristo es un Genio Solar o Verbo Solar. Es sublimación astral. Cristo no es Dios, pero sí una expresión muy pura de Él. Cristo no era Jesús, pero estaba en Jesús, y a través de su cuerpo manifestó su Trinidad Divina. Si hubiera que realizar una correlación, podría decirse que Dios ilumina a Cristo, que Cristo ilumina a Jesús, y Jesús a los hombres conscientes de la Verdad.
Terminada su labor redentora, Cristo volvió a su lugar de procedencia. Por eso dijo a sus discípulos: “Yo me iré y ya no me veréis”.
Es el Hijo del Hombre. Es sublimación física. Jesús es un Genio Planetario o Perfección relativa de un Ser Consciente de la Verdad Universal. Cedió su cuerpo físico a Cristo, el Genio Solar, para que éste pudiera realizar su misión de Amor, y él, mientras, cohabitó con el espíritu de Juan, en el cuerpo del Apóstol predilecto del Maestro. Por ello, Cristo, desde la Cruz, dijo a María, refiriéndose a Juan: “Madre, he ahí a tu hijo”. El hombre de la Tierra ha recibido de Jesucristo esa fuerza de voluntad ascensional, aunque los medios para alcanzarla, han costado el miedo al dolor y a la muerte.
El Apocalipsis en un libro, cuyos protagonistas principales son los Ángeles, que siempre han sido y son, los que ahora en la Tierra llaman los Extraterrestres. Ángel significa “mensajero”, y eso son los que, ya desde el principio, comunicaron a los hombres los fundamentos del conocimiento, una vez que éstos recibieron el inestimable don de la inteligencia.
Los Ángeles del Apocalipsis, han venido a poner en cumplimiento todo cuanto en el libro de Juan se expone. Su misión ha consistido en anunciar, en revelar, en consolar, en denunciar las agresiones nocivas de los hombres, amonestando sus perversas actuaciones y mostrándoles el camino sin retorno por el que, ciegos, caminaban. También tutelar y preservar a los despiertos y conscientes de los valores superiores de la fraternidad universal. No ha sido su intención mostrar ni exhibir las altas capacidades de su ciencia. Ahora, su trabajo laborioso está ya en el epílogo, y tendrá su fin, cuando Jesús realice su venida esplendorosa, y sea rescatada la semilla de la nueva vida.
Los Hijos de la Luz Creadora han regresado de nuevo a la Tierra, para operar mientras esperaban la llegada del “Fiel y Verdadero”, supremo Avatar coordinador de la Justicia Divina. Ellos han estado viviendo entre los hombres de este planeta, extendiendo las señales anunciadas, con el fin de despertar en la memoria de los habitantes de este mundo, lo que fue dicho y escrito para esta generación de humanos que han preferido ser ciegos y sordos.
Se les puede llamar como se quiera: Ángeles, Extraterrestres, Marcianos, Humanoides o Alienígenas. O clasificarles como se desee, pero, esto nunca podrá modificar lo que son, ni a lo que vienen. Interferir en su misión o intentar contrarrestarla, siempre será inútil. Ellos poseen la potencia divina y facultades inconcebibles para la mayoría de los terrestres. La Verdad que llevan no
podrán detenerla, ni neutralizarla, y, por tanto, puesto que la masa humana no ha querido reflexionar y rectificar, los cambios serán inevitables.
Los extraterrestres, Ángeles de hoy, son los mismos que Juan describe en su Apocalipsis. Ellos han abierto los sellos, han sonado las trompetas, han mostrado las copas e iluminado el cielo con sus signos. El mundo ya ha visto y sabe. Ya no vale decir que se tiene excusa. Sólo el necio puede hacerse el ignorante. Y también para ese, dentro de muy poco, será aplastante la evidencia.
Las Iglesias son siete y forman el templo viviente de Dios una vez unificadas. Así será un sólo templo con siete estancias principales. Toda la Humanidad configura ese templo viviente, que los intereses temporales han fraccionado. Por ello, ahora, la meta de los Ángeles Extraterrestres es reunir lo que ha sido dividido, sin hacer discriminación alguna entre las Iglesias, ni entre los hombres, por su raza o su creencia, ya que todos, desde su diversidad, forman parte de una única llamada.
Las siete Iglesias de hoy, la Católica, la Luterana, la Anglicana, la Presbiteriana, la Ortodoxa, la Evangelista y la Metodista, también han recibido el mensaje dado a sus Pastores, y han sido informadas de que éste es el tiempo de Dios sobre la Tierra, y deben ser cuerdas, prudentes, sabias, puras y humildes, porque en todas ellas existe posibilidad de purificación y perdón.